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Ichizake
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Akuma no mi
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Gerald cogió el violín y lo dejó a buen recaudo en su estuche. El balanceo constante del barco hacía difícil afinar adecuadamente las cuerdas y tenía que ir con especial cuidado para no romperlas sin querer o para que el instrumento no cayera de sus manos. Además, la humedad no hacía ningún bien a la madera. Se levantó y de nuevo contempló la niebla. Por enésima vez se preguntó dónde podría estar la isla, dónde yacerían los grandes tesoros ocultos con los que financiar su venganza.
En los días anteriores había visto las sombras distantes de otros navíos, todos en la misma dirección, por lo que las prisas comenzaban a apoderarse de él. No era el único en ir tras el oro, eso lo había sabido desde el principio, pero sí que contaba con llegar antes de los demás. Y cuando vio el obstáculo insalvable que suponía el enorme banco de niebla en el que se habían metido pensó que no iba a ser tan fácil como había esperado. Supuso que la isla no tenía reputación de ser fantasmal por nada, y que los antiguos marineros habrían terminado perdidos por culpa del clima dando así origen a una exagerada leyenda.
Gerald hizo una nueva ronda por el barco, repitiendo los mismos actos que llevaba haciendo todo el día pues no podía hacer otra cosa apara aplacar sus nervios. Comprobó que no hubiera ningún barco cerca ni ninguna masa de tierra que se le hubiese escapado, se aseguró que el rumbo que llevaban era el correcto o al menos el que se narraba en las historias y llevó un café al Gibbs, su timonel, para mantenerlo despierto y sereno.
-¿Alguna novedad, señor Gibbs? -preguntó justo cuando apareció tras él, sigiloso como de costumbre. La única forma de ver al robusto timonel era gracias a las lámparas de gas repartidas por cubierta, aunque era más fácil encontrarle por su fuerte olor corporal.
-Nada por ahora, capitán.
Le agradó comprobar que no había rastro de borrachera en su voz. Gibbs era un virtuoso en cuanto a navegación se refería, pero su afán por la bebida le convertía a veces en un peligro para todos. Y aunque él insistía en que se manejaba mejor estando borracho, a Gerald no le gustaba dejarle solo mucho tiempo en un entorno así. Si a Gibbs se le pasaba la isla por no estar sobrio tendrían graves problemas.
-Aseguraos de que...
Gerald no terminó la frase. Antes de poder hacerlo, una luz a lo lejos llamó su atención. Desapareció tan rápido como había aparecido, para luego volver a dejarse ver. Era lo único que iluminaba aquel mundo de oscuridad y niebla. Sin tener que decírselo, Gibbs puso rumbo hacia la luz, con un especial cuidado de no chocar contra rocas o arrecifes que no pudieran ver. Gerald se preguntaba a qué distancia estaría, pues era difícil hacerse una idea.
"Debe ser un faro", pensó. "Y si hay un faro es que hay tierra". Esperanzado por primera vez desde hacía mucho, aunque sin dejar que su estado emocional se apreciase a través de su pétrea expresión, contempló la luz y se preguntó cuántos más la habrían visto. No sabía cuantos enemigos habría siguiendo su misma senda, atraídos por el faro cual polillas. Un mal presentimiento se apoderó de él y tuvo la necesidad de tocar el pomo de su espada. El tacto frío del acero le resultaba reconfortante.
Y como si lo hubiera invocado con ese simple gesto, una gran sombra apareció repentinamente justo al lado de su Ave. "Es un barco", comprendió. Pero era el barco más feo que jamás hubiera visto. Incluso en la penumbra alcanzaba a distinguir sus extrañas formas y colores, como si dos embarcaciones se hubieran estrellado y estuviese frente al resultado del choque. Ahí estaba el primero. Gerald no era beligerante, pero no iba a dejar que nadie se le adelantara. Echó mano a su Pluma Negra y se acercó a la baranda de cubierta, dispuesto a parlamentar con quien tripulase aquel extraño navío.
En los días anteriores había visto las sombras distantes de otros navíos, todos en la misma dirección, por lo que las prisas comenzaban a apoderarse de él. No era el único en ir tras el oro, eso lo había sabido desde el principio, pero sí que contaba con llegar antes de los demás. Y cuando vio el obstáculo insalvable que suponía el enorme banco de niebla en el que se habían metido pensó que no iba a ser tan fácil como había esperado. Supuso que la isla no tenía reputación de ser fantasmal por nada, y que los antiguos marineros habrían terminado perdidos por culpa del clima dando así origen a una exagerada leyenda.
Gerald hizo una nueva ronda por el barco, repitiendo los mismos actos que llevaba haciendo todo el día pues no podía hacer otra cosa apara aplacar sus nervios. Comprobó que no hubiera ningún barco cerca ni ninguna masa de tierra que se le hubiese escapado, se aseguró que el rumbo que llevaban era el correcto o al menos el que se narraba en las historias y llevó un café al Gibbs, su timonel, para mantenerlo despierto y sereno.
-¿Alguna novedad, señor Gibbs? -preguntó justo cuando apareció tras él, sigiloso como de costumbre. La única forma de ver al robusto timonel era gracias a las lámparas de gas repartidas por cubierta, aunque era más fácil encontrarle por su fuerte olor corporal.
-Nada por ahora, capitán.
Le agradó comprobar que no había rastro de borrachera en su voz. Gibbs era un virtuoso en cuanto a navegación se refería, pero su afán por la bebida le convertía a veces en un peligro para todos. Y aunque él insistía en que se manejaba mejor estando borracho, a Gerald no le gustaba dejarle solo mucho tiempo en un entorno así. Si a Gibbs se le pasaba la isla por no estar sobrio tendrían graves problemas.
-Aseguraos de que...
Gerald no terminó la frase. Antes de poder hacerlo, una luz a lo lejos llamó su atención. Desapareció tan rápido como había aparecido, para luego volver a dejarse ver. Era lo único que iluminaba aquel mundo de oscuridad y niebla. Sin tener que decírselo, Gibbs puso rumbo hacia la luz, con un especial cuidado de no chocar contra rocas o arrecifes que no pudieran ver. Gerald se preguntaba a qué distancia estaría, pues era difícil hacerse una idea.
"Debe ser un faro", pensó. "Y si hay un faro es que hay tierra". Esperanzado por primera vez desde hacía mucho, aunque sin dejar que su estado emocional se apreciase a través de su pétrea expresión, contempló la luz y se preguntó cuántos más la habrían visto. No sabía cuantos enemigos habría siguiendo su misma senda, atraídos por el faro cual polillas. Un mal presentimiento se apoderó de él y tuvo la necesidad de tocar el pomo de su espada. El tacto frío del acero le resultaba reconfortante.
Y como si lo hubiera invocado con ese simple gesto, una gran sombra apareció repentinamente justo al lado de su Ave. "Es un barco", comprendió. Pero era el barco más feo que jamás hubiera visto. Incluso en la penumbra alcanzaba a distinguir sus extrañas formas y colores, como si dos embarcaciones se hubieran estrellado y estuviese frente al resultado del choque. Ahí estaba el primero. Gerald no era beligerante, pero no iba a dejar que nadie se le adelantara. Echó mano a su Pluma Negra y se acercó a la baranda de cubierta, dispuesto a parlamentar con quien tripulase aquel extraño navío.
Gusi
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Akuma no mi
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Gusi bostezaba, emitiendo unos ruidos más similares a un orangután que al de una persona. Sus ojos estaba recubiertos de legañas, y una sabor a saliva empastada le recorría la boca dejándole un mal sabor mañanero. Después de unos minutos de estiramientos y movimientos extraños, para que el cuerpo se destensara, consiguió abrir los ojos. Nada más abrirlos lo primero que vio fue la madera del tejado, y por su mente paso que estaba en su camarote o dentro de un ataúd.
Decidió quedarse unos minutos más levitando a escasos centímetros de su cama. Pues no parecía que el tiempo pasara muy deprisa, y aquella sensación era como estar tumbado sobre una nube. Pero de repente, la voz de Kimura hizo que su relajación colapsara y cayera de bruces contra el borde de la cama. Dado una voltereta algo cómica, pero muy dolorosa contra el suelo. Qué pena que nadie la haya visto, seguro que se hubiera convertido en un video viral en la marina. Pero él no estaba aquí para hacerse famoso con videos de caídas, sino para capturar maleantes.
Después de arreglarse en 0,1 segundo, salió corriendo a la parte superior del barco. La verdad que gracias a su look alocado no le hacía mucha falta peinarse, ni vestirse en condiciones. Al llegar a la cubierta una espesa niebla apenas le deja ver más allá de la cubierta. Gusi se arrascó fuertemente los ojos pensando que era por no lavarse la cara, pero después de varios restregones se dio cuenta de que allí solo había una espesa niebla, y no era culpa de sus legañas.
Se colocó al lado de Tobías y escucho con atención a su Capitán. Sus palabras eran firmes y con determinación. Realmente parecía que se estaban metiendo en un marrón, pero siempre sería fiel y estaría al mando de las órdenes de Kimura. Todo aquello le daba muy mala espina, pero debía estar allí para proteger a los Crisom Wolves de cualquier amenaza.
-¿Piensas ir con esas pintas?-dijo Gusi a Tobías en uno de los momentos en los Kimura se fue. Después el Capitán volvió a aparecer lleno de armas y volvió a dar otro discurso de los suyos. La verdad que aquel hombre le gustaba hablar, pero sin duda, que bien hablaba. Cuando parecía que Kimura termino de hablar, un fuerte retortijón hizo contraerse a Gusi.
-Me disculpa, Capitán. Debo ir a chetarme como usted a mi camarote.- dijo el marine mientras se iba a toda prisa al baño más cercano. Era sagrado tener que ir al baño nada más levantarse, el cuerpo se acostumbra y luego te lo hace pagar. Nada más poner sus posaderas en el trono, sintió como un gran alivio recorría todo su cuerpo y sin duda, ahora si estaba listo para empezar la nueva aventura.
Decidió quedarse unos minutos más levitando a escasos centímetros de su cama. Pues no parecía que el tiempo pasara muy deprisa, y aquella sensación era como estar tumbado sobre una nube. Pero de repente, la voz de Kimura hizo que su relajación colapsara y cayera de bruces contra el borde de la cama. Dado una voltereta algo cómica, pero muy dolorosa contra el suelo. Qué pena que nadie la haya visto, seguro que se hubiera convertido en un video viral en la marina. Pero él no estaba aquí para hacerse famoso con videos de caídas, sino para capturar maleantes.
Después de arreglarse en 0,1 segundo, salió corriendo a la parte superior del barco. La verdad que gracias a su look alocado no le hacía mucha falta peinarse, ni vestirse en condiciones. Al llegar a la cubierta una espesa niebla apenas le deja ver más allá de la cubierta. Gusi se arrascó fuertemente los ojos pensando que era por no lavarse la cara, pero después de varios restregones se dio cuenta de que allí solo había una espesa niebla, y no era culpa de sus legañas.
Se colocó al lado de Tobías y escucho con atención a su Capitán. Sus palabras eran firmes y con determinación. Realmente parecía que se estaban metiendo en un marrón, pero siempre sería fiel y estaría al mando de las órdenes de Kimura. Todo aquello le daba muy mala espina, pero debía estar allí para proteger a los Crisom Wolves de cualquier amenaza.
-¿Piensas ir con esas pintas?-dijo Gusi a Tobías en uno de los momentos en los Kimura se fue. Después el Capitán volvió a aparecer lleno de armas y volvió a dar otro discurso de los suyos. La verdad que aquel hombre le gustaba hablar, pero sin duda, que bien hablaba. Cuando parecía que Kimura termino de hablar, un fuerte retortijón hizo contraerse a Gusi.
-Me disculpa, Capitán. Debo ir a chetarme como usted a mi camarote.- dijo el marine mientras se iba a toda prisa al baño más cercano. Era sagrado tener que ir al baño nada más levantarse, el cuerpo se acostumbra y luego te lo hace pagar. Nada más poner sus posaderas en el trono, sintió como un gran alivio recorría todo su cuerpo y sin duda, ahora si estaba listo para empezar la nueva aventura.
Nostariel
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Akuma no mi
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El largo y duro viaje me estaba agotando, cosa que no parecía afectar mucho a Kasai. Aunque la niebla del último tramo de viaje me había de vuelto en parte las energías al recordarme a mi hogar, el no encontrar nada se estaba volviendo un fastidio. Mientras cavilaba en esto Kasai pareció fijarse en un lateral del barco, un enorme tiburón venia directo a nosotros, y no parecía que para hacerse nuestro amigo. Estaba generando ya un Negative Hollow para que el animal nos dejara tranquilos cuando Kasai le disparó, su vena cazadora era fuerte, pero dejar aquella pieza allí me dolía en el alma. Tras los disparos y mientras recargaba me pidió que aumentara la velocidad para que no nos pillara un rey marino de aparecer.
-Kasai, la luz del faro está ya muy cerca, ¿Crees que es prudente acelerar? Pero una orden es una orden, por lo que hice lo que me pedía el maestro del gremio.
Generé un fantasma espía, que hice avanzar por delante del barco, esperaba poder ver cualquier roca o peligro antes de chocarnos con él, e intentar frenar el navío o esquivarlo, o al menos estar preparada para el impacto y avisar al resto. Además mande un par de mini Hollow hacia la parte de atrás del barco, trazando una espiral cada uno buscando alguna presencia, de marines, cipher pol, piratas, revolucionarios, lo que fuera.
-Kasai, la luz del faro está ya muy cerca, ¿Crees que es prudente acelerar? Pero una orden es una orden, por lo que hice lo que me pedía el maestro del gremio.
Generé un fantasma espía, que hice avanzar por delante del barco, esperaba poder ver cualquier roca o peligro antes de chocarnos con él, e intentar frenar el navío o esquivarlo, o al menos estar preparada para el impacto y avisar al resto. Además mande un par de mini Hollow hacia la parte de atrás del barco, trazando una espiral cada uno buscando alguna presencia, de marines, cipher pol, piratas, revolucionarios, lo que fuera.
Corvo
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Akuma no mi
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El gobierno, previsor como nunca me había cedido un barco para investigar la extraña isla como había pedido. El barco tenía previsto hasta el más mínimo detalle, contando hasta con un laboratorio, en el que pasé la mayor parte del viaje siguiendo mis investigaciones con la electricidad y las aleaciones. Fue un viaje bastante ameno, ya que no me salí de la rutina que venía manteniendo, pero sí que cambio el objeto de mi investigación, ya que venía en busca de una supuesta que podía desaparecer, lo que abría infinidad de incógnitas.
Cuando los demás miembros ya habían perdido la esperanza de encontrar algo entramos en un campo de niebla densa, de lo que me avisaron al instante, ya que había pedido que lo hicieran ante cualquier cosa anómala o extraña. Y esta lo era por la lejana luz de un faro y el sonido de las gaviotas en el cielo. Si la isla estaba donde el faro todo tenía bastante lógica, pero si aparecía y desaparecía ¿Cómo podían mantener un faro?
-Parar motores, no quiero que nos movamos de aquí, tengo cosas que hacer antes de seguir adelante.- Le dije al capitán del barco antes de ir al laboratorio.
Una vez en él, recogí mi arma, active los drones, me metí en la APCI y salí a cubierta, donde la N1 descansaba para activarla. Deje los tres de los Ares y un Apache en el barco como ayuda en caso de ataque y me lancé al cielo con el resto, activando los escáneres de los Apache según ascendíamos, quedándome a una altura en la que aún pudiera llegar a contactar con los drones del barco, quería ver todo desde el aire, saber la altura a la que la niebla llegaba si podía y ver si desde la altura se podía apreciar algo más de isla que estaba buscando.
Cuando los demás miembros ya habían perdido la esperanza de encontrar algo entramos en un campo de niebla densa, de lo que me avisaron al instante, ya que había pedido que lo hicieran ante cualquier cosa anómala o extraña. Y esta lo era por la lejana luz de un faro y el sonido de las gaviotas en el cielo. Si la isla estaba donde el faro todo tenía bastante lógica, pero si aparecía y desaparecía ¿Cómo podían mantener un faro?
-Parar motores, no quiero que nos movamos de aquí, tengo cosas que hacer antes de seguir adelante.- Le dije al capitán del barco antes de ir al laboratorio.
Una vez en él, recogí mi arma, active los drones, me metí en la APCI y salí a cubierta, donde la N1 descansaba para activarla. Deje los tres de los Ares y un Apache en el barco como ayuda en caso de ataque y me lancé al cielo con el resto, activando los escáneres de los Apache según ascendíamos, quedándome a una altura en la que aún pudiera llegar a contactar con los drones del barco, quería ver todo desde el aire, saber la altura a la que la niebla llegaba si podía y ver si desde la altura se podía apreciar algo más de isla que estaba buscando.
Jack Gargaroth
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La niebla cubría hasta lo más cercano al barco, no se veía absolutamente nada... Una niebla espesa, muy espesa, tanto que podría palparse, hasta guardarse en un tarro, era un puré de patatas la niebla, hasta corpórea... Bueno, igual eso es mucho exagerar... Prendió su cigarro y sorbió con fuerza mirando al semigigante -Vamos a ver... Yo te he pagado para que nos lleves a la isla, y nos vas a llevar a la isla, parece mentira que lo haya tenido que hacer después de todo lo que hemos pasado juntos...-Sentenció Jack con firmeza clavándole la mirada con intensidad -Continúa, es evidente que no se ve porque hay muchísima niebla, no obstante, toda esta niebla me indica que debemos estar muy cerca, así que sigue avanzando -Añadió sentandose cerca del timón y mirando al horizonte, donde solo se veía el espeso blanco de la niebla.
El gruñón semigigante izó velas de nuevo farfullando juramentos y sentencias por lo bajo, como siempre, mientras Gargaroth se levantaba y comenzaba a levar el ancla. Llevaba puestos unos tejanos negros bastante rotos, acompañados de unas botas de punta de acero hasta la rodilla. Su mítica camiseta sin mangas beige y unas gafas de sol negras. Por alguna razón algunas partes de su tatuaje estaban menos marcadas, y eso le desconcertaba mucho, tanto que llevaba días preocupado por el asunto... Tras un rato observándolo resolvió que al volver a casa se lo repasaría y punto, tampoco era mayor problema, si es que volvía de aquella, claro... Era más que evidente que piratas de todos los mares iban a embarcarse en esa aventura... Debía olvidar su oficio en esa búsqueda, al fin y al cabo no le importaba demasiado el dinero, solo quería descubrir si era cierto eso que decían y... si podía llevarse un pellizquito, pues ni tan mal...
El gruñón semigigante izó velas de nuevo farfullando juramentos y sentencias por lo bajo, como siempre, mientras Gargaroth se levantaba y comenzaba a levar el ancla. Llevaba puestos unos tejanos negros bastante rotos, acompañados de unas botas de punta de acero hasta la rodilla. Su mítica camiseta sin mangas beige y unas gafas de sol negras. Por alguna razón algunas partes de su tatuaje estaban menos marcadas, y eso le desconcertaba mucho, tanto que llevaba días preocupado por el asunto... Tras un rato observándolo resolvió que al volver a casa se lo repasaría y punto, tampoco era mayor problema, si es que volvía de aquella, claro... Era más que evidente que piratas de todos los mares iban a embarcarse en esa aventura... Debía olvidar su oficio en esa búsqueda, al fin y al cabo no le importaba demasiado el dinero, solo quería descubrir si era cierto eso que decían y... si podía llevarse un pellizquito, pues ni tan mal...
Simo Baker
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No puedo ver nada alrededor del barco. Todo está cubierto por la maldita niebla, la odio casi tanto como a la lluvia. Empiezo a estar de mal humor cuando de repente nuestro nórdico navegante detiene el barco. El caradura dice que no hay ninguna isla ahí. Le indiqué bien la zona en la que estaba la isla antes de partir, no creo que sea tan tonto como para habernos perdido. Mi cara comienza a mostrar mi enfado y me levanto para obligarle a continuar la marcha. Menos mal que mi compañero de viaje se me adelanta y tranquilamente hace que sigamos la marcha. Supongo el gran hombre impone lo suficiente como para que el marinero no le replique.
Continuamos nuestro viaje, pero me ha surgido curiosidad por el hombre que me acompaña. No habíamos hablado durante todo el trayecto, al parecer ambos somos callados. Pero quizá me convenga aliarme con él, parece bastante fuerte. Decido acercarme a mi compañero para ver si logro averiguar algo de él que me indique si es de fiar o no.
-“Menos mal que has intervenido, ese maldito nórdico quería volver a timarnos. Por cierto me llamo Nairb.”- digo mientras sonrío ligeramente. Luego vuelvo a tomar la palabra: -“He estado pensando que seguramente el lugar al que nos dirigimos será peligroso y estará plagado de criminales. ¿Qué te parece si nos aliamos por un tiempo? Aunque tuviéramos que dividir el botín, habrá más probabilidades de que obtengamos algo."-.
Tras estas palabras vuelvo a dirigir mi mirada al frente intentando ver algo entre la niebla mientras espero una respuesta. No sé qué contestara mi compañero, pero es mejor que se dé prisa, no debemos de estar muy lejos de la isla en la que encontraremos la gloria o el fracaso.
Continuamos nuestro viaje, pero me ha surgido curiosidad por el hombre que me acompaña. No habíamos hablado durante todo el trayecto, al parecer ambos somos callados. Pero quizá me convenga aliarme con él, parece bastante fuerte. Decido acercarme a mi compañero para ver si logro averiguar algo de él que me indique si es de fiar o no.
-“Menos mal que has intervenido, ese maldito nórdico quería volver a timarnos. Por cierto me llamo Nairb.”- digo mientras sonrío ligeramente. Luego vuelvo a tomar la palabra: -“He estado pensando que seguramente el lugar al que nos dirigimos será peligroso y estará plagado de criminales. ¿Qué te parece si nos aliamos por un tiempo? Aunque tuviéramos que dividir el botín, habrá más probabilidades de que obtengamos algo."-.
Tras estas palabras vuelvo a dirigir mi mirada al frente intentando ver algo entre la niebla mientras espero una respuesta. No sé qué contestara mi compañero, pero es mejor que se dé prisa, no debemos de estar muy lejos de la isla en la que encontraremos la gloria o el fracaso.
Rei Arslan
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El aroma de las patatas fritas era delicioso y sobre todo, comerlas. Había recorrido el barco entero con una bolsa en las manos. En este también había un tío, pero no tenía ni idea de quién era así que a menos que no se rebajase el a hablarme yo no le diría nada. La verdad es que habíamos tenido suerte de encontrar un barco tan fácilmente para ir a la búsqueda del tesoro. Solo de pensar en las riquezas que podía poseer... se me hacía la boca agua, era genial.
El barco tenía una gran cantidad de provisiones, pero solo a base de patatas fritas, aunque no me quejaba. El sabor y el aroma que tenían era de lo que más me gustaba. Tiré la bolsa que había terminado al suelo, froté las manos y abrí otra. Recorrí el velero de arriba abajo encontrándome con varios sofás en los cuales ya había estado sentada antes. Bastante cómodos para mi gusto.
Atravesé las salas y llegué a una cama grande y deshecha. Olí el ambiente y sentí náuseas. Era un olor cerrado y húmedo que daba dolor de cabeza. Me acerqué hasta la cama y pasé la mano por encima de las sábanas. Estas estaban frías y quité la mano enseguida.
-Esta cama huele a prostituta. - Murmuré con cierto asco.
Tras eso salí del cuarto y me dirigí a cubierta. A medida que llegaba me terminé la bolsa de patatas fritas y la tiré al suelo. Me limpié las manos y, finalmente, salí a cubierta. Paseé por toda ella con cierta parsimonia mientras observaba lo que había a mi alrededor. La niebla que había era muy espesa y de vez en cuando se podía ver una tenue luz en el cielo. Quizás un faro.
-¡Eooooooooo! - Grité con fuerza para que el tío que estaba dentro del barco saliera, que no lo encontraba por ningún lado.
El barco tenía una gran cantidad de provisiones, pero solo a base de patatas fritas, aunque no me quejaba. El sabor y el aroma que tenían era de lo que más me gustaba. Tiré la bolsa que había terminado al suelo, froté las manos y abrí otra. Recorrí el velero de arriba abajo encontrándome con varios sofás en los cuales ya había estado sentada antes. Bastante cómodos para mi gusto.
Atravesé las salas y llegué a una cama grande y deshecha. Olí el ambiente y sentí náuseas. Era un olor cerrado y húmedo que daba dolor de cabeza. Me acerqué hasta la cama y pasé la mano por encima de las sábanas. Estas estaban frías y quité la mano enseguida.
-Esta cama huele a prostituta. - Murmuré con cierto asco.
Tras eso salí del cuarto y me dirigí a cubierta. A medida que llegaba me terminé la bolsa de patatas fritas y la tiré al suelo. Me limpié las manos y, finalmente, salí a cubierta. Paseé por toda ella con cierta parsimonia mientras observaba lo que había a mi alrededor. La niebla que había era muy espesa y de vez en cuando se podía ver una tenue luz en el cielo. Quizás un faro.
-¡Eooooooooo! - Grité con fuerza para que el tío que estaba dentro del barco saliera, que no lo encontraba por ningún lado.
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Akuma no mi
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La niebla se expandía hacia el infinito en todas direcciones, lo que hacía imposible saber con exactitud mi localización, o la extensión del lugar donde me encontraba. Frente a mí, un hombre musculoso y alto con ambos brazos extendidos hacia el cielo cubierto de nubes, esbozaba una sonrisa triunfal.
Sí.
Había perdido la batalla.
No había podido salir de la niebla a tiempo, y había caído en las garras de aquel hombre sin remedio.
Tenía la respiración agitada y una gota solitaria de sudor frío me recorría la espalda. No tenía escapatoria. Por mucho que pensaba, no encontraba una manera de salir de aquella situación con vida. Me sentía impotente, frustrada, enfadada. Asustada.
Era el fin.
No podría cumplir mis objetivos.
Moriría sin poder ver a Yurai una vez más.
¿Era el fin?
Recordé entonces las estúpidas palabras que mi padre me había dirigido tiempo atrás.
"Cuando estés entre la vida y la muerte, ¿sabes qué debes hacer? Mirar al peligro a la cara y decirle: No hoy."
Dejándome llevar por la parte más irracional de mi cerebro, ante aquella situación tan angustiosa, di rienda suelta a mis emociones. Miré fijamente a los ojos a aquel hombre, fruncí el ceño con gesto de decisión y dije:
- No hoy.
El hombre me devolvió la mirada con gesto de confusión y, entonces, se produjo un fuerte estruendo.
Me desperté de golpe y me incorporé casi involuntariamente, para mirar a mi alrededor.
¿Había sido un sueño?
Me cubrí el rostro con una mano, al tiempo que emitía un gruñido de frustración.
Primero el maldito viejo me ordenaba ir al South Blue para buscar una isla que quizá ni existía, luego me dejaba a la deriva en una barca y abandonaba a mi suerte, y ahora me quedaba dormida como una estúpida y tenía sueños estúpidos de tipos estúpidos que hacían cosas estúpidas.
"Eso han sido muchos estúpidos seguidos. Estoy perdiendo facultades léxicas..."
Parpadeé para asegurarme de que la niebla que me rodeaba no formaba parte de mi imaginación, y yo no estaba en el mundo de los sueños. ¿Dónde me encontraba exactamente?
Tal y como había descrito en mis ensoñaciones, la niebla se extendía en todas direcciones hasta el horizonte, y no podía saber con seguridad dónde estaba. Era demasiado espesa, así que casi no podía ver nada.
Sin embargo... ¿era eso una luz?
Miré hacia mi izquierda y escruté la niebla con mi vista ligeramente mejorada, para comprobar que efectivamente una tenue luz móvil atravesaba la niebla en intervalos regulares.
¿Eso era un faro?
Si había un faro, ¿eso significaba que también había una isla anexionada al faro?
¿O era tan sólo uno de esos faros situados en islotes en el medio de la nada?
No lo sabía, pero no me quedaba más remedio que avanzar en alguna dirección.
La pequeña barca que me había proporcionado mi abuelo contaba con un pequeño motor, pero en ese momento preferí no usarlo. Si no podía ver nada, no podía saber con seguridad si había alguien o algo a mi alrededor. El sonido del motor podía servirme, por un lado, para averiguar si había algo a mi alrededor -si el sonido rebotaba en algún lugar, por ejemplo-, pero por otro lado, serviría para que otros seres me localizasen con suma facilidad.
Y, en los mares, nunca estás solo.
Así que cogí los remos y comencé a remar, procurando encarar la barca hacia el lugar de donde provenía la intermitente luz, y remando a baja velocidad para aminorar el impacto si chocaba con algo.
"Maldito viejo y sus misiones absurdas..."
Sí.
Había perdido la batalla.
No había podido salir de la niebla a tiempo, y había caído en las garras de aquel hombre sin remedio.
Tenía la respiración agitada y una gota solitaria de sudor frío me recorría la espalda. No tenía escapatoria. Por mucho que pensaba, no encontraba una manera de salir de aquella situación con vida. Me sentía impotente, frustrada, enfadada. Asustada.
Era el fin.
No podría cumplir mis objetivos.
Moriría sin poder ver a Yurai una vez más.
¿Era el fin?
Recordé entonces las estúpidas palabras que mi padre me había dirigido tiempo atrás.
"Cuando estés entre la vida y la muerte, ¿sabes qué debes hacer? Mirar al peligro a la cara y decirle: No hoy."
Dejándome llevar por la parte más irracional de mi cerebro, ante aquella situación tan angustiosa, di rienda suelta a mis emociones. Miré fijamente a los ojos a aquel hombre, fruncí el ceño con gesto de decisión y dije:
- No hoy.
El hombre me devolvió la mirada con gesto de confusión y, entonces, se produjo un fuerte estruendo.
Me desperté de golpe y me incorporé casi involuntariamente, para mirar a mi alrededor.
¿Había sido un sueño?
Me cubrí el rostro con una mano, al tiempo que emitía un gruñido de frustración.
Primero el maldito viejo me ordenaba ir al South Blue para buscar una isla que quizá ni existía, luego me dejaba a la deriva en una barca y abandonaba a mi suerte, y ahora me quedaba dormida como una estúpida y tenía sueños estúpidos de tipos estúpidos que hacían cosas estúpidas.
"Eso han sido muchos estúpidos seguidos. Estoy perdiendo facultades léxicas..."
Parpadeé para asegurarme de que la niebla que me rodeaba no formaba parte de mi imaginación, y yo no estaba en el mundo de los sueños. ¿Dónde me encontraba exactamente?
Tal y como había descrito en mis ensoñaciones, la niebla se extendía en todas direcciones hasta el horizonte, y no podía saber con seguridad dónde estaba. Era demasiado espesa, así que casi no podía ver nada.
Sin embargo... ¿era eso una luz?
Miré hacia mi izquierda y escruté la niebla con mi vista ligeramente mejorada, para comprobar que efectivamente una tenue luz móvil atravesaba la niebla en intervalos regulares.
¿Eso era un faro?
Si había un faro, ¿eso significaba que también había una isla anexionada al faro?
¿O era tan sólo uno de esos faros situados en islotes en el medio de la nada?
No lo sabía, pero no me quedaba más remedio que avanzar en alguna dirección.
La pequeña barca que me había proporcionado mi abuelo contaba con un pequeño motor, pero en ese momento preferí no usarlo. Si no podía ver nada, no podía saber con seguridad si había alguien o algo a mi alrededor. El sonido del motor podía servirme, por un lado, para averiguar si había algo a mi alrededor -si el sonido rebotaba en algún lugar, por ejemplo-, pero por otro lado, serviría para que otros seres me localizasen con suma facilidad.
Y, en los mares, nunca estás solo.
Así que cogí los remos y comencé a remar, procurando encarar la barca hacia el lugar de donde provenía la intermitente luz, y remando a baja velocidad para aminorar el impacto si chocaba con algo.
"Maldito viejo y sus misiones absurdas..."
Cristopher Liam
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Me había aventurado en la zona en busca de piratas que cazar para poder empezar a acumular riquezas y méritos para ascender en mi gremio. Me había hecho con un barco y me dirigí a la zona donde supuestamente se reunirían corsarios, marines y otros sujetos que viven echados a la mar en busca de un supuesto gran tesoro oculto. El viaje al principio fue tranquilo, pero en un momento me rodeó una niebla que no me dejaba ver mucho más allá de mi barco, lo cual era problemático. Sin embargo, no todo fue malo ya que en mitad de la niebla vi la luz de un faro, algo que me serviría para tener una referencia de hacia dónde ir. Decidí seguir la luz del faro por si marcaba el principio de la isla, pero me encontré con las rocas que rodeaban dicho faro y mi barco se partió por la mitad. Afortunadamente no caí al agua, sino que acabé en tierra, precisamente donde se alzaba el faro que se hallaba abierto.
Como no tenía embarcación con la que proseguir y el faro parecía algo sospechoso decidí entrar e investigar lo que podría ocultar en su interior.
Como no tenía embarcación con la que proseguir y el faro parecía algo sospechoso decidí entrar e investigar lo que podría ocultar en su interior.
Esmejit R. Airnal
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Akuma no mi
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Airi se desperezó lentamente, estirando los brazos y bostezando sonoramente. Tardó un par de segundos en recordar dónde estaba: llevaba unos días navegando por el North Blue en busca de aquella isla misteriosa y mágica que aparecía y desaparecía. Se incorporó en su hamaca, en la que llevaba durmiendo durante todas las noches de la travesía, y salió a cubierta. Allí estaba aquel hombre misterioso, que según tenía entendido, se había unido al escuadrón revolucionario de la Venganza de la Quimera. Tampoco es que se lo hubiera preguntado directamente, pero era lo que se había dado a entender en el grupo. El chico se acercó lentamente al recién llegado, con una sonrisa algo desmejorada debido a la somnolencia, y saludó alzando la mano hasta la frente y dejándola caer.
- Buenos... ¿días? -preguntó, observando el aire que los rodeaba, lleno de niebla. ¿Acaso era aquel clima habitual? No recordaba haber vivido nada parecido antes. El sonido de las gaviotas sonaba sobre él-. ¿Estamos ya en la isla? -con interés se asomó a la cubierta, mirando el agua calmada. Aquello era raro.
El pelirrojo suspiró, mirando la cubierta: el barquito en el que habían ido era pequeño y rápido, perfecto para la Revolución, aunque dudaba de que pudiera guardar el oro de un tesoro de gran tamaño sin ver comprometida su flotabilidad. Con un gesto de la mano, hizo aparecer en su mano una de sus pistolas y sacó un pañuelo de su chaqueta negra y empezó a limpiar el cañón.
- ¿Dónde están los demás? -preguntó entonces, más para sí mismo que para que el tipo aquel le respondiese. Mientras seguía con la limpieza de su arma, se dio cuenta de que tenía un poco de hambre y pensó en que tal vez fuera buena idea ir a buscar un aperitivo. Al fin y al cabo, aún no se veía ninguna isla... normal, con toda aquella niebla.
- Buenos... ¿días? -preguntó, observando el aire que los rodeaba, lleno de niebla. ¿Acaso era aquel clima habitual? No recordaba haber vivido nada parecido antes. El sonido de las gaviotas sonaba sobre él-. ¿Estamos ya en la isla? -con interés se asomó a la cubierta, mirando el agua calmada. Aquello era raro.
El pelirrojo suspiró, mirando la cubierta: el barquito en el que habían ido era pequeño y rápido, perfecto para la Revolución, aunque dudaba de que pudiera guardar el oro de un tesoro de gran tamaño sin ver comprometida su flotabilidad. Con un gesto de la mano, hizo aparecer en su mano una de sus pistolas y sacó un pañuelo de su chaqueta negra y empezó a limpiar el cañón.
- ¿Dónde están los demás? -preguntó entonces, más para sí mismo que para que el tipo aquel le respondiese. Mientras seguía con la limpieza de su arma, se dio cuenta de que tenía un poco de hambre y pensó en que tal vez fuera buena idea ir a buscar un aperitivo. Al fin y al cabo, aún no se veía ninguna isla... normal, con toda aquella niebla.
Igor kronk
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Me encontraba en un barco, bastante mono por cierto. Su capitán me saco del agua antes de que tuviera problemas con unos cuantos escualos. La parte mala es que se veía menos que en un laboratorio sin luz a causa de una endemoniada niebla muy pesada. Vagabundee un poco por el yate con cuidado de no caerme al mar hasta que unos amables tipos me encontraron, parecían mulatos sucios por que eran mas negros que el tizón. Por fortuna para mi me llevaron con mi amable anfitrión el cual tenia un trato algo extraño que proponerme. Según el no quería el tesoro pero deseaba algo a cambio... no tenia ni idea que seria pero no tenia mucho mas que ofrecer aparte de servicios.
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El rubio se encontraba sentado en el bote. Sus ojos estaban completamente cerrados, y simplemente estaba concentrado en sus cosas. Vestía con una chaqueta negra de hombreras plateadas, y una camiseta blanca en el interior. De parte inferior, portaba unos pantalones oscuros largos, y en sus pies llevaba unas botas. A su lado derecho, descansaba una pequeña vara de color azul. Era su preciso taco de villar. El chico estaba realmente relajado, y por ello estuvo a punto de quedarse completamente dormido. En su bolsillo derecho, llevaba un DDM de color plateado, para que sus superiores pudiesen contactar con él. No le había dicho al moreno que formaba parte del Cipher Pol 8. Pero tampoco era necesario, pues ya tendrían tiempo para hablar cuando se hubiesen llevado el dinero de una vez. Poco a poco, el rubio fue quedándose totalmente dormido, con la boca abierta, y la baba colgando. De hecho, se puso incluso a roncar de forma descarada.
El lobo tenía el día libre, y por ello sus jefes no le habían ordenado nada sobre la isla. Ni siquiera sabía que habían mandado a más agentes. Por así decirlo, si tenía que colaborar con el gobierno debía hacerlo, y no pensaba quejarse. Pero mientras no le llamasen, su objetivo era conseguir dinero con aquel tesoro. Su compañero de viaje era peor que una novia. Tenía que comprarle cosas, usar su licencia para darle dinero, y encima se ponía mandón a veces. El pobre rubio pensaba que el matrimonio debía ser un infierno. Por ello, había estado callado hasta quedarse dormido, y feliz. De repente pudo escuchar cómo el espadachín le hablaba, pero simplemente continuó durmiendo e ignorándolo. En ese momento sintió una luz en su rostro, y pensó que podía ser el moreno con una linterna o algo. Soltó un pequeño bostezo, y después se frotó los ojos con parsimonia. La pereza le invadía, y quería continuar durmiendo de forma feliz allí mismo.
Lo único que entendió fue algo sobre remar a toda hostia rumbo al primo Marcos, y recibió uno de los remos. El pobre luchador, más dormido que despierto, asintió con la cabeza. No había oído nada de lo que le dijo el moreno, pero se haría el despistado para que no le pillase. – Tu primo tiene una luz impresionante en su casa. – Dijo tratando de seguirle la corriente, o al menos intentándolo. En ese momento tomó el remo, lo imbuyó en haki armadura, y comenzó a remar con su monstruosa fuerza. Desplegó como pudo su mantra para estar atento a cualquier cosa. Si se daban el porrazo, volaría con una técnica de canalización para no caer al mar. Ser un Fenrir era duro, y sin darse cuenta se puso a aumentar el ritmo todo lo posible. El bote avanzaba a toda máquina hacia la luz del primo de Ushio.
El lobo tenía el día libre, y por ello sus jefes no le habían ordenado nada sobre la isla. Ni siquiera sabía que habían mandado a más agentes. Por así decirlo, si tenía que colaborar con el gobierno debía hacerlo, y no pensaba quejarse. Pero mientras no le llamasen, su objetivo era conseguir dinero con aquel tesoro. Su compañero de viaje era peor que una novia. Tenía que comprarle cosas, usar su licencia para darle dinero, y encima se ponía mandón a veces. El pobre rubio pensaba que el matrimonio debía ser un infierno. Por ello, había estado callado hasta quedarse dormido, y feliz. De repente pudo escuchar cómo el espadachín le hablaba, pero simplemente continuó durmiendo e ignorándolo. En ese momento sintió una luz en su rostro, y pensó que podía ser el moreno con una linterna o algo. Soltó un pequeño bostezo, y después se frotó los ojos con parsimonia. La pereza le invadía, y quería continuar durmiendo de forma feliz allí mismo.
Lo único que entendió fue algo sobre remar a toda hostia rumbo al primo Marcos, y recibió uno de los remos. El pobre luchador, más dormido que despierto, asintió con la cabeza. No había oído nada de lo que le dijo el moreno, pero se haría el despistado para que no le pillase. – Tu primo tiene una luz impresionante en su casa. – Dijo tratando de seguirle la corriente, o al menos intentándolo. En ese momento tomó el remo, lo imbuyó en haki armadura, y comenzó a remar con su monstruosa fuerza. Desplegó como pudo su mantra para estar atento a cualquier cosa. Si se daban el porrazo, volaría con una técnica de canalización para no caer al mar. Ser un Fenrir era duro, y sin darse cuenta se puso a aumentar el ritmo todo lo posible. El bote avanzaba a toda máquina hacia la luz del primo de Ushio.
Tobías Thorn
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El camarote en el que me encontraba era austero aunque confortable. Llevábamos de travesía durante un tiempo que ya no lograba calcular. Una vez que había terminado mis estiramientos y aseado en una pequeña palangana que había por allí poco más tenía que hacer. No quería comerme la cabeza pensando en las mil cosas que podían salir mal, asique decidí leer un libro que había traído junto con demás cosas. Era un ejemplar bastante curioso sobre hierbas medicinales y sus usos, el cual había conseguido distraerme haciéndome el viaje más ameno. Estaba leyendo sobre el estramonio fascinado en como una misma planta que valía para sofocar algunas dolencias, también te mataba si aumentabas la dosis o si no usabas la parte correcta. El mundo de las plantas era uno de mis mayores hobbies y cuando creía que podía pasar a leer sobre el siguiente, la voz del capitán me sobresaltó. Podía ser cualquier cosa, pero no me gustaba ir nunca desprevenido.
Había repasado una y otra vez que llevaba todo lo necesario para esta aventura en la que me había embarcado con los CW, pero no podía evitar una sensación extraña de que algo se me olvidaba. Miré una última vez la bandolera que llevaba y vi que todo estaba en su sitio. Llevaba munición para las pistolas, los diales y algunos cuchillos de reserva. Las pistolas estaban enfundadas en su sitio y mi daga oculta como siempre al igual que el resto de los cuchillos. Todo estaba en orden asique salí a cubierta a la espera de las órdenes de Kimura.
- ¿Pero qué cojones?.
La exclamación escapó de mis labios nada más pensarla. Una densa niebla nublaba la vista haciendo que el rumbo del navío fuese incierto. El pelirrojo estaba en la cubierta esperándonos por lo que me acerqué a él saludándolo. Gusi todavía no había llegado, pero la espera no fue larga puesto que llegó con pinta de acabarse de levantar. Se colocó a mi lado y escuchamos a Kimura atentamente.
Nos avisó sobre el peligro que la situción abarcaba. La verdad es que la maldita niebla era un handicap inicial con el que ninguno contábamos. El capitán se excusó un momento dejándonos allí a Gusi y a mí, cosa que aprovechó el joven para meterse con mi atuendo. - ¿Cómo puede atreverse a preguntar eso él?. - pensé automáticamente. Estaba medio acostumbrado al carácter del joven pelopincho, pero en una situación tan tensa no tenía ganas de chorradas.
- Dijo la sartén al cazo. - fue mi escueta respuesta.
No entendía el comentario del joven puesto que iba vestido como lo hacía habitualmente. Dado a que no me gustaba ir embutido con el traje distintivo de la agencia, me permitía la libertad de ir lo más cómodo posible y no llevar ningún distintivo del Gobierno Mundial que me identificase cuando entraba en territorio hostil, y lo único distinto ésta vez es que había decidido llevar botas, pero dudaba que fuese por eso. Seguramente estaría igual de nervioso que yo y esa era su manera de liberar tensiones, con sus tonterías.
El capitán volvió a la cubierta armado hasta los dientes. Parte de su arsenal no lo había visto nunca y tenía curiosidad por ver como se desenvolvía con ellas. El pelirrojo volvió a hablar dándonos su punto de vista a la par que órdenes de estar preparado y esperar su señal. Iba hacer una apunte al capitán, pero un gruñido interrumpió mi intención. Provenía del estómago del pelopincho dando así la nota como siempre. Tenía un don para esas cosas, aunque también se excusó marchándose por donde había venido. Aproveché el momento, ahora sabía que el joven no me interrumpiría asique me dirigí hacia el capitán.
- Detrás de esta maldita niebla puede haber lo que sea. ¿Ha activado su haki de observación capitán?.
Era una de las cosas en mi "lista de cosas pendientes". Era algo digno de intentar aprender si salíamos de la que se avecinaba.
Había repasado una y otra vez que llevaba todo lo necesario para esta aventura en la que me había embarcado con los CW, pero no podía evitar una sensación extraña de que algo se me olvidaba. Miré una última vez la bandolera que llevaba y vi que todo estaba en su sitio. Llevaba munición para las pistolas, los diales y algunos cuchillos de reserva. Las pistolas estaban enfundadas en su sitio y mi daga oculta como siempre al igual que el resto de los cuchillos. Todo estaba en orden asique salí a cubierta a la espera de las órdenes de Kimura.
- ¿Pero qué cojones?.
La exclamación escapó de mis labios nada más pensarla. Una densa niebla nublaba la vista haciendo que el rumbo del navío fuese incierto. El pelirrojo estaba en la cubierta esperándonos por lo que me acerqué a él saludándolo. Gusi todavía no había llegado, pero la espera no fue larga puesto que llegó con pinta de acabarse de levantar. Se colocó a mi lado y escuchamos a Kimura atentamente.
Nos avisó sobre el peligro que la situción abarcaba. La verdad es que la maldita niebla era un handicap inicial con el que ninguno contábamos. El capitán se excusó un momento dejándonos allí a Gusi y a mí, cosa que aprovechó el joven para meterse con mi atuendo. - ¿Cómo puede atreverse a preguntar eso él?. - pensé automáticamente. Estaba medio acostumbrado al carácter del joven pelopincho, pero en una situación tan tensa no tenía ganas de chorradas.
- Dijo la sartén al cazo. - fue mi escueta respuesta.
No entendía el comentario del joven puesto que iba vestido como lo hacía habitualmente. Dado a que no me gustaba ir embutido con el traje distintivo de la agencia, me permitía la libertad de ir lo más cómodo posible y no llevar ningún distintivo del Gobierno Mundial que me identificase cuando entraba en territorio hostil, y lo único distinto ésta vez es que había decidido llevar botas, pero dudaba que fuese por eso. Seguramente estaría igual de nervioso que yo y esa era su manera de liberar tensiones, con sus tonterías.
El capitán volvió a la cubierta armado hasta los dientes. Parte de su arsenal no lo había visto nunca y tenía curiosidad por ver como se desenvolvía con ellas. El pelirrojo volvió a hablar dándonos su punto de vista a la par que órdenes de estar preparado y esperar su señal. Iba hacer una apunte al capitán, pero un gruñido interrumpió mi intención. Provenía del estómago del pelopincho dando así la nota como siempre. Tenía un don para esas cosas, aunque también se excusó marchándose por donde había venido. Aproveché el momento, ahora sabía que el joven no me interrumpiría asique me dirigí hacia el capitán.
- Detrás de esta maldita niebla puede haber lo que sea. ¿Ha activado su haki de observación capitán?.
Era una de las cosas en mi "lista de cosas pendientes". Era algo digno de intentar aprender si salíamos de la que se avecinaba.
Ai Nanasaki
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Bostezó con fuerza y se estiró aún sin salir de la cama. Trató de volver a dormir, pero al ver que era algo difícil dado que sus compañeros ya empezaban a moverse y esos ruidos le molestaban. Decidió levantarse, con mucha pereza todavía en el cuerpo. Fue al baño, se lavó la cara y se peinó. Agarró una camiseta de color azulada y unos pantalones cortos a juego. Agarró sus espadas y se las puso en su cintura. Tuvo suerte de encontrarse con otros compañeros de la revolución y así, al menos, no iría en solitario en la búsqueda de un tesoro legendario… En parte. ¿Qué podían hacer con ese tesoro? Poder comprar cosas para potenciar los ejércitos o nuevos buques de guerra. Mejorar las instalaciones en las islas… O, por qué no, comprar un castillo… Para ella… ”Concéntrate.” – se golpeó ambas mejillas con suavidad y decidió salir de su habitación.
– Deberíamos haber llegado hacer mucho… – Susurró al notar dos cosas: Número uno; la niebla era reina en aquel lugar, número dos; la isla no estaba… ”Hace referencia a eso de que es mágica…” – notó que estaban el chico nuevo y Esmejit en la cubierta. Al primero no lo conocía de nada y, al parecer, tenía planes de unirse a su bando. Al segundo, lo había visto un par de veces en la base de Krauser, mas nunca hablaron o intercambiaron algo de real utilidad. Suspiró con un deje de pesadez y se centró en lo importante… ¿Había algo importante? Todas las fuentes indicaban que la isla estaba aquí, pero… No estaba. Tampoco es que le gustara la idea de seguir navegando a ciegas y menos en un barco con tantos hombres. Se sentía algo incómoda.
Se sentó en el barco y sacó sus armas, era hora de la mantención rutinaria. Empezó con la espada blanca y luego de ver que no tenía algún rasguño o marca considerable, empezó por afilar el lado cortante de la espada. Una vez acabó con ella, prosiguió con la negra. ”Debo irme con cuidado…” – se dijo mientras activaba su mantra y presentaba atención a cada ruido extraño. No la iban a pillar, tan fácil, con la guardia baja. ”Supongo que hay que vigilar al nuevo…” – suspiró de forma tranquila. Como era normal en ella, apenas había comentado un par de frases sueltas y no había compartido mucho con sus compañeros. ¿Cuánto faltaría para llegar a la isla? Estaba aburrida de esperar tanto y quería, al menos, pisar tierra y tener algo más interesante que hacer.
– Deberíamos haber llegado hacer mucho… – Susurró al notar dos cosas: Número uno; la niebla era reina en aquel lugar, número dos; la isla no estaba… ”Hace referencia a eso de que es mágica…” – notó que estaban el chico nuevo y Esmejit en la cubierta. Al primero no lo conocía de nada y, al parecer, tenía planes de unirse a su bando. Al segundo, lo había visto un par de veces en la base de Krauser, mas nunca hablaron o intercambiaron algo de real utilidad. Suspiró con un deje de pesadez y se centró en lo importante… ¿Había algo importante? Todas las fuentes indicaban que la isla estaba aquí, pero… No estaba. Tampoco es que le gustara la idea de seguir navegando a ciegas y menos en un barco con tantos hombres. Se sentía algo incómoda.
Se sentó en el barco y sacó sus armas, era hora de la mantención rutinaria. Empezó con la espada blanca y luego de ver que no tenía algún rasguño o marca considerable, empezó por afilar el lado cortante de la espada. Una vez acabó con ella, prosiguió con la negra. ”Debo irme con cuidado…” – se dijo mientras activaba su mantra y presentaba atención a cada ruido extraño. No la iban a pillar, tan fácil, con la guardia baja. ”Supongo que hay que vigilar al nuevo…” – suspiró de forma tranquila. Como era normal en ella, apenas había comentado un par de frases sueltas y no había compartido mucho con sus compañeros. ¿Cuánto faltaría para llegar a la isla? Estaba aburrida de esperar tanto y quería, al menos, pisar tierra y tener algo más interesante que hacer.
Alice Branwen
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Normalmente la joven albina es alguien muy risueña y alegre, andar seria todo el tiempo no iba con su bola, pero todo alcanzaba su límite en algún momento. Aquel ambiente tétrico, sumándole la perpetua niebla que predominaba en el lugar, tenía un poco poco malhumorada a la chica. A ella nunca le han gustado los ambientes así de melancólicos, ya había tenido muchos en su vida, no necesitaba más. Si es por eso... ¿Cómo termino Alice en aquel barco en medio de la nada? La historia era demasiado larga para contar, pero, resumiendo, el gobierno le había dado una misión. Lo que sucedió en el cuartel del North no contaba, puesto que ella misma se unió a esa lucha campal por mero sentido del deber, además salió recompensada por aquello. Al fin pertenecía a las filas de la Cipher Pol de manera oficial, por ende el gobierno ahora confiaba en ella... Lo suficiente para mandarla a una misión de esta magnitud. En un principio, ella creía que sería una en solitario y aburrida, pero se equivocó. Al parecer era una de suma importancia, lo suficiente para desplegar a varios agentes y marines. De hecho, una de las divisiones más famosas de CPs, iba navegando a su lado, montados en un... ¿Dragón? Alice no tenía idea de donde había salido esa monstruosidad, tampoco quería saberlo, la verdad.
Un ligero viento helado recorrió su cuerpo, estremeciéndola un poco; no era para menos. El atuendo de la chica para esa ocasión era muy liberal, pero era uno de los mejores que tenía para combatir sin restricción (eso, y que alguien le dijo una vez que se veía mejor sin el moño frontal). Consistía en un conjunto de cuero de color negro y morado muy revelador, pero que no molestaba a la hora de pelear. Encima de todo, llevaba una chaqueta de cuero para poder capear el frío un poco. Para terminar, su cabello que normalmente lo llevaba suelto y con un moño alto, ahora lo llevaba en una cola de caballo amarrado con un listón morado. Su flequillo lo dejó suelto, dejando que caiga por su rostro. Ella era mujer, y tomaba muy a pecho lo que decían de su apariencia. Además, en su opinión, el cambio se veía bien. LLevaba una mochila negra encima, y sus dos tantos estaba asegurados a su cintura.
La joven suspiró y fue a la cocina, donde, para su sorpresa, encontró muy poca comida; eso quería decir que habría que bajar a la bodega para buscar más. Alice se encogió de hombros y bajó por las escaleras que conectaban a esa habitación. Se sorprendió al ver que uno de sus compañeros se encontraba allí. Se llamaba Natsuki Subaru y, al parecer, era un agente recién ingresado; un novato, a fin de cuentas. Se encontraba... ¿Durmiendo? ¿En medio de una misión importante? La joven arqueó una ceja al notar esas dos cosas, pero, al cabo de unos segundos, una sonrisa traviesa apareció en su rostro. Iba a enseñarle a ese pelinegro que quedarse dormido en una misión importante, estaba mal.
De su mochila, sacó uno de sus diales. Este, en específico, no era muy orientado a peleas... Pero servirían para su causa actual. En silencio y con cuidado, apuntó hasta donde se encontraba el perezoso agente; un disparo de pedo salió, se dirigía directamente hasta donde Subaru se encontraba. La joven tomó sus cosas, tiró el dial y rápidamente salió de aquella habitación; no se iba a quedar a oler aquella travesura que hizo. Una vez que se encontraba en cubierta, se largó a reír, pero solo duró unos segundos. Se había dado cuenta que no había cumplido con su objetivo inicial... Y ahora tenía hambre.
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Off, objetos utilizados: De 10 diales de pedo, ahora me quedan 9.
Un ligero viento helado recorrió su cuerpo, estremeciéndola un poco; no era para menos. El atuendo de la chica para esa ocasión era muy liberal, pero era uno de los mejores que tenía para combatir sin restricción (eso, y que alguien le dijo una vez que se veía mejor sin el moño frontal). Consistía en un conjunto de cuero de color negro y morado muy revelador, pero que no molestaba a la hora de pelear. Encima de todo, llevaba una chaqueta de cuero para poder capear el frío un poco. Para terminar, su cabello que normalmente lo llevaba suelto y con un moño alto, ahora lo llevaba en una cola de caballo amarrado con un listón morado. Su flequillo lo dejó suelto, dejando que caiga por su rostro. Ella era mujer, y tomaba muy a pecho lo que decían de su apariencia. Además, en su opinión, el cambio se veía bien. LLevaba una mochila negra encima, y sus dos tantos estaba asegurados a su cintura.
La joven suspiró y fue a la cocina, donde, para su sorpresa, encontró muy poca comida; eso quería decir que habría que bajar a la bodega para buscar más. Alice se encogió de hombros y bajó por las escaleras que conectaban a esa habitación. Se sorprendió al ver que uno de sus compañeros se encontraba allí. Se llamaba Natsuki Subaru y, al parecer, era un agente recién ingresado; un novato, a fin de cuentas. Se encontraba... ¿Durmiendo? ¿En medio de una misión importante? La joven arqueó una ceja al notar esas dos cosas, pero, al cabo de unos segundos, una sonrisa traviesa apareció en su rostro. Iba a enseñarle a ese pelinegro que quedarse dormido en una misión importante, estaba mal.
De su mochila, sacó uno de sus diales. Este, en específico, no era muy orientado a peleas... Pero servirían para su causa actual. En silencio y con cuidado, apuntó hasta donde se encontraba el perezoso agente; un disparo de pedo salió, se dirigía directamente hasta donde Subaru se encontraba. La joven tomó sus cosas, tiró el dial y rápidamente salió de aquella habitación; no se iba a quedar a oler aquella travesura que hizo. Una vez que se encontraba en cubierta, se largó a reír, pero solo duró unos segundos. Se había dado cuenta que no había cumplido con su objetivo inicial... Y ahora tenía hambre.
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Iliana Markov
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La emperatriz respiró hondo, cerrando los ojos. Siempre le había gustado viajar, y encontrar nuevas tierras y lugares maravillosos. Sin embargo para ella siempre habría un lugar especial en sus pensamientos para su país, su clima, sus hermosos paisajes... así era que ahora no podía si no sentir morriña al recordar Hallstat. Irónicamente, uno de sus sueños de niña había sido conseguir un barco e irse lejos, a navegar por aguas desconocidas y descubrir nuevas islas. Bueno, ahora iba a hacerlo, aunque con objetivos bastante diferentes. Se apartó de la borda, y se acercó a Énra, uno de sus hombres de confianza y líder de la Hermandad de Asesinos. El murciélago y ella tenían grandes planes juntos, y aquella operación no sería más que el principio de una larga y próspera relación de negocios. Ya habían trabajado juntos en el pasado, claro, pero mayormente en pequeños encargos que ella le había confiado durante la crisis de sucesión. Frunciendo ligeramente el ceño, le dijo:
- Deberíamos estar llegando. No sólo estamos acercándonos al lugar marcado por el mapa, si no que hay niebla. En alta mar sólo suele darse bruma, en cambio, esta espera cortina... - meneó la cabeza - He oído de fenómenos similares en el Grand Line, pero no espero descubrir que este sea otro igual.
No era experta en meteorología, pero si había estudiado lo bastante sobre navegación y ejercido lo suficiente de capitana de navío como para tener buenas razones para fiarse de sus conocimientos. Además, el propio Derian la había instruido al respecto, y el difunto monarca había sido un soberbio navegante. En fin, aquel banco de niebla sólo implicaba que estaban cerca pues, y que debían andarse con mucho ojo. Indicó al vigía que estuviese ojo avizor a las posibles rocas, y se dirigió a popa. Se sentó tras el castillo, donde tendría algo de tranquilidad, y sumergió la mano en su sombra. Al retirarla extrajo una magnífica katana con el mango negro y rojo y un filo que parecía relucir con destellos plateados. La puso sobre sus rodillas, inspiró hondo y cerró los ojos. A ciegas, agarró el arma de nuevo y se centró en ella. Podía sentir su voz... la voz del acero contándole todos sus secretos. Movida por una mezcla de instinto y un presentimiento, se levantó lentamente y se puso en posición de combate. Alzó el arma por encima de su cabeza al tiempo que hacía que el filo se retirara, usando la capacidad especial de su arma, y acto seguido trazó un tajo descendente siguiendo su corazonada. Hubo un destello plateado, y escucho el silbido del acero contra el aire.
- Esto podría serme útil... - murmuró para sí misma, tras lo cual se ajustó a Tsuki no Kagayaki al cinto con la hoja replegada.
Dos sonidos llegaron a través del mar. ¿Disparos? Frunció el ceño, algo preocupada, y volvió con el resto. No era buena señal escuchar algo así. Sin hablar aun con nadie, se dirigió a proa a rápidos pasos (de donde había llegado el ruido) y activó su haki de observación. Percibió a la gente de su navío y el de la Hermandad... pero no sentía nada más allá. ¿Estarían fuera de su alcance? Soltó una maldición por lo bajo, y se acercó a Énra.
- Es evidente que no estamos solos. Tal vez convendría que le sacases partido a esas alas y echases una ojeada discretamente si no lo consideras muy arriesgado... pero al margen de lo que hagas, ordena a tus hombres que estén con las armas a punto, y que en su barco estén ojo avizor ante posibles escollos - acto seguido se giró hacia uno de sus soldados - ¡Sargento! Ordene a los hombres que tengan sus armas a punto, y que aguarden órdenes. Tal vez tengamos que entrar en batalla, en caso de que sean hostiles.
- Deberíamos estar llegando. No sólo estamos acercándonos al lugar marcado por el mapa, si no que hay niebla. En alta mar sólo suele darse bruma, en cambio, esta espera cortina... - meneó la cabeza - He oído de fenómenos similares en el Grand Line, pero no espero descubrir que este sea otro igual.
No era experta en meteorología, pero si había estudiado lo bastante sobre navegación y ejercido lo suficiente de capitana de navío como para tener buenas razones para fiarse de sus conocimientos. Además, el propio Derian la había instruido al respecto, y el difunto monarca había sido un soberbio navegante. En fin, aquel banco de niebla sólo implicaba que estaban cerca pues, y que debían andarse con mucho ojo. Indicó al vigía que estuviese ojo avizor a las posibles rocas, y se dirigió a popa. Se sentó tras el castillo, donde tendría algo de tranquilidad, y sumergió la mano en su sombra. Al retirarla extrajo una magnífica katana con el mango negro y rojo y un filo que parecía relucir con destellos plateados. La puso sobre sus rodillas, inspiró hondo y cerró los ojos. A ciegas, agarró el arma de nuevo y se centró en ella. Podía sentir su voz... la voz del acero contándole todos sus secretos. Movida por una mezcla de instinto y un presentimiento, se levantó lentamente y se puso en posición de combate. Alzó el arma por encima de su cabeza al tiempo que hacía que el filo se retirara, usando la capacidad especial de su arma, y acto seguido trazó un tajo descendente siguiendo su corazonada. Hubo un destello plateado, y escucho el silbido del acero contra el aire.
- Esto podría serme útil... - murmuró para sí misma, tras lo cual se ajustó a Tsuki no Kagayaki al cinto con la hoja replegada.
Dos sonidos llegaron a través del mar. ¿Disparos? Frunció el ceño, algo preocupada, y volvió con el resto. No era buena señal escuchar algo así. Sin hablar aun con nadie, se dirigió a proa a rápidos pasos (de donde había llegado el ruido) y activó su haki de observación. Percibió a la gente de su navío y el de la Hermandad... pero no sentía nada más allá. ¿Estarían fuera de su alcance? Soltó una maldición por lo bajo, y se acercó a Énra.
- Es evidente que no estamos solos. Tal vez convendría que le sacases partido a esas alas y echases una ojeada discretamente si no lo consideras muy arriesgado... pero al margen de lo que hagas, ordena a tus hombres que estén con las armas a punto, y que en su barco estén ojo avizor ante posibles escollos - acto seguido se giró hacia uno de sus soldados - ¡Sargento! Ordene a los hombres que tengan sus armas a punto, y que aguarden órdenes. Tal vez tengamos que entrar en batalla, en caso de que sean hostiles.
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Viajar con dolor de cabeza no es algo que le guste disfrutar a él joven Ikaruga, bueno nadie le ha mandado a ligar dos clases de licores diferentes para quedar borracho y fuera de sí como un idiota. El caballero del kraken ha navegado durante unos días esperando poder pasar su borrachera tranquilo encerrado en una de las habitaciones de un barco que se dispuso a llevarlo cerca de su destino por unos cuantos billetes, pero aun así el dolor de cabeza incluso de haber pasado los días aun es molesto, en un intento por dejar de sufrir el dolor salió de su habitación para buscar un poco de agua para beber y tratar de calmarse pero al salir lo que se llevo fue una gran sorpresa, una neblina que no dejaba ver nada.
- ¿Pero qué?… ¿Qué demonios es esto?
Se dijo a sí mismo en un momento de buscar respuesta a su única pregunta. Respiro profundamente buscando relajarse para amainar un poco más el dolor de cabeza, no podía cree esto que estaba ocurriendo ante sus ojos, de pronto alguien se acercó por su derecha y toco su hombro, Ikaruga volteo rápidamente para percatarse que era el capitán del barco, un señor mayor de unos 60 años.
-Creo que hasta aquí llegamos hijo - Exclamó el viejo capitán - tengo que girar mi barco, navegar por estas aguas es poco seguro y temo por la seguridad de mi tripulación.
Era verdad, sus Grumetes y demás miembros de tripulación se les notaba confundido y bastante nerviosos, Ikaruga al darse cuenta de esto cerró sus ojos en un momento de intentar meditar, pero lastimosamente el dolor de cabeza no ayudaba mucho, se sentía fatal, pero a la final solo pudo llegar a una conclusión, hacer lo de siempre.
- Capitán, prepáreme un bote, yo remare a mi destino.
- ¿Estás loco?
- Posiblemente, pero tengo algo que hacer así que no me detendré.
El capitán vio a Ikaruga a los ojos y entendió que no podía hacer nada para detenerlo, mientras este fue a buscar su arma el viejo se encargó de preparar un bote, al regresar este dio un salto y se colocó en posición dentro de su pequeño navío, mientras lo iban bajando el capitán se acercó para decirle una última cosa a Ikaruga.
-Debajo de tu asiento puedes encontrar algo de comida y bebida en un bulto, suerte en tu viaje.
Ikaruga le sonrió en señal de agradecimiento y al tocar el agua se dispuso a remar con fuerza dentro de la neblina, preguntándose así que se encontraría más adelante, pero de algo está siempre seguro, el siempre está en movimiento.
- ¿Pero qué?… ¿Qué demonios es esto?
Se dijo a sí mismo en un momento de buscar respuesta a su única pregunta. Respiro profundamente buscando relajarse para amainar un poco más el dolor de cabeza, no podía cree esto que estaba ocurriendo ante sus ojos, de pronto alguien se acercó por su derecha y toco su hombro, Ikaruga volteo rápidamente para percatarse que era el capitán del barco, un señor mayor de unos 60 años.
-Creo que hasta aquí llegamos hijo - Exclamó el viejo capitán - tengo que girar mi barco, navegar por estas aguas es poco seguro y temo por la seguridad de mi tripulación.
Era verdad, sus Grumetes y demás miembros de tripulación se les notaba confundido y bastante nerviosos, Ikaruga al darse cuenta de esto cerró sus ojos en un momento de intentar meditar, pero lastimosamente el dolor de cabeza no ayudaba mucho, se sentía fatal, pero a la final solo pudo llegar a una conclusión, hacer lo de siempre.
- Capitán, prepáreme un bote, yo remare a mi destino.
- ¿Estás loco?
- Posiblemente, pero tengo algo que hacer así que no me detendré.
El capitán vio a Ikaruga a los ojos y entendió que no podía hacer nada para detenerlo, mientras este fue a buscar su arma el viejo se encargó de preparar un bote, al regresar este dio un salto y se colocó en posición dentro de su pequeño navío, mientras lo iban bajando el capitán se acercó para decirle una última cosa a Ikaruga.
-Debajo de tu asiento puedes encontrar algo de comida y bebida en un bulto, suerte en tu viaje.
Ikaruga le sonrió en señal de agradecimiento y al tocar el agua se dispuso a remar con fuerza dentro de la neblina, preguntándose así que se encontraría más adelante, pero de algo está siempre seguro, el siempre está en movimiento.
Erwin Adler
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Despertó, al tiempo que su estómago se quejaba con un gruñido. Maldita sea... era más feliz durmiendo. Estaba soñando con una deliciosa anguila frita con tinto y rellena con salsa de ciruelas, acompañada por un puré de patata. Con un suspiro se dio la vuelta y avanzó hasta sus cosas a cuatro patas, rebuscando en la mochila a ver si le quedaba comida. Sacó una bolsa de patatas ya abierta, con la esperanza de descubrir que quedaba alguna. Pero no hubo suerte. Pasó el dedo por el fondo para recoger las escasas migajas que quedaban y se las llevó a la boca. Menuda suerte la mía... en fin, al menos ya debería haber llegado. O eso me dijeron." Había comprado la barca en una isla cercana con sus últimos ahorros. No era navegante, pero conocía lo mínimo como para poder llevar aquel trasto, siempre y cuando no se topase una tormenta, o... al salir de la cabina, soltó una sarta de sonoros tacos. ¡Niebla! Las cosas no podían ir a peor. Así no había manera de saber si ya había llegado o no. Podría estar en el horizonte, o incluso tenerla a dos palmos de su nariz y no verla. Afinó la vista tratando de captar algo, pero la niebla era demasiado espesa. Un momento... ¿eso había sido luz? Permaneció mirando en aquella dirección atentamente un rato, en tensión, y nuevamente volvió a verlo. ¡Sí, lo era! Un faro... eso eran excelentes noticias.
Entró de nuevo en la cabina y comenzó a organizar sus cosas. Se llevaría lo imprescindible; no quería meter su videoconsola en la isla y perderla. Mientras metía las cosas en la mochila, puso su reproductor de música con una canción cañera, mientras pensaba en la comida que iba a prepararse así como desembarcara. Tarareó animadamente la canción, metiendo algunos de sus cuchillos de cocina, cubiertos, un saquito de carbones, un zippo y una olla como parte del instrumental que usaría para prepararse su comida, a lo que añadió munición y un kit de primeros auxilios, entre otras cosas. Acto seguido abrió la maleta de su fusil de francotirador y comenzó a montarlo. Dejó el seguro puesto, pero con una bala ya en la recámara y un cargador puesto, y se lo colgó del hombro. Además se ajustó al cinto sus dos pistolas, también ya listas, y tras comprobar que estaban afilados añadió a ello los kukris (enfundados).
De nuevo fuera de la cabina, respiró hondo y extendió sus brazos. De repente de su piel comenzaron a salir un montón de mosquitos, que empezaron a revolotear en torno a él. "Id en todas direcciones, y en cuanto veáis tierra volved a mi." Mientras los insectos se alejaban, comenzó a replegar las velas para pararse. No quería navegar a ciegas. La idea era no sólo localizar la posición exacta de la isla, si no que si estaba en alguna clase de bahía o lugar estrecho, el orden de regreso de los mosquitos y la dirección le daría una idea aproximada de cómo era el lugar. Mientras esperaba, sacó el fusil y comenzó a usar la mira para intentar ver si discernía algo a través de la niebla. Sin suerte, decidió ver si tenía más fortuna pescando. Sacó una caña y tras poner uno de sus últimos cebos en esta, la dejó apoyada en la borda con el anzuelo ya en el agua. Mientras vigilaba la caña, apoyado contra la borde escuchando otra canción, le pareció ver algo entre la niebla. Se descolgó el fusil y volvió a usar la mira a modo de prismático, viendo una pequeña embarcación no demasiado lejos. "Estoy de suerte." Rápidamente desplegó las velas y corrió al timón, dirigiendo el pequeño barco para situarse en paralelo con el otro. Tal vez podían intercambiar datos y conseguir que le diera comida a cambio de sus servicios como cocinero o médico... y si no, la tomaría por la fuerza.
Entró de nuevo en la cabina y comenzó a organizar sus cosas. Se llevaría lo imprescindible; no quería meter su videoconsola en la isla y perderla. Mientras metía las cosas en la mochila, puso su reproductor de música con una canción cañera, mientras pensaba en la comida que iba a prepararse así como desembarcara. Tarareó animadamente la canción, metiendo algunos de sus cuchillos de cocina, cubiertos, un saquito de carbones, un zippo y una olla como parte del instrumental que usaría para prepararse su comida, a lo que añadió munición y un kit de primeros auxilios, entre otras cosas. Acto seguido abrió la maleta de su fusil de francotirador y comenzó a montarlo. Dejó el seguro puesto, pero con una bala ya en la recámara y un cargador puesto, y se lo colgó del hombro. Además se ajustó al cinto sus dos pistolas, también ya listas, y tras comprobar que estaban afilados añadió a ello los kukris (enfundados).
De nuevo fuera de la cabina, respiró hondo y extendió sus brazos. De repente de su piel comenzaron a salir un montón de mosquitos, que empezaron a revolotear en torno a él. "Id en todas direcciones, y en cuanto veáis tierra volved a mi." Mientras los insectos se alejaban, comenzó a replegar las velas para pararse. No quería navegar a ciegas. La idea era no sólo localizar la posición exacta de la isla, si no que si estaba en alguna clase de bahía o lugar estrecho, el orden de regreso de los mosquitos y la dirección le daría una idea aproximada de cómo era el lugar. Mientras esperaba, sacó el fusil y comenzó a usar la mira para intentar ver si discernía algo a través de la niebla. Sin suerte, decidió ver si tenía más fortuna pescando. Sacó una caña y tras poner uno de sus últimos cebos en esta, la dejó apoyada en la borda con el anzuelo ya en el agua. Mientras vigilaba la caña, apoyado contra la borde escuchando otra canción, le pareció ver algo entre la niebla. Se descolgó el fusil y volvió a usar la mira a modo de prismático, viendo una pequeña embarcación no demasiado lejos. "Estoy de suerte." Rápidamente desplegó las velas y corrió al timón, dirigiendo el pequeño barco para situarse en paralelo con el otro. Tal vez podían intercambiar datos y conseguir que le diera comida a cambio de sus servicios como cocinero o médico... y si no, la tomaría por la fuerza.
Eichi Tsukasa
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Lo único que sentía el pelirrojo, era frustración. En partes fue porque cada vez se le estaba haciendo mucho más difícil controlar a su otra personalidad, incluso el mismo Eichi ya no se reconocía del todo. Su personalidad era mucho más diferente al tímido pelirrojo que había escapado de Péndragon, en su lugar ahora había alguien mucho más confiado, fuerte e inteligente... Pero con un serio caso de bipolaridad(si es que se le puede llamar eso). Era por esa misma razón, y otras que no iba a mencionar, que su ojo derecho era de un color dorado intenso. Eichi no tenia la más mínima idea de cuando fue el último día en el que tuvo ambos ojos de color rojo. El hecho de que Eichi haya sido secuestrado por Jung para ir en búsqueda de un tesoro, no ayudaba en lo más mínimo en su estado anímico.
Y eso los llevaba a la situación actual. Aquel ambiente tenso, lleno de niebla, les estaba pasando la cuenta, y ya se podía notar el estrago que estaba haciendo en ellos... Especialmente, Zero; dicho pelinegro ahora amenazaba al joven príncipe. ¿Por qué? Simplemente era porque su pelota se había caído al mar. Suspiró con molestia, se pasó la mano por su alborotado cabello rojizo y se dirigió calmadamente a su compañero.
– Zero... Deja eso. En cuanto volvamos a un pueblo te compraré todas pelotas que quieras, e iremos a un buffet donde se pueda comer de todo; todo a mi cuenta. ¿Qué te parece? – De todas formas al joven le daba un poco lo mismo que el pelinegro tirara la nevera al mar. Eichi, conociendo la personalidad de sus compañeros, fue recaudando comida y lo almacenaba en un lugar secreto. Si, no había nada de malo en ser cauteloso, sobre todo en el mundo en el que vivían.
Y eso los llevaba a la situación actual. Aquel ambiente tenso, lleno de niebla, les estaba pasando la cuenta, y ya se podía notar el estrago que estaba haciendo en ellos... Especialmente, Zero; dicho pelinegro ahora amenazaba al joven príncipe. ¿Por qué? Simplemente era porque su pelota se había caído al mar. Suspiró con molestia, se pasó la mano por su alborotado cabello rojizo y se dirigió calmadamente a su compañero.
– Zero... Deja eso. En cuanto volvamos a un pueblo te compraré todas pelotas que quieras, e iremos a un buffet donde se pueda comer de todo; todo a mi cuenta. ¿Qué te parece? – De todas formas al joven le daba un poco lo mismo que el pelinegro tirara la nevera al mar. Eichi, conociendo la personalidad de sus compañeros, fue recaudando comida y lo almacenaba en un lugar secreto. Si, no había nada de malo en ser cauteloso, sobre todo en el mundo en el que vivían.
Abby
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El viento mecía mis cabellos suavemente. La brisa era cálida, esta provocaba una sensación realmente agradable. Las manos se deslizaban sobre aquellas escamas ocres. Estaba acostumbrándome a viajar de esta manera. Kusanagi nos había reunido a todos, no sé si eso era una buena o mala idea, a saber que podía salir de aquí. De vez en cuando echaba una mirada hacia atrás. No parecían estar muy cómodos el resto de mis compañeros.
Volví la vista hacia delante ignorando aquellos detalles. Nadie los había mandado subirse en mi dragón, podían ir en barco perfectamente, pero bueno, ¿quién era yo para meterme en el transporte de la gente? Suspiré. Encima esta niebla no ayudaba, era como un dolor de cabeza que no permitía ver nada y eso me ponía de los nervios.
Unas carcajadas llamaron mi atención, me giré y vi a un miembro de la organización que se había incorporado hace poco. Hizo un comentario respecto a la niebla que me hizo sonreír. La verdad es que por aquello me cayó bien, aunque tenía unas pintas un poco extrañas.
-Te refieres... ¿a esto?- Inquirí.
Había levantado mi mano y estirado el dedo índice. Una sonrisa traviesa se me había dibujado en la cara. Un simple rayo y acabaría con todo. Me gustaba ver las reacciones de mis compañeros, las caras que ponían solían ser graciosas. Bajé el brazo y lo apoyé sobre las escamas de nuevo.
-Quizás para la próxima vez. Si todo se complica... mejor acabar con ello de cuajo. - Murmuré mirando hacia delante.
Volví la vista hacia delante ignorando aquellos detalles. Nadie los había mandado subirse en mi dragón, podían ir en barco perfectamente, pero bueno, ¿quién era yo para meterme en el transporte de la gente? Suspiré. Encima esta niebla no ayudaba, era como un dolor de cabeza que no permitía ver nada y eso me ponía de los nervios.
Unas carcajadas llamaron mi atención, me giré y vi a un miembro de la organización que se había incorporado hace poco. Hizo un comentario respecto a la niebla que me hizo sonreír. La verdad es que por aquello me cayó bien, aunque tenía unas pintas un poco extrañas.
-Te refieres... ¿a esto?- Inquirí.
Había levantado mi mano y estirado el dedo índice. Una sonrisa traviesa se me había dibujado en la cara. Un simple rayo y acabaría con todo. Me gustaba ver las reacciones de mis compañeros, las caras que ponían solían ser graciosas. Bajé el brazo y lo apoyé sobre las escamas de nuevo.
-Quizás para la próxima vez. Si todo se complica... mejor acabar con ello de cuajo. - Murmuré mirando hacia delante.
Abel T. Nightroad
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Tras subir al barco designado por sus superiores el joven se dirige a uno de los varios camarotes destinados a los reclutas que se congregan en él para dirigirse a la misteriosa isla del barco fantasma donde mandan a los marines por los rumores que se escuchan sobre la misma. La paz del interior de su camarote le permiten meditar y conocer más sobre sí mismo, de modo que estaría mucho más preparado para lo que pudiera pasar que muchos de sus acompañantes.
Su meditación se ve interrumpida por un estruendoso ruido que proviene del exterior, causando un revoloteo entre los reclutas más inexpertos y menos preparados para mantener la calma en momentos de tensión. Dicha situación altera la paz que tanto le agrada al espadachín que se levanta con tranquilidad preparándose para lo que pudiera pasar, eso incluye colocarse sus 9 espadas encima.
Llegando a cubierta se encuentra con un marine de rango superior dando órdenes a los reclutas que se alborotaron con el estruendo y abandonaron sus puestos. Aquello no iba con el joven, pues no tenía una tarea específica en la embarcación, por lo que tras comprobar, que de hecho nada se podía ver a través de aquella espesa niebla esperó nuevas órdenes o acontecimientos.
Su meditación se ve interrumpida por un estruendoso ruido que proviene del exterior, causando un revoloteo entre los reclutas más inexpertos y menos preparados para mantener la calma en momentos de tensión. Dicha situación altera la paz que tanto le agrada al espadachín que se levanta con tranquilidad preparándose para lo que pudiera pasar, eso incluye colocarse sus 9 espadas encima.
Llegando a cubierta se encuentra con un marine de rango superior dando órdenes a los reclutas que se alborotaron con el estruendo y abandonaron sus puestos. Aquello no iba con el joven, pues no tenía una tarea específica en la embarcación, por lo que tras comprobar, que de hecho nada se podía ver a través de aquella espesa niebla esperó nuevas órdenes o acontecimientos.
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Akuma no mi
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Malditos marineros de poca monta, no aceptarme en su penosa tripulación... No me hacen falta, con un medio de transporte adquirido puedo conseguirlo yo solo. El hermoso velero "El Pájaro Osado", se encontraba amarrado en puerto sin vigilancia alguna lo que me pareció una grata sorpresa debido a que los demás barcos estaban preparándose para zarpar rumbo al gran tesoro. Yo no podía quedarme atrás en esta aventura por lo que subí al barco y zarpe sin permiso alguno. Como yo digo: barco abandonado, barco regalado.
Y allí estaba, en alta mar, o al menos eso creía. La niebla era tal que apenas veía donde pisaba. aminaba con las manos hacia delante para no chocar con nada y me dispuse a registrar aquel navío en busca de algo con lo que entretenerme. Llegue así al camarote principal donde vi una enorme cama doble desecha y, como si fuera un niño, cogí carrerilla y me lancé sobre ella. Fue divertido hasta que un aroma envolvente golpeo mi olfato. "Joder, ¡a cama esta usada! Y no solo para dormir" inmediatamente me levante de ella y me acudí la ropa como si sirviera de algo, no quería quemar la gabardina "En cuanto encuentre una nuevo quemo esta". Abandoné la habitación del pecado muy disgustado y seguí avanzando por el barco, no era lo que se dice gigante por lo que no tarde en encontrar otra puerta. Abrí sin pensar que podría haber dentro, la abrí y punto, y encontré el premio gordo: un enorme cargamento de patatas fritas. Cogí una bolsa con gran ansia pero inmediatamente me detuve, ¿y si no eran simples patatas? Miré la bolsa detenidamente, marca, ingredientes,... Solo había una forma de comprobar si verdaderamente eran patatas. Abrí la bolsa con sumo cuidado, metí la mano con el pulso de un abuelo y saqué una patata. Era perfecta, la ondulación perfecta, ni una rotura. Sin más demora decidí acabar con todo eso y me la metí en la boca. Mastiqué, saboree y no podía creer lo que pasaba... ¡Tenia un ligero toque picante! ¡Eran perfectas!
Con un par de bolsas en los bolsillo para picar más tarde y con una en mis manos, las cuales estaba disfrutando mucho, me alejé del cargamento y llegué a unos sofás y dando por hecho que ya había registrado el barco y que cuando llegará a algún lugar el choque del barco me avisaría, decidí relajarme en aquellos cómodos asientos. Estaba a punto de cerrar los ojos y dormir cuando un fuerte grito proveniente de algún lugar del barco me hizo caer del sofá y darme contra el suelo. Me levante maldiciendo todo lo que veía cuando recordé que alguien había gritado. "Pense que estaba solo, ¿y si lo estoy? ¿Y si se trara de seres sobrehumanos? El alma del antiguo capitán del barco quizás..." A pesar de que aquello me acojonaba un poco salí a paso ligero de la habitación dirección a cubierto, lugar donde me había parecido oír el grito, y justo antes de salir resbalé con algo y caí al suelo.
-Joder, y con este ya van dos trompazos.- me quejé mientras me frotaba el brazo con el que había aterrizado malamente.
Seguí gateando hasta cubierta, no es que estuviera dolorido, pero por primera vez veía el suelo con claridad. Pensando que ya era suficiente y sin apartar la vista del suelo para no tropezar de nuevo me levante con cuidado, pero antes de erguirme totalmente mi cabeza choco con algo... ¿Blando? Extrañado dirigí mis manos hacia delante hasta que me tope con ¿es una cintura? y por las curvas me pareció una cintura femenina. Me incliné hacia atrás y termine de levantarme sin mover las manos de donde estaban y al alzar la vista vi lo que tocaba, una hermosa figura femenina.
-¿Es usted real?-
Y allí estaba, en alta mar, o al menos eso creía. La niebla era tal que apenas veía donde pisaba. aminaba con las manos hacia delante para no chocar con nada y me dispuse a registrar aquel navío en busca de algo con lo que entretenerme. Llegue así al camarote principal donde vi una enorme cama doble desecha y, como si fuera un niño, cogí carrerilla y me lancé sobre ella. Fue divertido hasta que un aroma envolvente golpeo mi olfato. "Joder, ¡a cama esta usada! Y no solo para dormir" inmediatamente me levante de ella y me acudí la ropa como si sirviera de algo, no quería quemar la gabardina "En cuanto encuentre una nuevo quemo esta". Abandoné la habitación del pecado muy disgustado y seguí avanzando por el barco, no era lo que se dice gigante por lo que no tarde en encontrar otra puerta. Abrí sin pensar que podría haber dentro, la abrí y punto, y encontré el premio gordo: un enorme cargamento de patatas fritas. Cogí una bolsa con gran ansia pero inmediatamente me detuve, ¿y si no eran simples patatas? Miré la bolsa detenidamente, marca, ingredientes,... Solo había una forma de comprobar si verdaderamente eran patatas. Abrí la bolsa con sumo cuidado, metí la mano con el pulso de un abuelo y saqué una patata. Era perfecta, la ondulación perfecta, ni una rotura. Sin más demora decidí acabar con todo eso y me la metí en la boca. Mastiqué, saboree y no podía creer lo que pasaba... ¡Tenia un ligero toque picante! ¡Eran perfectas!
