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La luna llena se alza en lo alto del firmamento, iluminando las calles del Norte de Cliff Island. En la superficie, varios habitantes se disponen a poner fin a sus actividades y dormir en sus casas, mientras que otros empiezan ahora a mover sus hilos entre las sombras, tejiendo sus redes de tráfico y sobornos. El alcohol y las drogas vuelan por las calles como por el día lo hacía el pan caliente, y las mujeres de dudoso oficio pueblan los callejones a la espera de algún cliente.
Debajo de todo esto, a metros bajo tierra, se encuentra el sistema de túneles y cloacas que muchos vagabundos (y aún más criminales) utilizan para sus... asuntos. Lo que nos trae a la parte de la ciudad pegada a la costa, donde un conglomerado de estos túneles han dejado espacio para montar lo que llaman "La Arena", un coliseo clandestino donde los esclavos pelean a muerte y llueven las apuestas sobre quién será el ganador. Cuando un esclavo era demasiado rebelde o no valía ni para cargar cajas, era enviado a aquel infierno podrido por dentro, a la espera de la noche en la cual por fin morirá.
Los más habilidosos se ganaban cierto renombre, y su continua supervivencia era digna de mención. Pero a la larga aquello se volvía malo para el negocio, pues se convertían en una apuesta demasiado segura. "Silver D. Syxel" era uno de estos hombres, cuyo nombre ya era sinónimo de espectáculo. Asdrubal Nassor también era un contendiente al que los recién llegados temían y respetaban por igual. Entre este tipo de luchadores se solía crear un ambiente de camaradería, un vínculo de sangre compartido por el riesgo de muerte sufrido a diario, y esta noche... Esta noche enfrentarán los mayores desafíos que hayan visto hasta la fecha.
La seguridad del "recinto" no es moco de pavo. Varios hombres de aspecto imponente actúan como guardias, los laberínticos túneles hacen que perderse sea fácil, las celdas donde los presos sobreviven están bien estructuradas, y los usuarios de Fruta son encadenados con collares de Kairoseki impuro de contrabando, para que no puedan usar sus poderes sin impedir que luchen con plenitud de fuerzas. Fugarse es casi imposible... Pero eso no os va a impedir intentarlo, ¿a que no?
Debajo de todo esto, a metros bajo tierra, se encuentra el sistema de túneles y cloacas que muchos vagabundos (y aún más criminales) utilizan para sus... asuntos. Lo que nos trae a la parte de la ciudad pegada a la costa, donde un conglomerado de estos túneles han dejado espacio para montar lo que llaman "La Arena", un coliseo clandestino donde los esclavos pelean a muerte y llueven las apuestas sobre quién será el ganador. Cuando un esclavo era demasiado rebelde o no valía ni para cargar cajas, era enviado a aquel infierno podrido por dentro, a la espera de la noche en la cual por fin morirá.
Los más habilidosos se ganaban cierto renombre, y su continua supervivencia era digna de mención. Pero a la larga aquello se volvía malo para el negocio, pues se convertían en una apuesta demasiado segura. "Silver D. Syxel" era uno de estos hombres, cuyo nombre ya era sinónimo de espectáculo. Asdrubal Nassor también era un contendiente al que los recién llegados temían y respetaban por igual. Entre este tipo de luchadores se solía crear un ambiente de camaradería, un vínculo de sangre compartido por el riesgo de muerte sufrido a diario, y esta noche... Esta noche enfrentarán los mayores desafíos que hayan visto hasta la fecha.
La seguridad del "recinto" no es moco de pavo. Varios hombres de aspecto imponente actúan como guardias, los laberínticos túneles hacen que perderse sea fácil, las celdas donde los presos sobreviven están bien estructuradas, y los usuarios de Fruta son encadenados con collares de Kairoseki impuro de contrabando, para que no puedan usar sus poderes sin impedir que luchen con plenitud de fuerzas. Fugarse es casi imposible... Pero eso no os va a impedir intentarlo, ¿a que no?
- Syxel y Nassor:
- Estáis juntos en una celda, con otro tipo enorme y de aspecto callado, ocultos por la oscuridad gracias a la pobre iluminación que ofrece la solitaria lámpara del pasillo. Puede que llevéis un rato hablando o durmiendo, o lo que queráis hacer ahí dentro. Al cabo de un rato oís pasos acercarse por un extremo del túnel, y vuestras sospechas se confirman cuando llega una cara para vosotros conocida: se trata de un tipo alto y enjuto, con cara de rata y de nombre (si lo habéis descubierto de alguna forma) Lennex. Es quien suele venir a vuestra celda a llamaros cuando os toca combatir, y suele armar un auténtico escándalo con los barrotes de la celda para ello.
- Peligris, pelirrojo, pelinegro. - Os llama con desgana a los tres de la celda. El hombre de fondo se mueve un poco pero no responde, asumís que él es el pelinegro aunque en la oscuridad no se ve bien. - Preparaos, puede que esta sea vuestra última "velada." - Sonríe con confianza, y llama a un par de guardias anchos como armarios. - Como siempre, estos caballeros os guiarán amablemente a La Arena. - Concluye antes de irse.
Y el premio para el eufemismo del año es para... efectivamente, Lennex. Porque quien dice "guiar amablemente" dice que os llevan poco más que agarrados por las cadenas como perros (a rastras si os resistís), hasta llegar a un amplio túnel que da a una especie de sala de espera, llena de otros luchadores como vosotros. A varios puede que los conozcais, pero también hay muchas caras nuevas, incuso algunas parecen divertidas de estar allí. Pobres degenerados, ¿no? En fin, ahí tendréis otro rato más para socializar o sacaros los mocos, en lo que esperáis a que os llegue el momento de luciros o morir.
