Permiso en karakura (privado Corinna, raghesir y el ciudadano de Orga)

La base más grande que quedaba de la marina en el norte estaba empezando a despertarse, y con ella yo. Era mi primera semana de permiso desde que ingresará en el cuerpo y estaba deseando poder pasear por las calles sin que todos se apartaran rápidamente a nuestro paso, no por miedo, si no por si teníamos prisa. Tenía planeadas muchas cosas, la primera de ellas era beberme un par de buenas jarras de vino en alguna taberna cercana. Aunque claro, antes debía pasar por donde mi capitán a que me diera permiso, llevárselo a los guardias de la puerta y haber hecho mis tareas diarias. Por suerte mi disciplina y levantarme pronto habían hecho que las tareas las tuviera listas y estuviera esperando a mi superior en su puerta. En cuanto llegó me firmó el papel y salí escopetada hacia la puerta.

Una vez fuera busque una taberna normalilla, no una de esas de mala muerte que frecuentan tipos dudosos. “La vaca cantarían” fue la que elegí para tomar la primera jarra de vino, hacía ya mucho que no tomaba una de estas, y aunque me faltaban mis dos hermanos, el hijo de Ares y el de Zeus, me bebería esta y las siguientes en su honor, como ellos estarían haciendo por los otros dos. Ya con la jarra en la mano me giré para ver a la clientela, esperaba que fuera una jornada tranquila.

Había llegado aquella mañana a esa pequeña isla. Karakorum era una de las innumerables islas que pensaba visitar en busca de compradores de vino. No había muchas tabernas en ella, y la mayoría eran auténticos antros. Sin embargo encontré una que parecía decente, y que según me habían dicho, era bastante frecuentada por marines. Sin duda era el establecimiento perfecto para entablar una negociación. Y así lo hice, en muy poco tiempo conseguí venderle un barril de prueba al tabernero. Este me aseguró que si a la gente de la zona le agradaba comenzaría a comprar barriles regularmente.

Y así, contento por la seguridad de que a la gente le agradaría mi mercancía y tendría un nuevo comprador, me senté a descansar y a disfrutar de mi propio vino. Al poco rato de estar sentado, no pude evitar fijarme en una mujer musculosa y de gran tamaño que debía haber entrado poco después de que yo me sentara. De repente, copa de vino en mano, se giró a observar a la clientela. Nuestras miradas se cruzaron. A pesar de su gran tamaño me pareció bastante atractiva. No podía dejar pasar la oportunidad de conocer a aquella joven tan interesante, por lo que intentando disimular mis nervios sonreí y comencé a andar hacia ella.

Karakura, el pelinegro ya había estado en esa isla hace tiempo aunque eso no parecía importarle mucho, debía de pasar por esa isla antes de seguir su viaje a lo largo de todo el North Blue. Ya llevaba un par de días en el lugar cuando decidió pasar la mañana en una taberna, algo más tranquila y aseada que las que solía frecuentar habitualmente.

- Una jarra de cerveza por favor - El pelinegro había entrado a la taberna sin fijarse en los que se encontraban dentro, tan solo avanzó hacia la barra donde se sentó en una especie de taburete metálico a esperar a que le sirvieran su pedido. Tan pronto como tuvo la jarra en sus manos le dio un trago para después realizar un vistazo general a la estancia, la iluminación era la adecuada, la distribución de las mesas no era mala y aprovechaba bastante el espacio, y los clientes parecían ser bastante normales... hasta que observó a una mujer de gran tamaño en uno de los extremos de la sala, se limitaría a observar a los demás mientras degustaba la bebida que le habían servido.

Mientras observaba a la clientela me cruce la mirada con varios de ellos, que en su mayoría se ponían rojos como un tomate, aunque alguno aparto la mirada rápidamente de forma asqueada. Al parecer aún existían los prejuicios contra las mujeres altas en algunos lugares, cosa que no me importaba demasiado en este momento, peor que intentaría erradicar. Uno de los más interesantes fue un hombre con una armadura samurái que disfrutaba de una copa de vino al igual que yo.
De repente, el samurái se levantó y se dirigió hacia donde yo me encontraba, ¿Sería uno de los famosos espadachines de Wano? En la Atlántida tuvimos que estudiar muchos guerreros famosos de diferentes islas y culturas, para aprender y comprender sus técnicas de combate, así como debilidades y fortalezas.
-Buenos días guerrero, ¿Qué trae a un samurái a estas tierras? –Le saludé antes de que llegara el, ya que estaba claramente nervioso por algún motivo que no llegaba a comprender.

Estaba a mitad de camino hacia la chica cuando me percaté de que alguien había llamado su atención. Había visto antes a ese hombre. Antes ese guerrero vestido con armadura samurái había pedido una copa a la vez que yo y me había llamado la atención una peculiaridad suya. Aquel hombre que se dirigía a la barra y sobre el que la chica tenía los ojos clavados era mudo. Me resultaba graciosa la escena que se acababa de formar. La chica había comenzado a hablarle, por lo que el pobre hombre se estaba poniendo de un color rojo intenso que hacía que su cabeza pareciese un tomate.

Riéndome decidí que debía socorrer al acorralado guerrero y tome la palabra por él: -“Disculpe señorita, no crea que nuestro compañero está siendo descortés. Si no me equivoco, es mudo.”-. El hombre se relajó un poco y asintió sonriendo. Entonces pedí dos copas de vino al camarero. Le di una al simpático mudo, que sonriente hizo una reverencia mostrando su gratitud y se volvió a su mesa.

Me había quedado a solas con la chica, ahora el que se estaba poniendo colorado era yo. Debía seguir la conversación si no quería parecer un maleducado o un personaje desagradable. No sabía bien que decir, pero comencé por presentarme: -"Perdón si mi entrada ha sido un poco brusca, pero alguien tenía que salvar a ese pobre hombre. Por cierto mi nombre es Raghersir.”-.

La taberna era acogedora a su manera, además de la barra tenía varias mesas donde sentarse y se veían unas escaleras que seguramente dieran a parar a un segundo piso donde habría más habitaciones. Por lo demás el lugar era bastante normal y el ambiente no era ni muy bueno ni muy malo, apenas destacaba.

Entre tanto el pelinegro se refrescaba con la jarra de cerveza fría que le habían servido a la vez que observaba como se desarrollaba todo a su alrededor. Por un lado podía ver como dos marines hablaban de lo duro que era su entrenamiento, seguramente serían reclutas, mientras por el otro podía observar como la alta mujer que había captado su atención hace apenas unos minutos se había levantado para comenzar a hablar con un tipo con armadura de samurai.

- Ahí va una extraña pareja... - Fue el primer pensamiento que invadió la cabeza del pelinegro al prestar algo de atención al encuentro entre ambos. Después de unos segundos un tercero se sumaría a la escena, interrumpiendo así los intentos de acercamiento por parte de la fémina.

- Pobre, no deberías haber interrumpido su encuentro - Aetiel se había visto obligado a intervenir ya que al pobre samurai lo había dejado de lado y el tipo nuevo parecía querer llevarse toda la atención de la alta mujer en detrimento de su poco hablador compañero.

Tras la intromisión de un hombre llamado Raghesir al parecer alegando que el samurái era mudo otro entro en escena regañando al primero por haberse metido entre el samurái y yo, este sin presentarse. No era la primera que estaba rodeada, pero si la primera en ser por hombres que parecían estar atraídos, o eso deduje por sus comentarios. Y aunque podía llegar a sentirme hasta alagado no era de lo que se trataba en principio al menos por mi parte.

-Caballeros, mi nombres es Corinna y de lo que hablaba con él era acerca de su cultura, pues me interesa bastante todo lo que son las técnicas militares. Raghesir conoces algún medio para comunicarte con el…..oh ya sé. Camarero, tráiganos varias hojas de papel y pluma por favor.

Con eso quería conseguir que el samurái escribiera y pudiéramos mantener una conversación los cuatro sentados en una mesa, bueno los cuatro o los que quisieran quedarse de aquellos dos hombres que se habían añadido.

Tras conseguirle una cerveza al mudo apareció otro hombre regañándome por haber parado los intentos de acercamiento de la chica. Ni siquiera me había dado cuenta de que esta estaba tan interesada en él hasta que tras presentarse, dejó claras sus intenciones de aprender sobre la cultura militar del pueblo de aquel hombre. Me miró y me preguntó si sabía alguna forma de comunicarme con el mudo. Supongo que porque antes yo había sabido que es lo que quería. Iba a contestarle, pero robándome la idea se adelantó y pidió utensilios de escritura al camarero. Había que admitir que la chica era espabilada. Bueno, ese no había sido mi plan inicial, pero no pintaba mal. La verdad es que si aquel hombre tenía algún conocimiento sobre el combate que estuviese dispuesto a compartir, mi carácter luchador me obligaba a escucharlo.

-Bueno, aprender algo sobre el combate no está mal. Si presto atención podre instruir a mis propios guardaespaldas.- dije riendo mientras intentaba no descubrir que era algo más que un simple comerciante.

Tras esto hice un gesto al camarero para que me trajese otra copa de vino y me dispuse a tomar asiento lo más cerca posible del samurái. Si quería aprender algo me convenía estar cerca para poder leer bien lo que el hombre escribiese.

Se había acabado su cerveza y había intervenido a favor del samurai que parecía enterarse bien poco de todo lo que estaba pasando en ese lugar, o eso es lo que pensaba el pelinegro al ver que el que decían que era muro apenas había intervenido con un gesto. Entre tanto la mujer de gran tamaño se había presentado como Corinna, era un dato irrelevante para el pelinegro que tan solo había intervenido por ayudar al "samurai".

- No me interesa el papel ahora mismo - Tal como Aetiel se había acercado, se alejaba de nuevo con un cigarrillo en la mano y llamando la atención del camarero para pedir una nueva jarra de cerveza. Cuando se la sirvieron el pelinegro regresó a su posición inicial en la barra solo que a diferencia de hace unos minutos, ahora centraba su atención en la extraña reunión que tenía lugar frente a sus ojos, una mujer bastante grande, un samurai mudo y..... un tipo aparentemente normal.

El que acompañaba al samurái pidió bebidas mientras nos sentábamos, mientras que el otro joven, el que parecía haber venido solo para que nos dejaran a solas al samurái y a mí, pensando que había algo romántico, lo más seguro, se alejaba pidiendo otra para él. Una vez sentados en la mesa le pasé los folios y la pluma al guerrero de wano, supuestamente, al que comencé por hacerle varias preguntas, sobre todo militares, que iba respondiendo en el papel y enseñándonoslas a los dos. Esperaba que Raghersir le hiciera también preguntas, pues si no parecería más un acoso que una conversación.

-Muy bien, Si quieres tu hacerle alguna pregunta adelante, tengo que ir al baño, solo será un momento. – En realidad no tenía demasiada urgencia, pero quería que los dos hombres hablaran un rato. Especialmente si de verdad el samurái tenía pretensiones amorosas, y el otro también, para que lo aclararan. Aunque no era seguro que lo consiguiera tenía que intentarlo.

La verdad es que este día me había juntado con un grupo de gente muy rara. Primero nuestro maestro el samurái mudo, luego un chico que parece estar interesado en unirse al grupo y luego pasa de nosotros y por último la chica gigantona que no para de actuar raro. La verdad es que cualquiera que lo hubiese visto desde fuera podría haber pensado que una comedia.

Estábamos comenzando a aprender las técnicas básicas militares del país de Wano cuando de repente la chica se levantó y dijo que necesitaba ir al baño. Me habría gustado poder hablado con aquella chica para saber algo de ella, pero mi plan se había torcido. Al menos tenía la suerte de que me hubiese dejado a solas con el samurái. Las preguntas que ella hacía me parecían bastante simples, quizá porque me había criado en un país bastante parecido al de aquel hombre. Ahora que teníamos un poco de intimidad podía hablar libremente con el samurái sin que se desvelase que era algo más.

-Señor, ahora que estamos a solas tengo que desvelaros un secreto. Soy algo más que un simple mercader, soy uno de los estudiantes del camino de Ok. Aunque le agradecería mucho que no desvelase este pequeño secreto.- dije al samurái, que me miró riendo como si hubiese oído hablar de mi arte antes.- Me gustaría aprovechar para hacerle unas preguntas un poco más complejas mientras que la chica no está.- dije mostrándole mi interés.

Estuve un rato interrogando a aquel hombre acerca de las técnicas de armas que usaban en su país y de las formaciones que sus ejércitos usaban a la hora de atacar. Eran preguntas interesantes, pero pronto me vi obligado a detener la conversación. No podía arriesgarme a que nuestra compañera me descubriera. Recogí los papeles en los que el samurái había escrito las respuestas a mis preguntas y me levanté para pedir otra ronda.

off:

El pelinegro se refrescaba a base de tragos a la jarra de cerveza mientras seguía observando al variopinto grupo que se había formado hace apenas unos minutos. Mientras Aetiel se limitaba a ocupar su papel como mero observador, pudo fijarse en como la gigantona mujer abandonaba a los hombres para dirigirse hacia la zona de los baños.

- ¿No te parece sospechoso que un guerrero de un país extranjero, cuente sus secretos y técnicas militares a desconocidos en mitad de una taberna como esta? - El pelinegro se había desplazado hacia la mesa más cercana a la salida de los baños donde esperó hasta que la mujer saliera para formular su pregunta, no le importaba si era escuchado o no pero con el tiempo que llevaba observando al "samurai" había llegado a la conclusión de que algo no estaba bien con aquel hombre.

Me sorprendí algo ante la pregunta del chico, el mismo que antes se había metido pensando que era una situación de ligue fallida. Podía parecer eso desde fuera, pero en realidad el samurái no nos había contado nada que no fuera de dominio público ya, en manuales o centros de instrucción. Nos había detallado alguna cosa un poco más y aclarado algunas dudas, pero los secretos, esas cosas que la gente fuera del país no sabe y que imagina, lo seguían siendo.

-Pues veras, no nos ha contado nada clasificado en su país, nos ha aclarado varias cosas de las que se hacen mal normalmente, indicado algunos entrenamientos básicos y alguna cosa más, pero como digo, nada que sea ultra secreto. Si te hubieras quedado con nosotros lo hubieras comprobado de primera mano, ¿Por qué me has abordado a mí y no a ellos? Y más importante, ¿Por qué lo gritas para que te escuchen si me lo estás diciendo a mí?

Dando por terminada nuestra solitaria conversación, me levanté a la barra para pedir otra ronda de bebidas. Mientras esperaba que el camarero me atendiese revisé las últimas notas que el mudo había escrito. Todo lo que había indicado en esas notas tenía bastante sentido, pero no llegaba a entrar en detalles sobre nada. Quizá era porque estaba comenzando a pasarme con la bebida, pero comenzaba a sospechar que ese hombre no era ningún guerrero. Si es cierto que era mudo y por su forma de actuar y sus conocimientos debía ser del país de Wano, pero eso no me daba la seguridad de que no estuviese ocultando algo más.

Finalmente el camarero me sirvió las bebidas y en la vuelta a nuestra mesa vi como Corinna y el misterioso muchacho que había intervenido antes estaban manteniendo una conversación mientras nos miraban. Algo estaba pasando a mí alrededor y no me gustaba el hecho de no saber que era. A pesar de que el hombre hablaba en un tono alto no legaba a entender que decían, por lo que decidí volver a sentarme en la mesa y esperar al regreso de Corinna.

Como mi interlocutor parecía que no respondía, parecía estar en un estado de abstracción total, proseguí mi camino hacia la mesa donde el samurái y el otro hombre conversaban. Por el camino pare en la barra a preguntar al camarero por los tres hombres. El camarero solo reconocía al samurái, que se pasaba aquí las tardes. Según me dijo parecía estar esperando a alguien o algo, en su opinión, un viejo guerrero olvidado que había perdido la cabeza. Su valoración me resulto extraña, pues si bien era cierto que “hablaba” con soltura sobre lo que preguntábamos era cierto que tenía algo raro. Había visto casos de guerreros que, tras una batalla dura, volvían idos, trastornados y tenían que ser encerrados por resultar peligrosos, aunque no todos.

-Muy bien caballeros, ¿Qué me he perdido durante mi ausencia? Espero que no me hayáis saltado en la ronda de bebidas. Por cierto aún no han dicho o escrito sus nombres.

Finalmente Corinna volvió a la mesa con nosotros. Parecía un poco alterada, pero lo disimulaba bien. Iba aparecer extraño, pero ahora debía ser yo el que desapareciese por unos instantes. Ese hombre era demasiado extraño y estaba comenzando a temerme lo peor. Fue una suerte que Corinna preguntase si la habíamos saltado en la ronda. Sí que lo habíamos hecho y eso me daba una oportunidad idónea.

