¿Eres aburrido? [Misa - Dex]

Avanzaba entre las nubes a gran velocidad, cortando las siluetas esponjosas de cualquiera que estuviese en su camino. Camino a Conomi, la isla donde conoció al Shirokami, necesitaba reencontrar sus orígenes. No sabía muy bien cuáles, pero Legim tenía que ser una pieza del puzzle, no en balde era su padre, por mucho que le costara asumirlo. Era hijo de un pirata que ni siquiera se interesaba por todos los hijos que dejaba desperdigados por ahí... "¿De verdad pretendo encontrar algo bueno aquí?", pensaba, cada vez más cerca de la isla. La sola idea de plantarse frente al hombre que le "dio la vida" lo enervaba, aunque la vida como tripulante no fue tan mala. Casi habría dicho que era buena, pero en ese tiempo no sabía lo que ahora sí. ¿Qué hacía yendo allí?

Su sombra cubrió momentáneamente la plaza central de Cocoyashi, la villa principal del lugar, y aterrizó en un lugar cercano, volviendo a su forma humana. Si cualquiera era perspicaz podría darse cuenta de su presencia, si no por la oscuridad, por el cabello que hasta ahora no había visto en nadie más. Su pelo dicromado era un sello de identidad, casi como las escamas como zafiros, y aunque Madara o Akagami podrían cubrir el sol sin problemas casi mejor que él, sus mechones blancos y negros eran únicos.

Se adentró discretamente en el lugar, sin llamar mucho la atención aunque atrayendo alguna que otra mirada en ocasiones, mayormente de algún que otro Marine de rango medio que había oído hablar de un shichibukai que... y esas cosas. La verdad es que en los Blues apenas se conocía la existencia de las Espadas del Mar, y era bastante de agradecer para aquella clase de menesteres. Así podía divertirse un rato, recordar con calma y reflexionar sin que lo molestasen.

-Señor, señor- dijo un niño, tirando de su chaqueta habitual para llamar la atención del hombre-, ¿Me puede firmar la espada?

-Oh, vaya. No me esperaba que me reconociera un carpintero tan genial como tú- dijo, examinando la espada con cuidado. Era muy tosca, obviamente hecha por un niño, pero barnizada y denotaba cariño en la fabricación. La manualidad de un infante, al fin y al cabo-. Yo de pequeño también hacía estas cosas, pero tú sabes que yo no soy espadachín, ¿Verdad?

La afirmación del niño lo hizo sonreír ampliamente. La inocencia de aquellos pequeños era enternecedora, y al parecer no todo lo que se contaba de él era novela negra si alguien lo veía tan heroico. Sacó una pequeña escofina de su chaqueta y limpió de barniz una sección del arma, escribiendo al instante con su estilográfica, sin dejar ni una sola mancha de tinta.

-Aquí tienes- dijo, finalmente-. He tenido que quitarte la cobertura, pero si no iba a ser imposible escribir nada. ¿Cómo te llamas, por cierto?

-Mazocs Scozam, señor- hizo una ligera reverencia-. Soy hijo de la capitana Alleria, ella dice que eres el único pirata bueno que ha conocido.

Un hijo... Las fechas no cuadraban si aquel chico decía la verdad, aunque podría ser adoptado. Al fin y al cabo no se parecía en nada a ella. Él era rubio y de ojos castaños, mientras la mujer tenía el cabello negro y ojos violetas. Si era biológico, la capitana había dejado a su familia por él una temporada. Qué mujer más traviesa.

-Oh, fantástico. Dile que le mando recuerdos.

Finalmente el niño se alejó y Dexter siguió su camino, improvisado pero ensayado, tantas veces como nunca y ninguna vez como todas. Aquel día ya empezaba raro, ¿Cómo terminaría?

Miraba al cielo. Enorme, azul y en cierto modo fiero. Era la grandeza hecha elemento, dando vida y agua, llevando el fuego desde el rayo y un sinfín de cosas más... Sin embargo no estaba pensando en todo aquello, sino en lo hermoso que era observar aquella bóveda en un día tranquilo. Había llegado con la mente revuelta, pero el niño con el que se había encontrado fue capaz de levantarle una sonrisa y ya se encontraba mucho mejor. Seguía dolido por la muerte de su amigo, y quería regresar a sus orígenes en cierto modo, pero tampoco podía volver atrás y olvidarse del futuro... "¿Qué podría hacer?", se preguntó, sin dejar de avanzar.

Y lo detuvieron de nuevo. A su espalda una voz dulce sonó. Durante un instante tuvo la esperanza de que la capitana que lo consoló en sus fechas más bajas estuviera ahí, pero no reconoció la voz, así que difícilmente lo sería. Además, si seguía ostentando su cargo, debía mantenerse casi en perpetuo viaje para defender a los inocentes y socavar la libertad. Bueno, tal vez socavar la libertad era algo excesivo; lo cierto era que de todos sus "captores", en su día ella fue la única que pretendía ostentar cierta misericordia. Y además lo llamó irresponsable y serio. ¡De parte de Hinori! Sólo aquella niña podía dominar con tan mala arte el oxímoron, creando aquella paradoja. ¿Cómo podía ser serio e irresponsable? De ser así, sólo sería irresponsable desde un punto de vista subjetivo, pues la seriedad del agraviado lo haría llevar orden en sus tareas y atribuciones. Pero, al mismo tiempo, tal vez no hubiera sido suficientemente cálido con ella, y no podía culparla por preocuparse de que no comiera en un mes. ¿Sería eso lo que ella entendía por irresponsable? Probablemente así fuera.

-Es totalmente cierto- dijo, dándose la vuelta con calma, una mirada neutra y un tono que podría dormir a un calcetín, para cambiarlo completamente al tiempo que se agachaba para estar a la altura de su interlocutora, y le dedicaba una sonrisa calmada-, salvo lo que no lo es.

La verdad es que se sorprendió bastante. No sabía que Hinori hacía amigos en sus viajes; ella era tan tímida que siempre le pareció algo antisocial, como si prefiriera estar en su cuarto leyendo o pasando el rato, viajando sola tal vez para conocer lugares a lo sumo... Y además esta amiga era mona: Rubita, de altura media, pecho proporcionado y buenas caderas, aunque algo infantil en su rostro. Era atractiva, para qué negarlo. Tal vez en la época de Tifa no le habría importado perderse con ella un tiempo, aunque por aquellos días debía ser tan sólo una niñita. ¿Cuántos años tendría? Seguramente la edad de Hinori... Quién sabe.

-Dejando de lado las tonterías- dijo, irguiéndose y extendiendo la mano-, soy Dexter Black. Aunque parece que tú ya me conoces, pequeña. ¿Puedo saber yo quién eres tú?