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-Yo no mato, pero me gustaría verte a ti tras...- callé. Seis años aprendiendo a usar espadas y mosquetes, lucha cuerpo a cuerpo desarmada y tres errores. No iba a cometer ninguno más, la tinta dolía más cuando no podía olvidarla. Seguramente Erik se habría dado cuenta de mi abrupto silencio, pero ahora pretendía robar un barco. ¿En serio?-. Yo quiero un submarino.
Ya está, ya lo había dicho. Quería una nave capaz de ir bajo las olas, y no sobre ellas. No sabía si porque me gustaba o por contrariar al autoproclamado capitán del equipo, pero de repente me hacía una ilusión estúpida ver el mar desde abajo. Nunca me gustó nadar, pero ver peces y demás fauna marina a su altura era algo que cuanto menos merecía la pena intentar. ¿Pero tendrían un submarino en el puerto los habitantes de Offen? No tenía mucho sentido, aunque era uno de los puertos principales de Hallstat y no sería del todo raro encontrar uno o dos en un puerto militar, que con suerte habría si los tetes tenían una base cerca. Al fin y al cabo, hasta las tropas del terror necesitan descansar, aunque sea terroríficamente.
-Tengo una idea- dije, al tiempo que agarraba la gota de resina que había olvidado tenía en la frente. Ante el viento había comenzado a secar, y tenía una cáscara gelatinosa que me permitía agarrarlo muy precariamente. Mientras Erik lanzaba una extraña onda sónica contra un tejado yo miré al líder tete, que se acercaba implacablemente a nosotros, y le lancé el "globo" a la cara con todas mis fuerzas, haciendo que explotara en su cara. Salpicó un poco, y con suerte le habría entrado en los ojos, pero con esto terminaba de delatar mi posición. Por suerte el jugador había decidido utilizar una de las largas tradiciones piratas, huir como ratas asustadas. Y yo lo seguí, como es lógico, nunca se debe separar un grupo en medio del peligro.
Al girar la esquina... Bueno, lo que nos esperaba... Bueno, no quieres saber lo que era. Pero te lo voy a decir, porque era la visión más horrible que puedas imaginar. Era una calle en principio estrecha, pero desembocaba en una plaza relativamente grande con una estatua de Derian Markov. Eso no es tan malo, o no lo sería de no ser porque estaba completamente desnuda, y en lugar de pene parecía tener una especie de cuello de dragón completamente dorado, casi de la mitad de su tamaño. Sin restarle mérito al artista, que logró vencer a la gravedad para crear aquello, el monumento "al vigor sexual de nuestro amado monarca", como rezaba la placa a su pie, era una aberración. De hecho, el miembro de oro se movía y gritaba cosas como "¡Soy el Gran Dick Dickinson, liberadme o palpadme!", pero de repente apareció un tipo rojo y calvo con perilla de la nada, lo arrancó y se desvaneció en un humo rojo y temible. ¿Qué coño pasaba en aquella isla?
-Erik, ¿Seguro que estamos en Hallstat? Esto parece el sueño de un esquizofrénico.
Lo peor fue el tete que vigilaba la estatua, que nos vio y señaló como culpables. No esperé un instante, y mientras cargaba contra nosotros me lancé yo también, dispuesta a frenar su enorme alabarda. Al tiempo, Archie se lanzó también y le dio un cabezazo en... en... Parecía doloroso. El hombre soltó su arma y la cogí al vuelo, haciendo una pirueta similar a la que hice cuando encontré mi estoque nuevo, y le pasó algo similar. ¿Qué? Filo rojizo, no rojo, y mango blanco con un tema diagonal en rayas plateadas. Qué mona. Pero yo había caído en la trampa. Salvo por donde había llegado, estaba rodeada de tetes. Y faltaba Erik para cubrirme la espalda.
-Por favor...- dije, mirando al suelo, con ojitos de niña perdida-. ¿Me dejan marchar? Prometo no volver a hacerlo.
Mis mejillas algo sonrosadas y mi voz en un hilillo delicado. A ver si con suerte me libraba. Y si no, al menos hacerlos dudar suficiente como para que Erik me salvara con sus armas de juguete.
Ya está, ya lo había dicho. Quería una nave capaz de ir bajo las olas, y no sobre ellas. No sabía si porque me gustaba o por contrariar al autoproclamado capitán del equipo, pero de repente me hacía una ilusión estúpida ver el mar desde abajo. Nunca me gustó nadar, pero ver peces y demás fauna marina a su altura era algo que cuanto menos merecía la pena intentar. ¿Pero tendrían un submarino en el puerto los habitantes de Offen? No tenía mucho sentido, aunque era uno de los puertos principales de Hallstat y no sería del todo raro encontrar uno o dos en un puerto militar, que con suerte habría si los tetes tenían una base cerca. Al fin y al cabo, hasta las tropas del terror necesitan descansar, aunque sea terroríficamente.
-Tengo una idea- dije, al tiempo que agarraba la gota de resina que había olvidado tenía en la frente. Ante el viento había comenzado a secar, y tenía una cáscara gelatinosa que me permitía agarrarlo muy precariamente. Mientras Erik lanzaba una extraña onda sónica contra un tejado yo miré al líder tete, que se acercaba implacablemente a nosotros, y le lancé el "globo" a la cara con todas mis fuerzas, haciendo que explotara en su cara. Salpicó un poco, y con suerte le habría entrado en los ojos, pero con esto terminaba de delatar mi posición. Por suerte el jugador había decidido utilizar una de las largas tradiciones piratas, huir como ratas asustadas. Y yo lo seguí, como es lógico, nunca se debe separar un grupo en medio del peligro.
Al girar la esquina... Bueno, lo que nos esperaba... Bueno, no quieres saber lo que era. Pero te lo voy a decir, porque era la visión más horrible que puedas imaginar. Era una calle en principio estrecha, pero desembocaba en una plaza relativamente grande con una estatua de Derian Markov. Eso no es tan malo, o no lo sería de no ser porque estaba completamente desnuda, y en lugar de pene parecía tener una especie de cuello de dragón completamente dorado, casi de la mitad de su tamaño. Sin restarle mérito al artista, que logró vencer a la gravedad para crear aquello, el monumento "al vigor sexual de nuestro amado monarca", como rezaba la placa a su pie, era una aberración. De hecho, el miembro de oro se movía y gritaba cosas como "¡Soy el Gran Dick Dickinson, liberadme o palpadme!", pero de repente apareció un tipo rojo y calvo con perilla de la nada, lo arrancó y se desvaneció en un humo rojo y temible. ¿Qué coño pasaba en aquella isla?
-Erik, ¿Seguro que estamos en Hallstat? Esto parece el sueño de un esquizofrénico.
Lo peor fue el tete que vigilaba la estatua, que nos vio y señaló como culpables. No esperé un instante, y mientras cargaba contra nosotros me lancé yo también, dispuesta a frenar su enorme alabarda. Al tiempo, Archie se lanzó también y le dio un cabezazo en... en... Parecía doloroso. El hombre soltó su arma y la cogí al vuelo, haciendo una pirueta similar a la que hice cuando encontré mi estoque nuevo, y le pasó algo similar. ¿Qué? Filo rojizo, no rojo, y mango blanco con un tema diagonal en rayas plateadas. Qué mona. Pero yo había caído en la trampa. Salvo por donde había llegado, estaba rodeada de tetes. Y faltaba Erik para cubrirme la espalda.
-Por favor...- dije, mirando al suelo, con ojitos de niña perdida-. ¿Me dejan marchar? Prometo no volver a hacerlo.
Mis mejillas algo sonrosadas y mi voz en un hilillo delicado. A ver si con suerte me libraba. Y si no, al menos hacerlos dudar suficiente como para que Erik me salvara con sus armas de juguete.
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Aquel silencio incómodo era algo más que un silencio, pero no había tiempo para nada más. Por suerte, el globo de resina impactó con precisión en la cara del único lo bastante inteligente como para mirar al otro lado del ruido. Amenaza neutralizada.
Un... ¿Dragón dorado? ¿Pero qué estaba pasando? Y de pronto, ya no estaba. -Definitivamente esto no es Hallstat. -Iba a añadir algo más cuando su compañera, en una heróica acción combinada con Archie, acabó rodeada por cinco TTs, eso sí, con una alabarda muy mona. En serio, ¿qué clase de poder tenía esa mujer con las armas?
Su cara demostró que no esperaba acabar rodeada, y lo único que se le ocurrió fue ponerles ojitos a ver si dudaban y no la atacaban. ¿Qué creía que era, un gato con botas y sombrero? Contra todo pronóstico, los TTs dudaron un instante antes de comenzar a cerrar el círculo en torno a ella.
No había tiempo para pensar en esas tonterías. Sin dudar, el joven cargó contra el círculo mientras hacía aparecer un Q-tip y lo usaba de pértiga para saltar por encima de ellos y, mientras estaba en el aire, su arma desapareció y apareció en sus manos de nuevo un Kette, que comenzó a girar. Golpeó a uno de los TTs en la cara, que cayó derribado, y continuó su giro, pero los demás, más espabilados, retrocedieron dos pasos, quedando a unos tres metros de ellos. De no ser por la onda sónica que había descargado, instintivamente, al golpear con el Kette en la cabeza de aquel TT, se habría puesto en pie, pero el sonido había salido enfocado directo a su cara y se llevaba las manos a la cabeza mientras un hilillo de sangre salía de su oreja. Nada mal. Al ver aquello, los TTs estaban, digamos reticentes a acercarse más, pero no tardarían demasiado en interponer las armas en la trayectoria de la cadena y enredarla, por lo que, sin dejar de girar, la recogió más o menos medio metro. Esperaba haber dado tiempo suficiente a su temeraria compañera para hacer algo.
Un... ¿Dragón dorado? ¿Pero qué estaba pasando? Y de pronto, ya no estaba. -Definitivamente esto no es Hallstat. -Iba a añadir algo más cuando su compañera, en una heróica acción combinada con Archie, acabó rodeada por cinco TTs, eso sí, con una alabarda muy mona. En serio, ¿qué clase de poder tenía esa mujer con las armas?
Su cara demostró que no esperaba acabar rodeada, y lo único que se le ocurrió fue ponerles ojitos a ver si dudaban y no la atacaban. ¿Qué creía que era, un gato con botas y sombrero? Contra todo pronóstico, los TTs dudaron un instante antes de comenzar a cerrar el círculo en torno a ella.
No había tiempo para pensar en esas tonterías. Sin dudar, el joven cargó contra el círculo mientras hacía aparecer un Q-tip y lo usaba de pértiga para saltar por encima de ellos y, mientras estaba en el aire, su arma desapareció y apareció en sus manos de nuevo un Kette, que comenzó a girar. Golpeó a uno de los TTs en la cara, que cayó derribado, y continuó su giro, pero los demás, más espabilados, retrocedieron dos pasos, quedando a unos tres metros de ellos. De no ser por la onda sónica que había descargado, instintivamente, al golpear con el Kette en la cabeza de aquel TT, se habría puesto en pie, pero el sonido había salido enfocado directo a su cara y se llevaba las manos a la cabeza mientras un hilillo de sangre salía de su oreja. Nada mal. Al ver aquello, los TTs estaban, digamos reticentes a acercarse más, pero no tardarían demasiado en interponer las armas en la trayectoria de la cadena y enredarla, por lo que, sin dejar de girar, la recogió más o menos medio metro. Esperaba haber dado tiempo suficiente a su temeraria compañera para hacer algo.
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-¡Mucho no matar, pero mira lo que haces!- grité al ver la sangre que iba emergiendo desde el oído de uno de los tetes, al que le había roto el casco. ¡Con una pelota de playa atada a una cadena! Una no puede llevar un par de armas para protegerse, pero luego vaya por dios con el pacifista. No somos salvajes, decía. De repente me entraron ganas de ver qué sería un partido de Jugger con armas de verdad, porque dios mío.
