Aki D. Arlia
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Aki saltó de la cama y corrió hasta la puerta de enfrente. Comenzó a llamar, pero no se despertaban. Agarrando uno de sus cuchillos, forzó la cerradura sin miramientos y entró a la habitación. Kara y Alena dormían en una cama gigante, la una contra la otra. Estaban muy tiernas, cogidas de las manos. Aki se permitió una sonrisa antes de saltarles encima y despertarlas. Ellas, todavía dormidas, le preguntaron que qué demonios pasaba.
-Llega hoy.
Kara, sonriendo, cogió a Aki de la mano y todavía bostezando la sacó a rastras de la habitación. Recorrieron a toda velocidad los pasillos de la fortaleza y llegaron a los baños. Aki se desnudó y se metió en la piscina bastante agitada. Hoy por fin llegaba Karl a la isla, si los cálculos de Jester no estaban equivocados. Tenía tantas cosas que contarle... Kara apareció con varios botes de champú y ambas se lavaron a conciencia antes de salir y envolverse en toallas. Nuevamente a las carreras, volvieron a la habitación de Aki. Alena estaba allí, con varios vestidos sobre la cama. Aki los sopesó, indecisa. Quería estar preciosa, pero nada parecía quedarle bien. Estaba demasiado nerviosa. Al fina, fue al armario y cogió un vestido negro y sencillo, bastante ajustado por arriba y suelto por abajo. Se colocó las ligas y el cinturón con los sai y dejó que Kara le peinara mientras ella jugueteaba con una diminuta cajita negra. Si, tenía razones para estar nerviosa. Habían sido dos años. ¿Habría conocido a otra? Bueno, sabía que eso era ridículo. Karl no era así.
Había otra posibilidad, que era la razón por la que salía armada. El hombre que venía no tenía por qué ser Karl. Si le habían robado el anillo de Xella por cualquier motivo, Aki no tenía modo de saberlo. Cuando estuvo lista, se quedó mirándose al espejo. El escote dejaba ver a la perfección su tatuaje, tallado en rojo. No sabía si cubrírselo. ¿Le molestaría? Esperaba que no. No, no lo cubriría. No quería tener secretos para con él. ¿Tendría él alguna cicatriz? Esperaba que estuviera bien.
Secretos... iba a tener que decirle el trato que había hecho con Lilith. Era lo justo, pero... eso no lo hacía menos doloroso. Descalza, como se había acostumbrado a ir, fue caminando hasta la puerta de la fortaleza y se volvió a mirar a las rubias.
-Recordad lo que hablamos. Nada de escándalos hasta que le cuente todo. Nada de trato especial, ni nada por el estilo. Cuidad de esto. Y decidle a Eros que puede comerse mi desayuno... no tengo hambre.
El Erote era más que goloso, y a la pelirroja no le importaba compartir de vez en cuando. Respirando hondo, alzó el vuelo y se dirigió a la costa. Llevaba el anillo de oro que la identificaba como la directora de Xella en la mano, y el corazón en un puño. Tenía tantas ganas de verle...
Cuando al fin llegó a la playa, él todavía no había llegado. Sin saber bien qué hacer, comenzó a pasear y a revolotear haciendo piruetas para matar el tiempo. Al final, se sentó en una roca a mirar el mar... y esperar.
-Llega hoy.
Kara, sonriendo, cogió a Aki de la mano y todavía bostezando la sacó a rastras de la habitación. Recorrieron a toda velocidad los pasillos de la fortaleza y llegaron a los baños. Aki se desnudó y se metió en la piscina bastante agitada. Hoy por fin llegaba Karl a la isla, si los cálculos de Jester no estaban equivocados. Tenía tantas cosas que contarle... Kara apareció con varios botes de champú y ambas se lavaron a conciencia antes de salir y envolverse en toallas. Nuevamente a las carreras, volvieron a la habitación de Aki. Alena estaba allí, con varios vestidos sobre la cama. Aki los sopesó, indecisa. Quería estar preciosa, pero nada parecía quedarle bien. Estaba demasiado nerviosa. Al fina, fue al armario y cogió un vestido negro y sencillo, bastante ajustado por arriba y suelto por abajo. Se colocó las ligas y el cinturón con los sai y dejó que Kara le peinara mientras ella jugueteaba con una diminuta cajita negra. Si, tenía razones para estar nerviosa. Habían sido dos años. ¿Habría conocido a otra? Bueno, sabía que eso era ridículo. Karl no era así.
