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Cielo azul cristalino sin ninguna nube en la Isla Galuna. Un barco pesquero viajaba por el mar, dónde en proa descansaba una especie de niño enano con cabello afro, cuernos dorados y un pijama de vaca, a su lado una bolsa casi más grande que él. El barco se acercó al puerto, los marineros comenzaron a descargar barriles llenos de pescados y el niño saltó a tierra firme. Comenzó a caminar feliz, por la playa dorada mientras cantaba alegremente. Aquella canción era realmente extraña, la letra era sobre cómo aquel chiquitín iba a conquistar el mundo y se haría dueño de la Tierra. Dando saltos sin parar, giros y con una voz aguda, seguía cantando su melodía. A veces la letra cambiaba y hablaba de comida, dulces y cosas que le gustaban. Incluso a veces nombraba a un tal Ryohei, Kiogre y Ugetsu. Era extraño, sin duda.
- ¿Qué hay dentro de mi cabeza? ¡Piruletas, caramelos, chocolate~! Pero no sólo hay eso. También hay un gran sueño~. ¡Conquistar el mundo~! ¡Eliminar a Ryohei~! ¡Comer la crema de helado que más me gusta~! ¡Qué Ugetsu llore~! ¡Ignorar a Kiogre~! - Cantaba con fuerza mientras corría por aquella playa de arena fina. - Ahora contemplarlo. ¡Este será mi mundo~! ¡Incluso Ryohei será eliminado~! - Seguía cantando sin parar, pero entonces ocurrió algo inesperado. Ushi, qué es cómo se llamaba aquel niño, tropezó con su propio pie, cayendo al suelo rodando y llenándose de arena. La bolsa cayó encima de su cabeza, provocándole un chichón. - Ugh... Buh... - Comenzó a quejarse. - ¡Duele! ¡Tengo arena en los pantalones! - Gritó entre lágrimas, para justo después romper a llorar. Comenzó a patalear en el suelo mientras mojaba la arena de su alrededor por culpa de las lágrimas.
Parecía que nada podía parar aquellos llantos de niño pequeño, hasta que se sacó una bolsa desde su pelo afro. Dentro habían piruletas con sabor a fresa y forma de corazón. Se levantó del suelo, agarró su bolsa, se limpió las lágrimas y se metió aquel caramelo en la boca, para arrancar el palo y así tragarse aquella piruleta. Cambió totalmente y ahora estaba feliz, pero algo de nuevo sucedió. Se había atragantado al tragárselo de golpe, sin masticar, por lo que empezó a toser. Lanzó un pequeño vómito con el trozo de caramelo rojo al suelo, dónde un líquido negro lo rodeaba. El caramelo comenzó a derretirse y Ushi se encontraba mal. Eso le pasaba por comer con demasiada prisa. Una lágrima cayó por su mejilla y empezó a hacer pucheros, cómo los de un bebé cuando está enfadado.
- ¿Qué hay dentro de mi cabeza? ¡Piruletas, caramelos, chocolate~! Pero no sólo hay eso. También hay un gran sueño~. ¡Conquistar el mundo~! ¡Eliminar a Ryohei~! ¡Comer la crema de helado que más me gusta~! ¡Qué Ugetsu llore~! ¡Ignorar a Kiogre~! - Cantaba con fuerza mientras corría por aquella playa de arena fina. - Ahora contemplarlo. ¡Este será mi mundo~! ¡Incluso Ryohei será eliminado~! - Seguía cantando sin parar, pero entonces ocurrió algo inesperado. Ushi, qué es cómo se llamaba aquel niño, tropezó con su propio pie, cayendo al suelo rodando y llenándose de arena. La bolsa cayó encima de su cabeza, provocándole un chichón. - Ugh... Buh... - Comenzó a quejarse. - ¡Duele! ¡Tengo arena en los pantalones! - Gritó entre lágrimas, para justo después romper a llorar. Comenzó a patalear en el suelo mientras mojaba la arena de su alrededor por culpa de las lágrimas.
Parecía que nada podía parar aquellos llantos de niño pequeño, hasta que se sacó una bolsa desde su pelo afro. Dentro habían piruletas con sabor a fresa y forma de corazón. Se levantó del suelo, agarró su bolsa, se limpió las lágrimas y se metió aquel caramelo en la boca, para arrancar el palo y así tragarse aquella piruleta. Cambió totalmente y ahora estaba feliz, pero algo de nuevo sucedió. Se había atragantado al tragárselo de golpe, sin masticar, por lo que empezó a toser. Lanzó un pequeño vómito con el trozo de caramelo rojo al suelo, dónde un líquido negro lo rodeaba. El caramelo comenzó a derretirse y Ushi se encontraba mal. Eso le pasaba por comer con demasiada prisa. Una lágrima cayó por su mejilla y empezó a hacer pucheros, cómo los de un bebé cuando está enfadado.
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Un día precioso sin duda. El mercenario como de costumbre, iba con su mejor amiga en su mano derecha. Una preciosa botella de un vino carísimo. Caminaba felizmente y le iba dando sorbos con tranquilidad. El sabor era bastante bueno y por ello se encontraba de buen humor. En su isla siempre se estaba muy bien. Las personas que pasaban, le saludaban de forma amable. Él correspondía sus saludos con sonrisas y comentarios típicos de pueblo. Las mozas le miraban sonrientes debido a su cuerpo y a su dinero, no por otra cosa. De todas formas el moreno se consideraba un amante de lujo. No muchas chicas de dieciocho años podían decir que el Shichibukai Uchiha, las había tomado en sus camas. A veces pensaba si todo podía ser así si fuese un tipo normal, sin fuerza, fama ni dinero. Dejó de pensar en aquello y lanzó un bostezo al aire.
Nokotori continuaba desaparecido. Qui Gon también y el niño llevaba sin verlo la de Dios. Carmelo estaría tocándose en la cueva y el resto de mercenarios de la taberna, pues allí, en la taberna. Él iba vestido con una camiseta blanca de tirantes, dejando ver sus monstruosos brazos y sus pectorales inhumanos. Unos pantalones azulados y unas sandalias de madera, terminaban su vestimenta. En la espalda portaba su enorme espadón de kairouseki puro, Aosame. En el barco tenía a Akaisame, su preciosa guadaña de explosiones. Su pelo pinchudo, era movido por la brisa del viento y, sus rojizos ojos, observan todo lo que se movía. Le molaba tener todo controlado y por ello lo hacía. Lo malo es que estaba muy aburrido y no sabía que poder hacer para divertirse. Soltó un enorme suspiro y puso rumbo al puerto, a lo mejor allí encontraba algo que hacer.
De repente pudo ver a un crío que parecía ir vestido de vaca o algo por el estilo. Le dio un inmenso trago a su botella y después se acercó. Estiró la mano y le ofreció al niño pequeño, así de buenas. – Si bebes esto te sentirás mejor. Los héroes lo toman. – El capullo quería que el niño pillase un pedo como un piano. Si bebía, se iba a divertir aquel día. A nadie en su sano juicio podía ocurrírsele algo así pero, no estando el borracho de Crok, quería beber con otra persona. Si debía de ser un crío de cinco años, así sería. – Dime chaval ¿Quieres que te invite a algo? El tito Madara se ocupará de todo lo que tú quieras. – Para que mentir, él también estaba un poco bebido ya. Encima el calor que hacía no ayudaba para nada. Era injusto pero, así había pasado. El mundo era divertido con el vino y el moreno iba a mostrárselo a la pequeña vaca. Aunque le impresionó que sus padres no estuviesen allí. De todas formas, si hubiesen estado, no le habría podido dar de beber alcohol, aunque ¿Había aceptado? Se quedó mirándole para comprobarlo.
Nokotori continuaba desaparecido. Qui Gon también y el niño llevaba sin verlo la de Dios. Carmelo estaría tocándose en la cueva y el resto de mercenarios de la taberna, pues allí, en la taberna. Él iba vestido con una camiseta blanca de tirantes, dejando ver sus monstruosos brazos y sus pectorales inhumanos. Unos pantalones azulados y unas sandalias de madera, terminaban su vestimenta. En la espalda portaba su enorme espadón de kairouseki puro, Aosame. En el barco tenía a Akaisame, su preciosa guadaña de explosiones. Su pelo pinchudo, era movido por la brisa del viento y, sus rojizos ojos, observan todo lo que se movía. Le molaba tener todo controlado y por ello lo hacía. Lo malo es que estaba muy aburrido y no sabía que poder hacer para divertirse. Soltó un enorme suspiro y puso rumbo al puerto, a lo mejor allí encontraba algo que hacer.
De repente pudo ver a un crío que parecía ir vestido de vaca o algo por el estilo. Le dio un inmenso trago a su botella y después se acercó. Estiró la mano y le ofreció al niño pequeño, así de buenas. – Si bebes esto te sentirás mejor. Los héroes lo toman. – El capullo quería que el niño pillase un pedo como un piano. Si bebía, se iba a divertir aquel día. A nadie en su sano juicio podía ocurrírsele algo así pero, no estando el borracho de Crok, quería beber con otra persona. Si debía de ser un crío de cinco años, así sería. – Dime chaval ¿Quieres que te invite a algo? El tito Madara se ocupará de todo lo que tú quieras. – Para que mentir, él también estaba un poco bebido ya. Encima el calor que hacía no ayudaba para nada. Era injusto pero, así había pasado. El mundo era divertido con el vino y el moreno iba a mostrárselo a la pequeña vaca. Aunque le impresionó que sus padres no estuviesen allí. De todas formas, si hubiesen estado, no le habría podido dar de beber alcohol, aunque ¿Había aceptado? Se quedó mirándole para comprobarlo.
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El pobre chiquillo estaba ahí, mirando fijamente a la piruleta que se consumía por el pequeño vómito negro. De pronto un hombre extraño apareció. Era alto, gigante para Ushi, de pelo largo y puntiagudo, con una camiseta blanca de tirantes y unos pantalones azules. Su cara daba miedo, la pequeña baquilla estaba asustada. Los ojos del pequeño comenzaron a llenarse en lágrimas hasta que vio que aquel hombre le ofrecía algo. Entonces cambió repentinamente de humor. Soltó una sonrisa pícara y agarró la botella y comenzó a correr. Era rápido para ser casi un bebé. Sus pasos cortos y torpes mientras soltaba una risa maléfica, se puso a gritar.
- ¡Buajajajaja! ¡No me atrapas, idiota! ¡Ara yo tengo la bebia de los heros! – Mientras corría abrió la botella y le dio un trago enorme, como si fuese agua. - ¡Buagh! – Gritó tras escupir parte de la bebida. El niño comenzó a toser mientras sus ojos, de nuevo, comenzaban a llenarse de lágrimas. - ¡Ta malo! ¡Malo! – Gritaba mientras escupía sin parar. - ¡Marde la garganta! – Decía mientras trataba de limpiarse la lengua con la mano. Comenzó a escupir pequeñas gotas negras las cuales hervían. Una de ellas fue a parar a la botella, carcomiendo el vidrio cómo si fuera madera, creando un pequeño agujero por donde el líquido morado oscuro salía.
Ushi dejó la botella en el suelo y se sentó en la fina arena. Los granos se metían por dentro del pijama, yendo a parar al trasero, haciendo que le escociese y eso le iba a hacer explotar. De pronto comenzó a soltar llantos mientras sus mejillas se ruborizaban, era insoportable. Parecía que con sus chillidos iba a explotar los tímpanos de cualquiera que se acercase. De pronto cambió repentinamente de humor, ahora estaba enfadado, frunciendo el ceño se levantó de golpe y miró al hombre de pelo largo. Agarró la botella con una mano y se acercó poco a poco al moreno, para así lanzarle con una fuerza inhumana para un niño de su edad, la botella al hombre, con intenciones de darle directo a la cara.
Tras lanzarla, Ushi le enseñaría la lengua al moreno y le haría una mueca desagradable. - ¡Bleh! ¡Ere mah idiota que Ryhei! – Diría burlándose del moreno. Pero tras aquellas palabras se sentiría mareado, daría tumbos de lado a lado y comenzaría a desequilibrarse. Al parecer el alcohol le habría afectado.
- ¡Buajajajaja! ¡No me atrapas, idiota! ¡Ara yo tengo la bebia de los heros! – Mientras corría abrió la botella y le dio un trago enorme, como si fuese agua. - ¡Buagh! – Gritó tras escupir parte de la bebida. El niño comenzó a toser mientras sus ojos, de nuevo, comenzaban a llenarse de lágrimas. - ¡Ta malo! ¡Malo! – Gritaba mientras escupía sin parar. - ¡Marde la garganta! – Decía mientras trataba de limpiarse la lengua con la mano. Comenzó a escupir pequeñas gotas negras las cuales hervían. Una de ellas fue a parar a la botella, carcomiendo el vidrio cómo si fuera madera, creando un pequeño agujero por donde el líquido morado oscuro salía.
Ushi dejó la botella en el suelo y se sentó en la fina arena. Los granos se metían por dentro del pijama, yendo a parar al trasero, haciendo que le escociese y eso le iba a hacer explotar. De pronto comenzó a soltar llantos mientras sus mejillas se ruborizaban, era insoportable. Parecía que con sus chillidos iba a explotar los tímpanos de cualquiera que se acercase. De pronto cambió repentinamente de humor, ahora estaba enfadado, frunciendo el ceño se levantó de golpe y miró al hombre de pelo largo. Agarró la botella con una mano y se acercó poco a poco al moreno, para así lanzarle con una fuerza inhumana para un niño de su edad, la botella al hombre, con intenciones de darle directo a la cara.
Tras lanzarla, Ushi le enseñaría la lengua al moreno y le haría una mueca desagradable. - ¡Bleh! ¡Ere mah idiota que Ryhei! – Diría burlándose del moreno. Pero tras aquellas palabras se sentiría mareado, daría tumbos de lado a lado y comenzaría a desequilibrarse. Al parecer el alcohol le habría afectado.
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El niño se llevó la botella del moreno. Al parecer pensaba que el poder era suyo. Era impresionante que salieran niños chorizos a aquella edad tan corta. No se había pensado ni un momento la opción de pedirle permiso para correr. Encima con aquel pijama no podía tomárselo en serio. Le recordaba mucho al niño. Pero este chico tenía una buena avaricia pese a la edad, cosa que le hizo sonreír de lado. Podía ser un futuro capullo y eso era una ventaja de las buenas. Prometía el encuentro con el niño. De todas formas, el Shichibukai continuaba mirando a su alrededor por sí aparecían los padres u otro familiar que pudiera acusarle de aquello. Miró como el niño era feliz con una cara botella de vino y entonces soltó un enorme suspiro. Él también era así con el dinero o las mujeres pero, últimamente no trabajaba casi nada.
En ese momento el niño bebió y empezó a hacer lo normal. Decir que estaba malo y a llorar entre quejas. El moreno empezó a reírse, tratando de descojonarse del niño pequeño mientras le hacía burla. Cualquiera que le viese podía pensar que era un desviado o cualquier otra cosa. Resultaba ser una escena un poco cruel por su parte pero, allí estaba el cabrón, pasando de un niño chico. La risa ya era muy alta, y tuvo que llevarse las manos al pecho para no toser. Se lo estaba pasando de lujo en ese momento. De hecho le empezaron a salir las lágrimas debido a la situación. Entonces el niño le lanzó la botella a la cara. El moreno cerró los ojos y la boca, agachó la cabeza y el objeto le estalló en la frente. Debido a que su piel era dura, no se hizo nada, un leve corte superficial. Entonces volvió a descojonarse de nuevo mientras miraba al niño y el vino le caía por las mejillas. Nombró a un tal Ryhei, a lo mejor era su tito perdido o algo por el estilo.
Se quedó mirándole ya de forma seria y después soltó un suspiro. Ese niño tenía mucha fuerza, y no era muy normal que él supiese. Ahora trató de acercarse y sonrió de lado. – Niño ¿Te vienes a buscar a unas amigas? – De putillas se lo quería llevar. Con él podría ligar de una forma increíble. Las mujeres perdían la cabeza por los niños y planeaba aprovecharse. - De hecho, yo te llevo. – Dijo al verlo así de mareado. Bajó su enorme mano a la arena y le ofreció subir como si fuese un ascensor. Mantenía una expresión calmada en todo momento. – [i] ¿Quién es Rihey? ¿Tú hermano? – Diría de forma calmada mientras se relamía el resto de gotas de vino que bajaban por su mejilla.
En ese momento el niño bebió y empezó a hacer lo normal. Decir que estaba malo y a llorar entre quejas. El moreno empezó a reírse, tratando de descojonarse del niño pequeño mientras le hacía burla. Cualquiera que le viese podía pensar que era un desviado o cualquier otra cosa. Resultaba ser una escena un poco cruel por su parte pero, allí estaba el cabrón, pasando de un niño chico. La risa ya era muy alta, y tuvo que llevarse las manos al pecho para no toser. Se lo estaba pasando de lujo en ese momento. De hecho le empezaron a salir las lágrimas debido a la situación. Entonces el niño le lanzó la botella a la cara. El moreno cerró los ojos y la boca, agachó la cabeza y el objeto le estalló en la frente. Debido a que su piel era dura, no se hizo nada, un leve corte superficial. Entonces volvió a descojonarse de nuevo mientras miraba al niño y el vino le caía por las mejillas. Nombró a un tal Ryhei, a lo mejor era su tito perdido o algo por el estilo.
Se quedó mirándole ya de forma seria y después soltó un suspiro. Ese niño tenía mucha fuerza, y no era muy normal que él supiese. Ahora trató de acercarse y sonrió de lado. – Niño ¿Te vienes a buscar a unas amigas? – De putillas se lo quería llevar. Con él podría ligar de una forma increíble. Las mujeres perdían la cabeza por los niños y planeaba aprovecharse. - De hecho, yo te llevo. – Dijo al verlo así de mareado. Bajó su enorme mano a la arena y le ofreció subir como si fuese un ascensor. Mantenía una expresión calmada en todo momento. – [i] ¿Quién es Rihey? ¿Tú hermano? – Diría de forma calmada mientras se relamía el resto de gotas de vino que bajaban por su mejilla.
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Parece que el hombre se reía de Ushi cuando lloraba, pero después de lanzarle la botella a la cara, cambió. Miraba de forma seria al niño y éste comenzó a hacer pucheros mientras uno de sus ojos se medio cerraba al intentar aguantar las lágrimas. El moreno se acercaba al pequeño y éste retrocedía, no quería que aquel hombre le pegase, entonces le sonrió y le habló. Le dijo de ir a buscar a unas amigas y que él le llevaría y le ofreció la mano. Ushi dio un salto a su mano y después a su cabeza, agarrándose del pelo. Dio un tremendo salto de altura para ser tan bajito. El moreno le preguntó por Ryohey, y el pequeño comenzó a reírse sádicamente.
- ¡Muajajaja! ¡Ryhei e mi lacayo! ¡Cómo tú! – Gritaba feliz mientras se agarraba al cabello del moreno. Parecía estar algo ido, con unas ideas extrañas para alguien de su edad. - ¡Con vozotro conquistaré el mundo! – Gritaba sin parar. Estaba confiado en que dominaría el mundo y que él sería el jefe. Ushi se tranquilizó y comenzó a buscar en su cabello afro con sus manos para así sacar una piruleta. Se la mostró al moreno como si se la fuese a dar. - ¿Quieres una piruleta? ¿Quieres? ¡Eh~! ¡Pues no te la da-ré~! – Dijo acabando con un tono de burla mientras se metía la piruleta en la boca. - ¡Vam a pr crma de lado! – Dijo con el dulce en la boca, casi ni se le entendía. Le dio un buen mordisco y lanzó el palo para así ponerse a cantar a todo trapo. La verdad era que para ser un niño su canción animaba a las personas y les cambiaba el humor. - ¡Eh! Espera un momento. Pronto Ushi-san derrotará a Ryohei. Y seré el dueño del mundo. ¡Jajajaja! ¡Conquistar el mundo! ¡Matar a Ryohei en un instante! ¡No hay nadie que pueda igualarme! ¡Ni ja jia! ¡Que Ugetsu se atragante! ¡Que Kiogre tenga un accidente! ¡Dranser, vete de aquí! – De pronto se cayó al suelo ya que de la emoción se soltó de la cabeza del moreno para levantar las manos. Aún bocabajo y con un chichón, Ushi seguía cantando, aunque no con las mismas ganas. – Ahora contemplarlo… Este será mi mundo… Incluso este pelilargo se-rá e-li-mi-na-doooo~… - Acabó la canción para así ponerse a llorar.
De nuevo sus llantos eran fuertes e imparables, ensordeciendo a cualquiera, parecía el rugido de un dragón. Metió la mano derecha en su cabello afro y sacó ahora lo que parecía ser una golosina con forma de corazón. Se la metió en la boca y su piel comenzó a volverse roja, sacando un vapor que en poco rodearía su cuerpo por completo, sin dejar verlo. De pronto Ushi había cambiado, ahora era un joven de 16 años De pelo medio y liso, con el flequillo acabado en pico. Portaba una americana negra y debajo una camisa blanca con manchas negras, recordando al pijama de vaca. La llevaba abierta, así que se podía ver su pecho descubierto y un colgante con dos cuernos dorados. También portaba unos pantalones de color vainilla oscuros con unas sandalias de cuerda y madera. Esta vez no tenía cuernos y llevaba el ojo derecho cerrado.
- Oye, oye. ¿Qué hago aquí? – Dijo con un tono aburrido mientras se rascaba la cabeza. ¿Dónde están las chicas? – Parecía apuesto, llevaba las manos en el bolsillo. Miro al moreno y le dirigió unas palabras. – Oh, pelilargo, cuanto tiempo. – Dijo sorprendido pero con una voz tranquila.
- ¡Muajajaja! ¡Ryhei e mi lacayo! ¡Cómo tú! – Gritaba feliz mientras se agarraba al cabello del moreno. Parecía estar algo ido, con unas ideas extrañas para alguien de su edad. - ¡Con vozotro conquistaré el mundo! – Gritaba sin parar. Estaba confiado en que dominaría el mundo y que él sería el jefe. Ushi se tranquilizó y comenzó a buscar en su cabello afro con sus manos para así sacar una piruleta. Se la mostró al moreno como si se la fuese a dar. - ¿Quieres una piruleta? ¿Quieres? ¡Eh~! ¡Pues no te la da-ré~! – Dijo acabando con un tono de burla mientras se metía la piruleta en la boca. - ¡Vam a pr crma de lado! – Dijo con el dulce en la boca, casi ni se le entendía. Le dio un buen mordisco y lanzó el palo para así ponerse a cantar a todo trapo. La verdad era que para ser un niño su canción animaba a las personas y les cambiaba el humor. - ¡Eh! Espera un momento. Pronto Ushi-san derrotará a Ryohei. Y seré el dueño del mundo. ¡Jajajaja! ¡Conquistar el mundo! ¡Matar a Ryohei en un instante! ¡No hay nadie que pueda igualarme! ¡Ni ja jia! ¡Que Ugetsu se atragante! ¡Que Kiogre tenga un accidente! ¡Dranser, vete de aquí! – De pronto se cayó al suelo ya que de la emoción se soltó de la cabeza del moreno para levantar las manos. Aún bocabajo y con un chichón, Ushi seguía cantando, aunque no con las mismas ganas. – Ahora contemplarlo… Este será mi mundo… Incluso este pelilargo se-rá e-li-mi-na-doooo~… - Acabó la canción para así ponerse a llorar.
De nuevo sus llantos eran fuertes e imparables, ensordeciendo a cualquiera, parecía el rugido de un dragón. Metió la mano derecha en su cabello afro y sacó ahora lo que parecía ser una golosina con forma de corazón. Se la metió en la boca y su piel comenzó a volverse roja, sacando un vapor que en poco rodearía su cuerpo por completo, sin dejar verlo. De pronto Ushi había cambiado, ahora era un joven de 16 años De pelo medio y liso, con el flequillo acabado en pico. Portaba una americana negra y debajo una camisa blanca con manchas negras, recordando al pijama de vaca. La llevaba abierta, así que se podía ver su pecho descubierto y un colgante con dos cuernos dorados. También portaba unos pantalones de color vainilla oscuros con unas sandalias de cuerda y madera. Esta vez no tenía cuernos y llevaba el ojo derecho cerrado.
- Oye, oye. ¿Qué hago aquí? – Dijo con un tono aburrido mientras se rascaba la cabeza. ¿Dónde están las chicas? – Parecía apuesto, llevaba las manos en el bolsillo. Miro al moreno y le dirigió unas palabras. – Oh, pelilargo, cuanto tiempo. – Dijo sorprendido pero con una voz tranquila.
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El pequeño se montó en su mano pero, pasó al pelo de repente, y se quedó sobre su cabeza. En ese momento el Shichibukai comenzó a caminar con toda la calma del mundo. Su expresión era tranquila e iba escuchando las palabras del chico. Al parecer pensaba que él también era su lacayo y, quería conquistar el mundo. Aquello le hizo soltar una leve carcajada mientras caminaba con la vista al frente. El niño tenía valor, y además había pocos chicos de su edad con semejante pensamiento. Por un momento se imaginó el planeta ardiendo mientras el niño vaca reía con una piruleta en la mano. Fue una visión divertida. Tal vez en un futuro podía tener ambiciones mayores aunque, eso ya era difícil. Sus rojizos ojos continuaban mirando al frente, concentrado en sus cosas. Cuando el moreno se ponía a pensar, eran pocas las cosas que podían hacer que volviera en sí.
De repente frente a sus orbes apareció una piruleta. Alzó una ceja y cuando abrió la boca, el niño se la quedó de nuevo. Aquello hizo que una gota de sudor bajara por su mejilla derecha. – Será cabrón… – Susurró mientras suspiraba, y continuaba caminando. El chico comenzó a cantar una canción, nombrando a varias personas, tan sólo reconoció el nombre de Dranser. Un revolucionario con una recompensa de quinientos millones, a lo mejor el chico había leído el cartel y por eso lo nombraba. Soltó un enorme suspiro y después se relamió despacio. Se frenó en seco al escuchar la última parte de todas. – ¿Tú a mí? Niño que te tiro al mar. – Dijo entre risas mientras avanzaba. Notaba las miradas de las personas en él pero, le daba lo mismo. De hecho esperaba ligar usándolo. Era su principal objetivo, y por eso se lo estaba llevando con él. Era bastante cabrón para aquel tipo de cosas.
El puto crío se puso a reír de nuevo. El moreno soltó un suspiro impresionante. Cuando se puso a echar vapores, no pudo evitar apartarlo de su cabeza por si estallaba. El reptil flipó cuando frente a sus ojos se hallaba otro joven. No era el niño pero, se parecían. Encima la camisa se parecía al pijama. El mercenario escuchó sus palabras, quedando mudo debido a lo impresionado que estaba. Parecía conocerle y encima preguntaba por las mujeres. Había perdido su objeto de felicidad, pero ahora podía tener un compañero interesante. Era joven pero sabría cómo tratar con chicas. – ¿Nos conocemos? – Dijo con calma mientras le observaba despacio. Tal vez era un usuario de las frutas del diablo. Quizás aquello era el motivo de su transformación. Realmente estaba flipando, no se esperaba que el bebé fuese un chico de edad más avanzada.
En ese momento se dio cuenta de que uno de los bares estaba al lado. En ese había siempre muchas chicas y Madara conocía a la mayoría. – ¡Las chicas están ahí dentro! Pero antes, explícame de qué nos conocemos. – Dijo con un tono calmado mientras caminaba hacia la entrada. Además al mismo tiempo estiró su mano hacia el chico, ofreciéndole medio millón de berries para que se lo pasara bomba. Así podría beber todo lo que quisiese y comer si hacía falta.
De repente frente a sus orbes apareció una piruleta. Alzó una ceja y cuando abrió la boca, el niño se la quedó de nuevo. Aquello hizo que una gota de sudor bajara por su mejilla derecha. – Será cabrón… – Susurró mientras suspiraba, y continuaba caminando. El chico comenzó a cantar una canción, nombrando a varias personas, tan sólo reconoció el nombre de Dranser. Un revolucionario con una recompensa de quinientos millones, a lo mejor el chico había leído el cartel y por eso lo nombraba. Soltó un enorme suspiro y después se relamió despacio. Se frenó en seco al escuchar la última parte de todas. – ¿Tú a mí? Niño que te tiro al mar. – Dijo entre risas mientras avanzaba. Notaba las miradas de las personas en él pero, le daba lo mismo. De hecho esperaba ligar usándolo. Era su principal objetivo, y por eso se lo estaba llevando con él. Era bastante cabrón para aquel tipo de cosas.
El puto crío se puso a reír de nuevo. El moreno soltó un suspiro impresionante. Cuando se puso a echar vapores, no pudo evitar apartarlo de su cabeza por si estallaba. El reptil flipó cuando frente a sus ojos se hallaba otro joven. No era el niño pero, se parecían. Encima la camisa se parecía al pijama. El mercenario escuchó sus palabras, quedando mudo debido a lo impresionado que estaba. Parecía conocerle y encima preguntaba por las mujeres. Había perdido su objeto de felicidad, pero ahora podía tener un compañero interesante. Era joven pero sabría cómo tratar con chicas. – ¿Nos conocemos? – Dijo con calma mientras le observaba despacio. Tal vez era un usuario de las frutas del diablo. Quizás aquello era el motivo de su transformación. Realmente estaba flipando, no se esperaba que el bebé fuese un chico de edad más avanzada.
En ese momento se dio cuenta de que uno de los bares estaba al lado. En ese había siempre muchas chicas y Madara conocía a la mayoría. – ¡Las chicas están ahí dentro! Pero antes, explícame de qué nos conocemos. – Dijo con un tono calmado mientras caminaba hacia la entrada. Además al mismo tiempo estiró su mano hacia el chico, ofreciéndole medio millón de berries para que se lo pasara bomba. Así podría beber todo lo que quisiese y comer si hacía falta.
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Un bar esperaba justo en frente de ellos, lleno de chicas. El pelinegro estaba sorprendido ante el comentario de Ushi joven, por lo que no dudó en comentarle por qué le conocía. Era muy difícil de explicar, tal vez imposible de creer, por lo que el joven tenía que inventarse alguna excusa para no tener que contarle la verdad. El moreno de cabellos largos le estiró la mano ofreciéndole a Ushi medio millón de berries, por lo que no se lo pensó y los agarró. De todas formas con ese dinero podría llegar a pasárselo bien en el bar junto a las chicas y algo de beber.
- Gracias. – Comentó. – Bueno, nos acabamos de conocer, ¿no? – Dijo en un tono irónico, haciendo ver que él era el pequeño niño de hacía un minuto. – Además… ¿Quién no conocería a Madara, el Shichibukai? – Aclaró. Iba a excusarse con lo de que era un Shichibukai para que así no sospechase nada. Era una buena excusa, desde luego, todo el mundo debería conocer a los Shichibukai y a las personas importantes, tanto miembros del gobierno o marines como delincuentes. – Bueno, vayamos para adentro. No me importaría compartir bebida y mujeres con un hombre tan afamado como usted. – Con un tono respetuoso le habló al Shichibukai. Comenzó a caminar hacia el bar y abrió la puerta.
Nada más entrar ya pudo ver algo que parecía encantarle. Una barra del bar con un par de hombres con traje y elegancia, rodeados de un par de mujeres, cada uno. El camarero no era un camarero, sino una camarera, valga la redundancia. Ushi vio que habían una mesa libre en una esquina, con un sofá largo y con curva, cómodo con tan sólo verlo. Caminó hacia allí mientras veía como aquella sugerente camarera frotaba el vaso de tubo que tenía entre las manos con una servilleta. Eso estaba haciendo que el joven estuviera volando por las nubes en su imaginación. Se sentó en el sofá y pudo notar el olor a cuero que desprendía. La comodidad era exacta a la de los enormes pechos de una mujer gigante, blando y cómodo. La camarera se acercó a él mientras esperaba que el Shichibukai se sentara junto a él. El uniforme de la mujer era ajustado, de color negro con camisa blanca y una pajarita negra. Se podía ver que el traje tenía un agujero a cada lado, enseñando los dos lados de la cadera de aquella bella y pelirroja mujer de ojos azules.
- ¿Desean algo, caballeros? – Dijo la mujer con una voz dulce y encantadora. - ¡Oh, Madara! ¡Cuánto tiempo! Vienes acompañado. – Dijo ahora amigable. - ¿Lo de siempre?
Ushi estaba flipando con lo que veía, al parecer Madara conocía de pe a pa aquel lugar, o eso era lo que parecía. El joven miró la carta de bebidas y se fijó en los precios, desorbitados. ¿A caso regalan una televisión con el agua? Ahora entendía porque Madara le había dado tanto dinero, un simple vaso de agua te costaba un riñón. – Bueno, pues… A mí deme un vaso de whisky, mi lady. – Dijo con un todo misterioso el moreno mientras dejaba la carta sobre la mesa. – Y si quieres, después del trago podemos conocernos mejor.
- Gracias. – Comentó. – Bueno, nos acabamos de conocer, ¿no? – Dijo en un tono irónico, haciendo ver que él era el pequeño niño de hacía un minuto. – Además… ¿Quién no conocería a Madara, el Shichibukai? – Aclaró. Iba a excusarse con lo de que era un Shichibukai para que así no sospechase nada. Era una buena excusa, desde luego, todo el mundo debería conocer a los Shichibukai y a las personas importantes, tanto miembros del gobierno o marines como delincuentes. – Bueno, vayamos para adentro. No me importaría compartir bebida y mujeres con un hombre tan afamado como usted. – Con un tono respetuoso le habló al Shichibukai. Comenzó a caminar hacia el bar y abrió la puerta.
Nada más entrar ya pudo ver algo que parecía encantarle. Una barra del bar con un par de hombres con traje y elegancia, rodeados de un par de mujeres, cada uno. El camarero no era un camarero, sino una camarera, valga la redundancia. Ushi vio que habían una mesa libre en una esquina, con un sofá largo y con curva, cómodo con tan sólo verlo. Caminó hacia allí mientras veía como aquella sugerente camarera frotaba el vaso de tubo que tenía entre las manos con una servilleta. Eso estaba haciendo que el joven estuviera volando por las nubes en su imaginación. Se sentó en el sofá y pudo notar el olor a cuero que desprendía. La comodidad era exacta a la de los enormes pechos de una mujer gigante, blando y cómodo. La camarera se acercó a él mientras esperaba que el Shichibukai se sentara junto a él. El uniforme de la mujer era ajustado, de color negro con camisa blanca y una pajarita negra. Se podía ver que el traje tenía un agujero a cada lado, enseñando los dos lados de la cadera de aquella bella y pelirroja mujer de ojos azules.
- ¿Desean algo, caballeros? – Dijo la mujer con una voz dulce y encantadora. - ¡Oh, Madara! ¡Cuánto tiempo! Vienes acompañado. – Dijo ahora amigable. - ¿Lo de siempre?
Ushi estaba flipando con lo que veía, al parecer Madara conocía de pe a pa aquel lugar, o eso era lo que parecía. El joven miró la carta de bebidas y se fijó en los precios, desorbitados. ¿A caso regalan una televisión con el agua? Ahora entendía porque Madara le había dado tanto dinero, un simple vaso de agua te costaba un riñón. – Bueno, pues… A mí deme un vaso de whisky, mi lady. – Dijo con un todo misterioso el moreno mientras dejaba la carta sobre la mesa. – Y si quieres, después del trago podemos conocernos mejor.
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El devastador entró en aquel bar junto al chico. Al parecer le conocía simplemente por su fama, cosa que hizo que sonriera de lado. Sospechaba que era usuario de una fruta de cambiar de edad o algo así. De todas formas le daba lo mismo. Lo primero que hizo aquel joven, fue acercarse a un sillón, y sentarse. El moreno caminó hasta ponerse a su lado, observando la situación con calma. Sabía que el sitio era caro, y por ello le había dado el dinero al niño vaca. Soltó un pequeño suspiro, después vio aparecer a la camarera. Sonrió cuando ésta le habló. El chico pidió su bebida, y trató de ligar con ella. Entonces el moreno la miró con toda la calma del mundo. Estaba buena, como de costumbre, y aquello hizo que se relamiera despacio. Miró al chico con una sonrisa traviesa entonces. – Tiene un culo que flipas. Si te la tiras, ya lo verás. – Una vez dijo aquello, pidió un vaso de vodka.
La mujer no tardó mucho en traérselo. Él lo cogió con cuidado, y entonces miró a la pelirroja de forma sonriente. – Preciosa ¿Dónde está tu hermana? – Camelia, así se llamaba la camarera. Pero su hermana, Elisa, de cabellera rubia, y ojos verdes, era incluso más linda. En ese momento la chica soltó un suspiro, acto seguido le miró con calma, cruzándose de brazos. Su expresión parecía un poco más seria. No, era mucho más seria. Entonces le contestó en un tono un poco molesto. – Te odia, de hecho, está embarazada. – El dragón escupió el alcohol con fuerza a un lado de la mesa. En ese momento se puso de rodillas delante de la pelirroja. Su expresión era suplicante y, al parecer no le salía la voz. El pobre hombre se encontraba en un aprieto enorme. El sudor le caía por la frente, parecía estar muy nervioso. – Te juro que me hizo la pinza. Yo no quería acabar… – Antes de que terminase la frase, la mujer le cortó. – De su novio. – Madara soltó un suspiro, siendo el hombre más feliz del mundo en ese momento.
Se volvió a sentar y dio una leve carcajada, mirando a su compañero con una sonrisa. Él se sentía fabulosamente, y por ello quería ser generoso en todo. – Chico, esta chica es la bomba, espero que os llevéis bien. – Dijo dándole unos toques en el hombro. El bar parecía estar muy animado a decir verdad. Entonces por la puerta entró una chica preciosa, era Elisa. Camelia sonrió abrazándola, comenzando a hablar. El Shichibukai lo primero que hizo, fue coger la carta, y taparse la cara con ella. Una gotita de sudor resbalaba por el rostro del dragón. Justo después entró un tipo alto, con cabellos rubios, sombrero de copa, y traje elegante. Se acercó a la rubia y le dejó un beso en los labios. Empezaron a hablar con la pelirroja. Madara no sabía dónde meterse. – Bueno, ese desgraciado que violó a mi mujer ¿No aparece? – Dijo el tipo, con un tono de enfado bastante notorio. “Una polla. Fue ella la que me entró borracha” Pensó el moreno mientras continuaba tapado, mirando a su compañero con una sonrisa un poco enfermiza.
La mujer no tardó mucho en traérselo. Él lo cogió con cuidado, y entonces miró a la pelirroja de forma sonriente. – Preciosa ¿Dónde está tu hermana? – Camelia, así se llamaba la camarera. Pero su hermana, Elisa, de cabellera rubia, y ojos verdes, era incluso más linda. En ese momento la chica soltó un suspiro, acto seguido le miró con calma, cruzándose de brazos. Su expresión parecía un poco más seria. No, era mucho más seria. Entonces le contestó en un tono un poco molesto. – Te odia, de hecho, está embarazada. – El dragón escupió el alcohol con fuerza a un lado de la mesa. En ese momento se puso de rodillas delante de la pelirroja. Su expresión era suplicante y, al parecer no le salía la voz. El pobre hombre se encontraba en un aprieto enorme. El sudor le caía por la frente, parecía estar muy nervioso. – Te juro que me hizo la pinza. Yo no quería acabar… – Antes de que terminase la frase, la mujer le cortó. – De su novio. – Madara soltó un suspiro, siendo el hombre más feliz del mundo en ese momento.
Se volvió a sentar y dio una leve carcajada, mirando a su compañero con una sonrisa. Él se sentía fabulosamente, y por ello quería ser generoso en todo. – Chico, esta chica es la bomba, espero que os llevéis bien. – Dijo dándole unos toques en el hombro. El bar parecía estar muy animado a decir verdad. Entonces por la puerta entró una chica preciosa, era Elisa. Camelia sonrió abrazándola, comenzando a hablar. El Shichibukai lo primero que hizo, fue coger la carta, y taparse la cara con ella. Una gotita de sudor resbalaba por el rostro del dragón. Justo después entró un tipo alto, con cabellos rubios, sombrero de copa, y traje elegante. Se acercó a la rubia y le dejó un beso en los labios. Empezaron a hablar con la pelirroja. Madara no sabía dónde meterse. – Bueno, ese desgraciado que violó a mi mujer ¿No aparece? – Dijo el tipo, con un tono de enfado bastante notorio. “Una polla. Fue ella la que me entró borracha” Pensó el moreno mientras continuaba tapado, mirando a su compañero con una sonrisa un poco enfermiza.
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Madara hacía comentarios obscenos sobre el trasero de la camarera a Ushi, haciendo que éste último sonriera traviesamente. El moreno agarró su vaso de whisky y le dio un trago, haciendo que su garganta ardiese. Era joven e inexperto con las bebidas alcohólicas, pero eso le daba igual. Tan sólo era para hacerse el misterioso y hacer que la camarera se fijara en él. El pelilargo comenzó a charlar con ella, preguntando por su hermana. ”Espero que sea igual de bonita que ella.” Pensó mientras se relamía los labios, notando el sabor del whisky. El comentario de la mujer hizo que Madara escupiera el vodka por la boca de lo sorprendido que estaba y Ushi no pudo evitar soltar una pequeña, corta pero sonora carcajada. Al parecer la hermana estaba embarazada, y por lo que decía el pelilargo… Era de él. Pero entonces la mujer no dejó hablar al Shichibukai y acabó aclarando de quién estaba embarazada su hermana, era de su cuñado. El joven se contenía la risa como podía, viendo lo bromista que podía ser la camarera. Madara miró a Ushi con una sonrisa en la boca al enterarse de que no sería padre. El joven jamás había visto una manera tan fácil de hacer que una persona pasase de la desesperación total a la mayor felicidad, y lo demostró con un comentario sobre la camarera.
- Ya lo veo, aunque da algo de miedo con esos comentarios. – Dijo mientras le daba un pequeño sorbo al vaso de whisky que tenía entre las manos.
Entonces por la puerta del bar entró una chica rubia y ojos verdes, con un aire a la camarera. La verdad era que se parecían bastante por los rasgos faciales, tal vez fuese la hermana. Tras ella un hombre alto y rubio con traje negro, al igual que el sombrero de copa que portaba encima de su cabeza. El joven se dio cuenta de que el Shichibukai se estaba escondiendo tras la carta de las bebidas, pero, era inútil. El cabello puntiagudo y largo característico de Madara podía verse perfectamente. Se le notaba preocupado y algo nervioso, es más, incluso estaba sudando y no podía ser del calor, ya que al abrirse la puerta entró una brisa fría. El hombre comentó que estaba buscando a un hombre que había violado a su mujer, y se notaba bastante enfadado. Ushi no podía evitar mirar el panorama como si estuviera en un cine o en una obra de teatro.
- ¡Camarera! ¿Cuándo nos presentarás a tu amiga? – Se escuchó una voz grave en el bar, en mitad de toda la tensión. Al parecer uno de los hombres con traje que había en la barra había hablado. - ¡Preséntala, que le daremos lo suyo a esa bribona! – Gritó intentando marcar su territorio. Aquel hombre se creía que era el dueño del bar y al parecer por sus grandes músculos apretados en el traje y su gran altura, podía llegar a ser muy fuerte.
El marido de la rubia no pudo evitar cabrearse, hinchando una vena sobre su frente para así sacarse el sombrero de copa y dejarlo en el suelo. – Camelia. ¿No será ese el violador, no? – Dijo a la camarera mientras se remangaba y se crujía el cuello. Parecía estar dispuesto a acabar con aquel hombre. Sin duda Ushi estaba feliz de ver el panorama, al fin algo de acción, dos hombres se iban a dar lo suyo.
- ¡Hey, Madara, no te pierdas esto! – Gritó emocionado el joven mientras se levantaba. La rubia se giró y tanto el Shichibukai y Ushi captaron la atención de ella, por culpa del comentario del joven galán.
- Ya lo veo, aunque da algo de miedo con esos comentarios. – Dijo mientras le daba un pequeño sorbo al vaso de whisky que tenía entre las manos.
Entonces por la puerta del bar entró una chica rubia y ojos verdes, con un aire a la camarera. La verdad era que se parecían bastante por los rasgos faciales, tal vez fuese la hermana. Tras ella un hombre alto y rubio con traje negro, al igual que el sombrero de copa que portaba encima de su cabeza. El joven se dio cuenta de que el Shichibukai se estaba escondiendo tras la carta de las bebidas, pero, era inútil. El cabello puntiagudo y largo característico de Madara podía verse perfectamente. Se le notaba preocupado y algo nervioso, es más, incluso estaba sudando y no podía ser del calor, ya que al abrirse la puerta entró una brisa fría. El hombre comentó que estaba buscando a un hombre que había violado a su mujer, y se notaba bastante enfadado. Ushi no podía evitar mirar el panorama como si estuviera en un cine o en una obra de teatro.
- ¡Camarera! ¿Cuándo nos presentarás a tu amiga? – Se escuchó una voz grave en el bar, en mitad de toda la tensión. Al parecer uno de los hombres con traje que había en la barra había hablado. - ¡Preséntala, que le daremos lo suyo a esa bribona! – Gritó intentando marcar su territorio. Aquel hombre se creía que era el dueño del bar y al parecer por sus grandes músculos apretados en el traje y su gran altura, podía llegar a ser muy fuerte.
El marido de la rubia no pudo evitar cabrearse, hinchando una vena sobre su frente para así sacarse el sombrero de copa y dejarlo en el suelo. – Camelia. ¿No será ese el violador, no? – Dijo a la camarera mientras se remangaba y se crujía el cuello. Parecía estar dispuesto a acabar con aquel hombre. Sin duda Ushi estaba feliz de ver el panorama, al fin algo de acción, dos hombres se iban a dar lo suyo.
- ¡Hey, Madara, no te pierdas esto! – Gritó emocionado el joven mientras se levantaba. La rubia se giró y tanto el Shichibukai y Ushi captaron la atención de ella, por culpa del comentario del joven galán.
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El mercenario continuaba camuflado tras su preciosa carta. Estaba deseando que aquel tipo se fuera de una vez, y le dejara en paz de una buena vez. No quería tener que partirle la cara en mitad de un bar lleno de personas. El sudor continuaba cayendo por su frente y, se dio cuenta de que el otro chico estaba más feliz que unas pascuas. No era nada justo, no quería que aquello le pasase a él. Encima la cabrona le había acusado de violación. Ella se sentó a su lado, le besó el cuello, y encima le metió mano. La violadora era ella. Él no tuvo culpa de nada, y aquella noche se dejó llevar por la pasión de la que pensaba que era, una guarrilla. Pero no, la zorra no podía decirle la verdad al novio, tenía que echarle la culpa a él. Menos mal que Camelia no se lo creía mucho, cosa que se notó bastante. Sabría que a su hermana le iba la infidelidad.
Entonces un tipo empezó a liarla. Menos mal que existían tontos en el mundo. Ese capullo iba a llevarse los puñetazos. El bar entero se revolucionó. Sabían de sobra que Madara mandaba allí pero, si se había quedado callado era por algo. Entonces el capullo, puto, zorra y perra del moreno, tuvo que decir su nombre en voz alta. Todos clavaron su mirada en el Shichibukai. El devastador no pudo evitar mirar a su compañero con una sonrisa infernal. Parecía estar declarándole la guerra. La rubia le susurró algo a aquel tipo a la oreja, y entonces el rubio del sombrero de copa pasó del liantes, empezando a caminar hacia él. Uchiha bebió del vaso de vodka, sintiendo aquella sensación en su garganta. Después de unos momentos, se encaró con el tipo del sombrero, mirándole fijamente a los ojos. – Es cierto, fue el cabrón de Madara. A mí me debe dinero y todo, mátalo. – Terminó señalando con el dedo a Ushi. Entonces el tipo fue a por el joven.
Al parecer ese capullo era tonto, no había seguido las indicaciones de su chica o, no sabía cómo era Madara físicamente. El dragón aprovechó para darle una colleja al tipo borracho de antes, tirándolo al suelo. – Tú calla, coño. – Las risas de media taberna comenzaron a escucharse. El moreno entonces se acercó a Elisa mientras su compañero trataba con el trajeado. Sin pensárselo, le colocó una mano en el trasero y le susurró en la oreja. – Soy rico… – La chica sin pensárselo se lanzó sobre el devastador, empezando a besarlo con pasión, él se dejaba. Camelia no podía creer lo que estaba viendo, y no dudó en regañar a su hermana. – ¡Elisa! Serás guarra… – El shichibukai la tumbó sobre la barra, mirando después a la pelirroja a los ojos. – Pero no veas cómo me pone… – Dios, lo que el marido se estaba perdiendo por estar con el otro chico. A lo mejor se coscaba pero, Madara ya estaba feliz, investigando a la rubia a su manera.
Entonces un tipo empezó a liarla. Menos mal que existían tontos en el mundo. Ese capullo iba a llevarse los puñetazos. El bar entero se revolucionó. Sabían de sobra que Madara mandaba allí pero, si se había quedado callado era por algo. Entonces el capullo, puto, zorra y perra del moreno, tuvo que decir su nombre en voz alta. Todos clavaron su mirada en el Shichibukai. El devastador no pudo evitar mirar a su compañero con una sonrisa infernal. Parecía estar declarándole la guerra. La rubia le susurró algo a aquel tipo a la oreja, y entonces el rubio del sombrero de copa pasó del liantes, empezando a caminar hacia él. Uchiha bebió del vaso de vodka, sintiendo aquella sensación en su garganta. Después de unos momentos, se encaró con el tipo del sombrero, mirándole fijamente a los ojos. – Es cierto, fue el cabrón de Madara. A mí me debe dinero y todo, mátalo. – Terminó señalando con el dedo a Ushi. Entonces el tipo fue a por el joven.
Al parecer ese capullo era tonto, no había seguido las indicaciones de su chica o, no sabía cómo era Madara físicamente. El dragón aprovechó para darle una colleja al tipo borracho de antes, tirándolo al suelo. – Tú calla, coño. – Las risas de media taberna comenzaron a escucharse. El moreno entonces se acercó a Elisa mientras su compañero trataba con el trajeado. Sin pensárselo, le colocó una mano en el trasero y le susurró en la oreja. – Soy rico… – La chica sin pensárselo se lanzó sobre el devastador, empezando a besarlo con pasión, él se dejaba. Camelia no podía creer lo que estaba viendo, y no dudó en regañar a su hermana. – ¡Elisa! Serás guarra… – El shichibukai la tumbó sobre la barra, mirando después a la pelirroja a los ojos. – Pero no veas cómo me pone… – Dios, lo que el marido se estaba perdiendo por estar con el otro chico. A lo mejor se coscaba pero, Madara ya estaba feliz, investigando a la rubia a su manera.
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Tras las palabras del joven Ushi, Madara comenzó a mirar con una sonrisa sádica al moreno. Al parecer la emoción de la futura pelea había hecho que Ushi hablara de más. El marido de la rubia comenzó a caminar hacia los dos morenos tras unas palabras de su chica. Iba con intenciones de terminar con Madara, pero entonces el Shichibukai habló. Tras beber de su vodka acusó a Ushi de ser Madara, el que supuestamente había violado a su mujer. Entonces, como era de esperar, el hombre rubio miró al joven y comenzó a ir hacia él. Ushi estaba algo anonadado, no se esperaba que todo fuese a salir de esa forma. Ahora se había visto envuelto en una pelea y no sabía qué hacer. Se levantó de golpe e intentó parar al tipo con palabras, pero antes de que dijera algo el rubio ya había estampado su puño en la cara de Ushi, lanzándolo hacia atrás. El joven moreno se levantó con esfuerzo y se quedó mirando al rubio, con una mirada amenazante. Pero al segundo cambió la cara, comenzó a hacer pucheros como si de un niño pequeño se tratase y se llevó el brazo a la cara, tapando con el antebrazo los ojos y las lágrimas que trataba de ocultar. Sí, estaba llorando. Con la otra mano rebuscó en el bolsillo del pantalón y sacó una gominola de dos colores con forma de corazón, metiéndosela en la boca. Su piel comenzó a volverse roja mientras comenzaba a segregar vapor, terminando por rodear todo su cuerpo por aquello, como si de una cortina de humo tratase de ocultar su cuerpo.
Tras unos segundos, la cortina de humo se disipó. Ahora el joven ya no estaba, en su lugar había otra persona, pero muy parecida. Era el Ushi de 26 años el que estaba de pie. Con un cabello aún más largo y liso que antes, unos ojos tristes y color esmeralda mostraban seriedad junto a su rostro. Llevaba una camiseta de color blanca con el mismo colgante con cuernos que el otro Ushi llevaba. Además portaba una gabardina marrón vieja, cosida varias veces por las numerosas batallas en las que se había metido. Cubriendo sus manos pero no sus dedos, unos guantes de cuero negro daban calor a sus palmas. Junto con unos pantalones vaqueros color negro, llevaba dos cinturones de cuero marrón plateado y unas botas marrones. Cerró los ojos y los abrió de golpe, mostrando ahora unas pupilas rojas llenas de ira. Su piel comenzó a rodearse de escamas color cobrizo con toques verdes, como si estuviesen desgastadas, cual reptil con una piel vieja a punto de mudar. De su cabeza aparecieron unos cuernos oscuros y desgastados. Unas alas enormes del mismo color que las escamas comenzaron a salir de su espalda mientras su rostro se alargaba, recordando al de un reptil. Una cola comenzó a crecerle, larga y terminada en punta. Sus dedos se convirtieron en zarpas enormes. Ahora estaba en su forma híbrida. Miró a Madara y vio como éste estaba junto a una mujer rubia, encima de la barra de aquel bar.
- Maestro… - Susurró mientras una lágrima caía por su mejilla y en su rostro, durante un instante, se pudo ver signos de felicidad mezclada con tristeza.
Ushi miró al rubio que tenía delante y comenzó a caminar hacia él. El hombre estaba asustado, casi llega incluso a mearse encima. En un abrir y cerrar de ojos, el hombre dragón se posicionó detrás del rubio, asestándole un pequeño golpe con el costado de la mano derecha en la nuca, haciendo que cayese al suelo desmayado. Tras eso entonces se dio cuenta de algo. Miro a la camarera y su cuerpo volvió a su forma original. Ahora estaba temblando, cayó al suelo de rodillas y agachó la cabeza. Le entraban ganas de cantar, de mostrar sus sentimientos de tristeza y alegría a la vez.
- Camelia…
Quería abrazarla, hablar con ella, besarla… Pero no hizo nada. No quería tener a nadie a su alrededor, no quería que nunca más pagase nadie por su culpa, o así lo veía él. Ushi se levantó y caminó hacia la puerta y justo antes de salir de allí, escuchó la voz de la camarera. - ¡Espera! – Dijo ésta con voz dulce. - ¿Quién eres…? – Comentó. Ushi de nuevo quería estar con ella, permanecer por siempre a su lado, pero… No podía hacerlo. El mundo que le rodeaba siempre acababa sucumbido ante las llamas de la maldad, transformándose en ceniza que con una leve brisa se esfumarían de su vida.
- Adiós…
Tras unos segundos, la cortina de humo se disipó. Ahora el joven ya no estaba, en su lugar había otra persona, pero muy parecida. Era el Ushi de 26 años el que estaba de pie. Con un cabello aún más largo y liso que antes, unos ojos tristes y color esmeralda mostraban seriedad junto a su rostro. Llevaba una camiseta de color blanca con el mismo colgante con cuernos que el otro Ushi llevaba. Además portaba una gabardina marrón vieja, cosida varias veces por las numerosas batallas en las que se había metido. Cubriendo sus manos pero no sus dedos, unos guantes de cuero negro daban calor a sus palmas. Junto con unos pantalones vaqueros color negro, llevaba dos cinturones de cuero marrón plateado y unas botas marrones. Cerró los ojos y los abrió de golpe, mostrando ahora unas pupilas rojas llenas de ira. Su piel comenzó a rodearse de escamas color cobrizo con toques verdes, como si estuviesen desgastadas, cual reptil con una piel vieja a punto de mudar. De su cabeza aparecieron unos cuernos oscuros y desgastados. Unas alas enormes del mismo color que las escamas comenzaron a salir de su espalda mientras su rostro se alargaba, recordando al de un reptil. Una cola comenzó a crecerle, larga y terminada en punta. Sus dedos se convirtieron en zarpas enormes. Ahora estaba en su forma híbrida. Miró a Madara y vio como éste estaba junto a una mujer rubia, encima de la barra de aquel bar.
- Maestro… - Susurró mientras una lágrima caía por su mejilla y en su rostro, durante un instante, se pudo ver signos de felicidad mezclada con tristeza.
Ushi miró al rubio que tenía delante y comenzó a caminar hacia él. El hombre estaba asustado, casi llega incluso a mearse encima. En un abrir y cerrar de ojos, el hombre dragón se posicionó detrás del rubio, asestándole un pequeño golpe con el costado de la mano derecha en la nuca, haciendo que cayese al suelo desmayado. Tras eso entonces se dio cuenta de algo. Miro a la camarera y su cuerpo volvió a su forma original. Ahora estaba temblando, cayó al suelo de rodillas y agachó la cabeza. Le entraban ganas de cantar, de mostrar sus sentimientos de tristeza y alegría a la vez.
- Camelia…
Quería abrazarla, hablar con ella, besarla… Pero no hizo nada. No quería tener a nadie a su alrededor, no quería que nunca más pagase nadie por su culpa, o así lo veía él. Ushi se levantó y caminó hacia la puerta y justo antes de salir de allí, escuchó la voz de la camarera. - ¡Espera! – Dijo ésta con voz dulce. - ¿Quién eres…? – Comentó. Ushi de nuevo quería estar con ella, permanecer por siempre a su lado, pero… No podía hacerlo. El mundo que le rodeaba siempre acababa sucumbido ante las llamas de la maldad, transformándose en ceniza que con una leve brisa se esfumarían de su vida.
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El moreno continuaba divirtiéndose con aquella chica. Prácticamente estaba encima de ella, y a punto de comenzar a quitarle prendas de ropa. Ella parecía más contenta que unas pascuas, de hecho, la preciosidad fue la que tomó las riendas por primera vez. Ahora le tocaba ser sometida. Camelia miraba incrédula, pensándose o no la opción de intervenir, y darle una buena colleja a cada uno. En ese momento, el devastador escuchó un ruido similar a un golpe. Pudo ver que el chico se había llevado un puñetazo. No pensaba que fuese así de débil, por lo que ahora mordió a la rubia en el labio inferior, y se separó. Sonrió de lado iluminando sus ojos, estando a punto de lanzarle un puñetazo a aquel rubio. La prometida además no parecía importarle nada. El moreno entonces se relamió despacio, avanzando hacia su presa. No tenía derecho a atacar a nadie de Galuna, y menos a su socio de copas. La pelirroja se llevó las manos a la cabeza, sabiendo que un solo ataque del monstruo, podía derribar la taberna entera.
En ese momento, el chico volvió a brillar en un tono extraño, el cual desembocó en una humareda un poco rara. Era el mismo fenómeno que había pasado anteriormente. A lo mejor iba a volver a ser un niño pequeño. En ese momento, volvió a tomar un aspecto más maduro. El shichibukai se quedó asombrado, mirando su nueva forma. En ese momento no solo le llamó maestro, se transformó en una bestia. Era como él en su forma híbrida. El moreno no daba crédito a lo que estaba viendo. Era otro dragón. A una velocidad considerable, dejó fuera de combate al otro tipo. En ese momento volvió a su forma humana, y se puso a mirar a la pelirroja, llamándola por su nombre. El devastador estaba un poco confuso. No entendía nada de lo que estaba pasando. De hecho, soltó un enorme suspiro, y se cruzó de brazos. Estaba pensando en la situación. Las personas de aquel sitio, estaban impresionadas, miraban con expresiones de sorpresa y terror. El tipo del suelo, dormía plácidamente, debido a la fuerza que el chico poseía. Madara notaba caricias en su hombro, Elisa le miraba sonriente. Aquello hizo que el enorme hombre alzase una ceja. No entendía la razón de semejante cariño de repente, teniendo en cuenta el lío en el que le había metido. No entendió nada por unos momentos escasos, entonces pudo ver cómo el chico iba hacia la puerta.
El moreno soltó un suspiro de nuevo, observando cómo Camelia le hablaba. – Cami-chan, quédate con tu hermana. Yo me ocuparé de todo. – Mencionó con un tono serio, para después comenzar a caminar hacia la salida. Notó entonces como le abrazaban por detrás. Se dio cuenta de que se trataba de Elisa. El chico se llevó la mano a la frente, y entonces le habló en un tono calmado. – Niña, no tengo ni un duro. Soy pobre. – Otra mentira suya. De ese modo no le molestaría pero, para su sorpresa, ella le miró de forma seria. – Eso me da lo mismo, idiota. Ven después a verme, o diré que has abusado de Mí. – El tono había sido un poco pícaro, pero el shichibukai no podía evitar sentir miedo de esa chica. Estaba buena, pero eso no era todo en la vida. Sentía que lo amenazaría si no hacía lo que ella quisiera en cada momento. Asintió con la cabeza simplemente, y caminó hacia la puerta. La abrió con su tremenda fuerza, y sin querer la arrancó de cuajo. Miró hacia atrás, notando la mirada asesina de Camelia, pero decidió no darle mucha importancia, saliendo a toda prisa.
Se acercó en cuanto pudo al chico, mirándole a los ojos de forma calmada. – Creo que me debes una preciosa explicación. – Una vez dijese aquello, le sonreiría de lado. Caminaría con él, esperando una respuesta. No le molaba que estuviese tan apenado. Notaba en su mirada que, no lo estaba pasando muy bien. Pero el devastador buscaba respuestas.
En ese momento, el chico volvió a brillar en un tono extraño, el cual desembocó en una humareda un poco rara. Era el mismo fenómeno que había pasado anteriormente. A lo mejor iba a volver a ser un niño pequeño. En ese momento, volvió a tomar un aspecto más maduro. El shichibukai se quedó asombrado, mirando su nueva forma. En ese momento no solo le llamó maestro, se transformó en una bestia. Era como él en su forma híbrida. El moreno no daba crédito a lo que estaba viendo. Era otro dragón. A una velocidad considerable, dejó fuera de combate al otro tipo. En ese momento volvió a su forma humana, y se puso a mirar a la pelirroja, llamándola por su nombre. El devastador estaba un poco confuso. No entendía nada de lo que estaba pasando. De hecho, soltó un enorme suspiro, y se cruzó de brazos. Estaba pensando en la situación. Las personas de aquel sitio, estaban impresionadas, miraban con expresiones de sorpresa y terror. El tipo del suelo, dormía plácidamente, debido a la fuerza que el chico poseía. Madara notaba caricias en su hombro, Elisa le miraba sonriente. Aquello hizo que el enorme hombre alzase una ceja. No entendía la razón de semejante cariño de repente, teniendo en cuenta el lío en el que le había metido. No entendió nada por unos momentos escasos, entonces pudo ver cómo el chico iba hacia la puerta.
El moreno soltó un suspiro de nuevo, observando cómo Camelia le hablaba. – Cami-chan, quédate con tu hermana. Yo me ocuparé de todo. – Mencionó con un tono serio, para después comenzar a caminar hacia la salida. Notó entonces como le abrazaban por detrás. Se dio cuenta de que se trataba de Elisa. El chico se llevó la mano a la frente, y entonces le habló en un tono calmado. – Niña, no tengo ni un duro. Soy pobre. – Otra mentira suya. De ese modo no le molestaría pero, para su sorpresa, ella le miró de forma seria. – Eso me da lo mismo, idiota. Ven después a verme, o diré que has abusado de Mí. – El tono había sido un poco pícaro, pero el shichibukai no podía evitar sentir miedo de esa chica. Estaba buena, pero eso no era todo en la vida. Sentía que lo amenazaría si no hacía lo que ella quisiera en cada momento. Asintió con la cabeza simplemente, y caminó hacia la puerta. La abrió con su tremenda fuerza, y sin querer la arrancó de cuajo. Miró hacia atrás, notando la mirada asesina de Camelia, pero decidió no darle mucha importancia, saliendo a toda prisa.
Se acercó en cuanto pudo al chico, mirándole a los ojos de forma calmada. – Creo que me debes una preciosa explicación. – Una vez dijese aquello, le sonreiría de lado. Caminaría con él, esperando una respuesta. No le molaba que estuviese tan apenado. Notaba en su mirada que, no lo estaba pasando muy bien. Pero el devastador buscaba respuestas.
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Tras las palabras y el poder de Ushi, Madara estaba anonadado, confuso, sin entender nada de lo que pasaba. El ya adulto Ushi caminaba sin rumbo, saliendo de aquel bar con una mirada fija al horizonte, como si no esperase nada, con prisas. Al salir se puso a mirar al cielo, para justo después cerrar los ojos y soltar un leve y camuflado suspiro. De pronto un enorme golpe se escuchó y Ushi se giró, viendo que el Shichibukai había arrancado la puerta del local. Por dentro se le escapó una carcajada. “Cuánto tiempo…” Pensó. El moreno se acercó a él y le miró a los ojos de forma calmada, Ushi escuchó las palabras de Madara y se quedó pensativo. Comenzó a caminar mientras pensaba en una respuesta adecuada. ¿Cómo iba a explicar toda la historia? Ni siquiera podía, no quería involucrar a nadie más, no quería que nadie más muriese.
- Simplemente perdí a personas queridas, hace muchos años… - Su voz era entrecortada, calmada, seria, misteriosa… Se podía notar por su expresión que le dolía hablar de aquello, que estaba triste, desolado. Pero debía tragarse sus penas, debía reservar su tristeza para sí mismo, no podía soltar ni un ápice.
Se sentía en una oscura habitación, cerrada, donde ni siquiera el eco parecía acompañarle, totalmente negra, sin poder verse siquiera las manos. Era una soledad inigualable, una tristeza capaz de inundar los corazones de los que le rodeasen, una negatividad y una gran sed de venganza que poco a poco iba consumiendo la mente de Ushi, abasteciéndole con más lágrimas secas, incapaz de llorar.
- Cada vez que alguien se acerca a mí, termina… - Iba a terminar la frase, pero paró de golpe. No quería mostrarse así delante de nadie, Debía tragarse todo, combatir sus propios errores y su propia tristeza por él mismo. Este iba a ser un juego donde tan sólo él jugaría. Siguió caminando, hacia la playa, un lugar que podría relajarle, escuchando el oleaje y hundiendo sus pies en la ardiente arena. – Siento mis desvaríos, Madara. – Dijo con un tono calmado, pero notorio de tristeza.
Su cuerpo volvía a transformarse en forma híbrida, su hocico se alargaba, su piel se volvía escamosa, sus garras crecían, unas alas reptilianas aparecían en su espalda. Una vez en su forma híbrida, alzó el vuelo. Con una velocidad constante, volando bajo y lento, comenzó a dirigirse hacia la playa. Necesitaba lanzar sus penas al mar, hundírlas en aquel lugar de pecado que muchas almas ya se había llevado.
- Simplemente perdí a personas queridas, hace muchos años… - Su voz era entrecortada, calmada, seria, misteriosa… Se podía notar por su expresión que le dolía hablar de aquello, que estaba triste, desolado. Pero debía tragarse sus penas, debía reservar su tristeza para sí mismo, no podía soltar ni un ápice.
Se sentía en una oscura habitación, cerrada, donde ni siquiera el eco parecía acompañarle, totalmente negra, sin poder verse siquiera las manos. Era una soledad inigualable, una tristeza capaz de inundar los corazones de los que le rodeasen, una negatividad y una gran sed de venganza que poco a poco iba consumiendo la mente de Ushi, abasteciéndole con más lágrimas secas, incapaz de llorar.
- Cada vez que alguien se acerca a mí, termina… - Iba a terminar la frase, pero paró de golpe. No quería mostrarse así delante de nadie, Debía tragarse todo, combatir sus propios errores y su propia tristeza por él mismo. Este iba a ser un juego donde tan sólo él jugaría. Siguió caminando, hacia la playa, un lugar que podría relajarle, escuchando el oleaje y hundiendo sus pies en la ardiente arena. – Siento mis desvaríos, Madara. – Dijo con un tono calmado, pero notorio de tristeza.
Su cuerpo volvía a transformarse en forma híbrida, su hocico se alargaba, su piel se volvía escamosa, sus garras crecían, unas alas reptilianas aparecían en su espalda. Una vez en su forma híbrida, alzó el vuelo. Con una velocidad constante, volando bajo y lento, comenzó a dirigirse hacia la playa. Necesitaba lanzar sus penas al mar, hundírlas en aquel lugar de pecado que muchas almas ya se había llevado.
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El moreno escuchó las palabras del chico. Al parecer había perdido a muchas personas. Además, los que se iban con él, acababan muriendo. El mercenario no pudo evitar sonreír de lado. Eso le convenía, ya que anhelaba combatir contra tipos fuertes. De todas formas continuaba teniendo curiosidad por lo de maestro. No todos los días, un desconocido le llamaba así. Al parecer quería estar solo, pues se iba rumbo a la playa. En ese momento el dragón alzó la voz. – Hay una cueva a un kilometro al Norte. Es una de mis bases, puedes acercarte luego. – Una vez dijo aquello, entrecerró los ojos despacio. En ese momento miró como el chico usaba su forma híbrida, y se dirigía hacia la playa.
Madara entró de nuevo en el bar, observando que todo estaba en orden. Entonces se acercó a las hermanas y soltó un suspiro. Se sentó, y se quedó mirando el panorama. El hombre rubio continuaba allí tirado. El devastador pasó de él, pidiendo una bebida sin alcohol, llevándose después las manos a la cabeza. Elisa le preguntó por lo pasado, mientras la pelirroja permanecía atenta a la respuesta. – Hablaré con él cuando se le pase el modo emo. En mi base le recibiré. – Nada más decir aquello, le sirvieron un refresco de naranja con dos trozos de hielo. Bebió del vaso con calma, suspirando y mirando un poco alrededor.
Todo parecía estar en calma. – ¿Dónde está tu base? – Preguntó entonces la rubia, mirándole a los ojos con picardía, y sentándose a su lado. Los ojos del devastador se clavaron en la de la mujer. En ese momento miró a otro lado, bebiendo de su vaso. Esa chica solo le traía problemas, no era buen plan ligársela. Entonces fue cuando ella se le sentó en la rodilla con toda la confianza del mundo. – No te lo voy a decir. Solo me faltaba eso, que me acosaras allí. – La respuesta no pareció agradar a la chica, pues hinchó las mejillas y le dio un pequeño golpe en el hombro. El moreno sonrió de lado, continuando bebiendo. Después tendría que ir a buscar al chico, y ver lo que estaba pasando. Aunque por el momento estaba muy cómodo allí.
Madara entró de nuevo en el bar, observando que todo estaba en orden. Entonces se acercó a las hermanas y soltó un suspiro. Se sentó, y se quedó mirando el panorama. El hombre rubio continuaba allí tirado. El devastador pasó de él, pidiendo una bebida sin alcohol, llevándose después las manos a la cabeza. Elisa le preguntó por lo pasado, mientras la pelirroja permanecía atenta a la respuesta. – Hablaré con él cuando se le pase el modo emo. En mi base le recibiré. – Nada más decir aquello, le sirvieron un refresco de naranja con dos trozos de hielo. Bebió del vaso con calma, suspirando y mirando un poco alrededor.
Todo parecía estar en calma. – ¿Dónde está tu base? – Preguntó entonces la rubia, mirándole a los ojos con picardía, y sentándose a su lado. Los ojos del devastador se clavaron en la de la mujer. En ese momento miró a otro lado, bebiendo de su vaso. Esa chica solo le traía problemas, no era buen plan ligársela. Entonces fue cuando ella se le sentó en la rodilla con toda la confianza del mundo. – No te lo voy a decir. Solo me faltaba eso, que me acosaras allí. – La respuesta no pareció agradar a la chica, pues hinchó las mejillas y le dio un pequeño golpe en el hombro. El moreno sonrió de lado, continuando bebiendo. Después tendría que ir a buscar al chico, y ver lo que estaba pasando. Aunque por el momento estaba muy cómodo allí.
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