Dúo De Víboras [Rol Entrenamiento Milena-Medusa]

Eran las siete de la mañana y el Sol estaba ascendiendo en aquel precioso cielo azulado. Había indicios de nubes pero no parecía que fuese a llover ni nada por el estilo. Podía verse una pequeña cabaña, a unos quince metros de la playa. Todo lo demás eran bosques, lagos y alguna que otra cascada. La isla era pequeña, tal vez del tamaño de un pueblo. Allí vivía la científica del gobierno, Milena Slicerin. Allí tenía bastante comida y uno de los manantiales era de agua potable. Tenía un cuarto de baño trucado para poder ducharse y además de una enorme cama, mesas con material de investigación. En esos momentos ella estaba sentada mientras con un pequeño telescopio observaba una lámina tranparente. En ella se hallaba una gota de sangre. Pertenecía a Ushio y claramente estaba haciendo de las suyas, trataba de ver si el veneno de las plantas de la isla de Satán tenía el mismo efecto en diferentes grupos sanguíneos.

En su mano izquierda poseía una especie de filete. No tenía tiempo ni para meterlo en un plato y por ello se lo estaba comiendo de aquella forma. Deseaba continuar con aquella investigación para saciar su curiosidad y después de paso venderlo. El dinero le podía venir bien para futuros experimentos. Con la mano libre escribía a toda prisa lo que iba viendo sobre un pequeño papel con varios símbolos pintados. Era bastante trabajadora cuando se lo proponía y además estaba de vacaciones. Tenía un tiempo precioso para entrenar y demás. Durante sus dos años en la isla helada, aprendió a usar el haki armadura, copiando los movimientos que usaba el Cipher Pol pelirrojo. Ahora que podía tocar a usuarios, estaba bastante feliz. Su mirada continuaba clavada en aquella pequeña lámina y con un rápido movimiento, le pegó un mordisco a un pedazo de carne. Masticó despacio y después de unos instantes se lo tragó.

En ese momento escuchó un leve ruido y miró por una ventana. Pudo ver las velas de un barco de la marina y entonces sonrió de lado. – Parece ser que ya has llegado. – Dijo tranquilamente mientras se ponía en pie. Milena había recibido una carta de parte de una chica de la marina que quería compartir teorías. La había parecido correcto ya que ambas podían sacar partido de aquello. Ella iba vestida con un simple sujetador azul y con una pantalón rosa de pijama. En los pies portaba unas sandalias de madera. Mantenía una expresión bastante tranquila. – Bueno, tal vez debería poner algo con lo que picar. – Dijo pensando en que tenía la nevera llena, pero hasta que no viera como era la mujer, no pensaba hacerlo. Tal vez le caía mal y la echaba al momento, de hecho si la recibía de aquella forma era para provocarla. No sabía si sentía atracción por las mujeres y por ello podía reírse un poco. Era el momento de ver qué tipo de persona era y por ello mostró una sonrisa un poco siniestra.

Medusa se encontraba en un barco de camino a la isla de la científica con la que había contactado. Era un barco de la Marina bastante modesto, contaba con piloto automático por lo que nadie iba a los mandos de aquel navío y tenía dos grandes velas con el símbolo de la Marina. Era de madera y parecía bastante robusto, en el camarote de la chica había una maleta enorme con todo tipo de conjuntos, desde ropa de invierno hasta ropa de verano. Incluyendo más de un conjunto de su vestido favorito con forma de serpiente. En la cocina del barco había un enorme arcón congelador lleno de comida hasta arriba, la marine no sabía si aquella mujer tendría comida en su isla o si su comida le fuese a gustar.

La rubia iba vestida con un vestido corto con dos flechas blancas dibujadas y la falda se acortaba hasta casi dejar ver su ropa interior del mismo color, sobre todo eso vestía con su bata blanca de laboratorio. Para variar, esta vez calzaba unos zapatos de color negro con brillos morados, quería causar una buena impresión.

Imagen de la apariencia de Medusa:

Pronto llegaron a la isla, era de pequeña, como la científica le había dicho en su carta y parecía bastante acogedora, este paraje le recordó al lugar donde ella se crió de pequeña solo que rodeado de agua. Desde el barco se podía ver un manantial que esperaba que fuese de agua potable y una casita al fondo. La asesina se bajó tranquilamente del barco, el cual estaba recogiendo las velas y echando el ancla. El navío no se movería hasta que la marine volviese a montarse y lo pusiese en marcha para volver a la base.

El tiempo era bueno y la playa se veía bastante limpia, sin duda aquella mujer debía de tener mucho dinero para haber pagado una residencia así. La marine se dirigió hacia la casa que supuso que era de aquella científica, pero entonces vio aparecer una figura a lo lejos. Era una persona de cabellos rojos y largos con un sujetador azul, un pantalón de pijama de color rosa y unas sandalias de madera. La verdad es que vestía de forma bastante extraña pero Medusa no era crítica de moda y no iba a ser ella quien le dijese que ese conjunto era provocativo, si ella estaba a gusto así no tenía por qué haber problema.

La rubia se acercó hasta la pelirroja y cuando estuvo a un metro de ella se paró y ofreció su mano para que la estrechara. Mientras tanto tenía la otra metida en uno de los bolsillos de su bata donde guardaba uno de sus tentáculos con el que jugueteaba. La chica mostraría una leve sonrisa en su cara tratando de dar la mejor impresión posible. Sin duda tendrían mucho de lo que hablar, la científica había pedido unos días en la Marina para ampliar sus conocimientos científicos y le habían dado un tiempo indefinido, casi parecía que querían librarse de ella y mandarla lo más lejos posible.

- Buenos días, soy Medusa Fleckeri, supongo que tú eres Milena, ¿verdad?

Milena observaba el barco con toda la calma del mundo, en su rostro podía verse una sonrisa tranquila. Esperaba impaciente a que aquella persona llegara de una vez hasta la posición en la que estaba ella. El frescor de la mañana era maravilloso y no podía compararse al calor que daba la tarde. Sin duda debía trasladar su vivienda al Norte en lugar de al Sur. La pelirroja por suerte disponía de ventiladores en el interior de la cabaña y los manantiales tenían el agua a una temperatura fría. No había podido buscarse un lugar mejor dónde habitar mientras investigaba. Tampoco se había olvidado de sus entrenamientos y pensaba también mejorar su capacidad durante aquella visita que, tal vez podía durar días o semanas. No sabía bien el laxo de tiempo que iba a pasar.

En ese momento pudo ver a una mujer salir del barco y caminar hacia dónde estaba ella. Parecía tener una preciosa melena rubia, la cual llevaba bien limpia a juzgar por el leve brillo que emitía. Su bata blanca la delataba como científica y además sus ojos parecían ser bastante interesantes. La primera impresión que se llevó la espadachín fue bastante buena. Quedó impresionada por sus palabras y además comprobó que no iba de sobrada. – Bueno, parece ser una persona agradable para mí… – Era difícil caerle bien a la pelirroja y por el momento la marine lo había hecho incluso sin decir palabra. Entonces terminó de llegar y le ofreció la mano de forma amable. En ese momento la chica asintió con la cabeza tras escuchar sus palabras y estrechó su mano de forma leve. – Por supuesto. Mi casa es tu casa, Medusa. – Terminó añadiendo para después indicarle que podía pasar.

Se adentró en el interior y abrió la nevera, dejando a la vista dos latas de refrescos y un plato con algunas patatas fritas. Se sentó en la silla, dejándole a la rubia la enorme cama o la butaca de al lado. Se cruzó de brazos y se quedó mirándola de forma tranquila. – Iré directa al grano. Además de investigar juntas, yo voy a entrenar todo lo posible mis habilidades. Puedes coger lo que quieras y entrenar conmigo si lo deseas. – Una vez le dijo aquello, abrió su bebida gaseosa, la cual era de limón y le dio un largo trago. Notó como el líquido bajaba por su garganta y acto seguido soltó un suspiro para continuar hablándole. – Justo ahora estoy investigando si el veneno de las plantas de la isla de Satán, tienen el mismo efecto en todos los grupos sanguíneos. Es muy posible que no, ya que responde distinto al mío que al que estoy usando ahora. – En ese momento le enseñó las dos láminas con la suya y la de Ushio. En la de ella se extendía a una velocidad mucho mayor por los glóbulos rojos. – Puedes tocar lo que quieras, ya que tú también tienes idea de esto. – Una vez dijo aquello colocó su pierna derecha sobre la izquierda y la miró con una sonrisa ladeada.