Mr. Fluffy (Misión rango E, privado Aetiel - Manu3ls)

Los planes del pelinegro habían ido variando con el paso del tiempo de una manera bastante llamativa, en un principio el objetivo de su viaje era encontrar al culpable del asesinato de su familia pero con el paso de los días las necesidades y objetivos de Aetiel cambiaron drásticamente, las prioridades del joven ahora eran conseguir dinero con el que poder tener que algo que llevarse a la boca y continuar con su búsqueda. Todo esto le había llevado a aceptar un encargo que a cada momento le hacía preguntarse lo que estaba haciendo con su vida - ¿Cómo he llegado a esto? - ladeando la cabeza a cada paso el pelinegro caminaba hacia las colinas que se encontraban a la espalda del pequeño pueblo donde ahora se encontraba.

- Esto no me tiene que llevar mucho tiempo, solo tengo que encontrar un peluche ¿qué podría ir mal? - Aetiel trataba de convencerse a sí mismo de que todo eso era por un fin mayor, que era dinero fácil y rápido. Según le habían indicado debía de cruzar todo el pueblo hasta llegar al lugar donde tendría que empezar a buscar, las colinas. También había sido informado de que otra persona lo acompañaría para realizar tan complicada y peligrosa misión, él no sentía que fuera necesario pero mientras le pagaran no era algo que le importara demasiado.

- Vale, ya estamos aquí - A su espalda quedaba el pueblo y delante de él, se extendía una gran zona verde de colinas donde tendría que encontrar un... oso de peluche. En efecto, ese era el objetivo de su misión encontrar el peluche de un niño pequeño de no más de cinco años.

Esta vez mi trabajo me había traído a esta curiosa isla, era conocida coloquialmente como la Isla de los Gordos, nunca había estado aquí y sólo conocía el lugar por haber leído sobre él, se decía que sólo aquí crecía una extraña planta que no sobrevivía en ningun otro ecosistema y además había manadas de unos raros lobos que atacaban con la cola pero no estaba allí para ver nada de eso no, me habían mandado a recuperar un maldito osito de peluche, era del hijo del acalde y lo había perdido por las colinas, -Seguro que el puto alcalde es amigote de alguno de mis jefes.-pensé mientras caminaba.

Según los papeles que me habían dado en el cuarteliba a tener un compañero, según el informe era un civil fuera la agencia sólo sabía algo sobre su apariencia pero nada de su estilo de combate aunque dudaba que tuviésemos ni siquiera que pelear, seguro que el peluche lo habría cogido alguna alimaña del lugar o estaba por ahí tirado y no necesitaría ayuda para algo así pero las órdenes eran claras asique me dirijí hacia el punto de encuentro donde supuestamente tendría que estar mi compañero.

Tras unos minutos de una caminata tranquila sin haberme cruzado con nadie ví a lo lejos un chico con el pelo negro vestido con ropa negra y una camisa blanca a contraste, lo que más me llamó la atención fue su corbata azul, concordaba con la descripción de mis papeles asique me acerqué y me presenté.
-Buenas, soy Tobías tu compañero para buscar al osito perdido, espero que sea algo sencillo y acabemos pronto.-dije con un tono amistoso mientras alzaba la mano a espera de sí me saludaría o no.

Aetiel se disponía a comenzar con su búsqueda cuando algo llamó su atención, podía escuchar como a sus espaldas algo se acercaba, caminaba sobre dos piernas y no trataba de ocultarse sino que marchaba seguro hacia él. El pelinegro se giró lentamente para observar la llegada del que suponía era su compañero en esta ardua tarea. Era algo más bajito que el pelinegro que tan solo se limitaba a observarlo desde la distancia, por su apariencia bien podría pasar por un muchacho de unos quince años aunque Aetiel estaba seguro de que su edad era mayor.

- Yo soy Aetiel. - La respuesta del pelinegro portaba las cualidades que más lo caracterizaban, seriedad, tranquilidad y una preocupante falta de emociones. - Cuanto antes encontremos ese peluche será mejor para nosotros. - Aetiel conversaba sin prestar atención a Tobías, que era como se había presentado su "compañero".

- He escuchado rumores sobre las bestias que se habitan esta isla, puede que ellas posean ese peluche y debamos quitárselo peleando por ello. - el pelinegro realiza una breve pausa para volver a mirar a Tobías. - ¿Estarás preparado?. - Aetiel quería asegurar que tipo de compañero tendría, ya que aunque el objetivo de la misión podía parecer bastante insignificante y cómico, las complicaciones que se pudieran presentar no tenían porque serlo también.

El pelinegro parecía un chico serio, su saludo había sido bastante escueto y distante, parecía el típico chico que no se fiaba de nada ni nadie, al seguir charlando comentó que podrían ser unas bestias que habitan en la isla las que se llevaron el osito y que si estaría preparado para luchar. -¿Qué si estoy preparado? Me he estado entrenado para ser asesino-pensé para mí mientras le contestaba al joven.-Preparado y entrenado compañero, sólo espero que sea algo fácil y podamos volver pronto.-le dije amablemente.

Las colinas se extendían a ambos lados de donde estábamos y buscar al osito iba a ser arduo si no tenemos un punto de referencia y encima no teníamos ninguna pista más al respecto o por lo menos yo, asique entonces le pregunté al pelinegro.-¿Tienes idea de por dónde empezar o vamos a la aldea a por algo de información? Seguro que en el pueblo algo se ha escuchado. La verdad es que la única información de la que disponía sobre la misión es que teníamos que buscar un peluche que habían perdido en las colinas y eso era poco detallado para como me gusta trabajar aunque a lo mejor mi compañero me sorprende y sabe algo, además tengo hambre.

Tobías, que era como se hacía llamar el compañero del pelinegro, daba a entender que estaba sobradamente preparado para pelear si la situación lo necesita. - Genial, otro que ha nacido para esto... - Con la respuesta de su compañero el pelinegro había recordado un encuentro que había tenido en el pasado con otra persona que le había dado la misma respuesta, además la sensación que le transmitía Tobías era similar a la persona de su recuerdo.

