Abandonando mi cautiverio[Cristopher y Kenmei]

Había oído algo sobre una guerra en una isla del paraíso, muchos se encontraban allí y, aunque Lothar no me había dicho nada, supuse que su última salida también tenía esta isla como destino. Yo me hallo aquí con meros propósitos científicos, poco me importa el resultado de la batalla, de hecho, si pudiera llevarme algún que otro cadáver quizás consiguiera sacar algo de provecho de esta absurda trifulca de retrasados. Bueno, no he venido a evaluar su comportamiento, al fin y al cabo quizás esté siendo un poco injusto, alguien listo puede haber en esta guerra.

Se oían ruidos, por lo que me mantuve tan al margen como pude... literalmente, pues bordeé la costa hasta encontrar un edificio que parecía una especie de cárcel o calabozo. Era extraño, estaba completamente abandonado ¿habían sido llamados al combate todos los guardias? O puede que alguien los haya exterminado... En ese caso, nadie echaría en falta algún cadáver jejejeje.

Me adentré con cuidado poco a poco, con una de mis espadas desenvainada. No se veía el final del pasillo y, tras un buen rato avanzando, escuché unos pasos. La luz apenas iluminaba a aquel hombre hasta la cintura, pero pude distinguir una pistola, poniéndome en guardia alcé la voz.

-¡Tú, identifícate!

Había logrado salir de la celda, algo que ya era un buen avance para mi huida, pero ahora debo averiguar dónde estoy y como puedo salir de aquella especie de cárcel en la que me habían encerrado. Por mucho que mire no encuentro nada que me de alguna indicación de donde me encuentro o hacia donde he de dirigirme para salir de allí. Antes de moverme compruebo que llevo todas mis pertenencias encima pues no me agradaría perder algo en aquél lugar de mala muerte. Una vez confirmado que todo está donde debe, empiezo a moverme por aquél lugar con la esperanza de encontrar la salida antes de que empiece a desarrollar problemas de personalidad por la soledad. Mientras camino escucho el eco de mis pasos rebotar en las paredes, lo cual indica que no hay nadie más en aquél lugar.

Me empiezo a mover tranquilamente por el lugar con la mano preparada para coger mi pistola o mi revólver en caso de encontrarme con alguien que intente volver a encerrarme. En un momento dado empiezo a escuchar nuevos pasos en la zona y poco después me encuentro con un joven moreno que porta una espada en una de sus manos y que al verme se pone en postura defensiva y me dice que me identifique. Sin el más mínimo ápice de miedo en mí digo

Más bien deberías de ser educado y presentarte antes de exigir que alguien se identifique.

-Tienes toda la razón, Kenmei es mi nombre, ¿puedo preguntar por qué estás aquí?

La verdad es que su respuesta calmada me dio la impresión de que no era un enemigo, al menos no uno corriente, por lo que lo más prudente sería conversar con él... a no ser que mostrara abierta hostilidad. Me paré a pensar y recordé que tenía que buscar algo que llevarme de vuelta para investigar, por lo que le pregunté al desconocido tan pronto como terminó de hablar.

-¿Cómo es que no hay nadie? ¿Has matado a los guardias o algo? Si es así me gustaría poder llevarme un cadáver o algo...

Fuera cual fuera su respuesta, algún cadáver debía haber, si no dentro, en las cercanías, al fin y al cabo esto es una guerra y no sería posible que hubiese venido a la única guerra donde no hay muertos ¿no?... ¡Bah! Con mi suerte no me extrañaría, pero bueno, aún así buscaré un poco. Esperaba que este desconocido fuera de ayuda, pero tampoco sería imprescindible, por lo que si se va o incluso si hay que combatir no pasaría nada realmente.

Él no podría apreciarlo debido a la máscara, pero estoy bastante seguro de que mi rostro mostraba cuán desconcertado me hallaba. El extraño, que no se había presentado aún, acababa de hacer algo que le había tomado unos segundos. Había cerrado los ojos, murmurado algo y esperado hasta que, según él, había olido algo extraño que jamás había olido. Bueno, ciertamente la información era dudosa, pero al menos estaba intentando ser de ayuda.

Su actitud era un poco bipolar, pues antes de ofrecerse a ayudarme de una forma que aún no entendía, me había amenazado de cierta forma para que no intentara robarle nada. ¿Quién se cree que soy? ¿Un vulgar ladrón? ¡Bah! Nadie reconoce el talento cuando lo ve.

-Con extraño... ¿a qué se refiere?- Pregunté mientras me acercaba para ir a donde me había indicado. -¿No tiene curiosidad?- Le dije, intentando incitarle a que viniese conmigo. Aunque no lo haya dicho, es muy probable que sepa más que yo de este lugar... Su presencia podría serme útil.

Esperaba que me acompañase para, además, guiarme a la sala cuyo olor había captado. Era una habilidad interesante, me despertaba la curiosidad. ¿Hasta qué punto era su olfato superior al de un humano? ¿Lo que había hecho antes era solo concentrarse o era algo más? ¿Disponía de alguna otra habilidad sobrehumana?... Si después de un rato el extraño seguía conmigo, de seguro acabaría usando esa u otra habilidad en algún momento, en cuyo caso le preguntaré... si no, pues tampoco pasa nada, no es que sea tampoco lo más interesante que haya visto en mi vida.

El extraño, sin mediar palabra, se dio la vuelta y se dirigió en la dirección de la que provenía el olor que había captado. No sabía muy bien cómo tomarme el que no me respondiera y me diera la espalda de esa manera, pero al menos parecía que iba a acompañarme. Seguimos adentrándonos sin dirigirnos el uno al otro, observando los alrededores sin encontrar nada digno de mención, hasta llegar a una habitación cuya salida estaba al otro lado de un inusual foso o algo por el estilo. En el fondo podía verse un líquido morado, ¿veneno, ácido o simplemente agua sucia? Quién sabe.

-¿Lo que olió era este... mejunje o fue algo tras la otra puerta? -Pregunté, intentando mantener las formas, cosa que me costaba mucho normalmente y más si se tiene en cuenta la actitud de mi acompañante. ¿Podía confiar en su olfato? Si no obtenía resultados pronto empezaría a impacientarme.

Llevándome la mano a la barbilla, comencé a pensar en dónde podría encontrar algo de provecho sin adentrarme demasiado en la zona de guerra. De seguro tiene que haber alguna instalación científica o almacén armamentístico cerca ¿no?... No podía simplemente irme con las manos vacías.

Si aquel hombre me decía que habría que cruzar, saltaría, pues aunque no era precisamente pequeño, mi agilidad me permitía de sobra llegar hasta el otro lado. Solo esperaba que no creyese que por ahí se podía salir, sobre todo por que yo acababa de entrar por el lado opuesto de la prisión y, al menos a simple vista, el edificio no parecía tener más de una vía de entrada.

Al ver que el extraño solo hablaba para hacer de las suyas de nuevo, decidí no saltar. Me senté y clavé ambas espadas en el suelo, mirando un poco enfadado al ex-prisionero. Jolín, ¿de verdad es tan difícil responder una simple pregunta? Cogí mi máscara y la miré, cambiando su diseño a uno blanco puro y me la puse. Lo observé sin hacer nada, pero cuando abrió la puerta, pude ver que su expresión cambiaba radicalmente, aunque no dijo nada sobre lo que había visto. Apreté los dientes, rabioso, porque la curiosidad me estaba matando. ¿No iba a hablar? No podía creérmelo.

Saqué las espadas del suelo y las envainé. Me moví un poco por mi lado del pozo intentando vislumbrar lo que había dentro de la puerta, pero su espalda bloqueaba la vista. Finalmente, solté un gruñido y corrí cerca del borde del pozo para, saltando en la pared, llegar hacia el otro lado.

Con impaciencia, me acerqué dando sonoros pasos. -Bueno, ¿qué es? No me dejes así. -Solté, viendo que no podría asomarme si el anonadado individuo no se apartaba. Sentí una ansias horribles de empujarlo pero entonces me detuve y comencé a pensar. La manera en la que este hombre parecía despreciarme y ni siquiera me había respondido antes me estaba poniendo enfermo, así que le estaba dando una última oportunidad con esta pregunta. Si me decía lo que había visto, no le cortaría el pescuezo... Aunque si no lo hacía quizás tampoco convendría matarlo, quién sabe a qué me pueden llevar sus extrañas habilidades. -... ¿Y bien? -Concluí, acabando de un plomazo con todas mis ideas homicidas.

Por si acaso, me llevé las manos a los mangos de mis espadas, no fuera a ser que hubiera algo hostil tras la puerta, aunque realmente no lo creía posible, porque si no el extraño ya hubiera sido atacado... ¿no?

OFF:

Cuando escuché las palabras del extraño y pude echar un vistazo en el interior de la sala, una vez él entró, me quité la máscara, sonriendo muy ampliamente.

-¡Bueno, bueno, bueno...! ¿Qué tenemos aquí? Nada menos que un laboratorio en el que se hacían pruebas con humanos. -Solté, mirando con detenimiento la pila de huesos y finalizando en la mesa, en la que mantuve fija la mirada. Junto con unos papeles algo sucios y muy desordenados, se encontraba una pequeña libreta.

Me dí cuenta de que mi acompañante sacó sus armas, pero como no me miraba a mí, supuse que no tenía razón alguna para preocuparme, aunque aún así no le dí la espalda, solo por si acaso. Saqué un pañuelo de uno de mis bolsillos y lo usé para coger la libreta con cuidado, no sabía en qué estado se encontraba y no quería deteriorarla en lo más mínimo. Empecé a leer mientras comprobaba que las sustancias mencionadas se correspondían con las que se encontraban en aquellos recipientes.

-¿Algo de interés por ahí? -Pregunté al desconocido, que supuse que estaría explorando el resto de la sala en busca de una salida. Mientras esperaba una respuesta, seguí musitando. -Veamos, el compuesto que dice aquí debe ser el del tercer tubo, el cuarto y el quinto deben ser muestras de sangre... Y este debe ser el resultado final con el que estaban haciendo las pruebas, que por lo que veo no han ido demasiado bien.

Al parecer habían estado haciendo pruebas para mejorar la resistencia y dureza de la piel, pero acababan haciéndola tan rígida que apenas podían moverse, y eso si no afectaba a los órganos internos... Un corazón tan duro como una roca digamos que bombea más bien poco. Pero ya se sabe, la basura de un hombre es el tesoro de otro. Como droga potenciadora quizás no valía nada, pero sería un veneno muy interesante...

Entonces busqué algo con lo que pudiera transportar aquellas sustancias y el cuaderno que explicaba cómo se creaba. Por suerte, encontré un zurrón pequeño que tenía un mapa, una cantimplora vacía y un manojo de llaves. La cantimplora la dejé sobre la mesa, mientras que las llaves las cogí, agitándolas un poco, para llamar la atención de mi acompañante.

-Tengo llaves y un mapa del lugar, por mí nos podemos ir en cualquier momento. -Metí los tubos, tapados con antelación, en uno de los bolsillos del zurrón. Me lo colgué al hombro y esperé a saber qué íbamos a hacer. Le ofrecí el mapa para que él decidiera hacia dónde íbamos, ya que con sus sentidos mejorados existía la posibilidad de que me guiara hasta alguna otra sala de mi interés.

No sé cual era la razón, pero el desconocido era de muy pocas palabras, casi había que obligarlo para que abriera la boca. Aunque me dijo que no había nada "fuera de lo común", había encontrado un rifle, que se colgó en el hombro. ¿Un rifle no es nada fuera de lo común? ¿En un laboratorio? Chasqueé la lengua y empecé a caminar lentamente, siguiendo sus pasos fuera de la sala.

Mientras, estuve pensando en lo que acababa de obtener. Tenía no solo un químico que tenía potencial para servir como un veneno, sino también los componentes del mismo y notas al respecto. Podría producirlo para tener más dosis, mejorarlo, e incluso podría terminar el proyecto que tenían en mente sus creadores originales, el de conseguir una droga con carácter defensivo, evitando obviamente los desagradables efectos secundarios.

Por lo que pude ver en el mapa antes de entregárselo, no había muchas opciones. Aunque el extraño no dijo nada, me pareció evidente que pretendía salir, así que lo seguí, deteniéndome al ver cómo saltaba el pozo. -Vaya... Parece ser que le ha gustado cómo lo salté yo antes... -Dije en un susurro para mí mismo. Igual que antes, cogí carrerilla y, saltando en la pared, alcancé el otro lado.

Aunque normalmente no soy muy dado a las conversaciones, decidí no seguir a su lado sumido en un silencio incómodo. -Puesto que ya me presenté... ¿Podría ahora decirme quién es usted? Al menos su nombre. -Le dije, esperando que, como mínimo, tuviera un nombre con el que dirigirme a él, más allá de "usted".

El camino seguía exactamente igual a como lo habíamos dejado. Mala iluminación y ni un solo alma hasta donde alcanzaba la vista. Quizás el hombre de los sentidos sobrehumanos podía captar algo, pero parecía que en cuanto llegáramos a la salida podríamos abandonar la isla sin más. Yo con mis compuestos y él, con su libertad... y el rifle, claro. Todo eso a menos que surgiera algún contratiempo...

Al menos tenía un nombre, Cristopher. Ya podía empezar por algo en caso de que necesitara investigarlo. Sin embargo, no era momento de pensar en eso, según decía, teníamos enemigos más adelante. Me puse en guardia de inmediato, pero antes de dar siquiera un paso, me puse a trazar un plan.

Si había uno con un rifle, no podría acercarme para derrotar al otro. Lo primero era, por tanto, derrotar al tirador. ¿Cómo hacerlo? Bueno, contábamos con el arma que Cristopher acababa de encontrar. No tengo ni idea de armas de fuego, por lo que no sabría decir si era o no apropiada para la circunstancia en la que nos encontrábamos. Por si fuera poco, también desconocía las habilidades de mi acompañante, si fallaba el primer disparo y alertaba a los enemigos, podríamos recibir un balazo como respuesta... Por lo tanto, ahí sería donde yo podría ayudar.

Me acerqué a él mientras le hablaba bajando un poco la voz. -De acuerdo, tengo un plan. Usted se encargará de dispararle al tirador y así yo podré acercarme al espadachín. Permítame... Así no podrá ver quién disparó. -Le puse la mano sobre el hombro y comencé a recitar.

-Cual noche sin luna
te hallas perdido
y no hay forma alguna
de que salgas vivo.

En ese momento, un sello de color negro surgió sobre la zona que había tocado en el cuerpo de Cristopher, creando a su vez una esfera de oscuridad que nos rodeaba en un área de un metro de radio.

-Agachémonos, la oscuridad no llega hasta el suelo si estamos de pie. Con la poca iluminación que ya había antes, sumando el poder de mi habilidad, es imposible que nos localicen. El tirador no podrá acertarnos a no ser que dispare al azar.

Yo, de mientras, fui desenvainando con mucho cuidado, evitando hacer ruido en la medida de lo posible. Me quité el zurrón, por miedo a que se rompiera lo que acababa de conseguir, y lo apoyé en la pared. Me volví a poner la máscara, no quería que la sangre me entrara en los ojos, y cambié su diseño a uno completamente negro con un círculo rojo en la zona del ojo izquierdo. En cuanto el tirador estuviera derribado, esperaba poder entrar en acción.

Un trabajo impecable, debo reconocer, aunque no había visto que portaba un arco y flechas, pero parecía ser que lo suyo era la puntería y, por si fuera poco, tenía técnicas que podía aplicar a casi cualquier situación... Una habilidad ciertamente interesante. El espadachín se quedó en shock, yo desactivé la oscuridad y, desenvainando al instante, me lancé contra él.

En otro escenario, hubiera usado el poema "Cielo", pero aquí, en un espacio tan reducido, no tenía mucho sentido. Por aquel entonces solo tenía tres técnicas, así que, sin muchas más opciones, combatí sin usar trucos ningunos. Sinceramente, no me supuso un desafío. Quizás fue porque no podía superar la pérdida de su compañero, quizás es que carecía de mucha habilidad, pero tras una docena de golpes, retrocedió. Dudando, y mientras sus piernas temblaban, se giró y echó a correr.

-Estúpido, yo que quería usar tu cuerpo para algunas pruebas... y me obligas a incinerarte. -Decía mientras con pasos ligeros me mantenía cerca de él, sin que pudiera alejarse por mucho que corriera, pues con sus nervios no dejaba de tropezarse.

-Versos del dragón,
palabras de fuego,
prended mi aliento
con rojo fulgor

Entonces un rojo hálito puso punto y final al combate y a la vida del extraño. Eché un vistazo al tirador cuya cabeza había reventado, buscando entre sus pertenencias por si tenía algo de valor, pero no encontré nada, aunque quizás Cristopher quisiera las balas que llevaba.

-Hecho, vayámonos de aquí cuanto antes.

Cristopher no se detuvo ni un momento en su camino hacia la salida, yo me despedí con un simple: -Ha sido un placer. -No sabía nada acerca de él, pero quizás su amistad me convendría en un futuro... o quizás no, era imposible saberlo. Mentalmente lo añadí a la lista de fumadores, lo cual le restaba puntos. Seguía sin entender qué sentido tenía el mantener un hábito tan perjudicial que, por si fuera poco, no era nada barato.

Envainé mi espada, fui a por el zurrón que había dejado atrás y lo abrí para comprobar que todo estaba en perfecto estado. Una vez hecho eso, me lo coloqué con cuidado en el hombro y procedí a salir de allí. A la salida, podía escuchar los ruidos de la guerra, y unas luces se veían en el cielo... Era la hora de que me alejase de la isla, me conformaba con lo que había conseguido.

Tras una media hora de camino al barco, en el que, como a la ida, bordeé la isla, por fin pude hacerme a la mar con el veneno de rigidez que había obtenido.

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