La Tormenta Es Maravillosa ¿No crees? [Hinori-Nassor]

Observó el resplandor del relámpago a través de la ventana, con una expresión insondable en el rostro. Qué fastidio, justo había llegado a la isla y tenía que estallar una maldita tormenta. Bueno, al mal tiempo buena cara, nunca mejor dicho... al menos no le había pillado en pleno mar. Estaba haciendo escala en Valston en medio de su viaje. Ninguna razón en concreto lo había atraído a la isla salvo las historias sobre la belleza de la arquitectura de la ciudad, que habían atraído a su vena de artista. Al no tener un rumbo fijo en aquel momento, decidió que aquella isla era tan buena como cualquier otra para buscar un trabajo y de paso aprovechar para hacer algunos cuantos dibujos de los lugares más hermosos de la capital y de las zonas agrestes. Sin embargo por ahora no había podido hacer mucho más que refugiarse en aquel local esperando a que escampase un poco, pues no le apetecía que su equipaje se empapara de camino a la posada. Para colmo de males al empezar a llover tan repentinamente se había metido en el primer lugar que encontró, resultando ser este un restaurante.

- A este paso me voy a quedar sin una moneda - murmuró.

Sumergió la cuchara en el plato y se llevó a la boca una generosa ración de humeante sopa. Al menos la comida estaba rica, lo que era un punto a favor de su error. Estaba harto de las comidas mediocres del barco en el que había estado viajando. El cocinero no era precisamente un profesional y sus platos siempre estaban muy salados, demasiado hechos o insípidos. No era que se quejase, estaba acostumbrado a una vida dura desde pequeño y a comer raciones militares debido a su entrenamiento, pero un cambio como aquel era algo a agradecer. Así pues, centrado como estaba en la sopa, apenas se fijó cuando la puerta del local se abrió. Si no hubiese sido por la fría corriente de aire, posiblemente ni se hubiera percatado, absorto como estaba con su plato. Pero entonces el ruido de gente levantándose apresuradamente lo sacó de su ensimismamiento y le hizo alzar la mirada para encontrarse con un curioso y preocupante espectáculo. Todos los clientes se habían levantado, o al menos la mayoría de ellos, y se dirigían en tropel a la puerta trasera. Los pocos rezagados que como Nassor no se habían percatado a tiempo, no tardaron en seguirles.

- Pero qué...

Se cortó a mitad de frase al ver la causa de la huida masiva, y la respiración se le cortó. Por un instante el corazón le dejó de latir, para luego comenzar a hacerlo con fuerza. No supo muy bien el porqué de esa reacción... pero pronto comprendió el motivo de que la gente escapara. Embelesado e intimidado al mismo tiempo, observó a la mismísima Hinori Markov entrando en el local empapada. ¿Qué demonios hacía una pirata como ella en aquel local? No, ¿en aquel mar? Al fin y al cabo era parte de la tripulación del Yonkou Dexter Black, o eso tenía entendido. Pero no era eso lo que más lo impresionaba. Con el corazón aún a mil por hora, dejó la cuchara y se agachó, abriendo su bolsa de viaje y sacando su libreta de dibujo y su estuche de lápices. Movido por un impulso superior a él, abrió y comenzó a dibujar, trazando líneas rápida y obsesivamente como si otro moviera su mano, como si la vida le fuera en ello. No era de sus mejores dibujos, ni de lejos... pero sí posiblemente el que mejor había hecho con tan poco margen de tiempo. Insatisfecho, cogió un lápiz de menor dureza y comenzó a retocar detalles.

algo aproximado a lo que sería el dibujo:

De vez en cuando alzaba la mirada hacia ella para volver a fijarse en sus rasgos y continuar el dibujo. Al fin y al cabo, pese a su prodigiosa capacidad para retener imágenes, no había podido echarle más que un par de vistazos de lejos. Fue por esto por lo que se dio cuenta de que se estaba acercando, lo que lo sorprendió por un instante. "Soy el único que se ha quedado en el restaurante, eso le habrá llamado la atención. ¿Me considerará valiente o un iluso suicida?" Contuvo una sonrisa y continuó el dibujo, aprovechando para observar sus ojos ahora que la tenía más cerca, sin pararse a pensar en que pudiera resultar incómodo. Estaba demasiado centrado en su obra como para importarle nada más... nada, salvo ella, claro. Ahora que la tenía al lado, era aún más consciente de su belleza, de su nívea y suave tez y la ligera rosadez de sus mejillas, de las gotas que rodaban por su rostro... pero sobre todo, de aquellos extraños y bellos ojos sin pupila. Y entonces sonrió... desarmado, el pintor bajó la mirada y comenzó a dibujar a un ritmo casi frenético, llevado por un arrebato.

