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Altos pinos oscuros y arboles muertos se alzaban sobre la tierra oscura del fondo del valle, con las ramas cargadas de nieve. Debajo de arboles reinaba un crepúsculo eterno; en los estrechos confines del valle la luz del sol apenas llegaba a la isla y sus alrededores durante unas pocas y cortas horas al día debido a las altas montañas. El camino serpenteaba entre los troncos pero, imitando a mi presa, espoleé a mi caballo para que fuera en linea recta y saliera del camino hacia las sombras de los arboles. La capucha me protegía del frió tal y como había calculado.
Sonreí astutamente. Habíamos sido pacientes como lobos y le habíamos seguido el rastro durante días para calibrar su fuerza. Gracias a ello sabíamos que tanto él como su montura estaban prácticamente agotados y la seguridad de su barco se encontraba a menos de un kilómetro y medio de distancia. Si no lo derribábamos en los minutos siguientes se nos escaparía el botín.
- Ya casi hemos ganado la carrera, perros- Les jadeé a mis compañeros- Unos cuantos metros mas y veremos de que pasta esta hecha ese pirata de medio de pelo[/color]- gritos y los sordos pataleos de los caballos de mis dos acompañantes resonaron sobre el suelo a mi espalda.
Afortunadamente uno de los mercenarios disparó instintivamente e hirió al caballo de nuestra presa; el animal perdió pie con un relincho terrible y, al caer al suelo en medio de un manantial de tierra y nieve, lanzó al jinete sobre un montón de ramas caídas.
El sujeto consiguió ponerse en pie tambaleándose. Tenia un aspecto lamentable sin embargo su mirada estaba llena de odio, al parecer huir había dejado de ser una opción.
- Tu técnica es vergonzosa, esperaba que al menos lograras llegar a la costa- Comenté visiblemente divertido mientras lo marcaba como objetivo con mi dedo indice- Ya sabes que el Gobierno no perdona ni olvida.
Me baje del caballo mientras contemplaba satisfecho la carga de ambos mercenarios.
Sonreí astutamente. Habíamos sido pacientes como lobos y le habíamos seguido el rastro durante días para calibrar su fuerza. Gracias a ello sabíamos que tanto él como su montura estaban prácticamente agotados y la seguridad de su barco se encontraba a menos de un kilómetro y medio de distancia. Si no lo derribábamos en los minutos siguientes se nos escaparía el botín.
- Ya casi hemos ganado la carrera, perros- Les jadeé a mis compañeros- Unos cuantos metros mas y veremos de que pasta esta hecha ese pirata de medio de pelo[/color]- gritos y los sordos pataleos de los caballos de mis dos acompañantes resonaron sobre el suelo a mi espalda.
Afortunadamente uno de los mercenarios disparó instintivamente e hirió al caballo de nuestra presa; el animal perdió pie con un relincho terrible y, al caer al suelo en medio de un manantial de tierra y nieve, lanzó al jinete sobre un montón de ramas caídas.
El sujeto consiguió ponerse en pie tambaleándose. Tenia un aspecto lamentable sin embargo su mirada estaba llena de odio, al parecer huir había dejado de ser una opción.
- Tu técnica es vergonzosa, esperaba que al menos lograras llegar a la costa- Comenté visiblemente divertido mientras lo marcaba como objetivo con mi dedo indice- Ya sabes que el Gobierno no perdona ni olvida.
Me baje del caballo mientras contemplaba satisfecho la carga de ambos mercenarios.
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Sin duda debía reconocer que eran tenaces, pues la mayoría ya habrían abandonado la persecución. Pero esos malditos cazarrecompensas parecían decididos a hacerse con mi cabeza. Ni siquiera sabía como me habían descubierto, ya que me había asegurado de cubrir bien mis huellas. Pero estaba claro que lo habían hecho, y que alguien supiese de mi presencia en la isla era algo que no me convenía. Además, si no volvía a tiempo al barco tendría que aguantar las quejas de Airok, lo cual me apetecía aún menos. Así pues, mientras cabalgaba tan rápido como podía, me debatía entre detenerme y asegurarme de no dejar testigos, o apresurarme en salir de aquella isla antes de que me encontrasen.
Finalmente, para bien o para mal, no fui yo quien tomó la decisión. Escuché el sonido de un disparo, seguido de un quejido de mi montura, y a continuación me vi cayendo al suelo y rodando varios metros sobre la nieve. Por suerte, esta hizo de colchón para mi caída, y acabé frenando sobre un montón de ramas. Me puse en pie mientras me sacudía el abrigo, tratando de quitarme de encima el polvo y el frío.
Di varios pasos, hasta situarme junto al caballo. La pobre criatura pataleaba tratando de volver a ponerse en pie, pero la sangre que brotaba de la herida y teñía la nieve me dejó claro que no volvería a hacerlo. Bien fuese por la pérdida de sangre, o bien por el frío, a la criatura no le esperaba más que una lenta agonía. Me agaché, y mientras le acariciaba el lomo con una mano tratando de calmarlo, retiré un puñal de mi bota con la que me quedaba libre e hice lo único que podía hacer por ella.
Durante unos segundos todo quedó en tal silencio, que ni los mercenarios se atrevieron a dar paso alguno. Me puse en pié, encarándome a ellos, y me retiré la capucha para dejar mi rostro al descubierto. Con la mirada fija en ellos, y el puñal goteando sangre aún en mi mano, les hablé.
- ¿Pensáis quedaros ahí hasta que os congeléis, o vais a echarle cojones?
Notablemente alentados por mi provocación, desenfundaron sus sables y ambos se lanzaron al frente como descerebrados. Antes de que uno de ellos hubiese dado su segundo paso le lancé el cuchillo, clavándose este en su pecho con tanta fuerza que su acometida se frenó en seco y cayó de espaldas al suelo. El otro continuó su asalto, sin inmutarse por su compañero. Enseguida me llevé la mano a la cintura, desenvainando un machete que llevaba en la misma. Cuando el pobre desgraciado llegó hasta mi posición, alzó su brazo dispuesto a descargar un tajo contra mi. Sin embargo, yo hice lo propio, aunque mucho más rápido. Y antes de que pudiese siquiera reaccionar el machete ya estaba incrustado en su cráneo. Su espada cayó al suelo, y acto seguido lo hizo él, quedando de rodillas. Tuve que apoyar mi bota en su pecho y empujar al mismo tiempo que tiraba del machete, para poder retirarlo.
Miré entonces al tercer hombre, esperando a su reacción. Era el único que quedaba con vida. Y el único que había sido lo bastante inteligente, o lo bastante cobarde, para no atacar sin más.
Finalmente, para bien o para mal, no fui yo quien tomó la decisión. Escuché el sonido de un disparo, seguido de un quejido de mi montura, y a continuación me vi cayendo al suelo y rodando varios metros sobre la nieve. Por suerte, esta hizo de colchón para mi caída, y acabé frenando sobre un montón de ramas. Me puse en pie mientras me sacudía el abrigo, tratando de quitarme de encima el polvo y el frío.
Di varios pasos, hasta situarme junto al caballo. La pobre criatura pataleaba tratando de volver a ponerse en pie, pero la sangre que brotaba de la herida y teñía la nieve me dejó claro que no volvería a hacerlo. Bien fuese por la pérdida de sangre, o bien por el frío, a la criatura no le esperaba más que una lenta agonía. Me agaché, y mientras le acariciaba el lomo con una mano tratando de calmarlo, retiré un puñal de mi bota con la que me quedaba libre e hice lo único que podía hacer por ella.
