Pescando Pulpos Hasta El Amanecer. [Pri-Pasado] [Dranser-Qui Gon]

La noche había empezado en aquella isla desértica. La verdad es que la temperatura era muy por debajo de lo habitual y el frío que hacía era considerable. Las personas iban derechas a sus casas cuando terminaban de hacer sus cosas. La mayoría de los habitantes cercanos al casino de Rainbase iban derechos a éste para poder calentarse con el alcohol y los juegos. De hecho tenían la seguridad de saber que en esos sitios tan lujosos no tenía por qué haber problemas. Los gorilas de la entrada eran realmente musculosos e imponían de forma bastante exagerada, cualquiera no tendría valor para meterse con ellos. Además dentro había más tipos armados y aquello solo significaba peligro. Sin embargo no todo eran tan bonito y en ese momento una de las mafias más peligrosas de los mares del Oeste estaba de visita. Tenían una de las mejoras habitaciones y seguramente estarían pasándolo bien con drogas y mujeres.

Aquellos cabrones habían tenido la poca cabeza de robarles unos documentos importantes a la rebelión y la verdad es que los necesitaban cuanto antes. Por ello habían mandado de nuevo a uno de sus valiosos oficiales a la isla, para que hiciese el trabajo como era necesario. Sin duda alguna aquel podía ser el motivo por el que se podía ver a una figura sobre el tejado del edificio. Con sus pintas no le iban a dejar entrar y por ello aquel espadachín conocido como Dranser trataba de colarse de alguna forma. Sus cabellos como siempre estaban apuntando a varias direcciones. Sus ropas consistían en una camiseta de manga larga y de un color negro, unos pantalones de un tono mostaza y un chaleco corto. En su cintura portaba dos fundas dónde guardaba sus armas para lo que fuese necesario. En su frente poseía aquella venda blanca que usaba para el flequillo.

Antes de nada se había pasado por la escuela de los huérfanos que al parecer había tenido muchísimos cambios e iba bastante bien. De hecho el tipo había tenido la amabilidad de darle de cenar un delicioso plato de puchero de arroz con patatas. Se había hartado y se sentía cómodo y satisfecho. Tan solo le faltaba encontrar una buena forma de entrar y en ese momento pudo ver como unos borrachos se tropezaban varias veces seguidas en la entrada. Los guardas los tomaron por las camisas y se dispusieron a echarlos de allí. En ese momento el chico saltó hasta el suelo y gracias a su habilidad animal del águila pudo levitar en el último momento. Después aterrizó anulando su poder y se coló a una velocidad bastante rápida para que de aquel modo no le pudiesen pillar de ninguna forma posible.

Hacía algo de fresco y Qui Gon se encontraba en Rainbase dando una vuelta por el lugar. Corría el rumor de que había una mafia peligrosa por el lugar, así que el luchador se decidió a investigar un poco sobre el tema. Él y las mafias no se solía llevar muy bien, las mafias suelen importarse más por la lealtad que por el dinero y la forma de ganarse al luchador era con dinero no con palabras vacías y promesas.

Unos porteros guardaban la entrada al casino y estaban echando a unos borrachos fuera. El castaño caminó tranquilamente para entrar dentro, quizás allí conseguiría algo de información. Algo pasó rápidamente dentro y el fornido no pudo distinguirlo bien, siguió adelante y una mano se puso sobre su hombro. Uno de los porteros agarraba al fornido y le impedía preseguir su marcha.

- Disculpe señor, pero usted no puede entrar ahí, no cumple con la norma de etiqueta.
- ¡Oh, disculpe! Le diré al sichibukai Madara que no pudo hacer su apuesta en el casino porque el portero era un tiquismiquis con la etiqueta.

El fornido vestía como siempre, con los pantalones bombachos, sus botas, la camiseta negra pegada, los tirantes rojos y la armadura que le cubría el brazo izquierdo. El gorila, algo asustado, soltó inmediatamente el hombro del castaño y lo dejó pasar dentro. Qui Gon hizo una seña de agradecimiento bajando levemente la cabeza con una mirada seria. Caminaba tranquilamente hacia la entrada cuando pudo ver el interior del casino. Todo estaba lleno de luces de colores por todas partes y parecía un lugar de bastante caché. El fornido miraba hacia todos lados buscando a alguien con cara de mafioso, pero allí todo el mundo tenía la misma cara de persona de poco fiar. Una chica morena con un traje rojo con mucho escote se acercó rápidamente al fornido y se agarró de su brazo acercándole las tetas.