No quería tener que hacer aquello. Mi vestido no era cómodo para eso, pero forcé mis límites para hacerlo cuan rápido pude. Tal vez tardé tres, quizá cuatro segundos, pero al quinto ya estaba lista para combatir. Abrí ligeramente las piernas mientras flexionaba una de ellas hacia delante, lista para darme el primer impulso al tiempo que dejaba muerta la mano del estoque. Los tetes a mi alrededor estaban más extrañados que asustados, pero si hubieran tenido expresión en ese casco seguramente habría sido de sorpresa al ver mi velocidad poniéndome patines. Estaba claro que no sabían lo que les esperaba. De hecho, cualquiera que nunca me hubiera visto combatir era probable que se quedara en shock.
No esperé mientras en la lejanía iba viendo más soldados acercarse, adelantándome con mi rapier finamente sujeto en un equilibrio delicado, demasiado suelto para embestir con daño real, pero suficientemente firme para rasgar tela y, con suerte, algún blindaje. Que me considerasen peligrosa y a un tiempo inofensiva era imprescindible, pues de otro modo iba a tener que retirarme de forma no muy honrosa.
La falda del vestido se levantó ligeramente, pero no le presté importancia en ese momento. Tenía cosas más importantes en las que centrarme que en los ojos lascivos de Erik. ¿Le gustaría la vista? Esperaba que no se fijase. En realidad sería una vergüenza que el chico viera mi ropa interior de nuevo, y con ese pensamiento descargué un corte contra el primero, que asustado se dejó embestir y cayó al suelo, sin que su casco sufriera el más mínimo daño. Ahora en serio, ¿Qué clase de monstruo era Erik? Uno mucho menos peligroso que el que se me venía encima ahora, también con una cadena, aunque ese balón de playa se me antojaba inusitadamente metálico y...
Y chof. Por suerte me deshice a tiempo, y un mojón de resina resbaló por una pared. Aunque no me había hecho daño, el viaje había sido movidito y me mareaban este tipo de contratiempos. Golpes, vaya. Una persona no está hecha para ser lanzada de una forma tan violenta, aunque fuera en forma de resina. Es más, una persona no está hecha para convertirse en resina. Lo único bueno del golpe había sido salir de aquel cerco, aunque ahora Erik estaba solo contra todos, incluyendo el tete de la cadena de acero. Encima la bola tenía púas y, esto por mi culpa, estaba pegajosa.
-¡Archie!- grité. El lobo estaba a punto de encarar a otro, pero no iba a dejar que se arriesgara, las alabardas pinchan y la bola podía matarlo en un descuido-. Ven aquí, chico.
Tiré la lanza confiscada al suelo y volví a lanzarme de nuevo, esta vez preparada para lo que me esperaba. Mi cuerpo se iba transformando en un ámbar líquido que se mantenía unido rompiendo las leyes de la física. Marcaba cada rasgo de mi cuerpo, pues mi vestido se había desvanecido momentáneamente, y cargué contra el tipo de la cadena armada. Esta vez pensaba dejarlo inconsciente.
No quería tener que hacer aquello. Mi vestido no era cómodo para eso, pero forcé mis límites para hacerlo cuan rápido pude. Tal vez tardé tres, quizá cuatro segundos, pero al quinto ya estaba lista para combatir. Abrí ligeramente las piernas mientras flexionaba una de ellas hacia delante, lista para darme el primer impulso al tiempo que dejaba muerta la mano del estoque. Los tetes a mi alrededor estaban más extrañados que asustados, pero si hubieran tenido expresión en ese casco seguramente habría sido de sorpresa al ver mi velocidad poniéndome patines. Estaba claro que no sabían lo que les esperaba. De hecho, cualquiera que nunca me hubiera visto combatir era probable que se quedara en shock.
No esperé mientras en la lejanía iba viendo más soldados acercarse, adelantándome con mi rapier finamente sujeto en un equilibrio delicado, demasiado suelto para embestir con daño real, pero suficientemente firme para rasgar tela y, con suerte, algún blindaje. Que me considerasen peligrosa y a un tiempo inofensiva era imprescindible, pues de otro modo iba a tener que retirarme de forma no muy honrosa.
La falda del vestido se levantó ligeramente, pero no le presté importancia en ese momento. Tenía cosas más importantes en las que centrarme que en los ojos lascivos de Erik. ¿Le gustaría la vista? Esperaba que no se fijase. En realidad sería una vergüenza que el chico viera mi ropa interior de nuevo, y con ese pensamiento descargué un corte contra el primero, que asustado se dejó embestir y cayó al suelo, sin que su casco sufriera el más mínimo daño. Ahora en serio, ¿Qué clase de monstruo era Erik? Uno mucho menos peligroso que el que se me venía encima ahora, también con una cadena, aunque ese balón de playa se me antojaba inusitadamente metálico y...
Y chof. Por suerte me deshice a tiempo, y un mojón de resina resbaló por una pared. Aunque no me había hecho daño, el viaje había sido movidito y me mareaban este tipo de contratiempos. Golpes, vaya. Una persona no está hecha para ser lanzada de una forma tan violenta, aunque fuera en forma de resina. Es más, una persona no está hecha para convertirse en resina. Lo único bueno del golpe había sido salir de aquel cerco, aunque ahora Erik estaba solo contra todos, incluyendo el tete de la cadena de acero. Encima la bola tenía púas y, esto por mi culpa, estaba pegajosa.
-¡Archie!- grité. El lobo estaba a punto de encarar a otro, pero no iba a dejar que se arriesgara, las alabardas pinchan y la bola podía matarlo en un descuido-. Ven aquí, chico.
Tiré la lanza confiscada al suelo y volví a lanzarme de nuevo, esta vez preparada para lo que me esperaba. Mi cuerpo se iba transformando en un ámbar líquido que se mantenía unido rompiendo las leyes de la física. Marcaba cada rasgo de mi cuerpo, pues mi vestido se había desvanecido momentáneamente, y cargué contra el tipo de la cadena armada. Esta vez pensaba dejarlo inconsciente.
- Algo así, pero color rojo:
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Erik no alcanzaba a comprender la histeria de la joven. Lo había hecho sangrar un poco, pero estaba vivo. Un tiro en cualquier sitio habría sido más peligroso para su salud. Pero no había tiempo para pensar en eso, la joven estaba haciendo algo.
-¿Patines? -Exclamó, sorprendido, justo antes de que saliera disparada hacia un TT y lo derribase con un grácil movimiento. La falda de la pelirroja comenzó a levantarse y Erik, avergonzado, apartó la vista para no repetir la escena de antes, con la suerte de que lo hizo hacia el único lo bastante valiente para dar un paso adelante. El Kette cambió de altura repentinamente y se enroscó en su pierna mientras, de un lateral, un sonido extraño, como un chapoteo muy fuerte, le llegaba. Erik, preocupado por Rose, se giró de nuevo, dando un fuerte tirón al Kette y derribando al TT que tenía enganchado.
Un charco de miel rojiza y una cadena armada de verdad, coronada por una honrosa bola de pinchos. Manchada de miel rojiza. Vale, la miel era Rose. Una logia, que inesperado.
Los TTs normales se giraron y se abalanzaron contra Rose, dejando espacio para actuar a su Kettenman. Ellos también podían sentir miedo y, al parecer, hasta se les daba bien. Aunque era comprensible al ver la velocidad de giro de aquella monstruosidad. Erik, sin embargo, sonrió.
-Ese juguete es muy impresionante, pero ha sido una mala idea traerlo. -Mientras hablaba se materializaron en sus manos un escudo y una espada. -Cazar Kettes es lo que mejor se me da. ¡Vamos! -Contra toda lógica, guiado por su optimismo y confianza, cargó contra el cadenero en linea recta. Este lanzó un golpe con la cadena, pero Erik lo saltó sin demasiada dificultad y lo esquivó. Estaba relativamente cerca cuando el segundo golpe de su enemigo, esta vez un tiro recto al pecho, lo sorprendió. Se deslizó con las rodillas por el suelo, aprovechando la capa de agua que lo cubría todo, y dejó caer el cuerpo totalmente hacia atrás, cubriendo el pecho con el escudo. El impacto de la bola contra el escudo fue muy oblicuo, por lo que Erik apenas sufrió retroceso alguno, pero el brazo se fue con la bola, y Erik detrás. Estaba pegada al escudo con aquella resina.
La estatua del emperador póstumo se acercaba hacia su cara a gran velocidad. Tenía que hacer algo. Hizo desaparecer sus armas, saliendo disparado en diagonal justo por detrás de Derian y, mientras la bola destrozaba la cadera de la monstruosa estatua, Erik usó su propio Kette, enrollándolo en el cuello del avatar de piedra, para girar con el impulso que llevaba y descargar una patada directa al pecho del TT, que seguía tirando de su cadena para soltarla. El impactó lo derribó y soltó la cadena. Y bueno, la estatua. El todopoderoso y temible Derian se abalanzó con su carencia habitual de piedad sobre los TTs que encaraban a Rose (no sabía si eran todos o si la joven se había encargado ya de algunos), descargando una lluvia de pacificación, disciplina, terror y piedra sobre ellos.
En cuanto se disipó el humo, Erik, con un mandoble en las manos, descargó un poderoso golpe de golf sobre la única parte de la estatua que había quedado intacta, la cabeza. El impacto sonó como una detonación de cañón y la piedra salió disparada hacia los pies de la estatua, que seguían en la base, emitiendo un sonido muy agudo y vibrando, estallando al impacto contra ellas con lo que pareció una risa proveniente de la explosión. Le estaba cogiendo el truco a eso de darle sonido a las cosas.
-¡Rose! ¡Archie! ¿Donde estáis? -Gritó. Después de todo aquel ruido, el sigilo estaba descartado, así que no veía problemas en hablar a gritos. Y bueno, también estaba algo preocupado por la pelirroja. Algo mucho.
-¿Patines? -Exclamó, sorprendido, justo antes de que saliera disparada hacia un TT y lo derribase con un grácil movimiento. La falda de la pelirroja comenzó a levantarse y Erik, avergonzado, apartó la vista para no repetir la escena de antes, con la suerte de que lo hizo hacia el único lo bastante valiente para dar un paso adelante. El Kette cambió de altura repentinamente y se enroscó en su pierna mientras, de un lateral, un sonido extraño, como un chapoteo muy fuerte, le llegaba. Erik, preocupado por Rose, se giró de nuevo, dando un fuerte tirón al Kette y derribando al TT que tenía enganchado.
Un charco de miel rojiza y una cadena armada de verdad, coronada por una honrosa bola de pinchos. Manchada de miel rojiza. Vale, la miel era Rose. Una logia, que inesperado.
Los TTs normales se giraron y se abalanzaron contra Rose, dejando espacio para actuar a su Kettenman. Ellos también podían sentir miedo y, al parecer, hasta se les daba bien. Aunque era comprensible al ver la velocidad de giro de aquella monstruosidad. Erik, sin embargo, sonrió.
-Ese juguete es muy impresionante, pero ha sido una mala idea traerlo. -Mientras hablaba se materializaron en sus manos un escudo y una espada. -Cazar Kettes es lo que mejor se me da. ¡Vamos! -Contra toda lógica, guiado por su optimismo y confianza, cargó contra el cadenero en linea recta. Este lanzó un golpe con la cadena, pero Erik lo saltó sin demasiada dificultad y lo esquivó. Estaba relativamente cerca cuando el segundo golpe de su enemigo, esta vez un tiro recto al pecho, lo sorprendió. Se deslizó con las rodillas por el suelo, aprovechando la capa de agua que lo cubría todo, y dejó caer el cuerpo totalmente hacia atrás, cubriendo el pecho con el escudo. El impacto de la bola contra el escudo fue muy oblicuo, por lo que Erik apenas sufrió retroceso alguno, pero el brazo se fue con la bola, y Erik detrás. Estaba pegada al escudo con aquella resina.
