De paso por la Capital Comercial [Pasado-Privado Eron/Orga/Iro]

Había completado el entrenamiento básico pero todavía no era un miembro completo de la revolución, era un simple recluto que debía de pasar un tiempo de prueba antes de ser nombrado soldado raso. En un primer momento me sentía algo desanimado y decaído pero pronto comprendí que éste era un paso necesario para cumplir con mis objetivos en la vida, por lo que decidí afrontarlo como un entrenamiento para lo que vendría después.

Me habían asignado a otra base y debía cruzar el peligroso mar junto a otros tantos reclutas, el viaje según me habían contado era bastante largo y corríamos el riesgo de ser interceptados por lo que realizaríamos varias paradas en diversas islas con la intención de ocultarnos como si fuéramos un barco mercante más. Una de esas paradas era el reino de Arabasta, una antigua tierra con una historia escrita con la sangre de su pueblo.

- Está bien tenéis hasta el atardecer para dar una vuelta, no causéis problemas y regresar pronto para marcharnos - Al llegar a la isla el oficial a cargo de nosotros nos había dado permiso para recorrer la ciudad donde habíamos parado, teníamos hasta el atardecer por lo que aproveché para salir a dar un paseo y aprender un poco más sobre el lugar.

Para pasar desapercibido había pensado que lo mejor sería cambiar mi vestimenta habitual por algo más normal. Sobre mi cabeza portaba un turbante dorado con el que me protegería de los rayos del Sol, sobre una fina camiseta blanca llevaría un chaleco también dorado, además de unos pantalones morados con ambas patas bastante anchas y para acabar unas zapatillas de tela negra.

- Veamos un poco este lugar que parece bastante animado - Sin pensármelo demasiado me adentré en lo que parecía ser la zona comercial de la ciudad para perderme entre sus gentes.

Arabasta. Ya llevaba bastantes años siendo un alma libre que se ganaba la vida como podía entre las arenas, viajando de ciudad en ciudad y tratando de ocultarse de la justicia pues sus métodos no eran precisamente legales. Ocultó parte de su boca bajo las vendas, esbozando una maliciosa sonrisa y caminando con suma tranquilidad entre sus habitantes. Se veía desde lejos que no nació allí, desde luego, pero sí en su forma de moverse que llevaba algo de tiempo como para conocer las calles. El pirata nunca se había parado a pensar en la historia que recorría cada grano de arena, cada trozo de piedra de su actual hogar. ¿Para qué? Eso no le daría de comer. Si bien era consciente de algunos sucesos que les había escuchado a los ciudadanos no se sabía al completo las leyendas, rumores o hechos.

Sea como fuere su mirada bailaba entre los descuidados ciudadanos, buscando alguno que aparentase ser débil para conseguir algo de él, ya fuese engañándolo entre amenazas, tretas algo elaboradas o tras la simpleza de un combate. Así era como vivía, por el momento, Eron. También intentó distinguir si había algún marine infiltrado por allí. No estaba acostumbrado a encontrarse ninguno, pero... ¿Quién sabe? Con suerte llevaría algún distintivo que pudiese reconocer el joven espadachín pero no parecía haber nada.

Se apoyó sobre una de las paredes de los edificios a la sombra hasta decidir un objetivo. También se tomó algo de tiempo analizando la calle, los callejones y si alguien se adentraba en ellos. Así podría aprovecharse sin ser descubierto. Llevaba sus goggles ocultas bajo las vendas también, por si acaso alguien que ya había sido atacado por él las reconocía. También pensó en recoger su cabello en una coleta antes de moverse, pero ya vería qué hacer en ese instante.

Al parecer había llegado en hora punta y la afluencia de gente en el zoco era bastante grande. Sin pensármelo demasiado me adentré entre el gentío y comencé a caminar junto a los distintos grupos que allí se reunían. Había puestos de todo tipo, desde armas y municiones hasta frutas y cartas, otros guardaban personas que afirmaban ver el futuro a través de las cartas.