- Hola, guapetón. ¿Me invitas a una copa?
- Di-di-di-disculpa señorita. Pe-pero no tengo dinero aquí. Solo estoy de pa-pa-paso.

La cara del castaño estaba roja pero lo que sí que parecían encendidas eran sus orejas que parecían iluminadas por focos rojos. Qui Gon no pudo evitar fijarse en el enorme escote de la chica y en lo buena que estaba, pero eso le indicaba claramente que solo era una cazafortunas y que había venido a aprovecharse de algún descuidado salidorro. La muchacha al oír al luchador puso cara de asco y se alejó de él mientras murmuraba unas palabras.

-¿Qué coño pasa que hoy con estos mafiosos? ¿Ninguno tiene dinero?

El revolucionario por fin estaba dentro de aquella jodida base del desierto, llena de toda clase de lujos y demás. La gente parecía ir toda vestida de la misma forma y eso hacía que él pareciese un intruso claramente. No podía permitir que aquello fuese así y ahora se dio cuenta de un tipo que parecía ir a los servicios. Tenía un aspecto salvaje pese a ir con un traje pues además de tener el pelo acabado en una cresta azul, sus ojos inspiraban odio. Probablemente iba a mear o a saber qué. Entonces el espadachín decidió seguirlo hasta el interior de forma disimulada para que no le dijese nada. Una vez entró aquel hombre, él se quedó fuera con los ojos entrecerrados para de aquella forma escuchar que iba a hacer. Pasaron unos veinte segundos y no podía oír nada, quedó extrañado por lo que decidió entrar.

Una vez lo hizo pudo ver a aquel deshecho social preparando una raya de alguna sustancia sobre uno de los lavabos. Le pareció una persona detestable y ahora se acercó por detrás con todo el cuidado posible para finalmente sacar la vaina de su arma. De un golpe brusco con ella imbuida en su haki armadura. Aquella persona cayó al suelo perdiendo la consciencia y entonces fue cuando el castaño aprovechó para meterlo en uno de los baños individuales. Allí le quitó la ropa y se la puso él para que no le dijesen nada. Tal vez su peinado desentonaba un poco pero no era algo que le importase mucho en aquel momento. Cerró con pestillo y pegó un salto por lo alto para poder salir. Había dejado el cuerpo en una postura en la que parecía que estaba teniendo problemas con su estómago. De modo que le podrían ver las piernas si se asomaban por debajo.

Una vez salió se ajustó aquella corbata roja para acto seguido camuflar las vainas de sus armas con la chaqueta del traje. Estaban metidas por dentro de su pantalón y tapadas por ésta. En ese momento activó su haki observación para poder detectar las presencias más fuertes de aquel local. Había algunas parecidas a la suya pero su favorita había sido una que ya conocía. Entonces pudo ver al tipo de los pantalones bombachos mientras una lagarta le trataba de sacar los cuartos. No pudo evitar sonreír de lado y empezar a caminar hacia él. Cuando la mujer se hubo ido el aprovechó para colocarse a su espalda y depositar su mano derecha en el hombro de aquella persona o al menos a intentarlo. – La caza de mafiosos está de moda hoy en día ¿Verdad? – Dijo con un tono amable y una sonrisa que inspiraba confianza. Cuando Qui Gon se diese la vuelta, si es que se la iba a dar, simplemente le saludaría alzando la mano.

La chica ya se había marchado y el luchador podía respirar tranquilo, debía tratar de controlar su mal habla con las mujeres. Suspiró profundamente mientras cerraba los ojos y movía la cabeza hacia los lados cuando notó que alguien le ponía la mano sobre el hombro.

- ¿Otra vez? Que no me voy de aquí, ¡leñe!

En cuanto se dio la vuelta pudo ver a Dranser vestido de traje y saludándolo con la mano. Era algo impactante verlo trajeado, como que no le pegaba demasiado.

- ¡Ey, colega! ¿Qué tal? Pues sí, he venido a investigar. He oído que hay unos mafiosos dando guerra por aquí y mi sentido de la justicia me ha impulsado a venir. Tú vienes a lo mismo, ¿me equivoco?

Qui Gon esbozaba una sonrisa y estaba bastante contento de volver a ver a aquel revolucionario con vida. La última vez armaron un buen jaleo para que pudiese escapar de la isla sin problemas. El fornido le hizo una seña para que lo acompañase hasta una barra donde pidió una jarra de hidromiel.

