La curiosidad por el Sokudan mató al gato, espero que a mi no [Privado Pasado] [Tenebrex-Narahí]

Ya que Edward estaba en el East Blue quiso aprovechar para obtener información de los monjes de la Isla del Sokudan, pues resulta que llevaba un registro de varios estilos de pelea y no tenía apenas detalles del que estos monjes usaban. Sabía que no le iban a desvelar sus secretos, pero confiaba en la buena fe de los monjes.

-Ojala pueda sacar algo en claro, solo sé que no usan armas y disponen de unas técnicas llamadas los Ocho caminos... También sé que tienen conocimientos médicos, quizás pudieran enseñarme algo... pero si no, no pasa nada, con mejorar mis notas me conformaré. ¡Oh! Si tienen una biblioteca o algo estaría muy bien poder leer algo o incluso llevarme algo, con el dinero que tengo es posible que pueda comprarles algo... si es que están dispuestos a vender, claro.

Puesto que quería dar una buena impresión, no fue vestido de negro como habitualmente lo hacía, por razones psicológicas que no agradaban a Edward, los colores oscuros, si no están acompañados por otros más claros, generan desconfianza, por lo que llevó sus guantes y botas, de color negro, unos pantalones de color azul claro, una camiseta blanca y una chaqueta gris con una capucha que llevaría desabrochada.

Edward llegó a la isla exhausto y algo irritado, puesto que no era nada fácil acceder a ella, sabía que existían calas ocultas, pero hay una gran diferencia entre saber que las hay a saber dónde, por lo que estuvo un par de horas dando vueltas alrededor de la isla hasta encontrar una.

Edward decidió descansar un poco antes de proseguir, así que se echó en el suelo, usando como almohada la mochila que llevaba. Se quedó dormido unos 20 o 30 minutos, algo lo despertó. Edward estaba nervioso por que escuchaba unos pasos detrás de unos arbustos, a unos 8 metros... No eran pasos humanos, a menos que fuera descalzo, pues sonaba muy distinto de como sonaría si llevara zapatos. De entre las plantas salía un felino de color rojizo. medía metro veinte de altura y tenía cara de muchos amigos. Enseñaba los colmillos y tenía la cola erizada, mostrando hostilidad y tensión. Edward intentaba mantener la calma, según varios libros que había leído, muchos animales eran capaces de notar el miedo por las feromonas que emitimos.

Sin embargo, cuanto más lo pensaba más nervioso se ponía, el animal seguía acercándose. Edward era un amante de los animales, pero si tenía que luchar por su vida... intentaría espantarlo, sin herirlo o con el menor daño posible. Con esto en mente, Edward intentó usar su akuma de alguna forma inofensiva, haciendo así la cosa más rara hasta el momento: emitió el ruido del silbato de una locomotora y sus ojos se convirtieron en los faros traseros de un coche (es decir, unas luces rojas). El animal, cuyo oído era mucho más sensible que el de un humano, lógicamente, huyó furioso y asustado, Edward esperaba no haberle dañado los oídos, pero se acababa de salvar la vida (de una manera muy absurda).

Tras este pequeño incidente, siguió camino al templo de los monjes del Sokudan.

Después de este viaje ajetreado, llegué por fin a la isla Sokudan. Quería conocer el lugar, pues nunca había estado, y me parecía un lugar curioso. Paseé por la zona un buen rato, viendo todo a mi alrededor, pues era un lugar precioso para tomar algo de lo que llevaba en mi bolsa. Cuando me disponia a sacar un sandwich de salmón, escuché ruido, no le di mucha importancia, pero un rato después vi a un chico de pelo claro paseando por los alrededores. Me escondí un poco entre la maleza, guardé las cosas en la bolsa, y me tranformé en tucán, siguiendole de lejos. Subida en los árboles le veía andar.

``Espero que no me pille siguiendole´´ -me dije mientras pasaba de árbol a árbol con el mayor sigilo que podía.

El camino no estaba claro y la localización del templo era ambigua, según qué mapa cogiera estaba más al este o más al norte. Edward sabía que en menos de una hora debería de llegar, pues no le quedaban muchas localizaciones por mirar, pero había algo que llevaba un rato incomodándolo, se sentía observado, no podía asegurarlo, pues podía ser una de sus paranoias, pero ¿y si sí que estaba siendo seguido?...