- Debo aprovechar este día, quizás se el último que pueda caminar libre como un desconocido... - La idea de que podría ser el último día que fuera un desconocido a ojos de los demás me causaba alegría e inquietud a la vez que tristeza y ansiedad. Desde pequeño siempre había sido una persona que me consideraba libre y que actuaba por y para los demás, aunque esto último me hubiera llevado a meterme en más de un problema.

Mientras caminaba observando los distintos productos que allí se ofertaban, pude escuchar el grito de una mujer pidiendo ayuda a lo lejos. Al parecer le habían robado y por el movimiento de los que se encontraban alrededor mía, el ladrón venía directo hacia mi posición. Tan solo me esperaría a que ese sujeto cruzara junto a mí para bloquearlo con mi cuerpo provocando la caída de ambos.

Alzó una ceja al escuchar el grito de aquella mujer. Seguramente todos en la calle lo habrían conseguido. No fue algo que pasase muy inadvertido precisamente. Se colocó las goggles en los ojos y trató de observar entre los barrotes al criminal que había salido corriendo. La gente se iba apartando según él se daba a la fuga y Eron sonrió con amplitud. Corrió hacia delante, tratando de interceptarlo. En un punto en el que apenas había gente el pirata se tiró al suelo y le hizo un barrido, tirándolo al suelo. Aprovechando su agilidad y falta de peso se puso en pie rápidamente y desenfundó su espada. - Seguro que puedo pedirle algo a la mujer más tarde. - Pensó para sus adentros mientras apuntaba hacia el fugitivo con su katana. - Si vas a hacer algo ilegal... Asegúrate de ser bueno en ello. - Y eso él lo sabía bien, ¿robar en una concurrida calle a plena luz del día? Eso aumentaba las posibilidades de que alguien se hiciese el héroe, que hubiese algún revolucionario, marine o simplemente alguien que quiera aprovecharse de ello.

Cuando observó que se trataba de levantar le pisó la mano y de una patada volvió a tumbarlo hasta que una señora se acercó hasta allí, agradeciendo que lo hubiese detenido. - ¿Y qué robó? - Preguntó el pirata, mirando de reojo hacia ella, cosa que no era perceptible gracias a sus goggles. Ella respondió que le había robado una bolsa llena de berries. Oh, qué apropiado, ¿verdad? - Quiero una parte del dinero por este trabajo. - Su tono era bastante frío.

Todo estaba ocurriendo según lo tenía pensado, el ladrón marchaba directo hacia mi posición y yo estaba preparado para detenerlo cuando estuviera a mi alcance. Pero alguien se cruzaría por medio robando mi momento de hacerse el héroe aunque no me importaba demasiado ya que tan solo quería detener al ladrón y eso ya estaba hecho. Mientras me acercaba hacia el lugar donde habían detenido al ladrón pude fijarme que la mujer a la que habían robado se encontraba hablando con el "héroe" y un tercero que había aparecido de la nada, no alcanzaba a escuchar lo que estaba diciendo el que había detenido al ladrón pero si pude fijarme en una bolsa que todavía sostenía el ladrón y que seguramente sería lo que había robado. Tranquilamente me acerqué para tomar la bolsa y entregársela a su legítima dueña.

- Tome ya puede marcharse y por favor tenga más cuidado - Después de haberle entregado a esa mujer lo que era suyo, volteé sobre mi posición para intervenir en la conversación que estaban teniendo los otros dos.

- Estuviste genial, por suerte lo detuviste ahora ella puede marcharse y seguir con lo que fuera a hacer - Una vez estuve junto a ellos felicité al que había detenido al ladrón.

