¿Y tú eres...? [Natsuki - Yumei][Pri][Pasado]

Suspiró de manera pesada. Estaba aburrido y la isla a la que tenía que llegar ya se asomaba en el horizonte. Viajaba en uno de los buques que el Gobierno había dispuesto para él. ¿Alguna misión? Ninguna, pero lo mandaron a investigar por si las moscas. Recientes informes habían alertado al Gobierno de que se podía estar formando un grupo de la revolución. Si era cierto, estaba en la obligación de detenerlo y capturar a la mayor cantidad de rebeldes posibles. ”Idiota, está claro que no lo haré” – sonrió de medio lado. El día estaba cálido y había un gran sol en el cielo. Pocas nubes y una brisa refrescante. Era su clima perfecto. Bostezó y se estiró haciendo que algunos huesos de su espalda sonaran.

El barco llegó a la isla. Natsuki no esperó a nadie y fue el primero en bajar de un salto. ”Primero… Comida” – volvió a bostezar y empezó a caminar con las dos manos en sus bolsillos. Poco y nada le importaba aquella estúpida misión. Además, era un grupo que se estaba “recién formando”, serían pocos y les faltaría tiempo para ser un verdadero peligro. Encontraba estúpido preocuparse de algo así. Eliminaban a un grupo, nacían dos y así sucesivamente. Según lo que había leído, la isla en la que estaba se especializaba en tener grandes luchadores. Y no tuvo que caminar mucho, para encontrar la razón. Mirara donde mirara, solo veía dojos de lucha o escuelas de karate u otras disciplinas. ”Interesante…” – el agente no tardó en encontrar lo que estaba buscando, una taberna. Estaba entre dos escuelas y veía que el flujo de gente era bastante fluido. Entró.

El ambiente en aquel lugar era más tranquilo de lo que se imaginaba. Poco ruido y los que la atendían iban a toda velocidad entregando comida y las diferentes bebidas alcohólicas. Se sentó en una mesa para dos, aunque claro, no esperaba tener la compañía de nadie. Notó que todos los demás lugares estaban llenos… Esperaba que nadie tuviera el atrevimiento de sentarse con él. Llamó a uno de los camareros y pidió un plato con mucha carne, un poco de arroz y, para beber; una botella de ron. No tardaron mucho en traer todas sus cosas. Era hora de llenar su estómago.

El ambiente era tranquilo, grato y pacífico. No estaba nada mal y podía relajarse a gusto. Era hora de comer… O eso creía. Sus ojos vieron, con sorpresa, como alguien se sentaba enfrente suyo. Le hubiera dado igual si no fuera porque, de la nada y sin decir ni una palabra, aquella joven de cabellos azules, tomó de su propio ron. Incluso, pidió un tenedor pero no un plato… ”No jodas…” – como un acto por reflejo, alejó su plato de Yumei y casi bota su precioso pedazo de carne humeante. Además, intentó quitarle un trozo con sus dedos… A saber, dónde los tuvo antes. Podían estar infectados de virus, veneno o cualquier cosa peligrosa que quería fuera de su cuerpo. La miró con cautela, tratando de disimular su… ¿Enfado? ¿Sorpresa? Quizás las dos cosas. Nuevamente, no lo dejaban tranquilo y tenía sus dudas de dónde había salido aquella loca.

– No te he dado permiso para sentarte aquí – empezó a decir con cierto tono “agradable”. Volvió a dejar su plato en la mesa y con su mirada dejó claro que no iba a compartir. Nadie le iba a quitar el manjar de dioses que era la carne. – Tampoco lo he dado como para que comas de mi comida o beber de mi ron – remarcó el “mi”. Era demasiado posesivo y sobre todo con la comida y más si está estaba con tan buen sabor, lo mismo pasaba con el alcohol. – Ahora vete. No me interesa compartir la mesa ni mi tiempo contigo. – Dijo de forma tajante. Esperaba que le hiciera caso y lo dejara solo. Notó que el camarero llegaba con el tenedor para la chica, pero con una sola mirada de Natsuk se devolvió sin dejarlo en la mesa. Comió un poco de su plato y bebió directamente de la botella de ron. El sabor de su comida y el alcohol se combinaban en su boca y daban una exquisita armonía.

– Si quieres te puedo invitar a algo, pero te largas de inmediato y me dejas solo. – Si eso hacía que la peliazul lo dejara tranquilo con gusto le compraría algo. Después de todo, el Gobierno financiaba cada cosa que el agente hacía así que poco y nada le importaba gastar más de la cuenta. Esperaba que Yumei aceptara y se fuera.

