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El cielo estaba precioso aquel día, no había rastro de nubes en aquella preciosa isla. Los barcos navegaban por los alrededores y en la playa se había colocado un mercado bastante completo. La gente vendía verduras y frutas de todos los mares, los trozos de carne no faltaban, así como los objetos de niños y algún qué otro recuerdo de aquella maravillosa isla. Una leve brisa recorría todo el lugar con cuidado, acariciando los rostros de las personas mediante su viento. Nada podía ir mal en aquel día tan perfecto donde no había problemas, sin embargo el gobierno no se fiaba de qué tanta paz perdurara tanto tiempo. Por eso mismo motivo, habían mandado a uno de sus mejores agentes a que se infiltrara en la isla para poder dar un poco de caña a los enemigos qué tratasen de liarla. La pregunta era ¿Quién era el agente escogido para aquella misión tan simple pero a la vez tan secreta? Sin duda alguna había muchísimos agentes, pero tan solo uno de ellos era el qué estaba allí presente. De repente una voz se pudo escuchar por aquel mercado donde la gente compraba, era una voz tranquila y simple. Tal vez un poco alzada para poder llamar la atención algo.
- ¡Vendemos todo tipo de frutas!
La voz provenía de un joven de oscuros cabellos, su peinado era corto y en punta. Su ojo derecho era de un tono rojizo mientras que el izquierdo era azulado y a franjas, casi parecía lila. Su piel era pálida, portaba una camiseta de color blanca, como muchos de los vendedores. Además llevaba puesta una gorra de color rojo con el logo de una pera en ella, sus pantalones eran azul marino y sus sandalias marrones. De su mano salía una pequeña cadena de acero muy fina la cual estaba camuflada en una muñequera de color blanco. Esta llevaba hasta una guadaña blanca, la cual estaba escondida tras el puesto de fruta, pues este chico era el vendedor. Estaba claro, se trataba del agente del CP4, su nombre clave era agente 666. Su verdadero nombre era Kogáto Uchiha, el chico de la guadaña conocido por muchos. Su inteligencia y su seriedad le precedían. Estaba claro que era todo un agente, un traidor, eso si, pero aún así cumplía con el perfil de un agente de verdad. Parecía estar realmente calmado y su mirada iba analizando a las personas que por allí pasaban.
- Me temo qué está todo bastante tranquilo por aquí. No hay duda, en media hora recogeré este chiringuito y pondré rumbo a Enies Lobby.
Mencionó ahora mientras agachaba la cabeza observando las frutas que estaba vendiendo. Tras él había otros dos hombres qué simulaban ser ayudantes, iban vestidos con monos de trabajo y con gorras del mismo logo. Eran dos agentes del CP1, estaban allí para fingir ser los ayudantes, era una buena forma de vigilar si había piratas o revolucionarios. Una pequeña sonrisa seria pudo verse en el rostro del chico moreno, qué ahora veía un grupo revolucionario caminando con los rifles alzados y gritando cosas cómo “Viva la revolución” y demás tonterías. Un poco de acción siempre venía bien, pero por el momento decidió seguir con su tapadera y fingir qué era un simple ciudadano mercader, vendiendo sus productos. La verdad es qué sus frutas tenían una calidad genial, pues las había proporcionado el mismísimo gobierno mundial. Los otros dos eran un tipo de pelo azulado y ojos verdes y un hombre un poco más mayor de pelo rubio con barba y ojos marrones. Sin embargo el qué estaba al mando era el moreno, debido a su rango y sus perfectas estrategias.
- ¡Vendemos todo tipo de frutas!
La voz provenía de un joven de oscuros cabellos, su peinado era corto y en punta. Su ojo derecho era de un tono rojizo mientras que el izquierdo era azulado y a franjas, casi parecía lila. Su piel era pálida, portaba una camiseta de color blanca, como muchos de los vendedores. Además llevaba puesta una gorra de color rojo con el logo de una pera en ella, sus pantalones eran azul marino y sus sandalias marrones. De su mano salía una pequeña cadena de acero muy fina la cual estaba camuflada en una muñequera de color blanco. Esta llevaba hasta una guadaña blanca, la cual estaba escondida tras el puesto de fruta, pues este chico era el vendedor. Estaba claro, se trataba del agente del CP4, su nombre clave era agente 666. Su verdadero nombre era Kogáto Uchiha, el chico de la guadaña conocido por muchos. Su inteligencia y su seriedad le precedían. Estaba claro que era todo un agente, un traidor, eso si, pero aún así cumplía con el perfil de un agente de verdad. Parecía estar realmente calmado y su mirada iba analizando a las personas que por allí pasaban.
