[Pasado][Privado] Relajándose en el cuartel (Privado Nocturne93 & Gusi)

-Qué gran día hace hoy.

Paseaba con calma y sin prisa alguna por las calles del pequeño pueblo donde se encontraba el cuartel. Algunas personas me saludaban, otros parecían tener demasiado respeto, tal vez miedo, a la marina y no me miraban. Algunos niños simplemente se quedaban mirando sin decir nada. Me sentía un poco incómodo para ser sincero, pero no iba a dejar que esas miradas me arruinasen la mañana. Hoy especialmente me encontraba de muy buen humor de modo que directamente ignoré aquellos gestos de indiferencia, saludé a aquellos que me saludaban y continué mi camino.

Paré en una tienda, necesitaba comprar algo de agua, había salido hacía un buen rato y ya sentía yo la garganta bastante reseca. Compré una botella. El hombre de la tienda parecía del segundo tipo de gente, esos que o bien tienen respeto o bien miedo, se puso un poco nervioso, posiblemente pensaría que si no me gustaba le destrozaría o le cerraría la tienda, incluso insistió en que no me cobraría. Pero simplemente le dejé los berries delante y salí tan tranquilo como había entrado.

Pegué un buen trago y decidí volver al cuartel. No quería que se me encomendase alguna tarea o misión y que no me encontrasen. Me podía caer una buena bronca por no estar en mi puesto cuando me buscan. Y eso que nunca me buscan, pero seguro que cuanto mejor es el día mayor es la cabronada que se avecina. Ya me relajé lo suficiente, por lo que sin pausas pero sin prisas, emprendí rumbo de nuevo hacia el cuartel. Ya era hora de que los capitanes vayan buscando a los soldados para realizar tareas de mantenimiento o asignarles alguna que otra misión.

No tardé mucho en llegar al cuartel. Lo primero que me encontré fue a un tipo con una lista, al parecer iba muy liado y le habían mandado muchas cosas, por lo que me aproximé a él con una sonrisa en la cara. Era un simple cabo.

-Buenos días cabo. Te veo algo apurado. ¿Puedo ayudarte en algo?
-Buenos días teniente. No es que vaya apurado, es que me han mandado avisar a la gente de sus tareas y no se donde encontrarles a cada uno. No llevo mucho tiempo y les busco por todas partes sin saber dónde encontrarles.
-Déjame echar un vistazo.

Cogí esa hoja rellenada. Era un listado con varias columnas donde estaban los nombres de aquellos que tenían tareas, el horario y el puesto designado. Me busqué a mí mismo y cuando pude encontrar mi nombre me di cuenta de que no me tocaba una tarea demasiado pesada, el único problema era que era para todo el día.

-... Supervisar los entrenamientos... Parece que hoy no hay nada importante que hacer.
-¿Señor?
-Perdona. Mira. Ve a los dormitorios, sabes que en la puerta de cada habitación hay una placa con los nombres de cada uno. Esta es la hora normal de entrega de servicios por lo que deberían de estar todos en sus dormitorios. Lee la placa, si ves alguna coincidencia entras y les informas de su tarea. Así de simple. Si alguien no está no es problema tuyo, sino de él.
-Gracias señor -comenzó a correr.
-Por cierto. Tacha de tu lista al teniente Kimura...

No supe si me había escuchado, salió rápido, al parecer ya llegaba muy tarde. Eché un vistazo fugaz al reloj, y realmente llevaba como media hora de retraso. Pobre, seguramente algún desesperado le echaría la bronca. Lo que no entiendo es el por qué han mandado a un simple cabo a llevar esa tarea. Normalmente es un capitán quien las reparte. Demasiado raro sería que no haya ninguno por aquí.

Decidí no darle más vueltas y acudir rápidamente a mi puesto. Hoy me tocaba supervisar los entrenamientos y debía asegurarme de que no hayan heridos, o que hayan los mínimos, además de procurar que no hayan altercados entre los reclutas y aquellos que están entrenando allí.

El campo era amplio, y no debería de haber poco más de cuatro o cinco reclutas. Pero me llamó la atención un joven peliazul que estaba golpeando un saco. Pude ver cómo de sus puños caía la sangre, además que estaba bastante apartado del resto de gente, que estaban juntos entrenando. Ese tipo había ido por su cuenta, a solas. Me aproximé hacia él.

-Si te sigues destrozando así los puños al final no podrás dar ni un solo golpe.

Aquél muchacho desde luego tenía un gran sentido de la autoridad. Y aunque no me gustara que me dieran ese trato no pude evitar sonreír al ver su reacción. Me resultó un tanto cómica teniendo en cuenta que se estaba llenando entero de sangre.

-Tranquilo. Conmigo no hacen falta las formalidades. Llámame Kimura.

Me agradeció por la observación y me pidió que le entrenase. Eso realmente me dejó un poco trastocado, no supe qué responder. ¿Alguien pidiéndome a mí consejo para entrenar? Nunca había pensado que alguien me diría algo como eso. Y sinceramente no sabía qué podría enseñarle. Mi estilo es con armas, mientras que el suyo parece ser más cuerpo a cuerpo. ¿Qué consejos podría darle?

Me quedé mirándole, dubitativo. Desde luego una cosa estaba clara, peleaba con los puños al descubierto, eso había que arreglarlo. Además de alguna que otra cosa que puede servir de mi estilo para el suyo. Le sujeté una mano y examiné las heridas. Por lo menos simplemente se había rasgado la piel en la zona de los nudillos, no era ninguna herida propiamente dicha, no sería ningún problema.

-Lo primero es que si tu estilo de combate es cuerpo a cuerpo, debes de cuidar el tuyo. Y viendo estas manos veo que eso no parece importarte demasiado. Deberías por lo menos colocarte unas vendas para que no te ocurra esto. Tienes la piel desgarrada y eso puede ser un problema. Hay quien utiliza guantes, en algunos casos de acero para golpear con más fuerza. Pero lo importante es proteger tus armas. En este caso tus puños.

Metí mi mano en un bolsillo, creía haber traído alguna muñequera de estas largas que te cogen los dedos también, pero no la encontraba. Posiblemente la hubiera dejado en el catre. Daba igual. Ahora quería comprobar una cosa.

-Pero debo decir también una cosa. No conozco tu estilo de combate, no se cómo te desenvuelves en combate, no se si prefieres las armas o luchar con tu cuerpo... De modo que hagamos una prueba.

Me di la vuelta y me alejé unos tres metros. Me giré mirando nuevamente a ese chico y con una sonrisa en la cara le dije.

-Atácame.

El peliazul se agachó para desatarse las cordonderas y ponerlas por dentro. Un gesto un poco descarado y extraño. ¿Qué pretendía? ¿Perder una zapatilla tontamente o sacarla más fácilmente para tirarmela? Si se ponía a correr sería un milagro que no se le caigan ellas solas. Después de eso se enrolló en la camiseta que se arrancó, rasgándola entera. Vaya desperdicio de tela, ahora le tocaría comprarse una nueva.

Me miró desafiante y me dijo si estaba listo. Yo tan solo sonreí y me quedé mirándole, esperando sus movimientos. Comenzó a correr, tal y como me temía. Viene de frente. Parece ser que es de los que le gusta golpear primero en un combate. Justo el tipo de adversarios que me gustan a mí. Estaba ya a metro y medio y lanzó una patada al aire. Yo di un salto hacia atrás golpeando con mi mano derecha la zapatilla que salió disparada hacia mí. Repitió el gesto con su otra pierna. Ya se quedó descalzo y esa zapatilla se perdió por encima de mi hombro derecho al apartarme un poco.

Lo veía, veía lo que iba a hacer. Mi haki de observación me funcionaba como nunca. Se podía notar que este chico no es muy experimentado. No llevará mucho tiempo como miembro de la marina. Un puñetazo al aire con el puño descubierto y ensangrentado. Su sangre manchó mi rostro, pero ni por asomo iba a ser suficiente para hacerme daño o para nublarme la visión ni nada parecido. Entonces por fin su ataque definitivo. Un gancho directo a la barbilla con su puño cubierto por esa tela completamente mojada y sudada. Una buena combinación de golpes. Pero mal enfocados.

Esquivé su gancho dando un paso hacia atrás, entonces le sujeté por la muñeca con fuerza. Trataba de hacerle ver que estaba pasando por un apuro. Sus ataques habían estado mal enfocados, y desde luego no muy bien pensados.

-Se nota que no llevas mucho tiempo con nosotros. No te preocupes, para eso estoy yo ahora aquí. Piensa una cosa. Este terreno es terroso, debajo de tus pies puede haber cualquier cosa, un cristal por ejemplo, que puede hacerte un buen corte en el pie. Una herida que con cada paso te va a escocer y a doler, ralentizándote. Cosa que es un problema a menos que tengas un buen cayo y tengas las plantas de los pies tan duras como una piedra.

Le solté la mano con suavidad bajando la mía para relajarla. Entonces me quedé mirándole la mano que tenía al descubierto. Ese había sido su segundo error.

-No se qué intención tenías con ese puñetazo al aire. ¿Cegarme con la sangre? No es buena idea, a esa distancia tan corta, si lanzas un ataque que no va a llegar a tu enemigo, le das pie a que él utilice eso en tu contra. Por ejemplo, podía haber cogido tu muñeca y retorcerla para hacerte caer. O peor aún, podía haber utilizado mis espadas para cortártela. Estaba a mi alcance, me la habías acercado lo suficiente para poder yo contraatacarte.

Me aproximé hacia un tonel que había cercano. Ahí había espadas de madera y espadas de acero sin filo. Cogí una de madera y la sujeté con mi mano izquierda. Volví con el peliazul y terminé de hablarle.

-Sin embargo ese último golpe estuvo bien. Un gancho directo a la barbilla, un punto muerto que los ojos no ven, y más cuando has lanzado una distracción. Tres en tu caso. Está bien utilizar distracciones, pero debes de pensarlas mejor. Si por ejemplo te hubieras acercado solo un poco más, y me hubieras golpeado con ambos puños a la vez. Estoy seguro de que por lo menos uno de ellos me habría impactado. En resumen, tu acción ha concluído con las plantas de las pies dañadas, una muñeca posiblemente fracturada y tú le has dado un golpe en la barbilla. Es un buen ataque pero si comparamos, tú has salido perdiendo... Ahora chico, intenta defenderte.

Estaba a una distancia de dos metros. Obviamente no lo iba a dar todo contra aquél chico. Y menos todavía en el primer golpe. Le di unos segundos para prepararse y di una gran zancada hacia adelante, aproximándome bruscamente, como tratando de cogerle desprevenido. Le lancé una mirada fugaz a la mano que tenía destapada, y después traté de golpearme al costado de las rodillas, tratando de hacer que perdiese el equilibrio y cayese al suelo, tras lo cual le pondría la punta de la espada de madera en el cuello.

Gusi estaba arrodillado frente a mí. Dio un salto para tratar de flanquearme mientras se levantaba. ¿Acaso no se daba cuenta de que estaba mirándole? Por ese rápido movimiento logró evitar caer del todo y que le amenazase con la espada. ¿Lo habría visto venir o había tenido suerte?

Venía directo a darme una patada por mi lado izquierdo. Tal vez se pensaba que tenía un factor sorpresa, que gran error por su parte. Interpuse la espada de madera por la zona del filo. Su pie golpeó directamente a la espada sin llegar a darme a mí. Eso debería de haberle hecho daño. Al momento le agarré por el tobillo con mi mano libre y con mi pierna izquierda barrí su punto de apoyo sin soltarle. Lo cual casi seguro le haría caer. Pero esa pierna la tendría algo dolorida.

-No pierdas de vista a tu oponente. No pienses que está distraído. Alguien experimentado no se confiaría nunca en mitad de un combate. Y has de ser muy cauto cuando te enfrentas a alguien armado. Apuesto a que te duele la pierna.

Le solté y dejé caer la espada de madera. Se había agrietado y quebrado.

-Podías haberme atacado de frente. Estaba justo delante de tí, tú estabas arrodillado. ¿Porqué no te impulsaste con las piernas para saltar y darme un gancho en la barbilla? Un golpe así me habría dejado sorprendido y habrías tenido una alta probabilidad de darme por dos razones. Primero, tu oponente se cree que te tiene justo donde él quiere. Estás arrodillado frente a él, aparentemente indefenso. Segundo, estás justamente a su altura, un movimiento rápido ejecutando un golpe directo hace que el rival apenas tenga tiempo para ver el ataque, por lo tanto será más complicado que le de tiempo a reaccionar, y más todavía teniendo en cuenta que él piensa que estás indefenso...

Desenfundé una de mis espadas de verdad. Puse mi rostro serio, quería hacerle creer que iba a ir en serio ahora. Necesitaba pensar sus ataques, se mueve demasiado a lo loco, y tal vez el único método de hacer que mejore sea ponerle en un verdadero aprieto. Hacer que utilice mejor su cerebro, apuesto a que puede ser más inteligente de lo que está siendo ahora mismo.

-Sin embargo si teniendo eso a tu favor, gastas tiempo para flanquear a tu rival pierdes esas ventajas. Recorres más distancia al moverte hacia un lateral de tu rival. Algo que puede ver, se da cuenta de que no estás indefenso y se pone en guardia... Chico, debes pensar mejor tus ataques, debes plantear una estrategia, inventa alguna distracción, sé imprevisible. Sorprende a tu rival. En ocasiones el movimiento más obvio es el más acertado... ¡Ataca!

Esperaba que en esta ocasión fuera más sensato. Le iba a dar otra oportunidad. Además de ver cuán resistente podría ser, esa pierna debería dolerle aunque fuera un poco.

Al parecer el joven marine se había dañado bastante en la pierna, más de lo que me esperaba. Normal, con lo que se ha magullado el cuerpo entrenando él solo, no me extraña que esté en ese estado, apenas ni podía mantenerse en pie. Me pidió ayuda. Sonreí y comencé a acercarme a él mientras le hablaba.

-No es ninguna deshonra aceptar una derrota antes de que sea demasiado tarde. Tenlo en cuenta. Creo que haces bien, esto es un entrenamiento, no debes esforzarte más de lo que puedas. Es más importante sobrevivir.

Llegué hasta él y me agaché para cogerle y echarle una mano. De pronto me propinó un duro puñetazo en el estómago antes de que lograra poder cogerle. De un salto hacia atrás poniéndome en guardia. Me había engañado y me había golpeado a traición utilizando una sucia artimaña.

Sonreí. No me pude imaginar que pudiera hacer algo así. El golpe fue bueno, debo reconocerlo, con entrenamiento este chico podría volverse poderoso.

-Bravo. Me has cogido desprevenido, te felicito. Pero ya esta bien de combatir. Tu cuerpo realmente estará dañado.

Me aproximé a él nuevamente, ésta vez alerta por si se le ocurría algún otro juego sucio. Esta vez no me agaché, sino que le tendí la mano para que se levantara él mismo.

-¿Sabes? Hay quien te diría que eso ha sido juego sucio y te despreciarían por ello. No obstante yo te digo una cosa. Estábamos simulando un combate real. en la guerra todo vale. Si tu rival es superior a tí no tiene nada malo buscar artimañas para llegar hasta él. Si yo hubiera sido tu enemigo podrías haberme apuñalado y acabado con mi vida, cuando apenas ni habías podido aproximarte a mí, pero hiciste que yo me acercara, me hiciste creer que no podías moverte... Una buena estrategia. Te felicito por ello... Emmm. Perdona, creo que no se tu nombre todavía.

Aguardé una respuesta, así como a que se levantara. Realmente me había impresionado ese movimiento. Tal vez no fuera muy habilidoso de momento, pero sabía cómo actuar cuando no podía hacer nada contra su rival. Y lo más importante, no tiró la toalla hasta lograr demostrarme que tenía valor y decisión. Solo esperaba que no siguiera queriendo golpearme, eso ya rozaría la estupidez.

El chico se presentó como Gusi. Bien, ya sabía algo más de éste peliazul, además de que es bastante tozudo, lo había demostrado en su combate. Pero también tiene algo de inteligencia cuando está en apuros. Eso me gustaba de él.

Consiguió sacarme un poco los colores cuando me dijo que esperaba ser tan poderoso como yo. Tal vez me estuviera haciendo la pelota descaradamente, pero debo reconocer que me gustó escuchar eso, aunque tal vez fuese solo para ganarse mi favor. No me considero alguien débil, pero tampoco soy tan fuerte, el caso es que había una gran diferencia entre el joven Gusi y yo, y ha sido lo que realmente ha marcado el resultado ha sido la experiencia.

Caminábamos hacia la enfermería, nos topamos con algún cabo que se ofreció a ayudarme, pero me negué, le dije que siguiese con sus tareas y me ocupé personalmente de Gusi. Estábamos llegando a la entrada de la enfermería, entonces me comentó que le gustaría hacer alguna misión conmigo al mando. Bueno, tampoco es que sea yo alguien tan importante como para tener a un número de tripulantes a mi cargo, aunque tampoco era un idea tan loca.

Me alarmé un poco cuando dijo que tenía en su poder algunas frutas del diablo. Eso era asombroso, esa mercancía era algo realmente valioso, mucha gente mataría por algo así. Sugirió la idea de utilizarlas como cebo para atraer piratas y atraparles. No era mala idea, pero cabe destacar que el pobre todavía es algo novato.

-Lo primero, debo decir que me asombra que tengas alguno de esos frutos. Pero es demasiado peligroso exponerlos como cebo. Podrían desaparecer, podrían consumirlos en mitad del combate y darnos una clara desventaja en combate. Eso es algo que hay que valorar muy bien y planear minuciosamente. No es tan descabellada la idea, pero no merece la pena. Además, si dejas correr la voz vendrán más piratas de los que podamos enfrentar. Acabaríamos derrotados en un abrir y cerrar de ojos... Y en cuanto al hecho de que te llamen corrupto... Lo importante son tus acciones Gusi, no las habladurías. Eso nunca lo olvides. Puedes ser alguien muy famoso y adorado hacia fuera, pero por dentro ser un maldito corrupto que trafica con las vidas de sus subordinados. Por el contrario puedes ser odiado y tachado de corrupto o asesino, pero luchar por el bien a toda costa, y luchar contra la corrupción y el mal. Lo importante es que siempre tengas claras tus metas, y pase lo que pase, nunca renuncies a ellas.

Llegamos a la entrada de la enfermería, nos atendieron rápidamente al ver que apenas ni podía tenerse en pie. En cuanto se lo llevaron adentro yo me quedé atrás.

-He de atender un asunto. Ahora vengo a ver cómo estás.

Realmente yo era el encargado de estar vigilando los entrenamientos, pero por suerte todavía no había mucha gente fuera, por lo que podía tomarme unos minutos. Si ese chico peleaba con los puños me gustaría que comenzase a cuidarlos. Me había caído bien, por lo que rápidamente fui a la armería y rebusqué entre las antiguallas de allí. Había algunos armarios donde se guardaban guanteletes de metal, pero ese no parecía ser el estilo de Gusi, demasiado pesados. El parecía ser más de dar golpes rápidos, necesita algo que le sea ligero pero a la vez le proteja.

Abrí un baúl, parecía viejo. Allí había una caja de madera llena de polvo. Era lo que estaba buscando. Sabía que había unos guantes de tela, ligeros, acolchados... Y bastante antíguos. Según tenía entendido pertenecieron a un buen hombre que había sido marine hacía ya unos años, hacía más de cincuenta años que había muerto ya. Por lo que sabía llegó a ser un alto cargo de la marina antes de desaparecer y darle por muerto. Era un hombre que luchaba con las manos, y cuando llegó al cuartel fue con esos guantes que no tardó en deshechar. No eran gran cosa, pero por lo menos le servirían a Gusi para comenzar su camino.

Cogí la caja, la desempolvé y leí una desgastada inscripción que había. Las letras estaban muy desgastadas, se podía entender que ponía "Propiedad..." pero del nombre solo se entendía "...p D." y un "ey" al final. Tampoco sabía el nombre de su propietario original, una lástima. Me llevé la caja y volví de nuevo a la enfermería. Enseguida pude ver a Gusi, ya le habían atendido y estaba descansando. Me aproximé a él y le tendí la caja.

-Como veo que te cuesta contener tus puños antes de ponerte a sangrar, creo que ésto te vendrá bien. Considéralo un regalo.

Me levanté de allí.

-Tengo que volver al campo de entrenamiento. Soy el supervisor hoy. -comencé a alejarme de allí- Espero que te sirvan para mejorar en tu entrenamiento Gusi. Espero ansioso ver tus progresos.

Kimura ayudaba a Gusi por los pasillos del cuartel hasta llegar a la enfermería. El chico cojeaba, mientras escuchaba atentó las palabras del que por el momento consideraba su maestro, aunque en ningún momento se lo mencionara. El pequeño escuchaba sabiamente las palabras del Teniente, pero las que mas se le grabaron en la mente fueron: "-Lo importante es que siempre tengas claras tus metas, y pase lo que pase, nunca renuncies a ellas." Y en ese momento llegaron a la puerta de la enfermería. Un par de enfermeros cogieron a Gusi como a un muñeco, el cual no pesaba mucho, y le tumbaron con cuidado en una camilla, le empezaron a escayolar la pierna y vendar alguna que otra herida. Entre las palabras de los curanderos oyó la voz del Kimura que se marchaba a atender sus asuntos, esto entristeció un poco a Gusi.