- No crees que te descubrirán al ir… así. No sé, te veo raro de más, aunque si hubieses venido como siempre también desentonarías mucho. Jajajajaja.

El fornido soltó una leve carcajada y dio un sorbo a la jarra. La colocó de golpe en la barra haciendo bastante ruido lo que hizo que un par de tipos que estaban al lado se quejasen.

- ¡Oye estúpido! Trata con más delicadeza la vajilla. ¡Hay que ver qué modales tienen estos catetos! ¿Quién te ha dejado entrar?

La palabra cateto era algo que a Qui Gon no le agradaba especialmente. Él se había criado en un pueblo y a pesar de que tenía una buena educación y era amable con la gente, algunas personas lo llamaban así por el simple hecho de ser un chico de pueblo. El castaño se giró hacia los hombres con una mirada aterradora que parecía que los fuese a asesinar.

¡Oh! Discúlpeme, su majestad. No sabía que estaba usted aquí. Si le parece bien, la próxima vez apoyaré la jarra sobre su cabeza, así no hará tanto ruido. Es que no controlo mi fuerza.

Dranser soltó una leve carcajada cuando escuchó las palabras de su colega. Él también se veía bastante raro con aquel traje puesto pero no le quedaba otra opción para no llamar la atención. El que si la iba a llamar iba a ser el luchador pues parecía no cambiarse e iba a ir con su habitual ropa. En ese momento le dijo que le siguiera y fue con él con toda la calma del mundo mientras mostraba una sonrisa ladeada. No tardaron en llegar a la barra, dónde el fornido pidió una jarra de hidromiel. El espadachín sin embargo se quedó mirando al tipo con tranquilidad y pidió una botella de agua. El camarero era un hombre de cabellos rubios y engominados hacia atrás, ojos azulados y traje blanco. Había bastante clase por allí y aquello empezaba a incomodar un poco al oficial de la rebelión.

Bebió de aquella agua que parecía ser fresca y buena, soltó una pequeña carcajada y justo cuando le iba a hablar a su socio, éste la lió. Al parecer se había pasado golpeando con el vaso en la barra y con su tremenda fuerza podía romperlo con facilidad. Además su comentario había sido ofensivo para aquellos hombres y uno de ellos se levantó. Dudaba que fuese un simple invitado ya que portaba un puñal en la mano. Empezó a caminar hacia ello cuando de repente el espadachín sonrió de lado y activó su poder de la araña tejedora. Movió la mano con delicadeza a un lado para después hacerlo de forma violenta. Había creado cinco hilos recubiertos de haki armadura y de un grosor de medio centímetro. El resultado había sido un corte importante en la zona abdominal de aquel tipo. Pegó un enorme chillido de dolor y cayó al suelo con el traje roto y comenzando a sangrar.

Dranser al ver aquello se hizo el tonto y continuó bebiendo de su vaso de agua con toda la calma del mundo. Tan solo había usado una de sus técnicas animales y realmente tenía todo un arsenal guardado bajo la manga. Varios guardas empezaron a acercarse entonces mientras fruncían el ceño. Ya todo daba igual pues el rebelde se estaba aburriendo demasiado. – ¡El gorila! – Gritó entonces al mismo tiempo que desenfundaba a Shirokami y de un corte rápido hacía caer a uno de aquellos capullos al suelo. Su fuerza ahora era muy superior debido a la activación de aquel animal. El gorila era un mamífero con una fuerza impresionante, ahora él poseía dicho poder. No tardó en alejar al resto con unos cuantos tajos más a varias direcciones. – ¡Todo el mundo quieto! ¡Quiero hablar con el líder! – Exigió entonces al mismo tiempo que sonreía de lado y miraba a los lados un poco inquieto.

Aquellos hombres estaban empezando a ponerse violentos, incluso uno de ellos había sacado un puñal. Qui Gon estaba preparado para darle un puñetazo a aquel tipo cuando una herida apareció en el vientre de aquel individuo. El luchador pudo ver una especie de cordón negro pasar que provenía de su compañero. Dranser se hacía el loco mientras aquel tipo gritaba en el suelo mientras sangraba. Su compañero miraba horrorizado lo que le había ocurrido y el miedo se reflejaba en sus ojos que parecían vibrar de puro terror. Unos guardas se acercaban hasta ellos y el fornido intentó disimular.

- ¡Oh, dios mío! ¡Ese hombre se ha intentado suicidar, se ha rajado el vientre con el puñal!

El luchador pretendía que aquella pésima actuación colase y que los dejasen investigar en paz. Pero para su sorpresa Dranser acabó por actuar atacando a aquellos hombres que se acercaban a ellos. El fornido suspiró profundamente y dio por acabado su plan de pasar desapercibidos. El espadachín no paraba de lanzar tajos y gritar al aire que estuviesen quietos y que quería ver al líder. Qui Gon terminó de beberse la jarra con toda la calma del mundo y cuando estuvo vacía la partió contra la barra. Cogió el culo de cristal, que había sobrevivido con forma estrellada y lo agarro con la mano tratando de no cortarse. Se levantó algo remolón del taburete y se puso en el centro de la sala con las manos arriba.

- ¡Policía! ¡Queremos hablar con su jefe así que traedlo aquí!

Algunas de las personas que estaban por allí cerca corrieron como alma que lleva el diablo, gritando y tropezándose. Al parecer hacerse pasar por policías en aquel lugar no iba a resultar como el luchador esperaba. El navegante bajó los brazos y tiró el cristal a unos metros de él mientras caminaba unos pasos para ponerse junto a Dranser.

- Parece que va a haber leña… Empiezo a pensar que cada vez que nos vemos hay pelea. Bueno… Allá a donde voy yo hay pelea. Jajajajajaja.

El luchador no pudo evitar reírse de la verdad de sus palabras. Desde que había iniciado su viaje para convertirse en un poderoso luchador no había hecho más que luchar en todas partes. Lugar que visitaba lugar donde había pelea, estuvo riéndose un rato pensando que quizás era él la causa de tanto enfrentamiento.

Dranser observó como su socio pretendía hacerse pasar por policía. La idea era extraña pero podía ser buena, algo que no funcionó pues todos corrían como perras. Aquello olía a delincuencia por todos lados y fue algo que le hizo gracia al castaño. La situación parecía estar bastante revuelta y en ese momento una de las puertas se abrió. Dos hombres surgieron de la nada y a juzgar con el haki del revolucionario, debían de ser bastante fuertes. El primero era un tipo moreno con el pelo pillado por una cola. El segundo un tipo de cabellos rojizos y cortos. Ambos vestían trajeados y parecían estar de malas. Mientras que uno portaba una espada, el otro parecía usar guanteletes. Era una gracia que los rivales estuviesen también compensados. En ese momento el moreno frunció el ceño y lanzó dos cortes al aire, produciendo dos ondas cortantes moradas. Avanzaban con un poder bastante grande hacia ello dos.

Silver mostró una pequeña sonrisa y de un solo tajo formó una onda azul que fue a por ellas. En pleno aire se multiplicó por sí sola y acabó con las de su oponente, además la restante cruzó por el medio de aquellos dos, haciendo la puerta añicos. Los ojos del de la coleta se abrieron como platos al ver semejante habilidad y aquello produjo una mirada irónica en el espadachín. – Soy Silver D. Dranser, oficial de la rebelión. Soy el hombre que se convertirá en el mejor espadachín del mundo. – Dicho aquello mostró una sonrisa ladeada. Sus ondas cortantes eran tremendamente burras debido al entrenamiento que les había dado. Una vez que hizo eso se quitó el traje y la camisa, quedando con su camiseta negra de manga larga. La situación debía de ser desesperada para aquellos dos capullos, tenían todas las de perder contra ellos.

El moreno frunció el ceño y cargó contra el revolucionario. – ¡Solo eres un farolero! – Un aura azulada empezó a recorrer al espadachín muy lentamente. Cuando aquel tipo estuvo cerca, Dranser lanzó un tajo a la cabeza pero entonces en mitad del corte cambió la dirección a unos diecisiete metros por segundo. El tipo no pudo ver nada y la consecuencia fue un corte profundo en el pecho. La vida del hombre de la coleta se apagó debido a la herida tan grave, después cayó al suelo con los ojos cerrado. Silver no solía matar a nadie que no fuese espadachín. Era sus forma de ver la vida, solo mataba a aquellos que blandían una espada en su contra. Como futuro general revolucionario que pensaba ser, debía demostrar sangre fría en aquellas situaciones. El pelirrojo se había lanzado a por el castaño pero confiaba en que u compañero pudiese derrotarle con una facilidad asombrosa.

Un par de hombres salieron a recibirlos, uno era espadachín mientras que el otro por su aspecto y guanteletes parecía ser un luchador. El fornido activó su haki de observación y pudo ver que no eran más que mindundis. Dranser no tardó mucho en encargarse del otro espadachín y esperaba que le dejase al luchador para él. Aquel tipo se lanzó rápidamente a por el castaño y este no pudo evitar sacar una sonrisa ante aquella osadía.

