Zack Suky
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Una "O" de humo ascendía suavemente hacia el techo del local hasta que terminaba haciéndose tran grande que se partía desmoronando el bucle de aire que lo mantenía. Me entretenía mirando aquella tontería a la par que saciaba mi ansias de fumar mientras esperaba a un golpe de suerte que no esperaba que llegase, pero ahí estaba con mi nodachi sobre la mesa esperando a ver si llegaba. No es que me considerase un afortunado de la vida, pero a veces me gustaba jugar e intentarlo.
Había llegado el día anterior y de momento mi llegada no había sido muy fructífera. Decidí venir a esta isla porque me habían informado que la presencia de los marines era más bien escasa y quise echar un vistazo por sí era un buen lugar para asentarme y montar mi taller, pero tras un día entero decidí que lo único bueno del lugar era dicha ausencia de marines, ya que no había encontrado nada que pudiese usar para montar dicho taller, incluso no vi nada que mereciese robar, bueno en verdad me había quedado una cacerola de latón que había en un patio trasero de una casa, pero nada digno de mencionar que se dijera.
En el fondo no sabía muy bien que hacía un día más aquí puesto que sólo había pescadores y cazadores, pero una conversación ajena que escuché en este mismo tugurio fue lo que alargó mi estancia. Había escuchado a un cazador intentándole vender unas piezas no muy buenas al dueño del local e intentaba añadirles valor porque las había encontrado cerca de las montañas del norte donde moraban no se qué demonios y que se había jugado la vida para conseguirlas. Hablaba del ruido de unos golpeteos atronadores, como si de una lucha titánica entre los monstruos fuese la causa, y no se cuantas fatochadas más. Al principio pensaba que sería una excusa para sacar más precio de las presas y casi dejo de prestarle atención, pero un comentario sobre humo saliendo de cerca de aquellas cuevas devolvió mi atención a la conversación. Siguió con varias chorradas más, pero yo sacaba pequeñas connotaciones de la historia. Ruido de metal entrechocando, gases con olores específicos y el hecho de que casi nadie se acercaba allí por los mitos. No sabía si era producto del aburrimiento o que simplemente tenía ansias por conseguir algo, pero yo de la historia entendí que allí había algún tipo de fábrica u taller que nadie quería que viesen y eso sólo significaba algo ilegal y por lo tanto no denunciable. Era perfecto para mantener mi mente ocupada mientras encontraba otras cosas que hacer y por todo eso volvía a estar en el local.
Era un sitio pequeñito y acogedor, en el cual había un aroma a guiso casero permanente. La cocinera era la mujer del dueño, la cual aparte de unos senos escandalosamente grandes, poseía unas manos para la cocina excepcionales. Todo eso era un punto a favor para que estuviese aquí, pero mi intención era encontrar a alguno de esos cazadores que se adentraban en el bosque para hacerme de guía. No es que buscase a alguien experto en la zona puesto que según el tabernero casi nadie se adentraba, pero me valía alguien lo suficiente fuerte o loco que se prestase a la tarea. Lo cierto era que cualquiera que supiera moverse por un bosque valía y eso fue lo que le dije dicho al camarero por si alguien buscaba adentrarse por alguna causa. Quizás pudiera unirme a algún cazador que quisiera ayuda para cazar por la zona, pero como me había aburrido de esperar me entretenía con mis oes de humo.
Había llegado el día anterior y de momento mi llegada no había sido muy fructífera. Decidí venir a esta isla porque me habían informado que la presencia de los marines era más bien escasa y quise echar un vistazo por sí era un buen lugar para asentarme y montar mi taller, pero tras un día entero decidí que lo único bueno del lugar era dicha ausencia de marines, ya que no había encontrado nada que pudiese usar para montar dicho taller, incluso no vi nada que mereciese robar, bueno en verdad me había quedado una cacerola de latón que había en un patio trasero de una casa, pero nada digno de mencionar que se dijera.
En el fondo no sabía muy bien que hacía un día más aquí puesto que sólo había pescadores y cazadores, pero una conversación ajena que escuché en este mismo tugurio fue lo que alargó mi estancia. Había escuchado a un cazador intentándole vender unas piezas no muy buenas al dueño del local e intentaba añadirles valor porque las había encontrado cerca de las montañas del norte donde moraban no se qué demonios y que se había jugado la vida para conseguirlas. Hablaba del ruido de unos golpeteos atronadores, como si de una lucha titánica entre los monstruos fuese la causa, y no se cuantas fatochadas más. Al principio pensaba que sería una excusa para sacar más precio de las presas y casi dejo de prestarle atención, pero un comentario sobre humo saliendo de cerca de aquellas cuevas devolvió mi atención a la conversación. Siguió con varias chorradas más, pero yo sacaba pequeñas connotaciones de la historia. Ruido de metal entrechocando, gases con olores específicos y el hecho de que casi nadie se acercaba allí por los mitos. No sabía si era producto del aburrimiento o que simplemente tenía ansias por conseguir algo, pero yo de la historia entendí que allí había algún tipo de fábrica u taller que nadie quería que viesen y eso sólo significaba algo ilegal y por lo tanto no denunciable. Era perfecto para mantener mi mente ocupada mientras encontraba otras cosas que hacer y por todo eso volvía a estar en el local.
Era un sitio pequeñito y acogedor, en el cual había un aroma a guiso casero permanente. La cocinera era la mujer del dueño, la cual aparte de unos senos escandalosamente grandes, poseía unas manos para la cocina excepcionales. Todo eso era un punto a favor para que estuviese aquí, pero mi intención era encontrar a alguno de esos cazadores que se adentraban en el bosque para hacerme de guía. No es que buscase a alguien experto en la zona puesto que según el tabernero casi nadie se adentraba, pero me valía alguien lo suficiente fuerte o loco que se prestase a la tarea. Lo cierto era que cualquiera que supiera moverse por un bosque valía y eso fue lo que le dije dicho al camarero por si alguien buscaba adentrarse por alguna causa. Quizás pudiera unirme a algún cazador que quisiera ayuda para cazar por la zona, pero como me había aburrido de esperar me entretenía con mis oes de humo.
Ryusen Higure
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Me encontraba en Hargeon, una pequeña isla en el East Blue donde se supone que existía un bosque con una leyenda sobre demonios y monstruos. Quería saber más sobre dichas criaturas, y también investigar las plantas de la isla por si hay alguna con alguna aplicación medicinal. Había llegado en un barco de comerciantes que habían ido a comprar los pescados de la zona, acompañado de mi fiel amigo Kyran ya que mi esposa se había quedado en una isla lejos del posible peligro. En mi cintura colgaban dos rapiers que se perdían debajo de mi abrigo que cubría casi todo mi cuerpo. Mis ojos vagaban por todos los lados del puerto mientras avanzaba hacia la ciudad, y mis orejas estaban atentas a cualquier sonido para poder detectar cualquier posible amenaza. La gente me miraba de forma rara conforme caminaba ya que no es común ver a un gorila acompañar a un gato enorme que camina sobre dos patas y se viste como un humano. Pese a que mi intención era investigar el bosque primero pasaría por una taberna o una posada a comer algo y reunir algo de información sobre los bosques de la isla.
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Di un largo trago al tubo de cerveza apurándolo hasta que la última gota terminó desparramándose por el paladar. Dejé el tubo vacío al lado de los otros dos mientras me reclinaba en mi asiento nuevamente. La mañana estaba siendo tranquila para el tabernero y casi ningún cliente había entrado todavía. Sólo se habían quedado dos lugareños que venían de arar el campo para hacer un descanso y refrescar sus secas gargantas. No eran el tipo de persona que buscaba, asique rápidamente dejé de prestarles atención y me encendí otro cigarro mientras pedía al tabernero otra cerveza. - Como no encuentre a alguien pronto, no voy a ser capaz ni de salir por mi propio pie - pensé mientras observaba al hombre traerme mi cuarta cerveza.
Creía que iba a encontrar a alguien pronto, pero la suerte se mostraba esquiva de nuevo. Terminé la cerveza que me estaba bebiendo y me levanté para llevar los vasos a la barra. Nada más ponerme recto me di cuenta que me había levantado demasiado deprisa y un pequeño vértigo me invadió. Por suerte nadie estaba mirándome y todo quedó en una tontería de la cual sólo me reí yo mientras llegaba a la barra.
-Perdona Bob, échale un vistazo a mis cosas, que voy a cambiarle el agua al canario - dije señalando hacia mi nodachi y un pequeño saco donde llevaba la pieza de latón.
Cuando me había levantado no sólo tuve aquel curioso vahído, si no que noté que tenía la vejiga a rebosar. Entré al baño el cual me sorprendió gratamente. No había meados por el suelo ni mierda en la tapa e incluso olía a ambientador. Desde luego era de sobresaliente, aunque al levantar la tapa vi parte del truco. La pastilla del baño tenía forma de diana y era inevitable no apuntar a ella al orinar haciendo que atinases dentro. Era todo un invento ése pensaba mientras tiraba de la cadena listo para volver a mi sitio algo más despejado gracias a lo que había descargado, aunque ahora tenía hambre. Me había parecido oler a pescado cuando me acerqué a la barra y tenía ganas de probarlo.
Creía que iba a encontrar a alguien pronto, pero la suerte se mostraba esquiva de nuevo. Terminé la cerveza que me estaba bebiendo y me levanté para llevar los vasos a la barra. Nada más ponerme recto me di cuenta que me había levantado demasiado deprisa y un pequeño vértigo me invadió. Por suerte nadie estaba mirándome y todo quedó en una tontería de la cual sólo me reí yo mientras llegaba a la barra.
-Perdona Bob, échale un vistazo a mis cosas, que voy a cambiarle el agua al canario - dije señalando hacia mi nodachi y un pequeño saco donde llevaba la pieza de latón.
Cuando me había levantado no sólo tuve aquel curioso vahído, si no que noté que tenía la vejiga a rebosar. Entré al baño el cual me sorprendió gratamente. No había meados por el suelo ni mierda en la tapa e incluso olía a ambientador. Desde luego era de sobresaliente, aunque al levantar la tapa vi parte del truco. La pastilla del baño tenía forma de diana y era inevitable no apuntar a ella al orinar haciendo que atinases dentro. Era todo un invento ése pensaba mientras tiraba de la cadena listo para volver a mi sitio algo más despejado gracias a lo que había descargado, aunque ahora tenía hambre. Me había parecido oler a pescado cuando me acerqué a la barra y tenía ganas de probarlo.
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