Alzó una ceja al escuchar las palabras de aquel "hombre de honor". Oh, vamos, en este mundo todos se tienen que ganar la vida de alguna forma que otra. - Oh, claro, ¿tan digno como robar? No, espera, mejor, ¿matar? Claro que pedir dinero por detener a un ladrón es indigno, pero a él... - Señala al que aún estaba en el suelo. - Ni una palabra. Muy buena tu moral, pero poco adecuada. - Esbozó una amplia sonrisa hasta que escuchó cómo otro hombre le devolvía el dinero a la señora, para desgracia del pirata. - ... ¡Hey! ¿¡Qué haces!? - Frunció el ceño y envainó su espada, permitiendo que el criminal, ahora inútil, se marchase si desease.

Suspiró. - No todos tenemos fácil el ganar unas berries, ¿sabéis? - Comentó en voz alta en lo que colocaba adecuadamente su cabello tras sus orejas. - Aprovechar las oportunidades... - Sus ojos se movieron constantemente entre Iro y Orga, analizando sus vestimentas y sus rasgos. - ... es de astutos. - Simplemente hablaba para disimular lo que en verdad hacía; buscar algún punto débil visible en su torso, alguna herida o postura que indicase algún daño, para poder aprovecharse de la situación en caso de pelea.

Todo había salido de la mejor manera posible, quién había perdido su oro lo había recuperado, el ladrón había recibido un buen golpe por parte de nuestro desconocido héroe y yo había podido ver un poco de la cultura y costumbres de este maravilloso país. Entre tanto me fijé en que el héroe del día y otro hombre estaban hablando amigablemente de lo que había sucedido.

Al parecer uno de ellos tenía problemas de dinero por lo me sentí en la obligación de ayudar aunque fuera un poco, con un rápido vistazo me fijé que cerca había un puesto donde se ofrecía una especie de dulce propio de la zona y por casualidad tenía el dinero justo para poder comprar tres de esas piezas.

- ¿Me puede dar tres? graciás - Después de conseguir esos tres deliciosos bocados de azúcar regresé hasta donde se encontraban esos dos con la esperanza de que todavía siguieran allí. Para mi suerte todavía no se habían marchado. Me acerqué hasta ellos y les ofrecí uno de los dulces a cada uno.

- Hace un día estupendo, ¿no creen? - Les pregunté mientras le daba un bocado al dulce a la vez que los observaba con una sonrisa.

Alzó una ceja ante el comportamiento incoherente de aquel hombre. Sus argumentos eran, sin lugar a dudas, ilógicos y sin ningún tipo de fundamento. Era como si quisiese incriminar a alguien por cualquier tontería poniendo como excusa que es un pirata (aunque ni siquiera lo fuese). Era justo lo que Eron más despreciaba de los humanos como él; no son capaces de utilizar la lógica ni su cerebro de forma detenida, teniendo a cometer errores garrafales escasos de lógica alguna. Se mantuvo en silencio, pensando en si matarlo y dejar que sus tripas decorasen el suelo o si irse. Optó por lo segundo. Alguien como él, que prejuzga y dice tonterías, no merece el tiempo ni el respeto (por no decir también de la molestia) de que su fiel arma atravesase su carne. Y, sin intercambiar una palabra con ninguno de las dos personas que le habían hablado, comenzó a alejarse de aquel lugar, desapareciendo entre la multitud.

Off-Rol:

Había ofrecido uno de esos dulces a cada uno de los desconocidos pero al parecer ninguno de ellos estaba interesado en eso por lo sin perder tiempo me los comí yo todos.

- Oye pues estaban bastante buenos - No entendía el motivo por el que habían rechazado los dulces pero tampoco le di demasiada importancia ya que parecía haber algo más entre esos dos, como si se llevaran mal por alguna razón que desconozco. Tras unos segundos de silencio incómodo, uno de ellos, el que había detenido al criminal, abandonaba la escena sin mediar palabra dejándonos atrás.

- Adiós - Me despedía de él moviendo la mano con la palma abierta de lado a lado en señal de despedida. Entonces me fijé en que ya era demasiado tarde para mí también y que debería regresar al barco. - Me marcho también - Después de despedirme de la otra persona me puse en camino hacia el barco dejando todo ese día atrás, lo único que se podía salvar eran los dulces que tan gustosamente había comido.

Spoiler: