Mist D. Spanner
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- Al menos aquí no pueden seguirnos la marina.
A veces la paranoya y sobrepreocupación de Spanner eran demasiado molestas. Bajó del barco, esperando a Zane. Esperaba que allí pudiesen encontrar provisiones o tal vez comprar utensilios de navegación. Como un puñetero Log pose. Spanner no sabía como demonios habían conseguido navegar tanto tiempo sin uno y no dejaba de decirle al pelirrojo que debía conseguirlo, hasta el punto del cansinismo total.
Mientras esperaba a que el pelirrojo tocase tierra con los pies, se dio cuenta de que había a un lado un barco, bastante mas grande que el suyo. En lo más alto lucía una bandera negra de pirata, cosa que a Spanner no le extreñó. Sin embargo, le llamó la atención el símbolo en esta. Un esqueleto completo cargaba en los brazos enormes cajas de madera. Era un jolly roger extraño, sin lugar a dudas. Sin embargo... Spanner no podía quitarse de la nuca la sensación de que lo había visto antes.
- Zane... ¿Te suena esa bandera? -le diría señalándola, en cuanto hubiese bajado del barco por fin.
A veces la paranoya y sobrepreocupación de Spanner eran demasiado molestas. Bajó del barco, esperando a Zane. Esperaba que allí pudiesen encontrar provisiones o tal vez comprar utensilios de navegación. Como un puñetero Log pose. Spanner no sabía como demonios habían conseguido navegar tanto tiempo sin uno y no dejaba de decirle al pelirrojo que debía conseguirlo, hasta el punto del cansinismo total.
Mientras esperaba a que el pelirrojo tocase tierra con los pies, se dio cuenta de que había a un lado un barco, bastante mas grande que el suyo. En lo más alto lucía una bandera negra de pirata, cosa que a Spanner no le extreñó. Sin embargo, le llamó la atención el símbolo en esta. Un esqueleto completo cargaba en los brazos enormes cajas de madera. Era un jolly roger extraño, sin lugar a dudas. Sin embargo... Spanner no podía quitarse de la nuca la sensación de que lo había visto antes.
- Zane... ¿Te suena esa bandera? -le diría señalándola, en cuanto hubiese bajado del barco por fin.
La suerte y las mareas nos llevaron al destino favorito de todo pirata, la isla de Jaya. El viaje se me hizo demasiado largo por culpa de Spanner, que desde que se enteró que no tenía un log pose, no paró de repetirme que tenía que comprarme uno, que era un maldito inconsciente. ¿Pero que tenía de malo ir guiándose por las estrellas como hacían los primeros hombres que se atrevieron a surcar los mares? Un buen navegante, desde mi punto de vista, no debería tener que usar brújulas ni aparatos parecidos. Pero él insistía en que necesitábamos uno.
Al bajar del barco, paró de protestar, algo que agradecí. En ocasiones más que un colega parecía una novia y eso me sacaba de quicio.
—Veo que ya estás más calladito –comenté, llevándome las manos a los bolsillos–. Y que sepas que no necesitó ningún tipo de brújula para navegar.
Tras ello, con cierto mosqueo encima, nos dirigimos la ciudad de Mock Town desde Mouth Bay, la bahía donde la gente estacionar sus barcos. La verdad es que no me gustaba dejarlo allí, sobre todo por la gente que frecuentaba la isla, todos ladrones y piratas de la peor calaña. Pero, ahora, nosotros éramos parte de ese mundo y teníamos que acostumbrarnos. El camino se hizo largo y tedioso, sobre todo porque no crucé ninguna palabra con Spanner.
A medida que nos acercábamos a la ciudad, más grupos de maleantes aparecían. Muchos de ellos clavaban su mirada sobre nosotros buscando entre carteles de recompensas, ¿nos habrían puesto alguno tras el duelo contra aquellos marines en el mar del este como nos prometieron? Bueno, que tuvieran uno mío era probable, ¿pero el pobre de Spanner? ¿Estaría preparado para tener un precio por su cabeza? Siendo hijo de quien era lo llevaba dentro, y si era necesario yo le ayudaría.
Un rato después llegamos a la ciudad. Todo estaba como lo recordaba, decenas de bares y el doble de prostíbulos, el sitio perfecto para piratas y putañeros. Y la trampa perfecta para los cazadores de recompensa o cualquier pirata que quiera ser reconocido en el bajo mundo, pues cualquiera con dos dedos de frente, o que entendiera lo más mínimo del asunto, sabía que allí se movía de todo, desde drogas hasta armas, y en algunas ocasiones frutas del diablo, aunque eso era más extraño. Eso fue una de las pocas lecciones que aprendí de mi padre, no fue tan inútil, después de todo.
—Dime, ¿qué te apetece hacer? –pregunté aminorando el ritmo.
Al bajar del barco, paró de protestar, algo que agradecí. En ocasiones más que un colega parecía una novia y eso me sacaba de quicio.
—Veo que ya estás más calladito –comenté, llevándome las manos a los bolsillos–. Y que sepas que no necesitó ningún tipo de brújula para navegar.
Tras ello, con cierto mosqueo encima, nos dirigimos la ciudad de Mock Town desde Mouth Bay, la bahía donde la gente estacionar sus barcos. La verdad es que no me gustaba dejarlo allí, sobre todo por la gente que frecuentaba la isla, todos ladrones y piratas de la peor calaña. Pero, ahora, nosotros éramos parte de ese mundo y teníamos que acostumbrarnos. El camino se hizo largo y tedioso, sobre todo porque no crucé ninguna palabra con Spanner.
A medida que nos acercábamos a la ciudad, más grupos de maleantes aparecían. Muchos de ellos clavaban su mirada sobre nosotros buscando entre carteles de recompensas, ¿nos habrían puesto alguno tras el duelo contra aquellos marines en el mar del este como nos prometieron? Bueno, que tuvieran uno mío era probable, ¿pero el pobre de Spanner? ¿Estaría preparado para tener un precio por su cabeza? Siendo hijo de quien era lo llevaba dentro, y si era necesario yo le ayudaría.
Un rato después llegamos a la ciudad. Todo estaba como lo recordaba, decenas de bares y el doble de prostíbulos, el sitio perfecto para piratas y putañeros. Y la trampa perfecta para los cazadores de recompensa o cualquier pirata que quiera ser reconocido en el bajo mundo, pues cualquiera con dos dedos de frente, o que entendiera lo más mínimo del asunto, sabía que allí se movía de todo, desde drogas hasta armas, y en algunas ocasiones frutas del diablo, aunque eso era más extraño. Eso fue una de las pocas lecciones que aprendí de mi padre, no fue tan inútil, después de todo.
—Dime, ¿qué te apetece hacer? –pregunté aminorando el ritmo.
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Sus pasos sonaban casi al unísono con los de Zane, el cual estaba silencioso y, por lo visto, cabreado con el pelimorado. Algo que no entendía el joven. ¿Tan difícil era ver que lo decía por la seguridad de todos? Cuando Spanner se quejaba, no era por tonterías. Al menos no eran cosas que a él le parecieran tonterías. Estaban atrayendo las miradas de todos los maleantes del lugar. ¿Por qué los miraban tanto? Mil ideas volaban por la cabeza de Spanner. ¿Cazarrecompensas? No, imposible. Ningún cazarrecompensas sería tan idiota como para venir aquí y proclamarse como tal.
Cuando por fin pararon, Zane hizo una pregunta para la cual ya tenía respuesta.
- Conseguir un log pose. Debe haber por aquí algún sitio que vendan cosas para la navegación...
Durante un instante, se le pasó por la cabeza la idea de preguntar. Sin embargo, se le fue enseguida. No quería entablar conversación con nadie en aquella isla. No quería meterse en problema alguno. Tan solo llegar, conseguir el log pose y largarse. Fue entonces cuando notó que alguien le tocaba el hombro. Se dio la vuelta, nervioso, para ver a un hombre conocido para él. Era un hombre alto, moreno y con el pelo excesivamente largo, recogido en una coleta. Tenía una casaca roja y larga, hasta los tobillos, desabrochada y mostrando un torso desnudo con vello y cicatrices. El hombre, que Spanner sabía que era un pirata, tenía una sonrisa de oreja a oreja.
- Vaya, vaya... Pero si es ni más ni menos que mi sobrino favorito.
Alrededor empezaron los cuchicheos. Spanner tragó saliva, con miedo.
- No sé de que me habla. Yo no le conozco...
Se dio la vuelta e intentó irse, pero el pirata le colocó la mano en el hombro, con fuerza.
- Quién iba a decir que tú... El hijo menor de Mist D. Sbun, mi hermano, estarías por esta isla. Es decir... Trabajas para el gobierno, ¿no?
Los murmuros entre la gente se intensificaron ante las palabras de aquel hombre. El Capitán Mist D. Kyurem.
Cuando por fin pararon, Zane hizo una pregunta para la cual ya tenía respuesta.
- Conseguir un log pose. Debe haber por aquí algún sitio que vendan cosas para la navegación...
Durante un instante, se le pasó por la cabeza la idea de preguntar. Sin embargo, se le fue enseguida. No quería entablar conversación con nadie en aquella isla. No quería meterse en problema alguno. Tan solo llegar, conseguir el log pose y largarse. Fue entonces cuando notó que alguien le tocaba el hombro. Se dio la vuelta, nervioso, para ver a un hombre conocido para él. Era un hombre alto, moreno y con el pelo excesivamente largo, recogido en una coleta. Tenía una casaca roja y larga, hasta los tobillos, desabrochada y mostrando un torso desnudo con vello y cicatrices. El hombre, que Spanner sabía que era un pirata, tenía una sonrisa de oreja a oreja.
- Vaya, vaya... Pero si es ni más ni menos que mi sobrino favorito.
Alrededor empezaron los cuchicheos. Spanner tragó saliva, con miedo.
- No sé de que me habla. Yo no le conozco...
Se dio la vuelta e intentó irse, pero el pirata le colocó la mano en el hombro, con fuerza.
- Quién iba a decir que tú... El hijo menor de Mist D. Sbun, mi hermano, estarías por esta isla. Es decir... Trabajas para el gobierno, ¿no?
Los murmuros entre la gente se intensificaron ante las palabras de aquel hombre. El Capitán Mist D. Kyurem.
—Y dale con el log pose –dije con cierto mosqueo.
Estando en una de las mejores islas para despreocuparse y desconectar del mundo que nos rodea. Con la única preocupación en la cabeza de que no intentaran robarnos, mientras estábamos borrachos por las calles. El pelimorado seguía con la estúpida idea de conseguir una maldita brújula para navegar.
Pasando de él, me giré a mirar los distintos locales que estaban a nuestro alrededor, en busca de uno que satisficiera nuestras necesidades. Descartando los locales de alterne, obviamente por la orientaciín sexual de mi compañero, pues yo me negaba a entrar en algún local de okamas, sobre todo por el bienestar de mi salud anal. Sólo nos quedaba unas tres tabernas donde ir, siendo la más apetecible la llamada: “El rancho criollo”. Me acerqué a observar el lugar por dentro. Era una taberna normal, pero con una gran parrilla de carne, que a esa hora estaba apagada, pero sería el sitio perfecto para comer algo y beber.
Al girarme, Spanner estaba hablando con un hombre de gran envergadura con el pelo oscuro, recogido con una cinta. A simple vista aquel hombre no me dio buena espina, había algo en el que no me gustaba, ¿se habría metido Spanner en un lío? Era posible. Sin perder más el tiempo, apoyando mi mano sobre la empuñadura de una de mis katanas con disimulo y me acerqué.
—¿Para el gobierno? –pregunté, interrumpiendo su conversación–. No en mi guardia, señor…
—Mist D. Kyurem, capitán de los corazones negros –dijo con severidad, tras haberme analizado de arriba abajo–. ¿Y tú eres? –preguntó–. Espera, déjame adivinar. Pelirrojo, tres katanas y el pecho descubierto. Tienes que ser el vástago del infame de Zane.
—El mismo que viste y calza –dije de inmediato–. Zane D. Kenshin jr. –le tendí la mano para saludarle, mostrando una media sonrisa.
Educadamente, aquel sujeto, me dio la mano apretando con mucha fuerzas, sin contarse un ápice, a lo que le respondí igual.
—Dicen que un buen apretón de mano dice mucho de un hombre –comentó soltando mi mano.
—Lo sé. Es una buena forma de probar a quien tienes delante sin necesidad de usar la espada –dije, mirando con complicidad a Spanner para irnos de allí.
Mientras el pelimorado se despedía de su tío, un grupo de tres individuos se ponían tras nosotros. Éstos tenían en sus vestimentas el mismo símbolo que estaba en la bandera que encontró Spanner en el barco, una calavera con un corazón negro en la boca.
“Así que aquella bandera era suya…” –pensé.
Tal y como esperaba, Spanner fue muy efusivo con su despedida, sin apenas tardar nada. Aquellos tres hombres nos bloquearon el paso. Me puse frente a uno de ellos, mirándole a la cara a escasos centímetros de distancia.
—¿Me dejas pasar? –pregunté.
El sujeto arqueó las cejas mirando a Kyurem y segundos después se apartó.
—Gracias –dije, observándolo de reojo–. Spanner, vamos.
Estando en una de las mejores islas para despreocuparse y desconectar del mundo que nos rodea. Con la única preocupación en la cabeza de que no intentaran robarnos, mientras estábamos borrachos por las calles. El pelimorado seguía con la estúpida idea de conseguir una maldita brújula para navegar.
Pasando de él, me giré a mirar los distintos locales que estaban a nuestro alrededor, en busca de uno que satisficiera nuestras necesidades. Descartando los locales de alterne, obviamente por la orientaciín sexual de mi compañero, pues yo me negaba a entrar en algún local de okamas, sobre todo por el bienestar de mi salud anal. Sólo nos quedaba unas tres tabernas donde ir, siendo la más apetecible la llamada: “El rancho criollo”. Me acerqué a observar el lugar por dentro. Era una taberna normal, pero con una gran parrilla de carne, que a esa hora estaba apagada, pero sería el sitio perfecto para comer algo y beber.
Al girarme, Spanner estaba hablando con un hombre de gran envergadura con el pelo oscuro, recogido con una cinta. A simple vista aquel hombre no me dio buena espina, había algo en el que no me gustaba, ¿se habría metido Spanner en un lío? Era posible. Sin perder más el tiempo, apoyando mi mano sobre la empuñadura de una de mis katanas con disimulo y me acerqué.
—¿Para el gobierno? –pregunté, interrumpiendo su conversación–. No en mi guardia, señor…
—Mist D. Kyurem, capitán de los corazones negros –dijo con severidad, tras haberme analizado de arriba abajo–. ¿Y tú eres? –preguntó–. Espera, déjame adivinar. Pelirrojo, tres katanas y el pecho descubierto. Tienes que ser el vástago del infame de Zane.
—El mismo que viste y calza –dije de inmediato–. Zane D. Kenshin jr. –le tendí la mano para saludarle, mostrando una media sonrisa.
Educadamente, aquel sujeto, me dio la mano apretando con mucha fuerzas, sin contarse un ápice, a lo que le respondí igual.
—Dicen que un buen apretón de mano dice mucho de un hombre –comentó soltando mi mano.
—Lo sé. Es una buena forma de probar a quien tienes delante sin necesidad de usar la espada –dije, mirando con complicidad a Spanner para irnos de allí.
Mientras el pelimorado se despedía de su tío, un grupo de tres individuos se ponían tras nosotros. Éstos tenían en sus vestimentas el mismo símbolo que estaba en la bandera que encontró Spanner en el barco, una calavera con un corazón negro en la boca.
“Así que aquella bandera era suya…” –pensé.
Tal y como esperaba, Spanner fue muy efusivo con su despedida, sin apenas tardar nada. Aquellos tres hombres nos bloquearon el paso. Me puse frente a uno de ellos, mirándole a la cara a escasos centímetros de distancia.
—¿Me dejas pasar? –pregunté.
El sujeto arqueó las cejas mirando a Kyurem y segundos después se apartó.
—Gracias –dije, observándolo de reojo–. Spanner, vamos.
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Zane no tardó en llegar, mostrando a su tío que no estaba solo. Spanner frunció el ceño en silencio mientras ambos hablaban. Se dispuso a seguir a su compañero cuando este decidió marcharse, pero la voz de su tío lo detuvo.
- Espera.
Spanner lo miró fijamente. No tenía ganas de hablar con él. Había tratado muy poco con él, pero ni siquiera su padre lo tenía en alta estima. No era precisamente un buen hombre. Según su padre, Kyurem se dedicaba al contrabando de armas y la venta de Frutas del Diablo en el mercado negro, además de asesinatos por encargo. No era precisamente el pirata que iría en una aventura. El capitán se llevó la mano bajo la chaqueta y sacó un papel enrollado. Se lo dio a Spanner y este lo cogió.
Miró a su tío, el cual simplemente le respondió con una sonrisa. El chico se guardó el papel y se fue con el pelirrojo.
No tardaron en llegar a una taberna. El pelirrojo parecía que se negaba a conseguir un log pose, sin embargo Spanner parecía haber olvidado ya el tema, debido a lo ocurrido. El pelimorado ni siquiera se fijó en el nombre del lugar, el cual había decidido el pelirrojo. Entraron y escogieron una mesa vacía. El chico, entonces, sacó el papel que Kyurem le había dado y lo desenrrolló en la mesa.
