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Los tenebrosos callejones de aquella oscura ciudad eran el mejor sitio para los trapicheos, el hombre que caminaba bajo la lluvia lo sabía muy bien. No era ningún jodido traficante, pero sabía muchísimo sobre esa clase de cosas. Le habían encargado la misión “Barrido Justiciero”. La isla iba a ser inspeccionada entera por el gobierno mundial. Se iban a mandar unos escuadrones de combate para buscar a los criminales más peligrosos, escuadrones de espionaje para descubrir las bases de las mafias, y por último el escuadrón de investigación. Podía ser muy parecido al de espionaje, pero se diferenciaba en que ellos tenían el objetivo de cumplir el trabajo de los dos anteriores, buscar y ejecutar si era necesario. La isla era enorme y encima había muchos sitios donde buscar. Los agentes supuestamente se conocían entre ellos, salvo por casos muy especiales. El propio Castor tenía en su mano una lista de los nombres en clave del resto de personas.
El jodido loco llevaba un traje oscuro como la noche, una corbata del mismo tono, y por dentro una camisa blanca. No se había puesto a leer a los demás, solía ir un poco a su bola. Por dentro de su chaqueta, portaba sus dos pistolas doradas, además de unos cuantos puñales. El agua no paraba de caer, pero no era algo que le molestase mucho. No tardó mucho en ver un pequeño tejado, proveniente de una tienda de muebles, la cual estaba cerrada. El asesino se colocó bajo dicho tejado, y después metió la mano derecha en su bolsillo. Dejó salir todo su mantra, dándose cuenta de que no había nadie por las inmediaciones. Entonces sacó un comunicador que contactaba con quince de los demás agentes ¿Sus rangos o nombres? Ni jodida idea. Solo sabía que estaban en su pelotón.
- Aquí agente sesenta y nueve, me hallo en la zona Norte del distrito cinco. Hay un restaurante especializado en mariscos que vi hace unos minutos. Takeshi Ionomaru, líder mafioso de los Zorros rojos, entró en él. Los guardias de la puerta lo trataron como si fuese alguien de confianza. Vamos a entrar en ese restaurante.
Hizo una pequeña pausa para después entrecerrar los ojos y fijarse en una especie de vehículo que se acercaba. Metió de nuevo el comunicador en el bolsillo derecho, y esperó a que dicho transporte pasase. Se trataba de una especie de moto, en la que dos personas con cascos cruzaron a toda velocidad. Su haki le indicó que se trataban de dos tipos de poder muy bajo, y por ello ni se molestó en fijarse a donde iban. Tenía cosas más importantes que hacer, como por ejemplo el hecho de que el restaurante fuese investigado. De nuevo introdujo su mano en el bolsillo, y tomó el comunicador, hablando de nuevo al momento.
- Entre vosotros mismos me gustaría que hicierais dos grupos. Uno que entre a tomar algo como un grupo de personas normales, y otro que investigue los alrededores. Como ya nos dijeron, espero que hayáis traído ropa de paisanos. Yo entraré en diez minutos y me sentaré en una mesa distinta. Takeshi será la prioridad, muchachos. Los que vayan a comer, que medianamente sepan de comida, por si notáis sabores que no deberían estar ahí. Takeshi es un cabrón, y es posible que droguen a la gente por diversión en sus establecimientos. Nos vemos.
Dicho aquello colgó e introdujo el comunicador de nuevo en el bolsillo. El equipo de combate era un poco más bruto que el suyo, pues directamente iban golpeando a la mínima de cambio. El de espionaje estaba a cargo del agente setenta, un hombre bastante frío, pero con menos rango que él. Castor controlaba el suyo de la mejor forma posible. En ese momento, sacó de su chaqueta una revista en la que aparecía una chica desnuda en la portada.
- Mientras espero…
El jodido loco llevaba un traje oscuro como la noche, una corbata del mismo tono, y por dentro una camisa blanca. No se había puesto a leer a los demás, solía ir un poco a su bola. Por dentro de su chaqueta, portaba sus dos pistolas doradas, además de unos cuantos puñales. El agua no paraba de caer, pero no era algo que le molestase mucho. No tardó mucho en ver un pequeño tejado, proveniente de una tienda de muebles, la cual estaba cerrada. El asesino se colocó bajo dicho tejado, y después metió la mano derecha en su bolsillo. Dejó salir todo su mantra, dándose cuenta de que no había nadie por las inmediaciones. Entonces sacó un comunicador que contactaba con quince de los demás agentes ¿Sus rangos o nombres? Ni jodida idea. Solo sabía que estaban en su pelotón.
- Aquí agente sesenta y nueve, me hallo en la zona Norte del distrito cinco. Hay un restaurante especializado en mariscos que vi hace unos minutos. Takeshi Ionomaru, líder mafioso de los Zorros rojos, entró en él. Los guardias de la puerta lo trataron como si fuese alguien de confianza. Vamos a entrar en ese restaurante.
Hizo una pequeña pausa para después entrecerrar los ojos y fijarse en una especie de vehículo que se acercaba. Metió de nuevo el comunicador en el bolsillo derecho, y esperó a que dicho transporte pasase. Se trataba de una especie de moto, en la que dos personas con cascos cruzaron a toda velocidad. Su haki le indicó que se trataban de dos tipos de poder muy bajo, y por ello ni se molestó en fijarse a donde iban. Tenía cosas más importantes que hacer, como por ejemplo el hecho de que el restaurante fuese investigado. De nuevo introdujo su mano en el bolsillo, y tomó el comunicador, hablando de nuevo al momento.
- Entre vosotros mismos me gustaría que hicierais dos grupos. Uno que entre a tomar algo como un grupo de personas normales, y otro que investigue los alrededores. Como ya nos dijeron, espero que hayáis traído ropa de paisanos. Yo entraré en diez minutos y me sentaré en una mesa distinta. Takeshi será la prioridad, muchachos. Los que vayan a comer, que medianamente sepan de comida, por si notáis sabores que no deberían estar ahí. Takeshi es un cabrón, y es posible que droguen a la gente por diversión en sus establecimientos. Nos vemos.
Dicho aquello colgó e introdujo el comunicador de nuevo en el bolsillo. El equipo de combate era un poco más bruto que el suyo, pues directamente iban golpeando a la mínima de cambio. El de espionaje estaba a cargo del agente setenta, un hombre bastante frío, pero con menos rango que él. Castor controlaba el suyo de la mejor forma posible. En ese momento, sacó de su chaqueta una revista en la que aparecía una chica desnuda en la portada.
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Tratando de contener su sonrisa, se guardó el den den mushi en el bolsillo y comenzó a rebuscar en su impermeable. El agente iba vestido con un chubasquero verde, con la capucha echada. Bajo este iba vestido con ropa informal, como le habían indicado para la misión. Unos vaqueros, zapatos marrones, una camisa blanca y un chaleco, en el cuál llevaba ocultos sus puños americanos. Llevaba las vendas de entrenamiento como siempre pese a todo, ocultando las horribles cicatrices de sus antebrazos. Tras buscar en los bolsillos interiores, sacó el callejero de la zona y una linterna y se aproximó más a la fachada del edificio para evitar que la lluvia empapase el mapa. Lo malo de aquella maldita ciudad era aquella noche perpetua, condición que las mafias aprovechaban para sus tareas. Debido a que debían pasar desapercibidos, se había ido a un callejón para poder recibir las instrucciones sin oídos indiscretos. Tras memorizar el recorrido al restaurante (cosa que le llevó un par de minutos, dado que primero tuvo que localizar el mismo debido a que su jefe no se había molestado en mencionar el nombre), se volvió a guardar el mapa y puso rumbo al lugar.
Era su primera misión de campo oficial. Desde su ingreso al CP todo lo que había llevado acabo hasta entonces habían sido misiones de entrenamiento y prácticas, aparte del propio estudio en diferentes bases. Si bien todo aquello había estado bien, hacía mucho que tenía ganas de acción, de salir al fin a combatir al mal que acechaba al mundo, en nombre de la Justicia. Aquella misión era su primera oportunidad de lucirse y demostrar lo que valía, de ir destacando frente a sus superiores. Su entrenador le había prometido que si lograba ascender pronto, comenzaría a adiestrarlo en el rokushiki. Había visto demostraciones de aquel espectacular arte marcial, y tenía muchas ganas de comenzar a entrenarla él mismo. Todo lo que les habían enseñado había sido increíble, saltos en el aire, golpes con el dedo capaz de atravesar hierro, sprints tan veloces que costaba seguirlos... no cabía duda de que sería una herramienta imprescindible en su lucha. Así pues, debía demostrar su valor y habilidad.
- Aquí agente Akayama - dijo, sacando el den den mushi - me hallo de camino al establecimiento. Llegaré en aproximadamente entre tres y cuatro minutos. Tengo ciertos conocimientos sobre cocina, así que intentaré llevar a cabo la tarea, jefe. Llevaré el den den mushi conectado a la línea, así que no habléis para que no se escuche nada. Si en la comida noto algo raro, chasquearé los dedos dos veces.
Tras indicar esto, ocultó el caracol en el bolsillo derecho de su chaleco, a la altura del pecho, y continuó avanzando. El restaurante no parecía especialmente grande, lujoso o nada similar. Tampoco era ningún cuchitril cochambroso, si bien el cartel estaba sucio y era un poco cutre de más. Sin embargo había dos matones en la entrada, ambos uniformados y con pistolas al cinto. ¿No era un poco extraño para un simple restaurante? Genki se aproximó como si fuese un cliente más, y entró sin que los guardias hiciesen además alguno de detenerle. Bueno, aquello no era mala señal, ¿o sí? El interior era aparentemente normal. Un restaurante como otro cualquiera, bastante lleno de hecho. Una visual le permitió localizar rápidamente a la banda del mafioso; mientras que la mayor parte de la población en Dark Dome eran mujeres, casi todos los Zorros rojos eran extranjeros y hombres. Tras dejar el chubasquero en la entrada, el agente se sentó a una distancia prudente de los mafioso y se puso a ojear el menú. Bastante pobre para un restaurante de marisco, con platos normaluchos. Parecía que no iba a poder probar nada extraño, lástima.
- Un plato de paella a la dressrosana. Y para beber sólo agua, gracias - le indicó al camarero.
Era su primera misión de campo oficial. Desde su ingreso al CP todo lo que había llevado acabo hasta entonces habían sido misiones de entrenamiento y prácticas, aparte del propio estudio en diferentes bases. Si bien todo aquello había estado bien, hacía mucho que tenía ganas de acción, de salir al fin a combatir al mal que acechaba al mundo, en nombre de la Justicia. Aquella misión era su primera oportunidad de lucirse y demostrar lo que valía, de ir destacando frente a sus superiores. Su entrenador le había prometido que si lograba ascender pronto, comenzaría a adiestrarlo en el rokushiki. Había visto demostraciones de aquel espectacular arte marcial, y tenía muchas ganas de comenzar a entrenarla él mismo. Todo lo que les habían enseñado había sido increíble, saltos en el aire, golpes con el dedo capaz de atravesar hierro, sprints tan veloces que costaba seguirlos... no cabía duda de que sería una herramienta imprescindible en su lucha. Así pues, debía demostrar su valor y habilidad.
- Aquí agente Akayama - dijo, sacando el den den mushi - me hallo de camino al establecimiento. Llegaré en aproximadamente entre tres y cuatro minutos. Tengo ciertos conocimientos sobre cocina, así que intentaré llevar a cabo la tarea, jefe. Llevaré el den den mushi conectado a la línea, así que no habléis para que no se escuche nada. Si en la comida noto algo raro, chasquearé los dedos dos veces.
Tras indicar esto, ocultó el caracol en el bolsillo derecho de su chaleco, a la altura del pecho, y continuó avanzando. El restaurante no parecía especialmente grande, lujoso o nada similar. Tampoco era ningún cuchitril cochambroso, si bien el cartel estaba sucio y era un poco cutre de más. Sin embargo había dos matones en la entrada, ambos uniformados y con pistolas al cinto. ¿No era un poco extraño para un simple restaurante? Genki se aproximó como si fuese un cliente más, y entró sin que los guardias hiciesen además alguno de detenerle. Bueno, aquello no era mala señal, ¿o sí? El interior era aparentemente normal. Un restaurante como otro cualquiera, bastante lleno de hecho. Una visual le permitió localizar rápidamente a la banda del mafioso; mientras que la mayor parte de la población en Dark Dome eran mujeres, casi todos los Zorros rojos eran extranjeros y hombres. Tras dejar el chubasquero en la entrada, el agente se sentó a una distancia prudente de los mafioso y se puso a ojear el menú. Bastante pobre para un restaurante de marisco, con platos normaluchos. Parecía que no iba a poder probar nada extraño, lástima.
- Un plato de paella a la dressrosana. Y para beber sólo agua, gracias - le indicó al camarero.
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La cara del asesino era un poema. Su boca estaba abierta de par en par, sus ojos entrecerrados, y sus cejas alzadas. No podía creerse que una de sus chicas favoritas “Megumi Nojara” se hubiese operado los pechos. Ahora los tenía más grandes, pero habían perdido todo su encanto, y por ello el agente estaba bastante decaído. Quería tomarse una buena botella de vino para superar aquella pena. En ese momento escuchó al agente Akayama por la línea del grupo, y solo asintió con la cabeza, sin decir palabra alguna. Por su parte no iba a hablar en un rato. Aquella noticia le había impactado bastante. Entonces cayó en la cuenta de que él no iba de paisano. Una idea un poco ridícula se le ocurrió, y decidió ponerse en marcha cuanto antes.
Empezó a trotar por las calles de aquel sitio, hasta que volvió al establecimiento que había visto antes. Una tienda de disfraces, y por suerte estaba abierta. Era muy cutre, y tenía cosas demasiado aburridas. Era normal, el negocio era una mierda seguramente. Necesitaba algo bonito, donde poder meter todo su arsenal sin sospecha. Entonces su mirada se iluminó. Había visto aquel precioso traje que le iba a hacer ser un tío feliz por ese día. Debía confiar en ese disfraz para poder superar la pena de los pechos de Megumi. Se relamió de forma siniestra, y sacó su cartera mientras reía un poco por lo bajo.
Unos instantes después entró en aquel restaurante. No tuvo problema alguno con los guardias. De hecho, le saludaron de buena forma. Una vez llegó a la zona principal, pudo ver a mucha gente. No sabía quién era Akayama, pues ni se molestó en saber cómo eran físicamente sus hombres. Su aspecto era un poco llamativo. Llevaba una jodida sotana de cura puesta, además de un collar en forma de cruz, el cual hizo gracias a su fruta. No tardó mucho en ponerse a bailar en pleno restaurante, moviendo la cabeza de un lado a otro.
- ¡Buenas noches, hermanos!
Los tipos del local, lejos de enfadarse, empezaron a reírse un poco. Les costaba un poco creer que un cura fuese así de enrollado. Castor se sentó en una mesa, solo y con una sonrisa un poco enfermiza en el rostro. Uno de los camareros acudió entonces a atenderle a toda prisa. Amablemente, le preguntó lo que iba a tomar. El castaño estuvo a punto de pedir una botella de vino para él solo, pero debía meterse bien en su papel, y por ello pidió lo más disimulado.
- Quiero lo más caro del local, total, paga la iglesia.
Pues sí, el cabrón se estaba haciendo pasar por cura corrupto. Aquello a lo mejor podía llamar la atención de la mafia, y podrían incluso tener interés en hablar con él. Entonces pensó que podía pedir el vino, pero antes de que dijese nada, el mismísimo Takeshi le señaló. Un hombre calvo con gafas de sol, y con pintas de gorila, se acercó a él despacio. Troy le miró con una sonrisa amable, y le hizo una señal con los dedos, simulando la forma de una cruz.
- Qué Dios te bendiga, amigo. Rezaré para que te salga pelo.
- Mi jefe está interesado en hablar cierto tema con usted. Resulta que somos hombres de fe, y la iglesia es un buen método para expandir nuestros negocios…
Dijo aquello colocándole un fajo de berries en la mesa, y sonriéndole de lado pese al comentario anterior. Castor entonces sonrió de lado, asintiendo con la cabeza y colocándose en pie, mirando fijamente a aquel tipo. Quería antes ver la reacción de sus hombres, para saber si iban por el buen camino.
Empezó a trotar por las calles de aquel sitio, hasta que volvió al establecimiento que había visto antes. Una tienda de disfraces, y por suerte estaba abierta. Era muy cutre, y tenía cosas demasiado aburridas. Era normal, el negocio era una mierda seguramente. Necesitaba algo bonito, donde poder meter todo su arsenal sin sospecha. Entonces su mirada se iluminó. Había visto aquel precioso traje que le iba a hacer ser un tío feliz por ese día. Debía confiar en ese disfraz para poder superar la pena de los pechos de Megumi. Se relamió de forma siniestra, y sacó su cartera mientras reía un poco por lo bajo.
Unos instantes después entró en aquel restaurante. No tuvo problema alguno con los guardias. De hecho, le saludaron de buena forma. Una vez llegó a la zona principal, pudo ver a mucha gente. No sabía quién era Akayama, pues ni se molestó en saber cómo eran físicamente sus hombres. Su aspecto era un poco llamativo. Llevaba una jodida sotana de cura puesta, además de un collar en forma de cruz, el cual hizo gracias a su fruta. No tardó mucho en ponerse a bailar en pleno restaurante, moviendo la cabeza de un lado a otro.
- ¡Buenas noches, hermanos!
Los tipos del local, lejos de enfadarse, empezaron a reírse un poco. Les costaba un poco creer que un cura fuese así de enrollado. Castor se sentó en una mesa, solo y con una sonrisa un poco enfermiza en el rostro. Uno de los camareros acudió entonces a atenderle a toda prisa. Amablemente, le preguntó lo que iba a tomar. El castaño estuvo a punto de pedir una botella de vino para él solo, pero debía meterse bien en su papel, y por ello pidió lo más disimulado.
- Quiero lo más caro del local, total, paga la iglesia.
Pues sí, el cabrón se estaba haciendo pasar por cura corrupto. Aquello a lo mejor podía llamar la atención de la mafia, y podrían incluso tener interés en hablar con él. Entonces pensó que podía pedir el vino, pero antes de que dijese nada, el mismísimo Takeshi le señaló. Un hombre calvo con gafas de sol, y con pintas de gorila, se acercó a él despacio. Troy le miró con una sonrisa amable, y le hizo una señal con los dedos, simulando la forma de una cruz.
- Qué Dios te bendiga, amigo. Rezaré para que te salga pelo.
- Mi jefe está interesado en hablar cierto tema con usted. Resulta que somos hombres de fe, y la iglesia es un buen método para expandir nuestros negocios…
Dijo aquello colocándole un fajo de berries en la mesa, y sonriéndole de lado pese al comentario anterior. Castor entonces sonrió de lado, asintiendo con la cabeza y colocándose en pie, mirando fijamente a aquel tipo. Quería antes ver la reacción de sus hombres, para saber si iban por el buen camino.
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Pronto tuvo el plato frente él. El agente contuvo un suspiro, sabiendo que había llegado la hora de la verdad. Si lo habían identificado por lo que fuera, podía estar en un serio aprieto y que en la comida hubiese algo más peligroso que droga (si es que eso no lo era ya de por sí). Y en todo caso, siempre cabía la posibilidad de que el agente sesenta y nueve tuviese razón y Takeshi estuviese drogando gente por puro aburrimiento. Ambas posibilidades eran poco agradables, pues bien podía ser que no captase el olor y acabase colocado en mitad de una misión. En fin, aquel era su trabajo, ¿no? Le tocaba asumir los riesgos. Se había presentado voluntario precisamente para demostrar sus capacidades. "Que sea lo que tenga que ser" pensó, llevándose una generosa cantidad de arroz a la boca. Inspiró hondo y se centró en los sabores. Tenía algo de sal de más, y el arroz estaba demasiado hecho, pero no estaba mala. En fin, no parecía tener ningún sabor raro, así que sólo faltaba esperar a su jefe y que les diera instrucciones.
El ambiente en el local estaba animado. Los mafiosos bromeaban y bebían a gusto, y las demás personas presentes hacían lo propio, desconocedoras (en apariencia) de que estaban comiendo a apenas unos metros de unos peligrosos criminales. La impaciencia carcomió al joven agente, que estaba deseando que el resto de sus compañeros interviniesen para poder ir a arrestar a esos desgraciados. Ya tendrían tiempo para reír en el cuartel... si es que para entonces les quedaban ganas. En cierto momento se atragantó con un bocado, y comenzó a toser con fuerza. Cogió el vaso de agua y dio un largo trago para despejarse la garganta, notando demasiado tarde el extraño sabor de este. Rezando para que no fuese más que agua del grifo con demasiada cal o algo similar, volvió a dejar el agua donde estaba y no bebió más. Se llevó la servilleta a la boca y aprovechó que tenía la boca cubierta para susurrar, acercando la boca al den den mushi oculto lo máximo posible sin fuese cantoso:
- Está en la bebida.
En los minutos siguientes comenzó a sentirse extraño. A un momento sentía súbitas oleadas de calor, y al siguiente le daban extraños tics en las piernas. Comenzaba a sentirse bastante calmado, y muy feliz, y pese a que sabía que estaba bajo los efectos de alguna droga, no podía evitar sentirse despreocupado. ¿Qué más daba? Unos quince agentes además de él rondaban la zona, y entre todos despacharían a esa panda de liantes. Al cabo de un rato entró un cura en el restaurante, y empezó a bailar con ganas. Qué tío más simpático, pensó Genki mientras empezaba a reírse a carcajadas y aplaudirle con ganas. Sin embargo pronto dejó la fiesta y se sentó a pedir. Qué lástima... se había quedado sin diversión. Pero qué narices, siempre podía acercarse a saludar al simpático cura. Con una sonrisa se levantó y se acercó al religioso, que en ese momento estaba junto a los mafiosos. ¿Estaría intentando que dejasen sus malos hábitos? Joder, aquel tipo era todo un santo. Se había encontrado a todo un modelo de persona, y debía asegurarse de que supiera de lo genial que era.
- ¡Bendito sea usted, padre! ¡Es usted la hostia! - dijo, arrastrando ligeramente las palabras y tambaleándose al caminar.
Por el camino tropezó con algo, y para evitar perder el equilibrio se agarró a lo primero que cogió. SIn embargo, fuese lo que fuera, tiró del objeto hacia él y siguió cayendo, con lo que hizo un estrafalario baile y dio una pirueta sobre sí mismo, cayendo de culo en el suelo. Algo mareado, se fijó en que tenía una bandeja en la mano. Y que el local estaba extrañamente silencioso... ¿qué pasaría? Cuando alzó la cabeza se encontró con la mirada atónita de varios de los mafioso, mirándole, y a Takeshi Ionomaru desplomado en su asiento con los ojos en blanco y una brecha en la cabeza. ¿Qué diablos había pasado? Claro, todo tenía sentido. Había los restos de un plato roto cerca... ¡seguro que el cura lo había usado! ¡En realidad el cura era un luchador de la justicia como él! ¡Qué encuentro más afortunado! Obviamente lo que Genki no había visto era que, en medio de sus piruetas había lanzado el plato (que estaba sobre la bandeja) catapultado con fuerza contra la cabeza del mafioso, noqueándolo. La maniobra, dejando aparte el hecho de que había caído de culo al suelo, había sido ejecutada tan perfectamente que hasta parecía haber sido a propósito y calculada al milímetro, con una eficiencia tal en la ejecución que al principio hasta había despistado a los mafiosos haciéndola parecer realmente una caída... lo que realmente había sido.
- ¡Vamos allá padre! ¡Démosle una paliza a estos desgraciados! - dijo, levantándose aun con el equilibrio trastocado.
El ambiente en el local estaba animado. Los mafiosos bromeaban y bebían a gusto, y las demás personas presentes hacían lo propio, desconocedoras (en apariencia) de que estaban comiendo a apenas unos metros de unos peligrosos criminales. La impaciencia carcomió al joven agente, que estaba deseando que el resto de sus compañeros interviniesen para poder ir a arrestar a esos desgraciados. Ya tendrían tiempo para reír en el cuartel... si es que para entonces les quedaban ganas. En cierto momento se atragantó con un bocado, y comenzó a toser con fuerza. Cogió el vaso de agua y dio un largo trago para despejarse la garganta, notando demasiado tarde el extraño sabor de este. Rezando para que no fuese más que agua del grifo con demasiada cal o algo similar, volvió a dejar el agua donde estaba y no bebió más. Se llevó la servilleta a la boca y aprovechó que tenía la boca cubierta para susurrar, acercando la boca al den den mushi oculto lo máximo posible sin fuese cantoso:
- Está en la bebida.
En los minutos siguientes comenzó a sentirse extraño. A un momento sentía súbitas oleadas de calor, y al siguiente le daban extraños tics en las piernas. Comenzaba a sentirse bastante calmado, y muy feliz, y pese a que sabía que estaba bajo los efectos de alguna droga, no podía evitar sentirse despreocupado. ¿Qué más daba? Unos quince agentes además de él rondaban la zona, y entre todos despacharían a esa panda de liantes. Al cabo de un rato entró un cura en el restaurante, y empezó a bailar con ganas. Qué tío más simpático, pensó Genki mientras empezaba a reírse a carcajadas y aplaudirle con ganas. Sin embargo pronto dejó la fiesta y se sentó a pedir. Qué lástima... se había quedado sin diversión. Pero qué narices, siempre podía acercarse a saludar al simpático cura. Con una sonrisa se levantó y se acercó al religioso, que en ese momento estaba junto a los mafiosos. ¿Estaría intentando que dejasen sus malos hábitos? Joder, aquel tipo era todo un santo. Se había encontrado a todo un modelo de persona, y debía asegurarse de que supiera de lo genial que era.
- ¡Bendito sea usted, padre! ¡Es usted la hostia! - dijo, arrastrando ligeramente las palabras y tambaleándose al caminar.
Por el camino tropezó con algo, y para evitar perder el equilibrio se agarró a lo primero que cogió. SIn embargo, fuese lo que fuera, tiró del objeto hacia él y siguió cayendo, con lo que hizo un estrafalario baile y dio una pirueta sobre sí mismo, cayendo de culo en el suelo. Algo mareado, se fijó en que tenía una bandeja en la mano. Y que el local estaba extrañamente silencioso... ¿qué pasaría? Cuando alzó la cabeza se encontró con la mirada atónita de varios de los mafioso, mirándole, y a Takeshi Ionomaru desplomado en su asiento con los ojos en blanco y una brecha en la cabeza. ¿Qué diablos había pasado? Claro, todo tenía sentido. Había los restos de un plato roto cerca... ¡seguro que el cura lo había usado! ¡En realidad el cura era un luchador de la justicia como él! ¡Qué encuentro más afortunado! Obviamente lo que Genki no había visto era que, en medio de sus piruetas había lanzado el plato (que estaba sobre la bandeja) catapultado con fuerza contra la cabeza del mafioso, noqueándolo. La maniobra, dejando aparte el hecho de que había caído de culo al suelo, había sido ejecutada tan perfectamente que hasta parecía haber sido a propósito y calculada al milímetro, con una eficiencia tal en la ejecución que al principio hasta había despistado a los mafiosos haciéndola parecer realmente una caída... lo que realmente había sido.
- ¡Vamos allá padre! ¡Démosle una paliza a estos desgraciados! - dijo, levantándose aun con el equilibrio trastocado.
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¿Para qué cojones iba a escuchar lo que dijesen por el comunicador? No había necesidad, un jodido calvo le hablaba, y eso era lo más importante. El agente se preguntaba si soltarle algún chiste sobre los peluqueros del mundo. Tampoco quería cagar la situación, iba a intentar sobornarle, y pensaba aceptar a cambio de saber un poco de que iba todo lo que planeaban. Era un plan demasiado enfermizo, pero algo que el loco de Troy podía ejecutar haciéndose pasar por un cabrón. La verdad es que tenía toda la cara de un lunático, y por ello podía realizar trabajos de aquel tipo sin llamar la atención. Su mirada continuaba clavada en la de aquel hombre que le sonreía y mantenía la mirada con la suya. Castor tomó entonces el fajo de berries que pensaba quedarse para él sin que nadie se diese cuenta.
En ese momento, un chico de corte de pelo precioso se acercó, halagándole, y moviéndose de una forma muy rara. Lo primero que el loco pensó, es que sería un borracho, y no uno de sus hombres. No pensaba que hubiese agentes con esas pintas, aunque conociendo a Kiogre, era muy posible que sí los hubiera. De todas formas, no pensaba que aquel chico pudiera hacer nada raro. No, estaba equivocado, sí que lo hizo. El cabrón había dejado fuera de juego a Takeshi, y sus últimas palabras le hicieron ponerse serio.
- ¿Qué cojones has hecho?
Preguntó un poco confuso, pero entonces observó al hombre calvo fruncir el ceño y sacar una especie de daga de su chaqueta. El plan se había ido al garete, pero no podía permitir que aquel civil muriese, por lo que metió ambas manos en el interior de la sotana, y sacó sus dos pistolas doradas, volándole la cabeza al hombre sin pelo. La sangre manchó un poco su rostro, y la poca gente del lugar entró en pánico. Los demás mafiosos empezaron a tomar armas blancas, y de fuego, lo que provocó que el agente plateado soltase un suspiro.
- ¡Llamen a paquita!
Dijo uno de ellos entonces. Por una de las puertas que entraba al interior, y que resultaba ser enorme, entró una enorme cosa. Le costó muchísimo pasar, pero finalmente pudo. Se trataba de una mujer de dos metros y medio. Su larga cabellera rubia la hacía bastante sexy, pero cuando Castor vio la cara, se puso blanco. Tenía barba de pocos días, excesivo maquillaje, y además una nariz enorme. Era un jodido Okama. Lo único que se escuchó entonces en el restaurante fue el grito del agente.
- ¡Me cago en su puta madre!
El castaño empezó a disparar sobre aquella cosa, a la que encima le rebotaban las balas como si nada. Por dentro de aquel vestido que llevaba, portaría un jodido chaleco antibalas o alguna armadura. Castor no era tonto, y por ello apuntó a la cabeza, pero su sorpresa fue mayor cuando escuchó el seco sonido de las pistolas al no tener más munición. Paquita avanzaba, con el ceño fruncido y esos terribles morros rojizos. Troy entonces miró al chico de las cejas pobladas con desesperación.
- ¡Chico, ve tú a por ella!
Lo que faltaba, la enorme cosa tenía una sorpresa enorme. Cuando el castaño miró a su entrepierna, pudo ver una especie de “Bulto”, lo que provocó que le colocara la mano en el hombro al chico del pelo tazón, quedando bizco por unos momentos y respirando agitadamente. Tenía mucho miedo.
En ese momento, un chico de corte de pelo precioso se acercó, halagándole, y moviéndose de una forma muy rara. Lo primero que el loco pensó, es que sería un borracho, y no uno de sus hombres. No pensaba que hubiese agentes con esas pintas, aunque conociendo a Kiogre, era muy posible que sí los hubiera. De todas formas, no pensaba que aquel chico pudiera hacer nada raro. No, estaba equivocado, sí que lo hizo. El cabrón había dejado fuera de juego a Takeshi, y sus últimas palabras le hicieron ponerse serio.
- ¿Qué cojones has hecho?
Preguntó un poco confuso, pero entonces observó al hombre calvo fruncir el ceño y sacar una especie de daga de su chaqueta. El plan se había ido al garete, pero no podía permitir que aquel civil muriese, por lo que metió ambas manos en el interior de la sotana, y sacó sus dos pistolas doradas, volándole la cabeza al hombre sin pelo. La sangre manchó un poco su rostro, y la poca gente del lugar entró en pánico. Los demás mafiosos empezaron a tomar armas blancas, y de fuego, lo que provocó que el agente plateado soltase un suspiro.
- ¡Llamen a paquita!
Dijo uno de ellos entonces. Por una de las puertas que entraba al interior, y que resultaba ser enorme, entró una enorme cosa. Le costó muchísimo pasar, pero finalmente pudo. Se trataba de una mujer de dos metros y medio. Su larga cabellera rubia la hacía bastante sexy, pero cuando Castor vio la cara, se puso blanco. Tenía barba de pocos días, excesivo maquillaje, y además una nariz enorme. Era un jodido Okama. Lo único que se escuchó entonces en el restaurante fue el grito del agente.
- ¡Me cago en su puta madre!
El castaño empezó a disparar sobre aquella cosa, a la que encima le rebotaban las balas como si nada. Por dentro de aquel vestido que llevaba, portaría un jodido chaleco antibalas o alguna armadura. Castor no era tonto, y por ello apuntó a la cabeza, pero su sorpresa fue mayor cuando escuchó el seco sonido de las pistolas al no tener más munición. Paquita avanzaba, con el ceño fruncido y esos terribles morros rojizos. Troy entonces miró al chico de las cejas pobladas con desesperación.
- ¡Chico, ve tú a por ella!
Lo que faltaba, la enorme cosa tenía una sorpresa enorme. Cuando el castaño miró a su entrepierna, pudo ver una especie de “Bulto”, lo que provocó que le colocara la mano en el hombro al chico del pelo tazón, quedando bizco por unos momentos y respirando agitadamente. Tenía mucho miedo.
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¡Oh no! El cura parecía enfadado por algo con él. Genki se apenó mucho y puso cara de corderito degollado. ¿Qué habría hecho mal? ¿Sería por caerse y no prestarle ayuda en su enfrentamiento contra los malvados mafiosos? "Mierda, el señor cura confiaba en mi... ¡y yo le he fallado!" Enfadado, se puso en guardia y comenzó a correr a por uno de los criminales. El tipo era un calvo con una daga, que lo miraba con cara de pocos amigos y posiblemente con intenciones incluso menos amistosas. Sin embargo, el terreno se tambaleó bajó él, y tuvo que hacer uso de sus grandes habilidades para conservar el equilibrio. Desde hacía un rato había temblores de tierra por algún extraño motivo, como el que le hizo caerse antes y quedar mal ante su amigo el cura. Sin embargo, ahora no sería igual. Con un feroz grito de guerra, lanzó un fuerte derechazo hacia la cabeza del tipo, y al instante su puño quedó empapado de sangre. La cabeza había desaparecido junto a un sonido de una detonación.
- ¡ME HE PASADO! ¡LE HE VOLADO LA PUTA CABEZA! - gritó, asustado y horrorizado por su propia fuerza.
Retrocedió unos pasos. ¿Qué diablos acababa de pasar? Su amigo acababa de sacar dos pistolas doradas, y el resto de la banda navajas y pistolas. Pronto se armó un tremendo caos en el restaurante, con la mitad de los clientes huyendo y la otra mitad sacando armas para sumarse a la refriega (presumiblemente el resto de agentes). Genki entonces, afectado por la droga, se olvidó de lo que creía acabar de presenciar y volver a animarse. Se puso en guardia, y gritó:
- ¡Estáis jodidos, criminaluchos! ¡Id rindiéndoos ante Genki-sama y su amigo el cura!
Entonces el suelo tembló nuevamente, y Genki cayó de rodillas, evitando por suerte el aluvión de balas que lo hubiera fusilado. Mientras se lenvantaba, con gran dificultad y derribando una silla en el proceso, una enorme "cosa" entró en la habitación. Una gigantesca mujer barbuda, a la que el cura comenzó a disparar mientras gritaba. ¿Qué diablos era ese engendro de la naturaleza? El trastocado agente, que nunca había visto a un okama, contempló con una mezcla de miedo y asombro a la semigigante. Entonces su amigo, recuperando la confianza en él, le encargó la importante tarea de ocuparse de aquella tipa. Tras abrir los ojos con asombro, adoptó una pose orgullosa y le dio un suave golpe con el puño en el hombro:
- ¡Puedes confiar en mi! Yo me encargaré de ese diablo, señor cura.
Trató de saltar por encima de la mesa para encararse a la tipa, tropezando con algo y rodando por encima de ella. En el proceso cayó encima de uno de los mafiosos, derribándolo y noqueándolo sin pretenderlo. Volvió a levantarse, retrocediendo y avanzando para mantenerse en pie, con cierto esfuerzo. Alzó los brazos, colocándose en guardia, y dirigió una mirada desafiante al okama. Este rugió, alzando una mesa por encima de su cabeza y lanzándosela. El golpe lo hubiera dejado muy mal parado, pero nuevamente perdió el equilibrio y se echó para atrás, evitando la mesa y apoyándose con las palmas para no caer. Volvió a levantarse, poniendo de nuevo la guardia y soltando un grito de guerra digno de una película de ninjas de serie B:
- ¡WOAAAAAAAH!
Uno de los mafiosos lo señaló, con los ojos como platos, y dijo:
- ¡Cuidado! ¡No está drogado, es un maestro de Zui Quan! ¡El estilo del puño borracho!
¿Ziu qué? Sin comprender muy bien lo que dijo el hombre ni importarle demasiado, Genki comenzó a avanzar erráticamente en zig zag hacia la gigantesca "mujer", evitando sus golpes más por suerte y lo aleatorio de su propia trayectoria que por habilidad. Cuando estaba llegando hacia ella, comenzó a retroceder rápidamente en un intento por recuperar el equilibrio y no caerse de espaldas, evitando un fuerte puñetazo que agrietó una baldosa. Convencido de que su rival se alejaba de él, y molesto por semejante cobardía, el agente cargó contra la tipa chillando. Por supuesto volvió a perder el equilibrio, lo que hizo que echase el puño hacia delante en un intento de apoyarse sobre algo y detener su avance... y efectivamente notó cómo impactaba contra un bulto blandido y caliente que se hundió hacia dentro. Nuevamente erguido, retrocedió un par de pasos mientras el okama se desplomaba con los ojos en blanco, la boca echando espumarajos y ambas manos en la entrepierna.
- Al final no era tan duro... ¿o dura? - dijo, con voz de borracho.
- ¡ME HE PASADO! ¡LE HE VOLADO LA PUTA CABEZA! - gritó, asustado y horrorizado por su propia fuerza.
Retrocedió unos pasos. ¿Qué diablos acababa de pasar? Su amigo acababa de sacar dos pistolas doradas, y el resto de la banda navajas y pistolas. Pronto se armó un tremendo caos en el restaurante, con la mitad de los clientes huyendo y la otra mitad sacando armas para sumarse a la refriega (presumiblemente el resto de agentes). Genki entonces, afectado por la droga, se olvidó de lo que creía acabar de presenciar y volver a animarse. Se puso en guardia, y gritó:
- ¡Estáis jodidos, criminaluchos! ¡Id rindiéndoos ante Genki-sama y su amigo el cura!
Entonces el suelo tembló nuevamente, y Genki cayó de rodillas, evitando por suerte el aluvión de balas que lo hubiera fusilado. Mientras se lenvantaba, con gran dificultad y derribando una silla en el proceso, una enorme "cosa" entró en la habitación. Una gigantesca mujer barbuda, a la que el cura comenzó a disparar mientras gritaba. ¿Qué diablos era ese engendro de la naturaleza? El trastocado agente, que nunca había visto a un okama, contempló con una mezcla de miedo y asombro a la semigigante. Entonces su amigo, recuperando la confianza en él, le encargó la importante tarea de ocuparse de aquella tipa. Tras abrir los ojos con asombro, adoptó una pose orgullosa y le dio un suave golpe con el puño en el hombro:
- ¡Puedes confiar en mi! Yo me encargaré de ese diablo, señor cura.
Trató de saltar por encima de la mesa para encararse a la tipa, tropezando con algo y rodando por encima de ella. En el proceso cayó encima de uno de los mafiosos, derribándolo y noqueándolo sin pretenderlo. Volvió a levantarse, retrocediendo y avanzando para mantenerse en pie, con cierto esfuerzo. Alzó los brazos, colocándose en guardia, y dirigió una mirada desafiante al okama. Este rugió, alzando una mesa por encima de su cabeza y lanzándosela. El golpe lo hubiera dejado muy mal parado, pero nuevamente perdió el equilibrio y se echó para atrás, evitando la mesa y apoyándose con las palmas para no caer. Volvió a levantarse, poniendo de nuevo la guardia y soltando un grito de guerra digno de una película de ninjas de serie B:
- ¡WOAAAAAAAH!
Uno de los mafiosos lo señaló, con los ojos como platos, y dijo:
- ¡Cuidado! ¡No está drogado, es un maestro de Zui Quan! ¡El estilo del puño borracho!
¿Ziu qué? Sin comprender muy bien lo que dijo el hombre ni importarle demasiado, Genki comenzó a avanzar erráticamente en zig zag hacia la gigantesca "mujer", evitando sus golpes más por suerte y lo aleatorio de su propia trayectoria que por habilidad. Cuando estaba llegando hacia ella, comenzó a retroceder rápidamente en un intento por recuperar el equilibrio y no caerse de espaldas, evitando un fuerte puñetazo que agrietó una baldosa. Convencido de que su rival se alejaba de él, y molesto por semejante cobardía, el agente cargó contra la tipa chillando. Por supuesto volvió a perder el equilibrio, lo que hizo que echase el puño hacia delante en un intento de apoyarse sobre algo y detener su avance... y efectivamente notó cómo impactaba contra un bulto blandido y caliente que se hundió hacia dentro. Nuevamente erguido, retrocedió un par de pasos mientras el okama se desplomaba con los ojos en blanco, la boca echando espumarajos y ambas manos en la entrepierna.
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Castor continuaba tratando de controlar su respiración debido a lo pasado con aquel potente maganto, mezcla de la perversión y la fealdad. Sentía algunas de aquellas balas impactar en su cuerpo, pero haciéndole leves agujeros que enseguida se cerraban, dejando un rastro plateado a su alrededor. Estuvo así unos instantes, tratando de asimilar que aquella mujer varonil no quería hacerle nada malo en su trasero. Él ya estaba casado con todas las prostitutas del mundo, y no podía permitirse ser tocado por aquella cosa. Era un peso que le dejó al joven loco del pelo precioso. La verdad es que no sabía quién podía ser, pero quería informarse cuanto antes. Iba a ser su tarea durante el tiroteo, un momento perfecto. Lo primero que hizo fue buscar al resto de agentes con la mirada, pero como no sabía cómo eran, lo iba a tener muy difícil.
- Disculpe ¿Pertenece usted al Cipher Pol?
Le dijo de repente a uno de los hombres que disparaba contra los mafiosos. Dicha persona, le miró con una expresión confusa, y después asintió levemente. Entonces supo que el resto de hombres que abría fuego formaban parte de su grupo. Él también comenzó a disparar con su uzi, lanzando una enorme cantidad de balas contra los oponentes. Al mismo tiempo observaba bien al chico, el cual esquivaba los ataques de aquella enorme cosa como podía. Metió la mano derecha en su bolsillo, y sacó un cigarro, el cual metió en su boca. A continuación usó su mechero plateado para encenderlo, y por último soló una enorme bocanada de humo. Mientras disparaba, comenzó a hablar con el compañero que tenía a su lado.
- Dime, chico ¿Quién es el joven del pelo tazón? ¿Es de los nuestros?
- Así es, señor. Ahora mismo no recuerdo su nombre en clave, pero lo vi varias veces cuando veníamos de camino.
Troy mostró entonces una sonrisa ladeada, dándose cuenta de que quizás podría ser un buen aliado en batallas contra okamas. Fue entonces cuando contempló el precioso puñetazo a la entrepierna de su rival, el cual cayó derrotado. El jodido agente del cipher pol 9 soltó una carcajada en mitad de todos, empezando a acercarse al cuerpo caído del okama. Las balas continuaban impactando en su cuerpo como si nada, y él simplemente miraba a aquella cosa. Fue entonces cuando lanzó una patada hacia un grupo de mafiosos, lanzando una onda cortante que terminó con la vida de dos de ellos. Su rankyaku solía ser una buena arma cuando había que combatir.
De repente, la puerta por la que entró aquella cosa se abrió de nuevo, pasando esta vez un hombre de cabellos rubios, y ojos claros. Lo malo, es que portaba una enorme gatlin. Sin pensárselo, hizo que el tambor de la enorme ametralladora comenzase a girar. Troy se colocó en frente, formando una enorme pirámide plateada de tres metros a su alrededor. Las balas impactaban contra ella, endurecida también por el haki armadura del agente. Pese a su increíble dureza, no iba a durar mucho, pero de esa forma cubría a todos sus compañeros momentáneamente. Su haki de observación le indicaba que ese tipo era el último dentro del restaurante, por lo que alzó la voz con fuerza.
- ¡Cejas-kun! ¡Lúcete, hombre!
- Disculpe ¿Pertenece usted al Cipher Pol?
Le dijo de repente a uno de los hombres que disparaba contra los mafiosos. Dicha persona, le miró con una expresión confusa, y después asintió levemente. Entonces supo que el resto de hombres que abría fuego formaban parte de su grupo. Él también comenzó a disparar con su uzi, lanzando una enorme cantidad de balas contra los oponentes. Al mismo tiempo observaba bien al chico, el cual esquivaba los ataques de aquella enorme cosa como podía. Metió la mano derecha en su bolsillo, y sacó un cigarro, el cual metió en su boca. A continuación usó su mechero plateado para encenderlo, y por último soló una enorme bocanada de humo. Mientras disparaba, comenzó a hablar con el compañero que tenía a su lado.
- Dime, chico ¿Quién es el joven del pelo tazón? ¿Es de los nuestros?
- Así es, señor. Ahora mismo no recuerdo su nombre en clave, pero lo vi varias veces cuando veníamos de camino.
Troy mostró entonces una sonrisa ladeada, dándose cuenta de que quizás podría ser un buen aliado en batallas contra okamas. Fue entonces cuando contempló el precioso puñetazo a la entrepierna de su rival, el cual cayó derrotado. El jodido agente del cipher pol 9 soltó una carcajada en mitad de todos, empezando a acercarse al cuerpo caído del okama. Las balas continuaban impactando en su cuerpo como si nada, y él simplemente miraba a aquella cosa. Fue entonces cuando lanzó una patada hacia un grupo de mafiosos, lanzando una onda cortante que terminó con la vida de dos de ellos. Su rankyaku solía ser una buena arma cuando había que combatir.
De repente, la puerta por la que entró aquella cosa se abrió de nuevo, pasando esta vez un hombre de cabellos rubios, y ojos claros. Lo malo, es que portaba una enorme gatlin. Sin pensárselo, hizo que el tambor de la enorme ametralladora comenzase a girar. Troy se colocó en frente, formando una enorme pirámide plateada de tres metros a su alrededor. Las balas impactaban contra ella, endurecida también por el haki armadura del agente. Pese a su increíble dureza, no iba a durar mucho, pero de esa forma cubría a todos sus compañeros momentáneamente. Su haki de observación le indicaba que ese tipo era el último dentro del restaurante, por lo que alzó la voz con fuerza.
- ¡Cejas-kun! ¡Lúcete, hombre!
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El mareo por las drogas y el susto que se llevó por el estruendo causado por la gatling hicieron que nuevamente el chico perdiera el equilibrio, esta vez cayendo al suelo. Sacudió la cabeza, mareado, y de repente se dio cuenta de que todo estaba a oscuras. El sonido de la enorme ametralladora se había convertido en un extraño sonido retumbante, acompañado de golpes metálicos. ¿Qué ocurría? De repente una luz se encendió en la oscuridad, y Genki vio que estaban en el interior de una estructura piramidal. ¿Qué diablos estaba ocurriendo? Uno de los otros agentes, un hombre de mediana edad con barba rubia, gafas de sol y un fedora, se agachó a su lado y le ofreció una pequeña botella de cristal con un líquido incoloro. La cogió sin comprender, y dirigió una confusa mirada al hombre.
- Bébela, te sentirás mejor - fue la respuesta a la silenciosa pregunta.
Sin pensárselo más, destapó la botella y se bebió el contenido de un trago. ¿Por qué habría de desconfiar de uno de sus compañeros? No le ofrecerían nunca nada que pudiera hacerle daño, ¿no? Un escalofrío recorrió su espalda mientras comenzaba a notar un súbito frío, al tiempo que el mareo aumentaba. Pero duró poco, y unos segundos después se sintió mucho mejor. Bastante más que antes, de hecho. Lentamente recobraba la cordura, y comenzó a hacerse consciente de lo que había sucedido. "Mierda... ¿qué cojones he hecho? Y... ¿un cura?" Se fijó en el hombre de la sotana y en la plateada estructura que les rodeaba. Plata, y un hombre de pelo corto y oscuro. ¡Era su superior, Castor Troy! Aterrorizado, Genki se arrodilló ante él poniendo la cabeza contra el suelo.
- ¡Disculpe mi comportamiento, agente sesenta y nueve! ¡No volverá a suceder! - declaró vehementemente.
Entonces fue consciente de la situación. El agente Troy los había protegido con sus habilidades, y ese infernal sonido eran las balas rebotando contra su defensa. Uno de los lados de hecho estaba ligeramente abollado. Las palabras de su superior le llegaron entonces, sorprendiéndole. ¿Estaba confiando en él para detener al tipo de la ametralladora? No tardó mucho en decidirse, y con una mirada de determinación, se arrodilló y comenzó a remangarse los pantalones, desvelando unas pesas en sus piernas. Las desenganchó y dejó caer al suelo, cogiendo a continuación el respaldo roto de una mesa. A ver... ¿cuánto recordaba de la escena antes de que Castor los protegiera a todos? Al parecer el mafioso estaba empleando una ametralladora gatling, un arma de gran potencia y con tal retroceso que precisaba de un soporte para poder ser disparada. Si desequilibraba el soporte, podría hacer algo.
- ¡Jefe! ¡Estoy listo! Déjeme salir - dijo, poniéndose junto a la pared izquierda de la pirámide.
En cuanto tuvo vía libre, salió de la pirámide buscando con la mirada al rubio. Se vieron el uno al otro, y este comenzó a girar la gatling hacia él, pero Genki fue más rápido. El respaldo de la silla voló por la estancia, estrellándose contra una de las patas del trípode y desequilibrando la pesada arma. Mientras el mafioso se afanaba por levantarla y colocarla de nuevo, el agente comenzó a correr hacia él, dando un salto a medio camino. Mientras la inercia lo enviaba directo a su objetivo, extendió la pierna derecha hacia la cara del mafioso, dándole una fuerte patada voladora en mitad del rostro.
- ¡Tobigeri!
- Bébela, te sentirás mejor - fue la respuesta a la silenciosa pregunta.
Sin pensárselo más, destapó la botella y se bebió el contenido de un trago. ¿Por qué habría de desconfiar de uno de sus compañeros? No le ofrecerían nunca nada que pudiera hacerle daño, ¿no? Un escalofrío recorrió su espalda mientras comenzaba a notar un súbito frío, al tiempo que el mareo aumentaba. Pero duró poco, y unos segundos después se sintió mucho mejor. Bastante más que antes, de hecho. Lentamente recobraba la cordura, y comenzó a hacerse consciente de lo que había sucedido. "Mierda... ¿qué cojones he hecho? Y... ¿un cura?" Se fijó en el hombre de la sotana y en la plateada estructura que les rodeaba. Plata, y un hombre de pelo corto y oscuro. ¡Era su superior, Castor Troy! Aterrorizado, Genki se arrodilló ante él poniendo la cabeza contra el suelo.
- ¡Disculpe mi comportamiento, agente sesenta y nueve! ¡No volverá a suceder! - declaró vehementemente.
Entonces fue consciente de la situación. El agente Troy los había protegido con sus habilidades, y ese infernal sonido eran las balas rebotando contra su defensa. Uno de los lados de hecho estaba ligeramente abollado. Las palabras de su superior le llegaron entonces, sorprendiéndole. ¿Estaba confiando en él para detener al tipo de la ametralladora? No tardó mucho en decidirse, y con una mirada de determinación, se arrodilló y comenzó a remangarse los pantalones, desvelando unas pesas en sus piernas. Las desenganchó y dejó caer al suelo, cogiendo a continuación el respaldo roto de una mesa. A ver... ¿cuánto recordaba de la escena antes de que Castor los protegiera a todos? Al parecer el mafioso estaba empleando una ametralladora gatling, un arma de gran potencia y con tal retroceso que precisaba de un soporte para poder ser disparada. Si desequilibraba el soporte, podría hacer algo.
- ¡Jefe! ¡Estoy listo! Déjeme salir - dijo, poniéndose junto a la pared izquierda de la pirámide.
En cuanto tuvo vía libre, salió de la pirámide buscando con la mirada al rubio. Se vieron el uno al otro, y este comenzó a girar la gatling hacia él, pero Genki fue más rápido. El respaldo de la silla voló por la estancia, estrellándose contra una de las patas del trípode y desequilibrando la pesada arma. Mientras el mafioso se afanaba por levantarla y colocarla de nuevo, el agente comenzó a correr hacia él, dando un salto a medio camino. Mientras la inercia lo enviaba directo a su objetivo, extendió la pierna derecha hacia la cara del mafioso, dándole una fuerte patada voladora en mitad del rostro.
- ¡Tobigeri!
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Castor continuaba aguantando la pirámide de la mejor forma posible, escuchando los impactos de las balas en su estructura. En ese momento, el joven del pelo tazón comenzó a disculparse, cosa que le pareció innecesaria. Aquel chico era la polla, y lo quería ver en acción más veces. La misión había terminado en un periquete gracias a él, y su acto de valor contra el líder. Ahora era el momento de que terminase aquella misión de la mejor forma posible. El castaño entonces se preparó para anular aquella enorme defensa en cuanto pudiese. Escuchó las palabras del chico, y entonces abrió la estructura. Contempló aquel salto del joven, y la patada en toda la cabeza al enemigo. La sonrisa del asesino se amplió un poco más, y entonces se quedó mirando a uno de los agentes que había a su lado.
- Que pajote me espera esta noche, tronco. No voy a olvidar esa maniobra en mucho tiempo, o eso creo.
El otro hombre asintió dándole la razón para no buscarse líos, pero impresionado de que ese tío fuese su superior. En ese momento, el agente de inteligencia se acercó despacio al joven de las cejas pobladas. Miró un momento al rubio de la enorme metralleta, el cual estaba con los ojos en blanco y la boca abierta. Por un momento se le ocurrió buscar el cuerpo de la enorme tipa de antes, y colocarle la entrepierna en la boca, pero eso era demasiado enfermizo. Contuvo una leve carcajada, y luchó un poco por no hacerlo. Entonces decidió dar por terminada aquella misión, y se acercó al joven.
- Preciosa técnica, chico. Dime, así por casualidad ¿Alguna vez te ha tocado el miembro alguna guarrilla? Podemos ir juntos a un sitio precioso.
No, no era una broma. El agente estaba hablando muy en serio con el chico. Justo en ese momento, uno de los mafiosos que estaba en el suelo empezó a reírse. El castaño entonces sacó su pistola dorada, y le apuntó. Su sorpresa fue cuando aquel capullo sacó una especie de artefacto, y pulsó un botón. Toda la sala comenzó a brillar en un tono rojizo, y una voz robótica empezó a escucharse. “Se ha activado el sistema de autodestrucción. El edificio volará en quince segundos.” Aquello hizo que Castor sonriera despreocupado, pues su poder de logia le salvaba el culo de aquellas cosas. Pensó un segundo bien lo escuchado, y entonces imaginó que la explosión tendría mucho fuego, y como buen metal, eso podía reventarle pese a su poder. En ese momento miró a todos los agentes allí reunidos.
- ¡Corred zorras! ¡Corred!
Una vez dijo aquello salió trotando lo más rápido posible hacia la puerta, con los ojos muy abiertos y la lengua fuera, moviéndose de un lado a otro, y soltando pequeñas gotas de saliva. Encima parecía estar haciendo el sonido de un jodido cerdo gruñendo. Era claro, había pensado que si moría no podría ir más de putas, y por ello estaba sufriendo uno de sus ataques de locura mientras corría.
- ¡Corre, tazón-chan! ¡Te prometo una loli si sobrevivimos!
Gritaba desesperado mientras corría entre la muchedumbre de agentes que aceleraban también la velocidad. En ese momento vio a unos cuantos usar la famosa técnica del soru, lo que le hizo estirar la mano y tomar a uno del pantalón, lo que provocó la caída del tipo, y una serie de tortazos de los agentes que venían detrás. Si morían, sería muy gracioso. Troy empezó a descojonarse mientras corría, tratando de permanecer cerca del joven.
- ¡Jajajajajajajajaja! ¡Jajajajajaja!
- Que pajote me espera esta noche, tronco. No voy a olvidar esa maniobra en mucho tiempo, o eso creo.
El otro hombre asintió dándole la razón para no buscarse líos, pero impresionado de que ese tío fuese su superior. En ese momento, el agente de inteligencia se acercó despacio al joven de las cejas pobladas. Miró un momento al rubio de la enorme metralleta, el cual estaba con los ojos en blanco y la boca abierta. Por un momento se le ocurrió buscar el cuerpo de la enorme tipa de antes, y colocarle la entrepierna en la boca, pero eso era demasiado enfermizo. Contuvo una leve carcajada, y luchó un poco por no hacerlo. Entonces decidió dar por terminada aquella misión, y se acercó al joven.
- Preciosa técnica, chico. Dime, así por casualidad ¿Alguna vez te ha tocado el miembro alguna guarrilla? Podemos ir juntos a un sitio precioso.
No, no era una broma. El agente estaba hablando muy en serio con el chico. Justo en ese momento, uno de los mafiosos que estaba en el suelo empezó a reírse. El castaño entonces sacó su pistola dorada, y le apuntó. Su sorpresa fue cuando aquel capullo sacó una especie de artefacto, y pulsó un botón. Toda la sala comenzó a brillar en un tono rojizo, y una voz robótica empezó a escucharse. “Se ha activado el sistema de autodestrucción. El edificio volará en quince segundos.” Aquello hizo que Castor sonriera despreocupado, pues su poder de logia le salvaba el culo de aquellas cosas. Pensó un segundo bien lo escuchado, y entonces imaginó que la explosión tendría mucho fuego, y como buen metal, eso podía reventarle pese a su poder. En ese momento miró a todos los agentes allí reunidos.
- ¡Corred zorras! ¡Corred!
Una vez dijo aquello salió trotando lo más rápido posible hacia la puerta, con los ojos muy abiertos y la lengua fuera, moviéndose de un lado a otro, y soltando pequeñas gotas de saliva. Encima parecía estar haciendo el sonido de un jodido cerdo gruñendo. Era claro, había pensado que si moría no podría ir más de putas, y por ello estaba sufriendo uno de sus ataques de locura mientras corría.
- ¡Corre, tazón-chan! ¡Te prometo una loli si sobrevivimos!
Gritaba desesperado mientras corría entre la muchedumbre de agentes que aceleraban también la velocidad. En ese momento vio a unos cuantos usar la famosa técnica del soru, lo que le hizo estirar la mano y tomar a uno del pantalón, lo que provocó la caída del tipo, y una serie de tortazos de los agentes que venían detrás. Si morían, sería muy gracioso. Troy empezó a descojonarse mientras corría, tratando de permanecer cerca del joven.
- ¡Jajajajajajajajaja! ¡Jajajajajaja!
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Cayó al suelo rodando, incorporándose ágilmente con el propio movimiento. El tipo de la ametralladora estaba inconsciente, con la nariz rota y los ojos en blanco. Otro más que había recibido el peso de la justicia, en su caso en forma de patada en la cara. Movió los hombros para aliviar la tensión que sentía en estos, y se acercó al criminal, dándole la vuelta y esposándolo. Parecía que la situación estaba bajo control: los agentes habían comenzado ya a esposar a los criminales supervivientes y comprobar el estado de los aparentemente muertos. ¿Qué habría sido del personal del local? ¿Habrían huido todos? Se acercó a la puerta de la cocina y echó un vistazo en el interior. Diferentes aromas llegaron a su nariz, incluyendo el de una merluza que alguien se había dejado al fuego. La cocina era bastante impresionante, con suficientes fogones y espacio para que al menos diez cocineros trabajasen simultáneamente sobrándoles sitio. Genki era consciente de que había lugares con cocinas mejores, pero no todos los días tenía ocasión de ver una de restaurante. Pero el deber pesaba más en él que su vena culinaria, y conocedor de sus responsabilidades, volvió al comedor con el resto de sus compañeros. Su superior se acercó con una sonrisa que no indicaba nada bueno, y dijo:
- Preciosa técnica, chico. Dime, así por casualidad ¿Alguna vez te ha tocado el miembro alguna guarrilla? Podemos ir juntos a un sitio precioso.
Al principio Genki no entendió la pregunta, pillado totalmente por sorpresa por el comentario de Castor. Cuando se dio cuenta de lo que insinuaba, se puso totalmente rojo y empezó a tartamudear:
- E-esto... yo... creo que... hmmm... lo siento pero...
Por suerte, algo distrajo al agente. Su alivio duró poco, pues al ver a su jefe sacar la pistola supo que había problemas. Uno de los mafiosos aun seguía vivo, y tenía lo que parecía un control remoto con un botón rojo en la mano. Antes que nadie pudiera impedirlo, ya lo había presionado. "¡Mierda!" pensó, al escuchar el aviso. Los agentes comenzaron a abandonar velozmente el local, algunos de ellos a tal velocidad que parecían sombras. "Soru..." Genki sentía cierta envidia de sus senpais, pues él también deseaba dominar el rokushiki. Su instrucción llevaba ya en curso cuatro años, pero aun no había llegado a pasar del entrenamiento físico. No controlaba ninguna de las técnicas. Su pasajero pensamiento se fue rápidamente junto con su acceso de envidia, y se dispuso a huir cuando vio que su superior estaba quieto, sonriendo. Se acercó a él y comenzó a tirar de su sotana:
- ¡Jefe! ¡Tenemos que irnos ya!
De repente el ataque de locura de Castor pareció desvanecerse, pues volvió en sí y gritó:
- ¡Corred zorras! ¡Corred!
Antes de que Genki llegase a la puerta, su superior ya la había dejado atrás, causando en el proceso una colisión entre tres de sus hombres, que comenzaron a rodar en un caos de piernas, brazos y cabezas. El chico saltó por encima de ellos y continuó su huida. Algo estaba claro de todo aquello: Castor estaba como una jodida cabra.
- ¡Corre, tazón-chan! ¡Te prometo una loli si sobrevivimos!
- ¿Ta... tazón? - preguntó, entre sorprendido y escandalizado - ¡Con el debido respeto, jefe, ese comentario n...!
De repente notó un pitido en los oídos, y la onda expansiva lo golpeó en la espalda, derribándolo. Mareado y aturdido, se vio arrastrado por la fuerza de la explosión hasta chocar con una pared. Tosió, dolorido, y se levantó a duras penas. Tenía el brazo izquierdo torcido, y notaba el metálico sabor de la sangre en su boca. Miró a su alrededor, y vio que muchos de los otros agentes no habían salido mucho mejor parados, pero no parecía haber ningún herido grave. ¿Habrían sobrevivido todos? Se giró hacia Castor, esperando a sus instrucciones.
- Preciosa técnica, chico. Dime, así por casualidad ¿Alguna vez te ha tocado el miembro alguna guarrilla? Podemos ir juntos a un sitio precioso.
Al principio Genki no entendió la pregunta, pillado totalmente por sorpresa por el comentario de Castor. Cuando se dio cuenta de lo que insinuaba, se puso totalmente rojo y empezó a tartamudear:
- E-esto... yo... creo que... hmmm... lo siento pero...
Por suerte, algo distrajo al agente. Su alivio duró poco, pues al ver a su jefe sacar la pistola supo que había problemas. Uno de los mafiosos aun seguía vivo, y tenía lo que parecía un control remoto con un botón rojo en la mano. Antes que nadie pudiera impedirlo, ya lo había presionado. "¡Mierda!" pensó, al escuchar el aviso. Los agentes comenzaron a abandonar velozmente el local, algunos de ellos a tal velocidad que parecían sombras. "Soru..." Genki sentía cierta envidia de sus senpais, pues él también deseaba dominar el rokushiki. Su instrucción llevaba ya en curso cuatro años, pero aun no había llegado a pasar del entrenamiento físico. No controlaba ninguna de las técnicas. Su pasajero pensamiento se fue rápidamente junto con su acceso de envidia, y se dispuso a huir cuando vio que su superior estaba quieto, sonriendo. Se acercó a él y comenzó a tirar de su sotana:
- ¡Jefe! ¡Tenemos que irnos ya!
De repente el ataque de locura de Castor pareció desvanecerse, pues volvió en sí y gritó:
- ¡Corred zorras! ¡Corred!
Antes de que Genki llegase a la puerta, su superior ya la había dejado atrás, causando en el proceso una colisión entre tres de sus hombres, que comenzaron a rodar en un caos de piernas, brazos y cabezas. El chico saltó por encima de ellos y continuó su huida. Algo estaba claro de todo aquello: Castor estaba como una jodida cabra.
- ¡Corre, tazón-chan! ¡Te prometo una loli si sobrevivimos!
- ¿Ta... tazón? - preguntó, entre sorprendido y escandalizado - ¡Con el debido respeto, jefe, ese comentario n...!
De repente notó un pitido en los oídos, y la onda expansiva lo golpeó en la espalda, derribándolo. Mareado y aturdido, se vio arrastrado por la fuerza de la explosión hasta chocar con una pared. Tosió, dolorido, y se levantó a duras penas. Tenía el brazo izquierdo torcido, y notaba el metálico sabor de la sangre en su boca. Miró a su alrededor, y vio que muchos de los otros agentes no habían salido mucho mejor parados, pero no parecía haber ningún herido grave. ¿Habrían sobrevivido todos? Se giró hacia Castor, esperando a sus instrucciones.
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La terrible onda expansiva lanzó al agente por los aires, haciéndole gritar en el trayecto con una voz un poco enfermiza, pues recordó a una risa malvada. El golpe que se metió contra unos contenedores de basura, fue considerable. Se hallaba tumbado entre bolsas llenas de comida desperdiciada, y restos de la misma. Decidió quedarse unos momentos ahí echado, pues no se había vuelto intangible en el momento de la caída. Se llevó la mano derecha a la espalda, y soltó un pequeño suspiro. Le estaba doliendo bastante, y esos significaba un masaje erótico en uno de los antros de Arabasta. Conocía bastante bien los mejores sitios. Soltó un suspiro, y se llevó la mano a la cabeza. Soltó un enorme suspiro, y comenzó a pensar en la situación. El objetivo estaba totalmente cumplido, y no había nada que le preocupase. Otra misión cumplida por el gobierno mundial. El asesino entonces miró al cielo, y mostró una sonrisa calmada.
- Bueno, Kiogre… Otra misión más realizada. Espero que estés bien ahí arriba, amigo.
Dijo en un tono calmado mientras notaba la lluvia caer sobre él. Desde la muerte de su único camarada, había estado más loco de lo habitual. Al menos el hijo de puta responsable ya había dado la cara, o al menos Castor supo al momento quién fue tras la revelación de Aomine. No podía creer que ese cabrón se las hubiese jugado tanto tiempo. Se colocó en pie después de unos momentos, y se llevó la mano a las fundas, comprobando que sus armas estaban en su sitio. Al darse cuenta de que así era, empezó a caminar con calma hasta los demás. Su traje estaba hecho una autentica basura, y tenía algunos cortes en brazos y piernas. Observó que no había heridos graves, y eso le hizo sonreír de lado. Le dolía bastante el tobillo, pero no quería mostrar debilidad ante los demás. Tenía que llegar a lo más alto por su amigo, por la verdadera justicia del planeta. Lanzó una mirada a todos los hombres en conjunto, y después empezó a hablar en un tono seria, que nada tenía que ver con el anterior.
- Muy bien, chicos. La misión ha terminado por parte de nuestro grupo. Quiero felicitar a todos, pero en especial al chico del cabello a tazón, al agente “destello”, y a los tiradores cincuenta y “esperanza”. Ahora descansad un poco.
Una vez dijo aquello, empezó a caminar hacia un lado, pero notó cierta dificultad en el pie izquierdo. Su tobillo le estaba dando más problemas de lo que pensaba. Unos cuantos días de reposo, y estaría muchísimo mejor. Entonces chasqueó la lengua y colocó la mano derecha sobre el hombro del luchador del peinado molón. Se apoyó en él, y después con su mano izquierda sacó su DDM, llamando a uno de sus superiores. Una vez lo cogió, habló en un tono bastante tranquilo.
- La misión ha sido un éxito. Mi grupo se dirigirá al punto de evacuación.
Una vez dijo aquello, colgó sin esperar respuesta. Después de unos momentos le entregó al chico su comunicador, llamando antes a otro número.
- Informa de nuestra posición y pide un vehículo de cuatro plazas. El agente con el que hablaras responde al nombre de “Agente catorce”. Por cierto ¿Tu nombre o nombre en clave?
- Bueno, Kiogre… Otra misión más realizada. Espero que estés bien ahí arriba, amigo.
Dijo en un tono calmado mientras notaba la lluvia caer sobre él. Desde la muerte de su único camarada, había estado más loco de lo habitual. Al menos el hijo de puta responsable ya había dado la cara, o al menos Castor supo al momento quién fue tras la revelación de Aomine. No podía creer que ese cabrón se las hubiese jugado tanto tiempo. Se colocó en pie después de unos momentos, y se llevó la mano a las fundas, comprobando que sus armas estaban en su sitio. Al darse cuenta de que así era, empezó a caminar con calma hasta los demás. Su traje estaba hecho una autentica basura, y tenía algunos cortes en brazos y piernas. Observó que no había heridos graves, y eso le hizo sonreír de lado. Le dolía bastante el tobillo, pero no quería mostrar debilidad ante los demás. Tenía que llegar a lo más alto por su amigo, por la verdadera justicia del planeta. Lanzó una mirada a todos los hombres en conjunto, y después empezó a hablar en un tono seria, que nada tenía que ver con el anterior.
- Muy bien, chicos. La misión ha terminado por parte de nuestro grupo. Quiero felicitar a todos, pero en especial al chico del cabello a tazón, al agente “destello”, y a los tiradores cincuenta y “esperanza”. Ahora descansad un poco.
Una vez dijo aquello, empezó a caminar hacia un lado, pero notó cierta dificultad en el pie izquierdo. Su tobillo le estaba dando más problemas de lo que pensaba. Unos cuantos días de reposo, y estaría muchísimo mejor. Entonces chasqueó la lengua y colocó la mano derecha sobre el hombro del luchador del peinado molón. Se apoyó en él, y después con su mano izquierda sacó su DDM, llamando a uno de sus superiores. Una vez lo cogió, habló en un tono bastante tranquilo.
- La misión ha sido un éxito. Mi grupo se dirigirá al punto de evacuación.
Una vez dijo aquello, colgó sin esperar respuesta. Después de unos momentos le entregó al chico su comunicador, llamando antes a otro número.
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Al escuchar las felicitaciones de su jefe y el permiso para descansar, se dejó caer con un suspiro. Esto le provocó dolor agudo en el brazo herido, pero apenas fue un instante. Se recostó como pudo contra la pared, y se quedó quieto ahí, mirando al cielo mientras la lluvia caía sobre ellos. Frente al grupo, las llamas consumían lo que quedaba de edificio. "Y así se acaban los sueños e ilusiones de un grupo de gente... los que construyeron ese lugar lo hicieron con su sudor y sangre. Probablemente les llevó años llegar a donde estaban ahora, y en tan sólo un instante todo ello quedó reducido a llamas y escombros por el egoísmo de unos pocos." Cerró su puño derecho, con rabia, y apretó los dientes. Había sido demasiado inconsciente, demasiado lento, demasiado... débil. Si hubiese sido más fuerte, como Castor, podría haber eliminado a los criminales antes de que tuvieran tiempo de detonar la carga. De repente alguien se interpuso en su visión de las llamas, tendiéndole algo. Era su jefe. Dando un respingo, Genki se apresuró a levantarse, ignorando el dolor de su brazo.
- A sus órdenes, jefe. Mi nombre es Akayama Genki. Aun no me han asignado un nombre en clave, soy sólo un iniciado.
Cogió el den den mushi que le tendía Castor y comenzó a marcar el número de contacto que les habían indicado.
- ¿Agente 14? Soy el agente Akayama, del escuadrón 69. Nos hallamos al norte del distrito 5, frente a una marisquería... o más bien lo que queda de ella. Necesitamos un vehículo para desplazar a los heridos al punto de evacuación.
- Les enviaremos un medio de transporte de inmediato, agente Akayama. No se alejen de su posición.
- Se lo comunicaré al resto del escuadrón. Muchas gracias, agente - colgó y le tendió el DDM a Castor - Hecho.
Tras devolverle el aparato, volvió a sentarse, demasiado machacado y agotado para permanecer en pie. Deseó que el coche llegase pronto, pues el frío de la lluvia comenzaba a calarle en los huesos. Al llegar a la base me prepararé una sopa caliente pensó, tratando de animarse un poco con la perspectiva de entrar en calor y comer algo sabroso.
- A sus órdenes, jefe. Mi nombre es Akayama Genki. Aun no me han asignado un nombre en clave, soy sólo un iniciado.
Cogió el den den mushi que le tendía Castor y comenzó a marcar el número de contacto que les habían indicado.
- ¿Agente 14? Soy el agente Akayama, del escuadrón 69. Nos hallamos al norte del distrito 5, frente a una marisquería... o más bien lo que queda de ella. Necesitamos un vehículo para desplazar a los heridos al punto de evacuación.
- Les enviaremos un medio de transporte de inmediato, agente Akayama. No se alejen de su posición.
- Se lo comunicaré al resto del escuadrón. Muchas gracias, agente - colgó y le tendió el DDM a Castor - Hecho.
Tras devolverle el aparato, volvió a sentarse, demasiado machacado y agotado para permanecer en pie. Deseó que el coche llegase pronto, pues el frío de la lluvia comenzaba a calarle en los huesos. Al llegar a la base me prepararé una sopa caliente pensó, tratando de animarse un poco con la perspectiva de entrar en calor y comer algo sabroso.
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El asesino asintió cuando escuchó el nombre del chico. No pensaba olvidarlo, y por ello mostró una sonrisa ladeada. Ahora debía ser listo, y asegurarse de pillar plaza en ese vehículo para no tener que cojear todo el camino. Se quedó un momento pensativo, pensando en qué decirle al resto de los hombres para que no pensaran mal de él. Finalmente se le ocurrió el plan perfecto, y no tardó en mirar alrededor. Al parecer, muchos de ellos hablaban, y otros se vendaban algunas heridas. No vio ninguno tener dañada una pierna o algo así, por lo que simplemente tuvo sangre fría, y los mandó a otro sitio.
- Señores, quiero que se dirijan a la playa donde desembarquemos. Yo los seguiré enseguida junto al agente Akayama, y el agente “esperanza”. Al parecer el vehículo ha sufrido un pequeño fallo.
Todos asintieron, y comenzaron a caminar. El agente plateado sabía que tanto Genki como el tirador habían sufrido un poco más. Soltó un suspiro, y comprobó que sus pistolas doradas estaban en un buen estado. El sonido de una especie de 4x4 militar llegó de repente, haciendo que muchas personas que cotilleaban se asomasen por las ventanas. Los otros por suerte ya se habían ido. Solo venía el piloto, por lo que había otros tres asientos. El loco se colocó en el de copiloto, y sin pensarlo dos veces sacó un cuchillo que tenía dentro de la chaqueta, comenzando a cortarse algunas zonas de los zapatos que habían quedado quemadas. El plástico duro quedaba fatal. Cuando los otros dos agentes se hubiesen montado, el castaño les hablaría en un tono tranquilo.
- Chicos, algún día os llevaré conmigo de fiesta. En cuanto tengamos días libres preparaos, porque vais a flipar de lo que son las mejores almejas fuera del mar.
En cuanto dijo aquello volvió a mirar al frente, cerrando los ojos, y dispuesto a echarse una pequeña siesta de diez minutos mientras iban a la costa.
- Señores, quiero que se dirijan a la playa donde desembarquemos. Yo los seguiré enseguida junto al agente Akayama, y el agente “esperanza”. Al parecer el vehículo ha sufrido un pequeño fallo.
Todos asintieron, y comenzaron a caminar. El agente plateado sabía que tanto Genki como el tirador habían sufrido un poco más. Soltó un suspiro, y comprobó que sus pistolas doradas estaban en un buen estado. El sonido de una especie de 4x4 militar llegó de repente, haciendo que muchas personas que cotilleaban se asomasen por las ventanas. Los otros por suerte ya se habían ido. Solo venía el piloto, por lo que había otros tres asientos. El loco se colocó en el de copiloto, y sin pensarlo dos veces sacó un cuchillo que tenía dentro de la chaqueta, comenzando a cortarse algunas zonas de los zapatos que habían quedado quemadas. El plástico duro quedaba fatal. Cuando los otros dos agentes se hubiesen montado, el castaño les hablaría en un tono tranquilo.
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Castor envió a todos los suficientemente ilesos como para caminar andando al punto de evacuación, empleando una excusa para que no se sintieran excluidos porque ellos fueran a tener transporte. Comprendía por qué lo hacía, pero, ¿no sospecharían algo cuando les vieran llegar los primeros? Genki decidió no decir nada al respecto y se limitó a permanecer sentado en el sitio, frotándose los brazos para intentar entrar en calor. Tenía los dedos tan entumecidos por el frío que los sentía rígidos y torpes, y el agua se le había colado hasta la ropa interior. Ahora la idea de comer algo caliente era particularmente atractiva, especialmente si iba precedida de una ducha y un cambio de ropa. Se puso a soñar despierto con las comodidades que les esperaban en el barco del Gobierno, tratando de no pensar en la situación actual. Cuando al fin escuchó el sonido del transporte acercándose (tras un tiempo que se le hizo eterno) se levantó lo más rápido que se lo permitieron sus heridas.
- Al fin... empezaba a pensar que moriría congelado antes de que llegara - rezongó.
Se metió en uno de los asientos traseros, junto al tirador de la pierna herida. No recordaba su nombre... ¿espetec? Tanto daba. Se acomodó en el vehículo, procurando no mover mucho el brazo para que no le doliera (en vano) y soltó un suspiro. Al fin sentado en algo cómodo y en un ambiente agradable, y no en mitad de la calle a la intemperie.
- ¿Almejas? Oh sí, están muy ricas con arroz - comentó Genki, distraído - Yo mismo puedo prepararos una buena paella un día. Soy cocinero
El inocente agente no había caído en lo que realmente quería decir su superior, y estaba convencido de que hablaba del molusco. Se apartó los mechones de pelo empapados de la frente y se puso a silbar alegremente, pensando en las diferentes recetas con almejas que sabía preparar, e incluso empezó a hacer el ejercicio mental de improvisar una receta que incluía bacon. Todo sabe mejor con bacon.
- Al fin... empezaba a pensar que moriría congelado antes de que llegara - rezongó.
Se metió en uno de los asientos traseros, junto al tirador de la pierna herida. No recordaba su nombre... ¿espetec? Tanto daba. Se acomodó en el vehículo, procurando no mover mucho el brazo para que no le doliera (en vano) y soltó un suspiro. Al fin sentado en algo cómodo y en un ambiente agradable, y no en mitad de la calle a la intemperie.
- ¿Almejas? Oh sí, están muy ricas con arroz - comentó Genki, distraído - Yo mismo puedo prepararos una buena paella un día. Soy cocinero
El inocente agente no había caído en lo que realmente quería decir su superior, y estaba convencido de que hablaba del molusco. Se apartó los mechones de pelo empapados de la frente y se puso a silbar alegremente, pensando en las diferentes recetas con almejas que sabía preparar, e incluso empezó a hacer el ejercicio mental de improvisar una receta que incluía bacon. Todo sabe mejor con bacon.
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