Había otra posibilidad, que era la razón por la que salía armada. El hombre que venía no tenía por qué ser Karl. Si le habían robado el anillo de Xella por cualquier motivo, Aki no tenía modo de saberlo. Cuando estuvo lista, se quedó mirándose al espejo. El escote dejaba ver a la perfección su tatuaje, tallado en rojo. No sabía si cubrírselo. ¿Le molestaría? Esperaba que no. No, no lo cubriría. No quería tener secretos para con él. ¿Tendría él alguna cicatriz? Esperaba que estuviera bien.
Secretos... iba a tener que decirle el trato que había hecho con Lilith. Era lo justo, pero... eso no lo hacía menos doloroso. Descalza, como se había acostumbrado a ir, fue caminando hasta la puerta de la fortaleza y se volvió a mirar a las rubias.
-Recordad lo que hablamos. Nada de escándalos hasta que le cuente todo. Nada de trato especial, ni nada por el estilo. Cuidad de esto. Y decidle a Eros que puede comerse mi desayuno... no tengo hambre.
El Erote era más que goloso, y a la pelirroja no le importaba compartir de vez en cuando. Respirando hondo, alzó el vuelo y se dirigió a la costa. Llevaba el anillo de oro que la identificaba como la directora de Xella en la mano, y el corazón en un puño. Tenía tantas ganas de verle...
Cuando al fin llegó a la playa, él todavía no había llegado. Sin saber bien qué hacer, comenzó a pasear y a revolotear haciendo piruetas para matar el tiempo. Al final, se sentó en una roca a mirar el mar... y esperar.
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Karl observó la isla desde el periscopio. Según sus mapas de navegación, esa era. Era una suerte poseer un submarino; recorrer los mares en él era mucho más sencillo que en un barco. Debía estar menos pendiente de las tormentas, pues le bastaba con sumergirse algo más profundo para evitar el oleaje. Sin embargo el Nuevo Mundo era un mar peligroso, y bastaba con que se metiera sin querer en una corriente submarina para acabar en problemas, por lo que había pedido a uno de los hombres bajo su mando que se convirtiera en su navegante. Su nombre era Riggs, y era un tipo sencillo, directo y bastante agradable con un par de tragos de ron encima. El Oficial se apartó del periscopio y se giró hacia su compañero.
- Déjame en la costa, en una zona apartada. Luego eres libre de irte al puerto; yo te buscaré cuando acabe. Posiblemente estemos aquí unos días, así que búscate alojamiento - se acercó y le dio un saco - Aquí tienes berries suficientes. ¡Cetus!
El dragón voló hasta él y se acomodó en su hombro. Desde que le había dicho que iban a volver a ver a Aki estaba hiperactivo, y comenzaba a arrepentirse de habérselo dicho. Tal vez debería haberle reservado la sorpresa, y así se hubiese evitado los gruñidos a las dos de la mañana despertándolos para que siguieran navegando, o los mordiscos en el tobillo cuando le ordenaba que volviera a dormirse. Él podía seguir el ritmo del pequeño dragón perfectamente; podía pasarse días sin dormir sin problemas, pero Riggs necesitaba descansar y no quería arriesgarse a llevar él el submarino y matarlos a todos. En todo caso, allí estaban. Suspiró, inquieto. La carta había sido muy escueta y vaga. ¿Escrita con prisas por las ganas de verle, o por otros motivos? Estaba contento de que Aki estuviese fuera de prisión, y le ahorraba el tener que pedir a la Revolución que le dejase intentar llevar un pequeño comando a infiltrarse en Impel Down (lo que posiblemente hubiesen denegado). Sin embargo, le suscitaba algunas inquietudes y preguntas: ¿la habría rescatado alguien? ¿Habría conocido a otro en aquellos dos años? Sí, ella había seguido amándole tras su muerte... pero eso no decía nada. El dolor de la pérdida era lo que podía haber mantenido viva la llama. Conocía y entendía muy bien aquella sensación. Al fin y al cabo, no había tardado en irse al poco de reencontrarse, ¿verdad?
