[Pasado]Uniendo fuerzas por un objetivo en común (Keith & Venom)

Me crucé de brazos mientras fulminaba con la mirada el informe que tenía enfrente. Pasaron semanas desde el combate con Slicerin y acababa de recibir una de las peores noticias, en mi opinión. Luego de que volviese a Marineford y recibiese mi ascenso a Cabo por lo hecho en el cuartel del sur, mi mentor me asignó otra misión para mantenerme ocupado. Aún no entendía el afán de no dejarme asentado en un lugar, pero no cuestionaba sus órdenes. Lo menos que podía hacerle por haberme enseñado casi todo lo que sabía, era seguir sus órdenes al pie de la letra. Normalmente no cuestionaría eso... pero fue el hecho de quien sería mi compañero lo que me puso de esa forma. Debía admitir que no conocía a Slicerin del todo, ya que solo nos hemos enfrentado y no sabía su personalidad fuera de esta. De todas formas, su apariencia me daba un poco de... escalofríos, y era difícil que me sucediese eso. Bufé por lo bajo y salé a cubierta para ir donde se encontraba el timón. Ya estábamos llegando a la isla, por lo que debía maniobrar el barco para poder atracar bien en el puerto.

Mientras conducía, pensé en los detalles de la misión. Esta era la primera que me asignaban, y el hecho que mi superior tuviese tanta confianza en un cabo como yo para realizar un trabajo así... me alagaba. ¿Cuál fue su razonamiento? Pese a que Slicerin y yo eramos solo cabos, él mismo decía que teníamos un nivel mucho más superior. La única razón por la que no nos dejaban saltar rangos, era porque debíamos acumular experiencia y demostrarle a los de arriba de lo que estábamos hecho. Un par de misiones sería lo suficiente para darnos un ascenso. Mi mentor, incluso, dijo que si logramos realizar esta misión a la perfección, era muy probable que nos ascendieran a Sargento.

– Y eso te acerca cada vez más a tu objetivo, ¿no? – me dijo Argen. Sonreí de lado y asentí.

Maíne, una isla que se encontraba en una situación algo delicada. Fue arrasada luego de un enfrentamiento entre la marina y la revolución, por lo que se volvió blanco fácil para la otra facción anti gobierno. La isla fue ocupada hace un par de días atrás por dos bandas piratas aliadas. Ambos capitanes tenían una recompensa de diez millones, por lo que no representaban tal amenaza. Mi mentor me advirtió que los piratas de los mares cardinales no representaban tal amenaza, pero que igual debíamos ir con cuidado. De todas formas, quité el emblema del barco que nos proporcionaron. Más que nada fue para no alertar a los piratas que la marine iba en camino. No quería que se alarmaran y cometiesen una locura contra los civiles.  

Una vena se hinchó en mi frente. Lo primero que hizo la maldita serpiente cuando llegó a cubierta, fue mirarme en menos. Tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no arrancar el timón y tirarlo sin compasión alguna hasta donde se encontraba el pelirrojo. Afortunadamente, pude controlar mis impulsos a tiempo y no cometí una locura. ¿Cómo explicar al cuartel que accidentalmente perdió el control y hundí un barco? No, eso se vería mal en mi expediente y no podría ascender por parecer inmadura. Al ver lo que hizo el pelirrojo, tuve que asentir con respeto a regañadientes. Debía admitir que era una buena jugada por parte de él... pero el jodido bicho no tenía porque sacarme la lengua. Instantáneamente, me calmé. Empecé a silbar de forma inocente mientras chasqueaba los dedos. De forma inmediata, la temperatura del barco descendió hasta los menos cinco grados bajo cero. Mantuve mi rostro sereno en todo momento, pero sabía bien que el pelirrojo no era tonto.

– Lo siento, pero ya no soportaba el calor – dije en voz alta e inocente.

Lo bueno de todo esto, es que mi fruta se estaba acoplando bien a mi cuerpo. A medida que pasaba el tiempo, iba aumentando mis habilidades con el frío y desbloqueaba nuevas. De todas formas, el dragón me advirtió que aunque la fruta lograra adaptarse bien a mi cuerpo, no tendría todos sus poderes. Debía probarme a ante él para poder desbloquear otros poderes y llevar mi akuma a niveles superiores al límite logrado por la adaptación. Si quería más poder, debía ganármelo. Eso estaba bien, no quería que me diesen las cosas en bandeja. Yo no era como el bastardo que tengo como padre, iba a ascender y aprender sin usar cosas ilegales. Sonreí de lado y seguí manejando mientras mantenía la temperatura a ese nivel. No quedaba mucho tiempo, por lo que podía darme el lujo de gastar energía en algo como esto.