La solución que se le ocurrió fue bien sencilla, se pondría a hablar solo, como solía hacer, y si alguien había pues ya acabaría respondiendo o saliendo de su escondite, ya fuera que lo seguía con intención de atacarle o con intenciones pacíficas.

-Bueno, sería muy útil que en vez de seguirme y esconderte me ayudaras a encontrar el templo del Sokudan... Claro que si no eres de aquí no sabrás su localización. Si ves algún animal hostil ¿te importaría avisarme? Ya me he cruzado con uno y quizás la próxima vez no tenga tanta suerte... Gracias por su colaboración... No eres una persona muy habladora ¿no? ¡Oh!

Mientras hacía ese "teatrillo" había aparecido a lo lejos, entre la espesura, el tejado de una pequeña torre, probablemente perteneciente al templo. Si era o no el templo era una pregunta de la cual saber la respuesta era solo cuestión de tiempo, lo que podría generar problemas era lo que decidiera hacer el extraño seguidor, aparte claro de los problemas que pudieran surgir con los monjes una vez allí. Independientemente de qué pasara, y a no ser que el extraño, en caso de existir, pretendiera luchar, Edward se dirigiría a toda prisa al templo.

Al seguirlo, sentía como si supiera que algo o alguien le seguía, Después de unos segundos, dio por hecho que alguien le seguía, y empezó a hablar como si intentase pillarme. Después de todo lo que decía, vi que se dirigía corriendo a una torre, la cual desde la altura a la que estaba la veía.

Antes de que siguiera, tuve que bajar en picado delante de él, deteniendo su camino, pues entre los árboles había algo que se movía, eran dos personas, armadas, y peligrosas.

Descendí delante de él, haciendo un picado.

-Detente, hay dos personas entre los árboles que te esperan, mientras te seguía los vi entre los árboles -dije en mi forma de tucán, delante de él, esperaba que me creyese.

-Aquí no estás seguro, subete en mi, te llevaré a otro lugar y me presentaré, confía en mi -dije como último recurso, mirando a mi alrededor para ver si nos seguían.

-"¿PERO QUÉ DEMONIOS?"- Pensó Edward al ver una sombra cayendo justo delante suya.

Realmente Edward no creía estar siendo seguido, presuponía que era paranoia, pero ver aquella criatura hablando con voz de mujer no entraba para nada en sus planes. Estuvo unos segundos en shock y luego procesó las palabras del extraño ser.

Edward decidió hacerle caso, si decía la verdad era la mejor opción, y si pretendía hacerle daño, estando Edward encima suya estaría prácticamente indefensa.

-Dios mío, ¿qué eres? ¿Y por qué me seguías?- Decía nervioso mientras se iba elevando y buscaba de manera desesperada a aquella pareja que presuntamente le estaban esperando. ¿Había más gente allí aparte de los monjes? Edward no tuvo tiempo de verlos bien, pues el extraño pájaro volaba rápido, pero si que vio un par de siluetas entre los árboles.

Desde las alturas pudo ver que efectivamente se dirigía al templo, una pena que no hubiera podido hacer esto antes, se hubiera ahorrado mucho caminar. La criatura llevó al joven de ojos dorados a un pequeño claro en el bosque a unos 120 metros al oeste de donde se hallaban. Edward se bajó antes de tiempo, perdió el equilibrio y casi se cae, pero habló como si nada hubiera pasado intentando que no se notara.

-Pues sí que había dos personas, muchas gracias por sacarme del peligro, me llamo Edward. Ehm... ¿C-Cómo debería llamarle?- Preguntó dudando del género del pájaro y haciendo un exagerado gesto con la mano como indicando que esperaba respuesta.

Después de poner a salvo al chico, delante de él me convertí en mi forma humana, con el pelo suelto y castaño, labios gruesos y definidos, ojos pequeños y azules verdosos, con una nariz pequeña y estrecha. Llevaba un pantalón blanco holgado, con unas botas azules oscuro, y una camiseta de tirantes, donde en mi espalda dejaba ver el tatuaje de las alas.

-Tu mismo puedes decidir que género soy -dije sonriendo, haciendo una reverencia.

-Me llamo Narahí, pero me suelen llamar Nara o Naí, por favor, hablame de tú -digo mirandole a los ojos, ves unos ojos sinceros, implorando perdón silenciosamente por haberle seguido.

Edward quedó sorprendido por ver a una joven muchacha atractiva de lo que era un pájaro.

