[Privado] Un encuentro tragicómico.

Hacía frío. Mucho frío, no recuerda como llegó a aquel lugar pero si recordaba lo que tenía que hacer. Tenía una importante reunión con un importante personaje de una importante asociación. El cielo estaba completamente nublado y apenas caía un rayo de sol; la gente paseaba libremente por el mercado central sin preocupación del frío ni nada similar. Ryan caminó durante algunos minutos en dirección al pueblo y consiguió un pasaje a Shellstown. Camino al puerto fue interrumpido por los embrujos de aquellas mujeres de procedencia dudosa. Sin embargo, como buen hombre que era, no participó en la jarana. Tenía una misión y la completaría rápidamente.

-Vamos, mujer, que no puedo avanzar mientras muestras lo que tienes para mostrar...

-¿Y...? ¿Acaso no te gusta? – Preguntó la súcubo.

-Sí... no. ¡Da igual! Solo quítate que no tengo tiempo. Si quieres unas monedas, solo pídelas – dejó unas cuantas monedas en mano de la chica y se fue corriendo al barco–.

Pudo abordar el barco justo un minuto antes de que zarpara. Le esperaría un largo viaje y esperaba llegar lo más pronto posible. Pasado el tiempo del viaje llegó finalmente a la esperada isla. Al llegar pudo ver diversas situaciones: un hombre corriendo tras su almuerzo que fue robado. Definitivamente eso le pareció lo más gracioso de todo.

-Maldito Gobierno, nos tiene a todos bien pobres...

Entró a un local, adyacente al mercado, en busca de algunas cosas innecesarias de describir. El vendedor era un encantador enano con un gran bigote, le parecía de lo más gracioso. Tras salir de la tienda llevaba algunas bolsas y contó sus monedas: no había gastado más de 10. El regateo servía mucho en esas ocasiones en donde la gente sencillamente es buena. Se dirigió hacia el mercado para quemar el tiempo, aún tenía de sobra para reunirse con la persona que tenía que reunirse. Un presentimiento le llegó al corazón.

-Siento que estoy en el lugar equivocado... en el momento equivocado... ¿Serán solo ideas mías?

Mientras iba de paso por el mercado vio a alguien corriendo a paso apresurado; y claramente iba apresurado pues aparentemente no vio que estaba Ryan frente a él. Chocó con el hombre y Ryan cayó al suelo.

-¡Fíjate por donde vas, escoria! – Le gritó enfadado – ¡No es posible que me tope, en menos de dos minutos, con dos ladrones de almuerzo!

Se levantó y miró nuevamente al hombre que corría.   

Miró nuevamente al marine. ¿Realmente podía confiar en él? No lo sabía y poco le importaba, jugar con la ley era un arma de doble filo. No sabía nada de aquel hombre y mucho menos del otro. Comenzó a caminar lentamente mientras cientos de posibilidades pasaban por su cabeza. Necesitaba evaluarlo todo, sería su juego y sus reglas; había escapado de situaciones muy complejas. Avanzó unos pasos y se detuvo. Sonrió maliciosamente.

-Tenlo presente, amigo – le dijo sin mirarlo –. Si me traicionas, la pagarás con sangre.

Subió un árbol para buscar al prófugo. Sin embargo no le fue para nada bien, por suerte un extraño hedor quedó en el aire por lo que no le sería muy complicado rastrearlo.  Ryan caminó hasta encontrarse con lo que parecía ser una fogata y encontró un par de ramas. Posiblemente su presa había estado allí. Inspeccionó la zona en busca de alguna huella para poder rastrearlo pero el tipo no era tan idiota como creía; la zona estaba limpia.

Ryan buscó algo entre su bolsillo y sacó un papelillo. Del otro bolsillo sacó una bolsa transparente con lo que parecían ser frutos secos de color verde y con un potente olor. La molió con un primitivo artilugio y enroló aquella hierba molida con destreza. La encendió y comenzó a fumárselo con lentitud. El cigarrillo se esfumaba lentamente, tal cual si fuera la propia vida de los seres humanos.

-¿Quieres? – Le ofreció a su nuevo compañero – Es de la buena.

Tras terminar de fumar su verdadera obra de arte le propuso que se separaran para encontrar al chico. Le pasó un silbato dándole instrucciones muy estrictas: “si alguno de nosotros se topa con el ladrón, que silbe”. El aparato enviaba ondas infrasónicas que viajaban extremadamente rápido las cuáles solo eran auditables por el otro aparato que le entregó el muchacho.

-Póntelo en el oído – le ordenó – y no te lo saques. Con esto podrás escuchar y saber las coordenadas de donde estoy con una precisión de veinte metros. No es tanto, pero es mejor que nada. ¡Manos a la obra!

Si quería jugar, tenía que hacerlo bien. Por suerte encontró una pista que se reservó para él. Esperaba que el marine fuera lo suficientemente inepto para no encontrar nada. Siguió su camino hasta poder ver al muchacho; parecía un buen chico. Se acercó a él con las manos arriba.

-Tranquilo, amigo. Vengo en paz… de hecho, te propongo algo – dijo sacando un cigarrillo que tenía sujeto en su oreja –. Cuando venía para acá, de casualidad, me encontré con el marine que te estaba persiguiendo. Antes de que preguntes, vi todo lo que le hiciste. ¡Viejo! Lo humillaste.

Se acercó un poco más a él.

-Está furioso, muy enojado y viene hacia acá con un escuadrón de marines. La has liado amigo, por suerte, también me hizo daño. Te ofrezco mi ayuda, a cambio de un futuro favor. No será gran cosa, amigo.

Sonrió maliciosamente mientras esperaba la respuesta del individuo. Se sentó en la roca más cercana y usó el aparato sin que el chico se diera cuenta. Realmente la iba a liar. Su sonrisa no desaparecía.

Observó detenidamente al chico al que estaba ofreciendo un pacto. Era de lo más confiado y aceptó sin ningún rechazo el trato con Ryan. No sabía en lo que se metía. Sonrió maliciosamente con una mirada siniestra. Había mentido en todo y probablemente crearía un enfrentamiento en el que alguien saldría gravemente herido, sin embargo sabía a lo que se estaba metiendo. Una vez que fuera descubierto los dos se tirarían frente a él. Un retorcido plan tuvo lugar en su cabeza y nuevamente soltó otra maliciosa sonrisa. Le gustaban las sonrisas.

Había visto un lugar con enormes y una gran cantidad de rocas esparcidas cerca de la playa. Sería el lugar ideal para pelear y en cualquier caso escapar. Probablemente tendría el tiempo suficiente para jugar un poco más y armar un problema. Entre los dos prefería a Rys por lo que haría cualquier cosa para hacer que él ganara el combate, en caso de haber uno. Por suerte el muchacho conocía algunos trucos que le servirían. Además, en caso de pelear en un lugar tan cerrado como ese imposibilitaría a cualquier hombre de imponente tamaño, como por ejemplo el tamaño del hombre de la Marina. Pero su juego aún no terminaba, lo provocaría aún más hasta sacarlo de sus casillas.

-No te preocupes, tengo un plan – le dijo con franqueza –. Solo tienes que seguirme. Mi nombre es Ryan, por cierto. Pero puedes decirme R.

Salió de ese lugar dirigiéndose hacia donde sería el lugar del posible encuentro. Estaría preparado para pelear ante cualquier situación. Por lo general siempre estaba dos o tres pasos adelantado de los demás. Pero no siempre. Algo no le calzaba dentro de lo que el marine había hecho; el aparato que le entregó tenía un GPS e indicaba que había estado quieto. A pesar de ser un juego para él alguien se había saltado las reglas y lo pagaría caro, muy caro. Su mente proyectó diversas situaciones y sus posibles reacciones:

“Si el marine se va al otro lado, posiblemente llegue al lugar en donde están las rocas. Aunque he silbado no llegará a tiempo para encontrarse con nosotros a medio camino, pero... ¿y si lo hace? Lo dudo. No tiene de las pintas de ser de los más rápidos, quizás lo estoy subestimando lo que hace que las cosas sean más interesantes. Al llegar allí, la liaremos y jugaremos. Si las cosas se ponen duras, me iré y los dejaré peleando pero mientras... oh, mientras me quedaré jugando un poco más.

Pero y si... ¿qué pasa si el marine no se ha tragado nada de lo que le he dicho? Probablemente me habría seguido y escuchado la conversación que tuve con mi nuevo mejor amigo, cosa que es posible. Quizás lo escuchó, quizás no. Pero terminaría en el lugar deseado a toda costa. Yo soy el que pone las reglas del juego y parece que nuestro amiguito de azul se ha saltado una. ¡Lo pagará con sangre! Como dije.

Solo queda un resultado... terminaremos en la Playa Rocosa. Aquí iremos a donde yo quiera”.

Ryan llegó hasta la Playa Rocosa esperando a su nuevo compañero en donde se enfrentaría con un falso escuadrón de marines. Sacó un cigarro y se lo fumó.