En la mente de la albóndiga habitan compresas con linternas. [Pri-Pasado] [Murphy - Taiga]

Hacía frío y era de noche. Apenas se podían ver algunas luces de una ciudad a unos pocos metros del asesino. La nieve había sido retirada del camino y a pesar de la oscuridad se podía discernir bien. Murphy andaba tranquilamente ataviado con su fabuloso abrigo fucsia con plumas. Estaba más calentito que un bollo de crema y pensaba que cuando llegase a la ciudad pediría un buen plato de sopa caliente. En ese momento apareció una pareja que se acercaba iluminando el camino con una linterna, esto hizo que Murphy se asustara y se escondiera tras un árbol al lado del camino. El asesino estaba sudando y miraba de reojo detrás del árbol esperando a que aquellas personas pasasen. En cuanto le rebasaron el asesino salió de su escondrijo y se apresuró tras la pareja, sacó sus puñales y cortó la linterna de un golpe.

- Os he salvado la vida. Deberíais estarme agradecido pero sé que no lo haréis, las personas normales no comprenden el peligro de las linternas. Si no la hubiese roto os habría cortado la cabeza sin piedad y os hubiese iluminado con más potencia quemándoos la piel y haciéndoos irreconocibles para vuestros parientes. Algún día me lo agradeceréis.

El asesino salió corriendo dirección a la ciudad cuando vio que aquellas personas estaban sacando otra linterna. El de azul se había vuelto blanco y tachaba a esas personas de aliadas de las linternas y juraba venganza y que las mataría cuando las volviese a ver, pero primero necesitaba un ejército. Sí, un gran ejercito formado por hombres fuertes armados hasta los dientes. Cuando dejó de fantasear con sus locuras ya había llegado a la ciudad. Era una ciudad preciosa, las casas no eran más que puertas pegadas en la piedra con algunos huecos tapados con cristales a modos de ventana. El asesino miraba a todos lados buscando un restaurante hasta que leyó un cartel en el que ponía “Restaurant” pensó que sería un restaurante y entró. El ambiente era tranquilo, había poca iluminación y la poca luz que había la arrojaban neones de color rojo. Había una barra a la derecha de hierro y mesas a la izquierda. Justo en medio, al fondo de la sala había una especie de escenario con una barra de acero vertical en medio. Murphy entró y se sentó en una mesa esperando a que lo atendieran, una mujer bien dotada fue a tomarle nota. Vestía con un top bastante provocativo de color rosa y unos shorts vaqueros. Tenía el pelo rojo y recogido en una coleta, mascaba un chicle mientras se acercaba al asesino y sacaba su libreta y su lápiz diciendo “¿Que va a tomar el señor?”.

Por fin el pobre cazador había salido de la jodida cueva de la maldita isla. Tras haber conocido a esos tíos tan raros era el momento de ir a otro lugar. Por lo menos había eliminado a esos malditos narcotraficantes disfrazados de colorines junto a sus colegas. Pero ahora que estaban separados ya no podía hacer nada más. Su objetivo tan solo era meterse en un lugar dónde no se muriese de frío debido a la dura temperatura que había. Era una isla horrible y resultaba peor que el jodido Reino Sakura. Al menos era mucho mejor que estar en la maldita Arabasta de los cojones. Ahora los azulados ojos del lobo nórdico observaban a su alrededor para ver si localizaban un sitio bueno para ocultarse.

Por fin después de unos momentos vio un sitio dónde seguro que iba a meterse. Entró despacio y pudo ver que era un local bastante malo. Chicas con poca ropa bailando y barras de acero por todos lados. Pudo ver a un hombre mayor con un mono azul pero en ese momento pasó del tema y simplemente soltó un suspiro. Empezó a caminar tranquilamente hasta ver un sitio vacío. Se sentó despacio mientras ahora se miraba los bolsillos para ver si tenía algo de dinero. Por suerte notó unas monedas suficientes para pagarse una consumición. – Qué alguien me sirva un refresco de limón y una tapa de jamón serrado. – Dijo en un tono alto para que le escuchasen. Mientras esperaba soltó un leve suspiro y cerró los ojos buscando relajarse un poco.

Llevaba su chaqueta negra de siempre con las hombreras plateadas incluidas. Por dentro una camisa blanca de manga larga. Portaba unos pantalones grisáceos y unas botas. No llevaba nada más salvo un detalle que llamaría la atención de muchos. Un taco de villar azul amarrado a su espalda. Era su preciosa arma de madera y con su fuerza era una vara letal. Un solo golpe suyo era similar el puñetazo de veinte personas combinado. Su fruta era magnifica y le daba un potencial físico fuera de lo común. Empezó casi a quedarse dormido cuando la mujer apareció por fin poniéndole solo el refresco. – Lo lamento señor pero aquí solo tenemos otro tipo de jamones. – El rubio suspiró despacio y se llevó la mano a la cabeza al mismo tiempo que perdía las ganas de continuar allí. – En ese caso no tomaré nada más. – La preciosa camarera se retiró y el chico bebió de aquel refresco. Notó como la fresca sensación invadía su garganta. El sabor ácido le gustó bastante a decir verdad pero por el momento se iba a pedir otra cosa pues le había dado un antojo de batido de fresa.