- Airok:
- ¿Qué coño haces en Cliff Island? Ah, claro, después de llevar más de un año sin ver a tu querido compañero Syxel empezaste a preocuparte, y de alguna forma acabaste descubriendo su paradero: "La Arena" de Cliff Island, un lugar de apuestas y peleas de gallos bastante famoso por el submundo de los criminales... Aunque claro, no son gallos lo que pelean en ese coliseo, sino esclavos y presos reunidos de todo el mundo. Si son problemáticos para sus amos, acaban aquí... Y tú sabes lo problemático que puede llegar a ser Syxel, así que asumes que si está en algún lado, ese es "La Arena."
Tras tus investigaciones y deducciones (te dejo los detalles a ti) has trazado un plan para rescatarlo, ya que no parece que vaya a poder salir por su propio pie especialmente pronto... Porque has trazado un plan, ¿verdad? Si pensabas simplemente entrar de frente y cargarte a todo el mundo, puede que quieras pensártelo de nuevo, especialmente cuando te enteras de que sin ayuda ni guía no serás capaz de orientarte por el subsuelo de Cliff Island, y si te pierdes puede que tardes más tú en salir que tu amigo. En fin, hora de ponerse en marcha, supongo. Tienes libre albedrío para decidir cómo y cuando llegaste a la isla o lo que quieres hacer en ella, solo asegúrate de terminar en la misma noche que el resto, plisu.
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La vida no es fácil para un Gyojin, y menos aún cuando estás en una isla perdida de la mano de Dios pensando en cómo vas a ponerla patas arriba. Hablo desde la experiencia.
Aquella noche, tras pasar días rondando la ciudad aparentemente sin rumbo ni objetivo, iba a ser "la noche." Aquellos días merodeando los callejones y tabernas más asquerosas de la ciudad me habían costado varios cortes en el costado, otro en la cara, lo poco que dinero que tenía encima y una mordedura de rata en una bota. "¿Pero qué clase de mierda de sitio es este? ¿Cómo puede vivir la gente aquí?" Era lo que pensaba cada vez que pasaba delante de una casa con las luces aún encendidas.
A mi espalda llevaba ceñido mi espadón, haciendo que varios amigos de lo ajeno me evitaran intencionadamente, y aquello me hizo sonreír por no llorar. Si tan solo lo hubiera llevado desde antes, me habría ahorrado más de un problema, aunque temía que llamar la atención no fuese lo adecuado. Es decir, llamarla más. Pero esa noche ya me daba igual todo, había bajado al puerto a recogerla del sitio mar adentro donde la había ocultado, sabiendo que nadie iría allí buscando una espada clavada en la arena bajo el agua.
Porque aquella noche era cuando por fin iba a ir a rescatar a mi hermano.
Tras años de interrogatorios sin frutos y unas habilidades sociales de mierda, había logrado una pista crucial que me llevaría a algún lado: Cliff Islan, y su "Arena" clandestina. Todos los rumores y descripciones encajaban, y no me quedaba duda alguna. Mi hermano, perdido hace tanto, tenía que estar allí abajo, luchando por su vida cada día y sufriendo como nadie. Confiaba en él, y en su fuerza, y sabía en el fondo de mi corazón que seguía vivo... Pero en el fondo me preguntaba si no sería demasiado tarde. Tal vez hubiera muerto hace años. Tal vez su mente se hubiera vuelto una aberración salvaje que no pudiera ser llamada ni siquiera "inteligente" y que solo se guiara por sus instintos... Podía haber ocurrido lo peor de lo peor, pero aún me quedaba esperanza. Y mientras hubiera una oportunidad, no pensaba perderla.
Por eso me dirigía a un local en específico. Había conseguido convencer a cierta gente que me encontraba interesado en el tema de las apuestas, y me habían citado en aquel lugar a aquella hora, donde supuestamente nos guiarían a mí y a otro grupo de personas y apostadores por la red de canales subterráneos de Cliff Island. Al llegar pude ver que se trataba de un grupo variado, hombres altos y bajos, gordos y flacos, incluso alguna mujer... No presté demasiada atención, pues mi verdadero objetivo era claramente otro que recordar las caras de aquellas personas, pero hice mi mayor esfuerzo por no dejar entrever la sed de sangre en mis ojos y el hambre en mi dientes cubiertos de saliva. Hambre de venganza.
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- Nota Off-rol para el lector/corrector:
- Para este Rol Islas actuaré como "moderador", organizando y controlando la mayor parte de los grandes e importantes eventos que tomarán lugar para cada personaje. El lugar donde se desarrolla la acción es "Cliff Island", una isla del North Blue aún por terminar de crear, y de lo cual se encargará Syxel en cuanto pueda. Mientras tanto, el subforo aún no existe y por eso estamos en Alta Mar... Disculpen las molestias.
Nassor
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Otra noche más. Nuevamente la sangre sería derramada por el entretenimiento de lo más bajo de entre la humanidad. ¿Podían siquiera ser llamados humanos? El antiguo noble abrió los ojos y dirigió una mirada desafiante al capataz, como acostumbraba. Negándose a levantarse, se acomodó en su esquina y esperó a que lo obligaran a levantarse. Ya, amablemente... ya estaba acostumbrado a Lennex y su afición al sarcasmo fácil. Dirigió una mirada de soslayo a Syxel y suspiró. ¿Por qué tenían que hacer aquello? Él era un guerrero de Arabasta. Había sido entrenado para derrotar a aquellos que se atrevieran a perturbar la paz, no para acabar con las vidas de otros por espectáculo. "¿Cuánto irá ya? ¿Diez meses? ¿Más?" Dirigió una mirada a las marcas que había en su lado de la pared, marcando el paso del tiempo. A partir del séptimo mes había dejado de hacerlo, resignándose a que moriría luchando o en algún infructuoso intento de huida cuando perdiera la paciencia. Y últimamente aquella última posibilidades empezaba a tentarlo y no poco precisamente.
- Estate alerta esta noche, hermano. He oído antes a los guardia algo de que hoy toca un gran espectáculo - le dijo a Syxel en un susurro.