-Disculpe señorita, me temo que no la hemos esperado para pedir la ronda. La verdad es que empiezo a arrepentirme de esa última copa, no estoy acostumbrado a beberme mi mercancía.- dije. –Si me disculpan saldré a tomar el aire un instante a ver si me despejo. Vuelvo en seguida.- añadí sonriente mientras me levantaba.

Una vez fuera saqué los carteles de se busca que llevaba en mi mochila. Mierda, tal y como me imaginaba, ese hombre era un criminal buscado por deserción. Estaba en gran apuro. Ya me había presentado como Raghersir y Nairb no podía aparecer mientras él estuviese en la escena. Además sería raro que uno estuviese presente y el otro no, provocaría sospechas. Debía arreglármelas para que la mujer lo descubriese por sí misma.

Off-rol:

off rol:

Diez, veinte o treinta segundos fue lo que tardó en aparecer junto al pelinegro esa mujer de gran tamaño. Eso no le importó demasiado al pelinegro que rápidamente comenzó con su platica sobre el supuesto guerrero samurai, en un primer momento Aetiel pensaba que esa mujer lo escucharía y compartiría su opinión pero al parecer se sentía ofendida por la forma en que el muchacho le había hablado.

- De acuerdo, comprendo... - Fue lo único que acertó a decir el pelinegro segundos después de que la fémina se alejara hasta volver a situarse en la mesa donde se encontraba anteriormente. El shock causado por la reacción de la muchacha le duró al pelinegro todavía unos minutos más, una vez se recuperó pagó lo que debía en la barra y se dirigió hacia la única salida que tenía el local. Allí se encendió uno de sus cigarrillos antes de comenzar a caminar lejos de ese lugar, pero apenas cuando llevaba diez segundos caminando se encontró con el otro hombre que estaba sentado junto a la mujer y al samurai.

- Parece que no es quien dice ser, ¿no?. Suerte. - Dando una calada al cigarrillo y expulsando el humo hacia el exterior el pelinegro se alejaba del lugar lentamente, para acabar perdiéndose en la distancia.

offrol:

Tras la marcha del hombre hacia la barra le hice varias preguntas más al mudo, entre las que estaban la formación de sus profesionales, médicos, arquitectos, etc; su sistema de gobierna, siempre me interesó el sistema de señores y vasallos; y la que más me interesaba, el tema del honor, como lo ganaban y lo perdían. En esto se nos pasó el tiempo que nuestro acompañante estuvo levantado. Cuando volvió, decidí que era hora de salir de allí a conocer más de la isla.

-Ha sido un placer caballeros, voy a salir a conocer la isla, si queréis, no rechazaría vuestra compañía.

Me acompañaran o no saldría del local, me habían comentado que un parque cercano tenía unas vistas preciosas, y que si tenías suerte se podían ver algunos animales raros por allí. Juntando las dos cosas tenía el lugar perfecto para visitar, y de acompañarnos el Samurái más temas de conversación comparándolos con su isla.

Con la mente un poco más fría decidí volver al interior a ver si podía hacer algo para disolver el grupo. Si conseguía que la enorme mujer se marchase y el desertor marchase a una zona un poco menos concurrida tendría el trabajo hecho. Sonaba simple, pero no lo era para nada. Al incorporarme en la mesa ambos continuaban conversando tranquilamente. Aquella reunión parecía no tener fin, y comenzaba a estar un poco cansado ya. Fue un alivio escuchar como la joven se disculpaba y se despedía, dejándonos al mudo y a mí solos. Bueno, todo lo solos que se puede estar en una taberna. La mujer nos ofreció acompañarla en su visita a la isla, pero estaba más que claro que yo no podía aceptar ese plan. EL trabajo de caza-recompensas acababa de llamar a mi puerta.

-Estamos bien así. Disfruta de tu visita.- le dije despidiéndola al mismo tiempo que el samurái le hacía un gesto con la mano.

Tras esto estuve un rato bebiendo en la taberna junto a mi presa. Tampoco podía irme de sopetón, habría sido muy sospechoso. Pasado un tiempo considerable yo también me despedí de mi compañero de bebidas. La diferencia es que yo no me iba a ir a visitar la ciudad. Iba a esperar a que se cansase de beber, iba a seguirlo hasta un lugar más tranquilo y lo iba a cazar.

Fin de la historia: