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Syxel
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La columna de fuego se combina con un increíble ataque de Amaiar, de tal manera que casi parece que lo habíamos planeado. Pero para cuando las llamas se extinguen, y todas las hojas se han clavado en tierra, el enemigo aparece de nuevo frente a nosotros. Por su aspecto parece que esta última ofensiva sí que ha sido efectiva, pero la única herida visible que presenta es un corte en su hombro derecho. El aspecto de este es ciertamente desagradable, lo cual me genera algo de alivio.
Habla de nuevo, sin perder su arrogancia pese a las circunstancias, mientras bloquea una vez más los ataques de Noah, aunque con menos facilidad de la que presentaba hasta el momento. Tras sus palabras, de su boca sale lo que parece ser un remolino de humo negro. Este comienza a crecer, hasta envolvernos por completo a nosotros tres y a él mismo.
- En las sombras me pertenecéis. - Dice, justo antes de fundirse con el remolino, para enseguida salir de este. Al mismo tiempo, el suelo bajo nuestros pies comienza a agrietarse peligrosamente.
“¿Sombras?”.
Por primera vez desde que comenzamos esta batalla me permito sonreír. Y no porque me haya vuelto loco. Si no porque, pese a que todo parezca perdido, ese imbécil me ha dado lo único que podía ayudarnos en este momento: oscuridad.
- Noah - me dirijo a mi camarada, aunque no sin cierta dificultad al hablar - coge a Amaiar y salid de aquí. - Soy perfectamente consciente de que el calor perjudica a mi compañero, pero confío en que cumplirá mi petición y será capaz de ponerse a salvo. Por mi parte, voy notando cómo respirar se complica a cada segundo que pasa, lo que me recuerda que apenas tengo tiempo para lo que pienso hacer.
La oscuridad generada por la cúpula de humo que el general ha creado es suficiente para renovar mis energías. Si bien no al completo, sí lo suficiente para permitirme una última transformación. Así pues, concentrándome durante unos instantes, vuelvo a adoptar mi forma completa, sintiendo el poder resurgir de nuevo en mi interior.
“No seré capaz de mantenerla demasiado tiempo, pero debería ser suficiente para esto”.
Lo primero que intento hacer es comprobar si puedo manifestar aquello que muchas veces me habían enseñado antes, aunque sin resultado alguno hasta la fecha: haki de armadura. Concentro mi atención en mi espada, cubriéndola de poder y mi voluntad. Noto mi deseo de golpear más allá del humo y alcanzar el cuerpo verdadero de mi enemigo. Hago que ese deseo envuelva mi hoja, y me preparo. Funcionase o no, no puedo rendirme, tengo que intentar una última cosa.
Cierro los ojos, pues no los necesito para lo que voy a hacer. Concentrándome en mi haki de observación y ayudándome del resto de mis sentidos, agudizados también por la oscuridad que nos envuelve, trato por todos los medios a mi alcance de localizar la ubicación exacta de ese jodido cabrón. En cuanto lo lograse, una sonrisa volvería a dibujarse en mi rostro.
Utilizando una de mis habilidades, paso sombrío, mi cuerpo se disiparía por completo, volviéndose uno con las sombras del lugar. De manera casi instantánea, viajaría por las mismas hasta la ubicación del general, con intención de reaparecer surgiendo a su espalda por la sombra que casi seguramente albergaría su capa por dentro, debido al hueco entre esta y su armadura donde no llega del todo la luz. De cabeza y con mi espada por delante, me aseguraría de esta forma de tenerlo al alcance y pillarlo desprevenido.
Es una táctica arriesgada, a lo mejor no hay mucha sombra ahí después de todo. Pero con que haya una por donde poder hacer surgir mi brazo, será suficiente. Pretendía atravesarle por completo ayudado por el haki, si había logrado manifestarlo. Intentando así, una vez más, poner fin a un combate que se había alargado más allá de lo imaginable.
Habla de nuevo, sin perder su arrogancia pese a las circunstancias, mientras bloquea una vez más los ataques de Noah, aunque con menos facilidad de la que presentaba hasta el momento. Tras sus palabras, de su boca sale lo que parece ser un remolino de humo negro. Este comienza a crecer, hasta envolvernos por completo a nosotros tres y a él mismo.
- En las sombras me pertenecéis. - Dice, justo antes de fundirse con el remolino, para enseguida salir de este. Al mismo tiempo, el suelo bajo nuestros pies comienza a agrietarse peligrosamente.
“¿Sombras?”.
Por primera vez desde que comenzamos esta batalla me permito sonreír. Y no porque me haya vuelto loco. Si no porque, pese a que todo parezca perdido, ese imbécil me ha dado lo único que podía ayudarnos en este momento: oscuridad.
- Noah - me dirijo a mi camarada, aunque no sin cierta dificultad al hablar - coge a Amaiar y salid de aquí. - Soy perfectamente consciente de que el calor perjudica a mi compañero, pero confío en que cumplirá mi petición y será capaz de ponerse a salvo. Por mi parte, voy notando cómo respirar se complica a cada segundo que pasa, lo que me recuerda que apenas tengo tiempo para lo que pienso hacer.
La oscuridad generada por la cúpula de humo que el general ha creado es suficiente para renovar mis energías. Si bien no al completo, sí lo suficiente para permitirme una última transformación. Así pues, concentrándome durante unos instantes, vuelvo a adoptar mi forma completa, sintiendo el poder resurgir de nuevo en mi interior.
“No seré capaz de mantenerla demasiado tiempo, pero debería ser suficiente para esto”.
Lo primero que intento hacer es comprobar si puedo manifestar aquello que muchas veces me habían enseñado antes, aunque sin resultado alguno hasta la fecha: haki de armadura. Concentro mi atención en mi espada, cubriéndola de poder y mi voluntad. Noto mi deseo de golpear más allá del humo y alcanzar el cuerpo verdadero de mi enemigo. Hago que ese deseo envuelva mi hoja, y me preparo. Funcionase o no, no puedo rendirme, tengo que intentar una última cosa.
Cierro los ojos, pues no los necesito para lo que voy a hacer. Concentrándome en mi haki de observación y ayudándome del resto de mis sentidos, agudizados también por la oscuridad que nos envuelve, trato por todos los medios a mi alcance de localizar la ubicación exacta de ese jodido cabrón. En cuanto lo lograse, una sonrisa volvería a dibujarse en mi rostro.
Utilizando una de mis habilidades, paso sombrío, mi cuerpo se disiparía por completo, volviéndose uno con las sombras del lugar. De manera casi instantánea, viajaría por las mismas hasta la ubicación del general, con intención de reaparecer surgiendo a su espalda por la sombra que casi seguramente albergaría su capa por dentro, debido al hueco entre esta y su armadura donde no llega del todo la luz. De cabeza y con mi espada por delante, me aseguraría de esta forma de tenerlo al alcance y pillarlo desprevenido.
Es una táctica arriesgada, a lo mejor no hay mucha sombra ahí después de todo. Pero con que haya una por donde poder hacer surgir mi brazo, será suficiente. Pretendía atravesarle por completo ayudado por el haki, si había logrado manifestarlo. Intentando así, una vez más, poner fin a un combate que se había alargado más allá de lo imaginable.
- Datos:
- Quizás lo lógico llegados a este punto sería buscar una manera de sobrevivir, pero siguiendo la psicología del personaje, es incapaz de retirarse de un combate (entre otras cosas, por orgullo). Por lo que continuará intentándolo, sean cuales sean las consecuencias.
Por otro lado, para este ataque trato de despertar el haki de armadura. De no conseguirlo, aún tendría una oportunidad de que sea efectivo, ya que de lograr pillarlo por sorpresa al aparecer, literalmente, en su espalda, podría atacarle antes de que convirtiese su cuerpo en intangible. Quedan pues a discreción del moderador cual será el caso y el resultado.
Amaiar Silverfang
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Akuma no mi
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Jadeando de forma pesada, caí al suelo hincando la rodilla para mantenerme lo más erguido posible, mientras mis espadas iban deshaciéndose en polvo dorado una por una. Había oído el chocar de los metales desde mi posición, tras rastrear y perseguir un poco al Melniano que trataba de huir entre las llamas... Sin embargo, al final no fue suficiente. Cuando las llamas se apagaron y el enemigo surgió entre ellas, aparte de daños a su armadura y una herida en el hombro no había causado mayores efectos, salvo molestar al susodicho.
- Eso ha sido extremadamente descortés. Pero dado que deseáis luchar sin honor, sin honor será.
La visión se me volvió borrosa, y mis recuerdos están algo confusos sobre aquella escena, pues no me quedaban fuerzas ni para levantarme. Lo que sé es que de repente nos cubrió una especie de remolino oscuro, y noté cierto calor envolver mi cuerpo, como cuando estaba cerca de un horno en la cocina... Aquella sensación no hizo sino acrecentar mi sopor, y busqué energías donde no las había, tratando en vano de ponerme en pie.
- Aún... no... - Mascullé entre dientes. -... Otra... Derrota...
Me sentía increíblemente frustrado. Últimamente sentía como que mis capacidades nunca eran suficientes, como si todos los que conocía siempre estuvieran a muchos pasos de mí. Incluso algunos me habían demostrado que la simple y abrumadora fuerza bruta podía desvirtuar por completo lo que creía cierto de este mundo... Me sentía en un incómodo punto medio, donde mirar hacia abajo hacía que viera gente débil y apenas dignos de mención, mientras por encima solo veía a gente despegándose y llegando a alturas que nunca podría soñar con alcanzar.
"¿Es así como me ven ellos? ¿Como alguien inútil, desechable? ¿Un don nadie? Incluso habiendo llegado tan lejos... sigo estando en la casilla de salida..." Pensé, impotente.
Intenté crear una espada en mi mano, demostrarme a mí mismo que no era así, que aún tenía algo de cancha... pero había gastado todas mis opciones. Desde "Pulgares" hasta este general de nombre desconocido... No había tenido precisamente el mayor de los descansos. De la espada no se llegó ni a terminar de formar el mango, antes de deshacerse de nuevo en polvo.
Los niveles de adrenalina cayeron en picado, y pude volver a sentir el dolor de mi cuello. "Ah, cierto. Aún estaba eso ahí..." Pensé con cierto sarcasmo mientras mi pierna flaqueaba y yo caía al suelo como un pesado fardo de heno. "¿Aquí termina todo?" Quería luchar contra aquel destino, quería levantarme y continuar peleando por mi vida, quería sobrevivir a toda costa... "Ni siquiera he tenido ocasión de ver una última vez a mi hermana... Nunca pude encontrar a mis padres... Silver, ¿qué estarás haciendo ahora?" Una solitaria lágrima se secó en mis ojos antes de poder rodar por mi rostro, mientras mi visión se tornaba negra y dejaba de sentir mi cuerpo.
Y tras notar el frío y duro suelo en mi cara, caí inconsciente.
- Eso ha sido extremadamente descortés. Pero dado que deseáis luchar sin honor, sin honor será.
La visión se me volvió borrosa, y mis recuerdos están algo confusos sobre aquella escena, pues no me quedaban fuerzas ni para levantarme. Lo que sé es que de repente nos cubrió una especie de remolino oscuro, y noté cierto calor envolver mi cuerpo, como cuando estaba cerca de un horno en la cocina... Aquella sensación no hizo sino acrecentar mi sopor, y busqué energías donde no las había, tratando en vano de ponerme en pie.
- Aún... no... - Mascullé entre dientes. -... Otra... Derrota...
Me sentía increíblemente frustrado. Últimamente sentía como que mis capacidades nunca eran suficientes, como si todos los que conocía siempre estuvieran a muchos pasos de mí. Incluso algunos me habían demostrado que la simple y abrumadora fuerza bruta podía desvirtuar por completo lo que creía cierto de este mundo... Me sentía en un incómodo punto medio, donde mirar hacia abajo hacía que viera gente débil y apenas dignos de mención, mientras por encima solo veía a gente despegándose y llegando a alturas que nunca podría soñar con alcanzar.
"¿Es así como me ven ellos? ¿Como alguien inútil, desechable? ¿Un don nadie? Incluso habiendo llegado tan lejos... sigo estando en la casilla de salida..." Pensé, impotente.
Intenté crear una espada en mi mano, demostrarme a mí mismo que no era así, que aún tenía algo de cancha... pero había gastado todas mis opciones. Desde "Pulgares" hasta este general de nombre desconocido... No había tenido precisamente el mayor de los descansos. De la espada no se llegó ni a terminar de formar el mango, antes de deshacerse de nuevo en polvo.
Los niveles de adrenalina cayeron en picado, y pude volver a sentir el dolor de mi cuello. "Ah, cierto. Aún estaba eso ahí..." Pensé con cierto sarcasmo mientras mi pierna flaqueaba y yo caía al suelo como un pesado fardo de heno. "¿Aquí termina todo?" Quería luchar contra aquel destino, quería levantarme y continuar peleando por mi vida, quería sobrevivir a toda costa... "Ni siquiera he tenido ocasión de ver una última vez a mi hermana... Nunca pude encontrar a mis padres... Silver, ¿qué estarás haciendo ahora?" Una solitaria lágrima se secó en mis ojos antes de poder rodar por mi rostro, mientras mi visión se tornaba negra y dejaba de sentir mi cuerpo.
Y tras notar el frío y duro suelo en mi cara, caí inconsciente.
Anon K. Noah
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Agilidad
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El general seguía vivo. Aquella revelación hizo que se me helara la sangre en las venas, pues incluso después de tal ataque combinado... No solo es que siguiera con vida, es que apenas había recibido daño real. El arma que antes me pertenecía se encontraba ahora en el suelo, agrietada y abollada como si hubiera recibido la mayor parte de los impactos, y aunque me lancé a por el enemigo de todas formas, usando su escudo me paró sin problemas. Noté que le costó un poco más que antes, tal vez aquella herida del hombro sí que fuera importante después de todo, pero no era ni de lejos lo que esperaba que saliera después del esfuerzo que habían puesto los otros dos.
- Eso ha sido extremadamente descortés. Pero dado que deseáis luchar sin honor, sin honor será. - Comentó
- Vaya hipocresía, exigir honor mientras perteneces al bando más deshonrado de todos. - Le escupí aquellas palabras de vuelta. - Sin escrúpulos ni remordimientos, utilizando cualquier medio a vuestro alcance, corrompiendo la tierra a vuestro paso y utilizando aberraciones a medio camino entre la vida y la muerte... ¿Dónde está el honor en eso? Sois como yo, criaturas sin alma que venderían a su abuela por un poco más de poder. ¡Que te jodan!
Lejos de contestarme, lo que hizo luego el Melniano fue crear una cúpula de humo negro bastante caliente, y empecé a notar cómo se me resecaba la piel. Aquella situación no pintaba nada bien, y el calor era uno de mis mayores enemigos... Saqué una cantimplora y le dí largos tragos, agotando el agua que quedaba en ella, y dejándome tan solo con dos cantimploras restantes. Noté cómo al re-hidratarme mi vista mejoraba considerablemente, permitiéndome ver un poco mejor en aquella oscuridad. La espada que sujetaba en mi mano se esfumó tan rápido como había llegado, y me tomé la molestia de recoger la mía aunque estaba hecha unos zorros. Le tenía un cierto apego, no pensaba abandonarla así como así.
- Noah, coge a Amaiar y salid de aquí. - Dijo una voz a mi lado.
Cuando miré, vi que Amaiar estaba tirado en el suelo inmóvil, lo que me hizo poner una mueca de desagrado. Aunque ya no podía ver al general por ningún lado, quedarnos allí desde luego era una mala idea, y si encima ahora solo éramos nosotros dos contra él no estaba seguro de que hubiera posibilidad de victoria. A pesar de todo, pensé en quedarme con Syxel, que parecía tener un plan de emergencia y estaba a punto de ejecutarlo... Dejar a su suerte al otro peliblanco no me pesaría tanto en la consciencia, aunque reconocía que era un aliado útil no quería decir que me cayese bien o fuera a ser mi amigo de repente. Al fin y al cabo me trató con mucha frialdad la primera vez que lo vi... Pero era una orden de mi capitán, y sabía que quedarme solo lo estorbaría.
- No hagas nada imprudente. - Bromeé, sabiendo que precisamente lo que fuera que estaba pensando hacer sería imprudente. Así éramos ambos y por eso nos llevábamos tan bien.
Seguidamente, guardé mi espadón (si aún se podía llamar así) con sus correas a mi espalda, y corrí hasta Amaiar para recogerlo del suelo y echármelo al hombro. Estaba inconsciente, pero aún vivo, eso podía confirmarlo... Sin embargo también tenía una especie de tumor o sarpullido negro extraño en el cuello, lo que me hizo poner cara de asco. Si no se lo trataban pronto, puede que eso sí le causase la muerte, tenía una pinta muy fea. Evitando tocarlo por aquel lado, sujeté con fuerza su cuerpo y corrí en dirección contraria a por donde último habíamos visto al Melniano, esperando que no tuviéramos demasiadas dificultades para salir de aquella zona de oscuridad.
- Eso ha sido extremadamente descortés. Pero dado que deseáis luchar sin honor, sin honor será. - Comentó
- Vaya hipocresía, exigir honor mientras perteneces al bando más deshonrado de todos. - Le escupí aquellas palabras de vuelta. - Sin escrúpulos ni remordimientos, utilizando cualquier medio a vuestro alcance, corrompiendo la tierra a vuestro paso y utilizando aberraciones a medio camino entre la vida y la muerte... ¿Dónde está el honor en eso? Sois como yo, criaturas sin alma que venderían a su abuela por un poco más de poder. ¡Que te jodan!
Lejos de contestarme, lo que hizo luego el Melniano fue crear una cúpula de humo negro bastante caliente, y empecé a notar cómo se me resecaba la piel. Aquella situación no pintaba nada bien, y el calor era uno de mis mayores enemigos... Saqué una cantimplora y le dí largos tragos, agotando el agua que quedaba en ella, y dejándome tan solo con dos cantimploras restantes. Noté cómo al re-hidratarme mi vista mejoraba considerablemente, permitiéndome ver un poco mejor en aquella oscuridad. La espada que sujetaba en mi mano se esfumó tan rápido como había llegado, y me tomé la molestia de recoger la mía aunque estaba hecha unos zorros. Le tenía un cierto apego, no pensaba abandonarla así como así.
- Noah, coge a Amaiar y salid de aquí. - Dijo una voz a mi lado.
Cuando miré, vi que Amaiar estaba tirado en el suelo inmóvil, lo que me hizo poner una mueca de desagrado. Aunque ya no podía ver al general por ningún lado, quedarnos allí desde luego era una mala idea, y si encima ahora solo éramos nosotros dos contra él no estaba seguro de que hubiera posibilidad de victoria. A pesar de todo, pensé en quedarme con Syxel, que parecía tener un plan de emergencia y estaba a punto de ejecutarlo... Dejar a su suerte al otro peliblanco no me pesaría tanto en la consciencia, aunque reconocía que era un aliado útil no quería decir que me cayese bien o fuera a ser mi amigo de repente. Al fin y al cabo me trató con mucha frialdad la primera vez que lo vi... Pero era una orden de mi capitán, y sabía que quedarme solo lo estorbaría.
- No hagas nada imprudente. - Bromeé, sabiendo que precisamente lo que fuera que estaba pensando hacer sería imprudente. Así éramos ambos y por eso nos llevábamos tan bien.
Seguidamente, guardé mi espadón (si aún se podía llamar así) con sus correas a mi espalda, y corrí hasta Amaiar para recogerlo del suelo y echármelo al hombro. Estaba inconsciente, pero aún vivo, eso podía confirmarlo... Sin embargo también tenía una especie de tumor o sarpullido negro extraño en el cuello, lo que me hizo poner cara de asco. Si no se lo trataban pronto, puede que eso sí le causase la muerte, tenía una pinta muy fea. Evitando tocarlo por aquel lado, sujeté con fuerza su cuerpo y corrí en dirección contraria a por donde último habíamos visto al Melniano, esperando que no tuviéramos demasiadas dificultades para salir de aquella zona de oscuridad.
Fin del combate. Sigue en el capítulo.
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