El Encuentro [Capítulo]

-Conozco mi lugar, maese Roble- respondió Dexter cuando el árbol lo reprendió. ¿Se había olvidado de él? Hacía ya muchos años desde su encuentro en la Isla de los Espejos, y su relación no había sido tan estrecha como con Krauser, pero siempre había considerado a Kodama un amigo. Un buen amigo, de hecho, y de los marines más puros que podía haber. Probablemente que fuera probablemente más anciano que cualquiera de sus compañeros y estuviera acostumbrado a contemplar la vida de forma calmada eran las causas de su forma de ser, aunque también había muchas cosas que no entendía de él. En cualquier caso, si estaba en un error debía sacarlo de él-. Hasta que haya paz en esta isla mi lugar es este trono. Y el tuyo también.

Tras aquello se concentró en la procesión de gente que poco a poco iba entrando en la sala. Bleyd Master con su extraña moto y su estúpido pero extrañamente adorable pony, un niño pelirrojo vestido de marine, Krauser seguido por algún miembro de la Quimera... Ignoró el librazo de Sans, evitando recordarle que el momento de hacer bromas es siempre que no sea cuestión de vida o muerte, pero no pasó por alto al tipo que llevaba el brazo cosido. Había dado un extraño discurso en el que reconocía se lo habían cortado, pero con un buen cirujano cerca... ¿El dolor en una guerra era motivo para quejarse? Él no lo hacía. Había luchado y puesto su vida en ello, había apostado a la gente que más valoraba y a punto había estado de perder al imbécil de Krauser. Que, de nuevo, no lo había saludado debidamente.

-Idiota- exclamó sin alzar la voz, simplemente elevando el tono, al mismo tiempo que se levantaba para darle una bofetada. Mientras estiraba el brazo y lo acercaba a su cara, un observador atento podría haber divisado una pulsera de color plateado que antes no llevaba. No quería pasarse de fuerza, sólo recordarle que no estaba bien preocuparlo. Una vez hubiera terminado, diese o no, se quitaría la pulsera sin dejar de mirar al revolucionario a los ojos. Ambos sabían lo que le quería decir, y describirlo con palabras sería imposible. Era un secreto entre ambos, algo que el mundo no necesitaba saber y que hacía al demonio seguir adelante-. La próxima vez cíñete al plan en vez de arriesgar tu vida tontamente. No podíamos ganar a esa mujer luchando.

Guardó la pulsera en su bolsillo, milagrosamente entero. Volvió a sentirse fuerte, era una forma muy extraña, y mientras volvía al trono el muchacho habló. Al parecer quería supervisar la elección del nuevo rey; y era lógico: Un pirata y un Revolucionario eligiendo al rey de algo que tendría que afiliarse más tarde al Gobierno Mundial. Las palabras de Sans también calaron en él, pero no tenía nada claro en quién delegar si no era alguien de ellos cinco, y una vez sentado prefirió escuchar lo que decían todos, no sin antes devolver el saludo a Arthur, el que confundió con un niño. ¿O no se había confundido y cada vez entraban a la Marina más jóvenes? Cada año eran más bajitos, eso estaba claro.

-Aunque elegir al azar es una decisión tan válida como cualquier otra, debemos intentar que el nuevo monarca sea alguien consecuente y capaz de cuidar estas tierras- comentó Dexter al tiempo que Aki replicaba a Kodama. No la interrumpió, sino que esperó unos segundos, pero las respuestas se agolpaban en torno a un mismo tema-. Y antes de elegir, es importante marcar las normas. Como bien sabéis los que acudisteis a mi llamada, he prometido que Síderos pasaría a ser parte del Gobierno Mundial- miró a la pelirroja. Ella sabía lo que había desde el principio, no tenía derecho a quejarse-. Pero eso no significa que su rey deba ser un agente del Gobierno, ni un soldado. Simplemente no puede ser un criminal. Eso nos descarta a mí y a Krauser, que cederemos las llamas de Síderos en cuanto la paz vuelva, pero no a Bleyd ni a Sans, ni a ningún civil. Simplemente debe afiliarse. Mi postura es clara, creo que la comprendéis todos.

