¿Mi primera misión? [Misa - Kasai]

Kasai se hallaba en su camarote colocándose la chaqueta de cuero. No iba a tomar la gabardina pues era un buen día. Fue despacio a su armario y tras abrir lo tomó algunos cargadores que podía usar en ese día para cazar de forma cómoda si salía la ocasión. Entre ellos estaba el de las balas antitanque pues no las había estrenado aún y estaba deseando hacerlo. El resto de quedarían allí guardadas junto con sus recetas de creaciones. Terminó de coger sus armas y ahora se colocó las gafas de Sol mientras empezaba a caminar al exterior a través de los pasillos del barco. Iba emitiendo silbidos leves mientras caminaba con toda la calma del mundo y ambas manos en los bolsillos del pantalón. Tan solo detectaba una presencia y era la de Misa, ella ya parecía estar fuera esperándole.

Llegó a cubierta y de ahí se dirigió hacia tierra firme donde podía ver a la rubia. Por el camino iba pensando en que él no podía entrenar tranquilamente con sus hombres pues a diferencia de las espadas o los puños, las balas eran mortales. Un combate con Kasai era jugarse la vida aunque él no quisiera matar pues sus armas eran peligrosas. De lo que también se arrepentía era de no poder vivir para siempre. Era una de esas pocas personas que disfrutaba la vida con su trabajo y pensar que tras él llegarían nuevos cazadores a pasarlo bien le hacía suspirar. Enseguida pudo llegar a donde estaba la rubia y se quedó mirándola a los ojos con toda la tranquilidad del mundo. Alzó una deja para después darle un suave toque en el hombro. – Quiero ver tu mejor sonrisa hoy. – Dijo sonriendo él para después colocarse a su lado y comenzar a andar.

El rubio había oído hablar de un pequeño chiringuito donde hacían unas sardinas buenísimas y eso incluía pescado y almejas, cosa que adoraba el pistolero. Se podía dar el lujo de invitar a la chica a una mariscada entera debido a el dinero que poseía al haber capturado a tantos tipos. Sus fondos superaban los ochenta millones de berris y eso era bueno. – Misa mientras comemos voy a darte algunos carteles por si te interesa cazar un poco. Te veo tensa y es bueno despejarse. – Dijo sonriendo para después continuar caminando despacio por el camino y con ambas manos en los bolsillos. El día que hacía le agradaba bastante pues no hacía mucho calor y debido a que no iba con gabardina se sentía bien. No había nada como pasear y comer bien junto a una amiga del gremio. – ¿Qué opinas de las bebidas alcohólicas, Misa? – Preguntó rompiendo el hielo mientras avanzaba tranquilamente.

El cazador sonrió ante las palabras de la chica. Había sido una buena respuesta. De hecho él tampoco solía beber pues era un tío que no solía estar triste o algo parecido. Como mucho se enfadaba cuando le salía la típica barba o también llamaba pelusilla. Echaba de menos a Dark para que le hiciese aquella cosa con rayos láseres que le dejaba como nuevo durante meses. Ese tío debía de estar por ahí hablando sobre conquistas y su poderoso haki del rey como señor de la caza. Demasiado confiado iba la mayoría de las veces pero de todas formas era algo que no solía afectar al rubio para nada, más bien provocarle alguna que otra risa. El jodido espadachín de la luz debía de pasárselo en grande cuando salía por ahí.

No tardaron mucho en llegar al sitio y entonces ambos se sentaron. El camarero no tardó en acercarse a ellos. Un hombre joven de melena rojiza y ojos verdes. Su cuerpo era delgado y parecía mostrar una sonrisa amable. Colocó unas servilletas y después les pidió que iban a tomar los dos. – Pues vas a ponerme una bebida gaseosa de naranja y de comer una ración de almejas, otra de pulpo y finalicemos con una de gambas asadas. – Una vez pidiera Misa lo suyo, el hombre se iría. Ahora el cazador escuchó sus palabras y no pudo sonreír de nuevo al mismo tiempo que colocaba ambos codos en la mesa y dejaba sus manos en las mejillas. – Yo solo cazo a aquellos que han matado a personas inocentes o violado o cosas así. De modo que en eso estamos de acuerdo. – Una vez dijo aquello le guiñó un ojo para que no se preocupase.

Momentos después se dio cuenta de que llevaba las gafas y no le habría visto guiñar. Eso le pasó ya con el mercenario Nokotori en la isla de Jaya, había vuelto a cometer el mismo error. Ahora metió la mano en su chaqueta buscando algo para después sacar un cartel algo arrugado. Lo puso en la mesa con toda la calma del mundo para que la chica lo viera bien. – Frederic, este tío es un puto peligro para la sociedad. Cien millones, nada mal. – Dijo ahora mientras la observaba con calma y notó como el camarero empezaba a traer las cosas. Una gotita de sudor le cayó por la cabeza cuando vio que su vaso traía tres cubitos. Esos cabrones hacían lo que sea para gastar menos y cobrar más. Soltó un suspiro y le dio un leve sorbo mientras ahora escuchaba al hombre. – Qué les aproveche a usted y su hija. – La boca del pobre hombre se abrió de forma exagerada. Tenía tan solo un año más que ella y ese cabrón le había llamado viejo, agachó la cabeza desilusionado.

La mirada del pistolero fulminó al camarero cuando apareció de nuevo tomándole nota a la chica. Ella pidió una langosta, por muy inocente que pareciera amaba lo caro al parecer. La bebida que había pedido era de melón. Algo bastante dulce y al rubio se le ocurría la broma de echarle sal. Después negó un poco pues aquello sería pasarse ya y era mejor no hacer a la rubia vomitar por muchas ganas que tuviese de ver su rostro morirse de asco. Después de unos segundos tuvo que contener la risa pues aquella escena le acosaba continuamente para que la liase un poco pero finalmente se controló. Sabía lo que estaba bien y lo que no y no deseaba que su propia fruta le pegase.

Era raro pero podía darse el caso de que pasara. De repente cogió una deliciosa almeja y tras sorber el caldo de esta la comió con gusto. Estaba riquísima. En ese momento escuchó a la chica hablarle y preguntarle sobre aquel tipo. – Es un logia de un mineral extraño de modo que hasta que no tengas haki te diría que tuvieses cuidado. Es un cabrón que organiza masacres y espadachín. Un solo enfoque de mi luz sagrada y acabaría muerto en dos segundos. – Estaba seguro de aquello pues cuanta más maldad tuviese el usuario peor sería el efecto. Adoraba aquella preciosa pera que se comió aquel día que caminaba por la playa. Se transformó en algo capaz de salvar a la humanidad con sus poderes. Lo malo era no poder darles collejas a los camareros pelirrojos.

Ahora el jodido pesado pasó de nuevo mirando a la chica sonriendo y después a él con una mirada amable como buscando una especie de aprobación. Soltó un suspiro y ahora tomó una gamba empezando a pelarla despacio. Tras unos momentos se la llevó a la boca sintiendo la enorme delicia en su boca. Le dieron ganas de subirse a la mesa a bailar pero era mejor no hacerlo. No entendía como podía estar el pescado tan bueno. – Joder que cosa más buena. – Dijo degustando aquella cosa para después darle otro trago a su bebida tranquilamente, era un día muy tranquilo a decir verdad. Esperaba que ningún idiota lo estropease de alguna forma o seguramente se liaría a tiros con el causante si era una mala persona o tenía precio por su cabeza.

Kasai comía tranquilamente mientras veía de nuevo al camarero pasar de vez en cuando con una sonrisa amplia y a veces parecía lasciva. Ese enfermo empezaba a da miedo al cazador de gafas de Sol que ahora no podía centrarse en la comida. Trató de hacer un experimento y cogió una moneda de su bolsillo para después lanzarla contra unos árboles. De repente el camarero salió corriendo a por ella entre risas y babas pues un poco de saliva había llegado hasta una columna cercana. – Que puto miedo… – Dijo ahora el rubio mientras tragaba saliva impresionado con la actitud de aquel ser que ahora… ¡Joder! Estaba besando la moneda mientras lloraba ¿No le pagaban al pobre hombre? Que enfermo debía de estar, de hecho ahora miró hacia ellos y un escalofrío recorrió a Kasai.

Por suerte para él, las palabras de la chica le devolvieron a la realidad y se quedó mirándola a ella aunque gracias a sus gafas de Sol podía mirar de reojo al tipo sin que se notara. Escuchó sus preguntas y decidió ir respondiendo por orden. Antes de nada se comió otra deliciosa almeja y cerró los ojos notando el mayor de los placeres. – Rumores comentan que estaba por Baltigo, una isla del nuevo mundo. El haki es esto. – Dijo ahora estirando su mano mientras esta tomaba un tono negro metálico. Acto seguido volvió a hablarle con tranquilidad. – Se desarrolla después de forzar al cuerpo físicamente en largos entrenamientos. Yo tardé seis meses en dominarlo hasta el punto en la piel cambie de color. Sirve para tocar usuarios del tipo logia o algunos paramecia. – Una vez dijo aquello sonrió colocándose el guante de nuevo y empezando a comer más pulpo que también sabía a gloria. Luego pensó que tenían un Gyojin en el gremio y le dio hasta pena y todo.

Bebió de nuevo de su bebida gaseosa de naranja para después sonreír tranquilamente mirando a la chica con calma. Sonrió ante su siguiente pregunta y simplemente se cruzó de brazos. – Eso es cosa tuya. Puedes pedir que alguien vaya contigo si lo deseas. Yo mientras vuelvas sana me da lo mismo. – Dijo con una sonrisa calmada. En ese momento pudo ver como el jodido camarero se acercaba sonriendo de forma enfermiza y se relamía mirándolos despacio. Kasai tuvo que lanzar otra moneda el doble de lejos y la bestia corrió a por ella entre gritos extraños.

Kasai escuchó las palabras de la devoradora de langostas y negó despacio mientras ahora se terminaba la ración de almejas y de pulpo. Por suerte le quedaban aun las gambas y totalmente intactas de modo que debía aprovecharlas. Tomó una despacio quitándole con cuidado la cabeza para después relamerse despacio y estirar su lengua hasta ella de forma intensa. Quitó el resto de aquella carcasa naranja y tras una sonrisa siniestra la mojó en la salsa que traía el plato de las almejas. Abrió la boca notando como se derretía de placer y después de un enorme tragó se bebió la bebida del tirón. Debía de visitar más veces aquel sitio pero el puto camarero le daba demasiado mal rollo.

Entonces fue cuando le aclaró la duda a la chica. – El kairouseki anula los poderes. El haki además de potenciar la fuerza solo es para tocar usuarios intocables. Si te golpease con haki no anularía tus poderes. Eres del tipo tangible así que solo notarías mucha más potencia en mi bala. – Dicho eso le sonrió de forma calmada mientras la guarrilla pelirroja volvía a la carga en busca de más dinero. Entonces cogió una almeja ya devorada y la lanzó. Aquella cosa empezó a reírse de forma enfermiza y fue por ella. Lo gracioso sería cuando apareciese con la almeja en la mano. Misa había sido la culpable, le tenía dicho que no le lanzara almejas a la gente pero bueno.

Entonces ella le prometió que volvería sana al ser su meta personal y Kasai simplemente asintió de forma amable. Acto seguido llamó a otro de los camareros. Uno que parecía mucho más normal y de unos veintinueve años. – Tráigale otra langosta a la chica, se le ve feliz. – Dicho eso sonrió cogiendo otra gamba y pelándola despacio para después notar como aquel camarero se iba diciendo unas palabras. – Si, señor. Su hija tendrá la langosta. – Las venas de la frente del pistolero se hincharon al escuchar aquellas palabras. Ese capullo también le había dicho lo mismo que el anterior y no era nada justo. El mundo era una mierda y para colmo ahora se acercaba el loco pelirrojo. El cazador señaló a Misa tranquilamente.

El cazador observó como la chica guardaba el cartel tranquilamente. Acto seguido se puso a comer de nuevo y entonces fue cuando el rubio suspiró cerrando los ojos y cruzándose de brazos. Le parecía una situación agradable el estar allí con ella y no por ahí pegando tiros a todo lo que fuese maldad pura. De vez en cuando era buena idea relajarse y allí lo estaban consiguiendo debido a la isla. El Este siempre era un sitio calmado dónde no había idiotas dispuestos a joder a en cada momento. Si lo hacían caían como moscas. Quizás más de una persona de las de allí había reconocido a Kasai pues tenía ya cierta fama. No le gustaba alardear de ello pero con tanta captura se la había ganado. Recordaba su enfrenamiento en Conomi. Sitio en el que estuvo un jodido año. Allí había trabajado como portero de un gimnasio. Fue una buena experiencia pero el dueño fue asesinado lamentablemente. De todas formas el pistolero hizo justicia. Si, eliminó al causante.

Todo parecía ir bien y no había más preguntas salvo una que a continuación la chica le hizo. El tiempo le daba absolutamente igual y lo siguiente que hizo fue mostrar una sonrisa calmada pero sin abrir los ojos. Gracias a sus gafas de Sol evitaba mostrar si los tenía cerrados o abiertos. – Tienes el tiempo que desees. Como dije ya, no me considero ningún jefe. Solo un compañero más. Así que el tiempo podrías decidirlo tú misma. – Le dijo ahora mientras se estiraba un poco. Ya había dejado claro que para él no era una jerarquía. Un grupo de amigos más bien. Él solo se iba a ocupar de dar la cara en las ocasiones difíciles y a conseguirles mejores trabajos a todos. Escuchó las siguientes palabras de la chica y fue cuando soltó una leve carcajada sin poder evitarlo. Quizás le había pillado pero la verdad es que no podía evitarlo.

Ahora se quedó mirándola ya con los ojos abiertos. – Por qué pienso que puedes hacerlo. Yoko y Theo fueron mandadas a otro lado. Pero pienso que de todos los demás tú tienes la determinación para hacerlo. Thairos y Murphy son todavía novatos y morirían. Pienso que podrías hacerlo con cuidado. – Una vez dijo eso metió la mano despacio en su chaqueta y sacó un sobre blanco y un revólver plateado. Colocó ambas cosas en la mesa y se quedó mirándola de forma calmada. – Llévate esto en tu viaje. En el sobre hay treinta millones de berries. El revólver tiene seis balas en la recamara y tiene una fuerza muy buena. – Nada más decirle aquello sacó dos cargadores y se los puso también a su alcance. – Balas antitanque. Con esto perforaras casi cualquier cosa y si disparas a corta distancia no hace falta puntería. Solo ten cuidado con el retroceso. Tienes un total de treinta balas. Úsalas sabiamente. – Una vez dijo aquello, levantó la mano pidiéndole al camarero la cuenta. Era el momento de volver al barco pues la pequeña diversión ya había finalizado y además habían comido bastante bien. Kasai se había quedado a gusto.

Kasai se hallaba mirando la cuenta tranquilamente. Era bastante dinero pero para él casi nada después de todo lo que poseía. Metió la mano derecha de nuevo en su cartera y tras unos momentos sacó el dinero justo colocándolo en aquella bandejita de plata. En ese momento pudo ver como el camarero pelirrojo se acercaba mirando con una sonrisa enfermiza el dinero. Una gota de sudor le cayó al tirador por la cabeza al ver esas intenciones agoniosas. Tranquilamente se echó hacia atrás sin dejar de mirar a aquel hombre que le guiñó el ojo mientras ocultaba el dinero en su bolsillo y alejaba de la mesa mirándoles despacio. Demasiado enfermizo para ser verdad. El pobre hombre estaba deseando largarse de allí de una buena vez y no volver más a aquella villa.

Miró a la chica tranquilamente esperando a ver que iba a hacer. Cogió el dinero pero se negó a usar el arma ya que no le gustaba matar. Cosa que hizo sonreír al pistolero. Él no mataba asesinos, los ejecutaba en nombre de la justicia. Solía ser lo mismo pero de esa forma salvaba la vida de muchos inocentes. – Es tu decisión. Pero un asesino que captures podría escapar de la prisión y matar a cien personas inocentes. Eso se evita apretando el gatillo. – Una vez dijo eso cogió el arma y los cargadores guardándolo todo en su chaqueta de nuevo. Después se puso en pie suspirando pues ya era la hora de volver al barco de una vez por todas. No quería que apareciera el loco pelirrojo a buscar más dinero de forma enfermiza.

Se encaminó hacia el navío con la chica a su lado tranquilamente. Su expresión era bastante tranquila y relajada. Una vez llegó se despidió de la chica y entró en su camarote. Dejó las armas sobre la mesa y tras quitarse la ropa se tumbó en la cama quedando solo con un pantalón. Su torso estaba bastante fuerte pero nada exagerado. Cerró los ojos con las gafas de Sol puestas y trató de dormir. Echarse una buena siesta siempre era bueno después de todo y no se hacía daño a nadie. La rubia quizás también dormía o quizás no. Eso ya dependía de ella pero el cazador necesitaba descansar y bajar la comida. El pescado había estado sublime sin duda alguna pero el camarero había sido lo malo. Ese amante de los billetes estaría ahora comiéndose las monedas mientras reía macabramente o algo así. Por suerte ese asunto ya no era cosa suya.