Durante unos segundos todo quedó en tal silencio, que ni los mercenarios se atrevieron a dar paso alguno. Me puse en pié, encarándome a ellos, y me retiré la capucha para dejar mi rostro al descubierto. Con la mirada fija en ellos, y el puñal goteando sangre aún en mi mano, les hablé.
- ¿Pensáis quedaros ahí hasta que os congeléis, o vais a echarle cojones?
Notablemente alentados por mi provocación, desenfundaron sus sables y ambos se lanzaron al frente como descerebrados. Antes de que uno de ellos hubiese dado su segundo paso le lancé el cuchillo, clavándose este en su pecho con tanta fuerza que su acometida se frenó en seco y cayó de espaldas al suelo. El otro continuó su asalto, sin inmutarse por su compañero. Enseguida me llevé la mano a la cintura, desenvainando un machete que llevaba en la misma. Cuando el pobre desgraciado llegó hasta mi posición, alzó su brazo dispuesto a descargar un tajo contra mi. Sin embargo, yo hice lo propio, aunque mucho más rápido. Y antes de que pudiese siquiera reaccionar el machete ya estaba incrustado en su cráneo. Su espada cayó al suelo, y acto seguido lo hizo él, quedando de rodillas. Tuve que apoyar mi bota en su pecho y empujar al mismo tiempo que tiraba del machete, para poder retirarlo.
Miré entonces al tercer hombre, esperando a su reacción. Era el único que quedaba con vida. Y el único que había sido lo bastante inteligente, o lo bastante cobarde, para no atacar sin más.
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Re: Leyendas y Mentiras. El despertar de los Perdidos. [Privado Syxel-Jish] {Mar 4 Abr 2017 - 13:00}
La larga persecución también había hecho mella en mí. A pesar de los gruesos guantes de piel tenía las manos y las piernas entumecidas. Habían sido demasiadas horas a caballo sujetando las malditas riendas. Comencé a frotarme las manos para tratar recuperar algo de sensibilidad mientras observaba como se desarrollaba la contienda.
Estaba claro que no había contratado a los mejores mercenarios de la historia, pero ¿Vapuleados como muñecas de trapo? Mis estimaciones eran completamente erróneas. Había iniciado el espectáculo con el fin de acabar con una falsificación barata y sin embargo tenia ante mi a un flamante original.
- Esto lo cambia todo- murmuré- No necesitaba un original...- Los engranajes ya llevaban girando algún tiempo y sin embargo esto no había sido previsto en el plan original ¿Me atrevería a incluir al verdadero Syxel?- Es volátil, dudo bastante que cumpla su papel... -Tantos años y tantos sacrificios y la última pieza del rompecabezas no encajaba ¿Años? ¡Eso era!
El silencio reinaba sobre el valle desde hacia minutos, el fugitivo no había apartado la mirada de mi cual depredador, me di cuenta entonces de que había estado pensando en voz alta.
- No me hagas caso- Comenté a la vez que agitaba la mano con descuido- El mundo está patas arriba, como tiene por costumbre hacer de vez en cuando- comenté en tono tétrico- Y que motiva a que el Gobierno solicite los servicios de personas como yo- dije mientras retiraba la capucha y dejaba al descubierto mi rostro, apenas me preocupe por ocultar la sonrisa, este era un papel que verdaderamente podía llegar a gustarme.
Estaba claro que no había contratado a los mejores mercenarios de la historia, pero ¿Vapuleados como muñecas de trapo? Mis estimaciones eran completamente erróneas. Había iniciado el espectáculo con el fin de acabar con una falsificación barata y sin embargo tenia ante mi a un flamante original.
- Esto lo cambia todo- murmuré- No necesitaba un original...- Los engranajes ya llevaban girando algún tiempo y sin embargo esto no había sido previsto en el plan original ¿Me atrevería a incluir al verdadero Syxel?- Es volátil, dudo bastante que cumpla su papel... -Tantos años y tantos sacrificios y la última pieza del rompecabezas no encajaba ¿Años? ¡Eso era!
El silencio reinaba sobre el valle desde hacia minutos, el fugitivo no había apartado la mirada de mi cual depredador, me di cuenta entonces de que había estado pensando en voz alta.
- No me hagas caso- Comenté a la vez que agitaba la mano con descuido- El mundo está patas arriba, como tiene por costumbre hacer de vez en cuando- comenté en tono tétrico- Y que motiva a que el Gobierno solicite los servicios de personas como yo- dije mientras retiraba la capucha y dejaba al descubierto mi rostro, apenas me preocupe por ocultar la sonrisa, este era un papel que verdaderamente podía llegar a gustarme.
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Un original, cumplir con su papel,... ¿de que demonios estaba hablando? Por un momento sentí el impulso de ir hasta él, separar su cabeza del resto de su cuerpo, tomar uno de los caballos y continuar mi camino. Después de todo, ya me habían hecho perder más tiempo del que tenía. Sin embargo, por algún extraño motivo no lo hice. Supongo que la curiosidad por saber que era lo que estaba ocurriendo le permitiría mantenerse de una pieza por el momento. Así que le dejé seguir hablando.
Cuando por fin se quitó la capucha, dejando su rostro al descubierto, me quedé paralizado. Enseguida reconocí a la persona que tenía frente a mi, ya que era alguien a quien no podía olvidar. ¿Cuánto tiempo había pasado? Más de treinta años desde la última vez que vi ese rostro. Y ahora lo tenía de nuevo frente a mi, exactamente igual a como lo recordaba. No había cambiado ni lo más mínimo con el paso de los años, ¿de verdad sería él?, ¿su hijo tal vez? Demasiadas dudas, demasiadas posibles explicaciones, ninguna con suficiente sentido en mi cabeza. No sabía que estaba ocurriendo, y nunca me ha gustado no entender algo.
- Supongo que sabes quién soy - exclamé con tono firme, tratando de disimular mi asombro y la infinidad de preguntas que se me pasaban por la cabeza en ese momento. Eché a andar en su dirección, deteniéndome un momento para recuperar mi daga del cuerpo sin vida del primer mercenario y colocarla de nuevo en la empuñadura de mi bota. Cuando me encontré a apenas un metro de él, le miré fijamente a los ojos. - Me vas a decir quien eres tú, ¿o voy a tener que sacártelo?
Cuando por fin se quitó la capucha, dejando su rostro al descubierto, me quedé paralizado. Enseguida reconocí a la persona que tenía frente a mi, ya que era alguien a quien no podía olvidar. ¿Cuánto tiempo había pasado? Más de treinta años desde la última vez que vi ese rostro. Y ahora lo tenía de nuevo frente a mi, exactamente igual a como lo recordaba. No había cambiado ni lo más mínimo con el paso de los años, ¿de verdad sería él?, ¿su hijo tal vez? Demasiadas dudas, demasiadas posibles explicaciones, ninguna con suficiente sentido en mi cabeza. No sabía que estaba ocurriendo, y nunca me ha gustado no entender algo.
