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Akuma no mi
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Conseguiste colarte con un uniforme marine de tu posesión en un barco que transportaba reclutas a Marineford. Incluso llegaste a convencer de que tu nombre falso (el cual dejo a tu elección) estaba en la lista al regidor. El como lo conseguiste queda entre tú y él, aunque esperemos que el pobre no se haga muchas ilusiones sobre sus esperanzas contigo. Lleváis un par de días viajando y, por el momento, nadie ha dado señales de desconfiar de ti. Está amaneciendo, por lo que acabas de despertar en uno de los camarotes compartidos que el instructor os ha dado a cada uno.
- Qué nervios, ¿eh? -dice tu compañero de habitación. Un muchacho joven, pálido y con un par de granos aún en su piel -. Tenía muchas ganas de llegar a Marineford.
Parece que ya estáis llegando, pues una voz lo anuncia en megafonía por todo el buque, mientras el barco, poco a poco, atraca en el muelle.
- Qué nervios, ¿eh? -dice tu compañero de habitación. Un muchacho joven, pálido y con un par de granos aún en su piel -. Tenía muchas ganas de llegar a Marineford.
Parece que ya estáis llegando, pues una voz lo anuncia en megafonía por todo el buque, mientras el barco, poco a poco, atraca en el muelle.
Aki D. Arlia
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Akuma no mi
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La joven morena se sentó sobre la cama, estirándose. Acababa de amanecer, llevaban dos días viajando. Aish... ¿Cómo se había dejado convencer para algo tan estúpido? Al pensarlo, sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa. Sonrisa de gata. Jester le había venido con el cuento, por supuesto. No era como si Aki no hubiera oído hablar de los Blue Rose Pirates... pero tampoco le habían llamado mucho la atención. Solía ir por libre y de hecho aún se estaba acostumbrando a mandar sobre tanta gente.
Pero es que era una ocasión de oro. ¿Qué clase de tipo sorteaba una admisión en su banda a quien colocara su bandera en lo alto de Marineford? Quizás no era más que una broma pesada... o el resultado de un día aburrido para alguien excéntrico. Fuera lo que fuera, no tenía sentido y prometía ser una buena, muy buena anécdota. Además de una oportunidad perfecta para ensayar sus habilidades de camuflaje e infiltración. -Y el control sobre mi akuma.- Pensó para si misma al pensar en el regidor.
Jester se había enterado de los horarios de los barcos que transportaban reclutas y allá que la había mandado bandera incluida. Se había resistido un poco, pero en realidad aunque fuera peligroso más bien le parecía divertido. Mientras tomara precauciones nada tenía por qué salir mal. Se había colocado el viejo uniforme de su ex... aunque con su habilidad había tenido que alterarlo un poco a la vista. Una oficial habría llamado la atención en un barco de simples reclutas. -Todavía guarda tu olor...-Se dijo mientras se acomodaba la parte de arriba distraidamente.
No era lo único que había cambiado, claro. Entrar con su apariencia normal habría sido un suicidio. Así que había vuelto su espesa cabellera roja de un tono marrón, anodino, igual que sus ojos. Estos eran de un tono castaño rojizo, bastante tierno. Se había hecho más bajita y disimulado sus formas. No aparentaría más de 20 años. Seguía llamando la atención, claro, pero ni mucho menos tanta. Y además había controlado su aura para que cuadrase con la de un recluta novato.
Llevaba sus armas, por supuesto. Aunque las llevaba escondidas, tanto los dos sai como los doce cuchillos que había obtenido en su visita a ID estaban bien pegados a ella. Igual que las dos... ¿Dos? Dos. Dos banderas. Por lo demás, había metido algo de ropa de diario en un petate junto con papel y tinta por si necesitaba enviar una carta. Quizás algo saliera mal, aunque esperaba que no fuera así. De todas maneras, se quedaría más tranquila al llegar a tierra firme.
Salió de sus pensamientos al oír la voz de su compañero de cuarto. Le dedicó una pequeña sonrisa. Ay, si supiera la verdad. Y con la inocencia pintada en la cara, le respondió:
-¡Sí! Yo también, de verdad. Espero hacer un buen trabajo.- Se quedó pensativa unos instantes, mordiéndose el labio como si no supiera si hablar y entonces, sonriendo de nuevo, se acercó al chico. - Ne, ¿Tú tienes idea de como es? Marineford, me refiero. Vengo de un pueblo pequeño y... no sé muy bien que esperar. Lo cierto es que me alegro de haber podido entrar a la marina.- Era la viva imagen de una chiquilla nerviosa y ansiosa por comenzar su viaje.
Aunque sus motivos no fueran exactamente los mismos que los de su compañero.
Pero es que era una ocasión de oro. ¿Qué clase de tipo sorteaba una admisión en su banda a quien colocara su bandera en lo alto de Marineford? Quizás no era más que una broma pesada... o el resultado de un día aburrido para alguien excéntrico. Fuera lo que fuera, no tenía sentido y prometía ser una buena, muy buena anécdota. Además de una oportunidad perfecta para ensayar sus habilidades de camuflaje e infiltración. -Y el control sobre mi akuma.- Pensó para si misma al pensar en el regidor.
Jester se había enterado de los horarios de los barcos que transportaban reclutas y allá que la había mandado bandera incluida. Se había resistido un poco, pero en realidad aunque fuera peligroso más bien le parecía divertido. Mientras tomara precauciones nada tenía por qué salir mal. Se había colocado el viejo uniforme de su ex... aunque con su habilidad había tenido que alterarlo un poco a la vista. Una oficial habría llamado la atención en un barco de simples reclutas. -Todavía guarda tu olor...-Se dijo mientras se acomodaba la parte de arriba distraidamente.
No era lo único que había cambiado, claro. Entrar con su apariencia normal habría sido un suicidio. Así que había vuelto su espesa cabellera roja de un tono marrón, anodino, igual que sus ojos. Estos eran de un tono castaño rojizo, bastante tierno. Se había hecho más bajita y disimulado sus formas. No aparentaría más de 20 años. Seguía llamando la atención, claro, pero ni mucho menos tanta. Y además había controlado su aura para que cuadrase con la de un recluta novato.
Llevaba sus armas, por supuesto. Aunque las llevaba escondidas, tanto los dos sai como los doce cuchillos que había obtenido en su visita a ID estaban bien pegados a ella. Igual que las dos... ¿Dos? Dos. Dos banderas. Por lo demás, había metido algo de ropa de diario en un petate junto con papel y tinta por si necesitaba enviar una carta. Quizás algo saliera mal, aunque esperaba que no fuera así. De todas maneras, se quedaría más tranquila al llegar a tierra firme.
Salió de sus pensamientos al oír la voz de su compañero de cuarto. Le dedicó una pequeña sonrisa. Ay, si supiera la verdad. Y con la inocencia pintada en la cara, le respondió:
-¡Sí! Yo también, de verdad. Espero hacer un buen trabajo.- Se quedó pensativa unos instantes, mordiéndose el labio como si no supiera si hablar y entonces, sonriendo de nuevo, se acercó al chico. - Ne, ¿Tú tienes idea de como es? Marineford, me refiero. Vengo de un pueblo pequeño y... no sé muy bien que esperar. Lo cierto es que me alegro de haber podido entrar a la marina.- Era la viva imagen de una chiquilla nerviosa y ansiosa por comenzar su viaje.
Aunque sus motivos no fueran exactamente los mismos que los de su compañero.
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- Ah... no, no sé nada... -dice, poniéndose rojo como un tómate -. Según me han dicho es muy... grande...
Parece que el pobre no está acostumbrado a que las chicas se le acerquen. El barco por fin se detiene y todos los reclutas empiezan a salir de sus camarotes. Forman una fila casi perfecta, cada uno cargando con su mochila. Espero que puedas ponerte en la fila con tus cosas, pues esta está constantemente vigilada por marines de mayor rango. La fila avanza poco a poco y te preguntas porque, pues deberían ir saliendo de forma fluida. Sin embargo, cuando ha avanzado lo suficiente, puedes ver que justo al final de la pasarela para bajar del barco, hay unas cajas amontonadas a modo de mesa improvisada, con un marine sentado tras esta escribiendo en un enorme libro. Cada recluta que pasa es preguntado por su nombre, edad y cuando se alistaron, mientras otro marine registra su bolsa y sus cosas. Parece que la seguridad aquí no es poca cosa. Cuando por fin es tu turno, el marine registrador, que puedes ver es alguien considerablemente grande, tiende la mano para que le des la bolsa, mientras el que está sentado dice, con voz monótona:
- ¿Nombre, edad y momento del alistamiento?
Espero que no tengas nada sospechoso en esa bolsa.
Parece que el pobre no está acostumbrado a que las chicas se le acerquen. El barco por fin se detiene y todos los reclutas empiezan a salir de sus camarotes. Forman una fila casi perfecta, cada uno cargando con su mochila. Espero que puedas ponerte en la fila con tus cosas, pues esta está constantemente vigilada por marines de mayor rango. La fila avanza poco a poco y te preguntas porque, pues deberían ir saliendo de forma fluida. Sin embargo, cuando ha avanzado lo suficiente, puedes ver que justo al final de la pasarela para bajar del barco, hay unas cajas amontonadas a modo de mesa improvisada, con un marine sentado tras esta escribiendo en un enorme libro. Cada recluta que pasa es preguntado por su nombre, edad y cuando se alistaron, mientras otro marine registra su bolsa y sus cosas. Parece que la seguridad aquí no es poca cosa. Cuando por fin es tu turno, el marine registrador, que puedes ver es alguien considerablemente grande, tiende la mano para que le des la bolsa, mientras el que está sentado dice, con voz monótona:
- ¿Nombre, edad y momento del alistamiento?
Espero que no tengas nada sospechoso en esa bolsa.
Aki D. Arlia
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Controlé el impulso de poner los ojos en blanco ante la respuesta del chico. En su lugar, compuse una pequeña mueca de desilusión y con una pequeña risa forzada me alejé un poco de él.
-Bueno, no pasa nada... ya me enteraré allí de como es.
Con eso dicho, le di la espalda y comprobé que todo estuviera bien en la bolsa. No había nada sospechoso, por supuesto, pero nunca estaba de más asegurarse. Algo de ropa, papel y tinta y un par de chocolatinas. Perfecto. Parecía la típica jovencita que lo deja todo atrás para seguir sus ideales de justicia. Cuando el barco llegó a puerto y salimos coloqué en mi cara una máscara de decisión que hiciera juego con el resto del personaje. Dándole a mi compañero una pequeña sonrisa de aliento, salí del camarote y me adelanté para colocarme en la fila.
No fue difícil, todos caminaban por el pasillo y no tuve más que seguir al de la puerta de enfrente. Nos colocamos en una fila perfecta, unos al lado de otros con nuestras bolsas a nuestro lado. Había marines de más rango pululando a nuestro alrededor y asegurándose de que no había nada extraño. La situación se me hacía bizarra; no estaba acostumbrada a tanta parafernalia y tanto protocolo. Además, notaba bajo mi uniforme de marine el roce de una tela bastante más fina, la tela que correspondía a las banderas. Sin embargo, no me preocupaba. Tanto estas como mis armas estaban escondidas de tal manera que ni cacheándome lograrían encontrarlas. Pero en teoría no habría necesidad de eso.
Aunque la fila iba lenta. Sin embargo, contuve mi curiosidad y no pregunté la razón; debía actuar como si conociera todos los procedimientos. Cuando avanzamos, poco a poco, alcancé a ver un par de metros más allá a un marine con cara aburrida sentado en una mesa, acompañado de un mastodonte que revisaba las bolsas. Oí las mismas preguntas cuatro veces, mientras los compañeros que estaban delante de mi pasaban el interrogatorio. Y al fin fue mi turno. Compuse una tímida sonrisa y respondí sin vacilar:
-Mi nombre es Anne Hatheway, tengo 19 años. Me alisté hará unas dos semanas, creo que está todo en orden.
Docilmente entregué mi bolsa para que la inspeccionaran y aguardé. Si todo había ido bien, el regidor del barco ya habría incluido mi nombre en la lista, a estas alturas.
-Bueno, no pasa nada... ya me enteraré allí de como es.
Con eso dicho, le di la espalda y comprobé que todo estuviera bien en la bolsa. No había nada sospechoso, por supuesto, pero nunca estaba de más asegurarse. Algo de ropa, papel y tinta y un par de chocolatinas. Perfecto. Parecía la típica jovencita que lo deja todo atrás para seguir sus ideales de justicia. Cuando el barco llegó a puerto y salimos coloqué en mi cara una máscara de decisión que hiciera juego con el resto del personaje. Dándole a mi compañero una pequeña sonrisa de aliento, salí del camarote y me adelanté para colocarme en la fila.
No fue difícil, todos caminaban por el pasillo y no tuve más que seguir al de la puerta de enfrente. Nos colocamos en una fila perfecta, unos al lado de otros con nuestras bolsas a nuestro lado. Había marines de más rango pululando a nuestro alrededor y asegurándose de que no había nada extraño. La situación se me hacía bizarra; no estaba acostumbrada a tanta parafernalia y tanto protocolo. Además, notaba bajo mi uniforme de marine el roce de una tela bastante más fina, la tela que correspondía a las banderas. Sin embargo, no me preocupaba. Tanto estas como mis armas estaban escondidas de tal manera que ni cacheándome lograrían encontrarlas. Pero en teoría no habría necesidad de eso.
Aunque la fila iba lenta. Sin embargo, contuve mi curiosidad y no pregunté la razón; debía actuar como si conociera todos los procedimientos. Cuando avanzamos, poco a poco, alcancé a ver un par de metros más allá a un marine con cara aburrida sentado en una mesa, acompañado de un mastodonte que revisaba las bolsas. Oí las mismas preguntas cuatro veces, mientras los compañeros que estaban delante de mi pasaban el interrogatorio. Y al fin fue mi turno. Compuse una tímida sonrisa y respondí sin vacilar:
-Mi nombre es Anne Hatheway, tengo 19 años. Me alisté hará unas dos semanas, creo que está todo en orden.
Docilmente entregué mi bolsa para que la inspeccionaran y aguardé. Si todo había ido bien, el regidor del barco ya habría incluido mi nombre en la lista, a estas alturas.
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El hombre bosteza. Busca en el libro y, tras encontrar tu nombre por fin, te deja pasar. El hombre grande parece que ha terminado de mirar tu bolsa, aunque me parece que ha estado más tiempo del debido con ciertas piezas de ropa. je. Pervertidos.
Cuando te la devuelve y, casi a empujones, te hacen abandonar la fila para que pase el siguiente, puedes ver ante ti como se alza la grandeza de Marineford. En lo más alto hondea la bandera del gobierno mundial. Tu objetivo. ¿Por dónde vas a empezar?
Cuando te la devuelve y, casi a empujones, te hacen abandonar la fila para que pase el siguiente, puedes ver ante ti como se alza la grandeza de Marineford. En lo más alto hondea la bandera del gobierno mundial. Tu objetivo. ¿Por dónde vas a empezar?
Aki D. Arlia
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Al final me devolvieron la bolasa y sin muchos miramientos me hicieron pasar. Trastabillé un poco cuando me empujaron, simplemente para mejorar esa imagen de chica tímida y un poco perdida. Me aparté el pelo de la cara y alcé la mirada hacia Marineford en toda su gloria. Sonreí sin poder evitarlo al ver la bandera ondear en lo alto. No sería por mucho tiempo.
Miré a mi alrededor, el resto de los reclutas parecían tener muy claro el qué hacer. Aunque lo cierto es que había gente por todas partes, muchos estaban yendo ya hacia los campos de entrenamiento. Podría ir para allá, claro, pero me desviaría de mi objetivo y la verdad... no me apetecía fingir tener el nivel de un simple recluta para no llamar la atención. Agarrando mi petate con ambas bolsas, comencé a andar hacia la puerta principal. Mi plan era entrar y preguntar por los dormitorios para dejar la bolsa y quedar libre para deambular por el cuartel. Era sencillo y como acababa de llegar no tenía muchas probabilidades de salir mal. Si me paraban simplemente explicaría que acababa de llegar y no tenía ni idea de a dónde ir. Estaba tan sola y desvalida...
Pero esperaba que no hiciera falta, así que compuse una expresión de ligero asombro y me dirigí hacia allí. Si estaba custodiada, me giraría hacia el primero que pasara y le preguntaría por el camino hacia los dormitorios con una sonrisa nerviosa.
Miré a mi alrededor, el resto de los reclutas parecían tener muy claro el qué hacer. Aunque lo cierto es que había gente por todas partes, muchos estaban yendo ya hacia los campos de entrenamiento. Podría ir para allá, claro, pero me desviaría de mi objetivo y la verdad... no me apetecía fingir tener el nivel de un simple recluta para no llamar la atención. Agarrando mi petate con ambas bolsas, comencé a andar hacia la puerta principal. Mi plan era entrar y preguntar por los dormitorios para dejar la bolsa y quedar libre para deambular por el cuartel. Era sencillo y como acababa de llegar no tenía muchas probabilidades de salir mal. Si me paraban simplemente explicaría que acababa de llegar y no tenía ni idea de a dónde ir. Estaba tan sola y desvalida...
Pero esperaba que no hiciera falta, así que compuse una expresión de ligero asombro y me dirigí hacia allí. Si estaba custodiada, me giraría hacia el primero que pasara y le preguntaría por el camino hacia los dormitorios con una sonrisa nerviosa.
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Justo cuando te acercas a la puerta, esta se abre y de su interior sale un hombre gigantesco. A pesar del gran tamaño de la puerta, el hombre tiene que agacharse para poder salir. Casi cinco metros de altura, seguro que tiene parte de gigante. O tal vez no, ¿Quién sabe? El hombre lleva un traje gris oscuro con corbata a lunares y, sobre esta, lleva un enorme chaquetón marine blanco. El hombre parece a punto de seguir su camino, pero su vista se clava en ti.
- Vaya, hola. Sabía que hoy venían nuevos reclutas, pero no sabía que estarían aquí tan pronto. ¿Necesitas ayuda?
El hombre parece jovial y bonachón y con verdaderas ganas de ayudar. Aún con su gran tamaño y fuerte aspecto, parece un buen hombre en quien se puede confiar sin problemas.
- ¡Almirante Shirosai!
Un segundo marine llega corriendo hasta el gigante y le tiende un papel, teniendo que estirar el brazo hacia arriba debido a la diferencia de altura.
- Ha olvidado esto.
El almirante le da las gracias al marine y se guarda el papel. Mientras se va, te mira esperando que contestes su pregunta.
- Vaya, hola. Sabía que hoy venían nuevos reclutas, pero no sabía que estarían aquí tan pronto. ¿Necesitas ayuda?
El hombre parece jovial y bonachón y con verdaderas ganas de ayudar. Aún con su gran tamaño y fuerte aspecto, parece un buen hombre en quien se puede confiar sin problemas.
- ¡Almirante Shirosai!
Un segundo marine llega corriendo hasta el gigante y le tiende un papel, teniendo que estirar el brazo hacia arriba debido a la diferencia de altura.
- Ha olvidado esto.
El almirante le da las gracias al marine y se guarda el papel. Mientras se va, te mira esperando que contestes su pregunta.
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Mientras me acercaba a la puerta, una duda se coló en mi cabeza. ¿Estaría cerrada? Sería raro ver a un recluta intentando abrir una puerta cerrada... pero por suerte no tuve que buscar una solución, porque se abrió segundos antes de que llegara. De ella salió un hombre enorme, inmenso. Le eché unos cuatro metros así a ojo y me quedé mirándole sin poder evitarlo. Nunca había visto a nadie de ese tamaño, ¿Tendría sangre de gigante? Para cuando me di cuenta de lo maleducada que estaba siendo y bajé la cabeza, ya me había hablado.
Parecía amable y genuinamente interesado en ayudarme. Fui a contestarle, pero cuando ya había abierto la boca llegó otro marine por la puerta tendiéndole un papel. Aproveché la pequeña interrupción para examinarle discretamente, semioculta tras mi bolsa; todavía la sujetaba con dos manos delante de mi. Aparte de su tamaño, era una persona sólida. Tenía a su alrededor ese tipo de aura, de sensación, que emiten las personas que están seguras y cómodas de estar justo en donde están. No parecía que su amabilidad fuera una máscara, al contrario; semejaba ser alguien confiable.
Por un momento tuve una serie de pensamientos contradictorios. Tristeza, por una parte. Al fin y al cabo aparte del hecho de que estuviera allí para gastar una broma pesada había atacado a no pocos marines y sin duda pretendía causarles no pocos problemas. Y por otro lado, alegría y un poco de orgullo. Puede que estuviéramos en bandos contrarios, pero era bueno comprobar que todavía quedaban hombres honestos en la marina; quizás les quedase esperanza. Y siempre reconforta ver que tu enemigo es digno de la lucha.
Me fijé en el chaquetón blanco que llevaba a los hombros y sin pensarlo esbocé una sonrisa tímida; me recordó al que llevaba Karl el primer día que me lo encontré, en OrangeTown... No había visto a muchos altos cargos de la marina de todas maneras, así que a lo mejor los uniformes eran completamente distintos y simplemente los confundía al asociarlos. De repente me di cuenta de que me estaba observando, esperando una respuesta. Me recoloqué un mechón de pelo detrás de la oreja y miré al suelo sin borrar esa pequeña sonrisa de mi cara.
-Lo cierto es que estaba buscando los dormitorios, Almirante. Quiero dejar mis cosas allí para ponerme a trabajar cuanto antes. Habría ido a los campos de entrenamiento, pero me da reparo que me anden en la ropa de la bolsa mientras no estoy mirando.- Me llevé la mano a la nuca, como si estuviera algo avergonzada de confesar eso, y entonces le dediqué una pequeña inclinación. -Sin embargo ya preguntaré el camino, no se preocupe. Tenga un buen día, señor.
Aguardaría a ver su respuesta y en caso de que me dejara pasar entraría al edificio y comenzaría a andar por el primer piso hasta localizar las escaleras. Si insistía en acompañarme fingiría sonrojarme y aceptaría su ayuda sin más, y si tan solo me señalaba el camino lo tomaría sin dudar.
Parecía amable y genuinamente interesado en ayudarme. Fui a contestarle, pero cuando ya había abierto la boca llegó otro marine por la puerta tendiéndole un papel. Aproveché la pequeña interrupción para examinarle discretamente, semioculta tras mi bolsa; todavía la sujetaba con dos manos delante de mi. Aparte de su tamaño, era una persona sólida. Tenía a su alrededor ese tipo de aura, de sensación, que emiten las personas que están seguras y cómodas de estar justo en donde están. No parecía que su amabilidad fuera una máscara, al contrario; semejaba ser alguien confiable.
Por un momento tuve una serie de pensamientos contradictorios. Tristeza, por una parte. Al fin y al cabo aparte del hecho de que estuviera allí para gastar una broma pesada había atacado a no pocos marines y sin duda pretendía causarles no pocos problemas. Y por otro lado, alegría y un poco de orgullo. Puede que estuviéramos en bandos contrarios, pero era bueno comprobar que todavía quedaban hombres honestos en la marina; quizás les quedase esperanza. Y siempre reconforta ver que tu enemigo es digno de la lucha.
Me fijé en el chaquetón blanco que llevaba a los hombros y sin pensarlo esbocé una sonrisa tímida; me recordó al que llevaba Karl el primer día que me lo encontré, en OrangeTown... No había visto a muchos altos cargos de la marina de todas maneras, así que a lo mejor los uniformes eran completamente distintos y simplemente los confundía al asociarlos. De repente me di cuenta de que me estaba observando, esperando una respuesta. Me recoloqué un mechón de pelo detrás de la oreja y miré al suelo sin borrar esa pequeña sonrisa de mi cara.
-Lo cierto es que estaba buscando los dormitorios, Almirante. Quiero dejar mis cosas allí para ponerme a trabajar cuanto antes. Habría ido a los campos de entrenamiento, pero me da reparo que me anden en la ropa de la bolsa mientras no estoy mirando.- Me llevé la mano a la nuca, como si estuviera algo avergonzada de confesar eso, y entonces le dediqué una pequeña inclinación. -Sin embargo ya preguntaré el camino, no se preocupe. Tenga un buen día, señor.
Aguardaría a ver su respuesta y en caso de que me dejara pasar entraría al edificio y comenzaría a andar por el primer piso hasta localizar las escaleras. Si insistía en acompañarme fingiría sonrojarme y aceptaría su ayuda sin más, y si tan solo me señalaba el camino lo tomaría sin dudar.
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- Me encantaría acompañarte, joven. Sin embargo, tengo cosas que hacer. Ya sabes, ocupaciones que vienen con el puesto de almirante. Los dormitorios de los reclutas están dentro, de hecho -dijo señalando al interior de la puerta-. Sigue recto hasta el tercer pasillo a la izquierda y ahí avanza, no tiene perdida, verás las indicaciones. Espero que tu incorporación haga una diferencia en el futuro de la marina.
Y, con una última sonrisa, se marcha. Ahora sabes que hay, al menos, un almirante en aquel momento en Marineford. ¿Sigues queriendo arriesgarte a efectuar tu misión? Si es así, sigue adelante. Si no... bueno, tal vez puedas colarte en algún barco que esté a punto de marcharse. Tú decides.
Y, con una última sonrisa, se marcha. Ahora sabes que hay, al menos, un almirante en aquel momento en Marineford. ¿Sigues queriendo arriesgarte a efectuar tu misión? Si es así, sigue adelante. Si no... bueno, tal vez puedas colarte en algún barco que esté a punto de marcharse. Tú decides.
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Mientras cruzaba la puerta de Marineford noté como los latidos de mi corazón iban descendiendo hasta su ritmo habitual. Así que un Almirante, nada más y nada menos... sin duda me había metido en la boca del lobo. La joven morena sonrió en ese instante, sin poder evitarlo. Igualito que una niña traviesa en una tienda de chuches.
Su disfraz había pasado el bautizo de fuego, desde luego. Si un almirante, cargo superior de la Marina, no había sido capaz de ver a través de su pantalla de humo tenía razones de peso para creer que estaba a salvo. Por lo menos mientras no hiciera ninguna tontería.
Penetró en el edificio mirando a su alrededor. Por algún lado tenía que empezar, así que siguió las indicaciones del almirante buscando los dormitorios. Si llegaba allí dejaría el petate y volvería a salir para seguir buscando las escaleras. Si las encontraba antes, subiría al siguiente piso como si no ocurriera nada.
Su disfraz había pasado el bautizo de fuego, desde luego. Si un almirante, cargo superior de la Marina, no había sido capaz de ver a través de su pantalla de humo tenía razones de peso para creer que estaba a salvo. Por lo menos mientras no hiciera ninguna tontería.
Penetró en el edificio mirando a su alrededor. Por algún lado tenía que empezar, así que siguió las indicaciones del almirante buscando los dormitorios. Si llegaba allí dejaría el petate y volvería a salir para seguir buscando las escaleras. Si las encontraba antes, subiría al siguiente piso como si no ocurriera nada.
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¿Estás segura de que tu disfraz ha pasado desapercibido al almirante? Hum... ¿Quién sabe? Tal vez lo mejor no sea ir con tanta confianza. Pero bueno, antes de ver unas escaleras ves una enorme puerta que indica que has llegado a los dormitorios de las chicas. Vaya, siguen separando aquí. Entras a dejar las cosas, pero cuando estás a punto de salir, alguien te toca en el hombro.
- ¡Eh! ¡Hola!
Es una chica vestida con uniforme de recluta. Tiene el pelo blanco y corto, es un poco bajita y... de pecho bastante generoso, todo hay que decirlo.
- ¿Has visto a un... ah... un ratón? Sé que es una pregunta rara pero... es mi mascota y no lo encuentro. ¿Me ayudas a buscarlo?
- ¡Eh! ¡Hola!
Es una chica vestida con uniforme de recluta. Tiene el pelo blanco y corto, es un poco bajita y... de pecho bastante generoso, todo hay que decirlo.
- ¿Has visto a un... ah... un ratón? Sé que es una pregunta rara pero... es mi mascota y no lo encuentro. ¿Me ayudas a buscarlo?
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La pelirroja miró sorprendida a la jovencita que tenía delante. Parecía nerviosa, aunque no era de extrañar con semejante pregunta. Sin embargo... Aki sonrió y fingió ponerse pensativa.
- ¡Claro! Sin problemas. ¿Te alojas también aquí, no? Ven, busquemos en el dormitorio. Quizás haya vuelto a ''casa''.
Sin esperar respuesta, volvió a los dormitorios. Comenzó a hacer como que buscaba aquí y allá, pese a saber de sobras que el animalito no estaba ahí. Ni su mantra detectaba presencia animal ninguna ni lo había visto antes. Aprovechó para mirar por encima las otras literas y camas, buscando algo interesante. Ya estaba a punto de rendirse cuando algo le llamó la atención. En el poste de una de las literas, por la cara de dentro, había una pegatina. Reconocería el logo en cualquier parte; al fin y al cabo tenía que colocarlo en lo alto del lugar. Al parecer el rumor del club de fans del apuesto pirata no era sino fundado. Con una pequeña sonrisa, se dio la vuelta y fue hasta la puerta.
-No parece que esté aquí... ¿Crees que podría haber subido al piso de arriba? A lo mejor deberíamos darnos prisa e ir a mirar. No creo que a ningún superior le hiciera mucha gracia.- Añadió poniendo cara de preocupación.
- ¡Claro! Sin problemas. ¿Te alojas también aquí, no? Ven, busquemos en el dormitorio. Quizás haya vuelto a ''casa''.
Sin esperar respuesta, volvió a los dormitorios. Comenzó a hacer como que buscaba aquí y allá, pese a saber de sobras que el animalito no estaba ahí. Ni su mantra detectaba presencia animal ninguna ni lo había visto antes. Aprovechó para mirar por encima las otras literas y camas, buscando algo interesante. Ya estaba a punto de rendirse cuando algo le llamó la atención. En el poste de una de las literas, por la cara de dentro, había una pegatina. Reconocería el logo en cualquier parte; al fin y al cabo tenía que colocarlo en lo alto del lugar. Al parecer el rumor del club de fans del apuesto pirata no era sino fundado. Con una pequeña sonrisa, se dio la vuelta y fue hasta la puerta.
-No parece que esté aquí... ¿Crees que podría haber subido al piso de arriba? A lo mejor deberíamos darnos prisa e ir a mirar. No creo que a ningún superior le hiciera mucha gracia.- Añadió poniendo cara de preocupación.
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- ¿Dónde estás? [Moderado nivel 4/Bleyd]
- ¿A qué nivel estás? (Kedra y Midorima) (Privado)
- [Rol Moderado - Nivel 5] Extraña criatura en el pantano [Moderado para Alex]
- Buscando al revolucionario...revolucionaria... que más da. [Moderado Pasado S.S.] [Nivel 2]
- Moderado nivel 3 "Blishard, Buscando kairo en la montaña norte*
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