Lo Que Fuimos, Lo Que Somos, Lo Que Seremos. [Drake-Eichi] [Pri]

El día estaba finalizando. El Sol ya casi se había ocultado en aquella isla del Norte. Las personas iban a sus casas para terminar la cena u otros quehaceres que tuviesen que hacer. La paz reinaba por la zona. Tal vez por la emperatriz Iliana, o porque un ente vigilaba las calles. Podía ser cualquier motivo, pero lo importante es que todo estaba relajado. No había indicios de lluvia ni nada parecido. Muchos soldados paseaban de un lado a otro, y por ello había mucha protección por si los bandidos actuaban. Entre ellos hablaban sobre ascender, lo buenos que podían ser con sus espadas, y sobre el futuro de sus familias. Todo parecía un poco aburrido a decir verdad.

De repente, una figura pasó por la calle. Los hombres del reino al verla, le hicieron una leve reverencia. Se trataba de un perro enorme, un lobo más bien. Su color era blanco como la mismísima nieve. Su tamaño resultaba un poco imponente, y además, sus ojos dorados parecían estar en un estado salvaje. Se trataba del capitán de la guardia real de Iliana, Drake Lars Lee. La bestia, el poderoso guardián de Derian Markov. El lobo hacía tiempo ya que había renunciado a todo. Su único deseo era que su hijo fuese el hombre más fuerte del mundo. Eso iba a ser difícil, pero confiaba en que pudiese. Cada uno había tomado una rama distinta principal del estilo de lucha de los Lars. El reto era ver, quien lo desarrollaba antes. El castaño se tiraba los días tumbado en aquella isla, velando por la protección del reino. Por eso tenía el título del capitán.

El ser poco a poco fue cambiando hasta tomar un aspecto más humanoide. Se convirtió en un chico de un metro con ochentaicinco, musculatura envidiable, y mirada perezosa. Su pelo era un poco más largo que de costumbre. Vestía con una camiseta de manga corta, dejando ver sus poderosos brazos. Un pantalón rojo adornaba su vestimenta, y unas sandalias de madera. En su frente tenía una cinta roja de tela. El luchador no tardó mucho en llegar al acantilado. Se quedó allí arriba, contemplando el mar con una sonrisa nostálgica. En ese momento clavó una rodilla en el suelo, cerró los ojos y suspiró. – Derian, dame fuerzas para continuar protegiendo tu reino… – Dijo en un tono serio. Después simplemente se quedó en aquella postura, observando el horizonte, y como anochecía.

El lobo blanco continuaba con los ojos cerrados, pensando en sus cosas, y notando las caricias del viento en su rostro. Era una sensación agradable a decir verdad, pero en el Norte, hacía mucho frío. Suerte que él estaba acostumbrado, y por ello le daba lo mismo. Ahora Iliana controlaba más islas aparte de aquella. El poder del imperio se estaba expandiendo con mucha velocidad, y eso era malo para él. No podía proteger todos aquellos sitios al mismo tiempo, y por ello pensaba que era suficiente con aquellas islas. Él mismo iba a tener que ponerse las pilas, y entrenar como un condenado si deseaba tener suficiente fuerza. Le era muy difícil a decir verdad, pues no tenía motivaciones ni nada parecido. Soltó un leve suspiro entonces, notando el olor de una persona acercarse. No le dio importancia, y continuó a lo suyo, mirando el mar. Sus ojos estaban iluminados en un tono verdoso intenso.

En ese momento escuchó el sonido de una rama rompiéndose, y por ello sonrió un poco de lado. Se dio la vuelta, y vio a un chico pelirrojo de una estatura media. No se movió, ni siquiera hizo por lanzarse por él. Simplemente mostró una sonrisa calmada. Su haki de observación le indicó que no era una amenaza para él, como ya se esperaba. No lo reconoció, y eso quería decir que no era un habitante de la isla. Desde hacía meses, el lobo estaba viviendo allí, y ya reconocía a todo el mundo. No tardó mucho en soltar un suspiro.

- Esos errores podrían costarte la vida si tu oponente es un mal tío. – Dijo el lobo en un tono tranquilo y amable. – Te olí hace poco, de modo que sabía sobre ti. Mi haki además es muy bueno ¿Cómo te llamas? – Terminó de decirle.

Drake no era un mal tío, solo que muchos pensaban mal de él, y por ello se tenía que poner a malas. Se quedó con el olor del joven al momento, y debía admitir que olía muy bien. Similar a cuando había pechuga de pollo para cenar. En otra época, habría tratado de morderle, pero eso era antes. Esperaba que no fuese un marine o miembro del gobierno, los odiaba con todas sus fuerzas. Desde la muerte de su maestro, pensaba que eran unos sucios insectos, y nada más. Una ligera brisa recorrió los cabellos de la bestia. No pudo evitar mostrar una sonrisa muy tranquila. Esperaba la respuesta del chico.