- Supongo que sabes quién soy - exclamé con tono firme, tratando de disimular mi asombro y la infinidad de preguntas que se me pasaban por la cabeza en ese momento. Eché a andar en su dirección, deteniéndome un momento para recuperar mi daga del cuerpo sin vida del primer mercenario y colocarla de nuevo en la empuñadura de mi bota. Cuando me encontré a apenas un metro de él, le miré fijamente a los ojos. - Me vas a decir quien eres tú, ¿o voy a tener que sacártelo?
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Re: Leyendas y Mentiras. El despertar de los Perdidos. [Privado Syxel-Jish] {Vie 7 Abr 2017 - 22:29}
La apuesta fue arriesgada pero había funcionado a la perfección. No solo se había delatado asimismo sino que parecía no dar crédito a lo que veía.
- Poco importa quien soy- declaré- Mi identidad no alteraba la situación en la que te encontrabas en el pasado y tampoco lo hará hoy- Anticipándome a su posible reacción, llevé la mano izquierda hasta la hebilla de mi cinturón y mediante un rápido movimiento me deshice de mi katana. Estaba desarmado y poco podía hacer si decidía que era una amenaza, sin embargo, parecía confuso por lo que no dudé en aprovechar la ventaja.
El aire que provenía de la costa era frío y húmedo. La tripulación no tardaría en enviar a alguien a investigar los disparos por lo que el tiempo jugaba en mi contra.
- ¿Nunca has considerado alguna vez qué todos tus fracasos fueron una prueba? Te serví durante años, observando y esperando en secreto porque estaba seguro de que eras digno de formar parte de mis planes. Incluso perdí el jodido brazo en un asalto más que cuestionable porque tenía fe en ti- Aproveché para recortar la distancia que nos separaba- Eras débil en aquel entonces ¿Eres débil ahora? ¿Aceptarás el brillante futuro que he elaborado para nosotros?
- Poco importa quien soy- declaré- Mi identidad no alteraba la situación en la que te encontrabas en el pasado y tampoco lo hará hoy- Anticipándome a su posible reacción, llevé la mano izquierda hasta la hebilla de mi cinturón y mediante un rápido movimiento me deshice de mi katana. Estaba desarmado y poco podía hacer si decidía que era una amenaza, sin embargo, parecía confuso por lo que no dudé en aprovechar la ventaja.
El aire que provenía de la costa era frío y húmedo. La tripulación no tardaría en enviar a alguien a investigar los disparos por lo que el tiempo jugaba en mi contra.
- ¿Nunca has considerado alguna vez qué todos tus fracasos fueron una prueba? Te serví durante años, observando y esperando en secreto porque estaba seguro de que eras digno de formar parte de mis planes. Incluso perdí el jodido brazo en un asalto más que cuestionable porque tenía fe en ti- Aproveché para recortar la distancia que nos separaba- Eras débil en aquel entonces ¿Eres débil ahora? ¿Aceptarás el brillante futuro que he elaborado para nosotros?
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De su boca seguían saliendo palabras, pero ni una sola a la que pudiese darle algún sentido. Seguía hablando de planes, de mis fracasos, las pruebas que pasé y mi debilidad. ¿Era tan bocazas en el pasado? Porque eso si que estaba claro, era el mismo Jish con el que viajé durante años. Después de todo lo que habíamos vivido juntos, de luchar uno al lado del otro, ¿esa era la opinión que tenía de mi?, ¿que era débil? Supongo que eso explicaría por que había tratado de capturarme con tan solo dos hombres. O quizás se hubiese vuelto loco con el paso del tiempo. Como fuera, por un momento me planteé mandarlo a la mierda y continuar mi camino. Además, sabía que cada minuto que pasase allí aumentaba el riesgo de que me encontrasen. Pero aún así no lo hice.
- Veo que al menos has recuperado el brazo.
Fue lo único que pude decir cuando traté de hablar. Seguía teniendo en la cabeza un montón de preguntas que quería hacerle, y me sentía ligeramente molesto por su comentario sobre mi debilidad. Pero aún así, el hecho de reunirme con un antiguo camarada al que no había visto en años. Y al que sinceramente daba por muerto. En una situación que era, como mínimo, complicada. Dio lugar a que por una vez, no supiese que decir.
Y como no era todo ya lo suficientemente extraño, se sumó al panorama el sonido de los cascos en la distancia. Alcé la vista, mirando más allá de su espalda, hacia el camino por el que me habían seguido. En el horizonte se dibujaron las figuras de un grupo de hombres caballo, al menos una decena. Aún estaban lejos, pero no tardarían en darnos alcance si no nos poníamos en marcha. Supuse que se trataría de mis perseguidores, que habrían dado con mi rastro antes de lo previsto. Sin embargo me percaté de un detalle, y es que no llevaban el uniforme de la guardia. Al menos hasta donde yo sabía, nadie más en esa isla tenía problema alguno conmigo. Y si no me perseguían a mi...
- ¿Son conocidos tuyos?
- Veo que al menos has recuperado el brazo.
Fue lo único que pude decir cuando traté de hablar. Seguía teniendo en la cabeza un montón de preguntas que quería hacerle, y me sentía ligeramente molesto por su comentario sobre mi debilidad. Pero aún así, el hecho de reunirme con un antiguo camarada al que no había visto en años. Y al que sinceramente daba por muerto. En una situación que era, como mínimo, complicada. Dio lugar a que por una vez, no supiese que decir.
Y como no era todo ya lo suficientemente extraño, se sumó al panorama el sonido de los cascos en la distancia. Alcé la vista, mirando más allá de su espalda, hacia el camino por el que me habían seguido. En el horizonte se dibujaron las figuras de un grupo de hombres caballo, al menos una decena. Aún estaban lejos, pero no tardarían en darnos alcance si no nos poníamos en marcha. Supuse que se trataría de mis perseguidores, que habrían dado con mi rastro antes de lo previsto. Sin embargo me percaté de un detalle, y es que no llevaban el uniforme de la guardia. Al menos hasta donde yo sabía, nadie más en esa isla tenía problema alguno conmigo. Y si no me perseguían a mi...
- ¿Son conocidos tuyos?
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El tiempo para los acertijos estaba llegando a su fin, yo también estaba escuchando el sonido de los cascos a mi espalda. Llegados a este punto no me quedaba más remedio que sincerarme y tratar de exponer mi plan.
- Naderías- respondí, restando importancia a los mercenarios restantes- Me conoces lo suficiente como para saber que no hay bandera, ni organización a la deba lealtad. Al igual que tu soy pirata y lo seré hasta el día de mi muerte- el cual no debía de estar muy lejano teniendo en cuenta lo que tenía que ofrecerle- No estoy aquí para darte caza ni mucho menos, de eso puedes estar seguro.
Había prometido la cabeza del falso Syxel a aquellos perros. Sin duda tratarían de cobrase su presa, tanto si trataba de convencerlos de su utilidad vivo como si no. Observé los cadáveres de los peones que había utilizado como señuelo, con su muerte se había esfumado cualquier oportunidad de negociación.
- ¿Durante cuánto tiempo más vamos a permanecer impasibles a la realidad? Nos exterminamos unos a otros como chacales, somos utilizados como perros de guerra tanto por el Gobierno como por esa falsa Revolución- comenté con desprecio mientras escupía al suelo al hacer referencia a los revolucionarios- Ellos se reparten el mundo ¿Y mientras tanto nosotros qué hacemos? Aspiramos a no morir bajo una soga o bajo la espada de otro pirata para engordar su leyenda. La experiencia nos ha demostrado que tampoco se puede confiar en los Yonkous, están más preocupados en sus luchas internas por el poder que han olvidado lo que representa la bandera que hondean.