- Me temo qué está todo bastante tranquilo por aquí. No hay duda, en media hora recogeré este chiringuito y pondré rumbo a Enies Lobby.
Mencionó ahora mientras agachaba la cabeza observando las frutas que estaba vendiendo. Tras él había otros dos hombres qué simulaban ser ayudantes, iban vestidos con monos de trabajo y con gorras del mismo logo. Eran dos agentes del CP1, estaban allí para fingir ser los ayudantes, era una buena forma de vigilar si había piratas o revolucionarios. Una pequeña sonrisa seria pudo verse en el rostro del chico moreno, qué ahora veía un grupo revolucionario caminando con los rifles alzados y gritando cosas cómo “Viva la revolución” y demás tonterías. Un poco de acción siempre venía bien, pero por el momento decidió seguir con su tapadera y fingir qué era un simple ciudadano mercader, vendiendo sus productos. La verdad es qué sus frutas tenían una calidad genial, pues las había proporcionado el mismísimo gobierno mundial. Los otros dos eran un tipo de pelo azulado y ojos verdes y un hombre un poco más mayor de pelo rubio con barba y ojos marrones. Sin embargo el qué estaba al mando era el moreno, debido a su rango y sus perfectas estrategias.
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Me encontraba en una playa, donde había un mercado que vendía comida. Tenía hambre, había pasado un par de días navegando así que tenía ganas de comer algunos plátanos. Iba paseando por el mercado con mi sapoperro Raion, eso si, a cuatro patas como siempre íbamos. Escuche una voz alzada que decía que vendían todo tipo de frutas. Me acerque con mi compañero y vi la cantidad de fruta, de muy buena calidad así que me iba a comprar un par de plátanos.
- Tss, oye. Dame una bolsa de plátanos. - Decía al que parecía ser el dependiente, desde abajo del puesto de frutas.
Me levanté por sino me había visto y me fijé que tenía un ojo de cada color, era algo interesante así que empecé a inclinar la cabeza hacia la derecha, con curiosidad, mientras lo seguía mirando. Me puse a mirar todo y con gran entusiasmo señalé los plátanos.
- ¡¡Eso, eso!! ¡¡Dame doce plátanos por favor!! - Le decía con entusiasmo y relamiéndome los labios al tipo.
Estaba muy hambriento y se podía escuchar mis tripas rugir, como si de el mismísimo gruñido de un león fuese. Raion también estaba hambriento y se encontraba en mis pies con ganas de comer algo
- Tss, oye. Dame una bolsa de plátanos. - Decía al que parecía ser el dependiente, desde abajo del puesto de frutas.
Me levanté por sino me había visto y me fijé que tenía un ojo de cada color, era algo interesante así que empecé a inclinar la cabeza hacia la derecha, con curiosidad, mientras lo seguía mirando. Me puse a mirar todo y con gran entusiasmo señalé los plátanos.
- ¡¡Eso, eso!! ¡¡Dame doce plátanos por favor!! - Le decía con entusiasmo y relamiéndome los labios al tipo.
Estaba muy hambriento y se podía escuchar mis tripas rugir, como si de el mismísimo gruñido de un león fuese. Raion también estaba hambriento y se encontraba en mis pies con ganas de comer algo
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Me habían envidado a Õkyū mazushī con un objetivo muy claro, demostrar la presencia del CP en la isla. En realidad mi trabajo no era más que hacer de tapadera para otro grupo de CPs que estaba infiltrado y haciéndose pasar por ciudadanos de a pie. Solo debían contactar conmigo en caso de necesidad, y yo no podría hacerlo con ellos ya que no conocía sus identidades falsas. En un principio la idea me pareció loca, pero tras pensarlo fríamente me di cuenta de que con los ciudadanos se relacionan tanto piratas como marines, en cambio con nosotros apenas los marines y otros miembros del CP.
El ambiente estaba animado, se escuchaban voces que decían que viviese la revolución, pero era habitual escucharlas en otros lados, además mientras no hubiese un problema no tendría que actuar, los revolucionarios se lo pensarían dos veces solo con verme. Me senté en la terraza de un pequeño bar abarrotado mientras pedía un zumo de frutas bien frío me senté a observar que podría estar cociendose en aquellas calles.
El ambiente estaba animado, se escuchaban voces que decían que viviese la revolución, pero era habitual escucharlas en otros lados, además mientras no hubiese un problema no tendría que actuar, los revolucionarios se lo pensarían dos veces solo con verme. Me senté en la terraza de un pequeño bar abarrotado mientras pedía un zumo de frutas bien frío me senté a observar que podría estar cociendose en aquellas calles.
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El moreno seguía a lo suyo mientras suspiraba despacio. El calor cada vez era más abundante, se quitó la gorra despacio abanicándose con ella y mirando a sus dos compañeros. Estos enseguida entendieron que se estaba refiriendo a los tipos que venía gritando cosas revolucionarias. En algunas cajas de tomates, había camufladas algunas armas de fuego por si la cosa se ponía difícil, estaba todo perfectamente calculado. El corrupto no tardó en ponerse de nuevo la gorra y analizar a la gente que pasaba con la mirada, mientras los idiotas chillones no la liaran, no tenía porqué pasar nada. El agente ya estaba planeando sus siguientes movimientos cuando acabara aquella misión, iba a hacer un pequeño viaje al reino revolucionario, Saint Reia. Allí podría investigar y sacar algo de información que le conviniera para ganarse un ascenso y encima beneficiarse así mismo como le gustaba hacer sobre todas las cosas. Una ligera brisa llegó hasta su posición, se agradecía pues estaba fresquita, si tenía que soportar otro día de calor, seguramente golpearía a alguien. Los hombres que aparentaban ser revolucionarios, se dirigieron a un puesto de adornos como anillos, baratijas y demás. En ese momento el agente se acercó a uno de sus dos ayudantes y le susurró despacio para que nadie más se enterara de aquello.
- Síguelos e intenta escuchar algo de información valiosa.
El hombre asintió como era normal ante la orden de un superior y fue a ello, después el moreno volvió a lo suyo. De repente una voz llegó a los oídos del tipo de fuego, le habían pedido plátanos, pero la pregunta verdadera era ¿Dónde estaba el cliente? De repente su pregunta fue contestada, el chico salió frente a él. Estaba en el suelo al parecer, este le pidió una docena de plátanos, a lo que el agente asintió. Llevó su mano izquierda a una bolsa de papel bastante grande y con tranquilidad empezó a coger unos cuantos, metiéndolos en dicha bolsa para después ojear un poco al chico. Su aspecto era algo salvaje, de repente los ojos del moreno bajaron hasta ver una especie de animal mezclado, no sabía con exactitud de que se trataba, pero parecía tener una mezcla de sapo. Había oído historias de islas con híbridos de animales raros y cosas parecidas, pero no había visto muchos a lo largo de su vida. Ignoró el tema y cogió otra bolsa, llenándola esta vez de cuatro manzanas rojas y bien jugosas, puso las dos bolsas frente al chico y sonrió con calma fingiendo normalidad.
- Las manzanas te las regalo, así el animal podrá comer mejor. Los plátanos son un total de veinticinco berries.
Mencionó de forma tranquila mientras ahora analizaba con la mirada a su compañero, el cual estaba fingiendo estar interesado en unos anillos de plata. Una buena estrategia para estar junto a aquellos tipos, de ese modo podría enterarse de lo que planeaban y después podría informar al moreno de ello. La información se la quedaría para él o la contaría, todo dependía de cómo fuera y en que podía salir beneficiado. Después volvió la mirada al chico castaño que le había comprado los plátanos, esperando a que pagara, el otro ayudante del CP mientras tanto, estaba ordenando unas cajas de melones y sandias mientras silbaba de forma tranquila. Nadie podía pensar que aquellos simples vendedores eran en realidad agentes y uno de ellos del nivel cuatro, la verdad es que trabajaban muy bien y de una forma perfecta y sincronizada. Todo con Kogáto era más fácil, cuando tomaba las riendas la mayoría de las misiones acababan en victoria.
- Síguelos e intenta escuchar algo de información valiosa.
El hombre asintió como era normal ante la orden de un superior y fue a ello, después el moreno volvió a lo suyo. De repente una voz llegó a los oídos del tipo de fuego, le habían pedido plátanos, pero la pregunta verdadera era ¿Dónde estaba el cliente? De repente su pregunta fue contestada, el chico salió frente a él. Estaba en el suelo al parecer, este le pidió una docena de plátanos, a lo que el agente asintió. Llevó su mano izquierda a una bolsa de papel bastante grande y con tranquilidad empezó a coger unos cuantos, metiéndolos en dicha bolsa para después ojear un poco al chico. Su aspecto era algo salvaje, de repente los ojos del moreno bajaron hasta ver una especie de animal mezclado, no sabía con exactitud de que se trataba, pero parecía tener una mezcla de sapo. Había oído historias de islas con híbridos de animales raros y cosas parecidas, pero no había visto muchos a lo largo de su vida. Ignoró el tema y cogió otra bolsa, llenándola esta vez de cuatro manzanas rojas y bien jugosas, puso las dos bolsas frente al chico y sonrió con calma fingiendo normalidad.
- Las manzanas te las regalo, así el animal podrá comer mejor. Los plátanos son un total de veinticinco berries.
Mencionó de forma tranquila mientras ahora analizaba con la mirada a su compañero, el cual estaba fingiendo estar interesado en unos anillos de plata. Una buena estrategia para estar junto a aquellos tipos, de ese modo podría enterarse de lo que planeaban y después podría informar al moreno de ello. La información se la quedaría para él o la contaría, todo dependía de cómo fuera y en que podía salir beneficiado. Después volvió la mirada al chico castaño que le había comprado los plátanos, esperando a que pagara, el otro ayudante del CP mientras tanto, estaba ordenando unas cajas de melones y sandias mientras silbaba de forma tranquila. Nadie podía pensar que aquellos simples vendedores eran en realidad agentes y uno de ellos del nivel cuatro, la verdad es que trabajaban muy bien y de una forma perfecta y sincronizada. Todo con Kogáto era más fácil, cuando tomaba las riendas la mayoría de las misiones acababan en victoria.
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Le pedí los plátanos a aquel dependiente, que era bastante majo. Metió los plátanos en una bolsa uno a uno y después en otra bolsa, puso cuatro manzanas bien rojas, de un aspecto brillante y jugosas. Tenían muy buena pinta esas frutas y, las manzanas me las había regalado, eso era algo de agradecer. Le di los 25 berries de los plátanos y le agradecí con simpatía.
- Muchas gracias señor. ¡¡Tienen muy buena pinta!! - Decía mientras se me caía la baba.
Saqué una de las manzanas y la lancé al aire y, Raion, con su lengua de sapo, la cazó al vuelo y se la metió en la boca, después abrí la bolsa y la dejé en el suelo para que Raion se comiera las manzanas y yo me comía los plátanos uno tras otro, sentado en el suelo y pelándolos con ambas manos. La gente me miraba raro, a mi y a Raion, ya que supongo que era extraño para ellos ver a alguien en el suelo sentado, con unas ropas tan extravagantes. Pero eso a mi no me importaba, yo estaba cómodo sentado en la arena y disfrutaba de aquella deliciosa fruta. Unos tipos extraños, armados paseaban por allí, mientras gritaban cosas extrañas, parecía que les gustaba llamar la atención. Una vez me acabé las frutas me levanté del suelo y empecé a ojear los demás puestos, para ver si encontraba algo de interés.
- Muchas gracias señor. ¡¡Tienen muy buena pinta!! - Decía mientras se me caía la baba.