Suspiró y trató de apartar de su mente aquellos funestos pensamientos. Cetus comenzó a darle latigazos con la cola en la nuca para que se apresurara, y gruñó ansioso. Negó con la cabeza, sorprendido ante la impaciencia del ser y cogió la mochila donde guardaba las pertenencias de Aki. Acto seguido se puso la máscara que había llevado el día que se reencontraron, y se puso la capucha. Iba envuelto en una capa de viaje marrón apagado para evitar ser reconocido. Pidió a Riggs que ascendiera, tras lo que abrió la escotilla.
- Nos vemos en unos días, teniente. No cometas imprudencias, esto no es tierra del Gobierno Mundial, pero nunca se sabe dónde podría haber agentes del Cipher Pol.
- Descuida, procuraré evitar meterme en líos - dijo el navegante, haciéndole un gesto con la mano como quitándole importancia.
En cuanto salió del submarino, Cetus saltó de su hombro y comenzó a volar en círculos en torno a él. Cerró la escotilla y miró a la cercana costa con desconfianza. No parecía haber nadie cerca, per... espera, ¿qué era eso rojo en mitad de la playa? ¿Podía ser...? Con el corazón en un puño, comenzó a levitar y se dirigió volando hacia el lugar, a toda velocidad, con su alado compañero junto él. Este aumentó de tamaño y rugió, a modo de saludo. A medida se acercaban, pudo distinguir la figura de la mujer a la que amaba, y con una sonrisa, aceleró. Lanzó la mochila sobre la arena, y se tiró sobre Aki al tiempo que Cetus, saliendo los tres disparados de la roca a la playa, y rodando por esta en una extraña mezcla de alas, piernas, brazos y cabezas. Finalmente Karl acabó junto a ella, con un pie sobre la cabeza del dragón, un brazo semienterrado por la zona del codo y la mayor parte de su cuerpo aplastado por Cetus. Con una sonrisa como si aquello fuese lo más normal del mundo, y la máscara con la goma rota colgando de su oreja, se apoyó la cabeza en la mano y dijo en un tono ligón forzado:
- ¿Qué te cuentas, guapa?
- Déjame en la costa, en una zona apartada. Luego eres libre de irte al puerto; yo te buscaré cuando acabe. Posiblemente estemos aquí unos días, así que búscate alojamiento - se acercó y le dio un saco - Aquí tienes berries suficientes. ¡Cetus!
El dragón voló hasta él y se acomodó en su hombro. Desde que le había dicho que iban a volver a ver a Aki estaba hiperactivo, y comenzaba a arrepentirse de habérselo dicho. Tal vez debería haberle reservado la sorpresa, y así se hubiese evitado los gruñidos a las dos de la mañana despertándolos para que siguieran navegando, o los mordiscos en el tobillo cuando le ordenaba que volviera a dormirse. Él podía seguir el ritmo del pequeño dragón perfectamente; podía pasarse días sin dormir sin problemas, pero Riggs necesitaba descansar y no quería arriesgarse a llevar él el submarino y matarlos a todos. En todo caso, allí estaban. Suspiró, inquieto. La carta había sido muy escueta y vaga. ¿Escrita con prisas por las ganas de verle, o por otros motivos? Estaba contento de que Aki estuviese fuera de prisión, y le ahorraba el tener que pedir a la Revolución que le dejase intentar llevar un pequeño comando a infiltrarse en Impel Down (lo que posiblemente hubiesen denegado). Sin embargo, le suscitaba algunas inquietudes y preguntas: ¿la habría rescatado alguien? ¿Habría conocido a otro en aquellos dos años? Sí, ella había seguido amándole tras su muerte... pero eso no decía nada. El dolor de la pérdida era lo que podía haber mantenido viva la llama. Conocía y entendía muy bien aquella sensación. Al fin y al cabo, no había tardado en irse al poco de reencontrarse, ¿verdad?