Se crujió los nudillos y estiró la espalda. Iba a necesitar un buen masaje cuando todo hubiera terminado, un tiempo de descanso y un par de aventuras tranquilas. Tal vez no hasta el punto de estudiar la economía del Ojo, lo cual resultaba a todas luces un viaje hacia los más oscuros misterios de la ciencia política, pero sí algo que no significara arriesgar su vida más de una vez al mes. O al menos, no más de una vez al día.

-Bien, lo demás a resaltar... Las armas nucleares de Sarka serán destruidas, y esta tarea será llevada a cabo por Krauser Redfield, de ser necesario en supervisión de la Marina, en un grupo nunca superior al equipo que él lo ayude. Las armas ordinarias de Sarka pasarán a manos de la Revolución, así como los tesoros de Zilda pertenecen a Madara Uchiha, que es el precio por su ayuda a esta campaña. Por el resto, desde que elijamos Rey en este territorio habrá tregua entre Revolución y Gobierno, durante el cual ningún revolucionario podrá ser capturado en esta tierra mientras no delinca. Esto os hará ver a todos- dedicó una severa mirada a Kodama, Arthur, el tal Jack y a Krauser- que cuando trabajáis juntos podéis reconstruir lo que se destruye en medio de campañas fraticidas estúpidas como ésta. Además, si habéis luchado juntos aquí creo que todos os merecéis un poco de paz algún tiempo. El resto de criminales, sin embargo... No hay ningún motivo de peso para no capturarlos si pisan este territorio de nuevo una vez se marchen.

¿Bleyd como rey? No lo había pensado, pues al fin y al cabo no dejaba de ser un mercenario y sus lealtades podían cambiar de un momento a otro, pero de descartarlo le quedaban Sans, el cual parecía muy entretenido trabajando desde la tranquilidad de un segundo lugar, o Kodama, que seguramente no quisiera dejar su vida como Marine atrás para hacer algo como aquello. Si pensaba fuera de los Pretores tal vez Zuko habría sido una buena opción, o ese tipo de pelo blanco de Greenlyn, pero no estaba allí. Lógico, no era su lucha. Drake ahora era pirata, y sin la protección de Derian era un criminal más, por lo que estaba descartado. Además, no sería muy inteligente poner al perro de ese rey a gobernarlo todo. Al fin y al cabo Iliana parecía su copia barata, totalmente continuista. ¿Kai? Apenas había ayudado, había preferido masturbarse a ayudar, ¿y el cazador que había atacado a Linvana? Desaparecido también. Tal vez fuera sólo un arresto de locura y ya se hubiera marchado. Balarad estaba claro que no, por algo la había destituido la Guardiana, y el compañero marine de Kai... Jack Silver... Muy inocente para el cargo, y muy despistado. O eso le había parecido. ¿Qué podía hacer?

-Bleyd, no está en mi mano darte esta isla. Sea por codicia, gloria o porque creas que puedes ser un buen rey, yo no puedo decidir que tú gobiernes el día de mañana Síderos. Tienes razón en que te prometí una única cosa que quisieras, pero no tengo ese poder. Si lo tuviera, seguramente me corrompería como el trono ha corrompido a toda esta gente. ¿O era sólo el anhelo del trono? No importa- rió-. Habrá mucha gente que no te vea como rey, y sé el estigma que trae consigo ser un perro del gobierno. No necesito preguntar para saber de alguien que ni siquiera te imagina como señor de esta tierra- de nuevo sus ojos pararon en Krauser-. Pero fuiste el primero en explicarnos el plan de Yoai, y es cierto que quien se siente en el trono tendrá el poder. Has arriesgado tu vida por la poca gente que queda aquí, y si bien no has demostrado dotes de liderazgo, sí que eres confiable. Por eso...

Se levantó del trono y bajó las escaleras hasta uno de los asientos que habían quedado libres. Nada los distinguía, pero tampoco importaba. Se tiró en él como buenamente pudo y apoyó su palma derecha sobre la del pequeño sillón tallado en el metal, pasando su llama verde al asiento, que tomó ese color.

-Si tú lideras, yo te seguiré- hizo una pausa, respirando hondo-. Espero que entiendas la confianza que pongo hoy aquí, y si en algún momento fallas en tu labor, seré el primero en venir a levantarte de él. Si los demás te aceptan, Bleyd Master, siéntete libre de ocupar el trono. Sé que no es lo que quieres, pero es todo lo que puedo darte.

