Katharina von Steinhell
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–Entiendo –escribí en la libreta enseñándosela a mi superior–. ¿Cuándo parto?
El hombre de lentes me miraba fijamente. Quería hacerme creer que era un hombre duro e intransigente, pero lo conocía bien y no era más que una máscara. Debajo de esa fachada se dejaba ver un hombre amante de las fiestas, mujeres y un pervertido declarado. Sin duda era un gran hombre y un muy buen capitán.
–Necesito que estés allí cuanto antes. Así que el South Blue... –hizo una pequeña pausa– Si tienes suerte, te encontrarás con buenos marines.
Eso fue hace unos cuantos días. Estaba en el barco de la Marina viajando hacia el South Blue, específicamente hacia el Cuartel de la Marina de esa zona. Todo partió cuando a mi superior le pidieron que enviara a alguien, de lo posible algún recluta, para participar en una pequeña misión. La intención de estos hombres era juntar cuatro marines de cada una de las respectivas zonas y hacerlos trabajar juntos para ver qué tan distinto podíamos trabajar y querían, también, ver nuestro desempeño grupal.
Viajaba con unos cuantos hombres, todos desconocidos para mí. Durante el viaje, me dediqué solo a leer, comer y dormir. No tenía muchas cosas que hacer, además, mis mascotas se encontraban guardadas en la habitación de “equipaje”. ¿Cómo era posible que a los animales los trataran de esa forma? Bueno, no tenía mucho qué hacer. Esperé que los días pasaran rápidamente y pudiera comenzar con mi misión lo antes posible.
Al llegar sentí una leve brisa en mi rostro y mis cabellos plateados se agitaban. Estaba en lo más alto del barco observando todo con mis azulados ojos, mis manos, apoyadas en el mástil, me ayudaban a no perder el equilibrio. Me senté durante unos minutos y veía como los hombres descendían el equipaje; ya era hora de que fuera a reconocer lo que era mío. Para ese viaje consideré apropiado cargar con mi guadaña, mi típica pistola, algunas municiones y a mi Oso. Este no lo había domado del todo, de hecho casi no me hacía caso, pero andar con uno de ellos me hacía ver fuerte. Las apariencias importaban, sobre todo cuando los hombres eran ignorantes y no eran capaces de ver más allá de lo que sus ojos les decían.
–Katharina-san, ¿esto es tuyo? –Un hombre de mediana edad, barba bien cuidada de color blanca y unos intensos ojos de color verde me extendía una maleta de color negro con algunos símbolos grabados en ella– Como tiene algunos símbolos, supuse que era tuyo.
La miré durante unos segundos y asentí con la cabeza. El garabateo en ella no era más que unas palabra inventadas por mi madre; en sí, no tenía ningún significado profundo pero me ayudaba a reconocerla fácilmente.
–Sí, es mía –escribí en la libreta–. Gracias.
No recordaba lo pesada que estaba. En realidad no estaba pesada, solo que carecía de fuerza y cualquier equipaje lo encontraba demasiado para mí. Por suerte mi Oso ya había llegado, aún no le tenía puesto ningún nombre, pero seguro que pronto le daría alguno. Al estar junto a él, lo usé como montura; era una criatura muy fuerte, además su personalidad era exquisitamente regalona por lo que no tenía ningún problema en que me dejara montarlo. De esa forma no tenía que cargar con la estúpida maleta por el resto del camino.
Antes de avanzar, procuré colocarme mi traje de marine –por cierto, lo odiaba–. Necesitaba que vieran que no era más que una recluta que caminaba despreocupadamente por allí. Una vez preparada, comencé mi marcha y al cabo de unos minutos me topé con un montón de hombres alineados frente a un hombre con capa. Vi detenidamente a quienes estaban allí, quizás serían mis próximos compañeros; había un hombre de cabello corto y rojo, ojos esmeralda y una enorme sonrisa que no se le borraba con nada, bordeaba los dos metros de altura. A su lado izquierdo, había una chica de cabellos rubios y era un poco más baja que él. Más allá, había una niña de unos doce años de cabello marrón y grandes ojos azules; llevaba una flor en la cabeza. También había más hombres, pero casi todos eran iguales.
Me presenté ante el hombre que estaba a cargo.
–Hola –escribí en mi libreta–. Mi nombre es Katharina Von Steinhell y vengo del North Blue. ¿Quién está a cargo del encuentro de reclutas?
El hombre de lentes me miraba fijamente. Quería hacerme creer que era un hombre duro e intransigente, pero lo conocía bien y no era más que una máscara. Debajo de esa fachada se dejaba ver un hombre amante de las fiestas, mujeres y un pervertido declarado. Sin duda era un gran hombre y un muy buen capitán.
–Necesito que estés allí cuanto antes. Así que el South Blue... –hizo una pequeña pausa– Si tienes suerte, te encontrarás con buenos marines.
Eso fue hace unos cuantos días. Estaba en el barco de la Marina viajando hacia el South Blue, específicamente hacia el Cuartel de la Marina de esa zona. Todo partió cuando a mi superior le pidieron que enviara a alguien, de lo posible algún recluta, para participar en una pequeña misión. La intención de estos hombres era juntar cuatro marines de cada una de las respectivas zonas y hacerlos trabajar juntos para ver qué tan distinto podíamos trabajar y querían, también, ver nuestro desempeño grupal.
Viajaba con unos cuantos hombres, todos desconocidos para mí. Durante el viaje, me dediqué solo a leer, comer y dormir. No tenía muchas cosas que hacer, además, mis mascotas se encontraban guardadas en la habitación de “equipaje”. ¿Cómo era posible que a los animales los trataran de esa forma? Bueno, no tenía mucho qué hacer. Esperé que los días pasaran rápidamente y pudiera comenzar con mi misión lo antes posible.
Al llegar sentí una leve brisa en mi rostro y mis cabellos plateados se agitaban. Estaba en lo más alto del barco observando todo con mis azulados ojos, mis manos, apoyadas en el mástil, me ayudaban a no perder el equilibrio. Me senté durante unos minutos y veía como los hombres descendían el equipaje; ya era hora de que fuera a reconocer lo que era mío. Para ese viaje consideré apropiado cargar con mi guadaña, mi típica pistola, algunas municiones y a mi Oso. Este no lo había domado del todo, de hecho casi no me hacía caso, pero andar con uno de ellos me hacía ver fuerte. Las apariencias importaban, sobre todo cuando los hombres eran ignorantes y no eran capaces de ver más allá de lo que sus ojos les decían.
–Katharina-san, ¿esto es tuyo? –Un hombre de mediana edad, barba bien cuidada de color blanca y unos intensos ojos de color verde me extendía una maleta de color negro con algunos símbolos grabados en ella– Como tiene algunos símbolos, supuse que era tuyo.
La miré durante unos segundos y asentí con la cabeza. El garabateo en ella no era más que unas palabra inventadas por mi madre; en sí, no tenía ningún significado profundo pero me ayudaba a reconocerla fácilmente.
–Sí, es mía –escribí en la libreta–. Gracias.
No recordaba lo pesada que estaba. En realidad no estaba pesada, solo que carecía de fuerza y cualquier equipaje lo encontraba demasiado para mí. Por suerte mi Oso ya había llegado, aún no le tenía puesto ningún nombre, pero seguro que pronto le daría alguno. Al estar junto a él, lo usé como montura; era una criatura muy fuerte, además su personalidad era exquisitamente regalona por lo que no tenía ningún problema en que me dejara montarlo. De esa forma no tenía que cargar con la estúpida maleta por el resto del camino.
Antes de avanzar, procuré colocarme mi traje de marine –por cierto, lo odiaba–. Necesitaba que vieran que no era más que una recluta que caminaba despreocupadamente por allí. Una vez preparada, comencé mi marcha y al cabo de unos minutos me topé con un montón de hombres alineados frente a un hombre con capa. Vi detenidamente a quienes estaban allí, quizás serían mis próximos compañeros; había un hombre de cabello corto y rojo, ojos esmeralda y una enorme sonrisa que no se le borraba con nada, bordeaba los dos metros de altura. A su lado izquierdo, había una chica de cabellos rubios y era un poco más baja que él. Más allá, había una niña de unos doce años de cabello marrón y grandes ojos azules; llevaba una flor en la cabeza. También había más hombres, pero casi todos eran iguales.
Me presenté ante el hombre que estaba a cargo.
–Hola –escribí en mi libreta–. Mi nombre es Katharina Von Steinhell y vengo del North Blue. ¿Quién está a cargo del encuentro de reclutas?
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Los dorados ojos de la joven se abrieron lentamente. La noche anterior se había ido a dormir temprano y por suerte había echado más de ocho horas. Estaba totalmente descansada y parecía haberse levantado de buen humor. Mostró una sonrisa dulce y después estiró la mano hacia su escritorio, buscando algo con ella. Notó una de sus fundas y la cogió con cuidado. Desenvainó aquella katana de hoja plateada y mostró una sonrisa amable. Después pasó su dedo índice por la hoja y por último la volvió a guardar. Se estiró unos momentos hasta finalmente colocarse en pie y empezar a rascarse la cabeza. Sentía una pereza enorme, pero era el momento de levantarse cuanto antes. Llevaba un sujetador y un pantalón blanco, pues le gustaba dormir de aquella forma. La joven entonces se dirigió a su armario con calma. Sin pensarlo lo abrió y observó todas sus prendas.
Tan solo había un uniforme de la marina, por lo que todas sus prendas se rebajaban a eso. La chica lo tomó con la percha y se dirigió a uno de los cuartos de baño. No tardó mucho en darse una ducha rápida y colocarse la camisa, el pantalón y la gorra blanca. Dejó a cada lado de su cintura una funda distinta y después empezó a caminar. La joven sabía que tenía una especie de reunión y no quería llegar tarde a aquel sitio. Nada más hacerlo se puso recta y un poco nerviosa, pues tenía miedo de que le echasen la bronca. No había llegado tarde, pero siempre había motivo para desahogarse con una recluta. La joven ya estaba en proceso de formar una flota a su cargo pese a ser una simple novata, pero la hacía bastante ilusión. Tosió un poco y después mostró una sonrisa calmada.
Fue en ese momento cuando se fijó en una joven de cabellos blancos que avanzaba con un enorme oso. La rubia se ilusionó al ver semejante animal tan bello y mono. Sus mejillas se sonrojaron un poco por la emoción, pero después decidió centrarse en lo que estaba. No podía dejarse llevar por sus emociones en aquel lugar, por mucho que desease acariciar a aquella cosa tan linda. El pelaje suave era una de sus debilidades. Entonces se fijó en que aquella persona era un tanto peculiar, pues lo primero que hizo fue mostrar una libreta. La rubia pensó que a lo mejor no podía hablar y eso la entristeció un poco. Se acercó despacio y observó cómo el superior se mantenía firme ante todo. Él mismo se señaló, indicándole a la joven que se trataba de él. Entonces aquel tipo comenzó a hablar en un tono serio.
- En las afueras de este cuartel, se han localizado dos criminales. Son débiles y estoy seguro de que un recluta de catorce años les daría una paliza. Ambos asesinaron un bebé durante un robo y se dieron a la fuga. Hoy los íbamos a trasladar, pero han escapado. No deben salir de la isla y vuestro objetivo es dividiros en dos grupos y capturarlos vivos o muertos. Buena suerte.
Aquel tipo había sido directo y lo siguiente que hizo fue sentarse, esperando a que ellos mismos decidieran. La rubia entonces frunció el ceño, pues si esos cabrones habían matado a un pobre bebé, no merecían andar libres. Se acercó hasta la chica de la libreta y notó algo de timidez. Ella no solía hablar con nadie por la vergüenza, pero no iba a fracasar aquella misión. Haría equipo con ella si se lo permitía. Le dedicó una sonrisa dulce y entonces estiró su mano hacia la joven.
- ¿Formamos equipo nosotras? Mi nombre es Hikaru.
El tono había sido amable y además esperaba una respuesta. Los otros dos parecían ya haber decidido también y entonces se dirigieron a la salida lo más rápido que pudieron. En cuanto aquella muchacha aceptase, Hikaru también caminaría hacia la salida junto a ella. Si no aceptaba, no sabía lo que iba a hacer, pero confiaba en aquella chica. No todo el mundo tenía que ser malo y tenía la esperanza de que pudiese llevarse bien con ella. Lo intentaría a toda costa e insistiría de ser necesario.
Tan solo había un uniforme de la marina, por lo que todas sus prendas se rebajaban a eso. La chica lo tomó con la percha y se dirigió a uno de los cuartos de baño. No tardó mucho en darse una ducha rápida y colocarse la camisa, el pantalón y la gorra blanca. Dejó a cada lado de su cintura una funda distinta y después empezó a caminar. La joven sabía que tenía una especie de reunión y no quería llegar tarde a aquel sitio. Nada más hacerlo se puso recta y un poco nerviosa, pues tenía miedo de que le echasen la bronca. No había llegado tarde, pero siempre había motivo para desahogarse con una recluta. La joven ya estaba en proceso de formar una flota a su cargo pese a ser una simple novata, pero la hacía bastante ilusión. Tosió un poco y después mostró una sonrisa calmada.
Fue en ese momento cuando se fijó en una joven de cabellos blancos que avanzaba con un enorme oso. La rubia se ilusionó al ver semejante animal tan bello y mono. Sus mejillas se sonrojaron un poco por la emoción, pero después decidió centrarse en lo que estaba. No podía dejarse llevar por sus emociones en aquel lugar, por mucho que desease acariciar a aquella cosa tan linda. El pelaje suave era una de sus debilidades. Entonces se fijó en que aquella persona era un tanto peculiar, pues lo primero que hizo fue mostrar una libreta. La rubia pensó que a lo mejor no podía hablar y eso la entristeció un poco. Se acercó despacio y observó cómo el superior se mantenía firme ante todo. Él mismo se señaló, indicándole a la joven que se trataba de él. Entonces aquel tipo comenzó a hablar en un tono serio.
- En las afueras de este cuartel, se han localizado dos criminales. Son débiles y estoy seguro de que un recluta de catorce años les daría una paliza. Ambos asesinaron un bebé durante un robo y se dieron a la fuga. Hoy los íbamos a trasladar, pero han escapado. No deben salir de la isla y vuestro objetivo es dividiros en dos grupos y capturarlos vivos o muertos. Buena suerte.
Aquel tipo había sido directo y lo siguiente que hizo fue sentarse, esperando a que ellos mismos decidieran. La rubia entonces frunció el ceño, pues si esos cabrones habían matado a un pobre bebé, no merecían andar libres. Se acercó hasta la chica de la libreta y notó algo de timidez. Ella no solía hablar con nadie por la vergüenza, pero no iba a fracasar aquella misión. Haría equipo con ella si se lo permitía. Le dedicó una sonrisa dulce y entonces estiró su mano hacia la joven.
- ¿Formamos equipo nosotras? Mi nombre es Hikaru.
El tono había sido amable y además esperaba una respuesta. Los otros dos parecían ya haber decidido también y entonces se dirigieron a la salida lo más rápido que pudieron. En cuanto aquella muchacha aceptase, Hikaru también caminaría hacia la salida junto a ella. Si no aceptaba, no sabía lo que iba a hacer, pero confiaba en aquella chica. No todo el mundo tenía que ser malo y tenía la esperanza de que pudiese llevarse bien con ella. Lo intentaría a toda costa e insistiría de ser necesario.
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Observé detenidamente al hombre quien dijo ser el que estaba a cargo y escuché cada palabra que salía de su boca. Nuestra misión era sencilla, no supondría ningún problema encontrar a dos hombres que se dieron a la fuga. Si los atraparon y escaparon, es porque, en primera instancia, dejaron huellas. Seguramente, en su segundo intento de huida, también dejaron alguna pista que los delatara por lo que solo teníamos que descubrirlas y seguirlas. Para una persona normal, escuchar el asesinato de un bebé podía ser algo horrible, pero para alguien como yo eso era el pan de cada día. En la Orden teníamos que cumplir con misiones muy turbias en donde no nos importaban si fueran bebés, ancianos o mujeres embarazadas... Teníamos que limitarnos a cumplir y entregar resultados.
Ya tenía una idea de qué hacer si los atrapábamos. Cuando una persona asesina a otra deja a un lado el derecho de proteger su vida, al menos eso pensaba. Con esto quería decir que si mataste a un bebé, no te quejes por si alguien quiere asesinarte. Mi intención no era capturarlos vivos, sino muertos. Dos criminales como ellos ya no merecían vivir, quizás lo hicieron por su propia codicia y debían pagar por sus pecados. Me parecía un poco hipócrita pensar de esa forma porque yo también había asesinado a un montón de personas por un bien mayor, pero me apoyaba en la idea y en el sentimiento de que lo estaba haciendo por alguien más. Ahora me encontraba en el otro lado de la acera, me dedicaba a capturar criminales y hacerlos pagar para así, de alguna forma, redimir mis pecados.
Una chica rubia de aspecto tímido se me acercó proponiéndome que formáramos equipo. Los marines debían trabajar en equipo y era algo que tenía que comenzar a admitir. Tenía que darle una oportunidad a la chica, pero me gustaría dejarle las cosas claras desde un principio para que luego no existieran discusiones ideológicas sobre mi actuar.
–Hikaru-san –escribí en la libreta y luego saludé cordialmente con la cabeza–. Mi nombre es Katharina Von Steinhell, de cierta forma estoy representando al North Blue.
Me detuve unos cuantos segundos para pensar bien en cómo diría lo siguiente.
–Mi trabajo en grupo es mediocre, pero si me das una oportunidad, intentaré hacer lo mejor que pueda –arranqué la hoja después de mostrársela y continué escribiendo–. Sin embargo, quiero aclarar algo. No me parece bien que los asesinos anden sueltos por ahí. Tampoco me parece bien que pasen encerrados toda su vida con la idea de escapar nuevamente –cerré los ojos y los abrí lentamente–. A lo que voy: no planeo capturarlos con vida. Pagar con sangre es algo horrible, pero a veces es la única forma de eliminar de raíz el problema. Espero que entiendas, Hikaru-san.
Esperaba de todo corazón que aquella mujer aceptara mi propuesta, parecía bastante razonable. Un asesino estaba condenado a asesinar y parecía un acto piadoso quitarle la vida. Supuestamente nosotras estábamos en el lado bueno, en el lado de la justicia, y si éramos las buenas, ¿sería correcto hacerlos sufrir una eternidad en vez de eliminarlos inmediatamente? Si Hikaru-san tenía algo que decir, la escucharía con atención. Si no tenía nada que decir, avanzaría a la salida y comenzaría mi búsqueda. Gracias a mi Oso de nombre indefinido podíamos olfatear a los criminales, pues como Meredith decía: el mal tiene un nauseabundo olor a sangre.
Ya tenía una idea de qué hacer si los atrapábamos. Cuando una persona asesina a otra deja a un lado el derecho de proteger su vida, al menos eso pensaba. Con esto quería decir que si mataste a un bebé, no te quejes por si alguien quiere asesinarte. Mi intención no era capturarlos vivos, sino muertos. Dos criminales como ellos ya no merecían vivir, quizás lo hicieron por su propia codicia y debían pagar por sus pecados. Me parecía un poco hipócrita pensar de esa forma porque yo también había asesinado a un montón de personas por un bien mayor, pero me apoyaba en la idea y en el sentimiento de que lo estaba haciendo por alguien más. Ahora me encontraba en el otro lado de la acera, me dedicaba a capturar criminales y hacerlos pagar para así, de alguna forma, redimir mis pecados.
Una chica rubia de aspecto tímido se me acercó proponiéndome que formáramos equipo. Los marines debían trabajar en equipo y era algo que tenía que comenzar a admitir. Tenía que darle una oportunidad a la chica, pero me gustaría dejarle las cosas claras desde un principio para que luego no existieran discusiones ideológicas sobre mi actuar.
–Hikaru-san –escribí en la libreta y luego saludé cordialmente con la cabeza–. Mi nombre es Katharina Von Steinhell, de cierta forma estoy representando al North Blue.
Me detuve unos cuantos segundos para pensar bien en cómo diría lo siguiente.
–Mi trabajo en grupo es mediocre, pero si me das una oportunidad, intentaré hacer lo mejor que pueda –arranqué la hoja después de mostrársela y continué escribiendo–. Sin embargo, quiero aclarar algo. No me parece bien que los asesinos anden sueltos por ahí. Tampoco me parece bien que pasen encerrados toda su vida con la idea de escapar nuevamente –cerré los ojos y los abrí lentamente–. A lo que voy: no planeo capturarlos con vida. Pagar con sangre es algo horrible, pero a veces es la única forma de eliminar de raíz el problema. Espero que entiendas, Hikaru-san.
Esperaba de todo corazón que aquella mujer aceptara mi propuesta, parecía bastante razonable. Un asesino estaba condenado a asesinar y parecía un acto piadoso quitarle la vida. Supuestamente nosotras estábamos en el lado bueno, en el lado de la justicia, y si éramos las buenas, ¿sería correcto hacerlos sufrir una eternidad en vez de eliminarlos inmediatamente? Si Hikaru-san tenía algo que decir, la escucharía con atención. Si no tenía nada que decir, avanzaría a la salida y comenzaría mi búsqueda. Gracias a mi Oso de nombre indefinido podíamos olfatear a los criminales, pues como Meredith decía: el mal tiene un nauseabundo olor a sangre.
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La joven pudo ver a la albina escribir en aquella libreta. Continuaba sin entender la razón, y a lo mejor era debido a que era una chica muda de verdad. De todas formas pensaba preguntárselo en cuanto se pusieran en marcha si la aceptaba. La situación podía ponerse algo tensa si apenas podían comunicarse, pues ponerse a escribir en mitad de una batalla podía ser bastante difícil de asumir y mucho más de realizar. El oso no tenía pinta de querer hablar o más bien de no poder hacerlo y por ello la cosa iba a estar un poco chunga. De todas formas, se las arreglarían juntas para salir de aquel lio de una forma buena y rápida. Hikaru era una chica optimista en aquellos temas y siempre solía darlo todo aunque llevase muy poco tiempo en la marina. Se rascó un momento su cabello rubio y después observó a la joven escribir en aquella libreta que usaba.
Al parecer, la chica era la representante del cuartel del Norte y eso le hizo gracia al ser ella el Sur. El frío y el calor abrazados mientras los otros polos ya habían comenzado. Estuvo a punto de mostrar una carcajada divertida hasta que ella dijo aquellas palabras o más bien las escribió. Pretendía matar a los criminales. Era cierto que quitarle la vida a un bebé era lo más asqueroso y cruel que podía haber en el mundo, pero ella era distinta. Sentía mucha pena por los demás a la hora de quitar una vida y de hecho, nunca había matado a nadie pese a sus amenazas cuando estaba mosqueada. Se quedó pensativa unos momentos, pensando en cómo responderle a la joven que tenía frente a sus ojos. La rubia estaba en una situación muy difícil, pero pensaba seguir sus principios ante todo, por lo que le dedicó una sonrisa dulce.
- Eres libre de matarlos si quieres. Yo por mi parte no voy a hacerlo… Los derrotaré si es posible y ya tú puedes dar el golpe final, pero no quiero quitar vidas…
Mencionó en un tono algo apenado. Si la albina quería matar, podía hacerlo, pero ella no lo haría. Entonces fue cuando empezaron a caminar y el oso podía ser de ayuda, por lo que HIkaru se dedicaría a dejar al mamífero hacer su trabajo. En ese momento la chica acarició el mango de su katana azulada para tranquilizarse un poco. Dos asesinos no eran una tontería y esperaba que todo saliese bien. Se pasó la mano por el flequillo, echándolo a un lado y después alzó la voz para que su compañera pudiera escucharla hablar.
- Katha-chan ¿No puedes hablar? Puedes contarme lo que te pasó si lo deseas. Yo nunca contaré a nadie nada sobre mis seres queridos.
Le dijo con un tono dulce mientras la miraba. Ya la consideraba una compañera más y por ello, parte de su ahora familia. Esperaría una contestación mientras trataba de acariciar el lomo del oso sin molestarlo mucho para que pudiese rastrear sin problemas.
Al parecer, la chica era la representante del cuartel del Norte y eso le hizo gracia al ser ella el Sur. El frío y el calor abrazados mientras los otros polos ya habían comenzado. Estuvo a punto de mostrar una carcajada divertida hasta que ella dijo aquellas palabras o más bien las escribió. Pretendía matar a los criminales. Era cierto que quitarle la vida a un bebé era lo más asqueroso y cruel que podía haber en el mundo, pero ella era distinta. Sentía mucha pena por los demás a la hora de quitar una vida y de hecho, nunca había matado a nadie pese a sus amenazas cuando estaba mosqueada. Se quedó pensativa unos momentos, pensando en cómo responderle a la joven que tenía frente a sus ojos. La rubia estaba en una situación muy difícil, pero pensaba seguir sus principios ante todo, por lo que le dedicó una sonrisa dulce.
- Eres libre de matarlos si quieres. Yo por mi parte no voy a hacerlo… Los derrotaré si es posible y ya tú puedes dar el golpe final, pero no quiero quitar vidas…
Mencionó en un tono algo apenado. Si la albina quería matar, podía hacerlo, pero ella no lo haría. Entonces fue cuando empezaron a caminar y el oso podía ser de ayuda, por lo que HIkaru se dedicaría a dejar al mamífero hacer su trabajo. En ese momento la chica acarició el mango de su katana azulada para tranquilizarse un poco. Dos asesinos no eran una tontería y esperaba que todo saliese bien. Se pasó la mano por el flequillo, echándolo a un lado y después alzó la voz para que su compañera pudiera escucharla hablar.
- Katha-chan ¿No puedes hablar? Puedes contarme lo que te pasó si lo deseas. Yo nunca contaré a nadie nada sobre mis seres queridos.
Le dijo con un tono dulce mientras la miraba. Ya la consideraba una compañera más y por ello, parte de su ahora familia. Esperaría una contestación mientras trataba de acariciar el lomo del oso sin molestarlo mucho para que pudiese rastrear sin problemas.
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Frente a mí tenía a una chica que, aparentemente, no conocía la muerte. Era lo mejor, después de todo, vivir para matar nunca fue mi propósito en la vida. Jamás me detuve a pensar qué habría sucedido si la Orden no hubiera aparecido frente a mí aquel día. No recuerdo qué sueños tenía cuando era más pequeña. ¿Acaso quería ser una importante empresaria? ¿O siempre pensé en alistarme a la Marina y luchar contra la delincuencia y piratería? Esos sueños, que todo niño tiene cuando chico, no los recordaba... Más bien era como si jamás los hubiese tenido.
La rubia comenzó a hablar y su respuesta me dejó satisfecha. Ella no tenía que ensuciarse las manos y, si era como yo pensaba que era, no lo permitiría. No me gustaba que las demás personas tuvieran que ensuciarse las manos con sangre por mi culpa. Racionalmente, pensaba que era imposible no quitar vidas y solucionar todo como si de un libro de fantasía se tratase, pero por otro lado, me gustaba la idea de no tener que matar a nadie para solucionar los problemas. Era una constante lucha entre mi corazón y mi mente, pero no hubo una sola ocasión en que mi cabeza no haya sido la ganadora. Habíamos llegado a un acuerdo.
–Me parece justo –mencioné en mi libreta–. Puedo ver que jamás le has quitado la vida a alguien y espero que nunca lo tengas que hacer, Hikaru-san. Te defenderé con mi poder y procuraré que nada te pase. Somos un equipo.
Mi expresión era fría e indiferente, pero mis palabras eran transparentes y sinceras. Estaba a un paso de convertirme en algo que no quería ser y también estaba a un paso de convertirme en algo que sí quería ser. Sabía que todo dependía de mis decisiones y que todo se inclinaba hacia el mal, pero si podía proteger a una persona, todo lo que pasé y sufrí no sería en vano. Me aferraba a la idea de alcanzar el bien mayor sin importar los medios utilizados; si tenía que matar para proteger a alguien, mataba. Si tenía que traicionar, traicionaba. Las personas más importantes en mi vida estaban en primer lugar, no un montón de desconocidos.
Las palabras que salieron de la boca de la rubia me detuvieron en seco. ¿Acaso quería saber, de verdad, lo que pasé? Si no conté nunca mi historia, fue porque nunca me la preguntaron. Sin embargo, ¿qué derecho tenía ella de saber lo que había ocurrido con mi voz? Era una persona reservada y desconfiada, por ello mismo no podía divulgar mis recuerdos como si nada. ¿Acaso era importante que los compañeros de equipo se conocieran? ¿Debía darle una oportunidad? Me quedé en silencio durante un minuto pensando en qué haría. Por otra parte, poco y nada me importaba que supiera la gente lo que pasé, pero... ¿Para qué querían saber?
–Si puedo hablar –le confesé enseñándole mi libreta–. Pero me acostumbré a no hacerlo.
Hice una leve pausa y continué.
–Hace unos años, un hombre lanzó una maldición sobre mí: cualquier emoción que mi cuerpo sintiera y cualquier palabra que saliera de mi boca dañarían a la persona que más quiero provocándole un inmenso dolor. La maldición ya no existe, pero quedé con la sensación de que cada vez que siento y hablo, alguien resulta herido.
Bajé la mirada y aferré ambas manos a mi oso. Por eso me gustaban los animales, no era necesario hablarnos para saber lo que pensábamos; no era necesario sentir para saber que nos queríamos. Ellos me eran leal y yo les era fiel. La fidelidad era una característica casi extinta en los humanos y yo no podía reprocharme por ello, fui capaz de asesinar a mi mejor amigo con tal de que mi hermana estuviera bien.
La rubia comenzó a hablar y su respuesta me dejó satisfecha. Ella no tenía que ensuciarse las manos y, si era como yo pensaba que era, no lo permitiría. No me gustaba que las demás personas tuvieran que ensuciarse las manos con sangre por mi culpa. Racionalmente, pensaba que era imposible no quitar vidas y solucionar todo como si de un libro de fantasía se tratase, pero por otro lado, me gustaba la idea de no tener que matar a nadie para solucionar los problemas. Era una constante lucha entre mi corazón y mi mente, pero no hubo una sola ocasión en que mi cabeza no haya sido la ganadora. Habíamos llegado a un acuerdo.
–Me parece justo –mencioné en mi libreta–. Puedo ver que jamás le has quitado la vida a alguien y espero que nunca lo tengas que hacer, Hikaru-san. Te defenderé con mi poder y procuraré que nada te pase. Somos un equipo.
Mi expresión era fría e indiferente, pero mis palabras eran transparentes y sinceras. Estaba a un paso de convertirme en algo que no quería ser y también estaba a un paso de convertirme en algo que sí quería ser. Sabía que todo dependía de mis decisiones y que todo se inclinaba hacia el mal, pero si podía proteger a una persona, todo lo que pasé y sufrí no sería en vano. Me aferraba a la idea de alcanzar el bien mayor sin importar los medios utilizados; si tenía que matar para proteger a alguien, mataba. Si tenía que traicionar, traicionaba. Las personas más importantes en mi vida estaban en primer lugar, no un montón de desconocidos.
Las palabras que salieron de la boca de la rubia me detuvieron en seco. ¿Acaso quería saber, de verdad, lo que pasé? Si no conté nunca mi historia, fue porque nunca me la preguntaron. Sin embargo, ¿qué derecho tenía ella de saber lo que había ocurrido con mi voz? Era una persona reservada y desconfiada, por ello mismo no podía divulgar mis recuerdos como si nada. ¿Acaso era importante que los compañeros de equipo se conocieran? ¿Debía darle una oportunidad? Me quedé en silencio durante un minuto pensando en qué haría. Por otra parte, poco y nada me importaba que supiera la gente lo que pasé, pero... ¿Para qué querían saber?
–Si puedo hablar –le confesé enseñándole mi libreta–. Pero me acostumbré a no hacerlo.
Hice una leve pausa y continué.
–Hace unos años, un hombre lanzó una maldición sobre mí: cualquier emoción que mi cuerpo sintiera y cualquier palabra que saliera de mi boca dañarían a la persona que más quiero provocándole un inmenso dolor. La maldición ya no existe, pero quedé con la sensación de que cada vez que siento y hablo, alguien resulta herido.
Bajé la mirada y aferré ambas manos a mi oso. Por eso me gustaban los animales, no era necesario hablarnos para saber lo que pensábamos; no era necesario sentir para saber que nos queríamos. Ellos me eran leal y yo les era fiel. La fidelidad era una característica casi extinta en los humanos y yo no podía reprocharme por ello, fui capaz de asesinar a mi mejor amigo con tal de que mi hermana estuviera bien.
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La rubia no pudo evitar mostrar una sonrisa dulce cuando la chica dijo que la iba a proteger y que eran un equipo. Ella también trataría de defenderla de la mejor forma posible con sus espadas, pues por algo la consideraba ya de su familia. Entonces la joven le contó a ella lo que había pasado. No pudo evitar entristecerse un poco y entonces soltó un pequeño suspiro. Era una verdadera pena que le hubiese pasado aquello, pero ahora no tenía nada que temer. La chica la miró directamente a los ojos y después le dedicó una sonrisa dulce y pura. No quería que ella dejase de hacerlo, no al menos con ella. La consideraba la única chica con la que había hablado en muchísimos años. Fue entonces cuando Hikaru acarició la pierna de la albina y le dedicó una mirada amable en todo momento.
- Puedes hablarme a mí… No te preocupes por mí. Yo también tengo una maldición. Comí una fruta que puede dañar a quien me dañe, por esa razón no creo poder tener un hijo sin que muera o que me castiguen físicamente sin que haya represalias. Además de eso, ya no existe dicha maldición como has dicho.
La marine se dio cuenta de que se estaban internando en el bosque y eso era algo que podía ser bueno, pues los otros dos había ido en dirección al muelle. Si el oso lo estaba haciendo bien, esos tipos debían de estar ocultos en alguna cueva o algo por el estilo. Hikaru se rascó un poco la cabeza y después soltó un suspiro debido al terrible calor que hacía en aquel sitio. Prefería notablemente los climas más fríos y demás. Las islas como Arabasta o de aquel tipo eran horribles para ella. Encima la habían destinado al Sur, era tener un poco de mala leche. Aunque nadie sabía aquel dato, por lo que tampoco era justo culpar a los superiores.
- Yo estuvo también un par de años sin hablar… Fui capturada tras la muerte de todo mi clan y estuvieron a punto de venderme como esclava sexual hace unos días. Pero encontré aquí una familia y ahora hablo. Voy a formar una flota con la que luchar codo a codo y quiero que tú seas parte de ella, pero antes debes hablarme.
Terminó de decirle de forma dulce y amable. Justo entones pudo ver una especie de cueva como había pensado y en la entrada había un mechero. Si estaban allí dentro, esos idiotas lo habían perdido en el peor sitio posible. También podía ser una trampa, pero la recluta confiaba en el animal de su amiga. Miró a la chica tranquilamente a los ojos y después le señaló aquello con una sonrisa dulce en el rostro. A lo mejor podían vencer a aquellos idiotas después de todo y largarse con la victoria.
- ¿Qué me dices, Katha-chan? ¡Sé mi nakama!
- Puedes hablarme a mí… No te preocupes por mí. Yo también tengo una maldición. Comí una fruta que puede dañar a quien me dañe, por esa razón no creo poder tener un hijo sin que muera o que me castiguen físicamente sin que haya represalias. Además de eso, ya no existe dicha maldición como has dicho.
La marine se dio cuenta de que se estaban internando en el bosque y eso era algo que podía ser bueno, pues los otros dos había ido en dirección al muelle. Si el oso lo estaba haciendo bien, esos tipos debían de estar ocultos en alguna cueva o algo por el estilo. Hikaru se rascó un poco la cabeza y después soltó un suspiro debido al terrible calor que hacía en aquel sitio. Prefería notablemente los climas más fríos y demás. Las islas como Arabasta o de aquel tipo eran horribles para ella. Encima la habían destinado al Sur, era tener un poco de mala leche. Aunque nadie sabía aquel dato, por lo que tampoco era justo culpar a los superiores.
- Yo estuvo también un par de años sin hablar… Fui capturada tras la muerte de todo mi clan y estuvieron a punto de venderme como esclava sexual hace unos días. Pero encontré aquí una familia y ahora hablo. Voy a formar una flota con la que luchar codo a codo y quiero que tú seas parte de ella, pero antes debes hablarme.
Terminó de decirle de forma dulce y amable. Justo entones pudo ver una especie de cueva como había pensado y en la entrada había un mechero. Si estaban allí dentro, esos idiotas lo habían perdido en el peor sitio posible. También podía ser una trampa, pero la recluta confiaba en el animal de su amiga. Miró a la chica tranquilamente a los ojos y después le señaló aquello con una sonrisa dulce en el rostro. A lo mejor podían vencer a aquellos idiotas después de todo y largarse con la victoria.
- ¿Qué me dices, Katha-chan? ¡Sé mi nakama!
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Me gustaba lo inocente que resultó ser mi compañera. Considerar una maldición ser usuaria de una fruta del diablo era lo normal, pero ese tipo de poder no se podía considerar directamente como un “pecado”. En cambio, mi poder radicaba en la muerte, mientras más intentara alejarme de ella con más fuerza volvía. Seguramente había una forma de modificar un poco la habilidad de Hikaru-san. Debido a que nunca fui empática, no podía comprender el dolor que sentía ella y por culpa de mi desconfianza, me costaba trabajo creer en sus palabras.
Debido a la conversación que estábamos teniendo no me di cuenta que estábamos internadas en las profundidades del bosque. El olfato de mi mascota era muy agudo y nos podía servir perfectamente para encontrar a esos criminales que no saldrían con vida, al menos no mientras yo los “atrapara”. Mientras avanzábamos y teníamos un minuto de silencio, miré de reojo a mi compañera y me fijé que siempre sonreía dulcemente; me preguntaba si algún día podría ser capaz de arreglar todo con una angelical sonrisa.
De repente la mujer rompió el silencio y comienza a contar su historia. ¿Perder a todo su clan? Lo podía entender, sabía lo que era tener frente a ti a la persona que más quieres y sentirte impotente por no poder salvarla. Más aún, la culpa por ser débil y no poder proteger a alguien teniendo al enemigo en frente… Lo entendía perfectamente. A medida que iba contando su historia reveló que casi fue vendida como esclava sexual, por lo que entendí se había unido hace poco a la Marina. Sin embargo, me sorprendió escuchar lo que me dijo finalmente: su deseo por juntar gente y luchar por un mismo objetivo.
¿Trabajar con más gente? ¿Tener compañeros en los que confiar? Todo eso era nuevo para mí. No sabía lo que era tener un compañero que te cubriera las espaldas, la soledad resultó ser mi mejor compañera en noches oscuras. Por dentro me sentía sorprendida, por fuera era una fría roca que no dejaba mostrar su corazón. Me gustaba e interesaba la idea, formar parte de un grupo para no solo dar muerte… Quizás podía usar mi magia de otra forma y no verlo solo como una maldición.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando Oso se detuvo y quedamos frente a una cueva. En base a lo que interpreté por la detención de mi mascota, pude afirmar que nos encontrábamos cerca de los criminales. Debíamos estar preparadas para luchar en cualquier momento. Aferré mi mano derecha al libro que tenía en sujeto al cinto de cuero que llevaba en mi cintura. Mi mano izquierda quedó libre para armarme de la guadaña ante cualquier emergencia, aunque el uso de la pistola no quedaba descartado. No obstante, la estrategia militar que estaba formando dentro de mi cabeza fue interrumpida cuando Hikaru-san me pidió directamente que me uniera a su grupo. Quedé… sorprendida.
–¡Nos han pillado! –Una voz ronca y tosca salió desde dentro de la cueva y unos ojos inyectados en furia emergieron después– ¡Bah! Son solo dos crías. Podremos con ellas fácilmente.
Apareció un hombre de al menos dos metros, anchos hombros y corpulentos brazos repletos de tatuajes. Sus ojos marrones no dejaban de mirarme con asco como si yo hubiera sido la que asesinó al bebé. Detrás del hombre apareció una mujer bastante más pequeña que su compañero, tenía cabello azul oscuro y unos ojos turquesas que evitaban encontrarse directamente con los míos.
–No.. No lo sé, Jeffrey –Su voz era apagada–. Son marines, no nos podemos meter más en problemas.
–¡¿PERO QUÉ DICES, MUJER?! ¿No te has dado cuenta que ya estamos con la mierda hasta la garganta? –Parecía que su compañero le daría una bofetada– Hemos robado y asesinado, hemos vuelto a robar y a asesinar sin importar quien fuera. ¿Crees que estas tías nos dejarán ir? ¡¿Crees que si las dejamos ir, no nos delatarán?!
Me agradaba no tener que perseguir a un par de bandidos carentes de inteligencia. Me gustaba que el hombre se diera cuenta de la situación en la que estaba: teniendo al verdugo frente a sus ojos. Cada palabra que pronunciaba era reproducida lentamente en mi cerebro enfocándome en las muertes que causó.
–Lo siento, Hikaru-san –le mostré la libreta–. Te tendré que responder después. Disculpa que te pida esto, pero… ¿puedes ejercer el trabajo de línea defensiva? Si te dañan, causas daño, ¿no?
La miré para ver su expresión esperando que no fuera de desagrado al escuchar lo que le estaba pidiendo.
–No te preocupes –agregué–. Si resultas herida, te curaré. Déjame explicarte lo que tengo pensado: primero, usaré un conjuro para crear cierta distracción y entonces atacarás con todo lo que tengas, te apoyaré desde aquí.
Aún no era lo suficientemente hábil para usar a mi mascota en combate, pero me serviría para montarlo en combate. Si la chica quería que fuéramos parte de un mismo grupo, debía adecuarse a mi estilo de combate para cuidarnos mutuamente. Formaría estrategias aptas para cada situación y en caso de que Hikaru-san estuviera en complicaciones, tomaría la línea defensiva y la cubriría.
–¡¿EH?! ¿Qué tanto le muestras en el papel, Princesa? –La mera voz del hombre me provocaba asco. Iba a disfrutar rostizándolo con mi bola de fuego.
Lo miré detenidamente mientras, disimuladamente, le pasaba un papel a mi compañera para que se diera cuenta de la señal y comenzara a atacar. Este decía: Cuando veas el sol iluminarse en mi mano, espera un segundo y ataca. Con un movimiento rápido saqué mi libro y conjuré el hechizo bola de fuego para atacar. Inmediatamente un pentáculo se formó en mi mano derecha que la tenía apuntando directamente al grupo enemigo, aunque tenía más al hombre. Posterior a ello, una bola ardiente salió del porte de una rueda de camión salió disparada del símbolo. Al impactar, ya sea con la tierra o con cualquiera de mis enemigos, produciría una pequeña explosión que serviría como distracción para que Hikaru-san atacara.
Esperaba que mi conjuro impactara, en caso de no hacerlo esperaría la reacción de mi compañera. Si era contraatacada y resultara herida, utilizaría mi conjuro para sanarla y luego dispararía sin piedad.
–Lo siento, Hikaru-san –susurré para mí misma sin que mi compañera me escuchara–. Tendrás que esperar.
Debido a la conversación que estábamos teniendo no me di cuenta que estábamos internadas en las profundidades del bosque. El olfato de mi mascota era muy agudo y nos podía servir perfectamente para encontrar a esos criminales que no saldrían con vida, al menos no mientras yo los “atrapara”. Mientras avanzábamos y teníamos un minuto de silencio, miré de reojo a mi compañera y me fijé que siempre sonreía dulcemente; me preguntaba si algún día podría ser capaz de arreglar todo con una angelical sonrisa.
De repente la mujer rompió el silencio y comienza a contar su historia. ¿Perder a todo su clan? Lo podía entender, sabía lo que era tener frente a ti a la persona que más quieres y sentirte impotente por no poder salvarla. Más aún, la culpa por ser débil y no poder proteger a alguien teniendo al enemigo en frente… Lo entendía perfectamente. A medida que iba contando su historia reveló que casi fue vendida como esclava sexual, por lo que entendí se había unido hace poco a la Marina. Sin embargo, me sorprendió escuchar lo que me dijo finalmente: su deseo por juntar gente y luchar por un mismo objetivo.
¿Trabajar con más gente? ¿Tener compañeros en los que confiar? Todo eso era nuevo para mí. No sabía lo que era tener un compañero que te cubriera las espaldas, la soledad resultó ser mi mejor compañera en noches oscuras. Por dentro me sentía sorprendida, por fuera era una fría roca que no dejaba mostrar su corazón. Me gustaba e interesaba la idea, formar parte de un grupo para no solo dar muerte… Quizás podía usar mi magia de otra forma y no verlo solo como una maldición.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando Oso se detuvo y quedamos frente a una cueva. En base a lo que interpreté por la detención de mi mascota, pude afirmar que nos encontrábamos cerca de los criminales. Debíamos estar preparadas para luchar en cualquier momento. Aferré mi mano derecha al libro que tenía en sujeto al cinto de cuero que llevaba en mi cintura. Mi mano izquierda quedó libre para armarme de la guadaña ante cualquier emergencia, aunque el uso de la pistola no quedaba descartado. No obstante, la estrategia militar que estaba formando dentro de mi cabeza fue interrumpida cuando Hikaru-san me pidió directamente que me uniera a su grupo. Quedé… sorprendida.
–¡Nos han pillado! –Una voz ronca y tosca salió desde dentro de la cueva y unos ojos inyectados en furia emergieron después– ¡Bah! Son solo dos crías. Podremos con ellas fácilmente.
Apareció un hombre de al menos dos metros, anchos hombros y corpulentos brazos repletos de tatuajes. Sus ojos marrones no dejaban de mirarme con asco como si yo hubiera sido la que asesinó al bebé. Detrás del hombre apareció una mujer bastante más pequeña que su compañero, tenía cabello azul oscuro y unos ojos turquesas que evitaban encontrarse directamente con los míos.
–No.. No lo sé, Jeffrey –Su voz era apagada–. Son marines, no nos podemos meter más en problemas.
–¡¿PERO QUÉ DICES, MUJER?! ¿No te has dado cuenta que ya estamos con la mierda hasta la garganta? –Parecía que su compañero le daría una bofetada– Hemos robado y asesinado, hemos vuelto a robar y a asesinar sin importar quien fuera. ¿Crees que estas tías nos dejarán ir? ¡¿Crees que si las dejamos ir, no nos delatarán?!
Me agradaba no tener que perseguir a un par de bandidos carentes de inteligencia. Me gustaba que el hombre se diera cuenta de la situación en la que estaba: teniendo al verdugo frente a sus ojos. Cada palabra que pronunciaba era reproducida lentamente en mi cerebro enfocándome en las muertes que causó.
–Lo siento, Hikaru-san –le mostré la libreta–. Te tendré que responder después. Disculpa que te pida esto, pero… ¿puedes ejercer el trabajo de línea defensiva? Si te dañan, causas daño, ¿no?
La miré para ver su expresión esperando que no fuera de desagrado al escuchar lo que le estaba pidiendo.
–No te preocupes –agregué–. Si resultas herida, te curaré. Déjame explicarte lo que tengo pensado: primero, usaré un conjuro para crear cierta distracción y entonces atacarás con todo lo que tengas, te apoyaré desde aquí.
Aún no era lo suficientemente hábil para usar a mi mascota en combate, pero me serviría para montarlo en combate. Si la chica quería que fuéramos parte de un mismo grupo, debía adecuarse a mi estilo de combate para cuidarnos mutuamente. Formaría estrategias aptas para cada situación y en caso de que Hikaru-san estuviera en complicaciones, tomaría la línea defensiva y la cubriría.
–¡¿EH?! ¿Qué tanto le muestras en el papel, Princesa? –La mera voz del hombre me provocaba asco. Iba a disfrutar rostizándolo con mi bola de fuego.
Lo miré detenidamente mientras, disimuladamente, le pasaba un papel a mi compañera para que se diera cuenta de la señal y comenzara a atacar. Este decía: Cuando veas el sol iluminarse en mi mano, espera un segundo y ataca. Con un movimiento rápido saqué mi libro y conjuré el hechizo bola de fuego para atacar. Inmediatamente un pentáculo se formó en mi mano derecha que la tenía apuntando directamente al grupo enemigo, aunque tenía más al hombre. Posterior a ello, una bola ardiente salió del porte de una rueda de camión salió disparada del símbolo. Al impactar, ya sea con la tierra o con cualquiera de mis enemigos, produciría una pequeña explosión que serviría como distracción para que Hikaru-san atacara.
Esperaba que mi conjuro impactara, en caso de no hacerlo esperaría la reacción de mi compañera. Si era contraatacada y resultara herida, utilizaría mi conjuro para sanarla y luego dispararía sin piedad.
–Lo siento, Hikaru-san –susurré para mí misma sin que mi compañera me escuchara–. Tendrás que esperar.
- Aclaración:
- Debido a que usé un conjuro, me gustaría que supongamos que el alma que usé para conjurarlo la tenía guardada por ahí. No es rol bélico, sino más bien una forma de conocernos y trabajar en equipo. Por cierto, hice que los enemigos aparecieran inmediatamente porque tengo un final un poco más "épico".
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Aquellas dos personas que salieron de la cueva parecían ser algo terroríficas, sobre todo el hombre de los tatuajes en los brazos, el cual parecía muy agresivo. La rubia en ese momento desenvainó sus dos katanas, haciendo que una se prendiese en unas imponentes llamas blancas y la otra en una pequeña aura azulada. Los ojos dorados de la joven se clavaron en los delincuentes y empezaron a mostrar determinación. Era como si el odio que tuviese por haber matado a un bebé se estuviese convirtiendo en justicia pura y dura. Debía encerrar a aquellas personas cuanto antes y sin pensárselo. No iba a mostrar piedad con ellos y menos con el imbécil que parecía ser el cabecilla de los dos. La otra chica parecía ser un poco más lista, pero carecía de liderazgo y por ello la situación podía ponerse peligrosa de forma rápida sin llegar a las palabras ni si quiera.
Pudo leer lo que escribió su compañera, la cual quiso responderle después, pues por el momento quería que ambas usaran el plan que ella tenía en mente. Que fuera un pequeño cebo la hizo alzar una ceja, pero después sonrió de forma amplia. Parecía divertido y todo. No se quejaría de su papel mientras pudiesen derrotar a aquellos idiotas cuanto antes. En cuanto recibió la hoja de la chica asimiló el plan a la perfección y no pudo evitar mostrar una sonrisa dulce. Era el momento de vencer a aquellos tipos cuanto antes. Entonces sin previo aviso salió corriendo hacia ellos cuando la joven lanzó la bola de fuego. Se había adelantado un poco, pero eso formaba parte de su propio plan. Cuando aquella cosa impactó, levantó una humareda considerable y formó una explosión bastante buena. La rubia entonces se lanzó hacia el humo pues había memorizado las posiciones de sus oponentes.
- Justicia blanca…
Susurró la chica al mismo tiempo que saltaba hacia la posición de los dos criminales. Notó un dolor intenso en el cuello y eso fue cuando la mano del tipo de los tatuajes la cogió en pleno aire de forma fácil. Hikaru empezó a gruñir al darse cuenta de aquello, pero no iba a rendirse. Su oponente tenía quemaduras considerables debido a la bola de la albina y parecía estar mosqueado. La joven marine entonces elevó su pierna y golpeó la cabeza de su rival, tirándolo al suelo. Antes de que la chica escapase, lanzó un par de tajos con fuerza hacia ella, haciéndole la señal de un “X” en el abdomen y tirándola al suelo, dejándola fuera de combate. Acto seguido notó un potente puñetazo en la espalda y cayó contra la tierra de forma violenta. El tipo calvo había sido el causante, pero él mismo soltó un pequeño quejido al sentir una sensación incómoda en la espalda.
- Este es todo tuyo, Katha-chan…
Dijo la rubia con una sonrisa dulce mientras se levantaba despacio del suelo y se limpiaba la sangre de las rodillas. Quería que ella también disfrutase venciendo a un imbécil de aquellos dos, debido a que ella misma había terminado con la mujer. Hikaru se colocó entonces frente a su compañera, mirando al tipo de forma seria. Sería el escudo de la peliblanca y evitaría contraataques por parte de aquel hombre. Le guiñó un ojo a la joven y después de aquello empuñó sus espadas con fuerza.
- Yo seré tu escudo durante tu ataque…
Pudo leer lo que escribió su compañera, la cual quiso responderle después, pues por el momento quería que ambas usaran el plan que ella tenía en mente. Que fuera un pequeño cebo la hizo alzar una ceja, pero después sonrió de forma amplia. Parecía divertido y todo. No se quejaría de su papel mientras pudiesen derrotar a aquellos idiotas cuanto antes. En cuanto recibió la hoja de la chica asimiló el plan a la perfección y no pudo evitar mostrar una sonrisa dulce. Era el momento de vencer a aquellos tipos cuanto antes. Entonces sin previo aviso salió corriendo hacia ellos cuando la joven lanzó la bola de fuego. Se había adelantado un poco, pero eso formaba parte de su propio plan. Cuando aquella cosa impactó, levantó una humareda considerable y formó una explosión bastante buena. La rubia entonces se lanzó hacia el humo pues había memorizado las posiciones de sus oponentes.
- Justicia blanca…
Susurró la chica al mismo tiempo que saltaba hacia la posición de los dos criminales. Notó un dolor intenso en el cuello y eso fue cuando la mano del tipo de los tatuajes la cogió en pleno aire de forma fácil. Hikaru empezó a gruñir al darse cuenta de aquello, pero no iba a rendirse. Su oponente tenía quemaduras considerables debido a la bola de la albina y parecía estar mosqueado. La joven marine entonces elevó su pierna y golpeó la cabeza de su rival, tirándolo al suelo. Antes de que la chica escapase, lanzó un par de tajos con fuerza hacia ella, haciéndole la señal de un “X” en el abdomen y tirándola al suelo, dejándola fuera de combate. Acto seguido notó un potente puñetazo en la espalda y cayó contra la tierra de forma violenta. El tipo calvo había sido el causante, pero él mismo soltó un pequeño quejido al sentir una sensación incómoda en la espalda.
- Este es todo tuyo, Katha-chan…
Dijo la rubia con una sonrisa dulce mientras se levantaba despacio del suelo y se limpiaba la sangre de las rodillas. Quería que ella también disfrutase venciendo a un imbécil de aquellos dos, debido a que ella misma había terminado con la mujer. Hikaru se colocó entonces frente a su compañera, mirando al tipo de forma seria. Sería el escudo de la peliblanca y evitaría contraataques por parte de aquel hombre. Le guiñó un ojo a la joven y después de aquello empuñó sus espadas con fuerza.
- Yo seré tu escudo durante tu ataque…
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Mi plan fue ejecutado perfectamente. Los reflejos de mi compañera eran buenos y no tenía nada que decir sobre su estilo de combate, salvo que era muy bueno. Ella podía derrotar a ambos criminales sin mi ayuda, pero ya que estábamos las dos también pondría de mi parte. Después de realizar mi movimiento analicé la situación para preparar mi siguiente movimiento. ¿Qué podía ser? ¿Usar mi pistola para rematar al hombre? Tal vez decapitarlo era lo adecuado para alguien de su clase.
Al escuchar las últimas palabras de mi compañera asentí con firmeza. Era la encargada de darle el último golpe a la escoria humana que tenía frente a mí. Lentamente me acerqué un par de centímetros hacia él, tomé el arma, quité el seguro y le disparé apuntando directamente a la cabeza. Si tenía suerte, el hombre herido y quemado no tendría tiempo para reaccionar y sería asesinado. A medida que la bala viajaba a una velocidad increíble, me di cuenta de lo que había hecho; otra vida más que estaba quitando por mi propio bien.
La bala entró sin dificultad y atravesó la cabeza del sujeto saliendo por el otro lado. El cuerpo del criminal cayó pesadamente y un fino hilillo de sangre escurría descendiendo por la nariz. Me acerqué hacia él y me aseguré de que estuviera bien muerto, por otra parte tal vez la chica seguía viva y algo debíamos hacer con ella. Sin embargo, tenía algo que hacer primero; guardé la pistola, luego cogí el libro y usé el conjuro para extraer el alma y así almacenarla dentro de este.
–Quizás a ella solo debamos entregarla –le comenté mostrándole mi libreta–. Quiero escuchar tu opinión. No parece tan mala.
Sabía que estaba viva debido a que no veía ningún alma sobre su cuerpo. Antes de actuar escucharía la opinión de mi compañera; en caso de que eligiera llevarla al Cuartel para ser juzgada, ataríamos sus manos y subiríamos ambos cuerpos al lomo de mi oso. Por otra parte, si decidía que quitarle la vida era la mejor opción, no me causaría desagrado gastar una bala más en ella.
Finalmente debía tomar la decisión de si unirme a la tripulación de Hikaru-san. Se veía una buena chica y una líder exponencial, tal vez seguirla por un tiempo sería la mejor decisión, pero no terminaba de comprender por qué ella buscaba a alguien como yo. Siempre trabajé sola y no me molestaba hacerlo, ella sabía que era una “asesina” y no tenía repudio en matar.
–¿Por qué quieres a alguien como yo en tu grupo? –Le preguntaría después de tomada la decisión– Ya me viste. No tengo repudio en matar, puedo hacerlo fácilmente y tú eres una buena chica. Así que… ¿Por qué?
Al escuchar las últimas palabras de mi compañera asentí con firmeza. Era la encargada de darle el último golpe a la escoria humana que tenía frente a mí. Lentamente me acerqué un par de centímetros hacia él, tomé el arma, quité el seguro y le disparé apuntando directamente a la cabeza. Si tenía suerte, el hombre herido y quemado no tendría tiempo para reaccionar y sería asesinado. A medida que la bala viajaba a una velocidad increíble, me di cuenta de lo que había hecho; otra vida más que estaba quitando por mi propio bien.
La bala entró sin dificultad y atravesó la cabeza del sujeto saliendo por el otro lado. El cuerpo del criminal cayó pesadamente y un fino hilillo de sangre escurría descendiendo por la nariz. Me acerqué hacia él y me aseguré de que estuviera bien muerto, por otra parte tal vez la chica seguía viva y algo debíamos hacer con ella. Sin embargo, tenía algo que hacer primero; guardé la pistola, luego cogí el libro y usé el conjuro para extraer el alma y así almacenarla dentro de este.
–Quizás a ella solo debamos entregarla –le comenté mostrándole mi libreta–. Quiero escuchar tu opinión. No parece tan mala.
Sabía que estaba viva debido a que no veía ningún alma sobre su cuerpo. Antes de actuar escucharía la opinión de mi compañera; en caso de que eligiera llevarla al Cuartel para ser juzgada, ataríamos sus manos y subiríamos ambos cuerpos al lomo de mi oso. Por otra parte, si decidía que quitarle la vida era la mejor opción, no me causaría desagrado gastar una bala más en ella.
Finalmente debía tomar la decisión de si unirme a la tripulación de Hikaru-san. Se veía una buena chica y una líder exponencial, tal vez seguirla por un tiempo sería la mejor decisión, pero no terminaba de comprender por qué ella buscaba a alguien como yo. Siempre trabajé sola y no me molestaba hacerlo, ella sabía que era una “asesina” y no tenía repudio en matar.
–¿Por qué quieres a alguien como yo en tu grupo? –Le preguntaría después de tomada la decisión– Ya me viste. No tengo repudio en matar, puedo hacerlo fácilmente y tú eres una buena chica. Así que… ¿Por qué?
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Hikaru corrió junto a la chica y se apartó en el último momento, esperando el ataque del tipo para meterse en medio con sus espadas, pero entonces escuchó el sonido de un disparo. Los ojos de la rubia se abrieron como platos al no esperarse aquello y lo siguiente que hizo fue observar los ojos del tipo ponerse en blanco. La marine cerró los ojos con fuerza y miró a otro lado para de esa forma no tener que ver esa imagen por más tiempo. Era la primera muerte que había presenciado tan cerca y no le había agradado nada. Miró a otro lado distinto y simplemente se llevó la mano a la cabeza, negando un par de veces para borrar el recuerdo, pero parecía imposible. Eso la iba a perseguir seguramente aquella noche, por lo que simplemente tragó saliva y respiró con calma, como si hubiese tenido un ataque de ansiedad. Entonces escuchó las palabras de la joven escritas en aquella libreta.
- Sí, a ella la entregaremos solamente…
Dijo a toda prisa para asegurarse de que no cambiaba de opinión. Se acercó despacio a ella y se quedó mirándola unos momentos y finalmente hizo un esfuerzo enorme para colocarla sobre sus hombros. Avanzó hasta dejarla sobre el oso y después soltar un pequeño suspiro. Se quedó mirando sus armas unos momentos y entonces fue cuando se rascó la cabeza. Sus espadas tenían un poco de sangre y la rubia aprovechó un pequeño pañuelo que tenía de la comida en su bolsillo para limpiar los aceros. En cuanto lo hizo se quedó mirando a la joven de cabellos blancos. Cuando observó a su compañera estuvo pensando lo que le había dicho a ella y en ese momento fue cuando Hikaru le sonrió de forma dulce y se puso delante de ella.
- Me has caído muy bien y creo que podemos ayudarnos y trabajar juntas. Puedes matar, ya que eres libre de ello, pero yo no miraré… Además has sabido juzgar a la chica y no has querido matarla, con eso me basta. Necesito a alguien que mande cuando yo no esté.
Le dijo finalmente con una sonrisa dulce en su rostro, observándola y esperando una decisión. Era mala suerte que con lo amable que era le gustase matar o al menos aunque no le gustase lo hiciese. Confiaba en que con el tiempo podía terminar con aquel mal hábito y convencerla de que no era lo correcto, pero eso se vería con el paso del tiempo.
- Sí, a ella la entregaremos solamente…
Dijo a toda prisa para asegurarse de que no cambiaba de opinión. Se acercó despacio a ella y se quedó mirándola unos momentos y finalmente hizo un esfuerzo enorme para colocarla sobre sus hombros. Avanzó hasta dejarla sobre el oso y después soltar un pequeño suspiro. Se quedó mirando sus armas unos momentos y entonces fue cuando se rascó la cabeza. Sus espadas tenían un poco de sangre y la rubia aprovechó un pequeño pañuelo que tenía de la comida en su bolsillo para limpiar los aceros. En cuanto lo hizo se quedó mirando a la joven de cabellos blancos. Cuando observó a su compañera estuvo pensando lo que le había dicho a ella y en ese momento fue cuando Hikaru le sonrió de forma dulce y se puso delante de ella.
- Me has caído muy bien y creo que podemos ayudarnos y trabajar juntas. Puedes matar, ya que eres libre de ello, pero yo no miraré… Además has sabido juzgar a la chica y no has querido matarla, con eso me basta. Necesito a alguien que mande cuando yo no esté.
Le dijo finalmente con una sonrisa dulce en su rostro, observándola y esperando una decisión. Era mala suerte que con lo amable que era le gustase matar o al menos aunque no le gustase lo hiciese. Confiaba en que con el tiempo podía terminar con aquel mal hábito y convencerla de que no era lo correcto, pero eso se vería con el paso del tiempo.
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Ya todo había terminado, para bien o para mal. Un hombre muerto y una mujer viva; pensé que el primero era el asesino y la segunda solo su cómplice. No sabía juzgar a la gente, pero sabía reconocer a un asesino y todo indicaba que esa chica no lo era. Si seguía con esa idea, ¿qué derecho tenía yo de quitarle la vida a alguien que no quitó ninguna? Mi compañera tomó la decisión correcta al decidir entregarla, no quería que esta dependiera de mi juicio. Ya había causado suficiente impacto en la rubia como para tener que ejecutar a otra persona.
Sin duda alguna, aquella marine no conocía la crueldad de la vida y lo injusta que podía ser de vez en cuando. No obstante, podía decir lo mismo de mí; por mi parte, yo no conocía lo que era la verdadera belleza y tampoco conocía el verdadero amor. Cierto era que tenía a mi hermana, pero su corazón estaba igual de atormentado que el mío. Ambas fuimos víctimas de un destino caprichoso y sádico. Sus ojos reflejaban dulzura y compasión, en cambio los míos no eran más que dos esferas tan frías como el aliento de la Muerte. ¿Qué tan diferente éramos?
Escuché atentamente cada palabra que pronunciaba con delicadeza. Presté atención a sus intenciones, puras e inocentes, y ya había tomado una decisión. Pensaba que el mundo debía estar en equilibrio y así como causaba daño, debía hacer algo para remediarlo. No dejaría de asesinar, fui criada de esta forma y ya formaba parte de mí, pero ayudaría a las personas honestas y buenas. Ciertamente, cada decisión que tomaba la pensaba con libertad y actuaba coherentemente según estas y de la misma forma que yo actuaba con libertad, ella eligió no mirar mis crueles y egoístas acciones.
–Acepto tu propuesta, Hikaru-san –escribí en mi libreta–. Sin embargo, aún no estoy preparada para hablar. No pretendo que te sientas ofendida, pero necesito tiempo.
Hablarle a alguien con mi propia voz era un acto de extrema confianza, así como lo era dejar ver mi verdadera apariencia. Muy pocas personas sabían de ello y con el tiempo confiaba que aquella dulce y amable mujer se convirtiera en alguien importante para mí. Tenía las dos caras de la moneda en mi libro y una de ellas era proteger a las personas que formaban parte de mi vida.
–Desde ahora seremos compañeras.
Sin duda alguna, aquella marine no conocía la crueldad de la vida y lo injusta que podía ser de vez en cuando. No obstante, podía decir lo mismo de mí; por mi parte, yo no conocía lo que era la verdadera belleza y tampoco conocía el verdadero amor. Cierto era que tenía a mi hermana, pero su corazón estaba igual de atormentado que el mío. Ambas fuimos víctimas de un destino caprichoso y sádico. Sus ojos reflejaban dulzura y compasión, en cambio los míos no eran más que dos esferas tan frías como el aliento de la Muerte. ¿Qué tan diferente éramos?
Escuché atentamente cada palabra que pronunciaba con delicadeza. Presté atención a sus intenciones, puras e inocentes, y ya había tomado una decisión. Pensaba que el mundo debía estar en equilibrio y así como causaba daño, debía hacer algo para remediarlo. No dejaría de asesinar, fui criada de esta forma y ya formaba parte de mí, pero ayudaría a las personas honestas y buenas. Ciertamente, cada decisión que tomaba la pensaba con libertad y actuaba coherentemente según estas y de la misma forma que yo actuaba con libertad, ella eligió no mirar mis crueles y egoístas acciones.
–Acepto tu propuesta, Hikaru-san –escribí en mi libreta–. Sin embargo, aún no estoy preparada para hablar. No pretendo que te sientas ofendida, pero necesito tiempo.
Hablarle a alguien con mi propia voz era un acto de extrema confianza, así como lo era dejar ver mi verdadera apariencia. Muy pocas personas sabían de ello y con el tiempo confiaba que aquella dulce y amable mujer se convirtiera en alguien importante para mí. Tenía las dos caras de la moneda en mi libro y una de ellas era proteger a las personas que formaban parte de mi vida.
–Desde ahora seremos compañeras.
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La joven mostró una sonrisa amable cuando la albina aceptó la propuesta de unirse a su flota como segunda al mando. Se sentía bastante feliz después de aquello y pese a que había muerto una persona, decidió no darle importancia. Un bebé había muerto y ese tipo se merecía arder en el infierno a la octava potencia sin compasión alguna. Entonces se quedó un momento pensativa, pues quería decirle algo, pero en ese preciso momento no se acordaba mucho de qué era. Lanzó un enorme bostezo al aire y después de unos momentos se abrazó a sí misma con tranquilidad.
- Deberíamos entregar a estos tipos en el cuartel, no quiero que los otros marines aparezcan y quieran quitárnoslos por las malas.
Mencionó de forma tranquila mientras se llevaba la mano derecha a la barbilla. La chica tampoco quería hablar o al menos parecía no estar preparada. La rubia lo entendió y decidió no molestarla con aquello. Respetaría su decisión y esperaría el momento justo para escuchar su voz. Seguramente era preciosa, pero eso sería otra historia. Hikaru entonces miró un instante a su alrededor observando el bosque con calma. Todo parecía estar muy calmado y no había indicio de más enemigos. Al menos no serían atacadas y por el momento lo mejor era mostrarle al hombre de antes que ellas habían logrado cumplir con la misión de forma perfecta. La chica empezó a caminar despacio mientras esperaba a su compañera y a su oso de forma tranquila.
- Tu oso es precioso. Yo estoy aprendiendo sobre la madera de los barcos y a predecir el clima. Espero que juntas formemos el mejor dúo del mundo.
Mencionó de forma dulce al mismo tiempo que caminaba con toda la calma del mundo. El equipo del Sur y el Norte habían vencido a los otros dos puntos cardinales, pero la rubia no terminaba de fiarse y continuaba mirando a su alrededor. Era demasiado desconfiada en aquel momento y lo siguiente que pensó fue en mirar el cadáver del tipo. Cuando lo hizo, no pudo evitar apartar la mirada rápidamente y sentir una sensación muy incómoda en el pecho.
- Deberíamos entregar a estos tipos en el cuartel, no quiero que los otros marines aparezcan y quieran quitárnoslos por las malas.
Mencionó de forma tranquila mientras se llevaba la mano derecha a la barbilla. La chica tampoco quería hablar o al menos parecía no estar preparada. La rubia lo entendió y decidió no molestarla con aquello. Respetaría su decisión y esperaría el momento justo para escuchar su voz. Seguramente era preciosa, pero eso sería otra historia. Hikaru entonces miró un instante a su alrededor observando el bosque con calma. Todo parecía estar muy calmado y no había indicio de más enemigos. Al menos no serían atacadas y por el momento lo mejor era mostrarle al hombre de antes que ellas habían logrado cumplir con la misión de forma perfecta. La chica empezó a caminar despacio mientras esperaba a su compañera y a su oso de forma tranquila.
- Tu oso es precioso. Yo estoy aprendiendo sobre la madera de los barcos y a predecir el clima. Espero que juntas formemos el mejor dúo del mundo.
Mencionó de forma dulce al mismo tiempo que caminaba con toda la calma del mundo. El equipo del Sur y el Norte habían vencido a los otros dos puntos cardinales, pero la rubia no terminaba de fiarse y continuaba mirando a su alrededor. Era demasiado desconfiada en aquel momento y lo siguiente que pensó fue en mirar el cadáver del tipo. Cuando lo hizo, no pudo evitar apartar la mirada rápidamente y sentir una sensación muy incómoda en el pecho.
Katharina von Steinhell
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Sí, debíamos entregar a los criminales al cuartel para que la mujer fuera procesada y llevada a juicio para que, posteriormente, fuera encerrada durante quien sabe cuántos años. Por mi parte, no conocía al resto de los marines así que no podía afirmar o negar que intentarían quitarnos el crédito, pero estaba segura de que si lo intentaban podían acabar igual o peor que el hombre que cargaba mi oso. Miré a mi compañera con cara siniestra y escribí en mi libreta.
–No te preocupes, Hikaru-san. Si quieren hacer algo tonto, podemos hacer que terminen como este hombre –señalé a nuestro querido cadáver.
Sabía que aquello no se leería como una broma, sino más bien como una advertencia, pero mi verdadera intención era dejarlo como una broma la cual tuve que explicar.
–Era broma, era broma. Lo siento.
Era tan mala cantando como contando chistes. No era de las chicas que reían alegremente ni contaban graciosos chistes que alegraban a la gente, de hecho, era todo lo contrario porque jamás pude hacer reír a alguien con alguno de ellos. En fin, tampoco pretendía ser la hazmerreír de la gente. A medida que íbamos caminando, mi compañera, y actual capitana, comentó acerca de la belleza de mi mascota. Sí, era realmente hermoso; una magnífica criatura y fiel, pero no dominaba por completo.
–Sí –comenté mostrándole el cuadernillo–, haremos el mejor dúo. Por mi parte, estoy aprendiendo a ser mejor domadora y tengo algunas profesiones de las cuales no me enorgullezco tanto. Oh, cierto, también estoy aprendiendo un poco más de historia.
Esto último, quise comentarlo superficialmente. Sabía que si metía las patas y leía uno de esas tablas prohibidas, terminaría en serios problemas con la “ley” y vamos, que yo, supuestamente, tenía que representarla.
Finalmente, llegamos al Cuartel. Si Hikaru-san, mi capitana, tenía algo que decir la escucharía atentamente y luego, juntas, entregaríamos los cuerpos para cobrar nuestra recompensa. Aunque, tal vez, mi compañera tenía una mejor idea respecto a la “recompensa”. En caso de no tener nada que decir, simplemente avanzaría hasta el Cuartel para entregar a los criminales y tomar el primer barco para el North Blue; aún tenía que cuidar de mi hermanita. Estaba en mi obligación contarle que probablemente debía viajar mucho más ahora que formaba parte de una tripulación. Mi vida estaba a punto de cambiar.
–No te preocupes, Hikaru-san. Si quieren hacer algo tonto, podemos hacer que terminen como este hombre –señalé a nuestro querido cadáver.
Sabía que aquello no se leería como una broma, sino más bien como una advertencia, pero mi verdadera intención era dejarlo como una broma la cual tuve que explicar.
–Era broma, era broma. Lo siento.
Era tan mala cantando como contando chistes. No era de las chicas que reían alegremente ni contaban graciosos chistes que alegraban a la gente, de hecho, era todo lo contrario porque jamás pude hacer reír a alguien con alguno de ellos. En fin, tampoco pretendía ser la hazmerreír de la gente. A medida que íbamos caminando, mi compañera, y actual capitana, comentó acerca de la belleza de mi mascota. Sí, era realmente hermoso; una magnífica criatura y fiel, pero no dominaba por completo.
–Sí –comenté mostrándole el cuadernillo–, haremos el mejor dúo. Por mi parte, estoy aprendiendo a ser mejor domadora y tengo algunas profesiones de las cuales no me enorgullezco tanto. Oh, cierto, también estoy aprendiendo un poco más de historia.
Esto último, quise comentarlo superficialmente. Sabía que si metía las patas y leía uno de esas tablas prohibidas, terminaría en serios problemas con la “ley” y vamos, que yo, supuestamente, tenía que representarla.
Finalmente, llegamos al Cuartel. Si Hikaru-san, mi capitana, tenía algo que decir la escucharía atentamente y luego, juntas, entregaríamos los cuerpos para cobrar nuestra recompensa. Aunque, tal vez, mi compañera tenía una mejor idea respecto a la “recompensa”. En caso de no tener nada que decir, simplemente avanzaría hasta el Cuartel para entregar a los criminales y tomar el primer barco para el North Blue; aún tenía que cuidar de mi hermanita. Estaba en mi obligación contarle que probablemente debía viajar mucho más ahora que formaba parte de una tripulación. Mi vida estaba a punto de cambiar.
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La rubia caminaba feliz hasta que observó lo que su compañera le escribió en la libreta. Una gota de sudor frío recorrió su cabeza por unos momentos y notó un escalofrío que la hizo temblar totalmente. No quería volver a ver cuerpos ese día y mucho menos de compañeros de la marina, por lo que no pudo evitar negar un poco con la cabeza y tragar saliva. Debía mirarse aquel problema con las muertes, pero sinceramente era superior a ella. Arrebatar la vida a una persona era horrible y si era un inocente mucho más. Notó entonces su mano temblar despacio debido a que ahora rezaba porque no aparecieran esos dos. La albina parecía dispuesta a todo por lo que se veía.
Cuando puso que era una broma, la rubia soltó un pequeño suspiro de alivio, pues debía admitir que no se lo esperaba. Había picado de lleno y una sensación agradable la recorrió entonces, era como si se hubiese librado de algo malo. Los enemigos se llevaban su dolor al atacarla y ella se llevaba el de ellos al verles sufrir, curiosa combinación. La chica comentó que era domadora y estaba aprendiendo historia y eso hizo a la joven mostrar una sonrisa dulce. Se quedó mirándola durante unos momentos y después le respondió con un tono tranquilo y bastante calmado.
- Estoy segura de que serás una gran domadora. Yo estaré para ayudarte a todo lo que desees, para eso somos nakamas y una familia. – Terminó de decir con una sonrisa de oreja a oreja.
No tardaron mucho en llegar de nuevo al cuartel y para sorpresa de la rubia, los otros marines continuaban fuera buscando. El jefe las miró con una sonrisa ladeada y lo siguiente que hizo fue felicitarlas por el buen trabajo que habían hecho. Recibirían su correspondiente recompensa por lo que habrían hecho y todo quedaría perfecto. El precio de los tíos no fue algo que importase a la capitana de Immortals mientras pudiese comprarse algo bonito, era la ley de vida. Soltó un suspiro y se despidió de su compañera por el momento dedicándole una sonrisa amable. Le deseaba lo mejor en su viaje y ella en ese momento debería hacer algunas cosillas antes de partir hacia las islas del Sur.
- Bueno, será mejor que compre provisiones para sobrevivir. Creo que son diez kilos de comida tendré suficiente para un par de horas, de modo que allá voy… – Mencionó mientras caminaba con una sonrisa simple.
Cuando puso que era una broma, la rubia soltó un pequeño suspiro de alivio, pues debía admitir que no se lo esperaba. Había picado de lleno y una sensación agradable la recorrió entonces, era como si se hubiese librado de algo malo. Los enemigos se llevaban su dolor al atacarla y ella se llevaba el de ellos al verles sufrir, curiosa combinación. La chica comentó que era domadora y estaba aprendiendo historia y eso hizo a la joven mostrar una sonrisa dulce. Se quedó mirándola durante unos momentos y después le respondió con un tono tranquilo y bastante calmado.
- Estoy segura de que serás una gran domadora. Yo estaré para ayudarte a todo lo que desees, para eso somos nakamas y una familia. – Terminó de decir con una sonrisa de oreja a oreja.
No tardaron mucho en llegar de nuevo al cuartel y para sorpresa de la rubia, los otros marines continuaban fuera buscando. El jefe las miró con una sonrisa ladeada y lo siguiente que hizo fue felicitarlas por el buen trabajo que habían hecho. Recibirían su correspondiente recompensa por lo que habrían hecho y todo quedaría perfecto. El precio de los tíos no fue algo que importase a la capitana de Immortals mientras pudiese comprarse algo bonito, era la ley de vida. Soltó un suspiro y se despidió de su compañera por el momento dedicándole una sonrisa amable. Le deseaba lo mejor en su viaje y ella en ese momento debería hacer algunas cosillas antes de partir hacia las islas del Sur.
- Bueno, será mejor que compre provisiones para sobrevivir. Creo que son diez kilos de comida tendré suficiente para un par de horas, de modo que allá voy… – Mencionó mientras caminaba con una sonrisa simple.
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