No estaba seguro de si mis palabras calarían en Syxel, siempre había tenido fama de libertino y sus miras nunca habían sido muy amplias. No había oro, ni gloria, ni venganza en mi oferta… tan solo una condena a muerte que tarde o temprano seria cobrada.
- Correrá la sangre, nos tacharán de traidores y tratarán de volver a nuestros hermanos en nuestra contra, pero si sobrevivimos el tiempo suficiente y alcanzamos una posición de poder… Podemos romper el ciclo, estoy seguro de ello. La piratería no necesita otro autoproclamado Rey Pirata… Necesita un Estado bajo el que prosperar y eso es lo que le daremos.
Alcé el puño perezosamente a modo de señal para que los mercenarios aguardaran sin involucrarse en la conversación. Desconocía su proximidad, pero dada la naturaleza de la conversación no tenían intención de darle la espalda a mi interlocutor.
- Quizá te parezcan los delirios de un loco, no te culpo, pero me niego a creer que nuestro tiempo ya ha pasado- dije con amargura mientras esbozaba una escueta sonrisa.
- Naderías- respondí, restando importancia a los mercenarios restantes- Me conoces lo suficiente como para saber que no hay bandera, ni organización a la deba lealtad. Al igual que tu soy pirata y lo seré hasta el día de mi muerte- el cual no debía de estar muy lejano teniendo en cuenta lo que tenía que ofrecerle- No estoy aquí para darte caza ni mucho menos, de eso puedes estar seguro.
Había prometido la cabeza del falso Syxel a aquellos perros. Sin duda tratarían de cobrase su presa, tanto si trataba de convencerlos de su utilidad vivo como si no. Observé los cadáveres de los peones que había utilizado como señuelo, con su muerte se había esfumado cualquier oportunidad de negociación.
- ¿Durante cuánto tiempo más vamos a permanecer impasibles a la realidad? Nos exterminamos unos a otros como chacales, somos utilizados como perros de guerra tanto por el Gobierno como por esa falsa Revolución- comenté con desprecio mientras escupía al suelo al hacer referencia a los revolucionarios- Ellos se reparten el mundo ¿Y mientras tanto nosotros qué hacemos? Aspiramos a no morir bajo una soga o bajo la espada de otro pirata para engordar su leyenda. La experiencia nos ha demostrado que tampoco se puede confiar en los Yonkous, están más preocupados en sus luchas internas por el poder que han olvidado lo que representa la bandera que hondean.
No estaba seguro de si mis palabras calarían en Syxel, siempre había tenido fama de libertino y sus miras nunca habían sido muy amplias. No había oro, ni gloria, ni venganza en mi oferta… tan solo una condena a muerte que tarde o temprano seria cobrada.
- Correrá la sangre, nos tacharán de traidores y tratarán de volver a nuestros hermanos en nuestra contra, pero si sobrevivimos el tiempo suficiente y alcanzamos una posición de poder… Podemos romper el ciclo, estoy seguro de ello. La piratería no necesita otro autoproclamado Rey Pirata… Necesita un Estado bajo el que prosperar y eso es lo que le daremos.
Alcé el puño perezosamente a modo de señal para que los mercenarios aguardaran sin involucrarse en la conversación. Desconocía su proximidad, pero dada la naturaleza de la conversación no tenían intención de darle la espalda a mi interlocutor.
- Quizá te parezcan los delirios de un loco, no te culpo, pero me niego a creer que nuestro tiempo ya ha pasado- dije con amargura mientras esbozaba una escueta sonrisa.
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Al fin había empezado a hablar claro. O al menos, a ser un poco más específico con respecto a las ideas que se le pasaban por la cabeza y, según pude entender, lo que me estaba proponiendo. La conversación de repente tomó un cariz mucho más serio. El Jish que podía recordar, un compañero al que conocía desde hacía décadas, nunca había sido una persona que se caracterizase por sus profundos pensamientos, o que se pudiese tomar siquiera en serio. Pero el hombre que tenía ante mí parecía completamente diferente, y desde luego muy seguro de sus palabras.
De nuevo me mantuve en silencio, escuchando hasta la última de sus palabras. Y sin perder de vista al grupo de hombres armados que poco a poco iban estando cada vez más cerca. No puedo decir que el concepto de rey de los piratas no me parezca algo obsoleto, a pesar de que en su día yo mismo persiguiese ese sueño. ¿Pero es tan siquiera posible considerar la opción de crear un estado pirata? Eso es algo que nunca antes me habría planteado. Pero ahora, escuchándole a él, tan convencido como parecía, la idea se me tornaba algo menos imposible.
- Creo que tendremos que dejar esta conversación para otro momento - le interrumpí mientras daba un par de pasos al frente, hasta situarme justo a su lado. Pues aquellos desconocidos ya habían llegado hasta nosotros, y aunque se detuvieron momentáneamente cuando Jish les hizo un gesto con la mano, no parecían dispuestos a esperar a que terminásemos de hablar.
Seis hombres desmontaron de los caballos, desenvainando sus armas. Y otros dos quedaron sobre sus monturas, mientras nos apuntaban con rifles. Durante unos segundos nadie hizo ni el más mínimo movimiento, hasta que uno de ellos se cansó de esperar y decidió realizar el primer disparo. Pude prever sus intenciones gracias al haki de observación, lo cual me permitió reaccionar a tiempo empujando a Jish hacia un lado, haciendo así que errase el tiro.
De manera casi inmediata me llevé la mano a la parte posterior del cinturón, desenfundando una pistola. Alcé el brazo en dirección al grupo, retiré el pedernal y apreté el gatillo. El estruendo resonó en el lugar y el olor a pólvora me invadió. El tipo que aún no había disparado su arma cayó del caballo.
- Espero que aún recuerdes algo de lo que te enseñé. - Dejé caer el arma sobre la nieve, con el cañón aún humeante. Empuñé el machete con mi diestra y desenfundé una segunda pistola con la otra mano. - Parece que tus nuevos amigos no están muy contentos con nosotros.
De nuevo me mantuve en silencio, escuchando hasta la última de sus palabras. Y sin perder de vista al grupo de hombres armados que poco a poco iban estando cada vez más cerca. No puedo decir que el concepto de rey de los piratas no me parezca algo obsoleto, a pesar de que en su día yo mismo persiguiese ese sueño. ¿Pero es tan siquiera posible considerar la opción de crear un estado pirata? Eso es algo que nunca antes me habría planteado. Pero ahora, escuchándole a él, tan convencido como parecía, la idea se me tornaba algo menos imposible.
- Creo que tendremos que dejar esta conversación para otro momento - le interrumpí mientras daba un par de pasos al frente, hasta situarme justo a su lado. Pues aquellos desconocidos ya habían llegado hasta nosotros, y aunque se detuvieron momentáneamente cuando Jish les hizo un gesto con la mano, no parecían dispuestos a esperar a que terminásemos de hablar.
Seis hombres desmontaron de los caballos, desenvainando sus armas. Y otros dos quedaron sobre sus monturas, mientras nos apuntaban con rifles. Durante unos segundos nadie hizo ni el más mínimo movimiento, hasta que uno de ellos se cansó de esperar y decidió realizar el primer disparo. Pude prever sus intenciones gracias al haki de observación, lo cual me permitió reaccionar a tiempo empujando a Jish hacia un lado, haciendo así que errase el tiro.
