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Me acerqué a uno de los puestos de chucherías que había en la calle. Piruletas, gominolas y un sinfín de más cosas dulces, globos... Aderezado con el ruido que empezaba a hacer doler mi cabeza y color brillantes. Niños gritones correteaban haciendo tropezar a la gente y los adultos hacían la vista gorda por el momento, aunque vigilaban que a ningún tenryu se le ocurriera pasar por allí y chocara con uno de sus hijos. O en todo caso que sus hijos no chocaran con el noble. Por desgracia yo todavía no entendía de esas cosas...
-Un poco de algodón de azúcar, por favor -dije, y le di unos cuantos berries a cambio cuando me tendió una gran nube de color rosa con un palito.
Me estaba empachando y el dinero disminuía rápidamente, pero pronto me iría de la isla y quería disfrutar cuanto pudiera de aquel lugar. ¿En qué otro lugar iba a encontrar un parque de atracciones? Me recordaba en cierto modo a la primera fiesta en la que había estado, en Villa Orange. Bueno, ¿la primera fiesta que no fuera formal, con vestidos, joyas y cócteles? Aunque se había jodido cuando el pelirrojo nos metió en líos subiéndose al escenario donde se suponía que debía tocar la orquesta.
Sacudí la cabeza para librarme de esos pensamientos y miré la parte más alta de la noria. Quería subir, pero era triste ir sola y al mismo tiempo ir con alguien era super cursi. Meh, por el momento me senté en un banco a comer el algodón de azúcar.
-Un poco de algodón de azúcar, por favor -dije, y le di unos cuantos berries a cambio cuando me tendió una gran nube de color rosa con un palito.
Me estaba empachando y el dinero disminuía rápidamente, pero pronto me iría de la isla y quería disfrutar cuanto pudiera de aquel lugar. ¿En qué otro lugar iba a encontrar un parque de atracciones? Me recordaba en cierto modo a la primera fiesta en la que había estado, en Villa Orange. Bueno, ¿la primera fiesta que no fuera formal, con vestidos, joyas y cócteles? Aunque se había jodido cuando el pelirrojo nos metió en líos subiéndose al escenario donde se suponía que debía tocar la orquesta.
Sacudí la cabeza para librarme de esos pensamientos y miré la parte más alta de la noria. Quería subir, pero era triste ir sola y al mismo tiempo ir con alguien era super cursi. Meh, por el momento me senté en un banco a comer el algodón de azúcar.
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Me encontraba caminando tranquilamente por Shabaody completamente despreocupado de lo que me rodeaba y olvidando por completo al pesado de Akashi, un criajo insoportable que trata a los demás como seres inferiores a él, o al menos esa era la sensación que me daba. Mis ojos blancos carentes de color en la iris miraban a todos lados asombrado por el hecho de que se hubiese desarrollado una especie de país alrededor de unos árboles que se perdían en las profundidades del mar. Esta vez, a diferencia de como era habitual en mí no llevaba el arco conmigo sino que solo llevaba la pistola oculta bajo mi traje por si acaso necesitaba defenderme aunque mi intención era no usarla.
Tras caminar sin un rumbo fijo llegué a la entrada de lo que parecía ser un parque de atracciones y como nunca había estado en uno entré corriendo sin pararme a pensar que eso podría conllevar un gasto inmenso de mis fondos. Corría como un chiquillo de un lado a otro del parque montándome en todas las atracciones que parecían provocar la segregación de adrenalina hasta que empecé a tener hambre por lo que simplemente me dirigí a varios puestos diferente comiendo un poco de cada puesto hasta finalmente hacerme con un algodón de azúcar que superaba en tamaño a uno ordinario porque el dueño del tenderete se despistó y se le pasó la mano.
Caminaba tranquilo con el algodón de azúcar del mismo color que mis ojos hasta que a lo lejos vi una chica que me resultaba familiar pero de la cual no conocía el nombre, solo sabía que era una chica que me encontré en una fiesta hace tiempo. Me acerqué a ella y con una sonrisa amable le dije Hola, cuanto tiempo sin vernos hermosa dama.
Tras caminar sin un rumbo fijo llegué a la entrada de lo que parecía ser un parque de atracciones y como nunca había estado en uno entré corriendo sin pararme a pensar que eso podría conllevar un gasto inmenso de mis fondos. Corría como un chiquillo de un lado a otro del parque montándome en todas las atracciones que parecían provocar la segregación de adrenalina hasta que empecé a tener hambre por lo que simplemente me dirigí a varios puestos diferente comiendo un poco de cada puesto hasta finalmente hacerme con un algodón de azúcar que superaba en tamaño a uno ordinario porque el dueño del tenderete se despistó y se le pasó la mano.
Caminaba tranquilo con el algodón de azúcar del mismo color que mis ojos hasta que a lo lejos vi una chica que me resultaba familiar pero de la cual no conocía el nombre, solo sabía que era una chica que me encontré en una fiesta hace tiempo. Me acerqué a ella y con una sonrisa amable le dije Hola, cuanto tiempo sin vernos hermosa dama.
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Saqué de la mochila un enorme libro de medicina y me puse a leerlo con calma mientras mordisqueaba el algodón, pegándole pequeños bocados. ¿Me mirarían raro por hacer eso en medio de un parque de atracciones? Es probable. Tanto para niños como para adultos no sería más que una friki, pero nunca me había importado demasiado lo que pensaran de mí, a pesar de que me habían enseñado que debería ser al contrario. Y ya me había divertido bastante, ahora tocaba estudiar un poco también.
-Este hueso... y este músculo... -giré un poco el atlas del cuerpo humano que estaba viendo, porque no lograba entenderlo del todo.
Hablando de rey de Roma... Bueno, del otro rey de Roma en realidad. Pensaba en aquella primera fiesta y acto seguido, nada más levantar la vista, aparecía ante mí alguien que recordaba haber visto en ella. ¿O mi memoria ya me engañaba? No era el pelirrojo el que caminaba en mi dirección, sino otro chico, alguien que también estaba en la fiesta de Shellstown. Y cuando él estaba bastante borracho además. ¿Se acordaría él de ese día?
Parecía ser que sí, porque me saludó diciendo que ya llevábamos un tiempo sin vernos. Recordaba que entre los dos me habían enfadado un poco al principio, aunque después todo se había arreglado y los perdiera de vista. Casi resultó lo mejor al final. La que pensaba que sería una gran noche, terminó resultando agridulce, quizás algo amarga para las expectativas tan altas que llevaba.
Era él sin duda. Sus ojos descoloridos lo delataban. En la mano llevaba algodón de azúcar como yo, a juego con su mirada. Juraría que por el rabillo del ojo veía a la gente un poco agitada, y no nos perdían de vista, pero quién sabe. A lo mejor eran imaginaciones mías.
-Hola -dije en una voz neutra. -¿Nos conocimos en Shellstown, verdad? -le pregunté con una sonrisa risueña. Aunque me sonaba mucho su cara, prefería asegurarme.
-Este hueso... y este músculo... -giré un poco el atlas del cuerpo humano que estaba viendo, porque no lograba entenderlo del todo.
Hablando de rey de Roma... Bueno, del otro rey de Roma en realidad. Pensaba en aquella primera fiesta y acto seguido, nada más levantar la vista, aparecía ante mí alguien que recordaba haber visto en ella. ¿O mi memoria ya me engañaba? No era el pelirrojo el que caminaba en mi dirección, sino otro chico, alguien que también estaba en la fiesta de Shellstown. Y cuando él estaba bastante borracho además. ¿Se acordaría él de ese día?
Parecía ser que sí, porque me saludó diciendo que ya llevábamos un tiempo sin vernos. Recordaba que entre los dos me habían enfadado un poco al principio, aunque después todo se había arreglado y los perdiera de vista. Casi resultó lo mejor al final. La que pensaba que sería una gran noche, terminó resultando agridulce, quizás algo amarga para las expectativas tan altas que llevaba.
Era él sin duda. Sus ojos descoloridos lo delataban. En la mano llevaba algodón de azúcar como yo, a juego con su mirada. Juraría que por el rabillo del ojo veía a la gente un poco agitada, y no nos perdían de vista, pero quién sabe. A lo mejor eran imaginaciones mías.
-Hola -dije en una voz neutra. -¿Nos conocimos en Shellstown, verdad? -le pregunté con una sonrisa risueña. Aunque me sonaba mucho su cara, prefería asegurarme.
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Tras encontrarme con la hermosa doncella que conocí hace tiempo en una desastrosa fiesta en Shelltown donde una serie de catastróficos malentendidos tuve que ausentarme de la misma sin poder preguntarle por su nombre, algo que me rondaba la cabeza en algunas ocasiones ya que su rostro había quedado grabado en mi mente por su desmesurada belleza. La chica parecía estar entretenida leyendo un libro mientras comía algodón de azúcar, algo que desde luego llamaba la atención de cualquiera que se encontrase en un parque de atracciones pues lo último que te esperas encontrar es a alguien leyendo. Tras un rato en el que parecía estar mirándome para asegurarse de saber quién soy finalmente se pronunció preguntando si nos conocimos en Shelltown, a lo que asentí afirmativamente para hacerle saber que así era.
Tras la pregunta de la joven no pude evitar notar como las miradas se centraban en nosotros pero no era extraño, una chica, la cual estaba leyendo en un parque de atracciones, y un chico que parece no tener iris estaban juntos como si nada. Me senté tranquilamente a su lado y miré con curiosidad el libro para descubrir que estaba leyendo un libro de medicina, lo cual me hizo sonreír y decir ¿Qué estás buscando en un dibujo sobre la anatomía humana con tanto interés? Espero que no busques puntos donde matarme con un simple golpe por mi traspiés en aquella fiesta. Eso útimo lo dije con un tono de broma y despreocupado mientras analizaba los huesos y músculos que componían la parte superior de la espalda humana.
Tras la pregunta de la joven no pude evitar notar como las miradas se centraban en nosotros pero no era extraño, una chica, la cual estaba leyendo en un parque de atracciones, y un chico que parece no tener iris estaban juntos como si nada. Me senté tranquilamente a su lado y miré con curiosidad el libro para descubrir que estaba leyendo un libro de medicina, lo cual me hizo sonreír y decir ¿Qué estás buscando en un dibujo sobre la anatomía humana con tanto interés? Espero que no busques puntos donde matarme con un simple golpe por mi traspiés en aquella fiesta. Eso útimo lo dije con un tono de broma y despreocupado mientras analizaba los huesos y músculos que componían la parte superior de la espalda humana.
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El chico se sentó a mi lado y observó la imagen del atlas que yo estaba examinando, para después hablar de la fiesta en Shellstown. Me reí ante su comentario, la verdad es que me acordaba bien de ese día, y tampoco me había tratado demasiado mal. De hecho recordaba que había tratado de hacer las paces dándome un colgante... ¿Qué había sido de eso? Ah, sí, al final nos habíamos separado antes de que pudiera aceptarlo.
-No quiero asustarte, pero esos puntos vitales ya me los sé -fanfarroneé de algunos conocimientos de medicina que tenía y de los que estaba bastante orgullosa, pero como si en realidad le estuviera contando una mentira. -Si quisiera, ya te hubiera matado en la fiesta. -No lo dije de forma amenazante, sino con un tono alegre, siguiendo con la broma. -Pero creo que tenías más posibilidades de morir por exceso de alcohol en sangre. Y no te preocupes, peor acabamos el pelirrojo y yo, cuando él decidió subirse al escenario y fingir ser parte de la orquesta. -Me reí otra vez, y pensé si no me estaría pasando al meterme así con alguien a quien apenas conocía.
Volví la vista al libro, un poco sonrojada. Seguro que no le interesaban demasiado todas esas cosas que le contaba, y de las que ya había pasado un tiempo. Además pensar en medicina hacía que de vez en cuando recordara a mi padre y me vinieran imágenes a la... Algo se quedó trabado en mi cabeza y no llegó a la parte consciente. No sé qué me asustaba más, si recordar horrores o no poder recordar algunos de ellos. Suspiré y lo miré, mientras me terminaba el algodón de azúcar, manchándome las comisuras de los labios, como si fuera una niña pequeña. Que en cierto modo, todavía lo era.
-Hmmmmm... -me giré para tirar el palito del algodón a la papelera. -¿Te apetece subir a la montaña rusa? ¿O ir a algún otro sitio? La medicina está muy bien, pero ya me aburrí de estudiar por hoy. -Guardé el libro en mi mochila y me levanté. Cogí su mano y le di un pequeño tirón. -Vengaaaa. -Le sonreí, para ver si lograba convencerlo. No tenía nada en especial que hacer, excepto subirme a un barco cuando oscureciera, así que tenía tiempo de sobra.
-No quiero asustarte, pero esos puntos vitales ya me los sé -fanfarroneé de algunos conocimientos de medicina que tenía y de los que estaba bastante orgullosa, pero como si en realidad le estuviera contando una mentira. -Si quisiera, ya te hubiera matado en la fiesta. -No lo dije de forma amenazante, sino con un tono alegre, siguiendo con la broma. -Pero creo que tenías más posibilidades de morir por exceso de alcohol en sangre. Y no te preocupes, peor acabamos el pelirrojo y yo, cuando él decidió subirse al escenario y fingir ser parte de la orquesta. -Me reí otra vez, y pensé si no me estaría pasando al meterme así con alguien a quien apenas conocía.
Volví la vista al libro, un poco sonrojada. Seguro que no le interesaban demasiado todas esas cosas que le contaba, y de las que ya había pasado un tiempo. Además pensar en medicina hacía que de vez en cuando recordara a mi padre y me vinieran imágenes a la... Algo se quedó trabado en mi cabeza y no llegó a la parte consciente. No sé qué me asustaba más, si recordar horrores o no poder recordar algunos de ellos. Suspiré y lo miré, mientras me terminaba el algodón de azúcar, manchándome las comisuras de los labios, como si fuera una niña pequeña. Que en cierto modo, todavía lo era.
-Hmmmmm... -me giré para tirar el palito del algodón a la papelera. -¿Te apetece subir a la montaña rusa? ¿O ir a algún otro sitio? La medicina está muy bien, pero ya me aburrí de estudiar por hoy. -Guardé el libro en mi mochila y me levanté. Cogí su mano y le di un pequeño tirón. -Vengaaaa. -Le sonreí, para ver si lograba convencerlo. No tenía nada en especial que hacer, excepto subirme a un barco cuando oscureciera, así que tenía tiempo de sobra.
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Tras ver que la muchacha estaba estudiando medicina le hice un comentario bromista sobre eso y Reira contestó con una broma continuando con la mía diciendo que esos puntos ya los conocía y que me hubiese matado en aquél entonces si quisiera, aunque era más probable que hubiese muerto por el alcohol que llevaba en el cuerpo. Lo cierto es que aquél día me había pasado con la cerveza y eso repercutió en mi comportamiento y mi estado físico, haciéndome vomitar y tambalear al caminar. Reira volvió la mirada al libro tras hablar por un rato mientras yo no podía contener la risa ante sus comentarios y los recuerdos de aquella fatídica fiesta. Justo en ese momento recordé que aún llevaba el colgante que le iba a regalar así que empecé a rebuscar en mis ropajes en busca del dichoso collar hasta que lo encontré.
Me terminé el algodón de azúcar justo cuando Reira empezó a tirar de mi mano proponiéndome ira a la montaña rusa o alguna parte, algo que acepté con una sonrisa mientras me levantaba pero me detuve un momento y saqué del bolsillo interior derecho el colgante y dije Toma, el colgante que durante el lío que hubo en la fiesta no pude dártelo. Extendí mi mano dejando el colgante al alcance de la joven Reira mientras sonreía con naturalidad y tranquilidad.
Me terminé el algodón de azúcar justo cuando Reira empezó a tirar de mi mano proponiéndome ira a la montaña rusa o alguna parte, algo que acepté con una sonrisa mientras me levantaba pero me detuve un momento y saqué del bolsillo interior derecho el colgante y dije Toma, el colgante que durante el lío que hubo en la fiesta no pude dártelo. Extendí mi mano dejando el colgante al alcance de la joven Reira mientras sonreía con naturalidad y tranquilidad.
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Por fin conseguí que se levantara y parecía tener intención de seguirme allá donde fuera. ¡Incluso a la montaña rusa! Con el miedo que le daba eso a alguna gente. Sí, estaba claro que cuando quería podía ser insistente y persuasiva como una niña pequeña con alguno de sus caprichos, pero es que de verdad me estaba aburriendo un poco pro allí y quería llevarme un buen recuerdo de aquel lugar cuando me fuera. "Hmmmm ¿montaña rusa o noria tranquilita?" Eso iba pensando y ya me disponía a emprender el camino cuando algo que hizo Cris me sorprendió. Rebuscó en su chaqueta, como intentando encontrar algo, sacó un colgante y me lo tendió. Ese gesto me devolvió por completo a la noche de la fiesta en Shells, donde, si no recordaba mal, había conseguido el colgante en uno de los puestos y me lo había ofrecido a modo de disculpa por algo de lo que ya no me acordaba.
-Oh, no es necesario... -dije con un hilillo de voz, manteniendo las manos pegadas al cuerpo y dudando sobre si cogerlo o no.
No me lo esperaba para nada. Que alguien hubiera guardado eso durante tanto tiempo quizás no significara nada para esa persona, excepto que se trataba de un objeto del que no quería deshacerse hasta que sirviera para algún propósito, pero para mí lo era mucho. Demasiado. La verdad es que no solía pensar en esos pequeños detalles, pero cuando lo hacía... Cuando lo hacía era como si mi cabeza fuera a explotar. Podía ver el orden de los detalles, el lugar donde debían estar las cosas, o al menos eso pensaba. Y me entraban ganas de llorar al pensar que de alguna manera el colgante había vuelto a mí como si ese fuera su destino. Me temblaba la mano al extender el brazo, y el resto del cuerpo también, sí. Lo cogí, pero después cambié de idea y lo devolví a su mano.
-¿Me lo pones? -le pregunté con voz temblorosa, y le di la espalda para que pudiera anudármelo en la nuca.
Comportándome como una cría, qué bien. Sonreí un poco de todas formas. Quizás había cosas que nunca cambiarían, o que estaban predestinadas.
-Oh, no es necesario... -dije con un hilillo de voz, manteniendo las manos pegadas al cuerpo y dudando sobre si cogerlo o no.
No me lo esperaba para nada. Que alguien hubiera guardado eso durante tanto tiempo quizás no significara nada para esa persona, excepto que se trataba de un objeto del que no quería deshacerse hasta que sirviera para algún propósito, pero para mí lo era mucho. Demasiado. La verdad es que no solía pensar en esos pequeños detalles, pero cuando lo hacía... Cuando lo hacía era como si mi cabeza fuera a explotar. Podía ver el orden de los detalles, el lugar donde debían estar las cosas, o al menos eso pensaba. Y me entraban ganas de llorar al pensar que de alguna manera el colgante había vuelto a mí como si ese fuera su destino. Me temblaba la mano al extender el brazo, y el resto del cuerpo también, sí. Lo cogí, pero después cambié de idea y lo devolví a su mano.
-¿Me lo pones? -le pregunté con voz temblorosa, y le di la espalda para que pudiera anudármelo en la nuca.
Comportándome como una cría, qué bien. Sonreí un poco de todas formas. Quizás había cosas que nunca cambiarían, o que estaban predestinadas.
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Reira finalmente consiguió que me levantara y ahora parecía que no sabía a qué atracción subirse primero por lo que parecía pensar en ello mientras caminábamos por el parque tranquilamente como dos simples civiles que disfrutan de una tarde de diversión. Cuando me detuve a darle el colgante Reira dudó si cogerlo o no diciendo que no era necesario. Su voz sonaba débil, como si fuese algo que realmente la sorprendió. Tras un tiempo en el que parecía que no lo iba a coger Reira estiró la mano y recogió el colgante mientras temblaba, pero al final lo devolvió. En ese momento pensaba que iba a quedarme con el colgante pero la joven se giró diciendo si se lo ponía con una voz temblorosa.
Abrí el cierre del colgante y lo coloqué alrededor de su cuello para cerrarlo por detrás sonriendo y diciendo El colgante hace buena combinación con tu pelo y tus ojos. Te queda realmente bien. ¿A dónde te apetece montar? Mi mirada era tranquila y mi expresión alegre, esperaba con ansias desde hacía tiempo un día tranquilo como ese.
Abrí el cierre del colgante y lo coloqué alrededor de su cuello para cerrarlo por detrás sonriendo y diciendo El colgante hace buena combinación con tu pelo y tus ojos. Te queda realmente bien. ¿A dónde te apetece montar? Mi mirada era tranquila y mi expresión alegre, esperaba con ansias desde hacía tiempo un día tranquilo como ese.
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Cerré los ojos mientras notaba como sus manos bailaban alrededor de mi cuello, para ponerme el dichoso colgante que había sobrevivido ya tanto tiempo. Miré a Liam por el rabillo del ojo esbozando una sonrisa, cuando ya estaba todo en su sitio. Era un momento bonito. Un momento bonito con un desconocido, pero esos eran los más divertidos y por una vez no lo pensaba con segundas intenciones. Sin casi verlo tiré un poco de una de sus mangas, con la intención de que me siguiera allá donde fuera. Eché a caminar con calma, sin hacerle mucho caso, perdiendo la concentración fácilmente. El colorido me aturdía como a cualquier niña pequeña de las que paseaban de la mano de sus padres. Y la calma era la que suele venir antes de la tormenta en la que me convierto a ratos.
-¡Vale, está decidido! ¡Será la montaña rusa! -exclamé señalándola, y me fui corriendo sin esperarlo, mirando atrás con una mirada cargada de burla. -¿Vienes o qué?
Esquivé a unas cuantas personas y empujé a otras tantas sin pararme a ver qué tal estaban. ¿Por qué hacía esa clase de cosas tan de repente? Cualquiera pensaría que estaba como una cabra y la verdad es que parecía que saltaba y corría igual que una. Al llegar a la taquilla estaba jadeando y el vendedor me miró con mala cara. ¿Qué? ¿Acaso una chica no podía divertirse mientras se ponía en forma? Era todo para bajar aquel enorme algodón de azúcar que me había comido.
Vale, miento, era solo porque me apetecía. Y dado que en breves estaría atrapada en un barco sin salida, mejor que aprovechara para estirar las piernas ahora. Ni nadar podía... Esperé, tratando de averigüar si había asustado al chico y había escapado de mí, o si seguía por allí, perdido entra la gente. El momento me sirvió para abrir la mochila y comprobar cuánto dinero me quedaba, que no era mucho. Suficiente como para subir los dos y comer alguna cosa rica más. Si no aparecía pronto, me subiría sin él a la atracción y rezaría por pasármelo bien y no acabar vomitando sirope de caramelo.
-¡Vale, está decidido! ¡Será la montaña rusa! -exclamé señalándola, y me fui corriendo sin esperarlo, mirando atrás con una mirada cargada de burla. -¿Vienes o qué?
Esquivé a unas cuantas personas y empujé a otras tantas sin pararme a ver qué tal estaban. ¿Por qué hacía esa clase de cosas tan de repente? Cualquiera pensaría que estaba como una cabra y la verdad es que parecía que saltaba y corría igual que una. Al llegar a la taquilla estaba jadeando y el vendedor me miró con mala cara. ¿Qué? ¿Acaso una chica no podía divertirse mientras se ponía en forma? Era todo para bajar aquel enorme algodón de azúcar que me había comido.
Vale, miento, era solo porque me apetecía. Y dado que en breves estaría atrapada en un barco sin salida, mejor que aprovechara para estirar las piernas ahora. Ni nadar podía... Esperé, tratando de averigüar si había asustado al chico y había escapado de mí, o si seguía por allí, perdido entra la gente. El momento me sirvió para abrir la mochila y comprobar cuánto dinero me quedaba, que no era mucho. Suficiente como para subir los dos y comer alguna cosa rica más. Si no aparecía pronto, me subiría sin él a la atracción y rezaría por pasármelo bien y no acabar vomitando sirope de caramelo.
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Reira permaneció quieta mientras le colocaba el colgante en el cuello aunque en un momento pude ver cómo me miraba de reojo con una sonrisa en la cara, al parecer Reira no vivía ese tipo de situaciones a menudo. De pronto la joven tiró de las mangas de mi ropa antes de echar a caminar volviendo a parecer desorientada, como si hubiese perdido la concentración. Yo me limité a seguirla de cerca para saber hacia dónde se dirigiría mientras la observaba distraerse como una pequeña niña con los colores. De pronto Reira exclamó que había decidido ir a la montaña rusa, una atracción bastante impactante para personas sensibles. De pronto la joven echó a correr y miró atrás con una mirada burlesca preguntando si iba a ir o no.
Sin más empecé a correr tras ella, pero con mayor cuidado que ella, esquivando a la gente sin chocar con nadie pero sin aminorar la marcha. En poco tiempo llegamos a la taquilla de la atracción donde el vendedor miraba a Reira con mala cara, algo que me molestó bastante. Me adelanté con calma y miré serio al vendedor con mis ojos que parecían los de alguien sin vista mientras decía Por favor, deja de mirarnos como si fuésemos criminales y dame dos tickets para la montaña rusa. Mi expresión debió de asustarlo porque me dio los tickets, recibió mi dinero por ellos y no dijo nada ni siguió con esa mirada fría dirigida a la joven. Me acerqué a Reira y dije Venga, subamos de una vez aunque he de reconocer que este tipo de atracciones no son de mis preferidas. Mi rostro volvía a esbozar una sonrisa amable y despreocupada.
Sin más empecé a correr tras ella, pero con mayor cuidado que ella, esquivando a la gente sin chocar con nadie pero sin aminorar la marcha. En poco tiempo llegamos a la taquilla de la atracción donde el vendedor miraba a Reira con mala cara, algo que me molestó bastante. Me adelanté con calma y miré serio al vendedor con mis ojos que parecían los de alguien sin vista mientras decía Por favor, deja de mirarnos como si fuésemos criminales y dame dos tickets para la montaña rusa. Mi expresión debió de asustarlo porque me dio los tickets, recibió mi dinero por ellos y no dijo nada ni siguió con esa mirada fría dirigida a la joven. Me acerqué a Reira y dije Venga, subamos de una vez aunque he de reconocer que este tipo de atracciones no son de mis preferidas. Mi rostro volvía a esbozar una sonrisa amable y despreocupada.
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-¡Eh! Pensaba invitarte yo -dije hinchando los mofletes y pinchando una de sus mejillas con el dedo. -Por esta vez vale, pero la siguiente me toca.
No insistí demasiado para no perder tiempo. Subí rauda al ver que la atraccion ya estaba casi completa y no quería que esperaran por nosotros. Un auxiliar se acercó y comprobó que nuestras sujecciones estuvieran bien ajustadas, con la intención de que hubiera el menor peligro posible. A mí me daba igual. Supongo que en aquel entonces ni siquiera pensaba en esa clase de cosas; se ve que se me iba la cabeza y tomaba decisiones no muy acertadas, asumiendo más riesgo del que debía.
Empezamos a movernos despacito. La tensión de las personas a nuestro alrededor quedaba patente, no se oía ni un murmullo. Fuimos subiendo por primera vez, dando la impresión de que se nos había olvidado cómo respirar. Al llegar al punto más alto, al momento de inflexión, al borde del abismo, cualquiera habría dicho que habíamos muerto. Revivimos. Mientras se iniciaba el descenso y los demás empezaban a gritar como locos yo me reía a carcajadas o gritaba también, pero de euforia y no de miedo. La adrenalina corría por mis vasos sanguíneos a toda velocidad, dándome una falsa sensación de seguridad y de que el mundo era mío. Lo mismo hacía con las películas de terror y las casas embrujadas de los parques de atracciones como aquel. Si algún día me encontraba con un fantasma tenía bastante claro que pensaría que no era real y me reiría en su cara. ¿Una mala idea, quizás?
En cierto momento, cuando había vuelto la calma por unos segundos, empecé a interesarme por Liam. ¿Qué estaba haciendo? ¿Estaba poniendo caras raras, gritaba como los demás? ¿Qué le impulsaba a acompañarme en esas pequeñas tonterías? Quería escarbar en su mente, pero no sabía cómo. Pronto se acabaría el paseo y tendríamos que bajar. No sabía ni qué hora era, pero me di cuenta de que ya empezaba a hacerse tarde. Cuando bajara, tendría que echar a correr hacia uno de los puertos y no dejar que el barco se me escapara.
No insistí demasiado para no perder tiempo. Subí rauda al ver que la atraccion ya estaba casi completa y no quería que esperaran por nosotros. Un auxiliar se acercó y comprobó que nuestras sujecciones estuvieran bien ajustadas, con la intención de que hubiera el menor peligro posible. A mí me daba igual. Supongo que en aquel entonces ni siquiera pensaba en esa clase de cosas; se ve que se me iba la cabeza y tomaba decisiones no muy acertadas, asumiendo más riesgo del que debía.
Empezamos a movernos despacito. La tensión de las personas a nuestro alrededor quedaba patente, no se oía ni un murmullo. Fuimos subiendo por primera vez, dando la impresión de que se nos había olvidado cómo respirar. Al llegar al punto más alto, al momento de inflexión, al borde del abismo, cualquiera habría dicho que habíamos muerto. Revivimos. Mientras se iniciaba el descenso y los demás empezaban a gritar como locos yo me reía a carcajadas o gritaba también, pero de euforia y no de miedo. La adrenalina corría por mis vasos sanguíneos a toda velocidad, dándome una falsa sensación de seguridad y de que el mundo era mío. Lo mismo hacía con las películas de terror y las casas embrujadas de los parques de atracciones como aquel. Si algún día me encontraba con un fantasma tenía bastante claro que pensaría que no era real y me reiría en su cara. ¿Una mala idea, quizás?
En cierto momento, cuando había vuelto la calma por unos segundos, empecé a interesarme por Liam. ¿Qué estaba haciendo? ¿Estaba poniendo caras raras, gritaba como los demás? ¿Qué le impulsaba a acompañarme en esas pequeñas tonterías? Quería escarbar en su mente, pero no sabía cómo. Pronto se acabaría el paseo y tendríamos que bajar. No sabía ni qué hora era, pero me di cuenta de que ya empezaba a hacerse tarde. Cuando bajara, tendría que echar a correr hacia uno de los puertos y no dejar que el barco se me escapara.
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Al parecer a Reira no le gustó que le invitara yo a subir a la atracción, pero fue la única forma que encontré de evitar problemas en pleno parque de atracciones. La joven dijo que por esa vez pasaba pero que a la siguiente invitaba ella. Tras eso subimos a la montaña rusa como todos los visitantes y nos sentamos uno al lado del otro justo antes de que un auxiliar comprobara las sujeciones de seguridad para evitar problemas como el que alguien se caiga durante el trayecto. La atracción empezó a moverse lentamente y todos estaban muy callados, aunque yo no sabía el motivo ya que solo era una especie de tren que se mueve por unos raíles.
Poco a poco íbamos subiendo hasta que llegamos a un punto bastante alto, posiblemente el más alto de la atracción donde nos paramos un breve instante antes de que el vagón bajara con una gran velocidad provocando el grito y extrañas expresiones a los demás viajeros, salvo por Reira, la cual parecía divertirse y sentirse extrañamente segura en esa situación. Yo tampoco era de los normales ya que pese a no pronunciar sonido alguno en mi rostro se podía notar la diversión que me provocaba la subida de adrenalina que provocaban las situaciones como esa o los combates, donde el cuerpo segrega esa sustancia para mejorar los reflejos. Mi noción del tiempo estaba distorsionada pero eso no me importaba ya que había ido a aquél lugar para divertirme y dejar las preocupaciones de lado, pero por el aspecto del cielo se estaba haciendo tarde y probablemente pronto se cerraría el parque.
De vez en cuando, a lo largo del viaje, mis ojos se desviaban a Reira y mi mente solo anhelaba entender mejor a esa joven y el motivo por el que le gustaban tanto ese tipo de atracciones y de su reacción en la misma.
Poco a poco íbamos subiendo hasta que llegamos a un punto bastante alto, posiblemente el más alto de la atracción donde nos paramos un breve instante antes de que el vagón bajara con una gran velocidad provocando el grito y extrañas expresiones a los demás viajeros, salvo por Reira, la cual parecía divertirse y sentirse extrañamente segura en esa situación. Yo tampoco era de los normales ya que pese a no pronunciar sonido alguno en mi rostro se podía notar la diversión que me provocaba la subida de adrenalina que provocaban las situaciones como esa o los combates, donde el cuerpo segrega esa sustancia para mejorar los reflejos. Mi noción del tiempo estaba distorsionada pero eso no me importaba ya que había ido a aquél lugar para divertirme y dejar las preocupaciones de lado, pero por el aspecto del cielo se estaba haciendo tarde y probablemente pronto se cerraría el parque.
De vez en cuando, a lo largo del viaje, mis ojos se desviaban a Reira y mi mente solo anhelaba entender mejor a esa joven y el motivo por el que le gustaban tanto ese tipo de atracciones y de su reacción en la misma.
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La atracción fue disminuyendo su velocidad hasta parar del todo. Solté las sujecciones con calma. Algunos solo tenían ganas de vomitar a estas alturas, o de bajarse de allí a toda prisa, pero parecía que nosotros estábamos tan tranquilos como antes de subir, sin que nada nos alterara. "Pues no ha sido para tanto..." ¿A qué podíamos subirnos a continuación? ¿O mejor ir a comer algo?
Estaba feliz, aunque algo decepcionada, me gustaría que hubiera durado más. Suspiré, desganada. Cómo no, estaba colorada por la emoción y el calor, y se me notaba mucho por la piel pálida. Me llevé la mano a la frente. "Cualquiera diría que estoy enferma." Miré alrededor y traté de quedarme con todo lo que podía, las imágenes y sus colores brillantes, los olores que ya había dejado de notar por la costumbre, el sabor del algodón de azúcar, las risas de los pequeñajos que corrían por todas partes... Quería recordarlo todo aunque ya sabía que no sería capaz, que muchas cosas se borrarían de mi mente en cuanto me fuera. De todos modos esperaba volver algún día.
Me asusté cuando vi que el sol ya estaba bajando demasiado, que se me hacía tarde si quería subirme al navío que me llevaría a otra isla, quién sabía a cuál. Me lancé al cuello de Cris de pronto, con intención de darle un breve abrazo y me fui sin esperar una respuesta, en un alarde de espontaneidad, un poco de egoísmo y sobre todo, mucha prisa. Al mismo tiempo le susurré un "adiós". Me perdí entre la gente, intentando fundirme entre ellos, sin destacar, como si siempre hubiera estado allí.
Estaba feliz, aunque algo decepcionada, me gustaría que hubiera durado más. Suspiré, desganada. Cómo no, estaba colorada por la emoción y el calor, y se me notaba mucho por la piel pálida. Me llevé la mano a la frente. "Cualquiera diría que estoy enferma." Miré alrededor y traté de quedarme con todo lo que podía, las imágenes y sus colores brillantes, los olores que ya había dejado de notar por la costumbre, el sabor del algodón de azúcar, las risas de los pequeñajos que corrían por todas partes... Quería recordarlo todo aunque ya sabía que no sería capaz, que muchas cosas se borrarían de mi mente en cuanto me fuera. De todos modos esperaba volver algún día.
Me asusté cuando vi que el sol ya estaba bajando demasiado, que se me hacía tarde si quería subirme al navío que me llevaría a otra isla, quién sabía a cuál. Me lancé al cuello de Cris de pronto, con intención de darle un breve abrazo y me fui sin esperar una respuesta, en un alarde de espontaneidad, un poco de egoísmo y sobre todo, mucha prisa. Al mismo tiempo le susurré un "adiós". Me perdí entre la gente, intentando fundirme entre ellos, sin destacar, como si siempre hubiera estado allí.
Cristopher Liam
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La vagoneta iba disminuyendo y aumentando la velocidad intermitentemente pero llegó un momento en el que la velocidad empezó a disminuir paulatinamente hasta detenerse por completo. El viaje había sido agradable y divertido y la compañía inmejorable por lo que podría decir que había sido una atracción bastante entretenida. Ahora la cuestión era a qué nos subíamos ahora o si íbamos a comer algo antes de seguir subiendo a las demás atracciones. Miré tranquilo a Reira y la vi roja y mirando a todos lados como queriendo grabarlo todo en su memoria, algo bastante complicado dada la escasa capacidad humana de procesamiento.
Cuando miré al horizonte vi que el sol ya casi se ocultaba, y eso pareció verlo Reira y preocuparla ya que la joven se lanzó a mi cuello a darme un abrazo y se marchó antes de que pudiera responder de alguna manera. Atisbé a escucharla decir adiós antes de que se marchara corriendo del lugar mezclándose con la gente. Ya no tenía nada que hacer allí así que murmuré “Oh diosa de los vientos que das fuerza a los barcos y portas las semillas del futuro concédeme poder.” Tras eso salté con tranquilidad y marché volando hasta una zona apartada donde había dejado oculto el bote que me prestaron.
Cuando miré al horizonte vi que el sol ya casi se ocultaba, y eso pareció verlo Reira y preocuparla ya que la joven se lanzó a mi cuello a darme un abrazo y se marchó antes de que pudiera responder de alguna manera. Atisbé a escucharla decir adiós antes de que se marchara corriendo del lugar mezclándose con la gente. Ya no tenía nada que hacer allí así que murmuré “Oh diosa de los vientos que das fuerza a los barcos y portas las semillas del futuro concédeme poder.” Tras eso salté con tranquilidad y marché volando hasta una zona apartada donde había dejado oculto el bote que me prestaron.
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