- Cada vez que veo algo hermoso, tengo el impulso de dibujarlo en mi cuaderno - se limitó a decir, sin alzar la mirada - Y ahora mismo he visto algo digno de ser retratado - añadió, esbozando un amago de sonrisa.

Avistó por el rabillo del ojo que Hinori se levantaba. ¿Habría dicho algo que la hubiera molestado? Tal vez se hubiese esperado una respuesta menos enigmática, o que le hubiese enseñado la propia libreta. ¿Sería una consentida acostumbrada a que todos le hicieran caso? No se lo había parecido de entrada, con aquella voz angelical y su tono alegre. Tampoco es que hubiese podido pararse mucho a fijarse en su comportamiento, ¿hablaba la razón o su maravillada alma de artista, jubilosa de haber encontrado una musa en el lugar más inesperado? Si algo tenía claro era que era afortunado, muy afortunado. Casi tanto como un inconsciente y un idiota... ¡estaba con una pirata famosa! Y él pintando y maravillándose con su belleza en lugar de mantenerse alerta y preguntarse el motivo. Pero... qué más daría. Ya había hecho cosas peligrosas en el pasado por puro amor al arte y aquel momento no iba a ser diferente. Es más, normalmente no podía compartir sus dibujos. Viajaba solo por lo general, y una montaña no puede mostrarte sus impresiones sobre el cuadro que has pintado sobre ella. En cambio para bien o para mal, Hinori podría darle la suya.

- ¿Albóndigas y limón en la sopa? - dijo, esta vez sí sonriendo - Jamás he oído de plato similar. Tienes una ideas curiosas.

Hizo un gesto afirmativo en respuesta a su petición de comer con él, encantado por la propuesta. No lo dejó traslucir, volviendo a ocultar su sonrisa bajo una máscara de inexpresividad y continuó el dibujo. Se sentía muy afortunado de haber encontrado a una mujer como ella, alegre, bella y agradable. Así podría seguir su dibujo sin problemas, al fin y al cabo la tenía a su lado. Sin embargo, había algo que lo preocupaba de su retrato: los ojos. Le resultaban... difíciles de transmitir. No sabía cómo plasmar e insinuar su peculiar hermosura, cómo mostrar al que lo viera la profundidad de aquellos enormes iris. Frustrado, los dejó inacabados y continuó el resto del dibujo, esperando a que un momento de inspiración le permitiera terminarlos. Le frustraba bloquearse de aquella manera. Tan centrado estaba que ni se dio cuenta de que ella había probado su sopa hasta pararse a pensar en el significado de sus palabras. Y entonces se dio cuenta de que no se había presentado.

- Mi nombre es Nassor. Disculpa mis modales.

Habló en un tono cortés pero calmado e impersonal, falto de sentimientos. Sin embargo, pese a eso, no pudo evitar mirarla con intensidad durante unos instantes, buscando memorizar cada rasgos de ese rostro, antes de volver a bajar la mirada y continuar con su obra.

Al escucharla hablar, creyó detectar algo en su tono, una chispa de la misma emoción que a él lo embargaba cuando tomaba el lápiz. Tenía la corazonada de que era una apasionada de la cocina, tal vez no en la misma medida que él de la pintura, pero posiblemente en el mismo sentido. Ampliando algo más su sonrisa, continuó con el dibujo, más animado. Creía haber adivinado ya cómo pintar esos ojos... dejando al fin de retocar otros detalles, fue completarlos, dejando que su mano convirtiese en una realidad de grafito sus pensamientos. Fue vagamente consciente de cómo el camarero le dejaba la comida en la mesa, y entonces recordó tardíamente que él tenía la suya propia aún por terminar. Tan absorto había quedado con su libreta que se había olvidado del hambre y de hecho apenas tenía ya. El tono apenado de Hinori, sin embargo, atrajo toda su atención y lo hizo desviar la vista del dibujo. ¿Qué le pasaba? Entonces ella mencionó algo de que no era la primera vez que intentaban algo así, y le mostró el plato. No vio nada raro, era un perrito caliente... ¿semillas? Extraño ingrediente.