-Esteeeeee... Encantado Nara, agradezco de nuevo el que me hayas sacado del peligro, pero me gustaría pedirte ayuda... Verás, me dirigía al templo y, si el único peligro son esos dos, desde aquí no debería encontrármelos, pero ya que puedes volar por lo que supongo que es una fruta Zoan- dijo enorgulleciéndose de sus conocimientos- ...sería de gran ayuda que echaras un vistazo desde las alturas a ver si hay más gente. Por cierto, no los he visto bien, ¿qué son? ¿marines?... - Al pensar en esto último miraba al suelo y se llevaba la mano a la barbilla, meditando en qué otras opciones eran verosímiles.

Mientras decía esto último se sentó en el suelo y hurgó en su mochila en busca de un boli y una de las muchas libretas que llevaba. -A ver, vamos a añadir una persona más a mi lista de conocidos... - Decía en voz baja. Había adoptado aquella costumbre debido a la selectiva memoria que tenía, tan útil para algunas cosas y tan absurdamente ineficaz para otras, como por ejemplo los nombres.

-Narahí. chica joven con un tatuaje usuaria de una fruta zoan de... tucán juraría yo. Le pondré una interrogación. Alias Nara. La conocí en: Isla del Sokudan, East Blue... Añadiré una nota aquí... "Sokudan, estilo de lucha de los monjes del Sokudan, detalles en su correspondiente libreta"... Hecho.

Alzando la vista se preguntaba si debía apuntar algo más sobre Nara o sobre la isla, quizás algún detalle importante.

-¡Ah! Vamos a apuntar la localización del templo... A ver, este claro debe de estar más o menos en este punto del mapa, unos ciento y pico de metros en esta dirección... por aquí, ahora sí que he terminado.- Dijo poniéndose en pie sonriendo, hasta el más mínimo trabajo bien hecho le producía satisfacción.

Vi como buscaba algo en su mochila, mientras me preguntaba si los hombres que vi eran marines.

-Si, desgraciadamente lo eran -dije volviendo a mi forma tucán, para mirar las inmediaciones, si había más gente, el lo sabría.

-¿Quieres venirte conmigo?, volare despacio para que puedas observar bien -dije guiñando mi ojo de tucán, esperando que entendiese que quería que me acompañase.

La chica estaba siendo amable, quizás se tomaba demasiadas confianzas, pero también podía ser que Edward estaba malinterpretando las cosas.

-Vaya, marines... No soy famoso, pero ofrecen una recompensa por mi cabeza, más me vale que no me encuentren... Sí, me voy contigo, a ver si es posible llegar al templo, no me gustaría tener que dejar la isla sin haber aprendido nada... ¿Por casualidad tu también eres buscada por la ley? Si fueras marine no me hubieras avisado...

Edward cerró la maleta, se la puso de nuevo a la espalda y juntos se alzaron de nuevo. Ella estaba cumpliendo sus palabras, estaba volando lentamente, así que ambos miraban con cautela en busca de enemigos, esperando que no fueran muchos los marines que vigilaban la zona.

Tal y como dije, fui despacio, observando cada rincón con mi vista mejorada gracias a la akuma. Observaba a dos personas más, es decir, 4 en total.

-Solo he visto a 4, los dos de antes, y otros dos ahora, y volamos alto y te dejo donde quieras, no podrán encontrarte, yo me quedare esperandote en un árbol, y te llevaré de vuelta a donde quiera -dije en los aires.

-Soy una revolucionaria sin recompensa, así que, ni soy marine, ni me buscan, por ahora -dije sonriendo de una forma extraña con mi pico.

Edward estaba sorprendido, estaba siendo realmente amable. Se había identificado como revolucionaria, lo cual le hizo ganar puntos ante Edward, pero él no dejó que ella lo supiera.

-Así que son cuatro... si no hay ninguno más en la isla podríamos derrotarlos, pero si es posible me gustaría evitar la confrontación, déjame en el templo por favor...

Edward estaba deseoso de saber más de las artes del Sokudan, pero entonces reparó en algo que la joven dijo.

-¿Has dicho que me esperarías en un árbol para llevarme de vuelta luego? ¿No tienes nada que hacer aquí? No se, digo yo que algo te habrá traído a esta isla, no es precisamente un destino turístico... Quizás preferirías acompañarme al templo, siempre que no causes problemas agradecería la compañía.

Edward sabía que esa última frase no había sonado especialmente bien, pero trataba de ser una invitación amable. Edward pensó que si se quedaba fuera podía correr peligro, delatarle o incluso estar planeando algo, sin embargo, si entraba con él sería un voto de confianza por su parte que haría que Edward se fiara más de ella, puesto que aún sospechaba un poco ¿cómo podía saber si todo lo que había dicho era cierto, al fin y al cabo?

Después de pedirme que le dejase en el templo, comentó algo sobre que mejor que entrase con él, pues el pensó que había ido para nada. Me quedé sorprendida, aún en mi forma tucán, se veía en mis ojos un brillo, que pocos conocían. El brillo de una verdad absoluta.

-De acuerdo, entraré contigo, en realidad no vine por nada especial, un barco en el que venía de polizón paró aquí y me bajé, en busca de otra forma de volver para mi casa -dije convirtiendome en mi híbrido, pues quizás llamase menos la atención, que un ave enorme.

A mis espaldas se veía mi bötana, y en mi cadera y muslo, una cerbatana atada. En el otro lado del cinturón, 3 bolsas, una con dardos somníferos, y la otra con una mezcla de somnífero y veneno. En la última bolsa llevaba algo de dinero, no demasiado de hecho. Aún tenía más que ganar.

-Vamos entónces -dije montando a mis espaldas al chico, y saliendo volando, para convertirme en el aire en un tucán. Pues al fin y al cabo, convertirme en un tucán sería mejor que mi híbrido. Pues en mi híbrido solo puedo volar una cierta distancia, y en tucán puedo volar todo lo que quiera, sin restricciónes.

-Confía en mi, yo no te haré daño, y esos 4 tampoco -dije mirandole de reojo, una vez más con un brillo que le daría a entender que decía la verdad.

La chica comentó sin ningún tapujo que había llegado allí como polizona de un barco que había parado aquí. El que admitiera algo así hacía que su historia fuera creíble, aparte de que no parecía tener motivos para mentir y un extraño brillo en sus ojos que parecía indicar su sinceridad.

Tras unos pocos minutos llegaron al templo, donde un par de jóvenes guardaban la puerta, Edward le pidió discreción a Narahí con respecto a mostrar su transformación, pues pensó que podrían verlo como una amenaza.

-Nara, bajemos allí y caminemos a la puerta, quizás no sea conveniente que vean el poder de una akuma, no sabemos cómo se lo pueden tomar.

Cuando los dos llegaron, Edward se apresuró a hablar.

-Hola, ustedes deben ser monjes del Sokudan ¿podríamos entrar? Venimos para aprender sobre vuestra filosofía y conocimientos.

Los jóvenes, de unos veintipocos años, se identificaron como Monjes en la jerarquía de la Orden del Sokudan y nos pidieron que esperáramos, puesto que un Maestro debía ser el que nos permitiera el acceso o nos lo prohibiera. Se veían calmados y pacíficos y su trato fue muy agradable. Tras unos 10 minutos se hallaban de regreso con un hombre de unos cincuenta años.

-Jóvenes, ¿qué os trae por aquí? Sabed que no puedo desvelaros secretos de la Orden.
-No es nuestra intención, señor.- Dijo Edward haciendo una reverencia.-Solo quisiera poder conocer más sobre la Orden en sí, su estilo de combate y sus técnicas médicas, tanto como les parezca apropiado.
-¿Y si no hay nada que no consideremos secreto?
-Yo... vaya... no esperaba eso, debe haber algo, ¿quizás tengan algún libro cuyos conocimientos no sean secretos? Realmente quisiera poder aprender algo...
-¿Solo buscas aprender? Una noble meta. Nuestra filosofía es buscar la autosuperación personal, normalmente por medio del entrenamiento físico, pero es digno de encomio buscarla intelectualmente también. Está bien, pasad, yo mismo os acompañaré y os contaré... lo suficiente, si os parece.
-¡Será un placer, muchísimas gracias!- Dijo Edward entusiasmado con sus ojos brillando por la emoción y sonriendo de oreja a oreja.

Me dirigí hacia donde dijo, quedandome en mi tranformación como humana, pues según Edward, podrían considerarlo amenazante, a parte del hecho de no saber como tomarselo.