Spanner lucía en una foto de pie, con la mano en la empuñadura de su espada envainada. Reconoció enseguida el sitio. Fue donde tuvieron el duelo con aquellos marines y aquella foto parecía haberse hecho después de su victoria. Bajo su nombre completo rezaba la cantidad de 6.000.000 de berries y, sobre la foto, se indicaba que lo buscaban. Vivo o muerto. Spanner se llevó la mano a la barbilla, pensativo.
Sí habían puesto su nombre completo tan solo significaba una cosa. No les importaba que el mundo supiese que había otro familiar del infame Mist D. Sbun suelto por los mares.
- Espera.
Spanner lo miró fijamente. No tenía ganas de hablar con él. Había tratado muy poco con él, pero ni siquiera su padre lo tenía en alta estima. No era precisamente un buen hombre. Según su padre, Kyurem se dedicaba al contrabando de armas y la venta de Frutas del Diablo en el mercado negro, además de asesinatos por encargo. No era precisamente el pirata que iría en una aventura. El capitán se llevó la mano bajo la chaqueta y sacó un papel enrollado. Se lo dio a Spanner y este lo cogió.
Miró a su tío, el cual simplemente le respondió con una sonrisa. El chico se guardó el papel y se fue con el pelirrojo.
No tardaron en llegar a una taberna. El pelirrojo parecía que se negaba a conseguir un log pose, sin embargo Spanner parecía haber olvidado ya el tema, debido a lo ocurrido. El pelimorado ni siquiera se fijó en el nombre del lugar, el cual había decidido el pelirrojo. Entraron y escogieron una mesa vacía. El chico, entonces, sacó el papel que Kyurem le había dado y lo desenrrolló en la mesa.
Spanner lucía en una foto de pie, con la mano en la empuñadura de su espada envainada. Reconoció enseguida el sitio. Fue donde tuvieron el duelo con aquellos marines y aquella foto parecía haberse hecho después de su victoria. Bajo su nombre completo rezaba la cantidad de 6.000.000 de berries y, sobre la foto, se indicaba que lo buscaban. Vivo o muerto. Spanner se llevó la mano a la barbilla, pensativo.
Sí habían puesto su nombre completo tan solo significaba una cosa. No les importaba que el mundo supiese que había otro familiar del infame Mist D. Sbun suelto por los mares.
Spanner se entretuvo un rato más con su tío. Por mucho que me molestara era su familia y no podía decirle que no hablara con él, pero había algo en su persona que no me daba desconfianza. Su forma de mirarle, la manera en la que trataba a Spanner, era como si le tuviera cierto odio.
El entrar en la taberna ya había gente, no habían pasado ni diez minutos desde que le eché un ojo y se estaba llenando. Me dirigí con mi compañero a una mesita cerca de la entrada, en una esquina desde donde se veía la calle. El lugar perfecto para tenerlo todo controlado. Yo sabía que al pelimorado no le gustaban los lugares muy ruidosos y mi experiencia me decía que aquel lugar iba a tardar poco en convertirse en un sarao.
El camarero de sala de aquel asador vino golpeando su bolígrafo contra su pierna haciendo un sonido algo irritante, a medida que sacaba y guardaba la punta del mismo.
—Buenas tardes señores –dijo con alegría–, ¿qué quieren tomar? Si me permiten recomendarles, hemos traído una cerveza de trigo del mar del este muy exquisita y no muy cara. Y para comer, en media un rato encenderemos la parrilla y les recomiendo una parrillada completa para dos, que trae de todo: entrañas de ternera, chuletitas de cordero, la parte alta del jamón del cerdo, mejor conocido como el falso solomillo, choricitos criollos y alitas de pollo. Todo eso acompañado de nuestras tres guarniciones: arroz blanco frito, patata asada y alubias pintas; y nuestras salsas caseras: barbacoa, chimichurri y gaucha. ¿Qué os parece? –preguntó.
Mi intención era tomar un par de cervecitas y tapear algo, pero aquel maldito camarero hizo que me entraran ganas de probar las delicatesen que allí servían. Mire a Spanner y puse mi sonrisa maliciosa, algo que él entendería.
—Pues a mi vas a ponerme una pinta de esa cerveza de trigo y si mi compañero quiere una parrillada para dos completa –le guiñé un ojo.
El camarero miró a Spanner y accedió a pedir la parrilla.
Spanner tenía un papel sobre la mesa, era un cartel de se busca. Al mirar no pude creérmelo, era él, tenía recompensa.
—Así que seis millones, ¿eh? –Fingí un sollozo–. Te me haces mayor… -empecé a reír.
Al momento, trajeron las bebidas y Spanner guardó el cartel.
Estuvimos callados durante un buen rato. Reflexione sobre lo sucedido cuando nos encontramos a Kyurem y lo amenazante que era su aura. Y algo me decía que lo volveríamos a ver. Era uno de esos presentimientos de malestar que te calaban en el cuerpo y te hacía estar alerta, pero no sabía si hablarlo con Spanner o no.
—Spanner –llamé su atención–, no iba a decírtelo, pero… tú tío no me da mucha confianza. Algo me dice que no te tiene tanto aprecio como intentaba hacernos creer. Eso sin hacer constancia de lo bien que le cae mi padre –dije con ironía–. Además de que en nuestro barco estaba su bandera. Un pirata solo deja su emblema si lo pierde en batalla o algo parecido, ¿tú sabes algo? –pregunté, dejándome caer sobre el respaldo de la silla.
El entrar en la taberna ya había gente, no habían pasado ni diez minutos desde que le eché un ojo y se estaba llenando. Me dirigí con mi compañero a una mesita cerca de la entrada, en una esquina desde donde se veía la calle. El lugar perfecto para tenerlo todo controlado. Yo sabía que al pelimorado no le gustaban los lugares muy ruidosos y mi experiencia me decía que aquel lugar iba a tardar poco en convertirse en un sarao.
El camarero de sala de aquel asador vino golpeando su bolígrafo contra su pierna haciendo un sonido algo irritante, a medida que sacaba y guardaba la punta del mismo.
—Buenas tardes señores –dijo con alegría–, ¿qué quieren tomar? Si me permiten recomendarles, hemos traído una cerveza de trigo del mar del este muy exquisita y no muy cara. Y para comer, en media un rato encenderemos la parrilla y les recomiendo una parrillada completa para dos, que trae de todo: entrañas de ternera, chuletitas de cordero, la parte alta del jamón del cerdo, mejor conocido como el falso solomillo, choricitos criollos y alitas de pollo. Todo eso acompañado de nuestras tres guarniciones: arroz blanco frito, patata asada y alubias pintas; y nuestras salsas caseras: barbacoa, chimichurri y gaucha. ¿Qué os parece? –preguntó.
Mi intención era tomar un par de cervecitas y tapear algo, pero aquel maldito camarero hizo que me entraran ganas de probar las delicatesen que allí servían. Mire a Spanner y puse mi sonrisa maliciosa, algo que él entendería.
—Pues a mi vas a ponerme una pinta de esa cerveza de trigo y si mi compañero quiere una parrillada para dos completa –le guiñé un ojo.
El camarero miró a Spanner y accedió a pedir la parrilla.
Spanner tenía un papel sobre la mesa, era un cartel de se busca. Al mirar no pude creérmelo, era él, tenía recompensa.
—Así que seis millones, ¿eh? –Fingí un sollozo–. Te me haces mayor… -empecé a reír.
Al momento, trajeron las bebidas y Spanner guardó el cartel.
Estuvimos callados durante un buen rato. Reflexione sobre lo sucedido cuando nos encontramos a Kyurem y lo amenazante que era su aura. Y algo me decía que lo volveríamos a ver. Era uno de esos presentimientos de malestar que te calaban en el cuerpo y te hacía estar alerta, pero no sabía si hablarlo con Spanner o no.
—Spanner –llamé su atención–, no iba a decírtelo, pero… tú tío no me da mucha confianza. Algo me dice que no te tiene tanto aprecio como intentaba hacernos creer. Eso sin hacer constancia de lo bien que le cae mi padre –dije con ironía–. Además de que en nuestro barco estaba su bandera. Un pirata solo deja su emblema si lo pierde en batalla o algo parecido, ¿tú sabes algo? –pregunté, dejándome caer sobre el respaldo de la silla.
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- Mi tío no es un buen hombre, Zane-dijo Spanner, respondiendo a su compañero-. Trafica con armas, bienes ilegales, mercancía robada... y esclavos. Dicen que tiene un contacto en Sabaody que le va adquiriendo esclavos en las subastas y luego los vende más caros en islas en la que esta actividad está menos concurrida, con discreción, por supuesto.
El chico tragó saliva y miró de nuevo su cartel. No podía ser coincidencia que ambos familiares se encontraran en aquella isla, sobre todo porque, según el padre de Spanner, Kyurem evitaba islas como Jaya debido a su nefasta reputación. Más de una vez ha tenido que enfrentarse a la ira y deseos de venganza de piratas ex-esclavos. De algún modo, aquel cartel llegó a sus manos y Kyurem decidió seguirles la pista. Seguramente deduciría de algún modo que su próximo destino sería Jaya.
- Seguramente tenga contactos y espías por todas partes. Tal vez nos esté vigilando ahora.
Spanner alzó la vista. Era muy bueno leyendo los gestos faciales y corporales, sin embargo no pudo detectar nada fuera de lo normal en el gentío que había en la taberna. O no había nadie y sus temores eran infundados o los espías de Kyurem eran demasiado buenos ocultándose a simple vista.
- Mira... No tengo buenos recuerdos con Kyurem. Me gustaría estar en esta isla lo menos posible. Ya buscaremos un log pose en otro lado o... No lo sé -el chico apartó la mirada, preocupado.
El chico tragó saliva y miró de nuevo su cartel. No podía ser coincidencia que ambos familiares se encontraran en aquella isla, sobre todo porque, según el padre de Spanner, Kyurem evitaba islas como Jaya debido a su nefasta reputación. Más de una vez ha tenido que enfrentarse a la ira y deseos de venganza de piratas ex-esclavos. De algún modo, aquel cartel llegó a sus manos y Kyurem decidió seguirles la pista. Seguramente deduciría de algún modo que su próximo destino sería Jaya.
- Seguramente tenga contactos y espías por todas partes. Tal vez nos esté vigilando ahora.
Spanner alzó la vista. Era muy bueno leyendo los gestos faciales y corporales, sin embargo no pudo detectar nada fuera de lo normal en el gentío que había en la taberna. O no había nadie y sus temores eran infundados o los espías de Kyurem eran demasiado buenos ocultándose a simple vista.
- Mira... No tengo buenos recuerdos con Kyurem. Me gustaría estar en esta isla lo menos posible. Ya buscaremos un log pose en otro lado o... No lo sé -el chico apartó la mirada, preocupado.
La respuesta de Spanner resolvió todas las incógnitas que había tenido sobre su tío y su insidioso comportamiento. Al parecer, Kyurem era una persona curtida en los bajos fondos, que se dedicaba a todo lo que la humanidad considera despreciable, desde traficar con armas y drogas de todo tipo, hasta la trata de blancas. Eso sin contar la supuesta red de espías que nos podía estar observando, algo que tenía a Spanner intranquilo, mirando a todos lados de forma poco sutil.
—Deberías relajarte, Spanner –dije mientras agarraba aquella magnifica pinta de cerveza–. Bebe un poco e intenta divertirte. En cuanto hayamos comido, conseguimos una brújula de esas para que no me des el coñazo y nos vamos de aquí, ¿vale? –di un gran sorbo a la cerveza, cuya textura espesa y su sabor amargo con toques cítricos, posiblemente por haber estado maceradas con cascaras de naranjas o similares, refrescaba mi sediento gaznate.
Pese a mis intentos para que Spanner estuviera tranquilo y disfrutara de aquella velada, no lo conseguí. Apenas comió y bebió nada, algo que no me molesto, ya que había más para mí, pero no me gustaba verle de aquella forma. En torno a las once de la noche salimos del rancho criollo. La calle estaba casi desértica, todo el mundo se encontraba en alguna taberna o ya se habían ido del lugar.
Ya era tarde y no podíamos comprar el log pose, así que decidimos ir al barco para dormir. El camino se hizo eterno, las vistas eran preciosas. La luna llena iluminaba el sendero que nos llevaba a Mouth bay y el firmamento estaba repleto de estrellas; el escenario perfecto para convencer a alguna inocente muchacha para realizar todos los actos impuros que se me pasaran por la cabeza. ¿Y a quien tenía yo? A un adolescente excéntrico que estaba más preocupado por su tío el rarito que por pasarlo bien en una isla como aquella. Al llegar, el barco no estaba.
—¿Lo habíamos dejado aquí verdad? –pregunté, cruzándome de brazos.
—Deberías relajarte, Spanner –dije mientras agarraba aquella magnifica pinta de cerveza–. Bebe un poco e intenta divertirte. En cuanto hayamos comido, conseguimos una brújula de esas para que no me des el coñazo y nos vamos de aquí, ¿vale? –di un gran sorbo a la cerveza, cuya textura espesa y su sabor amargo con toques cítricos, posiblemente por haber estado maceradas con cascaras de naranjas o similares, refrescaba mi sediento gaznate.
Pese a mis intentos para que Spanner estuviera tranquilo y disfrutara de aquella velada, no lo conseguí. Apenas comió y bebió nada, algo que no me molesto, ya que había más para mí, pero no me gustaba verle de aquella forma. En torno a las once de la noche salimos del rancho criollo. La calle estaba casi desértica, todo el mundo se encontraba en alguna taberna o ya se habían ido del lugar.
Ya era tarde y no podíamos comprar el log pose, así que decidimos ir al barco para dormir. El camino se hizo eterno, las vistas eran preciosas. La luna llena iluminaba el sendero que nos llevaba a Mouth bay y el firmamento estaba repleto de estrellas; el escenario perfecto para convencer a alguna inocente muchacha para realizar todos los actos impuros que se me pasaran por la cabeza. ¿Y a quien tenía yo? A un adolescente excéntrico que estaba más preocupado por su tío el rarito que por pasarlo bien en una isla como aquella. Al llegar, el barco no estaba.
—¿Lo habíamos dejado aquí verdad? –pregunté, cruzándome de brazos.
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Fue cuando llegaron a puerto que Spanner se dio cuenta de que no iba a ser un simple encuentro fortuito con su tío. Aquello no acababa allí. El barco había desaparecido. Zane parecía confuso, estaba seguro de que habían dejado el barco allí. El joven empezaba a sentirse culpable, pues lo más seguro es que su tío fuese el responsable de aquello. ¿Cómo demonios iban a salir de allí ahora?
- ¡Aquí está la parejita! -gritó la voz de Kyurem, confirmando los temores del muchacho.
El hombre tenía los brazos extendidos y una sonrisa macabra en el rostro. Spanner apartó la mirada. No sabía que decir y aquello empezaba a preocuparle. Su tío no era una persona con la que convenía tener problemas. Pero lo peor de todo es que esta vez no fueron ellos los que los buscaron.
- Mirad, no os preocupéis, ¿de acuerdo? Tan solo he recuperado lo que es mío. Ese barco era uno de los que usaba en mi flota para envíos pequeños. Tu padre me lo quitó hace tiempo, Spanner. Y ahora ha vuelto a mí. Dejémoslo aquí, ¿queréis? Ya buscaréis una forma de marcharos.
Dicho aquello se dio la vuelta, empezando a dar órdenes a sus hombres. Spanner miró a Zane. Sabía que el pelirrojo no dejaría que aquello ocurriese. Y esperaba estar en lo cierto.
- ¡Aquí está la parejita! -gritó la voz de Kyurem, confirmando los temores del muchacho.
El hombre tenía los brazos extendidos y una sonrisa macabra en el rostro. Spanner apartó la mirada. No sabía que decir y aquello empezaba a preocuparle. Su tío no era una persona con la que convenía tener problemas. Pero lo peor de todo es que esta vez no fueron ellos los que los buscaron.
- Mirad, no os preocupéis, ¿de acuerdo? Tan solo he recuperado lo que es mío. Ese barco era uno de los que usaba en mi flota para envíos pequeños. Tu padre me lo quitó hace tiempo, Spanner. Y ahora ha vuelto a mí. Dejémoslo aquí, ¿queréis? Ya buscaréis una forma de marcharos.
Dicho aquello se dio la vuelta, empezando a dar órdenes a sus hombres. Spanner miró a Zane. Sabía que el pelirrojo no dejaría que aquello ocurriese. Y esperaba estar en lo cierto.
Zane miró al mar, al lugar donde debía estar su pequeño barco, mientras deslizaba su mano por su rojizo cabello con fuerza, echándolo hacia atrás al mismo tiempo que suspiraba con cierto desdén. ¿En serio les habían robado el barco? No podía terminar de creerlo. Todos sabían que la isla de Jaya, conocida por estar repleta de delincuentes de todo tipo, no era un lugar seguro, y mucho menos para una panda de novatos como ellos. Sin embargo, tenían la experiencia suficiente como para estar un par de días allí. Ahora, se encontraban sin log pose y sin medio de transporte; así que tendrían que buscar a alguien que los llevará a otro lado o robar un navío.
En ese momento, Kyurem, el tío de Spanner, apareció con una arrogante sonrisa dibujada en el rostro, junto a varios de sus hombres, y nos dijo que era él quien lo había robado. Mi primer impulso hubiera sido atacarle y molerle a golpes hasta que me devolviera lo que era mío. Sin embargo, al ver el rostro temeroso de su amigo, quien apenas podía mantener la mirada a su tío, optó por no hacerlo, para evitar que aquel asunto fuera a mayores; sobre todo por el temperamento que tenía el tío Sbun.