- ¿Acaso sabes dónde te estás metiendo?

El fornido imbuyó su puño en haki armadura y activó su técnica Definitive Punch, pudo evadir el ataque de su oponente sin problemas y entonces mostró una mirada asesina y dijo: - Me compadezco de tu alma. En ese mismo instante el castaño golpeó a aquel tipo en el pecho logrando una explosión debido a la acción de sus guantes. El hombre salió disparado atravesando 5 muros de aquel casino. Era un milagro que el cuerpo de aquel tipo resistiese todos aquellos golpes, pero parecía que los muros no eran de buena calidad. El fornido se giró mirando a Dranser y le sonrió.

- Bueno, ya va siendo hora de ir a por el capo, ¿no?

El fornido comenzaría a andar lentamente esperando que el rebelde le siguiera, se dirigió hasta unas escaleras que darían a la próxima planta del edificio. “Probablemente el mandamás estará arriba, en la zona VIP.” pensó el luchador. Unos gorilas vigilaban la entrada a la próxima planta y se interpusieron entre el fornido y su destino.

- Disculpe, no puede pasar, debe dar la vuelta y volver por donde ha venido, escoria.

El castaño no pudo evitar mostrar una mirada de incrédulo, apretó los dientes e intentó hablar amablemente con aquel idiota.

- Lo siento señor, pero tengo que pasar, he de hablar con el jefe para comentarle un par de cosas.

- Él no tiene nada que hablar con semejante mierda como tú.

Una vena se marcó en la frente del fornido y no pudo aguantarlo más, con todas sus fuerzas hundió su puño en el pecho de aquel hombre trajeado. Aquel tipo escupió algo de sangre y sus ojos se volvieron blancos, el otro gorila se quedó estupefacto y corrió escaleras arriba asustado tratando de avisar al resto de guardaespaldas.

Dranser pudo ver como su compañero terminaba también de derrotar a su oponente. En aquellos dos años se había vuelto bastante fuerte por lo que parecía. Estaba deseando continuar viendo sus habilidades. La verdad es que la iban a liar bastante bien pues si habían derrotado a aquellos dos con facilidad, a los de arriba les esperaría un destino similar. En aquel tiempo él estuvo en coma sin poder entrenar ni nada por el estilo. Le jodió bastante aquella pelea contra el rey de los cazadores. Si no hubiese perdido su brazo, seguramente habría vencido. La suerte que tuvo no fue muy buena ya que el combate con Flea le había dejado muy jodido. De todas formas debía de dejar de pensar en aquellas cosas, ahora estaba en otra época distinta a aquella. Era un oficial dispuesto a cambiar todo como él deseaba. Se dio cuenta de que Qui Gon empezó a avanzar.

Le siguió con toda la calma del mundo y con ambas manos en los bolsillos. El luchador no tardó en lanzar un tremendo puñetazo al gorila y lanzarlo por los aires. En ese momento el otro salió corriendo hacia arriba como alma que llevaba el diablo. Dranser alzó una ceja para después entrecerrar los ojos y activar su habilidad del escarabajo tigre. Se desplazó a una velocidad de cien metros por segundo para después aparecer frente a aquel tipo y alzar la pierna derecha. Su suela se estampó en la cara de aquel capullo, tomando antes su zapato un tono negro metálico que hizo al gorila caer escaleras. Una vez lo hizo soltó un pequeño suspiro y se sentó en el último escalón, esperando a que llegara el castaño. En cuanto llegase le hablaría tranquilamente. – Joder, tío creo que me estoy cansando de esto. Siempre la misma clase de cosas, cortes, sangre, cortes, sangre. – Dranser se aburría bastante.

Después de unos segundos subió tranquilamente y se encontró una situación interesante. Un capullo sentado en una silla y mirándoles con aires de grandeza. Cabellos plateados, ojos verdosos y cuerpo musculoso. Dicho hombre, ordenó a unos guardias correr por el dúo. Silver lanzó una sola onda cortante, la cual creció de forma exagera. El ataque partió en dos a cinco de los tipos, atravesó el edificio e hizo que tres casas más alejadas se cortasen en dos. La mirada de aquel tipo era de miedo en esos momentos. – Kurai mori, Ame no Fuyu, Kaze… – Con la unión de tres de sus técnicas, había destrozado completamente aquel sitio. El mafioso temblaba mirándole y en ese momento el castaño miró a su compañero. – Qui Gon, termínalo tú. – Dranser sentía las ganas de entrenar recorrer su cuerpo y seguramente es lo que iba a hacer tras aquel día.

Dranser no había tardado mucho en derrotar al otro gorila evitando que diera la voz de alerta, su velocidad fue impresionante y no tardó mucho en llegar al último escalón donde lo esperaba. Cuando el luchador llegó a estar frente a él le oyó decir unas palabras quejándose del cansancio y aburrimiento de hacer siempre lo mismo.

- No te preocupes amigo, dentro de poco todo habrá acabado. Es inevitable que haya violencia en este mundo y esta gente, al parecer, no aprende.

Terminaron de subir y entraron al siguiente piso. Allí estaba el jefe sentado, como si los estuviese esperando, y mandó a sus guardias a por ellos. Antes de que pudiese reaccionar el revolucionario había lanzado un ataque haciéndolo todo pedazos y acabando con aquellos tipos. El capo temblaba mirando al espadachín y Dranser le dijo al luchador que acabara él con esto. El fornido caminó hasta colocarse frente al mafioso y lo agarró por el cuello levantándolo a unos diez centímetros del suelo.

- ¿Dónde está el dinero que les robas a los ciudadanos?

Aquella mafia no solo había estafado a gente con su casino, sino que también estaba cobrando una serie de impuestos a los habitantes de la zona solo por el simple hecho de dejarlos con vida. Aquel jefe mafioso no era moco de pavo y no tardó en agarrarse con las piernas al brazo del luchador haciendo una llave para derribarlo. El castaño cayó sobre una mesa de madera, rompiéndola. Soltó un quejido de dolor y aquel tipo reía enfermizamente.

- Jajajajaja. Nunca os daré mi dinero, ¡aunque me cueste la vida!

El castaño se levantó del suelo quejándose del golpe en la espalda que había recibido, miró a aquel tipo con furia y comenzó a acumular energía.

- Pues eso te va a costar… La vida.

El fornido comenzó a cambiar de apariencia, su pelo se iba tornando cada vez más largo formando una pequeña melena leónida. Su piel se llenó de un fino y tupido pelo negro y su estatura comenzó a crecer hasta los tres metros. Había activado la forma híbrida de su fruta y su cabeza casi tocaba el techo de aquel lugar. El mafioso empezó a temblar de miedo e intentó huir a través de una puerta que daba a una salida de emergencia, pero el león negro se adelantó a él interponiéndose entre la salida y aquel tipo.

- Dijiste algo sobre tu vida, ¿verdad?

Tras decir esas palabras lanzó un puñetazo a aquel tipo en la cara haciendo que se golpease en la nuca al caer de espaldas. Su cabeza sangraba y aquel tipo permanecía sin vida en el suelo, lleno de rabia el león golpeó la pared con fuerza porque el jefe no había supuesto ningún reto para él. La pared se desmoronó dejando caer un puñado de billetes, aquellos cabrones habían emparedado los billetes para ocultarlos a los ojos de la Marina. Qui Gon volvió a su forma original y cogió una bolsa del casino que usaban para transportar el dinero de un lugar a otro y empezó a llenarla con aquellos billetes.

Dranser observaba la situación con toda la calma del mundo. Había escuchado las palabras del castaño, pero no le habían animado mucho. El mundo estaba lleno de idiotas y no se iban a acabar. Había cientos de islas llenas de malvados y aunque fuesen una por una derrocándolos, volverían a surgir nuevos en las anteriores. El bien contra el mal era una batalla eterna, la cual el mal tenía ganada desde los confines del mundo. Los azulados ojos del espadachín se clavaron en la pared destrozada, a lo mejor se había pasado con su ataque. De todas formas le daba lo mismo, ese sitio lleno de imbéciles no merecía un trato mejor. De hecho, por su mente rondaba la idea de quemarlo totalmente. No iba a lamentar que ardieran unos cabrones abusones. Si no tenía consideración con el gobierno, menos la iba a tener con aquellos idiotas de tres al cuarto.

Miró como su compañero elevaba al líder a unos centímetros del suelo. La verdad es que sabía que el mercenario era mucho más poderoso que aquel capo, eso era fácil de ver incluso sin usar el haki de observación. El capullo no tardó mucho en reaccionar, realizándole al castaño una llave bastante trabajada y librándose del agarre. Tenía cierta experiencia, por nada era el jefe de aquellos capullos, debía de tener un mínimo de fuerza. Además tendría habilidades de clase media, de lo contrario el chico iba a quedar decepcionado. Se puso en plan tacaño, afirmando que no pensaba darles el dinero nunca. Ese pobre infeliz no sabía que esa palabra podía ser rebatida en muchísimos casos distintos, siendo aquel uno de ellos. Técnicamente, todos los mafiosos empezaban a parecerle tontos al depredador de la revolución. Era algo a lo que se estaba acostumbrando bastante.

Dranser entonces quedó asombrado con lo que pasó a continuación. El castaño estaba convirtiéndose en una especie de bestia. En pocos momentos pudo apreciar frente a sus ojos, lo que parecía ser un precioso ejemplar de león negro. Pensaba que se habían extinguido. No pudo evitar mostrar una sonrisa al fin, eso le había alegrado un poco la noche. Al parecer su compañero era un usuario de las frutas del diablo y del tipo zoan además. No tardó mucho en derrotar al jefe de un solo puñetazo. Lo mejor vino cuando descubrió accidentalmente el dinero, aunque a lo mejor ya lo sabía. Le ayudó comenzando a llenar bolsas y le miró con una sonrisa calmada. – No sabía que fueras un ser tan majestuoso e increíble. – Dijo con una sonrisa amable para después tratar de acariciarle la cabeza. Estaba empezando a verlo como un animal más que un humano. Debía de cuidarlo y mimarlo como a todos los seres de la naturaleza que había visto.

Cuando llenaron varias bolsas, Silver le hizo un gesto para que le siguiera. Saltó por el agujero de la pared y aterrizó en el suelo de forma fácil. Su haki armadura en las piernas le había ayudado a amortiguar la caída. Si su socio le seguía comenzaría a hablarle. – Leoncito-kun, creo que deberíamos ir a ver a los huérfanos. – Dijo con una sonrisa mientras comenzaba a caminar. Debía de llegar a las afueras y eso le iba a costar un trecho bueno, a él y al castaño si iba con él. – Luego te prepararé un buen filete y te haré un masaje en la cabeza. – Realmente adoraba a los animales, lo mejor es que veía al mercenario de forma distinta ahora. Debía ser protegido a cualquier precio. Era un león y además amable, un ejemplar magnifico. Debía buscarle una hembra leona para tener más cachorros y cuidarlos toda la vida. Mostró una sonrisa en su rostro al pensar en aquello.

Todo al parecer estaba resultando de manera favorable y la pequeña incursión en el casino había sido todo un éxito. Dranser parecía algo fascinado por los animales y el hecho de que Qui Gon se había convertido en su forma híbrida hizo que adquiriese una nueva visión de él. Incluso trató de acariciarle la cabeza a lo que el león negro se dejó, la verdad es que era agradable y el león empezaba a ver al revolucionario con mejores ojos que antes. Una vez cogieron todo el dinero pensaron en llevarlo al orfanato, probablemente aquellas personas sabrían darle un buen uso a toda esa cantidad de dinero.

Salieron de aquel casino que había quedado prácticamente hecho una ruina y se dirigieron hacia las afueras para llevar el dinero. Se había levantado algo de viento y el polvo dificultaba algo la visión pero se podía seguir viendo. El navegante miró hacia el horizonte y calculó que andando iban a tardar un poco en llegar hasta su destino, así que se puso a cuatro patas y se transformó en león negro completamente.

- Vamos, sube, iremos más rápido así.

El león sonreía mientras le decía esas palabras al espadachín. No se le había olvidado que le había prometido un filete y un masaje así que estaba algo ansioso por llegar. Cogió la bolsa que llevaba con la boca y esperó a que su compañero subiera a su lomo. Si lo hacía saldría disparado hacia su destino, de no hacerlo trataría de meter su cabeza entre las piernas del revolucionario para que subiese a la fuerza a su lomo y salir corriendo.

De haber logrado que subiera estarían corriendo por aquellas bastas tierras desérticas, el polvo y la arena eran todo cuanto se alzaba entre ellos y no parecía que fuese a tener un percance en varios kilómetros a la redonda, pero por si acaso, el navegante activó su haki de observación. Entonces el león paró en seco en medio de aquel desierto. Se había quedado estupefacto y miró rápidamente hacia el suelo tras lo que dio un gran salto hacia un lado. Una enorme columna de arena salió de la tierra y de ella una serpiente gigante. Era una serpiente gigante de unos dos metros de diámetro y quince de largo, sobre su cabeza se alzaba una persona con una katana. Estaba completamente cubierta por una manta raída y vieja de color amarronado y no se podían ver sus rasgos físicos, era de estatura media y su katana destellaba con la luz del sol. El viento mecía aquellos ropajes raídos y la serpiente sacaba la lengua tanteando el aire. No parecía que fuesen amigos precisamente.

