¿Hallstat se alza de nuevo?(Moderado nivel 3 Iliana)

Ya llevaba oliéndose algo así un rato largo, pero eso no hizo que al constatarlo se sintiera mejor. Tuvo que contener su ira para no hacer que lo arrestaran, y manteniendo su aparente impasibilidad, trató de calmarse y reflexionar fríamente. "Los actos de esta gente no han sido los apropiados para con la heredera al trono, pero vistas sus palabras... tal vez sea posible lograr que hinquen la rodilla." Comenzó a revisar las notas, viendo que eran los posibles fallos que la hubieran llevado a ser declarada indigna. Bueno, eso al menos explicaba a que venía tanto mensaje mientras respondía a las preguntas. Fue pasando los papeles, hasta llegar al último y ver un mensaje firmado por un tal "lord Kister", de una casa con un nombre extraño que no reconoció. Intrigada, leyó el mensaje. El comienzo era un poco agresivo, pero el contenido en sí de la nota fue más o menos de su agrado. El noble se había puesto en sus manos, así que ahora nadie podría decir nada si decidía castigarlo por su osadía. La pregunta era, ¿le interesaba? Comenzó a jugar con el anillo mientras reflexionaba sobre el tema, pensando en su siguiente movimiento. Tenía razón acerca del gobernador, y era un asunto que debía despachar cuanto antes.

- Lord Ygfred, creo que ha llegado el momento de que pacifiquéis vuestras propias tierras y os toméis un descanso. Por el momento se os mantendrá como gobernador en funciones hasta que un nuevo candidato sea elegido, pero tras eso seréis relevado. Mantendréis vuestro puesto de general del Imperio.

Era lo apropiado. Avisaría a lord Anthony para que mantuviera un ojo sobre él y mandase a algún espía a tenerlo vigilado. Era un hombre cobarde, pero hasta los cobardes podían cometer traición. No sabía si aquella destitución lo alegraría o lo haría sentirse insultado, así que lo sensato sería tenerlo bajo vigilancia. Tras decir esas palabras, se volvió hacia Odrenvir. Debía conseguir que le jurase lealtad, y que aceptase la decisión que iba a tomar con respecto a Kister. Para ello debía tratar de ser diplomática y mostrarse razonable y magnánima.

- Lord Odrenvir, supongo que comprenderéis que las acciones lord Kister aunque hayan sido motivadas por amor a la patria, no han sido las apropiadas para un hombre de su posición. El hecho de que no haya llegado más lejos y que haya decidido aceptar su castigo es lo único que hace que no lo juzgue como un traidor - entrecruzó las manos en un gesto serio - Seré directa, lord Odrenvir. Si tanto vos como lord Kister y el resto de mandos opositores me juráis lealtad, conservaréis vuestros cargos sin represalias. Sin embargo exigiré que lord Kister presente una disculpa pública a lord Anthony y a mi persona, y una vez esta guerra y los disturbios hayan concluido, vuestro líder será juzgado por incitación a la sedición. Supongo que no debería haber objeciones al respecto teniendo en cuenta que él mismo ha aceptado, ¿me equivoco?

Su intención no era castigar severamente a Kister. En caso de que fuese la mitad de leal de lo que pretendía dar a entender, podría llegar a ser un gran aliado, y por lo de pronto ya había demostrado ser competente como monarca. No era lo más sensato conservar a su lado a alguien que se había declarado en rebeldía, pero en la situación en que estaba sería estúpido rechazar a potenciales aliados. Con Gelvin a sus puertas, el Gobierno Mundial aun amenazando al Imperio y los ejércitos leales divididos, necesitaba toda ayuda posible para afianzar su posición y su trono, y lograr convertir el legado de su padre en una realidad estable y no una mera curiosidad histórica efímera.

- Si no tenéis nada más que decir, creo que podemos concluir esta reunión caballeros. Tengo asuntos urgentes en otros lados y responsabilidades que atender. El día de mi coronación os espero a ambos y al resto de mandos opositores para que me juréis lealtad.

No se molestó en disimular una sonrisa de suficiencia cuando Odrenvir le juró lealtad. El primer paso estaba dado, ahora sólo faltaban el gobernador y lord Kister. Se giró hacia este como si esperara que fuera hacer lo mismo. Intuía que no era su intención de un principio por su actitud, pero no iba a ir de allí sin lograr su juramento... no cuando acababa de quitarle su puesto. Observó a los soldados que le habían jurado lealtad, y se preguntó si podría realmente confiar en ellos. El noble le acababa de de decir que eran hombres de fiar, pero no por ello iba a aceptar su palabra como una tonta y caer en un posible engaño. Aun podía ser que estuviesen intentando engañarla. "De hecho, en el mar sería vulnerable. Estos tipos podrían intentar asesinarme, y hay un buen número de ellos." No, no iba a correr riesgos. Decidió que rechazaría amablemente la oferta y sugeriría otro destino para las tropas. Podrían ser útiles en otro lado, si realmente iban a obedecer sus órdenes.

- Debo declinar su oferta, lord Odrenvir. Creedme, necesitaréis cada hombre disponible. Gelvin de Mianna ha declarado su intención públicamente de enfrentarse a mi, y ya ha intentado asaltar el Puño. En lugar de darme hombres a mi, os solicito que valoréis hasta qué punto está defendida la isla y hagáis inventarios en los arsenales, fortifiquéis las plazas fuertes y si no andáis escasos de efectivos mandéis refuerzos a socorrer a nuestros compatriotas.

Si el gobernador no había realizado aun el juramento, le sostendría la mirada haciendo que se sintiera incómodo hasta se diera por aludido. Si ni con esas hacía nada, se lo ordenaría de manera directa. Acto seguido se despediría de ambos y comenzaría a dar instrucciones a su sargento para organizar la partida, coger provisiones frescas y marchar cuanto antes. Le dijo que diese instrucciones a la marinería y soldados de no alejarse del barco a menos que fuera por un encargo para preparar la marcha. Tras eso entró en el navío y se fue a su camarote. Algo cansada, dejó las armas junto a la cama y se tumbó en esta, relajándose mientras escuchaba el sonido de las voces de los marineros trabajando. Era una lástima no poder coger a alguien y sacar a pasear su puñal sobre su piel... a este paso iba a oxidársele con el poco uso que le había dado en el viaje. Sin embargo, no era buena idea hacerle algo a sus hombres sin motivo y ganarse su odio. Era cierto que en los comienzos de su viaje había sido brusca e incluso agresiva con ellos, pero había aprendido a controlar sus arranques. Había sido necesario, o no hubiera pasado mucho antes de que hubiesen decidido asesinarla alguna noche.

