[Moderado Nivel 3] Nubes de tormenta [Kai]

El Vicealmirante avanzó por los ya conocidos pasillos del cuartel general. A diferencia de su habitual aspecto descuidado, para el encuentro se había molestado de cuidar un poco su apariencia y vestimenta. Para variar llevaba el torso cubierto, vestido con una camiseta negra ajustada sin mangas, pantalones y botas militares del mismo color, mitones de cuero y unas gafas de sol redondas, con la chaqueta de oficial sobre los hombros. Dado que era una situación formal, aun tratándose de su sensei, había puesto sus condecoraciones en la chaqueta. Además de eso, por respeto al Almirante como su mentor y superior, al llegar a la puerta al jardín se sacó el cigarrillo y lo apretó en su puño, apagándolo. No quería molestarlo con el olor del tabaco. Tras eso entró ya en el patrio, localizando la presencia de su maestro con su haki de observación y dirigiéndose hacia él. El lugar era bastante hermoso y relajante, tal y como lo recordaba. Casi creyó por un instante volver atrás en el tiempo, cuando había estado allí viviendo con Matsuya mientras le entrenaba. Al llegar junto a este, se arrodilló frente a él escuchando sus palabras, y dijo:

- Matsuya-sensei, he venido a haceros una petición y pediros vuestras instrucciones sobre un asunto.

En las últimas semanas había seguido con preocupación las noticias sobre la guerra de Síderos, en especial por el hecho de que el Gobierno no hubiese tomado un bando aun. Por lo que sabía se estaban movilizando las tropas, así que era evidente que tomarían partido. Sin embargo, era perfectamente consciente de lo vital que era que el Gobierno rompiese con la mala racha que llevaba últimamente. La victoria pírrica en el norte y las derrotas en las anteriores grandes guerras (por no hablar de los avances de los Yonkous en el Nuevo Mundo) estaban dejando al Gobierno en muy mala situación. Es más, su propia derrota en el Archipiélago Verde (si bien se había considerado como una guerra perdida de antemano por el escaso poder de la guarnición en comparación con la alianza pirata) había permitido a Émile coronarse como uno de los cuatro Emperadores y poner en jaque la frágil posición del Gobierno en aquel mar. Necesitaban desesperadamente que Síderos no fuese un Hallstat 2.0, y para eso estaba él. Se levantó y se cuadró frente al Almirante, con una mirada determinada y gesto serio.

- Señor, solicito permiso para liderar nuestras fuerzas en la guerra de Síderos.

Kai mantuvo el brazo en la frente, sin moverse ni un pelo. Aguardaría a la decisión de su maestro, fuera cual fuera. Era cierto que igual estaba siendo un poco presuntuoso... pero sentía que era lo que debía hacer. Si no lo hiciese así, estaría fallando a sus principios, no estaría siendo quien había prometido ser. Pues para eso había entrado en la Marina: para devolverle su antigua gloria al Gobierno y con ello restaurar la paz y el equilibrio en el mundo. El sistema que defendía podía tener fallos, sí, pero era una garantía de paz y prosperidad. No podía permitir que aquellos que buscaban el propio beneficio o un estúpido ideal utópico lo echaran todo por tierra y sumieran al mundo en el caos y la anarquía. Una brisa fría agitó las ramas de los árboles y acarició la piel del Vicealmirante, haciendo caer varias hojas y causándole un escalofrío. De repente estas comenzaron a deshacerse en el aire, al tiempo que una fuerte intención hostil le llegó de su sensei. Retrocedió con varias veloces piruetas hacia atrás, cayendo agachado apoyado sobre un brazo y con el otro oculto bajo la chaqueta.

- De acuerdo, sensei... os mostraré cuánto he mejorado - frunció el ceño y se concentró - Segundo Camino...

De repente comenzó a "adelgazar", o al menos en apariencia. En realidad sus músculos se estaban tensando y concentrando, pasando a una forma más aerodinámica y veloz, aunque menos fuerte por la pérdida de masa muscular. Acto seguido agarró la chaqueta y la lanzó a un lado para que no entorpeciera sus movimientos. Tratándose de su maestro, tenía que ir con todo desde el principio; al fin y al cabo era un Almirante. Dio un poderoso salto de altura, elevándose varios metros, y comenzó a ganar más altura emitiendo llamas por los pies con su Akahane. "Ahora veréis hasta qué punto llegan mis poderes, sensei." Se puso en guardia mientras sus brazos comenzaban a brillar con diferentes colores al tiempo que se imbuían en su haki, y comenzó a dar una ráfaga de veloces puñetazos en dirección a Matsuya.

- ¡Speed Sokudan, Dragon Storm!

Con cada puñetazo que daba, una cabeza de dragón de un color diferente salía disparada en dirección hacia el Almirante. Pronto hubo toda una multitud de ellas en la zona, tanto de los colores de los cinco dragones cromáticos como de los cinco metálicos. Eran decenas de ellas, varias de cada tipo y cada una con un poder diferente. En medio de la ráfaga, y manteniendo localizado al Almirante en todo momento con su mantra, hizo arder el interior de su puño cerrado. En él escondía su as bajo la manga, pues su gesto al esconder el brazo bajo la gabardina durante su esquiva no había sido casual. Había aprovechado el instante para coger una de sus bolas de hierbas, la cual al arder liberaría una nube de gas lacrimógeno al que Kai estaba inmunizado. Así pues, lanzó la bola en llamas a la zona donde estaba su sensei, rematando la estrategia comenzando a generar Fuego del Averno desde su cuerpo, con intención de crear una jaula cupular de llamas justo bajo él, sobre toda la extensión del jardín. Así atraparía al Almirante entre el fuego y el humo. Con una media sonrisa de pura ansiedad y una gota de sudor cayéndose por el rostro, sacó un cigarrillo y se lo llevó a los labios. No creía que aquello fuese a ser suficiente...

- ...pero esto es sólo el comienzo.

Entonces chasqueó los dedos, y de los barrotes de fuego comenzaron a salir cientos de estacas de llamas hacia toda la extensión del jardín.

técnicas usadas:

Ni siquiera le dio tiempo a reaccionar. Su pitillo salió volando, mientras el puño de su maestro permanecía a escasos centímetros de su cara. Retrocedió instintivamente, pese a saber que era inútil, y que de haber querido golpearle ya lo habría hecho. Las palabras de su sensei le cayeron como un cubo de agua fría, haciendo que desviase la vista con un gesto de frustración y rabia. Había sido impulsivo y pasional, dejándose llevar por el momento en lugar de pensar las cosas fríamente. Y el resultado... observó con cierta pena los restos del jardín, y con un suspiro chasqueó los dedos apagando las últimas brasas que quedaban empleando su Full Control. Entonces redujo la potencia de su Akahane para descender suavemente, haciendo desaparecer totalmente las llamas cuando estaba a medio metro del suelo. Cayó ágilmente y se arrodilló frente a su maestro:

- Disculpadme, sensei. He sido terriblemente descuidado e impulsivo, pero no volverá a suceder. No se si era la lección que pretendíais que entendiera... pero veo que debo prestar más atención a mi entorno. A veces pasar a la ofensiva causa daños colaterales, y no siempre son asumibles.

Se levantó y se acercó a la mesa, observando con curiosidad las fichas del shogi. Llevaba bastantes años sin jugar, pues aunque en un pasado solía hacerlo con el maestro Porki Hozan, ya un tiempo antes de alistarse las obligaciones del anciano monje habían reducido el tiempo libre que tenía. No recordaba del todo las normas, y la verdad es que no tenía claro si sería capaz de ofrecerle una partida en condiciones... pero en su momento no había sido mal jugador.

- No me vendría mal que me refrescaran la memoria sobre las reglas... hace bastante que no juego - dijo, sentándose frente a él - Aun así intentaré hacerlo lo mejor posible.

Trató de llevar como pudo la partida, pero hacía demasiado tiempo que no jugaba, y dudaba mucho con cada jugada. Pronto le quedó claro que el Almirante no jugaba impulsivamente, si no que simplemente era así de bueno. Trató de remontar y empezó a hacer jugadas arriesgadas, sacrificando fichas y luego jugando defensivo al ver que no le funcionaba. Mientras estaba jugando, comenzó a reflexionar las palabras del Almirante. ¿Realmente estaba preparado para dirigir un ejército entero? ¿Para decidir el destino de una nación entera y sobrellevar el peso de tener en sus manos las vidas de sus soldados y los habitantes? No... no lo estaba. En el Archipiélago Verde defendía una base de un asalto pirata, y la toma de decisiones no implicaba ni la mitad de cuestiones éticas y morales que se le plantearían en una guerra con civiles envueltos. Además... no se veía listo para dirigir algo tan grande. Aun le faltaba mucho por aprender, entre otras cosas a controlar su explosivo carácter y volverse más reflexivo. Al acabar la partida, Kai se levantó con rostro pensativo y sombrío, y dijo:

- He tomado una decisión. Fue una idea prematura e irreflexiva. No estoy listo para comandar las tropas en una guerra. Trabajaré duro para poder estarlo en un futuro, sensei - dijo, juntando el puño derecho con la palma izquierda e inclinándose - Ahora limpiaré este desastre y luego me retiraré.