|Privado|Pasado| ¿Quién eres tú y por qué eres tan raro? |Ragnar & Kuroi|

Yuba… estaba empezando a dudar de la existencia de aquel lugar, pues eran ya largos los días que llevaba vagando por aquel infierno sin pista alguna del famoso oasis, sin agua, sin comida. Mi ya desgastado instinto de supervivencia me obligaba a seguir caminando, a seguir hacia delante, pero mis cansadas piernas me suplicaban parar. A cada paso que daba mis pies se hundían más en la arena, milímetro a milímetro sentía como aquel inmundo desierto intentaba tragarme para más tarde escupir sonriente mis huesos. El continúo rozar de la arena contra mi piel, el incesante toque del abrasador sol sobre mis poros, el macabro canto de los buitres sobre mi cabeza… todos y cada uno de aquellos elementos no era más ni menos que un fallido intento por parte de la muerte de hacerme caer.

No iba a rendirme tan fácilmente… tenía varias metas que alcanzar, y la muerte era la última de ellas. Caminé, caminé hasta que mis músculos ardían y mis venas bombeaban ácido de batería, y luego… seguí caminando. De golpe, una impresionante vista golpeó mis ojos. Yuba… Pensé por dentro mientras una esperanzadora sonrisa se dibujaba en deshidratado rostro. Utilizando las pocas fuerzas que me quedaban avancé hacía aquel pequeño pedazo de cielo, esperaba que aquello fuera real, y no una alucinación a causa del sol o la falta de alimentos. Al llegar a los límites de aquella pequeña ciudad me acerqué hacía la casa más cercana, acerqué mi mano hacía ella y la toqué, al sentir el rugoso tacto de la pared en mi mano no pude evitar sonreír de nuevo, aquello era real.

Lo primero que busqué en aquella ciudad fue un bar, un lugar donde poder comer y beber todo lo que no pude durante los pasados días. Tras unos minutos vagando como un fantasma por el lugar, logré encontrar un local, supongo que el letrero que hicieron no estaba hecho a mala gana, tal vez si me encontrara en otra situación me hubiera hecho gracia, pero tras estar vagando por el desierto varios días sin comida y sin bebida… de lo único que me entraban ganas era de darle un puñetazo al capullo que lo escribió. Abrí la puerta, sinceramente no me fijé en el lugar, mucho menos en las personas que se encontraban en este, mi única meta en aquellos instantes era la de lograr alcanzar la barra sin morirme antes por el camino. Mientras me dirigía a la barra, cabizbajo y apoyándome en las mesas y los taburetes del local escuché el sonido de un vaso llenándose, eso hizo que mi ritmo aumentara y que llegara antes a la barra.

Al llegar, me senté como pude, frente a mí se encontraba un vaso lleno de agua y una botella llena del mismo líquido, yo mire estos dos elementos extrañados, y seguidamente miré al barman, el cual me miró más extrañado aún, por el simple hecho de no estar bebiendo como un poseído, al igual que el individuo que se encontraba a mi izquierda, que por su comportamiento, se podía deducir que había corrido la misma suerte que yo. –Una jarra de cerveza, bien fría y carne, mucha, cualquiera excepto de conejo. Dije con un quebradizo hilo de voz. Tras unos instantes de shock, el camarero se acercó a un grifo situado en la barra, cogió una jarra de litro y la llenó hasta arriba de cerveza, seguidamente la puso delante de mis narices y se adentró en la cocina, seguramente para preparar la carne que había pedido instantes antes. Cogí la jarra y empecé a engullir, segundos más tarde esta estaba vacía. La deje encima de la barra y esperé a la carne que había pedido.

— No me gusta mucho la gente desagradecida, pero bueno supongo que no hay nada malo en ser exigente, cada uno tiene sus gustos y sus necesidades. — Susurré tratando de hablar conmigo mismo y comentando la acción del joven que hacía unos segundos se había sentado a mi lado y que había interrumpido mi conversación con el dueño del local que ante el pedido se había metido en la cocina. Algo en el chico sentado a mi lado me hizo verme a mí mismo cuando era algo más joven y recién había empezado mi viaje, lleno de ansias de aventura y energía para comerme al mundo... ¿Qué fue lo que me quitó aquellas ganas? ¿Por qué no lo recordaba? La verdad es que durante los últimos meses me había olvidado de montones de cosas y ahora empezaba a tener ganas de hacer muchas otras, como si hubiese vuelto a nacer como si estuviese como nuevo. — Sabes chico, me recuerdas a mí cuando empecé mis viajes, pero esperemos que tengas mejor suerte. — Comenté mientras reía y volvía a echarle mano a la botella de agua para beber tanto como fuese capaz antes de tener que volver a respirar. El dueño que ahora andaba en la trastienda rió tras mi comentario mientras sus risas eran acompañadas por el ruido de algún tipo de carne haciéndose.

