Airok Bonny
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Ya había pasado más de una semana sin verlo y me parecía demasiado poco... Estaba en mi habitación acialándome y vistiéndome con pomposos vestidos de señora, o lo que en aquella zona se entendía por señora. Para mí simplemente era la típica vestimenta de ramera pero con la falda un tanto más amplia de lo normal.
-- Ojalá estuviese fuera 6 meses y viniese 2 días... o se fuera y se muriera ahogada en alguna tormenta --
-- Cuida esa boca muchachita, no te conviene estar diciendo esas cosas del señor William -- Mi madre, vieja y doblada por los dolores de espalda, no hacía más que caminar de un lado a otro de la habitación buscando prendas y complementos que ponerme -- Deberías estar agradecida de que te vista con ropajes finos que trae en sus viajes --
No podía evitar arder por dentro de la impotencia al no poder gritar a los cuatro vientos la desgracia que era permaneces casada con aquella bestia. Si ya todo el pueblo tenía una idea del mal carácter de aquel animal, no se imaginaban ni por asomo la de maldades que podía llegar a hacerme en la intimidad, con tal delicadeza de nunca dejar marcas visibles en público.
Entonces, mi madre, que llevaba sirviendo en aquella casa desde que yo recordaba, me trajo la joya más grande de todas las que me había traído William en sus viajes. Con cierta rabia se la arrebaté de las manos para ponérmela yo misma, a lo que ella respondió recogiéndome la enorme melena suelta con sus dos manos para facilitar el acto y soltarla una vez terminé de engancharlo.
-- Lo veo tan excesivo como falso e innecesario -- No podía quitar la vista del espejo observando mi ridículo y falso aspecto
-- Yo creo que eres la esposa más hermosa de todo Cliff -- Me dijo acercándose al oído a modo de abrazo
Con un resoplido me levanté de golpe arrastrando la silla hacia atrás y empujándola junto con mi madre
-- ¡Controla esos modales niña! --
-- Controla tú los tuyos -- dije al encararme con ella -- Aprende cual es tu lugar, que, por si se te olvida, no es el de madre -- entonces se le rallaron algo los ojos y trató de seguirme mientras salía de la habitación.
Cómo me cabreaba tanta estupidez y falsedad. Me sentía impotente y desdichada, con un vestido y joyas caras que no correspondían para nada con la realidad de un matrimonio que decir que estaba podrido era quedarse corto.
Tras largos años de malos tratos y abusos por absolutamente cualquier razón, ya había aprendido a no mostrar ningún tipo de sentimiento en mi cara. La seriedad era mi aliada y me evitaba al menos el cincuenta por ciento de los problemas. Por esa razón es que últimamente nadie conseguía averiguar si estaba o no preocupada o triste por algo, era mucho más fácil dar a entender que estaba enfadada o que la situación me era indiferente, pese a que la angustia me consumiera por dentro.
De pronto, un fuerte golpe tocó la puerta y mi madre fue corriendo a abrir. Algo en mi estómago se revolvió y corrí todo lo que pude para llegar al baño a tiempo. Cerré la puerta tras de mí a toda prisa de un portazo y eché todo lo que había comido durante el día en la ducha. Tras unos minutos tirada en el suelo sin apenas respirar, mocosa y con los ojos llorosos no podía dejar de temblar, lo que me dificultó bastante abrir el grifo para que el agua se llevase todo aquello. Una vez me conseguí poner en pie, no sin antes tropezar unas cuantas veces, me dirigí hasta el lavamanos, donde me enjuagué la cara y me aseguré de que pareciera que no pasaba absolutamente nada.
-- Dónde está mi preciosa florecilla, te he echado de menos pequeña -- A lo lejos se escuchaba una voz fuerte y muy alta -- Sabes que no me gusta que me hagan esperar --
Estaba de buen humor, tenía que aprovechar esos momentos al máximo para que durasen el mayor tiempo posible así que puse mi mejor y más falsa sonrisa y salí corriendo de aquel baño caminando muy apuradamente y sin detenerme hasta donde se encontraba William.
-- Aquí está mi niña -- Dijo con una sonrisa enorme, y una vez me tuvo de frente me abrazó, propinándome una nalgada que me hizo dar un pequeño salto junto con un quejido que traté de contener.
-- Siento la tardanza, me estaba poniendo guapa para la fiesta de hoy -- Dije con voz suave y mostrando mi collar, a lo que William, por suerte, respondió con una amplia sonrisa.
-- Vaya vaya, veo que mis secuaces hacen su trabajo y te mantienen informada. Muy bien, en una hora yo también estaré listo, espérame aquí y no te me pierdas ¿eh? -- dijo dándome unas palmaditas en la cara -- sé buena --
Una vez entró en su habitación, pude descansar de mi actuación. Me senté en el sofá a hacerme la trenza y esperé a que saliera.
-- Ojalá estuviese fuera 6 meses y viniese 2 días... o se fuera y se muriera ahogada en alguna tormenta --
-- Cuida esa boca muchachita, no te conviene estar diciendo esas cosas del señor William -- Mi madre, vieja y doblada por los dolores de espalda, no hacía más que caminar de un lado a otro de la habitación buscando prendas y complementos que ponerme -- Deberías estar agradecida de que te vista con ropajes finos que trae en sus viajes --
No podía evitar arder por dentro de la impotencia al no poder gritar a los cuatro vientos la desgracia que era permaneces casada con aquella bestia. Si ya todo el pueblo tenía una idea del mal carácter de aquel animal, no se imaginaban ni por asomo la de maldades que podía llegar a hacerme en la intimidad, con tal delicadeza de nunca dejar marcas visibles en público.
Entonces, mi madre, que llevaba sirviendo en aquella casa desde que yo recordaba, me trajo la joya más grande de todas las que me había traído William en sus viajes. Con cierta rabia se la arrebaté de las manos para ponérmela yo misma, a lo que ella respondió recogiéndome la enorme melena suelta con sus dos manos para facilitar el acto y soltarla una vez terminé de engancharlo.
-- Lo veo tan excesivo como falso e innecesario -- No podía quitar la vista del espejo observando mi ridículo y falso aspecto
-- Yo creo que eres la esposa más hermosa de todo Cliff -- Me dijo acercándose al oído a modo de abrazo
Con un resoplido me levanté de golpe arrastrando la silla hacia atrás y empujándola junto con mi madre
-- ¡Controla esos modales niña! --
-- Controla tú los tuyos -- dije al encararme con ella -- Aprende cual es tu lugar, que, por si se te olvida, no es el de madre -- entonces se le rallaron algo los ojos y trató de seguirme mientras salía de la habitación.
Cómo me cabreaba tanta estupidez y falsedad. Me sentía impotente y desdichada, con un vestido y joyas caras que no correspondían para nada con la realidad de un matrimonio que decir que estaba podrido era quedarse corto.
Tras largos años de malos tratos y abusos por absolutamente cualquier razón, ya había aprendido a no mostrar ningún tipo de sentimiento en mi cara. La seriedad era mi aliada y me evitaba al menos el cincuenta por ciento de los problemas. Por esa razón es que últimamente nadie conseguía averiguar si estaba o no preocupada o triste por algo, era mucho más fácil dar a entender que estaba enfadada o que la situación me era indiferente, pese a que la angustia me consumiera por dentro.
De pronto, un fuerte golpe tocó la puerta y mi madre fue corriendo a abrir. Algo en mi estómago se revolvió y corrí todo lo que pude para llegar al baño a tiempo. Cerré la puerta tras de mí a toda prisa de un portazo y eché todo lo que había comido durante el día en la ducha. Tras unos minutos tirada en el suelo sin apenas respirar, mocosa y con los ojos llorosos no podía dejar de temblar, lo que me dificultó bastante abrir el grifo para que el agua se llevase todo aquello. Una vez me conseguí poner en pie, no sin antes tropezar unas cuantas veces, me dirigí hasta el lavamanos, donde me enjuagué la cara y me aseguré de que pareciera que no pasaba absolutamente nada.
-- Dónde está mi preciosa florecilla, te he echado de menos pequeña -- A lo lejos se escuchaba una voz fuerte y muy alta -- Sabes que no me gusta que me hagan esperar --
Estaba de buen humor, tenía que aprovechar esos momentos al máximo para que durasen el mayor tiempo posible así que puse mi mejor y más falsa sonrisa y salí corriendo de aquel baño caminando muy apuradamente y sin detenerme hasta donde se encontraba William.
-- Aquí está mi niña -- Dijo con una sonrisa enorme, y una vez me tuvo de frente me abrazó, propinándome una nalgada que me hizo dar un pequeño salto junto con un quejido que traté de contener.
-- Siento la tardanza, me estaba poniendo guapa para la fiesta de hoy -- Dije con voz suave y mostrando mi collar, a lo que William, por suerte, respondió con una amplia sonrisa.
-- Vaya vaya, veo que mis secuaces hacen su trabajo y te mantienen informada. Muy bien, en una hora yo también estaré listo, espérame aquí y no te me pierdas ¿eh? -- dijo dándome unas palmaditas en la cara -- sé buena --
Una vez entró en su habitación, pude descansar de mi actuación. Me senté en el sofá a hacerme la trenza y esperé a que saliera.
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