—¡Eh, tú. Karem! –alcé la voz, colocándome delante de Spanner– . Si el barco es tuyo, para ti. Pero me gustaría poder recuperar mis cosas, ya sabes –levanté y bajé ambas cejas, mientras le miraba a los ojos. Se notaba a la legua que intentaba intimidarme, pero no lo estaba consiguiendo. Al contrario que su sobrino, yo no le tenía miedo.
—Primero, me llamo Kyurem, no Karem –dijo con cierto mosqueo.
—Vale, vale. Kyurem. Fue un error –me excusé.
—Un error muy común en tu familia –comentó, haciendo referencia a mi padre–. Y lo segundo, está bien. Os dejaré coger vuestras cosas. Venid por aquí.
Al otro lado del puerto, junto a un esplendido velero de madera oscura, se encontraba nuestro pequeño barco de vela, al cual le habían colocado ya la bandera en el mástil.
“No han perdido el tiempo” –me dije a mí mismo.
—Ve subiendo y coge tus cosas –comentó Kyurem–. Mientras yo hablaré de un par de cosas con mi querido sobrino.
Sin fiarme ni un ápice de él, subí al barco lo más rápido que pude; ante la mirada atenta de un par de subordinados del tío de Spanner. Apenas perdí el tiempo, no tardé ni cinco minutos en coger mi cuarta katana, todas mis pertenencias y un par de botellines de cerveza de trigo que guardaba para alguna celebración importante.
Al salir de la cubierta, pude contemplar como Kyurem tiene agarrado a Spanner por el cuello, al mismo tiempo que le gritaba y se reía de él. En aquel momento, una extraña sensación invadió mi cuerpo. Le quité la funda a la katana que acababa de recoger y la lancé con otodas mis fuerzas hacia Kyurem, forzando a soltar a Spanner.
—¿Qué te has creído que estás haciendo Karem? –pregunté mientras bajaba del barco con chulería, con los ojos encendidos de la furia que estaba sintiendo.
En ese momento, Kyurem, el tío de Spanner, apareció con una arrogante sonrisa dibujada en el rostro, junto a varios de sus hombres, y nos dijo que era él quien lo había robado. Mi primer impulso hubiera sido atacarle y molerle a golpes hasta que me devolviera lo que era mío. Sin embargo, al ver el rostro temeroso de su amigo, quien apenas podía mantener la mirada a su tío, optó por no hacerlo, para evitar que aquel asunto fuera a mayores; sobre todo por el temperamento que tenía el tío Sbun.
—¡Eh, tú. Karem! –alcé la voz, colocándome delante de Spanner– . Si el barco es tuyo, para ti. Pero me gustaría poder recuperar mis cosas, ya sabes –levanté y bajé ambas cejas, mientras le miraba a los ojos. Se notaba a la legua que intentaba intimidarme, pero no lo estaba consiguiendo. Al contrario que su sobrino, yo no le tenía miedo.
—Primero, me llamo Kyurem, no Karem –dijo con cierto mosqueo.
—Vale, vale. Kyurem. Fue un error –me excusé.
—Un error muy común en tu familia –comentó, haciendo referencia a mi padre–. Y lo segundo, está bien. Os dejaré coger vuestras cosas. Venid por aquí.
Al otro lado del puerto, junto a un esplendido velero de madera oscura, se encontraba nuestro pequeño barco de vela, al cual le habían colocado ya la bandera en el mástil.
“No han perdido el tiempo” –me dije a mí mismo.
—Ve subiendo y coge tus cosas –comentó Kyurem–. Mientras yo hablaré de un par de cosas con mi querido sobrino.
Sin fiarme ni un ápice de él, subí al barco lo más rápido que pude; ante la mirada atenta de un par de subordinados del tío de Spanner. Apenas perdí el tiempo, no tardé ni cinco minutos en coger mi cuarta katana, todas mis pertenencias y un par de botellines de cerveza de trigo que guardaba para alguna celebración importante.
Al salir de la cubierta, pude contemplar como Kyurem tiene agarrado a Spanner por el cuello, al mismo tiempo que le gritaba y se reía de él. En aquel momento, una extraña sensación invadió mi cuerpo. Le quité la funda a la katana que acababa de recoger y la lancé con otodas mis fuerzas hacia Kyurem, forzando a soltar a Spanner.
—¿Qué te has creído que estás haciendo Karem? –pregunté mientras bajaba del barco con chulería, con los ojos encendidos de la furia que estaba sintiendo.
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Spanner se mordió la lengua, reprimiendo una queja cuando Zane se fue. No quería quedarse solo con su tío y sus amigotes. El chico intentó mantener las distancias mirando al suelo, mientras esperaba al pelirrojo. Esperaba que su tío se mantuviese apartado sin decir nada. En vano.
- ¿Sabes? Deberías venirte conmigo.
El chico no contestó. Tragó saliva.
- Tu padre siempre fue un iluso. Libertad y esa mierda... Bah. No deberías dejar que contamine tu mente. Ven conmigo, podrías heredar esto cuando yo no esté.
De nuevo, el chico guardó silencio. Cerró el puño alrededor del mango de su espada, deseando tener siquiera el valor suficiente para responder y plantar cara.
- ¿Para qué me molesto...? Incluso para tu padre eres un fracaso. Te unes al gobierno y ni siquiera eres capaz de mantener tu posición. Pero... ¿Qué se puede esperar de alguien que ni siquiera puede nacer con el sexo correcto?
Cegado por la rabia, Spanner hizo ademán de desenfundar su espada, pero antes de que pudiera hacerlo, uno de los hombres de su tío sujetó su brazo. Kyurem dio un puñetazo al chico y lo cogió del cuello, mientras uno de sus hombres le quitaba la espada.
- Deberías haber contestado a mi primera pregunta.
Kyurem alzó de golpe el brazo izquierdo, parando al aire una funda de katana. Spanner miró, con esfuerzo y dolor, a Zane. Estaba con la espada en su mano, enfadado. El chico intentó liberarse, sin éxito. Sin embargo, Kyurem lo soltó y el chico cayó al suelo de rodillas, tosiendo. El pirata, entonces, caminó hasta Zane.
- Mocoso... ¿tú sabes quien soy yo, insecto? Hablas con un supernova de su generación. Un pirata con un valor de más de cien milones por su cabeza. Y tú solo eres un aprendiz de pirata que intenta seguir los pasos del demente y moribundo de su padre.
El pirata sonrió con malicia y arrogancia.
- ¿Sabes? Deberías venirte conmigo.
El chico no contestó. Tragó saliva.
- Tu padre siempre fue un iluso. Libertad y esa mierda... Bah. No deberías dejar que contamine tu mente. Ven conmigo, podrías heredar esto cuando yo no esté.
De nuevo, el chico guardó silencio. Cerró el puño alrededor del mango de su espada, deseando tener siquiera el valor suficiente para responder y plantar cara.
- ¿Para qué me molesto...? Incluso para tu padre eres un fracaso. Te unes al gobierno y ni siquiera eres capaz de mantener tu posición. Pero... ¿Qué se puede esperar de alguien que ni siquiera puede nacer con el sexo correcto?
Cegado por la rabia, Spanner hizo ademán de desenfundar su espada, pero antes de que pudiera hacerlo, uno de los hombres de su tío sujetó su brazo. Kyurem dio un puñetazo al chico y lo cogió del cuello, mientras uno de sus hombres le quitaba la espada.
- Deberías haber contestado a mi primera pregunta.
Kyurem alzó de golpe el brazo izquierdo, parando al aire una funda de katana. Spanner miró, con esfuerzo y dolor, a Zane. Estaba con la espada en su mano, enfadado. El chico intentó liberarse, sin éxito. Sin embargo, Kyurem lo soltó y el chico cayó al suelo de rodillas, tosiendo. El pirata, entonces, caminó hasta Zane.
- Mocoso... ¿tú sabes quien soy yo, insecto? Hablas con un supernova de su generación. Un pirata con un valor de más de cien milones por su cabeza. Y tú solo eres un aprendiz de pirata que intenta seguir los pasos del demente y moribundo de su padre.
El pirata sonrió con malicia y arrogancia.
Había desafiado al tío de Spanner casi por instinto, quien me intentaba amedrentar con la mirada al mismo tiempo que caminaba hacia mí. Apenas me encontraba a un par de metros de la pasarela para salir del barco, cuando el crujir de la madera de cubierta, y ese inconfundible chasquido que hace un arma cuando es desenfundada, me alertó de lo inevitable: estaba rodeado. El tío de Spanner había demostrador ser el típico hombre amargado que disfrutaba haciendo sufrir a los demás, mientras más indefensos mejor, para así demostrar una falsa supremacía. En las dos décadas que había vivido, no era la primera vez que me encontraba con alguien así, y seguramente no fuera la última, sin embargo, esa vez fue personal, pues el atacado había sido mi mejor amigo, lo más parecido a un hermano que había tenido en años.