Un tirón de la cadena lo hizo callar y lo tumbó de bruces, arrastrándolo por el suelo de la celda. Parecía que se habían cansado de esperarle. Con un gruñido se levantó, limpiándose la suciedad de la mejilla. Sin perder la mirada de desafío, comenzó a avanzar a regañadientes, recibiendo tirones de la cadena por parte del guardia. Se sentía como un cordero siendo guiado al matadero... cada paso que daba, lo aproximaba más a su posible y fatídico final. Desde siempre había tenido muy presente que cada batalla podía ser la última y aceptando aquel destino siempre había marchado con la frente bien alta y el arma preparada. Sin embargo, jamás había esperado ni deseado morir luchando por otros en una batalla que nunca había deseado librar. Aquel pensamiento hizo que la rabia ardiera en su interior, una rabia casi incontrolable. A duras penas se contuvo para no saltar sobre el guardia que tiraba de su cadena, recordándose que mientras que él no llevaba más que un taparrabos, el hombre iba armado.
Como venganza por su rebelde actitud, el guardia tiró de la cadena con fuerza y lo derribó, haciéndolo entrar en la sala de espera cayendo al suelo frente a todos. Eso no fue todo, sino que cuando se estaba levantando, recibió una fuerte patada en el estómago. Nassor apretó los dientes y contuvo el dolor, notando cómo se le cortaba la respiración. Estoico, se levantó con una mirada fiera y observó el ambiente. Había caras nuevas, algunos de los novatos de hecho parecían estar felices de estar allí. El gigantesco gladiador les dirigió una mirada de pocos amigos. Con sus más de dos metros veinte de altura y su imponente musculatura, que el ex-cazador le echase una mirada así a alguien resultaba cuanto menos intimidante. Le ponía enfermo descubrir que había gente feliz de verse arrastrada a aquel infierno. Era posible que fuese porque, ilusos de ellos, eran unos jovenzuelos que jamás habían participado en una pelea real y para los que aquello parecía un destino más agradable que cargar cajas en el puerto. Sin embargo, tanto ellos como aquellos monstruos que realmente se deleitaban en aquellas condiciones merecían poca o ninguna consideración a ojos de Nassor. Se giró hacia Syxel y murmuró, con cierta rabia:
- Novatos...
Airok Bonny
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Akuma no mi
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Sentada en la barra de aquella mugrienta taberna con un vaso de whisky con hielo y la mirada perdida buscando el fondo de aquel vaso, no podía dejar de pensar y darle vueltas a la cabeza... "Descubrir la redada que lo trajo hasta aquí fue sencillo... incluso después de varios meses algunos seguían hablando de ello... vagabundos y prostitutas por supuesto.... todos me trajeron hasta aquí y parecía ser sencillo por un momento... estúpida... si fuese sencillo ya él habría salido de ese horrible lugar por sí solo y no tendría que venir yo a buscarlo... si es que aún hay algo que buscar...CÉNTRATE!"
Zarandeé mi cabeza para tratar de separar todos esos pensamientos que me hacían irme por las ramas y alejarme de lo importante. Siempre conseguía mantener la calma, pero cuando se trataba de él me costaba un poco más de lo normal. "A ver, recapitulemos... Llevo varias noches metida en este tugurio jugando a juegos estúpidos de apuestas y, pese a que le he escuchado hablar de "La Arena" y han nombrado a Syxel varias veces junto a un tal Nassor, no consigo que ninguno tan siquiera me invite a ir... debo de buscar pronto otra manera de llegar y de entrar..." Lo que creí que era una camarera, se acercó a mí interrumpiendo mis pensamientos y sacándome completamente de ellos...
-- Parece que estás demasiado sola por aquí, quizás te vendría bien algo de compañía -- Me dí cuenta por su tono y su contoneo que no era otra más que una Madamma... quizás la que controlase a las chicas de las calles. Me aparté un poco la chaqueta dejando ver una de mis pistolas y con la peor de las miradas que me podía salir en aquel momento respondí de muy mala gana.
-- No necesito cobijo ni nada que se le parezca... señora -- Con hincapié en "señora", volví a mi vaso ya casi medio vacío. Lo que me faltaba es que quien me intentase reclutar fuera precisamente esta doña... por llamarla de alguna forma.
Entonces se echó a reír y muy cortésmente siguió hablando. -- Por supuesto que no querida... sé leer lo que necesitan las personas -- Como tonteando conmigo me trató de apartar un poco el pelo... me aparté un poco pero siguió hablando -- Suelo reservarla para clientes especiales, pero confío en que la dejarás trabajar tranquilamente.--
De repente, detrás de ella apareció otra joven bastante atractiva acompañada de una pequeña que no aparentaba más de 16 años. La Madamma cogió la mano de aquella niña y me la puso delante, como ofreciéndomela... cosa que me cogió por sorpresa, aunque no se me notase.
-- ¿Ocurre algo? -- Me dijo extrañada, quizás yo debí haber hecho algo que no tenía ni idea de qué era. En cualquier caso, lo último que me faltaba era meterme en líos y perder más tiempo -- Escucha, ve con ella, y si no te gusta no hace falta que pagues. --
La niña cabizbaja y a desgana me cogió de la mano y me llevó hasta una habitación que parecía estar totalmente acondicionada para que viviese allí. Aquella muchacha me sentó en la cama y comenzó a desabrocharse el vestido mientras miraba hacia otro lado y suspiraba.
-- Para -- le dije --No voy a hacer esto, solo quiero que me respondas un par de preguntas-- Quizás me recordaba a mí misma hace bastante tiempo, y con aquella pequeña me salía desde dentro una delicadeza que no conocía. Aún así a la pequeña se le salió alguna que otra lágrima pero no podía perder la oportunidad. Quizás aquel momento fuera el que estaría más cerca de averiguar algo. Si estaba reservada para clientes "especiales" era evidente que dichos clientes serían los peores criminales de la zona, y por tanto, alguno de los que controlase "La Arena"... estaba más que segura de que era el empujoncito de suerte que necesitaba aquella noche. Tantos días en ese tugurio empezaban a dar sus frutos.
-- He de hacerlo... saben cuando no lo hago y entonces....--
-- Calla, pagaré igualmente -- La senté junto a mí, no pensaba desaprovechar esa oportunidad -- Quizás puedas ayudarme. Sé que los hombres hablan más de la cuenta cuando se quitan la ropa, y tú tienes pinta de que sabes muchas cosas -- Aquella niña abrió los ojos muchísimo, como si se extrañase de que lo supiera.
-- Pero hay cosas que si las digo me reprenderán.... -- Parecía que se resistía a hablar... había visto a Syxel miles de veces convencer a gente para hacer cosas, apelando a los sentimientos.
-- Escucha, tengo un amigo en "La Arena" y necesito saber donde está para ir a buscarlo...--
Un par de minutos tratando de convencerla fueron suficientes para que la pequeña entrara en razón (y menos mal, no quisiera haber tenido que amenazarla). Comenzó a contarme muy bajito todos los detalles de aquel lugar y me confirmó que Syxel seguía vivo ya que un cliente habitual suyo se lo había contado el día anterior. Además, también le dijo que, después de varios meses, ésta sería la primera noche que no asistiría a su cita nocturna con ella, ya que el combate de esta noche sería épico.
--¿Cómo qué épico? ¿qué va a pasar?--
-- No me contó más nada, sólo sé eso... -- Bajó la cabeza y comenzó a sollozar -- Usted ha sido muy buena conmigo señora, si va a ese sitio sin que nadie de dentro la ayude... acabará como los que están allí -- La voz se le quebraba. De verdad le preocupaba mi situación. -- Si pudiese hacer algo... --
Por un momento nos quedamos ambas calladas. Ya sabía exactamente dónde era, cuántos guardias había y dónde, las puertas, las cadenas... todo o al menos bastante, puede que sus clientes le contasen cosas solo para fardar, y que la mitad de aquella información fuese falsa o exagerada... aún así era evidente que no podía entrar allí y rescatar a Syxel yo sola. Le llevaba un par de katanas, era evidente que si no había salido ya era porque no tenía acceso a sus armas ni podía usar su akuma... pero ¿cómo llegaba hasta donde estuviera?
-- ¡El señor Farrel!-- exclamó la chiquilla de repente demasiado alto, así que la mandé a callar con muy mala cara. Comenzó a susurrar -- El señor Farrel viene todos los días a la Taberna, me mira siempre muy fijamente pero nunca entra conmigo aquí, dice que quiere comprarme pero la Madamma siempre lo echa en cuanto se lo propone... Dile que si te ayuda, prometo hacer lo que sea para que la Madamma me venda a él...--
De entrada, me pareció bastante presuntuoso por parte de aquella mocosa pensar que alguien haría cualquier cosa por tenerla. -- Y ese tal Farrel quién es --
-- Tiene libre acceso a todas las celdas, es el mano derecha del manda más de "La Arena". No controla nada pero se mueve como quiere... lo sé porque cuando el jefe viene siempre se burla de él por no entrar --
Tras una hora de intensa charla, finalmente salí de aquel lugar, di los berries que me quedaban a la Madamma, y me fui directo a donde se hallaba aquel supuesto coliseo siguiendo todas las indicaciones de la pequeña. Aquel último plan no me parecía del todo coherente ¿Cómo iba aquel hombre a traicionar al peor de los criminales? No tenía ningún sentido que aquel miresable se arriesgase a morir siendo un traidor, sólo por tener a una chiquilla... no tenía sentido alguno... Alguna razón de peso que desconozco tendría que tener como para que no le importase arriesgar su vida... Y además... ¿cómo estaba la niña tan segura?
Sin darme cuenta, había llegado a aquel lugar, dando los nombres y apellidos de las supuestas personas que me habían invitado a ir aquella noche (tal y como me había indicado la pequeña). Un tugurio oscuro y húmedo con un olor nauseabundo que no tenía del todo claro si era del lugar o de su gente... Y ahora qué.
Syxel
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Akuma no mi
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En el interior de aquella minúscula celda, sin mayor iluminación que la tenue y tímida luz que nos llegaba desde el pasillo, a duras penas podía vislumbrar el rostro de Nassor. Y mucho menos la figura del desconocido que habían encerrado con nosotros. Siempre me había sentido cómodo en la oscuridad, pues casi veía mejor en esta que a plena luz. Pero tras casi un año con aquella maldita cosa al cuello, ya casi ni recordaba esa extraña sensación. He de reconocer que los primeros meses incluso me había llegado a resultar reconfortante volver a vivir ajeno a todo lo que haber consumido aquella fruta conllevaba, pero ese alivio fue efímero. Aquello era parte de mi, y aunque me había costado décadas asumirlo, había aprendido a apreciarlo. Y ahora incluso lo echaba de menos.
El sonido de la puerta de la celda al abrirse me trajo de vuelta de entre mis pensamientos, recordándome donde estábamos y lo que nos esperaba. La molesta voz de aquel tipo, el chirrido de los barrotes al abrirse la puerta, incluso el hedor de los guardias que se acercaban para encadenarnos. Todo era parte de una rutina que hacía tiempo había memorizado. Trescientos diecisiete días, y un total de cuatrocientos doce combates: sí, los había contado. Pasar por todo aquello una y otra vez durante tanto tiempo habría vuelto loco a la mayoría. Probablemente incluso a mi, de no haber contado con el apoyo de algunos camaradas, con los cuales había llegado a forjar verdaderos vínculos en aquel infierno. Aunque muchos de ellos habían muerto en aquel lugar, había dos cuya testarudez competía con la mía propia. Ambos se negaban a morir, al igual que yo mismo. Después de todo por lo que había tenido que pasar, no pensaba morir estando tan cerca de lograr mi objetivo, y mucho menos en un lugar como ese.