Al cabo de unos minutos, llegamos al puerto de la isla. Usando el timón, acomodé el barco lo más que pude. Suspiré de forma pesada e hice que la temperatura volviese a la normalidad. Estiré mi cuerpo mientras bajaba del transporte. Miré tranquilamente al pelirrojo mientras me cruzaba de brazos. Pese a como nos llevamos, debemos dejar las diferencias a un lado para lograr cumplir con esta misión de forma exitosa. No debía haber margen de error... a quien engañaba. Dos usuarios de zoan mitológica en un pueblo pequeño... si, esto no iba a terminar bien. Ojala los piratas estuviesen apartados de la vecindad para poder pelear al máximo.

Una vena volvió a aparecer en mi frente. El estúpido diablillo me tiró un trozo del barco, a lo que simplemente golpeé hacia el otro lado. Al escuchar las palabras de Venom, bufé molesto y no dije nada. Si claro, sabía muy bien que lo hizo a posta. Además, había captado la indirecta de lo anormal. Me crucé de brazos y seguí caminando, ignorando las palabras de Slicerin. El tema de mi velocidad quedó en el pasado, puesto que ahora superaba los estándares normales de un humano promedio. Mi mentor estuvo sorprendido por el avance que había tenido en tan poco tiempo, y si seguía así era muy probable que ese atributo siguiera elevándose. Sonreí de lado y miré por encima de mi hombro al pelirrojo. No podía evitar sacarle una última burla antes de empezar con lo serio.

– Me temo que te estás quedando atrás, teme. Ahora te supero en velocidad, resistencia y fuerza... gatito – le dije con voz burlesca.

Luego de eso, borré aquella expresión de mi rostro y fue reemplazada por una impasible. Ya bastaba de juegos tontos, era el momento de actuar. Mientras caminaba por el poblado, olisqueaba el ambiente para ver si podía encontrar a esos piratas. Hasta ahora no había tenido éxito, logrando que frunciera un poco el ceño. Supuse que los piratas debían oler mal, por lo que sería sencillo localizar un hedor así. Chasqueé la lengua y miré al pelirrojo, odiando cada segundo de esta misión.

– No detecté nada fuera de lo común. ¿Tu diablillo tuvo suerte? – le pregunté de forma seria. Puede que aquella serpiente me disgustase, pero ahora no era el tiempo para peleas infantiles. Después... ya verían. Por el momento debíamos ocalizar cuanto antes a esas dos bandas. Mientras más rápido termináramos con esas dos bandas, menos tiempo tendríamos que permanecer juntos. Creo que hablaba por los dos sobre eso.

Probablemente, si seguíamos así, era muy posible que la vena de mi frente explotase en poco tiempo. Hablando de personas arrogantes... Slicerin era uno de los peores que había encontrado en mi vida. No es que yo no fuera ególatra, pero tampoco era para tanto. Por otro lado, el puto dragón comenzó a reírse cuando escuchó que admití mi arrogancia parcial. Gruñí por lo bajo y corté de cuajo la conexión mental que teníamos. Entre él y Slicerin se encargarían de romper toda mi salud mental. Bufé por lo bajo, pero no dije nada... de momento. Dejaría que el pelirrojo viviera en su propia fantasía y le arrancaría la cola cuando menos se lo esperase. Después de todo...

– Perro que ladra, no muerde – murmuré por lo bajo mientras una sonrisa maliciosa aparecía en mi cara.

En eso, el diablillo de antes volvió aparecer. No dije nada ante la pulla del pelirrojo, simplemente me encogí de hombros. Ya tendría mi venganza en otra ocasión. Sin decir una palabra, comencé a seguir a Slicerin rumbo al norte. Entramos a un callejón y ,casi de forma instantánea, un terrible hedor inundó el ambiente. Hice una mueca de disgusto y coloqué mi mano en la nariz, intentando no vomitar ante el olor. Eran ocasiones como estas en las que deseaba no tener los sentidos tan mejorados. El hecho que Slicerin seguía lanzando pullas, no ayudaba en lo más mínimo.

– Estoy que mato a ese imbécil – pensé mientras fulminaba con la mirada a la espalda de la jodida serpiente. – Digo lo mismo, perrito – le dije en voz alta.

Sin decir otra palabra, entramos al viejo edificio que teníamos enfrente. Si el olor de afuera era horrible, el de aquí dentro era casi insoportable. Estuve a punto de arrancarme la nariz, pero conseguí aguantar la tentación. En eso, de la nada aparecieron unos tipos de mala muerte. Varios sujetos nos rodearon, mientras que el que parecía ser el líder se mantenía al margen. Alcé una ceja al ver su apariencia, sonriendo maliciosamente al reconocerlo como uno de los sujetos de los diez millones. Era feo y gordo, y en su hombro llevaba lo que parecía ser un... ¿Chihuahua? Si, por alguna razón tenía un perro, dicho animal empezó a ladrarnos. En eso, mi olfato captó a unas presencias que se encontraban más arriba. Supuse que se trataba de la otra banda, lo que me hizo sonreír de lado.

– Dejaré que tu te encargues de la escoria de aquí y de tu primo lejano. Yo iré por los demás – le dije mientras apuntaba al chihuahua, haciendo referencia al refrán de antes. Antes que pudiese decir algo, pasé a la híbrida y me fui volando hacia el piso de arriba, no sin antes lanzar una última pulla. – Procura no recibir heridas, perrito – dicho eso, me marché por las escaleras.

No me costó nada llegar al piso superior. Allí se encontraba más capullos que destrozar. Fruncí el ceño y miré a mi alrededor. Eran un total de quince piratas, y un poco más allá se encontraba el otro tipo de los diez millones. Sonreí maliciosamente y crují mis nudillos. Normalmente no sería tan despiadado con esos imbéciles, pero el estúpido pelirrojo ya me estaba molestando bastante. Por ende, necesitaba liberar tensión antes que explotase con aquel idiota. Podía ser un tipo detestable, pero se vería mal en mi expediente si atacaba a un compañero de trabajo. Por mucho que lo odiase, me caería la bronca del siglo si... fabricaba un accidente. Suspiré de forma pesada y, aún en mi forma híbrida, miré con aburrimiento a los piratas. De repente, una sonrisa burlesca apareció en mi rostro e hice un ademán con la mano con la intención de picarlos.

– Vamos, ¿qué esperáis? – les dije en un tono burlesco.

Eso pareció activar un interruptor en el cerebro de los piratas. Éstos dieron un grito de guerra y se abalanzaron contra mi, a lo que simplemente rodé los ojos. Seguía sin entender aquella manía de gritas cuando atacabas. Lo consideraba algo completamente estúpido. Me rasqué la cabeza y simplemente, usando mi cola, mandé a volar a los pobres incautos. Miré de forma aburrida a los tipos y vi, por el rabillo del ojo, como me apuntaban con unas pistolas. En respuesta, abrí mis alas de par en par y me alcé al vuelo. Antes que pudiesen hacer algo, me abalancé contra los tipos y empecé a cortarlos uno a uno, sin tener miramiento alguno. Al terminar, observé fijamente la masacre. Algunos tenían fortuna para seguir con vida luego de recibir un ataque con semejante fuerza.

– Decepcionante – pensé mientras suspiraba.

Me acerqué a paso lento hasta donde se encontraba el tipo de los diez millones. El pobre tipo estaba acobardado en un rincón y, para mi disgusto, el imbécil se había meado. Una mueca de disgusto apareció en mi rostro y rodeé con mi cola el cuello de mi víctima. Su cara empezó a ponerse azul y solo atiné a suspirar. Usando toda mi fuerza, aplasté el cuello del pirata. Si bien era un cínico para mis cosas, no acostumbraba a torturar a mi víctimas. Lo consideraba como una falta de respeto y ética hacia el oponente. Aún con el tipo en mi cola, observé por el rabillo del ojo como entraban más piratas hasta el lugar donde me encontraba. Estos se asustaron al ver la masacre y dieron unos pasos hacia atrás.

– Creo que hoy no tendrán suerte, me temo – les dije con aburrimiento mientras maldecía por dentro al pelirrojo. El jodido idiota había dejado escapar a unos capullos, y algo me decía que lo hizo a propósito par fastidiarme la vida.

Miraba de forma aburrida a los piratas que entraron al lugar. Se notaban nerviosos, y no podía culparles. Incluso yo me pondría así si viese a todos mis compañeros muertos. Fruncí el ceño un poco y suspiré pesadamente. No quería pasarme con todo esto, enserio. Normalmente no mataba a mis víctimas, simplemente les daba un escarmiento y los arrestaba por todo lo que habían hecho dependiendo de quien se tratase. Rara vez solía matar, solo ocurría cuando me sentía realmente frustrado, enojado, cuando no tenía otra opción o era para defenderme. Las palabras de aquel jodido pelirrojo me sacaron de mis casillas, por lo que me pasé al luchar con todos esos maleantes. Culpa mía, lo sé, pero ya nada podía hacer. La mayoría se encontraban muertos o moribundos, y nada podía hacer para regresarlos a la vida. Chasqueé la lengua e hice descender la temperatura del lugar, ocasionando que los tipos empezaran a tiritar del frío. Era hora de terminar con todo esto.

– Vamos, vengan a por mí – le dije a los piratas. Pese a lo mal que me sentía, no podía negar que servían bien como terapia contra el enojo.


Suspiraba tranquilamente mientras volaba y sostenía al pirata por el cuello. Para cuando aparecieron los nuevos maleantes, ya me había tranquilizado. Tan solo terminaron con algunos rotos huesos y con su orgullo herido. Más no podía hacer, y me aseguré de buscar a la persona encargada de la isla. Luego de avisarle que la plaga de piratas había terminado, puse marcha en dirección al barco. Arqueé una ceja al ver a tantos cuerpos, supuse que la estúpida serpiente dio rienda suelta a su locura. En eso, observé por el rabillo del ojo algo que hizo que mis ojos se abriesen de par en par. El jodido de Slicerin se estaba yendo sin mí. Abrí mis alas y me dirigí a toda velocidad hacia donde se encontraba el barco. Al llegar, dejé al pirata en la cubierta y fulminé con la mirada a la serpiente.

– Muy chistoso, Slicerin – le dije de forma amargada. Suspiré de forma pesada y volvía mi forma humana. A final de cuentas... no era lo que yo creía. Pensé que sería mas difícil. Suspiré y me encogí de hombros; ya habría otra oportunidad.

Miré fríamente a la serpiente. Arqueé una ceja al escuchar sus palabras y una sonrisa siniestra se formó en mi rostro. Al ver como sus ojos se tornaban de ese color, inconscientemente entre en modo cazador. Mis ojos se rasgaron y tornaron un tono más grisáceo, al tiempo que la temperatura descendía de forma considerable, pero sin llegar a los números negativos. Me crucé de hombros y fulminé con la mirada al pelirrojo que tenía delante. Sabía de sobra que estábamos en mi terreno, pero no haría nada para liarla... de momento. Una risa seca se me escapó y simplemente caminé, como si lo estuviera despreciando.

– Solo... no me estorbes, estúpida serpiente – le dije al pasar a su lado, para luego ir a por el timón.

Empecé a silbar y manejé el barco para ponerlo rumbo al cuartel, al tiempo que pensaba en todo lo que había sucedido. Si bien la misión fue un rotundo éxito, hubieron cosas que me molestaron bastantes. En primera, fue la actitud de ese imbécil que tenía como compañero. Debido a sus constantes burlas, no pude evitar que mi enojo subiera a niveles nunca antes visto, pese a que lo mantenía bien oculto bajo mi máscara de impasibilidad. El solo pensar en todo lo sucedido, hacía que mi sangre helada hirviera por la rabia. Apreté el timón lo más fuerte que pude... y accidentalmente lo terminé rompiendo. Parpadeé varias veces y miré el pedazo que tenía en mis manos. Al cabo de unos segundos, mis ojos se abrieron de par en par al darme cuenta de lo que hice.

– Mierda – pensé mientras una gota de sudor recorría mi sien. Haciéndome el desentendido, entré en forma híbrida y tomé al pirata muerto del cuello. No tenía idea de en cuanto tiempo el barco se iría a pique, pero no me arriesgaría. – Oye, Slicerin. Recomiendo que te vayas volando de aquí... – dije en voz alta. Si no me respondía, cosa de él.

Apreté el el cuerpo del pirata con mucha fuerza y salí volando de allí. Era más rápido que el pelirrojo por aire, por lo que, cuando se diese cuenta, ya estaría muy adelantado para que me echara la bronca... pese a que igual recibiré una cuando vuelva al cuartel. Joder, me la va a llegar. Tendré que sacar dinero de mis ahorros para reponer el barco que he mandado a pique. No solo eso, también tendría que ir descansando de isla en isla... eso o apoderarme de algún barco pirata que encuentre. No creo que aguante semejante viaje al cuartel, pero mientras menos tiempo pasase con esa estúpida serpiente, mejor.