Hacía tiempo que no reía tanto y la verdad es que se agradecía tener un rato de descanso de peleas y barullos, aunque conociendo mi suerte no tardaría en verme envuelto en alguna que otra, pero por ahora tocaba descansar.

Al escuchar las quebradizas palabras del pálido muchacho de más o menos mi misma edad el cual estaba sentado en el taburete de mi lado no pude evitar dibujar una pequeña y casi imperceptible sonrisa en mi rostro. Al parecer yo era alguien exigente y sumamente desagradecido. A pesar de aquel pequeño insulto hacía mi persona no pude sentirme ofendido pues mi cuerpo no tenía las fuerzas suficientes para eso.  Un silencio prácticamente absoluto inundó la sala, si quiera respondí el comentario de aquel muchacho, lo único que mis oídos podían escuchar y en lo único que mi mente podía pensar era en aquel sonido de carne haciéndose al aceite que se podía apreciar en la trastienda del local, mentiría si dijera que la boca no se me hacía agua con tan solo escuchar aquel hermoso sonido. De nuevo, el chico de mi lado rompió aquel glorioso silencio con otra frase haciéndome referencia a mí. Por el tono de esta, el elevado volumen en comparación de la anterior frase y el contenido de esta supuse que esta vez sí iba dirigida hacía mí.  “Sabes chico, me recuerdas a mí cuando empecé mis viajes, pero esperemos que tengas mejor suerte.”

Tras decir aquello empezó a reírse y seguidamente le dio un largo trago a la botella de agua que tenía frente a él. De manera casi inmediata el dueño del local, que aún se encontraba preparando mi carne también empezó a reírse. Tras escuchar su comentario y las risas por parte de ambos individuos una pequeña sonrisa apareció de nuevo en mi rostro. La verdad es que a pesar del primer comentario de aquel chico de apariencia extraña, por el momento este me caía bien. Giré mi cara hacía él y aún con aquella sincera sonrisa en mi rostro contesté a su frase. –Es curioso que te recuerde a ti cuando empezaste a viajar porque sinceramente antes de entrar aquí pensaba que este sería mi último viaje. Tras acabar de pronunciar aquellas palabras, aún con mi cara orientada en su dirección, cerré mis ojos resaltando así mi expresión de felicidad y me reí con la boca cerrada haciendo alusión a mi último comentario.

"Roguemos pues porque este sea uno de los muchos viajes que te hagan sentir esa sensación, pues, al final, superar estas situaciones y continuar con tu viaje es lo que te enriquece y te hace grande." Comentó el muchacho que se encontraba a mi lado mientras se reía a carcajadas sin poder hablar más. Antes de que sus risas cesaran observé como el sonido del aceite chocando contra la carne cesó, aquello sólo podía significar una cosa, mi amada carne ya estaba preparada. No sabría decir esto con certeza, pero seguramente, en aquellos instantes estaría babeando. El chico de mi lado se presentó, pero no le hice mucho caso. No porque me cayera mal o me hubiera cansado de hablar con él, sino porque mi mirada y mi oído tan sólo podían centrarse en una una sola cosa en aquellos instantes, en la puerta que daba a la cocina. Lo único que escuché de todo lo que dijo fue una palabra, "Kuroi", por como sonaba esta, supuse que se trataba de su nombre.

Entonces, el que en aquél instante consideraba el momento más glorioso de mi vida, la puerta de la cocina se abrió y de esta salió el jefe del local con un gran plato de carne en su mano acompañado de una gran sonrisa. Cuando él colocó la carne  ante mi, me quedé boquiabierto, seguidamente me puse a contemplar el plato, como si de una obra de arte de tratara. En este habían 6 grandes y suculentos bistecs, hechos al punto, encima de la carne había lo que parecía ser una salsa muy espesa y compacta de un color blanco apagado, al lado de estos una generosa ración de patatas ligeramente freídas y por encima de todo lo anteriormente nombrado una salsa líquida de un color marrón muy claro, al igual que la otra salsa desconocía sus ingredientes, pero olía de maravilla. "Disfrútalo, que después de esquivar a la muerte estoy seguro de que te lo mereces." Dijo mi nuevo amigo. Antes de ponerme a comer le miré, la verdad es que su expresión al ver aquel suculento plato de comida no se alejaba mucho de la mía. Él me había caído realmente bien así que le dije unas palabras al hombre que me había servido la comida. "Saca otro par de cubiertos." Al escuchar aquello el hombre se quedó algo sorprendido, quizás por el hecho de que un muerto de hambre compartiera su comida, o quizás por que no lograba comprender para quería otro par de cubiertos, quien sabe.

Después de decirle aquello, se río con la risa que tanto le caracterizaba y puso un tenedor y un cuchillo delante de el otro muchacho. " Tengo hambre, pero no creo que me lo vaya a acabar todo." Le dije claramente mintiendo con una gran sonrisa. Al escuchar aquel comentario el camarero se quedó más sorprendido aún que antes y de nuevo volvió a reírse, esta vez de una forma un tanto diferente de las anteriores, como si no pudiera creerse la escena que estaba contemplando. "Comete la mitad." Antes de que pudiera contestar nada yo ya tenía la boca llena. "Pod ciedto, mi nombde ed Ragnad." Le dije mientras masticaba una de las más deliciosas carne que mi paladar hubiera probado jamás.

"No es común por estos mares encontrar gente que sea tan gentil y que este dispuesta a compartir sus alimentos con un completo extraño, así que supongo que no estaría bien rechazarlo. ¡Gracias por la comida! " Aquello fue lo que mi nuevo amigo dijo antes de tirarse sobre el plato de carne y empezar a comer. La verdad es que estaba disfrutando de ese plato de una forma enorme, estaba riquisimo y la falta de alimentos en mi cuerpo hacia que su sabor se multiplicara por un millón. Observe como mi acompañante comía de una forma mucho más civilizada que la mía, al ver esto yo empecé a reírme, lo más normal es que alguien se riera de mi primitiva forma de comer, pero en aquellos instantes, en aquella situación, no pude evitar esbozar una sonrisa en mi rostro al ver que él conservaba los modales a pesar de encontrarnos en la situación que nos encontrábamos. Tras unos minutos el peliblanco cesó de comer diciendo que ya estaba lleno, en parte me alegraba, más para mí. Me acerqué el plato y seguí comiendo.

Mientras yo estaba con lo mio, pude observar de forma leve como el chico de mi lado pedía una caja de cigarrillos a la vez que buscaba algo en su mochila, él y el camarero estuvieron hablando durante un rato, pero sinceramente no les escuché, estaba demasiado centrado en calmar mi hambre. Cuando acabé de comer me estiré hacía atrás con los brazos abiertos y pegué un fuerte grito el cual retumbó por todo el local. "AAAAAAGH" Al acabar de gritar me volví a tirar hacia delante y me reí, ya me había acabado el plato de comida y estaba totalmente lleno y en forma, ahora si que me encontraba bien. Miré hacia al lado y pude observar como el chico con el que había estado hablando todo el rato tenía un cigarrillo encendido en la boca, le pegó una fuerte calada y seguidamente me preguntó algo. "Y bueno... ¿Qué trae a alguien como tú, que apenas acaba de empezar su viaje, a una isla tan grande como Arabasta? Porque estoy casi seguro de que no estas al tanto de todo lo que esta pasando en la isla, ¿verdad?"

Yo no sabía muy bien a que se refería con "lo que está pasando", justo en el momento en el que iba a responder un gigantesco y ensordecedor rugido retumbó por todo el lugar. Al escucharlo, mi piel se puso totalmente pálida y un frío sudor empezó a recorrer mi frente. Aquello... yo había escuchado aquel feroz rugido antes, hacía ya muchísimos años... A caso... Había acertado aquella vez? A caso " él" realmente se encontraba en esa isla? Nada más escucharlo me levanté de la forma más rápida que pude de mi taburete y salí corriendo del local, miré al cielo... Si, sin duda allí se encontraba. Una gigantesca figura de cientos metros de largo se alzaba en el soleado cielo tapando la luz que este emitía casi por completo, con enormes garras, afilados colmillos, una puntiaguda cola, alas capaces de crear un huracán y escamas del más frío hielo, las cuales reflejaban la luz del gran astro rojo en forma de pequeños rayos luminosos. Ese... era mi dragón.

Allí estaba, el maldito bastardo que arrasó toda mi isla, el hijo de puta que mató a mi madre, el cabrón que me dio el odio necesario para entrenar cada día y volverme el hombre que era hoy, el motivo por el que empecé a surcar los mares, toda mi vida hasta ahora se había basado en un solo sentimiento, “el odio.” Mi mente se encontraba totalmente en blanco, no pensaba, no escuchaba, no sentía… solamente podía ver, solamente podía quedarme mirando aquella titánica figura pasando por encima de mi cabeza. Una lagrima recorrió mi mejilla derecha, ¿Tristeza? Os preguntareis, ¿Tristeza por todos los malos momentos que aquél lagarto me había hecho sufrir? No. ¿Tal vez alegría por encontrármelo y poder matarlo de una vez por todas? Tampoco… En el mismo instante que apreté mi puño derecho con fuerza comprendí porque estaba llorando. Impotencia, había ido a muchas islas buscando aquello, todas con ningún resultado en absoluto y ahora, ahora que por fin había dado con esa lagartija de hielo no podía hacer nada… yo… ¡YO ERA DEBIL! Aquella sensación era recorría todo mi cuerpo era insoportable, mucho peor que cualquier balazo, cualquier corte o cualquier herida que hubiera sentido hasta el momento… me sentía como un montón de basura inservible, lo que hizo que una lagrima tras otra empezaran a caer de mis ojos cual cascadas. Hacía mucho tiempo que no lloraba… era algo que no me gustaba y por mucho que intentara parar de hacerlo no podía.

Tras unos segundos de soledad contemplando al dragón pude escuchar como unos pasos sobre la arena se acercaban hacía mí, seguramente se tratara del chico de antes, así que sequé mis lágrimas y seguí observando la sombra del animal, como si ninguno de esos duros sentimientos hubieran tenido cabida en mi cuerpo. Cuando se encontraba a mi lado este empezó a hablar y reír, pero para ser sincero no logré escuchar sus primeras palabras, mis sentidos aún se encontraban algo nublados. Aparté mi mirada de la bestia, miré al hombre de mi derecha, había logrado recuperarme de todo lo sucedido anteriormente y lo disimulé lo mejor que pude. Este empezó a hablar, “Es una lástima que este allí arriba y no en tierra, me hubiese gustado ver de que es capaz una pequeña bestia como esa.” Tras escuchar aquello por su parte volví a mirar a la bestia, desde luego aquel comentario no me ayudaba en nada. Entonces lo comprendí, no sabía muy que acababa de comprender pero lo había comprendido. Una sonrisa un tanto triste apareció en mi rostro, de nuevo la voz del chico interrumpió mis pensamientos. “¿Alguna idea antes de que se marché o no tienes pensado enfrentarlo por ahora?” Volví en mí, la triste sonrisa dejó de ser triste y se volvió algo más cercano a alegría, cogí algo de aire y pegué un fuerte grito al nivel del rugido de un dragón. -¡ESCUCHAME BIEN MALDITO HIJO DE PUTA, ALGÚN DIA ACABARÉ CONTIGO! Bajé mi mirada, de nuevo aquella triste sonrisa apareció, pero esta se vio nublada casi al instante por una nueva y radiante sonrisa acompañada de un grito incluso más fuerte que el anterior. -¡RECUERDA BIEN MI NOMBRE, RAGNAR ASBORN, ES EL NOMBRE DEL HOMBRE QUE TE VA A MATAR!

No sabría decir con certeza si lo que pasó a continuación fue cierto o simplemente fue un espejismo por la falta de alimentos y bebida, pero pude notar como los grandes ojos del dragón se dirigían clavaban en mi persona y como este me devolvía la sonrisa. Yo mantuve la mía hasta que la sombra de la gran bestia dejó de tapar la luz del sol, cuando este desapareció de mi radio de vista seguí sonriendo durante unos segundos más y me di la vuelta mostrando una sonrisa decidida. Estaba decidido, tenía que hacerme más fuerte y cazar a aquel dragón.

Ragnar había resultado ser una persona de lo más interesante, ahora que por fin sabía que le había hecho emprender su viaje por los Blues empezaba a pensar algo mejor de él, no obstante aquella bestia que nos había sobrevolado no parecía un enemigo al que un cualquiera quisiese tener. Aquel chico que acababa de desahogar toda su ira con un fuerte grito, que incluso aquella bestia debería haber oído, ahora miraba hacía mí con una amplia sonrisa. — Supongo que con eso te debes haber quedado bastante tranquilo. — Dije mientras le devolvía la sonrisa y me tapaba la cara con la mano a modo de visera para cubrirme de la luz del sol que ahora volvía a golpearnos. — Qué tal si volvemos dentro y me cuentas que te ha llevado a perseguir a semejante bestia tú solo. — Le propuse mientras caminaba hacía él y le daba dos palmadas a la altura del hombro para luego seguir hacía la puerta del local. La situación que acababa de acontecer había sido de lo más extraña, pero quizás sirviese para acercarme más a aquel chico que tras ver sus objetivos había comenzado a interesarme más y más.

La taberna se había sumido en silencio ante nuestra vuelta, a pesar de que hacía unos momentos el ambiente era de lo más agradable, algo se sentía diferente. Caminé hacia la barra y miré al gerente mientras sonreía y esperaba que este me devolviera la sonrisa, no obstante no podría imaginar lo que iba a pasar a continuación. El gerente me golpeó lanzándome contra una de las mesas que había en el lugar haciendo que ésta colapsase. — ¡Maldita sea! — Exclamé mientras me levantaba y sacudía mis ropas que se habían llenado de polvo y serrín. — ¡Ragnar, me da que a alguien no le ha gustado la visita de tu amigo! — Dije entre risas mientras llevaba mi mano derecha hasta el pomo de mi guadaña y observaba mis alrededores, debían ser una decena de tipejos además del gerente que estaba tras la barra con esa sonrisa.

— ¿Estáis seguros de que queréis hacer esto? Os prometo que si os largáis sin armar revuelo ni molestar al gritón que hay fuera... — Antes de que pudiese avanzar uno que se encontraba en mi espalda se lanzó a la ofensiva tratando de atravesarme por detrás con una especie de alabarda. Yo lo esquivé de un salto apoyándome sobre el arma que ahora estaba bajo mis pies. — Agh... Veo que no vamos a poder arreglar esto de manera civilizada. — Agarré al tipo por la cabeza y generé un seísmo en esta haciendo que cayese instantáneamente al suelo colapsado y sangrando por todos los orificios de su cara. — ¿Quién será el siguiente?—

Tras aquel intenso encuentro con el lagarto de hielo, pude escuchar como el chico de pelo blanco gritó mi nombre. Yo, corriendo, me dirigí hacía dentro del local y cuando llegué al interior de este, vi a un hombre tumbado en el suelo con la cara llena de sangre, diez más de pie con diferentes armas y a mi nuevo conocido con una gran guadaña en su mano. Al ver el panorama, yo rápidamente desenvainé dos de mis espadas y me lancé contra toda aquella gente, aún influenciado por toda la adrenalina creada en mi cuerpo a causa del encuentro anterior. Llegué ante el primer enemigo, el cual iba armado con una katana bastante parecida a las mías, él intentó atacarme con un ataque descendente vertical, pero yo rápidamente bloqueé su ataque con una de mis espadas y le asesté un fuerte golpe con el canto de mi otra espada en la barriga, dejándolo tumbado en el suelo.

Tres más vinieron a por mí, uno llevaba un garrote, otro un sable y el último una larga lanza, intentaron atacarme los tres a la vez, el de la lanza por el medio y los otros dos por los lados. Bloqueé los ataques laterales e intenté esquivar el central, no obstante este último consiguió rozarme el cuello, por poco acabo degollado. Tras aquello, di una vuelta sobre mí mismo con las espadas hacía fuera, golpeando a los tres en la cara, de nuevo, con el canto de la espada y dejándolos también tumbados en el suelo.

Poco a poco fui deshaciéndome de ellos, sin matar ni herir gravemente a ninguno. Finalmente llegué a la barra, donde se encontraba el hombre que nos estuvo atendiendo todo este tiempo. Envainé una de mis espadas y me quedé con Bagami en la mano. Lo miré fijamente y le puse el filo de esta en el cuello mientras le decía una cosa de forma sería y totalmente convencido. – Si tanto odias a ese dragón, no te conviene matarme. Porque yo soy el capullo que va a acabar con él. – Tras aquello, enfundé mi última espada, me di la vuelta y me fui del bar. Era hora de cumplir mi palabra.