Ya en pie, justo antes de salir de la celda, Nassor se acercó a mi para susurrarme al oído una advertencia. Ante sus palabras, una ligera sonrisa se dibujó en mi rostro. ¿Sería aquel el día que había estado esperando? No pude responderle, pues el guardia que sujetaba el otro extremo de su cadena pegó un tirón, haciéndole caer al suelo. Mientras avanzábamos por uno de los infinitos pasillos que se extendían bajo la ciudad, me mantuve en completo silencio, repasando mentalmente hasta el último detalle de mi alocado plan. Aún no lo había compartido con mi compañero, en parte porque no disponíamos de muchos momentos de privacidad, pero también porque me preocupaba que tan disparatada idea le pareciese una locura y tratase de disuadirme. Aún así, confiaba plenamente en que, llegado el caso, podía contar con él para lo que sucediese.
Justo cuando llegábamos a la ya familiar sala de espera, el guardia volvió a tirar del pelirrojo, derribándole una vez más. Cuando trató de levantarse, el muy canalla le propinó una patada. Ni tan siquiera me planteé intervenir, pues no solo le consideraba perfectamente capaz de cuidar de si mismo, sino que mostrar dependencia o la más mínima debilidad en aquel lugar podía suponer tu sentencia de muerte. Lo que si hice cuando se levantó fue poner una mano sobre su hombro, llamando así su atención, pues me preocupaba que cometiese alguna imprudencia. Satisfecho con su estupidez, el guardia se retiró, dejándonos a ambos en compañía de aquellos que lucharían esa noche.
- Tendrás oportunidad de devolvérsela.
Tratando de distraerse, Nassor miraba su alrededor. Dirigiendo a cada uno de los presentes la misma mirada que un animal salvaje a otro que trata de invadir su territorio. Y la mayoría de los presentes torcían su rostros, incapaces de sostenerle la mirada al imponente guerrero.
- No seas tan duro con ellos - respondí a su comentario. - Muchos no habrán derramado sangre en su vida, otros podrían ser como nosotros cuando llegamos a este lugar. Algunos ni tan si quiera son esclavos. - Mientras hablaba, señalé a un pequeño grupo de cuatro individuos, los cuales no llevaban ningún tipo de cadenas o ataduras. - He oído que algunos hombres libres vienen aquí con la esperanza de ganar dinero fácil. Quien sabe, puede que alguno haya oído hablar del "demonio pelirrojo" y busque igualar su fama. - Aunque mis palabras eran ciertas, acompañaba mis palabras de cierto tono sarcástico, con la intención de animarle.
Respiré hondo, tratando de mentalizarme para lo que estaba a punto de comenzar. Quizás, y solo quizás, si que extrañaría esa sensación. Al otro lado de la puerta de metal que nos separaba de "La Arena" ya podía oírse el clamor del público allí reunido. Sedientos de sangre y monedas, ya no podían esperar más a que la noche diese comienzo. Ni yo tampoco.
- Prepárate, hoy será nuestra última noche aquí.
El sonido de la puerta de la celda al abrirse me trajo de vuelta de entre mis pensamientos, recordándome donde estábamos y lo que nos esperaba. La molesta voz de aquel tipo, el chirrido de los barrotes al abrirse la puerta, incluso el hedor de los guardias que se acercaban para encadenarnos. Todo era parte de una rutina que hacía tiempo había memorizado. Trescientos diecisiete días, y un total de cuatrocientos doce combates: sí, los había contado. Pasar por todo aquello una y otra vez durante tanto tiempo habría vuelto loco a la mayoría. Probablemente incluso a mi, de no haber contado con el apoyo de algunos camaradas, con los cuales había llegado a forjar verdaderos vínculos en aquel infierno. Aunque muchos de ellos habían muerto en aquel lugar, había dos cuya testarudez competía con la mía propia. Ambos se negaban a morir, al igual que yo mismo. Después de todo por lo que había tenido que pasar, no pensaba morir estando tan cerca de lograr mi objetivo, y mucho menos en un lugar como ese.
Ya en pie, justo antes de salir de la celda, Nassor se acercó a mi para susurrarme al oído una advertencia. Ante sus palabras, una ligera sonrisa se dibujó en mi rostro. ¿Sería aquel el día que había estado esperando? No pude responderle, pues el guardia que sujetaba el otro extremo de su cadena pegó un tirón, haciéndole caer al suelo. Mientras avanzábamos por uno de los infinitos pasillos que se extendían bajo la ciudad, me mantuve en completo silencio, repasando mentalmente hasta el último detalle de mi alocado plan. Aún no lo había compartido con mi compañero, en parte porque no disponíamos de muchos momentos de privacidad, pero también porque me preocupaba que tan disparatada idea le pareciese una locura y tratase de disuadirme. Aún así, confiaba plenamente en que, llegado el caso, podía contar con él para lo que sucediese.
Justo cuando llegábamos a la ya familiar sala de espera, el guardia volvió a tirar del pelirrojo, derribándole una vez más. Cuando trató de levantarse, el muy canalla le propinó una patada. Ni tan siquiera me planteé intervenir, pues no solo le consideraba perfectamente capaz de cuidar de si mismo, sino que mostrar dependencia o la más mínima debilidad en aquel lugar podía suponer tu sentencia de muerte. Lo que si hice cuando se levantó fue poner una mano sobre su hombro, llamando así su atención, pues me preocupaba que cometiese alguna imprudencia. Satisfecho con su estupidez, el guardia se retiró, dejándonos a ambos en compañía de aquellos que lucharían esa noche.
- Tendrás oportunidad de devolvérsela.
Tratando de distraerse, Nassor miraba su alrededor. Dirigiendo a cada uno de los presentes la misma mirada que un animal salvaje a otro que trata de invadir su territorio. Y la mayoría de los presentes torcían su rostros, incapaces de sostenerle la mirada al imponente guerrero.
- No seas tan duro con ellos - respondí a su comentario. - Muchos no habrán derramado sangre en su vida, otros podrían ser como nosotros cuando llegamos a este lugar. Algunos ni tan si quiera son esclavos. - Mientras hablaba, señalé a un pequeño grupo de cuatro individuos, los cuales no llevaban ningún tipo de cadenas o ataduras. - He oído que algunos hombres libres vienen aquí con la esperanza de ganar dinero fácil. Quien sabe, puede que alguno haya oído hablar del "demonio pelirrojo" y busque igualar su fama. - Aunque mis palabras eran ciertas, acompañaba mis palabras de cierto tono sarcástico, con la intención de animarle.
Respiré hondo, tratando de mentalizarme para lo que estaba a punto de comenzar. Quizás, y solo quizás, si que extrañaría esa sensación. Al otro lado de la puerta de metal que nos separaba de "La Arena" ya podía oírse el clamor del público allí reunido. Sedientos de sangre y monedas, ya no podían esperar más a que la noche diese comienzo. Ni yo tampoco.
- Prepárate, hoy será nuestra última noche aquí.
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- Syxel:
- No tardan demasiado en empezar a llamar a los desgraciados para que vayan pasando al famoso foso de muerte, aunque tu nombre aún no es mencionado. Sospechas que te reservan para un poco más tarde, y seguramente tengas cierta incertidumbre sobre lo que te espera. Algo más tarde Nassor es obligado a bajar, y tan solo segundos después escuchas cómo te reclaman.
Cuando llegues a "la Arena", podrás ver que la normalmente amplia zona ha sido dividida mediante una serie de paredes, de aspecto lo suficientemente robusto como para no caer fácilmente. Así parece que hayan dejado el área de combate separada por compartimentos, algo novedoso y sospechoso al mismo tiempo. Antes de entrar en el tuyo, podrías llegar a vislumbrar brévemente a tu compañero pelirrojo, liado en lo que parece un dos contra uno.
En cuanto a tu turno... como de costumbre, te darán a elegir entre combatir a puño limpio, u optar por algunas armas pequeñas y de dudosa fiabilidad, tales como dagas y cuchillos, mazas de aspecto ligero e incluso alguna espada corta y mellada, ese tipo de cosas relativamente inútiles. Cuando hayas terminado y entres en la Arena propiamente dicha, comprobarás que eres el último en llegar del cubículo. Estas en una esquina, y en cada una de las otras esquinas hay otro combatiente, dos de aspecto normalucho tirando a escuálidos, cada uno con un cuchillo temblándole en la mano, y un tercero bastante ancho de espaldas y portador de un pequeño aunque amenazador martillo de carpintería. Su mirada es confiada, y parece que ha sobrevivido suficientes noches a ese infierno como para saber cómo desenvolverse.
Tienes libertad para desarrollar el combate como gustes, pero aprovecho para recordarte que en esta época aún no has despertado Haki, así que nada de predecir ataques antes de tiempo. Dependes únicamente de tus reflejos y tu experiencia.
- Nassor:
- No tardan demasiado en empezar a llamar a los desgraciados para que vayan pasando al famoso foso de muerte, aunque tu nombre aún no es mencionado. Sospechas que te reservan para un poco más tarde, y seguramente tengas cierta incertidumbre sobre lo que te espera. Algo más tarde te reclaman, obligándote a bajar si te niegas (para lo cual un par de los matones llamados guardias llevan palos puntiagudos con los que hostigarte).
Cuando llegues a "la Arena", podrás ver que la normalmente amplia zona ha sido dividida mediante una serie de paredes, de aspecto lo suficientemente robusto como para no caer fácilmente. Así parece que hayan dejado el área de combate separada por compartimentos, algo novedoso y sospechoso al mismo tiempo. Al entrar en el tuyo, verás que eres el primero en llegar, aunque no tardan demasiado en aparecer los que seguramente serán tus oponentes esta noche.
Como siempre, te dan a elegir entre ir a puño limpio, o llevar un arma a la pelea. Hay cierta variedad, aunque nada realmente deseable: algunos cuchillos, una espada corta con la hoja medio rota, un escudo de madera más pequeño que la bandeja donde te llevan la comida... Ese tipo de cosas. Cuando hayas hecho tu elección, te llevarán a una de las esquinas del cubículo, desde la cual podrás ver que en las otras esquinas ya están tus enemigos. Uno de ellos tiembla de cabeza a los pies, y lleva tan solo un escudo como el que viste antes, es bastante pequeño y seguramente sea el primero en morir... A menos que de repente te dé una venada extraña y quieras salvarlo, claro. Los otros dos parecen fijarse mucho en ti, te miran con cierto recelo pero también con ansias. Son bastante más fuertes que una persona normal, aunque ninguno por separado debería darte muchos problemas... Por separado, claro. Uno de ellos tiene dos cuchillos, y el segundo una espada corta que sujeta con ambas manos. Parecen tener algo de experiencia en combate, si bien no demasiada.
Tienes cierta libertad para llevar este combate, pero hay un factor fijo: los dos oponentes ignorarán al inofensivo del fondo y se centrarán en juntar sus esfuerzos para matarte en un dos contra uno. No parece que se conozcan de antemano ni poseen una buena comunicación, por lo que su coordinación es pésima, pero aún así te darán problemas serios si consiguen pillarte los dos a la vez.
- Airok:
- Bien, parece que has conseguido colarte en la "fiesta". Y sabes que Farrel es un tipo bajito y rechoncho, de pelo corto y rubio, aunque no parece haber nadie con esas características cerca de donde estás tú. También sabes que lo más destacable de su aspecto, y por lo que seguramente lo reconocerás, es su desfiguración: tiene la nariz torcida por el tabique, algo bastante particular, y le falta una oreja. Vaya un tío más raro, ¿no? ¿Qué tendrá que ver con la muchacha del burdel? No sabes mucho más sobre él, pero puedes sospechar que resuelve sus asuntos de forma distante, lo que lo convertiría en un objetivo difícil de localizar... aunque una vez hecho eso, si lo que dijo la chica es cierto es muy probable que convencerlo de que te ayude sea lo menos costoso de la operación. O no, ya veremos.
El grupo al que te uniste es finalmente conducido por un hombrecillo con sombrero de copa a los muelles, desde los cuales hay un acceso secreto a la red de túneles que tantos dolores de cabeza te causó descubrir. Oculto por unas cajas que no tardan en mover unos tíos bastante grandes, hay un hueco en uno de los muros naturales de la isla, por el cual puede pasar fácilmente una persona normal. Si sigues al grupo, una vez dentro el túnel se agranda, lo suficiente como para ir en filas de tres en tres. Está pobremente iluminado por unas lámparas que cuelgan del techo a varios metros sobre vuestras cabezas, así que mejor ir mirando por dónde pisas. Durante todo el trayecto habrán varios desvíos, aperturas extras y curvas, convirtiendo el área en un verdadero laberinto, tal como decían los rumores. Más te vale no alejarte demasiado. Al poco, irás escuchando a lo lejos el griterío y el sonido de los metales chocando. Cada vez más cerca, reconocerás enseguida que se trata del rugir del público reunido en "la Arena", parece que el espectáculo ya ha dado comienzo.
Antes de entrar, te pedirán que dejes tus armas (si llevas alguna) en una consigna, y se te cacheará por seguridad para que no cueles nada raro dentro. Todo lo que hayas declarado será guardado en una bolsa de cuero con un número, y verás cómo un tipo se la lleva y desaparece por un canal lateral. Te darán una insignia redonda y metálica con el mismo número acuñado, diciendo que cuando vayas a salir no te olvides de recogerlas si quieres recuperarlas, y que necesitarás entregar eso así que mejor no lo pierdas. ¿Qué organizado todo, no?
Cuando llegues, estarás en una zona excepcionalmente amplia, como mezcla de pasarelas y escaleras, formando una serie de pisos desde los cuales se puede ver en mayor o menor medida el enorme hueco que hay en el centro. Por ese hueco hacia abajo están las zonas de combate, separadas por paredes en diversos compartimentos, y en varios de ellos ya hay hombres matándose entre ellos.
Si te asomas, verás que desde tu posición se pueden ver los combates más cercanos, aunque nadie en ellos te suena. Puede que desde otro lugar puedas ver las otras peleas. También podrías llegar a darte cuenta de que las paredes que separan las "arenas" parecen algo antinaturales, artificiales... Como si normalmente no estuvieran ahí, vamos. El resto de la gente a tu alrededor ni se fija en esas cosas, ni le interesan, simplemente están ocupados gritando a quiénes apoyan para que vivan o mueran, y no mucho más allá está la zona donde se hacen las apuestas, por descontado está también abarrotada de personas. Se acabaron las delicadezas, ahí dentro es la ley del más fuerte, y si no andas con cuidado, nadie lo hará por ti, así que ábrete paso como puedas. Puede que sientas un par de intentos de "manosearte" entre la confusión, aunque es difícil ver nada en claro.
Teniendo en cuenta todos estos detalles, el resto de la escena te toca desarrollarla a ti. ¿Qué planeas hacer ahora que ya estás dentro? ¿Irás a ver si encuentras a Syxel? ¿Irás directamente a buscar a Farrel? Por todos lados hay tíos inmutables, anchos como armarios e impidiendo que la gente se meta por donde no se tiene que meter... Así que si quieres colarte por alguno de los accesos restringidos, tendrás que currarte cómo pasar a través de esos guardias.
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El hedor y el ruido eran casi insoportables allí dentro. ¿Red de túneles? Más bien de cloacas, diría yo, especialmente teniendo en cuenta la cantidad absurda de ratas que tuve que patear cuando se cruzaron en el camino de nuestro grupo.
El "viaje" había sido corto, pero confuso. No sabría decir exactamente por dónde estaba la salida, aunque me aseguré de recordar algunas indicaciones básicas y estaba casi seguro de que podría orientarme si me metiera de nuevo en aquel conglomerado de pasillos. Aunque claro, primero tendría que pasar de nuevo por aquella estúpida consigna donde se habían quedado mi espadón... ¿Pero qué digo? Ni que fuera a quedarme a ver aquel circo y luego irme de nuevo por la puerta principal... Por mu tentador que fuera quedarme a disfrutar de la matanza de humanos, tenía un objetivo claro: mi hermano.
Antes de meterme de lleno en aquella muchedumbre, bebí bastante de una de mis cantimploras (que por suerte me habían dejado quedarme tras comprobar que solo tenían agua), hinchando mi cuerpo por el excedente de líquido. Siendo algo más grande e intimidante que antes, me resultaría sencillo abrirme paso, por la fuerza si era necesario.
En momentos como aquellos tenía que agradecer (no sin desgana) que mi familia de tritones tuviera aquel gen tan raro. Ese que hacía que nuestro aspecto fuera casi humano, salvo por ciertos detalles. Quiero pensar que a un gyojin normal no lo tratarían de la forma que me habían tratado a mí, como si fuera uno más de ellos. De hecho, dudo que esos racistas hijos de puta me hubiesen siquiera dejado entrar, pero como digo tenía la suerte de mi parte, y apuesto que ninguno de ellos sospechaba siguiera mi verdadera naturaleza. Mientras no abriera la boca no debería tener problemas...
Al cabo de un rato, desde el palco en el que me encontraba en ese momento pude ver lo que tanto ansiaba: una buena panorámica de los combates. Varias de las "Arenas" estaban vacías o siendo vaciadas de cadáveres, mientras que en otras aún se estaba desarrollando la acción: pude ver a un tipo pelirrojo peleando contra dos tíos a la vez, a un hombre grande y moreno terminando de machacar la cabeza de su adversario con sus propias manos contra el suelo, y a un peligris que estaba entrando en ese momento en su cubículo... Pero no era capaz de ver a mi hermano por ningún lado. Quería imaginar que lo reconocería en cuanto lo viera, incluso si habían pasado tantos años... Quería pensar que ya había ganado su combate, y por eso no podía verlo, o quizá aún no lo hubieran llamado... Estaba nervioso, lo reconozco, y mi respiración se volvió agitada, al mismo tiempo que las voces a mi alrededor se iban silenciando en mi cabeza. El ansia me estaba carcomiendo, no quería pensar en lo peor...
"Aguanta, hermano. Sé que tienes que estar ahí dentro, y te sacaré cómo sea..." Pensé mientras me sacudía los mofletes con unas potentes palmadas. Puede que demasiado potentes, ma cara se me quedó roja y me ardían las manos... Pero había funcionado, me había despejado. Soportando una lagrimilla que amenazaba con asomar por mi ojo por el escozor que sentía, me di la vuelta y seguí abriéndome paso entre la gente, explorando el lugar.
Porque el primer paso para organizar una fuga, era reconocer el terreno del que ibas a fugarte. Si bien no era mi estilo evitar el enfrentamiento directo, ir de frente y sin armas contra los guardias (o lo que suponía que eran guardias) entre medio de tanta gente sería un suicidio. Sería perder la única oportunidad que tenía de colarme a las partes más importantes de los túneles (como la consigna, donde debía recuperar mi espadón en cuanto pudiera). Y, por supuesto, sería perder la oportunidad de rescatar a mi hermano, y eso no podía permitirlo. Debía ir con calma, planeando con todo el cuidado que me era posible, y para poder planear necesitaba "saber." Así que me pasé un buen rato simplemente explorando, observando, acumulando datos que suponía que me serían útiles.
Una vez tuviera en mis manos las cartas, podría jugar la partida. Y en mi cabeza ya se iba formando un plan de acción...
Airok Bonny
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Akuma no mi
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Por lo visto, aquel mugriento establecimiento donde me encontraba era el punto de reunión del que se partía para ir hacia el coliseo clandestino, un pequeño ser muy gracioso así lo indicaba mientras unos hombres fornidos despejaban unas cajas enormes "¿En serio? ¿Cajas?"
Mientras nos dirigíamos por aquel laberinto de túneles que olía cada vez peor y sin rastro de ventilación, yo dejaba de muy mala gana que el resto de integrantes del grupo me hablara para intentar parecer que formaba parte de ellos... "Se libran de que no puedo arrancarles la cabeza ahora mismo a estos animales repugnantes y babosos... Control Airok, control" Apreté un poco uno de los puños mientras con la otra mano acariciaba el relieve de mi corset trazando la ruta que seguíamos tratando de memorizar el camino por si fuera necesario salir por nuestro propio pie.
De pronto, un tipo de lo más siniestro me hizo dejar mis pertenencias en un casillero "Llevo viviendo en esta maldita isla prácticamente toda mi vida, y no deja de sorprenderme la cantidad de incoherencias que tiene este maldito lugar". Con cierto recelo, no me quedó otra más que recoger esa chapa con el número 52... "Nunca había cedido mis armas por tan poco..."
Ya por fin dentro en lo que parecía la zona de las gradas, comencé a observar a mi alrededor para saber a qué atenerme. "Realmente este lugar está muy bien pensado, puede verse absolutamente todo lo que ocurre allí abajo" Bajé por unas de las escaleras y logré deslizarme hasta la barandilla, lo más cerca del borde posible para poder ver bien hacia abajo.
"Están bien separados, pero la tierra del suelo deja ver unos surcos longitudinales que... ¡Las paredes se mueven! Debe haber alguna especie de mecanismo que las cambie, quizás se conecten todas las celdas entre sí de esa manera... Ese tal Farrel de momento es la única baza que tengo pero me niego a pensar que solamente yo estoy preocupada por alguno de esos pobres desgraciados de ahí debajo..."
Comencé entonces a buscar entre los rostros de la gente, miradas de desesperación o arrepentimiento. No sería demasiado difícil diferenciarlos de los gritos y vitoreos de los demás. "Veamos... allí hay una mujer que llora... quizás tenga a su hijo metido ahí, pero dudo que me pueda servir de ayuda... Aquel hombre parece no haber blandido un arma en su vida... ¿Pretenden resolver algo simplemente mirando y llorando? qué gentuza de verdad... eso no... no... demasiado pequeño... escuálido... Aquel ¿q..qué hace?" Veo entonces a un hombre notablemente más musculoso que el resto de escuálidos de la sala dándose bofetones a sí mismo un par de niveles por debajo del mío.
No era una apuesta segura pero me apresuré a buscarlo muy a mi pesar. Odiaba más que nada tener que depender de los demás pero, en aquella situación era evidente que no podría hacer nada siendo sólo una, por mucho que les pudiera a unos cuantos a la vez, eran demasiados, y nada me aseguraba que los demás miserables que estaban desfrutando del espectáculos se fuesen a unir en mi contra... Por lo que no me quedaba otra más que aguantarme y...
Había llegado al lugar exacto dónde había visto aquel ser, pero ya no estaba allí "Si es que encima me vais a poner todos esto más difícil de lo que es" Ya me estaba irritando... bastante. No bastaba con tener que ir a pedir ayuda que encima tenía que estar buscando a los 2 únicos candidatos que había conseguido "reclutar" en mi mente... Porque esa es otra, encima los tendría que convencer "¡¡¡Maldito Syxel!!! ¿Tantas ganas tenía de que me relacionara que tenías que montar todo este lío?"
Cabreada a más no poder, me di media vuelta y me dispuse a buscar aquel tipo. Sin duda era mucho más fácil de localizar que al tal Farrel, al que no había visto por ningún lado en todo el tiempo que llevaba allí, pero suponía que estaría junto al manda más haciendo cualquier recado... "¿Me acaban de tocar el culo?" Al darme la vuelta veo a un tipo bajito con cara de papa con lo que parecía una sonrisa por gesto. Con todo el asco lo agarré del cuello y apreté con todas mis ganas.
-- Hoy no es el día de tocarme las narices -- Lo solté y seguí mi camino mientras aquella garrapata recuperaba el aliento.
Por fin, un poco más adelante conseguí dar con el hombretón, que miraba a las paredes como buscando algo -- ¿Qué estás haciendo aquí?-- Mi tono no era para nada amigable, pero confiaba en que su desesperación fuera suficiente para aliarse conmigo. Tampoco buscaba amigos y me conformaba con que no se convirtiera en enemigo... En caso de que no me quisiera ayudar o mi gesto y mi tono me hicieran parecer hostil, me bastaba con largarme como mismo había venido.
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