Piratas y Marines en el dojo de la espada [Priv. Spanner - Zane]

No podía creer lo que tenía ante mí. Mi cara reflejaba la emoción del momento al darme cuenta que estábamos a pocas millas náuticas de la isa de los espadachines del mar del este, Villa Shimotsuki. Sin dudarlo ni un solo segundo le dije a Spanner de ir, quien no objeto nada. Me gustaba viajar con él, siempre estaba de acuerdo en todo lo que decía; y eso era algo que me agradable.

En cuanto nos acercamos al puerto, Spanner vislumbró un barco de la marina. Hacía un par de semanas que había descubierto que yo era un pirata buscado y el pelimorado no lo levaba bien, siempre intentando que me quedara en el barco si íbamos a algún lado o haciendo que me pusiera la capucha de mi sudadera.

—Que sí pesado, que sí… -le dije por enésima vez–. Prometo que intentaré portarme bien –reí.

Nada más estacionar el barco, bajamos el ancla y atamos el cabo en el puerto. Junto a Spanner pusimos camino a la famosa villa, que parecía estar celebrando algo. ¿Un torneo quizás? Ojalá.

Toda la villa estaba de festejo, al parecer estaban celebrando el regreso de un tal Kagenaru o Kagemaru, no pude escuchar bien. Spanner se adentró en el bullicio, algo extraño en él.

“Habrá encontrado algún maromo que le guste” –pensé, mientras yo me deleitaba con las vistas de las jovencitas que estaban con sus kimonos por los alrededores. Sin pensarlo, me quité la capucha y me acerqué a una de las jovencitas que estaban allí. Ella era rubia con los ojos marrones, se encontraba apoyada sobre un muro mirando con expectación hacia el frente. ¿Qué estaría contemplando? Ni me molesté en saberlo.
Con pasos chulescos, muy erguido, sacando pecho, me acerqué a la chica, con mi brazo apoyado en mis tres katanas.

—Hola, ¿qué hace un sitio como este con una chica como tú en él? –pregunté mostrando mi mejor sonrisa.

—¿En serio ligas mucho con esa frase? –contestó la muchacha.

—La verdad que no, pero era para romper el hielo –sonreí –Soy Zane, Zane D. Kenshin, ¿y tú eres?

—Keiko, Keiko Yamagushi. Un placer –se presentó la muchacha.

Durante un rato estuvimos hablando y accedí a entrear al dojo. Tenía el trabajo casi hecho cuando uno de los sujetos protagonistas del evento, que resulto ser un marine me reconoció.

—¡Tu! –alzó la voz, callando a todos en el lugar.

Miré girando sutilmente el cuello.

El marine se acercó hasta estar a pocos metros de mí.

—¡Quedas detenido por orden de la marina y el gobierno mundial! —espetó.

—Claro que si, campeón –dije para después darle la espalda, recibiendo justo después una torta por parte de la muchacha.

—No hables así al héroe de la isla –dijo.

“¿Héroe?”

Después de gastar casi toda mi labia con la muchacha, de estar a punto de poder llevármela al barco un rato para hacer cosas que más de uno diría que es algo pecaminoso, el estúpido marine viene y lo jode todo. La muchacha se había marchado, mientras que el marine, más gallito que nadie, me echaba cojones. En aquel momento me entraron ganas de desenfundar y cortarle en dos, una voz dentro de mi me decía que lo hiera, sin embargo la actuación de Spanner hizo que me calmara.

—No –contesté –. Yo no acepto vuestro jueguecito de samuráis. Yo solo peleo cuando es necesario y ahora no lo es. Además no quiero humillarte delante de tu gente –le guiñé un ojo.

Sabía perfectamente que el marine no era un cualquiera, tenía un nivel de batalla que me daría mucho juego, pero no sabía cómo era el pelimorado en combate y no iba a arriesgarme a ello; sin contar que tampoco quería aumentar mi recompensa.

—Spanner –le miré a los ojos–, levántate. Compraremos algunos víveres, comeremos algo y nos iremos de aquí.

Chocándome con el hombro de marine, casi de refilón, apoyando mi brazo sobre mis katanas, tal y como había venido, me alejé de allí.

—Le has hechado huevos, Spanner -le toqué el hombro con mi mano–. Pero no hacía falta.

Como era de esperar, pese a mi intento de no tener una confrontación en aquella isla que tanto admiraba, el marine tuvo que tener la última palabra. Aquel estúpido teniente tuvo que meter el dedo donde más dolía y acusarme de cobarde, algo que yo no era. Si estaba dejando el combate de lado era porque no veía a Spanner aptó para un combate contra dos marines experimentado. Sin embargo, en pocos segundos todo me dio igual.

