Qui Gon Blackheart
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Hacía una preciosa tarde de sol y el fornido buscaba algo que hacer en Arabasta. Corría el rumor de que había un revolucionario con un buen precio por su cabeza por los alrededores y quería comprobarlo pos sí mismo. Además, nunca había estado en Arabasta. El sol comenzaba a apretar y el luchador cansado de buscar por sí mismo empezó a preguntar a los ciudadanos. Al parecer nadie había oído hablar de ningún revolucionario por la zona y empezaban a mirarlo con caras raras como si pensasen que él fuese un revolucionario.
Llevaba ya unos minutos con su investigación pero no pudo dar con nadie que supiera nada. De pronto la vista del fornido pudo avistar algo. Un hombre había robado un maletín a otro y se había ido corriendo. Lo siguió hasta un callejón sin que se diese cuenta y lo acechaba para de un golpe atrapar a aquel malhechor. Aquel hombre abrió el maletín, estaba lleno de berries y además dentro había unos guantes de cuero negro sin dedos con piedras azules en los nudillos. Qui Gon corrió hacia él y de un golpe en la nuca bastante fuerte lo dejó fuera de combate. El maletín estaba hasta arriba de berries, ahí debería haber como cuarenta millones a parte de los guantes. El navegante cerró el maletín intentando no dejarse llevar por la avaricia. Si aquel hombre había perdido tanto dinero probablemente se metería en problemas así que salió a buscarlo para devolvérselo. Salió del callejón y volvió sobre sus pasos. Entonces encontró al hombre hablando con un agente de la ley, seguramente denunciando los hechos. El fornido le dio el maletín al hombre el cual estaba muy agradecido por haberle devuelto aquel valioso maletín. Lo abrió y comprobó que todo estaba en orden. Estaba todo correcto salvo por una cosa…
- Disculpe señor pero estos guantes no son míos. Puedes quedártelos si quieres.
La cara de Qui Gon mostró una sonrisa y los aceptó de buena gana, la verdad es que eran bastante bonitos y quedarían de lujo en su colección de guantes que algún día empezaría. Estirazó los brazos los cuales le crujieron un poco y procedió a seguir su camino, pero antes de irse pudo ver como algunos hombres acechaban al tipo del maletín a pesar de que iba acompañado por un agente de la ley. Esto hizo que el luchador se interesase y siguiese también a aquel hombre de cerca.
Llevaba ya unos minutos con su investigación pero no pudo dar con nadie que supiera nada. De pronto la vista del fornido pudo avistar algo. Un hombre había robado un maletín a otro y se había ido corriendo. Lo siguió hasta un callejón sin que se diese cuenta y lo acechaba para de un golpe atrapar a aquel malhechor. Aquel hombre abrió el maletín, estaba lleno de berries y además dentro había unos guantes de cuero negro sin dedos con piedras azules en los nudillos. Qui Gon corrió hacia él y de un golpe en la nuca bastante fuerte lo dejó fuera de combate. El maletín estaba hasta arriba de berries, ahí debería haber como cuarenta millones a parte de los guantes. El navegante cerró el maletín intentando no dejarse llevar por la avaricia. Si aquel hombre había perdido tanto dinero probablemente se metería en problemas así que salió a buscarlo para devolvérselo. Salió del callejón y volvió sobre sus pasos. Entonces encontró al hombre hablando con un agente de la ley, seguramente denunciando los hechos. El fornido le dio el maletín al hombre el cual estaba muy agradecido por haberle devuelto aquel valioso maletín. Lo abrió y comprobó que todo estaba en orden. Estaba todo correcto salvo por una cosa…
- Disculpe señor pero estos guantes no son míos. Puedes quedártelos si quieres.
La cara de Qui Gon mostró una sonrisa y los aceptó de buena gana, la verdad es que eran bastante bonitos y quedarían de lujo en su colección de guantes que algún día empezaría. Estirazó los brazos los cuales le crujieron un poco y procedió a seguir su camino, pero antes de irse pudo ver como algunos hombres acechaban al tipo del maletín a pesar de que iba acompañado por un agente de la ley. Esto hizo que el luchador se interesase y siguiese también a aquel hombre de cerca.
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El día era caluroso con leches pero no iba a ser problema para el pequeño grupo revolucionario que habían enviado hacia la isla. Al parecer estaba formado por unos cuatro hombres. Un médico con algo de prestigio entre los suyos. También había un científico novato y un cocinero. Parecía una cuadrilla básica pero el mejor de todos era el que los lideraba ese día. El depredador de la revolución, Silver D. Dranser. Era un hombre con el rango de oficial y su cabeza estaba valorada en 350.000.000 berries. Una suma interesante que podía hacer feliz a muchos marines o agentes, incluso cazadores. Capturarle significaba ascensos y fama pero era una misión suicida. No era un tipo fácil de tratar en el tema de los combates. Desafiarle era recibir una paliza y si eras espadachín, la muerte. De todas formas el chico no esperaba tener problemas aquel día.
Ahora estaba sobre un pequeño edificio con su equipo. Sus cabellos castaños eran pinchudos y alborotados. Era como si no se hubiese peinado en años. Portaba una venda blanca en la cabeza y el tono de sus ojos era azulado. Era una persona alta llegando a los 185 centímetros con facilidad. Su cuerpo era fuerte y definido. Vestía con una camiseta negra de manga corta que le estaba pegada dejando lucirse a sus brazos. También tenía un chaleco corto de color mostaza y unos pantalones largos del mismo tono. En sus pies llevaba sus botas habituales. También tenía dos vainas en las que guardaba a Gin Kiba y a Shiro Kiba. Aquellas espadas especiales que tanto usaba para despachar enemigos. Su mirada parecía calmada y ahora observaba a un hombre con un maletín. Un joven castaño se lo había devuelto de un ladrón que había osado robarlo.
Dranser soltó un suspiro junto a los otros tres hombres. – Parece que ese es el tipo que estamos buscando. Dentro del maletín debería estar el dinero que le han chorizado al colegio de huérfanos. – En ese momento el espadachín le ordenó a sus hombres que lo recuperasen. Los tres revolucionarios salieron de la nada y corrieron a por el tipo. Sin embargo éste estaba con un hombre de la ley que abatió a los tres novatos con una especie de porra negra. El depredador soltó un suspiro desde las alturas. – No entiendo como dejan salir a estos hombres de la base. – Dijo desilusionado para después saltar él mismo desde el tejado y colocarse tras el guardia. Aquel hombre se giró tratando de lanzarle un golpe con la porra pero en ese momento el chico activó la fruta. – “Araña tejedora” – Pensó mientras generaba con los tres dedos centrales de su mano derecha tres hilos de telaraña de un centímetro de grosor. Además los envolvió en haki y de un movimiento rápido realizó tres graves cortes en el tipo.
La sangre salió de su cuerpo tras un grito cayó al suelo estando herido de gravedad. Después el joven miró al hombre del maletín con una sonrisa la mar de tranquila. – Caballero deje eso en el suelo y váyase antes de que le corte a usted también. – Una vez dijo eso se dio cuenta de que había una persona de cabellos castaños allí (Qui Gon) simplemente le dedicó una sonrisa tranquila para después volver a mirar al asustado hombre que ponía el maletín en el suelo. El resto de revolucionarios estaban durmiendo y parecían bastante patéticos.
Ahora estaba sobre un pequeño edificio con su equipo. Sus cabellos castaños eran pinchudos y alborotados. Era como si no se hubiese peinado en años. Portaba una venda blanca en la cabeza y el tono de sus ojos era azulado. Era una persona alta llegando a los 185 centímetros con facilidad. Su cuerpo era fuerte y definido. Vestía con una camiseta negra de manga corta que le estaba pegada dejando lucirse a sus brazos. También tenía un chaleco corto de color mostaza y unos pantalones largos del mismo tono. En sus pies llevaba sus botas habituales. También tenía dos vainas en las que guardaba a Gin Kiba y a Shiro Kiba. Aquellas espadas especiales que tanto usaba para despachar enemigos. Su mirada parecía calmada y ahora observaba a un hombre con un maletín. Un joven castaño se lo había devuelto de un ladrón que había osado robarlo.