Saqué una de las manzanas y la lancé al aire y, Raion, con su lengua de sapo, la cazó al vuelo y se la metió en la boca, después abrí la bolsa y la dejé en el suelo para que Raion se comiera las manzanas y yo me comía los plátanos uno tras otro, sentado en el suelo y pelándolos con ambas manos. La gente me miraba raro, a mi y a Raion, ya que supongo que era extraño para ellos ver a alguien en el suelo sentado, con unas ropas tan extravagantes. Pero eso a mi no me importaba, yo estaba cómodo sentado en la arena y disfrutaba de aquella deliciosa fruta. Unos tipos extraños, armados paseaban por allí, mientras gritaban cosas extrañas, parecía que les gustaba llamar la atención. Una vez me acabé las frutas me levanté del suelo y empecé a ojear los demás puestos, para ver si encontraba algo de interés.
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Los gritos en favor de la revolución estaban empezando a intensificarse y un pequeño grupo de gente se había parado para escucharlos. Un hombre joven y desaliñado se subió a una caja de madera para hacerse notar entre el resto de los ciudadanos. Se aclaró la garganta y empezó a hablar en favor de la revolución.
-El gobierno nos oprime, intenta callar lo que decimos -dijo mirando a los allí congregados -¡libertad!
Algunas personas se unieron a sus vítores, exigiendo la libertad para el pueblo. Tranquilamente me levanté y me colé entre los cuidadnos que apenas se fijaban en mi presencia. Cuando llegué al final me coloqué delante del hombre que hablaba.
-¿Libertad, exiges libertad? -pregunté mirándolo fijamente -¿se te ha negado a caso que te expreses?
El hombre mi miró de arriba a abajo con cara de pocos amigos, y continuó con su discurso.
-¿Lo veis?, ¡manda a un CP a detenerme! -exclamó haciendo un poco de teatro -ésto es lo que quiere el gobierno, acabar con nuestros ideales.
No he venido a detenerte, siempre que ni incumplas la ley -dije como si fuera lo más obvio del mundo -¿quieres incumplirla y llevarte a todas éstas buenas personas contigo?
El hombre me miró un momento antes de salir corriendo de allí, empujando a varias personas en su carrera. Me quedé allí, sin moverme, mirando como se perdía entre la multitud.
¿Veis lo que pasa por llamar un poco la atención? personas que no saben ni por lo que luchan -comenté mirando a la gente ¿queréis un nuevo gobierno? ¡perfecto1, pero saber a quién os gustaría tener y a quién no. Con personas que no saben ni defender sus ideales en el poder no vale la pena llamarlo gobierno.
Tras decir aquello volví a escabullirme entre la población, más o menos sabía hacia donde se había dirigido aquel muchacho y usando geppou me subí a los tejados, a ver si con suerte podía seguirlo.
-El gobierno nos oprime, intenta callar lo que decimos -dijo mirando a los allí congregados -¡libertad!
Algunas personas se unieron a sus vítores, exigiendo la libertad para el pueblo. Tranquilamente me levanté y me colé entre los cuidadnos que apenas se fijaban en mi presencia. Cuando llegué al final me coloqué delante del hombre que hablaba.
-¿Libertad, exiges libertad? -pregunté mirándolo fijamente -¿se te ha negado a caso que te expreses?
El hombre mi miró de arriba a abajo con cara de pocos amigos, y continuó con su discurso.
-¿Lo veis?, ¡manda a un CP a detenerme! -exclamó haciendo un poco de teatro -ésto es lo que quiere el gobierno, acabar con nuestros ideales.
No he venido a detenerte, siempre que ni incumplas la ley -dije como si fuera lo más obvio del mundo -¿quieres incumplirla y llevarte a todas éstas buenas personas contigo?
El hombre me miró un momento antes de salir corriendo de allí, empujando a varias personas en su carrera. Me quedé allí, sin moverme, mirando como se perdía entre la multitud.
¿Veis lo que pasa por llamar un poco la atención? personas que no saben ni por lo que luchan -comenté mirando a la gente ¿queréis un nuevo gobierno? ¡perfecto1, pero saber a quién os gustaría tener y a quién no. Con personas que no saben ni defender sus ideales en el poder no vale la pena llamarlo gobierno.
Tras decir aquello volví a escabullirme entre la población, más o menos sabía hacia donde se había dirigido aquel muchacho y usando geppou me subí a los tejados, a ver si con suerte podía seguirlo.
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Aquel chico pagó el dinero tal y como pensaba el moreno, tomó las monedas y las dejó dentro de su bolsillo mientras ahora buscaba a su compañero con la mirada. Seguía tratando de escuchar lo que aquellos payasos hablaban, el trabajo estaba saliendo bastante bien, de repente el chico notó que la gente miraba hacia el puesto de fruta de forma rara. Eso le hizo alzar una ceja, no entendía el porqué de aquella situación, no había hecho nada raro y seguía con su mono de trabajo, miró hacia atrás pero no pudo ver nada de nada. Tras pasar unos cuantos segundos, el ruido de alguien comiendo llegó a los oídos del agente, se acercó un poco a su puesto y pudo ver en el suelo como el chico de antes se comía ahí la fruta.
Antes de poder decirle nada, un hombre se subió a unas cajas y comenzó a hablar en voz alta sobre el gobierno y de muy mala forma. Otro payaso, el agente ahora salió del puesto pasando por al lado del chico y su sapo raro, después se camufló entre la gente. Justo cuando iba a saltar, un peliblanco que al parecer era una gente del CP, lo asustó. No sabía a qué rango pertenecía, tan solo sonrió de lado. Ahora lo vio usar el Geppou y empezar a correr hacia donde el otro cobarde se había ido corriendo. Aquello podía ser interesante, de modo que se acercó a uno de sus compañeros de forma disimulada y le susurró en el oído de forma lenta y tranquila.
- No estamos solos, hay otro agente del gobierno aquí. Seguid con el puesto de frutas, voy a echar un vistazo a la situación. Dejad a esos payasos en paz y continuad disimulando.
El tipo asintió ante las palabras de su superior y volvió al puesto, el moreno ahora miró a los lados un poco y cuando la gente se había ido, fijó su mirada en el chico salvaje, sonriendo de lado. Segundos después empezó a moverse a una velocidad impresionante siguiendo al peliblanco pero por tierra en lugar de por los tejados “Soru”. Ahora quería saber qué pasaría con el revolucionario cobarde y el supuesto agente del gobierno.
Antes de poder decirle nada, un hombre se subió a unas cajas y comenzó a hablar en voz alta sobre el gobierno y de muy mala forma. Otro payaso, el agente ahora salió del puesto pasando por al lado del chico y su sapo raro, después se camufló entre la gente. Justo cuando iba a saltar, un peliblanco que al parecer era una gente del CP, lo asustó. No sabía a qué rango pertenecía, tan solo sonrió de lado. Ahora lo vio usar el Geppou y empezar a correr hacia donde el otro cobarde se había ido corriendo. Aquello podía ser interesante, de modo que se acercó a uno de sus compañeros de forma disimulada y le susurró en el oído de forma lenta y tranquila.
- No estamos solos, hay otro agente del gobierno aquí. Seguid con el puesto de frutas, voy a echar un vistazo a la situación. Dejad a esos payasos en paz y continuad disimulando.
El tipo asintió ante las palabras de su superior y volvió al puesto, el moreno ahora miró a los lados un poco y cuando la gente se había ido, fijó su mirada en el chico salvaje, sonriendo de lado. Segundos después empezó a moverse a una velocidad impresionante siguiendo al peliblanco pero por tierra en lugar de por los tejados “Soru”. Ahora quería saber qué pasaría con el revolucionario cobarde y el supuesto agente del gobierno.
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Mientras comía, un extraño hombre se subió a unas cajas y empezó a dar un discurso. Parecía ser divertido, no entendía lo que aquel tipo decía, pero sonreía mientras comía. Aquel hombre, pronto fue interrumpido por otro chico, que me sonaba de haberlo visto anteriormente. Era Etsu, un miembro del CP con el cual me había enfrentado, la cosa no hacía más que mejorar por momentos. Empezó a soltarle un sermón a aquel hombre, que al verle, empezó a correr para escapar.