En poco menos de un segundo, gracias a mi firebust, una técnica que utilizando el poder de mi akuma no mi hacía que pudiera moverme a una velocidad excesivamente rápida, me coloqué frente a él, golpeándole con el mango de mi katana en la boca del estómago al mismo tiempo que le susurraba algo al oído.

—Aceptamos el duelo, marinerito.

Las risas y el jolgorio que trasmitían los pueblerinos cesaron de golpe al ver como su supuesto héroe no había sido capaz de esquivar el golpe.

Tras ello me alejé con sumo cuidado, sin quitar la vista de encima del teniente, que parecía indispuesto tras el ataque. Mientras tanto, sin que me diera cuenta, el pelimorado había avanzando hasta estar a poco menos de dos metros de mi, mirando con desafío al sargento, que estaba a punto de desenfundar.

Inmediatamente después de eso, ante tal humillación, el marine nos llevó al edificio central de la isla. Éste era un grandioso dojo con un tatami bipartito, utilizado para las fases clasificatorias del gran torneo trianual de espadachines que allí se celebraba. Cada pareja de combate tomó un campo y se puso frente al otro, como era de esperar tanto el marine novato, que resultó ser un simple sargento y Spanner, ni se molestaron en saludar como mandaban los cánones y comenzaron la pelea.

Por otro lado, sin yo esperármelo, el marine había comenzado su ataque y corría hacia mí para atacarme a traición.

—Deja a tu amiguito, tu contrincante soy yo –dijo.

Rápidamente, con mi mano izquierda, desenfundé mi Aki no Hikari bloqueando su golpe. Tras ello, con mi diestra, desenfundé a Cesura e intenté golpearle a traición. No obstante, fue un ataque tan predecible que fue esquivada con éxito por mi oponente.

Gracias a mí predecible actuación de hace pocos segundos, mi oponente se encontraba lo suficientemente lejos como para poder agarrar mis aceros a la inversa, como a mí me gustaba. A día de hoy había pocos espadachines que utilizaran sus katanas como lo hacía yo, teniendo la hoja de ellas paralelas con mi brazo, como si fueran puñales con el mango hacia afuera. De esta forma, al menos en mi estilo de lucha, podía propinar golpes rápidos y poco mortales, aunque sí dañinos.

Rápidamente me abalancé sobre él, haciendo un barrido de afuera hacia dentro con mi brazo derecho, que fue bloqueado con destreza por el marine. Aunque aquello entraba en mis planes, pues gracias a eso pude dejar caer mi peso sobre mi pie derecho y bordear a mi oponente hasta colocarme casi tras él, propinándole un corte con mi zurda.

El teniente emitió un bramido de dolor, para luego mirarme con furia frunciendo el ceño.

—Un espadachín que se precie no ataca por la espalda, infame pirata –me dijo el marine, colocándose en guardia baja.

—Un verdadero espadachín nunca da la espalda a su enemigo ni ataca a traición –le contesté, colocándome en guardia neutra, adelantando la parte izquierda de mi cuerpo, cubriéndome la parte alta con mi espada izquierda y la media y baja con la derecha.

Entre tanto, la katana del marine se tornó de un negro azabache muy intenso, dejando claro que era poseedor del haki de armadura.

“Interesante” –mostré una sonrisa, mientras cubría mis dos katanas con haki, al igual que él.

El marine guardaba más sorpresas de la que creí en un principio. Por la pose que estaba adoptando, alzando su katana por encima de su cabeza, dejando el resto de su cuerpo expuesto a cualquier ataque, intuí que quería acabar con nuestra batalla con su siguiente golpe. Era muy común en espadachines con un estilo de una espada jugársela todo a un único golpe, pero aquello era un arma de doble fijo, pues si no tenía la suficiente fuerza podía salir mal parado.

Ante aquello, giré ambas katanas cogiéndola de forma normal, con los filos hacia arriba y me “autoabracé”, llevándolas a mi espalda. Respiré hondo y esperé a que mi oponente corriera hacia mí. Una vez lo hizo me dirigí hacia él, utilizando mi haki lo mejor que podía y en cuanto uno estuvo frente al otro chocamos nuestros aceros emitiendo una pequeña corriente de aire que mis rojizos cabellos pudieron notar. Sin embargo aquello no fue suficiente para el teniente, su katana no tardó en quebrarse y romperse en dos. Mi haki era más fuerte que el suyo.

Competitivamente enfundé mis katanas y le tendí la mano en son de paz.

—Buen combate –sonreí.

El marine me dio un buen apretón de manos y nos dejó ir. Aquel día cumplí uno de mis pequeños sueños, derrotar a uno de los grandes espadachines de villa Shikotsuki, aunque sabía que aún me quedaba mucho por delante para ser reconocido como uno de los mejores espadachines del mundo.