- ¿Qué quieres y por qué nos seguías?

Qui Gon fruncía el ceño y enseñaba los dientes a aquel hombre y la serpiente de forma amenazadora, de hecho gruñía un poco tratando de amedrentarlos, pero no parecía surtir efecto. En ese momento el hombre bajó de un salto de la serpiente quedando esta detrás suya, alzó su katana apuntando hacia Dranser y unas palabras con tono femenino salieron de aquella figura.

- Le quiero a él.

Acto seguido se lanzó contra ellos empuñando su espada, dio un salto impresionante de unos cinco metros tratando de saltar encima del león negro, su velocidad era impresionante y el navegante apenas había podido ver como aquella figura desaparecía frente a él. Mientras tanto la serpiente permanecía inmóvil frente a ellos sacando la lengua y palpando el aire, perecía que no iba a atacar, de momento.

El tiempo se había vuelto horrible en los últimos minutos. Al parecer iba a ser más complicado acceder al orfanato. Una expresión un poco fría se mostró entonces en el rostro del revolucionario. Si el tiempo le impedía ir a su destino, usaría una de sus muchas habilidades especiales. En ese momento escuchó las palabras del luchador y entonces mostró una sonrisa amable. – Eso está hecho. – Se subió al precioso animal y dejó las bolsas tendiendo de sus manos mientras activaba la capacidad del gorila para poder sostenerlas. Con las piernas se abrazaría al león para no caerse y podrían tener un viaje cómodo y tranquilo. La verdad es que aquel mercenario cada vez le caía mucho mejor. Ya no solo lo consideraba un amigo normal. Era más bien una persona con la que siempre podía contar y además de personalidad agradable. Una especie de “hermano”. Por ello mostró una expresión feliz y entrecerró los ojos mientras el rey felino avanzaba por el desierto.

Entonces fue cuando la bestia se frenó. Aquello hizo al espadachín colocar su pecho en la melena del enorme ser, de lo contrario habría salido volando. Vio al enorme reptil salir de debajo de la tierra y abrió los ojos como platos. Activó también su mantra y pudo notar dos presencias poderosas. Al parecer su compañero poseía también el haki o de lo contrario su olfato le había ayudado a localizar a aquellos dos payasos. Ante la pregunta del castaño, aquella silueta que al parecer venía con el ser de sangre fría, contestó. La voz pertenecía sin duda a una chica, pero, era una espadachín y aquello era lo importante. Encima parecía tener interés en el oficial y algo le decía que no amorosamente precisamente. Aunque se podía considerar amor si ella amaba el dinero y su cabeza era lo mejor entre los afrodisiacos. El pobre Dranser estaba ya harto de todos los que iban tras él. No tenía problema en eliminarlos pero prefería que lo hiciesen por su capacidad con la espada que por su precio. Ese gobierno de los cojones era un pesado. Aquella mujer podía ser una cazadora perfectamente. Tampoco descartaba que una agente.

La velocidad que disponía era prodigiosa y sin pensárselo mucho se lanzó a por él, tratando de saltar por encima del león. El maestro de los animales desenvainó a Shiro Kiba, mostrando una sonrisa ladeada. – ¡El lobo! – Gritó activando su capacidad animal. En ese momento sus cabellos erizaron y sus dientes crecieron un poco. Gruñó de forma violenta y se lanzó a por ella, realizando un choque de espadas tremendo. A continuación quedó de pie sobre la arena, con una mirada seria. La chica perdió la manta debido al impacto violento, dejando ver a algo que hizo al castaño tener el mayor de los escalofríos. Aquello era un tío con barba y bigote, de cabellos rojizos. Su voz era de mujer por un jodido distorsionador. Silver entonces activó la capacidad del escarabajo tigre y se movió a cien metros por segundo. Realizó un corte violento y rápido que cortó la cabeza de aquel tipo de forma limpia. Mostró una sonrisa tranquila y envainó su arma. Justo entonces la enorme serpiente se lanzó por él, cosa que le hizo intentar sacar el arma de nuevo. No pensaba atacarla pero si bloquearla, para su mala suerte, la katana se había encasquillado. – ¡Hostia! – Dijo al mismo tiempo que fruncía el ceño viendo al enorme ser lanzarse por él.