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Ayane
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Me encontraba con una compañera de la revolución. Akane, una chica joven, de veinte años y bastante bonita. De tez blanca y mediana estatura, tenía los ojos grandes y marrones, que hacían juego con su cabello liso y corto, por encima de los hombros y del mismo color. Tenía buen cuerpo e incluso unos buenos pechos, pero no tanto como los míos. Estábamos en un maldito desierto enorme sin ninguna civilización y con una única fuente de agua. Un pequeño río en el que me encontraba bebiendo un poco para saciar mi sed. Estaba allí por una misión, tenía que investigar las ruinas para ver si había alguna pista o indicios de que el gobierno mundial había pasado por ahí. Creyeron conveniente que solo haría falta un par de personas, pues aparte de algunos animales, allí no había nadie, por lo que no había mucho peligro. Ambas estábamos cansadas de caminar sin resultado alguno. No habíamos dado con lo que buscábamos y el calor abrasador que nos azotaba, era horrible.
Por suerte, ambas veníamos con trajes preparados para el clima que nos habían regalado antes de venir a la misión, y la verdad, eran bastante bonitos. Ambas llevábamos el mismo pero de distintos colores. En la parte de arriba solo teníamos un sujetador, el mío negro y el suyo azul, los cuales eran hasta del mismo tamaño, cosa que era un problema para mí. Para ella, que tenía unos senos grandes, pero no tanto como los míos, estaban tapados al completo, pero a mí me iban un poco ajustados, aunque bueno, lo que era importante estaba bien oculto. En la parte inferior portábamos faldas largas y de un material fino y fresco. Estas eran blancas y tenían volantes para adornarlas. De calzado un par de sandalias medianamente altas, mas o menos por encima de los tobillos.
-Podríamos irnos y decir que no había nada. Así nos libramos y si les da por comprobarlo realmente hay algo, diremos que habrá sido posterior a lo nuestro.- Decía yo, cansada de tanto viaje por aquellos parajes llenos de arena. Aún era medio día y solo llevábamos un par de horas en aquel desierto, las cuales habíamos desperdiciado en montar un pequeño campamento, buscar un poco, sin éxito y volver al río donde nos habíamos establecido.
-No creo que sea buena idea, Ayane... Debemos cumplir con nuestro trabajo, además, bastante has hecho el vago como para escaquearte otra vez. Se supone que estás intentando enmendar todo este tiempo de gandulería en tu historial.- Dijo ella, con una voz firme. Siempre seria, trabajadora e intentando que todo el mundo cumpliese su labor, alguien digna de ser respetada.
-Bueno... Supongo que tienes razón...- Añadí ante el comentario de mi compañera. Tras un buen descanso, volveríamos a iniciar nuestra búsqueda.
Por suerte, ambas veníamos con trajes preparados para el clima que nos habían regalado antes de venir a la misión, y la verdad, eran bastante bonitos. Ambas llevábamos el mismo pero de distintos colores. En la parte de arriba solo teníamos un sujetador, el mío negro y el suyo azul, los cuales eran hasta del mismo tamaño, cosa que era un problema para mí. Para ella, que tenía unos senos grandes, pero no tanto como los míos, estaban tapados al completo, pero a mí me iban un poco ajustados, aunque bueno, lo que era importante estaba bien oculto. En la parte inferior portábamos faldas largas y de un material fino y fresco. Estas eran blancas y tenían volantes para adornarlas. De calzado un par de sandalias medianamente altas, mas o menos por encima de los tobillos.
-Podríamos irnos y decir que no había nada. Así nos libramos y si les da por comprobarlo realmente hay algo, diremos que habrá sido posterior a lo nuestro.- Decía yo, cansada de tanto viaje por aquellos parajes llenos de arena. Aún era medio día y solo llevábamos un par de horas en aquel desierto, las cuales habíamos desperdiciado en montar un pequeño campamento, buscar un poco, sin éxito y volver al río donde nos habíamos establecido.
-No creo que sea buena idea, Ayane... Debemos cumplir con nuestro trabajo, además, bastante has hecho el vago como para escaquearte otra vez. Se supone que estás intentando enmendar todo este tiempo de gandulería en tu historial.- Dijo ella, con una voz firme. Siempre seria, trabajadora e intentando que todo el mundo cumpliese su labor, alguien digna de ser respetada.
-Bueno... Supongo que tienes razón...- Añadí ante el comentario de mi compañera. Tras un buen descanso, volveríamos a iniciar nuestra búsqueda.
Angeline Labelle
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Todo estaba llendo según lo había planeado, menos el hecho de que tenía cada vez más sed. Me encontraba en el desierto, había venido aqui para curiosear sobre la civilización que un día aqui estuvo. Leí algo sobre esta civilización en mi aventura en la isla de Ohara y me pareció bastante interesante. La arena de este desierto era diferente a los desiertos que hasta ese día había visto, la arena parecía polvo de oro, la isla entera parecía estar bañada en oro. Pero esto no era bueno, al reflejar tanto la arena la luz del sol de esta manera, el aire se volvía más y más abrasador. Se me volvía muy pesado respirar, y hablando sobre mi vestimenta, llevaba una túnica y una capucha blanca ademas de mi mochila en la espalda y unas sandalias en los pies. Me había vestido asi para no tener problemas con el sudor, aunque hacía bastante calor por dentro de estos ropajes no perdería tanto agua sudando y esto me permitiría andar más. Y sobre las provisiones que me he llevado conmigo, el agua se había terminado hace 2 horas y quedaban 4 horas para anochecer. En cuanto a la comida, no me quedaba nada mas que un trozo de pan asi que tenía que encontrar agua y comida pronto. Según había leido en los libros, en esta isla habría un rio que lo cruzaba por el este. Llevaba todo el día caminando desde que he llegado y anclado mi bote en la parte oeste de la isla.
Calculo que habre caminado 20 kilómetros sobre dunas doradas, me quedaban 2 horas de sol cuando ví un árbol. Al ver el árbol pensé que había agua cerca, porque si no el arbol no podría sobrevivir. Andé hacía ese árbol durante 20 minutos hasta llegar a su lado y definitivamente había un rio, no muy grande pero lo suficiente para albergar peces y algun que otro cocodrilo y animales peligrosos. Decidí rellenar mi cantimplora y mirar si había peces, pero el agua estaba tan tibia que no se podía ver ni a 3 centímetros de profundidad. No me quedaba otra opción que dejar un par de redes en el agua y algo de pan, y eso es lo que hice con unos hilos que tenía en la mochila y la mitad del trozo de pan que me quedaba. Después de todo esto, solo me quedaba 1 hora de sol y eso me estresaba, decidí seguir caminando hacía la zona oeste y hacer un campamento. Tras cruzar el rio vi algo, parecía ser un campamento, eso me daba que pensar. Podrían ser marines y no me gustaría encontrarme con ellos en esta situación, aunque si quería sobrevivir y comer algo era mi única opción, pedirles algo de comida, o robarla. Me apresuré al campamento sigilosamente y vi a dos chicas al lado de la hoguera, estaban vestidas solo con sujetador y una falda, eso era peligroso. Seguramente habran sudado un monton pero peor aun, podrían tener alguna quemadura debido al sol. Pero ese no era mi problema, no era médico y no sabría que hacer.
No me quedaba otra opción que ir a saludarlas y no quería que pensaran que no soy más que un pervertido y decidí convertirme en guepardo. Me acerque lentamente y cuando me encontraba a una distancia prudente para que me oyeran grité:
-Hola, ¿cómo es posible que dos bellezas como vosotras anden por este desierto sin protección alguna?-intente usar una voz ni muy grave ni aguda, un término intermedio. Tampoco intentaba parecer peligroso, solo quería saludarlas para luego poder charlar amablemente.
Rainbow662
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Akuma no mi
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Arribor odiaba el calor. Aquel lugar debía de ser el mismo infierno. Al pasar cerca de aquella isla con su barco robado, el destello dorado que desprendía la arena del desierto llamó su curiosidad. Le extrañaba el hecho de que el suelo brillase de aquella manera así que se acercó a echar una ojeada. Sin embargo pronto se arrepintió.
A los pocos minutos de desembarcar en aquel paraje abrasador se olvidó de su curiosidad y dio media vuelta hacia el barco. Sin embargo para su sorpresa este ya no estaba en donde lo había dejado. "Tal vez debería haber anclado el barco"- pensó Arribor al ver como su embarcación flotaba a la deriva mar adentro. No le quedaba otra opción más que buscar otra manera de salir de ese infierno. No solo debía soportar el asfixiante ambiente del desierto sino que además debía hacerlo llevando sus calurosas ropas. Odiaba el calor.
Vagó durante horas entre las doradas dunas de aquel paraje inerte. Los únicos signos de vida que pudo ver fueron un par de cactus de los que sacó algo de líquido y algún que otro escorpión. No entendía como podía existir vida en un sitio así. Él solo llevaba allí unas pocas horas y estaba al borde del colapso. No estaba seguro de hacia donde debía dirigirse, lo único que tenía claro era que debía encontrar un lugar donde refugiarse del calor abrasador. Entonces lo vio; entre el fulgor dorado de la arena pudo ver lo que parecían un par de tiendas de campaña. Seguramente allí tendrían agua y comida. Sólo esperaba que no fuera un espejismo. No sería el primero que le engañaba aquel día. Más de una vez se había lanzado a la arena tras ver la ilusión de un refrescante oasis en mitad de las dunas.
Tardó en llegar lo que le pareció una eternidad. El sentido del tiempo y la distancia eran muy confusos en el desierto. Simplemente caminaba recto hacia su salvación. Al llegar pudo ver de reojo a dos jóvenes, probablemente las que habían montado el campamento. Pero eso ahora no le importaba. Tenía pensado decirles algo y pedirles si podía resguardarse del calor en su campamento pero decidió que aquello era innecesario puesto que existía el riesgo de que le dijeran que no. Así que sin mediar palabra pasó de largo de las dos y fue directo hacia la tienda más cercana. Frente a ella encontró un par de cantimploras llenas de agua que vació de un trago sin pensárselo. Luego rebuscó rápidamente entre las pertenencias de las dos chicas y devoró todo lo comestible que encontró a su paso para después, ignorando a todo y a todos a su alrededor, entró en una de las tiendas y se echó a dormir tranquilamente a la sombra.
A los pocos minutos de desembarcar en aquel paraje abrasador se olvidó de su curiosidad y dio media vuelta hacia el barco. Sin embargo para su sorpresa este ya no estaba en donde lo había dejado. "Tal vez debería haber anclado el barco"- pensó Arribor al ver como su embarcación flotaba a la deriva mar adentro. No le quedaba otra opción más que buscar otra manera de salir de ese infierno. No solo debía soportar el asfixiante ambiente del desierto sino que además debía hacerlo llevando sus calurosas ropas. Odiaba el calor.
Vagó durante horas entre las doradas dunas de aquel paraje inerte. Los únicos signos de vida que pudo ver fueron un par de cactus de los que sacó algo de líquido y algún que otro escorpión. No entendía como podía existir vida en un sitio así. Él solo llevaba allí unas pocas horas y estaba al borde del colapso. No estaba seguro de hacia donde debía dirigirse, lo único que tenía claro era que debía encontrar un lugar donde refugiarse del calor abrasador. Entonces lo vio; entre el fulgor dorado de la arena pudo ver lo que parecían un par de tiendas de campaña. Seguramente allí tendrían agua y comida. Sólo esperaba que no fuera un espejismo. No sería el primero que le engañaba aquel día. Más de una vez se había lanzado a la arena tras ver la ilusión de un refrescante oasis en mitad de las dunas.
Tardó en llegar lo que le pareció una eternidad. El sentido del tiempo y la distancia eran muy confusos en el desierto. Simplemente caminaba recto hacia su salvación. Al llegar pudo ver de reojo a dos jóvenes, probablemente las que habían montado el campamento. Pero eso ahora no le importaba. Tenía pensado decirles algo y pedirles si podía resguardarse del calor en su campamento pero decidió que aquello era innecesario puesto que existía el riesgo de que le dijeran que no. Así que sin mediar palabra pasó de largo de las dos y fue directo hacia la tienda más cercana. Frente a ella encontró un par de cantimploras llenas de agua que vació de un trago sin pensárselo. Luego rebuscó rápidamente entre las pertenencias de las dos chicas y devoró todo lo comestible que encontró a su paso para después, ignorando a todo y a todos a su alrededor, entró en una de las tiendas y se echó a dormir tranquilamente a la sombra.
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Akuma no mi
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El desierto se alzaba ante el marine que caminaba con algunas gotas de sudor paseando por su frente. Sus ojos fríos observaban la maldita vista que se prolongaba hacia al norte de aquel maldito desierto. Sus huellas en la arena se notaban con facilidad por su tamaño y su complexión. Ese día iba como siempre. Sin camiseta, con su venda tapándole la boca y nariz y con sus pantalones largos. Sus finas sandalias y sus guantes desde los dedos al codo del brazo. En su espalda su enorme espadón gigantesco y su cinta en la frente. Por cada paso que daba el calor se hacía más insoportable. Por suerte tenía alrededor de la cintura algo que había cogido. Seis cantimploras amarradas a su cintura con un pequeño cinturón marrón.
Mientras caminaba un hombre se acercaba por el fondo. Una vez cerca este se puso a amenazar al marine con una pequeña navaja para que le diera el agua. Krauser el cual tenía ya el rango de sargento mayor ignoró sus palabras y lo apartó con la mano para seguir caminando. Aquel hombre parecía estar bastante sediento por lo que trató de clavar su arma en el costado de Krauser. Mala suerte para aquel hombre, el marine lo esquivó en un acto reflejo echándose a un lado y agarró a su atacante del cuello con fuerza para después estamparlo contra la arena y de un golpe en la nuca dejarlo inconsciente. Observó al idiota que le había tratado de atacar y sin pensárselo sacó su enorme espada para de un tajo partirlo en dos tranquilamente. Después limpió su arma con las ropas de aquel hombre y la guardó. Sonrió de lado sacando una de las cantimploras y bebiéndosela de un trago. Otras tres de ellas estaban vacías por lo que solo le quedaban dos.
Ya había avanzado bastante más cuando observó un rio. Y no solo un rio. También había gente, dos chicas y al parecer un guepardo. Algunas tiendas de campaña y poco más. El marine ignoró este hecho y se quedo mirando fijamente al rio de forma fría y seria. Sin decir nada colocó sus manos en el suelo de la arena y empezó a surgir una enorme niebla que en pocos segundos se extendió a unos veinticinco metros a la redonda y veinte de altura. Podría escuchar lo que los demás decían si hablaban alto y con sus dotes de asesino. Encima había conseguido camuflarse y cegarlos.
