Mujeres, mujeres y... mujeres. [Priv. Alice]

Cuando era pequeña, Bely me solia contar una misteriosa y antiquisima leyenda de una gran mujer luchadora que paso toda su vida llena de penurias y males y que hacia el final de su vida fundó un pequeño clan en una pequeña isla deshabitada que en auqle mismo instante paso a convertirse en una isla solo por y para mujeres en las que solo ellas vivian. Las dos  mujer y niña soñabamos con visitarla e ir algún día y teniamos un cariño especial a aquella extraordinaria lider que habia construido todo aquello.
Con el tiempo esa historia quedó como una falsedad en mi cabeza, como un simple cuento que se escucha antes de dormir, pero cuando comencé a viajar y a recorrer mundo aprendí que no hay ninguna leyenda que sea imposible del todo, y aquella leyenda no iba a ser menos. Cuál fue mi sorpresa al enterarme de que efectivamente existia una isla solo para mujeres en la que solo habitaban mujeres; si la heroína de mi cuento era la fundadora o no o si habia existido era algo que desconocía pero que pensaba conocer, así que con la primera luz del alba me dispuse a ir hacia aquella isla.

Había tocado tierra tres días después, dejé mi barca en una playa de arena clara y finisima, de fondo detrás de la playa se distinguía una sleva gigante sin fin, supuse guiandome por las historias de Bely, mi intuición y el sentido común que el poblado de las mujeres estaba escondido en las profundidas de aquella selva.
Me equipé con mi arco y unas cuentas flechas a la espalda y me delice por las espesuras de la selva, había pasado mi infancia jugando en una selva asi que para mi estas carecían de misterio aunque siempre me llenaban de emoción y tambien de un poco de nostalgia por mi hogar que ya parecia tan lejano.

A media travesia empecé a escuhcar unas voces femeninas, no sabía decir de donde venian pero no puedo negar que un poco me asuste, así que me retiré a un lado del camino que seguía y me quede agazapada espiando desde los arbustos. A lo mejor no era la mejor idea que había tenido la de quedarme oculta en unos arbustos espiando a gente que ni siquiera sabia quien era y si tenian buenas intenciones pero tampoco se me ocurria ninguna otra idea y ya era muy tarde para cambiar de plan.

Ante mi pasaron dos mujeres, altas y esbeltas, una con el pelo de color negro y la otra lo llevaba azul, iban ataviadas con un extraño traje propio de los clanes de la antigüedad o algo así, me recordaban un poco a las ropas que llevaban Rin y los demas Shandians.
Me quedé agachada mientras las mujeres pasaban, hablaban entre ellas como susurrando pero no podia entender lo que decian, me quedé así, inmovil hasta que pasaron de largo.
Aunque era lo que yo buscaba me había sentido bastante intimidad, debia admitir que era algo violento y no me atrevía a hablar con las amazonas o entrar en el campamento base de su clan yo sola, tal vez por respeto o por miedo, no sabia muy bien cual de las dos sensaciones me lo impedian, a lo mejor me lo impedian las dos.

Me levanté de los árbustos donde me escondía y di media vuelta, había decidido que lo mejor era irme a comer a mi bote y desde allí pensaria un plan para hacer, presentarme yo sola en el clan me parecia una idea abstante loca que me ponia muy nerviosa aunque era lo que venia ha hacer desde el principio, dejar la isla sin más por otro lado me parecia muy desalentador.
Daba vueltas a todas estas ideas por mi cabeza no me fijaba muy bien por donde iba, solo daba vueltas a estas cavilaciones y al que iba a comer hoy con los suministros que llevaba en el bote de reserva, tal vez podría recoger alguna hierba que le proporcionase algo de sabor o incluso algún tipo de fruta endemica de la isla para acompañar, no me estaba concentrando en nada más así que me llevé una gran sorpresa cuando algo me cortó el paso y me choqué contra ello cayendome de culo, un montón de frutas calleron conmigo. ¿Me habia chocado con un árbol frutero de frutas distintas y variadas? Miré arriba y me di cuenta de que no era un árbol si no una persona.

Al principio me asusté, pero la chica que estaba delante mio no parecia peligrosa, solo un poco pálida. Tampoco parecia una de las amazonas que vivia en la isla no llevaba la misma ropa que las otras mujeres que me había encontrado, así que intente sacar valor y aún desde el suelo la dije.
-Lo siento mucho, no te he visto, mil perdones de verdad.-

La chica con la que me tropecé no parecía enfadada cosa que agradecí enormemente, ya que al menos la había visto y "saludado" no quería llevarse mal con ella.
Mis dudas de que no estaba enfadada se confirmaron cuando la oí decir un pequeño "Kawaii" que aunque intento disimular no pude evitar oírle y sonrojarme un poco, no era la primera vez ni la segunda ni la última que alguien me decía algo así, pero siempre me daba vergüenza oírlo.

La joven se disculpó diciendo que había sido culpa suya por ir distraída y pensando en sus cosas a lo que me apresuré a responder -No, no tranquila también es culpa mía yo también iba distraída en mis pensamientos y no te vi- Entonces oí un ruido procedente de entre los árbustos y antes de que pudiese reacionar y preguntar a la albina sabia de donde procedían aparecieron tres mujeres. A dos las reconocí en seguida, eran las mujeres que había visto antes, las que seguro que pertenecían a la tribu que habitaba la isla.
Eran guapísimas muy altas y esbeltas con el pelo recogido en largas coletas, un escaso vestuario y armadas con unas lanzas que, aunque rudimentarias, eran más altas que yo. La verdad es que desde fuera imponían un poco.

Al principio tenían cara de pocos amigos pero al ver a la peliblanca su expresión se relajo y aunque extrañadas llegaron hasta a sonreir. Una de ellas se adelantó hacia donde estábamos y ocupando un papel de portavoz nos dijo " Bueno, esto es una sorpresa. Hacía tiempo que no recibíamos visitas de hermanas forasteras"
La muchacha blanca se río, parecía algo nerviosa, se estaba arrascando la nuca. Entonces se oyó un fuerte ruido que alarmó a las dos indígenas aunque la albina se disculpó diciendo que era su estómago, no pude evitar una risilla divertida.
Al decir que no comía mucho desde que estaba allí las dos anfitrionas se ofrecieron a llevarla a un sitio que describieron como "castillo" para que comiera y para dar una fiesta por... ¿Ella? Aquello era un poco raro aunque era una agradable bienvenida, de todas maneras parecía que solo habían invitado a mi amiga y no a mi así que yo volvería a mi barca a comer lo que tenia almacenado.
Dos de las amazonas se fueron dejando solo a una para que hicieran de guía, yo también me iba a ir cuando la albina llamo mi atención. [i]"¿Quieres venir?"[\i] Me preguntó y luego se presentó, me dijo que se llamaba Alice.
La verdad es que era muy amable por su parte el querer que fuese con ella y aunque no quería acoplarme tenia mucha curiosidad por ver la tribu y conocer más a fondo a nuestras curiosas anfitrionas, ahora que había hablado con ellas sabían que eran majas y hospitalarias, bueno al menos lo eran con "sus hermanas" así que tras mucho pensar decidí aceptar la invitación de Alice.
[b]-Claro, me encantaría. Me llamo Yoshi-[\b] Acabé por presentarme como lo había hecho ella. Una vez hechas las presentaciones pertinentes y contar con la aprobación de la indígena que quedaba para que
yo también pudiese ir a la aldea, al castillo y celebrar con las demás, nos pusimos en marcha.

Era razonable el hecho de que nos encontrasen pues la aldea no estaba muy lejos, seguramente habrían salido a cazar, recolectar o a hacer esas cosas que ellas hacían, nos habían escuchado hablar y se acercaron a ver que pasaba.
La aldea era preciosa, no pude contener un pequeño grito de alegría al verla, era tal y como me la había imaginado, me recordaba mucho al poblado de los Shandias en el Upper Yard y no pude evitar que una oleada de nostalgia me sacudiera un poco, suspiré.
Mientras avanzábamos en dirección al catillo las mujeres de la tribu con las que nos cruzabamos nos miraban, eran un montón y todas muy distintas, altas, bajas, jóvenes, viejas, rubias, morenas, pelirrojas, delgadas, gordas... formaban una familia bastante extraña.
[b] -Ya estamos aquí-[\b] la voz de nuestra guía me devolvió a la realidad, estábamos paradas a las puertas de una gran construcción que seguro era el castillo. Se abrieron las puertas y entre nerviosa y emocionada pensando en todo lo que me depararía ahí dentro.

Aquella construcción era impresionante, cualquiera diria que estaba practicamente en medio de la nada. Era un palacio un poco rústico si puede ser pero un palacio al fin y al cabo, con grandes decoraciones, salones, pasadizos laberinticos aunque tambien había animales, mucha madera, árboles en sitio que posiblemente no deberian estar... era una fusión sencillamente ideal entre lo salvaje y la elegancia de un palacio, habría dado lo que fuese por vivir en un sitio así.

Dejé de fantasear y decidí volver a la tierra, pronto siguiendo a nuestras anfitrionas llegamos a una sala muy grande con grandes bancos y mesas de madera y mucha, mucha comida. No me di cuenta de lo hambrienta que estaba hasta que me sirvieron una cantidad inhumana de verduras, frutas y postes, estaba claro que me había muerto y aquello era el cielo.
Si había alguien que estaba disfrutando aquello más que yo sin duda alguna era Alice, en escasos minutos arrasó con todos los postres de la mesa que estaban cerca de ella con unos modales además que parecian dignos de la realeza, no podía dar credito a lo que veía.
Cuando terminó de arrasar con todos los postres mientras yo iba por mi tercer plato de verduras asadas con salsa pidió más comida a lo que una de las amazonas anfitrionas negó con la cabeza diciendo que se iba a zampar las provisiones de toda una semana a lo que no pude evitar reirme por lo bajo.

Aunque a la peliblanca no la hizo tanta gracia como a mi y puso una cara propia de un gatito o un perrito adorable, me dieron ganas de darla un abrazo y toda mi comida. Para suerte de mi hambre aquello no fue encesario pues la amazona intervino antes y para animarla propuso un baño termal después de comer, aquello la verdad era perfecto demasiado perfecto.
Alice debió de pensar lo mismo por que me miró con ojos dulces y me propuso ir, no podía resistirme a esa mirada y además me apetecia muchisimo. -¡Me parece perfecto!-

Terminé mi quinto plato de verduras y como no quedaban postres di la comida por concluida. -¿Vamos a las termas?- La dije a Alice animada mientras me ponía de pies.
-Esta en la planta baja a la derecha.- Nos indicó amablemente la amazona al escuchar nuestra conversación y vernos levantar de la mesa.

El ambiente de las termas no era muy distinto al que se encontraba dentro del palacio, seguía latente esa fachada rustica con madera y piedra pero con algunas estatuas de oro y plata como en un palacio de verdad, el contraste se acentuaba más allí y daba como resultado un ambiente místico y realmente mágico. Dentro de las termas había gente de todo tipo, por supuesto todas mujeres que charlaban alegremente entre ellas o simplemente disfrutaban del contacto del agua con los ojos cerrados.
El contacto de mi cuerpo con el agua caliente era sin ninguna duda una de las mejores sensaciones que había sentido desde hacía mucho tiempo, todo mi cuerpo se relajó al instante y simplemente me dediqué a disfrutar de aquel baño.

Estaba tan relajada que por un momento me olvidé de la albina de la cual me había separado sin querer al entrar allí, la empecé buscar con la mirada entre toda la gente, tampoco fue muy difícil encontrarla pues su color de pelo no pasaba desapercibido exactamente.
-Alice- La llamé con una sonrisa moviendo la mano de un lado a otro para llamar su atención.
Después de un rato la chica llegó a donde yo me encontraba, estaba apoyada en uno de los bordes de las termas, en cuanto llegó se puso a mi lado sonriéndome y acariciándome el pelo con amor, me recorrió un escalofrió aquello era muy agradable, esa chica parecía que siempre era un amor.
Sin dejar de acariciarme el pelo me propuso que la hablara sobre mí, su voz era aterciopelada parecía que te acariciaba con cada palabra que salía de su boca.

-Pues...- dije sin saber muy bien por dónde empezar mientras me recostaba en ella un poco.- Me crie en Skypea, si en la isla del cielo, pero cuando cumplí dieciocho años abandoné mi casa para conocer mundo y... bueno... y vengar a mi madre.- Dije bajando un poco la cabeza, tampoco me gustaba mucho recordar esas cosas, pero aquella chica me caía muy bien y realmente era algo que tenía que contar cuando hablaba de mi misma.
Miré al cielo, ya había anochecido y desde allí se veían un montón de estrellas en el cielo.
-¿Y qué me puedes contar sobre ti?-