Ragnar Asborn
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Saberes
Akuma no mi
Varios
Aquella era una mañana de lo más tranquila, no había ni una sola nube en el cielo, absolutamente todo era de un tono azul claro de lo más tranquilizante. El sol brillaba con intensidad, no obstante no hacía mucho calor, simplemente la justa para ir con camisa sin sudar, al menos para la gente corriente. Yo, iba sin camisa, sin protectores en los brazos, con los mismos pantalones negros largos de siempre acompañados de la faja que sujetaba mis tres espadas. Mis pies iban al desnudo y mi frente estaba tapada como siempre, por mi bandana de color verde, la cual apreciaba tanto como mi espada Bagami.
Yo me encontraba sentado al lado de un pequeño estanco/fuente de roca lleno de pezes Koi el cual se encontraba en medio de una enorme plaza llena de gente. Estaba con las piernas cruzadas y con mis tres espadas sobre estas. Hoy les tocaba día de mantenimiento, por suerte, Radagast, mi maestro, me enseñó a cómo hacerlo y la importancia de llevarlo a cabo una vez cada cierto tiempo. Gracias a sus consejos, aquellas espadas me estaban durando muchísimo, la verdad es que casi me habían visto crecer.
La gente que pasa por mi lado me miraba de una forma rara, algunos con una sonrisa y otros con una cara de desprecio, algunos con cierta curiosidad en sus ojos y otros pocos con miedo en sus rostros. Supongo que poco a poco, mi cara se iba conociendo gracias a los malditos carteles de “se busca”. Cada vez había más gente que reconocía mi cara o mi nombre, no era un famoso, pero tampoco un desconocido. Aquello no acababa de agradarme, con lo bien que vivía en el anonimato, tranquilo, sin tener que luchar cada dos por tres con la marina y sin que nadie se percatara de mi presencia. Todo cambia…
Yo me encontraba sentado al lado de un pequeño estanco/fuente de roca lleno de pezes Koi el cual se encontraba en medio de una enorme plaza llena de gente. Estaba con las piernas cruzadas y con mis tres espadas sobre estas. Hoy les tocaba día de mantenimiento, por suerte, Radagast, mi maestro, me enseñó a cómo hacerlo y la importancia de llevarlo a cabo una vez cada cierto tiempo. Gracias a sus consejos, aquellas espadas me estaban durando muchísimo, la verdad es que casi me habían visto crecer.
La gente que pasa por mi lado me miraba de una forma rara, algunos con una sonrisa y otros con una cara de desprecio, algunos con cierta curiosidad en sus ojos y otros pocos con miedo en sus rostros. Supongo que poco a poco, mi cara se iba conociendo gracias a los malditos carteles de “se busca”. Cada vez había más gente que reconocía mi cara o mi nombre, no era un famoso, pero tampoco un desconocido. Aquello no acababa de agradarme, con lo bien que vivía en el anonimato, tranquilo, sin tener que luchar cada dos por tres con la marina y sin que nadie se percatara de mi presencia. Todo cambia…
Lya D. Gol
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
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Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El barco había llegado al puerto, por suerte ninguno de esos piratas se había percatado de que viajé con ellos. Los objetos desaparecidos y comida robada la atribuyeron a una enorme rata que quizás se escondía en alguna de las enormes alacenas de la cocina del barco, otros decían que al pasar por un cementerio donde se libró una batalla, hace ya algunos días, un fantasma había subido al barco. Todas las teorías y supersticiones me alegraban, pues pase de una isla a otra sin pagar ni un solo beri, lo cual me alegraba ya que no tenia mucho dinero en mis bolsillos.
Cuando los piratas fueron bajando salí de mi escondite, camine con toda normalidad, sin prestar la mas mínima atención a las miradas que algunos miembros de la tripulación me tiraban.
-oye tu- dijo un hombre de estatura superior a la mía, cuyos brazos y piernas eran los de un monstruo musculoso.
Me detuve y lo mire con expresión tranquila.
-¿Quien eres?- preguntó con un interés bastante obvio.
Acomode mi mochila y la extraña katana con punta de pincel que mi maestro Aron me había dado antes de partir.
-Mi nombre es Lya- dije al tiempo que saltaba del barco y corría sin mirar atrás, pues el musculoso no tardó mucho en dar la orden para que sus subordinados fueran tras de mi.
El estirar las piernas con esa corridita me hizo bastante bien. Ese pueblo era como la portada de un libro de cuentos, deseaba poder retratar una buena pintura de él. Al llegar a lo que parecía era la plaza deje de correr y camine con lentitud, jadeaba por el esfuerzo pero la vista de ese pequeño lugar era muy agradable.
-dios...tengo sed- decía al tiempo que sacaba la lengua y limpiaba el sudor de mi frente.
Mire a mi alrededor y mis ojos se posaron en una fuente no muy lejos de mi, un chico de cabello blanco estaba sentado ahí, me quede quieta un momento y después camine hacia la fuente.
-Hola- salude al muchacho.
Deje mis cosas en el suelo y tome un poco de agua con mis manos para beberla, después refresque mi rostro. Me gire a ver al joven y simplemente le sonreí, tome mis cosas y fui a cenarme bajo la sombra de un árbol que no estaba muy lejos de ahí.
Saque un lápiz y mi cuaderno de dibujos, me acomode en el césped y sonreí de lado.
-No te muevas chico desconocido- susurre entre dientes mientras mi dibujaba al extraño joven de la fuente.
Cuando los piratas fueron bajando salí de mi escondite, camine con toda normalidad, sin prestar la mas mínima atención a las miradas que algunos miembros de la tripulación me tiraban.
-oye tu- dijo un hombre de estatura superior a la mía, cuyos brazos y piernas eran los de un monstruo musculoso.
Me detuve y lo mire con expresión tranquila.
-¿Quien eres?- preguntó con un interés bastante obvio.
Acomode mi mochila y la extraña katana con punta de pincel que mi maestro Aron me había dado antes de partir.
-Mi nombre es Lya- dije al tiempo que saltaba del barco y corría sin mirar atrás, pues el musculoso no tardó mucho en dar la orden para que sus subordinados fueran tras de mi.
El estirar las piernas con esa corridita me hizo bastante bien. Ese pueblo era como la portada de un libro de cuentos, deseaba poder retratar una buena pintura de él. Al llegar a lo que parecía era la plaza deje de correr y camine con lentitud, jadeaba por el esfuerzo pero la vista de ese pequeño lugar era muy agradable.
-dios...tengo sed- decía al tiempo que sacaba la lengua y limpiaba el sudor de mi frente.
Mire a mi alrededor y mis ojos se posaron en una fuente no muy lejos de mi, un chico de cabello blanco estaba sentado ahí, me quede quieta un momento y después camine hacia la fuente.
-Hola- salude al muchacho.
Deje mis cosas en el suelo y tome un poco de agua con mis manos para beberla, después refresque mi rostro. Me gire a ver al joven y simplemente le sonreí, tome mis cosas y fui a cenarme bajo la sombra de un árbol que no estaba muy lejos de ahí.
Saque un lápiz y mi cuaderno de dibujos, me acomode en el césped y sonreí de lado.
-No te muevas chico desconocido- susurre entre dientes mientras mi dibujaba al extraño joven de la fuente.
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