Natsuki suspiró de forma calmada. Yumei se había ido, dada la cercanía de la mesa con la puerta logró escuchar como es que a la chica le gruñía el estómago. Le llamó la curiosidad que dijera que quería ser su amiga o algo así. Esas cosas no existían. Todos te traicionaban, te lastimaban sin razón aparente y te dejaban solo. ”Tsk” – no podía negarlo… Sabía lo que se sentía tener mucha hambre y no poder comer. La vio marcharse de aquella taberna. ”Maldita sea…” – los recuerdos de su vida en el coliseo vinieron a él como pequeños flashes. La buena voluntad de Brandon y sus enseñanzas sobre la vida en general; los tantos días que había pasado hambre o sin una gota de agua… Sabía a la perfección lo que era tener hambre. Se terminó su plato y llamó al camarero; le pidió el mismo plato, pero este era para llevar. Dejó un par de berries en la mesa y se llevó la comida en su mano derecha y la botella en la izquierda.

Salió de la taberna. Notó que ahora, de la nada, quizás iba a largarse a llover en cuanto antes. Suspiró de forma pesada. Miró a los lados y no vio a la chica de antes. No fue difícil saber a dónde se había dirigido, un par de preguntar por aquí y por allá le llevaron al sitio correcto. ”No es difícil encontrar a alguien con un color de pelo tan peculiar” – se dijo a si mismo mientras caminaba. No tardó mucho en llegar al puente. ”Oh…” – aprovechó el descuido de una mujer y le robó su abrigo de pieles rojas sin mucho esfuerzo. Luego bajó unos cuantos pasos y ahí la vio. Suspiró de forma tranquila mientras dejaba todas las cosas en el suelo, incluyendo el abrigo. Si ella quería o no comer era problema suyo, pero él no podía estarse tranquilo sabiendo lo que era pasar tanta hambre.

– No digas nada y come antes de que se enfríe – le dijo dándole la espalda y empezando a caminar. – No deberías creer en esa mierda de los amigos. No existen – soltó un ligero suspiro mientras ponía sus dos manos en los bolsillos. – Eres demasiado inocente todavía. Algún día encontrarás que tengo razón – su vida en aquel coliseo había hecho de él alguien totalmente apático y sin la habilidad de formar lazos. Tuvo que matar a la única persona que podía llamar “amigo” solo por los caprichos sádicos de otra persona. – Soy Natsuki Subaru… Aunque no creo que importe mucho. – Sin más, se fue alejando a paso calmado. Poco le interesaba si la chica le terminaba respondiendo o como si le tirara las cosas a la cabeza. Era su decisión, después de todo, si lo hacía y no la iba a obligar a nada. ¿No debería estar buscando a los rebeldes? Se encogió de hombros mientras notaba que ya faltaba poco para que lloviera.

– Que fastidio… – Susurró mientras se sentaba en el suelo. Al menos, en aquel lugar, no se iba a mojar. Cerró sus ojos, quizás sería una buena idea dormir un poco. Sí… No era un mal plan y tampoco es que la misión caducara algún día en especial. Estaba a unos cuatro o cinco metros de la chica de pelo azul. Y, entonces, la lluvia se hizo dueña del lugar. ”Menos mal…” – se dijo a si mismo mientras intentaba conciliar un poco el sueño.

La chica no le había respondido, a menos que aquella sonrisa amplia haya sido una muy extraña respuesta. Poco le importó aquel detalle y escuchó como Yumei comía y eso, inconscientemente, le hizo sacar una sonrisa que, claramente, no mostró. Suspiró mientras escucha la lluvia caer. Era extraño… Nunca había ayudado a alguien antes, pero la situación de la peliazul no era algo que podía dejar pasar. Lentamente iba conciliando el sueño, con la fe de que cuando despertara, la lluvia ya hubiera cesado. Fue entonces cuando sintió un peso algo extraño en su hombro y también como alguien lo…. ¿Abrazaba? Abrió sus ojos y fue cuando vio a Yumei durmiendo y usándolo como si una almohada fuera. ”¿Qué carajos…?” – ella no entendía que prefería estar mil veces solo que con alguien. Pensó en despertarla y alejarse, pero… Con la lluvia cayendo y el frío que estaba haciendo, no parecía muy buena idea. Odiaba estar mojado.

– Aunque… ¿Por qué tiene tanta confianza? – se había despertado ante tal sorpresa y lo que había dicho lo dijo en un leve susurro de manera tranquila. No entendía por qué era así. Él pudo haberle puesto veneno a la comida, ahora que estaba dormida podría matarla o incluso abusar de ella de mil formas diferentes. Esa chica era un maldito misterio y aunque lo quisiera negar, le causaba cierta curiosidad. Suspiró de manera pesada, la lluvia parecía no dar tregua y a cada rato, la temperatura parecía ir bajando a cada rato más. – Oye… Despierta. No soy tu maldita almohada. – Le dijo mientras la movía un poco. Habían pasado cerca de unos cuantos minutos y se aburrió de tenerla tan pegada, quería su maldito espacio. Ese tan preciado metro cuadrado que esa chica había violado como si nada. Se quedó callado unos segundos y, por unos instantes, recordó a Brandon y sus palabras… Negó con la cabeza, no era momento para aquello.

– No deberías ser tan confiada, Yumei – le diría una vez se despertara. Ella tenía suerte que él no estuviera de mal humar o algo por el estilo. – Podrías perder la vida a manos de cualquiera si te vives confiando de esa manera – Natsuki no iba a tranzar en ese tema. Él no confiaba en nadie y veía a todos como un potencial enemigo. Aprovecharía que la chica, quizás se despertaba y se levantaría. – Tú personalidad te va a condenar algún día. – Se cruzó de brazos y cerró sus ojos unos segundos, suspiró de manera calmada y guardó silencio. No se iba a quedar para siempre en aquel lugar y solo iba a esperar hasta que la lluvia cesara. ”Supongo que tendré que quedarme en esta isla de mierda” – pensó con cierta frustración. Tampoco se iba a encerrar a no poder conversar con ella, después de todo; era lo único que le iba a servir para matar el tiempo y el aburrimiento.

Era oficial, aquella chica se estaba ganando el puesto número uno entre las personas que más odiaba… Lista que iba a empezar a escribir desde este momento… No es que el pelinegro conociera a muchas personas. De hecho, desde su vida pasada luchando a muerte todos los días, Yumei era la primera persona que conocía. ”Y es… Insoportable” – no hubo caso. No se la pudo quitar de encima. ¿Cuál era su maldito problema? Pensó en quitársela a la fuerza, pero a saber cómo es que ella reaccionaba. Recordó con cierta gracia como es Brandon le advertía que las mujeres podían ser tus mejores aliados o tus peores enemigos. Suspiró con calma y decidió, por el bien de esta extraña conversación, no volver a intentar quitarse a Yumei de encima.

Escuchó con calma su respuesta. Negó con la cabeza… Para él era mejor ser desconfiado que andar confiando en que todos son buenas personas. Se seguía repitiendo que de haber sido otras circunstancias, no hubiera dudado en seguir comiendo en aquella cálida taberna. Pero, ella tenía hambre y odiaba que alguien pasara hambre. ”¿Qué hago para deshacerme de ella?” – su única oportunidad era que la lluvia dejara de caer, de reojo, miró al cielo y notó que no iba a parar en un buen rato. En su cabeza, ya iba pensando alguna otra forma para poder, al menos, hacer que ella dejara de usarlo como una almohada. Una extraña sensación lo hizo salir de su pequeña cápsula de pensamientos… Yumei le estaba mordiendo la oreja. No pudo evitar soltar un suspiro y ponerse algo rojo. ¿Qué le pasaba ahora? Finalmente escuchó su última pregunta.

– No. Claro que no – dijo de forma tajante mientras sonreía de medio lado. Ella no iba a la única en poder divertirse. Se acomodó un poco. Ignoró aquel apodo raro, no le importaba mucho que lo llamaran como quisieran. Su nombre no significaba nada. – De todas formas… Yumei-chan, no creo que sea justo que solamente tu invadas mi espacio personal – Sonrió de forma siniestra y, sin pensarlo mucho tiempo, con su mano derecha intentaría tocarle uno de sus pechos. Si lo conseguía y ella después de eso no ofrecía resistencia, con su lengua recorrería su cuello. Nadie jugaba con él de esa forma y salía impune. – Estás tratando con el chico equivocado. – Le diría funcionara o no lo que intentó hacer.

Natsuki se sorprendió, un poco, ante el hecho de que su mano tocara con mucha facilidad el pecho de Yumei. Sonrió cuando escuchó sus palabras, ¿buen tipo? ¿Por llevarle un poco de comida y un abrigo a alguien como ella? Solo lo había hecho por lástima. Sus experiencias de vida no le permitían hacer que otros pasaran por lo mismo. Por muy orgulloso, ególatra y narcisista que sea, nunca dejaría que alguien pasara por lo mismo… No si podía evitarlo. Pero, él dictaba mucho de ser un buen tipo. Solo estaba jugando con ella, siguiéndola la corriente y luego, cuando ya todo pasara, deshacerse de su maldita y absurda compañía. Notó como se sentaba en él… El mordisco en su mejilla fue inesperado, pero… Solo soltó un suspiro en respuesta.

– Amigos, ¿eh? – susurró con calma. Aunque… con la distancia que había entre ellos, seguramente, lo iba a escuchar de todos modos. – No te conviene tratarme como un amigo, Yumei. No soy bueno, como tú piensas que soy – sonrió de medio lado. En sus manos había mucha sangre… Su vida era un sinfín de muertes y más muertes. Un mundo cruel y despiadado que lo habían forjado como es ahora. La única persona que había confiado en él y había sido, en cierto modo, reciproco era Brando y, al igual que todos, lo acabó matando para poder sobrevivir. No pudo evitar soltar una risa suave al escuchar la pregunta de ella. ¿Su vida? – Pues… Se resumen en dos o tres palabras: Luché por sobrevivir desde que tengo memoria – tomó una leve pausa mientras que con la mano que tenía libre, recorría la espalda de Yumei. – Esa es mi vida, Yumei-cha. – sí, quizás era un juego y algo “inocente”, pero no le gustaba perder. Sus ojos no se apartaban de ella. Sus dedos jugaban con la espalda de la chica, de forma suave y tranquila. Escuchó el trueno y se quedó igual de tranquilo, poco le interesaban cosas como esa. ”Esto va a durar para largo…”

– ¿Qué hay de ti, Yumei-chan? – preguntó deteniendo su mano en la altura de la cintura de Yumei. – ¿Cuál es tu historia? – Dicho aquello, intentaría devolverle el mordisco en la mejilla a ella. Natsuki sonrió de medio lado y se quedó esperando la respuesta de ella. La lluvia tenía para rato y, a pesar de estar poco abrigado, con Yumei encima de él y así de juntos, no sentía nada de frío. De hecho, iba sintiendo como la temperatura de su cuerpo iba subiendo. Podía ser el hombre más frío del mundo, pero… Ante sus impulsos naturales, era imposible controlarse. ¿Le estaría pasando lo mismo a ella? Solo sonrió y guardó silencio.

Natsuki suspiró calmado. No lo negaba, en su interior, se estaba divirtiendo con ella y no en el sentido macabro que pensó hace unos cuantos momentos. Por alguna razón, la dulzura y amabilidad de Yumei causaban en él… Confusión. ¿Por qué? Por el simple hecho de que no lograba comprender el hecho de que confiara tan fácilmente en el resto… Sobre todo, en él. Parecía empecinada en querer ser su amiga. Pero… No podían. ¿O no quería? Probablemente era lo otro; no quería. Era un experto en dañar a las personas con sus actos o palabras. No es que lo hiciera a propósito, pero la idea de tener un lazo con alguien le causaba cierto rechazo. Suspiró con calma. Yumei le contó parte de su vida, mucho sería decir que había vivido una verdadera aventura o cosas trágicas… Típica niña que sale a descubrir el mundo.

– Odio repetirme… – empezó a decir con un tono algo más apagado de lo normal. – No puedo ser tú amigo, Yumei – tomó una pausa y sonrió de medio lado, con un deje arrogante… Un poco. – Soy un experto en hacerle daño a las personas que más se preocupan por mí – casi al instante, recordó a Brandon. En su mente se hicieron vivas las imágenes de aquel día en que tuvo que tomar su vida ante miles de personas. – Créeme cuando te digo que debes mantener distancia conmigo. – Natsuki no apartó la mirada de ella en ningún momento. Se conocía demasiado bien como para poder decir eso. Tarde o temprano, le iba a hacer daño y no quería… No era tan malo como hacerle eso a alguien que no lo merecía. Ella era feliz y tenía el derecho de seguir siéndolo, por muy superior que se creyera al resto, no era tan cruel como para impedir la felicidad de otros.

Con sutileza, se acomodó un poco más. Apenas sentía el peso de Yumei encima. Con algo de fuerza, intentaría que ella lo soltara y, si lo llegaba a lograr, dejaría esa mano a la altura de la otra. ¿Se estaba contradiciendo? Sí. Quería y no quería alejarse de ella. La curiosidad de conocerla más era superior a las ganas de alejarse. ¿Era un idiota? Muy seguramente. Suspiró con calma… Ya sabía que quería saber de ella. Tenía que resolver sus dudas de alguna forma.

– ¿Por qué tanto interés en que sea tú amigo, Yumei…? – Preguntó con algo de seriedad. La lluvia agarraba más y más fuerza y uno que otro trueno rompía el cielo.