(Privado, Aetiel - Sinclair) Esa gran montaña...

Hace 3 meses en una isla del North Blue...
– Muy bien todos pueden bajar, ya hemos llegado a Galuna – un fornido miembro de la tripulación de uno de los barcos de transporte que arribaban en el puerto informaba a todos los pasajeros con ese destino que ya podían desembarcar si así lo deseaban – Hasta dentro de veinticuatro horas el barco no zarpará de nuevo, pueden hacer lo que quieran hasta entonces – la voz del marinero cada vez se escuchaba más bajo desde la posición en la que se encontraba el propio Aetiel, que había llegado a esa isla por simple casualidad debido a que el dinero que poseía tan solo le permitía llegar hasta allí.

Según podía observar el pelinegro en esa isla no parecía haber demasiada población o al menos esa era la impresión que le daba el pueblo donde se encontraba. Después de caminar por unos minutos por las calles de la pequeña localidad se encontraba delante de una especie de tablón donde había un mapa de la isla con las localizaciones más destacadas de esta, al ver detalladamente la topografía de la isla pudo confirmar sus sospechas al observar que en toda la isla el único lugar habitado era el pueblo donde ahora se encontraba.

– Muy bien como todos pueden observar a la espalda del pueblo se puede observar una gran montaña, esa montaña es el símbolo característico de esta isla, cuenta la historia que en ella vive un dios que castigará a todo aquel que entre en sus dominios sin su permiso – al parecer la embarcación en la que había llegado contaba también con un servicio de guías de turísticos que si eran requeridos informaban sobre los datos relevantes del lugar donde se encontraban. La verdad es que al pelinegro no le importaba demasiado la historia de ese lugar pero no pudo evitar prestar cierta atención a la historia sobre la montaña.

Spoiler:

Seguía navegando por aquel mundo nuevo de aquí para allá, sin llevar un orden determinado con el principal objetivo de encontrar a aquellas personas de las que me había hablado mi difunto hermano Sinclair durante un sueño antes de salir de mi isla para intentar salvarla.

Esta vez, estaba navegando en un barco, que tenía pinta de ser una embarcación turística, había un montón de gente a bordo y todos estaban inmersos en sus asuntos, unos hablaban y otros paseaban por la cubierta, yo solo estaba inmerso en mis pensamientos con la mirada puesta en el horizonte. Solo me sacó de mis pensamientos la sirena del barco , lo cuál indicaba que ya habíamos llegado a nuestro destino.

Bajé del barco y pronto vi dónde me encontraba, no era porque supiese dónde estaba, sino porque un cartel que tenía a unos metros de mí se podía leer el nombre de la isla: Galuna. A mi lado pude observar varios paneles informativos compuestos de fotografías y texto, me acerqué y empecé a leer, mientras escuchaba de fondo la voz de una guía que estaba explicando lo que estábamos viendo.

En el transcurso de mi lectura vi algo que me llamó la atención, en esta isla había 5 montañas, aunque solo 4 de ellas estaban pobladas, debido a que en la montaña restante se decía que moraba un Dios  y si alguien se acercaba a ella caería una maldición. Esto me trajo recuerdos de mi isla y aunque creer en maldiciones, podría verse como algo antiguo y de ser supersticioso, yo era de los de la opinión de no tentar a la suerte o en este caso a las maldiciones, pues sean ciertas o no es mejor siempre tenerles respeto y, si vas a intentar comprobar si son ciertas mejor estar preparado para todo.

A poca distancia de mi, había un chico con el pelo negro y que también parecía estar sumido en sus pensamientos, por lo que carraspee y dije:

- Las maldiciones, el mejor invento de la humanidad, pueden tener atemorizada a una isla entera y quizás ni siquiera sean verdad , pero nunca nadie se enfrenta a ellas por ese quizás.

El ruido que rodeaba todo aquello apenas molestaba al pelinegro que mantenía su mirada perdida y fijada en esa montaña que sobresalía sobre las demás, esa montaña sobre la que trataban todas esas extrañas historias de dioses. El pelinegro se mantenía concentrado en sus propios pensamientos hasta que el carraspeo de alguien que se había colocado justo a su lado lo hizo regresar al mundo de los vivos, mundo que no le importaba demasiado, no en ese instante.

- Puede contar lo que quiera... es eso, tan solo un cuento, nada más - el pelinegro respondía así a las palabras del que se encontraba a escasos de su posición, alguien que comentaba algo sobre maldiciones. Sinceramente el comentario que había hecho aquel tipo al que ni siquiera conocía apenas le importaba lo más mínimo por lo que en apenas unos segundos el pelinegro abandonaba su posición y se alejaba del grupo sin dar ninguna explicación, las multitudes era algo a lo que no estaba acostumbrado del todo. Mezclándose entre el gentío, abriéndose paso con sus manos al fin pudo llegar al otro lado de la calle donde apenas podía verse a alguien, y es que el pelinegro necesitó de varios minutos hasta que alguien pasó a su lado.

- Creo que iré hacia allí - balbucea Aetiel mientras señala hacia la montaña, delante de él todavía quedaba un largo camino en el que debería cruzar lo que quedaba de pueblo así como el valle entre ambas montañas que aparentaba tener un tamaño considerable, pese a la aparente ilusión óptica provocada por la altura del lugar, ya que a simple vista parecía que el valle que se interponía entre ambas montañas no era de más de tres o cuatro kilómetros de largo.

Spoiler:

El hombre al que me dirigí me respondió que eso tan solo era un cuento y siguió caminando para salir de la multitud, yo la verdad es que buscaba algo más emocionante que hacer turismo, así que seguí a aquel hombre que viendo hacía donde se dirigía, pude vislumbrar que, quizás, aquel hombre quería poner a prueba la veracidad de la maldición de la montaña. Lo que me hizo pensar o que estaba seguro de poderle hacer frente a la misma en caso de que fuera verdad o que, por el contrario no creía mínimamente en las maldiciones.

Y en parte por aburrimiento y en parte para ayudar a aquel hombre por si las cosas se ponían feas me acerqué a el y le dije:

- Puede parecer que le estoy siguiendo caballero, pero eso esta muy lejos de mi intención, lo que pasa es que creo que usted tiene un plan más emocionante que el de hacer turismo por la isla ¿o me equivoco?

La multitud se alejaba poco a poco y con ella el alboroto formado por la agrupación de toda esa gente que seguía el tour por la ciudad. Al muchacho pelinegro no le molestaba lo más mínimo el barullo formado ya que no le prestaba ni la más mínima atención, en estos momentos tan solo tenía una cosa en la cabeza y era abandonar ese lugar y marchar hacia esa imponente montaña que se alzaba frente a sus ojos para comprobar si lo que se contaba era cierto o no.

Al cabo de unos segundos algo que no era la montaña y su historia captó la atención de Aetiel, y esto era un nuevo comentario por parte del sujeto que antes se había posicionado junto a él cuando se encontraba observando el mapa de la isla y veía por primera vez la montaña. El comentario de esa persona no es que fuera muy allá ni comprometiera demasiado al pelinegro, pero esta vez si que lo obsequiaría con un poco de atención y una respuesta.

- No molestas, es imposible que algo sin importancia me moleste - en un primer momento y tras escuchar las primeras palabras de ese tipo el pelinegro trataba de acabar la conversación rápido pero para su asombro esa no era la intención de su "compañero" - Eres un poco extraño, pero no te voy a impedir que me acompañes. No es algo que me importe mucho lo que hagas o dejes de hacer - y ahora esta vez sí que Aetiel comenzaba a caminar con la intención de abandonar ese pueblo, si esa persona lo seguía o no le daba igual, a medida que iba avanzando por las calles de ese lugar dejaba pequeñas casas que con el paso del tiempo iban disminuyendo hasta no quedar ninguna.

Spoiler:

El chico seguía caminando hacia la montaña maldita de aquel lugar, parecía un hombre de pocas palabras, lo que provocaba largos silencios y, no es que no me gustase el silencio pues como buen músico sabía que tanto en la vida como en una obra musical era tan importante y tan bello el sonido como el silencio, sin embargo, era la primera vez que aquella falta de conversación me resultaba un poco incómoda. Así que le volví a hablar al hombre:

- No se si le interesara saber a que han venido todos esos comentarios acerca de las maldiciones que le he hecho, pero se lo contaré así al menos llenaré este silencio. El caso es que provengo de una isla en la que todo parece ir bien, pero en el fondo está maldita. La maldición no se cumplirá siempre que existan ciertas condiciones y estas no se modifiquen. Aunque si le soy sincero, esas condiciones no me parecen justas y me afectan a mi directamente y por tanto quiero ir contra esa maldición, sin embargo, temo cual puede ser esa maldición o las consecuencias que esta pueda causar en mi isla.

El camino hacia la montaña era bastante estrecho y estaba cubierto por hierba en su mayoría, lo que daba a entender que esa ruta no era muy transitada. El único sonido que podía escucharse era el que hacían los pájaros e insectos que se encontraban por los alrededores, o esa era la impresión del pelinegro hasta que recordó que no caminaba solo. Varios metros por detrás de él caminaba ese tipo, al que le gustaban las maldiciones.

- Déjame preguntarte algo, ¿en serio crees que existen las maldiciones? - Aetiel no creía en nada y pensaba que todo lo que ocurría en el mundo tenía una explicación. Las maldiciones, religiones y demás creencias de la gente que aparentemente son como son porque sí, despertaban en el pelinegro un impulso por darle una explicación lógica y racional.

- Iré a esa montaña y comprobaré por mí mismo si ese espíritu es un cuento o no - esa era la respuesta ante tanta adulación por esa maldición y lo referente a ella. El camino iba cambiando a medida que se acercaban a la montaña, las grandes extensiones de pasto habían dado paso a una gran agrupación de árboles que apenas les dejaba ver diez metros delante de ellos.

De repente las ramas de los árboles comienzan a mecerse lentamente provocando un sonido bastante inquietante, varios de los arbustos que también había por el lugar se movían dando la sensación de que algo se encontraba en ellos pero cada vez que el pelinegro se acercaba a mirar alguno comprobaba que nada se ocultaba en él. La sensación de ser observados lo acompañaba a cada paso que nada y no desapareció hasta que llegaron a lo que parecía ser un claro en el interior de ese bosque. Algo había cambiado desde que habían entrado al claro, ahora algo más se podía escuchar además de los árboles y demás.

- Eso parece agua, puede que sea un río que baja de la montaña - Aetiel se había parado para así poder concentrarse en conocer la dirección en la que se encontraba ese río o lo que fuera, pero estaba seguro de que era agua, y si había agua podría haber gente. Los segundos pasaron hasta que el pelinegro se giró levemente hacia su derecha-

- Es por ahí - aseguraba el muchacho señalando con el dedo índice de su mano derecha la dirección por donde pensaba que se encontraba el río.

Mi acompañante pensaba que era un supersticioso que creía en las maldiciones cosa que no era cierto, solo era precavido y, en cierta manera, aquel hombre me estaba comenzando a parecer un egoísta que solo pensaba en si mismo, pues daba igual llamarlo maldición o peligro pero si había algo en aquella montaña y no podíamos con ello, podríamos poner en peligro a toda aquella isla:

- Como ya le dije antes caballero, no es que crea o deje de creer en maldiciones, pero hay pocas veces en las que me siento completamente seguro de algo y esta es una  de esas veces. No digo que la montaña esté maldita, pero si se supone que nadie se puede acercar a ella habrá una razón para ello ¿no cree? Y ¿ha pensado en lo que podría pasar si en esa montaña hay algo y no logramos pararlo?

El acompañante del pelinegro le transmitía la extraña sensación de estar asustado por la idea de entrar a esa montaña, sensación que contrastaba con los primeros comentarios hechos por ese hombre cuando el pelinegro y él se encontraron.

- ¿Estás asustado?. - El pelinegro se giró hacia su acompañante con una media sonrisa en su rostro.
- ¿No fuiste tú el que dijo que quería ir contra esa maldición? puedes regresar si quieres, yo voy a seguir. - Ya no miraba a esa persona sino que de nuevo miraba al frente, caminando en la dirección que lo llevaría hacia ese río o arroyo que parecía escucharse en la distancia. El camino fue relativamente corto, a su espalda quedaba ese bosque de árboles y arbustos y delante de ellos se encontraba el río.

Con su mano izquierda Aetiel gesticulaba pidiendo silencio por si su compañero había decidido seguirlo, no era algo que le importara mucho pero en la situación en la que se encontraba pensaba que era mejor estar en silencio, como todo a su alrededor, y es que ese silencio no era algo que lo tranquilizara sino que más bien le ponía nervioso. Ahora más que nunca se sentía observado.

Aquel hombre o era un loco o simplemente un explorador curioso, pero me comentó que si tenía miedo de la posible maldición podía irme. La cosa era que yo tarde o temprano me tendría que enfrentar a mi propia maldición así que quizás no me vendría mal empezar entrenándome con una.

- Te acompaño, así al menos haré algo interesante.


Hacía rato que a mis oídos solo llegaba el ruido del fluir del agua de un río que mis ojos todavía no veían y parecía que seguía a mi acompañante hacia ese río hasta que lo hallamos. 


De repente, mi compañero me hizo un gesto para que guardara silencio. Silencio, el mismo elemento ambiental que reinaba en aquel lugar solitario y vacío, un lugar cercano a un supuesto lugar maldito.


Todas este conjunto de factores hacía que aquel silencio fuera todo lo contrario a agradable, era más bien inquietante y desagradable y aunque notaba mis pistolas en mi cinturón daba igual una extraña sensación me recorría todo el cuerpo.

Spoiler:

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Esa corriente de agua que llevaban escuchando ya varios minutos se encontraba ahora delante de ellos. El pelinegro podía observar como con tan solo cruzar al otro extremo el bosque ya quedaría lejos y el camino estaría más despejado, frente a ellos podía ver como un campo de grandes rocas los esperaba a medida que la pendiente se hacía más y más empinada.

- Parece que no será muy difícil cruzar - Murmuraba el pelinegro observando el paso del agua frente a sus ojos, el agua corría con fuerza pero no era lo suficiente como para hacer imposible el cruzar a pie por lo que el muchacho sin pensarlo demasiado introducía ambos pies en el agua y comenzaba a caminar hacia la otra orilla.

- Alto ahí - Cuando el pelinegro apenas acababa de cruzar el río una flecha se clavaba justo delante de sus pies a modo de advertencia, ésta sería bastante común si no fuera por las tres plumas doradas que la adornaban en su parte posterior. Aetiel levantaría la vista buscando al que la había lanzado y le ordenaba detenerse, al no ver a nadie daría otro paso para encontrarse con otra flecha lanzada esta vez más cerca de su posición.

- Te he dicho que te quedes quieto donde estás, será mejor que os marchéis - Junto a una de esas grandes rocas surgió la figura de un hombre adulto que lo apuntaba.

- ¿ Por qué debería marcharme ? Solo estoy de paso no vengo a llevarme nada - El muchacho trataba de ganar tiempo con sus palabras para así poder coger su arma sin que el otro se diera cuenta, esto solo funcionaría si ese tipo no disparaba pero también parecía que todavía no se había percatado de la presencia del acompañante del pelinegro y eso quizás fuera un punto a favor del pelinegro.

Separados por la distancia el pelinegro y ese hombre se miraban el uno, esperando por algún movimiento en falso del oponente. La atmósfera se sentía bastante tensa y el pelinegro no encontraba la manera de sacar su arma o de ponerse a cubierto ya que esa especie de guardián no le quitaba el ojo de encima, y por si fuera poco, su compañero se había descubierto por sí solo argumentando que no quería ningún problema y que se marchaba. En un primer momento las declaraciones de su compañero le sentaron como una puñalada trapera.

- Maldito idiota... - Fue lo que pensó el muchacho mientras se giraba para volver sobre sus pasos sin siquiera dirigir una mirada al que era su acompañante. Pero con cada paso que cada paso que daba iba comprendiendo mejor la situación, quizás esta vez él se había calentado demasiado y no había comprendido que no tenía ninguna oportunidad.

- ¡ Viejo ! - Al cruzar el río el pelinegro se giraría para dirigirse al que lo había estando apuntado con un arco desde el momento que lo había visto y que todavía seguía haciéndolo. - Esta vez me marcharé, pero volveré otro día - Y así, sin esperar ninguna respuesta el muchacho aceleraría su paso para volver a perderse entre la arboleda que de nuevo se mostraba ante él.

Mi acompañante me hizo caso aunque, pareció hacerlo a regañadientes, pues al hombre que le disparó le dijo que esta vez se marcharía, pero que volvería algún día. Comentario que me sonó a amenaza, yo no dije nada, pero esas palabras me hicieron pensar en seguirle la pista a ese individuo, pues fuera por orgullo o por algún motivo oculto, quién me había acompañado durante todo el camino, parecía tener interés en pasar a la zona donde aquel hombre no se lo permitió y lo peor es que no sabía que intenciones podía tener...

El camino hasta el pueblo se le había hecho bastante más corto que la primera vez, cuando lo recorrieron en la dirección contraria, Aetiel no dijo ni una palabra durante la breve travesía tan solo se limitó a caminar hacia delante tratando de ocultar la frustración que le provocaba dejar escapar la oportunidad de saber que ocultaban en ese lugar.

- Bueno, aquí nos separamos... - Con esas palabras el pelinegro se despedía de su acompañante del que no esperaba ninguna respuesta, al cabo de unos segundos el muchacho se había perdido entre la multitud y al cabo de unas horas ya estaba a bordo de otro de esos barcos de pasajeros rumbo a otra isla de la que seguramente tampoco sabría nada.