Aysel Kadhalain
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Allí estaba yo, en lo alto del mástil, mirando con el catalejo. Estaba tan emocionada... Hacía años que no salía al mar, desde que mi padre me mandó quedarme en Arabasta para crecer a salvo de los males que pudieran rodearme, no volví a tocar el gran azul. Gracias a William, mi mejor amigo desde que era una niña, me sacó de Arabasta para llevarme por todo el mar. Podía sentir la brisa rozar mi piel con fuerza. Era una cálida sensación. Bajé del mástil deslizándome con gran velocidad, pero agarrándome fuerte para no caerme. Recorrí toda la cubierta como si fuese una brisa de viento. Luego, miré hacia el timón, William reía, parecía contento al verme tan emocionada.
Una vez en la proa, me subí a la baranda y estiré los brazos. El viento me mantenía en pie. Era una sensación mágica. El barco rompía las olas con el mascarón con gran fuerza. Cerré los ojos y estuve durante un instante así, pero un grito me hizo despejarme.
-¡Eyra! ¡Bájate! - Era la voz de William. Me giré de golpe malhumorada, pues había interrumpido un momento mágico para mí.
Bajé de un salto y fui hacia el timón. A lo lejos podíamos ver una isla bastante grande. Miré a mi amigo y entendí que allí íbamos a atracar. Siempre sabía que pensaba, es como si estuviésemos conectados desde que éramos niños.
-¿Por qué paramos en esa isla? - Inquirí sin dejar de mirarla.
-Necesitamos reponer víveres y armas, por si acaso. - Respondió el rubio.
Finalmente logramos llegar a aquella isla. Atracamos en una cala y, con unos botes, llegamos a la costa. Al capitán pirata nunca le gustaba pararse en los puertos que estuvieran ajetreados, manías suyas, como siempre. Este me dijo que íbamos a estar mucho rato en Hargeon, que así se llamaba la isla. Me dio la vía libre para andar por la ciudad sin problemas, como si fuese una niña pequeña... era un año más mayor que él.
Recorrí un sendero y fui por las calles observando todo con sumo detalle, parecía una isla acogedora y un lugar humilde para los ciudadanos, aunque en este sentido me gustaba más Arabasta, siempre ocurrían cosas todos los días. Estaba harta de caminar así que entré en una taberna. En el centro había un anciano contando una historia sobre el diablo. Me quedé de pie, con los brazos cruzados, escuchándola con atención.
-Si... 200 años desde que abandonaron el inframundo para tomar el dominio del bosque. Un día de estos, abandonarán su territorio y vendrán hasta aquí. ¡Su furia e ira caerá sobre nosotros! - Abrí los ojos como platos al escuchar eso. Supuestamente, tal y como siguió contando, había una especie de dos demonios en una zona del bosque, pero nadie se atrevía a ir puesto que todo el que iba moría. Me gustaría ver eso, pensé sonriendo. Era muy interesante. Estuve allí de pie siguiendo la historia.
Una vez en la proa, me subí a la baranda y estiré los brazos. El viento me mantenía en pie. Era una sensación mágica. El barco rompía las olas con el mascarón con gran fuerza. Cerré los ojos y estuve durante un instante así, pero un grito me hizo despejarme.
-¡Eyra! ¡Bájate! - Era la voz de William. Me giré de golpe malhumorada, pues había interrumpido un momento mágico para mí.
Bajé de un salto y fui hacia el timón. A lo lejos podíamos ver una isla bastante grande. Miré a mi amigo y entendí que allí íbamos a atracar. Siempre sabía que pensaba, es como si estuviésemos conectados desde que éramos niños.
-¿Por qué paramos en esa isla? - Inquirí sin dejar de mirarla.
-Necesitamos reponer víveres y armas, por si acaso. - Respondió el rubio.
Finalmente logramos llegar a aquella isla. Atracamos en una cala y, con unos botes, llegamos a la costa. Al capitán pirata nunca le gustaba pararse en los puertos que estuvieran ajetreados, manías suyas, como siempre. Este me dijo que íbamos a estar mucho rato en Hargeon, que así se llamaba la isla. Me dio la vía libre para andar por la ciudad sin problemas, como si fuese una niña pequeña... era un año más mayor que él.
Recorrí un sendero y fui por las calles observando todo con sumo detalle, parecía una isla acogedora y un lugar humilde para los ciudadanos, aunque en este sentido me gustaba más Arabasta, siempre ocurrían cosas todos los días. Estaba harta de caminar así que entré en una taberna. En el centro había un anciano contando una historia sobre el diablo. Me quedé de pie, con los brazos cruzados, escuchándola con atención.
-Si... 200 años desde que abandonaron el inframundo para tomar el dominio del bosque. Un día de estos, abandonarán su territorio y vendrán hasta aquí. ¡Su furia e ira caerá sobre nosotros! - Abrí los ojos como platos al escuchar eso. Supuestamente, tal y como siguió contando, había una especie de dos demonios en una zona del bosque, pero nadie se atrevía a ir puesto que todo el que iba moría. Me gustaría ver eso, pensé sonriendo. Era muy interesante. Estuve allí de pie siguiendo la historia.
Alice J. Payne
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La cerveza fría caía por el interior de la garganta de la pelirroja, el fuerte sabor a cítrico era refrescante y ayudaba a que pasara como la seda desde su boca hasta el estómago, en el cual llevaba ya por lo menos tres más a parte de la que estaba a punto de terminar. No llegaba a estar ebria, pues notaba como algunos la miraban, los mismos que pensaron que se había perdido de camino al mercado o que buscaba a su padre “¿Qué coño sabrán esos sucios perros borrachos?” En su mente ya los había puesto de todo, pero por fuera parecía estar sumamente relajada.
– ¡Fueron los demonios! –Exclamó alguien al otro lado del salón, el cual después de todo no era demasiado grande. Seguida de esa afirmación, alguien le hizo callar, algo por lo que la marine se interesó en gran medida, agudizando el oído para captar algo de la conversación, de la cual a duras penas consiguió raspar la información justa. A uno de los dos hombres parecían haberle robado parte de sus gallinas y las otras estaban muertas, algo muy raro para haberlo realizado un animal normal y corriente.
Con una sonrisa en los labios dejó el dinero en la barra, se terminó de golpe lo que quedaba del alcohol y tras tomar su mochila se encaminó hacia el exterior. Fuera daba con una plazoleta, a la cual casi todo lo que daba a esta eran bares o restaurantes, más de lo primero que lo segundo. Arriba de una estatua en el centro un gran reloj avisaba de la hora. – Doce menos cuarto… –Meditó durante unos segundos, asintiendo al final– Me da tiempo, y si no que Alain espere no es la novedad –Riendo internamente se arregló la camisa, blanca y de manga larga, que conjuntaba perfectamente con los pantalones largos y ajustados de color café oscuro, sencillo y cómodo, como las botas tobilleras que llevaba.
A medida que avanzaba por las calles buscó algún sitio del cual conseguir más información sobre esos supuestos demonios, alcanzó a escuchar a un viejo que parecía estar a mitad de su historia de fantasía.
– […] inframundo para tomar el dominio del bosque. Un día de estos, abandonarán su territorio y vendrán hasta aquí. ¡Su furia e ira caerá sobre nosotros! –El entusiasmo del hombre era verdadero, parecía creerse la historia por muy disparatada que fuese. Mientras parte de la gente se marchaba, la chica se acercó para así dejarle un par de berries en la mano, pues por lo que se veía, no contaba con mucho dinero.
Poniendo su cara más inocente y amable, buscó la mirada con principios de cataratas del mayor– ¿Le importa decirme en que zona suelen estar esos demonios? –Preguntó tranquilamente, si bien podía ser una información falsa, no perdería nada por ir a investigar.
– Niña, no deberías acercarte a ese lugar ¡Te mataran! –Como si de verdad la hubiese asustado, sus ojos se abrieron de par en par, dejando asomar una pequeña duda que no existía en su mente.
– No… Tranquilo, quiero saberlo para evitar que mi hermano pequeño se acerque –La preocupación en su voz parecía verdadera, ya que tal vez apelando al sentimentalismo conseguiría su objetivo.
– Oh… Ya veo, ya veo, parece que te preocupas mucho por él –Una sonrisa a la cual le faltaban algunos dientes asomó en su cara– Escucha bien, hacia el norte, pasando el molino y adentrándote varios metros por el bosque, hay una zona espesa. Ahí es donde están, siempre que os acerquéis mucho por ahí no habrá problema –Bingo, lo había conseguido, asintiendo y habiendo guardado la señalización en su memoria le tomó la mano con delicadeza– Muchas gracias, que pase un buen día –Tras una despedida por parte del otro, comenzó a caminar hacia el norte, decidida a encontrar a esos seres que más que demonios, parecían ser simples humanos que aprovechándose de una leyenda, atormentaban a la gente de la zona loca.
– ¡Fueron los demonios! –Exclamó alguien al otro lado del salón, el cual después de todo no era demasiado grande. Seguida de esa afirmación, alguien le hizo callar, algo por lo que la marine se interesó en gran medida, agudizando el oído para captar algo de la conversación, de la cual a duras penas consiguió raspar la información justa. A uno de los dos hombres parecían haberle robado parte de sus gallinas y las otras estaban muertas, algo muy raro para haberlo realizado un animal normal y corriente.
Con una sonrisa en los labios dejó el dinero en la barra, se terminó de golpe lo que quedaba del alcohol y tras tomar su mochila se encaminó hacia el exterior. Fuera daba con una plazoleta, a la cual casi todo lo que daba a esta eran bares o restaurantes, más de lo primero que lo segundo. Arriba de una estatua en el centro un gran reloj avisaba de la hora. – Doce menos cuarto… –Meditó durante unos segundos, asintiendo al final– Me da tiempo, y si no que Alain espere no es la novedad –Riendo internamente se arregló la camisa, blanca y de manga larga, que conjuntaba perfectamente con los pantalones largos y ajustados de color café oscuro, sencillo y cómodo, como las botas tobilleras que llevaba.
A medida que avanzaba por las calles buscó algún sitio del cual conseguir más información sobre esos supuestos demonios, alcanzó a escuchar a un viejo que parecía estar a mitad de su historia de fantasía.
– […] inframundo para tomar el dominio del bosque. Un día de estos, abandonarán su territorio y vendrán hasta aquí. ¡Su furia e ira caerá sobre nosotros! –El entusiasmo del hombre era verdadero, parecía creerse la historia por muy disparatada que fuese. Mientras parte de la gente se marchaba, la chica se acercó para así dejarle un par de berries en la mano, pues por lo que se veía, no contaba con mucho dinero.
Poniendo su cara más inocente y amable, buscó la mirada con principios de cataratas del mayor– ¿Le importa decirme en que zona suelen estar esos demonios? –Preguntó tranquilamente, si bien podía ser una información falsa, no perdería nada por ir a investigar.
– Niña, no deberías acercarte a ese lugar ¡Te mataran! –Como si de verdad la hubiese asustado, sus ojos se abrieron de par en par, dejando asomar una pequeña duda que no existía en su mente.
– No… Tranquilo, quiero saberlo para evitar que mi hermano pequeño se acerque –La preocupación en su voz parecía verdadera, ya que tal vez apelando al sentimentalismo conseguiría su objetivo.
– Oh… Ya veo, ya veo, parece que te preocupas mucho por él –Una sonrisa a la cual le faltaban algunos dientes asomó en su cara– Escucha bien, hacia el norte, pasando el molino y adentrándote varios metros por el bosque, hay una zona espesa. Ahí es donde están, siempre que os acerquéis mucho por ahí no habrá problema –Bingo, lo había conseguido, asintiendo y habiendo guardado la señalización en su memoria le tomó la mano con delicadeza– Muchas gracias, que pase un buen día –Tras una despedida por parte del otro, comenzó a caminar hacia el norte, decidida a encontrar a esos seres que más que demonios, parecían ser simples humanos que aprovechándose de una leyenda, atormentaban a la gente de la zona loca.
Aysel Kadhalain
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Aquella taberna era un hervidero de gente con miedo u otras personas abucheando. Matar a los demonios, matar a los demonios era lo que se escuchaba cada cierto tiempo. ¿Qué ingenuos, no? Si fuesen de verdad ellos ya estarían muertos de sobra. Lo que no entendía eran esas desapariciones que acaban causando la muerte de los que iba allí. ¿Sería verdad el dicho de que la curiosidad mató al gato? Es posible, pero a mí me olía a chamusquina. Algo debía haber en aquel bosque que llamase tanto la atención y yo, iba a descubrirlo.
Aparte de ser una música me habría ganado una buena reputación en Hargeon. Podría presumir y todo. Sin embargo, había algo que no me coincidía. El anciano que contaba la historia sabía la posición exacta... ¿Interesante, no? Esto me hacía sospechar. Infundir un miedo que nadie conoce y que solo una persona sepa dónde se encuentra es demasiado extraño, pero supongo que lo dejaré pasar. Simplemente serán cuentos de dónde podría encontrar los demonios.
Cuando la gente empezaba a irse, decidí hacerlo yo también. No merecía la pena quedarme esperando a que sucediese algo, ¡iría yo misma! Antes de abandonar el local, el viejo gritó escandalosamente. Me giré con rapidez para ver que sucedía y tan solo estaba hablando con una muchacha pelirroja. Me acerque hasta la mitad del local para escuchar. Hablaban de evitar que un niño pequeño fuese a aquella zona, o eso entendí yo. Como no era de mi incumbencia abandoné el local de una vez por todas.
Ahora solo quedaba buscar el norte. No es que fuese una experta orientándome, pero... solía tener mis deslices en ese tema. Esperaba no perderme esta vez, no era la primera vez que me pasaba incluso en Arabasta. Por suerte, en las calles, había señales colgando en lo alto de las casas que proporcionaban direcciones. No fue muy difícil encontrar la salida.
Cuando iba calle arriba, en dirección al norte me pareció ver a la chica pelirroja de antes, caminando con mucha prisa. Ella también iba hacia el norte, al parecer. Corrí un poco para acercarme hasta ella.
-¡Eh, tú! - Le grité. - ¡Pelirroja! - Supongo que así sabría que la llamada iba por ella, no había ninguna otra pelirroja aparte de las dos. Tras esto, me acerqué un poco más y la volví a llamar.
Aparte de ser una música me habría ganado una buena reputación en Hargeon. Podría presumir y todo. Sin embargo, había algo que no me coincidía. El anciano que contaba la historia sabía la posición exacta... ¿Interesante, no? Esto me hacía sospechar. Infundir un miedo que nadie conoce y que solo una persona sepa dónde se encuentra es demasiado extraño, pero supongo que lo dejaré pasar. Simplemente serán cuentos de dónde podría encontrar los demonios.
Cuando la gente empezaba a irse, decidí hacerlo yo también. No merecía la pena quedarme esperando a que sucediese algo, ¡iría yo misma! Antes de abandonar el local, el viejo gritó escandalosamente. Me giré con rapidez para ver que sucedía y tan solo estaba hablando con una muchacha pelirroja. Me acerque hasta la mitad del local para escuchar. Hablaban de evitar que un niño pequeño fuese a aquella zona, o eso entendí yo. Como no era de mi incumbencia abandoné el local de una vez por todas.
Ahora solo quedaba buscar el norte. No es que fuese una experta orientándome, pero... solía tener mis deslices en ese tema. Esperaba no perderme esta vez, no era la primera vez que me pasaba incluso en Arabasta. Por suerte, en las calles, había señales colgando en lo alto de las casas que proporcionaban direcciones. No fue muy difícil encontrar la salida.
Cuando iba calle arriba, en dirección al norte me pareció ver a la chica pelirroja de antes, caminando con mucha prisa. Ella también iba hacia el norte, al parecer. Corrí un poco para acercarme hasta ella.
-¡Eh, tú! - Le grité. - ¡Pelirroja! - Supongo que así sabría que la llamada iba por ella, no había ninguna otra pelirroja aparte de las dos. Tras esto, me acerqué un poco más y la volví a llamar.
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La calle no estaba demasiado llena, había bastantes personas pero no era agobiante y podías caminar sin problemas, por eso podía mantener un buen ritmo, rápido y constante mientras continuaba pensando y dándole vueltas a todo lo que dijo el anciano. “¿Cómo puede saber la zona exacta? No es una ubicación pequeña pero es demasiado concreto como para saberlo sin haber estado allí” Eso le daba mala espina, tanto que por eso mismo iría allí para ver qué pasaba, pues cada vez había más hedor a humano que a azufre en todo ese lío.
No había avanzado muchos metros cuando alguien llamó a una pelirroja, recordaba haber visto al menos una cabellera de ese tono entre la gente, no estaba segura, pero dudaba enormemente que alguien quisiera llamarla pues se había preocupado de no relacionarse con nadie innecesario.
Pero estaba en un error tan grande que ni se lo habría esperado, pues la voz de antes se escuchó mucho más cerca y se vio obligada a bajar el ritmo y mirar hacia ese lado, siendo que al final si parecía haber alguien que había reparado en ella y quería algo.
Como de la nada, la figura de la mujer pelirroja inundó su visión, no podía negar que era endiabladamente hermosa, con unos ojos que parecían oro fundido derramado sobre estos, todas sus facciones eran hermosas y el cuerpo no era tampoco nada normalucho, casi parecía entrar dentro de los gustos personales de la marine. De todas formas esa fascinación no salió de su cabeza, consiguiendo calmarse en pocos segundos y no dejarse llevar. En cambio, lo que hizo fue mostrar en su faz una sonrisa amable, acompañada por una mirada del mismo estilo para así completar la máscara– Buenos días –Saludó de manera tranquila, bajando un poco el ritmo de la caminata, podría salir corriendo pero no era lo mejor si pensaba pasar desapercibida todo lo posible.
– ¿Qué es lo que quiere? –Si la habían llamado sería por algo, y pensaba solucionarlo cuanto antes “Espero que no me entretenga demasiado…” Pues al mirar la hora, esta se acercaba bastante a la que había acordado con Alain, y quería intentar solucionarlo todo lo más rápido posible.
No había avanzado muchos metros cuando alguien llamó a una pelirroja, recordaba haber visto al menos una cabellera de ese tono entre la gente, no estaba segura, pero dudaba enormemente que alguien quisiera llamarla pues se había preocupado de no relacionarse con nadie innecesario.
Pero estaba en un error tan grande que ni se lo habría esperado, pues la voz de antes se escuchó mucho más cerca y se vio obligada a bajar el ritmo y mirar hacia ese lado, siendo que al final si parecía haber alguien que había reparado en ella y quería algo.
Como de la nada, la figura de la mujer pelirroja inundó su visión, no podía negar que era endiabladamente hermosa, con unos ojos que parecían oro fundido derramado sobre estos, todas sus facciones eran hermosas y el cuerpo no era tampoco nada normalucho, casi parecía entrar dentro de los gustos personales de la marine. De todas formas esa fascinación no salió de su cabeza, consiguiendo calmarse en pocos segundos y no dejarse llevar. En cambio, lo que hizo fue mostrar en su faz una sonrisa amable, acompañada por una mirada del mismo estilo para así completar la máscara– Buenos días –Saludó de manera tranquila, bajando un poco el ritmo de la caminata, podría salir corriendo pero no era lo mejor si pensaba pasar desapercibida todo lo posible.
– ¿Qué es lo que quiere? –Si la habían llamado sería por algo, y pensaba solucionarlo cuanto antes “Espero que no me entretenga demasiado…” Pues al mirar la hora, esta se acercaba bastante a la que había acordado con Alain, y quería intentar solucionarlo todo lo más rápido posible.
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- !Hola Alice-chan! :DDD [Jin y Alice] [Pasado y PRIVADO :D] [Posibilidad de muerte y arresto]
- ¡Pool Party! [Privado: Arkhan | Eyra]
- Un viejo cuartel y sus historias (pasado-Teobaldo Voglio y Eyra Snow-privado)
- Una decisión importante (Alice - Hinori) [Privado][+18, probablemente(?)]
- Montañas con sorpresas (Privado/Uracha y Alice Turner)
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