—¡Vaya! ¿Más de cien millones? –pregunté con sorna, llevándome las manos a la cabeza–. ¿Cómo es posible que alguien como tú, con esa audacia y valentía, haya conseguido algo tan importante como aquello? En serio, no me lo creo –sonreí.
—No hay duda, eres un D. Kenshin –la respiración de Kyurem estaba muy agitada. Una vena de su frente empezó a hincharse, al mismo tiempo que cerraba sus puños–. Es por eso que no voy a ser condescendiente contigo, muchacho.
Sonreí con arrogancia.
—No esperaba menos de alguien como tú –dije, mientras aumentaba mi temperatura corporal caldeando el ambiente.
Kyurem elevó su brazo y chaqueó los dedos tres veces y rápidamente sus hombres se retiraron, no sin antes entregarle una tubería de metal, cuyo extremo superior tenía algunas manchas de sangre seca. Pero eso no fue lo único que hicieron, también cogieron a Spanner por los brazos y le agarraron la cabeza para que mirara lo que estaba a punto de suceder.
—¡SPANNER! –grité, haciendo que mirara–. ¿Qué demonios te crees que estás haciendo? ¿Qué pensaría tu padre si te viera así? Él no te dejó conmigo para que yo te sacara siempre las castañas del fuego. Nos reunió para que yo aprendiera de ti y tú aprendieras de mí. Para que juntos nos hiciéramos más fuertes. Sé de lo que eres capaz, tío. Puedes que seas rarito, pedante y, en ocasiones, un pelmazo, pero no eres débil. Sabes que no lo eres, así que… ¡ESPABILA! –con toda mis fuerzas lancé mi katana en dirección a Spanner, esperando que la atrapara.
Tras aquel pequeño discurso, desenfundé a aki no hikari y a cesura y me dirigí hacia Kyurem, que esperaba dando pequeños golpes con la tubería sobre la palma de su mano.
—¡Vaya! ¿Más de cien millones? –pregunté con sorna, llevándome las manos a la cabeza–. ¿Cómo es posible que alguien como tú, con esa audacia y valentía, haya conseguido algo tan importante como aquello? En serio, no me lo creo –sonreí.
—No hay duda, eres un D. Kenshin –la respiración de Kyurem estaba muy agitada. Una vena de su frente empezó a hincharse, al mismo tiempo que cerraba sus puños–. Es por eso que no voy a ser condescendiente contigo, muchacho.
Sonreí con arrogancia.
—No esperaba menos de alguien como tú –dije, mientras aumentaba mi temperatura corporal caldeando el ambiente.
Kyurem elevó su brazo y chaqueó los dedos tres veces y rápidamente sus hombres se retiraron, no sin antes entregarle una tubería de metal, cuyo extremo superior tenía algunas manchas de sangre seca. Pero eso no fue lo único que hicieron, también cogieron a Spanner por los brazos y le agarraron la cabeza para que mirara lo que estaba a punto de suceder.
—¡SPANNER! –grité, haciendo que mirara–. ¿Qué demonios te crees que estás haciendo? ¿Qué pensaría tu padre si te viera así? Él no te dejó conmigo para que yo te sacara siempre las castañas del fuego. Nos reunió para que yo aprendiera de ti y tú aprendieras de mí. Para que juntos nos hiciéramos más fuertes. Sé de lo que eres capaz, tío. Puedes que seas rarito, pedante y, en ocasiones, un pelmazo, pero no eres débil. Sabes que no lo eres, así que… ¡ESPABILA! –con toda mis fuerzas lancé mi katana en dirección a Spanner, esperando que la atrapara.
Tras aquel pequeño discurso, desenfundé a aki no hikari y a cesura y me dirigí hacia Kyurem, que esperaba dando pequeños golpes con la tubería sobre la palma de su mano.
- Kyurem:
- img aprox.:
P.U: Fuerza x10, Resistencia x5.
Ámbito: Fuego
Haki’s: Armadura lvl 2 y mantra lvl 1
- Zekrom & Reshiram:
- img aprox.:
P.U: Agilidad x4 y velocidad x2
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Todo aquello se había ido al garete por su culpa. Su tío iba a pelear con su capitán y sus esbirros lo estaban agarrando para que mirara sin hacer nada. Spanner quería liberarse, quería hacerse intangible y huir. A punto estaba, cuando los gritos de su pelirrojo capitán lo interrumpieron.
—¡SPANNER! ¿Qué demonios te crees que estás haciendo? ¿Qué pensaría tu padre si te viera así? Él no te dejó conmigo para que yo te sacara siempre las castañas del fuego. Nos reunió para que yo aprendiera de ti y tú aprendieras de mí. Para que juntos nos hiciéramos más fuertes. Sé de lo que eres capaz, tío. Puedes que seas rarito, pedante y, en ocasiones, un pelmazo, pero no eres débil. Sabes que no lo eres, así que… ¡ESPABILA!
Entonces lanzó una de sus katanas. Spanner actuó por instinto. Se volvió intangible y escapó de su presa. Dio un codazo a en la cara a uno de sus captores y, con la mano derecha, atrapó la espada de su capitán en el aire. Agarrando la espada por el mango, miró a aquellos dos, los cuales empezaban a prepararse para atacar. Tenía miedo. Habían muchas probabilidades de perder. Su tío era alguien fuerte. Sin embargo... Por primera vez en mucho tiempo, Spanner no se sentía solo. Si bien llevaba viajando tiempo con Zane, aquella fue la primera vez que de verdad lo sintió cercano. No era un compañero de viaje, no era alguien a quien valía la pena alejar cuando no necesitaba hablar sobre como organizar la banda. Era su amigo.
Spanner agarró con fuerza la katana de su amigo y la giró en el aire, dispuesto a plantar cara a sus enemigos, junto a su capitán.
—¡SPANNER! ¿Qué demonios te crees que estás haciendo? ¿Qué pensaría tu padre si te viera así? Él no te dejó conmigo para que yo te sacara siempre las castañas del fuego. Nos reunió para que yo aprendiera de ti y tú aprendieras de mí. Para que juntos nos hiciéramos más fuertes. Sé de lo que eres capaz, tío. Puedes que seas rarito, pedante y, en ocasiones, un pelmazo, pero no eres débil. Sabes que no lo eres, así que… ¡ESPABILA!
Entonces lanzó una de sus katanas. Spanner actuó por instinto. Se volvió intangible y escapó de su presa. Dio un codazo a en la cara a uno de sus captores y, con la mano derecha, atrapó la espada de su capitán en el aire. Agarrando la espada por el mango, miró a aquellos dos, los cuales empezaban a prepararse para atacar. Tenía miedo. Habían muchas probabilidades de perder. Su tío era alguien fuerte. Sin embargo... Por primera vez en mucho tiempo, Spanner no se sentía solo. Si bien llevaba viajando tiempo con Zane, aquella fue la primera vez que de verdad lo sintió cercano. No era un compañero de viaje, no era alguien a quien valía la pena alejar cuando no necesitaba hablar sobre como organizar la banda. Era su amigo.
Spanner agarró con fuerza la katana de su amigo y la giró en el aire, dispuesto a plantar cara a sus enemigos, junto a su capitán.
Gracias a dios, mi pequeño discurso despertó el instinto de combate de Spanner, que parecía estar ocultándose en lo más profundo de su ser. Su gesto había cambiado, estaba serio, como siempre, pero de distinta manera. En su mirada se podía vislumbrar una determinación que jamás había visto en él, y eso me alegraba. Mientras tanto, frente a mí se encontraba Kyurem, que no parecía estar muy contento con lo sucedido. Seguía agitando esa tubería al mismo tiempo que me incitaba a atacarle. Lo más rápido que pude, cabizbajo, sujetando mis katanas de forma que la hoja estuviera paralela a mi brazo, ataqué a Kyurem. Sin apenas esfuerzo, paró el golpe, y me lo devolvió con todas su fuerzas. El golpe fue directo a la boca de mi estomago, haciéndome sentir nauseas.
Tosí dos veces y me alejé en posición defensiva.
—Eres como tu padre –dijo con una sonrisa–. Mucho hablar y poco hacer.
Él era fuerte, mucho más que yo, y tenía una gran resistencia. Sin embargo yo era más veloz y podía prever sus movimientos gracias a mi mantra. Aquel combate no podía permitirme perderlo por nada del mundo. Así que cubrí mis katanas de haki y seguí dándole un tajo tras otro hasta conseguir hacerle un corte en el bajo abdomen.
La mirada de Kyurem era un poema cuando eso sucedió. Se tocó con la mano la herida y la llevo a su cara. Olió su sangre y luego la lamió, para luego tirar la tubería al suelo.