De manera casi inmediata me llevé la mano a la parte posterior del cinturón, desenfundando una pistola. Alcé el brazo en dirección al grupo, retiré el pedernal y apreté el gatillo. El estruendo resonó en el lugar y el olor a pólvora me invadió. El tipo que aún no había disparado su arma cayó del caballo.
- Espero que aún recuerdes algo de lo que te enseñé. - Dejé caer el arma sobre la nieve, con el cañón aún humeante. Empuñé el machete con mi diestra y desenfundé una segunda pistola con la otra mano. - Parece que tus nuevos amigos no están muy contentos con nosotros.
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Lo miré de arriba abajo al ver que situaba junto a mí. Podían parecer unos simples pasos sin importancia, pero en aquella situación eso era una declaración de intenciones. No dudé ni por un instante en apartarme un par de metros del pirata ¿Quería que me vincularan con él? Eso, bajo ningún concepto, iba a ocurrir. No en aquella situación.
Sin embargo, de poco sirvió ya que no solo su expresión corporal daba pruebas de mi traición, sino que me salvó de un tiro certero y comenzó a hablar. Sus palabras no solo me delataban como traidor, también me delataban como antiguo conocido.
- ¡Deja de abrir la maldita boca! - espeté nervioso- ¡No estas ayudando en absoluto!
Mi arma aún permanecía en el suelo y allí seguiría. No tenía ninguna intención de acabar lleno de plomo por un simple trozo de acero.
- No le escuchéis, esos dos cometieron ese mismo error- dije, mientras señalaba los cadáveres que permanecían inertes sobre la nieve- Y han pagado por ello. Os embaucará con sus palabras si le dais la oportunidad de explicarse.
Avancé hacia el grupo de mercenarios con paso decidido y las manos en alto.
- Os prometí su cabeza y aun mantengo mi palabra. Podéis reclamar su recompensa, su barco y sus enseres personales- comenté lleno de rabia- Pero seré yo quien se encargué de este mentiroso.
Los tipos ni se inmutaron con mis palabras, estaba claro que hacía ya un rato que había dejado de tener control sobre ellos.
Dirigí mis pasos y mi atención hacia el único de los mercenarios montados que permanecía con vida.
- Dame eso- le indiqué al jinete mientras ponía la palma de la mano hacia arriba para que me entregara su arma.
Durante unos segundos el hombre dudó, pero finalmente cedió y me hizo entrega de su rifle. No se trataba de un rifle común, no era ningún experto en el tema, pero me atrevería a decir que era algo más corto y ligero que un fusil convencional.
Apoyé la culata del arma tanto en mi hombro como en mi mejilla, relajé los brazos y comencé a intentar bajar mis pulsaciones ralentizando la respiración. A través de la mira de hierro podía ver como Syxel se preparaba para recibir el ataque de los seis rufianes restantes, que ya se lanzaban a su encuentro. No era precisamente lo que yo llamaría un tiro sencillo.
- Fin de la función- susurré para mí mismo.
Pivoté sobre mi pie derecho y apreté el gatillo disparando a quemarropa, prácticamente sin necesidad de apuntar, sobre el pecho del jinete. El tipo cayó como un saco de patatas sobre la nieve.
Sin embargo, de poco sirvió ya que no solo su expresión corporal daba pruebas de mi traición, sino que me salvó de un tiro certero y comenzó a hablar. Sus palabras no solo me delataban como traidor, también me delataban como antiguo conocido.
- ¡Deja de abrir la maldita boca! - espeté nervioso- ¡No estas ayudando en absoluto!
Mi arma aún permanecía en el suelo y allí seguiría. No tenía ninguna intención de acabar lleno de plomo por un simple trozo de acero.
- No le escuchéis, esos dos cometieron ese mismo error- dije, mientras señalaba los cadáveres que permanecían inertes sobre la nieve- Y han pagado por ello. Os embaucará con sus palabras si le dais la oportunidad de explicarse.
Avancé hacia el grupo de mercenarios con paso decidido y las manos en alto.
- Os prometí su cabeza y aun mantengo mi palabra. Podéis reclamar su recompensa, su barco y sus enseres personales- comenté lleno de rabia- Pero seré yo quien se encargué de este mentiroso.
Los tipos ni se inmutaron con mis palabras, estaba claro que hacía ya un rato que había dejado de tener control sobre ellos.
Dirigí mis pasos y mi atención hacia el único de los mercenarios montados que permanecía con vida.
- Dame eso- le indiqué al jinete mientras ponía la palma de la mano hacia arriba para que me entregara su arma.
Durante unos segundos el hombre dudó, pero finalmente cedió y me hizo entrega de su rifle. No se trataba de un rifle común, no era ningún experto en el tema, pero me atrevería a decir que era algo más corto y ligero que un fusil convencional.
Apoyé la culata del arma tanto en mi hombro como en mi mejilla, relajé los brazos y comencé a intentar bajar mis pulsaciones ralentizando la respiración. A través de la mira de hierro podía ver como Syxel se preparaba para recibir el ataque de los seis rufianes restantes, que ya se lanzaban a su encuentro. No era precisamente lo que yo llamaría un tiro sencillo.
- Fin de la función- susurré para mí mismo.
Pivoté sobre mi pie derecho y apreté el gatillo disparando a quemarropa, prácticamente sin necesidad de apuntar, sobre el pecho del jinete. El tipo cayó como un saco de patatas sobre la nieve.
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Re: Leyendas y Mentiras. El despertar de los Perdidos. [Privado Syxel-Jish] {Sáb 29 Abr 2017 - 0:46}
Los mercenarios se acercaban a mí, tratando de cercarme. Me vi obligado a retroceder y en cuestión de segundos ya tenía a los seis cubriendo mi frente y ambos flancos. A mi espalda se encontraban los cuerpos de los dos pobres desgraciados que ya me habían enfrentado y frente a mí, tras la muralla humana que continuaba acercándose lentamente, Jish se reunía con el que aún se encontraba montado a caballo.
Comencé a dudar de la lealtad de mi compañero. Quizás no era el mismo hombre que recordaba, quizás su verdadero objetivo sí que era darme caza y todo lo que me había dicho no era más que una sarta de mentiras con las que ganar tiempo hasta que llegasen sus compañeros. De ser ese el caso, me aseguraría de arreglar cuentas con él cuando hubiese terminado con el resto.
No alcancé a oír con exactitud lo que le dijo, pero unos segundos después de extender el brazo el jinete le entregó su rifle, con el cual me apuntó. Todos frente a mi dieron un paso más, disminuyendo la distancia. Las sonrisas en sus rostros demostraban una clara confianza. Sin duda debían de creer que la superioridad numérica les facilitaría la tarea. Pero no podían ni imaginar lo equivocados que estaban.
- Se acabaron las medias tintas - exclamé elevando el tono, asegurándome de que Jish me escuchase. - Ya es hora de que escojas en que bando estás.
Y tomó su decisión. De nuevo el sonido de un disparo resonó en el lugar, seguido del estruendo aquel hombre al caer del caballo. El resto, sin tan siquiera percatarse de contra quien había disparado, se lanzaron a la carga como descerebrados.
Dos de ellos se me charon encima prácticamente al mismo tiempo. Detuve la hoja de uno de ellos interponiendo mi machete, y un disparo en el pecho fue suficiente para frenar en seco al segundo. Lancé la pistola hacia arriba, sujetándola enseguida por el cañón y girando sobre mí mismo para golpear con la empuñadura de la misma la mandíbula del primero.
Un tercero se aproximó por mi flanco izquierdo con una estocada, pero no me resultó difícil desviar su espada y hacerle retroceder de nuevo con una patada frontal. Giré una vez más, descargando un tajo en el pecho del que aún se recuperaba del golpe con la pistola. Los tres restantes se detuvieron momentáneamente. Toda su confianza había desaparecido de golpe, y ahora se miraban entre ellos, pues ninguno se atrevía a dar el siguiente paso. El que había recibido la patada no tardó en recuperar el aliento y unirse a ellos.
- ¿Listos para el segundo asalto?
Comencé a dudar de la lealtad de mi compañero. Quizás no era el mismo hombre que recordaba, quizás su verdadero objetivo sí que era darme caza y todo lo que me había dicho no era más que una sarta de mentiras con las que ganar tiempo hasta que llegasen sus compañeros. De ser ese el caso, me aseguraría de arreglar cuentas con él cuando hubiese terminado con el resto.
No alcancé a oír con exactitud lo que le dijo, pero unos segundos después de extender el brazo el jinete le entregó su rifle, con el cual me apuntó. Todos frente a mi dieron un paso más, disminuyendo la distancia. Las sonrisas en sus rostros demostraban una clara confianza. Sin duda debían de creer que la superioridad numérica les facilitaría la tarea. Pero no podían ni imaginar lo equivocados que estaban.
- Se acabaron las medias tintas - exclamé elevando el tono, asegurándome de que Jish me escuchase. - Ya es hora de que escojas en que bando estás.
Y tomó su decisión. De nuevo el sonido de un disparo resonó en el lugar, seguido del estruendo aquel hombre al caer del caballo. El resto, sin tan siquiera percatarse de contra quien había disparado, se lanzaron a la carga como descerebrados.
Dos de ellos se me charon encima prácticamente al mismo tiempo. Detuve la hoja de uno de ellos interponiendo mi machete, y un disparo en el pecho fue suficiente para frenar en seco al segundo. Lancé la pistola hacia arriba, sujetándola enseguida por el cañón y girando sobre mí mismo para golpear con la empuñadura de la misma la mandíbula del primero.
Un tercero se aproximó por mi flanco izquierdo con una estocada, pero no me resultó difícil desviar su espada y hacerle retroceder de nuevo con una patada frontal. Giré una vez más, descargando un tajo en el pecho del que aún se recuperaba del golpe con la pistola. Los tres restantes se detuvieron momentáneamente. Toda su confianza había desaparecido de golpe, y ahora se miraban entre ellos, pues ninguno se atrevía a dar el siguiente paso. El que había recibido la patada no tardó en recuperar el aliento y unirse a ellos.
- ¿Listos para el segundo asalto?
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Rojo de rabia dirigí la mirada hacia los mercenarios restantes. Les había traicionado, unido a un criminal al que había prometido capturar y ni se habían molestado en prestarme la más mínima de atención durante el proceso. Esta era mi maldita función y no recordaba haber escrito un papel con dos protagonistas.
- ¡Eh tú! - ladré a uno de los mercenarios que permanecían en la zaga, el cual portaba dos espadas cortas de un único filo- Se supone que yo soy el malo aquí, puede que él os esté matando, pero estáis en esta condenada isla porque yo lo dispuse. Exijo el trato que me corresponde.
Me llevé la mano a la cintura y emulé el mismo gesto con el que un consumado espadachín desenvainaría su arma, con la irrelevante diferencia que de que yo no disponía de ninguna. El tipo se aguantó la risa durante unos instantes hasta que finalmente estallo con una estridente carcajada.
- Estas como una regadera- dijo por fin - Desobedecer tus ordenes es lo mejor que hemos hecho en semanas.
- ¿Semanas solo? Yo me atrevería a decir que es lo mejor que habéis logrado hacer, en general- puntualicé. La sonrisa de autosuficiencia desapareció de la cara del tipo. Provocarlo no era parte del plan, pero había sido incapaz de morderme la lengua.
Deje que el rufián llevara la batuta y marcara el tempo del duelo. Avanzó a la carrera y realizó un feroz barrido con sus espadas, traté de desplazarme hacia su flanco izquierdo procurando esquivar el ataque. Una brisa helada se coló por alguna rendija de mi ropa, chasqué la lengua al comprobar que había abierto un corte en la manga derecha de mi abrigo. Por fortuna no había recibido ninguna herida, el grosor de la prenda había recibido la peor parte del impacto.
Extendí mi brazo derecho formando un ángulo recto interponiendo mi supuesta arma entre ambos con una elegante floritura con la muñeca. El siguiente ataque no me pillaría desprevenido, no si me obligaba a moverme más rápido. Con los pies dispuestos en posición de “L”y las rodillas ligeramente flexionadas comencé a dar gráciles pasos laterales alrededor del mercenario.
El individuo, crecido por su superioridad, volvió a arremeter con sus dos espadas realizando esta vez un par de estocadas paralelas directas hacia mi vientre. Esta vez si estaba preparado, apenas me costó esfuerzo pivotar sobre mi pie izquierdo y eludir su ataque. Apoyé la espalda contra su antebrazo extendido y volví a girar sobre mí mismo descargando, con la inercia del giro, un único golpe a modo de martillo sobre su nariz. Tal y como lo haría un duelista con el pomo de su espada.
Podría parecer una locura, la cara del aturdido rufián era un poema, mi puño no sostenía ningún arma, sin embargo, algo le decía a aquel sujeto que no era buena idea poner a prueba esa teoría por obvia que resultara. Podía verlo en sus ojos, estaba comenzando a dudar.
- ¡Eh tú! - ladré a uno de los mercenarios que permanecían en la zaga, el cual portaba dos espadas cortas de un único filo- Se supone que yo soy el malo aquí, puede que él os esté matando, pero estáis en esta condenada isla porque yo lo dispuse. Exijo el trato que me corresponde.
Me llevé la mano a la cintura y emulé el mismo gesto con el que un consumado espadachín desenvainaría su arma, con la irrelevante diferencia que de que yo no disponía de ninguna. El tipo se aguantó la risa durante unos instantes hasta que finalmente estallo con una estridente carcajada.
- Estas como una regadera- dijo por fin - Desobedecer tus ordenes es lo mejor que hemos hecho en semanas.
- ¿Semanas solo? Yo me atrevería a decir que es lo mejor que habéis logrado hacer, en general- puntualicé. La sonrisa de autosuficiencia desapareció de la cara del tipo. Provocarlo no era parte del plan, pero había sido incapaz de morderme la lengua.
Deje que el rufián llevara la batuta y marcara el tempo del duelo. Avanzó a la carrera y realizó un feroz barrido con sus espadas, traté de desplazarme hacia su flanco izquierdo procurando esquivar el ataque. Una brisa helada se coló por alguna rendija de mi ropa, chasqué la lengua al comprobar que había abierto un corte en la manga derecha de mi abrigo. Por fortuna no había recibido ninguna herida, el grosor de la prenda había recibido la peor parte del impacto.
Extendí mi brazo derecho formando un ángulo recto interponiendo mi supuesta arma entre ambos con una elegante floritura con la muñeca. El siguiente ataque no me pillaría desprevenido, no si me obligaba a moverme más rápido. Con los pies dispuestos en posición de “L”y las rodillas ligeramente flexionadas comencé a dar gráciles pasos laterales alrededor del mercenario.
El individuo, crecido por su superioridad, volvió a arremeter con sus dos espadas realizando esta vez un par de estocadas paralelas directas hacia mi vientre. Esta vez si estaba preparado, apenas me costó esfuerzo pivotar sobre mi pie izquierdo y eludir su ataque. Apoyé la espalda contra su antebrazo extendido y volví a girar sobre mí mismo descargando, con la inercia del giro, un único golpe a modo de martillo sobre su nariz. Tal y como lo haría un duelista con el pomo de su espada.
Podría parecer una locura, la cara del aturdido rufián era un poema, mi puño no sostenía ningún arma, sin embargo, algo le decía a aquel sujeto que no era buena idea poner a prueba esa teoría por obvia que resultara. Podía verlo en sus ojos, estaba comenzando a dudar.
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Notablemente indignado, y no sin motivos, Jish trató de llamar la atención de los mercenarios restantes. Mas tan solo uno se giró para encararse a él, permaneciendo los otros tres con sus miradas fijas en mí. Ante tal situación no pude evitar reír, pues no me lo imaginaba molestándose por algo así tras montar semejante teatro.
Viendo que ninguno aparentaba tener intenciones de hacer el próximo movimiento, decidí tomar la iniciativa. Dejé caer el arma descargada al suelo al tiempo que daba un paso al frente, agachándome lo justo para desenvainar el puñal de la bota con la mano que me había quedado libre.
Un par de pasos más y ya estaba frente a mis oponentes, que apenas tuvieron tiempo a reaccionar. Aprovechando la inercia del movimiento descargué un tajo con el machete contra la pierna del que se encontraba más a la derecha, cercenándola justo por debajo de la rodilla. El pobre desgraciado cayó al suelo, soltando su arma y tratando inútilmente de detener el sangrado mientras gritaba, incapaz de contener el dolor.
Acto seguido, y sin detenerme ni un instante, me impulsé hacia arriba para volver a quedar erguido. Al hacerlo alcé también mi brazo izquierdo con fuerza, con la daga hacia arriba. Esta se encontró con la cabeza de otro que, distraído como estaba con la desgracia de su compañero, no pudo ni reaccionar cuando la hoja del puñal se introdujo en su cráneo, por la parte inferior de la mandíbula.
Solté la empuñadura, dejando que el arma cayese al suelo junto a su cadáver. El tercero fijó su vista en mí, y le devolví la mirada. Estaba paralizado en el sitio, tratando de sostener su espada frente a él con las manos temblorosas. Un golpe con el machete a su hoja fue más que suficiente para que cayese al suelo, desarmándole. Matarle habría sido sencillo, pero ya no suponía ninguna amenaza, así que tampoco tenía motivos para hacerlo.
- Largo. - Me limité a exclamar.
Sin dudarlo ni un instante dio media vuelta y echó a correr. Olvidándome de él centré mi atención en los otros dos hombres allí presentes. Mi antiguo camarada, y el hombre contra el que estaba peleando. Por lo que podía recordar, un simple mercenario no debía de suponerle demasiados problemas, así que no tenía sentido que tardase tanto. Salvo que, como suponía, simplemente estuviese jugando con él. Cosa que en circunstancias normales no me habría importado, pero tenía prisa y ya había perdido demasiado tiempo.
Guardando el machete me acerqué a uno de los cadáveres, y recuperé del mismo mi daga. Luego avancé lentamente hasta el último hombre, que encarado a Jish me daba la espalda. Con la mano que me quedaba libre le sujeté por la parte superior de la cabeza, al tiempo que introducía el puñal en su cuello. La hoja entró por la nuca, y pude notar como rasgaba la carne, hasta que finalmente pudo verse parte de la misma salir por la parte delantera. Retiré mi arma y le solté, dejando que cayese al suelo.
Viendo que ninguno aparentaba tener intenciones de hacer el próximo movimiento, decidí tomar la iniciativa. Dejé caer el arma descargada al suelo al tiempo que daba un paso al frente, agachándome lo justo para desenvainar el puñal de la bota con la mano que me había quedado libre.
Un par de pasos más y ya estaba frente a mis oponentes, que apenas tuvieron tiempo a reaccionar. Aprovechando la inercia del movimiento descargué un tajo con el machete contra la pierna del que se encontraba más a la derecha, cercenándola justo por debajo de la rodilla. El pobre desgraciado cayó al suelo, soltando su arma y tratando inútilmente de detener el sangrado mientras gritaba, incapaz de contener el dolor.
Acto seguido, y sin detenerme ni un instante, me impulsé hacia arriba para volver a quedar erguido. Al hacerlo alcé también mi brazo izquierdo con fuerza, con la daga hacia arriba. Esta se encontró con la cabeza de otro que, distraído como estaba con la desgracia de su compañero, no pudo ni reaccionar cuando la hoja del puñal se introdujo en su cráneo, por la parte inferior de la mandíbula.
Solté la empuñadura, dejando que el arma cayese al suelo junto a su cadáver. El tercero fijó su vista en mí, y le devolví la mirada. Estaba paralizado en el sitio, tratando de sostener su espada frente a él con las manos temblorosas. Un golpe con el machete a su hoja fue más que suficiente para que cayese al suelo, desarmándole. Matarle habría sido sencillo, pero ya no suponía ninguna amenaza, así que tampoco tenía motivos para hacerlo.
- Largo. - Me limité a exclamar.
Sin dudarlo ni un instante dio media vuelta y echó a correr. Olvidándome de él centré mi atención en los otros dos hombres allí presentes. Mi antiguo camarada, y el hombre contra el que estaba peleando. Por lo que podía recordar, un simple mercenario no debía de suponerle demasiados problemas, así que no tenía sentido que tardase tanto. Salvo que, como suponía, simplemente estuviese jugando con él. Cosa que en circunstancias normales no me habría importado, pero tenía prisa y ya había perdido demasiado tiempo.
Guardando el machete me acerqué a uno de los cadáveres, y recuperé del mismo mi daga. Luego avancé lentamente hasta el último hombre, que encarado a Jish me daba la espalda. Con la mano que me quedaba libre le sujeté por la parte superior de la cabeza, al tiempo que introducía el puñal en su cuello. La hoja entró por la nuca, y pude notar como rasgaba la carne, hasta que finalmente pudo verse parte de la misma salir por la parte delantera. Retiré mi arma y le solté, dejando que cayese al suelo.
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Re: Leyendas y Mentiras. El despertar de los Perdidos. [Privado Syxel-Jish] {Dom 30 Abr 2017 - 0:16}
Los alaridos y el entrechocar del acero cesaron, el silencio reinaba en el valle. Me moví con cautela hacia mi rival y comprobé la gravedad de la herida. No pude evitar hacer una mueca desagradable. El mercenario permanecía en suelo, retorciéndose e intentando respirar inútilmente. Para su desgracia el "honorable" ataque de Syxel no había acabado al momento con su vida.
- Lo tenía donde quería… Estaba a punto de empezar a creerse que de verdad estaba usando una espada ¿Tienes de idea de lo que cuesta hacer esto? No, claro que no tienes ni idea- respondí por él.