Calló. Sólo le quedaba esperar. Esperar que Krauser aceptase, esperar haber convencido a Kodama, esperar que a Sans le pareciese bien. Al final, todo se iba a decidir así, ¿Quién lo habría dicho unas horas antes?

Salón del trono:

El arma disparó algo que no pude discernir, y que probablemente no impactó de forma directa contra el lagarto, o al menos no provocó ninguna herida, pero sí lo asustó lo suficiente para hacerlo entrar en pánico. El animal comenzó a dar sacudidas y subirse por las paredes ante mi atónita mirada, y Klaus emitió un chillido de alarma antes de agarrarse con sus manitas a mi cabeza.

- ¿Pero qué has hecho? -me reprochó, claramente asustado.

- ¿Y yo qué sé? -refunfuñé, apartando la vista un segundo de la criatura encolerizada para observar la pistola que tenía en la mano con gesto de incomprensión.

¿Qué había hecho? No había disparado balas, eso seguro. Aquel sonido había sido... ¿diferente? Fuese lo que fuese, había atemorizado sobremanera a aquel pobre animal, que ahora se movía en direcciones aleatorias. ¿Estaba confuso o simplemente asustado? ¿La reacción del animal era el resultado del disparo, o simplemente un susto por el sonido?

Klaus empezó a menearme la cabeza con sus manitas, llamando mi atención.

- ¡Haruuuuu! ¡Estamos muy cerca!

Ciertamente. Aquella criatura podía abalanzarse sobre nosotros en cualquier momento y, si no me movía, nos atropellaría. No me interesaba en ese momento ser atropellada por un lagarto gigante, así que me aparté unos metros sin perderlo de vista, procurando quedar fuera de su posible trayectoria.
Parecía tener una habilidad sobresaliente para trepar paredes. ¿Sería una habilidad innata de la criatura? Probablemente.

Seguidamente emití un suspiro de resignación, viendo cómo los soldados se retiraban de la zona poco a poco y comenzaban a centrarse en atender a los heridos. La guerra había terminado, y el sol comenzaba ponerse.
Aquello había sido una pérdida de tiempo.
Esperaba poder atisbar parte del conocimiento tecnológico del país y poder aprender algo de sus métodos, pero había terminado correteando por la isla como un pollo sin cabeza en búsqueda de un lugar que no había encontrado.
Y, hablando de pollos, Zane y Spanner habían desaparecido de mi vista al principio de aquella contienda, y no había vuelto a saber nada de ellos. El pelirrojo parecía tener un talento natural para meterse en problemas y su temperamento impulsivo no ayudaba a la causa, pero Spanner se mantenía pegado a su lado en todo momento, asegurándose de actuar como su conciencia. Zane protegía a Spanner, y Spanner se aseguraba de mantener a Zane vivo. Vivían en una simbiosis extraña pero funcional. Así que probablemente ambos estarían bien, y me echarían la bronca por haberme separado de ellos. Aunque, a mi parecer, el estar juntos todo el tiempo me resultaba extraño y espeluznante, y desde luego no tenía intención alguna de crear una simbiosis rara similar a la que esos dos tenían.

Sin nada mejor que hacer me quedé allí, observando el comportamiento del lagarto en un intento de averiguar el funcionamiento del arma sin causar mayores problemas a la pobre persona que se había subido a su lomo y parecía adherido a él con pegamento extra fuerte.
O eso, o tenía un equilibrio y una habilidad de rodeo impresionantes.
En caso de que el animal se moviese bruscamente, o se abalanzase en mi dirección, procuraría alejarme de su trayectoria para evitar el golpe.

Meln:

Al principio todos nos habíamos dirigido al centro de la plaza, yo estaba sin enterarme muy bien de que pasaba a mi alrededor pues estaba hipnotizada con el cambio de colores, con el intercambio de poderes y con todo lo demás que se desarrollaba por encima de mi cabeza, en el cielo, que a veces dejaba entrever algún resto de la batalla que se estaba desarrollando en tierra. También es verdad que otra parte de mí estaba concentrada en apartar de mi mente el dolor de la herida de mi brazo, la cual me había negado a enseñar a mi compañero simplemente para no ser una molestia y no preocupar a nadie.

Pronto el grupo se empezó a dividir, cada uno tomó un camino distinto, Tobias siguió hacía adelante, Gusi y Bizvan se internaron en una especie de agujero mientras yo me quedaba en el borde esperando con Kimura a que algo pasara. Y la verdad es que pasaban muchas cosas a nuestro alrededor pero nosotros no participábamos en ninguna de las acciones que se estaban desarrollando, realmente tenía la sensación de que aquello sucedía desde que habíamos empezado aquella batalla. El pelirrojo tampoco parecía dispuesto a hacer nada ni ir a ningún sitio, simplemente parecía esperar algo.... ¿El que? A saber.
Ante mi se mostraron dos opciones, no me apetecía quedarme allí de brazos cruzados así que podía reunirme dentro del agujero con mis compañeros o intentar encontrar a Tobias donde quiera que se hubiese metido.

Otro fogonazo en el cielo llamó mi atención, así como esa sensación de muerte que inundó el ambiente durante unos segundos. Entre aquella confusión tomé una decisión y ni siquiera pude pararme a pensarla dos veces. -¡Ahora vengo!- Grité a mis compañeros, al que quisiese escucharme y me interné en el interior de aquel extraño agujero donde se habían metido mis compañeros.
Al principio todo estaba algo oscuro pero corriendo sin darme cuenta de nada no tarde mucho en encontrar lo que estaba buscando, a mis compañeros. Y la escena que pude contemplar fue bastante... peculiar, muy propia de los Crimson Wolves a decir verdad. En la sala había una especie de extraño hombrecillo que no conocía en el centro, extendido y arrodillado ante el estaba Bizvan con su espada, cosa que me pareció extraña no, lo siguiente ¿Quien era aquel hombre? ¿Era tan importante como para ese gesto por parte de mi compañero? Al otro lado estaba Gusi y... un... ¿Pene de Oro?

No pude evitar enrojecer al mirar a mi superior y me medió tapé la cara con mis manos mientras carraspeaba para que repararan en mi presencia mientras avanzaba un poco, pero como avanzaba con aún las manos tapándome la cara acabé estampandome contra el suelo. Si no me habían visto antes ahora sin ninguna duda eran conscientes de que estaba allí. -¿I-interrumpo algo?- ¿Que estaba pasando entre aquellos tres hombres? La verdad es que la escena daba mucho que pensar... ¿Un trió viril? A lo mejor, pero... ¿Por que Gusi tenia amigito nuevo? ¿Y por que era de oro?!

Me quité las manos de la cara y me levanté como pude intentando no mirar directamente al peliblanco, avancé hacía donde estaba Bizvan con el hombrecillo y me quedé mirándole fijamente. -¿Quien eres? Y... ¿Que estáis haciendo? Arriba es todo un lío.- Les expliqué, esa era la razón por la que había bajado allí, para advertirles de todo a ellos... o para ponerme a cubierto y evitarme líos, no lo tenía muy claro. Aunque viendo la escena que tenía enfrente lo de "Ahorrarme líos" No había salido tan bien como pensaba.

Parecía una escena de teatrillo. Por un lado el tal Jack sacándose comida del interior, el animal rosa prevoloteando por ahí, la mujer-abeja dando discursos sobre decisiones sabias... Habían comenzado a preparar un banquete, llamado niño a Arthur, apareció un hombre que no parecía hombre. Ni olía como uno. Junto a él avanzaba un tipo pelirrojo, pero lo que más le llamó la atención fue que ese chico, o chica, o lo que fuera portaba en las manos algo que le pertenecía. Las Ivankovs, y se las tendía de vuelta. ¿Alguien era consciente de la existencia de ellas? Es decir, más allá de aquellas ventas en el mercado negro. No tenía sentido robárselas, pues aparentaban poco más que caramelos, pero era posible que sus bolsillos no estuvieran tan enteros como pensaba en un primer momento.

-¿Las has probado?- preguntó, con cierta inocencia-. Solucionan tu problema.

¿Sería una chica de verdad? Si no lo era estaba seguro de que la reacción sería mucho más divertida, pero tendría que pedirle disculpas. O no. ¿Sería él culpable de un error? Olfateó el ambiente, intentando saberlo. Estaba cargado de olor a mujer, pero provenía de Aki. Miró hacia ella, fijándose en la mano que segundos antes había sido suelo de sus labios. Grandes pechos, voluptuosas curvas y una cara inocente con unos ojos llenos de lujuria. ¡Pero si no podía oler al chico chica su presencia era un estorbo! No debía decirlo. Tampoco era importante. Le daría una. ¿Una? Sólo una oportunidad, estaba bien. Podía comprobarlo así. Si era un hombre andrógino él debería buscarlo para recuperarse, un buen castigo por fiarse de desconocidos. Si era mujer, un regalo. Si no la tomaba... Era alguien sensato, como Akagami. Todos necesitaban un Akagami en sus vidas.

-Toma- dijo, sacando una cuando en sus manos estuvo la cajita-. Son pastillas milagrosas, ya verás- sonrió-. No cumplen deseos, aunque bueno. Según cuál sea tu deseo, podrían.

Un regalo envenenado. Eso no estaba bien. ¿Pero qué importaba? Minutos, tic tac, el tiempo volaba, y Sans propuso a Linvana al tiempo que Krauser se negaba en redondo a Bleyd. La llama volvió a su pecho, quedando el asiento otra vez de ese color gris oscuro. Si no estaban todos de acuerdo no habría rey, y si no lo arreglaban se las tendrían que ver con Linvana. ¿Cuál era la solución? Bleyd no sería rey si dependía de Krauser, y había confiado en él para esa labor, ¿Quién podía ocupar el cargo? No militar, no criminal. Tic tac, tic tac. El tiempo se agotaba, el mundo cambiaba, y Linvana no podía ser, porque...

-Si ella quisiera ser reina no necesitaría este circo. Ella tiene el poder de nombrar y cesar pretores, podría serlo ya- era una respuesta demasiado obvia. ¿Por qué nadie había reparado en ella? Estaba el chico de Zilda, ése del sombrero que apelaba a la razón y a que la traición a un país no era tan grave si había un motivo lógico tras ella. Lógico no significaba justo, ni racional. ¿O había sido racional? La traición nunca lo es, si no sería una rebelión, una revolución basada en el principio de justicia universal. El abrazo de Krauser... Había sido cálido. Llevaba tiempo sin verlo, ¿Pero qué importaba ahora?-. Linvana es protectora y guardiana de Síderos. Está por encima de este plano, no podemos contar con ella. Su deber va más allá de reinar, ella tiene que estar de parte de la tierra y la gente, no atender a temas tan vacuos como la política. En fin...

Se levantó. ¿Qué importaba ya? Tenía que haber una solución. Algo lógico, racional y bueno. Una persona que fuera capaz de llevarlo todo sin dejarse manipular. Podría ser él, pero no tenía recursos para defender una posición tan lejana de Fiordia ni derecho. Había dado su palabra, una palabra que se devaluaba con cada promesa rota. No podía hacerlo, no debía hacerlo. No quería hacerlo.

-Sólo veo una solución, si no vais a proponer a nadie. O a esa cosa- señaló al gyojin. Por lo que sabía de cuando había pescado, esa especie era de pez abisal, gota o algo así. Nunca había probado su carne, Padre siempre dijo que era muy graso. Además, que un tritón se alzara rey... El Gobierno no terminaría de aceptarlo-. Tenemos que estar todos de acuerdo en esto, pero nadie dice que todos tengamos que estar a favor. Entre todos los que estamos en esta sala, no sólo entre los cinco- "esto va a ser un caos", dijo su mente mientras él planteaba aquello-, votemos. Y lo que decidamos entre todos nosotros tendremos que aceptarlo. ¿Así te parece bien, Krauser?

La elección de muchos no tenía por qué ser la mejor, pero tenía que intentarlo. Por el bien del archipiélago, y si el Gran Espada no se dejaba convencer... Quién sabe. Igual dejaba su llama en manos de otro y abandonaba. No era su problema, él ya había terminado con los pretores y Beros, no quedaba más responsabilidad allí. No era su país, no tenía que elegir el destino de nadie. Seguir a la mayoría no era racional, pero sí lógico. Tampoco era bueno, al menos no si la elección era mala. Sin embargo, era la mejor opción que tenían.

-Bien- diría, si los Pretores asentían a sus palabras-. De los aquí presentes, no criminales y dispuestos a afiliarse al Gobierno Mundial... ¿Quién se propone como Rey?

Era la última oportunidad de Bleyd. No entendía el porqué de las palabras de Krauser, y esperaba no equivocarse al apoyarlo. Esperaba tantas cosas...

Salón del Trono V2: