|Privado|Pasado| ¿Por qué eres tan raro y a la vez siento que te pareces tanto a mí? |Kedra & Kuroi|

El puto desierto seguía siendo un lugar horrible. El cadejo estaba allí por simple aburrimiento. El barco de su líder estaba anclado en las afueras y pasaba de estar allí dentro con los pesados de turno. El demonio tenía bajo su servicio tíos que el propio castaño quería masacrar. Sobre todo el enorme luchador moreno y el espadachín callado. Su pecado de pereza le venía como anillo al dedo pues estaba buscando un lugar dónde poder dormir sin problemas. Sus pasos le habían llevado al maldito casino de Rainbase. Un lugar que daba asco, lleno de juegos de azar y de personas borrachas dando la tabarra. Sin embargo si tan famoso era debía de tener salas insonorizadas o algo por el estilo. Mandaba huevos que el lobo tuviese que irse allí para dormir tranquilo. No se fiaba de nadie de la banda y mucho menos del gato espadachín. Aquellos seres eran aberraciones de la naturaleza.

Ahora sin pensárselo derribó la puerta de un puñetazo y entró con toda la calma del mundo. El sonido y el ambiente se quedaron secos en ese momento y todas las miradas fueron directas a él. Éste frunció el ceño despacio y tras una mirada infernal todos volvieron a lo suyo. Acto seguido empezó a caminar hacia los pisos de arriba ignorando a las personas. Llegó al tercero que era dónde estaba la peor calaña de todas. Sus dorados orbes analizaron a un par de tipos que ahora miraron a otro lado. En ese momento el castaño se llevó la mano al pecho tosiendo un poco hasta que finalmente escupió una buena cantidad de sangre. – Mierda… – Susurró levemente mientras ahora sentía como su interior era removido y su mente se nublaba. Le estaba empezando a doler la cabeza. Su enfermedad seguía avanzando cada día sin poder parar de ninguna forma.

Ahora soltó un suspiro observando cómo dos de aquellos tipos al verle así sonreían de lado. Éstos se acercaron despacio con armas blancas en las manos dispuestos a matarle y a cobrar una parte del precio de su cabeza. También podían estar haciéndolo por diversión ya que el mero hecho de ser un asesino era excusa hoy en día. Cuando estaban lo suficiente cerca, el lobo estiró ambas manos tomándolos del cuello y rugiendo con fuerza. Sin pensárselo los lanzó hasta el primer piso haciéndolos pedazos contra las mesas. Fijo que más de una costilla había sido rota con aquel ataque. A continuación escupió un poco de sangre más y continuó subiendo con calma hasta las habitaciones.

– Bingo... — Susurré al ver al tipo que acababa de llegar al tercer piso, sus andares, su actitud algo en él había hecho que me interesara desde que había llegado al lugar y por lo visto mis suposiciones e intereses estaban más que justificados, pues un par de lo que parecían ser asesinos se habían encaminado hacía él con intenciones no muy amigables. Como era de esperar aquello tipos no duraron ni un minuto frente al chico de ojos de un dorado extraño, ropas oscuras y cabello castaño. Por alguna razón que no lograba entender este había rugido segundos antes de lanzar a aquellos dos maleantes por el agujero que había en el centro del lugar. El silencio se apoderó de la planta por unos segundos, pero rápidamente recobró el bullicio que caracterizaba este tipo de lugares, a la vez que esta actividad era recobrada el chico se encaminaba plantas arriba en busca de alguna cosa.

No podía permitir que toda aquella diversión que aquel jovencito podía darme se escapase así como así, de modo que me levanté y fui en busca de las escaleras que él había usado para seguirle pisos arriba. Subía, subía y subía, sin detenerse a ver nada ni a nadie como si lo que le interesaba estuviese más allá del cielo, pero bueno si quería ver que tramaba no me quedaría otra más que seguirlo a ver que tramaba. Por fin parecía haber llegado al piso que quería pues abandono las escaleras y se encamino hasta lo que parecía ser una habitación, solo de pensar que cada vez que quisiera llegar a mi habitación al hospedarme aquí iba a tener que subir todos aquellos pisos se me quitaban las ganas, ni siquiera todos aquellos lujos compensaban la caminata.

Entró en el cuarto y yo me quede de pie en el pasillo mientras pensaba algún modo de entrar a aquella habitación, había muchas maneras, pero no quería llamar demasiado la atención por lo que la mayoría de las opciones se descartaban instantaneamente. Quizás era momento de sacar a relucir aquella bonita fruta que probablemente fuese capaz de hacerse cargo de la cerradura sin demasiados problemas, aunque al mismo tiempo crearía una pequeña preocupación en el casino, pero eso a mí me daba igual. Me acerqué hasta la puerta del cuarto al que había entrado el moreno y tras sujetar firmemente el pomo una especie de esfera apareció y la puerta, el suelo a mi alrededor y parte de la pared se quebraron. Un pequeño seísmo azotaba ahora el casino y había hecho que los gritos y las carreras se volviesen notables durante unos momentos, no obstante aquel fenómeno no duraría más de un minuto y yo había logrado mi objetivo, pues la cerradura de la habitación se había separado de la puerta lo que me permitiría entrar sin problemas. Así pues la atravesé y activando mi mantra por si las moscas me preparé para lo que tuviese que venir.

El lobo continuaba caminando por las escaleras. No parecían acabarse las muy pesadas. No sabía cuántos pisos exactamente tenía aquel jodido edificio pero por el momento no le gustaba. Sus pensamientos ahora se centraban en las ganas de tumbarse y ponerse a dormir de una buena vez. Por fin estaba lejos del jodido barco y allí no tenía que preocuparse de nada en absoluto pues los payasos de abajo habrían salido corriendo y llorando. Ahora era el momento de paz de Kedra. Ya estaba llegando a las habitaciones más alejadas y dónde pensaba meterse tranquilamente como si fueran suyas. De hecho no le importaba el que le regañasen después pues se iría como si nada o se pondría violento.

Por fin llegó a la sala y abrió la puerta cerrando tras de sí. No había que ser un genio para saber que el cadejo ya se había percatado de que le estaban siguiendo. No necesitaba ni el mantra pues su sentido del olfato era perfecto por su fruta. Ya se esperaba algo parecido a aquello pues siempre trataban de atacarle mientras dormía. Esta vez el caso iba a ser distinto pues pensaba tender una trampa a su invitado. En cuanto entró en la sala cerró la puerta y se sentó sobre el colchón de la cama como si de hubiese tirado a dormir. A continuación se quedó mirando a la puerta de forma seria con el ceño fruncido. Su haki activado ahora le indicaba que tenía un poder considerable. No pudo evitar sonreír de lado para después soltar un suspiro y esperar a que entrase en la sala. Tenía ganas de ver lo que era capaz de hacer para adentrarse sin ser visto por el lobo negro que ya estaba atento. Sus dorados ojos miraban la puerta con toda la tranquilidad del mundo esperando a que entrase de una vez. Podía olerlo al otro lado de la puerta con suma facilidad. Una pequeña sonrisa surgió de su rostro cuando todo aquello comenzó a pasar.

La pared se desquebrajó mientras que se formaba un boquete en el suelo pero lejos del alcance de su cama. Encima el edificio comenzó a temblar. No podía ser casualidad y aquello tan solo indicaba que ese tipo era usuario de alguna fruta o físicamente era un monstruo sin usar akuma. Algo le decía que si fuera así su aura sería mucho más monstruosa y pensó que podía ser la primera posibilidad. Ahora se dio cuenta de que era una persona bajita y en comparación con él que medía casi dos metros mucho más. Soltó un suspiro y se tumbó como si con él no fuera la cosa. Cerró los ojos con el haki activado y de repente soltó un suspiro al mismo tiempo que metía ambas manos en los bolsillos. – ¿Qué te trae por aquí? – Preguntó ahora abriendo uno de sus orbes mientras sacaba su mano derecha y tocaba el suelo despacio. Le gustaba sentir aquella fría sensación por las yemas de sus dedos. Esperaba ansioso una respuesta de aquella persona que había derribado la puerta con aquella facilidad.

El chico entró con toda la confianza del mundo sentándose en uno de los sillones. Al parecer no tenía intenciones hostiles por el momento. De hecho ahora se quedó mirándolo con tranquilidad y alzando una ceja. No sabía dónde se estaba metiendo ni con quién. El castaño comenzó a apretar los puños pensándose en si atacar o no. Sin embargo quería saber más sobre aquel poder tan asombros. Pero por otra parte estaba mosqueado por qué en ningún jodido lado le dejaban dormir. Ni siquiera en su propio barco y aquello ya era un cachondeo. La verdad es que el dueño era Émile pero si su cama estaba allí también era suyo y era lo que había. Dormir era lo mejor del mundo sin duda alguna.

De repente escuchó las palabras del chico y cuando éste pronunció su nombre alzó una ceja. De modo que sabía con quién estaba hablando. Le llamó niño y aquello casi le arranca un chasqueo con la lengua. Sin embargo el chaval parecía estar en un modo amable y no parecía un mal tipo. Por último le preguntó la misma pregunta que le hizo él anteriormente y no pudo evitar sonreír de lado mostrando una sonrisa sádica. – Los enfermos de los demás miembros de la tripulación de Émile-chan no me dejan dormir. De modo que he venido a dormir a este sitio pero está lleno de ratas. – Dijo refiriéndose claramente a los capullos de abajo. Acto seguido le miró de nuevo deseando saber más sobre aquel poder si es que era suyo. – Menudo poder destructivo posees. – Mencionó para después acomodarse.

Por la puerta entró ahora un camarero que parecía estar bastante nervioso. – ¿Quién de los dos porta los explosivos? Qué hable ahora o lo denunciaré a la… – Antes de terminar aquella frase el chico había usado la mano que tenía apoyada en el suelo para hacer algo divertido. Formó una especie de perro negro de ojos rojos el cual saltó al cuello de aquel hombre mordiéndolo y acabando son su vida. – Yami vuelve aquí. – Ordenó mientras sonreía de lado. El animal se deshizo en sombras y Kedra volvió a mirar a su invitado con toda la calma y tranquilidad del mundo. – Es raro que no se me haya olvidado ya. – Susurró despacio.

Kedra mantenía la mirada en aquel chico de cabellos blancos. No empezaba a sentir la necesidad de atacarle. Era bastante raro que a esas alturas ya no se hubiese puesto violento pero sinceramente aquella persona no le estaba haciendo mal. Ya había pensado muchas veces que matar por gusto podía ser algo innecesario. Así se lo hizo ver Dexter en el pasado cuando era su segundo al mando, echaba de menos aquellos tiempos. Espera ¿Qué diablos hacía pensando en el dragón? Se lo quitó de la cabeza enseguida y volvió a dirigir la mirada a aquella persona que se hallaba en su habitación. En ese momento el joven le dijo lo de la convivencia en una banda y alzó una ceja. Aquello era un antro lleno de ratas, un demonio, un tío de dos metros y una chica que lanzaba miradas raras. Aquello no podía ser nada sano pero ya había dejado claro que mataría a todo aquel que le molestase a la hora de dormir. Era el momento que mas amaba del día.

Ahora pudo ver como aquel chico se acercaba hasta el borde de la cama y le miraba a los ojos sin miedo alguno. Aquello en parte le sorprendió al mismo tiempo que le alegró un poco. Había pasado demasiado tiempo ya desde que una persona le hablaba con esa calma. – No olvidaré quién soy. Kedra, la pesadilla. Aunque a estas alturas ya se hace difícil saber quién eres de verdad. – Soltó un suspiro para después sonreír de lado mientras sus ojos seguían clavados en aquel peliblanco. Éste se había dado cuenta de la tos con sangre que había escupido el luchador durante el ataque de los dos capullos. Aquello le hizo sonreír de nuevo pues pensaba que aquel secreto iba a morir con él. Se quedó mirándole a los ojos con calma para después responderle. – Una que no tiene solución. No la deseo pero tampoco la odio. – Dicho aquello lanzó un golpe al lado izquierdo.

Tiró una estantería por el agujero que había provocado antes el peliblanco y se escuchó el quejido de un tipo abajo. – ¿Estás bien Jacinto? – Se pudo escuchar también de parte de una voz algo grave y femenina al mismo tiempo. – Sin problemas, Marcela. –Dijo otra voz en un tono más agudo. Una gotita de sudor cayó entonces por la frente del cadejo a modo de escena cómica. Era impresionante lo que había escuchado pero decidió no darle importancia y miró de nuevo al chico. – Sigo interesado en ese poder tuyo. Además me gustaría saber tu nombre ya que sabes el mío. – Dicho aquello se cruzó de brazos esperando una respuesta de aquella persona.

El chico ahora había sacado una especie de cigarro y tras ofrecerle le dijo que si no le importaba que fumase. Aquello le recordaba a algo pero no se acordaba en ese momento. Ahora suspiró negando con la cabeza. Suficiente tenía con su enfermedad para encima reventarse los pulmones con sustancias. Ahora aquel hombre se presentó como Reikerton Reclinhausen o algo así pero el nombre de Kuroi era mejor y más corto. El cadejo se rascó al cabeza tranquilamente mientras le observaba con toda la calma del mundo. También dijo que antes de irse debía recordarle que pagara los desperfectos. No pensaba hacerlos pues aquello capullos de los casinos estaban forrados y podía hacerlo ellos.

El lobo escuchó sus palabras con toda la calma del mundo. Tal y como sospechaba el luchador, disponía de una fruta del diablo y de poder considerable. No pudo evitar cerrar los ojos mientras llevaba la mano derecha a su mejilla y se quedaba algo pensativo. Después las palabras del chico le hicieron despertar pues casi se había dormido. Tenía demasiado sueño el pobre y todo por culpa de los hombres de su jefe, malditos idiotas. Sentía la necesidad de comérselos a todos uno a uno mientras gritaban y suplicaban por sus vidas. Aquellos capullos sí que merecían un par de hostias bien dadas. Encima el decorado del barco era raro.

Suspiró despacio y miró al chico con calma. – La verdad es que no. Pero creo que se puede intuir que tipo de akuma tengo. – Mencionó al mismo tiempo que iluminaba sus ojos en un color rojizo y sus dientes se afilaban. Después volvió aquellas dos distinciones a la normalidad y sonrió de lado. Claramente le había mostrado que era un zoan y a juzgar por las invocaciones era fácil deducir que era tipo mitológico. – Pienso darle una colleja a los guardias por haber permitido que rompas esto. Vaya mierda de instalaciones. Recuérdame tú a mí que te invite a un buen lomo asado a la pimienta. – Dijo aquello le miró de nuevo con toda la calma del mundo notando como se empezaba ya a hacer de noche. Sin embargo el puto casino estaba abierto hasta el amanecer.

El cambio en sus facciones y sus comentarios dejaron más que claro cuales eran sus poderes, usuario de una zoan mitológica que al parecer tenía algo que ver con una especie de cánido, sin duda un poder bastante curioso y temible, pues los usuarios de frutas zoan veían incrementadas sus capacidades físicas de una manera muy notable. Esto solo era un punto más por el que no deseaba tener al mocoso como un enemigo, aunque teniendo en cuenta lo que decía no aparentaba tener ninguna intención hostil hacía mi persona lo que me tranquilizaba bastante. — Por supuesto que te lo recordaré, nunca se rechaza una buena comida. — Contesté sonriendo mientras guadaba el cigarrillo y el mechero que Kedra había rechazado segundos antes. Mientras hacía esto se podía ver por la ventana junto al catre como el ocaso empezaba a terminar y la luna se apoderaba del cielo.

— ¿Qué te parece si vamos a por ese filete y de paso me cuentas un par de cosas más sobre ti? — Le propuse levantándome en busca de la mochila y la guadaña mientras esperaba una respuesta. — Si prefieres podemos comer fuera del casino, aunque la verdad es que no tengo muchas ganas de bajar escalones así que cuanto más cerca mejor. — Reía mientras volvía a escuchar gritos en el piso de abajo, al parecer Jacinto estaba teniendo problemas. Aunque más problemas iban a tener los del casino para arreglar aquel estropicio que habíamos causado. Es cierto, las grietas y el agujero serían un problema, pero sacar la sangre del camarero de la alfombra sería una tarea mucho más compleja.

Sortee el boquete que había en el suelo y abrí la ahora destartalada puerta de la habitación para salir a un pasillo que estaba invadido por grietas, por lo visto iba a ser difícil reparar aquellos desperfectos, pero eso no sería nada comparado con la épica tarea de limpiar aquella alfombra llena de la sangre del camarero. — Y bien... ¿Nos vamos? —

Aquel chico ahora le dijo al lobo que fuesen a comer y le contara cosas de él. Aquello provocó una sonrisa ladeada al chico. Su vida era un misterio y no pensaba contar información así de buenas. Encima deseaba dormir con toda su alma y aquel enano ahora le pedía de ir abajo. Lo de la invitación lo había dicho para la próxima vez que se vieran. Tanta confianza en un mismo día y encima no dormir en tanto tiempo podía ser problemático. El pirata deseaba cerrar los ojos y acostarse tranquilamente en aquel sitio. Sin embargo no se fiaba ni un jodido pelo de la gente de allí después de lo visto y eso le hizo fruncir el ceño.

Soltó el mayor de los suspiros para después ponerse en pie y mirar al pequeño con toda la calma del mundo. – Lo que más deseo ahora es poder dormir. Aquí no lo voy a lograr así que lo más indicado sería volver a mi barco. Ya he gastado mucho tiempo en este casino de idiotas y temo que los cabrones se vayan sin mí. – Una vez dijo aquello se quedó mirándolo con toda la calma del mundo mientras se cruzaba de brazos y pensaba en que poder hacer. Definitivamente si se quedaba habría muchos más problemas y Émile empezaría a pensar que se había largado a otra isla.

Era perezoso tener que cruzar el desierto a toda velocidad pero mucho más lo era tener que buscarlos por las islas. Además con el fresco de la noche a lo mejor no le costaba tanto. De modo que decidió que era tiempo de largarse. Tampoco había mucho más que hablar con el chico. – Creo que te invitaré a ese lomo la próxima vez que nos veamos, Kuroi. – Mencionó ahora con una sonrisa ladeada para después esperar una respuesta por su parte. Seguramente entendería su situación y viajar con él después no era una opción pues no le conocía lo suficiente.

Al parecer íbamos a tener que aplazar aquel delicioso filete, pues el cansancio estaba acabando con Kedra, aunque no tenía del todo claro que aquella fuese la razón principal más bien no debía agradarle que tomase todas aquellas confianzas, cosa que entendía alguien de la banda de Émile debía de estar acostumbrado a algo bastante diferente a aquel trato. La confianza, aquel era un gran problema para mí, en quién podía confiar realmente... ¿Sons? ¿La capitana? Realmente eso era todo lo que tenía, pero aquello no podía seguir así, no podía seguir recostando todo en Sons y la capitana, necesitaba algo más, tenía que encontrar mi propio camino.

— Supongo que tienes razón, lo mejor será que te apresures te queda un larguísimo camino hasta puerto y con el caluroso clima de la isla no creo que quieras quedarte aquí por mucho más tiempo. — Respondí con una sonrisa amarga, realmente me interesaba saber más de Kedra, pero aquel no era el momento ni el lugar, si el destino lo quería siempre podríamos volver a cruzarnos, no obstante no pensaba dejar que se marchase sin llevarse una cosa antes. — Toma — Inquirí mientras le lanzaba un den den mushi que se parecía bastante a mí. — Para que puedas contactarme cuando quieras invitarme a ese delicioso filete, supongo que va siendo hora de que me marche también, no puedo quedarme en esta isla por siempre. Eso sí, puedes olvidarte de salir por la puerta si no quieres meterte en líos, después del estropicio que hemos montado con lo del camarero y la puerta no creo que nos dejen irnos así como así. — Nunca me gustó meterme en líos innecesarios, aunque también es cierto que un poco de acción nunca estaba de más, así que dejaría que Kedra fuese quién decidiese. — ¿Entonces que hacemos? Bajamos y ajustamos cuentas con quién nos este esperando o buscamos alguna alternativa. — Si peleábamos al menos podría conocer un poco más de aquel interesante joven que me sacaba casi tres cabezas.

Avancé hasta llegar a aquellas interminables escaleras y me paré esperando la respuesta del chico, al fin había terminado el cigarrillo que llevaba tiempo fumando, últimamente sentía que me los fumaba sin darme cuenta. Si no peleábamos quizás bajar por la fachada del lugar o buscando otra vía que no fuese la puerta principal sería lo más conveniente.

Aquel chico decía de liarse a golpes con los idiotas que no les dejaran salir por abajo pues la habían liado lo suficiente para que eso pasase. Lo siguiente que hizo el cadejo fue coger aquel comunicador con toda la calma del mundo y guardarlo en su bolsillo. Acto seguido escuchó las palabras del niño y suspiró despacio al mismo tiempo que metía la mano en el bolsillo contrario al caracol. – No me hace falta bajar y combatir con esos payasos la verdad. Creo que es el momento del adiós, Kuroi. – Una siniestra sonrisa se formó en el rostro del lobo negro. Este comenzó a mover su brazo derecho a toda velocidad mientras una extraña energía oscura le rodeaba.

Sus cabellos empezaron a ser agitados mientras aquella aura aumentaba en el brazo del lobo. Éste pegó de repente un terrible puñetazo con toda su fuerza y del aire se formó una especie de perro negro con cuernos. De orbes rojizos y de dientes afilados, era una terrible onda cortante que salió disparada al frente llevándose las escaleras por delante junto a la pared. Kedra a continuación bajó encontrando gente tirada y en muy mal estado. Tan solo tuvo que saltar y en pleno aire convertirse en un lobo negro algo más grande de lo normal. Empezó a desprender un humo negro que dejó temblando de miedo a la gente. Su poder del temor era cosa de su fruta.

Enseguida miró hacia atrás observando al chico para después girarse y comenzar a correr a toda velocidad por aquel sitio. Estaba anocheciendo y era su oportunidad de volver al barco. Se rodeó de un aura blanca llamada “Mayin Okami” y salió disparado a una velocidad superior al soru. Tiempo después llegó hasta el puerto dónde pudo ver el barco de su banda. Pegó un enorme salto llegando a la cubierta y volvió a la forma humana despacio. Empezó a caminar hacia su camarote felizmente. Nada más llegar cerró la puerta y se tumbó en su colchón cerrando los ojos. Era el momento de su merecido descanso y finalmente acabó durmiéndose notando antes como el navío se ponía en marcha a su siguiente rumbo.