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Prólogo
Fuera de la cueva reinaba la oscuridad, sólo había tres luces.
Una de ellas, quizá la más llamativa, era la del faro que había más allá de la colina.
Su luz era tan intensa que competía con las estrellas en una guerra celestial en la cual el firmamento era el campo de batalla.
La segunda luz, era prácticamente invisible, solo se describía un pequeño destello a través de la niebla al este del faro. Eran las luces de la ciudadela dónde dos días atrás tuvo lugar un acontecimiento único, las fiestas de primavera.
La tercera luz era la de la fogata que había dentro de la cueva y, a diferencia de las otras dos, ésta transmitía un cálido aroma a sopa. Al lado había un chico y un hombre de mediana edad donde sus palabras luchaban contra el eco y formaban graciosas palabras, si así se podían decir.
Si alguien hubiera encendido una luz más, hubiera parecido que en vez de estar en plena soledad en el bosque, de repente uno estuviera sentado en una mesa de alguna taberna de la ciudad. Si alguien la hubiera encendido… pero aquella noche sólo reinaba la oscuridad.
1
El principio de toda aventura
El principio de toda aventura
Una semana antes de las fiestas de invierno, cerca de la isla de Micqueot, alguien interrumpió lo que parecía la siesta de un hombre a la sombra de un árbol. Eran unos chicos jugando a la pelota al lado de una granja, por lo visto uno de los dos críos levantó demasiado el pie y la pelota fue a parar al lado del hombre.
Intentando no acabar de despertarlo, el chico cogió la pelota y se volvió dirección donde su amigo. Era un niño de unos 12 años, bajito y con un peinado de lo más inusual, parecía como si su madre le hubiera peinado con el cepillo del caballo en vez de con una pinta normal.
Antes de que el crío pudiera hacer tres pasas, una sombra lo tapó por completo, al parecer el hombre de mediana edad se había levantado y, por la sombra, parecía más alto de lo que ya era.
- ¿Adónde vas niñato?,- dijo el hombre mientras tapaba el sol y parecía una sombra oscura y gigante- ¿Es que tu madre no te ha enseñado modales?
-El niño, sin más delación apretó la pelota con sus brazos y se echó a correr como si hubiera visto el diablo. De hecho, si hubiera estado allí la madre en vez del crío, la reacción habría sido la misma, solo que con un alto y sordo chillido.
El hombre gigante empezó a andar y parecía que al principio no tuviera ningún rumbo concreto, hasta que giró a la izquierda de un pequeño sendero que llevaba al medio de la ciudad.
Eran las cinco de la tarde, se podía ver por los colores que el sol reflejaba en los tejados de la ciudadela que había justo delante, a unas dos millas debajo de la colina.
Cuando solo faltaban unos pocos metros para llegar a la ciudad, Hogo olió lo que parecía ser un estofado con patatas caliente y se dio cuenta de que ya llevaba dos días sin comer. Lo último que recordaba de la anterior comida era que ni siquiera se le podría llamar comida, y que ni siquiera la pagó. Aún tenía la imagen en la cabeza del posadero corriendo con un pescado en la mano.
En el cartel del local había las siglas “T.A”, por lo visto parece que era la taberna que minutos antes oyó comentar a una anciana, parecía que algo horrible había ocurrido allí hacia unas semanas.
Cuando abrió la puerta le pareció entrar en un circo de esos que montaban en verano en Malkiham. Aún lo recordaba, esas carpas hechas de ropa gastada con parches que parecían estar hechas con los pantalones de los mismos payasos que trabajaban en ella. En ese caso, en lugar de ropa, lo que cubría el ambiente era un espeso calor mezclado con el olor a comida y humanidad.
Hogo caminó hasta un rincón de la pequeña sala, intentando no tropezar con la muchedumbre que se había acumulado a causa de la invitación a una ronda de cerveza que pagó el mismo posadero.
Seguidamente del ruido de las jarras al chocar las unas contra las otras, y el chasquido de la cerveza al caer encima de la barra y al suelo, se oyeron unas palabras que, por el tono, pudo percibir que eran las mismas que las que invitaron a la gente a beber.
-¡Por nuestro buen amigo!,- dijo con tono firme el posadero- ¡Que el cielo se lo lleve antes de que el diablo sepa que haya muerto!- Y en un breve instante, la posada volvió a ser la misma de cuando entró.