- Responde sin miedo, no te haré nada. – Mencionó de forma agradable, y cruzándose de brazos. Estaban llenos de cortes, señales de las innumerables batallas que el luchador había tenido junto a su maestro y los miembros de Dark Ascensión. Lástima que aquellos tiempos hubiesen desaparecido para siempre…

El lobo permaneció callado mientras escuchaba al chico pelirrojo hablarle. Le hizo un poco de gracia aquello de que los tipos fuertes quisieran matarlo. Él no solía matar si no utilizaban armas de fuego en su contra, o si no estaba la vida o el orgullo de un amigo en peligro. Los marines ya eran otra cosa, así como los gilipollas del gobierno. El lobo conocía bien a aquellos cabrones, a los que no pensaba perdonar nunca. Su puño caería sobre ellos, y eso no era un secreto. Tenía un bonito precio que, en ese momento no recordaba. Pero recordó que andaba sobre los setecientos y poco más. Ser un criminal estaba muy mal visto, aunque era el menor de sus problemas. Hacía mucho tiempo que no le temía a nadie. Se veía capaz de derrotar a cualquier persona que se le pusiera delante. Siempre con su cuerpo, armas de luchador, o sus técnicas de canalización.

No pudo evitar sonreír entonces. Observó al joven de forma calmada, y esperó a ver que más iba a decirle. En ese momento le tuteó, pero no le importó para nada. Le hizo una pregunta que provocó que Drake le mirase un poco confuso ¿Conocía a alguien llamado así? Tardó unos siete segundos en acordarse del nombre de su hijo. En ese momento mostró una mirada inexpresiva. Después le contestó en un tono simple. – Salvo por el yonkou que murió hace un par de años, no conozco a ninguno más. – No pensaba desvelar aquello, y mucho menos a un desconocido. Si descubrían que Zero era su hijo, muchos irían a por él joven felino. No permitiría aquello, de modo que continuaría ocultando su relación con el cazador. El chico lobo era muy listo para aquellos temas. Tuvo un buen mentor desde su infancia, y por ello no era nada fácil pillarle en aquellas cosas.

Lo que no entendió, fue el por qué ese pelirrojo le había preguntado aquello precisamente a él. A lo mejor era otro Zero, y no su hijo. De todas formas no iba a decir nada. Entonces soltó un pequeño suspiro, y se cruzó de brazos. Usó su mantra para ver si había alguien más por los alrededores, y de todas formas se aseguró utilizando su olfato. Cuando se dio cuenta de que estaban solos, mostró una nueva sonrisa. El chico no parecía mala persona, pero de todas formas no terminaba de convencerle. Se estiró unos momentos, y después de eso le dedicó una mirada un poco siniestra. – ¿No has visto los carteles últimamente? Me asombra que estés tan calmado con “La bestia” frente a ti. – Una vez dijo aquello, se quedó mirándole a los ojos con toda la calma del mundo. Se rascó un poco tras la oreja, dejando ver un bíceps impresionante. Un puñetazo del lobo, y el acantilado entero se podía venir abajo con muchísima facilidad. Pese a todo, no iba a reventar el sitio donde pasaba los días contemplando el mar.

El lobo no pudo evitar sonreír de lado cuando el pelirrojo dijo su nombre. Drake, hacía mucho tiempo que no le llamaban así, sin contar a Iliana. No tardó mucho en asentir con la cabeza, dándole la razón al chico. Pensó que había caído ya en el olvido, junto a su maestro. Desde la muerte del vampiro, no había vuelto a ser el mismo. Trató de recuperarse estando tiempo junto a su hermano, pero al cabo del poco tiempo, se dio cuenta de que no le valió mucho. El chico lo había perdido todo. Desde su maestro, a sus amigos. Encima su mujer llevaba años desaparecida, y su hijo se había pirado a hacer su vida. Drake estaba solo, y por ello no pudo evitar sonreír de lado cuando dijeron su nombre. De hecho ¿Cuánto llevaba sin combatir? ¿Meses? Su cuerpo era monstruoso pese a no haber entrenado en las últimas semanas. Era una de sus ventajas.

El mero hecho de haberse relajado, hizo que su enfermedad diera un pequeño parón, y por ello llevaba mucho sin escupir sangre también. Se quedó mirando al pelirrojo a los ojos, y entonces mostró una sonrisa ladeada. No vio que portase armas, y eso le permitió tener una esperanza de que fuese un luchador. Pensó en pedirle que luchara un poco con él, pero podía ser mortal para el pobre joven. Incluso con leves ataques, el lobo podía hacer muchísimo daño. Era un jodido monstruo pese a todo. Muchos envidiaban su fuerza, y sabían que en aquella isla no había nadie tan fuerte como él. El capitán entonces se llevó la mano a la cabeza, acariciándose el pelo despacio. Una leve brisa pasó entonces, haciéndole sonreír de forma calmada. En ese momento se preguntó qué estaría aquel chico haciendo en la isla del Norte.

- ¿Qué haces en la isla? No tienes pinta de querer entrenar conmigo ni nada parecido. – Dejó caer a modo de indirecta por si caía la sorpresa. Tampoco pensaba que el chico tuviese valor para ello, por lo que lo descartó rápidamente. – Si es una visita, tampoco te recomiendo este sitio. Es muy aburrido… – Dijo en un tono serio. Después soltó un pequeño suspiro, y quedó esperando una respuesta de aquel chico de cabellos rojos.

Drake lo supuso, aquel chico no iba a querer luchar contra él, por ello soltó un pequeño suspiro. La verdad es que se veía un poco cobarde para ser un príncipe. Él mismo enfrentó a Karl siendo un novato, y en muchas ocasiones. La nueva generación era una vergüenza, y por ello no quiso gastar tiempo en convencerle. Pensó que nadie tenía los huevos que él tuvo. Le había perdido todo el respeto al pelirrojo en un momento. Recordó sus peleas con monstruos que podían vencerle fácilmente, y con novatos que le plantaron cara. Recordó entonces a Midorima, el cual mató por accidente. El idiota no se cubrió su puñetazo, y terminó haciéndolo pedazos sin querer. Recordó que incluso un brazo salió en una dirección distinta al otro. No era para tomárselo a risa, pero ya no se podía hacer nada.

Cuando dijo lo de segunda personalidad, mostró una mueca de desagrado. No debió decir aquello, pues el ser que vivía dentro de él, podía tomarlo como un pique personal. Entonces le miró de forma simple. – Siendo mucho más joven que tú, luché con los peores luchadores del infierno. Perdí, pero gracias a ello soy el lobo que soy ahora. Me temo que he perdido un poco el interés en ti… – Una vez dijo aquello, su cabeza empezó a dolerle un poco. De hecho, tuvo que cerrar los ojos con fuerza. Clavó una rodilla en el suelo debido al cansancio que le dio en ese momento. Finalmente volvió a abrir sus orbes, pero esta vez en un color rojo intenso. Una sonrisa tétrica se formó entonces en su rostro. Se relamió despacio, y recuperó su poder en menos de unos leves segundos. De repente se estiró un poco, mirando al chico con un poco de superioridad. Lo veía como un simple mosquito ante sus pies. Estuvo a punto de reírse un poco, pero se contuvo.

El error del chico había sido el de decir que tenía otra personalidad, y el de no querer luchar. Drake no hizo nada por parar su demonio interior, y por ello ahora ocurría aquella situación tan complicada. De repente, el lobo habló, pero en un tono monstruoso, y con un tono un poco grave. – Hehehe… pues quiero que tu otra personalidad luche conmigo. Soy Slayer, el demonio de la Inu Inu. Tienes cinco segundos para atacar con fuerza usando esa personalidad. De lo contrario, iré por ti. – Mencionó de forma siniestra. El tiempo comenzó, y esperaba el ataque del chico, usando su otro ser. El verdadero Drake podía salir cuando quisiese, pero ese se lo iba a tener que currar el pelirrojo, y no él. No veía necesario moverse por un pequeño que ni se atrevía a luchar. El enorme monstruo sonrió de lado, indicando con el dedo que le quedaban dos segundos. Pobre de él si trataba de huir, y no darle el placer de entretenerse un poco. El lobo de la destrucción, Slayer, iría por él con una potencia demoniaca.

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OFF:

Slayer frunció el ceño cuando el chico dijo que no usaría la otra personalidad. Quería un duelo de personalidades, y le daba lo mismo la fuerza de cada uno. Le daba lo mismo que el pelirrojo dependiese de él o no. soltó un pequeño suspiro, y después movió el cuello de un lado a otro. Su haki de observación estaba listo, y su cuerpo mucho más. El primer movimiento de su leve oponente seria ¿Una patada? ¿Puñetazo? No podía aguantar las ganas de un buen combate. Siempre había usado su cuerpo para luchar, y eso era un hecho. Nunca había usado un arma ni nada parecido, y por ello estaba muy orgulloso de sí mismo. Los ojos del lobo brillaban en aquel tono rojo, mostrando su demonio interior liberado. Se relamió totalmente, esperando el ansioso combate que iba a desarrollarse frente a sus ojos. Soltó todo el aire que pudo, y se concentró.

Slayer entonces frunció el ceño. Pudo predecir lo que su oponente iba a hacer. Ese cobarde no tenía derecho a llamarse luchador. El único motivo por el que Drake mató al tal Mordekaiser, y a tipos similares, fue por el hecho de usar armas. El chico entonces tomó un color morado azabache, y cerró los ojos. Su oponente le dio de lleno, pero él no se movió. Estuvo así unos momentos, y después frunció el ceño mucho más. En los pectorales tenía cortes superficiales, por los que sangraba un poco. Los brazos estaban en el mismo estado. No solo era veloz, sus plumas tenían un buen poder de penetración. Pero su haki armadura fue mucho mejor. El lobo se quedó totalmente callado. Abrió los ojos, y fulminó con la mirada al joven pelirrojo. Sentía enfado, decepción, y pena. Las nuevas generaciones daban pena, y nada más. El líquido carmesí bajó desde su cuerpo hasta el suelo.

- No me esperaba esto. Un luchador de verdad no usa armas de filo. No eres digno de continuar este combate. – Dijo en aquel tono demoníaco. Una terrible aura oscura comenzó a formarse alrededor del lobo. Encima, de su espalda brotaron dos alas hechas totalmente de oscuridad. Su combinación del SN1 y el Learning to fly, le hicieron mucho más rápido y peligroso. Su cuerpo continuaba imbuido en color morado, por lo que ahora tenía un aspecto parecido al de un demonio. El brillo de sus ojos aumentó. – No morirás, pero aprende de lo que es un luchador de verdad, pollo. – No necesitaba usar técnicas de transformación con aquel chico. Si lo hiciera, lo podría matar sin querer, como hizo con Midorima. Tenía mucha fuerza ya por sí solo, y los aumentos serían el terror del joven.

En su forma Slayer tenía incluso más fuerza que en la normal. De repente, decidió pasar al ataque. Voló a una velocidad inhumana hacia el chico, y una vez allí, le lanzaría una terrible patada con violencia. Le diese o no, trataría de impactarle el puño en el pecho, y finalmente daría un nuevo puñetazo al aire, formando una terrible onda de choque. Todo iba imbuido en haki armadura, y con maldad. Cuando terminase el combo, quedaría volando a unos veinte metros de altura. – Huye de aquí, cobarde. – Dijo en un tono divertido. Entonces los rojizos ojos del chico pasaron a ser verdes. Drake había tomado el control de nuevo, y bajó hasta quedar al borde del acantilado. Observó al chico de forma tranquila entonces. Pensó que le habría roto más de un hueso. Pero a lo mejor se equivocaba, debería verlo.

Drake observaba a su oponente en el suelo. La fuerza de sus golpes había sido arrolladora, y por ello el chico estaba tirado en el suelo. Si no hubiera usado armas de filo, habría contenido a Slayer él mismo, pero no se mereció eso. De hecho, merecía ser arrojado al mar. El mismo destino le había convertido en una gallina por ello, y a él en un poderoso lobo. El haki armadura del chico se desvaneció, al igual que el resto de técnicas. En menos de unos segundos se encontraba en su forma humana. Soltó un pequeño suspiro, y movió los brazos de un lado a otro, para de esa forma poder estirar. Solo tuvo que usar un simple ataque, y el pelirrojo no podía continuar. El monstruo era muy poderoso, y pocos podían hacerle frente. Era una pena que por el momento el joven no, ni en muchísimo tiempo tampoco. Le llevaba mucha ventaja.

De repente, el joven pareció tener un ataque de valor, y logró ponerse en pie. El lobo lo miró de forma perezosa. Se notaba que el demonio de la Inu ya no estaba controlándolo. Mostró una pequeña sonrisa ladeada, y caminó hacia él con toda la calma del mundo. Escuchó sus palabras, y por un momento pensó en concederle el deseo, y terminar con él. Se quedó a menos de un metro de él, y le miró de forma seria. Lo primero que hizo fue estirar el puño hacia su estómago con una fuerza media. Después intentaría darle un golpe seco en el cuello, para dejarlo inconsciente. No sabía si lo podría conseguir, pero era su último movimiento. Después le daría la espalda. – Si quiere morir, hazlo cuando despiertes. Pero no mataré a un admirador de los Markov. – Una vez dijo aquello, comenzó a caminar hacia el castillo.

No tardó mucho en llegar, donde los guardias inclinaron sus cabezas, y le dejaron pasar. El lobo entonces cerró su ojo derecho, y avanzó despacio por la estancia. En cuanto llegó a la cocina, tomó un enorme pedazo de carne crudo, un refresco de limón, y salió de allí. Muchos le miraron impresionados. Él no pedía permiso a Iliana para comer de la nevera. Con Derian era muy distinto, pero con la chica, bueh. Una colleja que otra pero nada más. Sonrió tumbándose en un sillón del salón, y después comenzó a comer de forma feliz. La noche estaba a punto de llegar, y él ya estaba cómodo.