Dranser soltó un suspiro junto a los otros tres hombres. – Parece que ese es el tipo que estamos buscando. Dentro del maletín debería estar el dinero que le han chorizado al colegio de huérfanos. – En ese momento el espadachín le ordenó a sus hombres que lo recuperasen. Los tres revolucionarios salieron de la nada y corrieron a por el tipo. Sin embargo éste estaba con un hombre de la ley que abatió a los tres novatos con una especie de porra negra. El depredador soltó un suspiro desde las alturas. – No entiendo como dejan salir a estos hombres de la base. – Dijo desilusionado para después saltar él mismo desde el tejado y colocarse tras el guardia. Aquel hombre se giró tratando de lanzarle un golpe con la porra pero en ese momento el chico activó la fruta. – “Araña tejedora” – Pensó mientras generaba con los tres dedos centrales de su mano derecha tres hilos de telaraña de un centímetro de grosor. Además los envolvió en haki y de un movimiento rápido realizó tres graves cortes en el tipo.
La sangre salió de su cuerpo tras un grito cayó al suelo estando herido de gravedad. Después el joven miró al hombre del maletín con una sonrisa la mar de tranquila. – Caballero deje eso en el suelo y váyase antes de que le corte a usted también. – Una vez dijo eso se dio cuenta de que había una persona de cabellos castaños allí (Qui Gon) simplemente le dedicó una sonrisa tranquila para después volver a mirar al asustado hombre que ponía el maletín en el suelo. El resto de revolucionarios estaban durmiendo y parecían bastante patéticos.
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En un momento volvieron a asaltar al hombre pero el agente del orden logró abatirlos a tiempo. El luchador seguía observando desde las sombras. Había mucho dinero, sí pero no era normal que tanta gente fuese a por él. Si no aquel hombre habría contratado a un guardaespaldas. De repente un hombre apareció, tenía el pelo castaño y pinchudo y parecía peligroso. Hizo un movimiento leve con los dedos y el oficial quedó derrotado sangrando en el suelo. Esto hizo que Qui Gon se sorprendiera, aquel hombre parecía bastante fuerte y por su apariencia parecía un espadachín como su compañero Nokoyuri. Aquel hombre se quedó mirando al hombre del maletín el cual lo soltaba lentamente en el suelo.
Entonces el castaño miró al luchador dedicándole una sonrisa y siguió mirando como aquel pobre hombre soltaba el maletín con los brazos temblorosos. Qui Gon no pudo aguantar más tiempo escondido, además, ya lo habían visto. Anduvo tranquilamente hasta colocarse entre el maletín y aquel hombre de pelo castaño. El hombre que estaba con el maletín salió corriendo como alma que lleva el diablo llorando y moqueando, como si hubiese visto un fantasma. Qui Gon se cruzó de brazos y miró fijamente a aquel hombre (Dranser).
- No sé por qué deduzco que eres el revolucionario al que busco. ¿Lo eres? Y de ser cierto… ¿Qué interés tienes en este maletín? Es muy extraño que un hombre viaje solo con un maletín lleno de dinero por la calle y que solo lo escolte un mero agente de la ley. Encima es atacado por un revolucionario… Aquí algo huele mal y quiero saberlo.
Dependiendo de la respuesta de aquel hombre el luchador se presentaría formalmente y le ofrecería la mano en señal de amistad y saludo. Si la respuesta era explicativa y no violenta actuaría como tal, de ser violenta o condescendiente actuaría de otra forma. El objetivo del navegante no era entregar a aquel revolucionario sino saber más sobre él. Había oído todo tipo de comentarios sobre aquella persona desde que era un santo hasta un terrible demonio asesino. La curiosidad del luchador era demasiado potente y quería conocer a ese gran hombre que a tantos había derrotado y que contaba con un gran precio por su cabeza. Si tanto precio tenía no sería por ser un enclenque aunque cosas peores se habían visto.
Entonces el castaño miró al luchador dedicándole una sonrisa y siguió mirando como aquel pobre hombre soltaba el maletín con los brazos temblorosos. Qui Gon no pudo aguantar más tiempo escondido, además, ya lo habían visto. Anduvo tranquilamente hasta colocarse entre el maletín y aquel hombre de pelo castaño. El hombre que estaba con el maletín salió corriendo como alma que lleva el diablo llorando y moqueando, como si hubiese visto un fantasma. Qui Gon se cruzó de brazos y miró fijamente a aquel hombre (Dranser).
- No sé por qué deduzco que eres el revolucionario al que busco. ¿Lo eres? Y de ser cierto… ¿Qué interés tienes en este maletín? Es muy extraño que un hombre viaje solo con un maletín lleno de dinero por la calle y que solo lo escolte un mero agente de la ley. Encima es atacado por un revolucionario… Aquí algo huele mal y quiero saberlo.
Dependiendo de la respuesta de aquel hombre el luchador se presentaría formalmente y le ofrecería la mano en señal de amistad y saludo. Si la respuesta era explicativa y no violenta actuaría como tal, de ser violenta o condescendiente actuaría de otra forma. El objetivo del navegante no era entregar a aquel revolucionario sino saber más sobre él. Había oído todo tipo de comentarios sobre aquella persona desde que era un santo hasta un terrible demonio asesino. La curiosidad del luchador era demasiado potente y quería conocer a ese gran hombre que a tantos había derrotado y que contaba con un gran precio por su cabeza. Si tanto precio tenía no sería por ser un enclenque aunque cosas peores se habían visto.
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Dranser observó como aquel patético idiota soltaba el maletín en el suelo y huía como una rata cobarde. El castaño no tardó en tratar de coger aquel objeto lleno de dinero cuando de repente la persona de antes se puso en medio. Una sonrisa siniestra se formó en el rostro del depredador de la revolución. Ese chico tenía valor suficiente como para ponerse en peligro frente al jodido oficial de la rebelión. Parecía estar loco pero el domador ahora se quedó mirándolo con calma en lugar de precipitarse. No había mostrado gestos violentos y no iba armado. Tampoco vestía un uniforme que le hiciera miembro de algún poder militar y por ello no tenía que ponerse a malas. Ahora simplemente soltó una leve carcajada amistosa escuchando sus palabras. Su mantra le indicaba que tenía más poder que cualquiera de sus hombres pero estaba lejos de él, demasiado lejos.
Estaba buscándole al parecer y no entendía el motivo pero de todas formas ahora se cruzó de brazos con toda la calma del mundo. Ese tipo le conocía y eso podía deberse a su fama o a los propios carteles dónde su precio estaba expuesto a todo el mundo. De todas formas no había por qué ponerse a malas por un motivo tonto. – Veo que me conoces. Si quieres saber la respuesta deberías venir conmigo al colegio de huérfanos de las afueras. – Una vez dijo aquello se echó a un lado y trató de tomar el maletín. Sin embargo un disparo se escuchó y el castaño se detuvo. Un jodido marine le estaba apuntando con una pistola y en su capa ponía claramente la palabra “Teniente”. Un cargo alto y de los difíciles. Éste hombre le ordenó que colocara sus manos en la cabeza y simplemente se rindiera. El revolucionario simplemente le miró de forma amable y levantó las manos.
Aquel hombre empezó a acercarse despacio con el arma en su mano. Tenía un den den mushi en la otra y empezó a hablar. – He capturado a Silver, el oficial revolucionario. Exijo que traigan refuerzos… – Antes de que terminase la frase, aquel tipo tenía un inmenso corte desde la cintura hasta el hombro derecho. La herida pasaba incluso por todo el torso de forma profunda. Sin poder decir nada más sus ojos quedaron en blanco y cayó al suelo. Dranser se había movido a una velocidad impresionante y había finalizado aquella tontería con su espada Gin Kiba ¿Cómo lo había hecho tan veloz? Había usado su ámbito “Kaze” para recubrir su arma con un viento cortante más poderoso y que hacía más ligeras sus armas. Aquello sumado a su buena capacidad de espadachín le hacía un tipo peligroso. Sin embargo su sonrisa había estado todo el tiempo en su rostro. Aquel hombre estaba herido de gravedad pese a ser un cargo alto, era un monstruo.
A continuación volvió a dirigir su mirada al chico con toda la calma del mundo para después sonreírle mientras envainaba su espada lentamente. – ¿Has decidido acompañarme entonces? – Mencionó ahora estirando su mano derecha hacia el maletín y tratando de cogerlo.
Estaba buscándole al parecer y no entendía el motivo pero de todas formas ahora se cruzó de brazos con toda la calma del mundo. Ese tipo le conocía y eso podía deberse a su fama o a los propios carteles dónde su precio estaba expuesto a todo el mundo. De todas formas no había por qué ponerse a malas por un motivo tonto. – Veo que me conoces. Si quieres saber la respuesta deberías venir conmigo al colegio de huérfanos de las afueras. – Una vez dijo aquello se echó a un lado y trató de tomar el maletín. Sin embargo un disparo se escuchó y el castaño se detuvo. Un jodido marine le estaba apuntando con una pistola y en su capa ponía claramente la palabra “Teniente”. Un cargo alto y de los difíciles. Éste hombre le ordenó que colocara sus manos en la cabeza y simplemente se rindiera. El revolucionario simplemente le miró de forma amable y levantó las manos.
