Katharina von Steinhell
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¡WOOH! Fue mi primera impresión tras ver la colosal y futurista isla a la que pisaba con curiosidad. Jamás fui de las personas expresivas que se dejaban deleitar por cualquier cosa, pero es que jamás había estado en un lugar como ese. Desde el puerto podía ver los enormes edificios repletos de ventanas y más ventanas, ¿cómo podía existir algo como eso? Estaba acostumbrada a las casas de madera y piedra, con unas pocas ventanas y una confortable chimenea. Caminaba por la principal avenida, completamente anonadada.
Las mascotas (en su mayoría perros y gatos) paseaban libremente por las perfectas plazas, las cuales contaban de bancas en donde se sentaban los ciudadanos de Nueva Esperanza y muchos árboles, además de juegos. ¿Era una utopía? Seguramente había un truco en todo ello, porque algo así era imposible de lograr. ¿Hacia dónde debía dirigirme primero? ¿Intentar en conocer la comida del lugar? ¿O acaso era mejor ir por… ropa? Sí, también era una chica que gustaba de comprar cosas nuevas, sobre todo animales. ¡Oh, cierto! Seguramente podía encontrar un buen lugar para dejar a mi Narballo. Para quienes no sepan que es un Narballo… Básicamente es un caballo de dos metros con rostro de narval.
–Disculpe, señor. Soy nueva en esta isla y deseo encontrar un lugar donde tomar un buen café.
–¡Oh, claro! Bienvenida –comentó amablemente–. Puedes dirigirte hacia Sweet Tenderness. Una estupenda cafetería donde sirven los mejores capuccinos, ¡debes probarlos!
Le di las gracias y seguí las indicaciones que el buen hombre me dio, esperando probar ese tal capuccino. ¿Qué sería? Nunca fui adicta al café, pero ya que estaba en esta nueva isla, tenía que conocerlo. Además, el cielo estaba nublado y podía llover… Como amaba estos climas. Donde vivía, llovía casi todos los días y en las mañanas despejadas podía ver un enorme arcoíris. Pasé fantaseando en mi cabeza casi todo el camino, hasta que vi un ovalado letrero de madera con el nombre de la cafetería. Entre todo lo que parecía ser futurista, la humilde estructura de madera destacaba.
Acomodé el gorro celeste de lana que llevaba en mi cabeza, estiré un poco el chaleco de igual color y me coloqué bien el abrigo. ¿La verdad? No esperaba que hiciera tanto frío, pero me agradaba. Las hojas secas y la tenue lluvia… Era el clima perfecto. Me senté en la primera silla que vi y me concentré en la carta.
–Quiero un… capuccino, por favor –pedí con tono frío y tímido, no sabía si lo había pronunciado bien–. ¡Oh, espere! También quiero un trozo de pastel, de milhojas, por favor.
No era fanática de las cosas dulces, pero merecía comer. Tenía dinero suficiente para pasar unas buenas “vacaciones” en aquella isla. Después de algunos minutos, la mujer de cabello negro y piel de porcelana llegó y dejó una pequeña y blanca taza sobre la mesa de madera; luego, colocó el pastel. Todo se veía muy rico y… ¡Era exquisito! Jamás había probado algo así. La perfecta mezcla del café con leche… era una maravilla. Sin embargo, mientras deleitaba mi comida me fijé en alguien que estaba con… ¿helado? ¿En serio? Bueno, cada quien con sus gustos.
–¡Hey, hey! –Escuché el grito de varios hombres, volteé la mirada y me encontré con hombres que vestían el uniforme de la Marina– ¡En nombre de la ley y justicia, detente!
No podía creerlo, de verdad no podía. ¿Es que los problemas me perseguían? Los marines salieron corriendo tras el joven, que ni siquiera vi, y luego de unos minutos llegaron otros hombres, con aspecto más rudo. No quería fijarme en lo que estaba sucediendo, quería seguir deleitándome con el delicioso sabor del café. ¿Se preguntarán donde quedó mi enorme guadaña? La dejé en casa, pues Freya me prohibió que la llevara debido a que, supuestamente, estaba de vacaciones. En cierta forma, la engañé ya que aún tenía mi libro de conjuros.
–¡Maldición! ¡Ni siquiera dejan comer pastel! –Susurré para mí misma, al mismo tiempo que golpeaba violentamente la mesa con las palmas de mis manos– Averiguaré qué sucede, no quiero problemas justo cuando vengo de vacaciones.
Mi mirada se incrustó en un hombre que se levantaba, parecía haber visto los extraños sucesos. ¿Acaso estaría involucrado? Me acerqué hacia él, y con tono frío y mirada indiferente le hablé.
–Disculpa, ¿sabes quiénes son? Por cómo te has movido, pareciera que estás interesado en esto.
Las mascotas (en su mayoría perros y gatos) paseaban libremente por las perfectas plazas, las cuales contaban de bancas en donde se sentaban los ciudadanos de Nueva Esperanza y muchos árboles, además de juegos. ¿Era una utopía? Seguramente había un truco en todo ello, porque algo así era imposible de lograr. ¿Hacia dónde debía dirigirme primero? ¿Intentar en conocer la comida del lugar? ¿O acaso era mejor ir por… ropa? Sí, también era una chica que gustaba de comprar cosas nuevas, sobre todo animales. ¡Oh, cierto! Seguramente podía encontrar un buen lugar para dejar a mi Narballo. Para quienes no sepan que es un Narballo… Básicamente es un caballo de dos metros con rostro de narval.
–Disculpe, señor. Soy nueva en esta isla y deseo encontrar un lugar donde tomar un buen café.
–¡Oh, claro! Bienvenida –comentó amablemente–. Puedes dirigirte hacia Sweet Tenderness. Una estupenda cafetería donde sirven los mejores capuccinos, ¡debes probarlos!
Le di las gracias y seguí las indicaciones que el buen hombre me dio, esperando probar ese tal capuccino. ¿Qué sería? Nunca fui adicta al café, pero ya que estaba en esta nueva isla, tenía que conocerlo. Además, el cielo estaba nublado y podía llover… Como amaba estos climas. Donde vivía, llovía casi todos los días y en las mañanas despejadas podía ver un enorme arcoíris. Pasé fantaseando en mi cabeza casi todo el camino, hasta que vi un ovalado letrero de madera con el nombre de la cafetería. Entre todo lo que parecía ser futurista, la humilde estructura de madera destacaba.
Acomodé el gorro celeste de lana que llevaba en mi cabeza, estiré un poco el chaleco de igual color y me coloqué bien el abrigo. ¿La verdad? No esperaba que hiciera tanto frío, pero me agradaba. Las hojas secas y la tenue lluvia… Era el clima perfecto. Me senté en la primera silla que vi y me concentré en la carta.
–Quiero un… capuccino, por favor –pedí con tono frío y tímido, no sabía si lo había pronunciado bien–. ¡Oh, espere! También quiero un trozo de pastel, de milhojas, por favor.
No era fanática de las cosas dulces, pero merecía comer. Tenía dinero suficiente para pasar unas buenas “vacaciones” en aquella isla. Después de algunos minutos, la mujer de cabello negro y piel de porcelana llegó y dejó una pequeña y blanca taza sobre la mesa de madera; luego, colocó el pastel. Todo se veía muy rico y… ¡Era exquisito! Jamás había probado algo así. La perfecta mezcla del café con leche… era una maravilla. Sin embargo, mientras deleitaba mi comida me fijé en alguien que estaba con… ¿helado? ¿En serio? Bueno, cada quien con sus gustos.
–¡Hey, hey! –Escuché el grito de varios hombres, volteé la mirada y me encontré con hombres que vestían el uniforme de la Marina– ¡En nombre de la ley y justicia, detente!
No podía creerlo, de verdad no podía. ¿Es que los problemas me perseguían? Los marines salieron corriendo tras el joven, que ni siquiera vi, y luego de unos minutos llegaron otros hombres, con aspecto más rudo. No quería fijarme en lo que estaba sucediendo, quería seguir deleitándome con el delicioso sabor del café. ¿Se preguntarán donde quedó mi enorme guadaña? La dejé en casa, pues Freya me prohibió que la llevara debido a que, supuestamente, estaba de vacaciones. En cierta forma, la engañé ya que aún tenía mi libro de conjuros.
–¡Maldición! ¡Ni siquiera dejan comer pastel! –Susurré para mí misma, al mismo tiempo que golpeaba violentamente la mesa con las palmas de mis manos– Averiguaré qué sucede, no quiero problemas justo cuando vengo de vacaciones.
Mi mirada se incrustó en un hombre que se levantaba, parecía haber visto los extraños sucesos. ¿Acaso estaría involucrado? Me acerqué hacia él, y con tono frío y mirada indiferente le hablé.
–Disculpa, ¿sabes quiénes son? Por cómo te has movido, pareciera que estás interesado en esto.
- Off:
- Lo siento, parece que he cambiado el clima. Me gustan los días nublados, así que si no hay problema me gustaría que así fuera, además tengo la ropa perfecta (??).
- Katharina:
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Arqué la ceja cuando el hombre me hablaba como si estuviera perdida… como si fuera una niña, ¿acaso no lucía ya lo bastante grande como para que los demás dejaran de mirarme con inocencia? Solté una mueca de disgusto cuando preguntó si no sabía dónde estaban mis padres, porque claramente sabía: estaban bajo tierra. Ambos murieron, ¿vale? Están bien muertos y no pretendía revivirlos. En fin, no tenía nada que hacer frente a una persona como esa. Sin embargo, el robot que apareció sí que fue de utilidad al dar información respecto a los barcos que estaban varados en el puerto.
El hombre se despidió y comenzó a… ¿trotar? ¿Acaso llevaba prisa? En fin, tuve que interrumpir mi delicioso pastel por preguntarle algo al sujeto que no hizo más que tratarme de niña. Tenía que conseguir alguna forma de rastrear a los objetivos, y justo se me ocurrió una idea. No tenía un cargo muy elevado dentro de la Marina, pero seguro que podía conseguir un poco de información con el resto de mis compañeros y así ayudar a que terminasen la misión para seguir deleitándome de pastelillos.
–Espero no volver a toparme con alguien como tú –le mencioné antes de que se alejara por completo.
Volteé y caminé en dirección hacia los muelles, esperando encontrar los buques de guerra que el robot mencionó. Sin embargo, pasado unos minutos, me encontré con un trío de marines que andaban con fusil en mano, mirando de un lugar a otro. Me acerqué a ellos y escuché su conversación.
–Necesitamos encontrar a ese chico cuanto antes –mencionó uno de ellos–, es nuestra pieza fundamental. ¡Vamos!
–¡Hey! ¿De qué va todo esto? –Les pregunté sin rodeos, mirándolos indiferentemente– Soy marine, como ustedes, pero estoy de vacaciones. Pertenezco a la tripulación de Los Inmortales; seguramente la conocen.
Los hombres intercambiaron miradas, como si dudaran de mí, pero al cabo de unos segundos asintieron y afirmaron conocer la existencia de tal banda marine. Me dieron la información que quería: un chico estaba involucrado en asuntos turbios y la Marina necesitaba encontrarlo para sacarle información. Me despedí de ellos y continué mi caminata hasta sentarme en una banca. Después de unos cuantos minutos apareció un hombre de gorro de lana y abrigo oscuro y largo; llevaba un cigarrillo en la mano.
–¿Quieres uno? –Me preguntó, como intentando sociabilizar.
–Nunca he fumado –le respondí con sinceridad–. Una pregunta, ¿ha escuchado algún rumor sobre piratas en esta isla?
–¿Piratas? ¡Já! –Se burló– Esta isla es muy segura, ningún pirata podría entrar.
Parecía que no estaba del todo seguro en su respuesta, por mi parte tenía la certeza de que había problemas y lo mejor era no divulgarlos. Me despedí del viejo y continué caminado una calle que colindaba con un riachuelo. ¿Dónde conseguiría pistas para terminar el caso? Me quedé pensando mientras la helada brisa sacudía mis cabellos plateados.
El hombre se despidió y comenzó a… ¿trotar? ¿Acaso llevaba prisa? En fin, tuve que interrumpir mi delicioso pastel por preguntarle algo al sujeto que no hizo más que tratarme de niña. Tenía que conseguir alguna forma de rastrear a los objetivos, y justo se me ocurrió una idea. No tenía un cargo muy elevado dentro de la Marina, pero seguro que podía conseguir un poco de información con el resto de mis compañeros y así ayudar a que terminasen la misión para seguir deleitándome de pastelillos.
–Espero no volver a toparme con alguien como tú –le mencioné antes de que se alejara por completo.
Volteé y caminé en dirección hacia los muelles, esperando encontrar los buques de guerra que el robot mencionó. Sin embargo, pasado unos minutos, me encontré con un trío de marines que andaban con fusil en mano, mirando de un lugar a otro. Me acerqué a ellos y escuché su conversación.
–Necesitamos encontrar a ese chico cuanto antes –mencionó uno de ellos–, es nuestra pieza fundamental. ¡Vamos!
–¡Hey! ¿De qué va todo esto? –Les pregunté sin rodeos, mirándolos indiferentemente– Soy marine, como ustedes, pero estoy de vacaciones. Pertenezco a la tripulación de Los Inmortales; seguramente la conocen.
Los hombres intercambiaron miradas, como si dudaran de mí, pero al cabo de unos segundos asintieron y afirmaron conocer la existencia de tal banda marine. Me dieron la información que quería: un chico estaba involucrado en asuntos turbios y la Marina necesitaba encontrarlo para sacarle información. Me despedí de ellos y continué mi caminata hasta sentarme en una banca. Después de unos cuantos minutos apareció un hombre de gorro de lana y abrigo oscuro y largo; llevaba un cigarrillo en la mano.
–¿Quieres uno? –Me preguntó, como intentando sociabilizar.
–Nunca he fumado –le respondí con sinceridad–. Una pregunta, ¿ha escuchado algún rumor sobre piratas en esta isla?
–¿Piratas? ¡Já! –Se burló– Esta isla es muy segura, ningún pirata podría entrar.
Parecía que no estaba del todo seguro en su respuesta, por mi parte tenía la certeza de que había problemas y lo mejor era no divulgarlos. Me despedí del viejo y continué caminado una calle que colindaba con un riachuelo. ¿Dónde conseguiría pistas para terminar el caso? Me quedé pensando mientras la helada brisa sacudía mis cabellos plateados.
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Vi otro escuadrón que corría con fusiles en mano por las calles en dirección hacia el centro. ¿Acaso… problemas? Comencé a correr para seguirles de cerca, hasta que salté a un tejado nevado para obtener otra panorámica. Saltaba de techo en techo, de esta forma podía avanzar mucho más rápido. El escuadrón se detuvo justo donde estaba el chico al que todos buscaban, y de un momento a otro llegó un grupo de piratas. No pasó mucho tiempo para que todo terminara en una constante amenaza entre los dos bandos… ¿Qué podía hacer desde el tejado de una casa?
Estuve atenta a todos los movimientos, incluso a la llegada del mismo hombre que anteriormente me encontré en la cafetería. “¿Qué hace él aquí?”, pensé. Seguro que tenía algo que ver con todo este asunto y no podía evitar pensar que mis vacaciones terminarían frustradas por un grupo de idiotas que no sabía controlarse. Entre medio del escuadrón pirata, apareció un hombre bien vestido… Podía sentir un aura completamente distinta, casi me llegaba a intimidar. Si quería sobrevivir, debía andarme con mucho cuidado y no hacer nada loco.
Escuché el disparo del fusil… Pero, ¿a dónde fue a dar la bala? Había apuntado al hombre del sombrero de copa, pero no ocurrió nada. Hizo algo que no vi, sí… seguro que eso fue. Una aterradora escena se presentó ante mis ojos: todo el escuadrón decapitado. ¡Mierda! ¿De qué me servirían sin cabeza? Ya buscaría alguna forma de arreglarlo, seguro que mi conjuro servía de todas formas. Ahora… Tenía que ayudar a ese chico; no porque quisiera, sino que era necesario terminar con el mal de raíz.
–Hoy no es tu día de suerte, chico –susurré mientras activaba mi conjuro Alzar Cadáver I para reanimar a los marines caídos en batalla. Aproveché la distracción para ordenarles que ejecutaran en ese preciso momento al chico, ya veía que él era el problema del asunto.
El hombre de sombrero de copa se sorprendió tras ver como los marines que había asesinado hace apenas unos segundos se alzaban para volver a pelear, solo que esta vez uno disparo su fusil en dirección a la cabeza del muchacho. Por mi parte estaba escondida en el tejado, había ejecutado mi plan a la perfección y seguramente fue un acto muy imprudente, pero solo quería disfrutar de mi café. Espera, que era broma… ¿Sabías como se engañaba a un zorro? Muriendo. JAJA, ¿entiendes?
Liberé la burbuja de oscuridad para causar caos y evitar que vieran mis movimientos, le ordené a los no muertos que me protegieran en todo momento y usando mis pasos veloces llegué inmediatamente hasta el cadáver del chico. Intenté levantarlo, pero pesaba mucho… Cómo deseaba contar con un poco de fuerza. No quedaba otra que revivirlo ahí mismo, así que usé mi conjuro Reanimación I para que se pudiera mover por su cuenta. ¿A qué todo estaba saliendo bien? No era necesario matarlo, pero sí era importante confundir al hombre del sombrero.
–Te ordeno que te muevas, pedazo de carne. Sígueme y no te separes, ya hablaremos tú y yo.
Estuve atenta a todos los movimientos, incluso a la llegada del mismo hombre que anteriormente me encontré en la cafetería. “¿Qué hace él aquí?”, pensé. Seguro que tenía algo que ver con todo este asunto y no podía evitar pensar que mis vacaciones terminarían frustradas por un grupo de idiotas que no sabía controlarse. Entre medio del escuadrón pirata, apareció un hombre bien vestido… Podía sentir un aura completamente distinta, casi me llegaba a intimidar. Si quería sobrevivir, debía andarme con mucho cuidado y no hacer nada loco.
Escuché el disparo del fusil… Pero, ¿a dónde fue a dar la bala? Había apuntado al hombre del sombrero de copa, pero no ocurrió nada. Hizo algo que no vi, sí… seguro que eso fue. Una aterradora escena se presentó ante mis ojos: todo el escuadrón decapitado. ¡Mierda! ¿De qué me servirían sin cabeza? Ya buscaría alguna forma de arreglarlo, seguro que mi conjuro servía de todas formas. Ahora… Tenía que ayudar a ese chico; no porque quisiera, sino que era necesario terminar con el mal de raíz.
–Hoy no es tu día de suerte, chico –susurré mientras activaba mi conjuro Alzar Cadáver I para reanimar a los marines caídos en batalla. Aproveché la distracción para ordenarles que ejecutaran en ese preciso momento al chico, ya veía que él era el problema del asunto.
El hombre de sombrero de copa se sorprendió tras ver como los marines que había asesinado hace apenas unos segundos se alzaban para volver a pelear, solo que esta vez uno disparo su fusil en dirección a la cabeza del muchacho. Por mi parte estaba escondida en el tejado, había ejecutado mi plan a la perfección y seguramente fue un acto muy imprudente, pero solo quería disfrutar de mi café. Espera, que era broma… ¿Sabías como se engañaba a un zorro? Muriendo. JAJA, ¿entiendes?
Liberé la burbuja de oscuridad para causar caos y evitar que vieran mis movimientos, le ordené a los no muertos que me protegieran en todo momento y usando mis pasos veloces llegué inmediatamente hasta el cadáver del chico. Intenté levantarlo, pero pesaba mucho… Cómo deseaba contar con un poco de fuerza. No quedaba otra que revivirlo ahí mismo, así que usé mi conjuro Reanimación I para que se pudiera mover por su cuenta. ¿A qué todo estaba saliendo bien? No era necesario matarlo, pero sí era importante confundir al hombre del sombrero.
–Te ordeno que te muevas, pedazo de carne. Sígueme y no te separes, ya hablaremos tú y yo.
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No tenía ninguna intención de responder la pregunta del hombre de sombrero de copa. Desactivé la burbuja de oscuridad y le ordené al chico reanimado que me siguiera en todo momento, era tiempo de alejarnos de allí. No me importaba si mi decisión les agradaba a los demás, era la mejor forma de proteger la “vida” de alguien… Todos le vieron morir, eso ya no era ningún cuento, pero el hecho era que nadie buscaba a un muerto así que de seguro que tendrían que buscar otra alternativa.
Corrimos por estrecho callejones nevados y llegamos hasta la avenida principal. No me parecía tan buena idea estar en una calle tan concurrida en donde todos nos podían ver, así que con la vista busqué algún edificio que nos permitiera hablar sin problemas. De cierta forma ya sabía qué pasaría: “¿Por qué me mataste?” Sería la primera pregunta, y en hacer que el chico entendiera me tomaría un buen rato. Le ordené que se quitara la mancha de sangre de su cráneo, ya estaba lo suficientemente pálido y no necesitábamos llamar la atención.
Comencé a mirarlo mejor… Llevaba un gorro negro y bajo este caían unos rebeldes mechones negros, que hacían juego perfecto con ahora su pálida piel. Su rostro grababa una constante expresión seria mientras que sus violetas ojos, como los míos, evitaban el contacto visual. Vestía un chaleco del mismo color que su gorro, solo que este tenía un lobo bordado. No parecía fuerte ni importante, lo que hacía preguntarme por qué lo perseguían.
–Vamos, entremos allí –le dije, señalando con mi índice un restaurante de madera bien iluminado–. Ahora no es necesario que comas, pero de todas formas puedes disfrutar de una buena comida.
Tras cruzar la puerta de vidrio nuestros rostros fueron iluminados por las luces del restaurante, que por cierto se veía bastante elegante. La portera intentó detenernos, dando a entender que no cumplíamos con los estándares que el restaurante exigía… Si era por dinero, no tenía ningún problema. La miré desde abajo hacia arriba.
–Alguien como tú no debería decirme dónde puedo entrar o no –le comenté, con desprecio–. Ahora, ve y prepara una mesa para dos. Inmediatamente.
La chica, bastante asustada, corrió a cumplir con mi mandato. Nos sentamos lo más alejado del enorme ventanal y fingimos ser una feliz pareja que comería una buena comida en un elegante restaurante. Pero no era más que una mentira, era hora de comenzar el interrogatorio.
–Te hecho un favor, chico –le dije–. A un muerto nadie le busca… Oh, cierto. ¿Por qué lo hacen? ¿Eres alguien importante?
–Me llamo Thomas Reynolds… Y… –parecía que le costaba trabajo decir la verdad, pero mis preguntas eran absolutas y no podía negarse– Soy el hijo de un comandante pirata que está aquí en la ciudad… ¡Nunca quise ser pirata, lo juro!
¿Solo eso? ¿Maté y gasté energías en proteger al pobre rebelde hijo de un pirata? Estaba desilusionada, esperaba algo más… importante. Le miré con mis fríos ojos.
–Nadie busca a un muerto, ¿entendido? Todos te recibir ese balazo en el cráneo, y nadie sabe que fui yo. Pasarás escondido el tiempo que sea necesario, ¿entendido? Luego, tomarás el primer barco hacia donde quiera que vayas y serás libre.
Ese era mi plan… En definitiva, mis métodos eran un asco y nadie los aprobaría; era la principal razón por la que no pedía la opinión de nadie. Un método despiadado… siempre otorgaba mejores resultados.
Corrimos por estrecho callejones nevados y llegamos hasta la avenida principal. No me parecía tan buena idea estar en una calle tan concurrida en donde todos nos podían ver, así que con la vista busqué algún edificio que nos permitiera hablar sin problemas. De cierta forma ya sabía qué pasaría: “¿Por qué me mataste?” Sería la primera pregunta, y en hacer que el chico entendiera me tomaría un buen rato. Le ordené que se quitara la mancha de sangre de su cráneo, ya estaba lo suficientemente pálido y no necesitábamos llamar la atención.
Comencé a mirarlo mejor… Llevaba un gorro negro y bajo este caían unos rebeldes mechones negros, que hacían juego perfecto con ahora su pálida piel. Su rostro grababa una constante expresión seria mientras que sus violetas ojos, como los míos, evitaban el contacto visual. Vestía un chaleco del mismo color que su gorro, solo que este tenía un lobo bordado. No parecía fuerte ni importante, lo que hacía preguntarme por qué lo perseguían.
–Vamos, entremos allí –le dije, señalando con mi índice un restaurante de madera bien iluminado–. Ahora no es necesario que comas, pero de todas formas puedes disfrutar de una buena comida.
Tras cruzar la puerta de vidrio nuestros rostros fueron iluminados por las luces del restaurante, que por cierto se veía bastante elegante. La portera intentó detenernos, dando a entender que no cumplíamos con los estándares que el restaurante exigía… Si era por dinero, no tenía ningún problema. La miré desde abajo hacia arriba.
–Alguien como tú no debería decirme dónde puedo entrar o no –le comenté, con desprecio–. Ahora, ve y prepara una mesa para dos. Inmediatamente.
La chica, bastante asustada, corrió a cumplir con mi mandato. Nos sentamos lo más alejado del enorme ventanal y fingimos ser una feliz pareja que comería una buena comida en un elegante restaurante. Pero no era más que una mentira, era hora de comenzar el interrogatorio.
–Te hecho un favor, chico –le dije–. A un muerto nadie le busca… Oh, cierto. ¿Por qué lo hacen? ¿Eres alguien importante?
–Me llamo Thomas Reynolds… Y… –parecía que le costaba trabajo decir la verdad, pero mis preguntas eran absolutas y no podía negarse– Soy el hijo de un comandante pirata que está aquí en la ciudad… ¡Nunca quise ser pirata, lo juro!
¿Solo eso? ¿Maté y gasté energías en proteger al pobre rebelde hijo de un pirata? Estaba desilusionada, esperaba algo más… importante. Le miré con mis fríos ojos.
–Nadie busca a un muerto, ¿entendido? Todos te recibir ese balazo en el cráneo, y nadie sabe que fui yo. Pasarás escondido el tiempo que sea necesario, ¿entendido? Luego, tomarás el primer barco hacia donde quiera que vayas y serás libre.
Ese era mi plan… En definitiva, mis métodos eran un asco y nadie los aprobaría; era la principal razón por la que no pedía la opinión de nadie. Un método despiadado… siempre otorgaba mejores resultados.
Katharina von Steinhell
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Características
fuerza
Fortaleza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
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Retiré el gorro, dejando cae unos plateados cabellos que hacían juego perfecto con el color de mi piel. Mis ojos no dejaban de mirar al no muerto que tenía en frente, ciertamente era el hijo de un pirata… ¿Y si pedía un rescate por él? Espera, no. Recién había pensado en salvarle el pellejo para poder terminar mis vacaciones, aunque no era mala idea pedir un rescate de… ¿100.000.000 de berries? Me vendrían bien; sin embargo, estaba la posibilidad de meterme en un grave problema. Después de todo, le había matado y… ¡Oh! Se me ocurrió una perfecta idea.
Mi expresión era fría y no me inmutaba por los comentarios de Thomas. Mientras tuviera su cuerpo intacto, podía levantarlo cuántas veces yo quisiera y lo mejor de todo era que respondería a todas mis órdenes. ¡Bien! Ahora tenía que idear un buen plan… Deshacerme de una banda pirata era lo más importante, sobre todo si podía asesinar a su capitán y hacerme del botín. Mi idea era usar al chico como chivo expiatorio, ordenarle que se entregue ante su padre y luego buscaría una oportunidad para que este sea asesinado por su propio hijo. No era necesario involucrarme directamente en el asesinato, solo tomaría el botín y los méritos.
–Mira, Thomas-kun, he pensado que estoy arriesgando mucho para que solo tú ganes algo de todo esto –le dije sin soltar una expresión en mi rostro–. Tienes una misión y espero que puedas cumplirla perfectamente… Mira, el pasaje a tu libertad será la vida de tu padre.
Pude ver la expresión de espanto en la cara del muchacho y cómo lentamente retrocedía, sin levantarse de la silla. Parece que no quería hacerlo, pero no tenía otra opción… Estaba obligado a obedecerme. A nadie le gustaría ser un puto no muerto comandado por una bruja egoísta y despiadada, aunque no estaba haciendo nada malo… Simplemente estaba cumpliendo mi trabajo como marine y la vida del chico no me importaba en lo absoluto, si hubiera sido así no hubiera ordenado la ejecución.
–N-No puedo… ¡No puedo hacerlo! –Exclamó, sin levantar mucho la voz– Mi padre es terrorífico, apenas me vea me… ¡No puedo! Por favor, ordéname otra cosa pero eso no…
–Thomas-kun… Es momento de volverse todo un hombre. Lo primero que haremos será encontrar un buen veneno para asegurarnos de que tu padre no vuelva a levantarse, lamentablemente no tengo poderes para paralizar… ¿Cierto que sería genial?
Me estaba comportando como una verdadera bruja, convenciéndome de que únicamente lo estaba haciendo para asegurar el equilibrio. Debía mantenerme en las sombras y esforzarme en no ser descubierta, no quería involucrarme directamente contra toda una tripulación de salvajes piratas… ¡Mucho menos quería enfrentarme al hombre del sombrero de copa! Vamos, que parecía un auténtico demonio.
–P-Pero… No sé si sea capaz de hacerlo… Digo, mis habilidades no son tan buenas.
–Un no muerto puede hacer muchas cosas, Thomas-kun. Esto es lo único que tienes que hacer y te aseguro que serás libre y jamás volverás a recibir una orden de mí. ¿A qué suena bien? Libertad.
Esperaría un par de horas para salir y terminar los últimos preparativos del plan. Esperaba que todo resultara perfecto, con tan solo dar las órdenes correctas toda una tripulación podía caer.
Mi expresión era fría y no me inmutaba por los comentarios de Thomas. Mientras tuviera su cuerpo intacto, podía levantarlo cuántas veces yo quisiera y lo mejor de todo era que respondería a todas mis órdenes. ¡Bien! Ahora tenía que idear un buen plan… Deshacerme de una banda pirata era lo más importante, sobre todo si podía asesinar a su capitán y hacerme del botín. Mi idea era usar al chico como chivo expiatorio, ordenarle que se entregue ante su padre y luego buscaría una oportunidad para que este sea asesinado por su propio hijo. No era necesario involucrarme directamente en el asesinato, solo tomaría el botín y los méritos.
–Mira, Thomas-kun, he pensado que estoy arriesgando mucho para que solo tú ganes algo de todo esto –le dije sin soltar una expresión en mi rostro–. Tienes una misión y espero que puedas cumplirla perfectamente… Mira, el pasaje a tu libertad será la vida de tu padre.
Pude ver la expresión de espanto en la cara del muchacho y cómo lentamente retrocedía, sin levantarse de la silla. Parece que no quería hacerlo, pero no tenía otra opción… Estaba obligado a obedecerme. A nadie le gustaría ser un puto no muerto comandado por una bruja egoísta y despiadada, aunque no estaba haciendo nada malo… Simplemente estaba cumpliendo mi trabajo como marine y la vida del chico no me importaba en lo absoluto, si hubiera sido así no hubiera ordenado la ejecución.
–N-No puedo… ¡No puedo hacerlo! –Exclamó, sin levantar mucho la voz– Mi padre es terrorífico, apenas me vea me… ¡No puedo! Por favor, ordéname otra cosa pero eso no…
–Thomas-kun… Es momento de volverse todo un hombre. Lo primero que haremos será encontrar un buen veneno para asegurarnos de que tu padre no vuelva a levantarse, lamentablemente no tengo poderes para paralizar… ¿Cierto que sería genial?
Me estaba comportando como una verdadera bruja, convenciéndome de que únicamente lo estaba haciendo para asegurar el equilibrio. Debía mantenerme en las sombras y esforzarme en no ser descubierta, no quería involucrarme directamente contra toda una tripulación de salvajes piratas… ¡Mucho menos quería enfrentarme al hombre del sombrero de copa! Vamos, que parecía un auténtico demonio.
–P-Pero… No sé si sea capaz de hacerlo… Digo, mis habilidades no son tan buenas.
–Un no muerto puede hacer muchas cosas, Thomas-kun. Esto es lo único que tienes que hacer y te aseguro que serás libre y jamás volverás a recibir una orden de mí. ¿A qué suena bien? Libertad.
Esperaría un par de horas para salir y terminar los últimos preparativos del plan. Esperaba que todo resultara perfecto, con tan solo dar las órdenes correctas toda una tripulación podía caer.
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Las personas del lujoso restaurante echaron a correr por todos lados cuando escucharon que uno de los robots estaba luchando contra dos hombres. A mí no me importaba nada de eso, tenía que poner en marcha mi plan para ejecutar al pirata. Sin embargo, este, al depender directamente de las habilidades de Thomas, tenía un alto porcentaje de probabilidad de no funcionar. Era el momento de conseguir ese veneno paralizante, o mejor aún: esperar a que las cosas se calmasen mientras me esforzaba en preparar un conjuro paralizante.
Le dije a mi esclavo que me acompañara al hotel en donde me estaba alojando. Caminamos por la calle, observando ese maravilloso paisaje. No me importaban los gritos de las personas o lo qué tanto les llamaba la atención. Pasamos por la misma calle en donde aparentemente el robot le quitó la vida a alguien, no fue hace mucho puesto que aún veía su alma… la cual inmediatamente absorbí. La usaría para practicar con mis conjuros de paralización.
–Probablemente tengamos un par de semanas antes de que tu padre se vaya y nos deje solos, y tú no tengas ningún valor para mí.
Nos detuvimos frente a una gigantesca estructura de al menos unos treinta metros de altura, la puerta principal era automática y tenía un sensor de movimiento; gracias a este último la puerta sabía cuando debía abrirse. El vestíbulo era un lugar fenomenal adornado con lámparas de bordes dorados, muchos sillones que intentaban formar una pequeña sala de estar y una enorme pantalla que anunciaba la muerte de un pirata. Caminé directamente al ascensor y pulsé el piso número trece, allí estaba mi habitación en donde comenzaría a practicar brujería.
Una vez en mi cuarto le pedí a Thomas que se pusiera cómodo y no intentara escapar, luego caminé hacia el balcón y comencé a leer mi libro conocido como Necronomicón. Lo fundamental para entender un conjuro de parálisis era comprender algo acerca de venenos, ya que prácticamente estaba llevando sus propiedades a la magia. Pasé un buen rato intentando formular una ecuación que me permitiera minimizar el gasto de almas y crear un conjuro muy poderoso. En el primer intento fundí unas ocho almas insignificantes, sin ningún aparente resultado.
–¡Thomas! –Le grité desde el balcón e inmediatamente apareció– Lo siento, pero necesitaré a alguien para experimentar. Como puedes ver, solo estamos nosotros así que es tiempo de que me sirvas de algo.
–P-Pero… ¿Me dolerá?
Sonreí y lo miré directamente a los ojos.
–Es increíble, solo te preocupas por el dolor. Ya estás muerto, ¿sabes? No sientes dolor.
Cerré los ojos y me concentré, visualizando el hechizo que estaba intentando crear. Sentí la fuerza del libro y recordé las palabras escritas en el extraño grimorio de color negro, luego realicé un movimiento esotérico de manos y sentí una cálida esfera que aparecía entre mis manos. Inmediatamente la lancé en contra de Thomas, esperando que esta conectara rápidamente.
–¿Y bien?
–No… No he sentido nada.
Le dije a mi esclavo que me acompañara al hotel en donde me estaba alojando. Caminamos por la calle, observando ese maravilloso paisaje. No me importaban los gritos de las personas o lo qué tanto les llamaba la atención. Pasamos por la misma calle en donde aparentemente el robot le quitó la vida a alguien, no fue hace mucho puesto que aún veía su alma… la cual inmediatamente absorbí. La usaría para practicar con mis conjuros de paralización.
–Probablemente tengamos un par de semanas antes de que tu padre se vaya y nos deje solos, y tú no tengas ningún valor para mí.
Nos detuvimos frente a una gigantesca estructura de al menos unos treinta metros de altura, la puerta principal era automática y tenía un sensor de movimiento; gracias a este último la puerta sabía cuando debía abrirse. El vestíbulo era un lugar fenomenal adornado con lámparas de bordes dorados, muchos sillones que intentaban formar una pequeña sala de estar y una enorme pantalla que anunciaba la muerte de un pirata. Caminé directamente al ascensor y pulsé el piso número trece, allí estaba mi habitación en donde comenzaría a practicar brujería.
Una vez en mi cuarto le pedí a Thomas que se pusiera cómodo y no intentara escapar, luego caminé hacia el balcón y comencé a leer mi libro conocido como Necronomicón. Lo fundamental para entender un conjuro de parálisis era comprender algo acerca de venenos, ya que prácticamente estaba llevando sus propiedades a la magia. Pasé un buen rato intentando formular una ecuación que me permitiera minimizar el gasto de almas y crear un conjuro muy poderoso. En el primer intento fundí unas ocho almas insignificantes, sin ningún aparente resultado.
–¡Thomas! –Le grité desde el balcón e inmediatamente apareció– Lo siento, pero necesitaré a alguien para experimentar. Como puedes ver, solo estamos nosotros así que es tiempo de que me sirvas de algo.
–P-Pero… ¿Me dolerá?
Sonreí y lo miré directamente a los ojos.
–Es increíble, solo te preocupas por el dolor. Ya estás muerto, ¿sabes? No sientes dolor.
Cerré los ojos y me concentré, visualizando el hechizo que estaba intentando crear. Sentí la fuerza del libro y recordé las palabras escritas en el extraño grimorio de color negro, luego realicé un movimiento esotérico de manos y sentí una cálida esfera que aparecía entre mis manos. Inmediatamente la lancé en contra de Thomas, esperando que esta conectara rápidamente.
–¿Y bien?
–No… No he sentido nada.
Katharina von Steinhell
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“¡Maldición! ¿Qué he hecho mal…? He seguido las instrucciones del libro de conjuros… Trabajé perfectamente las almas…”. Finalmente pareció que nada había salido como quería que saliese, me volteé y caminé rápidamente hacia el libro, intentando encontrar el error que me había hecho gastar innecesariamente una buena cantidad de almas. Volteaba rápidamente las páginas que describían el hechizo e informaban acerca de su creación además de otros datos útiles, como por ejemplo poder cambiar la manifestación de la forma del hechizo. En fin, había cosas complicadas, pero nada que no pudiera entender. ¿Por qué? ¿Por qué había fallado…?
–¡Thomas! Te necesito aquí, ven –le dije, pero tras unos segundos no hubo respuesta–. ¡Thomas! No volveré a repetir: ven aquí –nuevamente no hubo respuesta–. ¡Thomas!
Me volteé violentamente, como si el enojo me hubiera dominado, y me encontré con la mirada del chico. Me veía con terror al no poder mover la boca para decir que el conjuro había tenido éxito. Verlo en esa forma me agradaba; por fin estaba callado y no se quejaba de nada. Un sentimiento de alivio recorrió mi cuerpo y suspiré, felicitándome a mí misma por ser un verdadero genio de las artes oscuras. No tenía claro cuánto duraría el efecto, pero ya debía tranquilizarme por el solo hecho de haberlo logrado, ahora tenía que comenzar a practicar un par de veces y ya todo quedaría bien. Lamentablemente no había forma de deshacer la parálisis, así que Thomas se quedaría un buen rato tirado en el piso sin poder mover un solo músculo.
Tenía que continuar trabajando en mi plan para asesinar a un pirata tan poderoso como el padre de mi esclavo, y no quería involucrarme directamente contra él. ¿Morir? No era mi propósito. Si conseguía lo que tenía en mente, la Marina estaría obligada de reconocerme como algo más que solo un Cabo. Jamás había soñado con ascender en la escala jerárquica de la Marina, pero eso significaba más dinero y solo de esa forma podría continuar comiendo, puesto que los alimentos no se creaban con magia… Oh, cierto. ¿Cómo sería poder conjurar comida? ¡Al diablo los cocineros! Eso sí que sería una buena idea que tendría que plasmar en un rato, puesto que ahora estaba demasiado ocupada estructurando y ordenando mi plan.
Una llamada intervino y me sacó de mis pensamientos. El Den Den Mushi no paraba de sonar, me levanté tranquilamente y respondí a él con un tono calmado.
–¡¿Qué has hecho?! –Le pregunté al hombre del otro lado– ¿Cómo se te ocurre dar información acerca de un huésped? Si serás…
–Lo siento, pero el sujeto decía ser del Gobierno Mundial, como usted. Pensé que serían compañeros o algo por el estilo…
Cerré los ojos y suspiré, intentando imaginar a alguien con la descripción que le pedí al sujeto del otro lado del teléfono. Según la información que obtuve se trataba del hombre que había conocido hace un rato, ese tipo raro que comenzó a correr de un momento a otro. ¿Qué quería conmigo? ¿Descubrió mi plan?
–Quiero que me lo digas una vez más: no me pagan por pensar. Lo siento, Señorita von Steinhell, no volverá a suceder –le dije cortantemente, haciendo notar mi molestia por el servicio del hotel.
–No me pagan por pensar. Lo siento, Señorita von Steinhell, no volverá a suceder…
Tras escuchar las palabras del hombre colgué el aparato de comunicación. Tenía toda la intención de salir de allí, pero tenía que esperar a que Thomas pudiera moverse… O tal vez no. No, mi prioridad era descubrir las intenciones del hombre y por qué quería dar conmigo, ¿acaso le gusté? No, no lo creía. Nadie sería tan raro como para llegar hasta el departamento de una chica para solo conseguir sus datos, no me parecía coherente. Había algo más… Conjuré mi hechizo de Telequinesis y moví el cuerpo de Thomas para dejarle en el cuarto matrimonial.
–Si dejas de estar paralizado, fingirás que lo estás: no dirás ni una sola palabra.
–¡Thomas! Te necesito aquí, ven –le dije, pero tras unos segundos no hubo respuesta–. ¡Thomas! No volveré a repetir: ven aquí –nuevamente no hubo respuesta–. ¡Thomas!
Me volteé violentamente, como si el enojo me hubiera dominado, y me encontré con la mirada del chico. Me veía con terror al no poder mover la boca para decir que el conjuro había tenido éxito. Verlo en esa forma me agradaba; por fin estaba callado y no se quejaba de nada. Un sentimiento de alivio recorrió mi cuerpo y suspiré, felicitándome a mí misma por ser un verdadero genio de las artes oscuras. No tenía claro cuánto duraría el efecto, pero ya debía tranquilizarme por el solo hecho de haberlo logrado, ahora tenía que comenzar a practicar un par de veces y ya todo quedaría bien. Lamentablemente no había forma de deshacer la parálisis, así que Thomas se quedaría un buen rato tirado en el piso sin poder mover un solo músculo.
Tenía que continuar trabajando en mi plan para asesinar a un pirata tan poderoso como el padre de mi esclavo, y no quería involucrarme directamente contra él. ¿Morir? No era mi propósito. Si conseguía lo que tenía en mente, la Marina estaría obligada de reconocerme como algo más que solo un Cabo. Jamás había soñado con ascender en la escala jerárquica de la Marina, pero eso significaba más dinero y solo de esa forma podría continuar comiendo, puesto que los alimentos no se creaban con magia… Oh, cierto. ¿Cómo sería poder conjurar comida? ¡Al diablo los cocineros! Eso sí que sería una buena idea que tendría que plasmar en un rato, puesto que ahora estaba demasiado ocupada estructurando y ordenando mi plan.
Una llamada intervino y me sacó de mis pensamientos. El Den Den Mushi no paraba de sonar, me levanté tranquilamente y respondí a él con un tono calmado.
–¡¿Qué has hecho?! –Le pregunté al hombre del otro lado– ¿Cómo se te ocurre dar información acerca de un huésped? Si serás…
–Lo siento, pero el sujeto decía ser del Gobierno Mundial, como usted. Pensé que serían compañeros o algo por el estilo…
Cerré los ojos y suspiré, intentando imaginar a alguien con la descripción que le pedí al sujeto del otro lado del teléfono. Según la información que obtuve se trataba del hombre que había conocido hace un rato, ese tipo raro que comenzó a correr de un momento a otro. ¿Qué quería conmigo? ¿Descubrió mi plan?
–Quiero que me lo digas una vez más: no me pagan por pensar. Lo siento, Señorita von Steinhell, no volverá a suceder –le dije cortantemente, haciendo notar mi molestia por el servicio del hotel.
–No me pagan por pensar. Lo siento, Señorita von Steinhell, no volverá a suceder…
Tras escuchar las palabras del hombre colgué el aparato de comunicación. Tenía toda la intención de salir de allí, pero tenía que esperar a que Thomas pudiera moverse… O tal vez no. No, mi prioridad era descubrir las intenciones del hombre y por qué quería dar conmigo, ¿acaso le gusté? No, no lo creía. Nadie sería tan raro como para llegar hasta el departamento de una chica para solo conseguir sus datos, no me parecía coherente. Había algo más… Conjuré mi hechizo de Telequinesis y moví el cuerpo de Thomas para dejarle en el cuarto matrimonial.
–Si dejas de estar paralizado, fingirás que lo estás: no dirás ni una sola palabra.
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Parecía una verdadera niña chica al estar con el oído pegado a la puerta a ver si escuchaba algo al otro lado del pasillo. Y efectivamente logré escuchar algo. Más bien parecía una conversación entre cortada, debido a la maciza puerta de roble no podía escuchar con claridad, pero ya había oído lo suficiente para saber que el hombre ya estaba preguntando por mí. “No conoce nada de mí, salvo que mi cabello es de color plateado. ¿Por qué me buscará? Este debe ser el momento para huir y esconderme durante un buen rato”, reflexioné después de despegar la oreja de la puerta. En ese momento quería hacer muchas cosas, pero antes que todo debía esperar a que el efecto del conjuro pasase.
Caminé lentamente hacia la habitación matrimonial y me encontré con Thomas, quien había movido uno de sus dedos. “¿Me está indicando que ya puede moverse?”, pensé. Si era así, debía seguir estudiando los efectos de mi conjuro. Había muchas cosas que desconocía, por ejemplo el tiempo de duración, e incluso los efectos secundarios. En cualquier caso, eso tendría que dejarlo para después porque en estos minutos había un hombre –aparentemente no muy bueno– haciendo preguntas sobre mí. Necesitaba considerar mis opciones.
–¿Puedes moverte? –Le pregunté.
El muchacho asintió.
–Bien, bien. ¿Sabes lo que haremos? Huir de aquí –le dije fríamente con los ojos cerrados–. Hay un hombre que está preguntando por mí y me temo que no es de la tripulación de tu padre. Al menos eso pienso, no es como si tuviera que tener razón, pero hay muchas cosas que no calzan. En todo caso nuestro plan de derrocar a tu padre sigue vigente.
Era cierto. Mis vacaciones se habían transformado en una cacería inesperada. Tenía la intención de darle caza a un hombre que desconocía; no sabía su historia ni el por qué había llegado hasta esta isla. No sabía nada de él y aún así quería arruinarle la vida. “Debería estar preparado. Al asumir ser pirata, te enfrentas a un montón de enemigos y peligrosas situaciones; no hay tiempo para dudas”, me convencí a mí misma. No podía flaquear en este momento; claro que no. Al mirar a Thomas me di cuenta que estaba utilizando a un chico para asesinar a su propio padre. “¿En qué me estoy convirtiendo?”, me pregunté, avergonzada de mí misma.
Anteriormente había usado métodos aún peores para llegar a mis objetivos, sin cuestionar ni una sola vez cuánto dolor iba dejando en el camino. Ahora tenía un conflicto moral: ¿qué debía hacer? Seguro que había métodos más decentes para deshacerme de una tripulación pirata; esto último no era lo que estaba en cuestión, sino más bien el método a usar. Utilizar a su propio hijo para que cometiera un asesinato era una idea aborrecible y seguramente mis compañeros, Hikaru y Keith, me mirarían con asco. Todo aquello hacía preguntarme nuevamente: ¿En qué me estaba convirtiendo?
–Hay cambio de planes, Thomas –le dije de repente.
Los ojos del muchacho se abrieron de par en par, sorprendido al escuchar esas palabras. En su rostro había una mezcla de impresión y otra de terror, y no podía culparlo. Lo que estaba a punto de obligarle a hacer superaba toda decencia humana y pasaría a convertirme en un auténtico demonio. Y eso era algo que quería evitar.
–Ya no asesinarás a nadie, Thomas. He cambiado de idea –le comenté sin mirarlo a los ojos. A pesar de ser mi mascota había sido un ser humano; alguien con sentimientos y pensamientos, alguien con familia y un padre al que yo quería asesinar–. Siento mucho haberme metido en tu vida. Desde ahora eres libre, y esto no es una opción, Thomas, es mi última orden. Desde este momento te concentrarás en buscar tu felicidad y nada más. Vete.
El chico, sorprendido, me miró y echó a correr. “Yo hubiera hecho lo mismo”, pensé mientras el muchacho cruzaba la puerta que daba al pasillo. No todo había salido mal. En el mejor de los casos había salvado su “vida” y el padre ya no estaría buscándolo, sino ideando una venganza contra su presunto asesino. Sin embargo, no había ninguna prueba que dijera que yo le había asesinado y, en todo caso, yo era la persona que estaba al lado del Gobierno y la justicia, no un pirata. “Por lo menos me quedo con el conjuro de parálisis. Algo es algo”, pensé.
Me senté en el sillón de la sala de estar y fijé la vista hacia el ventanal que daba a un hermoso balcón. Algo me indicaba que los problemas estaban a punto de empezar. Había dejado ir al principal testigo, la persona más afectada en todo esto, el personaje principal que conocía el rostro de su asesino. Me dejé llevar por los sentimientos y ya estaba metida en un problema, puesto que si el muchacho corría hacia las faldas de su padre, toda la ira de este pirata sería descargada contra mí.
Caminé lentamente hacia la habitación matrimonial y me encontré con Thomas, quien había movido uno de sus dedos. “¿Me está indicando que ya puede moverse?”, pensé. Si era así, debía seguir estudiando los efectos de mi conjuro. Había muchas cosas que desconocía, por ejemplo el tiempo de duración, e incluso los efectos secundarios. En cualquier caso, eso tendría que dejarlo para después porque en estos minutos había un hombre –aparentemente no muy bueno– haciendo preguntas sobre mí. Necesitaba considerar mis opciones.
–¿Puedes moverte? –Le pregunté.
El muchacho asintió.
–Bien, bien. ¿Sabes lo que haremos? Huir de aquí –le dije fríamente con los ojos cerrados–. Hay un hombre que está preguntando por mí y me temo que no es de la tripulación de tu padre. Al menos eso pienso, no es como si tuviera que tener razón, pero hay muchas cosas que no calzan. En todo caso nuestro plan de derrocar a tu padre sigue vigente.
Era cierto. Mis vacaciones se habían transformado en una cacería inesperada. Tenía la intención de darle caza a un hombre que desconocía; no sabía su historia ni el por qué había llegado hasta esta isla. No sabía nada de él y aún así quería arruinarle la vida. “Debería estar preparado. Al asumir ser pirata, te enfrentas a un montón de enemigos y peligrosas situaciones; no hay tiempo para dudas”, me convencí a mí misma. No podía flaquear en este momento; claro que no. Al mirar a Thomas me di cuenta que estaba utilizando a un chico para asesinar a su propio padre. “¿En qué me estoy convirtiendo?”, me pregunté, avergonzada de mí misma.
Anteriormente había usado métodos aún peores para llegar a mis objetivos, sin cuestionar ni una sola vez cuánto dolor iba dejando en el camino. Ahora tenía un conflicto moral: ¿qué debía hacer? Seguro que había métodos más decentes para deshacerme de una tripulación pirata; esto último no era lo que estaba en cuestión, sino más bien el método a usar. Utilizar a su propio hijo para que cometiera un asesinato era una idea aborrecible y seguramente mis compañeros, Hikaru y Keith, me mirarían con asco. Todo aquello hacía preguntarme nuevamente: ¿En qué me estaba convirtiendo?
–Hay cambio de planes, Thomas –le dije de repente.
Los ojos del muchacho se abrieron de par en par, sorprendido al escuchar esas palabras. En su rostro había una mezcla de impresión y otra de terror, y no podía culparlo. Lo que estaba a punto de obligarle a hacer superaba toda decencia humana y pasaría a convertirme en un auténtico demonio. Y eso era algo que quería evitar.
–Ya no asesinarás a nadie, Thomas. He cambiado de idea –le comenté sin mirarlo a los ojos. A pesar de ser mi mascota había sido un ser humano; alguien con sentimientos y pensamientos, alguien con familia y un padre al que yo quería asesinar–. Siento mucho haberme metido en tu vida. Desde ahora eres libre, y esto no es una opción, Thomas, es mi última orden. Desde este momento te concentrarás en buscar tu felicidad y nada más. Vete.
El chico, sorprendido, me miró y echó a correr. “Yo hubiera hecho lo mismo”, pensé mientras el muchacho cruzaba la puerta que daba al pasillo. No todo había salido mal. En el mejor de los casos había salvado su “vida” y el padre ya no estaría buscándolo, sino ideando una venganza contra su presunto asesino. Sin embargo, no había ninguna prueba que dijera que yo le había asesinado y, en todo caso, yo era la persona que estaba al lado del Gobierno y la justicia, no un pirata. “Por lo menos me quedo con el conjuro de parálisis. Algo es algo”, pensé.
Me senté en el sillón de la sala de estar y fijé la vista hacia el ventanal que daba a un hermoso balcón. Algo me indicaba que los problemas estaban a punto de empezar. Había dejado ir al principal testigo, la persona más afectada en todo esto, el personaje principal que conocía el rostro de su asesino. Me dejé llevar por los sentimientos y ya estaba metida en un problema, puesto que si el muchacho corría hacia las faldas de su padre, toda la ira de este pirata sería descargada contra mí.
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Una explosión sacudió violentamente la habitación en donde estaba, el polvo cayó del techo y algunos muebles cayeron boca abajo. Trozos de la pared lateral salieron despedidos por lo que tuve que reaccionar rápidamente y esquivarlos. Inmediatamente después de la primera explosión hubo una segunda, pero mucho más potente. Una nube de polvo llenó la habitación en la que me encontraba y escuché el crujir de las paredes, lo que me hizo concluir que el edificio no resistiría lo suficiente.
Necesitaba salir de allí cuanto antes, las cosas se habían complicado demasiado como para permanecer allí. Usé mi conjuro Telequinesis y corrí rápidamente hacia el balcón para en el último momento dar un salto y usar la fuerza telequinésica para mantenerme en el aire, evitando tener una muerte demasiado estúpida. Cuando estuve en el suelo vi como la gente corría enloquecidamente de un lugar a otro; buscaban refugio, pero en momentos así lo único que se podía hacer era luchar.
Sujeté con fuerza el mango de mi guadaña pues un hombre –aparentemente un pirata– apareció de la nada y dio un corte diagonal y descendente, pero el filo de su espada chocó con el filo de mi arma provocando un sonido metálico. Lo miré directamente a los ojos y luego me separé para encontrar distancia. Esperé unos pocos segundos, relajé mi respiración y esprinté rápidamente hacia él para en el último momento soltar un corte curvo horizontal, de derecha a izquierda, y gracias a la distancia de mi arma este no tuvo más opción que bloquear con su espada, colocándola de forma vertical.
–¡Bola de Fuego! –Grité e inmediatamente una enorme bola de fuego salió despedida de mi mano. Esta dio de lleno en el pirata y chamuscó toda su piel, lo que hizo que corriera en busca de alguna fuente de agua.
Aproveché ese momento para huir… Lo que tenía entendido es que había agentes del Gobierno en la isla, tal vez también había marines. Mi objetivo era encontrar sus barcos y encontrar refugio allí, pues en todo caso no podía frenar todo el ataque por mi cuenta. “Todo esto resulta demasiado extraño… ¿Atacar una isla solo para recuperar a un crío? Qué raro”, pensé. Tras derrotar al pirata salí corriendo hacia el muelle esperando encontrarme con los barcos del Gobierno.
Necesitaba salir de allí cuanto antes, las cosas se habían complicado demasiado como para permanecer allí. Usé mi conjuro Telequinesis y corrí rápidamente hacia el balcón para en el último momento dar un salto y usar la fuerza telequinésica para mantenerme en el aire, evitando tener una muerte demasiado estúpida. Cuando estuve en el suelo vi como la gente corría enloquecidamente de un lugar a otro; buscaban refugio, pero en momentos así lo único que se podía hacer era luchar.
Sujeté con fuerza el mango de mi guadaña pues un hombre –aparentemente un pirata– apareció de la nada y dio un corte diagonal y descendente, pero el filo de su espada chocó con el filo de mi arma provocando un sonido metálico. Lo miré directamente a los ojos y luego me separé para encontrar distancia. Esperé unos pocos segundos, relajé mi respiración y esprinté rápidamente hacia él para en el último momento soltar un corte curvo horizontal, de derecha a izquierda, y gracias a la distancia de mi arma este no tuvo más opción que bloquear con su espada, colocándola de forma vertical.
–¡Bola de Fuego! –Grité e inmediatamente una enorme bola de fuego salió despedida de mi mano. Esta dio de lleno en el pirata y chamuscó toda su piel, lo que hizo que corriera en busca de alguna fuente de agua.
Aproveché ese momento para huir… Lo que tenía entendido es que había agentes del Gobierno en la isla, tal vez también había marines. Mi objetivo era encontrar sus barcos y encontrar refugio allí, pues en todo caso no podía frenar todo el ataque por mi cuenta. “Todo esto resulta demasiado extraño… ¿Atacar una isla solo para recuperar a un crío? Qué raro”, pensé. Tras derrotar al pirata salí corriendo hacia el muelle esperando encontrarme con los barcos del Gobierno.
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