La estatua del emperador póstumo se acercaba hacia su cara a gran velocidad. Tenía que hacer algo. Hizo desaparecer sus armas, saliendo disparado en diagonal justo por detrás de Derian y, mientras la bola destrozaba la cadera de la monstruosa estatua, Erik usó su propio Kette, enrollándolo en el cuello del avatar de piedra, para girar con el impulso que llevaba y descargar una patada directa al pecho del TT, que seguía tirando de su cadena para soltarla. El impactó lo derribó y soltó la cadena. Y bueno, la estatua. El todopoderoso y temible Derian se abalanzó con su carencia habitual de piedad sobre los TTs que encaraban a Rose (no sabía si eran todos o si la joven se había encargado ya de algunos), descargando una lluvia de pacificación, disciplina, terror y piedra sobre ellos.
En cuanto se disipó el humo, Erik, con un mandoble en las manos, descargó un poderoso golpe de golf sobre la única parte de la estatua que había quedado intacta, la cabeza. El impacto sonó como una detonación de cañón y la piedra salió disparada hacia los pies de la estatua, que seguían en la base, emitiendo un sonido muy agudo y vibrando, estallando al impacto contra ellas con lo que pareció una risa proveniente de la explosión. Le estaba cogiendo el truco a eso de darle sonido a las cosas.
-¡Rose! ¡Archie! ¿Donde estáis? -Gritó. Después de todo aquel ruido, el sigilo estaba descartado, así que no veía problemas en hablar a gritos. Y bueno, también estaba algo preocupado por la pelirroja. Algo mucho.
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Todo sucedió muy deprisa. Tres tetes me cerraron el paso y tuve que detenerme, pero sonó un estruendo terrible y se levantó una nube de polvo. Podía escuchar los gritos de dolor de los guardias, y el chillido asustado de Archie, aunque por suerte que estuviera a mi espalda me tranquilizó. La estatua de Derian no podía hacerle daño, aunque había hecho lo que mejor se le dio en vida al monarca: Traicionar a los suyos. Primero provocar una guerra civil, luego una guerra a gran escala, y de forma póstuma había traicionado su sentimiento nacionalista uniéndose al Gobierno Mundial contra el que se levantó en guerra.
-Eso ha sido inesperado- dije, sin saber muy bien si susurraba o gritaba. Tras tanto alboroto mis oídos aún pitaban, así que no sabría explicar debidamente cuán alto lo había dicho. Lo que sí estoy segura es de haber escuchado el grito de Erik. Habría dicho que no debía hacer ruido, pero si ese puente no estaba quemado todavía podíamos seguir haciendo ruido sin problemas-. ¡Estoy aquí!
Archie retrocedió un poco y agarró la alabarda que incauté a uno de los tetes que ahora decoraban el suelo bajo un manto de piedra. No iba a rematarlos, pero no podía irme de allí sin saber si sanarían. Estaba en una encrucijada entre la moral y la lógica, y elegí mi moral. Al fin y al cabo es lo que me diferencia de ellos, si la pierdo no sería mejor.
Con el estoque rasgué las largas telas de los tetes, confiscando sus armaduras que poco a poco iban pareciendo mucho menos amenazantes según pasaban por mis manos. ¿Era algún tipo de técnica de los tetes para parecer más tenebrosos? Lancé un peto a Erik, de color rojo escarlata con el precioso motivo plateado de una E. Mi E, mi rúbrica. Era precioso, además de ligero, y parecía resistente. O, por lo menos, no me dejaba escuchar el pulso de estos tipos. Inconscientes, un par de piernas rotas y un tipo con una contusión... Nada que no pudiera curarse; ya no tenía ninguna obligación con ellos. La verdad es que era una pena que todos fueran hombres, me habría venido bien una armadura de éstas, pero tengo un cromosoma X de más... Perdón, ellos nacieron con un cromosoma defectuoso. Son ellos los que no tienen pechos. Aunque ha quedado por ahí alguno que era bastante mono.
-¿Quieres esto, Erik?- comenté, levantando la enorme cadena. Al simple contacto el color negro se sustituyó por un gris perlado, y las púas de la bola tomaron un color blanquecino con motivos espirales rojos, los mismos que se iban dibujando por toda la esfera, la cadena y el mango. Tardé un poco en darme cuenta de que el dibujo representaba una rosa, y me quedé en verdadero shock. No eran ellos haciendo sus armas oscuras, era yo haciendo mis cosas adorables. Era increíble, ¿Desde cuándo poseo este poder? Aunque claro, dado que todo lo que yo compraba por mi propia voluntad ya era adorable, podría haberlo tenido desde siempre y no darme cuenta. Increíble-. Así podrías apuntar a zonas no vitales del cuerpo- y usar un arma de verdad, habría dicho, pero me pareció un poco ofensivo.
Le pasé también el mango de la cadena y vacié el contenido de sus carteras en la mía rápidamente, contando lo que cada uno llevaba, y era increíble que fuera tanto. Seguramente vinieran de extorsionar a alguien o lo que sea. Si hubiera sabido de quién era el dinero lo habría devuelto, pero la Revolución necesitaba fondos y yo tal vez un vestido nuevo o dos. Además, a lo mejor era suyo y pensaban gastárselo en putas, y dado que Erik y yo ya les habíamos dado un buen meneo no lo necesitaban. Me sonrojé por haber pensado semejante tontería, dándome cuenta de que mi boca se había abierto sin darme cuenta. La cerré de inmediato y miré al suelo, fingiendo que no pasaba nada, aunque mi rubor decía justamente lo contrario.
-Erik, un momento. ¿Lo escuchas?- dije. Se oían a lo lejos dos cosas. La primera, pies acelerados; la segunda, un discurso grandilocuente. En aquella isla sólo podía significar una cosa: Iban a ejecutar a alguien. Bueno, eso o que Derian había revivido, pero era completamente imposible. La gente sin alma no revive. En cualquier caso, sin esperar respuesta, comencé a patinar camino del discurso. No iba a dejar que las tropas e un tirano matasen a nadie. Nunca más.
-Eso ha sido inesperado- dije, sin saber muy bien si susurraba o gritaba. Tras tanto alboroto mis oídos aún pitaban, así que no sabría explicar debidamente cuán alto lo había dicho. Lo que sí estoy segura es de haber escuchado el grito de Erik. Habría dicho que no debía hacer ruido, pero si ese puente no estaba quemado todavía podíamos seguir haciendo ruido sin problemas-. ¡Estoy aquí!
Archie retrocedió un poco y agarró la alabarda que incauté a uno de los tetes que ahora decoraban el suelo bajo un manto de piedra. No iba a rematarlos, pero no podía irme de allí sin saber si sanarían. Estaba en una encrucijada entre la moral y la lógica, y elegí mi moral. Al fin y al cabo es lo que me diferencia de ellos, si la pierdo no sería mejor.
Con el estoque rasgué las largas telas de los tetes, confiscando sus armaduras que poco a poco iban pareciendo mucho menos amenazantes según pasaban por mis manos. ¿Era algún tipo de técnica de los tetes para parecer más tenebrosos? Lancé un peto a Erik, de color rojo escarlata con el precioso motivo plateado de una E. Mi E, mi rúbrica. Era precioso, además de ligero, y parecía resistente. O, por lo menos, no me dejaba escuchar el pulso de estos tipos. Inconscientes, un par de piernas rotas y un tipo con una contusión... Nada que no pudiera curarse; ya no tenía ninguna obligación con ellos. La verdad es que era una pena que todos fueran hombres, me habría venido bien una armadura de éstas, pero tengo un cromosoma X de más... Perdón, ellos nacieron con un cromosoma defectuoso. Son ellos los que no tienen pechos. Aunque ha quedado por ahí alguno que era bastante mono.
-¿Quieres esto, Erik?- comenté, levantando la enorme cadena. Al simple contacto el color negro se sustituyó por un gris perlado, y las púas de la bola tomaron un color blanquecino con motivos espirales rojos, los mismos que se iban dibujando por toda la esfera, la cadena y el mango. Tardé un poco en darme cuenta de que el dibujo representaba una rosa, y me quedé en verdadero shock. No eran ellos haciendo sus armas oscuras, era yo haciendo mis cosas adorables. Era increíble, ¿Desde cuándo poseo este poder? Aunque claro, dado que todo lo que yo compraba por mi propia voluntad ya era adorable, podría haberlo tenido desde siempre y no darme cuenta. Increíble-. Así podrías apuntar a zonas no vitales del cuerpo- y usar un arma de verdad, habría dicho, pero me pareció un poco ofensivo.
Le pasé también el mango de la cadena y vacié el contenido de sus carteras en la mía rápidamente, contando lo que cada uno llevaba, y era increíble que fuera tanto. Seguramente vinieran de extorsionar a alguien o lo que sea. Si hubiera sabido de quién era el dinero lo habría devuelto, pero la Revolución necesitaba fondos y yo tal vez un vestido nuevo o dos. Además, a lo mejor era suyo y pensaban gastárselo en putas, y dado que Erik y yo ya les habíamos dado un buen meneo no lo necesitaban. Me sonrojé por haber pensado semejante tontería, dándome cuenta de que mi boca se había abierto sin darme cuenta. La cerré de inmediato y miré al suelo, fingiendo que no pasaba nada, aunque mi rubor decía justamente lo contrario.
-Erik, un momento. ¿Lo escuchas?- dije. Se oían a lo lejos dos cosas. La primera, pies acelerados; la segunda, un discurso grandilocuente. En aquella isla sólo podía significar una cosa: Iban a ejecutar a alguien. Bueno, eso o que Derian había revivido, pero era completamente imposible. La gente sin alma no revive. En cualquier caso, sin esperar respuesta, comencé a patinar camino del discurso. No iba a dejar que las tropas e un tirano matasen a nadie. Nunca más.
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Para tener tanto dinero es un poco agarrada. Bueno, no es como si los TTs fueran a usar eso para nada bueno. ¿Una pechera rojo escarlata con una E? ¿Cuantas posibilidades había de que justo uno de aquellos hombres tuviese un nombre que empieza por "E", como el suyo? Bueno, no importaba, era cómoda y ligera, así que iba perfecta para el viaje, que parece que sería más peligroso de lo que Erik contaba en un inicio. -Gracias, Rose.
-Madre mía, esta cadena pesa un quintal, menos mal que no me dio de plano con ella. -Dijo mientras intentaba levantarla. Le costaba bastante alzarla en peso, pero comenzó a girarla y se sintió muy cómodo con ella. Lo bueno de la inercia y tal. Aprovechando el instante de calma, decidió probar una cosa. Giró con fuerza la cadena y descargó una onda sónica hacia el frente, concentrándose para intentar que no causara ningún ruido y, sorprendentemente, lo consiguió. La onda se desvaneció en el aire tras avanzar un trecho en total silencio. -Perfecto, lo tengo dominado.
Las palabras de la joven lo alertaron y agudizó el oído. Efectivamente, tras el sonido de pies a marcha forzada les llegaba una voz potente de hombre. No entendía todo, pero pudo diferenciar ciertas palabras.
-Justicia... Traidores... Hoguera. No necesito oír más. -En realidad estaba siguiendo ya a Rose mientras decía aquello, pero de todos modos lo hizo para confirmarle sus sospechas a su compañera. -Y es muy probable que esos pies acelerados sean... Efectivamente, más TTs que vienen a jugar.
Era cierto lo que decía, pero no del todo, en cuanto visualizaron al grupo de TTs, se hizo evidente que solo un pequeño grupo iba hacia el estruendo, mientras que otros iban en otras direcciones, presumiblemente a crear un perímetro para la ejecución o cazar algún "rebelde" más.
Tras subir una pequeña elevación en la calle, vieron la plaza central. Altar en el centro, una hoguera al lado, tres personas atadas sobre ella. Medio centenar de TTs y un sinfín de transeuntes con cara de pocos amigos, aunque en actitud miedosa.