Me hacía parecer débil y eso era intolerable. Por otra parte, me sentía aliviado, podía ser yo mismo y dejar de actuar durante unas horas sin tener que preocuparme por ser descubierto.
- La única razón por la que continuo con vida es porque prefieres negociar conmigo en lugar de matarme. El meollo del asunto es que piensas que podría tener razón, pero no quieres dejarte convencer, y sospecho que las razones que te mueven a pensar de esa forma no tienen nada que ver con la piratería.
Syxel se había quedado muy quieto, y había entrecerrado los ojos para estudiarme con desconfianza. Sabía que había dado en un punto delicado.
- Lo primero es lo primero. Puedo ayudarte a construirte una reputación en estos mares, pero a cambio deberás concederme refugio en tu tripulación. Cuando tu nombre deje de representarte y se convierta en algo más grande, podremos comenzar con nuestra revolución. Eso sí, cuanta menos gente esté enterada de este acuerdo, más probabilidades tendremos de volver las tornas.
Avancé por el improvisado campo de batalla en busca de mi katana.
- No consideres esto como un acuerdo no provechoso, capitán- comenté adrede- Ambos podemos beneficiarnos con esta sociedad.
- Lo tenía donde quería… Estaba a punto de empezar a creerse que de verdad estaba usando una espada ¿Tienes de idea de lo que cuesta hacer esto? No, claro que no tienes ni idea- respondí por él.
Me hacía parecer débil y eso era intolerable. Por otra parte, me sentía aliviado, podía ser yo mismo y dejar de actuar durante unas horas sin tener que preocuparme por ser descubierto.
- La única razón por la que continuo con vida es porque prefieres negociar conmigo en lugar de matarme. El meollo del asunto es que piensas que podría tener razón, pero no quieres dejarte convencer, y sospecho que las razones que te mueven a pensar de esa forma no tienen nada que ver con la piratería.
Syxel se había quedado muy quieto, y había entrecerrado los ojos para estudiarme con desconfianza. Sabía que había dado en un punto delicado.
- Lo primero es lo primero. Puedo ayudarte a construirte una reputación en estos mares, pero a cambio deberás concederme refugio en tu tripulación. Cuando tu nombre deje de representarte y se convierta en algo más grande, podremos comenzar con nuestra revolución. Eso sí, cuanta menos gente esté enterada de este acuerdo, más probabilidades tendremos de volver las tornas.
Avancé por el improvisado campo de batalla en busca de mi katana.
- No consideres esto como un acuerdo no provechoso, capitán- comenté adrede- Ambos podemos beneficiarnos con esta sociedad.
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Re: Leyendas y Mentiras. El despertar de los Perdidos. [Privado Syxel-Jish] {Dom 30 Abr 2017 - 1:04}
- La culpa es suya por darme la espalda y olvidarse de mí. - Me excusé ante la mirada acusatoria de Jish, tras escuchar su extraño reproche.
Habiéndonos encargado del problema de los mercenarios, no tardó en querer retomar el tema que habíamos estado discutiendo antes de su intervención. Continuó exponiendo sus ideas, que por más que explicaba no dejaban de parecerme una locura fruto de la mente de alguien trastornado. Pero aun así, por algún motivo cobraban cierto sentido en mi cabeza, más aún cuantas más vueltas le daba. Quizás estábamos igual de locos.
Me mantuve en silencio, observándole con detenimiento. Aún trataba de ver en él a mi antiguo camarada, un hombre tan extravagante como vago, alguien que jamás habría ideado un plan como ese. Sin embargo, tampoco tenía motivos para rechazar su propuesta. Recuperaría a un compañero, y con el tiempo iríamos viendo como de viable era su empresa.
- Sea pues. - Di un par de pasos hasta situarme frente a él, y le ofrecí mi mano. - Pongamos el mundo patas arriba. - Sentencié con una sonrisa de complicidad.
Sin dudarlo ni un instante me ofreció la suya, estrechando nuestras manos como si sellásemos un trato, y me devolvió la sonrisa.
- Ahora será mejor que salgamos de esta isla. No hay tiempo para explicaciones, pero tus amigos no eran los únicos que me perseguían.
Ninguno de los dos dijimos nada más. Simplemente nos limitamos a recoger nuestras pertenencias y tomamos dos de los caballos. Tras dirigir un último vistazo al camino por el que habíamos venido retomamos la marcha en dirección contraria, hacia donde había dejado anclado el barco antes de dirigirme a la ciudad a resolver los mismos asuntos que ahora me obligaban a abandonar la isla con tanta prisa.
Y apenas habíamos avanzado unos cientos de metros cuando tres jinetes aparecieron por el mismo camino, avanzando de frente hacia nosotros. La mirada de preocupación que Jish me dirigió me resultó divertida, cuanto menos. Pero le tranquilicé avisándole de que eran de mi tripulación.
Enseguida nos reunimos con Airok que, como pude suponer, preocupada por la tardanza había venido en mi búsqueda junto a dos reclutas.
- ¿Quién es tu amigo? - Me preguntó con su seriedad habitual, mientras le miraba con desconfianza.
- Es nuestro nuevo camarada.
Habiéndonos encargado del problema de los mercenarios, no tardó en querer retomar el tema que habíamos estado discutiendo antes de su intervención. Continuó exponiendo sus ideas, que por más que explicaba no dejaban de parecerme una locura fruto de la mente de alguien trastornado. Pero aun así, por algún motivo cobraban cierto sentido en mi cabeza, más aún cuantas más vueltas le daba. Quizás estábamos igual de locos.
Me mantuve en silencio, observándole con detenimiento. Aún trataba de ver en él a mi antiguo camarada, un hombre tan extravagante como vago, alguien que jamás habría ideado un plan como ese. Sin embargo, tampoco tenía motivos para rechazar su propuesta. Recuperaría a un compañero, y con el tiempo iríamos viendo como de viable era su empresa.
- Sea pues. - Di un par de pasos hasta situarme frente a él, y le ofrecí mi mano. - Pongamos el mundo patas arriba. - Sentencié con una sonrisa de complicidad.
Sin dudarlo ni un instante me ofreció la suya, estrechando nuestras manos como si sellásemos un trato, y me devolvió la sonrisa.
- Ahora será mejor que salgamos de esta isla. No hay tiempo para explicaciones, pero tus amigos no eran los únicos que me perseguían.
Ninguno de los dos dijimos nada más. Simplemente nos limitamos a recoger nuestras pertenencias y tomamos dos de los caballos. Tras dirigir un último vistazo al camino por el que habíamos venido retomamos la marcha en dirección contraria, hacia donde había dejado anclado el barco antes de dirigirme a la ciudad a resolver los mismos asuntos que ahora me obligaban a abandonar la isla con tanta prisa.
Y apenas habíamos avanzado unos cientos de metros cuando tres jinetes aparecieron por el mismo camino, avanzando de frente hacia nosotros. La mirada de preocupación que Jish me dirigió me resultó divertida, cuanto menos. Pero le tranquilicé avisándole de que eran de mi tripulación.
Enseguida nos reunimos con Airok que, como pude suponer, preocupada por la tardanza había venido en mi búsqueda junto a dos reclutas.
- ¿Quién es tu amigo? - Me preguntó con su seriedad habitual, mientras le miraba con desconfianza.
- Es nuestro nuevo camarada.
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