Murphy tenía hambre y aquella chica mostrando carnes solo hacía que le entrase más y más. Había una pequeña carta en la mesa y Murphy se puso a mirarla detenidamente. Estaba compuesta enteramente por bebidas alcohólicas. Murphy no era muy fan de este tipo de bebidas así que le preguntó a la camarera si tenían algún refresco. La chica le dijo los tipos de refrescos solos que tenían y uno llamó especialmente la atención del asesino.

- Así que usted quiere una Compresa Campestre… De acuerdo, ahora mismo se la traigo, caballero.

La chica se marchó con un contoneo algo sensual. Murphy no pudo evitar fijarse en su trasero pendulante mientras se marchaba. Hacía bastante tiempo que el asesino no había tenido algo de acción en ese ámbito y se iba notando. Tardaron unos segundos hasta que aquella chica volvió trayendo una especie de bebida burbujeante de color blanco con una mancha roja en medio de la bebida, justo en el centro. Casi parecía que se mantuviese en esa posición por arte de magia.

- Aquí tiene señor, su Compresa Campestre, ¿quiere algo más?

- En efecto mi lujuriosa dama. Me gustaría tomar algo de sopa. Estoy hambriento y tengo ganas tomar algo de comida caliente.

- Lo sentimos señor pero en este local no servimos sopa…

Los ánimos de Murphy estaban casi por los suelos. Él tenía muchas ganas de una buena sopa y en ese momento su sueño se había roto en miles de pedazos.  Pudo observar que otro hombre entró en el local. Tenía el pelo rubio y portaba un taco de billar en la espalda. Vestía con una chaqueta negra con hombreras plateadas y una camisa blanca. Observó cómo le tomaban nota y entonces la pelirroja volvió a llamarle la atención.

- Disculpe señor, no sé en qué tipo de local se cree que está pero aquí servimos otro tipo de… “Comidas.”

La chica se relamía los labios y apoyaba sus manos sobre la mesa de Murphy mostrando gran parte de sus exuberantes pechos al peliblanco. En ese momento tomó su vaso de refresco y se lo bebió de un trago mientras miraba a aquella chica al escote y cuando lo terminó la miró directamente a los ojos. El hombre se relamía retirando los restos de color rojo que se le habían quedado en la zona del bigote. Luego miró como el otro hombre parecía también decepcionado al recibir lo que había pedido y pudo escuchar algo relacionado con jamón. Volvió a mirar a la chica con la cara algo descolocada a modo de no entender lo que estaba pasando.

- Discúlpeme señorita pero… ¿Qué tipo de restaurante es este? Un restaurante donde no sirven comida, solo grandes pechos en los que fijarte… Yo tengo hambre y quiero una sopa. Toma el dinero y adiós muy buenas.

Murphy se dirigía a la salida pero antes de ello pasó por la mesa del rubio y le colocó una mano sobre el hombro para que le prestase atención.

- Será mejor que salgas de aquí, pareces un buen tipo y aquí solo sirven mujeres y bebidas, está claro que van a por el dinero. Es una estafa de restaurante, fíjate que no tienen ni una mísera sopa. Yo voy a salir y por tu rostro puedo ver que también venías buscando comida… ¿Y si vamos a comer algo los dos?

El rubio permanecía calmado mientras bebía tranquilamente de su delicioso refresco de limón. Tan solo había mujeres bailando que claramente pedían guerra en una cama pero a decir verdad, el cazador no estaba interesado en ellas. No es que no le gustasen las chicas pero precisamente las de compañía no. Respetaba el oficio pero de todas formas no era una persona que le agradase tocar algo desgastado. No pensaba ganarse ninguna enfermedad que no se hubiese merecido. Bastante desilusionado estaba ya con que no le sirviesen jamón como para que encima el pobre acabara con algo extraño en la piel. Los clientes al contrario que él parecían felices y muchos ya tenían a mujeres en las rodillas dándoles amor y humedad en las bocas. Estaba empezando a sentirse muy incómodo en aquel establecimiento. De hecho pensándoselo mejor no iba a pedirse ni el batido de fresa. Le iba a sentar mal si lo hacía y a saber de dónde era la leche de aquel sitio.

En ese momento se tomó el refresco cuando de repente notó como le colocaban algo en el hombro derecho. Pudo saber que era una mano por el tacto de los demos pero el problema era saber de quién. Cerró los ojos despacio mientras lentamente controlaba su respiración y trataba de relajarse. Si era una mujer ofreciéndole un servicio debería tener delicadeza para no ofenderla. Entonces fue cuando escuchó una voz masculina y algo grave, esperaba que no fuese un okama o sería difícil quitárselo de encima. Al parecer le estaba diciendo algo que tenía bastante sentido ya que era cierto que a él tampoco le habían puesto su jamón. A esa persona ni sopa por lo visto y eso era algo que no se podía tolerar. Tal vez culpa de ellos por entrar ¿Pero qué cojones? En la puerta ponía que era un restaurante claramente, publicidad engañosa al parecer. Asintió a las palabras de aquel tipo y se puso en pie dejando el dinero para después dirigirse a la salida con él.

Pudo ver que era una persona mayor y rondaría los cuarentaicinco años o así. Sus ojos eran azules como los suyos propios y parecía ser un señor bastante amable. Salió de aquel local de mala muerte con aquella persona y una vez estuvieron fuera sintió de nuevo el azote del frío en su rostro. Entrecerró los ojos soltando un suspiro y después dirigió sus palabras hacia aquella persona que la que estaba fuera. – Mi nombre es Taiga Redfield, buen hombre. No conozco mucho de esta isla ¿A dónde deberíamos dirigirnos? – Le preguntó ahora mientras le dedicaba una sonrisa amigable y calmada. Solía ser una persona seria pero al mismo tiempo amable. No levantaba la voz ni expresaba tampoco risas muy exageradas pero sabía pasarlo bien. De hecho pudo ver como había varios senderos y alguno les conduciría al sitio correcto pero en ese momento no sabía que decir. Era un poco malo para aquellas cosas y tampoco quería acabar perdido. – Soy cazador, espero que eso no le suponga un problema, amigo. – Dicho eso simplemente metió ambas manos en los bolsillos y se quedó esperando una respuesta mientras sentía el frío recorrer su cuerpo de forma pesada.

Aquel hombre asintió y siguió al asesino hasta la salida. Una vez allí el frío azotaba de nuevo, la cara de Murphy empalidecía levemente y comenzó a tiritar un poco. Aquel hombre se presentó y preguntó hacia donde deberían de ir, también mencionó que era cazador y que esperaba que eso no fuese un problema. Hank se llevó la mano a la barbilla y miraba hacia un lado pensativo. Quería saber cómo presentarse debidamente ante aquel hombre y como decirle que no tenía ni idea de done estaban.

- Mi nombre es Hank Murphy pero también puedes llamarme Super Loco Murphy, al igual que tu soy cazador así que no creo que haya ningún problema. En cuanto al camino que debemos tomar… Me temo que estoy como tú, nunca he pisado esta isla hasta hoy y no sé exactamente ni donde estamos. Aunque mi intuición me dice que sigamos hacia ese camino de allí.

El asesino se presentó con una amplia sonrisa aunque los dientes le castañeaban por el frío, parecía que cada vez hacía más y más frío y eso a Super Loco no le gustaba. Señaló hacia un camino pedregoso cubierto de nieve, apenas se podía discernir que era un camino pues tenía bastante nieve y solo las piedras de los filos del camino hacían ver que lo era. Caminaron por la senda cubierta de nieve esperando encontrar algún lugar donde poder al menos pasar la noche, una posada o un hotel sería lo adecuado, todos saben que estos lugares tienen servicio de comidas y estaría bien comer algo después de la decepción de aquel “Restuarant”.

- ¿Y bien Taiga? ¿Qué haces por aquí? Yo he venido como siempre, a la aventura y si encuentro algún malhechor con precio por su cabeza lo atrapo y a cobrar. Soy un cazador nómada, no me gusta estar mucho tiempo en el mismo sitio. La aventura me llama.

Llevaban un tiempo andando hasta que encontraron una puerta extraña entre aquellas viviendas. La puerta, al contrario que las otras, no era de madera sino de una especie de resina dura y compacta. En ella había grabados nombres por todas partes a modo de firmas de forma muy fina y caligrafiada. Encima de esta se podía leer un letrero que ponía: “Puticlub las tetas de Ramón, entra dentro y date un atracón.” Esto le hizo algo de gracia a Murphy he hizo que soltase una leve carcajada.

- ¿Qué te parece, entramos? Dice que nos demos un atracón, seguro que ponen comida. Jajaja.

Sin esperar la respuesta el asesino abrió la puerta empujándola. Dentro estaba todo iluminado, era un sitio de lo más exquisito. Tenía una barra a la izquierda de madera de caoba tallada con detalles geométricos. Los taburetes, las mesas y las sillas también eran de madera de caoba y se veían muy caros. En la entrada había dos plantas grandes que daban color a la sala. Unas personas con rasgos asiáticos bebían de una gran botella de licor la cual volcaban sobre sus copas bebiéndoselas casi de golpe. El techo tendría unos tres metros de alto y era de color blanco, el suelo era de color negro mate y brillaba como si acabasen de pulirlo. Una mujer con minifalda allí sufriría una gran vergüenza. A la izquierda de la entrada había una gran chimenea de ladrillo con un par de troncos que calentaba la sala. El ambiente era agradable y cordial así que Murphy entró dentro algo asombrado.

- Taiga… Creo que nos quedaremos aquí.

Aquella persona se llamaba Murphy al parecer y no solo eso, era un cazador al igual que el rubio. Al escucharle decir que ir por un camino que pensaba que sería el bueno, alzó una ceja un poco pensativo pues a decir verdad no le daba buena espina. De todas no había por qué ser quisquillosos y ya que lo había conocido era bueno darle una oportunidad a aquella persona. De todas formas el objetivo era no pasar frío y si al menos estaban en movimiento no lo iban a pasar tanto que como si estuviesen sentados o en pie. El luchador pensaba que aquella maldita isla era un jodido infierno pues pese a que adoraba el frío no le hacía especial gracia en sobredosis.

Aquella persona empezó a hablarle mientras pasaban por aquel camino pedregoso y en ese momento el lobo nórdico le dedicó una sonrisa al mismo tiempo que le respondía. – Pues podría decirse que también buscaba un poco de diversión. Viajo con un espadachín y solemos cazar en dúo. Hace un rato me encontré con un marine y otros dos tipos, vencimos a unos fugitivos con trajes de colores y ahora estoy aquí. – Una vez dijo eso continuó andando por aquella senda junto al cazador de cabellos blancos. La verdad es que tenía un método para acabar con todo aquello pero desvelarlo en público podía ser muy incómodo. No iba por ahí mostrando sus poderes a cualquier persona pues las bocas a veces hablaban demasiado y no quería que el conocieran por su fruta del diablo. Estaba feliz con ella pero no era muy discreta.

No tardaron en llegar a un sitio dónde a juzgar por el nombre debía ser un sitio similar al otro en el que habían estado hacía nada. No entendía que diablos hacía tanto antro en aquella isla. Una vez en el otro hombre pasó, él decidió seguirle despacio y preparado por sí había que huir de allí. Para su sorpresa el sitio no era tan malo como se esperaba. Soltó un suspiro mirando la chimenea y después escuchó las palabras de aquel hombre. En ese momento el rubio se quedó mirando a su compañero. – Por el nombre me temo que esto es lo mismo que lo otro pero un poco más discreto. Esta debe de ser la sala de espera o algo así. – Mencionó mientras miraba a su alrededor un poco pensativo y sin terminar de fiarse del lugar. No tenía mantra pero sí una forma de saber quién había en aquel sitio de mala muerte. Cerró los ojos empezando a olisquear el ambiente hasta que finalmente pudo notar el aroma de mujeres y pocos hombres. De hecho ahora se acercaba uno que emanaba una peste increíble a sobrasada.

Un tipo atravesó una de las puertas en ese momento. Era un hombre bastante gordo, sería de una estatura similar al metro ochenta y poseía un puro en la boca. No llevaba camiseta dejando ver su torso peludo y unas tetas caídas. En los pezones llevaba restos de sobrasada. Sus ojos eran verdosos y poseía un portentoso bigote del color de su cabello, negro. Vestía únicamente con un pantalón que le quedaba muy pequeño. Dicho ser se quedó mirándoles con una sonrisa lasciva e inquietante. – ¡Yo soy Ramón! ¡Sean bienvenidos a mi morada! Deben saber que yo algún día seré famoso y tendré mi propio programa de radio, así que os puedo firmar autógrafos. – El rubio soltó un enorme suspiro mirando a su compañero el cazador mientras se cruzaba de brazos mostrando su decepción. – No jodas… – Dijo mirando la puerta de la salida esperando a ver que hacía el peliblanco.

Levaban poco tiempo en la puerta cuando un hombre gordo con unas pintas muy raras se les acercó. Se presentó como Ramón, el dueño del local, también dijo que algún día sería famoso y que tendría su propio programa de radio; ¡hasta firmaba autógrafos! “¿Pero quién se ha creído el gordo este? Pretende robarme la fama y mi programa de radio, no hay sitio en este mundo para dos personas con este sueño”. Murphy olvidó por un momento el hambre que tenía y a Taiga no parecía agradarle el lugar. Al asesino tampoco le agradaba en especial debido a aquel hombre así que se dio la vuelta para abandonar el local. Pero justo en ese momento una mano gorda y rechoncha se puso sobre el hombro del asesino. - ¿Os vais a ir sin probar la especialidad de la casa, el bocadillo “Puta Locura”? Aquel hombre encima de ir medio desnudo y estar gordo babeaba sobre el suelo de forma exagerada. Esto hizo que Murphy se asqueara exageradamente así que se dio la vuelta y le asestó un puñetazo en mitad de la cara a aquel payaso.

- Se lo advertí, Taiga. Tú lo has podido ver con tus propios ojos.

Aquel hombre cayó al suelo de espaldas y se llevó la mano a la cara, sangraba levemente por la nariz y gritaba como un cerdo. Pronto ocho chicas en ropa interior acudieron a socorrerlo. Lo besaban y mimaban como si de un niño pequeño se tratara. Entonces el gordo mientras se sujetaba la nariz con una mano con la otra señaló a Taiga y Murphy. - Esos tipos me han atacado. Chicas, enseñadles lo que es bueno. Las mujeres se pusieron de pie y los miraban con cara de odio y empezaron a sacar armas de todas partes. Algunas del sujetador y otras de las bragas. Estaba armadas con esposas, otras se habían quitado los tacones de aguja y una de ellas, la más alta y fortachona sacó un látigo de la nada enorme de cuero negro. Parecían algo peligrosas y estaban preparadas para enfrentarse a cualquier oponente, casi parecía que estaban entrenadas para ello. Al parecer no era la primera vez que ocurría eso en aquel local y ya estaban preparadas por si volvía a ocurrir. En ese momento Hank se giró hacia su amigo Taiga y le dijo unas palabras.

- Lo siento compañero… Parece que la he liado un poco pero ese tipo gordo fue quien empezó. ¿Qué hacemos? ¿Huimos o peleamos?

El peliblanco tenía las manos cerca de sus puñales estaba en posición para salir a la carrera. Eligiese lo que eligiese Taiga él ya estaba preparado para ello y más le valía porque aquellas mujeres no esperarían demasiado antes de echárseles encima.

Aquello se estaba saliendo de las manos de los cazadores pues el peliblanco había soltado un puñetazo de repente al dueño del local. Aquello hizo que el lobo nórdico alzara una ceja y después suspirase. La verdad es que ese pobre idiota no merecía ese trato pues ellos no eran criminales ni nada parecido, solo tenía sobrasada en los pezones. El luchador se quedó con los ojos entrecerrados notando como la sangre emanaba de la boca de aquel pobre desgraciado. La verdad es que si que parecía un cerdo pues su aspecto no era muy agradable pero el pobre no era culpable de ser de aquella forma. Había mucha gente fea en el mundo pero podían ser buenas personas y encima que trabajen de forma honrada en sitios malos. Aquel tipo parecía ser uno de los casos.

Un suspiro por parte del lobo inundó de nuevo el sitio al ver que el tipo llamaba a su pelotón de chicas que comenzaban a sacar armas. Murphy puso por testigo al rubio de su ataque pero éste no lo había oído advertirlo, de todas formas no pensaba dejar al peliblanco solo con todo aquello que se había montado. Al ver a las mujeres ponerse a la defensiva no tardó en sacar su taco de villar y ponerse al lado del asesino. – Lamentamos este incidente señoritas y señor Ramón. Les prometo que nos iremos sin dar problemas. – Nada más decir aquello trató de ser amable pero aquel tipo estaba resentido. Dio una orden de ataque y en ese momento las mujeres corrieron por ellos con sus diversas armas. La verdad es que no le hacía mucha gracia pelear con ellas pues no estaba acostumbrado y tampoco le gustaba hacer daño a las señoritas. La situación se estaba volviendo demasiado incómoda para el pobre cazador.

Entonces la de los tacones se lanzó por ellos con una expresión un poco enfurecida. Cuando estaba a punto de llegar ocurrió algo que no se esperaba. Una inmensa zarpa tapó a Hank totalmente y eso las hizo retroceder. En aquel momento un inmenso lobo empezó a formarse en la sala. Llegó al tamaño de los cinco metros y medio traspasando el techo y haciéndolo pedazos. Su pelaje era más oscuro por el lomo y la cabeza. La bestia tenía los ojos dorados y los dientes afilados y además iba a cuatro patas. El inminente ser abrió la boca mostrando sus terribles fauces y gruñó con fuerza. Su cola empezó a moverse despacio y en ese momento todo el mundo empezó a temblar de miedo. – Cálmense todos. No les va a suceder nada pero les ruego que no ataquen o me los comeré. – Una vez dijo eso todos asintieron de forma obediente al no tener narices a echarle nada en cara al enorme lobo que tenían frente a ellos.

El animal ahora soltó un suspiro y dirigió su mirada hacia su compañero para después hablarle en un tono tranquilo desde aquella forma. – Anda busquemos otro sitio mejor. Puedes subirte a mi lomo si lo deseas. – Dijo agachándose un poco permitiéndole subir cual jinete por sí de esa forma pasaba a tener menos frío. La bestia estaba cubierta por un pelaje intenso que abrigaba bastante y de esa forma él podía estar bastante cómodo. Montase o no, saldría de aquel local empezando a caminar por las calles en aquella imponente forma que dejaba a todos temblando. Ya que había revelado su poder iba a aprovecharlo bien e iba a continuar en aquel modo mientras sus dorados ojos analizaban la situación despacio.

Las chicas empezaban a formar y se preparaban para atrapar. En ese momento una zarpa rodeó al asesino. En un principio el propio Murphy se asustó e incluso temía por su vida. Pero para su sorpresa aquel lobo no era más que su nuevo compañero, Taiga. El lobo logró calmar la situación y todo estaba controlado… Aunque el local había acabado destrozado. Taiga se inclinó y le dijo a Murphy que subiera si quería. El asesino mostró una cara de asombro e ilusión y subió dándole las gracias a su amigo.

- Gracias amigo mío. Me hacía bastante ilusión montarme en un lobo y mira… Por fin me he montado en uno. Oye tío, en serio, siento haberla liado de esa manera. Es que los gordos me ponen especialmente de los nervios y aquel hombre se me insinuaba de forma lasciva.

El asesino siguió con montado en el lobo mientras buscaban un lugar donde pasar el rato. Al asesino ya se le había pasado el hambre y empezaba a estar a gusto encima de aquel lobo. Llegaban ya un rato andando por las calles cuando dos figuras aparecieron a lo lejos. Dos encapuchados permanecían de pie a lo lejos sin moverse, semiocultos por la oscuridad de la noche. En ese momento uno de ellos sacó una linterna y les hacía como señas en morse. Esto hizo que Murphy se agarrara más fuertemente a Taiga. El miedo empezó a recorrer el cuerpo de aquel hombre. Aunque le daba vergüenza decirle al lobo que le daban miedo las linternas. Con los destellos de aquella odiosa linterna se pudo ver que su pelo era rojo y azul respectivamente. Además su rostro medio se distinguía y se parecían mucho a un par de revolucionarios con un buen precio por su cabeza cada uno aunque uno de ellos destacaba bastante respecto al otro.

- Taiga… Esos tipos no me gusta…

Todo había terminado saliendo bien después de todo. Aquellas mujeres y Ramón lo habían entendido aunque también podía haber sido causa del miedo provocado por el enorme ser. No todos los días se veía a un lobo enorme de casi seis metros de altura. Por fin iban a tener algo decente que contarles a sus familias y no tonterías sexuales como a lo que se dedicaban aquellas mujeres de compañía. La verdad es que la culpa la habían tenido ellos dos pero bueno, nada se podía hacer ya y de todas formas el rubio se había disculpado. Esperaba que las reparaciones del techo no fuesen muy caras y que no le tocara a él pagarlas o se iba a ver envuelto en problemas. Por el momento iba a dejar de pensar en aquello y se iba a centrar en continua el camino.

Escuchó las palabras de aquel hombre diciendo que la gente gorda le ponía nervioso y por ello estuvo a punto de soltar una leve carcajada. Era muy cruel pensar de aquella forma pues los pobres rellenitos no tenían la culpa de amar la mayonesa de mejor forma que los delgados. Era muy racista por su parte ¿Qué diablos? Taiga sin darse cuenta había llamado a la gente gorda raza, eso era mucho peor. Soltó un suspiro terminando de escucharle para después negar un poco con la cabeza mientras avanzaba. – Los pobres rellenitos están muy chetos, hay que tener cuidado con ellos. – Dijo la bestia mientras avanzaba riendo un poco por lo bajo. Aquel dúo de cazadores estaba siendo demasiado raro a decir verdad y la culpa de todo la tenía aquel sitio tan frío.

No tardaron mucho en llegar frente a dos figuras que les miraban desde la lejanía y les mostraban señales. La enorme bestia alzó la ceja derecha y continuó avanzando escuchando las palabras de aquel hombre. De repente pudo ver cómo pateaban el aire y formaban ondas cortantes doradas que iban hacia ellos. Los ojos del lobo se abrieron como platos y en ese momento colocó las zarpas en equis mientras se colocaba unos segundos a dos patas. Notó el dolor inundarle y empezó a sentir como la sangre salía de sus zarpas. Frunció el ceño tratando de no caer hacia atrás para después reincorporarse con el ceño fruncido. Trató de mirar de nuevo a aquellos idiotas pero uno ya no estaba. De hecho logró percibir su olor sobre él y al mirar hacia arriba lo vio con un puñal en su mano derecha y una cadena en la izquierda. El luchador sonrió de lado y soltó un rugido al mismo tiempo que saltaba y en pleno aire le soltaba un zarpazo enviándolo al suelo.

El asesino seguía asustado por los parpadeos que aquellos hombres emitían. De pronto unos haces dorados se acercaron contra ellos y el lobo se puso a dos patas bloqueando aquellas ondas cortantes. Debido a eso el asesino se deslizaba por el lomo del mamífero hasta caer al suelo. Justo tras caer Taiga saltó dando un zarpazo en el aire a uno de los hombres que estaban a lo lejos. Aquel individuo se había desplazado a una velocidad bastante rápida y Murphy apenas pudo darse cuenta de dónde se encontraba.

El asesino estaba asustado y se encontraba de rodillas en la nieve, miraba hacia donde se encontraban los hombres de la linterna pero ya no quedaba ninguno de ellos. Uno estaba en el suelo que era el que había estampado el lobo, el otro no estaba en el ángulo de visión del asesino. Murphy se levantó y miraba hacia todos lados buscando al otro hombre. No paraba de pensar en la sonrisa malévola que dibujaba aquel hombre iluminada por la luz de su linterna. Esto hizo que un escalofrío recorriera todo su cuerpo. Se dio la vuelta para alejarse un poco del lugar y observar la situación desde lo lejos. Parecía que Taiga era capaz de manejar adecuadamente la situación y no necesitaba la ayuda del asesino pero cuando se iba a marchar pudo ver como el otro enemigo se encontraba unos metros frente a él. Se acercaba lentamente tras el lobo y desenvainó una espada que brillaba. Vestía con una túnica de color marrón que lo cubría de pies a cabeza y no se le podía diferenciar correctamente. Murphy agarró uno de sus puñales y se lo clavó a aquel tipo en la mano haciendo que soltase la espada. Corrió hacia él gritando y se abalanzó sobre el encapuchado con su puñal por delante clavándolo en su pecho. Aquel tipo soltó un quejido de dolor y cayó derrotado en el suelo. Murphy lo soltó rápidamente y buscó sin descanso la linterna que tenía aquel hombre. Cuando la encontró la agarró y la destrozó contra una roca.

Miraba fijamente los restos de aquel artilugio infernal mientras pensaba: “Ya no podrás dominar el mundo máquina infernal, vuelve al averno.” Murphy giró su cabeza mientras se tumbaba junto al cadáver de aquel hombre y observaba a su compañero vigilando que no tuviese ningún problema. No parecía tener ningún problema así que pudo descansar tranquilamente.

El enorme lobo estaba impresionado con aquellos tipos pues se habían atrevido a atacarle así de buenas sin temor alguno. No había muchos hombres que fuesen capaces de plantarle cara de aquella manera y por ello estaba feliz. Al parecer la cobardía se estaba perdiendo en el mundo poco a poco y el comienzo iba a ser aquella pelea. El cazador estaba demasiado emocionado y ahora vio a su rival levantarse despacio. No pudo evitar sonreír de lado para después relamerse. Pudo notar el olor del otro tipo tras él pero al parecer el otro asesino se había adelantado para ayudarle. Agradeció ese gesto por parte de Hank y después solo tuvo que volver a lo suyo, ya estaba despreocupado por el otro. Podía centrarse en su presa pues atacarle sin motivo era un crimen y ahora su oponente había pasado a ser un criminal.

Taiga cerró los ojos al mismo tiempo que volvía a la forma humana. Sus cabellos rubios empezaron a ondear mientras clavaba la mirada en su oponente. De repente decidió relajarse centrando su menta en una calma total. Su cuerpo se fue tranquilizando y un aura verde comenzó a envolverle. Un sonido eléctrico empezó a escucharse, venía desde su cuerpo y además ahora todas sus características habían aumentado un cincuenta por ciento. Su enemigo se lanzó a por él pero en ese momento el rubio lanzó una patada aérea que impactó en la cabeza del tipo. Su presa acabó en el suelo con unas buenas migrañas, había sentido un impacto increíblemente fuerte. Miró al cazador como pudo y tras fruncir el ceño corrió de nuevo a por él, tratando de pegarle con la cadena.

El rubio se echó a un lado evadiendo el golpe pero al descuidarse se llevó un cabezazo en la frente y cayó de espaldas al suelo. Soltó un leve quejido para después entrecerrar los ojos y ponerse en pie. No iba a dejarse derrotar por aquel tipo e hizo gala de su fuerza para de un puñetazo tirarlo a unos cuentos metros de distancia. Acto seguido se desplazó hacia él y de una patada aérea similar a la primera finalizó el combate dejándolo inconsciente. En ese momento se acercó mirando el cuerpo y sonrió de lado. Al parecer se trataban de los primos blaugrana. Unos asesinos que se dedicaban a atacar a cazadores y marines. Sus cabezas estaban valoradas en sesenta millones cada una. Al parecer los dos estaban de suerte e iban a llevarse un buen pellizco después de todo.