Mientras caminaba un hombre se acercaba por el fondo. Una vez cerca este se puso a amenazar al marine con una pequeña navaja para que le diera el agua. Krauser el cual tenía ya el rango de sargento mayor ignoró sus palabras y lo apartó con la mano para seguir caminando. Aquel hombre parecía estar bastante sediento por lo que trató de clavar su arma en el costado de Krauser. Mala suerte para aquel hombre, el marine lo esquivó en un acto reflejo echándose a un lado y agarró a su atacante del cuello con fuerza para después estamparlo contra la arena y de un golpe en la nuca dejarlo inconsciente. Observó al idiota que le había tratado de atacar y sin pensárselo sacó su enorme espada para de un tajo partirlo en dos tranquilamente. Después limpió su arma con las ropas de aquel hombre y la guardó. Sonrió de lado sacando una de las cantimploras y bebiéndosela de un trago. Otras tres de ellas estaban vacías por lo que solo le quedaban dos.
Ya había avanzado bastante más cuando observó un rio. Y no solo un rio. También había gente, dos chicas y al parecer un guepardo. Algunas tiendas de campaña y poco más. El marine ignoró este hecho y se quedo mirando fijamente al rio de forma fría y seria. Sin decir nada colocó sus manos en el suelo de la arena y empezó a surgir una enorme niebla que en pocos segundos se extendió a unos veinticinco metros a la redonda y veinte de altura. Podría escuchar lo que los demás decían si hablaban alto y con sus dotes de asesino. Encima había conseguido camuflarse y cegarlos.
Kyoji Kagami
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Akuma no mi
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Después de un trabajo agotador tocaba ahora descansar, al fin, y no podría haber elegido una mejor isla donde hacerlo. El sol brillaba con tanta fuerza que el calor era sofocante y la arena, dorada como polvo de oro esparcido bajo mis pies, reflejaba sus rallos, calentando estos aún más si cabía. Era, para mí, lo más parecido a casa que veía en mucho tiempo. Mi ropa era perfecta para aquel clima, por una vez en mucho tiempo no daba el cante por ir vestido con ropaje típico del desierto, pues estaba en uno, y aquellas largas y holgadas telas me servían para poder desenvolverme cómodo y fresco sin ningún problema. Decidí ir a echar un vistazo, pues al fin y al cabo, aunque amaba la soledad y la calma y sosiego que esta acarreaba, conforme pasaba el tiempo me aburría y quería encontrar a alguien con quien charlar, o algún animal peligroso al que enfrentar. Poco después de empezar a buscar, en no más de dos horas, que en el desierto a mí se me pasaban muy rápido en contraste con la gente normal, me encontré un pequeño campamento establecido cerca de un río. Decidí que no sería muy oportuno entrar sin más, así que me convertí en arena y me camuflé cerca de las tiendas, para poco a poco ir acercándome a los campistas. Cada vez que intentaba avanzar algo me lo impedía. Cuando me decidí la primera vez apareció un gato gigante, y ante el miedo de que no fuera capaz de controlar su vejiga decidí no acercarme. Cuando volví a reunir el valor para hacerlo un tipo extraño comenzó a arramblar con todo, bebida, comida y más tarde, con las tiendas, dónde se durmió sin más. Ya estaba cansado y decidí que, pasara lo que pasara, iba a avanzar para ver quién demonios había en el campamento, quienes habían tenido el valor de establecerse en el desierto. Comencé a reptar en forma de arena, como si fuera el propio viento quien hiciera avanzar lentamente la arena, y me coloqué justo a la espalda de los campistas, a los que apenas podía discernir, de modo que me hinché de valor y me acerqué lo bastante para verlos bien. Craso error.
Una vez en frente de los que yo creía unos tipos duros y aguerridos, llenos de marcas de guerra y pieles curtidas por el sol, pude ver quiénes eran en realidad “los” campistas. Para mi sorpresa la luz de la hoguera pude ver claramente como las llamas iluminaban los cuerpos de dos jóvenes chicas, dos diosas del desierto, cuyos cuerpos semidesnudos hicieron que mi cuerpo temblara de excitación y que los nervios se apoderaran de mi cuerpo. La única pieza de tela que cubría sus cuerpos era tan escasa que se podía obviar de la escena, un pequeño sujetador luchaba una batalla perdida contra los voluptuosos senos de aquellas chicas para tratar de contenerlos, pero de forma inútil. Las caderas de ambas eran las curvas de una carretera en el infierno, vertiginosas como poco, y mis ojos las recorrieron una y mil veces, de arriba abajo, como si escaneara esa imagen para no olvidarla jamás. No pude contener aquella sensación ni un segundo más, que hacía que mi cuerpo no me respondiera, y solté un grito desde mi estado de arena que sabía vendría precedido de una vuelta a la normalidad, de modo que me apresuré en esconderme detrás de las tiendas, dónde volví a mi forma humana sin remedio posible. -*Qué… Qué me ocurre… Joder, no puedo pensar con claridad… Cálmate… ¡Cálmate! –Pensaba para mí con mis manos tapando mi boca, como si con esto pudiera borrar el grito que ya había soltado y había revelado mi posición y los había alertado de que estaba en el campamento.
Con miedo de que decidieran buscarme opté por esconderme de la mejor forma posible, una vez aquellas curvas de las chicas se habían ido algo de mi cabeza pensé con frialdad, y decidí que la mejor forma de que me dejaran de buscar sería que me encontraran. -*El crimen perfecto no es aquel dónde no se encuentra al culpable, sino aquel dónde se ejecuta a quién no es el culpable…* -Me repetía en mi mente mientras iba, transformado de nuevo en arena, hacia la tienda dónde se había colado el tipo que había asolado el campamento. Me metí sigilosamente de forma imperceptible y una vez dentro usé una pequeña aguja para pinchar al joven que allí dormía, esperando que al despertarse soltara un grito que alertara a todos y estos pensaran que me habían encontrado. Tras pinchar al de la tienda hice un pequeño agujero por la parte de debajo de esta y me escabullí en forma de arena, tras lo cual me alejé del campamento para reunirme con Shu, que esperaba al lado del riachuelo. No podía acercarme demasiado a aquel lugar, si veía a esas chicas de nuevo no sabía cómo podía reaccionar, de hecho sólo recordar sus cuerpos ya me hacía perder la calma y la claridad mental. -*Mierda… ¿¡Pero qué cojones me pasa!?* -Pensé golpeando el suelo ante mi impotencia en frente de las chicas guapas. Ahora, al lado de aquel río, pude ver como de repente, un tipo colocaba sus manos en el suelo y creaba una densa niebla que debía abarcar un par de docenas de metros, por suerte yo estaba algo más alejado, a unos cuarenta, y contaba con la posibilidad de pillarlo por sorpresa. No obstante, no quería delatar mi presencia tan temprano, por lo que aguardé desde allí a esperar y ver qué ocurría.
Una vez en frente de los que yo creía unos tipos duros y aguerridos, llenos de marcas de guerra y pieles curtidas por el sol, pude ver quiénes eran en realidad “los” campistas. Para mi sorpresa la luz de la hoguera pude ver claramente como las llamas iluminaban los cuerpos de dos jóvenes chicas, dos diosas del desierto, cuyos cuerpos semidesnudos hicieron que mi cuerpo temblara de excitación y que los nervios se apoderaran de mi cuerpo. La única pieza de tela que cubría sus cuerpos era tan escasa que se podía obviar de la escena, un pequeño sujetador luchaba una batalla perdida contra los voluptuosos senos de aquellas chicas para tratar de contenerlos, pero de forma inútil. Las caderas de ambas eran las curvas de una carretera en el infierno, vertiginosas como poco, y mis ojos las recorrieron una y mil veces, de arriba abajo, como si escaneara esa imagen para no olvidarla jamás. No pude contener aquella sensación ni un segundo más, que hacía que mi cuerpo no me respondiera, y solté un grito desde mi estado de arena que sabía vendría precedido de una vuelta a la normalidad, de modo que me apresuré en esconderme detrás de las tiendas, dónde volví a mi forma humana sin remedio posible. -*Qué… Qué me ocurre… Joder, no puedo pensar con claridad… Cálmate… ¡Cálmate! –Pensaba para mí con mis manos tapando mi boca, como si con esto pudiera borrar el grito que ya había soltado y había revelado mi posición y los había alertado de que estaba en el campamento.
Con miedo de que decidieran buscarme opté por esconderme de la mejor forma posible, una vez aquellas curvas de las chicas se habían ido algo de mi cabeza pensé con frialdad, y decidí que la mejor forma de que me dejaran de buscar sería que me encontraran. -*El crimen perfecto no es aquel dónde no se encuentra al culpable, sino aquel dónde se ejecuta a quién no es el culpable…* -Me repetía en mi mente mientras iba, transformado de nuevo en arena, hacia la tienda dónde se había colado el tipo que había asolado el campamento. Me metí sigilosamente de forma imperceptible y una vez dentro usé una pequeña aguja para pinchar al joven que allí dormía, esperando que al despertarse soltara un grito que alertara a todos y estos pensaran que me habían encontrado. Tras pinchar al de la tienda hice un pequeño agujero por la parte de debajo de esta y me escabullí en forma de arena, tras lo cual me alejé del campamento para reunirme con Shu, que esperaba al lado del riachuelo. No podía acercarme demasiado a aquel lugar, si veía a esas chicas de nuevo no sabía cómo podía reaccionar, de hecho sólo recordar sus cuerpos ya me hacía perder la calma y la claridad mental. -*Mierda… ¿¡Pero qué cojones me pasa!?* -Pensé golpeando el suelo ante mi impotencia en frente de las chicas guapas. Ahora, al lado de aquel río, pude ver como de repente, un tipo colocaba sus manos en el suelo y creaba una densa niebla que debía abarcar un par de docenas de metros, por suerte yo estaba algo más alejado, a unos cuarenta, y contaba con la posibilidad de pillarlo por sorpresa. No obstante, no quería delatar mi presencia tan temprano, por lo que aguardé desde allí a esperar y ver qué ocurría.
Ayane
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Akuma no mi
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Off: Aunque sea un campamento no hay ninguna hoguera. Que la haya por la noche bueno, pero hay que estar loco para estar al lado de una fogata en un desierto a plena luz del día xD
O estaba viendo visiones, o nuestro campamentos se había llenado en cuestión de minutos de sujetos extraños. Sin embargo, me decanté por la segunda opción. Mientras echaba un trago de sake a mi botella, que poco después lancé contra el suelo enfadada. Escupí el licor y maldecía al desierto por haberme calentado la bebida de tal manera que su sabor había empeorado considerablemente, aparte de secarme la boca. Cogí una de las cantimploras que teníamos, y el resultado no fue diferente. -¡Pero que puto asco de desierto, joder!- Grité, imitando la acción anterior y lanzando la cantimplora. -No deberías ir lanzando nuestras cosas como si nada.- Sugirió mi compañera. -Bah, tonterías, no sirven para nada.- Añadí yo, para poco después centrar mi mirada en un animal, o eso creía, pues aquel felino empezó a hablar.
A pesar de su halago, desenvainé mi katana y me puse en posición defensiva. No había duda, tenía que ser un usuario de una akuma no mi del tipo zoan, de lo contrario, aquel guepardo no hubiera hablado y tampoco estaría aquí. No era un animal que soliese vagar por el desierto. -¿Qué es lo que buscas?- Pregunté tajante ante aquella situación. Pero como algunos dicen, las sorpresas no llegan solas. De repente un segundo tipo, de pelo negro, de punta y algo alborotado, con un ojo cubierto por un parche del mismo color y una cara de pocos amigos, entró en nuestra tienda. No pude ver lo que hacía, pero si escucharle, y supe que se estaba bebiendo y comiendo nuestras reservas. Y por si fuera poco, una densa niebla a lo lejos, sin sentido acompañado de un grito cerca de nuestras tiendas, acabó por desconcertarme del todo.
-Está bien, esto es muy extraño... Akane, saca al tipo ese de nuestra tienda y prepárate por si las moscas, creo que aquí va a haber problemas.- Dije yo, observando todo lo que podía ver, mas aparte del animal, el río, la poca vegetación que escaseaba en el lugar y un infinito mar de arena junto a aquella niebla espesa, no podía ver a nadie más. Siguiendo mis órdenes, Akane con pistola en mano, se dirigió hacia dentro de la tienda en la que estaba el moreno, mientras yo fijaba mi mirada en el guepardo.
Off: Akane es un npc que me he inventado para este rol, por lo que no es importante, pero no la manoseéis mucho (?)
O estaba viendo visiones, o nuestro campamentos se había llenado en cuestión de minutos de sujetos extraños. Sin embargo, me decanté por la segunda opción. Mientras echaba un trago de sake a mi botella, que poco después lancé contra el suelo enfadada. Escupí el licor y maldecía al desierto por haberme calentado la bebida de tal manera que su sabor había empeorado considerablemente, aparte de secarme la boca. Cogí una de las cantimploras que teníamos, y el resultado no fue diferente. -¡Pero que puto asco de desierto, joder!- Grité, imitando la acción anterior y lanzando la cantimplora. -No deberías ir lanzando nuestras cosas como si nada.- Sugirió mi compañera. -Bah, tonterías, no sirven para nada.- Añadí yo, para poco después centrar mi mirada en un animal, o eso creía, pues aquel felino empezó a hablar.
A pesar de su halago, desenvainé mi katana y me puse en posición defensiva. No había duda, tenía que ser un usuario de una akuma no mi del tipo zoan, de lo contrario, aquel guepardo no hubiera hablado y tampoco estaría aquí. No era un animal que soliese vagar por el desierto. -¿Qué es lo que buscas?- Pregunté tajante ante aquella situación. Pero como algunos dicen, las sorpresas no llegan solas. De repente un segundo tipo, de pelo negro, de punta y algo alborotado, con un ojo cubierto por un parche del mismo color y una cara de pocos amigos, entró en nuestra tienda. No pude ver lo que hacía, pero si escucharle, y supe que se estaba bebiendo y comiendo nuestras reservas. Y por si fuera poco, una densa niebla a lo lejos, sin sentido acompañado de un grito cerca de nuestras tiendas, acabó por desconcertarme del todo.
-Está bien, esto es muy extraño... Akane, saca al tipo ese de nuestra tienda y prepárate por si las moscas, creo que aquí va a haber problemas.- Dije yo, observando todo lo que podía ver, mas aparte del animal, el río, la poca vegetación que escaseaba en el lugar y un infinito mar de arena junto a aquella niebla espesa, no podía ver a nadie más. Siguiendo mis órdenes, Akane con pistola en mano, se dirigió hacia dentro de la tienda en la que estaba el moreno, mientras yo fijaba mi mirada en el guepardo.
Off: Akane es un npc que me he inventado para este rol, por lo que no es importante, pero no la manoseéis mucho (?)
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Cuando me acerque a decirle las palabras ella sacó su katana y se puso en modo defensivo, seguramente ella pensaba que yo era una amenaza, aunque intenté no serlo. Después de haber dicho esas palabras esa señorita me respondio, ella tenía el cabello rubio, tan rubio que se podía confundir con el propio sol y unos ojos de color azul muy claro, tirando hacía el blanco.
Y entonces ella me respondió con palabras fuertes y brutas:
-¿Que es lo que buscas?-me dijo en tono fuerte y con una cara demasiado seria.
-Nada, solo paseaba por aqui cuando vi este campamento y pensé que podría quedarme un rato para hablar. Llevó toda la tarde caminando por el desierto sin encontrar lo que busco y este parece un buen sitio para descansar e incluso dormir. No te lo tomes a mal, no pienso dormir en vuestra tienda de campaña, solo estar al lado por si viene algun animal del desierto peligroso.- le respondí para calmar la situación, aunque sabía que no sería tan fácil porque era un gueparto, nadie confiaría en un desconocido guepardo.
Mientras esperaba su respuesta un hombre venido de a saber donde entró en el campamento y se metio en una de las tiendas de campaña pasando de todo el mundo como si nada. Ese tipo de hombres me parecian desagradables, no tenía el más mínimo respeto, ni si quiera para saludar. La chica que me habló mandó a la otra a la tienda a sacar al desgraciado de ahí. Como no podía pasar nada nuevo la arena se movía cerca de mi de manera anormal. Podría ser un camaleon, pensé, pero el olor era humano y era demasiado intenso. Decidí seguir mirando durante un rato, y la arena se movió hasta la tienda del irrespuetuoso, no supe que pasó después ya que no podía ver tan lejos. Pero después de unos momentos se oyó un fuerte grito de hombre de detras de aquella tienda de campaña. No tuve tiempo de mirar demasiado ya que una espesa niebla empezó a aparecer desde el rio. Este día se ha vuelto loco, no se que más podría pasar. Me alejé del rio en dirección a una zona sin niebla y me quedé ahí acurrucado con la ropa que llevaba y me quedé esperando a ver que pasaba. Tenía en mente vólver a hablar con las chicas después de que todo este caos pasase y la niebla se disipase. Y asi me quede acompañado por el frío y seco ambiente de la noche del desierto.
Off Rol
Off: Cuando hablé sobre la hoguera quería decir que ya era de noche para cuando habré llegado. Pero bueno, da igual, asi tambien me sirve y siento la molestia.
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Un pinchazo le despertó de repente. Al principio estaba confuso y desorientado así que tardó un par de segundos en darse cuenta de quien creía que le había despertado. Una chica joven, con la lógica que a él le había faltado para vestir de forma ligera en el desierto, le golpeaba incesantemente con la culata de una pistola exigiéndole violentamente que saliese inmediatamente de su tienda y amenazándole con cosas que no llegó a entender del todo. Aquella mujer asustaba. Si hubiese sido un hombre probablemente le habría golpeado pero a esa chica se veía incapaz de llevarle la contraria.
Salió a trompicones de la tienda mientras la chica continuaba apuntándole y, aunque el calor seguía siendo asfixiante, se encontraba mucho mejor que antes.
-Ahhh, nada como beber y comer hasta quedar satisfecho.- dijo Arribor observando el panorama extrañado. Al principio creía que aquel era un campamento normal y corriente, un par de chicas armadas acampando en mitad de un inhóspito desierto, pero de repente se había trasformado en el colmo de lo absurdo. No solo era por el creciente e inexplicable banco de niebla que provenía de un río cercano, ni por el pinchazo que había notado justo antes de que entrara la chica a la tienda, sino allí también que había un guepardo. ¿Qué demonios hacía un guepardo en mitad del desierto?
-Oíd, se os escapa la mascota.- les dijo a las dos jóvenes señalando al guepardo, el cual se alejaba hacia una zona despejada de niebla. Lo cierto es que la niebla también le preocupaba. No era un experto en clima pero sabía que aquel era un fenómeno que desentonaba por completo en ese sofocante paraje. "Será otro espejismo"- pensó.
Lo que si le interesaba era el río. La ropa que llevaba le agobiaba, especialmente la larga chaqueta oscura, así que decidió enfriarla en el río. Se acercó despreocupadamente hasta la orilla, seguro de que aquella niebla no era más que una ilusión provocada por el calor del desierto, se quitó la chaqueta y la sumergió en el agua antes de beber hasta quedar saciado. Luego, una vez se hubo refrescado, echó un vistazo a su alrededor intrigado por saber donde había acabado y si faltaba alguna rareza más por aparecer.
Salió a trompicones de la tienda mientras la chica continuaba apuntándole y, aunque el calor seguía siendo asfixiante, se encontraba mucho mejor que antes.
-Ahhh, nada como beber y comer hasta quedar satisfecho.- dijo Arribor observando el panorama extrañado. Al principio creía que aquel era un campamento normal y corriente, un par de chicas armadas acampando en mitad de un inhóspito desierto, pero de repente se había trasformado en el colmo de lo absurdo. No solo era por el creciente e inexplicable banco de niebla que provenía de un río cercano, ni por el pinchazo que había notado justo antes de que entrara la chica a la tienda, sino allí también que había un guepardo. ¿Qué demonios hacía un guepardo en mitad del desierto?
-Oíd, se os escapa la mascota.- les dijo a las dos jóvenes señalando al guepardo, el cual se alejaba hacia una zona despejada de niebla. Lo cierto es que la niebla también le preocupaba. No era un experto en clima pero sabía que aquel era un fenómeno que desentonaba por completo en ese sofocante paraje. "Será otro espejismo"- pensó.
Lo que si le interesaba era el río. La ropa que llevaba le agobiaba, especialmente la larga chaqueta oscura, así que decidió enfriarla en el río. Se acercó despreocupadamente hasta la orilla, seguro de que aquella niebla no era más que una ilusión provocada por el calor del desierto, se quitó la chaqueta y la sumergió en el agua antes de beber hasta quedar saciado. Luego, una vez se hubo refrescado, echó un vistazo a su alrededor intrigado por saber donde había acabado y si faltaba alguna rareza más por aparecer.
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Una voz femenina llegaba a los finos oídos del asesino que se ocultaba en la niebla. Sus gritos maldiciendo al desierto eran enormes. Krauser llevó la mano al mango de su enorme espada, habría sido muy fácil eliminar a esa persona a distancia y con suerte llevarse a alguno más por delante. Esto era debido a la nueva habilidad del Sargento Mayor. El principal problema era que no sabía si se trataban de revolucionarios o piratas. Tal vez eran simples viajeros y por ese motivo no podía atacar aún. Había llegado la hora de mostrarse, si algo malo pasaba solo tendría que volver a colocar la mano sobre alguna superficie o en el suelo arenoso. Sus pasos caminaban hacia la gente allí reunida mientras la niebla iba desapareciendo lentamente como si nunca hubiera estado allí. Ellos solo podrían ver como de la niebla salía un tipo alto. Sin camiseta bastante fornido. Su nariz y boca tapadas por unos blancos vendajes y una inmensa espada amarrada a su espalda. Se dirigía hacia ellos cuando echó una leve mirada a su alrededor percatándose de la presencia del guepardo. Un animal que no pertenecía a esa habitad, era algo bastante raro pero este ya se hacia una idea de lo que ocurría
Mientras se acercaba observó al chico del parche en el ojo y el pelo moreno. Le resultaba familiar pero no se acordaba de donde lo había visto, ante su duda siguió caminando hasta llegar donde las mujeres estaban. Su semblante era frio como el hielo, volvió a dirigir su mirada al moreno que se hallaba en la orilla y después al animal. Finalmente observó a la chica peli naranja. No pensaba delatar su rango tan pronto ni mencionar que era un marine por lo que usaría alguna estrategia para poder averiguar quiénes eran las mujeres y aquel moreno que tanto le sonaba. Las vendas de su boca se movieron como signo de que estaba empezando a hablar. Su tono era grave y frio.
- Disculpe. Me he perdido en este desierto, soy un explorador que busca tesoros desaparecidos. Mi profesión no es algo que abunde hoy en día y no tengo compañeros, llegué por el norte pero me he perdido y no sé a dónde dirigirme. ¿Podría indicarme algún pueblo cercano o algo parecido amable señorita?
Estaba alerta en todo momento, no había olvidado a las personas que había allí. Si su plan funcionaba sabría quienes eran. Naturalmente no se fiaría si le daban una dirección, solo comprobaría si ellas conocían el lugar y eran habitantes o eran gente pérdida procedente de otro lugar. Un tipo que había salido de la niebla no podía ser muy de fiar pero claro, contaba con la ventaja que allí estaba pasando algo de locos, un guepardo, una chica gritando. Un hombre que le sonaba en el rio. Tal vez su intención de descubrir quienes eran fallaba, pero en ese caso contaría con su rango de marine y no se podrían negar o aquello acabaría en una batalla. Aunque estaba en clara desventaja ya se las apañaría de alguna forma.
Mientras se acercaba observó al chico del parche en el ojo y el pelo moreno. Le resultaba familiar pero no se acordaba de donde lo había visto, ante su duda siguió caminando hasta llegar donde las mujeres estaban. Su semblante era frio como el hielo, volvió a dirigir su mirada al moreno que se hallaba en la orilla y después al animal. Finalmente observó a la chica peli naranja. No pensaba delatar su rango tan pronto ni mencionar que era un marine por lo que usaría alguna estrategia para poder averiguar quiénes eran las mujeres y aquel moreno que tanto le sonaba. Las vendas de su boca se movieron como signo de que estaba empezando a hablar. Su tono era grave y frio.
- Disculpe. Me he perdido en este desierto, soy un explorador que busca tesoros desaparecidos. Mi profesión no es algo que abunde hoy en día y no tengo compañeros, llegué por el norte pero me he perdido y no sé a dónde dirigirme. ¿Podría indicarme algún pueblo cercano o algo parecido amable señorita?
Estaba alerta en todo momento, no había olvidado a las personas que había allí. Si su plan funcionaba sabría quienes eran. Naturalmente no se fiaría si le daban una dirección, solo comprobaría si ellas conocían el lugar y eran habitantes o eran gente pérdida procedente de otro lugar. Un tipo que había salido de la niebla no podía ser muy de fiar pero claro, contaba con la ventaja que allí estaba pasando algo de locos, un guepardo, una chica gritando. Un hombre que le sonaba en el rio. Tal vez su intención de descubrir quienes eran fallaba, pero en ese caso contaría con su rango de marine y no se podrían negar o aquello acabaría en una batalla. Aunque estaba en clara desventaja ya se las apañaría de alguna forma.
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- OFF:
- OFF: Yo pensé que se había hecho de noche en el post de Kryword, y esa era la hoguera que mencionaba jaja.
Kryword, ya sabía que esto iba a pasar xDD Pero en forma de arena no huelo a humano, huelo a arena xDDD No se me puede detectar por el olor en ese estado :3
Krauser, lo de "un hombre que le sonaba en el río" va por mí? xD Si es así se supone que no nos conocemos >.> Y que no me has visto xDD
Y Ayane a Akane la voy a violar >.> xDD Y te has currado poco el nombre, solo le has cambiado una letra al tuyo xDD
Todo estaba siendo realmente divertido. En primer lugar las chicas habían confundido al ladrón de comida y usurpador de tiendas de campaña conmigo, así que estaba totalmente al margen de la escena, además, el tipo de la niebla se había dignado a presentarse, lo cual me daba todavía más ventaja al ser ahora el único que no había delatado su posición. Si estos personajes eran enemigos me podría encargar de todos ellos sin problemas, aunque ni siquiera sabía quienes eran, así que decidí investigar un poco. Transformándome nuevamente en arena me acerqué cerca de aquel tipo grandote, que llamaría lo bastante la atención para que yo pasase totalmente desapercibido. Pude notar que las preguntas que hacía y todo cuanto decía parecía estar bien pensado, cómo pensando una forma de descubrir cosas sobre aquel peculiar grupo de personas, lo cual me parecía perfecto, así podría también saber qué clase de personas eran y, de ser piratas o revolucionarios, encargarme de ellos rápidamente. Este gran hombre, el tipo de la niebla, me recordaba a un sub-oficial de la marina apodado "El gran espada" o algo así, del cual leí en la base del Cipher Pol que estaba ascendiendo rápidamente, incluso hubo interés por un cambio de facción, por reclutarlo para el CP, pero no le habían dicho nada todavía, es más, probablemente desconociera la existencia de este grupo, así que en caso de pelea tal vez el marine no se pusiera de mi lado, lo cual era problemático si los informes sobre su fuerza eran reales y si aquel tipo era realmente "El gran espada".
Por desgracia para mí mi plan no era del todo perfecto. Al acercarme allí me volví a encontrar con aquellas dos jóvenes, que hicieron que no pudiera prestar atención a nada más que a ellas dos y a sus cuerpos perfectos que brillaban con más intensidad que el propio sol del desierto. Sabía que no sería capaz de controlar mi cuerpo durante mucho tiempo, pero me basaba con mantenerme oculto hasta saber quiénes eran y qué demonios querían aquellas personas, aunque personalmente habría preferido que ninguno fuera un enemigo, pues al fin y al cabo, estaba de vacaciones.
De repente comencé a notar como algo pasaba por encima de mí. Era el idiota de Shu, que me había seguido desde el río, y ahora estaba jugando con mi cuerpo dea rena como un niño pequeño. Si alguno de aquellos era un domador no tardaría en percatarse de que la razón de que aquel animalito estuviera jugando con la arena de la zona era que aquella arena era yo, su dueño. Shu era un pequeño dragón, mediría algo así como un metro y medio de largo, cuyo cuerpo era, cuanto menos, peculiar. Era parecido a una serpiente de color blanca, pero tenía cuatro patas y un par de alas, aunque aún apenas sí podía volar un par de metros sin caer de boca contra el suelo.
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Off para Kyoji Kagami: Nadie se había dado cuenta de lo de Akane ¬¬ (?) Y si la violas te vuelvo de piedra ewé
La noche había caído y aún seguíamos con aquel panorama tan extraño, pero con una clara diferencia, el calor abrasador había sido sustituido por un frío helado. Y como íbamos con ropa escasa por el día y no tuvimos tiempo de cambiarnos, aquella temperatura me estaba matando, pero ¿Cómo me iba a cambiar ahora si tenía a tres locos tan cerca? Uno transformado en un animal, otro que se había bebido y comido parte de nuestras y se había dormido en nuestra tienda de campaña y para rematar, un tipo de al rededor de dos metros, de pelo negro y de punta, con parte del rostro tapado con vendas y al igual que nosotras, con tan poca ropa que si seguía así acabaría hecho un cubito de hielo. Su aparición disipó la niebla, cosa bastante extraña, pero tampoco tuve mucho tiempo para darle importancia, me interesaba más que planeaban aquellas personas.
Sin embargo, y para mi sorpresa. El hombretón un caza fortunas, pues buscaba tesoros perdidos y nos preguntó si sabíamos la dirección para ir a algún pueblo o algo por el estilo, a lo cual negué con la cabeza. -No, no tenemos ni idea, y lo que llevamos de camino, no hemos encontrado más que este río, todo lo demás, es arena y más arena, aunque no hemos explorado la isla por completo.- Decía yo, sin mencionar nuestro propósito o cualquier cosa que pudiera inducir a sospechas. Jamás podría revelar mi situación a un desconocido, nunca se sabía que podía pasar, pero la revolución era algo que llevábamos en secreto, y no podíamos mostrarnos sin más. Poco después recordé que me estaba helando, y como no quería cambiarme, procedería a hacer lo más fácil, ponerme más prendas encima. Akane y yo nos metimos en la tienda y nos pusimos cada una un buen abrigo que daba el suficiente calor, aunque con el escote que me había dejado, aún podía sentir aquel viento fresco, pero no me importaba, para ser bella había que sufrir.
Seguidamente, para poner la guinda en el pastel, una lagartija con alas y bastante grande, parecida a uno de esos dragones de la mitología, de color blanquecino, apareció y empezó a jugar con la arena. A juzgar por sus acciones, debía ser una cría, pero... ¿Qué cojones hacía eso ahí? ¿Y qué estaba haciendo exactamente? ¿Sería otro idiota con fruta del tipo zoan? Cada vez estaba más perdida y entendía menos las cosas. Quizás era la mascota de alguien, cosa que me hizo pensar en Boota. No lo había dejado venir, pues hubiera sido horrible para él estar en aquel desierto.
-Bueno, creo que hay algo muy claro y es que habéis llegado a nuestro campamento y no tenéis a donde ir. Os voy a ofrecer que os quedéis con nostras, obviamente no en la misma tienda, a no ser que cambie de opinión.- Decía yo, con un tono pícaro al final. -Pero a cambio, tenéis que hacerme una hoguera y la cena.- Añadí, señalando algo de leña y varios pedazos de carne sin hacer, guardados en una bolsa, al lado de esta.
La noche había caído y aún seguíamos con aquel panorama tan extraño, pero con una clara diferencia, el calor abrasador había sido sustituido por un frío helado. Y como íbamos con ropa escasa por el día y no tuvimos tiempo de cambiarnos, aquella temperatura me estaba matando, pero ¿Cómo me iba a cambiar ahora si tenía a tres locos tan cerca? Uno transformado en un animal, otro que se había bebido y comido parte de nuestras y se había dormido en nuestra tienda de campaña y para rematar, un tipo de al rededor de dos metros, de pelo negro y de punta, con parte del rostro tapado con vendas y al igual que nosotras, con tan poca ropa que si seguía así acabaría hecho un cubito de hielo. Su aparición disipó la niebla, cosa bastante extraña, pero tampoco tuve mucho tiempo para darle importancia, me interesaba más que planeaban aquellas personas.
Sin embargo, y para mi sorpresa. El hombretón un caza fortunas, pues buscaba tesoros perdidos y nos preguntó si sabíamos la dirección para ir a algún pueblo o algo por el estilo, a lo cual negué con la cabeza. -No, no tenemos ni idea, y lo que llevamos de camino, no hemos encontrado más que este río, todo lo demás, es arena y más arena, aunque no hemos explorado la isla por completo.- Decía yo, sin mencionar nuestro propósito o cualquier cosa que pudiera inducir a sospechas. Jamás podría revelar mi situación a un desconocido, nunca se sabía que podía pasar, pero la revolución era algo que llevábamos en secreto, y no podíamos mostrarnos sin más. Poco después recordé que me estaba helando, y como no quería cambiarme, procedería a hacer lo más fácil, ponerme más prendas encima. Akane y yo nos metimos en la tienda y nos pusimos cada una un buen abrigo que daba el suficiente calor, aunque con el escote que me había dejado, aún podía sentir aquel viento fresco, pero no me importaba, para ser bella había que sufrir.
Seguidamente, para poner la guinda en el pastel, una lagartija con alas y bastante grande, parecida a uno de esos dragones de la mitología, de color blanquecino, apareció y empezó a jugar con la arena. A juzgar por sus acciones, debía ser una cría, pero... ¿Qué cojones hacía eso ahí? ¿Y qué estaba haciendo exactamente? ¿Sería otro idiota con fruta del tipo zoan? Cada vez estaba más perdida y entendía menos las cosas. Quizás era la mascota de alguien, cosa que me hizo pensar en Boota. No lo había dejado venir, pues hubiera sido horrible para él estar en aquel desierto.
-Bueno, creo que hay algo muy claro y es que habéis llegado a nuestro campamento y no tenéis a donde ir. Os voy a ofrecer que os quedéis con nostras, obviamente no en la misma tienda, a no ser que cambie de opinión.- Decía yo, con un tono pícaro al final. -Pero a cambio, tenéis que hacerme una hoguera y la cena.- Añadí, señalando algo de leña y varios pedazos de carne sin hacer, guardados en una bolsa, al lado de esta.
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Un hombre había salido de la tienda después de que una de las chicas le sacara a patadas. Parecía que este tio no se enteraba de que era usuario de una akuma no mi, y me llamó mascota. Él irrespetuoso se fue de ahí hacía el rio y mojó su chaqueta para aliviar momentaneamente su calor. Eso no sería muy bueno para su cuerpo, pero no era su madre para decirselo, sin embargo, él no se percató de que no faltaba mucho para anochecer y que tendrá más frío que el resto por lo que acababa de hacer. Después de esto empezó la noche.
La niebla se había disipado y un hombre alto, de unos dos metros con un cuerpo aparentemente muy fuerte y vendajes que le cubrían la mitad de la cara. Todo esto se nos iba de las manos, cada vez la situación era más rara que antes. Pensé que no podría ser peor y me percaté de que la arena detras del hombre alto se movía de manera muy extraña, como cuando estuve frente al campamento. El hombre se había presentado diciendo que era un cazarecompensas en busca de algún tesoro y se había perdido por el desierto. Era obvio que no era verdad lo que decía, pero tenía que creerle, por lo menos hasta poder conseguir algo de información de las chicas e irme de ahí.
El frío era excesivo, no podría resistir más en forma de guepardo y volví a mi forma humana. Sabía que eso haría que yo fuera visto como sospechoso de todo eso, pero no tenía la intención de morir congelado en un lugar asi, sería una forma inutil de morir. Como la situación ya era extraña de por si, apareció algo que la volvió aun más extraña. Un dragón de un metro por medio metro blanquecino y con unas bonitas alas y patas. No parecía muy fuerte, más bien parecía una cria de dragón. Estaba moviendo la arena detras del hombre alto, la misma arena que antes se movió. Era muy extraño y como yo no era domador no entendía lo que el animal estaba haciendo. De cualquier manera, era la situación más extraña que jamas había experimentado, y esto me iba a traer problemas porque cualquiera de las personas ahí presentes podía ser un marine de alto grado o un cazarrecompensas. Solo me quedaba fingir que era un cazarrecompensas para pasar desapercibido y que no se enterasen que era un pirata.
La chica que antes me habló nos invitó a todos a quedarnos esa noche y acepte absolutamente. La condición era que hicíeramos una hoguera y la cena, me apresuré y fui a preparar la hoguera. Cojí algo de leña y la puse de forma piramidal dentro de un circulo de rocas que tomé de al lado del rio. Mientras hacía todo esto pensé en mi pasado y como ayudaba a mi maestro en la tienda todos los días, esto era similar pero no igual. Nadie de ahí parecía confiar en nadie y eso solo nos traía problemas a todos. Tenía que romper el hielo y mientras hacía lo hoguera me quede pensando en como hablar con ellos y que debía decir para no relatar lo que yo era, un pirata.
Off Rol
Off de Kyoji Kagami: Lo siento, no sabía que eras indetectable por convertirte en arena, aun asi el movimiento extraño de la arena me sirve para comprobar tu posición, aunque no si eres o no un usuario y/o humano.
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Pronto se arrepintió de haberse acercado siquiera al río. Al despertar el calor aún le asaltaba pero, poco después cayó la noche casi sin previo aviso. De repente, el sofocante calor dio pasó al frío más glacial, acrecentado por la ropa mojada que llevaba puesta. Debía haber pensado en lo que podría pasar si anochecía, pero ni siquiera tenía claro la hora a la que había llegado allí ni del tiempo que había pasado vagando por entre las dunas. Debido al frío y al agua que bañaba su ropa no le quedó más remedio que quitarse la chaqueta empapada y volver al campamento.
Al llegar allí se encontró con una escena aún más surrealista que la anterior, aunque la espesa niebla que provenía del río había desaparecido y el guepardo mascota tampoco estaba por allí. En su lugar había dos hombres. Uno de ellos, alto y amenazador, con la cara tapada y una gran espada sujeta en la espalda, estaba hablando con una de las chicas del campamento, creyó escuchar como hablaban de quedarse todos allí durante la noche; el otro se encontraba agachado frente a una hoguera que iba ya encendiéndose. Sin pensárselo dos veces, pasó entre todo el mundo sin dirigirles la palabra para no interrumpir su conversación y fijándose en el pálido tipo que acababa de llegar para acercarse al creciente fuego y poder calentarse en la fría noche del desierto. Sin embargo aún había algo que había pasado por alto. Una especie de lagarto blanco de poco más de un metro de largo y con un par de finas alas estaba haciendo algo raro con la arena, moviéndola de un lado para otro como si fuese un niño pequeño. Para que luego dijeran que él era raro. Aquel ser parecía uno de esos dragones que aparecen en las historias y leyendas, aunque no recordaba que en ninguna de esa historias se hablase de dragones en el desierto. Probablemente alguien lo hubiese llevado allí, a lo mejor era otra mascota como el guepardo.
La situación parecía tan relajada como absurda, sin embargo Arribor sabía que aquello no duraría. El hombre alto de la espada, el pequeño dragón blanco, el leopardo que había por allí unos minutos antes, las dos chicas con tendencias bastante violentas y él. Era cuestión de tiempo que aquello explotara. En fin, que más daba, si algo pasaba al menos se aseguraría de que ocurriera una vez hubiera cenado.
-Hey, ¿vais a quedaros ahí?, ¿por qué no traéis algo para cenar?- le dijo al peculiar grupo que se había reunido en el campamento mientras se sentaba frente a la hoguera. Esperaba que no ocurriera como tantas otras veces en las que ese comportamiento irritaba a la gente hasta el punto de golpearle. Ya que habían interrumpido su siesta y le habían invitado a quedarse, lo menos que podían hacer era darle algo de comer.
Al llegar allí se encontró con una escena aún más surrealista que la anterior, aunque la espesa niebla que provenía del río había desaparecido y el guepardo mascota tampoco estaba por allí. En su lugar había dos hombres. Uno de ellos, alto y amenazador, con la cara tapada y una gran espada sujeta en la espalda, estaba hablando con una de las chicas del campamento, creyó escuchar como hablaban de quedarse todos allí durante la noche; el otro se encontraba agachado frente a una hoguera que iba ya encendiéndose. Sin pensárselo dos veces, pasó entre todo el mundo sin dirigirles la palabra para no interrumpir su conversación y fijándose en el pálido tipo que acababa de llegar para acercarse al creciente fuego y poder calentarse en la fría noche del desierto. Sin embargo aún había algo que había pasado por alto. Una especie de lagarto blanco de poco más de un metro de largo y con un par de finas alas estaba haciendo algo raro con la arena, moviéndola de un lado para otro como si fuese un niño pequeño. Para que luego dijeran que él era raro. Aquel ser parecía uno de esos dragones que aparecen en las historias y leyendas, aunque no recordaba que en ninguna de esa historias se hablase de dragones en el desierto. Probablemente alguien lo hubiese llevado allí, a lo mejor era otra mascota como el guepardo.
La situación parecía tan relajada como absurda, sin embargo Arribor sabía que aquello no duraría. El hombre alto de la espada, el pequeño dragón blanco, el leopardo que había por allí unos minutos antes, las dos chicas con tendencias bastante violentas y él. Era cuestión de tiempo que aquello explotara. En fin, que más daba, si algo pasaba al menos se aseguraría de que ocurriera una vez hubiera cenado.
-Hey, ¿vais a quedaros ahí?, ¿por qué no traéis algo para cenar?- le dijo al peculiar grupo que se había reunido en el campamento mientras se sentaba frente a la hoguera. Esperaba que no ocurriera como tantas otras veces en las que ese comportamiento irritaba a la gente hasta el punto de golpearle. Ya que habían interrumpido su siesta y le habían invitado a quedarse, lo menos que podían hacer era darle algo de comer.
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La chica había dicho unas palabras claras para el marine. Que no habían explorado la isla por completo, aquello ya le daba a entender que no eran ciudadanos de esa isla. No sabían mucho y no sería fácil averiguar de qué se trataban. Encima ahora querían que hicieran la cena, si creían que el sargento iba hacer el papel de corderito degollado y perro baboso de ellas estaban equivocadas, cierto que hacia frio. Pero nada que este no pudiera aguantar, en el Reino de Sakura aprendió a controlarse con su entrenamiento sin camiseta y aquello no le supondría problema para nada. Enseguida el guepardo se transformó en humano, vaya error que cometió, estaría más caliente con su pelaje, pero no era todo lo que había pasado. Se había puesto a encender una hoguera como aquella mujer había dicho, había caído en el truco de dos pechos andantes. Algo ridículo pensó el gran espada que ahora tenía el ceño fruncido.
Tras aquello el tipo del parche que tanto le sonaba pasó por delante de ellos con total libertad sentándose alrededor del fuego esperando la cena. Había sido el más listo de todos, la verdad, pero ahora una rata con alas volaba por detrás del marine haciendo algo en la arena. En otras circunstancias la habría pisoteado pero no era plan de hacerse el violento delante de tanta gente. Tras unos segundos se ocurrió una idea.
- Bien yo hare la cena.
Dijo acercándose a la bolsa de pedazos de carne y cogiéndolos. Tras eso abrió la bolsa y tiró la carne al rio. Observó como los pedazos flotaban por el agua y se dirigió a un árbol alejado saltando el rio y alejándose del campamento. Observó a la gente que seguro estaría echando humo por lo que había hecho y tras una sádica mirada soltó una pequeña carcajada mirándolos a todos.
- Lo lamento pero no soy la niñera de nadie ni el cocinero tampoco. Lo siento pero no pienso estar con cuatro pechos andantes que juegan con un guepardo que ha caído el primero en su juego. El tipo del parche ha sido el más listo debo reconocerlo y ese lagarto me pone nervioso. Pensadlo bien ahora tenéis carne acuática.
El sargento tras eso se quedó observando a todos ya al otro lado del rio con una tétrica mirada, se haría su propia hoguera y no tenía mucha hambre por lo que no le importaba eso, la noche había llegado al lugar y él les había estropeado la cena. Ahora podrían comerse al leopardo o al lagarto, aunque había algo en el lugar que tenia al asesino nervioso, ese dragón jugando en la misma zona de la arena. Frunció el ceño un poco pero después volvió a mirar a los que allí había presentes mientras daba pasos hacia atrás retrocediendo con una pequeña carcajada siniestra. Tal vez buscaba pelea, o tal vez le molestó que aquella chica dijera aquello. En sus tiempos de recluta quizás hubiera caído fácilmente pero con el tiempo se había ido convirtiendo en alguien frio que solo se preocupaba por sí mismo.
Tras aquello el tipo del parche que tanto le sonaba pasó por delante de ellos con total libertad sentándose alrededor del fuego esperando la cena. Había sido el más listo de todos, la verdad, pero ahora una rata con alas volaba por detrás del marine haciendo algo en la arena. En otras circunstancias la habría pisoteado pero no era plan de hacerse el violento delante de tanta gente. Tras unos segundos se ocurrió una idea.
- Bien yo hare la cena.
Dijo acercándose a la bolsa de pedazos de carne y cogiéndolos. Tras eso abrió la bolsa y tiró la carne al rio. Observó como los pedazos flotaban por el agua y se dirigió a un árbol alejado saltando el rio y alejándose del campamento. Observó a la gente que seguro estaría echando humo por lo que había hecho y tras una sádica mirada soltó una pequeña carcajada mirándolos a todos.
- Lo lamento pero no soy la niñera de nadie ni el cocinero tampoco. Lo siento pero no pienso estar con cuatro pechos andantes que juegan con un guepardo que ha caído el primero en su juego. El tipo del parche ha sido el más listo debo reconocerlo y ese lagarto me pone nervioso. Pensadlo bien ahora tenéis carne acuática.
El sargento tras eso se quedó observando a todos ya al otro lado del rio con una tétrica mirada, se haría su propia hoguera y no tenía mucha hambre por lo que no le importaba eso, la noche había llegado al lugar y él les había estropeado la cena. Ahora podrían comerse al leopardo o al lagarto, aunque había algo en el lugar que tenia al asesino nervioso, ese dragón jugando en la misma zona de la arena. Frunció el ceño un poco pero después volvió a mirar a los que allí había presentes mientras daba pasos hacia atrás retrocediendo con una pequeña carcajada siniestra. Tal vez buscaba pelea, o tal vez le molestó que aquella chica dijera aquello. En sus tiempos de recluta quizás hubiera caído fácilmente pero con el tiempo se había ido convirtiendo en alguien frio que solo se preocupaba por sí mismo.
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Todos parecían ser una familia, aunque de lejos se veían las desavenencias entre sus “miembros”, pues todos esperaban el momento oportuno para matar al resto, yo entre ellos.
Una de las chicas se esforzaba por mantener la situación bajo control, pobrecilla, pues ninguno de aquellos hombres, a excepción del gatito, se dignó a obedecerla. Este último sí lo hizo, empezando a preparar la hoguera. Yo no tenía frío ni calor, y mi pequeño amigo nació y se crio en un desierto, su sangre y su corazón se adaptaban al tiempo de este, así que el clima no era un problema. Otro de ellos, aquel al que había pinchado, exigía que le dieran de comer, pobre diablo, si hubiera sido yo quien estuviera al mando de aquel campamento le hubiera ajusticiado por su osadía, y habría acabado con el minino por su falta de agallas para contradecir a las chicas, y con las chicas… Bueno, no, con las chicas no habría acabado, pero no se habrían librado tan fácilmente… Bueno, sí, se habrían librado, pero… No, no hay peros…
No obstante, sí hubo uno que se opuso, el tipo que creaba la niebla se rebeló contra aquellas dos, pero lejos de parecerme valiente u osado, me pareció otro pecador al arrojar la comida y por su vanidad. -*Maldita sea, esto está lleno de pecadores impíos que merecen morir con sufrimiento, pero no, estoy de vacaciones, no quiero mancharme las manos… *- Mientras decía aquello abrí un agujero en mi cuerpo de arena y cogí al pequeño Shu. A la vista de todos sencillamente se habría hundido en la arena, así que no delataría mi posición, y aunque así fuera, comencé a desplazarme por debajo de la arena y me alejé de allí rápidamente, saliendo a la superficie detrás del campamento. –Uff, esto es un rollo, seguro que si me quedo aquí me va a tocar pelear, y no tengo ningunas ganas… Pero bueno, si empiezan una pelea me aseguraré de que este desierto sea su tumba. Shu, ves a jugar un ratito por allí, cuando haya acabado aquí iré contigo, ¿vale? –Le dije en tono amable a mi mascota, o mejor, a mi amiguito. Tras esto, Shu se alejó rápidamente, y yo volví a entrar al campamento de aquellas jóvenes, esta vez en mi forma humana. Me acerqué a aquellas personas y me arrimé hasta la orilla del río, dónde creando cinco largas agujas a partir de la arena de debajo de mi ropa, recogí la carne del agua, ya colocada en forma de brochetas, y la llevé a la hoguera, dónde coloqué las agujas clavadas en el suelo dejando la carne a la distancia justa para que se hiciera bien y no se quemara. Sin mediar palabra con ninguno, me senté al lado de la hoguera. Mi túnica y mi aspecto, la piel morena y el turbante, debían dar la impresión de que yo era un ciudadano del lugar, y aproveché esto para elaborar mi coartada.
-Me llamo Abdul Yabah, soy el guardián de este desierto, y si alguno quiere pelear en él, le garantizo que este será su tumba. –Y tras decir estas palabras, las cuales dije mirando la hoguera, que iluminaba mi rostro en medio de la noche, miré a aquellos tipos utilizando mis ojos demoníacos, que eran de color amarillo y con una cruz negra justo en el centro de estos, lo bastante amenazadores como para calmar la situación. –No permitiré que se derrame sangre sobre esta tierra, y si se hace, serán mis manos las que la hagan derramarse. –Añadí después de unos segundos de silencio, para terminar así de calmar esos instintos asesinos que veía aflorar en aquellas personas.
Una de las chicas se esforzaba por mantener la situación bajo control, pobrecilla, pues ninguno de aquellos hombres, a excepción del gatito, se dignó a obedecerla. Este último sí lo hizo, empezando a preparar la hoguera. Yo no tenía frío ni calor, y mi pequeño amigo nació y se crio en un desierto, su sangre y su corazón se adaptaban al tiempo de este, así que el clima no era un problema. Otro de ellos, aquel al que había pinchado, exigía que le dieran de comer, pobre diablo, si hubiera sido yo quien estuviera al mando de aquel campamento le hubiera ajusticiado por su osadía, y habría acabado con el minino por su falta de agallas para contradecir a las chicas, y con las chicas… Bueno, no, con las chicas no habría acabado, pero no se habrían librado tan fácilmente… Bueno, sí, se habrían librado, pero… No, no hay peros…
No obstante, sí hubo uno que se opuso, el tipo que creaba la niebla se rebeló contra aquellas dos, pero lejos de parecerme valiente u osado, me pareció otro pecador al arrojar la comida y por su vanidad. -*Maldita sea, esto está lleno de pecadores impíos que merecen morir con sufrimiento, pero no, estoy de vacaciones, no quiero mancharme las manos… *- Mientras decía aquello abrí un agujero en mi cuerpo de arena y cogí al pequeño Shu. A la vista de todos sencillamente se habría hundido en la arena, así que no delataría mi posición, y aunque así fuera, comencé a desplazarme por debajo de la arena y me alejé de allí rápidamente, saliendo a la superficie detrás del campamento. –Uff, esto es un rollo, seguro que si me quedo aquí me va a tocar pelear, y no tengo ningunas ganas… Pero bueno, si empiezan una pelea me aseguraré de que este desierto sea su tumba. Shu, ves a jugar un ratito por allí, cuando haya acabado aquí iré contigo, ¿vale? –Le dije en tono amable a mi mascota, o mejor, a mi amiguito. Tras esto, Shu se alejó rápidamente, y yo volví a entrar al campamento de aquellas jóvenes, esta vez en mi forma humana. Me acerqué a aquellas personas y me arrimé hasta la orilla del río, dónde creando cinco largas agujas a partir de la arena de debajo de mi ropa, recogí la carne del agua, ya colocada en forma de brochetas, y la llevé a la hoguera, dónde coloqué las agujas clavadas en el suelo dejando la carne a la distancia justa para que se hiciera bien y no se quemara. Sin mediar palabra con ninguno, me senté al lado de la hoguera. Mi túnica y mi aspecto, la piel morena y el turbante, debían dar la impresión de que yo era un ciudadano del lugar, y aproveché esto para elaborar mi coartada.
-Me llamo Abdul Yabah, soy el guardián de este desierto, y si alguno quiere pelear en él, le garantizo que este será su tumba. –Y tras decir estas palabras, las cuales dije mirando la hoguera, que iluminaba mi rostro en medio de la noche, miré a aquellos tipos utilizando mis ojos demoníacos, que eran de color amarillo y con una cruz negra justo en el centro de estos, lo bastante amenazadores como para calmar la situación. –No permitiré que se derrame sangre sobre esta tierra, y si se hace, serán mis manos las que la hagan derramarse. –Añadí después de unos segundos de silencio, para terminar así de calmar esos instintos asesinos que veía aflorar en aquellas personas.
Ayane
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Las cosas no pasaron como yo esperaba, al menos, no todas, cosa que me cabreó bastante. El guepardo se destransformó, adoptando la forma de un humano, tal y como yo esperaba, debía ser un usuario del tipo zoan. Este empezó a hacer una hoguera. Poco después el hombre alto, cogió la carne y alegando que él cocinaría, se acercó al río y tiró la carne al agua. Arqueé la ceja y lo miré de forma asesina, viendo como se marchaba, tratándonos como niños y o nombrándonos de forma despectiva. Aunque lo que más me desconcertó fue su comentario sobre que aquel guepardo hubiese caído en mi juego. No era ningún juego, era un trato. Nosotras les ofrecíamos cobijo y comida y ellos preparaban el fuego y calentaban las porciones. Era un trato más que justo a mi parecer. Seguidamente, el moreno de parche en el ojo, se sentó junto a la hoguera, con el torso desnudo, debido a su insensatez de mojar su ropa y pidió que se le diera de comer. Si ya estaba enfadada por las palabras del idiota que se marchó y por lo que hizo, más aún lo estuve cuando aquel sujeto dijo eso.
-¿Quieres comerte nuestra comida y dormir en nuestras tiendas de gratis...?- Pregunté, desenvainando de nuevo mi katana. -No somos almas de la caridad y mucho menos con los idiotas como tú.- Añadí, acercando mi espada a su cuello.
Sin embargo, poco después, llegó otro hombre. Esto estaba plagado de ellos, aunque este vestía más adecuadamente que algunos para la zona donde estábamos. Con ropajes típicos del desierto y un turbante en la cabeza. Cogió la carne del río, y cortándola y poniéndola en brochetas ,las clavó en el suelo, cerca del fuego para que se doraran. Aquel tipo ya me caía mejor que los pelinegros. Aunque su mirada era extraña. Su pupila tenía forma de cruz y era escalofriante. Este dijo que era un guardián del desierto y que no permitiría que se derramara la sangre sobre aquella arena, mas si así era, sería él quien la derramara. Yo no planeaba matar a nadie, aunque cierto era que mis instintos asesinos florecían poco a poco con los idiotas.
Me fui a buscar algo de bebida, sake para ser más concretos. Saqué cuatro botellas de dicho licor y una de agua para Akane, la cual no bebía alcohol. Se la di y los otros recipientes se los lancé a los demás, quedándome uno. -Tomad, a esto invita la casa. Si alguien prefiere agua, ya sabéis, tenéis un río a rebosar.- Dije, sentándome poco después y pegando un buen trago. Me puse la mano en la cara y la moví hacia los lados soltando un leve suspiro. -Este desierto es muy extraño... Oye, Abdul... Si eres el guardián del desierto, supongo que lo conocerás bien... ¿Sabes si hay alguna civilización en algún lugar de la isla?- Pregunté, esperando que aquel hombre pudiese darnos información suculenta.
-¿Quieres comerte nuestra comida y dormir en nuestras tiendas de gratis...?- Pregunté, desenvainando de nuevo mi katana. -No somos almas de la caridad y mucho menos con los idiotas como tú.- Añadí, acercando mi espada a su cuello.
Sin embargo, poco después, llegó otro hombre. Esto estaba plagado de ellos, aunque este vestía más adecuadamente que algunos para la zona donde estábamos. Con ropajes típicos del desierto y un turbante en la cabeza. Cogió la carne del río, y cortándola y poniéndola en brochetas ,las clavó en el suelo, cerca del fuego para que se doraran. Aquel tipo ya me caía mejor que los pelinegros. Aunque su mirada era extraña. Su pupila tenía forma de cruz y era escalofriante. Este dijo que era un guardián del desierto y que no permitiría que se derramara la sangre sobre aquella arena, mas si así era, sería él quien la derramara. Yo no planeaba matar a nadie, aunque cierto era que mis instintos asesinos florecían poco a poco con los idiotas.
Me fui a buscar algo de bebida, sake para ser más concretos. Saqué cuatro botellas de dicho licor y una de agua para Akane, la cual no bebía alcohol. Se la di y los otros recipientes se los lancé a los demás, quedándome uno. -Tomad, a esto invita la casa. Si alguien prefiere agua, ya sabéis, tenéis un río a rebosar.- Dije, sentándome poco después y pegando un buen trago. Me puse la mano en la cara y la moví hacia los lados soltando un leve suspiro. -Este desierto es muy extraño... Oye, Abdul... Si eres el guardián del desierto, supongo que lo conocerás bien... ¿Sabes si hay alguna civilización en algún lugar de la isla?- Pregunté, esperando que aquel hombre pudiese darnos información suculenta.
Angeline Labelle
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Mientras hacía la hoguera me quedé pensando en lo que tenía que decir y el nombre falso que iba a usar, no era muy bueno inventandome nombres asi que tenía que buscar algo que concordase conmigo y que no delatase que era un pirata. Al fin y al cabo mi ropa no era muy de pirata digamos, pero eso no sería suficiente para ocultar mi identidad. El irrespetuoso que se había ido al rio a mojar su ropa para refrescarse hacía unos 30 minutos, no le fue nada bien, después de que anocheciera el frio era imposible de soportar y el creo que fue el primero en darse cuenta. Se quitó la camiseta y se quedó al lado de la hoguera con la parte de cintura para arriba desnuda. Mostraba un físico musculoso, pero no era quien para opinar, al fin y al cabo me gustaban las chicas. Este dijo que le prepararamos la cena, se creía que íbamos a hacerle la cena a un irrespetuoso como el que no tenía los más mínimos modales, pequeño idiota. No dije nada al respeto, proseguí haciendo la hoguera.
Más tarde el hombre con la boca tapada dijo que prepararía la cena, tenía una figura muy extraña cuando lo ha dicho, nada parecido a 10 minutos antes. Cojió la carne y se dirigió al rio donde la tiró toda. Nos dijo que no era la niñera de nadie y me trató como si fuera el pringado de turno porque estaba aceptando el trato de las chicas. El trato que nos ofrecían me parecía de lo más justo, aunque desconfiaba de todos, ellas nos habían ofrecido un refugio para pasar la noche y comida para sobrevivir, era más que suficiente comparado a lo que les ofrecimos nosotros, que no era nada. El hombre se fue después de haber tirado la comida y se quedó cerca del rio, tampoco es que me importara lo que le pasara. Detesto esos hombre sin modales y los que no crean más que problemas.
Finalmente después de que todo se calmara algo extraño sucedio, el dragón fue engullido por la arena, como si un agujero se abriese en el suelo solo para que el dragón entrara. No le di mucha importancia porque todo sucedía extrañamente ese día, nada me sorprendía ya. Tras lo sucedido un hombre con aspecto de buen ciudadano o conocedor del desierto se mostró, llevaba ropa típica del desierto y un turbante, asi como su piel morena, todo coinicidía que era un hombre de desierto.
Todo menos su rostro, esos ojos no eran naturales, unos ojos amarillos con una cruz negra en el centro, amenazadores. El hombre había cojido la carne que el desgraciado había tirado al agua usando unas agujas que parecían estar hechas de arena. Acaso toda la arena que se movía antes podía haber sido el, quiza si, o quiza no, no puedo tomar decisiones precipitadas, esperare al amanecer a ver si esto se calma y la situación se muestra completamente. Este hombre se hacía llamar Abdul Yabah, y se llamaba a si mismo guardián del desierto, que egocentrico, sigo sin entender que es lo que quería proteger, nadie quiere dunas de arena o desiertos, lo que la gente busca son tesoros y ahí no había ninguno, o por lo menos no me ha llegado más información que la de la ciudad antigua que aun no he encontrado. Al cabo de decir su nombre y su posición nos amenazó usando sus ojos, estos brillaron siniestramente, eran unos ojos atormecedores, unos ojos que solo el demonio podía ser capaz de tener, ese hombre inspiraba miedo a primera vista aunque no me importaría tener que luchar contra el, al fin y al cabo no eran más que unos ojos. Nos informó de que no se debía derramar sangre sobre esa tierra y chorradas de ciudadanos del desierto.
La chica no parecía muy agradecida con la situación, lo comprendo, un hombre se fue tirando la comida al rio mientras que otro se quedó al lado de la hoguera pidiendo que le cocinaran comida como a un señor y por último aparece un hombre con apariencia de ciudadano de por ahí y se nos une. Amenazó al hombre que pedía comida usando su katana pero poco después la volcio a envainar cuando vió a Abdul Yabah. Esta se fue a por algo de sake y vino con una botella de agua y cuatro de lícor, la de agua se la dió a su compañera y ella se quedó una de lícor, nos tiró las otras tres a nosotros y se puede decir que su puntería no estaba nada mal. Coji la botella que la tiro y me bebí un fuerte trago porque llevaba rato sin beber algo de agua y ese sake era de lo mejor. La chica nos había invitado a quedarnos y ademas nos daba de beber, me empezaba a caer bien. Y entonces escuche algo muy interesante, ella preguntó al guardián de antes si había alguna civilización en aquella isla, eso era lo que yo buscaba.
Me senté cerca de ellos y me quedé a escuchar, pero antes quisé introducir mi nombre y decir quien era, asi que proseguí diciendo lo siguiente:
-Hola, mi nombre es Kazuo Nasumi, para los amigos Kazu y soy un cazarrecompensas, mis intenciones en esta isla son un secreto, pero si buscais lo que va siendo una civilización, he recorrido la isla por toda la parte norte y no había nada. No he venido aqui con intención de matar a nadie, pero no tengo problema en hacerlo si alguien se entromete en mi vida. El trato que habeis hecho me parece de lo más justo, por no decir demasiado honesto, nos has permitido estar aqui y nosotros no hemos hecho casi nada.-dije con voz dura y robusta esperando que todos entendieran lo que pensaba y no hubiera dado información que debía ocultar.
¡Muchas gracias!-Añadí posteriormente mirando a la chica que nos había dado el sake y nos había propuesto el trato desde el principio.
Perdona, ¿si no te importa podría saber tu nombre?-Seguí diciendo con voz suave, delicada y con una sonrisa, mirando a la misma chica a la que le di las gracias hace unos instantes.
Después me quedé al lado de ellos esperando su respuesta y pensando un plan para esa noche, alguien debía hacer guardia por si acaso y deberiamos turnarnos para no tener problemas de sueño al día siguiente. Estaba mirando a la chica con una sonrisa y de vez en cuando me giraba a mirar al irrespetuoso de antes como bebía su sake, no me gustaba nada.
Off Rol
Siento mucho haber tardado tanto en responder al rol. Estoy muy ocupado con examenes ultimamente.
Rainbow662
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El ambiente en el campamento se caldeaba. Para empezar la joven de pelo naranja no se había tomado demasiado bien el hecho de que pidiera la cena. No se conformo con gritarle, sino que además desenfundó su espada y la colocó frente a él, aunque no creía que intentase atacarle solo por pedir la cena. Arribor apartó la espada con un suave gesto de mano, por si acaso se le escapaba la mano.
De todas formas aquello no sería necesario, pronto tuvo otros sobre los que centrarse. El tipo pálido y grande que llevaba la enorme espada se había ofrecido a cocinar, algo que en un principio le desconcertó, no le cuadraba mucho que aquel hombre estuviera dispuesto a hacer la cena para todos. Sin embargo todo se aclaró en cuanto vio como echaba la comida al río y se ganaba así la antipatía del peculiar grupo allí reunido incluido él. Tenía hambre y no le había hecho gracia ninguna gracia la osadía de ese tipo. Decidió que si volvía a verlo tendrían más que palabras.
Mientras este cruzaba el estrecho río y se asentaba al otro lado sucedió algo que le dejó anonadado. El extraño lagarto blanco que jugueteaba con la arena desapareció de repente, la arena le succionó como si nada. Buscó con la mirada por si volvía a aparecer por alguna parte, pero el único que llegó al campamento fue otro desconocido con ropajes típicos del desierto. Antes de decir siquiera una palabra, utilizó unas extrañas agujas que parecían hechas de arena con las que recogió la carne del agua y la colocó en la hoguera. -"Genial, otro bicho raro".- pensó Arribor al verle acercarse.
Se hacía llamar Abjul, o Asdul, o algo que Arribor no sabía pronunciar. Se sentó en silencio junto a él y empezó a soltar un discurso sobre que era el guardián de aquel desierto y algo así de que si alguien derramaba sangre sobre la arena él mismo acabaría con él. Lo más extraño eran sus ojos. Amarillos y con una gran pupila en forma de cruz que le daban un aire tenebroso y siniestro. Aquel hombre tampoco le gustaba, era otro creído que se atrevía a amenazarle y a darle órdenes.
A pesar de su peculiar entrada, a las dueñas del campamento no pareció importarles. Una de ellas cogió varias botellas de licor que repartió entre los presentes y después empezó a hablar con el recién llegado sobre unas civilizaciones antiguas o algo de eso. Arribor se centró en el licor, hasta el punto de no prestar atención a la presentación del tipo de pelo naranja. Vació más de la mitad de la botella de licor de dos largos tragos y decidió presentarse él también.
-Bueno, supongo que yo también debería dar mi nombre. Soy Neus, Arribor Neus- dicho esto se dirigió a la chica que le había lanzado el alcohol. -En fin, gracias por la cena y por ofrecerte a llevarme hasta la siguiente isla. A cambio puedes pedirme lo que quieras. Si quieres puedo ir a apalizar al tipo aquel de la espada por tirar la carne al río. Bueno lo último olvídalo, eso lo haré igualmente.
Confiaba en que no se diese cuenta de que se había autoinvitado a su barco hasta llegar a otra isla, preferiblemente a una donde la temperatura fuese normal.
-Por cierto, ¿alguien sabe donde se ha metido el bicho ese raro?- preguntó refiriéndose al pequeño lagarto blanco que había desaparecido sin que aparentemente le importara a nadie.
De todas formas aquello no sería necesario, pronto tuvo otros sobre los que centrarse. El tipo pálido y grande que llevaba la enorme espada se había ofrecido a cocinar, algo que en un principio le desconcertó, no le cuadraba mucho que aquel hombre estuviera dispuesto a hacer la cena para todos. Sin embargo todo se aclaró en cuanto vio como echaba la comida al río y se ganaba así la antipatía del peculiar grupo allí reunido incluido él. Tenía hambre y no le había hecho gracia ninguna gracia la osadía de ese tipo. Decidió que si volvía a verlo tendrían más que palabras.
Mientras este cruzaba el estrecho río y se asentaba al otro lado sucedió algo que le dejó anonadado. El extraño lagarto blanco que jugueteaba con la arena desapareció de repente, la arena le succionó como si nada. Buscó con la mirada por si volvía a aparecer por alguna parte, pero el único que llegó al campamento fue otro desconocido con ropajes típicos del desierto. Antes de decir siquiera una palabra, utilizó unas extrañas agujas que parecían hechas de arena con las que recogió la carne del agua y la colocó en la hoguera. -"Genial, otro bicho raro".- pensó Arribor al verle acercarse.
Se hacía llamar Abjul, o Asdul, o algo que Arribor no sabía pronunciar. Se sentó en silencio junto a él y empezó a soltar un discurso sobre que era el guardián de aquel desierto y algo así de que si alguien derramaba sangre sobre la arena él mismo acabaría con él. Lo más extraño eran sus ojos. Amarillos y con una gran pupila en forma de cruz que le daban un aire tenebroso y siniestro. Aquel hombre tampoco le gustaba, era otro creído que se atrevía a amenazarle y a darle órdenes.
A pesar de su peculiar entrada, a las dueñas del campamento no pareció importarles. Una de ellas cogió varias botellas de licor que repartió entre los presentes y después empezó a hablar con el recién llegado sobre unas civilizaciones antiguas o algo de eso. Arribor se centró en el licor, hasta el punto de no prestar atención a la presentación del tipo de pelo naranja. Vació más de la mitad de la botella de licor de dos largos tragos y decidió presentarse él también.
-Bueno, supongo que yo también debería dar mi nombre. Soy Neus, Arribor Neus- dicho esto se dirigió a la chica que le había lanzado el alcohol. -En fin, gracias por la cena y por ofrecerte a llevarme hasta la siguiente isla. A cambio puedes pedirme lo que quieras. Si quieres puedo ir a apalizar al tipo aquel de la espada por tirar la carne al río. Bueno lo último olvídalo, eso lo haré igualmente.
Confiaba en que no se diese cuenta de que se había autoinvitado a su barco hasta llegar a otra isla, preferiblemente a una donde la temperatura fuese normal.
-Por cierto, ¿alguien sabe donde se ha metido el bicho ese raro?- preguntó refiriéndose al pequeño lagarto blanco que había desaparecido sin que aparentemente le importara a nadie.
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El marine había contemplado desde el otro lado como un tipo aparecía recogiendo la carne usando para ello la arena del desierto. Algo que no se esperaba, pero estaba vigilando y aquel tío había salido de la nada y encima dominaba la arena del desierto. Estaba claro que o bien era un usuario de una paramecia o era de una logia. Esto le dio igual, era usuario de una fruta del diablo y punto. Aunque se decantaba mas de que fuese un logia. Se había acoplado aquel grupo y con el fino oído del asesino había escuchado algo de guardián del desierto o algo así. No le dio importancia alguna a ese asunto. El siguiente en la lista era el guepardo, un animal que había demostrado ser una simple zoan de animal carnívoro. Ahora estaba hablando con la chica, desde el punto de vista de Krauser solo era un crio que quería ligarse a las chicas a toda costa y por eso era así de amable. Ya estaba catalogado como el rubito ligón en la lista negra del marine. Estaba deduciendo las intenciones de cada uno desde su forma de ver las cosas.
Ahora le llegaba el turno a las chicas, unas simples mujeres que exigían de todo a cambio de quedarse simplemente en las tiendas. No se creía que fueran simples ciudadanas pero no tenía pruebas para culparlas de nada. Al menos por ahora pues de allí no se iba a salvar nadie de sus teorías. La peli naranja le resultaba más manipuladora que la otra pero esta era su opinión y nada podía cambiarla. Le hacía cierta gracia pues creía que el rubito ligón como le llamaba había caído en las garras de ella y estaba haciendo el papel de perrito faldero, pobre chico. Pensó mientras seguía con sus teorías. Quedaba solo el tipo del parche, algo escuchó sobre ir a atacarle, sus dotes de espía eran increíbles y los escuchaba, no todo pero palabras sueltas. Pensó que era solo un iluso pues el marine no era moco de pavo y con sus nuevas habilidades no le costaría mucho vencerles a todos. El tipo de la arena sin embargo parecía más serio y por eso se había ganado su agrado. Era alguien de quien se podría fiar en caso de peligro. Era el único que mantenía la disciplina de aquellas personas. Tras varios segundos pasó del grupito y se alejó de allí. Se acercó a un árbol y sacó su espada, de un simple tajo partió aquel tronco en dos y tras eso echó la espada a un lado.
Se sentó al lado del árbol arrancándole trozos de corteza secos y echando varios pedazos sobre unas piedras. Tras eso cortó varias hierbas secas de la misma corteza y algunas de la zona de las hojas. Colocó el mango que sacó del bolsillo sobre la espada y empezó a frotar hasta prender chispas y que se ocasionara una hoguera. Tras eso guardó su arme en la espalda amarrándola y se sentó a unos veinte metros de donde estaban los demás. Sus fríos ojos observaban desde allí sentado el panorama y no pretendía moverse de allí hasta que amaneciera, ya había investigado mucho la isla y tras el amanecer se iría a su embarcación por el camino que había usado para llegar.
Ahora le llegaba el turno a las chicas, unas simples mujeres que exigían de todo a cambio de quedarse simplemente en las tiendas. No se creía que fueran simples ciudadanas pero no tenía pruebas para culparlas de nada. Al menos por ahora pues de allí no se iba a salvar nadie de sus teorías. La peli naranja le resultaba más manipuladora que la otra pero esta era su opinión y nada podía cambiarla. Le hacía cierta gracia pues creía que el rubito ligón como le llamaba había caído en las garras de ella y estaba haciendo el papel de perrito faldero, pobre chico. Pensó mientras seguía con sus teorías. Quedaba solo el tipo del parche, algo escuchó sobre ir a atacarle, sus dotes de espía eran increíbles y los escuchaba, no todo pero palabras sueltas. Pensó que era solo un iluso pues el marine no era moco de pavo y con sus nuevas habilidades no le costaría mucho vencerles a todos. El tipo de la arena sin embargo parecía más serio y por eso se había ganado su agrado. Era alguien de quien se podría fiar en caso de peligro. Era el único que mantenía la disciplina de aquellas personas. Tras varios segundos pasó del grupito y se alejó de allí. Se acercó a un árbol y sacó su espada, de un simple tajo partió aquel tronco en dos y tras eso echó la espada a un lado.
Se sentó al lado del árbol arrancándole trozos de corteza secos y echando varios pedazos sobre unas piedras. Tras eso cortó varias hierbas secas de la misma corteza y algunas de la zona de las hojas. Colocó el mango que sacó del bolsillo sobre la espada y empezó a frotar hasta prender chispas y que se ocasionara una hoguera. Tras eso guardó su arme en la espalda amarrándola y se sentó a unos veinte metros de donde estaban los demás. Sus fríos ojos observaban desde allí sentado el panorama y no pretendía moverse de allí hasta que amaneciera, ya había investigado mucho la isla y tras el amanecer se iría a su embarcación por el camino que había usado para llegar.
Kyoji Kagami
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La joven no tardó en preguntar lo que yo más temía que me preguntaran: Cualquier cosa. me preguntaran lo que fuera que me preguntaran se darían cuenta de que yo no era de aquella isla, así que decidí salir por un lado, pero nunca fui demasiado bueno improvisando este tipo de cosas.