2
Vínculos y cristales rotos
Vínculos y cristales rotos
Estaba anocheciendo, y los molinos de viento de las afueras de la ciudad giraban en torno al ambiente fresco, que se diferenciaba al del local donde se encontraba Hogo.
-¿Quiere algo señor?- Una voz le hizo salir del pensamiento en el que estaba, era una voz imponente y grave como la de los cantantes de las troupes que solían actuar en las plazas.
-Señor, se encuentra usted bien?
Hogo no contestó, sólo afirmó con la cabeza.
-He visto que lleva un buen rato aquí sentado, si quiere quedarse tendrá que consumir algo, de no ser así, puede salir por donde ha venido.- aclaró con seguridad el camarero.
Tras unos segundos, se volvió y se marcho.
-De hecho, si quiero algo- dijo Hogo al tiempo que cogía del brazo al camarero.- ¿Ha pasado algo estos últimos días en los lares?
El camarero se paró de golpe, por un momento pareció que la pregunta iba dirigida a toda la sala porque al instante reinó el silencio. Se giró, cogió una silla y mientras el local se volvía a llenar de voces, se sentó delante de Hogo, al otro lado de la mesa.
-Me llamo Almer, y soy el nuevo encargado de la Posada Tamir y Almer, aunque ahora solo debería llamarse la Posada de Almer.- dijo el hombre con una voz ronca y floja, no parecía la persona que hacía un momento gritaba al tiempo que servía más y más jarras de cerveza.
-Has dicho nuevo, ¿es por lo del amigo por el cual brindabais? ¿Qué sucedió?
-En primer lugar, no era sólo un amigo, era mi hermano.- comentó Almer- Y en segundo lugar, ¿quién eres y por qué preguntas eso?- parecía que cada vez levantaba más la voz.
-Me llamo Hogo Ora, voy de ciudad en ciudad buscando contratos para ganar algo de dinero, mientras pasaba cerca de aquí, oí a una abuela decir no se qué de un asesinato.
-Así que tu eres el nuevo visitante de la ciudad eh! Haha, parece que has causado más de un susto con esta máscara que llevas. ¿Para qué es?, ¿para espantar pájaros? ¡Hahaha!, ejem, da igual, no me lo tengas en cuenta.
Por lo visto el tabernero era más cómico de lo que parecía, a pesar de la muerte de su hermano. Vestía un chaleco de cuero rojo, unos pantalones negros y unos zapatos blancos y con un acabado muy brillante, tanto como su camisa.
-Te contaré.- dijo el hombre con apremio- Hace dos semanas, cuando fue hora de cerrar el local, yo tenía que irme a prisa con mi mujer porqué si llego más tarde de las doce me zurra. Fue una noche muy movida y terminamos cerrando a la una. Pues bien, cómo te dije, mi hermano se quedó solo para terminar de arreglar la taberna, pero algo pasó dentro que hizo que los vecinos cercanos a ella se despertaran. Hubo ruidos y gritos, y de repente se hizo el silencio. Lo que pude comprobar al volver la mañana siguiente, fue que alguien había entrado al ver los cristales de las ventanas del lado de la puerta rotos.
Entré, y justo detrás de la barra, tumbado al suelo junto con un trapo y cristales, estaba Tamir, mi hermano, con un charco de sangre que iba de la cabeza hasta el borde de la silla que había al lado.
Me eché a llorar sin derramar ni una lágrima, y antes de que nadie entrara, fui al almacén. Tras abrir el cajón que había al lado de unas estanterías llenas de recetas, comprobé que ya no estaba. Habían robado lo único que nos unía a nuestros padres, una fruta que les perteneció a ellos después de mis abuelos y que ahora está en manos de algún indeseable malnacido.- esas dos últimas palabras las pronunció despacio y con odio.
-Sé lo que es que rompan los vínculos con tus seres queridos- dijo Hogo – Si me pagas bien, yo encontraré tu fruta y vengaré la muerte de tu hermano.
Almer hizo un cambio de cara tan repentino, que si Hogo no hubiera llevado máscara alguna, se le habrían visto unos ojos tan abiertos como dos lunas de invierno.
-¿Harías esto por mi?- dijo casi gritando.- ¡Mil gracias compañero!, ejem, digo señor Ora.- Dejó la cerveza que llevaba en la mano, hizo un ademán y se volvió a servir a la clientela.
-Por cierto, invita la casa.
3
Interludio: Nostalgia
Interludio: Nostalgia
En el North Blue, la primavera es una estación en la que no se distingue de las demás a pesar de, claro está, la bella imagen de los campos y llanuras llenos de flores silvestres.
Por las mañanas, des de lo alto de las colinas, se puede apreciar un ritual muy común en la época, pequeñas siluetas salen temprano de sus casitas y, acompañadas de lo que parece ser un ejército de copos blancos, parecidos a los dientes de león, pasean por las extensas llaneras de un mar de color verde azulado.
Por las noches, estos océanos se vuelven oscuros pero, sobresaliendo de ellos como si fueran las luces de pequeños botes de pescadores, las luciérnagas crean un manto brillante que sólo la aurora boreal puede ser digna de comparación.
Aquella noche, a pesar de los acontecimientos que la acompañaron, era un claro ejemplo de que la primavera había llegado.
Hacía frio, pero la cálida cueva donde se sentaban esos dos personajes, albergaba un ambiente único, un ambiente nostálgico a causa de las historias que se contaron, de las lágrimas y de algún que otro sorbo de la caliente sopa que aromatizaba lo que parecía un hogar.
Si alguien hubiera chasqueado un dedo, si un grillo más se hubiera unido a esa calmada orquesta melódica, habría parecido que uno estuviera paseando por el puerto un día de mercado. Si alguien hubiera chasqueado un dedo… pero no, en aquella noche solo abundaba el silencio.
4
Confesiones I
Confesiones I
Aquella mañana, Hogo decidió dar un paseo por las calles adoquinadas de la ciudad.
Poco a poco, fue oyendo un murmuro de gente proveniente de la plaza mayor. Por lo que pudo deducir, era día de mercado, y la extensa plaza parecía más pequeña a causa de la multitud de gente.
Había paradas de ropa dónde las mujeres se amontonaban para coger la última pieza rebajada, y estantes de juguetes, donde los niños podían probar las peonzas y las bicicletas, intentando no atropellar a los ancianos que estaban a la tienda de chapas de vino de al lado.
A medida que Hogo fue adentrándose al mercado, se dio cuenta de que estaba cerca del puerto, pues el fuerte aroma de las tiendas de pescado se intensificaba cada vez más.
Le llamó la atención una parada dónde un hombre alto y corpulento gritaba invitando a la gente a probar unas “delicatesen” de atún recién pescado.
Se acercó despacio y en seguida el corpulento hombre le atendió con una sonrisa de lo más perturbadora.
Le extrañó la gente que había en un puesto donde se recibe a la gente con tan macabra bienvenida. El hombre le invitó a probar uno de sus rollitos hechos con lechuga, pan de molde y, por supuesto, atún. Hogo no hizo ni el más mínimo intento de coger aquello, entre otras cosas, porqué odiaba el pescado. El mercader, con la misma sonrisa forzada entre mejilla i mejilla, le dijo a Hogo que si le interesaba, por la noche estaría en la Taberna Tamir y Almer presentando su nuevo manjar.
Hogo no le dio ni más mínima importancia y, ignorando por completo las palabras del pescador, se marchó por donde vino.
5
Confesiones II
Confesiones II
Mientras tanto, en la Taberna Tamir y Almer, se percibía que era martes de mercado, ya que el local estaba a reventar de clientes y a penas uno podía levantar el brazo para llamar al camarero. Por suerte o no, a medida que se acercaba el mediodía, la gente iba volviendo a sus hogares para hacer la comida.
Cuando la taberna estuvo prácticamente vacía, y solo había tres personas terminando una partida de cartas que parecía estar durando más de lo habitual, de repente entró una mujer bellísima, con un vestido verde con acabados dorados en los bordes, que se movía al ritmo de sus caderas perfiladas igual que su rostro. Llevaba unos pendientes dorados que le colgaban hasta las mejillas, sonrojadas por naturaleza. El pelo, rojo como el sol poniente, realzaba los colores que la vestían.
Se acercó a la barra, y le dijo unas palabras a Almer que estaba terminando de secar los vasos recién lavados. Seguidamente, Almer dejó lo que estaba haciendo y se fue al almacén con la anónima mujer.
-Siéntate,- dijo ella –tengo que decirte algo.-Parecía nerviosa.
Almer le hizo caso y se sentó encima de uno de los barriles de vino que había al lado de unos estantes llenos de botes con hierbas aromáticas.
-¿Cuál es el motivo de tu visita? No sueles entrar en tabernas sucias y mugrosas, o como sueles llamarlas tu, “antros”.-dijo Almer con un tono un tanto sarcástico.
-No es motivo ni tiempo para discusiones,- dijo la joven mujer- no tengo mucho tiempo para contar tan larga historia.
Almer cambió de expresión al instante de darse cuenta que algo estaba pasando.
-Entonces, cuéntame Malissa, ¿qué es lo que ocurre? Muy gorda la has tenido que hacer para venir a mí.
-En cierto modo, si- dijo Malissa mientras se encogía de hombros.
Sus ojos verdes, de repente pasaron a un tono rojizo y se le empezaron a acumular las lágrimas al tiempo que miraba fijamente a Almer.
-Después de contártelo todo, no me vas a poder mirar nunca más a los ojos, de hecho creo que lo mínimo que harás será darme una bofetada y me echarás.-dijo ella mientras se limpiaba la cara llena de lágrimas, con un mocador del mismo color que el vestido.
-¿Cómo puedes decir eso? Nunca pegaría a una mujer, y menos a mi cuñada, aunque tengamos nuestras diferencias.
Malissa se sentó al lado de Almer y le contó que, la noche antes de que muriera Tamir, tuvieron una fuerte discusión donde salieron temas que jamás debería tocar un matrimonio, y menos con niños cerca.
Le dijo que todo fue culpa suya, la muerte de su esposo la había provocado ella y que, por su culpa, ahora todos estaban involucrados.
-Después de la discusión, tu hermano se marchó y tras largo rato de llorar, pensé en devolverle todo lo que me había dicho. Ya sabes mi historia antes de que Tamir y yo nos conociéramos, sabes que lo que hacía no estaba bien, pero que ahora lo había dejado para no salpicar la familia. Aquella noche estaba muy furiosa y sin pensarlo dos veces, se me ocurrió quitarle algo muy preciado para él, algo que le dolería perder tanto como me dolió lo que me dijo. La fruta que le regaló vuestro padre junto con la taberna. Fui a las afueras de la ciudad a ver a un hombre que tenía una deuda conmigo, su nombre es Stregor Finch, dirige un local cerca de la plaza, pero antes fuimos compañeros de oficio.
Le conté mi plan, quería robarle la fruta a Tamir y así escarmentarlo, le dije que tenía que ser rápido y sigiloso como lo fue en aquel entonces. Pero aquella noche, al ver que Tamir aún no había vuelto me temí lo peor. La mañana siguiente fue cuando fuiste a la taberna y te encontraste a tu hermano asesinado por mi culpa, y todo por una ridícula discusión.-
Malissa echó a llorar y Almer la abrazó, y mientras le secaba las lágrimas, miró a su alrededor y le dijo:
- Tienes razón, esto está hecho una pocilga, pero te equivocaste cuando dijiste que iba a pegarte, esta taberna podrá ser un antro, pero es donde mi hermano y yo crecimos con honra y buenos recuerdos, y ahora tú la has manchado. Así que déjame a solas y lárgate para no volver más.- Estaba furioso.
Malissa, aún llorando, se levantó y se fue mientras dejaba atrás lo que una vez fue su familia y que ahora solo quedaba un vago recuerdo.
6
Bailes, cuchillos y casas rotas
Bailes, cuchillos y casas rotas
Se percibía un viento estancado, frío, y daba la sensación de que en un momento u otro todo estallaría y se reduciría a cenizas.
Hacía rato que la luna de primavera había salido, y Hogo pensaba en lo que le contó el día anterior Almer, mientras aún paseaba por las calles de la ciudadela.
De repente, recordó lo que el tipo alto del mercado le dijo, y sin motivo aparente se dirigió camino de la posada.
Parecía que había llegado en el momento justo para no toparse con el mercader y sus rollitos apestosos, de hecho, no había nadie en el local, salvo Almer subiendo las sillas encima de unas mesas de madera maciza, y más viejas que el roble que había al lado de la taberna.
Se acercó y le pareció que el hombre tenía prisa, le ayudó a subir la última silla y se quedó quieto delante de él.
-¿Qué ocurre Almer, todo bien?-dijo Hogo, curioso.
-En realidad no, ha sido un día de lo mas ajetreado- Almer parecía estar escondiendo algo.
-¿Sólo es eso?- si algo se le da bien a Hogo, es descubrir mentirosos, así que no le costó para nada percibir cierto nerviosismo en el cuerpo del tabernero.
-Suéltalo si es algo de debería importarme.- dijo firme.
Almer se lo quedó mirando un buen rato, y por fin se decidió en contárselo todo.
Cogió dos sillas y se sentaron el uno al lado del otro.
Entre la multitud de patas de madera encima de las mesas, se podía observar a dos hombres hablando, el uno gesticulando y llorando, y el otro quieto, sentado y escuchando todas y cada una de las palabras del hombre.
Al fin, uno de los dos individuos, el más alto, se levantó tirando la silla hacia atrás y se largó corriendo seguidamente del otro.
Hacia frio, y parecía que el mismo viento estancado rodeaba a Almer y Hogo mientras corrían, en dirección a la casa de su hermano.
Cuando llegaron, vieron dos siluetas la una al lado de la otra a través de la ventana que había a un lado de la casa. A Hogo le pareció que ya había estado cerca no hacia tantos días.
-Parece que hemos llegado justo a tiempo.- dijo Hogo mientras corrían hacia la puerta.
La abrió, y justo delante de ellos, estaban Malissa y Finch, el asesino de Tamir.
Parecía que habían estado discutiendo y ahora el hombre iba ganando, tenía un cuchillo en una mano y a Malissa Talmer cogida del cuello en la otra.
Los ojos de Finch estaban inyectados en sangre y tenía una mirada furiosa y desafiante.
De repente, el asesino deslizó lentamente el cuchillo por la garganta de la mujer y la dejó caer al suelo con el mismo cuidado con el que la mató, sin dejar de penetrar con la mirada los ojos que se veían detrás de la máscara de Hogo.
Con un reflejo instintivo y una cara furiosa como la de un gato salvaje, Almer se lanzó a toda velocidad contra el asesino y, seguidamente, se unió Hogo con un salto de liebre que al instante golpeó a Finch en la tripa. Mientras intentaba sacarse de encima a Almer, Finch cogió el cuchillo que se le cayó cuando el gato furioso lo atacó. Le hizo un corte a la mejilla de Almer mientras ese intentaba sacárselo de delante de los ojos. Almer cayó al suelo y Finch aprovechó para ir a por Hogo, pero éste se le había adelantado y de un puñetazo le giró la cara.
Mientras tanto, Almer se había levantado y ya volvía a estar detrás del asesino vestido de negro, con una capucha y unos cabellos marrones que se asomaban entre la túnica cada vez que giraba para atacar.
Esta vez Finch cogió la cabeza de Almer por detrás de sus hombros y lo tiró haciendo que diera un giro por encima de él hasta caer al suelo. El encapuchado hizo girar el cuchillo con movimientos muy hábiles y seguidamente, como si de un verdugo se tratase, se lo clavó a un lado del cuello.
Se había cargado a un hombre que le doblaba en peso y tamaño y eso hizo que Hogo dudara de su habilidad. Lo había subestimado y ahora tocaría empezar de nuevo, aprender cada gesto de su atacante mientras pensaba en una combinación óptima para acabar con él.
Pero era demasiado rápido, su técnica se parecía demasiado a la suya, un seguido de movimientos y golpes con los pies acompañados con un afilado cuchillo en la mano derecha, que parecía que se desvaneciera cada vez que lo hacía ir de un lado para otro.
Con un movimiento en dirección a la máscara de Hogo, hizo que ése se sacara dos cuchillos de las botas mientras se esquivaba el ataque. En un abrir y cerrar de ojos, Hogo le hizo un corte en la pierna izquierda y Finch se tambaleó, lo que le causó una reacción que le impulsó a clavarle el cuchillo a un hombro del enmascarado. Parecía que ninguno de los dos iba a ganar; golpe, golpe, cuchillada, las hojas silbaban entre las sillas del comedor de la casa.
Desde fuera, si alguien hubiera pasado, habría podido observar a dos sombras seguir el ritmo de un hermoso baile.
Golpe, golpe, cuchillada.
De repente, el asesino que hacía poco había terminado con la vida de dos personas sin ninguna dificultad, cometió el peor error de aquella noche, y no fue solo el de toparse con Hogo, sino el de subirse encima de una silla con un movimiento hábil para, seguidamente, lanzarse contra él. Con un movimiento periférico perfecto de abajo hacia arriba cortó a Finch en toda la tripa, y sin moverse, con una rodilla en el suelo, dejó caer al verdugo por detrás de él.
En la sala reinó el silencio por un momento, pero en seguida se terminó a causa de los gemidos y una entrecortada voz que salía de la boca llena de sangre de Finch. Con un pie, lo apartó haciéndolo girar sobre sí hasta que quedó cara arriba. Se quedó quieto, mientras el encapuchado vestido con túnica negra parecía estar haciendo el papel de su sombra.
- Cuando se cree en la necesidad de librar una batalla es que se han cometido fallos, éste ha sido el tuyo- dijo Hogo sin dejar de mantener los ojos de su máscara por encima de los de Finch. En unos segundos, el asesino dejó de gemir y su luz se fue apagando hasta que se desvaneció del todo.
De repente, algo salió rodando de un bolsillo de la túnica del verdugo ejecutado.
Hogo lo cogió y pudo percibir que se trataba de la fruta de Tamir y Almer, la fruta que había pertenecido a sus padres antes que a ellos y que ahora estaba en manos del único conocedor de ella. Al menos eso creía él pero, de repente, de una de las habitaciones salió un chico de unos doce años con unos ojos verdes y llenos de lágrimas abiertos como dos platos.
Llevaba un peinado de lo menos habitual, si no fuera por la situación en la que se encontraba le habría soltado el comentario que pensó la primera vez que lo vio.
Hogo, desconcertado, dejó caer la fruta y ésa rodó hasta el cadáver de la madre del niño.
-¿Hay alguien más dentro?- dijo Hogo con una voz pasiva y entrecortada.
El chico negó con la cabeza y, como si no acabara de asimilar todo lo ocurrido, cogió la fruta y se la devolvió a Hogo pasando por el lado del cuerpo de su madre.
-Salgamos de aquí chico, no es el lugar donde un niño debería estar.
Salieron los dos de la casa y, antes de cerrar la puerta, Hogo echó un último vistazo a la carnicería que hubo aquella noche, se volvió y siguió el camino que llevaba hasta fuera de la propiedad.
Por un momento, al ver al niño parado enfrente de la valla mirando hacia arriba, se dio cuenta de que parecía un reflejo de su infancia.
Sin saber muy bien qué hacer, se acercó despacio a él y le dijo con voz serena:
-Ven, tengo que enseñarte algo.
Epílogo
Parecía una noche cualquiera, pero para nada era de lo más normal.
Sólo había tres luces observables. La primera, la más brillante, era la del faro que giraba como las aspas de un molino.
La segunda, no tan intensa, era la que se apreciaba entre la niebla que había en la ciudadela.
Y la última, pero quizá la más grande, era la de la Luna, una Luna que brillaba más que nunca en una noche tan oscura. Si alguien hubiera observado alguna luz más le hubiera parecido que, en vez de estar en lo alto de una colina, estuviera en medio del espacio rodeado de planetas.
Si alguien hubiera observado alguna más… pero aquella noche sólo había tres luces que dirigían la oscuridad.
Había empezado a soplar el viento encima de la colina y la hierba rozaba despacio la cara de Hogo y del chico que estaba estirado a su lado mirando las estrellas.
Después de un largo rato de silencio, Hogo se quitó la máscara y dejó su cara al descubierto permitiendo que notara el fresco abrazo de la hierba.
- Una vez, mi madre me contó una historia que vagamente recuerdo, trataba de un chico que lo había perdido todo y que, para consolar el vacío que tenia dentro de su corazón, cerraba los ojos y se imaginaba un mundo donde todo era posible.
Estuvieron largo rato con los ojos cerrados.
De repente, el chico abrió los ojos, y mirando la cara deformada de Hogo dijo:
-Tengo frio… y hambre…
Hogo sonrió, y mientras se levantaba cogió la mano del niño y lo acompañó dentro de la cueva, donde había una fogata cálida y con aroma de sopa.
Si alguien más hubiera estado allí… Pero no, sólo había un hombre que una vez todo lo tuvo, y un niño que todo lo perdió.
FIN
- Peticiones:
- Akuma según la nota del diario.
- La experiencia que este diario pueda darme.
- El dinero ganado por saldar la deuda con Almer y vengar la muerte de su hermano.
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Buenas tardes, soy Murasaki y hoy seré tu correctora. Puedes intentar sobornarme con pescado, pero solo te bajara la nota. Por cierto, no es necesario doblepostear para que te atendamos, ya estaba corrigiendo tu diario, pero no soy una maquina y no tuve tiempo de postearlo. Dicho esto, comencemos.
no tengo mucho que decirte, la verdad. La historia está bien de extensión y casi no he visto faltas de ortografía, ni problemas a la hora de puntuar. Si que hay alguna que otra expresión mal empleada, que espero que corrijas más adelante y repeticiones innecesarias, pero no en exceso.
En cuanto a la historia en sí, me descolocó un poco el comienzo pero pude comprender todo al finalizar el relato, así que no hay quejas al respecto. Además la historia está bien, quizá algo típica, cosa que la ha vuelto algo aburrida a mi parecer, pero por haber leído cosas parecidas antes, eso no quita que estuviera bien.
Dicho esto, tu nota es un 8 . Puedes elegir entre una paramecia (grado 1 u 2) o una zoan (normal, carnívora o prehistórica); en cuanto al dinero...Lo siento, pero al ver que el hombre que te iba a pagar ha muerto antes de darte un solo berri y no has dicho nada de ir a tomar el dinero una vez te llevas al niño, no te voy a dar nada.
Si no estás de acuerdo con la nota, puedes pedir una segunda corrección. Pasa buena tarde.
no tengo mucho que decirte, la verdad. La historia está bien de extensión y casi no he visto faltas de ortografía, ni problemas a la hora de puntuar. Si que hay alguna que otra expresión mal empleada, que espero que corrijas más adelante y repeticiones innecesarias, pero no en exceso.
En cuanto a la historia en sí, me descolocó un poco el comienzo pero pude comprender todo al finalizar el relato, así que no hay quejas al respecto. Además la historia está bien, quizá algo típica, cosa que la ha vuelto algo aburrida a mi parecer, pero por haber leído cosas parecidas antes, eso no quita que estuviera bien.
Dicho esto, tu nota es un 8 . Puedes elegir entre una paramecia (grado 1 u 2) o una zoan (normal, carnívora o prehistórica); en cuanto al dinero...Lo siento, pero al ver que el hombre que te iba a pagar ha muerto antes de darte un solo berri y no has dicho nada de ir a tomar el dinero una vez te llevas al niño, no te voy a dar nada.
Si no estás de acuerdo con la nota, puedes pedir una segunda corrección. Pasa buena tarde.
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- Akuma:
- Sosei No Haka
Descripción de la fruta:
El nombre de fruta se le da al alimento que entra en la dicha categoría, pero en el caso de ésta, pocos se atreverían a llamarla así. Roja como el ocaso, esta poderosa fruta contradice su forma de estrella tridimensional, su piel es lisa y dura, y la parte superior de ella junta con un agujero dos de sus puntas.
Habilidades que otorga:
Esta fruta permite al usuario que la consume un poder de lo más peculiar, pero a la vez puede parecer un tanto simple, sin embargo, las apariencias engañan. Una vez es consumida, el portador tiene el poder de aumentar su resistencia, velocidad, stamina, concentración, reflejos y fuerza la cantidad inversamente proporcional. Es decir, el nivel de aumento de sus atributos es proporcional al nivel de cansancio y dolor en el que está sometido.
Tabla:
Nivel 1: Recibe un 3% de bonificación en su resistencia, velocidad y fuerza cada vez que es dañado.
Nivel 10: Recibe un 10% de bonificación en su resistencia, velocidad y fuerza cada vez que es dañado. Aumenta hasta un 20% todos sus atributos
Nivel 20: Puede aumentar hasta un 50% todos sus atributos.
Nivel 30: Puede aumentar hasta un 70% todos sus atributos.
Nivel 40: Puede aumentar hasta un 80% todos sus atributos.
Nivel 50: Puede aumentar hasta un 100% todos sus atributos.
Nivel 60: Puede aumentar hasta un 250% todos sus atributos.
Nivel 70: Puede aumentar hasta un 400% todos sus atributos.
Nivel 80: Puede aumentar hasta un 550% todos sus atributos.
Nivel 90: Puede aumentar hasta un 800% todos sus atributos.
Nivel 100: Puede aumentar hasta un 1000% todos sus atributos.
Esta Akuma solo se activa con el dolor que le es inflingido.
(Cada nivel que alcanza, aumenta permanentemente un 1% todos sus atributos.)
Cuanto menos cantidad de vida le queda, más eleva sus atributos hasta el máximo que le permite el nivel.
Alwyn
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La akuma que planteas es muy similar a la que ya posee un almirante, por favor cambiala.
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