El chico llegó al frente de dos hombres que guardaban la puerta, dos monjes. Nada más llegar, Edward comenzó a hablar. Yo simplemente me callé, y escuché, pues el mayor interesado era Edward.

Los monjes le dijeron que debían ir a hablar con alguien que permitiría o prohibiría nuestra entrada. Se fueron a buscarlo y en un rato volvieron. Miré a mi alrededor, sin decir nada, solo observandolo todo. En pocos minutos volvieron con un hombre más mayor que ellos.

Comenzaron a hablar, el monje comentaba que la mayoría de las cosas eran secretas, pero que podía ser que hubiese cosas que pudiera contarnos.

-Será un honor seguirle -dije mientras hacía una reverencia. Siguiendo a ambos hombres al interior del templo.

Cuando la chica habló Edward se dio cuenta de que había sido muy descortés, su entusiasmo le había nublado de tal manera que la había olvidado por completo.

-Oh, perdón Nara, ni siquiera he hablado contigo mientras esperábamos en la puerta, que desfachatez.- Aunque fuera una tontería se sentía arrepentido de corazón, Edward le da mucha importancia al respeto y correcta estima de las personas, una de las razones por las que no mata.

Nada más entrar, el acompañante de los jóvenes comenzó a hablar.

-El origen de la Orden del Sokudan se pierde en los albores de los tiempos, pero siempre nos hemos dedicado al estudio de las artes curativas y el entrenamiento del arte marcial del Sokudan, arte centrada en la ofensiva rápida y contundente. Los niveles jerárquicos son dados por el grado de dominio de los Ocho Caminos, estados que otorgan grandes poderes, no puedo deciros cuales son estos poderes, pero los nombres de los caminos son: Decisión, Iniciativa, Impacto, Último Recurso, Fuerzas del Guerrero, Espíritu del Maestro o Vigor, Senda del Maestro y Resurrección. Con respecto a la medicina, hemos creado muchos compuestos que son secretos y se mantienen dentro de la Orden, sin embargo, las investigaciones que hemos llevado a cabo no son secretas, al menos no todas, os llevaré a la biblioteca, allí tendréis acceso a un par de secciones, espero que satisfagan vuestra curiosidad. ¿Te importaría explicarme a que se debe esta? -Preguntó el Maestro mirando hacia Edward.

Edward no era capaz de ver nada en él, no sabía si estaba tenso, sospechaba de él o si por el contrario estaba confiado y relajado, lo único que era evidente era que le encantaba hablar de la Orden, no hubo un momento de silencio en todo el camino a la biblioteca.

-Pues la verdad es que adquirir conocimiento es mi mayor objetivo en la vida, deseo conocerlo todo, sé que probablemente no sea posible, pero cuanto más, mejor. Además, tengo algunos conocimientos médicos y me encantaría profundizar... todo lo que sé me lo enseñó mi padre, pero puesto que falleció... no me queda otra que buscar más fuentes de sabiduría. Si por casualidad tenéis algo de historia que pueda hojear también sería muy buena oportunidad para mejorar y contrastar mis registros.

El hombre estaba satisfecho con la respuesta, aunque se dio cuenta de lo inexperto que el joven de ojos dorados era... tan lleno de ilusión y ansiedad por conseguir conocimiento sabiendo que jamás llegaría a saberlo todo... pensó que el joven debería ponerse metas más realistas, al menos a corto plazo, pero supo ver la inocencia en él, era alguien en quien se podía confiar... aunque no sabía si podía decir lo mismo de la joven que la acompañaba. Tras invitarles a pasar a la enorme biblioteca, llena de infinidad de estanterías con absurdas cantidades de libros, y de enseñarles qué secciones eran las que podían visitar, pasó a dejar a Edward con sus investigaciones y a hablar con la joven Nara.

-Bueno bueno, jovencita, ¿y que haces tú aquí? ¿debo suponer que algo te une a nuestro joven investigador o tienes otra razón para estar aquí? No estoy seguro de que haya algún libro de tu agrado por aquí

Vimos el lugar, mientras el hombre hablaba de su orden, me llamó la atención el hecho de que la mayoría de las cosas fuesen secretas, no acababa de entender por qué. Pero si lo decían ellos, por algo sería. Empezaron a hablar entre ellos, mientras yo miraba a mi alrededor, nunca había visto un lugar tan bonito. El hombre después de hablar con Edward, nos enseñó la biblioteca, después de que Edward le convenciese para poder leer algo que no fuese secreto.