-Creo que es tu momento, señorita revolucionaria. No podemos con tal cantidad de TTs, pero si esa marea de gente se levanta y nos ayuda, esto será pan comido. Para esto mandas tú. -Mientras decía esto, el pequeño contingente de TTs se acercaba. Unos 50 metros de la plaza, unos 10 de los jóvenes. Apenas eran una docena de TTs, nada demasiado exagerado, aunque rodeando las hogueras había un pequeño ejército de gente de negro con bordes tan afilados que podrías cortar acero con ellos. -Te sigo.
-Madre mía, esta cadena pesa un quintal, menos mal que no me dio de plano con ella. -Dijo mientras intentaba levantarla. Le costaba bastante alzarla en peso, pero comenzó a girarla y se sintió muy cómodo con ella. Lo bueno de la inercia y tal. Aprovechando el instante de calma, decidió probar una cosa. Giró con fuerza la cadena y descargó una onda sónica hacia el frente, concentrándose para intentar que no causara ningún ruido y, sorprendentemente, lo consiguió. La onda se desvaneció en el aire tras avanzar un trecho en total silencio. -Perfecto, lo tengo dominado.
Las palabras de la joven lo alertaron y agudizó el oído. Efectivamente, tras el sonido de pies a marcha forzada les llegaba una voz potente de hombre. No entendía todo, pero pudo diferenciar ciertas palabras.
-Justicia... Traidores... Hoguera. No necesito oír más. -En realidad estaba siguiendo ya a Rose mientras decía aquello, pero de todos modos lo hizo para confirmarle sus sospechas a su compañera. -Y es muy probable que esos pies acelerados sean... Efectivamente, más TTs que vienen a jugar.
Era cierto lo que decía, pero no del todo, en cuanto visualizaron al grupo de TTs, se hizo evidente que solo un pequeño grupo iba hacia el estruendo, mientras que otros iban en otras direcciones, presumiblemente a crear un perímetro para la ejecución o cazar algún "rebelde" más.
Tras subir una pequeña elevación en la calle, vieron la plaza central. Altar en el centro, una hoguera al lado, tres personas atadas sobre ella. Medio centenar de TTs y un sinfín de transeuntes con cara de pocos amigos, aunque en actitud miedosa.
-Creo que es tu momento, señorita revolucionaria. No podemos con tal cantidad de TTs, pero si esa marea de gente se levanta y nos ayuda, esto será pan comido. Para esto mandas tú. -Mientras decía esto, el pequeño contingente de TTs se acercaba. Unos 50 metros de la plaza, unos 10 de los jóvenes. Apenas eran una docena de TTs, nada demasiado exagerado, aunque rodeando las hogueras había un pequeño ejército de gente de negro con bordes tan afilados que podrías cortar acero con ellos. -Te sigo.
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-¡¿Algo que decir en vuestra defensa?!- gritaba el cada vez más cercano juez, un hombre de pelo lacio y rubio platino, tan cuidado que casi dudaba que tuviera una sexualidad sana. Es decir, no me importaba si era homosexual, hetero, bi o lo que fuera. Pero ese pelo era de delincuente sexual reincidente, y esa mirada de drag queen... Sólo la gente más extravagante podía ser sierva de los oscuros poderes burocráticos de Hallstat, por lo que veía.
-¡Sólo robé una gallina!- gritó, desesperado, uno de los tipos. Estaba completamente fuera de sí, con los ojos inyectados en sangre y a punto de derrumbarse. Si no hubiera estado atado a una pira, claro.
-¡Una gallina que podría haber gustado Su Majestad!- gritó el juez. De verdad, la escena estaba siendo estúpida-. ¡Sois culpable de conspirar contra el alimento del reino!
-¡Yo sólo oriné en una acera!- chilló el segundo, llorando y con la voz rota. Parecía que le habían pegado una paliza-. ¡¿Tan grave es?!
-¡Una pared que Su Majestad podría haber visto! ¡Sois culpable de ensuciar éste nuestro país, y por ello la pena máxima es vuestra condena!- hizo una pausa, mirando al tercero. Éste parecía mucho más tranquilo, como si el tema no fuese con él. Se le veía hasta aburrido-. Pero ya que estamos, decidle vos lo que habéis hecho al mundo, engendro de las tinieblas.
-Yo...- era un hombre calvo con diversos tatuajes, bastante aterrador si lo hubiera visto de cerca-. Yo era el gran señor del mercado negro, y estoy aquí por trata de blancas, varios asesinatos, conducta pueril, pederastia, pedofagia y se me acusa injustamente de nigromante.
-¡Nigromancia! ¡¿Nigromancia?! ¡Eso no está prohibido en este reino!- tardó poco y menos en soltarlo, haciendo que el tipo se largase rápidamente. Tras unos segundos que me dejaron simplemente sin palabras y a la población sin atreverse a contestar la resolución, el tipo siguió su discurso-. ¡Dos altos criminales van a servir hoy de testimonio! ¡En Hallstat no se tolera la traición a la Emperatriz! Por la gloria de Iliana, consumíos en las tinieblas.
No llegó a incendiar la primera pira con la antorcha que celosamente sujetaba, pues Archie fue tan rápido que apenas me dio tiempo a subirme en él. Era probable que a tanta velocidad el impacto lo hubiese herido de gravedad, pero que se joda. Al fin y al cabo, él no habría dudado en hacerme arder.
Sin detenerme un momento me encaré a todos los espectadores, dispuesta a... a... Mis mejillas se ruborizaron mientras me daba la vuelta y liberaba a uno de los hombres, comenzando a cuchichear un discurso en su oído.
-¡Ciudadanos de Hallstat!- bramó. Qué buena voz tenía. Había elegido bien, el ladrón de pollos era idóneo para esto-. No os detengáis al ver cómo los tambores de la oscuridad asedian nuestro oído- debía ser una escena extraña, el tipo haciendo pausas mientras yo le susurraba lo que debía decir-. No os dejéis vencer sin luchar por un enemigo que es menos numeroso y sólo cuenta con el miedo de nuestros corazones. No dejéis que ahora que nos han robado todo, nos devuelvan el miedo. Sólo nos quedan nuestras vidas, pero sin nada más no tienen valor- poco a poco el patíbulo se iba llenando de tetes, que lógicamente querían frenar el discurso-. Sin libertad, sin amor, sin una figura fuerte a la que admirar, ¿Qué somos? Una gallina, orinar en la vía pública, no son libertades que debamos tener, pero si nos quitan esto, ¿Qué nos queda? Todo Hallstatiano merece su mingitorio público. Repetid conmigo: ¡Mingitorio para todos! ¡Mingitorio para todos! ¡Mingitorio para todos!
Ya no sólo las tropas del reino se abalanzaban sobre nosotros, sino que una marea de ciudadanos iban desbordando a los soldadsos, robando sus armas y usándolas contra ellos, matándolos. No podía ver aquello, se estaba descontrolando mucho. Pero había cumplido mi misión, la chispa de la revolución había sido encendida. Ahora sólo me quedaba salir con vida de allí. Monté en Archie y corrí en busca de Erik. ¿Dónde estaría? Y más importante, ¿se habría dado cuenta de que no puedo hablar en público?
-¡Sólo robé una gallina!- gritó, desesperado, uno de los tipos. Estaba completamente fuera de sí, con los ojos inyectados en sangre y a punto de derrumbarse. Si no hubiera estado atado a una pira, claro.
-¡Una gallina que podría haber gustado Su Majestad!- gritó el juez. De verdad, la escena estaba siendo estúpida-. ¡Sois culpable de conspirar contra el alimento del reino!
-¡Yo sólo oriné en una acera!- chilló el segundo, llorando y con la voz rota. Parecía que le habían pegado una paliza-. ¡¿Tan grave es?!
-¡Una pared que Su Majestad podría haber visto! ¡Sois culpable de ensuciar éste nuestro país, y por ello la pena máxima es vuestra condena!- hizo una pausa, mirando al tercero. Éste parecía mucho más tranquilo, como si el tema no fuese con él. Se le veía hasta aburrido-. Pero ya que estamos, decidle vos lo que habéis hecho al mundo, engendro de las tinieblas.
-Yo...- era un hombre calvo con diversos tatuajes, bastante aterrador si lo hubiera visto de cerca-. Yo era el gran señor del mercado negro, y estoy aquí por trata de blancas, varios asesinatos, conducta pueril, pederastia, pedofagia y se me acusa injustamente de nigromante.
-¡Nigromancia! ¡¿Nigromancia?! ¡Eso no está prohibido en este reino!- tardó poco y menos en soltarlo, haciendo que el tipo se largase rápidamente. Tras unos segundos que me dejaron simplemente sin palabras y a la población sin atreverse a contestar la resolución, el tipo siguió su discurso-. ¡Dos altos criminales van a servir hoy de testimonio! ¡En Hallstat no se tolera la traición a la Emperatriz! Por la gloria de Iliana, consumíos en las tinieblas.
No llegó a incendiar la primera pira con la antorcha que celosamente sujetaba, pues Archie fue tan rápido que apenas me dio tiempo a subirme en él. Era probable que a tanta velocidad el impacto lo hubiese herido de gravedad, pero que se joda. Al fin y al cabo, él no habría dudado en hacerme arder.
Sin detenerme un momento me encaré a todos los espectadores, dispuesta a... a... Mis mejillas se ruborizaron mientras me daba la vuelta y liberaba a uno de los hombres, comenzando a cuchichear un discurso en su oído.
-¡Ciudadanos de Hallstat!- bramó. Qué buena voz tenía. Había elegido bien, el ladrón de pollos era idóneo para esto-. No os detengáis al ver cómo los tambores de la oscuridad asedian nuestro oído- debía ser una escena extraña, el tipo haciendo pausas mientras yo le susurraba lo que debía decir-. No os dejéis vencer sin luchar por un enemigo que es menos numeroso y sólo cuenta con el miedo de nuestros corazones. No dejéis que ahora que nos han robado todo, nos devuelvan el miedo. Sólo nos quedan nuestras vidas, pero sin nada más no tienen valor- poco a poco el patíbulo se iba llenando de tetes, que lógicamente querían frenar el discurso-. Sin libertad, sin amor, sin una figura fuerte a la que admirar, ¿Qué somos? Una gallina, orinar en la vía pública, no son libertades que debamos tener, pero si nos quitan esto, ¿Qué nos queda? Todo Hallstatiano merece su mingitorio público. Repetid conmigo: ¡Mingitorio para todos! ¡Mingitorio para todos! ¡Mingitorio para todos!
Ya no sólo las tropas del reino se abalanzaban sobre nosotros, sino que una marea de ciudadanos iban desbordando a los soldadsos, robando sus armas y usándolas contra ellos, matándolos. No podía ver aquello, se estaba descontrolando mucho. Pero había cumplido mi misión, la chispa de la revolución había sido encendida. Ahora sólo me quedaba salir con vida de allí. Monté en Archie y corrí en busca de Erik. ¿Dónde estaría? Y más importante, ¿se habría dado cuenta de que no puedo hablar en público?
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Archie sería todo lo mono que quisiera, pero el condenado era rápido. Y bestia. Erik no alcanzó a ver a cuantos metros de distancia de la pira cayó el hombre, pero no le importaba. Todo el mundo se había girado hacia allí y escuchaba el discurso de... un ladrón de pollos. Definitivamente eso tendría que preguntárselo cuando salieran de allí, que saldrían, vista la reacción del ahora nada alienado pueblo de Hallstat, luchando con uñas y dientes por su derecho a orinar sobre los edificios del reino.
Pero Erik tenía otras cosas de las que ocuparse. La decena de TTs no dudó en tirar de Den Den Mushis para avisar a sus compañeros, y un par de cientos de TTs habrían ennegrecido demasiado el ya gris cuadro que se estaba formando allí.
-¡No os olvidéis de mi! -Gritó al tiempo que giraba violentamente su tan letal como nueva arma. Preparó una onda sónica, que comenzó a girar junto a su cadena, emitiendo un sonido tan agudo que los TTs no fueron capaces de hacerse entender por los comunicadores. Furiosos, desenvainaron sus alabardas y cargaron contra el peliblanco. En condiciones normales Erik no mataba, y aquella no iba a ser una excepción, por lo que, agachándose al tiempo que giraba y soltaba toda la longitud de la cadena, descargó un bolazo a la altura de los pies. El oído le indicó que se habían roto una veintena de huesos, pero uno de los TTs había saltado la cadena y otro lanzado su alabarda. El arma no le impactó de lleno, sino que le rozó el costado. Habría sido un corte feo de no ser por la armadura carmesí que ahora utilizaba, dejándolo en un leve rasguño. El otro no fue tan compasivo y descargó un culatazo sobre el estómago del joven, cortando su respiración.
-¡Aquí se acaba tu osadía, escoria! ¡En nombre de la Emperatriz de Hallstat, muere! -Alzó la alabarda con lentitud y dramatismo, como disfrutando del momento. Típico de los malos, recrearse en vez de acabar el trabajo. En las películas siempre acababa mal, y esta vez no iba a ser diferente.
Erik alzó la vista y se imaginó la sonrisa tras la máscara del TT. -¿Unas últimas palabras, "miñoca"? -Erik recobró el aliento y le devolvió una sonrisa silenciosa. -¡Muere! -En el preciso instante en que comenzaba a descender el arma, Erik dio una fuerte patada al culo del arma, que salió disparada hacia arriba ante la atónita mirada del TT. Acto seguido, un impacto directo de la palma de Erik en la boca del estómago lo postró de rodillas.
-Menos lobos, caperucita. -Agarró con fuerza la nuca del hombre y tiró hacia él mientras estampaba su rodilla en la máscara, que estalló en pedazos, revelando una cara empapada por la sangre que manaba de la nariz.
El clamor de victoria alcanzó sus oídos desde la plaza, así que recogió su cadena y comenzó a andar hacia la plaza, con la esperanza de encontrar a Rose y salir de allí antes de que llegasen las verdaderas tropas del terror, el ejército regular. Divisó a la joven entre la multitud, recibiendo vítores y felicitaciones, seguida de cerca por Archie, pero desde donde estaba no alcanzaba a verlo debido a la gran cantidad de gente más alta que ella. Tenía que llamar la atención de alguna forma. Justo en ese instante, Erik divisó una sombra en el segundo piso de un edificio que daba a la plaza. ¿Qué era eso que asomaba? Un cañón de rifle. Apuntaba hacia la marea de gente... No, hacia Rose. No, no podía permitirlo. No iba a permitirlo.
Con una furia impropia de él, giró sobre sí mismo para dar impulso a la cadena y dio un paso al frente al tiempo que descargaba la bola con toda su fuerza. -¡ROSE! -La bola impactó contra la pared, justo debajo del rifle, y la terrorífica explosión derribó esa pared y parte de la lateral. Sin detenerse un instante, Erik soltó la cadena y materializó el Q-Tip, que utilizó para impulsarse y subir por el agujero que había creado, ajeno a las miradas que, muy posiblemente, había atraído. El TT estaba, milagrosamente, vivo, aunque sus brazos y una pierna se encontraban en una posición peculiar, digna de una estatua de su póstumo emperador. Pero el rifle estaba intacto, y salía humo del cañón. Había sido disparado. Una sensación terrible recorrió su cuerpo mientras se giraba y saltaba de nuevo a la calle, buscando a su amiga con una mirada histérica.
Pero Erik tenía otras cosas de las que ocuparse. La decena de TTs no dudó en tirar de Den Den Mushis para avisar a sus compañeros, y un par de cientos de TTs habrían ennegrecido demasiado el ya gris cuadro que se estaba formando allí.
-¡No os olvidéis de mi! -Gritó al tiempo que giraba violentamente su tan letal como nueva arma. Preparó una onda sónica, que comenzó a girar junto a su cadena, emitiendo un sonido tan agudo que los TTs no fueron capaces de hacerse entender por los comunicadores. Furiosos, desenvainaron sus alabardas y cargaron contra el peliblanco. En condiciones normales Erik no mataba, y aquella no iba a ser una excepción, por lo que, agachándose al tiempo que giraba y soltaba toda la longitud de la cadena, descargó un bolazo a la altura de los pies. El oído le indicó que se habían roto una veintena de huesos, pero uno de los TTs había saltado la cadena y otro lanzado su alabarda. El arma no le impactó de lleno, sino que le rozó el costado. Habría sido un corte feo de no ser por la armadura carmesí que ahora utilizaba, dejándolo en un leve rasguño. El otro no fue tan compasivo y descargó un culatazo sobre el estómago del joven, cortando su respiración.
-¡Aquí se acaba tu osadía, escoria! ¡En nombre de la Emperatriz de Hallstat, muere! -Alzó la alabarda con lentitud y dramatismo, como disfrutando del momento. Típico de los malos, recrearse en vez de acabar el trabajo. En las películas siempre acababa mal, y esta vez no iba a ser diferente.
Erik alzó la vista y se imaginó la sonrisa tras la máscara del TT. -¿Unas últimas palabras, "miñoca"? -Erik recobró el aliento y le devolvió una sonrisa silenciosa. -¡Muere! -En el preciso instante en que comenzaba a descender el arma, Erik dio una fuerte patada al culo del arma, que salió disparada hacia arriba ante la atónita mirada del TT. Acto seguido, un impacto directo de la palma de Erik en la boca del estómago lo postró de rodillas.
-Menos lobos, caperucita. -Agarró con fuerza la nuca del hombre y tiró hacia él mientras estampaba su rodilla en la máscara, que estalló en pedazos, revelando una cara empapada por la sangre que manaba de la nariz.
El clamor de victoria alcanzó sus oídos desde la plaza, así que recogió su cadena y comenzó a andar hacia la plaza, con la esperanza de encontrar a Rose y salir de allí antes de que llegasen las verdaderas tropas del terror, el ejército regular. Divisó a la joven entre la multitud, recibiendo vítores y felicitaciones, seguida de cerca por Archie, pero desde donde estaba no alcanzaba a verlo debido a la gran cantidad de gente más alta que ella. Tenía que llamar la atención de alguna forma. Justo en ese instante, Erik divisó una sombra en el segundo piso de un edificio que daba a la plaza. ¿Qué era eso que asomaba? Un cañón de rifle. Apuntaba hacia la marea de gente... No, hacia Rose. No, no podía permitirlo. No iba a permitirlo.
Con una furia impropia de él, giró sobre sí mismo para dar impulso a la cadena y dio un paso al frente al tiempo que descargaba la bola con toda su fuerza. -¡ROSE! -La bola impactó contra la pared, justo debajo del rifle, y la terrorífica explosión derribó esa pared y parte de la lateral. Sin detenerse un instante, Erik soltó la cadena y materializó el Q-Tip, que utilizó para impulsarse y subir por el agujero que había creado, ajeno a las miradas que, muy posiblemente, había atraído. El TT estaba, milagrosamente, vivo, aunque sus brazos y una pierna se encontraban en una posición peculiar, digna de una estatua de su póstumo emperador. Pero el rifle estaba intacto, y salía humo del cañón. Había sido disparado. Una sensación terrible recorrió su cuerpo mientras se giraba y saltaba de nuevo a la calle, buscando a su amiga con una mirada histérica.
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Todos gritaban "mingitorio". De repente me sentí estúpidamente feliz mientras ovaban a un ladrón de pollos... No, ovaban al símbolo de la revolución. Era un hombre desesperado, un hombre obligado a robar por un régimen injusto y cruel, y ahora un hombre libre. Había enardecido los apagados ánimos de todo un pueblo, y la ciudad de Offen tardaría mucho en olvidarlo: Era un héroe. Bueno, yo era una heroína, pero prefería no tener la fama. Ser la sombra tras la llama es más seguro, y en la revolución resultaría igual de meritorio apareciera mi cara en un cartel o no.
Escuché el grito, y todo sucedió demasiado rápido. Escuché al mismo tiempo un disparo y un poderoso bolazo contra la pared de un edificio. Si el tiempo se hubiera detenido, habría podido ver con perfecta sincronización la bala del fusil que me apuntaba saliendo del cañón con la bola reventando un enorme muro. Pero no lo vi. El proyectil avanzó contra mí con suma velocidad sin que yo pudiera reaccionar, y me habría matado de no ser por Archie. ¿Cómo lo hacía esta maldita bola de pelo? Si la mitad del tiempo parece una bola de pelo y la otra mitad una bolsa de mimos. Pero supo saltar en el momento oportuno, desviando con la punta de la alabarda algo que me habría matado, haciendo que se clavase en el cuello de un tete. Tanto el arma como la munición, obviamente. Archie sí que mata, es un lobo. No lo apruebo normalmente, pero en ese momento no podía reprender al animal que me había salvado la vida, así que simplemente comencé a patinar camino de Erik. Aquel maldito rifle iba a ser mío.
-Alzad las manos, compañeros, nuestro es el día- dije en un hilillo de voz mientras avanzaba velozmente. Por un momento se me había olvidado mi miedo escénico, pero al comenzar a hablar el tono había bajado hasta sólo yo poder oírlo. La verdad es que tampoco se me daban bien los discursos, vista era la consigna que había propagado. Mingitorio para todos, parecía casi una broma. ¿Cómo podía haber funcionado eso? En fin...
Llegué hasta la posición del Juggernaut con cierta dificultad, evitando gente que pretendía alzarme y tetes por igual. Algunos incluso diría que eran pervertidos que pretendían alzarme al vuelo para ver mi ropa interior, pero no lograron atraparme. Una vez junto a Erik, y con Archie a mi lado, miré hacia arriba, esperando saber si el jugador se encontraba aún allí, y apoyándome en el lobo logré saltar lo suficiente como para agarrar mi nuevo juguete. Era mucho más grande que una pistola y no lo iba a saber manejar, pero con la ayuda adecuada podía utilizar el cañón y el cargador recto, mucho más cómodo que las balas de chispa. Sólo tenía que...
Vaya, esto ya no era sorprendente. Los negros se tornaron grises mucho menos amenazantes, y los decorados rojos con rosas y mi E rubricada como símbolo en la carrillera. Esto empezaba a hartarme, aunque en cierto modo podía ser bastante divertido si encontraba a la persona adecuada. Mi "mano de Midas" era algo tremendamente divertido si aprendía a controlarlo, pero tenía que tener cuidado, no quería dejar un rastro de flores a mi paso.
-¡Erik, vámonos al puerto!- grité, montando en Archie. El lobo podía cargarlo en peso a él también, aunque con la enorme bola igual le costaba más-. ¡Sube, esto se va a poner feo en cualquier momento, ya han empezado a ponerse serios!
Una vez hubiera cogido a Erik habría marchado, buscando el pueblo. Si mi intuición, el olor a sal y, sobre todo, el cartel en la plaza, el muelle debía estar por allí. Señalé con el dedo para que Archie reconociera hacia dónde debía ir, aunque con lo listo que era seguro que lo había averiguado ya.
Escuché el grito, y todo sucedió demasiado rápido. Escuché al mismo tiempo un disparo y un poderoso bolazo contra la pared de un edificio. Si el tiempo se hubiera detenido, habría podido ver con perfecta sincronización la bala del fusil que me apuntaba saliendo del cañón con la bola reventando un enorme muro. Pero no lo vi. El proyectil avanzó contra mí con suma velocidad sin que yo pudiera reaccionar, y me habría matado de no ser por Archie. ¿Cómo lo hacía esta maldita bola de pelo? Si la mitad del tiempo parece una bola de pelo y la otra mitad una bolsa de mimos. Pero supo saltar en el momento oportuno, desviando con la punta de la alabarda algo que me habría matado, haciendo que se clavase en el cuello de un tete. Tanto el arma como la munición, obviamente. Archie sí que mata, es un lobo. No lo apruebo normalmente, pero en ese momento no podía reprender al animal que me había salvado la vida, así que simplemente comencé a patinar camino de Erik. Aquel maldito rifle iba a ser mío.
-Alzad las manos, compañeros, nuestro es el día- dije en un hilillo de voz mientras avanzaba velozmente. Por un momento se me había olvidado mi miedo escénico, pero al comenzar a hablar el tono había bajado hasta sólo yo poder oírlo. La verdad es que tampoco se me daban bien los discursos, vista era la consigna que había propagado. Mingitorio para todos, parecía casi una broma. ¿Cómo podía haber funcionado eso? En fin...
Llegué hasta la posición del Juggernaut con cierta dificultad, evitando gente que pretendía alzarme y tetes por igual. Algunos incluso diría que eran pervertidos que pretendían alzarme al vuelo para ver mi ropa interior, pero no lograron atraparme. Una vez junto a Erik, y con Archie a mi lado, miré hacia arriba, esperando saber si el jugador se encontraba aún allí, y apoyándome en el lobo logré saltar lo suficiente como para agarrar mi nuevo juguete. Era mucho más grande que una pistola y no lo iba a saber manejar, pero con la ayuda adecuada podía utilizar el cañón y el cargador recto, mucho más cómodo que las balas de chispa. Sólo tenía que...
Vaya, esto ya no era sorprendente. Los negros se tornaron grises mucho menos amenazantes, y los decorados rojos con rosas y mi E rubricada como símbolo en la carrillera. Esto empezaba a hartarme, aunque en cierto modo podía ser bastante divertido si encontraba a la persona adecuada. Mi "mano de Midas" era algo tremendamente divertido si aprendía a controlarlo, pero tenía que tener cuidado, no quería dejar un rastro de flores a mi paso.
-¡Erik, vámonos al puerto!- grité, montando en Archie. El lobo podía cargarlo en peso a él también, aunque con la enorme bola igual le costaba más-. ¡Sube, esto se va a poner feo en cualquier momento, ya han empezado a ponerse serios!
Una vez hubiera cogido a Erik habría marchado, buscando el pueblo. Si mi intuición, el olor a sal y, sobre todo, el cartel en la plaza, el muelle debía estar por allí. Señalé con el dedo para que Archie reconociera hacia dónde debía ir, aunque con lo listo que era seguro que lo había averiguado ya.
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En cuanto vio a la joven, Erik emitió un sonoro suspiro. -Menos mal que estás bien... Que susto me he llevado, Rose. -El rostro de Erik recuperó el color natural mientras recogía la bola. No estaba seguro de si la mujer se colocaba adrede en situaciones propicias para ver su ropa interior, pero acababa sucediendo. Erik agradeció que la joven no pudiera ver su rubor una vez más y, para cuando hubo vuelto, ya estaba como siempre.
No estaba seguro de que Archie pudiera cargar con ellos dos además de con la pesada bola de acero. Hasta que recordó como derribaba puerta y pared, o como lanzaba por los aires a un inquisidor con un placaje. Aquel bicho era más duro de lo que parecía, y ya parecía bastante duro de base.
Erik se subió a Archie, sentándose detrás de Rose, y el can comenzó su carrera al instante, haciendo que Erik casi perdiera el equilibrio. Instintivamente llevó las manos hacia el frente y se agarró a lo que tenía a mano para no caerse, Rose. Por suerte o por desgracia, las manos de Erik aterrizaron en el punto menos dañino posible, agarrando a la joven por la cintura en el momento justo para no caerse. En cuanto se dio cuenta de lo que hacía, decidió dejar las manos donde estaban, ligeramente por encima de la cadera de la joven, antes que cambiar de punto de agarre. Es decir, podía sujetarse al pelo de Archie, pero decidió que era mejor enfrentarse a la ira de Rose que a la del lobo rojo gigante.
-Perdón, necesito agarrarme a algo y... Perdón. -Intentaba sonar convencido aunque su tono casaba con el color de sus mejillas, que podría mimetizarse con el pelo de la chica. Al menos sobre Archie había espacio suficiente como para no tener que estar totalmente pegados cuerpo contra cuerpo. Eso habría sido muy incómodo, definitivamente.
Mientras el lobo se desplazaba a gran velocidad hacia el puerto, Erik no pudo evitar mirar hacia atrás y pensar si aquella ciudad estaría bien y en lo poético de que usaran fuego en las ejecuciones del Horno. Eran unos cabrones desalmados, pero tenían sus momentos. Ah, la ironía.
No estaba seguro de que Archie pudiera cargar con ellos dos además de con la pesada bola de acero. Hasta que recordó como derribaba puerta y pared, o como lanzaba por los aires a un inquisidor con un placaje. Aquel bicho era más duro de lo que parecía, y ya parecía bastante duro de base.
Erik se subió a Archie, sentándose detrás de Rose, y el can comenzó su carrera al instante, haciendo que Erik casi perdiera el equilibrio. Instintivamente llevó las manos hacia el frente y se agarró a lo que tenía a mano para no caerse, Rose. Por suerte o por desgracia, las manos de Erik aterrizaron en el punto menos dañino posible, agarrando a la joven por la cintura en el momento justo para no caerse. En cuanto se dio cuenta de lo que hacía, decidió dejar las manos donde estaban, ligeramente por encima de la cadera de la joven, antes que cambiar de punto de agarre. Es decir, podía sujetarse al pelo de Archie, pero decidió que era mejor enfrentarse a la ira de Rose que a la del lobo rojo gigante.
-Perdón, necesito agarrarme a algo y... Perdón. -Intentaba sonar convencido aunque su tono casaba con el color de sus mejillas, que podría mimetizarse con el pelo de la chica. Al menos sobre Archie había espacio suficiente como para no tener que estar totalmente pegados cuerpo contra cuerpo. Eso habría sido muy incómodo, definitivamente.
Mientras el lobo se desplazaba a gran velocidad hacia el puerto, Erik no pudo evitar mirar hacia atrás y pensar si aquella ciudad estaría bien y en lo poético de que usaran fuego en las ejecuciones del Horno. Eran unos cabrones desalmados, pero tenían sus momentos. Ah, la ironía.
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A punto estuve de soltarle un guantazo. Luego recordé que Archie rozaba los sesenta kilómetros por hora cuando su sprint comezaba y para el chico, poco acostumbrado a aquella clase de trotes, el cambio debía ser altamente difícil de sobrellevar. Además, por lo menos había tenido la decencia de tomarme de la cintura y no de los hombros o me habría desestabilizado. Ya me niego a la idea de que me toque los pechos, por muy salido que estuviera no era el momento ni el lugar, y por muy mono que pudiera ser no dejaba a nadie tocar mis pechos sin permiso. Por regla general mi cuerpo tampoco, pero esta situación era excepcional.
-¿Te gusta lo que tocas?- fue lo único que se me ocurrió decir para aliviar la tensión. Si no notaba mis mejillas casi incandescentes casi podría tomarlo como una burla, que era lo que pretendía ser. Aunque bueno, con romper el silencio que se había generado tras su disculpa me conformaba. En serio, qué desastre de día. Por lo menos Había conseguido mi objetivo y mucho más rápido de lo que me esperaba. En cuanto volviera a mi apartamento a esperar órdenes iba a tomarme un buen baño lo primero, luego iba a ir de compras y luego...
Luego Archie se detuvo de golpe, haciendo que casi me cayera de él, y que mi vestido se subiera cuando la tela resbaló por mi cuerpo, haciendo que las manos de Erik tocaran mis... mis... Completamente roja de vergüenza bajé del lobo, evitando mirar a Erik, encarando a los cuatro soldados con una ropa que se notaba mucho más práctica y me apuntaban con armas de apariencia mucho más peligrosa. Los visores eran transparentes, y sus ropas algo menos escandalosas. El ejército regular había llegado, pero ahora me daba igual quién fuera la gente que tenía delante.
-Vosotros...
-Deténganse con las manos en alto o dispararemos- dijo uno, el que por sus galones parecía el superior.
-...Habéis hecho...
-Señorita, si alza las manos no tiene que morir nadie más.
-...Que Erik...- no terminé la frase. En su lugar me acerqué lentamente, caminando con la poca estabilidad que permitían unos patines de línea aun con una gracilidad que ya querrían muchas otras personas. Pero la elegancia no importaba, importaba lo roja que estaba mi cara hasta parecer casi literalmente el relleno de una sandía avergonzada. Habían hecho que Erik tocara mis pechos.
No supe nunca si era la incredulidad la que hizo que los soldados me dejasen acercarme tanto, pero cuando solté las armas no reparé en que llevaba vestido. ¿Qué importaba? Erik ya había visto los topos, me había tocado los pechos, y después del golpe que les metí apoyando mis manos en el suelo y batiendo los duros patines contra su cara en un remolino de golpes, esos cuatro tampoco.
-Mucho mejor- suspiré mientras me levantaba y recogía las armas que había robado. Según las indicaciones estábamos a una simple calle del puerto, no debería pasar nada más antes de que llegáramos, pero parece que este pensamiento fue como llamar al mal tiempo, porque... Bueno, un avión se estrelló contra la refinería de metano, haciendo que la explosión se viera aún desde nuestra posición, a casi cinco kilómetros, y la temperatura aumentase dos grados. Yo, lógicamente, cuando vi la trayectoria de la aeronave me di la vuelta, porque las chicas guays no miran las explosiones. Eso y que no quería quemarme los ojos con tanta luz, claro. En serio, qué día más surrealista.
-¿Te gusta lo que tocas?- fue lo único que se me ocurrió decir para aliviar la tensión. Si no notaba mis mejillas casi incandescentes casi podría tomarlo como una burla, que era lo que pretendía ser. Aunque bueno, con romper el silencio que se había generado tras su disculpa me conformaba. En serio, qué desastre de día. Por lo menos Había conseguido mi objetivo y mucho más rápido de lo que me esperaba. En cuanto volviera a mi apartamento a esperar órdenes iba a tomarme un buen baño lo primero, luego iba a ir de compras y luego...
Luego Archie se detuvo de golpe, haciendo que casi me cayera de él, y que mi vestido se subiera cuando la tela resbaló por mi cuerpo, haciendo que las manos de Erik tocaran mis... mis... Completamente roja de vergüenza bajé del lobo, evitando mirar a Erik, encarando a los cuatro soldados con una ropa que se notaba mucho más práctica y me apuntaban con armas de apariencia mucho más peligrosa. Los visores eran transparentes, y sus ropas algo menos escandalosas. El ejército regular había llegado, pero ahora me daba igual quién fuera la gente que tenía delante.
-Vosotros...
-Deténganse con las manos en alto o dispararemos- dijo uno, el que por sus galones parecía el superior.
-...Habéis hecho...
-Señorita, si alza las manos no tiene que morir nadie más.
-...Que Erik...- no terminé la frase. En su lugar me acerqué lentamente, caminando con la poca estabilidad que permitían unos patines de línea aun con una gracilidad que ya querrían muchas otras personas. Pero la elegancia no importaba, importaba lo roja que estaba mi cara hasta parecer casi literalmente el relleno de una sandía avergonzada. Habían hecho que Erik tocara mis pechos.
No supe nunca si era la incredulidad la que hizo que los soldados me dejasen acercarme tanto, pero cuando solté las armas no reparé en que llevaba vestido. ¿Qué importaba? Erik ya había visto los topos, me había tocado los pechos, y después del golpe que les metí apoyando mis manos en el suelo y batiendo los duros patines contra su cara en un remolino de golpes, esos cuatro tampoco.
-Mucho mejor- suspiré mientras me levantaba y recogía las armas que había robado. Según las indicaciones estábamos a una simple calle del puerto, no debería pasar nada más antes de que llegáramos, pero parece que este pensamiento fue como llamar al mal tiempo, porque... Bueno, un avión se estrelló contra la refinería de metano, haciendo que la explosión se viera aún desde nuestra posición, a casi cinco kilómetros, y la temperatura aumentase dos grados. Yo, lógicamente, cuando vi la trayectoria de la aeronave me di la vuelta, porque las chicas guays no miran las explosiones. Eso y que no quería quemarme los ojos con tanta luz, claro. En serio, qué día más surrealista.
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Erik se sintió extremadamente incómodo con el comentario de la joven, pensando que se había enfadado. Tampoco es que pudiera hacer mucho más. Al menos no había aprovechado para meterle mano... Mierda. El peliblanco no supo si era buena o mala fortuna, lo único que pudo hacer fue retirar rápidamente las manos, casi cayendo de Archie en el proceso. Cerró un segundo los ojos y respiró hondo para tratar de calmarse y devolver su rostro a un tono normal. Los abrió para encontrarse de nuevo con los topos. Increíble. Era físicamente imposible tanta casualidad sexual hacia la misma persona en el mismo día, por favor. Si hubiera sido cualquier otra persona, podría haber interpretado aquello como una señal. Por suerte Erik era de esos imbéciles que no creen en el destino, así que simplemente trató de devolver a su cuerpo a la discreta posición de reposo en la que solía encontrarse y que Rose se empeñaba en destrozar.
El característico sonido de un avión en caída libre, echando humo, llamó la atención de Erik, que lo siguió con la mirada hasta la explosión de la refinería. Bajó levemente la vista y vio a la pelirroja mirando hacia él, de espaldas a la explosión, con la cara roja, el pelo rojo y el fondo rojo mientras el viento generado por la explosión lanzaba al vuelo su cabello. Se habría quedado mirando aquella escena perfecta de no ser porque recordó que acababa de tocarle los pechos a la joven. Aunque no había muchos más puntos en los que posar la mirada aparte de su rostro. Habría sido mil veces peor bajar la mirada a cualquier otra parte de su cuerpo y estaba harto de mirar al suelo como un imbécil.
-Lo siento. -Dijo, con voz firme esta vez, aunque aun algo rojo. -Ha sido un accidente, por favor no pienses cosas raras ni me juzgues como no es. Tenemos que salir de aquí ahora mismo. El puerto está ahí al lado y ninguno de los dos iba a sentirse cómodo si vamos en Archie de nuevo, así que mejor voy a pie. -Esperaba no haber sonado demasiado autoritario ni despreocupado, pero era la verdad. Si no había sido su culpa, no debería ser castigado por ello, o eso pensaba Erik.
Mientras comenzaba a avanzar, el horrible olor proveniente de la explosión los alcanzó. Era repulsivo, lo que solo sirvió para acentuar la precariedad del buen humor de Erik.
-Este día está siendo demasiado largo... -Y el próximo imbécil que pretenda ponerse en medio lo va a sentir en sus carnes. Con esas ideas en la cabeza, se encaminó hacia el puerto, girando, casi inconscientemente, la cadena.
El característico sonido de un avión en caída libre, echando humo, llamó la atención de Erik, que lo siguió con la mirada hasta la explosión de la refinería. Bajó levemente la vista y vio a la pelirroja mirando hacia él, de espaldas a la explosión, con la cara roja, el pelo rojo y el fondo rojo mientras el viento generado por la explosión lanzaba al vuelo su cabello. Se habría quedado mirando aquella escena perfecta de no ser porque recordó que acababa de tocarle los pechos a la joven. Aunque no había muchos más puntos en los que posar la mirada aparte de su rostro. Habría sido mil veces peor bajar la mirada a cualquier otra parte de su cuerpo y estaba harto de mirar al suelo como un imbécil.
-Lo siento. -Dijo, con voz firme esta vez, aunque aun algo rojo. -Ha sido un accidente, por favor no pienses cosas raras ni me juzgues como no es. Tenemos que salir de aquí ahora mismo. El puerto está ahí al lado y ninguno de los dos iba a sentirse cómodo si vamos en Archie de nuevo, así que mejor voy a pie. -Esperaba no haber sonado demasiado autoritario ni despreocupado, pero era la verdad. Si no había sido su culpa, no debería ser castigado por ello, o eso pensaba Erik.
Mientras comenzaba a avanzar, el horrible olor proveniente de la explosión los alcanzó. Era repulsivo, lo que solo sirvió para acentuar la precariedad del buen humor de Erik.
-Este día está siendo demasiado largo... -Y el próximo imbécil que pretenda ponerse en medio lo va a sentir en sus carnes. Con esas ideas en la cabeza, se encaminó hacia el puerto, girando, casi inconscientemente, la cadena.
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Todo lo que sucedía empezaba a carecer de sentido. El avión se había estrellado, pero sólo era una explosión más de las que habíamos vivido, que sumada a la de la taberna de la tita Aubi me hacían sentir como en un deja vu. El Horno de Hallstat atacado por explosiones y aviación, sólo faltaba que de repente entrasen tanques tocando un himno obrero y... Mierda, ¿Qué era aquello que se veía a lo lejos?
Casi me dio un síncope, pero no era nada peligroso. Simplemente los tractores verdes a lo lejos, entre la humareda recogiendo heno y demás cosas parecían carros de combate en formación. Maldito orden autoritario de Derian en el que todos los vehículos avanzaban su recolección al unísono... De cualquier forma, los pasos del ejército se hacían cada vez más fuertes. Sabía que avanzaban hacia nosotros, y aunque pudieran no reconocer a dos adolescentes el lobo rojo era inconfundible, lo que nos dejaba como culpables absolutos de lo que sucediera o hubiera sucedido. Que ahora lo éramos, ¿No? Pero eso.
-Sí, necesito ya un buen... ¡Eh!
Esquivé a duras penas la cadena armada, cuya bola golpeó en la cabeza a uno de los soldados que comenzaba a levantarse, aplastándosela. Qué asco. Tuve que darme la vuelta para no ver todo el cerebro desparramado por ahí, conteniendo una arcada ante el potente olor de la sangre que aún manaba hacia la cabeza, intentando cerrar la herida. Sin embargo poco a poco el reguero irregular cesó, el corazón se paró y los otros tres no intentaron moverse más. Erik era temible.
-¡Erik!- grité cuando pude alzar la voz sin miedo a vomitar-. ¿Se puede saber en dónde tienes la cabeza? ¡Lo has matado!- Archie no era tan escrupuloso como yo, y mientras yo intentaba mirar al chico mi lobo lamía los restos del soldado-. ¡Ni lo hagas, bola de pelo!
No iba a comerse a nadie. No iba a consentirlo. Mi lobo no iba a comer carne cruda nunca, que para algo llevo años criándolo. Es decir, no lo he criado para que no coma carne cruda, sino para que no coma humanos. Y ese instinto no lo perdería si yo flojeara de repente y lo dejara comer cualquier porquería en Hallstat.
-No, lobo malo. Ven aquí, no toques eso, que a saber dónde habrá estado- recogí del suelo el estoque y el rifle, y con sumo cuidado monté en Archie, intentando no hacerle daño, acariciándole la melena. En realidad era un animal bueno del todo-. Y tú, ¿Qué?- reprendí a Erik, aunque dejar de escuchar gritos para sólo escuchar pasos apurados me hizo estremecer. Habían durado poco enfrentando a los tetes, y o habían perdido o venían a felicitarnos. En cualquier caso, multitudes. Yo me iba.
Espoleé ligeramente al lobo, acercándome al puerto al mismo ritmo que caminaba Erik, viendo algo que me hizo emocionarme súbitamente. Estaba ahí, negro y con forma de... ¿Murciélago? Enormes orejas negras, cápsulas de maniobra en la posición de los ojos y un hocico, sumado a lo que parecían alas pegadas al casco exterior del submarino que estaba viendo.
-¡Erik Erik Erik!- grité, emocionada-. ¡Un submarino! ¿Puedo tenerlo? ¡Porfi porfi porfi!
No esperé a que dijera nada, simplemente apuré sobre lomos de Archie, llegando tan rápido como pude y observando con detalle el logo de los tetes... Ahora sí que no tenía ningún problema moral con llevármelo. Al fin y al cabo, toda dama merece un submarino como Dios manda.
Casi me dio un síncope, pero no era nada peligroso. Simplemente los tractores verdes a lo lejos, entre la humareda recogiendo heno y demás cosas parecían carros de combate en formación. Maldito orden autoritario de Derian en el que todos los vehículos avanzaban su recolección al unísono... De cualquier forma, los pasos del ejército se hacían cada vez más fuertes. Sabía que avanzaban hacia nosotros, y aunque pudieran no reconocer a dos adolescentes el lobo rojo era inconfundible, lo que nos dejaba como culpables absolutos de lo que sucediera o hubiera sucedido. Que ahora lo éramos, ¿No? Pero eso.
-Sí, necesito ya un buen... ¡Eh!
Esquivé a duras penas la cadena armada, cuya bola golpeó en la cabeza a uno de los soldados que comenzaba a levantarse, aplastándosela. Qué asco. Tuve que darme la vuelta para no ver todo el cerebro desparramado por ahí, conteniendo una arcada ante el potente olor de la sangre que aún manaba hacia la cabeza, intentando cerrar la herida. Sin embargo poco a poco el reguero irregular cesó, el corazón se paró y los otros tres no intentaron moverse más. Erik era temible.
-¡Erik!- grité cuando pude alzar la voz sin miedo a vomitar-. ¿Se puede saber en dónde tienes la cabeza? ¡Lo has matado!- Archie no era tan escrupuloso como yo, y mientras yo intentaba mirar al chico mi lobo lamía los restos del soldado-. ¡Ni lo hagas, bola de pelo!
No iba a comerse a nadie. No iba a consentirlo. Mi lobo no iba a comer carne cruda nunca, que para algo llevo años criándolo. Es decir, no lo he criado para que no coma carne cruda, sino para que no coma humanos. Y ese instinto no lo perdería si yo flojeara de repente y lo dejara comer cualquier porquería en Hallstat.
-No, lobo malo. Ven aquí, no toques eso, que a saber dónde habrá estado- recogí del suelo el estoque y el rifle, y con sumo cuidado monté en Archie, intentando no hacerle daño, acariciándole la melena. En realidad era un animal bueno del todo-. Y tú, ¿Qué?- reprendí a Erik, aunque dejar de escuchar gritos para sólo escuchar pasos apurados me hizo estremecer. Habían durado poco enfrentando a los tetes, y o habían perdido o venían a felicitarnos. En cualquier caso, multitudes. Yo me iba.
Espoleé ligeramente al lobo, acercándome al puerto al mismo ritmo que caminaba Erik, viendo algo que me hizo emocionarme súbitamente. Estaba ahí, negro y con forma de... ¿Murciélago? Enormes orejas negras, cápsulas de maniobra en la posición de los ojos y un hocico, sumado a lo que parecían alas pegadas al casco exterior del submarino que estaba viendo.
-¡Erik Erik Erik!- grité, emocionada-. ¡Un submarino! ¿Puedo tenerlo? ¡Porfi porfi porfi!
No esperé a que dijera nada, simplemente apuré sobre lomos de Archie, llegando tan rápido como pude y observando con detalle el logo de los tetes... Ahora sí que no tenía ningún problema moral con llevármelo. Al fin y al cabo, toda dama merece un submarino como Dios manda.
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La verdad es que aquella cabeza había estallado sin querer, pero no le molestó. Aunque no le gustaba matar, era plenamente consciente de que, en el mundo, algunas personas no merecían más que eso, y si bien no lo habría hecho conscientemente, no iba a llorarlo.
-Tenía una pistola en la mano. De nada. -No lo dijo con acritud aunque pudiera sonar así, realmente Erik consideraba que debía recibir agradecimientos por acabar de salvarle la vida, otra vez.
Archie no andaba despacio, pero Erik estaba en buena forma y la mala leche lo espoleaba, lo que lo hacía avanzar a un respetable trote, haciendo el viaje más corto de lo que tenía planeado.
Allí estaba, silencioso, oscuro, perfecto. Como un regalo por sus buenas acciones del día, el submarino de los TTs, con la escotilla abierta y todo, los esperaba con las alas abiertas. La joven se volvió un poco loca por un instante y salió disparada. Erik corrió tras ella y entró al vehículo tras la dama, solo para encontrarse de frente con tres hombres. Tenían pinta de obreros y un par de ellos estaban manchados de sangre.
-¡Nuestra salvadora! -Debían de ser de la plaza. -¿Qué hacéis aquí? Vamos a volar este cacharro de una vez y para siempre. -Erik se alarmó. ¿Volarlo? Ni de coña. Rose estaba super ilusionada con el submarino, era una recompensa justa por su esfuerzo y, que diablos, era un maldito murciélago, era genial.
-Eso no será necesario. La señorita Rose va a confiscar este submarino y utilizarlo en sus viajes. -Recordaba que la mujer no era capaz de hablar en público y, si bien no estaba seguro de que tres hombres contasen como tal, no le costaba nada ahorrarle el mal trago a la pelirroja. En cierto modo, consideraba que se lo debía, por lo absurdo del día. - Guardad esos explosivos en el almacén y encontradnos a alguien que sepa pilotar este cacharro. -Añadió, señalando los múltiples fardos de explosivos que estaban colocando por el interior del submarino. Dos de ellos asintieron con la cabeza y el tercero sonrió. -Nosotros tres fuimos milicianos en su día y aprendimos a manejar submarinos de este modelo antes de que les pusieran alas y los pintasen de negro. Será un placer y un honor ayudar a la señorita Rose en sus viajes para liberar los pueblos del mundo.
Vaya, eso había sido rápido. Bueno, no estaba como para quejarse. Un submarino, un buen fardo de explosivos, una hermosa cadena, una armadura, más armas de las que pudiera contar, todas de los TTs y un día tan raro como inolvidable junto a su nueva... ¿Compañera? ¿Amiga? Bueno, junto a Rose.
-Y todo esto por pedir un puto café. -Sentenció el joven, dirigiendo una sonrisa hacia Rose, mientras se tiraba en uno de los asientos del submarino, preparado para el verdadero inicio de su aventura.
-Tenía una pistola en la mano. De nada. -No lo dijo con acritud aunque pudiera sonar así, realmente Erik consideraba que debía recibir agradecimientos por acabar de salvarle la vida, otra vez.
Archie no andaba despacio, pero Erik estaba en buena forma y la mala leche lo espoleaba, lo que lo hacía avanzar a un respetable trote, haciendo el viaje más corto de lo que tenía planeado.
Allí estaba, silencioso, oscuro, perfecto. Como un regalo por sus buenas acciones del día, el submarino de los TTs, con la escotilla abierta y todo, los esperaba con las alas abiertas. La joven se volvió un poco loca por un instante y salió disparada. Erik corrió tras ella y entró al vehículo tras la dama, solo para encontrarse de frente con tres hombres. Tenían pinta de obreros y un par de ellos estaban manchados de sangre.
-¡Nuestra salvadora! -Debían de ser de la plaza. -¿Qué hacéis aquí? Vamos a volar este cacharro de una vez y para siempre. -Erik se alarmó. ¿Volarlo? Ni de coña. Rose estaba super ilusionada con el submarino, era una recompensa justa por su esfuerzo y, que diablos, era un maldito murciélago, era genial.
-Eso no será necesario. La señorita Rose va a confiscar este submarino y utilizarlo en sus viajes. -Recordaba que la mujer no era capaz de hablar en público y, si bien no estaba seguro de que tres hombres contasen como tal, no le costaba nada ahorrarle el mal trago a la pelirroja. En cierto modo, consideraba que se lo debía, por lo absurdo del día. - Guardad esos explosivos en el almacén y encontradnos a alguien que sepa pilotar este cacharro. -Añadió, señalando los múltiples fardos de explosivos que estaban colocando por el interior del submarino. Dos de ellos asintieron con la cabeza y el tercero sonrió. -Nosotros tres fuimos milicianos en su día y aprendimos a manejar submarinos de este modelo antes de que les pusieran alas y los pintasen de negro. Será un placer y un honor ayudar a la señorita Rose en sus viajes para liberar los pueblos del mundo.
Vaya, eso había sido rápido. Bueno, no estaba como para quejarse. Un submarino, un buen fardo de explosivos, una hermosa cadena, una armadura, más armas de las que pudiera contar, todas de los TTs y un día tan raro como inolvidable junto a su nueva... ¿Compañera? ¿Amiga? Bueno, junto a Rose.
-Y todo esto por pedir un puto café. -Sentenció el joven, dirigiendo una sonrisa hacia Rose, mientras se tiraba en uno de los asientos del submarino, preparado para el verdadero inicio de su aventura.
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No estaba bien matar. Simplemente hundirle el pecho habría sido suficiente, podríamos haberle realizado primeros auxilios, salvarle la vida... Soy una revolucionaria, no una asesina, aunque debido a la organización interna de Krauser esto parezca haber cambiado un poco. Ya como Marine era un tipo extremadamente sanguinario, y parece que mantuvo sus métodos cambiando únicamente sus objetivos. Pero no importa, centrémonos en lo importante: Mi submarino.
Corrí como una niña y me subí a él rauda y veloz, tan rápido como podía mientras Archie daba un rodeo para subir de un salto en la parte más baja. Bien pensado, un submarino no era el mejor lugar para un lobo, aunque el diseño alado de la nave hacía que el animal pudiera maniobrar cómodamente, y por una vez agradecí que las tropas del terror fueran tan extremadamente estúpidas. En un submarino unas escaleras de caracol que llevaban a una enorme puerta en lugar de a una escotilla era de lo menos práctico que podía existir, pero para que la bola de pelo entrase resultaba muy útil. Me fijé en que, según iba entrando, los añadidos del vehículo tomaban una forma extraña, como si fueran móviles, aunque claramente no debían serlo, y antes de entrar bajé de nuevo, observando que había sucedido de nuevo: El murciélago era ahora un gatito, y aunque el negro permanecía era brillante con las cabinas de un color verde esmeralda, además de que el hocico era algo grisáceo. ¡Qué guay!
Entré a la carrera en el interior, con Erik siguiéndome de cerca. Estaba tan cerca de tenerlo, un vehículo cómodo con el que aparecer donde fuera cuando fuera. Y más importante, era un gato. Pero toda esa alegría se vio eclipsada por un momento, cuando tres hombres aparecieron ante mí, haciéndome poner en guardia, hasta que observé por un segundo y no eran tetes. La posterior conversación de Erik con ellos me hizo sentir segura, y un poco aburrida en realidad, así que me puse a investigar mientras el aparato zarpaba, comandado por nuestros tres nuevos amigos. Yo quería saber de dónde venían esos... ¿Eran graznidos? Correteé un poco por los pasillos, buscando su origen, y entonces lo vi.
¡Era adorable! Un pequeño pingüino rojo en una jaula, mirándome con los ojitos súper abiertos. Abrí la jaula y salió, caminando con seguridad y esos andares propios de pingüino. Y no me enorgullece decirlo, pero cabe la posibilidad que siguiera sus pasos imitándolo, hasta que llegó a un pequeño saco, vacío. mostró cierta tristeza al verlo vacío, y sin pensarlo dos veces metí lo único que llevaba encima y de lo que podía prescindir: El fusil con el que casi me matan. No entiendo qué clase de animal homicida sería, pero se puso muy contento, dando saltos de alegría y lanzándose a abrazarme con emoción.
-¿Estás contento?- pregunté, con una sonrisa, mientras el animal se revolcaba sobre mí, despertando cierto celo de Archie, que lo miraba con pasiva agresividad. O agresiva pasividad. No sé, algo así-. ¿Cómo te llamas señor pingüino? Tienes cara de Piwi.
Sonrió, y en un despiste se subió encima del lobo, que comenzó a juguetear con él. Cómo no, lo único que quería era ser el centro de atención. En fin, los dejé atrás, muy amigos los dos, y volví a la sala de mando, donde Erik se quejaba de todo lo que había pasado. Sonreí con cierta amargura.
-Éste no es un mundo para tomar café, Erik. Pero lucharemos porque así sea- ¿Lucharemos? Espera, ¿Acabo de reclutarlo? ¿Y a los otros tres? Bueno, técnicamente son los pilotos de mi submarino y se me han declarado en servicio, así que... Sí, lo he reclutado. Ya soy una reclutadora oficial revolucionaria. ¡Viva!
Corrí como una niña y me subí a él rauda y veloz, tan rápido como podía mientras Archie daba un rodeo para subir de un salto en la parte más baja. Bien pensado, un submarino no era el mejor lugar para un lobo, aunque el diseño alado de la nave hacía que el animal pudiera maniobrar cómodamente, y por una vez agradecí que las tropas del terror fueran tan extremadamente estúpidas. En un submarino unas escaleras de caracol que llevaban a una enorme puerta en lugar de a una escotilla era de lo menos práctico que podía existir, pero para que la bola de pelo entrase resultaba muy útil. Me fijé en que, según iba entrando, los añadidos del vehículo tomaban una forma extraña, como si fueran móviles, aunque claramente no debían serlo, y antes de entrar bajé de nuevo, observando que había sucedido de nuevo: El murciélago era ahora un gatito, y aunque el negro permanecía era brillante con las cabinas de un color verde esmeralda, además de que el hocico era algo grisáceo. ¡Qué guay!
Entré a la carrera en el interior, con Erik siguiéndome de cerca. Estaba tan cerca de tenerlo, un vehículo cómodo con el que aparecer donde fuera cuando fuera. Y más importante, era un gato. Pero toda esa alegría se vio eclipsada por un momento, cuando tres hombres aparecieron ante mí, haciéndome poner en guardia, hasta que observé por un segundo y no eran tetes. La posterior conversación de Erik con ellos me hizo sentir segura, y un poco aburrida en realidad, así que me puse a investigar mientras el aparato zarpaba, comandado por nuestros tres nuevos amigos. Yo quería saber de dónde venían esos... ¿Eran graznidos? Correteé un poco por los pasillos, buscando su origen, y entonces lo vi.
¡Era adorable! Un pequeño pingüino rojo en una jaula, mirándome con los ojitos súper abiertos. Abrí la jaula y salió, caminando con seguridad y esos andares propios de pingüino. Y no me enorgullece decirlo, pero cabe la posibilidad que siguiera sus pasos imitándolo, hasta que llegó a un pequeño saco, vacío. mostró cierta tristeza al verlo vacío, y sin pensarlo dos veces metí lo único que llevaba encima y de lo que podía prescindir: El fusil con el que casi me matan. No entiendo qué clase de animal homicida sería, pero se puso muy contento, dando saltos de alegría y lanzándose a abrazarme con emoción.
-¿Estás contento?- pregunté, con una sonrisa, mientras el animal se revolcaba sobre mí, despertando cierto celo de Archie, que lo miraba con pasiva agresividad. O agresiva pasividad. No sé, algo así-. ¿Cómo te llamas señor pingüino? Tienes cara de Piwi.
Sonrió, y en un despiste se subió encima del lobo, que comenzó a juguetear con él. Cómo no, lo único que quería era ser el centro de atención. En fin, los dejé atrás, muy amigos los dos, y volví a la sala de mando, donde Erik se quejaba de todo lo que había pasado. Sonreí con cierta amargura.
-Éste no es un mundo para tomar café, Erik. Pero lucharemos porque así sea- ¿Lucharemos? Espera, ¿Acabo de reclutarlo? ¿Y a los otros tres? Bueno, técnicamente son los pilotos de mi submarino y se me han declarado en servicio, así que... Sí, lo he reclutado. Ya soy una reclutadora oficial revolucionaria. ¡Viva!
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