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El Sol brillaba con fuerza en la isla del agua. Water seven era un gran sitio. El capitán Xemnas se había dirigido allí para poder tomarse un descanso después de tanto combate seguido. Ahora no estaba de servicio y llevaba una chaqueta negra con capucha, aunque no llevaba puesta esta última. De ese modo dejaba ver sus cabellos rubios. En la parte baja portaba un pantalón del mismo color y por último unas sandalias de madera. En resumen se estaba dando unas buenas vacaciones en aquel lugar. Por supuesto no iba desarmado. En su espalda se podía ver un enorme espadón que siempre llevaba consigo. Este estaba recubierto de Kairouseki y por ello era letal para usuarios de las frutas del diablo. No llevaba otra arma consigo pues con ella y el resto de técnicas le era suficiente. Este chico se pudo ver ahora caminando por uno de los carriles de camino y no de agua.
A medida que avanzaba podía ver a la buena gente del lugar pasear. Muchas de ellas llevaban bolsas de compra mientras que otras simplemente hablaban o jugaban en las zonas más sólidas. De repente notó como algo pasaba por su lado y pudo ver lo que parecía ser un extraño caballo amarillo que llevaba gente por el agua. No pudo evitar sonreír emocionado pues no había visto a aquellos hermosos seres antes. – Vaya ¡Como mola! – Dijo feliz mientras ahora lo miraba despacio. Una vez pasó soltó un suspiro y empezó a caminar hasta llegar a una plaza más grande. En la mitad había una enorme fuente y alrededor bastantes bancos con ancianos sentados. Las palomas se comían las migas de pan del suelo y los críos jugaban con pelotas. El marine no pudo evitar sonreír de forma amable al mismo tiempo que llevaba la mano a su nuca y soltaba una ligera risa.
Ahora sus ojos se fijaron en un bar de la zona el cual se llamaba “A toda máquina”. El muchacho caminó despacio viendo una especie de carta plastificada del tamaño de un metro y medio que había en el suelo. De aquel modo la gente miraba los tipos de alimentos que ofrecían los precios. El rubio se quedó unos segundos mirando hasta que vio algo que le hizo abrir la boca de forma exagerada. – ¡No puede ser! ¡Es ramen de ternera! – Efectivamente uno de sus platos favoritos estaba allí. No pudo evitar alzar los puños hacia arriba en señal de triunfo hasta que se dio cuenta de una cosa. No sabía si había cogido dinero, solo tenía buena memoria para lo que le interesaba. Ahora tragó saliva algo nervioso y metió las manos en los bolsillos.
La felicidad invadió su rostro cuando notó como tenía allí su cartera. Ahora debía mirar cuánto dinero tenía. Al abrirla se puso a contarlo y tras mirar de nuevo la carta se dio cuenta de que tenía para siete boles. No pudo evitar empezar a reír de forma maligna para después sentarse en la terraza y esperar de forma impaciente. Una vez llegó el camarero este alzó el puño gritando con alegría. – ¡Un tazón de ramen de ternera marchando! – El camarero era un tipo algo mayor, de melena grisáceo y gafas. El tono de sus ojos era verdoso y ahora no tardó en sonreír mientras asentía y se dirigía al interior. Xemnas no podía esperar y estaba deseando recibir aquella delicia nacida para su paladar. El sabor del caldo mezclado con las especias. Sencillamente con aquello se bastaba para ser la persona más feliz del maldito mundo en el que vivían.
A medida que avanzaba podía ver a la buena gente del lugar pasear. Muchas de ellas llevaban bolsas de compra mientras que otras simplemente hablaban o jugaban en las zonas más sólidas. De repente notó como algo pasaba por su lado y pudo ver lo que parecía ser un extraño caballo amarillo que llevaba gente por el agua. No pudo evitar sonreír emocionado pues no había visto a aquellos hermosos seres antes. – Vaya ¡Como mola! – Dijo feliz mientras ahora lo miraba despacio. Una vez pasó soltó un suspiro y empezó a caminar hasta llegar a una plaza más grande. En la mitad había una enorme fuente y alrededor bastantes bancos con ancianos sentados. Las palomas se comían las migas de pan del suelo y los críos jugaban con pelotas. El marine no pudo evitar sonreír de forma amable al mismo tiempo que llevaba la mano a su nuca y soltaba una ligera risa.
Ahora sus ojos se fijaron en un bar de la zona el cual se llamaba “A toda máquina”. El muchacho caminó despacio viendo una especie de carta plastificada del tamaño de un metro y medio que había en el suelo. De aquel modo la gente miraba los tipos de alimentos que ofrecían los precios. El rubio se quedó unos segundos mirando hasta que vio algo que le hizo abrir la boca de forma exagerada. – ¡No puede ser! ¡Es ramen de ternera! – Efectivamente uno de sus platos favoritos estaba allí. No pudo evitar alzar los puños hacia arriba en señal de triunfo hasta que se dio cuenta de una cosa. No sabía si había cogido dinero, solo tenía buena memoria para lo que le interesaba. Ahora tragó saliva algo nervioso y metió las manos en los bolsillos.
La felicidad invadió su rostro cuando notó como tenía allí su cartera. Ahora debía mirar cuánto dinero tenía. Al abrirla se puso a contarlo y tras mirar de nuevo la carta se dio cuenta de que tenía para siete boles. No pudo evitar empezar a reír de forma maligna para después sentarse en la terraza y esperar de forma impaciente. Una vez llegó el camarero este alzó el puño gritando con alegría. – ¡Un tazón de ramen de ternera marchando! – El camarero era un tipo algo mayor, de melena grisáceo y gafas. El tono de sus ojos era verdoso y ahora no tardó en sonreír mientras asentía y se dirigía al interior. Xemnas no podía esperar y estaba deseando recibir aquella delicia nacida para su paladar. El sabor del caldo mezclado con las especias. Sencillamente con aquello se bastaba para ser la persona más feliz del maldito mundo en el que vivían.
Abel T. Nightroad
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El joven recién llegaba a la ciudad de los canales, la promesa de una gran aventura y un gran misterio que detallaba una carta misteriosa que encontró en el buzón en el que solía recoger información sobre sus conocidos o sobre la gente que al igual que él, era amante de los puzles y misterios alrededor del mundo. Sus orbes verde mar se fijan en cada detalle de la ciudad buscando la primera pista del enigma que le dijeron que había oculto en los canales, en la ciudad completa. Sus pasos eran realmente únicos debido a su calzado, no calzaba unas zapatillas o zapatos comunes, calzaba unas sandalias de madera con calcetines blancos, algo similar a los antiguos samuráis, por ello el joven llamaba la atención más de lo que el mismo desearía, pero eso tampoco le resultaba tan incómodo pues sabe perfectamente como ignorar las miradas atónitas de las personas con las que se cruzaba.
El joven se encontraba realmente hambriento, y por ello buscaba con desesperación un lugar en el que comer algo, lo que fuera, por ello cuando un panfleto que volaba, seguramente volado de la mano de algún viandante descuidado, cae en su rostro y le indica que cerca hay un local de ramen el joven no duda en acercarse al lugar a comer. No tarda en llegar y se sienta en una mesa, de forma silenciosa, casi como un fantasma. Llama al camarero, que recién atendía a un joven entusiasta en una mesa cercana. |~ Un bol de cada ramen que tenga, sin olvidar el de ternera. ~| Dice el joven, sorprendido por el entusiasmo con el que el otro muchacho pidió tal placo que quedó con ganas de probarlo.
El joven se encontraba realmente hambriento, y por ello buscaba con desesperación un lugar en el que comer algo, lo que fuera, por ello cuando un panfleto que volaba, seguramente volado de la mano de algún viandante descuidado, cae en su rostro y le indica que cerca hay un local de ramen el joven no duda en acercarse al lugar a comer. No tarda en llegar y se sienta en una mesa, de forma silenciosa, casi como un fantasma. Llama al camarero, que recién atendía a un joven entusiasta en una mesa cercana. |~ Un bol de cada ramen que tenga, sin olvidar el de ternera. ~| Dice el joven, sorprendido por el entusiasmo con el que el otro muchacho pidió tal placo que quedó con ganas de probarlo.
- Off:
- Siento la demora, problemas y luego el TS. Conste que en este rol sigo siendo ciudadano.
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El rubio continuaba observando el panorama con toda la calma del mundo. Era una persona muy impaciente y ya estaba deseando poder comerse aquella delicia. Los segundos le parecían minutos. Xemnas era muy buena persona pero lo nervioso que era, le hacía quedar un poco mal delante de las demás personas. Sus azulados ojos rotaban de forma leve, buscando al camarero con la mirada. En pocos momentos lo vio, por desgracia se dirigía otra mesa y no hacia la suya. Otro tipo había pedido un cuenco de cada tipo. Eso hizo que el marine abriera la boca de forma exagerada pues aquel tipo era otro amante del ramen. Las ganas de comer eran cada vez más insoportables y todo por la culpa de aquel extraño.
En pocos momentos, apareció el camarero. En su mano derecha portaba una pequeña bandeja, la cual depositó en la mesa del chico. El capitán de la marina se relamió con una felicidad impresionante. Tomó los pasillos con cuidado y cogió unos pocos fideos, les sopló despacio y entonces se los llevó a la boca. – Están deliciosos… – Susurró despacio para después comer unos pocos más. Uno de los momentos en los que el rubio estaba callado, era mientras se alimentaba. Tal vez le estaba faltando una bebida con la que acompañar aquella delicia de comida. Muchos preferían no hacerlo pues los fideos llevaban caldo, a él le daba lo mismo. Llamó al hombre con una sonrisa y cuando estuvo cerca le habló de forma amable. – ¡Quiero una botella de batido de chocolate! – Al hombre mayor le extrañó aquello pero asintió con la cabeza y fue a por lo pedido por el marine.
Las nubes empezaron a nublar el cielo levemente, pero nada que al devastador le importase mucho, adoraba la lluvia. – ¡Adiós! – Dijo de repente una voz. Entonces el chico salió disparado contra el escaparate del bar, haciéndolo pedazos y cayendo al suelo. Los cristales se hicieron añicos y el marine quedó tumbado. – Maldición… – Pudo decir mientras se colocaba en pie con dificultad. Frente a él había tres tipos totalmente iguales. Debían de ser trillizos y además cada uno portaba guanteletes de acero. El de en medio había lanzado una onda de choque a traición sobre el capitán. Eran tres piratas con un precio de cuarenta millones cada uno. Esos cabrones debían pagar por todo. Xemnas los miró de forma seria, mientras unas gotas de sangre bajaban desde su frente a la nariz.
En pocos momentos, apareció el camarero. En su mano derecha portaba una pequeña bandeja, la cual depositó en la mesa del chico. El capitán de la marina se relamió con una felicidad impresionante. Tomó los pasillos con cuidado y cogió unos pocos fideos, les sopló despacio y entonces se los llevó a la boca. – Están deliciosos… – Susurró despacio para después comer unos pocos más. Uno de los momentos en los que el rubio estaba callado, era mientras se alimentaba. Tal vez le estaba faltando una bebida con la que acompañar aquella delicia de comida. Muchos preferían no hacerlo pues los fideos llevaban caldo, a él le daba lo mismo. Llamó al hombre con una sonrisa y cuando estuvo cerca le habló de forma amable. – ¡Quiero una botella de batido de chocolate! – Al hombre mayor le extrañó aquello pero asintió con la cabeza y fue a por lo pedido por el marine.
Las nubes empezaron a nublar el cielo levemente, pero nada que al devastador le importase mucho, adoraba la lluvia. – ¡Adiós! – Dijo de repente una voz. Entonces el chico salió disparado contra el escaparate del bar, haciéndolo pedazos y cayendo al suelo. Los cristales se hicieron añicos y el marine quedó tumbado. – Maldición… – Pudo decir mientras se colocaba en pie con dificultad. Frente a él había tres tipos totalmente iguales. Debían de ser trillizos y además cada uno portaba guanteletes de acero. El de en medio había lanzado una onda de choque a traición sobre el capitán. Eran tres piratas con un precio de cuarenta millones cada uno. Esos cabrones debían pagar por todo. Xemnas los miró de forma seria, mientras unas gotas de sangre bajaban desde su frente a la nariz.
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