La jungla del ácido (Entrenamiento dinámico Madara-Vilya)

Isla palmera, un bonito lugar que, sin duda terminaría muy mal, si estaba en lo cierto y Madara me había citado para entrenar. Era bastante probable que fuera así, sobre todo después de que consumiera aquella fruta del diablo. Mornauguth, la dragona verde que ahora me daba poder parecía encantada cada vez que el jefe estaba cerca. Por algún motivo, que aún no conozco, eso estaba comenzando a afectarme a mí también, además de notar de forma marcada la personalidad de la criatura, bastante diferente a la mía. Había pasado por la ciudad a por provisiones, e informarme del bosque antes de ir al mismo. Estaba segura que no sería complicado sobrevivir, pero así al menos haría tiempo para la llegada del mercenario.

-Destruye el pueblo, un par de pasadas con el aliento y todo esto se convertiría en ruinas corroídas. – Me dijo la dragona mientras salía del pueblo. – Al menos, destruye una casa, por pasar el rato y eso.

-Shh, para que me serviría eso, más que para gastar energías. Todavía estoy pensando si eres un regalo o una maldición dragona. -Le respondí algo enfadad, nunca me había gustado la destrucción gratuita, si hubiera sacado algo de provecho, quizás.

Esperaba que Madara diera conmigo pronto, de lo contrario me distraería jugando con las plantas, ahora que podía interferir en su crecimiento y movimiento. Había notado que ahora me movía más deprisa, y tenía más fuerza. Tarde algunos días en no romper nada al cogerlo, también lo había notado en el arco, me costaba mucho menos tensarlo, y podía usar arcos mucho más fuertes de lo que podía antes. Tenía muchas ideas, pero estaba segura que el Shichibukai venía ya con varias en mente.

Una sombra cruzó el cielo a una velocidad considerable. Aunque fuese una isla frecuentada por marines, aquel hombre había avisado de que iba a estar unas semanas allí. Mientras no la liase tenía todo el permiso del gobierno y eso era bueno. El mercenario observaba toda la isla desde su forma completa. Cuando sobrevoló una zona en concreto, notó una presencia que le hizo sonreír de lado. Su haki de observación era útil en algunas ocasiones. Sin pensárselo bajó hacia aquel bosque y a medida que iba aterrizando, su cuerpo iba perdiendo tamaño. Finalmente quedó en la forma humana y aterrizó con bastante calma. Sus rojizos orbes se clavaron en la muchacha que tenía frente a sus ojos. Era el momento de entrenarla y de paso mejorar él también algunas cosas. Aquello iba a alegrarle un poco y si lograba algo caliente con ella, mucho mejor. El moreno empezó a caminar despacio hacia ella con una sonrisa ladeada en su rostro.

- Veo que la cosa puede comenzar.

No era la primera vez que entrenaba a alguien, pues se tiró un par de meses ayudando a Nokotori y Qui Gon con sus cosas. Después de una cruel tortura por parte de ellos al no poner muchas ganas, por fin les enseñó el haki armadura. Ahora la cosa parecía ser algo distinta y ambos iban a disfrutar de aquello. Madara vestía con una camiseta negra de manga corta, dejando a la vista sus músculos bien curtidos. Poseía un pantalón del mismo color y unas sandalias de madera. En su espalda podían serse sus armas y una enorme mochila. Llevaba todo lo necesario para sobrevivir: dinero. Tosió un poco y después avanzó hacia la chica con toda la calma del mundo. Midiendo dos metros y medio, ella se quedaba por su cintura o cosa así, pero era el precio de ser tan fuerte. Tenía en mente lo que quería mejorar.

- Cuanto estés cómoda con tus vestimentas y preparada, empezaremos el entrenamiento. Antes de nada dejaremos claro qué desea cada uno.

Justo entonces el mercenario cerró los ojos e hizo un par de movimientos con las manos. Dejó su energía rodearle totalmente y entonces unas costillas azuladas se formaron a su alrededor. De ellas surgió una especie de ser humanoide de siete metros, el cual portaba un par de espadas y rodeaba al moreno. Era como si fuese un escudo con aquella forma. El terrible ser rugió con fuerza y después colocó los brazos en equis, protegiendo de esa forma al Uchicha, el cual se hallaba dentro. El shichibukai mostró una sonrisa ladeada y después de unos momentos volvió a observar a la chica con toda la calma del mundo.

- Mi objetivo aparte de conseguir ese fantástico y soñado polvo contigo, es el de mejorar esta preciosidad a un nivel superior ¿Tú por tu parte? Según lo que me comentes, podré encontrar un entrenamiento perfecto y divertido para los dos.

Terminó de decir mientras aquel enorme ser observaba a la chica con sus blancos y brillantes ojos. Parecía tener vida propia aunque no fuese así.

Madara mostro de nuevo la técnica que había exhibido durante la guerra en Sideros, que estando en forma humana era mucho más llamativa por la diferencia de tamaño. Era algo que me llamaba mucho la atención, pero no tan prioritario como algunas de las cosas que tenía en mente. El jefe interrumpió mis pensamientos con los comentarios acerca de si estaba cómoda con la vestimenta. La verdad es que sí, pero podía tratar de poner al Shichibukai algo nervioso quedándome en bikini, lo que también vendría bien para lo que quería desarrollar. El tiempo de aquel lugar acompañaba, por lo que me quite ropa hasta dejarme el traje de baño. Era una chica muy previsora y sabía que tarde o temprano pararíamos a descansar y disfrutar del tiempo y un agradable paso por la orilla del mar a relajarse, mucho mucho.

-Pues veras, quiero mejorar todo lo referente al aliento corrosivo, había pensado en tratar de conseguir que se quedara en forma de nube cerca del suelo, expulsarlo por todo el cuerpo o algo parecido. – Le sugerí al dragón mientras tocaba las hojas de un arbusto y las hacia moverse por mi brazo desnudo. – No sé cómo piensas mejorar eso, pero cuenta conmigo si hay que pegarte mucho y fuerte. – Le comenté guiñándole un ojo. ¿A quién no le gusta pegarle al jefe?

Mientras esperaba la contestación del dragón me acerqué hasta unos cuantos matorrales dejando con el que estaba jugando y les eché el aliento. Como era de esperar las plantas ni se inmutaron ante ello. Había visto a los otros hacer cosas extraordinarias en forma humana, ¿Cuándo podría yo hacer lo mismo? Madara no creo que se quejara de las vistas de mi trasero en bikini, pero estaría atenta para resolver alguna de las dudas que le pudieran surgir. También a las indicaciones para mis pretensiones que pudiera darme el mercenario.

- Pfff… Como está la niña…

Dijo en voz alta el dragón al mismo tiempo que negaba un poco con la cabeza. Debía centrarse en lo que debía, pero con aquella chica desnuda en gran parte frente a sus ojos, la tentación de violarla allí mismo era increíble. No era normal el cuerpazo que tenía. Tosió un poco y después escuchó sus palabras. Ella deseaba algo que incluso Madara pensaba entrenar, pero su nube iría por el cielo. En cuanto a lo otro, él mismo disponía de dicha habilidad. Fue entonces cuando el devastador soltó una pequeña carcajada e hizo que algunos chorros de ácido salieran de sus brazos, piernas e incluso espalda. Lo de hacer su aliento por cualquier lado le era fácil y por ello lo mostró delante de la preciosidad que tenía delante.

- Pues tan solo debes concentrarte en intentar lanzar tu elemento por cualquier lado, así lo hago yo. Creo que vamos a pasarlo bien mientras intentas partirme la cara a base de técnica mientras te miro. Lo suyo es empezar ya. – Dijo avanzando hacia ella.

El dragón no tardó nada en quitarse la camiseta, la mochila y las armas. Quedó con su torso al descubierto, el cual estaba perfectamente musculado. No tenía heridas ni nada por el estilo. El cabrón apenas era dañado en sus peleas. Una sonrisa siniestra se formó en su rostro al mismo tiempo que su lengua se paseaba por sus propios labios. Deseaba que aquello comenzase de una buena vez. Tronó los huesos de su cuello y acto seguido trató de colocar su mano derecha en la mejilla de la joven belleza que tenía frente a sus ojos.

- No te contengas, mi amor. Trata de terminar con mi vida, si te es posible. De hecho, espero que no te rompas una uña. – Terminó de decir al mismo tiempo que activaba su haki de observación y reía de forma siniestra.

Tras un leve intento de acariciarle un seno rápidamente y de forma “disimulada”, el mercenario se cruzó de brazos. Sus ojos tomaron un color rojizo mucho más intenso y retrocedió unos pasos al mismo tiempo que el cielo empezaba a oscurecerse. Parecía ser a causa del Shichibukai, el cual sonreía de forma sospechosa y hacía que nubarrones oscuros rodeasen la isla. Era como si hubiesen salido de la nada, demasiado tétrico todo. Soltó una risa macabra y entonces le hizo un gesto para que empezase.

- ¡Adelante, pequeña!

El descarado de Madara había acariciado uno de mis pechos tras haberme acariciado la mejilla. No esperaba que hiciera otra cosa, pero a decir verdad me había hecho sentir algo molesta. Al parecer, para generar aquel gas lo que necesitaba era concentrarme, lo que sin duda era mucho más sencillo decirlo que hacerlo, pero si el jefe había podido, yo también tenía que poder. Me estaba pidiendo que le golpeara, cosa que pensaba hacer encantada, y más si podía conseguir sorprenderle haciendo que con alguno de mis puñetazos saliera algo de gas. No le haría demasiado, pero de seguro que no lo esperaría de ninguna forma.

Pasé a mi forma híbrida para conseguir algo más de poder de ataque, y para que mentir, para sentirme más segura. Tras ello comencé a darle golpes en el pecho al jefe, ponía toda mi fuerza, mi rabia, mis ganas de tirarlo al suelo y hacerle cosas sucias en cada puñetazo. Además de eso, en cada golpe trataba de canalizar la sensación que me recorría el pecho, la garganta, la boca cada vez que lanzaba el aliento contra alguien. La concentración era la clave, había dicho Madara, pero aquellos chocolatitos perfectos que tenía…..

Su propia libido jugaba en su contra y la salida de la dragona jodiendo por el otro lado no ayudaba, aun así, trataba de estar todo lo concentrada que podía en los puños y transmitir aquellas sensaciones a la piel de los mismos. Si lo conseguía, trataría de expandir eso a todo el cuerpo, sabía que no sería fácil, y que se tardaría, pero darle puñetazo al mercenario ayuda un poco. Y posiblemente el sexo resultante de toda esa tensión sería de lo más grandioso, aunque puede que lo hiciera esperar para darle más emoción.

Al fin comenzaba la diversión. Los puñetazos de aquella preciosidad empezaron a impactar en el torso del enorme devastador, el cual mantenía una sonrisa en todo momento. La chica en forma híbrida le resultaba hermosa también y debí admitirlo. Los golpes empezaban a dolerle un poco y por ello activó el haki de armadura a bajo nivel para poder aguantarlos, de hecho, ni lo hizo visible de lo poco que se esmeró. Cerró los ojos despacio sintiendo los impactas y entonces empezó a reír despacio. Era el momento de utilizar él también su habilidad para mejorarla. Tomó un poco de aire y se concentró lo mejor posible. El enorme mercenario mostró entonces una expresión siniestra y lo siguiente que hizo fue pasar su lengua lentamente por los labios. Abrió los ojos al momento y los clavó en la mujer dragón.

El siguiente puñetazo de ella no se estrelló en su carne, más bien en algo muy distinto. Una especie de costillas azuladas habían surgido de la nada formando una especie de protección. Aquel monstruoso ser surgió entonces de la nada y Madara quedó dentro de su torso. El humanoide hecho de energía de siete metros. Una espada apareció en cada una de sus manos. La bestia rugió mientras colocaba las espadas en equis para bloquear mejor a la chica, pero con la zona ancha de las armas para que no se cortase. El dragón en su interior se sentó y empezó a concentrarse mientras canalizaba su energía en aquella cosa. Empezó a realizar unos cuantos sellos con las manos en el interior y después de unos momentos abrió la boca despacio para hablarle a ella.

- No pares en ningún momento y mejor vuelve a la forma humana. Debes forzar a tu cuerpo a que haga lo que desees estando al límite, o no te obedecerá al principio.

El mercenario continuó concentrándose mientras el enorme gigante hecho de energía miraba a la chica de forma fiera, como si estuviese a punto de morderla o algo. La enorme defensa sería impenetrable para ella, pues el moreno colocó la pierna en el otro lado de la “pared” de aquel poder, imbuyéndolo en haki armadura. Iría probando distintos métodos para mejorar aquel monstruo de la mejor forma posible y al mismo tiempo iría hablando con aquella hermosa compañera.

- Llegué hace poco de una reunión con Bleyd. Está muy tonto y se hace mucho la víctima. Pone condiciones en los trabajos que le doy y se fue muy rápido. Empiezo a sospechar que podríamos tener un topo.

Dijo entonces mientras una cola terminada en una cuchilla salía de la parte baja de su espalda. Aquella cosa empezó a enroscarse en el torso del dragón, el cual empezó a notar ciertas vibraciones en el escudo. Aquello podía salir bien si mandaba toda la energía a puntos distintos del enorme Impakuto. Mostró una sonrisa calmada y continuó con los ojos cerrados mientras esperaba que la hermosa dragona hablase y continuase entrenando.

Lo estaba disfrutando muchísimo, golpear a Madara era una de las cosas más relajantes que había hecho en mucho tiempo, quizás tratara de convertirlo en un ámbito quita estrés. De todas formas, el jefe no tardó demasiado en sacar aquella extraña protección que se interpuso entre los dos. Ahora en lugar de golpear la carne había golpeado lo que parecían espadas formadas de la misma energía que formaban el caparazón del mercenario. Tras formarlo me quede un poco aturdida, ¿Quería que golpeara eso mientras él se sentaba dentro a mirar? Sus siguientes palabras lo corroboraron, me pedía que no parara de atacarle y que volviera a mi forma normal, cosa que hice mientras él siguió hablando. Seguí poniendo todo mi empeño en conseguir sacar el gas corrosivo por todo mi cuerpo, mientras golpeaba aquellas espadas de energía. Sería complicado saber si estaba funcionando, a menos que esas cosas fueran susceptibles a mi habilidad.

Seguí atacando mientras el Shichibukai continuó hablando, esta vez del nuevo miembro de la banda, Bleyd. Al parecer estaba actuando de forma rara, aunque a mí siempre me había parecido muy raro. Madara pensaba que quizás fuera un topo, pero, ¿Quién querría mandarnos un topo? Lo mismo solo era un pobre iluso con miedo a acabar con sus presas. Aunque la verdad, me cabreo un poco que pudiera serlo, haciendo que aumentara un poco el ritmo y fuerza de los puñetazos. Los nudillos me comenzaron a escocer un poco, pero no le di mucha importancia.

-¿Para quién crees que puede estar trabajando ese posible topo? – Le pregunte mientras mantenía el nuevo ritmo de golpes. – No creerás que el gobierno ya no se fía de nosotros, o estás pensando en presas más grandes, no sé, como Yonkous. – Tras un par de puñetazos más continué. – Lo mismo es que ese grandullón solo es un blando y tiene miedo de rematar lo que empieza, o de hacer lo que tiene que hacerse. Deberías haberlo puesto a prueba antes, o mandarle solo contra tipos malos. Tampoco es que tengamos demasiadas misiones contra el gobierno, y menos en las que puedas ocultar tu presencia, jefe. Aunque puede que la revolución se haya cansado de nuestra ambigüedad y quiera jodernos.

La energía de Madara continuaba bloqueando los golpes de la chica mientras él continuaba sentado en el interior controlando sus canalizaciones en el enorme humanoide. Lo estaba usando como si fuera su propio robot se combate. El moreno entonces aumentó el nivel de poder y provocó que un brazo extra saliera de aquella cosa, pero al parecer, no tardó en desaparecer. Frunció el ceño al darse cuenta de que aquello estuvo a punto de salirle, pero necesitaba concentrarse más y encontrar la forma correcta. Su concentración era increíble y él mismo sabía que podía hablar con la joven sin perder la compostura. Era un tipo demasiado listo y podía estar en varios temas a la vez. Aumentó la dureza durante unos segundos, pero eso hizo que empezase a sudar, aquello costaba bastante energía por lo que se veía. Escuchó lo que dijo su hermosa compañera y ladeó un poco la cabeza.

- Me inclino más por la última opción que has nombrado. El gobierno actualmente sabe que somos necesarios, los yonkous están a su puta bola, pero los rebeldes podrían estar tramando algo. Igualmente, no descarto que solo busque protección temporal o algo por el estilo.

Por un momento el dragón se distrajo y uno de los golpes de la joven agrietó su barrera. Había dejado de imbuirla en haki y estaba a punto de ser destruida, rápidamente colocó el pie de nuevo en la pared y mejoró de nuevo la defensa. Soltó un suspiro y el enorme ser gruñó también. Un punto para la dragona. Él mostró una sonrisa calmada y continuó canalizando su poder en distintas partes de aquel ser. Logró entonces que otro brazo surgiera de uno de los costados y éste poseía una especie de escudo de energía que él mismo quería crear. Tras unos segundos desapareció de nuevo y eso hizo que el mercenario chasquease la lengua. Debía contarle a su hermosa compañera todo acerca de Bleyd.

- Drake, la bestia me ofreció una suma de dinero por Bleyd. Se ve que tiene un odio enorme por él, entonces nuestro querido sospechoso acudió a mí. En lugar de matarlo como habría hecho, me dio pena y le ofrecí trabajar para mí. Claramente, estoy pensando en entregarlo y quedarme el dinero. Algo me dice que esta persona solo busca protección y nos dará la puñalada cuando encuentre un dueño que le beneficie más. Siempre está ese tipo de gente sin personalidad. Demasiados peloteos me hace y ese cambio de actitud tan bruto no me gusta. De todas formas, quiero que le eches un ojo encima también.

Un nuevo impacto hizo la fortaleza de Madara temblar de nuevo y eso hizo que él alzase una ceja. La fuerza de la chica era increíble. Esperaba que lograse el control de su elemento y que él pronto dominase lo que planeaba hacer con su precioso Impakuto. De nuevo canalizó la energía en los costados y logró formar esta vez dos brazos, pero sin nada más. Se mantuvo callado y se centró en escuchar a la chica y mantener las dos nuevas extremidades de aquel ser. El cual retiró las espadas para que la joven golpease el cuerpo directamente.

De modo que Madara estaba pensando que la revolución nos podía ver como una amenaza. Por una parte, me entusiasmaba la idea, que gente con tanto poder e influencia nos pudiera considerar amenazas era algo bueno, pero malo a la vez. Al ser una amenaza no tardarían en tratar de eliminarlos para quitar esa amenaza del medio. Necesitaba aumentar mi poder para estar a la altura de las circunstancias y no se el eslabón débil de la banda. Seguí golpeando al jefe con el ritmo aumentando, notando como una grieta se formó en aquella armadura. Aunque el dragón la reparó casi al instante eso me dio fuerzas para redoblar mis esfuerzos. No sabía cuánto podría mantener el nuevo ritmo, lo que si estaba notando era más escozor por la mano, que la zona donde estaba golpeando estaba adquiriendo un color verdoso claro característico de mi aliento.

Entonces el Shichibukai comenzó a contarme como había conocido a Bleyd y le había invitado a formar parte. No me pareció en un principio que por lo me conto ese tipo pudiera tener lazos con la revolución, ni con nadie, a decir verdad. Aunque la recompensa que pendía sobre el por parte del lobo ártico no era algo a despreciar. A pesar de ello algo no cuadraba. Esta pequeña desvariación me hizo perder ritmo y que la niebla verdosa comenzara a deshacerse. Volviendo a concentrarme en la generación del gas por los puños mantuve el ritmo, ya lo aumentaría de nuevo tras hablar con el jefe.

-Es muy viable la opción de la seguridad, aunque no creo que se atreva a abandonarte. Su trayectoria no ha estado marcada por delitos como para unirse a un pirata, ni por la liberación del oprimido, como para que alguien de la revolución se fijara. De hecho, no le había oído mencionar hasta casi Sideros. Si vas a ir a cazar una presa grande no buscas cazadores novatos o con fama rápida, buscas a los experimentados y curtidos. Bleyd no sería mi elección para venir tras nosotros, en ninguno de los casos. Le echaré un ojo en las misiones en las que me acompañe, y me mantendré alerta con él cerca. ¿Crees que Drake vendrá tras nosotros por meterlo a la banda?

En cuanto terminé de hablar aumenté mi concentración, aumentando la fuerza de mis golpes. No era una experta en combate cuerpo a cuerpo, ni en karate ni nada de eso, pero puñetazos si sabía dar. La armadura de Madara ahora tenía dos brazos extra, lo que hizo activar los hakis, no quería que me pillara de sorpresa un golpe con ellos, además de dar más potencia a mis puños e intentar reducir el escozor que provenía de ellos. Esperaba que esa armadura no le protegiera del gas y que este fuera entrando dentro de la misma, eso si de verdad era mi gas y no una ilusión formada por los golpes y mis ganas.

- Es muy probable que lo haga, pero por el momento no lo sabe. Si llega a enterarse yo mismo me ocuparé de ese asunto, aunque Arribor junto al lobo ya serían un peligro potencial. Igualmente, no veo mucho tiempo más a Bleyd con nosotros. Lo decidiré en mi travesía cuando vaya a vengar a los míos.

Dijo entonces mientras continuaba concentrado sentado dentro de su fortaleza. La sensación de falta de oxígeno empezó a notarse bastante para el dragón, pero podía aguantar un poco más sin problema alguno. Cerró los ojos con fuerza y apretó los puños mientras aquellos brazos formaban cada uno una especie de escudo de energía de unos dos metros de altura y dos de grosor, totalmente redondos. Eso provocó que el dragón negro mostrase una sonrisa siniestra. Estaba logrando su plan a la perfección y lo siguiente que hizo fue aumentar su poder todo lo posible. El enorme ser azulado rugió con fuerza y él simplemente empezó a reír en el interior. Sin duda alguna estaba consiguiendo la mejora que deseaba. Entonces se colocó en pie dentro de aquella cosa y miró fijamente a la dragona.

- Eres la única con dos dedos de luces de mi equipo. Un niño que solo es útil cuando se transforma y rara vez sucede, un tío que empieza a hacer el imbécil, vaya fichajes. Por lo menos mi belleza es lista. – Dijo señalándola y mirándola de arriba abajo.

Juntó las manos haciendo que el enorme ser de energía desapareciera y solo quedaran las costillas de energía protegiéndole. El Uchiha entonces le hizo un gesto para que fuese a por él, trataba de provocarla y que se esforzase al máximo. Las alas negras del mercenario surgieron de su espalda y sus ojos tomaron un tono rojizo que imponía en parte. Era el momento definitivo y él ya tenía una idea de cómo activar su Impakuto una última vez. El cielo se oscureció por orden mental de Madara, pues disponía de aquel poder. El viento meció los árboles y entonces el moreno colocó los brazos en equis mientras empezaba a reír de forma un poco tétrica.

- ¡Confía en tu propio poder! ¡Hazlo ahora y cumpliré uno de tus deseos! – Dijo viniéndose arriba mientras la desafiaba.

Estaba claro que si era darle dinero diría que no recordaba haberle dicho nada, pero cualquier cosa que no costase nada podría otorgárselo, a saber lo que pedía. El devastador del ácido entonces disminuyó un poco su energía, pero continuó imbuyendo en su haki aquel escudo de costillas. No era tan tonto. A lo mejor ella lograba dominar su poder y lo perjudicaba de alguna forma rara sin querer. Esperó a su preciosa compañera con ganas y entrecerró los ojos. Sus músculos se tensaron un poco y sus dientes se afilaron.

- ¡Muéstrame tu fuerza de voluntad! Enséñame la razón por la que te considere mi Diosa sexy ¡Vamos! – Gritó tratando de motivarla y esperándola.

¿En su travesía? ¿Tenía pensado marcharse una temporada y avisaba de esa forma? No me extrañaba, la verdad, Madara siempre hacía lo que quería y cuando quería, pero esperaba que la tuviera en algo más de estima que eso. La dragona en su interior encendió una llama de ira también al escuchar aquello, ella parecía incluso más molesta que yo. El Shichibukai había mencionado también a Arribor, un pirata peligroso, y más si ahora contaba con el lobo en su banda. Si el gobierno era listo, pronto le ofrecerían el mismo puesto que al mercenario, puede que incluso alguno más alto. El jefe continuó hablando, parecía que solo se fiaba de mí en la actual composición de la banda.

El cielo comenzó a nublarse, la dragona seguía molesta al igual que yo, pero aquello era cosa de Madara, algo preparaba. No tardó demasiado en sacar grandes escudos de sus brazos nuevos, algo impresionante, pero no sentí ninguna amenaza por lo que continúe mis ataques. Tras ello se levantó en el interior de su armadura, y trato de animarme, de convencerme de que lo consiguiese. Sin duda lo que más me animo fue lo de concederme lo que quisiera. Justo tras eso me reto a mostrarle mi fuerza, para entonces ya se había desecho de gran parte de su armadura, lo que sin duda fue una total ofensa.

Reuniendo todos esos sentimientos, encendidos por los de codicia y enfado de la dragona, lleve el brazo hacia atrás, tal y como hacia cuando tensaba el arco. Concentre todo mi ser, mis sentimientos, los de la dragona, los del deseo, mis fuerzas, todo, en ese puñetazo. La comezón del puño enseguida se trasladó a todo el brazo de forma muy rápida. Cuando solté el ataque, toda
mi extremidad estaba rodeada de una nube verdosa que, sin duda, era el gas corrosivo que yo generaba.

Pasara lo que pasara, daría un salto atrás y tras juntar mis brazos en cruz delante del pecho, reuniría de nuevo todos esos sentimientos y los liberaría con un gran grito a la vez que extendía mis extremidades dejándolas rectas a los lados del cuerpo. Si todo iba según lo que tenía en mente, el gas saldría de cada poro, rodeándome de una nube de gas, y, muy posiblemente, dejándome totalmente desnuda. Aunque sin duda eso sería un deleite para el mercenario, a mí, en ese momento, me daba totalmente igual.

La sonrisa del moreno se amplió cuando observó a la joven lanzar aquel golpe hacia él. Madara entonces desactivó el haki armadura y dejó su Impakuto al primer nivel. El puñetazo de la preciosa chica hizo que las costillas reventasen en una pequeña explosión de energía. Los nudillos de ella tuvieron una potencia sobrenatural en aquella barrera. El mercenario salió disparado hacia atrás y quedó pegado a un árbol. Su espalda partió el tronco fácilmente. Una pequeña carcajada salió de la boca del dragón negro. Había sido impresionante. Lo siguiente que hizo fue activar de nuevo su defensa, pero a un nivel muy distinto. El gigante azul surgió de la nada, pero esta vez tenía cuatro brazos y en dos de ellos aquellos escudos. Todo había salido perfecto y el devastador tenía el control sobre su nueva habilidad. No tardó mucho en desactivarla y limpiarse un poco el sudor de la frente, había sido un perfecto entrenamiento.

El dragón entonces observó la nube verdosa formada por los brazos de la joven y no pudo evitar mostrar una sonrisa. La mercenaria había logrado dominar la técnica y eso le hizo alegrarse por ella bastante. Entonces vio un pequeño detalle en el que no se había fijado. Sus ropas se estaban corroyendo por el gas y eso hizo al dragón bendecir al universo por su generosidad. Caminó hasta ella hasta quedar a una distancia prudente y entonces clavó una rodilla en el suelo mientras le dedicaba una sonrisa pervertida. Se notaba que estaba disfrutando muchísimo de las vistas.

- Daría mi alma por cinco minutos en un buen colchón contigo, princesa. Pero soy un hombre de palabra y cumpliré con el trato, pide lo que desees.

Las alas negras de su espalda se encogieron hasta desaparecer totalmente. Los dientes afilados del shichibukai desaparecieron también y sus ojos dejaron de brillar. Estaba en su forma normal, pero flipando con el hermoso cuerpo de la arquera. Tan solo esperaba el favor que debía hacerle mientras no le quitaba ojo de encima. Aquello era un regalo para la vista. Aquella hermosa piel grisácea le atraía demasiado y los orbes rojizos de ella le daban un morbo impresionante. No tardó mucho en emocionarse más de la cuenta y tuvo que pasarse la mano por la boca de forma disimulada. La naturaleza hacía milagros y el nacimiento de aquella preciosidad era uno de ellos. Sin duda, el mundo era un sitio hermoso en la mayoría de sus veces.

- ¿Seguro que ingeriste la fruta de un dragón? Algo me dice que eso venía de base y que eres Afrodita, joder, me tienes loco. – Dijo entre risas mientras suspiraba y movía la mano izquierda de un lado a otro.

Ahora mismo tenía al dragón negro delante de ella arrodillado cual caballero andante. Sin embargo, sabía que era todo lo contrario, pero también estaba bien así. Me pensé mucho la propuesta de Madara, podía pedirle cualquier deseo que tuviera. La dragona solo quería oro, oro, y más oro, aunque yo ya sabía que de eso el jefe no me daría. Se me ocurrió algo que sí podía hacer. De todos era sabido que era un químico y físico de gran habilidad, y los avances en esos campos habían sido extraordinarios en estos años. Por lo que ahora tenía dos opciones, una armadura nueva resistente a mí, o algo electrónico, un aparatejo de esos que hacía él que me ayudara.

-Me gustaría que me hicieras algo que me ayudara con el arco, algo de eso electrónico que haces tú. No sé cómo lo llamas ahora, pero seguro que sabes lo que digo. Intenta incluirlo en algún objeto que pueda llevar siempre conmigo, ya que me gustaría que incluyeras en el mismo una vivre card tuya. – La armadura era la otra opción, pero el Shichibukai no creía que supiera trabajar el metal, por lo que la buscaría por otro lado. – Respecto a tu alma, pronto será mía, ya lo veras.

Dicho lo cual, dejé de generar gas, poniéndome en la misma posición que él mientras le escuchaba decir aquella bonita frase acerca de mis orígenes. Cuando quería, el jefe era un romanticón de mierda. Aunque no podía negarlo, a todas nos gustaba que nos llamaran diosas del amor y la belleza, sobre todo a la dragona que estaba con la lívido de más de subida ahora mismo. Estando arrodillada pasé a forma híbrida, para después, manteniendo el mantra activo, dar un salto hacía el bosque, desplegar las alas y volar a toda velocidad entre los árboles. Mientras saltaba le diría al mercenario “Atrapa a tu diosa si la quieres tener esta noche contigo”.

Un arco así no debía de ser muy difícil para crear y mucho menos de manejar si era él quien hacía un dispositivo no muy difícil de usar. Sus conocimientos eran muy buenos en aquel tipo de cosas. Por el momento se centraría en lo que estaba haciendo. Escuchó las palabras de la preciosa dragona y no pudo evitar mostrar una sonrisa siniestra. Se relamió despacio y después se colocó en pie. La vio huir en su forma híbrida y sin embargo, él prefirió su hermoso método personal. Salió corriendo a toda velocidad, pero en su forma humana. Su cuerpo iba arrollando los árboles de la zona como si fueran meros conos de papel que estaban en su camino. Soltó una increíble carcajada y después desplegó las alas todo lo que pudo.

- ¡A ver si puedes huir tanto tiempo! – Gritó entre risas.

El cuerpo del moreno cambió a la forma completa. Un enorme ser alado ascendió hasta los cielos. Era una bestia impresionante, pues el dragón negro era uno de los más grandes y si encima eso se sumaba el tamaño de Madara… Afectaba a sus formas, por lo que el tamaño era increíble. Rugió con potencia haciendo saber quién estaba en la isla y tras unos segundos voló tras la dragona. La tenía fijada y esperaba poder alcanzarla. Justo entonces empezó a recibir algunos leves picotazos. Ladeó la cabeza y olió a carne humana. Aterrizó en un claro y pudo ver a unos veinte hombres vestidos con poca ropa, de pieles oscuras y armados con arcos. Una gota de sudor bajó por la cabeza del dragón.

- ¡Matad a la bestia! – Gritaban todos mientras le apuntaban.

El enorme ser volvió a su forma humana y alcanzó el enorme tamaño de dos metros y medio. Frunció el ceño y alzó el puño derecho de forma amenazante. Aquellos tipos retrocedieron. Debían de ser indígenas de lugar, pero le parecía cruel que le disparasen. Tan solo era un dragón gigante. El mercenario dio un paso hacia ellos y frunció el ceño.

- ¡Un flechazo más y os juro que os como aquí mismo, insectos! – Se impuso.

Justo entonces pasó por su lado una cría pequeña de unos cinco años. La niña le estampó una fruta en el rostro y allí quedó una marca roja, parecida a una plasta de algo asqueroso. Las venitas de la frente del mercenario empezaron a marcarse entonces de forma exagerada.

El mercenario había perdido el norte, avanzaba arrasando con todo lo que encontraba a su paso, cosa que hizo que mostrara una mueca de desacuerdo. Madara sabía de sobra que no me gustaba que se destruyera la naturaleza, era mi elemento, mi entorno predilecto, mi zona de juegos preferida. Tendría que hacerle pagar al dragón negro aquel destrozo. Su repentino cambio a completa y ascensión no fue nada comparado con su desaparición. En un abrir y cerrar de ojos aquel enorme ser había desaparecido del cielo. Podría ser algún tipo de trampa, pero decidí dar la vuelta por si acaso había perdido demasiada sangre por la emoción o había gastado demasiadas energías con la técnica nueva.

Al llegar al borde de un claro vi al jefe delante de un montón de pueblerinos con arcos que le apuntaban, también como una cría le tiraba algo a la cara. No pude evitar comenzar a reírme y delatar así mi posición, aún estaba en forma híbrida, por lo que muchos se giraron con sus armas hacía mí. Me acerqué despacio hacía ellos, haciendo que cada vez más sucumbieran a la desorientación. Eran demasiados para sugestionarlos a todos y que perdieran el norte, pero me dio tiempo suficiente para llegar y agarrar sus armas, haciendo que se rompieran gracias a la corrosión que ahora surgía de mis manos. Con ello había quedado mucho más cerca de Madara, pero quitando la distracción podríamos seguir con nuestro pequeño juego.

-Si te sigues parando con cualquiera por el camino jamás me cojeras jefe. Si yo fuera tú, pasaría de ellos ahora. Por cierto, nada de romper árboles esta vez. – Fue lo único que le dije antes de volver a salir a toda velocidad hacia el interior del bosque esperando que mi actuación y proposición fueran más fuertes que cualquiera de las cosas que pudieran estar pasando en ese momento por la mente del dragón negro.

Usé mis poderes para mover ramas que quedaran entre el mercenario y yo, poniendo así a prueba su capacidad de no romper cosas mientras me perseguía. Estaba empezando a pensar que no me quería, puesto que él era mucho más rápido que yo, al menos, de momento.

Los rojizos ojos de Madara continuaban clavados en aquella niña que le había tirado la fruta a la cara. Era como el enorme ser estuviese a punto de matarla, pero no pensaba hacer algo así. Ella lo miraba de forma desafiante sin miedo alguno y él respondía de la misma forma. Los tipos del pueblo tragaron saliva ante la situación. El dragón estaba flipando que una niña pequeña le echase tantos huevos. Hubo un momento en el que rugió con fuerza hacia ella y mostró sus dientes, pero la pequeña continuaba con el ceño fruncido y mirándole. Terminó por negar con la cabeza debido a la impotencia y terminó soltando un suspiro. Justo entonces escuchó las palabras de la hermosa mujer. Miró una vez más a aquellas personas y chasqueó su lengua despacio.

- Otro día pienso enseñaros un poco de respeto, capullos. Haced a la niña jefa de la tribu, tiene más cojones que todos los hombres del lugar.

Dicho eso miró hacia la dragona, la cual huía. Volvió a su forma completa y salió volando tras ella. El enorme dragón al ver que ella colocaba plantas de por medio alzó el vuelo sobre los árboles. De esa forma sería imposible que rompiese nada. La bestia mostró una sonrisa de superioridad mientras iba alcanzándola con su alta velocidad de vuelo. Cuando más o menos notó su aura bajo él, se lanzó hacia las plantas en picado. Llegando hacia ella cambió a su forma humana y por tanto redujo el tamaño de forma brutal. Colocó ambos pies sobre el tronco de un árbol y se impulsó hacia la dragona lo más rápido que pudo.

- ¡No escaparás! – Gritó mostrando una sonrisa siniestra y unos dientes afilados al haber estado en su forma completa apenas unos dos segundos atrás.

El moreno trató entonces de abrazarla en pleno aire y lanzarse hacia el suelo. Si lo lograba colocaría su cuerpo debajo en el impacto para que ella no se dañase con la caída. La hubiese atrapado o no, se colocaría en pie y la miraría con una expresión sádica. De la parte baja de su espalda surgió su enorme cola, la cual empezó a moverse por el entorno y a enroscarse en algunos troncos sin dañarlos. Ya había dejado de sentir las presencias de los nativos desde hacía un rato, por lo que no volverían a atacarle con las malditas flechas y frutas que poseían. Le había quedado trauma con la enana que le estampó aquella papilla rojiza en toda la cara sin piedad alguna, malcriada.