En cuanto llegamos, Edward empezó a mirar los libros, mientras yo miraba la inmensidad de aquella biblioteca. Un lugar enorme para cultivar tu sabiduría. Luego el monje se dirigió a mí, preguntándome que hacía allí, que algo me unía a Edward, y que quizás tuviese otra razón para estar allí, hasta dijo que no tenían libros que me pudiesen interesar.

-En realidad nos encontramos por casualidad, él no sabía dónde estaba este templo, yo tampoco, y como no tenía nada mejor que hacer, le acompañé -dije con los brazos cruzados, mirándole con una sonrisa, pues no quería parecer maleducada.

-Así que por casualidad ¿eh? Jajajajaja Bueno, si algo te interesa no dudes en preguntar, no sé si tienes alguna inquietud histórica, médica o quieres aprender algo de nuestro estilo de lucha, pero seguro que si las tienes encontrarás algún libro de tu agrado.

Edward estaba entusiasmado, los conocimientos médicos de la Orden eran muy amplios y tocaban todas las materias, incluida la que más le interesaba a Edward, la psicología. Por otra parte, en el ámbito bélico, no había muchos detalles, pero si que había algunas bases con las que, según le parecía a Edward, se podrían desarrollar técnicas muy interesantes. También se mencionaban algunos entrenamientos básicos que probablemente fueran muy útiles, pero se notaba la ausencia de los más complejos, aunque era lógico, nadie entrena un arte marcial durante años y deja que otros sepan sus secretos y puedan buscar puntos débiles o contrarrestarla.

Edward se levantó con un libro en la mano, señalando a una imagen del cuerpo humano con algunos puntos señalados y notas en el lateral, acercándose al Maestro.

-¿Sería posible que me llevara una copia de esto? Me sería muy útil saber puntos débiles del cuerpo humano susceptibles a quedar inmóviles...- Como el Maestro se mostró extrañado, Edward pasó a explicarse- ...Verá, estoy seguro de que en mi viaje me esperan muchas más batallas de las que he tenido hasta ahora y me gustaría poder salir de ellas sin matar a nadie, por lo que podría aprovechar los datos de este libro para evitar mancharme las manos... ¿sería posible entonces? Si no hay ninguna copia yo mismo podría tomar apuntes si me deja quedarme aquí hasta que termine.

-No será necesario jajajaja, por supuesto que tenemos copias y puedes llevártelas, si te hemos dejado leerlo aquí ¿por qué no fuera? Aunque... agradeceríamos un donativo, estas copias no se realizan solas.

-¡Por supuesto! Solo por su amabilidad ya merecían un pago, si no les importa entonces me llevaré copia de otros tres ejemplares.- Edward estaba muy feliz por sus nuevas adquisiciones.

Acercándose a Nara le preguntó:

-¿Qué? ¿Has encontrado algo interesante? Podemos llevarnos copias de los que nos gusten si los compensamos con algunos berries...- Preguntó con una discreta sonrisa.

-De acuerdo, muchas gracias por su amabilidad -me aparté para empezar a mirar los libros, por si algo me interesara. Pues era una gran biblioteca, y seguramente estaba todo plagado de información. Comencé a dar unas cuantas vueltas por la biblioteca, encontré dos libros que me interesaron, uno de artes marciales con bö y espadas, y otro de medicina natural avanzada. Ambos me interesaban, más cuando leí las primeras hojas.

Escuché a ambos de fondo hablar sobre unas copias, no sabía exactamente a que se referían, así que me acerqué a ellos para poner atención.

-Estupendo, yo llevaré una copia de cada uno de estos -señalé agarrando ambos libros en mi mano derecha. Mientras escuchaba a Edward decir que llevaría cuatros ejemplares. El hombre decía que por un donativo no había problema de llevarlas. Agarré mi bolsa de dinero, y miré cuanto tenía, era poco, pero esperaba que llegase.

-Si, encontré estos dos libros, nunca está de más mejorar con las armas que ya tengo, y respecto a los berries, veremos como hacemos, yo tengo poco, espero que llegue -dije mientras llevaba la bolsa en la mano de un lado a otro, como esperando a pagar en la cola de una tienda.

-¿Y tu que has cogido? -dije sonriendo, mientras enganchaba mi brazo derecho, en el suyo izquierdo, para observar mejor lo que había cogido.