Aquel hombre empezó a acercarse despacio con el arma en su mano. Tenía un den den mushi en la otra y empezó a hablar. – He capturado a Silver, el oficial revolucionario. Exijo que traigan refuerzos… – Antes de que terminase la frase, aquel tipo tenía un inmenso corte desde la cintura hasta el hombro derecho. La herida pasaba incluso por todo el torso de forma profunda. Sin poder decir nada más sus ojos quedaron en blanco y cayó al suelo. Dranser se había movido a una velocidad impresionante y había finalizado aquella tontería con su espada Gin Kiba ¿Cómo lo había hecho tan veloz? Había usado su ámbito “Kaze” para recubrir su arma con un viento cortante más poderoso y que hacía más ligeras sus armas. Aquello sumado a su buena capacidad de espadachín le hacía un tipo peligroso. Sin embargo su sonrisa había estado todo el tiempo en su rostro. Aquel hombre estaba herido de gravedad pese a ser un cargo alto, era un monstruo.
A continuación volvió a dirigir su mirada al chico con toda la calma del mundo para después sonreírle mientras envainaba su espada lentamente. – ¿Has decidido acompañarme entonces? – Mencionó ahora estirando su mano derecha hacia el maletín y tratando de cogerlo.
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El luchador se quedó mirando a aquel hombre sin apartar la vista de sus ojos. Su respuesta fue una condición al parecer, acompañarle hasta una escuela de huérfanos a las afueras, aquello podría suponer una trampa para el luchador por lo que se estaba empezando a poner alerta cuando un disparo sonó. La bala rozó el hombro del luchador impactando en su armadura. “Esa bala casi me da, bueno… Me ha dado pero de refilón” pensó el luchador. Entonces vio como el castaño desapareció y en un instante acabó hiriendo de gravedad a aquel marine en el cual podía diferenciarse la palabra “Teniente”.
El castaño volvió de nuevo a por el maletín mientras le preguntaba a Qui Gon si le seguiría hasta el colegio. Aquel hombre había derrotado a un agente de la ley y a un marine, la gente hacía rato que había huido en cuanto aparecieron los primeros hombres intentando arrebatar el maletín y no había nadie más allí salvo ellos. Al parecer el teniente había pedido refuerzos y aquel sitio no tardaría mucho en llenarse de marines. - Esto subirá el precio por tu cabeza, ¿sabes? Aun así… Iré contigo, no quiero rollos con los marines. El luchador no tenía ganas de dar explicaciones ni quería meterse en líos así que decidió acompañar al castaño. La idea de una emboscada se desvaneció en el momento en el que atacó al marine, si hubiese querido acabar con él lo habría hecho allí mismo, además mantenerle con vida era un peligro más que una ventaja para él.
No tardaron en llegar al colegio de huérfanos. Era un lugar bastante tétrico, las paredes carecían de pintura y estaban desconchadas. A algunas se les veían hasta los ladrillos. El suelo estaba hecho una pena y en el patio había unas porterías de fútbol bastante oxidadas y abolladas sin red. En el tejado podía visualizarse sin mucho esfuerzo que faltaban algunas tejas y probablemente tendrían problemas de humedades y es que llovía en aquel lugar que por suerte no solía ser mucho. El navegante se paró junto al castaño y habló calmadamente con él.
- ¿Por qué me has traído aquí? Por cierto, mi nombre es Qui Gon.
El castaño volvió de nuevo a por el maletín mientras le preguntaba a Qui Gon si le seguiría hasta el colegio. Aquel hombre había derrotado a un agente de la ley y a un marine, la gente hacía rato que había huido en cuanto aparecieron los primeros hombres intentando arrebatar el maletín y no había nadie más allí salvo ellos. Al parecer el teniente había pedido refuerzos y aquel sitio no tardaría mucho en llenarse de marines. - Esto subirá el precio por tu cabeza, ¿sabes? Aun así… Iré contigo, no quiero rollos con los marines. El luchador no tenía ganas de dar explicaciones ni quería meterse en líos así que decidió acompañar al castaño. La idea de una emboscada se desvaneció en el momento en el que atacó al marine, si hubiese querido acabar con él lo habría hecho allí mismo, además mantenerle con vida era un peligro más que una ventaja para él.
No tardaron en llegar al colegio de huérfanos. Era un lugar bastante tétrico, las paredes carecían de pintura y estaban desconchadas. A algunas se les veían hasta los ladrillos. El suelo estaba hecho una pena y en el patio había unas porterías de fútbol bastante oxidadas y abolladas sin red. En el tejado podía visualizarse sin mucho esfuerzo que faltaban algunas tejas y probablemente tendrían problemas de humedades y es que llovía en aquel lugar que por suerte no solía ser mucho. El navegante se paró junto al castaño y habló calmadamente con él.
- ¿Por qué me has traído aquí? Por cierto, mi nombre es Qui Gon.
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Dranser escuchó las palabras de aquella persona y no tardó en soltar una leve carcajada. Precio por su cabeza, la verdad es que tenía razón pero ya no había vuelto a atrás. Esos hijos de puta le habían buscado las cosquillas cuando mataron a su… bueno aquello era otra historia realmente pero hizo que el espadachín sonriera con nostalgia. Por el momento no decidió responder a aquello y simplemente con el maletín en mano empezó a caminar con aquella persona. Era musculosa sin duda y parecía tener determinación por la forma en la que se había metido en medio. Tal vez estaba ante un posible rival formidable en el futuro pero quitó aquello de su mente. No tendría rivales salvo espadachines pues él llegaría a ser el mejor del mundo pasase lo que pasase.
No tardó en llegar junto a aquella persona al colegio de las afueras. El estado era pésimo la verdad y daba bastante pena. Un lugar horrible sin duda alguna. De repente aquella persona le preguntó el por qué de llevarle a aquel sitio y además se presentó. En ese momento el joven oficial se quedó mirándole con una expresión muy calmada. – Lo veras enseguida Qui Gon. Pero te pediré una cosa, no dejes de sonreír, por favor… – Le dijo aquello en un tono un poco apenado. Después de unos momentos unos niños empezaron a salir por las puertas y a correr hacia el depredador. Se pusieron a abrazarle con felicidad mientras le daban la bienvenida. – Dranser-san ¿Quién es este hombre? – Dijo una pequeña niña que iba en silla de ruedas. El espadachín se arrodilló y le tomó la mano con una sonrisa amable. – Se llama Qui Gon, es un amigo. – En ese momento los chicos empezaron a rodear al luchador.
Del interior comenzó a acercase un hombre mayor que iba con una muleta. Nada más llegar a la posición dónde estaban ellos miró el maletín. – Muchísimas gracias. Sin este dinero no podríamos reparar esto como es debido… – El castaño no tardó entonces en soltar una leve carcajada y señalar a su acompañante. – No me des las gracias a mi, Jeiser-san. Este hombre ha sido el que me ha ayudado a recuperar el dinero robado. – Dijo ahora señalando a Qui Gon y viendo como el anciano se le acercaba. Él por su parte se quedó de brazos cruzados mirando el estado del colegio con una sonrisa. En aquel momento algo malo pasó. – ¡Que nadie se mueva! ¡Dadnos el dinero! – El culpable de aquellas palabras era el cobarde que había salido corriendo y seis hombres armados que apuntaban con pistolas a todos. Aquello hizo que Dranser apretara los puños de rabia. – Bajad las armas si no os importa, hay niños delante. – En ese momento aquellos tipos no solo apuntaron a los pequeños, sino que dispararon contra uno de ellos para mostrar que no iban a broma.
Las caras de los críos eran de terror puro pero por suerte el joven al que habían disparado estaba a salvo. En su lugar estaba Silver de espaldas y abrazando al crió con una sonrisa. La sangre comenzó a salir de su costado derecho pero él no quería asustar a los niños. – Anda, entrad al interior… – Dijo de forma amable mientras ellos asentían y se iban asustados. A continuación el espadachín soltó un quejido clavando una rodilla en el suelo y se dio la vuelta mirándolos ¿Había sido más rápido que una bala? Su haki de observación y su habilidad de moverse a cien metros por segundo habían sido suficientes. Pero ahora parecía estar herido y no de forma leve. – Qui Gon, júzgame tú mismo ¿Te parezco un criminal? – Dijo ahora mientras tomaba su espada y de una onda cortante eliminaba a uno de ellos.
No tardó en llegar junto a aquella persona al colegio de las afueras. El estado era pésimo la verdad y daba bastante pena. Un lugar horrible sin duda alguna. De repente aquella persona le preguntó el por qué de llevarle a aquel sitio y además se presentó. En ese momento el joven oficial se quedó mirándole con una expresión muy calmada. – Lo veras enseguida Qui Gon. Pero te pediré una cosa, no dejes de sonreír, por favor… – Le dijo aquello en un tono un poco apenado. Después de unos momentos unos niños empezaron a salir por las puertas y a correr hacia el depredador. Se pusieron a abrazarle con felicidad mientras le daban la bienvenida. – Dranser-san ¿Quién es este hombre? – Dijo una pequeña niña que iba en silla de ruedas. El espadachín se arrodilló y le tomó la mano con una sonrisa amable. – Se llama Qui Gon, es un amigo. – En ese momento los chicos empezaron a rodear al luchador.
Del interior comenzó a acercase un hombre mayor que iba con una muleta. Nada más llegar a la posición dónde estaban ellos miró el maletín. – Muchísimas gracias. Sin este dinero no podríamos reparar esto como es debido… – El castaño no tardó entonces en soltar una leve carcajada y señalar a su acompañante. – No me des las gracias a mi, Jeiser-san. Este hombre ha sido el que me ha ayudado a recuperar el dinero robado. – Dijo ahora señalando a Qui Gon y viendo como el anciano se le acercaba. Él por su parte se quedó de brazos cruzados mirando el estado del colegio con una sonrisa. En aquel momento algo malo pasó. – ¡Que nadie se mueva! ¡Dadnos el dinero! – El culpable de aquellas palabras era el cobarde que había salido corriendo y seis hombres armados que apuntaban con pistolas a todos. Aquello hizo que Dranser apretara los puños de rabia. – Bajad las armas si no os importa, hay niños delante. – En ese momento aquellos tipos no solo apuntaron a los pequeños, sino que dispararon contra uno de ellos para mostrar que no iban a broma.
Las caras de los críos eran de terror puro pero por suerte el joven al que habían disparado estaba a salvo. En su lugar estaba Silver de espaldas y abrazando al crió con una sonrisa. La sangre comenzó a salir de su costado derecho pero él no quería asustar a los niños. – Anda, entrad al interior… – Dijo de forma amable mientras ellos asentían y se iban asustados. A continuación el espadachín soltó un quejido clavando una rodilla en el suelo y se dio la vuelta mirándolos ¿Había sido más rápido que una bala? Su haki de observación y su habilidad de moverse a cien metros por segundo habían sido suficientes. Pero ahora parecía estar herido y no de forma leve. – Qui Gon, júzgame tú mismo ¿Te parezco un criminal? – Dijo ahora mientras tomaba su espada y de una onda cortante eliminaba a uno de ellos.
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Aquel hombre había recuperado el dinero que al parecer era para arreglar aquel colegio, algo dentro de Qui Gon hizo que se conmoviera. Era uno de los actos más solidarios y desinteresados que había visto en mucho tiempo. Se podía ver la cara de felicidad del anciano y el eterno agradecimiento que le profesaba al castaño. Los niños parecían felices y no paraban de corretear y sonreír por todas partes queriendo jugar.
Entonces llegó el hombre de antes, el que llevaba el maletín y estaba dispuesto a llevárselo por las buenas o por las malas. Antes de que el luchador pudiese reaccionar uno de los hombres armados que lo acompañaban disparó a uno de los niños. La cara de Qui Gon demostraba totalmente asombro e ira. Aquel hombre apenas podía contener su rabia y solo dios sabe que aquellos hombres habían elegido a un mal enemigo. Por suerte aquel castaño había salvado a muchacho interponiéndose en medio y recibiendo el disparo por él. Se giró y de una onda cortante derribó a uno de ellos. Dijo que le juzgase el propio luchador y preguntó si le parecía un criminal.
- No te preocupes, todos parecemos criminales a los ojos de las personas equivocadas.
El luchador apretó los puños y se puso los guantes de cuero negro con las piedras azules en los nudillos. Se dirigió lo más rápidamente posible hacia el hombre que llevaba antes el maletín, mientras hacía esto iba zarandeándose por si podía esquivar alguna bala. Sin embargo recibió dos impactos uno en el brazo izquierdo y otro en el costado izquierdo también. Cuando estuvo lo suficientemente cerca dio un puñetazo con todas sus fuerzas a la cara de aquel hombre. Mientras golpeaba pudo ver como una costra de escarcha se formaba en la cara de aquel hombre entonces Qui Gon susurró las palabras Edge of Doom. La cara de aquel hombre se resquebrajó y su cabeza acabó cortada en pedazos del tamaño de una pelota de tenis. La sangre bañó al luchador y este se relamió mirando con odio al resto de personas que lo acompañaban.
- ¿Alguno más quiere probar mi hielo cortante?
Entonces llegó el hombre de antes, el que llevaba el maletín y estaba dispuesto a llevárselo por las buenas o por las malas. Antes de que el luchador pudiese reaccionar uno de los hombres armados que lo acompañaban disparó a uno de los niños. La cara de Qui Gon demostraba totalmente asombro e ira. Aquel hombre apenas podía contener su rabia y solo dios sabe que aquellos hombres habían elegido a un mal enemigo. Por suerte aquel castaño había salvado a muchacho interponiéndose en medio y recibiendo el disparo por él. Se giró y de una onda cortante derribó a uno de ellos. Dijo que le juzgase el propio luchador y preguntó si le parecía un criminal.
- No te preocupes, todos parecemos criminales a los ojos de las personas equivocadas.
El luchador apretó los puños y se puso los guantes de cuero negro con las piedras azules en los nudillos. Se dirigió lo más rápidamente posible hacia el hombre que llevaba antes el maletín, mientras hacía esto iba zarandeándose por si podía esquivar alguna bala. Sin embargo recibió dos impactos uno en el brazo izquierdo y otro en el costado izquierdo también. Cuando estuvo lo suficientemente cerca dio un puñetazo con todas sus fuerzas a la cara de aquel hombre. Mientras golpeaba pudo ver como una costra de escarcha se formaba en la cara de aquel hombre entonces Qui Gon susurró las palabras Edge of Doom. La cara de aquel hombre se resquebrajó y su cabeza acabó cortada en pedazos del tamaño de una pelota de tenis. La sangre bañó al luchador y este se relamió mirando con odio al resto de personas que lo acompañaban.
- ¿Alguno más quiere probar mi hielo cortante?
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El luchador se había ocupado de la vida del payaso que quería robar de nuevo el maletín. La verdad es que no se esperaba un ataque del tipo cortante. Aquello le hizo sonreír de lado pero todavía quedaban cinco hombres armados. La situación ahora que entraron los niños al edificio en ruinas había cambiado. Era el momento clave de que el oficial mostrase por qué tenía un rango tan alto. Sus ojos analizaron a aquellos tipos mientras su mano derecha se posaba despacio en la herida de su costado. Estaba perdiendo demasiado líquido carmesí y no podía arriesgarse a desangrarse de aquella forma. Si moría a manos de unos simples atracadores, su vida no habría tenido sentido. Era un lujo que por su parte no iba a permitirse de ninguna manera. Si había enfrentado a comodoros, capitanes y comandantes podría con unos idiotas armados.
Dranser sonrió de lado al mismo tiempo que con su mano izquierda sacaba su espada Shiro Kiba. Cerró los ojos despacio para poder concentrarse y acto seguido mostró una expresión más serio mientras apretaba el puño derecho. – ¡Flamas! – Gritó al mismo tiempo que la hoja de su arma se recubría de fuego. A continuación se colocó la parte ancha en la herida empezando a cicatrizarla. Soltó un quejido impresionante y trató de contener las lágrima debido al dolor tan intenso que sentía. Después de unos instantes pudo calmarse y después lanzó otras dos ondas cortantes pero éstas estaban prendidas en llamas. La vida de un par de delincuentes de aquellos había finalizado. Con aquello se daba por satisfecho pero ya que estaba podía aprovechar el momento y terminar de asegurarse de que aquellos idiotas no iban a molestar más. Los niños no merecían ser tratados de aquella forma y mucho menos delante de los ojos del depredador.
A continuación uno de aquellos hombres le apuntó con una extraña arma y al apretar el gatillo un dardo se clavó en su pectoral izquierdo. El castaño lo arrancó enseguida un poco extrañado y después miró a aquel imbécil a los ojos de forma seria. – ¡Hahaha! Ese dardo iba bañado en el veneno de la cobra real. Estás perdido. – Una sonrisa se formó en el rostro del revolucionario que ahora se relamió despacio y mostró una expresión divertida. No podía creer que incluso le atacasen con veneno pero aquel jodido animal era muy peligroso. Debía de darse prisa en neutralizar la toxina y ya sabía cómo hacerlo. – Fauna fauna no… ¡Zarigüeya! – En ese momento activó la habilidad del animal nombrado. Aquellos seres tenían la capacidad de eliminar venenos con una sustancia que sus organismos fabricaban y él tenía esa ventaja. Podía imitar características animales y las de aquellos mamíferos estaban entre las suyas.
En ese momento se empezó a sentir mejor pues por la velocidad empleada tan solo le había dado tiempo a notar cierto mareo. Ahora empezó a sonreír de lado y sin pensárselo se desplazó hacia aquellos tres que faltaban. De un tajo ardiente de su espada eliminó al de los venenos. Los otros dos se lanzaron a por él con sables pero el perfecto espadachín los pudo bloquear sacando con la mano libre a Gin Kiba. Una vez lo hizo anuló sus llamas para no derrochar energía. Después de aquello lanzó un poderoso corte en equis con ambas armas y dejó en el pecho del payaso de la derecha un corta bastante serio. Sintió el dolor en sus propias carnes y el pobre inútil quedó desmayado en el suelo. El último al ver lo que estaba pasando trató de huir lo más rápido posible pero entonces un jodido ser surgió de la arena. Un enorme lagarto de tres metros de alto y ocho de largo. Era de un tono morado y sus ojos eran rojizos. La bestia miró a los dos castaños y avanzó despacio hacia ellos. – Lo siento pero yo no mato animales… – Dijo envainando sus armas mientras observaba a su compañero para ver que hacía él.
Dranser sonrió de lado al mismo tiempo que con su mano izquierda sacaba su espada Shiro Kiba. Cerró los ojos despacio para poder concentrarse y acto seguido mostró una expresión más serio mientras apretaba el puño derecho. – ¡Flamas! – Gritó al mismo tiempo que la hoja de su arma se recubría de fuego. A continuación se colocó la parte ancha en la herida empezando a cicatrizarla. Soltó un quejido impresionante y trató de contener las lágrima debido al dolor tan intenso que sentía. Después de unos instantes pudo calmarse y después lanzó otras dos ondas cortantes pero éstas estaban prendidas en llamas. La vida de un par de delincuentes de aquellos había finalizado. Con aquello se daba por satisfecho pero ya que estaba podía aprovechar el momento y terminar de asegurarse de que aquellos idiotas no iban a molestar más. Los niños no merecían ser tratados de aquella forma y mucho menos delante de los ojos del depredador.
A continuación uno de aquellos hombres le apuntó con una extraña arma y al apretar el gatillo un dardo se clavó en su pectoral izquierdo. El castaño lo arrancó enseguida un poco extrañado y después miró a aquel imbécil a los ojos de forma seria. – ¡Hahaha! Ese dardo iba bañado en el veneno de la cobra real. Estás perdido. – Una sonrisa se formó en el rostro del revolucionario que ahora se relamió despacio y mostró una expresión divertida. No podía creer que incluso le atacasen con veneno pero aquel jodido animal era muy peligroso. Debía de darse prisa en neutralizar la toxina y ya sabía cómo hacerlo. – Fauna fauna no… ¡Zarigüeya! – En ese momento activó la habilidad del animal nombrado. Aquellos seres tenían la capacidad de eliminar venenos con una sustancia que sus organismos fabricaban y él tenía esa ventaja. Podía imitar características animales y las de aquellos mamíferos estaban entre las suyas.
En ese momento se empezó a sentir mejor pues por la velocidad empleada tan solo le había dado tiempo a notar cierto mareo. Ahora empezó a sonreír de lado y sin pensárselo se desplazó hacia aquellos tres que faltaban. De un tajo ardiente de su espada eliminó al de los venenos. Los otros dos se lanzaron a por él con sables pero el perfecto espadachín los pudo bloquear sacando con la mano libre a Gin Kiba. Una vez lo hizo anuló sus llamas para no derrochar energía. Después de aquello lanzó un poderoso corte en equis con ambas armas y dejó en el pecho del payaso de la derecha un corta bastante serio. Sintió el dolor en sus propias carnes y el pobre inútil quedó desmayado en el suelo. El último al ver lo que estaba pasando trató de huir lo más rápido posible pero entonces un jodido ser surgió de la arena. Un enorme lagarto de tres metros de alto y ocho de largo. Era de un tono morado y sus ojos eran rojizos. La bestia miró a los dos castaños y avanzó despacio hacia ellos. – Lo siento pero yo no mato animales… – Dijo envainando sus armas mientras observaba a su compañero para ver que hacía él.
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El castaño no tardó en derrotar al resto de oponentes y uno de ellos intentó escapar. Mientras peleaba dijo algo como “Fauna Fauna no zarigüeya”. Al parecer ese tipo era usuario de una fruta pero no parecía una fruta cualquiera. Usaba las espadas que daba gusto verle, le recordaba mucho a su compañero de banda Nokoyuri y eso le gustaba. Aunque no parecía tan loco como este último, se le veía más cuerdo y con un profundo sentimiento de justicia.
Entonces salió del suelo un lagarto gigante. Qui Gon no pudo evitar dejar caer los hombros mientras pensaba: “¿En serio? ¿Ahora un bicho gigante?” El luchador estaba cansado y sus heridas no le permitirían estar en la contienda durante mucho tiempo, esperaba ayuda de parte del castaño pero este envainó sus espadas alegando que él no luchaba contra animales, un pensamiento muy respetable y loable pero un tanto inoportuno para el luchador. El animal se acercaba lentamente hacia él y el fornido se colocaba la mano en la herida del costado mientras intentaba pensar en un plan. Entonces vio como la sangre que caía sobre las piedras azules de sus nuevos guantes se congelaba y caían al suelo y se le ocurrió una idea. Se quitó los guantes y se colocó sus guantes Urano. Una sonrisa malévola recorrió la cara del fornido y corrió hacia el lagarto como buenamente pudo aguantando todo el dolor posible pero no podía evitar soltar muecas de dolor y su respiración era violenta. Dio un salto para acabar en la cabeza de aquel reptil. Una vez encima aprovechó que aquel animal abría la boca para tirar dentro los guantes de cuero negro que se había quitado. El animal se zarandeó fuertemente lo que hizo que el luchador cayera justo delante de él. Qui Gon rodaba de un lado a otro esquivando las patas para evitar ser aplastado. Al parecer el plan estaba surtiendo efecto y aquel animal de sangre fría estaba sintiendo como si se hubiese tragado un cubito que crecía y crecía en su interior. El fornido logró ponerse en pie y le dio un puñetazo en la garganta al animal usando Edge of Doom y la explosión de los guantes Urano. El animal salió disparado hacia atrás quedando boca arriba con la garganta totalmente rajada y reventada.
Se puso en pie a duras penas y caminó hasta el castaño volviendo a poner su mano en su costado, cuando estuvo frente a él rasgó su camiseta y se la colocó a modo de vendaje para presionar la herida del costado y la del brazo. La herida del costado no era muy grave, apenas una rozadura pero al pelear con el lagarto se había abierto y necesitaba ser taponada al menos.
- Bueno, parece que esos no darán más por saco en una temporada a no ser que resuciten. Jajajaja. Tengo una pregunta más para ti, dijiste que no matas animales y eso lo respeto pero… quiero saber el porqué y ¿por qué no luchas sin matarlos? Asustándolos o dejándolos KO minimizas daños y puedes salvar alguna vida como la mía. Jajajaja.
La risa de Qui Gon sonaba bastante apagada a como solía reír de costumbre. Estaba muy cansado y sus heridas dolían bastante. Había perdido bastante sangre y perder más sería problemático.
- Así que Dranser, ¿eh? Te parece si entramos en el colegio, es posible que tengan un kit de primeros auxilios y podamos curarnos nuestras heridas aunque veo que tu ya te has realizado una cauterización.
Entonces salió del suelo un lagarto gigante. Qui Gon no pudo evitar dejar caer los hombros mientras pensaba: “¿En serio? ¿Ahora un bicho gigante?” El luchador estaba cansado y sus heridas no le permitirían estar en la contienda durante mucho tiempo, esperaba ayuda de parte del castaño pero este envainó sus espadas alegando que él no luchaba contra animales, un pensamiento muy respetable y loable pero un tanto inoportuno para el luchador. El animal se acercaba lentamente hacia él y el fornido se colocaba la mano en la herida del costado mientras intentaba pensar en un plan. Entonces vio como la sangre que caía sobre las piedras azules de sus nuevos guantes se congelaba y caían al suelo y se le ocurrió una idea. Se quitó los guantes y se colocó sus guantes Urano. Una sonrisa malévola recorrió la cara del fornido y corrió hacia el lagarto como buenamente pudo aguantando todo el dolor posible pero no podía evitar soltar muecas de dolor y su respiración era violenta. Dio un salto para acabar en la cabeza de aquel reptil. Una vez encima aprovechó que aquel animal abría la boca para tirar dentro los guantes de cuero negro que se había quitado. El animal se zarandeó fuertemente lo que hizo que el luchador cayera justo delante de él. Qui Gon rodaba de un lado a otro esquivando las patas para evitar ser aplastado. Al parecer el plan estaba surtiendo efecto y aquel animal de sangre fría estaba sintiendo como si se hubiese tragado un cubito que crecía y crecía en su interior. El fornido logró ponerse en pie y le dio un puñetazo en la garganta al animal usando Edge of Doom y la explosión de los guantes Urano. El animal salió disparado hacia atrás quedando boca arriba con la garganta totalmente rajada y reventada.
Se puso en pie a duras penas y caminó hasta el castaño volviendo a poner su mano en su costado, cuando estuvo frente a él rasgó su camiseta y se la colocó a modo de vendaje para presionar la herida del costado y la del brazo. La herida del costado no era muy grave, apenas una rozadura pero al pelear con el lagarto se había abierto y necesitaba ser taponada al menos.
- Bueno, parece que esos no darán más por saco en una temporada a no ser que resuciten. Jajajaja. Tengo una pregunta más para ti, dijiste que no matas animales y eso lo respeto pero… quiero saber el porqué y ¿por qué no luchas sin matarlos? Asustándolos o dejándolos KO minimizas daños y puedes salvar alguna vida como la mía. Jajajaja.
La risa de Qui Gon sonaba bastante apagada a como solía reír de costumbre. Estaba muy cansado y sus heridas dolían bastante. Había perdido bastante sangre y perder más sería problemático.
- Así que Dranser, ¿eh? Te parece si entramos en el colegio, es posible que tengan un kit de primeros auxilios y podamos curarnos nuestras heridas aunque veo que tu ya te has realizado una cauterización.
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Dranser observó como el luchador se enfrentaba a aquella cosa usando tan solo unos guantes para ello. Los luchadores realmente eran impresionantes y pese a que no compartía sus mismos estilos de lucha, los admiraba un poco. Él por su parte siempre había preferido usar la espada antes que cualquier otra arma. Dominaba las katanas, bastardas, largas y demás. De hecho por el momento tan solo tenía dos y delgadas. Tal vez en un futuro debiera hacerse otras mejores pero por el momento continuaba con aquellas y no pensaba cambiarlas. De hecho a Shiro Kiba le había cogido mucho cariño y su habilidad de triplicar ondas en el aire era impresionante realmente. Una lástima que sus adversarios vieran aquello una habilidad demasiado molesta para evadir.
En poco tiempo el chico pudo derrotar a aquella cosa con un tremendo golpe que le había reventado la garganta con bastante facilidad. Seguramente la arena se iba a teñir de sangre y al espadachín le daba un poco de pena que fuese con la de un animal. Sin embargo aquellas cosas no atendían a razones. Los putos lagartos de Arabasta eran criaturas muy peligrosas y solo un domador experto podría domarlas. Por suerte él estaba en camino para eso. Tan solo le quedaba aprender un par de cosas más y podría domar bestias increíbles. Iba a merecer la pena y de esa forma ellas no iban a sufrir para nada. En ese momento el castaño se acercó a él y empezó a hablar. Le hizo una pregunta que provocó una sonrisa un poco forzada en el revolucionario. Él había hecho una promesa a cierta persona antes de morir, dicha persona lo era todo para él y lo peor es que nunca pudo confesarle lo que sentía por ella. – Pues fue a causa de una promesa… no quiero dañar animales de ninguna forma. Algún día creare una reserva natural gigante dónde todos puedan estar en libertad… – Dijo aquello con un tono un poco apagado.
Entonces escuchó las palabras del luchador y no tardó en soltar una leve carcajada. Se quedó mirándole y le hizo un signo para que le siguiera. – Vamos, sígueme. Seguro que dentro hay muchos. – Una vez dijo eso empezó a caminar despacio junto a él, dirigiéndose al interior de aquella escuela en ruinas. Una vez estuvo dentro pudo ver al resto de niños que continuaban asustados y aquel hombre con ellos. – No os preocupéis. Los hombres malos están muertos. – Los niños empezaron a reír y saltar de alegría. Dranser era muy directo y sin tapujos decía la palabra “muertos” delante de los críos. Por culpa de aquello luego se amenazaban entre ellos con matarse pero solo eran niños. Entonces el chico pudo ver en la pared un botiquín de primeros auxilios. Él no sabía nada de medicina pero suponía que el otro hombre sabría lo básico y le lanzó el objeto. – Ahí tienes, socio. – Una vez se lo hubo pasado, se sentó en una silla con toda la calma del mundo.
En ese momento se olvidó de que sus hombres continuaban durmiendo en Arabasta. De todas formas se los encargaron sin permiso. No eran de la división siete de modo que no tenía por qué hacerse cargo de ellos. Ahora se cruzó de brazos y notó como el hombre de la guardería se acercaba de nuevo a él. – Últimamente hay mucho atracador. El dinero del casino de Rainbase es demasiado malo. – Silver conocía aquel sitio. Era la base del que fue el Shichibukai Crocodile hacía ya más de doscientos años. De todas formas un casino era legal. La gente que lo habitaba no tenía por qué serlo. Soltó un suspiro y ahora acarició su espada con cuidado mientras pensaba en su siguiente paso. – Creo que debería dirigirme al puerto pero habrá la de Dios de marines. – Suspiró sabiendo que iba a tener que cortarlos.
En poco tiempo el chico pudo derrotar a aquella cosa con un tremendo golpe que le había reventado la garganta con bastante facilidad. Seguramente la arena se iba a teñir de sangre y al espadachín le daba un poco de pena que fuese con la de un animal. Sin embargo aquellas cosas no atendían a razones. Los putos lagartos de Arabasta eran criaturas muy peligrosas y solo un domador experto podría domarlas. Por suerte él estaba en camino para eso. Tan solo le quedaba aprender un par de cosas más y podría domar bestias increíbles. Iba a merecer la pena y de esa forma ellas no iban a sufrir para nada. En ese momento el castaño se acercó a él y empezó a hablar. Le hizo una pregunta que provocó una sonrisa un poco forzada en el revolucionario. Él había hecho una promesa a cierta persona antes de morir, dicha persona lo era todo para él y lo peor es que nunca pudo confesarle lo que sentía por ella. – Pues fue a causa de una promesa… no quiero dañar animales de ninguna forma. Algún día creare una reserva natural gigante dónde todos puedan estar en libertad… – Dijo aquello con un tono un poco apagado.
Entonces escuchó las palabras del luchador y no tardó en soltar una leve carcajada. Se quedó mirándole y le hizo un signo para que le siguiera. – Vamos, sígueme. Seguro que dentro hay muchos. – Una vez dijo eso empezó a caminar despacio junto a él, dirigiéndose al interior de aquella escuela en ruinas. Una vez estuvo dentro pudo ver al resto de niños que continuaban asustados y aquel hombre con ellos. – No os preocupéis. Los hombres malos están muertos. – Los niños empezaron a reír y saltar de alegría. Dranser era muy directo y sin tapujos decía la palabra “muertos” delante de los críos. Por culpa de aquello luego se amenazaban entre ellos con matarse pero solo eran niños. Entonces el chico pudo ver en la pared un botiquín de primeros auxilios. Él no sabía nada de medicina pero suponía que el otro hombre sabría lo básico y le lanzó el objeto. – Ahí tienes, socio. – Una vez se lo hubo pasado, se sentó en una silla con toda la calma del mundo.
En ese momento se olvidó de que sus hombres continuaban durmiendo en Arabasta. De todas formas se los encargaron sin permiso. No eran de la división siete de modo que no tenía por qué hacerse cargo de ellos. Ahora se cruzó de brazos y notó como el hombre de la guardería se acercaba de nuevo a él. – Últimamente hay mucho atracador. El dinero del casino de Rainbase es demasiado malo. – Silver conocía aquel sitio. Era la base del que fue el Shichibukai Crocodile hacía ya más de doscientos años. De todas formas un casino era legal. La gente que lo habitaba no tenía por qué serlo. Soltó un suspiro y ahora acarició su espada con cuidado mientras pensaba en su siguiente paso. – Creo que debería dirigirme al puerto pero habrá la de Dios de marines. – Suspiró sabiendo que iba a tener que cortarlos.
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Dranser le dijo al luchador que el motivo para no matar animales era una promesa. Qui Gon asintió dándole la razón y pensando que si era una promesa se veía lógico que no actuase. Además aquel hombre lo dijo con un tono algo apagado, supongo que aquella persona a la que le hizo la promesa debería ser muy importante para él. Entonces el fornido no pudo evitar pensar en Ashhu, su pequeña mascota. Hacía mucho que no la veía y no le gustaba llevársela a las misiones por miedo a que le causaran daño.
Dranser le avisó para que le siguiera y ambos se dirigieron a paso lento hasta la escuela. Todo parecía ya algo más calmado y tranquilo pero los niños y el hombre seguían dentro asustados. Cuando los vieron aparecer se alegraron algo, entonces el castaño dijo que los malos estaban muertos. Muertos… Esa palabra era algo fuerte para los niños pero parecía no importarles, dios sabe por qué cosas podrían haber pasado aquellas criaturas. Se sentaron en unas sillas y Dranser le pasó un botiquín de primeros auxilios al fornido. No sabía mucho de medicina pero sí lo suficiente como para no morir. Se desinfectó las heridas con agua oxigenada, las secó y aplicó un poco de yodo lo que hizo que soltase una mueca de dolor. Luego puso un par de gasas en cada una de ellas y las vendó para detener la hemorragia totalmente y evitar que se infectase. Eso solo eran primeros auxilios y lo más indicado sería acudir a un hospital.
El luchador ya se sentía algo mejor y suspiró aliviado viendo como sus fuerzas dejaban de mermar. Oyó al viejo decir que últimamente había muchos atracadores y que el dinero del casino estaba como podrido. Esto hizo que el luchador frunciera el ceño. “Un casino lleno de mala gente… Qué filón más apetitoso para hacer negocio, probablemente vuelva en otra ocasión” pensó. Luego Dranser dijo que tendría que ir al puerto y que estaría lleno de marines. Entonces a Qui Gon se le ocurrió una idea.
- Oye, ¿y si nos intercambiamos la ropa? Nos parecemos bastante, aunque dudo que puedas engañarlos a todos ellos si te cubres la cabeza. Al menos podrías evadir a algunos de ellos, no todos son malas personas y cuantos menos muertos haya mejor o al menos yo pienso así. Yo podría ir con tu ropa, así puedo hacer de distracción. Si me preguntan les digo que me obligaste. ¿Qué te parece el plan?
Dranser le avisó para que le siguiera y ambos se dirigieron a paso lento hasta la escuela. Todo parecía ya algo más calmado y tranquilo pero los niños y el hombre seguían dentro asustados. Cuando los vieron aparecer se alegraron algo, entonces el castaño dijo que los malos estaban muertos. Muertos… Esa palabra era algo fuerte para los niños pero parecía no importarles, dios sabe por qué cosas podrían haber pasado aquellas criaturas. Se sentaron en unas sillas y Dranser le pasó un botiquín de primeros auxilios al fornido. No sabía mucho de medicina pero sí lo suficiente como para no morir. Se desinfectó las heridas con agua oxigenada, las secó y aplicó un poco de yodo lo que hizo que soltase una mueca de dolor. Luego puso un par de gasas en cada una de ellas y las vendó para detener la hemorragia totalmente y evitar que se infectase. Eso solo eran primeros auxilios y lo más indicado sería acudir a un hospital.
El luchador ya se sentía algo mejor y suspiró aliviado viendo como sus fuerzas dejaban de mermar. Oyó al viejo decir que últimamente había muchos atracadores y que el dinero del casino estaba como podrido. Esto hizo que el luchador frunciera el ceño. “Un casino lleno de mala gente… Qué filón más apetitoso para hacer negocio, probablemente vuelva en otra ocasión” pensó. Luego Dranser dijo que tendría que ir al puerto y que estaría lleno de marines. Entonces a Qui Gon se le ocurrió una idea.
- Oye, ¿y si nos intercambiamos la ropa? Nos parecemos bastante, aunque dudo que puedas engañarlos a todos ellos si te cubres la cabeza. Al menos podrías evadir a algunos de ellos, no todos son malas personas y cuantos menos muertos haya mejor o al menos yo pienso así. Yo podría ir con tu ropa, así puedo hacer de distracción. Si me preguntan les digo que me obligaste. ¿Qué te parece el plan?
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Dranser pudo contemplar como aquel chico se curaba bien las heridas. No era un mal médico. Tal vez no de profesión pero el hombre sabía lo que hacer para no morirse desangrado. Fue un alivio que lo lograse pues ya estaba preparando su técnica de fuego para quemarle. Supuso que no iba a ser necesario por lo visto y no pudo evitar sonreír de forma tranquila. Lo hubiese hecho desde el primer momento pero no quería que el pobre luchador tuviese que sentir aquella horrible temperatura en su piel abrasarle. Aunque fuese una décima parte de la verdadera temperatura del fuego, continuaba siendo demasiada. Tampoco es que le gustase usar su espada para ir quemando gente inocente habiendo botiquines. Por suerte ahora estaba todo resulto con aquellos chicos. Debía de estar bien con el dinero de aquel maletín que les habían tratado de robar.
En ese momento suspiró pensando en cómo poder pasar por el puerto sin tener que partir en dos a los marines. Cosa que podía hacer sin problemas, si le ponían un tanque incluso, lo haría pedazos con su espada. Estaba demasiado orgulloso de su habilidad como espadachín y su fuerza otorgada por la fruta le hacía además uno de los más letales. De la revolución al menos se consideraba el número uno pues en el tema de la espada pocos había que pudiesen hacerle frente. Como mucho Flea tal vez era el único que le podía poner las cosas interesantes. Por el resto no había nadie que le tosiera. Entonces se acordó del capullo de Krauser, ese tío no era espadachín, así que no contaba por mucho poder que tuviese. De hecho ahora mismo no sabía ni por qué estaba pensando en los mejores de la rebelión cuando debía centrarse en salir de aquella isla cuanto antes. Los otros rebeldes ya se las apañarían para salir de allí en cuanto pudiesen hacerlo.
De repente escuchó las palabras de aquel chico y alzó una ceja mientras le observaba. La verdad es que si se parecían pues ambos compartían el mismo color de ojos, cabellos y un cuerpo un poco similar. Tal vez el de aquel hombre era más corpulento. Era una idea realmente rara pero podía funcionar y él no se vería envuelto en líos. Cada cual era libre de llevar la ropa que desease. – Entonces si no te importa aceptaré tu oferta, Qui Gon-san. – Entonces se quitó el chaleco y después la camiseta. Con aquello bastaría y no haría falta nada más. Tampoco había que traumatizar a los niños demasiado. Le tendería su ropa y a continuación cogería la suya. Se pondría aquella camiseta y después mostraría una sonrisa calmada. En ese momento tomó el comunicador y lo activó mientras empezaba a hablar. – He finalizado y me dirijo al barco. Hay mucho marine seguro y he cambiado la ropa. Iré bajo tierra hasta llegar al puerto. – Una vez dijo aquello colgó.
En ese momento suspiró pensando en cómo poder pasar por el puerto sin tener que partir en dos a los marines. Cosa que podía hacer sin problemas, si le ponían un tanque incluso, lo haría pedazos con su espada. Estaba demasiado orgulloso de su habilidad como espadachín y su fuerza otorgada por la fruta le hacía además uno de los más letales. De la revolución al menos se consideraba el número uno pues en el tema de la espada pocos había que pudiesen hacerle frente. Como mucho Flea tal vez era el único que le podía poner las cosas interesantes. Por el resto no había nadie que le tosiera. Entonces se acordó del capullo de Krauser, ese tío no era espadachín, así que no contaba por mucho poder que tuviese. De hecho ahora mismo no sabía ni por qué estaba pensando en los mejores de la rebelión cuando debía centrarse en salir de aquella isla cuanto antes. Los otros rebeldes ya se las apañarían para salir de allí en cuanto pudiesen hacerlo.
De repente escuchó las palabras de aquel chico y alzó una ceja mientras le observaba. La verdad es que si se parecían pues ambos compartían el mismo color de ojos, cabellos y un cuerpo un poco similar. Tal vez el de aquel hombre era más corpulento. Era una idea realmente rara pero podía funcionar y él no se vería envuelto en líos. Cada cual era libre de llevar la ropa que desease. – Entonces si no te importa aceptaré tu oferta, Qui Gon-san. – Entonces se quitó el chaleco y después la camiseta. Con aquello bastaría y no haría falta nada más. Tampoco había que traumatizar a los niños demasiado. Le tendería su ropa y a continuación cogería la suya. Se pondría aquella camiseta y después mostraría una sonrisa calmada. En ese momento tomó el comunicador y lo activó mientras empezaba a hablar. – He finalizado y me dirijo al barco. Hay mucho marine seguro y he cambiado la ropa. Iré bajo tierra hasta llegar al puerto. – Una vez dijo aquello colgó.
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El castaño aceptó el trato y se quitó la parte de arriba de sus ropas. Y se las pasó a Qui Gon, este hizo lo mismo pero sin darle la armadura. Esa era una de sus posesiones más preciadas y por ahora no se la daría a cualquiera. Se puso la ropa de aquel hombre y la verdad es que no le quedaba nada mal, de no ser porque desentonaba con sus pantalones bombachos. Una vez recuperó sus fuerzas, el luchador se despidió de los niños y de aquel hombre marchando de nuevo hacia la ciudad dirigiéndose hasta el puerto. Siguió a Dranser hasta que llegaron a la entrada del puerto y se prepararon para tomar caminos diferentes.
- Aquí nos separamos, amigo. Espero que no tengas muchos problemas, volveremos a vernos.
El luchador alzó su brazo izquierdo para que chocaran sus antebrazos en símbolo de amistad. Tras esto, lo hiciera o no. Qui Gon se dirigiría hacia el puerto pasando cerca de un grupo de marines que patrullaba la zona. Aquellos hombres gritaron diciendo que se detuviese y lo rodearon rápidamente unos veinte marines de rangos diferentes. Le apuntaban con sus armas y no paraban de gritarle que no se moviera. Qui Gon se quedó quieto y alzó los brazos, pero no mucho pues estaba herido.
- Por fin te atrapamos Dranser, esto hará que ascendamos. Jajajajaja.
- Me temo que no soy Dranser. Si os referís a aquel espadachín abraza tortugas, fue él quien me atacó y me cambió la ropa. Dijo que huiría en globo desde las afueras de la ciudad. Yo vine al puerto a alertaros, si os dais prisa aún podréis atrapar a ese maldito canalla. Por si aún no me creéis comprobad en la base de datos si me parezco a ese hombre, yo soy más guapo.
Aquellos marines se miraban algo sorprendidos y se regañaban los unos a los otros diciendo que yo no era Dranser y que cómo me podrían haber confundido. En unos momentos se largaron rápidamente metiéndose dentro de la ciudad, un par de ellos realizaban llamadas desde sus Den Den Mushi alertando a sus superiores de que el revolucionario iba a huir en globo. Todo estaba saliendo a pedir de boca y el fornido se dirigió a tomar un barco rumbo a su próximo destino.
- Aquí nos separamos, amigo. Espero que no tengas muchos problemas, volveremos a vernos.
El luchador alzó su brazo izquierdo para que chocaran sus antebrazos en símbolo de amistad. Tras esto, lo hiciera o no. Qui Gon se dirigiría hacia el puerto pasando cerca de un grupo de marines que patrullaba la zona. Aquellos hombres gritaron diciendo que se detuviese y lo rodearon rápidamente unos veinte marines de rangos diferentes. Le apuntaban con sus armas y no paraban de gritarle que no se moviera. Qui Gon se quedó quieto y alzó los brazos, pero no mucho pues estaba herido.
- Por fin te atrapamos Dranser, esto hará que ascendamos. Jajajajaja.
- Me temo que no soy Dranser. Si os referís a aquel espadachín abraza tortugas, fue él quien me atacó y me cambió la ropa. Dijo que huiría en globo desde las afueras de la ciudad. Yo vine al puerto a alertaros, si os dais prisa aún podréis atrapar a ese maldito canalla. Por si aún no me creéis comprobad en la base de datos si me parezco a ese hombre, yo soy más guapo.
Aquellos marines se miraban algo sorprendidos y se regañaban los unos a los otros diciendo que yo no era Dranser y que cómo me podrían haber confundido. En unos momentos se largaron rápidamente metiéndose dentro de la ciudad, un par de ellos realizaban llamadas desde sus Den Den Mushi alertando a sus superiores de que el revolucionario iba a huir en globo. Todo estaba saliendo a pedir de boca y el fornido se dirigió a tomar un barco rumbo a su próximo destino.
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Dranser se había puesto en camino junto al castaño para de esa forma llegar juntos al pueblo cuanto antes. El plan era bastante bueno pero el revolucionario sabía cómo salir de allí a la perfección. Encima con la ayuda del mercenario estaba todo hecho sin tener que correr peligro de los payasos de los marines. No tardaron mucho en llegar a la entrada. Una vez estuvieron allí se despidieron y aquel chico se fue por otro lado. Al parecer iba a servir de distracción. Ahora el depredador sabía bien lo que iba a hacer. Al menos se había despedido de los huérfanos y al tipo le había dado su número por si pasaba algo que le avisaran de inmediato. Entonces él iría a toda prisa y mataría a todo aquel que intentase molestarlos.
De repente el espadachín usó su habilidad animal del topo y de un salto usó sus manos para atravesar el suelo con violencia. Empezó a desplazarse usando su haki de observación para saber por donde no debía ir. Sabía cuál era la dirección en la que se hallaba el barco. Estuvo así unos momentos hasta que mostró una siniestra sonrisa. Pudo notar como las auras se iban y eso le indicó que su compañero había cumplido. Entonces esperó unos momentos para después salir de la tierra y activar su habilidad del águila para salir volando. Ahora estaba bastante alejado y por ello sabía que lo tenía todo listo para huir sin problemas. En ese momento divisó el barco.
El chico aterrizó en la cubierta despacio y allí estaban hasta sus troncos revolucionarios. También los que habían ido con él, los cuales estaban llenos de vendajes hasta los ojos. El chico no pudo evitar sonreír ante aquello mientras le hacía una señal al contramaestre para que pusiera rumbo a Saint Reia. – Bueno pues aquí ya está todo hecho. Es hora de irnos señores. Cuando lleguemos pienso comer y dormir durante tres días enteros. – Una vez dijo aquello se estiró un poco y comenzó a caminar hacia el interior del barco. Caminó por los pasillos de forma tranquila y dando leves silbidos mientras colocaba sus manos en los bolsillos. Después se quitó la camiseta y la puso en el perchero de su habitación. Sin pensárselo se tiró a la cama y cerró los ojos para irse a dormir de una vez por todas. El día había estado bien.
De repente el espadachín usó su habilidad animal del topo y de un salto usó sus manos para atravesar el suelo con violencia. Empezó a desplazarse usando su haki de observación para saber por donde no debía ir. Sabía cuál era la dirección en la que se hallaba el barco. Estuvo así unos momentos hasta que mostró una siniestra sonrisa. Pudo notar como las auras se iban y eso le indicó que su compañero había cumplido. Entonces esperó unos momentos para después salir de la tierra y activar su habilidad del águila para salir volando. Ahora estaba bastante alejado y por ello sabía que lo tenía todo listo para huir sin problemas. En ese momento divisó el barco.
El chico aterrizó en la cubierta despacio y allí estaban hasta sus troncos revolucionarios. También los que habían ido con él, los cuales estaban llenos de vendajes hasta los ojos. El chico no pudo evitar sonreír ante aquello mientras le hacía una señal al contramaestre para que pusiera rumbo a Saint Reia. – Bueno pues aquí ya está todo hecho. Es hora de irnos señores. Cuando lleguemos pienso comer y dormir durante tres días enteros. – Una vez dijo aquello se estiró un poco y comenzó a caminar hacia el interior del barco. Caminó por los pasillos de forma tranquila y dando leves silbidos mientras colocaba sus manos en los bolsillos. Después se quitó la camiseta y la puso en el perchero de su habitación. Sin pensárselo se tiró a la cama y cerró los ojos para irse a dormir de una vez por todas. El día había estado bien.
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