- Tenía más motivos para quedarme que para huir. Al fin y al cabo, acababa de encontrar algo que deseaba pintar... y, ¿de qué sirve la vida si no la vives como quieres, hasta sus últimas consecuencias?

Entonces volvió a mirar el perrito, pensativo... ¿atentar contra ella? ¿Se refería a asesinarla? Por un momento se le pasó el estúpido pensamiento de que se refiriera a que le habían hecho un mal plato y eso fuese un atentado contra ella, pero lo desechó en seguida. Espera, semillas de manzana. ¿En serio habían intentado un truco tan estúpido...? Entonces se hizo totalmente consciente de lo que acababa de pasar. Acababa de descubrir una flor pura, una luz en medio de la tormenta, y aquel desgraciado había intentado extinguirla. Más aún, había intentado asesinarla cobardemente, por el mero hecho de ser una pirata. Ni siquiera había hecho nada en su local... se había limitado a comportarse como una cliente más. Pensó en su capitán o en sus otros compañeros de Cliff Island y se imaginó la posibilidad de que alguien pudiera intentar hacerles lo mismo. Con la sangre bulléndole de rabia por las venas, se levantó y dejó el dibujo en la mesa.

- Ese... cobarde - dijo, con un tono de ira mal contenida.

Entonces simplemente echó a correr, saliendo del local. Cuando rememorase la escena no sabría decir cómo lo encontró, cuánto tiempo le llevó o por dónde fue. Sólo recordaría la sensación de la lluvia cayendo sobre su piel y empapando su blanca túnica mientras recorría las calles con el viento aullando en su oído. Y entonces lo encontró, aún tratando de correr. Apenas consciente de sus actos, lo agarró violentamente por el hombro obligándolo a frenarse y lo hizo darse la vuelta. Un seco puñetazo en el rostro y el tipo se tambaleó con un grito de dolor. No contento con eso, lo agarró por el cuello de la camisa para sujetarlo y le propinó otro golpe. Y otro. Y otro. No escuchaba nada. No veía nada, cegado por la ira. Y entonces, cuando el tipo se desplomó frente a él y alzó el puño para rematarlo, una gota caliente golpeó su rostro. El contraste con la lluvia fue tal que se frenó, llevándose la mano al lugar. Pero sus manos estaban manchadas, y fue entonces al ver sus manos cubiertas de sangre que fue consciente de lo que acababa de hacer. Al mirar hacia el suelo y verse reflejado en un charco, con una expresión fiera y cruel y el líquido carmesí en su mejilla, se asustó de sí mismo. ¿En qué momento había cambiado? ¿Cuándo había dejado de lado sus principios, su férrea disciplina y se había abandonado a sus pasiones?

- ¿Es esto, capitán? ¿A esto nos limitamos? ¿En esto me estoy convirtiendo? - murmuró, apenado, mirando al cielo. Como queriendo contestarle, la lluvia comenzó a caer con más fuerza.

Aquellas palabras lo atravesaron como si fueran cuchillas. "¿Hinori?" No podía ser... ¿lo había seguido? ¿Cuánto habría visto? Apretó el puño derecho, clavándose las uñas para que el dolor le ayudara a recobrar la concentración, y antes de girarse volvió a exhibir su habitual rostro inexpresivo. Sin embargo, pese a sus ocultas emociones estaba sufriendo por dentro; la idea de que la chica hubiese podido desarrollar una mala impresión sobre él no era agradable. Aún tenía un dibujo que terminar. Sin embargo, manteniendo su habitual impasibilidad ante el mundo, comenzó a limpiarse la sangre de las manos con el agua de la lluvia. Pero entonces la chica comenzó a acercarse, con una expresión preocupada, y tras chasquear los dientes hizo lo que Nassor menos se esperaba: lo abrazó. Al sentir los brazos en torno a él, por un instante se tensó. No estaba acostumbrado a mantener un contacto tan cercano con otras personas. Tras un momento de vacilación y alarma, sin saber que hacer, extendió sus brazos y la envolvió a ella también. Era... reconfortante.

- Tan sólo hice lo que mi corazón me exigió. No podía...

¿No podía qué? ¿Dejarlo ir? Apretó aún más por un instante, para luego soltarla. Emocionado, desvió la mirada y respiró hondo para calmarse. Entonces sintió que la lluvia dejaba de golpearle y vio dos alas de luz cubriéndole. Estas provenían de la chica. Maravillado por la escena y cautivado por la hermosa mirada que ella le dirigió, no pudo evitar sonreír y lamentarse al mismo tiempo. La imagen de Hinori bajo la lluvia, con aquella dulce sonrisa y sus alas desplegadas sí que era algo digno de ser inmortalizado. Notó nuevamente su corazón acelerarse por la emoción, pero se limitó a ampliar ligeramente su sonrisa.

- Claro que iré. De todos modos, aún tengo mis cosas allí. Y el dibujo.

¿Sería una akuma no mi? No parecían alas de ningún animal o criatura, parecían más bien energía pura. Por otro lado... podría ser una zoan de ángel, ¿no? Nunca había visto ninguna, y según las historias eran seres de la luz. Unas alas así les cuadrarían a esos seres. Entonces, en una extraña cadena de pensamientos, se dio cuenta de lo que había pasado; Hinori acababa de salvarlo de sí mismo, así como los ángeles protegían a las personas. Si no hubiese ido a buscarle, probablemente hubiese caído en la desesperación. Acababa de cometer un acto muy cuestionable, por no decir impulsivo, criminal o bárbaro. En cierto modo... tenía justificación. Pero su carácter autocrítico le impedía hacerlo tan fácilmente; al fin y al cabo era la clase de cosas que durante años había perseguido. Pero las cosas habían cambiado demasiado... al fin y al cabo no sólo estaba paseando con una famosa pirata, sino que pronto él también sería uno.

- Hinori-san... - comenzó, titubeante - sé que no es la pregunta más apropiada dado que acabamos de conocernos, pero... ¿por qué te hiciste pirata?

Al llegar, lo primero que hizo fue coger una servilleta de una mesa y comenzar a secarse los brazos y la cara. Estaba totalmente empapado... había salido a la calle sin coger su capa de viaje ni nada, y su ropa no era la más adecuada para el mal tiempo. Para evitar pillar un resfriado, cogió sus cosas y se cambió de mesa a una junto a la calefacción. "Algo bueno tenía que tener que todos escaparan" pensó, divertido por lo irónico de la situación. En cuanto Hinori comenzó a hablar, movido por un impulso, cogió de nuevo el lápiz y la libreta y se dedicó a terminar los últimos detalles de su dibujo. Le sorprendió mucho su historia, pues había esperado que la tripulante de un Yonkou fuese alguien más sanguinario y combativo, no una chica que simplemente buscaba su lugar en el mundo. En cierto modo le recordó mucho a su propia historia, salvo por la parte en que habían empezado a llamarla pirata por viajar junto a Dexter. Él en cambio estaba dispuesto a aceptar voluntariamente aquel nombre una vez comenzara a navegar junto con Syxel.

- Si sigues así vas a coger un resfriado, Hinori-san. Acabamos de estar bajo la lluvia.

Se levantó y se acercó a la entrada, cogiendo su capa del perchero y volviendo junto a la chica. Se la pasó por encima de los hombros para abrigarla y tras eso se apartó de ella. No quería darle la falsa impresión de que pretendía aprovecharse de ella o algo similar, ni molestarla mientras trabajaba. Bastante era que iba a prepararle un bocadillo. Volvió al asiento junto al radiador y suspiró, pensando por dónde empezar. Su historia no era precisamente corta, y probablemente tendría que resumirla muchísimo si no querían pasarse toda la noche allí.

- Nací en Arabasta, en la familia Asdrubal. Mi familia es... tradicionalmente servidora de la corona. Pese a que somos nobles, el hijo mayor sirve en la guardia real hasta que le llega el momento de suceder al cabeza de familia y los hijos menores como agentes del reino. Yo era el segundo hijo, así que no me esperaba un gran futuro. Una mísera herencia y un trabajo vitalicio como guerrero de la familia real. La verdad es que nunca fue algo que me atrajera, pero nunca contemplé el rehusar mi deber... no hasta ver en qué se estaba convirtiendo mi hermano. Set siempre fue un poco retorcido, pero con los años fue volviéndose verdaderamente maquiavélico y cruel. Esto no debería haberme importado si no fuera porque el heredero de la familia se convierte también en el portador de un arma familiar de gran poder: Shaytan. Desconozco sus poderes exactos, pero sé que tiene la forma de un khopesh. Decidí impedir que mi hermano obtuviese sus poderes, así que robé el arma y huí de la isla.

Suspiró y se frotó las manos para entrar en calor, sintiendo un escalofrío. Tenía ganas de cambiarse aquella ropa por algo seco, pero no era el momento. No con una mujer delante, y no le apetecía interrumpir su relato para irse a los baños a cambiarse. Tal vez después lo hiciera, antes de irse. Organizó sus pensamientos y se dispuso a continuar la historia:

- Tras partir de Arabasta, comencé a ganarme la vida como cazador de recompensas. Ahora mismo no lo soy, descuida... es parte de mi pasado. Pasé un tiempo viajando con un amigo, Isaac, y con mis dos mascostas, Hani y Kiya. Hani era un mono, y Kiya un cachorro de leopardo. Durante una temporada fui feliz, como no lo había sido en toda mi vida. Podía viajar con mis amigos y disfrutaba de una libertad como nunca había tenido en toda mi vida. Pero todo tiene un final - dijo, con una sonrisa amarga - En cierto momento le perdoné la vida a la persona equivocada, un mercenario enviado por mi familia. Este volvió con refuerzos y logró capturarme. Fui enviado de vuelta a Arabasta, donde se me castigó duramente y me quitaron a Shaytan. Como supongo que imaginarás, no volví a saber nada de mis mascotas. Tras eso, me vendieron como esclavo a un noble del North Blue, el cual no tardó en cansarse de mi constante rebeldía y me vendió a unos rediles de esclavos, donde nos obligaban a pelear a muerte entre nosotros para el disfrute de los asistentes. De alguna manera logré sobrevivir un año entero a ese infierno, e hice grandes amigos entre los esclavos. Uno de ellos era un pirata - esbozó una sonrisa melancólica, recordando a su capitán - El caso es que logramos huir de aquel lugar con un poco de ayuda externa. Juramos volver a encontrarnos en un futuro y nos separamos, y aquí estoy. Estoy viajando para poner en orden mis pensamientos y entrenarme, pues cuando vuelva con mis nakamas me haré a la mar de nuevo, esta vez como pirata - soltó una suave carcajada - Lo siento, pero creo que pronto seremos rivales. Aún así prometo ser un enemigo honorable si nos encontramos de nuevo - bromeó.

No pensaba realmente que por el hecho de unirse a Syxel fuese a pasar a ser rival de los Blue Rose Pirates. ¿Cómo podrían compararse ellos con uno de los Cuatro Emperadores, al fin y al cabo? Salvo por el final de la historia, en todo momento mantuvo un tono serio y falto de emoción, como si narrase la historia de otra persona. Esta manera de hablar se hizo más patente en las partes más terribles, como su captura o su esclavitud, en las que se esforzó por reprimir sus sentimientos.

Observó con cierta curiosidad cómo apagaba las luces. ¿Qué pretendería? Entonces escuchó un chasquido y un destello se hizo visible junto a la chica. Las velas iluminaron la estancia con una tenue y vacilante luz, que si bien era bastante menos intensa y no llegaba a abarcar todo el lugar, creaba una atmosfera mucho más agradable. Íntima incluso, en cierto modo. Recordó tardíamente diferentes novelas que había leído, en las que algunas parejas cenaban bajo la luz de las velas para crear un ambiente más romántico. Sorprendido, abrió mucho los ojos "¿Es... esto lo que Hinori pretende?" Como hombre consagrado a la lucha y la guerra que era, su experiencia en el amor era nula. Había estado encaprichado de algunas mujeres en el pasado y había tenido algunos encuentros esporádicos estando bajo los efectos del alcohol, pero había evitado de manera consciente cualquier distracción de ese tipo. Así pues, se sentía totalmente perdido en ese campo. Notó calor en el rostro y se dio cuenta de que se estaba poniendo colorado, así que agradeció que la penumbra ocultara este hecho.

- ¿Hinori-san...? - preguntó, en un tono vacilante.

Entonces la chica apareció con una bandeja, dejando un bocata que olía delicioso y poniéndole un vaso de refresco. A lo mejor estaba dándole demasiadas vueltas a las cosas... Hinori parecía una chica inocente y simpática, no creía que estuviera insinuándose. Sí, eso sería. Cogió el refresco y le dio un trago, y entonces se fijó en que la chica se estaba quitando la sudadera mojada. Y bajo esta... ¡¿sólo un sujetador?! El pelirrojo se atragantó por la sorpresa y comenzó a toser, dejando el vaso en la mesa para no derramar el contenido. Sin ropa era ¿más hermosa? No, era increíblemente sensual. Notó el mismo calor de antes, pero ahora en zonas menos... visibles. Apretó los puños, clavándose las uñas y luchando por controlar sus impulsos. ¿Qué esperaba Hinori que hiciera ahora? ¿Que fuera a por ella? ¿Pero y el bocadillo? ¿Había sido sólo un pretexto? Estaba ya a punto de apartar todo lo de la mesa de un empujón y poner a la chica en esta, cuando de repente ella se giró y dijo que iba a cambiarse.

- Ah... vale. Claro, tiene sentido. Yo haré lo mismo.

Mientras Hinori se iba, suspiró tratando de calmarse y desvió la vista de las posaderas de la pirata. "Siempre estoy criticando a mis compañeros por lujuriosos, pero al final yo no soy mejor, ¿eh?" pensó, con una sonrisa a medio camino entre la ironía y la frustración. Un escalofrío le recordó entonces que seguía empapado, y comenzó a liberarse de la ropa. Cogió su bolsa de viaje y comenzó a rebuscar, intentando decidir qué ponerse. ¿Tal vez otro conjunto de sus túnicas del desierto? Hmmm... tal vez estaría mejor algo diferente, ¿no? Algo que llamase la atención a Hinori. "¿En serio? Soy un guerrero, no una adolescente enamorada. ¿Por qué me comporto así?" Sacudió la cabeza y cogió unos pantalones vaqueros, una camiseta y un chaleco. Estaba aún subiéndose el vaquero cuando ella llegó, pillándolo sin camiseta y con los muslos al aire. Por supuesto reaccionó de una manera completamente varonil y madura, primero mirándola con cierto estupor, luego sonrojándose y dándose la vuelta apresuradamente. Al hacerlo dejó sin darse cuenta su marcada espalda expuesta, mostrando las cicatrices de las torturas y de los latigazos y una quemadura que formaba el código 3-15 en su hombro izquierdo. Terminó de vestirse apresuradamente y se giró hacia ella.

- Disculpa, debería haber ido al baño a cambiarme.

Al ver la mirada de ella, clavada en él, su corazón volvió a acelerarse. ¿Qué debía hacer? Decidió hacer aquello que sentía como más natural para él mismo: controlar sus emociones. Con una expresión indescifrable, se sentó y le dio un mordisco al bocata. Este estaba delicioso. Estaba cargado de ingredientes, tal vez hubieran sido demasiados en otro caso, pero estaban todos en su justa proporción. Disfrutó de la comida mientras pensaba que hacer, algo inquieto porque ella seguía mirándolo. A ver, a él le gustaba ella, al menos en lo físico. De momento le estaba cayendo muy bien, pero era pronto para juzgarla. Pero aquello no se lo esperaba. ¿Qué hacer a continuación? Harto de la horrible sensación de indecisión, decidió mandarlo todo a tomar por saco. "¡A la porra! Que sea lo que tenga que ser." Dio un tragó al resfresco y se limpió la boca con la servilleta, encarándose a la chica. Le dirigió una intensa mirada y a continuación esbozó una sonrisa.

- No soy una persona que sepa ser sutil ni que suela hablar de estas cosas, así que seré directo.

Cogió su libreta y arrancó la página en que había hecho el dibujo de ella. Le dolía desprenderse de él y por un instante estuvo a punto de rectificar, pero... ¿cuántas veces tenía la oportunidad de entregar su obra al objeto de la misma? Le tendió el dibujo.

- Me pareces increíblemente hermosa, Hinori. Así como dulce y amable. Por eso y por cómo me has tratado te regalo esto y créeme, no suelo dar a la ligera mis dibujos - entrecerró los ojos y sacudió la cabeza, con una ligera sonrisa - Pero tú me has ayudado a aclarar algunas de mis dudas con algunos temas, por lo que estoy muy agradecido... y seré sincero. Me gustas.

Se acercó a la chica. Si no se apartaba, la rodearía con sus brazos y le daría un beso en la frente.