-Bueno, no creo que sean muy exigentes con el dinero, no te preocupes jajajajaja- Dijo Edward mientras metía los libros en la mochila y sacaba algo de dinero.
La chica se agarró a él de improvisto, enganchándose en su brazo izquierdo. Edward se puso algo nervioso, la chica se estaba tomando muchas libertades para conocerlo de tan poco, quizás ella solo trataba de ser cálida y amable, pero Edward se incomodó un poco. Distraído por esto contestó a su pregunta de una forma algo dubitativa.

-¿Eh? Yo... sí, he cogido... un libro de historia, uno de medicina para tratar y reconocer enfermedades simples, otro de psicología y otro sobre anatomía aplicada al combate... este último puede servirme para el combate, explica qué puntos son los más sensibles al dolor, dónde golpear para dejar a alguien inconsciente y también puntos vitales si algún día tuviera que luchar a muerte... Espero que no... ¿El otro libro que me has enseñado es de medicina? ¿Eres médica o aficionada a la medicina?- Si era el caso la visión que Edward tenía de Nara cambiaría bastante, por eso mismo esperaba una respuesta negativa, pero nunca se sabe.

Se encontraban caminando por un largo y ancho pasillo muy ornamentado, allí el Maestro les indicó dónde introducir sus donativos y prosiguieron camino a la salida. Pasaron justo por delante de lo que parecía el lugar donde los jóvenes adeptos entrenaban, pero no se les permitió entrar.

-Creo que no hay nada más que podamos hacer por vosotros- Dijo el Maestro. -Os acompañaré a la salida, seguidme, es por aquí.

-Habéis hecho más que suficiente, no os preocupéis, os lo agradecemos mucho. ¿Por casualidad no sabréis por qué hay algunos marines en la isla? Nos ha... parecido ver unos pocos en el bosque.

-¿Marines aquí? Harto extraño. Me temo que desconozco la razón por la que se encuentran aquí, quizás buscan a alguien- Dijo pareciendo que sabía que Edward tenía recompensa por su cabeza.

Al llegar a la salida Edward se giró hacia Narahí.

-Nara, ¿qué piensas hacer para salir de aquí? Me dijiste de llevarme hasta donde quisiera, por lo que, si es posible, estaría bien que me dejases en la costa en la que tengo mi barco, ya sabes, evitando a los marines si siguen por aquí... pero después de eso, ¿no puedes volar hacia otra isla? Ya que viniste colándote en uno de polizona no veo muchas más opciones...

Cuando enganché mi brazo con el suyo, noté como si se hubiese incomodado, así que me solté de el, lo que menos quería era eso, o que pensase cualquier cosa extraña de mí. Me empezó a contar los libros que cogió, uno de ellos me interesó bastante, pues no caí en la idea de que había un libro donde muestra los puntos del cuerpo humano, donde puedes darle sin temor a matarlo.

-¿Sería posible que me pudiese llevar otro ejemplar de este mismo? -pregunté al monje que aun se hallaba con nosotros. Edward me preguntó mientras caminabamos si era médica o si era aficionada a la medicina.

-Ni soy médica, ni soy aficionada a la medicina, soy curandera, que no es lo mismo -dije sonriendo, pues en mi casa siempre nos han enseñado lo básico para poder hacer las curas pertinentes después de una batalla.

El hombre nos guió por un pasillo muy adornado, y nos dijo donde dejar el donativo de los ejemplares. Y después de ello, nos acompañó a un recinto donde algunos monjes entrenaban, pero por desgracia no nos dejaron entrar.

Se dirigió de nuevo a ambos, diciendo que no podría hacer mucho más por nosotros, que nos acompañaría a la salída. Edward le agradeció a el de parte de los dos por los ejemplares y la amabilidad que tuvo con nosotros. El rubio le comentó al monje que si sabía por que había algunos marines por la isla. A esto el monje lo miró como si supiera que esa pregunta era por miedo a descubrirlo.

``Pero será bocazas...´´ -pensé para mí, haciendo una mueca de exasperación, pues algo así nunca debe preguntarse, pues te estás dando por aludido.

Después de eso, Edward me preguntó que como iba a salir de aquí, que le dije que podía llevarle a donde quisiera, que si lo podía llevar hasta su barco, y luego me preguntó si no podría ir volando a otra isla.

-Verás, no puedo volar de una isla a otra, por varios motivos, primero, hay bastante distancia de unas a otras islas, y yo tengo un limite de vuelo en el que tengo que descansar, segundo, la mayoría de las veces hay tormentas, con lo cual, si me pilla una, acabaré en el fondo del mar, por aquello de la zoan, y tercero, por que yo no se orientarme para ir de isla en isla, en eso soy una absoluta cateta -dije sonriendo, pues no pretendía que sonara a bronca.

-Te agradecería ya que estamos, que me dejases en la isla más cercana, y ya me apañaré allí -dije dandole la mano.

-Y por cierto, quería pedirte perdón por engacharme antes de tu brazo, te noté un poco nervioso, no quería incomodarte -dije poniendo las manos juntos, pidiendole perdón.

La chica dijo no ser médica, sino curandera, lo cual a Edward le sonaba a pseudociencia, pero lo pareció interesante, si surgía la oportunidad le preguntaría acerca del tema.

Cuando este preguntó al monje sobre los marines notó que Narahí quedó algo molesta, Edward había considerado que no importaba que sospecharan de ellos si con ello podían conseguir información sobre los marines, pero fue inútil, por lo que se sintió frustrado.

Una vez fuera, y dicho lo dicho, la joven le pidió que la llevara a la isla más cercana, dándole un apretón de manos, el joven dijo con una sonrisa afectiva: - Supongo que no puedo negarme, has sido de gran ayuda.

Lo que le pilló de imprevisto fue el último comentario de la joven... ¿Tan evidente había sido? Sonrojándose le respondió.

-Oh, no eh... Claro, no te preocupes, perdón jajajaja... No pasa nada... - Mirando hacia otro lado, intentando relajarse mirando el mar, prosiguió. -Deberíamos irnos ya, voy a buscar qué isla queda más cerca y te llevo... Deberías ahorrar, por unos cuantos miles de berries podrías conseguir un pequeño barco.

Subieron al barco y el rubio buscó en sus mapas la isla más cercana.

-Obviando Shellstown para evitar a los marines, la más cercana es la Isla Conomi... ¡Vámonos!

Tras estas palabras, el barco se fue alejando lentamente de la isla, dejándola atrás, y emprendieron rumbo a la Isla Conomi. Allí acabarían por despedirse.

El rubio no se negó a acercarme hasta la siguiente isla, pues por lo visto no podía negarse, por lo visto le ayudé cuando vi a los marines. En realidad tenía razón, pues esos marines podían ser muy peligrosos, y encima el no es amigo de matar a nadie.

-No me quedaba otra que ayudarte, mi conciencia no me lo perdonaría -dije sonriendo, con los brazos cruzados.

Cuando le pedí perdón por el enganche de brazos, vi que se puso rojo como un tomate, y para colmo se puso nervioso a la hora de hablar. Me sonreía oyendole hablar tan nervioso. No creía que iba a ser para tanto.

Después subímos a su barco, y miró en los mapas el siguiente destino donde me podía dejar. Por lo visto me dejaría en la Isla Conomi.

-Me parece bien, desde ahí ya veré como hago para volver a Valston -dije mirando los mapas, uno frente al otro, pues no me quería poner a su lado para no ponerle más nervioso.

Después de una larga travesía, estabamos en Isla Conomi.

-Gracias por traerme, espero que nos volvamos a ver pronto -dije dándole la mano, para estrechársela. Aunque en el fondo tenía ganas de abrazarle, me caía muy bien.

La joven dijo que quería volver a Valston, pero que ya encontraría la forma de llegar. Edward no lo dudaba, por lo poco que ya sabía de ella tenía la certeza de que no le resultaría demasiado difícil.

Ya en la isla Conomi, donde hacia un muy buen día y el sol calentaba aunque poco debía quedar para el ocaso, Narahí agradeció que Edward la trajera, "espero que nos volvamos a ver pronto" añadió, mientras estrechaba la mano al joven rubio.

-Ha sido un placer, seguro que nos veremos pronto, no me cabe la menor duda... ¡Buena suerte!- Dijo el de los ojos dorados con una amplia y sincera sonrisa.

Con estas palabras Edward se volvió a montar en su barco, pensando que si Narahí entraba en las filas revolucionarias de forma activa era muy probable que se volvieran a encontrar. Se alejó de la isla lentamente, se sentó y empezó a estudiar los libros que había conseguido.