Nokotori Kurodoku
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Akuma no mi
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Nokotori se encontraba en su barco como era de costumbre visitando islas. Había escuchado sobre una en concreto en la que se encontraban animales grandes y prehistóricos. La idea del espadachín era crear el ser más terrorífico que haya pisado la tierra hecho de los animales más peligrosos que existen. Había cogido rumbo a esa isla con la intención de obtener algunas muestras y llevárselas a Galuna. Lo cierto es que no le había dicho nada a su líder Madara y estaba llenando la base de Kyofu de cosas muertas. Probablemente el Shichibukai pensaría que era un enfermo.
El moreno se encontraba en la cubierta del pequeño navío. No tenía camiseta y dejaba ver su torso bien curtido lleno de cicatrices. Estaba haciendo algunas flexiones para mantenerse en forma y mejorar su capacidad física. En poco tiempo se había convertido en un espadachín formidable y en uno de los más rápidos. Después de hacer cien flexiones se levantó y agarró una toalla que estaba sobre la baranda del lado derecho del barco. Una vez que lo hizo se secó el sudor y suspiró. Apenas quedaba mucho camino para llegar a la isla, echó el ancla y se montó en un pequeño bote que tenía el barco. Acto seguido empezó a remar hacia la costa para ver qué le deparaba aquella isla. Tal vez era algo arriesgado ir solo a aquel lugar, pero Nokotori no era ningún fantoche y podía arreglárselas perfectamente. No obstante si hubiese venido alguno de sus compañeros todo sería más seguro. Tanto Jhon como Ragerok se negaron ante la proposición del espadachín para ir a esa isla. Eran todos unos sosos.
El moreno se encontraba en la cubierta del pequeño navío. No tenía camiseta y dejaba ver su torso bien curtido lleno de cicatrices. Estaba haciendo algunas flexiones para mantenerse en forma y mejorar su capacidad física. En poco tiempo se había convertido en un espadachín formidable y en uno de los más rápidos. Después de hacer cien flexiones se levantó y agarró una toalla que estaba sobre la baranda del lado derecho del barco. Una vez que lo hizo se secó el sudor y suspiró. Apenas quedaba mucho camino para llegar a la isla, echó el ancla y se montó en un pequeño bote que tenía el barco. Acto seguido empezó a remar hacia la costa para ver qué le deparaba aquella isla. Tal vez era algo arriesgado ir solo a aquel lugar, pero Nokotori no era ningún fantoche y podía arreglárselas perfectamente. No obstante si hubiese venido alguno de sus compañeros todo sería más seguro. Tanto Jhon como Ragerok se negaron ante la proposición del espadachín para ir a esa isla. Eran todos unos sosos.
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Akuma no mi
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La isla prehistórica parecía un buen sitio para que aquel sucio criminal. Era un tipo detestable que debía ser detenido por el poderoso Aomine. Era todo muy gracioso, sobre todo para los que supieran quién era aquel capitán. Su maldad no conocía límites y ahora que estaba metido en la marina podía abusar de su poder todo lo que deseaba. Por el momento no iba a poder liarla mucho pues estaba en el calabozo de aquel barco que avanzaba hacia la isla. El cabrón había partido en dos a cinco piratas que se habían entregado voluntariamente y por ello había recibido bronca.
Se hallaba sentado en un banco de aquella celda cuando un sargento llegó hasta su posición y se quedó mirándole. – Ya hemos llegado a la isla, será mejor que completes el objetivo rápido y dejes de liarla. – La risa de aquel tipo comenzó a escucharse de repente mientras se relamía despacio. Llevaba un traje blanco con sombrero, el pelo recogido en una coleta y en su espalda portaba una guadaña de doble hoja y negra. – ¡Hahahahaha! Claro claro, sargento Daishoba. Esta vez me ocuparé de dejar supervivientes pero no prometo nada. – Dijo ahora colocándose en pie. La celda quedó abierta y salió cuanto antes de aquel sitio, los castigos allí eran iguales para todos por mucho rango que se tuviese.
El ahora marine salió al exterior y en ese momento pudo ver la isla. Además notó una presencia un poco más lejos y tras olfatear el aire pudo saber de quién se trataba, una sonrisa se formó en su rostro ahora. Con su aspecto sería imposible que le descubriese y tampoco iba a mostrar sus habilidades. Por suerte podía cambiar su voz con facilidad y el tipo de guadaña que portaba era muy distinta a la otra.
Se hallaba sentado en un banco de aquella celda cuando un sargento llegó hasta su posición y se quedó mirándole. – Ya hemos llegado a la isla, será mejor que completes el objetivo rápido y dejes de liarla. – La risa de aquel tipo comenzó a escucharse de repente mientras se relamía despacio. Llevaba un traje blanco con sombrero, el pelo recogido en una coleta y en su espalda portaba una guadaña de doble hoja y negra. – ¡Hahahahaha! Claro claro, sargento Daishoba. Esta vez me ocuparé de dejar supervivientes pero no prometo nada. – Dijo ahora colocándose en pie. La celda quedó abierta y salió cuanto antes de aquel sitio, los castigos allí eran iguales para todos por mucho rango que se tuviese.
El ahora marine salió al exterior y en ese momento pudo ver la isla. Además notó una presencia un poco más lejos y tras olfatear el aire pudo saber de quién se trataba, una sonrisa se formó en su rostro ahora. Con su aspecto sería imposible que le descubriese y tampoco iba a mostrar sus habilidades. Por suerte podía cambiar su voz con facilidad y el tipo de guadaña que portaba era muy distinta a la otra.
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