Sin darle más importancia de la necesaria a las palabras de su acompañante el pelinegro regresó su vista a esas colinas y a la gran área que debían de hacer frente en su búsqueda, ese lugar era demasiado grande para tan solo dos personas, ellos solos tardarían muchísimo en dar con ese peluche y quizás cuando lo encontraran ya estuviera roto en mil pedazos. Aetiel se alegró al comprobar que Tobías parecía pensar de manera similar a él y sugería regresar al pueblo en busca de algo más de información, algo que los ayudara a reducir la zona de búsqueda aunque fuera solo un poco.

- Está bien, pienso como tú, será mejor regresar. - La conversación había finalizado y era el momento de regresar sobre sus pasos hasta el pueblo con la esperanza de que alguien pudiera ayudarles. Aetiel tan solo tardó diez segundos en emprender el paso ya que como su compañero había sugerido antes, él también esperaba que esto acabara rápido y sin muchos problemas.

Mi compañero parecía de acuerdo con mi sugerencia y comenzó a andar en dirección al pueblo. El camino estaba siendo tranquilo y segíamos sin cruzarnos con nadie para preguntar donde vivía el alcalde.

Tras terminar nuestro paseo de regreso, vi una taberna cerca de la entrada. -Entremos ahí.-le comenté a mi compañero mientras señalaba el lugar con el dedo.-Seguro que ahí nos podrán decir donde vieve el alcalde. Y me dirijí hacia el interior.

El local era más bien pequeño, pero tenía unos grandes ventanales por donde entraba bien la luz, el lugar estaba limpio y ordenado, pero se encontraba vacío a excepción de un corpulento hombre que estaba limpiando la barra con cierta pasimonía.
-Buenas buen hombre.- dije llamando la atención del hombre. -Póngame un refresco y lo que quiera mi compañero para èl, porfavor. Tras sentarme en la barra y una vez nos hubo sevido le comenté al hombre.-¿Nos podría usted decir dónde se encuentra la casa del alcalde?Soy un agente del gobierno y venimos por una misión, tenemos que recuperar algo que ha perdido su hijo.
-¡Ja! -se mofó el hombre tras la barra. -Esa cosa que buscáis ya la encontraron la semana pasada otros, aunque es bueno saber en que se gastan mis impuestos.-concluyó algo sarcástico el hombre.
No podía creer que hubiese venido hasta aquí para nada y la información tampoco parecía alegrar a mi compañero, al parecer habíamos perdido el tiempo ambos.
-No puedo creer que el alcalde os llame para eso y no para resolver el problema que tenemos entre manos.-dijo el camamero sacándome de mis cavilaciones.-¡Lleva el local vacío tres días!Nadie sale de casa ya- terminó claramente enfadado.
-¿Cuál es ese problema del que habla?-pregunté algo interesado, parecía que al final habíamos venido para algo.-Cuéntanos que es lo que pasa y veremos que podemos hacer.-le dije insistiendo a que sigiese hablando.
-Pues resulta que una maldita manada de esos extraños lobos bajan todas las noches y atacan a todo el que ven, parecen bastante rabiosos y no tienen miedo del hombre.Es extraño pues suelen vivir más adentro de la isla, además seguro que se gratificará a quien acabe con ellos.-terminó diciendo como para ver si así nos tentaba.

A mí no me habían mandado para eso, mi trabajo era volver y presentar el informe de que la misión ya la habían acabado a otros, pero por otraparte sentía lástima de estas personas aterradas en sus hogares, no quería aventurarme en esto sólo, pues aunque había estado entrenando para ser agente, no era lo mismo tratar con personas que con bestias enloquecidas, además había leído que estos lobos eran extremadamente fuertes, asique me giré hacia el pelinegro y le dije. -¿Qué opinas tú compañero?. Y esperé a ver que pensaba al respecto.

El camino hacia el pueblo fue bastante tranquilo y sin ningún sobresalto, ambos caminaron tranquilos y en silencio sin nada que requiriera su atención.

Una vez en el pueblo vieron una pequeña taberna y se decidieron a entrar con la esperanza de conseguir algo de información que los ayudara a cumplir con el encargo que habían recibido. El lugar no era muy grande pero estaba bastante bien iluminado, al parecer el momento que habían escogido para entrar no era el adecuado para encontrarse con el local lleno.

Tras una breve charla con el encargado de la taberna fueron informados de que el encargo para el cual habían sido llamados ya había sido realizado por otro grupo lo que sentó bastante mal al pelinegro ya que nadie los había informado. Aunque al parecer no todo sería malas noticias para ellos, el tabernero les contaba que el motivo por el cual su local estaba vacío era por que una especie de lobos que habitan esa isla habían abandonado su territorio de caza habitual cambiándolo por el pueblo. Según daba a entender ese hombre quien resolviera el problema con los lobos recibiría también un pago por sus servicios.

- No hay mal que por bien no venga. - Es lo que pensó el pelinegro al escuchar que al menos no habían venido para nada.

El compañero del pelinegro, Tobías, parecía estar dispuesto a hacerse cargo de la situación pero al parecer esperaba ansioso la  respuesta de Aetiel.

- Mientras esté bien pagado no tengo problema. - La respuesta del pelinegro era bastante clara, si les pagaban no tenía ningún problema en ayudarlos. - Ahora necesitamos saber de donde vienen las bestias, ¿podría ayudarnos con eso? - Ahora era Aetiel el que preguntaba al tabernero con la esperanza de que les diera una respuesta clara y precisa, ya que si los mandaban de nuevo a las colinas el terreno a cubrir sería inmenso para tan solo ellos dos.

- Según he escuchado, vienen por el camino del norte. Atravesando un estrecho paso entre las montañas que allí se alzan. - No daba la sensación de estar muy seguro sobre sus palabras pero el pelinegro entendía que esa respuesta era mejor que no tener nada.

Spoiler:

El pelinegro parecía de acuerdo con investigar lo que ocurría, recalcó que mientras sacase algo a cambio le valía, se veía que el chico estaba falto de fondos. El camamero nos dijo que creía que las bestias venían por el camino del norte, pasando por un estrecho que había allí o algo así, el hombre no parecía seguro al respecto pero parecía ansioso por algo de ayuda.

Me dirijí hacia mi compañero y le dije que iba a por unas cosas, que quedábamos en la salido del pueblo para partir, quedaba poco para el anochecer y tenía que aprovisionarme para una idea que se me había ocurrido y sin perder más tiempo ni respuesta salí del local.

Anduve unos minutos buscando lo que necesitaba, eran cosas sencillas pero había pocos comercios abiertos. Compré un kilo de carne picada y una cuerda, la carne olía un poco mal pero la cuerda parecía buena y tras varios regateos saqué un buen precio, todos parecían nerviosos por la proximidad de la noche. Tras haber empacado mis cosas me dirijí hacia donde le había dicho al pelinegro que me encontraría con él.

Llegé y todavía no estaba, después de cinco largos minutos que se me estaban haciendo insufribles, me pareció ver que se acercaba mi compañero, aunque estaba demasiado lejos y no lo distinguía bien, sólo esperaba que fuese él y al final no hubiese decidido mejor marcharse.

Ambos parecían estar dispuestos a tomar ese encargo por lo que ya no prestarían más atención a la gente que llegaba al lugar ni nada sino que sin previo aviso, Tobías informaba al pelinegro de que necesitaba hacerse con unas cosillas antes de ponerse en camino hacia el lugar donde pensaban enfrentar a los lobos. Mientras su compañero abandonaba la taberna el pelinegro se giraba de nuevo hacia el encargado del lugar.

- Una jarra de cerveza, por favor. - Al parecer el muchacho necesitaba refrescarse y no veía motivo para no hacerlo con una gran jarra de cerveza. Durante el tiempo que pasó sentado en uno de los taburetes que acompañaban a la barra de la taberna el pelinegro pudo fijarse en que nadie se acercaba allí sino que más bien las pocas personas que se veían pasar por la calle, marchaban agitadas y como si tuvieran prisa.

- Creo que es hora de que me marche, ¿cuánto le debo? - Después de levantarse de su asiento el muchacho pedía la cuenta al tabernero que con un gesto de negación en la cara respondería.

- No debes nada, corre a cuenta de la casa. - Ante la respuesta del tabernero Aetiel tan solo podía abandonar la taberna y dirigirse hacia el lugar pactado, por el color del cielo el muchacho sabía que se había entretenido un poco más de la cuenta y quizás su compañero estuviera un poco impaciente por haberlo hecho esperar. Una vez el pelinegro encaró la calle que lo llevaría hacia el punto de reunión pudo divisar a lo lejos una figura que sospechaba era Tobías, le tomaría todavía un par de minutos cruzar la calle al completo y reunirse con él.

- Está bien, espero que me digas que vas a hacer con todo eso. Porque huele bastante mal. - El pelinegro señalaba con su mano hacia lo que tenía en una especie de bolsa su compañero, sospechaba que se trataba de lo que había ido a buscar pero todavía no conocía qué era ni para que les serviría y la hora del encuentro con las bestias se acercaba.

Si era Aetiel, venía con paso decidido, al acercarse me preguntó que que era lo que iba a hacer con lo que llevaba y comentó algo sobre lo mal que olía. Ya estaba cerca la supuesta "hora de las bestias" y no teníamos tiempo para parar a explicárselo, asique le hice señas y me encaminé en la dirección que nos habían dado en la taberna.

Llevábamos unos minutos de camino y la noche se estaba cerrando y recordé que todavía no le había contado lo que se me había ocurrido, además ya estábamos cerca del estrecho.

-Bueno compañero, he pensado en entretener a las bestias nada más salir del estrecho que nos ha dicho el tabernero. -dije tranquilamente mientras paraba y dejaba la bolsa y la cuerda en el suelo. -Mi idea es simple pero esperemos que funcione aunque sólo sea para entretenerlos, quiero usar esto como cebo -dije mientras abría la bolsa para que viese su interior. -La ataremos a una cuerda y la pasaremos por una rama haciendo una especie de polea, uno tirará cuando esten cerca del cebo quedándolo en suspensión y atacaremos cuando se estén entretenidos con la carne. El plan es sencillo y no se me ocurrió nada más, aunque estoy abierto a sugerencias si se te ha ocurrido algo mejor. -terminé diciéndole, era una chorrada pero el tiempo se acababa, ya se oían aullidos en la lejanía.

Esperé a una respuesta de Aetiel, no sabía si le había convencido, pero si estaba de acuerdo nos pondríamos con los preparativos sin perder más tiempo.

Spoiler:

El olor que desprendía lo que quisiera que llevara Tobías en esa bolsa cada vez era más insoportable y esto hacía que el pelinegro se sintiera más y más impaciente a cada segundo que pasaba. Después de unos cuantos minutos en silencio al fin parecía que había llegado el momento de las explicaciones.

- Espero que con lo que tengas ahí sea suficiente para captar la atención de todos, porque como se nos vaya uno solo... - El pelinegro estaba de acuerdo con lo que había pensado su compañero pero como siempre hacía, no podía evitar pensar siempre en lo peor. La idea era bastante simple pero si la ejecución era lo bastante rápida podrían tener éxito aunque para eso debían de ponerse manos a la obra lo más rápido que pudieran.

- Está bien, yo me encargo de la polea si no tienes ningún problema con eso - Aetiel conocía de sus limitaciones y sabía perfectamente que su mejor virtud era su puntería, por lo que combatir desde la distancia sería la mejor opción para él además así podría dar apoyo a su compañero y ocuparse de los lobos que se alejaran del estrecho.

- Bien vamos a hacer esa polea tuya rápido - El pelinegro sabía que necesitarían un rama lo bastante fuerte como para no partirse por la mitad al soportar el peso de esa carne, además también les haría falta una roca o algo con lo que hacer el contrapeso en caso de que el que estuviera ocupándose de la polea tuviera que abandonar esa posición.

spoiler off rol:

El pelinegro estaba de acuerdo con el plan asique nos pusimos manos a la obra. Estuve buscando un buen sitio para hacer la "polea improvisada" pensé que habría alguno cerca de la salida del estrecho, pero no había ningun sitio bueno para colocarla, el mejor lugar estaba demasiado lejos para mi gusto. Se encontraba a unos veinte metros de la salida del estrecho y no quería que las bestias se introducieran en la espesura pasando de largo, aunque definitivamente el lugar era perfecto, era un buen árbol a la linde del camino con varias ramas grandes que se introducían en parte de él y podríamos poner el cebo en buen lugar y estaríamos lo suficientemente cerca para no fallar en blanco, ahora sólo quedaba atraer a las bestias aquí.

La noche ya había caido aunque había luna llena y el cielo se encontraba despejado. - Por lo menos la visibilidad no iba a ser nula -pensé. Me acerqué a la apestosa bolsa de carne que había comprado y cogí un puñado, la sensación era bastante asquerosa, entre la viscosidad y olor, se me revolvió bastante el estómago, por un momento pensé que echaría hasta el desayuno de hace tres días. Me acerqué corriendo a la salido del estrecho mientras le daba indicaciones a Aetiel de que fuese preparando la polea en el lugar que había encontrado. Comencé a hacer bolitas con la carne, hice siete algo más grande que unas canicas, esperaba que fuese suficiente para atraerlos hasta el cebo grande y además ahora que estaba a la entrada se escuchaban los aullidos más cerca.

Tras terminar el caminito de "bolitas apestosas" ví que Aetiel ya había terminado de hacer la polea y el cebo estaba colocado en su sitio, le iba a hacer algún comentario sobre que las alimañas estaban cerca pero ya parecía que los había escuchado y me hacia señas para que me ocultase. Me situé un poco más adelante de mi compañero ocultado por arbusto, parecía un piracanta por el pequeño fruto que daba y los pinchos de sus ramas, pero no era momento para distraerse con esas tonterías ya que un gran aullido sonó bastante cerca, aparecieron cuatro figuras del estrecho, no podía verlos bien pero parecían grandes.

-Ya vienen, ten preparada la cuerda.- le susurré a mi compañero. Sólo esparaba que la bestias picasen y se distrajesen con el cebo para así poder herir o matar a alguno de ellos antes de que nos atacasen. Saqué cuatro de mis cuchillos y esperé tensamente a que llegase el momento, lo más extraño es que me parecía escuchar a la lejanía una especie de melodía, por un momento pensé que la carne era tóxica y me estaba provocando alucionaciones, pero no había tiempo que perder pensando en esa nimiedad cuando tenía que cazar a esas bestias.

El pelinegro y Tobías lo tenían todo, tan solo les faltaba montar la polea con la carne. Ambos sabían que debían encontrar el lugar adecuado ya que si se alejaban demasiado corrían el peligro de que las bestias pasaran de largo y se marcharan directas hacia el pueblo, por otra parte, si se acercaban demasiado podían ser sorprendidos por alguno de esos animales y ser atacados mientras todavía no tenían nada preparado cosa que no les interesaba mucho. Después de varios minutos buscando el lugar adecuado Tobías parecía haber dado con éste.

Una vez Aetiel había acabado de montar la polea trataba de captar la atención de su compañero para informarle de que todo estaba bien y que tan solo faltaba por finalizar su parte, pero los gruñidos y aullidos provenientes del camino captaron la atención del pelinegro que ya tan solo esperaba ansioso por que Tobías se ocultara junto a él esperando así ambos el momento perfecto para atacar.

- Sí ya los veo, solo falta que piquen - Aetiel respondía así a una indicación hecha por su compañero ante la llegada de cuatro figuras bastante grandes y que caminaban a cuatro patas. Los segundos que transcurrieron desde la aparición de las bestias hasta que estas al fin se acercaron a la carne se hicieron eternos para el pelinegro que los esperaba tranquilo y concentrado con su pistola.

- Espero tu señal, tú ángulo de visión es mejor que el mío, cuando digas aprieto el gatillo - Susurró el pelinegro a Tobías que se había adelantado unos metros.

Spoiler:

Todo estaba listo y la tensión se podía cortar como si de algo tangible se tratase, mi compañero estaba listo y esperaba a mi orden, estaba algo más cerca que él y tenía mejor visión. En mis oídos seguía retumbando esa pequeña melodía, era casi hipnótica, por un momento creí que entraría en una especie de trance pero las bestias aullaron y me sacaron de ese estado de pequeño estupor.

Las bestias avanzaron, por segundo temí lo peor, habían pasado de largo de las dos primeras bolitas y cada vez estaban más cerca sin que el plan funcionase. El lobo más grande, que parecía el alfa de la manada, se había detenido, los otros tres pararon detrás suya y el grandullón parecía que había picado, por un momento pensé que la carne era demasiado mala porque el gran lobo parecía reticente a comérsela, si no llega a ser por uno de lo más chicos el plan se hubiese ido al traste, puesto que uno de los pequeños se envalentonó y intentó llevarse la comida él, pero el alfa de un zarpazo y varios mordiscos al aire lo acongojaron y sin más se trago la bola. Parecía encantado con ella pues pegó el hocico al suelo y llegó hasta la siguiente, ya estaban a escasos metros y me giré para dar instrucciones a Aetiel.

-Levanta la bolsa unos 30 centímetros y cuando veas que se acercan levántala a una altura que tengan que saltar para cogerla. -dije entre susurros para no alterar a las bestias. -Y cuando yo me abalance hacia la primera de las bestias dispara a la que tengas más cercana. Si conseguimos matar a dos desde el principio, la tarea será más fácil -terminé sin ni siquiera mirarlo, dí por hecho que mi compañero estaba atento.

Aetiel quedó suspendida la bolsa como dije, a las bestias les entró un ansia viva, estaban muy cercas y podía verles babear, menos mal que estaban ansiosos por la apestosa comida y no repararon en nosotros. Aetiel hizo su trabajo a la perfección, picardeó a las bestias y las tenía completamente embelesadas con la carne, le hice una seña para que  dejase atada la cuerda. El momento se acercaba.

La gran bestia olfateaba el aire mirando fijamente la bolsa, parecía que les encantaba la compra que había hecho, intentaban alcanzar la bolsa pero Aetiel la había dejado a la altura perfecta, entonces ví mi momento, estaba algo nervioso, nunca antes había luchado contra fieras así, con las personas siempre puedes intentar desestabilizarlos e intentar que cometan un error pero con los animales eso no funcionaba. Mi intención era abalanzarme sobre el alfa, pero se encontraba demasiado fuera de mi alcance, así que decidí tirarme a por uno que estaba de espaldas a mí esperando a que cayese algo de carne.

Todo pasó muy deprisa, salí de la espesura y me abalancé sobre la bestia, lancé dos de mis cuchillos a la bestia que estaba a mi derecha sin ni siquiera fijarme si le había golpeado, mi víctima era otra, desenfundé mi daga y la clavé en el cuello de la bestia, esta profirió un gran gruñido y segundos después calló desplomada, sus compañeros estaban furiosos y aullaban con una rabia ciega, uno se abalanzó sobre mí y clavó sus garras en mi pecho, caímos al suelo en un torbellino de bestia y humano, de zarpazos y estocadas salvajes, por un momento no sabía quien era mas animal de los dos.

Sólo esperaba que Aetiel me cubriese, porque sin su ayuda aquellas tres bestias me comerían vivo, aunque por lo menos había dejado de escuchar esa melodía, por un segundo pensé que lo que había estado escuchando era la melodía de mi vida y sólo podía esperar que mi vida no acabase al mismo compás que la canción.

Todo estaba preparado de acuerdo al plan y ya solo faltaba esperar pacientemente a que esos animales mordieran el anzuelo. Cuando al fin cuatro de esas bestias aparecieron la sensación del pelinegro fue como si el tiempo se parara y tan solo corriera para ellos. Pacientemente Aetiel se limitaba a esperar la señal de su compañero mientras observaba el comportamiento de los animales que parecía dirigidos por el que desempeñaba el papel de macho alfa, que como tal reclamaba el alimento para él solo.

Mientras tanto parecía que había llegado el momento de ponerse en marcha, el pelinegro siguiendo las indicaciones de su compañero tensaba la cuerda que sostenía los bocados de carne hasta una altura a la que las bestias no pudieran llegar si no saltaban, todo estaba preparado y era el momento adecuado, los animales estaban distraídos con la comida por lo que serían una presa fácil para su ataque sorpresa.

Todo pasó muy rápido, Tobías se abalanzó contra una de esas bestias y le dio muerte bastante rápido pero los otros se mostraban furiosos ante lo que había hecho y pronto uno se lanzó contra él mientras los demás lo rodeaban. Parecía que todavía no se habían fijado en el pelinegro que aprovechó la situación para con un tiro certero en la cabeza acabar con la vida de otra de las bestias, ahora sería un dos contra dos, Tobías contra el que se había lanzado contra él y Aetiel contra el que parecía ser el macho alfa.

- Siempre me tocan los mejores - Pensó el muchacho al observar como el grande de los animales se giraba hacia su posición, Aetiel sostenía con su mano izquierda la rama con el trozo de carne que hasta segundos atrás había hecho su función de polea, mientras con su mano derecha apuntaba a la bestia con su pistola. Esta sería una pelea en la que el primero que cometiera un error lo pagaría bastante caro, el animal trataba de acortar la distancia que los separaba mientras que el muchacho luchaba por no ser arrinconado ayudándose de la rama con la carne para a cada intentona del animal por acercarse él responder con un golpe en su dirección mientras esperaba por un disparo claro y sencillo.

Con toda la tensión y adrenalina del encuentro con los animales en la cabeza del pelinegro había desaparecido todo lo que no fuera ese animal y él. Su fuerte no era el combate cuerpo a cuerpo pero se defendería hasta el último momento esperando por su oportunidad como había hecho siempre, una vez el factor sorpresa había desaparecido ya tan solo quedaba el combate directo.

-¡Bang! -un gran disparo sonó desde mis espaldas, Aetiel me estaba cubriendo pensé rápidamente, yo todavía tenía uno encima y no sabía si su compañero había acertado en alguna de las bestias puesto que todavía seguía enzarzado con el lobo que se me había abalanzado, sólo podía esperar que sí y que así no me devorasen entre dos bestias.

Estábamos rodando por el suelo en una vorágine de dientes, zarpas y gruñidos, la herida del pecho me escocía encarecidamente, pero no podía distraerme ni un segundo si quería salir de una pieza de esta. Por fin habíamos dejado de rodar y me encontraba sujetando al lobo por cabeza, desde mi posición veía perfectamente la hilera de dientes de la bestia, una gran baba caía en mi rostro mientras aunque en ese momento no era de importancia pues toda mi atención se centraba en la gran hilera de dientes que intentaban morderme desesperádamente, y entonces la calma llegó precedida de una nota aguda, era casi imperceptible pero la bestia había parado en su intento de devorarme, no dudé y clavé mi daga en un costado del animal, la sangre emanaba de la herida, estaba cálida y pegajosa pero el animal dio un aullido de dolor y retrocedió de un respingo. Me incorporé de un salto y con mi daga en mano a la espera del ataque del animal, pero éste no atacaba, estaba atento a sus espaldas  en dirección del estrecho por el cual habían venido. Aproveché la pausa y eché un vistazo a mi alrededor, había dos bestias tendidas en el suelo, la primera que yo había apuñalado y otra que yacía en el suelo.

-Bien, mi compañero no falló. -pensé mientras lo buscaba con la mirada, no estaba a la vista, ni él ni la el lobo alfa, se habrían introducido en la espesura y solo oía varios gruñidos en la penumbra. Entonces la nota aguda volvió a cambiar a melodía y mi contrincante echó a correr hacia el estrecho, parecía hipnotizado por la música, incluso yo tuve un pequeño impulso de ir tras la música pero eso se borró de mi mente nada más ver una silueta humana en la salida del estrecho, el lobo había ido corriendo como un cachorrito cuando ve a su amo, incluso al llegar a su altura se sentó a su lado como esperando su recompensa y la melodía cedió.

-¿Qué coño está pasando aquí?¿Quién narices es ese? -pensé sorprendido, empecé a pensar en varias teorías pero una voz grave cortó el hilo de mis cavilaciones, además el arañazo no me dejaba pensar con claridad, me escocía horrores.

¿Quién te ha hecho esto Marcus?¿Quién se atreve a atacar a mis pequeñines?¿Y dónde están tus hermanos?-el tipo parecía bastante enfadado y hablaba con el animal como esperando respuesta, portaba en su mano algo alargado pero desde mi posición no podía vislumbrar que era. Todo se estaba volviendo raro y mi compañero seguía sin aparecer, sólo esperaba que no se lo hubiese comido el gran lobo.

Cuando el pelinegro se había querido dar cuenta se encontraba en un lugar totalmente diferente a donde estaba en un primer lugar, había abandonado el estrecho para adentrarse en la pequeña arboleda que lo rodeaba. El silencio que acompañaba al muchacho tampoco lo tranquilizaba mucho por que solo había dos razones para que todo estuviera tan tranquilo, la primera era que esa especie de lobo gigante se hubiera marchado a por Tobías y la segunda era que la bestia lo estuviera cazando como si de un pequeño y débil animal se tratara.

- Vamos, vamos... ¿por dónde vas a venir? - El pelinegro susurraba lo que pensaba mientras observaba todo a su alrededor esperando ver algo que le diera una pequeña pista del lugar por el que vendría el ataque. Al cabo de unos segundos con ese método algo se encendió la cabeza del muchacho.

- Si estoy siendo cazado... seguro que también estoy siendo arrinconado... ese será el momento - La idea de usar la estrategia del animal contra él mismo era lo único que le quedaba al pelinegro.

No es como si Aetiel quisiera ser arrinconado y caminara a voluntad sino que sentía que si se quedaba parado un solo segundo sería brutalmente asaltado y derrotado al no saber por donde llegaría el ataque. El "paseo" era lento y por momentos estresante, tardaría unos diez minutos hasta alcanzar lo que parecía ser una de las paredes del estrecho, como si hubiera dado un pequeño rodeo mientras era arrinconado. Ahora ya solo quedaba esperar, el ataque seguramente llegaría desde los árboles por lo que el pelinegro se armaría con su pistola esperando el ataque de la bestia...

Todo estaba cogiendo un matiz muy extraño, el tipo no paraba de decir improperios mientras gesticulaba bastante. Me acerqué lentamente a la linde del camino escondido por las sombras y avancé lentamente, el hombre no parecía haberme visto y el animal seguía pendiente del tipo. Me encontraba a unos diez metros y ya veía al hombre, loque portaba en la mano era una especie de instrumento con un brillo metálico, tenía el pelo largo y una voz muy aguda, bastante desagradable a mi parecer, iba con un peto sin camisa y descalzo, alguien bastante peculiar.

-¿Se puede saber por qué no estáis aterrorizando el pueblo?¿Y qué te ha pasado ahí pequeñin?¿Dónde estan Petra, Antón y Sansón?¿Ya os habéis distraído con algún jabalí? -preguntaba el hombre casi sin respirar, seguían sin percatarse de mi presencia y acorté nuestra distancia a la mitad. -Sabeis que no os teneis que distraer por el camino, tenéis que tener encerrada a la gente en sus casas para que descuiden sus negocios, ¿Os tengo que castigar de nuevo? -dijo echándose mano a algo que portaba en la cintura, me fijé en que la bestia se amedrentaba, parecía a punto de huir.-¡Quieto ahí!A ver donde estan tus hermanos -dicho eso se puso la vara metálica en la boca y emitió un par de notas bastantes agudas. Yo estaba seguro de que dos no volverían a su lado puesto que yacían muerto mas atrás, pero temía que apareciese el lobo grande y no su compañero, estaba seguro de que no podría con las dos bestias y el hombre, me encontraba algo cansado del embate anterior.

Un chasquido de ramas se oía a una distancia media a mis espaldas, lo que fuese que viniese tenía prisa y empecé a temerme lo peor, me preocupé por mi compañero aunque ahora me tenía que centrar en la que se me venía encima, ya buscaría después, cogí una piedra y la lancé hacia el estrecho para que hiciese ruido a espaldas del tipo y la bestia y aproveché para adentrarme algo más en la espesura, no quería verme entrillado por los dos flancos, mientras me escondía escuché la chillona voz.

-¿Qué ha sido eso?¡Busca Marcus!¡Mata y trae! -chillaba, pero yo ya estaba algo más adentro subiedome a las ramas bajas de un árbol, me costó rozarme la herida contra la corteza del tronco y el dolor causante casi me hace caer al suelo, sólo el ruido de que algo se aproximaba me mantuvo en el árbol.

Lo que sentía el pelinegro en esta situación solo lo había sentido en una ocasión, hace mucho tiempo y en menor medida. Todo estaba en silencio lo que aumentaba la tensión en el muchacho, que se esforzaba en encontrar a la desdichada bestia con todo sus ser. Todo fue rápido, en unos escasos segundos, desde las alturas esa especie de lobo anormalmente grande se avalanzó contra Aetiel que en esos pocos segundos tan solo pudo reaccionar colocando su brazo izquierdo para detener los colmillos de la bestia mientras era derribado.

Ambos, hombre y bestia, forcejeaban incansablamente, uno por acabar con la vida del otro y el otro por salvar la suya. La bestia mostraba que su mordida era algo a temer y seguramente dejaría una fea cicatriz en el brazo del muchacho cuando todo acabara, y todo acabó bastante rápido. Como ya había ocurrido en el pasado, al momento de caer y golpear su espalda con el suelo el pelinegro jalaría el gatillo de la pistola que encañonaría a quemarropa a la bestia no una, sino hasta cuatro veces, con el último de estos disparos las fuerzas de la bestia desaparecieron y sus colmillos al fin abandonaron su posición incrustados en el brazo del muchacho.

- Maldita bestia del demonio... - El pelinegro se quejaba a cada paso que daba, el dolor que sentía en su brazo le servía para saber que no podría usarlo en un buen tiempo y que debería darse prisa en buscar un médico. La cicatriz que le quedaría no le importaba demasiado, pero sí le importaba su integridad física, y en sus cálculos iniciales no entraba la idea de recibir esa clase de heridas.

Cuando apenas llevaba unos cinco minutos de camino de regreso al estrecho comenzó a escuchar unas notas bastante agudas provenientes del estrecho. Aetiel sospechaba que ese sonido no era nada bueno, por lo que se apresuró a arrancarse una manga de su chaqueta para al menos cubrir la herida, no era el método adecuado pero al menos retrasaría algo la pérdida de sangre. Después de eso reanudaría su marcha para al cabo de varios minutos encontrarse entre la maleza con su compañero que parecía al menos, haber tenido mejor suerte que él.

La melodía resonaba por todos lados, tenía un algo especial que me embelesaba, si no fuese porque sabía para que se usaba me entrarían ganas de sentarme tranquilamente al lado de aquel tipo y lo escucharía durante horas, pero no olvidaba lo que había escuchado, ese tipo parecía usar la música para que las bestias lo obedeciesen y precisamente no lo usaba para nada bueno, estaba aterrorizando un pueblo entero.

El ruido estaba cada vez más cerca, me encontraba escondido por si era el gran lobo pero el que apereció fue Aetiel, parecía sofocado y seguro que estaba preguntándose por mí. Bajé de un salto de mi escondite y esperé a que llegase, nada más poner los pies en el suelo me arrepentí de haber bajado así, puesto que el dolor del pecho me recorrió como un rayo.

Mi compañero llegó a mi lado, parecía herido, ya que llevaba el brazo con una especie de venda improvisada aunque por lo demás parecía ileso. Rápidamente nos contamos un poco lo sucedido por ambas partes, me alegré de no tenerme que enfrentar con el alfa puesto que era monstruoso, y me apresuré a contarle algo que se me había ocurrido.

-Cómo ya te he dicho ese cabrón a mandado al lobo que queda a por nosotros y temo que el escape mientras - dije lo más rápido que pude sin casi respirar. - Mi idea es que yo haga de cebo mientras tu disparas a la bestia distraída conmigo, ocúltate y esperemos, no tiene que tardar mucho en llegar. - dije intentando sonar más seguro de lo que realmente estaba, pero sólo esperaba poder confiar en la puntería de su compañero, antes no le había defraudado y esperaba que esta vez tampoco. No esperé contestación y caminé unos metros hacia un pequeño claro, no quería que mi compañero viese la duda reflejada en mi rostro, además en parte no podía parar de pensar que fui yo quien lo arrastré hasta aquí y no quería que saliese más herido de esta locura.

El encuentro entre Aetiel y Tobías no tardó en tener lugar, ambos se informaron mutuamente de lo que les había ocurrido y comprendieron que quizás esto se les había ido un poco de las manos. Una vez se tranquilizaron y pensaron como finalizar con el encargo enteros y con vida, la mejor idea que tuvieron fue que uno de los dos hiciera de cebo mientras que el otro aguardara oculto entre la maleza para así acabar lo más rápido posible con la bestia restante. Tobías se presentó como cebo en su explicación quizás por valentía o quizás por que vio a su compañero herido y se sintió culpable, eso el pelinegro no lo sabía.

- Está bien... creo que podré acertar, todavía me queda la mano buena - Después de todo por lo que había pasado y las heridas sufridas el pelinegro seguía manteniendo ese tono distante y frío que lo caracterizaba, sin mostrar ninguna emoción.

Todo estaba listo, Tobías se encontraba en el centro de un claro a pocos metros de su posición inicial donde Aetiel aguardaba la aparición de la bestia para abatirla. También había entendido que era una persona la que controlaba a los animales por lo que debería mantenerse alerta por si ese hombre decidía intervenir.

El lobo no tardó en aparecer, babeaba a la vez que mostraba sus afilados colmillos mientras fijaba su ojos en Tobías que lucía indefenso ante el animal. Aetiel sabía que solo tendría una oportunidad antes de que el animal se diera cuenta de su presencia, un solo disparo con el que abatirlo por lo que midiendo el ritmo de su respiración para así mantener la calma el pelinegro esperó hasta el último segundo, cuando la bestia ya estaba por alcanzar a su compañero, para con un tiro certero, justo entre ambos ojos, abatir a la bestia.

- Vamos deprisa, si ha escuchado el disparo tratará de huir... - Es lo que el pelinegro acertó a decir a Tobías mientras abandonaba su escondite y corría en la dirección por la que había aparecido el lobo.

Aquí me encontraba, esperando a una bestia para servirle de comida. Estaba sentado en el pequeño claro cobijado por el amparo del silencio, el bosque se encontraba en una extraña quietud, el único sonido que era capaz de oír era el de los susurros de el frotar de las ramas y el avance del animal al que acechábamos. Un gran crujir de ramas cercanos hicieron tensarse mi cuerpo al máximo, aunque sabía que mi compañero estaba preparado oculto a mis espaldas mi mente no descansaba.

Todo pasó mucho más deprisa de lo que la espera fue, en unos segundos apareció el lobo babeando y con una determinación en la mirada, cada zancada que daba levantaba polvo a su paso y cada colmillo que se le veía parecían pedir sangre por la pérdida de sus hermanos, por un instante casi sentí lástima de ellos porque sólo son marionetas manejadas por una mente trastornada aunque todo eso rápidamente se borró de mi mente. El lobo ya caía hacia mí, a escasos metros de donde me encontraba había saltado con las garras por adelante y se disponía a destriparme y beber mi sangre pero un gran estruendo sonó. El ruido fue como el de un rayo al caer, sólo que este en realidad era mi compañero disparando, el tiro impactó en plena cabeza del animal, Aetiel le había confeccionado un tercer ojo al animal.

Me levanté temblando por la tensión del momento, la bestia yacía a escasos centímetros de donde yo me había sentado, me disponía a agradecer a mi compañero por no fallar pero se adelantó haciéndome entrar en situación. No podíamos permitir que ese canalla escapara.

Corrí sin mirar atrás, me encontraba cansado y magullado pero no importaba nada de eso, en mi mente sólo cabía el acabar con aquel flautista y acabar con esto ya. Alcancé el estrecho y el muy bobo no había huido, se encontraba en mitad de él con su flauta en una mano y en la otra una especie de látigo. Estaba cansado de correr, de esconderme, de acechar y de esta estúpida isla por terminar. Ni siquiera pensé en mi próximo movimiento ni en que eramos dos contra uno, olvidé todo por un momento me abalancé sobre él.

Acorté los escasos metros que nos separaban, el mascullaba algo pero mi cerebro ya no respondía, incluso olvidé sacar mi arma y me lancé con las manos desnudas, lancé un puñetazo a esa estúpida cara que había tardado poco en odiar. El impacto dió en plena nariz, lo hizo retroceder pero no cayó, el tipo plantó cara (toda ella sangrante) y usó su arma para atenazarme el cuello, intenté forzar la presa para intentar liberarme pero me fue incapaz, saqué mi daga e intenté cortar el látigo, pero este estaba hecho de un material metálico y no fui capaz, el oxígeno se escapaba de mis pulmones y de mi organismo, por ende comenzaba a perder la cabeza, en parte me daba igual, estaba exhausto y hasta aquí había llegado, si tenía que morir sería con la conciencia bien tranquila ya que siempre todo lo que he hecho ha sido de corazón.

Escuché algo a mis espaldas antes de perder la conciencia, sólo esperaba que fuese un bello ángel que me acompañase en mi camino.

Todo había acabado muy rápido, la bestia en el suelo sin moverse, Tobías en un estado cercano al shock y Aetiel tratando de levantarlo para dirigirse a por el verdadero culpable de esa situación, el Flautista. Tobías tardaría todavía unos segundos en reincorporarse a la marcha pero lo haría a tiempo para adelantarse al pelinegro con una carrera un tanto desesperada. El estado físico del pelinegro no era el mejor y el cansancio hacía mella en el muchacho que quedaba un poco retrasado respecto a Tobías que no tardaría en alcanzar el estrecho donde habían tendido la trampa hace ya bastante tiempo.

Cuando Aetiel llegó al lugar donde Tobías había alcanzado al "flautista" la escena que vio no era muy alentadora para su compañero, pero para suerte de éste al parecer el "flautista" estaba demasiado concentrado en Tobías y apenas pudo reaccionar a la ráfaga de disparos que realizó el pelinegro, no todos acertaron en el blanco, pero sí lo hicieron dos, uno en el muslo de su pierna derecha provocando la caída de ese hombre y un segundo en el brazo que sostenía el látigo provocando que soltara este objeto.

- Que sepas que la próxima vez que salgas corriendo así te quedas solo... - Bastante exhausto el pelinegro se esforzaba por mantenerse en pie ahora que ya sí, parecía que habían acabado con el encargo que habían aceptado.

El látigo se atenazaba en mi cuello ejerciendo una gran presión y absorbiendo cada gota de oxígeno de quería conseguir o por lo menos eso me parecía, escuchaba el retumbar de cada latido en mi sien, la cabeza se me iba y sólo podía mirar la cara de ese tipo. Las imágenes empezaban a difuminarse cuando una tormenta se cernió sobre nosotros, escuché varios relámpagos atronadores y de repente la presión en mi cuello amainó, el oxígeno volvió a mis pulmones y los colores me volvían a la visión.

Me aflojé el látigo y éste caió al suelo. El flautista se encontraba tumbado en el suelo malherido, lo que me parecieron relámpagos habían sido tiros de mi compañero. La luna estaba en plena cúspide y alumbraba la escena con un matiz especial, se veía claramente como Aetiel había alcanzado en un brazo y una pierna y éste se agarraba la herida del muslo haciendo un intento en vano por taponarse la hemorragia. Lo ví ahí tirado y me entraron ganas de clavarle mi puñal hasta el fondo de sus entrañas, mi compañero decía algo pero mi cerebro no asimilaba sus palabras, sólo podía pensar en todo el daño en que nos había hecho y en el que estaba haciendo al poblado y sin darme cuenta me encontraba en pie empuñando mi arma y apunto de hacer lo que estaba imaginando.

Menos mal que recapacité y me paré, no quería volverme como él, asique en vez deensartar mi arma como estaba deseando me limité a golpearle con el mango en plena cabeza dejándole insconciente, sufriría más encarcelado que con el descanso eterno. Miré a mi compañero y ví que estaba igual de exhausto que él, por lo menos todo había acabado o casi.

El llevarlo de vuelta al poblado fue otra pequeña odisea, cuando llegamos ya estaba amaneciendo y por una vez vi más gente de la normal, estaban como esperando a algo y por un momento pensé que quizas llevaban en vilo toda la noche esperando a las bestias. Nos vieron llegar magullados, sucios y casi sin habla; y para colmo llevábamos a un tipo herido y maniatado, incluso algunos parecían conocerlo. Una marea de murmullos y personas empezaron a rodearnos pidiendo explicaciones. Me encontraba cansado y no tenía ganas de decir nada a nadie hasta que ví al tabernero.

-Aquí tienes eso que nos mandaste a buscar.- espeté casi sin voz tirando al suelo al flautista. El hombre parecía no creerse el volver a vernos, o por lo menos enteros. -Ahora si no te importa llévate a este cabrón y enciérralo, nosotros esperamos en tu taberna a nuestra recompensa.-terminé diciendo mientras me encaminaba al bar.

Llegamos a la taberna y nos dejamos caer en los primeros taburetes que encontramos a esperar nuestra recompensa. Pasado los minutos volvió el tabernero con el alcalde a darnos las gracias por lo que habíamos hecho y varias cosas más, si no tuviese tantas ganas de descansar incluso habría aceptado a quedarme a la comida que tenían pensado hacer en nuestro honor, pero no era el caso. Cogimos la recompensa y la dividimos a partes iguales (lo que decida el staff), y tras las cuentas me dirijí lo más sinceramente que pude hacia mi compañero.

-Hoy amigo-puse bastante énfasis en la palabra amigo porque de verdad lo consideraba como tal. -Me has salvado la vida y te lo agradeceré toda la vida, ya sea mañana o pasado pero tienes mi confianza para volver a unir armas.-proseguí de la manera más sincera que pude, tras eso me dirijí a una habitación de la taberna y me desplomé en un camastro, sólo esperaba volverme a encontrar con Aetiel y poderle devolver el favor.