Con un par de bolsas en los bolsillo para picar más tarde y con una en mis manos, las cuales estaba disfrutando mucho, me alejé del cargamento y llegué a unos sofás y dando por hecho que ya había registrado el barco y que cuando llegará a algún lugar el choque del barco me avisaría, decidí relajarme en aquellos cómodos asientos. Estaba a punto de cerrar los ojos y dormir cuando un fuerte grito proveniente de algún lugar del barco me hizo caer del sofá y darme contra el suelo. Me levante maldiciendo todo lo que veía cuando recordé que alguien había gritado. "Pense que estaba solo, ¿y si lo estoy? ¿Y si se trara de seres sobrehumanos? El alma del antiguo capitán del barco quizás..." A pesar de que aquello me acojonaba un poco salí a paso ligero de la habitación dirección a cubierto, lugar donde me había parecido oír el grito, y justo antes de salir resbalé con algo y caí al suelo.
-Joder, y con este ya van dos trompazos.- me quejé mientras me frotaba el brazo con el que había aterrizado malamente.
Seguí gateando hasta cubierta, no es que estuviera dolorido, pero por primera vez veía el suelo con claridad. Pensando que ya era suficiente y sin apartar la vista del suelo para no tropezar de nuevo me levante con cuidado, pero antes de erguirme totalmente mi cabeza choco con algo... ¿Blando? Extrañado dirigí mis manos hacia delante hasta que me tope con ¿es una cintura? y por las curvas me pareció una cintura femenina. Me incliné hacia atrás y termine de levantarme sin mover las manos de donde estaban y al alzar la vista vi lo que tocaba, una hermosa figura femenina.
-¿Es usted real?-
Hayden Ashworth
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El dragón batió las alas, algo cansado. Volaba a velocidad de crucero, intentando no alejarse demasiado del barco gubernamental que tenía cerca. Maldecía mentalmente la idea de Kus de usarlo como transporte varias veces. Contestó a Castor con un suspiro cargado de llamas, frustrado. A su alrededor la niebla los rodeaba y no parecía haber ninguna isla. No le quedaba otra.
Bajó la altura lo suficiente para estar cerca del barco. Intentó hablar lo más alto que pudo para que le oyeran. Por suerte, su voz como dragón era lo suficientemente profunda y atronadora como para hacer oír:
- Los que tengáis Geppou, saltad al barco. Coged con vosotros a quien no pueda saltar.
Tras aquello, esperaría a que los agentes saltasen a la embarcación. En cuanto hubiese dejado de ser el transporte de nadie y todo el mundo hubiese abandonado la grupa del dragón, cogería altura de nuevo y se posicionaría sobre el barco. Entonces, envolviéndose en llamas, pasaría a su forma híbrida y aterrizaría en el barco con suavidad. En el mismo instante en que tocase madera, pasaría de nuevo a forma humana y se sentaría en el suelo, descansando. No podía sino preguntarse porque no había ninguna isla donde le dijeron que fuera.
Bajó la altura lo suficiente para estar cerca del barco. Intentó hablar lo más alto que pudo para que le oyeran. Por suerte, su voz como dragón era lo suficientemente profunda y atronadora como para hacer oír:
- Los que tengáis Geppou, saltad al barco. Coged con vosotros a quien no pueda saltar.
Tras aquello, esperaría a que los agentes saltasen a la embarcación. En cuanto hubiese dejado de ser el transporte de nadie y todo el mundo hubiese abandonado la grupa del dragón, cogería altura de nuevo y se posicionaría sobre el barco. Entonces, envolviéndose en llamas, pasaría a su forma híbrida y aterrizaría en el barco con suavidad. En el mismo instante en que tocase madera, pasaría de nuevo a forma humana y se sentaría en el suelo, descansando. No podía sino preguntarse porque no había ninguna isla donde le dijeron que fuera.
Steve
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Agh... ¿Quién se estaba fumando tres cartones de tabaco en los alrededores? Era la única explicación que le encontraba a esa cantidad insana... O estaba soñando y me encontraba dentro de el libro que había leído hacía poco, algo por un tal Estefano Rey, que trataba de una panda de amigables peluches escondidos en la niebla.
En realidad todo eran excusas para no pensar que estaba encima de un jodido dragón, cosa que si fuera elección mía, no habría pasado. Posiblemente ahora estaría clavándole la guadaña varias veces, sin piedad alguna. Esos bichos me recordaban malos momentos y cada vez que veía uno simplemente me entraban unas preciosas ansias homicidas. Sin embargo este era diferente, estaba protegido por Kus y era uno de mis “compañeros”, así que intentaba relajarme pensando en tonterías.
No pude evitar oír como otros dos decían algo de un chispazo, una conversación entre un hombre extraño, y una de las tres mujeres del grupo, que por un momento se pensó hacerlo, aunque no se atrevió, una pena.
- Oh, deberías haberlo hecho. - dije lo suficientemente alto como para que me oyera -
Al cabo de un rato el dragón dijo de bajarnos, poniéndose encima de un barco que iba al lado nuestro. Antes que pasar un minuto más en el dragón, decidí dejarme caer antes. Dando un paso al vacío, pude ver lo deprimente del escenario, cubierto completamente por niebla, mientras simulaba que bajaba una escalera invisible, pero que simplemente era un truco, pues me hacía levitar creando una cantidad de oscuridad del tamaño de mis pies debajo de estos.
Según llegué abajo del todo, pude ver como el dragón, ahora tenía forma humana, su verdadera forma e intentaba ubicar a los demás miembros del escuadrón con la mirada.
En realidad todo eran excusas para no pensar que estaba encima de un jodido dragón, cosa que si fuera elección mía, no habría pasado. Posiblemente ahora estaría clavándole la guadaña varias veces, sin piedad alguna. Esos bichos me recordaban malos momentos y cada vez que veía uno simplemente me entraban unas preciosas ansias homicidas. Sin embargo este era diferente, estaba protegido por Kus y era uno de mis “compañeros”, así que intentaba relajarme pensando en tonterías.
No pude evitar oír como otros dos decían algo de un chispazo, una conversación entre un hombre extraño, y una de las tres mujeres del grupo, que por un momento se pensó hacerlo, aunque no se atrevió, una pena.
- Oh, deberías haberlo hecho. - dije lo suficientemente alto como para que me oyera -
Al cabo de un rato el dragón dijo de bajarnos, poniéndose encima de un barco que iba al lado nuestro. Antes que pasar un minuto más en el dragón, decidí dejarme caer antes. Dando un paso al vacío, pude ver lo deprimente del escenario, cubierto completamente por niebla, mientras simulaba que bajaba una escalera invisible, pero que simplemente era un truco, pues me hacía levitar creando una cantidad de oscuridad del tamaño de mis pies debajo de estos.
Según llegué abajo del todo, pude ver como el dragón, ahora tenía forma humana, su verdadera forma e intentaba ubicar a los demás miembros del escuadrón con la mirada.
Teravan Zallen
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- Niebla... - Hizo un chasquido de leve desagrado con la lengua. - Mala señal, espero que pronto lleguemos a nuestro destino. - Pensó el agente con dejadez. El viaje no había sido especialmente entretenido. Siempre había pensado que su objetivo no era más importante que muchos otros, mas estaba el añadido de la necesidad de trabajo en grupo. Conocía a los líderes de aquel escuadrón por las apasionantes historias que había conseguido escuchar sobre ellos, sin embargo, del resto de tripulantes no había logrados conseguir información. Parecían tipos duros, avezados al combate en su mayoría, tal vez la dificultad de la tarea exigía más habilidad de la que disponía en ese momento. No podía bajar la guardia.
El pitido del recipiente al fuego le sacó de sus pensamientos. El olor de las hojas que había seleccionado ya cubría toda la habitación, pues había seleccionado un conjunto que tenía guardado para las situaciones que requiriesen algo más espiritual. Las grosellas siempre lograban elevar su ánimo, y el tono rojizo del té de English Garden enriquecía su espíritu. Sacó con cuidado el agua del fuego y dispuso las hojas en un recipiente compuesto por una malla cerrada y una cadena. Esa cantidad bastaría para unas ocho raciones, podría compartir un poco con sus compañeros si así lo deseaban, pues, por lo que podía observarse, eran un equipo.
Cogió con una mano una bandeja de plata y fue colocando con sumo cuidado la jarra del brebaje y una cantidad suficiente de copas. Estas tintineaban alegremente al ser colocadas en la metálica superficie. Los destellos cobrizos que pintaban la brillante superficie hicieron sonreír al agente. Hoy podría ser un día provechoso.
Salió de la habitación hacia cubierta, el mar estaba en calma, mas la niebla le impedía vislumbrar gran cosa más allá del casco. La tripulación estaba calmada, pues solo se escuchaban un par de conversaciones de fondo. No tenía intención de interrumpir, ya que sería de mal gusto e impropio de un caballero, así que se sentó en un banco pegado a la caseta de los camarotes y sirvió una ración de té. Recordó de repente que no disponía de nada consistente con lo que acompañar la bebida. Se retiró a su habitación y consiguió un par de bollos con canela y azúcar, perfectos para esa hora de la mañana. Al volver todo estaba como lo había dejado, por lo que se sentó en su anterior posición y cerró los ojos mientras su paladar disfrutaba de una sensación inefable.
Un sonido interrumpió sus pensamientos. Una de las mujeres con las que viajaba había salido apresurada de los camarotes y cerró la puerta tras de sí. Su atuendo era extraño, mas Teravan intuyó que debía ser extraordinariamente práctico. Se comenzó a reír, con un tono inesperadamente melifluo. Se detuvo de repente y miró alrededor, así que el agente se levantó y se acercó a su compañera, con una taza de humeante té en una mano y un bollo en la otra.
- ¿Os apetece acompañarme? - Cerró los ojos y esbozó una amable sonrisa. - Es la hora del té.
El pitido del recipiente al fuego le sacó de sus pensamientos. El olor de las hojas que había seleccionado ya cubría toda la habitación, pues había seleccionado un conjunto que tenía guardado para las situaciones que requiriesen algo más espiritual. Las grosellas siempre lograban elevar su ánimo, y el tono rojizo del té de English Garden enriquecía su espíritu. Sacó con cuidado el agua del fuego y dispuso las hojas en un recipiente compuesto por una malla cerrada y una cadena. Esa cantidad bastaría para unas ocho raciones, podría compartir un poco con sus compañeros si así lo deseaban, pues, por lo que podía observarse, eran un equipo.
Cogió con una mano una bandeja de plata y fue colocando con sumo cuidado la jarra del brebaje y una cantidad suficiente de copas. Estas tintineaban alegremente al ser colocadas en la metálica superficie. Los destellos cobrizos que pintaban la brillante superficie hicieron sonreír al agente. Hoy podría ser un día provechoso.
Salió de la habitación hacia cubierta, el mar estaba en calma, mas la niebla le impedía vislumbrar gran cosa más allá del casco. La tripulación estaba calmada, pues solo se escuchaban un par de conversaciones de fondo. No tenía intención de interrumpir, ya que sería de mal gusto e impropio de un caballero, así que se sentó en un banco pegado a la caseta de los camarotes y sirvió una ración de té. Recordó de repente que no disponía de nada consistente con lo que acompañar la bebida. Se retiró a su habitación y consiguió un par de bollos con canela y azúcar, perfectos para esa hora de la mañana. Al volver todo estaba como lo había dejado, por lo que se sentó en su anterior posición y cerró los ojos mientras su paladar disfrutaba de una sensación inefable.
Un sonido interrumpió sus pensamientos. Una de las mujeres con las que viajaba había salido apresurada de los camarotes y cerró la puerta tras de sí. Su atuendo era extraño, mas Teravan intuyó que debía ser extraordinariamente práctico. Se comenzó a reír, con un tono inesperadamente melifluo. Se detuvo de repente y miró alrededor, así que el agente se levantó y se acercó a su compañera, con una taza de humeante té en una mano y un bollo en la otra.
- ¿Os apetece acompañarme? - Cerró los ojos y esbozó una amable sonrisa. - Es la hora del té.
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