-Mí no hablar su idiomo, saber sólo decir frase asustabilizadora. Anb ajal arzub nihkojj renbud saïl. -Dije, poniendo el acento de mi país de origen, muy oriental, y básicamente, mandándolos a todos a la mierda en mi lengua natal. Tras esto vi cómo ellos también se presentaban. Uno era un cazarecompensas, se llamaba Kazu, mientras que el otro, al que antes había pinchado y por suerte no se había dado cuenta de que fui yo, se presentó como Neus. Este mismo había notado la desaparición de mi pequeño compañero, al cual yo había hecho desaparecer. La única forma de explicarlo, y a la vez de salir de allí disimulando, que se me ocurrió fue, quizás, la más estúpida idea que jamás había tenido, y por eso mismo, era muy probable que saliera bien.
-Disierto come personos, is una disierto pieligroso... -Dije, y tras decir esto, con el mismo acento que antes había puesto, cree un pequeño hueco en la arena en el cual entré, y luego cerré, ando la impresión de que el desierto también me había comido a mí mismo, y convirtiéndome después en arena, de modo que si cababan tan sólo lograrían ver arena, pero para evitar cualquier cosa, salí de allí por debajo de la tierra hasta las afueras de aquel campamento. -*Maldición, casi me pillan, además, seguramente podría habérseme ocurrido algo mejor en otra ocasión, pero...* -Vinieron a mi mente imágenes de los pechos de aquellas jóvenes, haciéndome recordar el por qué estuve tan poco ágil mentalmente. Esto hizo que "el pequeño Kagami" se levantara, y yo me enfadadé por ser incapaz de controlar mis instintos y reprimir al cabezón.
Ahora me reuní con Shu, que estaba comiéndose a un bicho que se había encontrado en la arena. -Meh, maldita sea Shu, te tengo dicho que no comas bichos... -Le dije quitándoselo de la boca. No podía evitar preguntarme qué estarían pensando las personas del campamento tras ver mi "genial" salida. Pensé que seguramente estarían asustados, puede que se estuvieran preocupando por el desierto, o quién sabe qué. En lo que yo hacía mis elucubraciones pude oír un fuerte sonido que venía de aquella dirección. Transformándome en arena de nuevo me acerqué, hasta detrás de las tiendas, y vi cómo, muy cerca de allí, se había instalado el tipo de la niebla. -*Oh, que interesante... ¿Qué pasará ahora? ¿Se pelearán realmente, o tendrán miedo del desierto?* -Pensaba yo intrigado por sus posibles comportamientos ante esa situación. Pero, lo que más me preguntaba, era que, si se peleaban, ¿cuáles serían los bandos? y ¿de qué lado me pondría yo? Aunque, bien mirado, no sería bueno intervenir, de modo que decidí que, si finalmente me ignoraban y peleaban, yo me limitaría a observar.
-Mí no hablar su idiomo, saber sólo decir frase asustabilizadora. Anb ajal arzub nihkojj renbud saïl. -Dije, poniendo el acento de mi país de origen, muy oriental, y básicamente, mandándolos a todos a la mierda en mi lengua natal. Tras esto vi cómo ellos también se presentaban. Uno era un cazarecompensas, se llamaba Kazu, mientras que el otro, al que antes había pinchado y por suerte no se había dado cuenta de que fui yo, se presentó como Neus. Este mismo había notado la desaparición de mi pequeño compañero, al cual yo había hecho desaparecer. La única forma de explicarlo, y a la vez de salir de allí disimulando, que se me ocurrió fue, quizás, la más estúpida idea que jamás había tenido, y por eso mismo, era muy probable que saliera bien.
-Disierto come personos, is una disierto pieligroso... -Dije, y tras decir esto, con el mismo acento que antes había puesto, cree un pequeño hueco en la arena en el cual entré, y luego cerré, ando la impresión de que el desierto también me había comido a mí mismo, y convirtiéndome después en arena, de modo que si cababan tan sólo lograrían ver arena, pero para evitar cualquier cosa, salí de allí por debajo de la tierra hasta las afueras de aquel campamento. -*Maldición, casi me pillan, además, seguramente podría habérseme ocurrido algo mejor en otra ocasión, pero...* -Vinieron a mi mente imágenes de los pechos de aquellas jóvenes, haciéndome recordar el por qué estuve tan poco ágil mentalmente. Esto hizo que "el pequeño Kagami" se levantara, y yo me enfadadé por ser incapaz de controlar mis instintos y reprimir al cabezón.
Ahora me reuní con Shu, que estaba comiéndose a un bicho que se había encontrado en la arena. -Meh, maldita sea Shu, te tengo dicho que no comas bichos... -Le dije quitándoselo de la boca. No podía evitar preguntarme qué estarían pensando las personas del campamento tras ver mi "genial" salida. Pensé que seguramente estarían asustados, puede que se estuvieran preocupando por el desierto, o quién sabe qué. En lo que yo hacía mis elucubraciones pude oír un fuerte sonido que venía de aquella dirección. Transformándome en arena de nuevo me acerqué, hasta detrás de las tiendas, y vi cómo, muy cerca de allí, se había instalado el tipo de la niebla. -*Oh, que interesante... ¿Qué pasará ahora? ¿Se pelearán realmente, o tendrán miedo del desierto?* -Pensaba yo intrigado por sus posibles comportamientos ante esa situación. Pero, lo que más me preguntaba, era que, si se peleaban, ¿cuáles serían los bandos? y ¿de qué lado me pondría yo? Aunque, bien mirado, no sería bueno intervenir, de modo que decidí que, si finalmente me ignoraban y peleaban, yo me limitaría a observar.
Ayane
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La respuesta que buscaba no era la que encontré. El tipo dijo que no hablaba nuestro idioma, que solo sabía decir eso y poco más. Era bastante extraño, pues no tuvo dificultar para tener un buen acento, cosa que aunque hubiese memorizado, si hablaba tan mal nuestro idioma, era demasiado difícil, aunque no sería yo quien le juzgara, ni aunque nos hubiera dicho algo en lenguaje irreconocible para mí. Mientras no fuese algo malo, que más daba, y aunque lo fuera, no lo entendí, por lo que tampoco le di muchas vueltas. Seguidamente se presentaron el pelirrojo, diciendo que era un cazarrecompensas, de nombre Kazuo Nasumi, el cual parecía satisfecho con el trato que propuse, a diferencia de otros. El moreno prepotente e idiota, se llamaba Arribor Neus. Decidí presentarme tal y como habían hecho ellos.
-Yo soy Ayane, soy una aventurera que había oídio ciertos rumores sobre unas ruinas y había venido a explorar junto a mi amiga, Akane.- Decía yo, dando mi nombre y el de micompañera. No era la mejor forma de mantenerse en el anonimato, pero tampoco conocerían dos personas de la revolución con ese nombre, de hecho, a parte de los más importantes, raro era que se conociese la identidad de un soldado raso de aquella organización.
Arribor agradeció la cena y que le llevásemos a la próxima isla a la que fuésemos, cosa que no le había prometido, pero no estaba el horno para bollos, pues lo que pasó a continuación fue aún más desconcertante que todo lo demás. El moreno preguntó por el pequeño dragón, y el supuesto guardián del desierto, mencionó que la arena era capaz de tragarse a los hombre, y nada más decirlo, se hizo un agujero bajo sus pies y desapareció. Mis ojos se tornaron como platos, incluso pegué un bote, y me quedé de pie.
-Vale, eso ha sido muy extraño...- Decía yo, mirando la zona donde había sido engullido aquel hombre. -Es muy, pero que muy extraño, pero es bastante raro que justo después de decir eso, el desierto se lo trague a él, además, si es el guardián, debe haber vivido mucho tiempo aquí... Es demasiado raro que justo ahora lo engulla la arena.- Comentaba yo, pensando en las posibles soluciones a mis preguntas.
La verdad es que estaba algo asustada. No me había creído del todo lo que acababa de pasar, pero parecía demasiado real, y aquel tipo no salía de allí. Si era cierto, corríamos peligro, y no quería morir enterrada. Era una muerte horrible, y yo aún tenía muchos años por delante, no quería desperdiciarlos de ese modo. Akane se puso a mi lado y le dije que no tuviera miedo, que no nos iba a pasar nada, mas era algo que no sabía a ciencia cierta.
-Yo soy Ayane, soy una aventurera que había oídio ciertos rumores sobre unas ruinas y había venido a explorar junto a mi amiga, Akane.- Decía yo, dando mi nombre y el de micompañera. No era la mejor forma de mantenerse en el anonimato, pero tampoco conocerían dos personas de la revolución con ese nombre, de hecho, a parte de los más importantes, raro era que se conociese la identidad de un soldado raso de aquella organización.
Arribor agradeció la cena y que le llevásemos a la próxima isla a la que fuésemos, cosa que no le había prometido, pero no estaba el horno para bollos, pues lo que pasó a continuación fue aún más desconcertante que todo lo demás. El moreno preguntó por el pequeño dragón, y el supuesto guardián del desierto, mencionó que la arena era capaz de tragarse a los hombre, y nada más decirlo, se hizo un agujero bajo sus pies y desapareció. Mis ojos se tornaron como platos, incluso pegué un bote, y me quedé de pie.
-Vale, eso ha sido muy extraño...- Decía yo, mirando la zona donde había sido engullido aquel hombre. -Es muy, pero que muy extraño, pero es bastante raro que justo después de decir eso, el desierto se lo trague a él, además, si es el guardián, debe haber vivido mucho tiempo aquí... Es demasiado raro que justo ahora lo engulla la arena.- Comentaba yo, pensando en las posibles soluciones a mis preguntas.
La verdad es que estaba algo asustada. No me había creído del todo lo que acababa de pasar, pero parecía demasiado real, y aquel tipo no salía de allí. Si era cierto, corríamos peligro, y no quería morir enterrada. Era una muerte horrible, y yo aún tenía muchos años por delante, no quería desperdiciarlos de ese modo. Akane se puso a mi lado y le dije que no tuviera miedo, que no nos iba a pasar nada, mas era algo que no sabía a ciencia cierta.
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Estaba bebiendo mi sake y escuchando las presentaciones de los demas, el moreno se hacía llamar Arribor Neus, un nombre extraño, pero no más que mi nombre falso. Este se autoinvitó al barco de las chicas al decir que le llevarían a la siguiente isla sin más, estaba jugando muy sucio con su suerte. Al fin y al cabo el hecho de que pudiera descansar tranquilo aqui y bebiendo sake era gracias a estas dos chicas. Finalmente el irresponsable moreno concluyo preguntando que había pasado con el pequeño dragón.
Seguidamante a lo lejos se oyó un gran ruido, un árbol había caido cerca del rio en dos partes perfectamente cortadas. Era el tipo de la cara tapada que parecía estar haciendose una fogata. No asemejaba una cara de gusto cuando miraba para el campamento, más bien parecía disgustado al vernos aqui, sera porque no le dejamos venir y no le quisimos dar de comer. No podrá durar muchos días solo por este desierto porque no hay comida suficiente. Eso fue lo que pensé al estar mirandole al lado de su hoguera.
No muy tarde, tras la presentación del moreno y su pregunta sobre el pequño dragón empezó a hablar el guardián del desierto. Este empezó a hablar con lo que podría ser un acento del desierto, estaba diciendo que no sabía hablar nuestros idioma y que solo sabía decir frases para asustar. Ese acento no parecía muy real, parecía más bien insinuado y falso. No era nadie pare juzgarlo por esto, pero el tipo antes había hablado perfectamente al amenazarnos y ahora de repente ya no sabía hablar, podría ser por la pregunta del moreno o por otras razones. Sin embargo no comprendía casi nada de sus palabras, estaba hablando en otro idioma inexplicable para mi.
Este hombre dijo de repente que el desierto come personas y que este es peligroso, tras esas palabras fue engullido por la arena igual que el pequeño dragón de antes pero esta vez no había visto arena moviendose extrañamente bajo sus pies como con el dragón. Este literalmente fue engullido por la arena sin dejar ningún rastro, podría ser que fuera un usuario de la arena y escapase por debajo de la tierra. Esto se me ocurrió al recordar como había cojido la carne del rio, usando agujas de arena. A caso podría ser ese pequeño dragón su mascota o alguno de sus subordinados con una fruta zoan mitológica. Algo no me cuadraba y no quería pensar en ideas desorbitadas en ese momento. La chica se había presentado antes de que este fuera engullido, ella se hacía llamar Ayane y su amiga Akane, las dos eran aventureras en busca de unas ruinas. Era exactamente lo que yo buscaba y ellas estaban tambien tras ello, por lo tanto pensé en aliarme con ellas en la busqueda de este tesoro.
La reacción de Ayane al ver al guardián engullido por la arena fue estupefacta, esta dió un bote y sus ojos estaban como platos, no se creía lo que estaba viendo. Estaba diciendo que eso era muy raro que pasase en ese momento con tantas coincidencias. Para calmar la situación dije lo siguiente:
-Seguramente nos estará mintiendo, ese acento podría ser fingido, antes hablaba perfectamente. Y sobre lo de ser engullido por el desierto, ¿a caso no podría ser un usuario?, antes cojió la carne usando agujas de lo que parecía ser arena y sin usar sus manos para sujetarlas. Esto es lo que yo pienso, no por lo tanto tiene porque ser verdad pero me parece lo más lógico en este momento- dije sin titubear, con voz clara y un tono mediano, era lo que yo pensaba y esperaba que ellos pensasen algo parecido.
Después de decir lo que tenía que decir me quedé sentado bebiendo tranquilamente sake y esperando la respuesta de los demas. Algo extraño estaba ocurriendo y debíamos resolver este enigma lo más pronto posible para conseguir más confianza en nosotros mismos.
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Nadie parecía prestar atención a la desaparición de aquel dragón o lo que fuera. Era el segundo animal que se esfumaba del campamento aquel día, después del guepardo de antes. Lo cierto era que aquella noche estaba resultando ser bastante extraña, aunque al menos su autoinvitación en el barco de las dos chicas había pasado desapercibida por el momento.
La chica pelinaranja, una tal Ayane, estaba hablando con el recién llegado del turbante cuando este, sin previo aviso, empezó a desvariar. Soltó una ininteligible parrafada en un idioma desconocido y después intercaló algunas palabras sueltas para decirles que no hablaba su idioma y algo sobre el desierto. Un segundo después, para rematar la velada, el tipo del turbante se hundió rápidamente en la arena. Arribor se quedó boquiabierto, el autodenominado guardián del desierto, quién, se suponía, debía vigilarlo había sido tragado por la misma arena que debía proteger. Lo cierto es que dentro de lo raro, eso se llevaba la palma.
-¿A nadie más le parece qué este tipo es un guardián pésimo?- dijo Arribor. Aún seguía anonadado por lo que acababa de ocurrir cuando un fuerte ruido al otro lado del río le llamó la atención. El tipo de la espada que tanto le irritaba había derribado un árbol con el que encender su propia hoguera. Aquel hombre no le gustaba, actuaba como si fuera superior a él y eso le molestaba enormemente. Se quedó observándole fijamente durante unos segundos hasta que el tipo del pelo naranja interrumpió sus pensamientos.
-Seguramente nos estará mintiendo, ese acento podría ser fingido, antes hablaba perfectamente. Y sobre lo de ser engullido por el desierto, ¿a caso no podría ser un usuario?, antes cogió la carne usando agujas de lo que parecía ser arena y sin usar sus manos para sujetarlas. Esto es lo que yo pienso, no por lo tanto tiene porque ser verdad pero me parece lo más lógico en este momento- dijo tranquilamente mientras volvía a su sake.
Lo cierto era que tenía sentido, si ese tipo tuviese una "habilidad" eso explicaría la sucesión de extraños acontecimientos relacionados con la arena que se habían producido aquel día. Aunque no explicaba por qué había empezado a hablar en aquel idioma incomprensible así de repente.
-Bueno, al fin y al cabo solo es un estúpido desierto, no creo que pueda tragarse a alguien así sin más. Supongo que el calor del desierto durante el día le habrá sentado mal. O eso o es otro loco como aquel de allí enfrente.- dijo señalando al pálido hombre de la gran espada y la cara tapada que acampaba solitario al otro lado del río.
Dicho esto recogió su botella de licor y dio un largo trago. No tenía un buen presentimiento sobre lo que ocurriría, pero sabía que no podía salir nada bueno de juntarse con el tipo de la niebla y el de la arena. Tarde o temprano aquello explotaría y él se aseguraría de estar en medio para disfrutarlo.
La chica pelinaranja, una tal Ayane, estaba hablando con el recién llegado del turbante cuando este, sin previo aviso, empezó a desvariar. Soltó una ininteligible parrafada en un idioma desconocido y después intercaló algunas palabras sueltas para decirles que no hablaba su idioma y algo sobre el desierto. Un segundo después, para rematar la velada, el tipo del turbante se hundió rápidamente en la arena. Arribor se quedó boquiabierto, el autodenominado guardián del desierto, quién, se suponía, debía vigilarlo había sido tragado por la misma arena que debía proteger. Lo cierto es que dentro de lo raro, eso se llevaba la palma.
-¿A nadie más le parece qué este tipo es un guardián pésimo?- dijo Arribor. Aún seguía anonadado por lo que acababa de ocurrir cuando un fuerte ruido al otro lado del río le llamó la atención. El tipo de la espada que tanto le irritaba había derribado un árbol con el que encender su propia hoguera. Aquel hombre no le gustaba, actuaba como si fuera superior a él y eso le molestaba enormemente. Se quedó observándole fijamente durante unos segundos hasta que el tipo del pelo naranja interrumpió sus pensamientos.
-Seguramente nos estará mintiendo, ese acento podría ser fingido, antes hablaba perfectamente. Y sobre lo de ser engullido por el desierto, ¿a caso no podría ser un usuario?, antes cogió la carne usando agujas de lo que parecía ser arena y sin usar sus manos para sujetarlas. Esto es lo que yo pienso, no por lo tanto tiene porque ser verdad pero me parece lo más lógico en este momento- dijo tranquilamente mientras volvía a su sake.
Lo cierto era que tenía sentido, si ese tipo tuviese una "habilidad" eso explicaría la sucesión de extraños acontecimientos relacionados con la arena que se habían producido aquel día. Aunque no explicaba por qué había empezado a hablar en aquel idioma incomprensible así de repente.
-Bueno, al fin y al cabo solo es un estúpido desierto, no creo que pueda tragarse a alguien así sin más. Supongo que el calor del desierto durante el día le habrá sentado mal. O eso o es otro loco como aquel de allí enfrente.- dijo señalando al pálido hombre de la gran espada y la cara tapada que acampaba solitario al otro lado del río.
Dicho esto recogió su botella de licor y dio un largo trago. No tenía un buen presentimiento sobre lo que ocurriría, pero sabía que no podía salir nada bueno de juntarse con el tipo de la niebla y el de la arena. Tarde o temprano aquello explotaría y él se aseguraría de estar en medio para disfrutarlo.
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Krauser continuaba en su hoguera tranquilamente observando atento a todo lo que podía. Estaba perfectamente y sabía manejar bien la situación en la que se encontraba. Desde lejos había visto como el tío del turbante era tragado por la arena. Sus sospechas ahora eran mayores, no creía en estupideces ni en cuentos de hadas por lo que en sus pensamientos deducía que aquel hombre era un usuario. Encima antes aquel pequeño ser estaba jugando con la arena, estaba claro.
- Interesante, un logia. Hacía mucho que no veía uno, ese tipo no puede engañarme, pero si se ha alejado de ellos es por algo. El enemigo de mi enemigo es mi amigo así que no me preocupare.
Un ruido hizo que este mirara a su derecha, dos tipos vestidos de negro con sables estaban a su lado observándolo. Parecían unos tipos perdidos, ambos lo amenazaron diciéndole que les diera todo lo que llevaba. Se presentaron como piratas que se habían perdido en el desierto. La mirada del enorme marine estaba fija en ellos de forma fría. Si esos inútiles pensaban en poder vencer al hombre que tenían delante estaban realmente mal de la cabeza. Krauser se levantó muy lentamente llevando la mano al mango de su arma y observándolos. Estos al ver que se ponía a la defensiva empezaron a amenazarle para que soltara su arma, este solo soltó una carcajada algo sádica y de un tajo partió a uno de ellos en dos. El otro asustado retrocedió mientras agarraba su arma con las dos manos temblando al ver como su amigo estaba partido por la mitad por el arma de aquel hombre.
- ¡Maldito monstruo! aléjate de mí. Vete de aquí, ¡déjame!
Gritaba una y otra vez mientras daba paso atrás retrocediendo. El Gran Espada soltó su arma echándola a un lado y estiró el brazo agarrándolo del cuello. Sus ojos se clavaron en los de aquel hombre que había osado atracarle. Estaba metiéndose con uno de los peores marines que había por el momento. Con un tono grave y bastante siniestro le habló sin contenerse en sus palabras.
- Has intentado meterte con quien no debías, ahora atente a las consecuencias. Cualquiera que ataca a otro debe entender que se está jugando la vida y habéis cometido el error de presentaros ante mí como piratas. Ante un marine, ante un sargento mayor. Creo que esto te va a costar caro y cuando digo caro me refiero a que te va a costar la vida, solo eres basura. Ahora muere de una vez maldito insecto.
Envolvió la mano libre de energía cortante y de un puñetazo en el cráneo con fuerza lo mató. Tras aquello lanzó el cadáver al rio y se volvió a sentar en su sitio con una tétrica mirada. Pronto llegaría la hora de volver a su barco y largarse de aquella estúpida isla, ya no le interesaba investigarla. Pronto se levantaría y saldría de aquel infierno pero por ahora estaba allí sentado tranquilamente.
- Interesante, un logia. Hacía mucho que no veía uno, ese tipo no puede engañarme, pero si se ha alejado de ellos es por algo. El enemigo de mi enemigo es mi amigo así que no me preocupare.
Un ruido hizo que este mirara a su derecha, dos tipos vestidos de negro con sables estaban a su lado observándolo. Parecían unos tipos perdidos, ambos lo amenazaron diciéndole que les diera todo lo que llevaba. Se presentaron como piratas que se habían perdido en el desierto. La mirada del enorme marine estaba fija en ellos de forma fría. Si esos inútiles pensaban en poder vencer al hombre que tenían delante estaban realmente mal de la cabeza. Krauser se levantó muy lentamente llevando la mano al mango de su arma y observándolos. Estos al ver que se ponía a la defensiva empezaron a amenazarle para que soltara su arma, este solo soltó una carcajada algo sádica y de un tajo partió a uno de ellos en dos. El otro asustado retrocedió mientras agarraba su arma con las dos manos temblando al ver como su amigo estaba partido por la mitad por el arma de aquel hombre.
- ¡Maldito monstruo! aléjate de mí. Vete de aquí, ¡déjame!
Gritaba una y otra vez mientras daba paso atrás retrocediendo. El Gran Espada soltó su arma echándola a un lado y estiró el brazo agarrándolo del cuello. Sus ojos se clavaron en los de aquel hombre que había osado atracarle. Estaba metiéndose con uno de los peores marines que había por el momento. Con un tono grave y bastante siniestro le habló sin contenerse en sus palabras.
- Has intentado meterte con quien no debías, ahora atente a las consecuencias. Cualquiera que ataca a otro debe entender que se está jugando la vida y habéis cometido el error de presentaros ante mí como piratas. Ante un marine, ante un sargento mayor. Creo que esto te va a costar caro y cuando digo caro me refiero a que te va a costar la vida, solo eres basura. Ahora muere de una vez maldito insecto.
Envolvió la mano libre de energía cortante y de un puñetazo en el cráneo con fuerza lo mató. Tras aquello lanzó el cadáver al rio y se volvió a sentar en su sitio con una tétrica mirada. Pronto llegaría la hora de volver a su barco y largarse de aquella estúpida isla, ya no le interesaba investigarla. Pronto se levantaría y saldría de aquel infierno pero por ahora estaba allí sentado tranquilamente.
Kyoji Kagami
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Al parecer aquellos tipos no eran realmente idiotas y sí se dieron cuenta de que yo no era, ni por asomo, un guardián ni nada parecido. Mientras estos debatían sobre qué hacer conmigo el otro de ellos, aquel más huraño y que parecía el más peligroso, se dedicaba a encargarse de un par de piratas perdidos, a los cuales mató sin miramientos. -*Interesante… *-Pensé yo. -*Puede que ese saco de músculos sin cerebro me sea útil al fin y al cabo, si alguno de estos idiotas es un pirata, me ocuparé de que él los cace* -Añadí después a mi esquema mental sobre qué hacer ahora.
Crucé aquel río formando pequeños peldaños de arena, hasta llegar a su posición. Por lo que oí justo antes de que matara al segundo de estos, era un soldado de la marina, un sargento, así que podía serme útil definitivamente. Mientras me preparaba para entablar conversación con aquel tipo raro de la espada, un grupo de piratas se acercó de nuevo a él. –Meh, que molesto… No me apetece nada tener que matarlos, pero… En fin… ¡Sabaku no buki, Supiazu! (Armas del desierto, Lanza) –Tras decir esto una enorme lanza de arena se formó a partir de la arena de aquel desierto, totalmente compactada y endurecida hasta alcanzar una dureza superior a la de una roca, la cual tomé con la mano y comencé a girar rápido sobre mi cabeza, para acabar dando un golpe seco con el extremo del mango en la arena. –Hanten ame. (Lluvia invertida) –Añadí tras dar este golpe, y tras esto centenares de agujas de arena se crearon a los pies de aquellos piratas, que no eran más que cuatro o cinco idiotas deseosos de morir, y los atravesaron múltiples veces al salir disparadas hacia arriba. Tras acabar con ellos, que ahora yacían muertos en el suelo, me acerqué a aquel tipo y lo miré a los ojos. Con mi voz normal y en su propia lengua me presenté y le sugerí una idea…
-Mi nombre es Kagami, Kyoji Kagami. Un placer. Si no he entendido mal has asegurado ser un marine, ¿estoy en lo cierto? Bien, en tal caso tengo algo que proponerte… -Tras decir esto me senté en la arena, bajo la cual había estado Shu mientras yo me ocupaba de aquellos piratas, y ahora salía a la superficie con una brizna de hierba en la boca. –Ahora te has vuelto vegetariano, ¿no? Anda que… -Le dije a mi pequeño acompañante mientras lo subía sobre mí y le acariciaba la cabeza. Al tacto era similar a una serpiente albina, de hecho podría ser fácilmente un híbrido de aquella especie. También estaba muy frío, supongo que la noche en este desierto tampoco era nada cálida, y la arena de este debió haberle dejado así, además de que estaba recubierto de arena todavía, y al tiempo que lo acariciaba lo espolsaba. Tras esto, y borrando de mi rostro la sonrisa que esbocé con Shu, miré de nuevo al marine a los ojos, colocando ahora en los míos a aquel demonio, mostrándole unos ojos amarillos que distan mucho de los que un humano convencional tendría. -… soy parte de un grupo de inteligencia que no conocerás con tu rango y nivel actual, se llama “Cipher Pol”, y nos ocupamos de las misiones más peligrosas. Voy a necesitar tu colaboración para ocuparnos de aquellos… -Dije señalando a las personas del campamento. –Normalmente no necesitaría ayuda, pero este es un caso especial… Soy incapaz de herir a una mujer, así que sencillamente me sería imposible acabar con todos. Lo primero es certificar que son piratas o enemigos del gobierno, tras esto actuaremos…
Crucé aquel río formando pequeños peldaños de arena, hasta llegar a su posición. Por lo que oí justo antes de que matara al segundo de estos, era un soldado de la marina, un sargento, así que podía serme útil definitivamente. Mientras me preparaba para entablar conversación con aquel tipo raro de la espada, un grupo de piratas se acercó de nuevo a él. –Meh, que molesto… No me apetece nada tener que matarlos, pero… En fin… ¡Sabaku no buki, Supiazu! (Armas del desierto, Lanza) –Tras decir esto una enorme lanza de arena se formó a partir de la arena de aquel desierto, totalmente compactada y endurecida hasta alcanzar una dureza superior a la de una roca, la cual tomé con la mano y comencé a girar rápido sobre mi cabeza, para acabar dando un golpe seco con el extremo del mango en la arena. –Hanten ame. (Lluvia invertida) –Añadí tras dar este golpe, y tras esto centenares de agujas de arena se crearon a los pies de aquellos piratas, que no eran más que cuatro o cinco idiotas deseosos de morir, y los atravesaron múltiples veces al salir disparadas hacia arriba. Tras acabar con ellos, que ahora yacían muertos en el suelo, me acerqué a aquel tipo y lo miré a los ojos. Con mi voz normal y en su propia lengua me presenté y le sugerí una idea…
-Mi nombre es Kagami, Kyoji Kagami. Un placer. Si no he entendido mal has asegurado ser un marine, ¿estoy en lo cierto? Bien, en tal caso tengo algo que proponerte… -Tras decir esto me senté en la arena, bajo la cual había estado Shu mientras yo me ocupaba de aquellos piratas, y ahora salía a la superficie con una brizna de hierba en la boca. –Ahora te has vuelto vegetariano, ¿no? Anda que… -Le dije a mi pequeño acompañante mientras lo subía sobre mí y le acariciaba la cabeza. Al tacto era similar a una serpiente albina, de hecho podría ser fácilmente un híbrido de aquella especie. También estaba muy frío, supongo que la noche en este desierto tampoco era nada cálida, y la arena de este debió haberle dejado así, además de que estaba recubierto de arena todavía, y al tiempo que lo acariciaba lo espolsaba. Tras esto, y borrando de mi rostro la sonrisa que esbocé con Shu, miré de nuevo al marine a los ojos, colocando ahora en los míos a aquel demonio, mostrándole unos ojos amarillos que distan mucho de los que un humano convencional tendría. -… soy parte de un grupo de inteligencia que no conocerás con tu rango y nivel actual, se llama “Cipher Pol”, y nos ocupamos de las misiones más peligrosas. Voy a necesitar tu colaboración para ocuparnos de aquellos… -Dije señalando a las personas del campamento. –Normalmente no necesitaría ayuda, pero este es un caso especial… Soy incapaz de herir a una mujer, así que sencillamente me sería imposible acabar con todos. Lo primero es certificar que son piratas o enemigos del gobierno, tras esto actuaremos…
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