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Calmado, tenía un tiempo ya en esta isla y aunque habiendo visitado varios lugares, no conocía por completo los alrededores y no sabía en dónde quedaban la mayoría de las cosas, más que nada por pereza o flojera, no había logrado recorrer cada rincón y esquina del Reino de Lvneel, a pesar de todo, me interesaba por completo el lugar, sólo que mis intereses personales no me dejaban explorar y averiguar qué tan interesante era el lugar que me recibía desde hace algunos días. Habiendo escuchado algunos comentarios de los residentes, pude entender que en el centro del Reino se encontraba una librería muy interesante y con gran variedad de libros que contenían valiosa información... Sí, de la misma isla en donde me encontraba y también fuera de ella, pero nada, no podría confirmar esto si no iba por mi propia cuenta a ver qué tan bien equipada estaba aquella librería.
Estaba tomando una lenta y relajante caminata en dirección a aquél interesante local, como siempre, tenía que aprovechar los pocos momentos relajantes que tenía de vez en cuando, y claro, el clima y el ambiente que tenía este lugar era encantador y motivador, no creo que a alguien le llegara a molestar el ambiente que poseía esta isla, al menos a alguien cuerdo y con uso de la razón no le parecería incómodo tal belleza y buen ambiente. Me había quitado el saco del traje y lo coloqué encima de mis hombros para estar un poco más relajado y suelto, incluso se veía un poco desordenado y ligera mi vestimenta, algo que pocas veces hacía, no darle importancia a mis ropajes.
—Perfecto, se ve muy cálido el lugar desde afuera, da buena impresión y capta la atención para entrar.— dije por lo bajo, hablando conmigo mismo y sin dejar que alguien a mi alrededor me lograra escuchar. Pasé con mucha sutileza por la puerta de ese negocio y enseguida vi la estantería que poseía la mayor cantidad de libros, era muy pequeño el lugar así que sólo tenía tres estantes llenos de libros, sin más, sólo ojeé por encima los títulos de cada libro para ver si llegaba a encontrar algo que me interesara.
Estaba tomando una lenta y relajante caminata en dirección a aquél interesante local, como siempre, tenía que aprovechar los pocos momentos relajantes que tenía de vez en cuando, y claro, el clima y el ambiente que tenía este lugar era encantador y motivador, no creo que a alguien le llegara a molestar el ambiente que poseía esta isla, al menos a alguien cuerdo y con uso de la razón no le parecería incómodo tal belleza y buen ambiente. Me había quitado el saco del traje y lo coloqué encima de mis hombros para estar un poco más relajado y suelto, incluso se veía un poco desordenado y ligera mi vestimenta, algo que pocas veces hacía, no darle importancia a mis ropajes.
—Perfecto, se ve muy cálido el lugar desde afuera, da buena impresión y capta la atención para entrar.— dije por lo bajo, hablando conmigo mismo y sin dejar que alguien a mi alrededor me lograra escuchar. Pasé con mucha sutileza por la puerta de ese negocio y enseguida vi la estantería que poseía la mayor cantidad de libros, era muy pequeño el lugar así que sólo tenía tres estantes llenos de libros, sin más, sólo ojeé por encima los títulos de cada libro para ver si llegaba a encontrar algo que me interesara.
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Una figura caminaba tranquilamente por aquel lugar. La persona mediría unos dos metros con exactitud. Sus cabellos eran cortos y rojizos, estando rapados al dos. Sus ojos estaban tapados por unas gafas de Sol. Lo más peculiar de todo eran sus patillas en forma de relámpago. También tenía bigote y un poco de barba. Su piel era pálida y parecía estar en muy buena forma. Su cuerpo resultaba ser musculoso y curtido, aunque era difícil de ver. Vestía con un abrigo blanco enorme, el cual le llegaba hasta las rodillas. Tenía un par de bolsillos y resultaba ser muy elegante. Por dentro poseía una camisa azul celeste junto a una corbata púrpura. En sus pies podían verse unos zapatos. En la espalda portaba un Jutte y en las manos unos guanteletes hechos de kairouseki puro. Este hombre no era otro que el agente cincuenta y uno, Kiogre Kergo. Un poderoso luchador del gobierno y perteneciente al Cipher Pol ocho. Todo un peligro para los criminales.
El motivo por el que estaba allí, era para sofocar un pequeño problema con un par de tipejos. Criminales de poder considerable al parecer. Era gracioso que tuviese que luchar en solitario, no era por qué el gobierno no le mandara refuerzos. El motivo era que muy pocos podían aguantar su personalidad enfermiza. Cuando no le daba por hacerse el tipo duro, le daba por vestirse de pollo y correr tras los niños pidiéndoles maíz. Ese tipo de cosas no pegaba con el CP, pero de todas formas reconocían sus capacidades bélicas y por ello le permitían ciertas cosas. Cierto era que su compañero Castor no estaba tampoco en su sano juicio, pero resultaba más serio y responsable que él. Eso cuando no estaba ocupado planeando convertir la base en un prostíbulo. Realmente el castaño estaba como una cabra. Kiogre continuaba caminando con toda la calma del mundo, atento a cualquier cosa sospechosa que pudiera ver. Era el momento de pasar a la acción.
En ese momento pudo ver una especie de ciclomotor a cuatro ruedas que se hallaba arrancado en mitad de la calle. Justo al lado había un bar con la puerta abierta y el dueño a lo mejor estaba despidiéndose o saludando. Una sonrisa se formó en su rostro y entonces se montó con toda la confianza del mundo en aquella cosa. – ¡Es hora de darle caña, Geremías! – Gritó a pleno pulmón para después arrancar aquella cosa. En poco tiempo se puso a una velocidad sorprendente. No pudo controlar aquel transporte muy bien y acabó atravesando la pared de una librería. El vehículo se frenó de golpe y el pelirrojo empezó a reír mientras bajaba de aquello y miraba a su alrededor. – Los libros son mis amigos, tratadlos bien. – Dijo sin venir a cuento con un tono serio. No se había dado cuenta de que él mismo se había cargado una estantería repleta de ellos. Tampoco le dio mucha importancia al caso y allí en mitad de la sala comenzó a mirar bien el vehículo por si tenía daños. No iba a permitir que su nuevo juguete se rompiera de aquella forma. Era un caso como agente del gobierno, pero por suerte nadie sabía eso. Incluso él evitaba decir su nombre dentro del CP, era como un fantasma del que solo los superiores y Castor sabían.
El motivo por el que estaba allí, era para sofocar un pequeño problema con un par de tipejos. Criminales de poder considerable al parecer. Era gracioso que tuviese que luchar en solitario, no era por qué el gobierno no le mandara refuerzos. El motivo era que muy pocos podían aguantar su personalidad enfermiza. Cuando no le daba por hacerse el tipo duro, le daba por vestirse de pollo y correr tras los niños pidiéndoles maíz. Ese tipo de cosas no pegaba con el CP, pero de todas formas reconocían sus capacidades bélicas y por ello le permitían ciertas cosas. Cierto era que su compañero Castor no estaba tampoco en su sano juicio, pero resultaba más serio y responsable que él. Eso cuando no estaba ocupado planeando convertir la base en un prostíbulo. Realmente el castaño estaba como una cabra. Kiogre continuaba caminando con toda la calma del mundo, atento a cualquier cosa sospechosa que pudiera ver. Era el momento de pasar a la acción.
En ese momento pudo ver una especie de ciclomotor a cuatro ruedas que se hallaba arrancado en mitad de la calle. Justo al lado había un bar con la puerta abierta y el dueño a lo mejor estaba despidiéndose o saludando. Una sonrisa se formó en su rostro y entonces se montó con toda la confianza del mundo en aquella cosa. – ¡Es hora de darle caña, Geremías! – Gritó a pleno pulmón para después arrancar aquella cosa. En poco tiempo se puso a una velocidad sorprendente. No pudo controlar aquel transporte muy bien y acabó atravesando la pared de una librería. El vehículo se frenó de golpe y el pelirrojo empezó a reír mientras bajaba de aquello y miraba a su alrededor. – Los libros son mis amigos, tratadlos bien. – Dijo sin venir a cuento con un tono serio. No se había dado cuenta de que él mismo se había cargado una estantería repleta de ellos. Tampoco le dio mucha importancia al caso y allí en mitad de la sala comenzó a mirar bien el vehículo por si tenía daños. No iba a permitir que su nuevo juguete se rompiera de aquella forma. Era un caso como agente del gobierno, pero por suerte nadie sabía eso. Incluso él evitaba decir su nombre dentro del CP, era como un fantasma del que solo los superiores y Castor sabían.
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Me encontraba disfrutando del día, hacía un clima espléndido, la gente paseaba ociosamente enfrascada en sus conversaciones mientras yo me deleitaba con un zumo de una fruta extraña, el líquido era de color verde con una textura bastante grumosa aunque su sabor era espléndido, Kiwi me dijo que se llamaba.
Había llegado a primera hora de la mañana en una pequeña embarcación, el viaje fue bastante peliagudo, nos cogió una pequeña tormenta a mitad del viaje y el capitán del barco perdió a dos grumetes. Esta vez mi viaje era de ocio, tenía un par de días libres y me decidí a venir a esta Isla en busca de un libro que llevaba tiempo buscando, un extraño ejemplar de plantas medicinales que según quien me lo contó está lleno de anotaciones muy interesantes, y me dijeron que en una pequeña librería de la zona lo tenían.
Anduve varios minutos disfrutando del paseo y del clima mientras preguntaba a varias jóvenes donde podía encontrar el lugar, tras varias indicaciones y sonrisas por parte de las jóvenes encontré el lugar. La librería me pareció pequeña nada más verla, aunque bien sabía que en los frascos pequeños estaban las mejores esencias, era austera y bastante bonita de ver, pero al lado había una tetería de donde provenían olores diversos, me encantaba las infusiones así que hice un alto antes.
La tetería era fantástica, había tres camareras vestidas con finas sedas sirviendo las mesas mientras en el interior imperiaba el olor a cardamomo y a anís estrellado. Me senté pidiendo un té de frutos rojos y me relajé echando un cigarro, me encontraba en la gloria cuando todo se estremeció.
Las paredes del local temblaron y estruendoso ruido llenó el establecimiento, alguien gritaba que había un accidente en la tienda de al lado y empecé a correr hacia allí. Alguien había abierto un agujero en la pared de la librería y había un gran escándalo en la zona. Me acerqué lentamente y vi a un enorme hombre vestido de blanco aunque ahora portaba varias manchas por su vestimenta gritando cosas, parecía que se había estrellado con una especie de ciclomotor, cuando de repente se acercó una señora mayor hacia el tipo y empezó a gritarle como una loca.
-¿Pero que has hecho animal?¡Has atravesado la pared de mi local!¿Estás loco acaso? -gritaba la mujer como una posesa mientras se acercaba peligrosamente al tipo empuñando una especie de bastón.
Personalmente me molestó que un descerebrado hubiese atravesado la pared de aquel sitio, puesto que quería entrar a comprar algo pero ahora me preocupaba más la mujer, no sabía si el tipo haría alguna locura y la verdad es que no tenía muchas ganas de jaleo.
Había llegado a primera hora de la mañana en una pequeña embarcación, el viaje fue bastante peliagudo, nos cogió una pequeña tormenta a mitad del viaje y el capitán del barco perdió a dos grumetes. Esta vez mi viaje era de ocio, tenía un par de días libres y me decidí a venir a esta Isla en busca de un libro que llevaba tiempo buscando, un extraño ejemplar de plantas medicinales que según quien me lo contó está lleno de anotaciones muy interesantes, y me dijeron que en una pequeña librería de la zona lo tenían.
Anduve varios minutos disfrutando del paseo y del clima mientras preguntaba a varias jóvenes donde podía encontrar el lugar, tras varias indicaciones y sonrisas por parte de las jóvenes encontré el lugar. La librería me pareció pequeña nada más verla, aunque bien sabía que en los frascos pequeños estaban las mejores esencias, era austera y bastante bonita de ver, pero al lado había una tetería de donde provenían olores diversos, me encantaba las infusiones así que hice un alto antes.
La tetería era fantástica, había tres camareras vestidas con finas sedas sirviendo las mesas mientras en el interior imperiaba el olor a cardamomo y a anís estrellado. Me senté pidiendo un té de frutos rojos y me relajé echando un cigarro, me encontraba en la gloria cuando todo se estremeció.
Las paredes del local temblaron y estruendoso ruido llenó el establecimiento, alguien gritaba que había un accidente en la tienda de al lado y empecé a correr hacia allí. Alguien había abierto un agujero en la pared de la librería y había un gran escándalo en la zona. Me acerqué lentamente y vi a un enorme hombre vestido de blanco aunque ahora portaba varias manchas por su vestimenta gritando cosas, parecía que se había estrellado con una especie de ciclomotor, cuando de repente se acercó una señora mayor hacia el tipo y empezó a gritarle como una loca.
-¿Pero que has hecho animal?¡Has atravesado la pared de mi local!¿Estás loco acaso? -gritaba la mujer como una posesa mientras se acercaba peligrosamente al tipo empuñando una especie de bastón.
Personalmente me molestó que un descerebrado hubiese atravesado la pared de aquel sitio, puesto que quería entrar a comprar algo pero ahora me preocupaba más la mujer, no sabía si el tipo haría alguna locura y la verdad es que no tenía muchas ganas de jaleo.
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Después de haber tardado unos cuantos minutos viendo varios libros, pude encontrar uno lo bastante bueno e interesante como para comprarlo, el mismo trataba sobre la historia del país, no tenía una información muy extensa y buena, pero tenía lo suficiente como para conocer casi al completo la historia del reino donde me encontraba. Habiendo ojeado algunas páginas, supe que lo compraría sin pensarlo dos veces, pero, aparte de ese libro, quería conseguir uno más para al menos no tener que visitar una librería por unos cuantos días, me había puesto en frente de la última estantería que me faltaba revisar, sí, tal vez ahí conseguiría algo aún más entretenido y bonito que lo que ya tenía en mis manos, pero bueno, no lo sabría hasta no ver cada escrito que contenía aquél mueble. De repente, la tranquilidad y el silencio que abordaban el local desapareció por completo, en un instante, en un misero segundo... Desde la puerta de enfrente algo atravesó con gran brutalidad y fuerza la pared, llevándose todo por medio, el mostrador y gran cantidad de libros, por suerte, mi persona estaba en la última parte de la pequeña tienda y no pude ser alcanzado por el impacto, pero de igual manera por el efecto dominó causado entre los estantes, la última estantería cayó y si no fuese escuchado el impacto o sentido aquello, todo ese peso me hubiese caído encima.
Me sacudí el polvo provocado por el accidente, me coloqué el saco y abotoné cada botón, arreglando mi traje de la manera más presentable posible, como siempre. Pasando con cuidado por encima de todas las cosas que estaban regadas por el suelo, vi al hombre que había provocado aquél accidente, el que casi hacía que me cayera toda una estantería repleta de libros encima.
—Pero... ¿Qué coño ha pasado aquí? ¿En qué estabas pensando?— sin alzar la voz, dije en un tono audible, dirigiendo mis palabras a aquél sujeto de gran tamaño, ese hombre con apariencia intimidante que vestía con un traje blanco que tapaba todo su cuerpo.
Yo no buscaba pelea, no tenía ganas en ese momento, pero tampoco iba a dejar pasar eso y que se viera así como si nada, como si lo que recién había sucedido no le importara en lo más mínimo, parece que sólo le importaba el bienestar de su vehículo.
Me sacudí el polvo provocado por el accidente, me coloqué el saco y abotoné cada botón, arreglando mi traje de la manera más presentable posible, como siempre. Pasando con cuidado por encima de todas las cosas que estaban regadas por el suelo, vi al hombre que había provocado aquél accidente, el que casi hacía que me cayera toda una estantería repleta de libros encima.
—Pero... ¿Qué coño ha pasado aquí? ¿En qué estabas pensando?— sin alzar la voz, dije en un tono audible, dirigiendo mis palabras a aquél sujeto de gran tamaño, ese hombre con apariencia intimidante que vestía con un traje blanco que tapaba todo su cuerpo.
Yo no buscaba pelea, no tenía ganas en ese momento, pero tampoco iba a dejar pasar eso y que se viera así como si nada, como si lo que recién había sucedido no le importara en lo más mínimo, parece que sólo le importaba el bienestar de su vehículo.
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El pelirrojo continuaba examinando con toda la calma del mundo, su precioso coche. El estado parecía ser muy bueno y por ello sonrió de lado. El primero allí era su pequeño vehículo, el cual había chorizado de forma perfecta. Debía cumplir su objetivo a cualquier precio y por ello se sentía orgulloso de lo que estaba haciendo. No muchos tenían el valor de usar aquellos métodos tan destructivos por el bien de la paz. No había sido su intención chocarse contra la pared, pero aquella cosa había tomado demasiada velocidad. De todas formas tampoco había nadie herido y por ello no iba a preocuparse mucho. Empezó a colocar bien el transporte, pues debía reanudar su misión cuanto antes. Los culpables no iban a escaparse de él y aunque tuviera a media isla detrás, no pensaba pararse. Fuerza le sobraba y habilidades también. Se trataba de un luchador con unas capacidades asombrosas, por nada estaba en su puesto pese a la poca mentalidad.
En ese momento una señora se acercó echándole la bronca. Al parecer era la dueña del local y estaba de mucha mala leche. El pelirrojo la miró rascándose la nunca y no tardó en agachar la cabeza en señal de disculpa. – Disculpe, el gobierno pagará todos los desperfectos. – Cualquiera que no supiera nada de él, podía pensar que estaba cargándole el muerto a las autoridades. La mujer estuvo a punto de darse la vuelta, pero entonces le dio un golpe con el bastón en la cabeza. El objeto se rompió nada más impactar en el cráneo de aquel tipo, el cual había tomado un color negro metálico. La mujer entonces pareció enfadarse un poco más y se fue a buscar un objeto más efectivo. El pelirrojo tenía un control muy bueno del haki armadura y por ello no temía a nada físico. Su entrenamiento había merecido la pena sin duda alguna y debido a eso, estaba muy calmado. No temía combatir con nadie, de hecho contaba con la ayuda de Dios en todo momento. Lo malo era que el cabrón le engañaba con cosas sin sentido. No tardó mucho en caminar de nuevo hacia el precioso vehículo.
Entonces escuchó una voz dirigirse a él. Era un chico moreno que también parecía querer echarle un poco la bronca. Una sonrisa amplia se mostró en el rostro del pelirrojo, el cual miró al chico de forma calmada. – Pensaba en comer un poco de pollo con salsa de cabra fundida, con un lecho de arroz. Pero la verdad es que el coche fue demasiado rápido. – Dicho aquello, el luchador soltó un suspiro y se montó en el enorme vehículo. Su comunicador comenzó a sonar y en ese momento lo cogió. – Agente cincuenta y uno, vaya a la plaza Sur de la isla. Sus objetivos están allí. – Kergo colgó para después meter una marcha de aquella cosa y relamerse. Era la hora de la acción y seguramente los hombres del local habrían escuchado la llamada. – Creo que lo has oído, móntate y ven conmigo hasta el fin del mundo. – Le dijo al moreno con toda la confianza del mundo. No lo conocía de nada pero le molaba que fuese gente con él para poder reírse. Dejaría montarse a todo el que quisiera. Se montara alguien o no, pondría rumbo con el vehículo.
En ese momento una señora se acercó echándole la bronca. Al parecer era la dueña del local y estaba de mucha mala leche. El pelirrojo la miró rascándose la nunca y no tardó en agachar la cabeza en señal de disculpa. – Disculpe, el gobierno pagará todos los desperfectos. – Cualquiera que no supiera nada de él, podía pensar que estaba cargándole el muerto a las autoridades. La mujer estuvo a punto de darse la vuelta, pero entonces le dio un golpe con el bastón en la cabeza. El objeto se rompió nada más impactar en el cráneo de aquel tipo, el cual había tomado un color negro metálico. La mujer entonces pareció enfadarse un poco más y se fue a buscar un objeto más efectivo. El pelirrojo tenía un control muy bueno del haki armadura y por ello no temía a nada físico. Su entrenamiento había merecido la pena sin duda alguna y debido a eso, estaba muy calmado. No temía combatir con nadie, de hecho contaba con la ayuda de Dios en todo momento. Lo malo era que el cabrón le engañaba con cosas sin sentido. No tardó mucho en caminar de nuevo hacia el precioso vehículo.
Entonces escuchó una voz dirigirse a él. Era un chico moreno que también parecía querer echarle un poco la bronca. Una sonrisa amplia se mostró en el rostro del pelirrojo, el cual miró al chico de forma calmada. – Pensaba en comer un poco de pollo con salsa de cabra fundida, con un lecho de arroz. Pero la verdad es que el coche fue demasiado rápido. – Dicho aquello, el luchador soltó un suspiro y se montó en el enorme vehículo. Su comunicador comenzó a sonar y en ese momento lo cogió. – Agente cincuenta y uno, vaya a la plaza Sur de la isla. Sus objetivos están allí. – Kergo colgó para después meter una marcha de aquella cosa y relamerse. Era la hora de la acción y seguramente los hombres del local habrían escuchado la llamada. – Creo que lo has oído, móntate y ven conmigo hasta el fin del mundo. – Le dijo al moreno con toda la confianza del mundo. No lo conocía de nada pero le molaba que fuese gente con él para poder reírse. Dejaría montarse a todo el que quisiera. Se montara alguien o no, pondría rumbo con el vehículo.
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Todo lo que estaba pasando a mi alrededor se volvía surrealista. La vieja seguía molesta con el grandullón, éste parecía disculparse ante la mujer y me pareció oír algo sobre una agencia y que ella lo arreglaría entonces fue cuando decidí acercarme más. A la señora parecía darle igual sus disculpas y lanzó un golpe al armatoste en plena cabeza, me quedé perplejo, la cabeza del tipo adquirió un tono negruzco y el bastón se rompió por la mitad con un tremendo crack y el tipo completamente ileso, pareció no inmutarse siquiera ante tal golpe, estaba claro que la vieja no es ningún portento físico pero esperaba al menos un chichón desde luego no es un tipo corriente pensé.
Se acercó un joven moreno al gigante pelirrojo recriminándole algo, pensé en entrometerme y decirle al chico que lo dejase pasar pero el grandullón soltó una excusa un poco rara y una disculpa, al parecer no había sido a propósito y un intercomunicador cortó el momento.
-¿Agente 51?-pensé sorprendido, yo creía que sólo eran habladurías de la agencia, había escuchado rumores de un agente con un carácter peculiar pero tremendamente poderoso aunque siempre fueron habladurías para rellenar las guardias, nadie lo había visto antes.
Si de verdad era agente mi deber era ayudarle y según el transmisor los sospechosos se encontraban en la plaza sur de la ciudad, y si no mi deber era vigigilar tipos así, además la técnica que había usado me parecía muy interesante y me interesaba realmente. El tipo se dirijió al muchacho moreno diciéndole que lo acompañase mientras se subía en el ciclomotor de cuatro ruedas aunque parecía que se lo pedía a todo el local, parecía que incluso si se subiese con él la vieja le valdría. No dudé un segundo más, era mi única opción de seguirle la pista o ayudarle aunque parece un tipo que no la necesita para nada pero aún así me monté en la parte de atrás de su vehículo saludando.
-Veo que quieres compañia -dije jovialmente. -Además a mi también me gusta el pollo con salsa.-como si eso fuese más que suficiente para estar ahí, sólo esperaba que mi compañía no le molestase.
Se acercó un joven moreno al gigante pelirrojo recriminándole algo, pensé en entrometerme y decirle al chico que lo dejase pasar pero el grandullón soltó una excusa un poco rara y una disculpa, al parecer no había sido a propósito y un intercomunicador cortó el momento.
-¿Agente 51?-pensé sorprendido, yo creía que sólo eran habladurías de la agencia, había escuchado rumores de un agente con un carácter peculiar pero tremendamente poderoso aunque siempre fueron habladurías para rellenar las guardias, nadie lo había visto antes.
Si de verdad era agente mi deber era ayudarle y según el transmisor los sospechosos se encontraban en la plaza sur de la ciudad, y si no mi deber era vigigilar tipos así, además la técnica que había usado me parecía muy interesante y me interesaba realmente. El tipo se dirijió al muchacho moreno diciéndole que lo acompañase mientras se subía en el ciclomotor de cuatro ruedas aunque parecía que se lo pedía a todo el local, parecía que incluso si se subiese con él la vieja le valdría. No dudé un segundo más, era mi única opción de seguirle la pista o ayudarle aunque parece un tipo que no la necesita para nada pero aún así me monté en la parte de atrás de su vehículo saludando.
-Veo que quieres compañia -dije jovialmente. -Además a mi también me gusta el pollo con salsa.-como si eso fuese más que suficiente para estar ahí, sólo esperaba que mi compañía no le molestase.
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Más que nada, sólo estaba en ese lugar para conseguir un buen libro e irme a la mierda, no tenía nada en mente, la verdad, sólo quería conseguir algo bueno que leer para pasar el rato y poder retirarme de este bonito pueblo en el que me encontraba, pero nada más.
No tenía idea de que aquél hombre de gran tamaño tenía algo que ver con el gobierno, así que a pesar de no haberme alterado ni nada por el estilo, igual me dejó de importar el asunto del negocio que ahora estaba totalmente destruido, igual, continuando con lo mío, conversaba en mis manos los dos libros que había encontrado para mis gustos y sacando el dinero justo del precio que marcaban, se los dejé a la señora y pasé a subirme encima del vehículo de aquél hombre de cabello rojo. Sé que ese sujeto no tenía idea de que yo también pertenecía al gobierno o tal vez sí, era algo que no podía contestar, la verdad... Pero, por alguna razón él había invitado a subir a su vehículo a las personas que lo rodeaban, y no fui el único que lo hizo, aparte de mí estaba otro sujeto con una apariencia un poco peculiar, aunque, sin darle mucha importancia, subí a aquél vehículo para ver qué tenía en mente el pelirrojo, no creo que fuese a hacer alguna mala jugada queriendo llevar consigo a espectadores que pudiesen incriminarlo de sus actos, así que, por obvias razones, aquello que tenía en mente no sería nada negativo.
—En fin, ya pasó lo que tenía que pasar. ¿Qué tienes en mente ahora, pelirrojo? —le dije a aquél hombre de cabello rojo, quien era que estaba conduciendo el vehículo—.
Sabía que yo no era el único interesado en lo que planeaba hacer aquél interesante pero extraño hombre. Y sé que yo no sería el único que reaccionaría o se pondría en acción en el caso de que eso fuese algo negativo o malvado.
No tenía idea de que aquél hombre de gran tamaño tenía algo que ver con el gobierno, así que a pesar de no haberme alterado ni nada por el estilo, igual me dejó de importar el asunto del negocio que ahora estaba totalmente destruido, igual, continuando con lo mío, conversaba en mis manos los dos libros que había encontrado para mis gustos y sacando el dinero justo del precio que marcaban, se los dejé a la señora y pasé a subirme encima del vehículo de aquél hombre de cabello rojo. Sé que ese sujeto no tenía idea de que yo también pertenecía al gobierno o tal vez sí, era algo que no podía contestar, la verdad... Pero, por alguna razón él había invitado a subir a su vehículo a las personas que lo rodeaban, y no fui el único que lo hizo, aparte de mí estaba otro sujeto con una apariencia un poco peculiar, aunque, sin darle mucha importancia, subí a aquél vehículo para ver qué tenía en mente el pelirrojo, no creo que fuese a hacer alguna mala jugada queriendo llevar consigo a espectadores que pudiesen incriminarlo de sus actos, así que, por obvias razones, aquello que tenía en mente no sería nada negativo.
—En fin, ya pasó lo que tenía que pasar. ¿Qué tienes en mente ahora, pelirrojo? —le dije a aquél hombre de cabello rojo, quien era que estaba conduciendo el vehículo—.
Sabía que yo no era el único interesado en lo que planeaba hacer aquél interesante pero extraño hombre. Y sé que yo no sería el único que reaccionaría o se pondría en acción en el caso de que eso fuese algo negativo o malvado.
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El vehículo se había puesto en marcha y avanzaba hacia la zona Sur de la isla. Esta vez, el agente parecía ir a una velocidad más tranquila y conducía de forma “estable”. La primera persona que le había hablado, fue el chico de cabellos un poco más largos. El comentario que hizo sobre que a él también le molaba el pollo con salsa. Aquello hizo que el pelirrojo mirase a aquel chico y le mostrase una sonrisa, dejando de mirar a la carretera por unos momentos. – Eso te convierte en un señor con clase. – Tras decir aquello volvió a mirar al frente. Se dio cuenta de que estaba muy cerca de una farola, pero pudo evadirla con tiempo de sobra. Mostró una sonrisa entonces y continuó su viaje con una tranquilidad sobrehumana. Era una de las ventajas de ser él, casi siempre estaba calmado. De hecho solo se había mosqueado unas tres veces en toda su vida. Todas por culpa de sus compañeros al poner en peligro a los ciudadanos. Ante todo se notaba que era un profesional en lo suyo. En todos lados estaba ese típico loco cariñoso que ayudaba a su forma.
Entonces escuchó las palabras del otro moreno. – Unos criminales están dando por saco en la plaza. Mi objetivo es arrestarlos. Podéis ayudarme si lo deseáis. Yo a cambio os daré un poco de tortilla de espinacas. – Así de fácil había desvelado su misión. De hecho no tardó mucho más en llegar y pudo ver como un hombre le apuntaba con una lanzamisiles. Al parecer estaban al tanto de que iban a ser perseguidos. No tardó mucho en mostrar una sonrisa siniestra y después miró hacia a sus dos acompañantes. – Os regalo el coche. – Se puso en pie y saltó en pleno aire. Aterrizó frente al propio vehículo y parecía que este lo iba a atropellar. A una velocidad impresionante, se desplazó en línea recta hacia el misil lanzado por aquel tipo. Imbuyó su brazo derecho en haki armadura e impactó su puño contra el proyectil. La explosión hizo surgir una enorme humareda. Kiogre quedó en el suelo con la mano un poco quemada y con algunas heridas por el cuerpo. No tardó mucho en levantarse con una sonrisa calmada. – Voy a enseñaros a jugar a los bomberos… – Dijo sin venir a cuento.
El tipo del arma era un hombre rubio de ojos dorados. Vestía con una camiseta negra y unos pantalones azules. Unos tipos más empezaron a surgir de las viviendas, todos con aire violento. Uno de ellos medía dos metros y medio, portaba una armadura roja y no tenía nada de pelo. Kergo le miró de forma seria y sacó su jutte. Ese tipo era uno de los peligrosos. Un enemigo de los que podían matarte si te descuidabas. Encima aquel cabrón empezó a brillar, usando alguna especie de técnica que le hizo crecer hasta los cuatro metros. Kiogre lejos de achantarse, mostró una sonrisa amplia. – Yo me ocuparé de ti, caballero. – Nada más decir aquello, unas llamas surgieron de sus brazos. Eran de un color naranja y parecían no quemarle a él. Muchos tipos empezaron a rodearle, pero él esperaba que los otros dos le ayudaran. – ¡En nombre del Cipher Pol ocho! ¡Quedáis arrestados! – Gritó de forma seria para después impactar una patada al aire, formando una onda cortante que fue hacia dos de ellos, derribándolos y provocándoles cortes. – ¡Rankyaku! – Mencionó entonces mientras caminaba hacia el mastodonte de los cuatro metros.
Entonces escuchó las palabras del otro moreno. – Unos criminales están dando por saco en la plaza. Mi objetivo es arrestarlos. Podéis ayudarme si lo deseáis. Yo a cambio os daré un poco de tortilla de espinacas. – Así de fácil había desvelado su misión. De hecho no tardó mucho más en llegar y pudo ver como un hombre le apuntaba con una lanzamisiles. Al parecer estaban al tanto de que iban a ser perseguidos. No tardó mucho en mostrar una sonrisa siniestra y después miró hacia a sus dos acompañantes. – Os regalo el coche. – Se puso en pie y saltó en pleno aire. Aterrizó frente al propio vehículo y parecía que este lo iba a atropellar. A una velocidad impresionante, se desplazó en línea recta hacia el misil lanzado por aquel tipo. Imbuyó su brazo derecho en haki armadura e impactó su puño contra el proyectil. La explosión hizo surgir una enorme humareda. Kiogre quedó en el suelo con la mano un poco quemada y con algunas heridas por el cuerpo. No tardó mucho en levantarse con una sonrisa calmada. – Voy a enseñaros a jugar a los bomberos… – Dijo sin venir a cuento.
El tipo del arma era un hombre rubio de ojos dorados. Vestía con una camiseta negra y unos pantalones azules. Unos tipos más empezaron a surgir de las viviendas, todos con aire violento. Uno de ellos medía dos metros y medio, portaba una armadura roja y no tenía nada de pelo. Kergo le miró de forma seria y sacó su jutte. Ese tipo era uno de los peligrosos. Un enemigo de los que podían matarte si te descuidabas. Encima aquel cabrón empezó a brillar, usando alguna especie de técnica que le hizo crecer hasta los cuatro metros. Kiogre lejos de achantarse, mostró una sonrisa amplia. – Yo me ocuparé de ti, caballero. – Nada más decir aquello, unas llamas surgieron de sus brazos. Eran de un color naranja y parecían no quemarle a él. Muchos tipos empezaron a rodearle, pero él esperaba que los otros dos le ayudaran. – ¡En nombre del Cipher Pol ocho! ¡Quedáis arrestados! – Gritó de forma seria para después impactar una patada al aire, formando una onda cortante que fue hacia dos de ellos, derribándolos y provocándoles cortes. – ¡Rankyaku! – Mencionó entonces mientras caminaba hacia el mastodonte de los cuatro metros.
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En el coche se montó el chico que anteriormente había reprendido al pelirrojo y una vez montados los tres arrancó en dirección sur. El supuesto agente no parecía molesto por mi compañía, incluso hizo un comentario agradable al que me disponía contestar con algo amable pero fue cortado por un volantazo que dió para esquivar una farola. Estaba empezando a pensar que no había sido buena idea montarme en el coche por muy tranquilo que el pelirrojo pareciese aunque no me diese muco tiempo a pensar en ello pues el otro chico habló.
Había preguntado por las intenciones del pelirrojo y éste dijo que se disponía a detener unos tipos, eso me hizo pensar que sí podía ser un agente verdadero aunque con el final de la frase me hizó dudar de nuevo. Lo que sí tenía claro es que es un tipo peculiar.
Estábamos llegando a la plaza cuando ví que en ella se un tipo, no pude fijarme en ningún detalle exactamente porque toda mi atención se la llevó dicho personaje puesto que llevaba un lanzamisiles. Me disponía a avisar al pelirrojo cuando éste se giró sonriéndonos y dijo que nos regalaba el coche, desde luego si era un agente era uno único en su especie, aunque eso no fue lo más sorprendente pues se puso en pie y saltó unos metros por delante del vehículo.
No pude fijarme en más pues salté de mi asiento al del conductor para intentar coger los mandos de éste, no había conducido nunca uno pero había leído sobre el manejo. Me creía que no iba a ser capaz de parar el coche antes de atropellar al pelirrojo pero éste con una velocidad increíble había saltado hacia delante, con el susto no me había fijado en que el del lanzamisiles nos había disparado y el grandullón había saltado a la caza del misil dispuesto a darle un puñetazo.
Había conseguido el control del vehículo o por lo menos parcialmente y ahora el auto estaba parado y pude ver la colisión. A mi sorprender el pelirrojo había salido muy bien parado pues se levantó sin faltarle ninguna extremidad, no pude más que admitir que el grandullón es bastante duro a pesar de su rara conducta.
Varios tipos empezaron a salir de las viviendas adyacentes con una actitud amenazadora. No pude contar cuantos eran puesto que el hombre del lanzamisiles empezó a brillar y creció a una altura de unos cuatro metros, seguro que habría usado algún tipo de técnica, esto quería decir que no eran delincuentes del montón. El pelirrojo volvió a sorprenderme, pues sus brazos se envolvieron en llamas. Pensé que quizás era un usuario de fruta como yo aunque quizás no fuese eso sino una técnica personal, y entonces me fijé en que estaba siendo rodeado por aquellos tipos.
Antes de que el pelirrojo gritase que estaban todos arrestados yo ya había avisado a mi acompañante que se agarrase y acelerando a fondo salimos disparados hacia los tipos. No pude evitar repara en que había nombrado al CP8 nada más y nada menos para luego usar una técnica del rokushiki que yo todavía no había aprendido, desde luego ya me creía más que era un agente pues guardábamos con celo los secretos de nuestras habilidades incluso dentro de la misma agencia, y desde luego si dominaba esa técnica estaba en un rango superior al mío pues yo todavía sólo había oído hablar de ella.
No pude fijarme en el resultado de la técnica pues mi atención se la llevaron los dos tipos hacia a los que dirijía el coche puesto que ésto habían comenzado a abrir fuego contra el automóvil. Me concentré y preparé mi cuerpo con el poder de mi fruta para volver mi cuerpo en sirope para lo que estaba a punto de hacer. Unos mmetros antes de llegar a los malhechores me giré hacia el chico moreno puesto que me acababa de acordar de él.
-Ponte el cinturón, agárrate a algo o icluso salta.-grité frenético. Y tras eso estrellé el coche contra los dos tipos que disparaban.
Había preguntado por las intenciones del pelirrojo y éste dijo que se disponía a detener unos tipos, eso me hizo pensar que sí podía ser un agente verdadero aunque con el final de la frase me hizó dudar de nuevo. Lo que sí tenía claro es que es un tipo peculiar.
Estábamos llegando a la plaza cuando ví que en ella se un tipo, no pude fijarme en ningún detalle exactamente porque toda mi atención se la llevó dicho personaje puesto que llevaba un lanzamisiles. Me disponía a avisar al pelirrojo cuando éste se giró sonriéndonos y dijo que nos regalaba el coche, desde luego si era un agente era uno único en su especie, aunque eso no fue lo más sorprendente pues se puso en pie y saltó unos metros por delante del vehículo.
No pude fijarme en más pues salté de mi asiento al del conductor para intentar coger los mandos de éste, no había conducido nunca uno pero había leído sobre el manejo. Me creía que no iba a ser capaz de parar el coche antes de atropellar al pelirrojo pero éste con una velocidad increíble había saltado hacia delante, con el susto no me había fijado en que el del lanzamisiles nos había disparado y el grandullón había saltado a la caza del misil dispuesto a darle un puñetazo.
Había conseguido el control del vehículo o por lo menos parcialmente y ahora el auto estaba parado y pude ver la colisión. A mi sorprender el pelirrojo había salido muy bien parado pues se levantó sin faltarle ninguna extremidad, no pude más que admitir que el grandullón es bastante duro a pesar de su rara conducta.
Varios tipos empezaron a salir de las viviendas adyacentes con una actitud amenazadora. No pude contar cuantos eran puesto que el hombre del lanzamisiles empezó a brillar y creció a una altura de unos cuatro metros, seguro que habría usado algún tipo de técnica, esto quería decir que no eran delincuentes del montón. El pelirrojo volvió a sorprenderme, pues sus brazos se envolvieron en llamas. Pensé que quizás era un usuario de fruta como yo aunque quizás no fuese eso sino una técnica personal, y entonces me fijé en que estaba siendo rodeado por aquellos tipos.
Antes de que el pelirrojo gritase que estaban todos arrestados yo ya había avisado a mi acompañante que se agarrase y acelerando a fondo salimos disparados hacia los tipos. No pude evitar repara en que había nombrado al CP8 nada más y nada menos para luego usar una técnica del rokushiki que yo todavía no había aprendido, desde luego ya me creía más que era un agente pues guardábamos con celo los secretos de nuestras habilidades incluso dentro de la misma agencia, y desde luego si dominaba esa técnica estaba en un rango superior al mío pues yo todavía sólo había oído hablar de ella.
No pude fijarme en el resultado de la técnica pues mi atención se la llevaron los dos tipos hacia a los que dirijía el coche puesto que ésto habían comenzado a abrir fuego contra el automóvil. Me concentré y preparé mi cuerpo con el poder de mi fruta para volver mi cuerpo en sirope para lo que estaba a punto de hacer. Unos mmetros antes de llegar a los malhechores me giré hacia el chico moreno puesto que me acababa de acordar de él.
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El pelirrojo me había respondido con rapidez mi pregunta, y sí, era una misión lo que estaba a punto de afrontar y yo estaría implicado en ella, al parecer, o por algo nos había invitado con anterioridad. De repente, nos encontrábamos ya en el lugar de los hechos, de la misión, en donde viviríamos la acción, como se suponía... En el lugar se encontraban varias personas, ninguno con una apariencia agradable o con ganas de hacer nuevos amigos, y como pensé, estos eran nuestros enemigos ahora. Uno de los hombres, quien vestía con una ropa bastante común y casual, portaba una gran bazuca en sus manos, apuntando directamente hacia el vehículo en donde nos encontrábamos montados y aún en marcha. Aquél hombre, el más temerario entre los tres... El pelirrojo; no titubeó ni dudó por un segundo de lo que tenía en mente, aunque, eso que haría no parecía haber sido planeado en ningún momento; de repente, se puso de pie en el asiento del vehículo y dio un gran salto por encima, cayendo justo por delante de nosotros, bloqueando aquél disparo de la bazuca con su brazo imbuido en Haki y luego realizando una técnica avanzada del Rokushiki, una que a pesar de no haber aprendido aún, conocía a la perfección. Por suerte para mí, el otro sujeto que nos acompañaba había reaccionado rápidamente para tomar el control del vehículo, así evitando chocar con el pelirrojo que se encontraba al frente de nosotros.
Ahora, el otro chico había tomado el control y había dirigido el vehículo ciclomotor en dirección a los otros sujetos que eran compañeros del tipo de la bazuca, obvio, con la única razón de estrellarlo contra ellos para causar algún daño que nos facilitaría tal vez el combate que ahora tendríamos con estos tipos; él saltaría justo antes de estrellarlo y esta misma sería mi reacción al ver lo que tenía planeado, a pesar de no habérmelo mencionado con anterioridad.
—¿Ahora qué tienes en mente? —dirigí mis palabras al otro chico, al que había estrellado el vehículo en contra de los sujetos—.
Ahora, el otro chico había tomado el control y había dirigido el vehículo ciclomotor en dirección a los otros sujetos que eran compañeros del tipo de la bazuca, obvio, con la única razón de estrellarlo contra ellos para causar algún daño que nos facilitaría tal vez el combate que ahora tendríamos con estos tipos; él saltaría justo antes de estrellarlo y esta misma sería mi reacción al ver lo que tenía planeado, a pesar de no habérmelo mencionado con anterioridad.
—¿Ahora qué tienes en mente? —dirigí mis palabras al otro chico, al que había estrellado el vehículo en contra de los sujetos—.
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Kiogre caminaba hacia el enorme mastodonte con una expresión tranquila. En ese momento, aquel tipo lanzó un puñetazo hacia él. El pelirrojo salió despedido hacia atrás, quedando tirado en el suelo y frunciendo el ceño. El dolor invadió su pecho, aquel tipo era una verdadera bestia. Su fuerza era enorme y encima su cuerpo gigante. El luchador se colocó en pie y miró con seriedad a aquel tipo que tenía frente a sus ojos. La situación se había complicado bastante pues otro hombre se había unido a su oponente. Un tío de cabellos rubios y rizados, además de tener un parche en el ojo. – Creo que es a nosotros a quien buscas. – El pelirrojo apretó los puños al darse cuenta de que era cierto. Ahora tenía a los dos peligrosos frente a sus ojos y algo le decía que el calvo era el más débil de los dos. Iba a ser un combate movidito.
Ambos criminales imbuyeron sus brazos en un tono metálico y negro. Los ojos del CP se abrieron como platos al ver lo terribles que iban a ser. Sin duda el poder del que disponían era enorme. Él imitó lo que hicieron y también coloreó sus brazos de negro. Comenzó un combate de dos contra uno, usando todos los puños. Los golpes levantaban ondas expansivas alrededor de ellos, se notaban que era monstruos. En ese momento, aquellos dos capullos lanzaron un puñetazo al mismo tiempo hacia el pelirrojo. El impacto mandó a Kergo contra una pared, de la cual salió una enorme humareda. Los tipos empezaron a reírse de forma exagerada. A lo mejor lo habían matado ya o, le había rotos los huesos. Teniendo en cuenta la maldad del ataque, era bastante posible.
En ese momento se despejó el humo, dejando ver al luchador. Kiogre se había quitado el abrigo, dejando ver un cuerpo musculoso pero, había algo extraño. Su piel era morada metálica. Estaba usando su haki más poderoso y aquello podía resultar algo temible para sus oponentes. – Voy a mostraros lo que el verdadero poder del haki armadura. – Usó el soru, apareciendo frente al calvo de cuatro metros y de un puñetazo, reventándole la armadura. Los ojos del tipo quedaron en blanco y cayó al suelo, incapaz de continuar peleando. El pelirrojo miró entonces al rubio de cabellos rizados, aquel aspecto era terrible. Entonces su oponente se imbuyó en un aura roja, el combate iba a comenzar y por lo menos ya había uno de los duros fuera.
Ambos criminales imbuyeron sus brazos en un tono metálico y negro. Los ojos del CP se abrieron como platos al ver lo terribles que iban a ser. Sin duda el poder del que disponían era enorme. Él imitó lo que hicieron y también coloreó sus brazos de negro. Comenzó un combate de dos contra uno, usando todos los puños. Los golpes levantaban ondas expansivas alrededor de ellos, se notaban que era monstruos. En ese momento, aquellos dos capullos lanzaron un puñetazo al mismo tiempo hacia el pelirrojo. El impacto mandó a Kergo contra una pared, de la cual salió una enorme humareda. Los tipos empezaron a reírse de forma exagerada. A lo mejor lo habían matado ya o, le había rotos los huesos. Teniendo en cuenta la maldad del ataque, era bastante posible.
En ese momento se despejó el humo, dejando ver al luchador. Kiogre se había quitado el abrigo, dejando ver un cuerpo musculoso pero, había algo extraño. Su piel era morada metálica. Estaba usando su haki más poderoso y aquello podía resultar algo temible para sus oponentes. – Voy a mostraros lo que el verdadero poder del haki armadura. – Usó el soru, apareciendo frente al calvo de cuatro metros y de un puñetazo, reventándole la armadura. Los ojos del tipo quedaron en blanco y cayó al suelo, incapaz de continuar peleando. El pelirrojo miró entonces al rubio de cabellos rizados, aquel aspecto era terrible. Entonces su oponente se imbuyó en un aura roja, el combate iba a comenzar y por lo menos ya había uno de los duros fuera.
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Esperaba llevarme por delante a los dos tipos y que éstos salieran volando, aunque eso era sólo lo que yo quería. El choque fue bastante más duro de lo esperaba, pues en vez de arrollarlos el auto se había quedado completamente clavado. La parada fue tan en seco que salí disparado contra el volante, menos mal que estaba preparado y pasando a la forma líquida me desperdigué por todo el salpicadero. Al volver a la forma corpórea me fijé en que uno de los tiradores brillaba con una especie de aura color verde y que tenía hundido su puño izquierdo en el capó. - Esto se pone serio - pensé mientras bajaba del destrozado auto para ver que el chico había saltado saliendo ileso de la colisión.
Ante la pregunta del moreno casi no me dio tiempo a responder pues una onda cortante que había lanzado el otro tipo desde una katana venía dirigida hacia nosotros.
- Sobrevivir compañero - dije como respuesta al pelinegro mientras usando el Soru esquivé la onda y a la vez me situé a uno de los costados de los tipos a una distancia de unos cinco metros mientras desenfundaba una de mis barettas y disparaba a los tipos.
Los disparos sonaron y las balas volaron. Había logrado alcanzar al tipo que usaba la katana pero al tipo del aura verde antes de que pudiese ver si le había dado recorrió los cinco metros en un pestañeo para golpearme con una patada en pleno pecho haciéndome salir despedido hacia una casa adyacente perdiendo mi arma en el trayecto. El dolor me hizo reaccionar y antes de golpear contra la pared cambié de estado para así quedar como un manchurrón marrón en la pared.
Al cambiar de estado otra vez y reformar mi cuerpo de nuevo el dolor en el pecho me hizo tambalearme, no era suficiente para tumbarme pero no podía recibir muchas más golpes como ése. El tipo seguía brillando con esa aura verde con una cara de maníaco en el rostro enmarcando sus rasgos para darle un aspecto de loco.
Desenfundé el arma que me quedaba y me arrepentí de no haberle puesto la munición triple porque me vendría de perlas pero me conformaría con las normales, además todavía me quedaba la daga y los cuchillos. Apunté al tipo y le grité fuertemente, no quería llamar su atención puesto que ya la tenía pero sí la de mi compañero, por si no estaba atento para que se fijase. Esperaba que funcionase.
- Saco de estiércol ¿No tienes nada mejor que usar? - le pregunté al tipo, pretendía distraerlo y que se lanzase hacia mí para poder ganarle la espalda pero parecía hacer oídos sordos a mis palabras. Le daba igual lo que dijese aunque en verdad daba igual, estaba como ido y el tipo se lanzó en una carrera frenética hacia mí, pero ésta vez estaba preparado para su velocidad.
Usé el Kami-e para poder esquivarlo más fácilmente. Esperé a el momento justo y el tipo había saltado para darme una patada de frente que si llegaba a darme sería fatídico aunque gracias a la técnica y a mis reflejos como asesino usé mi poder para volverme un charco en el suelo y así el tipo pasó volando sobre mí para impactar en la pared. Por suerte para mí y no para él no había roto la pared sino que se le había encajado la pierna hasta la pantorrilla en la pared. Parecía desesperado por sacarla de allí pero el brillo verde casi no se notaba, tenía que estar exhausto tras usarla así que aproveché su momento de debilidad para dispararlo sin pensarlo. Con un tiro habría valido pero todavía me dolía el pecho y por eso disparé tres veces, todo había acabado, por lo menos para él.
Me giré para ver como evolucionaba la batalla. No veía al pelinegro aunque enseguida vi al enorme pelirrojo. En ese momento se había quitado la camisa dejando a la vista un cuerpo envuelto en un tono morado, desde luego tenía un aspecto temible aunque no pude fijarme más puesto que un tipo con un hacha avanzaba hacia mí. - Y yo que creía que ya había terminado - pensé mientras me frotaba el pecho. - Seguro que me saldrá un cardenal como una catedral.
Ante la pregunta del moreno casi no me dio tiempo a responder pues una onda cortante que había lanzado el otro tipo desde una katana venía dirigida hacia nosotros.
- Sobrevivir compañero - dije como respuesta al pelinegro mientras usando el Soru esquivé la onda y a la vez me situé a uno de los costados de los tipos a una distancia de unos cinco metros mientras desenfundaba una de mis barettas y disparaba a los tipos.
Los disparos sonaron y las balas volaron. Había logrado alcanzar al tipo que usaba la katana pero al tipo del aura verde antes de que pudiese ver si le había dado recorrió los cinco metros en un pestañeo para golpearme con una patada en pleno pecho haciéndome salir despedido hacia una casa adyacente perdiendo mi arma en el trayecto. El dolor me hizo reaccionar y antes de golpear contra la pared cambié de estado para así quedar como un manchurrón marrón en la pared.
Al cambiar de estado otra vez y reformar mi cuerpo de nuevo el dolor en el pecho me hizo tambalearme, no era suficiente para tumbarme pero no podía recibir muchas más golpes como ése. El tipo seguía brillando con esa aura verde con una cara de maníaco en el rostro enmarcando sus rasgos para darle un aspecto de loco.
Desenfundé el arma que me quedaba y me arrepentí de no haberle puesto la munición triple porque me vendría de perlas pero me conformaría con las normales, además todavía me quedaba la daga y los cuchillos. Apunté al tipo y le grité fuertemente, no quería llamar su atención puesto que ya la tenía pero sí la de mi compañero, por si no estaba atento para que se fijase. Esperaba que funcionase.
- Saco de estiércol ¿No tienes nada mejor que usar? - le pregunté al tipo, pretendía distraerlo y que se lanzase hacia mí para poder ganarle la espalda pero parecía hacer oídos sordos a mis palabras. Le daba igual lo que dijese aunque en verdad daba igual, estaba como ido y el tipo se lanzó en una carrera frenética hacia mí, pero ésta vez estaba preparado para su velocidad.
Usé el Kami-e para poder esquivarlo más fácilmente. Esperé a el momento justo y el tipo había saltado para darme una patada de frente que si llegaba a darme sería fatídico aunque gracias a la técnica y a mis reflejos como asesino usé mi poder para volverme un charco en el suelo y así el tipo pasó volando sobre mí para impactar en la pared. Por suerte para mí y no para él no había roto la pared sino que se le había encajado la pierna hasta la pantorrilla en la pared. Parecía desesperado por sacarla de allí pero el brillo verde casi no se notaba, tenía que estar exhausto tras usarla así que aproveché su momento de debilidad para dispararlo sin pensarlo. Con un tiro habría valido pero todavía me dolía el pecho y por eso disparé tres veces, todo había acabado, por lo menos para él.
Me giré para ver como evolucionaba la batalla. No veía al pelinegro aunque enseguida vi al enorme pelirrojo. En ese momento se había quitado la camisa dejando a la vista un cuerpo envuelto en un tono morado, desde luego tenía un aspecto temible aunque no pude fijarme más puesto que un tipo con un hacha avanzaba hacia mí. - Y yo que creía que ya había terminado - pensé mientras me frotaba el pecho. - Seguro que me saldrá un cardenal como una catedral.
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—Un poco de emoción es justo lo que necesitaba, amigo mío. —dije en un tono de voz audible hacia el chico que había tomado el mando del vehículo, mientras yo sonreía y me quitaba la chaqueta—.
Viendo la acción que se presentaba delante de mí, sólo a algunos metros; pude ver la experiencia que ya tenían ambos hombres a los que ahora acompañaba y resultaban ser compañeros de lucha y también de trabajo, uno siendo alguien experimentado en lo que es el Haki y el otro quien resultaba ser un usuario de alguna fruta muy peculiar, la verdad es que ambos eran muy interesantes y me hicieron emocionarme y tentarme a luchar, a ver si mi nivel estaba igual que el de ellos o al menos les podía seguir el paso.
El usuario de la fruta había podido acabar con la vida de uno de los criminales, por suerte, supo aprovechar la habilidad que le otorgaba la fruta y con eso sacó ventaja suficiente para poder acabarlo con unos cuantos disparos de su arma. Ahora, parecía ser el momento perfecto para intervenir, se le acercaba otro oponente más, éste armado con una gran hacha que iba a por todas en contra del joven que parecía estar tocado por el anterior golpe que había recibido... Rápidamente, me movilicé hacia donde se encontraba, esperando que el tipo del hacha se le acercara lo suficiente para perder la visión en lo que estaba a su alrededor y sólo se fijara en su objetivo, el cual era el chico de la fruta; justo en ese momento, en el que ladeaba el hacha y estaba listo para golpear, me le acerqué con velocidad por la espalda y golpeé con fuerza en sus costillas para intentar sacarlo de balance y tal vez tumbarlo, sino pasaba eso, mi acción serviría como carnada para que mi ahora compañero hiciera un ataque definitivo para acabar con el enemigo.
Viendo la acción que se presentaba delante de mí, sólo a algunos metros; pude ver la experiencia que ya tenían ambos hombres a los que ahora acompañaba y resultaban ser compañeros de lucha y también de trabajo, uno siendo alguien experimentado en lo que es el Haki y el otro quien resultaba ser un usuario de alguna fruta muy peculiar, la verdad es que ambos eran muy interesantes y me hicieron emocionarme y tentarme a luchar, a ver si mi nivel estaba igual que el de ellos o al menos les podía seguir el paso.
El usuario de la fruta había podido acabar con la vida de uno de los criminales, por suerte, supo aprovechar la habilidad que le otorgaba la fruta y con eso sacó ventaja suficiente para poder acabarlo con unos cuantos disparos de su arma. Ahora, parecía ser el momento perfecto para intervenir, se le acercaba otro oponente más, éste armado con una gran hacha que iba a por todas en contra del joven que parecía estar tocado por el anterior golpe que había recibido... Rápidamente, me movilicé hacia donde se encontraba, esperando que el tipo del hacha se le acercara lo suficiente para perder la visión en lo que estaba a su alrededor y sólo se fijara en su objetivo, el cual era el chico de la fruta; justo en ese momento, en el que ladeaba el hacha y estaba listo para golpear, me le acerqué con velocidad por la espalda y golpeé con fuerza en sus costillas para intentar sacarlo de balance y tal vez tumbarlo, sino pasaba eso, mi acción serviría como carnada para que mi ahora compañero hiciera un ataque definitivo para acabar con el enemigo.
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