Por suerte, aquella etapa había pasado y nunca había llegado a hacer nada grave. Lo peor había sido un día que le clavó un tenedor en un mano a un soldado que derribó su desayuno por entrenarse con el bruto de Drake en mitad de cubierta. El lobo había mandado volando al soldado, el cuál había entrado por la puerta y caído sobre la mesa. Hoy en día, sin embargo, su relación con sus hombres era buena. Les había demostrado tener un mínimo de cabeza y solía tratar de ganarse su aprecio dándoles libertad para ir de juerga por las ciudades... cuando no afectaba a sus planes, claro. Water Seven y aquella isla habían sido algunas de las excepciones. En aquel caso no podían permitirse perder más tiempo del necesario, y en la otra había corrido el riesgo de que alguno de sus hombres alguna copa de más encima hablase de más y revelase que estaba en la ciudad.

Mientras reflexionaba, mantuvo su mantra activado y se fijó por si notaba algo raro. Había la posibilidad de que se les colara algún polizón, y la idea de encontrarse con un asesino en el último tramo de su viaje no era muy agradable. Eso o un espía, o a saber qué clase de tipo. Hasta entonces habían tenido un viaje muy calmado salvo por lo del encontronazo con la Marina y el navío de Gelvin, y no le apetecía que las cosas se torcieran en los últimos momentos. Así pues, vigiló con su mantra hasta que hubieron partido, y tras eso dio un paseo por todo el barco para comprobar que todo estaba en orden. Si no había nada raro, se iría a echarse la siesta que le habían interrumpido antes para recuperar fuerzas.

Despertó con algo de dolor de cabeza y atontada por dormir a deshora, pero bastante más recuperada de su incursión en el barco de Gelvin. Pidió a uno de sus criados una taza de café y se fue al comedor a esperar mientras se despejaba. El sargento no tardó en llegar con una carta en la mano y la agradable noticia de que estaban a dos horas de Hallstat. "Al fin en casa" pensó con una mezcla de alivio, júbilo y preocupación. ¿Qué le esperaba en la isla? Las historias que había escuchado eran poco alentadoras, pero ninguna la había escuchado de un testigo directo, si no que eran mayormente rumores. Sin embargo aquellos relatos hablaban de la completa destrucción de la isla y sus ciudades, una devastación total que había reducido la magnífica joya del Imperio a una roca humeante sin vida. Aquello era por supuesto exageraciones; ¿cómo Hallstat, una de las islas de mayor tamaño conocidas, podía ser destruida por completo? Se esperaba a lo sumo encontrar las ciudades arrasadas y campos quemados, aunque algo le decía que le esperaban desagradables sorpresas en su tierra natal.

Al cabo de un rato llegó su ansiado café. Dejó la carta sin abrir y dio un par de sorbos a este, ignorando lo caliente que estaba la infusión. Esta no tardó en afectarle y ayudarla a despertar, con lo que aprovechando que estaba más despejada abrió la carta y leyó su contenido. Era de lord Kister, y buenas noticias además. Un contigente de dos millares de soldados acababan de partir al Puño a ayudar a combatir a Gelvin, y además ya había mandado los mensajes pidiendo disculpas. Aquello le quitaba preocupaciones de la cabeza y hacía las cosas más sencilla. "Si realmente no es un engaño, entonces todo ha salido bien. Sin embargo desconfiar nunca está de más, últimamente he tenido más suerte de la que cabe esperar." Ante aquellas noticias y sabiendo que quedaba poco para llegar a Hallstat, sólo quedaba ponerse en contacto con lord Anthony y pedirle instrucciones. Necesitaría saber dónde desembarcar y si había alguna tarea pendiente, además de ordenarle que preparase la coronación y que le informara de cualquier novedad sobre el frente. Le interesaba saber si ya se conocía algo sobre el conflicto entre Gelvin y el Gobierno, aunque sospechaba que aun era pronto para saberlo.

Una vez acabó de beberse la taza, salió a la cubierta y comenzó a pasearse por el barco. Dio un par de vueltas desde la proa a la popa, observando el hermoso paisaje del mar. La isla aun estaba en la lejanía, y apenas se adivinaba su contorno. Ni siquiera podía distinguir aun los montes de la costa ni nada. Dedicó unos minutos a dejar que el café le hiciera efecto, y a que la brisa marina terminara de aclararle las ideas y despejarla, y tras eso volvió a su cuarto a buscar su den den mushi. No llamó inmediatamente, si no que se paró unos minutos a aclarar sus ideas. Debía tener mucho tacto a la hora de preguntar lo de Gelvin para evitar levantar sospechas, aunque no lo iba a tener demasiado difícil. Era natural que se preocupase por el estado de la línea del frente, ¿no? Al fin y al cabo, su Imperio estaba en juego. Con una idea en mente, marcó el número de lord Anthony y se sentó en la cama. En ese momento lamentó no tener algo para picar, o alguna bebida para quitarse el sabor del café. Debería haberlo pensado antes de llamar...

- Lord Anthony, soy Iliana. En estos momentos estoy a punto de llegar a las costar de Hallstat desde Lvneel. Necesito saber en qué puerto debemos desembarcar, si es que quedan o habéis reconstruido alguno. Oh, por cierto, el asunto de los opositores está totalmente resuelto. Si no ha llegado ya, es posible que en pocas horas os llegue una carta de disculpas formales de lord Kister de la casa Kurai Handoru, el líder del grupo rebelde - hizo una pausa para acomodarse en la cama y continuó - Me gustaría que comenzarais a preparar mi coronación cuanto antes. Creo que estaréis de acuerdo conmigo en que es necesario legitimar mi posición lo más pronto posible para tener al fin una cabeza visible al frente del Imperio. Para ello obviamente necesitaré no sólo la corona, si no que también a Vanator, la espada de los Markov. ¿Sabéis que ha sido de las armas de mi padre?

Podía parecer un mero símbolo, pero Vanator era bastante más que una simple espada familiar; era el arma que el propio Sorin I había portado durante la unificación de Hallstat, un arma que según las leyendas pagó un elevado precio por obtener y que le guió a la victoria. Llamarla reliquia era quedarse corto, se trataba de un auténtico tesoro nacional, un arma que había permanecido siempre en manos de los Markov durante toda la historia del país y que todos los reyes de esa dinastía habían portado. Era un símbolo de poder mucho más respetado y reconocible que la propia corona o el anillo de los Markov que ella misma portaba. Además de eso, había otra arma más a la que quería echarle la mano: la Shodai Kitetsu, un arma de valor y poder incalculables, propiedad de su padre. Rezó para que se hubiera recobrado tras la muerte de este y poder obtener ambas armas sin problemas.

- Un último asunto, ¿hay alguna novedad en el frente? Me refiero tanto al Puño como a la frontera con la Marina. ¿Cómo es que el Gobierno no ha hecho ningún avance, o intentado pactar con Gelvin?

- Sí, desde luego. La información es vital - dijo Iliana - Deberíamos tener informadores tanto en tierras de Gelvin como en la zona del Gobierno.

Una vez colgó, suspiró y alargó el brazo para dejar el den den mushi encima de la mesa de noche. Le hubiese gustado quedarse en cama haciendo el vago, pero tenía tareas pendientes de terminarse. Se dejó estar en cama unos minutos más, preguntándose cómo podría haberla dejado tan agotada su incursión. Era la primera vez que empleaba su akuma durante tanto tiempo seguido realizando tantas tareas a la vez, con lo que había consumido no sólo buen parte de sus energías, si no que le había causado bastante cansancio mental. Tras estirarse, se levantó y recogió sus armas, saliendo a dar órdenes a la tripulación. Ordenó que se limpiase todo el navío, se izaran las diferentes banderas que llevaban con ellos (la de los Markov, la del reino de Hallstat y la del Imperio) y que todos los guardias se pusieran sus uniformes, en caso de que se los hubieran quitado tras partir de Lvneel. Acto seguido fue ella misma a vestirse a su camarote, poniéndose un traje de color rojo oscuro con la falda corta, cómodo al tiempo que elegante y no demasiado llamativo. Se colocó sus katanas a la cintura, las protecciones de cuero de brazos y piernas y volvió a ponerse el anillo, y tras eso dedicó un rato largo a peinarse a conciencia. A pesar de que no solía maquillarse, se puso un poco. No era la clase de mujer obsesionada con su apariencia (aunque tampoco la descuidaba), y aunque no era el momento de mostrarse femenina y atractiva (al fin y al cabo era heredera al trono volviendo a su tierra, y no una princesa cualquiera), tampoco iba a hacerle daño y era una ocasión especial.

Al acabar salió a cubierta, esperando encontrarse la verde costa de Hallstat. El espectáculo que le aguardaba era muy diferente a lo que se había imaginado, y la dejó muda de la impresión. En lugar los altos acantilados, las bahías y las verdes praderas, ante ella había roca; única y exclusivamente roca. ¿Qué sentido tenía aquello? ¿Dónde estaban la vegetación, los animales, las ciudades? Mientras navegaban en dirección hacia el este, la devastación y terrible estado en que se hallaba la isla fueron haciendo mella en el estado de ánimo de Iliana. ¿Cómo podía haber acabado en semejante estado la isla? No era cosa sólo de la costa, porque a medida avanzaron y pasaron por zonas donde la línea de costa estaba a menor altura, pudieron observar que el interior estaba en el mismo estado. "Es como si hubiesen quemado y bombardeado cada centímetro de la isla hasta no dejar nada... pero no veo tanto cráteres como para poder pensar en ello." ¿De eso era reina? ¿De un pedazo de roca muerta en medio del mar? Las palabras de lord Anthony habían hecho ya que asimilara la idea de que no iba a tener un palacio, al menos por el momento, pero no se había esperado aquello. Siglos de historia destruidos en una simple guerra. El Gobierno Mundial era implacable y cruel.

Finalmente llegaron a una pequeña bahía desde la entrada de la cuál se veía un embarcadero de piedra que, o era muy rudimentario, o había visto mejores tiempos. Estaba junto a una playa de arenas negras. Iliana ordenó anclar en la cala y aproximarse en las barcas, a pesar de que no parecía haber nadie esperándoles. ¿Qué clase de mente privilegiada había tenido la genial idea de situar un embarcadero en una playa, donde los barcos de medio calado que trataran de acercarse quedarían varados en la arena? Bajó en la primera barca, acompañada del sargento y sus mejores hombres, y se dirigieron directamente a la playa, ignorando la poco fiable plataforma de madera. Una vez en tierra, el hombre trató de ayudarla a bajar, ante lo que Iliana le dedicó una mirada de suficiencia y saltó a la arena. Había una rampa que subía a lo alto de las colinas que rodeaban la bahía. No parecía haber nadie esperando en la zona, así que no les quedaba otra que subir. La princesa esperó a que el resto de sus hombres desembarcaran, y acto seguido continuaron por el camino.

Apenas habían empezado a subir la cuesta, cuando toda una comitiva apareció. Al fin, ya empezaba a pensarse que no iban a recibirla en condiciones. Hizo un leve gesto con la cabeza al que le dirigió la palabra, y tras eso avanzó hacia el carruaje. Hasta le habían puesto una alfombra roja... no pudo evitar regodearse en su fuero interno, y tuvo que hacer un esfuerzo para no sonreír. Subió rechazando la ayuda del criado y esperó a su sargento y a uno de sus criados de confianza, haciendo una señal al resto para que continuaran a pie. Durante el camino evitó mirar el desolado paisaje por las ventanas, e incluso corrió las cortinas de su lado. Su amada tierra reducida a ruinas... no podía evitar pensar qué había sido de toda la gente, y más aun, de su querida madre. Al fin y al cabo, ella nunca había dejado de ser una campesina y había seguido viviendo con el resto de su familia materna. No le importaba demasiado que el resto hubieran muerto en la guerra, pero la idea de que su madre hubiese salido mal parada la inquietaba profundamente.

Finalmente los caballos se frenaron y le abrieron la puerta, mostrando un campamento militar. La princesa bajó de un ágil salto y observó a su alrededor, viendo que estaban no muy lejos de un asentamiento con edificios aun en construcción. "La reconstrucción será dura, pero el pueblo de Hallstat es bravo y fuerte. Nos repondremos" pensó, con orgullo. Aquello la animó un poco, y la hizo olvidar en parte su preocupación por su madre y por ver aquella tierra devastada. Entonces vio frente a ella a lord Anthony esperándola con una anciana que sujetaba una caja de madera. Se acercó a ellos con cierta curiosidad, preguntándose quién sería la mujer, y los saludó con una elegante inclinación de cabeza acompañada de un gesto con la mano. Cuando iba a comenzar a hablar, la mujer la interrumpió y se puso a soltar una perorata sobre su nombre sin mucha importancia. Iliana estaba pensando en ordenar detenerla por su falta de modales, cuando de repente pronunció unas palabras que la dejaron bastante impresionada. ¿Legado de su familia? ¿Su madre? Cogió la caja con cierta confusión y la abrió, observando el aparato de dentro. Iba a preguntarle de qué se trataba, pero para cuando levantó la mirada la vieja ya se había ido.

- Ya... no pasa nada - le dijo a Anthony, algo distraída.

Se puso a toquetear las ruedas y a cambiar las letras de lugar. ¿Era alguna clase de rompecabezas? ¿Y cómo que de su madre? Ella había sido una simple campesina toda su vida, igual que su familia. ¿Qué clase de legado podrían haberle dejado, y quién era aquella mujer y cómo era tan importante como para que sus comandantes le permitieran esos modales y entrevistarse con la futura reina y emperatriz sin previo aviso? Comenzó a probar combinaciones aleatorias de letras, hasta caer en la cuenta de las palabras de ella. "Si ha mencionado a mi madre..." Introdujo el nombre de esta, Liara. Hasta encajaba con el número de letras. ¿Por qué no iba a funcionar?

- Disculpadme, lord Anthony. Este... encuentro me ha dejado un poco confusa. ¿Sabríais decirme de quién se trataba esa mujer, y qué es este aparato? Oh, y me gustaría ir primero a recoger a Vanator. Quiero que mi primer encuentro con los generales sea portándola; desde siempre ha sido el símbolo de poder de mi familia. ¿Qué ha sido de Basilisk y la Shodai Kitetsu, las otras dos espadas de mi padre?

Parecía que iba a tener que investigar sobre el pasado de su familia... en fin, una vez acabase con todos los asuntos más importantes y urgentes y estuviese ya coronada, le pediría a lord Anthony que enviase a alguien a buscar a su madre. También estaría bien saber algo más sobre aquella anciana, pero si alguien tan poderoso no quería dar su identidad era juicioso no molestarla. Cabía la posibilidad de que se enterase de más sobre ella indagando por el otro lado. Comenzó a probar combinaciones mientras avanzaban por el camino, rumbo a la costa, y cuando probó a introducir el nombre de su madre la caja hizo un ruido y se abrió. En el interior se ocultaba un fruto seco dorado. ¿Almendra, se llamaba? No estaba segura, sólo había leído sobre el tema de manera casual en algún libro y visto alguna ilustración, pero no había visto uno nunca. Eran esa clase de pequeños detalles los que delataban su procedencia campesina.

- ¿Qué es esto, Anthony? ¿Alguna vez habéis visto un fruto semejante? Casi juraría por el aspecto que es de oro, si su peso y tacto no lo desmintieran.

El anciano aventuró a decir que podría ser una akuma no mi, aunque la falta de las vetas en espiral propias de estas hacía que esto fuese más bien improbable. Iliana examinó de cerca el fruto, echando un vistazo con cautela para comprobar si no las tendría y fuesen poco evidentes, pero no hubo suerte. Se encogió de hombros y lo guardó. Tampoco perdía mucho si no era una akuma, dado que ella ya era usuaria. No era inteligente comérsela tampoco, dado que no tenía ni idea de lo que era, así que probablemente buscaría un lugar para plantarla. ¿Tal vez frente al lugar donde la coronasen? Sería un buen monumento al inicio de su reinado, y tal vez incluso acabase adquiriendo un significado especial. Finalmente llegaron frente a Vanator, y Anthony le explicó que el asesino de su padre la había dejado allí clavada, además de arrojar la Shodai Kitetsu bastante lejos hacia el interior de la isla. Basilisk se hallaba por otro lado en el barco de su padre.

- Bien, visto eso iré a buscar la Shodai. Un arma como esa no debe caer en malas manos, y la herencia de su Majestad debe ser reclamada por su legítima heredera - se giró hacia el hombre - Ordenad que alguien de confianza vaya a recoger a Basilisk y la deje con mis cosas. Oh, y enviad invitaciones para asistir a mi coronación a todos los mandos leales. Debo recalcar que no os olvidéis de lord Kister, pues aun debe jurarme lealtad públicamente.

Acto seguido centró su atención en la espada. Tanto la guarda como el mango y la hoja eran negros como la noche, a excepción de unas filigranas de oro que embellecían su aspecto. El filo trazaba angulosas curvas terminadas en afilados picos, dándole un aspecto muy poco usual y bastante llamativo. Hubiese sido una necedad forjar una espada normal dándole aquella forma, dado que hubiese sido muy quebradiza y frágil, pero no era así en el caso de la espada familiar de los Markov. La calidad de Vanator estaba a la altura de las legendarias O Wazamono. Iliana posó sus dedos sobre el mango, como dudando. Era un arma majestuosa y magnífica, y según las leyendas sólo un Markov podía empuñarla. ¿La rechazaría por ser bastarda? Tratando de no pensar en ello, cerró la mano sobre la empuñadura y tiró de ella, pero estaba firmemente encajada en la roca. Frunció el ceño y la agarró con ambas manos, al tiempo que hacía surgir su sombra y varias cercanas y las empleaba para tirar del arma. Finalmente acabó cediendo, y alzó el magnífico acero sobre su cabeza, observándolo embelesada. Era un arma hermosa y mortífera. "La llevaré con honor, padre." Resultaba sorprendentemente ligera pese a ser una espada de mano y media.

- Bien, ahora iré a buscar la Shodai. Una vez acabe, me reuniré con los mandos para conocerlos y enterarme de la situación más detalladamente. Oh, antes de que se me olvide... creo que será mejor que nos vayamos haciendo a la idea de que lo más sensato será pactar la paz con el Gobierno, sin renunciar a nuestra libertad, claro. En este momento no podemos aspirar a controlar todo el norte, no si eso implica enfrentarse a la vez a los rebeldes, a Gelvin, a las islas que se han proclamado independientes y a la Marina. Nuestra prioridad deben ser los dos primeros enemigos. El Gobierno ha pagado con creces sus crímenes... por el momento. Sin la unidad que trajo mi padre a nuestras fuerzas no estamos en condiciones de combatirlo.

Con esas últimas palabras, se giró y comenzó a caminar hacia el interior de la isla, en buscar de la Shodai Kitetsu. Para evitar sorpresas desagradables, activó su mantra.

Su mirada, inicialmente de incredulidad, dio paso rápidamente a la furia. Invasores... y aquel cerdo sujetaba la espada de su padre. ¿Cómo se atrevía a tocarla con sus sucias manos? Entrecerró los ojos, mientras sentía su pulso acelerándose y su instinto asesino despertando. "Mátalos. Mátalos a todos" decía una voz en su interior. Su mano apretó con fuerza la empuñadura de Vanator, y una sonrisa demente se dibujó en su rostro. Sí... llevaba semanas reprimiendo su verdadera naturaleza. Tanto en Water Seven, como durante el viaje como en Lvneel. Había ocultado a su auténtica yo para evitar ser odiada y rechazada. Pero nadie diría nada si a aquellas personas a las que eliminaba era el enemigo. Menos si podía alegar un ataque de rabia porque estaban robando su herencia. Y tampoco a nadie le parecería raro si torturaba a uno o dos de ellos para recabar información... ¿verdad? Se relamió los labios, temblando de la emoción y deseando comenzar ya a cortar sus cuerpos y derramar su sangre.

- Esto va a ser divertido.

Se aproximó a una sombra y se introdujo en esta, viajando de una a otra rumbo al campamento. De este modo no sería avistada hasta que fuera demasiado tarde. El recorrido hasta aquel lugar no había sido agradable... la devastación de la isla y los estragos de la guerra habían afectado a su estado anímico, y en aquel momento no estaba en su mejor estado mental. A pesar de que normalmente mantenía la cordura, Iliana no estaba precisamente cuerda. Y era en situaciones como aquella en las que la perdía totalmente y sucumbía al sadismo y la locura. Así pues, cuando surgió en mitad del campamento, saliendo de una sombra y con su sonrisa más siniestra, posiblemente hasta el hombre más valiente no hubiese podido reprimir un escalofrío de temor. Con Vanator brillando en un tono rojizo, alzó la mano libre y chasqueó los dedos, al tiempo que decía:

- Kage no Mori... (Bosque de sombras)

De repente las sombras de las tiendas y de diferentes objetos se desprendieron del suelo y comenzaron a crecer y adoptar otra forma. Enormes flores gigantescas hechas de sombra, de varios metros de altura, surgieron por todas partes. Sus tallos eran muy gruesos, y pronto el lugar parecía haberse transformado en un bosque negro. La estampa no duró mucho, pues Iliana hizo un gesto con la mano, y de repente de todos los troncos crecieron rápidamente agudas espinas de sombra, cubriendo todo el campamento sin tocarla a ella. Su intención era atravesar y herir de muerte a todos los soldados posibles, menos a uno al que se ocupó que ninguna de las espinas le diera en un punto vital. En su lugar, envió tentáculos de sombra a inmovilizarlo para interrogarle más tarde. No era tonta, y sabía que era posible que el portador de la Shodai fuese el oficial encargado de la expedición, y un hombre poderoso. Las posibilidades de que sobreviviera al bosque de sombras estaban ahí, pero aunque lo hiciera... ahora estaba en su terreno.

- ...Ryuketsu no Mankai. (Florecimiento sangriento)

El sonido de la carne siendo atravesada, los gritos agónicos, el olor a sangre... todo aquello fue como una liberación. La tensión y el estrés acumulado durante semanas se liberaron de golpe, y no pudo evitar sentir un escalofrío de placer mientras sus hombros se relajaban. Observó a los soldados siendo atravesados mientras su sonrisa se ensanchaba. Y aquello era sólo el comienzo. Herir y matar a unos pocos enemigos estaba bien, pero su auténtico premio sería el soldado al que había capturado. Por ahora tenía una tarea urgente, de todos modos. Debía encargarse del profanador que se había atrevido a mancillar su herencia y su tierra. Fue entonces cuando notó una intención hostil y vio dos ondas dirigiéndose hacia ella. Detrás de estas estaba aquel hombre... ¿acababa de delatar su posición? Menuda estupidez. Acababa de sentenciar su muerte. Lo observó con el desprecio grabado en su mirada, sin molestarse en esquivar el golpe.

- ¿Y quién me matará? ¿Tú? - dijo con frialdad.

En el momento en que los golpes llegaron junto a ella, la chica ya no estaba allí. Acto seguido de todas las flores que rodeaban al soldado crecieron barrotes de sombra que formaron una jaula cupular en torno a este, al tiempo que de esta salían cientos de espinas directas hacia él. Había sido un idiota al no salir del bosque de sombras, y le costaría la vida semejante idiotez. Estaba totalmente rodeado... ¿cómo pretendía esquivar aquello? Si tenía alguna manera, bueno, sería inútil, pues su ataque no se limitaba a eso. De una de las sombras que se dirigían hacia el hombre, concretamente de su espalda, asomó el torso de Iliana, que lanzó una estocada imbuida en haki de armadura al costado izquierdo del hombre. Su intención era atravesar su corazón. En aquel bosque había creado era prácticamente invencible; su habilidad para controlar sombras y desplazarse de unas a otras hacía que pudiera atacar desde todos los ángulos a la vez.

- Muere como una presa, soldado. Tranquilo, pronto enviaré a tu amo a hacerte compañía al otro mundo - dijo, con una sonrisa sádica.

Posiblemente hubiese podido ser un digno adversario en otras condiciones, pero había cometido un error fatal. La capacidad para convertirse en un cazador dependía del poder y el carácter, pero alguien que caía en una trampa tan obvia que ni pretendía ser un engaño desde luego era una presa. La estupidez no era propia de cazadores. En fin, en cuando estuviera muerto y hubiese recobrado la Shodai Kitetsu, registraría el cadáver del líder y de los muertos, y tras eso iría a divertirse un rato con su prisionero. Le preguntaría que hacían en la isla, si había más gente de los suyos en esta, qué habían hecho hasta ahora... lo típico. Seguramente cantaría como un pajarito en cuanto empezara a divertirse. Siempre lo hacían.

"Oh no, no te vas a ir tan fácilmente." pensó Iliana, al verlo transformarse y escapar de la jaula de sombras. Desde el momento en que su rival decidió combatirla en el terreno que ella misma había creado, había cometido un craso error. Rápidamente se concentró, y las flores exteriores de su bosque de sombras se deshicieron y comenzaron a formar una cúpula, impidiendo que huyera y dejando la zona en penumbra. Si quería escapar iba a tener que destruir la barrera, y para eso tendría que destransformarse y gastar unos valiosos segundos que Iliana aprovecharía para acabar con él. "Malditos zoan... qué problemáticos son. Esto me va a pasar factura" pensó, notando al instante la pérdida de energía. La chica frunció el ceño, enfadada, y apuntó con Vanator al pájaro. Al instante, las flores de sombra cercanas al hombre comenzaron a deshacerse en una lluvia de miles de cuchillos que se dirigieron hacia este a toda velocidad.

- Kage no Mori: Requiem no Ame


Tras eso, tanto si lograba matar al tipo como si este escapaba, iría a recoger la Shodai deshaciendo todas sus creaciones menos las ataduras del rehén. Había gastado buena parte de sus fuerzas, y ya no le quedaban energías para mantener el bosque de sombras mucho más tiempo. Recogió la katana y la alzó en el aire, maravillándose con su hermosa hoja oscura, la perfecta manufactura y el inmejorable equilibrio del arma. Nunca había visto, menos empuñado, un arma tan magnífica. Era tan bella e increíble que parecía sacada de otro mundo. De hecho, sintió un escalofrío al contemplarla. El arma era... siniestra. No sabría decir que era, pero percibía algo muy oscuro en el arma. Había escuchado historias que decían que las tres Kitetsu estaban malditas, pero nunca les había concedido mucho crédito. Sin embargo una cosa era decirlo o pensarlo al escuchar sobre el tema, y otra muy diferente estar sosteniendo el arma en persona. Casi incluso podía percibir al arma con un aura propia con su mantra. ¿Era cosa suya por su falta de experiencia con el haki de observación, una mala pasada de su mente? ¿O realmente estaba percibiendo al arma como un ente en sí mismo? La chica sintió un escalofrío, y decidió envainarla cuanto antes. Tras buscar una vaina para katana entre los cadáveres, la enfundó y se la enganchó al cinto. Ya tendría tiempo de buscarle una más apropiada para un arma de tal calibre una vez volviera al campamento.

- Y ahora... tienes cosas que contarme, soldado. Muchas cosas - dijo, girándose hacia el hombre con una sonrisa sádica.

Su actitud fue intimidante. Demasiado, de hecho, pues el soldado comenzó a cantar antes incluso de que pudiera comenzar a torturarlo. Pues vaya una decepción... podría jugar con él igual, pero el muy zorro había decidido no contarlo todo. Iliana entornó los ojos y suspiró, decidiendo qué hacer con él. ¿Aceptaría sus peticiones, o lo torturaría hasta sacarle hasta el último dato? "Un soldado que se rinde tan fácilmente no es leal, ni fiable. Una vez me haya contado lo que sabe dejará de serme útil." Lo miró con frialdad, desenvainado a Vanator de nuevo, y le dijo:

- Creo que no nos hemos entendido. No estás en condiciones de negociar. Cuéntame todo lo que sepas y te dejaré vivir... pero serás prisionero hasta que compruebe que hasta tu última palabra era verdad. De mentirme, me ocuparé de que tengas una muerte lenta y agónica. Niégate a colaborar y...

Con una sonrisa de placer, alzó a Vanator y le clavó la punta en la mano izquierda, sin atravesarla del todo. El arma comenzó a emitir un leve brilló rojizo mientras drenaba la energía vital del soldado, probablemente causándole una desagradable sensación. Mientras lo hacía, hurgaría en la herida con la espada para aumentar la sensación de dolor. Por supuesto, sólo estaba empezando. Si el soldado no colaboraba, atravesaría su mano del todo. Si seguía sin colaborar, le arrancaría las uñas una a una, y si seguía sin funcionar comenzaría a cortarle falanges. Tenía todo el tiempo del mundo, y tela de sobra de los cadáveres para hacerle un torniquete y evitar que se desangrara cuando le causara demasiadas heridas. Una vez hubiese acabado con él, sacaría su den den mushi y llamaría a lord Anthony pidiéndole que enviase a una escolta a recogerla a ella y a su rehén, además de decirle un par de cosas.

- ...sí, unas seis horas de caminata hacia el interior de la isla, en dirección a la antigua capital. Envía caballos, será más rápido. Y, por el amor de dios, Anthony. ¿Soldados de Gelvin en mi propia isla? - su tono de voz comenzó a volverse iracundo - Quiero un bloqueo naval en torno a la isla. Que ni una gaviota salga o entre de Hallstat sin que yo lo sepa. Envía patrullas a rastrear el terreno en busca de más posibles invasores. No quiero más incidentes de este tipo. ¡El propio heredero de Gelvin en mi isla, con la espada de mi padre! Me parece un ultraje que nuestra seguridad sea tan deficiente, por mucho que acabemos de retomar Hallstat - suspiró - En fin, para mi vuelta quiero tener preparado un baño de agua caliente y una comida. Algo fresco, estoy harta de comer carne en salazón y conservas. Tras eso, me reuniré con los mandos para presentarme formalmente y realizar un consejo de guerra. Quiero estudiar la situación a fondo.

En caso de haber logrado matar al heredero, registraría su cadáver y ordenaría a la escolta que se lo llevaran con ellos.

Iliana observó con cierta desaprobación el carruaje, y agarró al prisionero por sus ataduras, obligándole a caminar hasta los guardias. Tras entregárselo a estos para que lo encerraran en la jaula, entró en el transporte y se dejó caer sobre el asiento, agotada. Por un lado hubiese preferido ir en caballo por una cuestión de velocidad, pero por otro... estaba agotada tras aquella expedición. Había consumido demasiadas energías empleando su akuma, y por mucho que ello le hubiese permitido salir ilesa, su cuerpo ahora se resentía. Se quitó las botas, las protecciones de cuero y se desenganchó las espadas del cinto, dejando todo en el asiento de enfrente, y se tumbó sobre el suyo. La verdad es que no le vendría mal descansar un buen rato, entre que llegaba y no al campamento. Bostezó y se hizo un ovillo, acomodándose, y no tardó nada en entrar en un estado de duermevela acunada por el traqueteo del carruaje.

Al llegar Anthony le informó de que tal y como había ordenado, se habían enviado patrullas a rastrear la isla en busca de más campamentos enemigos. También le dijo que se realizaría el consejo tras la coronación, lo que la alivió enormemente. Lo último que quería era meterse en mitad de una reunión militar con pelos de loca tras dormir en el carruaje, y más aun cansada como estaba. La idea de pegarse un baño, comer algo y echarse era mucho más tentadora. Así pues cogió la carta, se dirigió a la tienda y dejó sus armas y protecciones junto al barreño antes de comenzar a desvestirse. Ordenó a una de las criadas que comenzasen a calentar más agua para ir echando a medida se enfriase, y se metió en esta. El calor del agua alivió sus cansados músculos, y dejó salir un suspiro de satisfacción mientras se sumergía casi totalmente, dejando sólo fuera los brazos y la cabeza. Cogió entonces la carta, y se fijó en que en el sobre estaba el símbolo del Gobierno Mundial. Con un brillo de la mirada, lo abrió y extrajo la carta. Esta era casi una cuartilla, apenas una breve nota.

- Así que ahora me tratan de majestad... - murmuró, con una sonrisa de triunfo.

Las cosas marchaban bien. Fuese porque su estratagema había dado sus frutos o porque el Gobierno veía con buenos ojos que buscase entablar comunicaciones (o ambas), parecía que habían decidido asumir el hecho de que era la reina legítima y heredera de Derian. No tenía claro hasta qué punto era eso bueno, dado que el recuerdo de su padre no sería uno precisamente agradable o bien visto por el Gobierno, pero en todo caso que aceptaran su soberanía era el primer paso para poder llevar a cabo unas negociaciones exitosas.

Los días previos a la coronación fueron fugaces pero ajetreados. Entre recibir a los diferentes antiguos cargos, mandos del ejército y aristócratas que iban llegando a la base, tomar decisiones respecto a la seguridad de la isla y organizar la reconstrucción, tuvo buena parte de su tiempo ocupado y no pudo pensar al respecto. Sin embargo, cuando al tercer día despertó el tercero por el ruido de las trompetas anunciando pomposamente la llegada de un nuevo noble, cayó en la cuenta de lo importante que iba a ser aquel día: iba al fin a asumir el legado de su padre y convertirse oficialmente no sólo en la nueva líder de los Markov, si no en la reina de Hallstat y emperatriz del Norte. Una mezcla de alegría y nervios estallaron en su interior, al tiempo que notaba una especie de nudo en el estómago, posiblemente fruto del pequeño ataque de pánico que estaba sufriendo, o tal vez por el hambre. Se incorporó sobre el diván que habían instalado en su tienda para que durmiera con comodidad, y respiró hondo para calmarse. Pronto tendría muchas obligaciones ante las que responder, pero debía mostrarse fuerte si quería ser una digna sucesora de su padre. Además, los beneficios del poder las suplirían de sobra.

En cuanto la guerrera le informó de la conquista de El Puño y la muerte del general, le ordenó que le comunicara a lord Anthony que encargase la organización de un funeral de Estado que sería oficiado junto al de su padre y los demás héroes caídos en la guerra. Una vez hubo salido, continuó poniéndose su vestido para la ceremonia. Había escogido uno bastante elaborado y peculiar, pues distaba mucho de ser propio de una reina a la usanza. Llevaba una capa roja con motivos dorados y el escudo de Hallstat. Bajo esta llevaba un vestido negro, muy trabajado y de la mejor calidad, pero para nada recargado ni aparatoso, y con Vanator a la cintura. La idea era no renunciar a su feminidad sin dejar de dar una imagen de reina dura y dispuesta a tomar las riendas del Imperio. Además de eso llevaba el anillo de los Markov en el anular de la mano derecha. Por precaución ordenó que la Shodai estuviese escondida junto al trono, y a su vez ella misma portaría a Tsuki no Kagayaki oculta, con el filo retraído para que no ocupase más que el mango.

La ceremonia no fue tan suntuosa como le hubiera gustado, pero sí muy concurrida. La tradición en Hallstat era que una figura de renombre (habitualmente el guardián de la corona, cargo que habitualmente poseía el capitán de la guardia real o alguno de los grandes duques) fuese el que coronase al nuevo monarca. Sin embargo, Iliana tenía un mensaje que dar al mundo. De la misma manera que lo había hecho su antepasado Sorin I, y que su padre, no iba a dejarse entregar la corona. La tomaría ella misma con sus manos, pretendiendo dar a entender que no recibía el poder de otros; ella misma era la que estaba reclamando por su propia mano. Y así fue; en cuanto lord Anthony (en ausencia de Drake) se acercó con la corona, Iliana le arrebató el ornamento con firmeza pero sin brusquedad y lo alzó en el aire, proclamando:

- Sed testigos del ascenso de vuestra señora, Iliana I Markov, reina de Hallstat y emperatriz del Norte.

Tras eso, se coronó y desenvainó a Vanator, apuntando con el arma al frente:

- ¡Larga vida al Imperio!

Tras unos segundos de estupefacción por la mayor parte de asistentes, Anthony tomó la iniciativa y se arrodilló ante ella agachando la cabeza, y proclamando con voz de trueno:

- ¡Larga vida a la Emperatriz! ¡Larga vida al Imperio!

Su proclama fue repetida pronto por los asistentes, que comenzaron también a arrodillarse y dar vivas a Hallstat. En medio de la ovación, una figura se acercó: lord Kister. El enorme norteño se arrodilló y juró lealtad a la reina. La nueva regente se permitió una leve sonrisa de satisfacción y apoyó la punta de la espada en el suelo. En su interior sentía un inmenso alivió, al tiempo que una gran liberación. Había estado sometida a un gran estrés, principalmente por miedo a que la arriesgada jugada que acababa de hacer le saliese mal. Era muy consciente de que como hija ilegítima y mujer que era su posición era más frágil de lo que debía; de que, debido al fuerte machismo imperante en la anticuada sociedad de Hallstat, habría prejuicios contra ella considerándola débil, de poco carácter e incapaz de tomar decisiones por sí misma. Con aquello pretendía demostrar que no sólo podía estar a la altura de un hombre, si no ir más allá y realizar un acto simbólico que sólo los dos monarcas más importantes de la historia de la nación se habían atrevido a hacer. Ni siquiera Daron I el Loco había ido tan lejos. Sin embargo la jugada le había salido bien, cosa que tendría que agradecerle a Anthony. Su intervención había sido crucial. Mientras observaba a la multitud de nobles, magistrados y militares, se fijó en una figura alejada, que sonreía con cierta inquina. Era una mujer pelirroja, vestida con un hermoso vestido de encaje. Iliana le dedicó una breve media sonrisa a Olivia antes de ponerse seria de nuevo y encarar a la multitud.

- Hoy comienza una nueva etapa para Hallstat - declaró, con voz solemne - El fin de la época en que éramos un reino atrasado y aislado, todo aquello contra lo que mi padre luchó como rey. No descansaré hasta lograr sanar a nuestra amada patria de las heridas de la guerra, y castigar a todos aquellos traidores desleales que ansían el poder y conspiran contra la Corona. Juro no darles cuartel hasta que el último de ellos haya sido llevado ante la Justicia y el peso de sus crímenes haya caído sobre sus cabezas. Todo aquel que se oponga al Imperio caerá, de la misma manera que aquellos que sepan reconocernos como sus aliados serán recompensados - llegaba el punto crítico - He tomado la decisión, viendo la guerra contra el usurpador como la que debe ser mi prioridad, de entablar conversaciones con el Gobierno. De tendernos la mano en señal de amistad y aceptar reconocer la soberanía de Hallstat sobre las islas controladas por el Imperio, firmaré la paz y perdonaré sus crímenes de guerra.

Tras la declaración, sabiendo la tormenta de debates y discusiones que estaba punto de desencadenarse, envainó y se dirigió a la salida. Efectivamente a su salida hubo un gran revuelo en el interior, pero no alcanzó a verlo o prestarle atención. Escoltada por dos guardias, se dirigió directamente a su tienda y ordenó a los soldados montar guardia. Estaba segura de que más de uno se sentiría muy contrariado por lo ocurrido, y tal vez alguno incluso perdiese los papeles. Así pues, les estaba dando la ocasión perfecta de desvelarse como traidores sometiéndose a una situación perfecta para un asesinato: sólo dos guardias y nadie con ella en la tienda. Claro que lo que el posible asesino no se esperaría era que su "víctima" era una guerrera entrenada en esgrima y con dominio suficiente del haki de observación como para no ser tomada por sorpresa.

El intento de regicidio no sólo no ocurrió, si no que algunos militares y cargos se presentaron ante ella los días siguientes reiterando sus juramentos de lealtad y proclamando su apoyo a sus planes. Viendo el buen resultado de su actuación, convocó el consejo de guerra y junto a sus generales comenzó a preparar planes para la reconstrucción de Hallstat (de lo que se encargaría uno de los hombres de su padre, un oficial con una akuma que le permitía modificar el terreno), la unificación de las islas "indecisas" (que no habían jurado lealtad a Iliana ni a Gelvin) y el comienzo de la ofensiva contra el usurpador, teniendo en cuenta en los planes la posibilidad de un nuevo cambio de actitud del Gobierno. Durante toda la reunión la reina buscó mantenerse participativa, mostrar su buen juicio y aportar ideas, mostrándose flexible y dispuesta a escuchar los consejos de sus generales. Podía ser una mujer inteligente y estar iniciada en temas de política, pero no era una militar. Le faltaba experiencia en aquel terreno, que intentaba compensar con astucia.

Bebió un trago de la infusión y suspiró, algo inquieta. Yoshimi era un hombre... extraño, cuanto menos. El general era un mercenario de Wano, un ninja contratado por su padre para la defensa de Hallstat al que se le ofreció un puesto por sus méritos militares. Su akuma, que le daba la capacidad de crear y manipular el terreno, era increíblemente útil y había sido clave para la defensa de la isla y el traslado de las ciudades a las profundidades de la tierra. Aunque aquella estrategia había fracasado, la utilidad de aquella habilidad era inestimable, y de hecho sería su principal apoyo para la reconstrucción de Hallstat. Ya le había dado órdenes de comenzar de inmediato a recuperar todas las construcciones que pudiera y devolverlas a la superficie, además de darle a Hallstat su antigua orografía. No podía si no ponerse en manos del general, pero había algo en él siniestro. No es que desconfiase de él, simplemente no era la clase de persona que transmitiese calma y serenidad. ¿Sería por su extraña risa?

- Majestad - un mensajero la sacó de sus pensamientos - Lamento interrumpiros. Un barco con la bandera del Gobierno Mundial se aproxima al puerto. ¿Cuáles son sus órdenes?

- Permitidles desembarcar y guiad al embajador. Da la orden de que avisen a lord Anthony de este y de que se presente en la sala de reuniones.

Sala de reuniones por supuesto era un eufemismo. En realidad se refería al pabellón de lona donde llevaban a cabo los consejos de guerra y reuniones de altos mandos del ejército. "Parece que no voy a poder ni tomarme un té tranquila" pensó, irritada, levantándose con un suspiro. Que ella fuese monarca había sido la decisión y deseo de su padre... y hasta hace poco, ella pensaba que quería serlo. Sin embargo ya estaba comenzando a probar el amargo sabor del poder. Así como tenía grandes ventajas, debía enfrentarse diariamente a cientos de decisiones de las que dependían el futuro de su nación, por no hablar de tener que enfrentarse a los intereses de diferentes nobles con intereses contrarios a los suyos. "Padre hizo bien de encargarse de estas ratas cuando ascendió al trono. ¿Dónde estaríamos ahora si aun conservaran sus privilegios y ejércitos?" Si no fuese porque carecía aun del poder y la estabilidad para llevar un movimiento semejante a cabo, barrería con los restos de la vieja aristocracia feudal y reduciría los títulos nobiliarios a algo casi meramente ceremonial.

Una vez llegó a la tienda, se quedó en la entrada observando a la comitiva que se aproximaba. La lideraba una mujer, que sólo por la impresionante presencia de su aura podía deducir que debía tratarse de la embajadora... o como mínimo de una escolta impresionantemente fuerte. Decidió ir entrando y esperar allí, sin tener muy claro si hacerlo sentada o aguardar de pie. Habían preparado una mesa algo más pequeña que la que solían usar para los consejos de guerra, situando en esta copas de plata para Anthony, el representante del Gobierno y ella misma, además de una jarra de tinto y otra de agua. Además tenía una carpeta con diferentes documentos como un mapa del North Blue y su situación actual y varias propuestas de tratado de paz. En cuanto la mujer entró acompañada por Anthony se presentó como Elisa. Tras dedicarle un elegante saludo, le extendió la mano derecha para que besase su anillo. Se sentó en la mesa y le hizo un gesto a un criado para que se acercara.

- ¿Deseáis algo? ¿Agua, tinto? Puedo hacer que traigan alguna otra cosa si lo deseáis - indicó a la embajadora, cortésmente - Para mi vino - ordenó al criado a continuación.

Le dio un sorbo a su copa, catando el sabor, para luego dirigirse a la mujer.

- Imagino que ya os hacéis una idea de por qué he requerido la presencia de un representante del Gobierno. No deseo continuar una guerra fútil como esta, menos cuando las causas de esta dejaron de carecer de importancia tiempo ha. A diferencia de mi difunto padre, no tengo interés en los planes de dominación de este. Hallstat ha recuperado sus territorios legítimos, que nos pertenecían por derecho de conquista desde la época de Daron I, así que considero que no tenemos motivo alguno para considerar al Gobierno nuestro enemigo.

Hizo una pausa para refrescarse la garganta con otro trago del suave tinto, y abrió la carpeta, comenzando a rebuscar en esta y sacar documento.

- Desconozco qué postura tiene el Gobierno al respecto de este conflicto, pero supongo que pronto me ilustraréis al respecto. En todo caso, tengo la intención de tenderle una mano amiga al Gobierno, incluso a renunciar a algunas de las islas que históricamente nos pertenecieron. Es mi deseo forjar un lazo entre nuestros gobiernos, ya sea como estados independientes o bajo una misma bandera.

Acto seguido puso en el centro de la mesa el mapa del North Blue, el cuál dividía este en varias áreas de influencia.

mapa:

- Creo que no será necesaria una mayor explicación de qué áreas designan estas marcas. Estoy dispuesta a ceder las islas actualmente en conflicto al Gobierno, más concretamente Galuna, Skyros y sus islas cercanas. En cuanto a las islas que actualmente están bajo el mando del ejército de Hallstat y las que han declarado su neutralidad son innegociables. En el caso de las que están bajo el control del usurpador Gelvin de Mianna, estoy dispuesta a hablar del tema, si bien son legítimo territorio de mi Imperio. Antes de continuar, sin embargo, deseo saber cual es la naturaleza de la relación que el Gobierno desearía establecer con Hallstat.

El pacto era incluso mejor de lo que había esperado. ¿Renunciar a sólo una de las dos islas principales de la zona en disputa, a cambio de la capital de Gelvin? Era un trato más que razonable. Y ello a cambio de que el Gobierno reconociese su soberanía sobre las islas del Imperio y un tratado de ayuda mutua que le sería muy beneficioso para ganar la guerra de sucesión que se le echaba encima. El potencial militar de la Marina, si bien mermado tras las últimas guerras, era el mayor del mundo conocido y el ejército de Mianna no podría hacerle frente. Aun encima ganaba acceso a los centros de comercio del Gobierno Mundial y protección para sus flotas, y se contemplaba la posibilidad de que el Imperio pasase a ser uno de los Estados miembros del Gobierno. Si bien aquello supondría renunciar a parte de su autonomía, también la pondría en una posición más ventajosa que con el tratado actual, que ya la obligaba a respetar las leyes del Gobierno. Estudió sus posibilidades y hasta qué punto podría forzar su suerte y su posición ventajosa antes de contestar:

- Bien, las condiciones son más que aceptables y muy juiciosas, desde luego. Aprecio este gesto de buena voluntad del Gobierno, y estoy más que dispuesta a negociar sobre ello. Sin embargo, antes de sumirse en los pormenores del tratado, me gustaría añadir unas cuantas cláusulas - se acomodó en su asiento, tomando su copa de vino y dando un trago - Lo primero es que deseo que el capitán de la guardia imperial de Hallstat, Drake Lars Lee, sea perdonado por todos sus crímenes pasados. En caso de que vuelva a infringir las leyes del Gobierno, ya no responderé por él, pero en la actualidad es un valioso miembro de mi corte y un respetable ciudadano del Imperio. Y así como él, todos los miembros de la corte y del ejército de Hallstat que puedan estar en busca y captura. En segundo lugar, me gustaría negociar en más profundidad esa posibilidad de unirse al Gobierno Mundial como Estado de pleno derecho. Es más, me interesa particularmente, especialmente si puedo conseguir un estatus especial como el de Arabasta. De hecho de ser posible, me gustaría llevar a cabo dicha unión cuanto antes, recibiendo por lo cual el derecho a participar en la Reverie. Y a esto va ligada mi tercera cláusula, la cual considero innegociable - se puso algo más seria y se cruzó de brazos - Aun si el Imperio se une al Gobierno Mundial, Hallstat conservará su ejército y leyes. Obviamente la Marina tendría acceso a nuestras tierras, pero la última palabra en los asuntos internos y concernientes únicamente al Imperio la tendremos nosotros, igual que pasa en otros Estados miembros. Aclarado eso, y si no tenéis ningún inconveniente, creo que podemos pasar a la redacción y firma del tratado.

Dicho eso, se dispuso a ponerse a la tarea. Estaría dispuesta a transigir en muchos puntos como los referentes al comercio, mientras el acuerdo fuese razonable y no saliesen perdiendo. De todos modos, parecía que el Gobierno estaba abierto a negociaciones, así que tenía la certeza de que el tratado saldría adelante.