Suspiró y trató de apartar de su mente aquellos funestos pensamientos. Cetus comenzó a darle latigazos con la cola en la nuca para que se apresurara, y gruñó ansioso. Negó con la cabeza, sorprendido ante la impaciencia del ser y cogió la mochila donde guardaba las pertenencias de Aki. Acto seguido se puso la máscara que había llevado el día que se reencontraron, y se puso la capucha. Iba envuelto en una capa de viaje marrón apagado para evitar ser reconocido. Pidió a Riggs que ascendiera, tras lo que abrió la escotilla.
- Nos vemos en unos días, teniente. No cometas imprudencias, esto no es tierra del Gobierno Mundial, pero nunca se sabe dónde podría haber agentes del Cipher Pol.
- Descuida, procuraré evitar meterme en líos - dijo el navegante, haciéndole un gesto con la mano como quitándole importancia.
En cuanto salió del submarino, Cetus saltó de su hombro y comenzó a volar en círculos en torno a él. Cerró la escotilla y miró a la cercana costa con desconfianza. No parecía haber nadie cerca, per... espera, ¿qué era eso rojo en mitad de la playa? ¿Podía ser...? Con el corazón en un puño, comenzó a levitar y se dirigió volando hacia el lugar, a toda velocidad, con su alado compañero junto él. Este aumentó de tamaño y rugió, a modo de saludo. A medida se acercaban, pudo distinguir la figura de la mujer a la que amaba, y con una sonrisa, aceleró. Lanzó la mochila sobre la arena, y se tiró sobre Aki al tiempo que Cetus, saliendo los tres disparados de la roca a la playa, y rodando por esta en una extraña mezcla de alas, piernas, brazos y cabezas. Finalmente Karl acabó junto a ella, con un pie sobre la cabeza del dragón, un brazo semienterrado por la zona del codo y la mayor parte de su cuerpo aplastado por Cetus. Con una sonrisa como si aquello fuese lo más normal del mundo, y la máscara con la goma rota colgando de su oreja, se apoyó la cabeza en la mano y dijo en un tono ligón forzado:
- ¿Qué te cuentas, guapa?
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La pelirroja se encontraba sentada en la piedra, mirando a todas partes y buscando a Karl mientras esperaba, cuando vio una figura oscura a lo lejos.
Se levantó de golpe, emocionada, y vio como se acercaba. Estuvo a punto de echar a volar también para reunirse con él, pero recordó que él no sabía nada de su nueva akuma. Se quedó clavada en el sitio por un instante, dudando, y justo cuando levantó la cabeza...y un meteorito le cayó encima. De repente ya no estaba sentada en la piedra, sino semihundida en la arena y envuelta en un caos de piernas brazos y escamas. Abrió los ojos y se encontró a Karl mirándola, con la máscara rota y la cabeza sobre la mano. Echándose a reír al ver la estampa, lo primero que hizo fue abrazarle con locura. Debido a la inestable postura, ambos acabaron rodando por la arena... pero no le iba a soltar tan facilmente. Acto seguido, cogió la máscara que todavía le colgaba y la tiró al océano con un movimiento decidido. Le agarró antes de que pudiera decir nada y le besó con ansia. Tenía tantas ganas de verle y ahora estaba aquí. Sonriendo como una niña en una tienda de dulces, le respondió:
-Bueno, ya sabes. Lo de siempre.
Iba a seguir hablando, pero notó un arañazo en la cintura. Se giró y vio a un dragón bastante cabreado que la había tomado con su ropa.
-¡Cetus!-Gritó.-Dios mío, te he echado tantísimo de menos!
Le abrazó y automaticamente el reptil se hizo más pequeño, hasta el punto de parecer una pelotita verde de escamas y alas en los brazos de Aki. Habían sido dos años muy largos... Era un milagro que ahora estuvieran juntos. Se giró hacia Karl, tan emocionada que le costaba encontrar las palabras adecuadas.
-Gracias por cuidar de él, yo... - Al final desistió y simplemente volvió a abrazarle y besarle. Se habría quedado así una eternidad, pero por suerte o por desgracia, no podía. -Tengo muchas cosas que contarte. Antes de nada, quiero que sepas que no me fui por propia voluntad. Bajé a tierra a estirar las piernas y comprar algo de comer y un cazador me avistó. ¡Ese idiota!-Recordarlo todavía la cabreaba y la hería un poco en el orgullo. Aunque estaba segura de que si se volvieran a encontrar la cosa sería distinta, muy distinta.
Pero ya nada de eso importaba, porque Karl estaba aquí y estaban a salvo por una vez. Le rodeó con los brazos mientras le quitaba la capa y le decía con una sonrisa traviesa: -¿Y tú? ¿Qué te cuentas?
Se levantó de golpe, emocionada, y vio como se acercaba. Estuvo a punto de echar a volar también para reunirse con él, pero recordó que él no sabía nada de su nueva akuma. Se quedó clavada en el sitio por un instante, dudando, y justo cuando levantó la cabeza...y un meteorito le cayó encima. De repente ya no estaba sentada en la piedra, sino semihundida en la arena y envuelta en un caos de piernas brazos y escamas. Abrió los ojos y se encontró a Karl mirándola, con la máscara rota y la cabeza sobre la mano. Echándose a reír al ver la estampa, lo primero que hizo fue abrazarle con locura. Debido a la inestable postura, ambos acabaron rodando por la arena... pero no le iba a soltar tan facilmente. Acto seguido, cogió la máscara que todavía le colgaba y la tiró al océano con un movimiento decidido. Le agarró antes de que pudiera decir nada y le besó con ansia. Tenía tantas ganas de verle y ahora estaba aquí. Sonriendo como una niña en una tienda de dulces, le respondió:
-Bueno, ya sabes. Lo de siempre.
Iba a seguir hablando, pero notó un arañazo en la cintura. Se giró y vio a un dragón bastante cabreado que la había tomado con su ropa.
-¡Cetus!-Gritó.-Dios mío, te he echado tantísimo de menos!
Le abrazó y automaticamente el reptil se hizo más pequeño, hasta el punto de parecer una pelotita verde de escamas y alas en los brazos de Aki. Habían sido dos años muy largos... Era un milagro que ahora estuvieran juntos. Se giró hacia Karl, tan emocionada que le costaba encontrar las palabras adecuadas.
-Gracias por cuidar de él, yo... - Al final desistió y simplemente volvió a abrazarle y besarle. Se habría quedado así una eternidad, pero por suerte o por desgracia, no podía. -Tengo muchas cosas que contarte. Antes de nada, quiero que sepas que no me fui por propia voluntad. Bajé a tierra a estirar las piernas y comprar algo de comer y un cazador me avistó. ¡Ese idiota!-Recordarlo todavía la cabreaba y la hería un poco en el orgullo. Aunque estaba segura de que si se volvieran a encontrar la cosa sería distinta, muy distinta.
Pero ya nada de eso importaba, porque Karl estaba aquí y estaban a salvo por una vez. Le rodeó con los brazos mientras le quitaba la capa y le decía con una sonrisa traviesa: -¿Y tú? ¿Qué te cuentas?
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Se fundió con ella en un abrazo, apretándola con fuerza como si no quisiera volver a dejarla irse. Sintió como si su contacto fuese un bálsamo que calmaba todo su dolor. Todo por lo que había pasado en aquellos dos últimos años había merecido la pena, con tal de volver a estrecharla entre sus brazos. No le importó cuando tiró su máscara al mar; no era la que usaba para la Revolución, y en aquel momento le daba muy igual. En lugar de eso respondió a su beso apasionadamente, enterrando los dedos en su pelo. Entonces notó algo entre ambos y escuchó un bufido indignado. Cetus estaba bastante molesto por la poca atención recibida y por aplastarle, y en respuesta estaba revolviéndose y arañando lo que tenía más a mano: la ropa de Aki. Se rió al ver la escena y se escurrió para salirse de en medio y dejar al dragón liberarse. No tenía muy claro cómo habían acabado así; la caída había sido muy confusa. Observó con una sonrisa el tierno reencuentro de la mujer y el reptil, y le acarició la mejilla a su amada al escuchar sus palabras.
- No ha sido nada, mi amor... lo cierto es que aunque no he podido prestarle demasiada atención al pobre, me ha hecho compañía. Y tan sólo ten más cuidado en el futuro - dijo, preocupado - No quiero tener...
Estuvo a punto de decir "no quiero tener que enterrarte" y entonces se dio cuenta de lo hipócrita de sus palabras. Él se jugaba la vida cada día, y Aki sólo podía esperar que volvieran a encontrarse y que no perdiera la vida en su lucha. Ya había tenido que afrontar su muerte una vez, ¿con qué derecho le pedía él eso? ¿Es que ella podía sufrir el dolor de perderle pero él no? Nada le hacía especial para merecer eso.
- No quiero que sufras. En parte, ha sido culpa mía. Si hubiese sido tan fuerte como antes podría haber estado a tu lado, y ningún cazador podría hacerme frente.
Sonrió al sentir sus brazos y se dejó hacer, disfrutando de la sensación y olvidándose de cualquier otra cosa.
- ¿Yo? Bueno, han sido dos años aburridos y bastante monótonos sin ti. He entrenado, me he encontrado con viejos enemigos y he recuperado mi akuma. Lo más emocionante que he hecho es alistarme a la Revolución, y todo lo que he conseguido es que me amenacen con darme caza si les traiciono. Supongo que la mala fama que me gané a pulso como marine no es algo que pueda sacudirme de encima tan fácilmente.
- No ha sido nada, mi amor... lo cierto es que aunque no he podido prestarle demasiada atención al pobre, me ha hecho compañía. Y tan sólo ten más cuidado en el futuro - dijo, preocupado - No quiero tener...
Estuvo a punto de decir "no quiero tener que enterrarte" y entonces se dio cuenta de lo hipócrita de sus palabras. Él se jugaba la vida cada día, y Aki sólo podía esperar que volvieran a encontrarse y que no perdiera la vida en su lucha. Ya había tenido que afrontar su muerte una vez, ¿con qué derecho le pedía él eso? ¿Es que ella podía sufrir el dolor de perderle pero él no? Nada le hacía especial para merecer eso.
- No quiero que sufras. En parte, ha sido culpa mía. Si hubiese sido tan fuerte como antes podría haber estado a tu lado, y ningún cazador podría hacerme frente.
Sonrió al sentir sus brazos y se dejó hacer, disfrutando de la sensación y olvidándose de cualquier otra cosa.
- ¿Yo? Bueno, han sido dos años aburridos y bastante monótonos sin ti. He entrenado, me he encontrado con viejos enemigos y he recuperado mi akuma. Lo más emocionante que he hecho es alistarme a la Revolución, y todo lo que he conseguido es que me amenacen con darme caza si les traiciono. Supongo que la mala fama que me gané a pulso como marine no es algo que pueda sacudirme de encima tan fácilmente.
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Aki cerró los ojos y sonrió, notando una sensación cálida por todo el cuerpo al oír como él la llamaba ''mi amor''. Se separó unos centímetros de él, lo justo para desenterrarse del todo de la arena y recobrar bien el equilibrio. Nuevamente le abrazó y le dio un beso, sin poder contenerse. Luego, algo más calmada, le cogió la mano mientras con la otra acariciaba a Cetus. El pobre seguía acurrucado en su regazo y había enroscado la cola alrededor de su brazo como diciendo que no iba a poder apartarle. Ni quería. Maldita sea... no se había dado cuenta de lo mucho que le había extrañado.
Escuchó el relato de Karl sintiéndose tranquila y relajada por primera vez en varios días. Desde que supo que él estaba al caer había sido una bolita de nervios, pero ahora que ya estaba aquí se encontraba extrañamente en calma y feliz.
-No te preocupes, no has sido el único que ha estado entrenando. Yo no soy tan fuerte como tú, pero ahora tengo las habilidades necesarias para defenderme en caso de que fuera necesario. Y dado que me he escapado de Impel Down con ayuda de mi maestro... creo que no es una posibilidad tan remota.- Añadió con una sonrisa irónica. No quería que Karl se sintiera culpable por algo que no había podido evitar; ni siquiera sabía que estaba pasando. Pero de eso hacía mucho tiempo... y ya no importaba.
-Bueno, como puedes ver...-Comenzó mientras se llevaba la mano al cuello y se apartaba el pelo para que viera bien el tatuaje. -Tengo varias noticias que darte. La mayoría son buenas... y dos no tanto. He perdido mi akuma no mi... y he ganado otra. Demoníaca. Soy una súcubo. Es una historia muy larga, pero te lo digo para que no te extrañes cuando haga esto.
Respirando hondo, se puso en pie y sacó sus alas. Luego, le tendió la mano a Karl. -Aparte de huir de la cárcel, he pasado el resto del tiempo aquí, en esta isla. Ahora está bajo mi propiedad y creo que podré ayudarte a ganar puntos con los revolucionarios. ¿Confías en mí... después de todo este tiempo?
Esperaba sinceramente que dijera que sí, y su corazón se aceleró mientras aguardaba una respuesta. Si asentía, le tomaría de la mano e irían volando hasta la fortaleza. Y si no... Tragó saliva, sacudiéndose el pensamiento. Era Karl. Algo así... no le alejaría. A él no... estaba segura.
Escuchó el relato de Karl sintiéndose tranquila y relajada por primera vez en varios días. Desde que supo que él estaba al caer había sido una bolita de nervios, pero ahora que ya estaba aquí se encontraba extrañamente en calma y feliz.
-No te preocupes, no has sido el único que ha estado entrenando. Yo no soy tan fuerte como tú, pero ahora tengo las habilidades necesarias para defenderme en caso de que fuera necesario. Y dado que me he escapado de Impel Down con ayuda de mi maestro... creo que no es una posibilidad tan remota.- Añadió con una sonrisa irónica. No quería que Karl se sintiera culpable por algo que no había podido evitar; ni siquiera sabía que estaba pasando. Pero de eso hacía mucho tiempo... y ya no importaba.
-Bueno, como puedes ver...-Comenzó mientras se llevaba la mano al cuello y se apartaba el pelo para que viera bien el tatuaje. -Tengo varias noticias que darte. La mayoría son buenas... y dos no tanto. He perdido mi akuma no mi... y he ganado otra. Demoníaca. Soy una súcubo. Es una historia muy larga, pero te lo digo para que no te extrañes cuando haga esto.
Respirando hondo, se puso en pie y sacó sus alas. Luego, le tendió la mano a Karl. -Aparte de huir de la cárcel, he pasado el resto del tiempo aquí, en esta isla. Ahora está bajo mi propiedad y creo que podré ayudarte a ganar puntos con los revolucionarios. ¿Confías en mí... después de todo este tiempo?
Esperaba sinceramente que dijera que sí, y su corazón se aceleró mientras aguardaba una respuesta. Si asentía, le tomaría de la mano e irían volando hasta la fortaleza. Y si no... Tragó saliva, sacudiéndose el pensamiento. Era Karl. Algo así... no le alejaría. A él no... estaba segura.
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Sonrió con cariño, divertido por lo irónico de sus palabras. ¿Que no era tan fuerte como él? Pues claro, en cuanto a fuerza física él era todo un portento, y poca gente podía igualarle. Si se ponía serio, posiblemente ni Krauser, aun a pesar de lo mucho que lo había debilitado resucitar. Pero eso no implicaba que Aki no fuese en aquel momento mucho más peligrosa que él... podía percibirlo con su haki. Pero, ¿eso importaba acaso? No era algo en lo que le interesase pensar en aquel momento. Ahora sólo importaban ellos dos. Con un gruñido se incorporó, sacudiéndose las arenas de encima, y caminó hacia la mochila que había caído a un par de metros de ellos. La recogió y se acercó de nuevo a ella, atento a sus palabras. Al escuchar que ahora era una súcubo al principio arqueó una ceja, ligeramente sorprendido. Súcubo... eran, ¿demonios del sexo? Sonrió para sí mismo, ante lo irónico de la frase, y tras tenderle la mochila, le guiñó el ojo y dijo:
- Creo que encontrarás algunas cosas que te resultarán familiares en su interior.
Observó con cierta curiosidad el símbolo. Aquello no era un tatuaje normal... la propia piel estaba marcada. Y esas serpientes cruzadas le sonaban de algo, sabía que las había visto antes en alguna parte. Sin embargo aquellos pensamientos quedaron desterrados de su mente por las palabras de Aki. Observó sus alas y acarició una con su mano derecha, sintiéndola cálida y agradable al tacto. Entonces la miró directamente a los ojos, con una mirada cargada de significado, y totalmente serio le dijo:
- Saltaría a las puertas del mismísimo infierno si me esperases dentro. Si hay alguien en que confíe en este mundo, eres tú - tomó su mano, sonriendo cálidamente por un instante - He cometido innumerables atrocidades y errores más propios de un monstruo que de un hombre. He asesinado, robado, torturado, violado y destrozado familias. ¿Me aceptarás, aun con todo? ¿Confías tú en mi?
Apretó suavemente su mano y se aproximó más a ella, deslizando el otro brazo en torno a su cintura y quedando tan cerca de la súcubo que sus rostros casi se tocaban. Esbozó una media sonrisa y soltó una leve carcajada.
- Ha sido una pregunta con tanta ironía detrás... que tú me preguntes eso a mi, es como si el cordero le preguntase al león si le teme. Pero si acaso lo dudaras, puedes tener claro que da igual cómo haya sido en el pasado, o como sea ahora. Jamás te daré motivos para no confiar en mi - observó al conmovido Cetus por un instante, y se alegró de haber llevado al pobre dragón de vuelta con su dueña - Es raro, ¿verdad? No sé cómo llegaste a confiar en mi... pero con nosotros siempre lo ha sido, ¿no, Aki?
Con una sonrisa, le depositó un suave beso en la frente, con cariño. Contuvo un suspiro y se abrazó a ella, listo para volar de nuevo...
- Creo que encontrarás algunas cosas que te resultarán familiares en su interior.
Observó con cierta curiosidad el símbolo. Aquello no era un tatuaje normal... la propia piel estaba marcada. Y esas serpientes cruzadas le sonaban de algo, sabía que las había visto antes en alguna parte. Sin embargo aquellos pensamientos quedaron desterrados de su mente por las palabras de Aki. Observó sus alas y acarició una con su mano derecha, sintiéndola cálida y agradable al tacto. Entonces la miró directamente a los ojos, con una mirada cargada de significado, y totalmente serio le dijo:
- Saltaría a las puertas del mismísimo infierno si me esperases dentro. Si hay alguien en que confíe en este mundo, eres tú - tomó su mano, sonriendo cálidamente por un instante - He cometido innumerables atrocidades y errores más propios de un monstruo que de un hombre. He asesinado, robado, torturado, violado y destrozado familias. ¿Me aceptarás, aun con todo? ¿Confías tú en mi?
Apretó suavemente su mano y se aproximó más a ella, deslizando el otro brazo en torno a su cintura y quedando tan cerca de la súcubo que sus rostros casi se tocaban. Esbozó una media sonrisa y soltó una leve carcajada.
- Ha sido una pregunta con tanta ironía detrás... que tú me preguntes eso a mi, es como si el cordero le preguntase al león si le teme. Pero si acaso lo dudaras, puedes tener claro que da igual cómo haya sido en el pasado, o como sea ahora. Jamás te daré motivos para no confiar en mi - observó al conmovido Cetus por un instante, y se alegró de haber llevado al pobre dragón de vuelta con su dueña - Es raro, ¿verdad? No sé cómo llegaste a confiar en mi... pero con nosotros siempre lo ha sido, ¿no, Aki?
Con una sonrisa, le depositó un suave beso en la frente, con cariño. Contuvo un suspiro y se abrazó a ella, listo para volar de nuevo...
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- [Pasado]Día de entrenamiento(priv. Karl the Unbreakable)
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- Marina y Gobierno. ¡Choque en Tequila Wolf! [Priv. Karl the Unbreakable]
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