“¡Qué guarrada!” –pensé.
Mi oponente parecía confuso, como si no le hubiera herido en mucho tiempo. Entonces, se quitó su chaqueta, quedándose con una camiseta de tirantas de color militar. Sus brazos se tornaron de un negro y me embistió con todas sus fuerzas, haciéndome retroceder al protegerme con mis katanas.
—Vas a arrepentirte de haberme conocido –comentó, mientras agarraba las hojas de sus katanas con sus manos.
—Al contrario, tú eres el que va a arrepentirse de haberse metido en nuestro camino –le dije, mientras hacía fuerza con mis katanas.
—No opinarás igual cuando te muestre lo que el infierno –sonrió. Su cuerpo comenzó a cubrirse de llamas que caldearon el ambiente. Era un fuego muy intenso, pero no lo suficiente. Kyrem parecía muy seguro de sí mismo.
Las hojas de mis katanas se pusieron candentes, trasladando ese calor hacia los mangos. El muy iluso no sabía nada de mí, me tenía por un espadachín corriente lo más seguro. En mi cara se podía contemplar una media sonrisa, mientras de mi cuerpo emanaba un calor más intenso que el suyo que le hacía sudar a borbotones. Al final, no pudo aguantarlo y retrocedió.
—¿Y el infierno? –le pregunté.
—¿Qué escondes muchacho? –contestó con otras pregunta–. ¿Cómo has conseguido dominar el fuego de esa manera?
—Yo no he dominado el fuego, yo soy el mismo fuego –respondí, al mismo tiempo que mi cuerpo se cubría de un rojizo y brillante plumaje y de mi espalda surgían dos esplendorosas alas, que al agitarlas aumentaba la temperatura del ambiente.
Tras ello, me acerqué a Kyurem utilizando mi firebust, colocándome frente a él, a pocos centímetros de distancia. Le iré a los ojos y tenía miedo, podía notarlo. Tragó saliva y se quedó inmovilizado. En ese momento lo primero que quise hacer era torturarlo lentamente, una voz en mi interior me decía que lo hiciera, pero yo no era un asesino. Simplemente, aprovechando la diferencia de altura, concentré haki en mi frente y le golpeé en la nariz. Para justo después hacerle un corte en cruz en el pecho, tirándolo al suelo.
—Se te ha evaluado, se te ha medido y definitivamente no has dado la talla –le dije mientras volvía a mi forma humana–. Así que dile a tu gente que abandone tu barco, porque a cambio de tu vida me quedaré con él, ¿entendido? –le imperé, mientras enfundaba mis katanas.
Tosí dos veces y me alejé en posición defensiva.
—Eres como tu padre –dijo con una sonrisa–. Mucho hablar y poco hacer.
Él era fuerte, mucho más que yo, y tenía una gran resistencia. Sin embargo yo era más veloz y podía prever sus movimientos gracias a mi mantra. Aquel combate no podía permitirme perderlo por nada del mundo. Así que cubrí mis katanas de haki y seguí dándole un tajo tras otro hasta conseguir hacerle un corte en el bajo abdomen.
La mirada de Kyurem era un poema cuando eso sucedió. Se tocó con la mano la herida y la llevo a su cara. Olió su sangre y luego la lamió, para luego tirar la tubería al suelo.
“¡Qué guarrada!” –pensé.
Mi oponente parecía confuso, como si no le hubiera herido en mucho tiempo. Entonces, se quitó su chaqueta, quedándose con una camiseta de tirantas de color militar. Sus brazos se tornaron de un negro y me embistió con todas sus fuerzas, haciéndome retroceder al protegerme con mis katanas.
—Vas a arrepentirte de haberme conocido –comentó, mientras agarraba las hojas de sus katanas con sus manos.
—Al contrario, tú eres el que va a arrepentirse de haberse metido en nuestro camino –le dije, mientras hacía fuerza con mis katanas.
—No opinarás igual cuando te muestre lo que el infierno –sonrió. Su cuerpo comenzó a cubrirse de llamas que caldearon el ambiente. Era un fuego muy intenso, pero no lo suficiente. Kyrem parecía muy seguro de sí mismo.
Las hojas de mis katanas se pusieron candentes, trasladando ese calor hacia los mangos. El muy iluso no sabía nada de mí, me tenía por un espadachín corriente lo más seguro. En mi cara se podía contemplar una media sonrisa, mientras de mi cuerpo emanaba un calor más intenso que el suyo que le hacía sudar a borbotones. Al final, no pudo aguantarlo y retrocedió.
—¿Y el infierno? –le pregunté.
—¿Qué escondes muchacho? –contestó con otras pregunta–. ¿Cómo has conseguido dominar el fuego de esa manera?
—Yo no he dominado el fuego, yo soy el mismo fuego –respondí, al mismo tiempo que mi cuerpo se cubría de un rojizo y brillante plumaje y de mi espalda surgían dos esplendorosas alas, que al agitarlas aumentaba la temperatura del ambiente.
Tras ello, me acerqué a Kyurem utilizando mi firebust, colocándome frente a él, a pocos centímetros de distancia. Le iré a los ojos y tenía miedo, podía notarlo. Tragó saliva y se quedó inmovilizado. En ese momento lo primero que quise hacer era torturarlo lentamente, una voz en mi interior me decía que lo hiciera, pero yo no era un asesino. Simplemente, aprovechando la diferencia de altura, concentré haki en mi frente y le golpeé en la nariz. Para justo después hacerle un corte en cruz en el pecho, tirándolo al suelo.
—Se te ha evaluado, se te ha medido y definitivamente no has dado la talla –le dije mientras volvía a mi forma humana–. Así que dile a tu gente que abandone tu barco, porque a cambio de tu vida me quedaré con él, ¿entendido? –le imperé, mientras enfundaba mis katanas.
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Aquellos dos eran rápidos, sin duda. Moviéndose a una velocidad brutal, se colocaron cada uno al lado del muchacho. Uno de ellos atacó directamente desde su derecha con un kunai. Spanner lo paró con la espada y, justo entonces, atacó el otro hermano. El chico se hizo intangible, por lo que el pirata estuvo a punto de atacar a su propio compañero. Sin embargo, este consiguió saltar hacia atrás a tiempo.
Spanner se movió, alejándose varios pasos de los hermanos. Incluso llegó a dedicarles una arrogante y confiada sonrisa. Fue entonces cuando fue sorprendido, de nuevo, por la poderosa velocidad de sus enemigos. Uno de ellos se había posicionado justo delante de él. Agarró con fuerza su corbata y dió un tirón. La cara de Spanner chocó contra el puño de su enemigo, haciendo que su nariz sangrara. Esperaba de verdad no habérsela roto. Empezó a notar el sabor de la sangre en su boca.
Fue entonces cuando empezó su ofensiva. Cogió el mango de la espada de su capitán con ambas manos. Empezó a dirigir tajos hacia su atacante, haciendo que retrocediera. Cada tajo era esquivado por su poderosa agilidad, sin embargo tocarle no era el objetivo de Spanner. Cuando por fin lo hubo empujado hasta el lugar correcto, saltó hacia delante atravesando a su enemigo. Dio una voltereta en el suelo, cerrando la otra mano sobre la espada que estaba en el suelo, la katana que aquellos piratas le habían quitado. El pelimorado se levantó, blandiendo ambas armas, con el rostro lleno de sangre.
Los hermanos atacaron enseguida. Spanner esquivó al desarmado y paró un ataque del kunai del otro hermano. Tras un pequeño intercambio de golpes y espadazos, Spanner pudo herir al desarmado en el estómago. Este cayó al suelo y, cuando su hermano parecía querer ir a vengarlo, Spanner lo detuvo poniendo de forma amenazante la espada en su gaznate, mientras Zane daba su ultimátum a su tío.
Spanner se movió, alejándose varios pasos de los hermanos. Incluso llegó a dedicarles una arrogante y confiada sonrisa. Fue entonces cuando fue sorprendido, de nuevo, por la poderosa velocidad de sus enemigos. Uno de ellos se había posicionado justo delante de él. Agarró con fuerza su corbata y dió un tirón. La cara de Spanner chocó contra el puño de su enemigo, haciendo que su nariz sangrara. Esperaba de verdad no habérsela roto. Empezó a notar el sabor de la sangre en su boca.
Fue entonces cuando empezó su ofensiva. Cogió el mango de la espada de su capitán con ambas manos. Empezó a dirigir tajos hacia su atacante, haciendo que retrocediera. Cada tajo era esquivado por su poderosa agilidad, sin embargo tocarle no era el objetivo de Spanner. Cuando por fin lo hubo empujado hasta el lugar correcto, saltó hacia delante atravesando a su enemigo. Dio una voltereta en el suelo, cerrando la otra mano sobre la espada que estaba en el suelo, la katana que aquellos piratas le habían quitado. El pelimorado se levantó, blandiendo ambas armas, con el rostro lleno de sangre.
Los hermanos atacaron enseguida. Spanner esquivó al desarmado y paró un ataque del kunai del otro hermano. Tras un pequeño intercambio de golpes y espadazos, Spanner pudo herir al desarmado en el estómago. Este cayó al suelo y, cuando su hermano parecía querer ir a vengarlo, Spanner lo detuvo poniendo de forma amenazante la espada en su gaznate, mientras Zane daba su ultimátum a su tío.
Desde el frío y húmedo suelo del puerto, el tío de Spanner no parecía tan intimidante. En sus cansados ojos castaños podía contemplar como la humillación se iba cerniendo sobre él, sintiéndose impotente por haber sido derrotado por mí, el hijo de uno de los hombres que más odiaba.
Le apuntaba con el filo de mi katana, manteniendo la distancia, cuestionándome si debía acabar con su miserable vida en aquel momento por haber tratado tan mal a Spanner. Sin embargo, yo no era un asesino, al menos ahora no. Enfundé mis aceros y me dirigí hacia Spanner, que había derrotado a sus contrincantes.
—Cuentan las malas lenguas que conseguí un barco nuevo –sonreí mostrando mi mejor sonrisa–. Solo espero que no huela como tu tío.
De repente, a mi espalda, un aura amenazadora, como la de un animal salvaje, comenzó a surgir con mucha fuerza y se aproximaba con mucha velocidad. Ladeé mi cabeza, mirando de reojo hacia atrás, y pude ver como Kyurem, armado de nuevo con su tubería, corría hacia mí con gran velocidad con intención de golpearme por la espalda.
Únicamente clavé mi mirada en él y una extraña fuerza surgió del lugar más profundo de mí ser y se expandió por el lugar, agrietando la madera de los barcos encallados de los alrededores. Y, lentamente, Kyurem se fue deteniendo hasta caer de rodillas al suelo, tembloroso.
Le apuntaba con el filo de mi katana, manteniendo la distancia, cuestionándome si debía acabar con su miserable vida en aquel momento por haber tratado tan mal a Spanner. Sin embargo, yo no era un asesino, al menos ahora no. Enfundé mis aceros y me dirigí hacia Spanner, que había derrotado a sus contrincantes.
—Cuentan las malas lenguas que conseguí un barco nuevo –sonreí mostrando mi mejor sonrisa–. Solo espero que no huela como tu tío.
De repente, a mi espalda, un aura amenazadora, como la de un animal salvaje, comenzó a surgir con mucha fuerza y se aproximaba con mucha velocidad. Ladeé mi cabeza, mirando de reojo hacia atrás, y pude ver como Kyurem, armado de nuevo con su tubería, corría hacia mí con gran velocidad con intención de golpearme por la espalda.
Únicamente clavé mi mirada en él y una extraña fuerza surgió del lugar más profundo de mí ser y se expandió por el lugar, agrietando la madera de los barcos encallados de los alrededores. Y, lentamente, Kyurem se fue deteniendo hasta caer de rodillas al suelo, tembloroso.
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Guardó a Ryukiba en su funda y se mantuvo con la espada de su capitán en la mano. Ya se la daría después. Estaba cansado y le dolía la cabeza, así como la nariz, aunque no había señales de habérsela roto. Había sido herido, a diferencia del pelirrojo. Debía hacerse más fuerte, eso lo tenía seguro. Intentó sonreír ante el comentario de Zane, pero se detuvo ante el aturdimiento. Necesitaba descansar un poco, lo tenía incluso más seguro que lo anterior. Fue entonces cuando su tío decidió que no debía darse por vencido. Fue directo a atacar a su capitán por la espalda. Spanner no podía permitirlo, por lo que...
Fue como si el tiempo se hubiese detenido. Kyurem se paró en seco y su cuerpo chocó contra el suelo. Spanner miraba a su capitán, estupefacto. Casi no podía hablar. Algo en su presencia lo atemorizaba. No podía moverse siquiera. ¿Qué demonios había pasado? Poco a poco, empezó a pasarse el efecto. El aturdimiento volvió a su ser. Se llevó la mano a la cabeza y, lo más rápido que pudo, subió la pasarela a su nuevo barco. Hecho aquello, en la cubierta, buscó un lugar donde apoyarse. En el caso de que Zane se acercara a preguntarle si estaba bien, diría:
- G... gracias, Zane... por salir en mi defensa. Nadie antes había... Siempre...-sentía el sabor de la sangre en su boca. Era desagradable-. Te devolveré el favor... toma.
Le devolvería su espada y entonces intentaría levantarse, directo al primer baño que encontrase para poder limpiarse la cara y, después, dormir.
Fue como si el tiempo se hubiese detenido. Kyurem se paró en seco y su cuerpo chocó contra el suelo. Spanner miraba a su capitán, estupefacto. Casi no podía hablar. Algo en su presencia lo atemorizaba. No podía moverse siquiera. ¿Qué demonios había pasado? Poco a poco, empezó a pasarse el efecto. El aturdimiento volvió a su ser. Se llevó la mano a la cabeza y, lo más rápido que pudo, subió la pasarela a su nuevo barco. Hecho aquello, en la cubierta, buscó un lugar donde apoyarse. En el caso de que Zane se acercara a preguntarle si estaba bien, diría:
- G... gracias, Zane... por salir en mi defensa. Nadie antes había... Siempre...-sentía el sabor de la sangre en su boca. Era desagradable-. Te devolveré el favor... toma.
Le devolvería su espada y entonces intentaría levantarse, directo al primer baño que encontrase para poder limpiarse la cara y, después, dormir.
Parecía que aquella confrontación callejera había terminado. Los hombres de Kyurem miraban asombrados, al mismo tiempo que bajaban del barco. Algunos de ellos parecía que fueran a atacar, pero otros los detuvieron negando con la cabeza. No podía terminar de creerlo. Aquel debilucho había sin técnica me había obligado a usar mi haoshoku haki, uno de los pocos poderes que me hacía destacar del resto, algo que me propuse no hacer, al menos hasta que tuviera un grupo de personas de confianza con gran poder. No estaba muy acostumbrado a dirigirlo solo a una persona, es por eso que me encontraba algo cansado.
Pasé por al lado de Kyurem, que continuaba en el suelo, mientras me miraba con el gesto torcido, como si no fuera la primera vez que era derrotado de esa manera. Me paré a su vera y puse mi mano sobre el mango de mi aki no hikari.
—Sé que no has ido a por Lucy porque tiene la protección de Sbun, pero te recomiendo que dejes en paz a Spanner, o sino… –me callé durante unos segundos en los que miré a Kyurem con todo mi odio–, me suplicarás que acabe con tu miserable vida.
Kyurem sonrió.
—Me gustaría verlo.
Mostré una media sonrisa y caminé hacia la pasarela del barco. De camino encontré a uno de los subordinados de Kyurem, que tenía un log pose en la muñeca.
—¡Eh, tú! –llamé su atención y señale a su muñeca–. Dame la brújula.
Aquel sujeto no tardó ni veinte segundos en quitársela y lanzármela y subí a barco. Allí me esperaba Spanner con mi sabakatou en la mano.
—¿Somos socios, no? Pues ya está –me quite la funda de mi cinto–. Toma, quédate la espada. Me la dio mi padre cuando era un niño. Podría decirse que es uno de mis pequeños tesoros.
Tras ello, preparamos el barco, quitando la bandera de Kyurem, y zarpamos hasta la siguiente isla.
Pasé por al lado de Kyurem, que continuaba en el suelo, mientras me miraba con el gesto torcido, como si no fuera la primera vez que era derrotado de esa manera. Me paré a su vera y puse mi mano sobre el mango de mi aki no hikari.
—Sé que no has ido a por Lucy porque tiene la protección de Sbun, pero te recomiendo que dejes en paz a Spanner, o sino… –me callé durante unos segundos en los que miré a Kyurem con todo mi odio–, me suplicarás que acabe con tu miserable vida.
Kyurem sonrió.
—Me gustaría verlo.
Mostré una media sonrisa y caminé hacia la pasarela del barco. De camino encontré a uno de los subordinados de Kyurem, que tenía un log pose en la muñeca.
—¡Eh, tú! –llamé su atención y señale a su muñeca–. Dame la brújula.
Aquel sujeto no tardó ni veinte segundos en quitársela y lanzármela y subí a barco. Allí me esperaba Spanner con mi sabakatou en la mano.
—¿Somos socios, no? Pues ya está –me quite la funda de mi cinto–. Toma, quédate la espada. Me la dio mi padre cuando era un niño. Podría decirse que es uno de mis pequeños tesoros.
Tras ello, preparamos el barco, quitando la bandera de Kyurem, y zarpamos hasta la siguiente isla.
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