El asesino pudo ver como su compañero luchaba ferozmente. Aquel tipo le estaba dando algo de guerra pero el rubio tenía todas las de ganar. En unos instantes su compañero acabó con el otro, era muy fuerte y tenía una técnica bastante depurada. Sin duda un gran combatiente. Murphy se acercó hasta él e intentó colocarle la mano sobre el hombro derecho.

- Menudos payasos, ¿verdad? Mira que atacarnos a nosotros. ¡Y encima con linternas!

Hank se quedó mirando la cara de aquel tipo mientras movía la cabeza de un lado a otro, también se fijó en la cara del que había derrotado él mismo y siguió mirándolos mientras movía la cabeza. Se quedó quieto un momento, cruzó los brazos y se quedó de pie… Pensativo. Entonces se sobresaltó dando un pequeño salto.

- ¡HOSTIAS! ¡Taiga, Taiga! Estos tíos son criminales, pero no solo por habernos atacado, sino que tienen un bonito precio por su cabeza. Deberíamos entregarlos.

Los ojos del peliblanco brillaban y se relamía pensando en la recompensa que iba a recibir. Bajó un momento de las nubes y volvió a la realidad. Estaba pensado en cómo iban a llevarse de allí a esos tipos y desde luego cómo iban a salir de ahí. Entonces se quedó mirando a Taiga de arriba abajo. Sonrió y se acercó a él.

- Oye amigo, ¿podrías convertirse en lobo otra vez? Así podríamos llevar a estos cipollos con nosotros y cobrar nuestra merecida recompensa. Sobrevivir al ataque de dos linternas asesinas en menos de veinticuatro horas ha sido demasiado para mí. ¡Casi me matan!

Dependiendo de lo que hiciese el otro cazador Murphy iría con él a entregar a aquellos tipos o cargaría por su cuenta con el cuerpo del que había matado. Desde luego, pasara lo que pasara le daría las gracias a Taiga por ayudarle y acompañarle y se despediría de él cuando fuese necesario.

Pues ya todo estaba hecho, los criminales habían sido derrotados e iban a cobrar una buena suma. Esperaba que aquel hombre supiese que costaban dinero o iba a tener que decírselo y demás. En ese momento se acercó a él observándole y entonces cayó en el clavo pues afirmó que eran delincuentes y le había ahorrado a él toda la palabrería. Lo mejor de todo es que ahora las personas iban a estar tranquilas sin aquellos dos payasos libres. Los asesinos solo merecían estar encerrados o bajo tierra, no eran dignos de vivir en aquel planeta lleno de vida que solo merecían las buenas personas. Por desgracia eran muy pocos los que pensaban de aquella forma y por ello el mundo estaba lleno de aquellos malditos piratas. De todas formas no todos eran iguales y él no era nadie para meterlos a todos en el mismo saco. En el planeta también podía haber bucaneros buenos.

Dejó de pensar en aquello y escuchó las palabras del peliblanco. No había problema alguno en transformarse para llevarlos al siguiente puesto aunque él mismo podía cargar con los dos cuerpos en forma humana. Su fuerza era bastante superior debido al poder que le otorgaba el Fenrir y no era necesario usar la apariencia gigante. De todas formas tampoco le costaba tanto y decidió hacer caso. Su cuerpo empezó a cambiar hasta llegar de nuevo a los cinco metros de altura. Entonces fue cuando cargó a los primos en su lomo y comenzó a caminar junto a su compañero de caza. Ahora tan solo debían moverse hasta el puesto más cercano y no debía costarles demasiado llegar. Eran dos hombres fuertes y además lo habían demostrado derrotando a aquellos tipos de forma perfecta.

Lo que no entendía era el miedo o fobia que aquel asesino sentía por las linternas, solo eran objetos que lanzaban luz. Tal vez odiaba que le iluminasen pero no se iba a meter en las cosas de los demás si no era para ayudarlos de alguna forma. No tardaron mucho en llegar al puesto de marines más cercano y entonces cobraron sus respectivas recompensas. Una vez hubo pasado aquello se quedó mirando a Hank y le sonrió de forma amable. – Yo debo partir ya hacia mi siguiente meta. De modo que espero que nos volvamos a ver en otra ocasión, amigo. – Una vez hubo dicho aquello soltó una pequeña carcajada y comenzó a caminar hacia el puerto de forma calmada. Era el momento de poner rumbo a otro sitio y continuar con su aventura de cazador, era un hombre bastante solitario a decir verdad. Solo viajaba con Ushio de vez en cuando pero nada más y así iba a continuar, no era alguien que pudiera estarse quieto.