La acción parecía que iba a pasar, por lo que me entristecí un poco, pero Etsu le siguió con un vuelo para subirse a los tejados. De pronto, el dependiente que me vendió las frutas me miró sonriendo de lado y, tras salir de su puesto empezó a perseguirlos a una velocidad increíble. Era extraño, como un dependiente, podría correr así, era algo que no me entraba en la cabeza. Me levanté del suelo y miré a Raión, que de un salto se subió a mi hombro derecho y entonces, con una sonrisa, mis pies empezaron a brillar, para justo después, explotar.
- Explosive Soul: Supīdoreon
Mi cuerpo se movió a gran velocidad gracias a las explosiones provocadas, por lo que pude seguirles desde la distancia, acompañado de mi compañero. Sin duda, el dependiente y Etsu eran más veloces que yo, pero aquel tipo que intentaba montar un numerito, no era tan veloz. Intenté darles alcance, esquivando a la gran multitud que había para así, poder ver la acción desde primer plano.
La acción parecía que iba a pasar, por lo que me entristecí un poco, pero Etsu le siguió con un vuelo para subirse a los tejados. De pronto, el dependiente que me vendió las frutas me miró sonriendo de lado y, tras salir de su puesto empezó a perseguirlos a una velocidad increíble. Era extraño, como un dependiente, podría correr así, era algo que no me entraba en la cabeza. Me levanté del suelo y miré a Raión, que de un salto se subió a mi hombro derecho y entonces, con una sonrisa, mis pies empezaron a brillar, para justo después, explotar.
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Mi cuerpo se movió a gran velocidad gracias a las explosiones provocadas, por lo que pude seguirles desde la distancia, acompañado de mi compañero. Sin duda, el dependiente y Etsu eran más veloces que yo, pero aquel tipo que intentaba montar un numerito, no era tan veloz. Intenté darles alcance, esquivando a la gran multitud que había para así, poder ver la acción desde primer plano.
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No me costó mucho localizar al hombre, corría por entre las callejuelas como si la vida se le fuese en ello, pero yo tenía una ventaja, el aire. En esos momento me gustaría saber usar el soru, así le daría caza rápidamente, pero en cierto modo, no tenerlo hacía mucho más interesante la huida de aquel hombre. Se acercaba a una intersección, lo mejor sería seguir recto, pero había un pequeño y estrecho callejón que podría usar a mi favor, así que usando mi superioridad aérea me adelante. Llegué al callejón donde usé la habilidad de mi fruta, que me permitía generar pinchos sobre cualquier superficie sólida. Aun tardaría unos segundos, por lo que usando geppou nuevamente subí al edificio más cercano y me dejé caer justo delante del hombre, obligándolo a meterse en el callejón.
-Por orden del gobierno, estas detenido .musité mientras el hombre se paraba en seco al chocarse contra los pinchos, los cuales iban creciendo los unos sobre otros -así que ya estás contándome lo que hacéis aquí.
El hombre me miró, me fijé en que no parecía muy mayor, treinta o quizá incluso menos. Tenía barba de varios días, ojos de color verde y pelo de color castaño claro. Su piel era blanca, pero parecía estar manchada, quizá de tierra.
-¡Mátame perro del gobierno, pero no conseguirás que diga nada! –gritó mientras se giraba e intentaba subir por los pinchos.
Corrí hacia él, lo agarré por la ropa y tiré hacia abajo, haciendo que cayese contra el suelo, saqué mi espada, lentamente, haciéndola sonar al rozar la funda, le puse la rodilla izquierda en el pecho y acerqué la hoja a su cara.
-Es una estupidez matar a las persona, me gusta más hacerlas desear la muerte en vez de concedérsela –dije con un tono impropio de mi a la vez que mostraba una amplia sonrisa. Esperaba que se creyese lo que le había dicho -dime, ¿qué parte del cuerpo crees que te sobra?
El miedo invadió a aquel hombre, en el fondo solo era un hombre descontento con el gobierno, que se había dejado llevar por los ideales de otros, hacerlos propios sin siquiera legar a comprenderlos. No tenía las agallas para morir por ellos, se resistiría, pero ante el dolor todos los humanos ceden, así es como somos.
-No… no diré nada –exclamó cuando algunas lágrimas empezaban a brotar de su ojos.
-Sabes, el dolor es molesto pero la pérdida de sangre poco a poco va haciendo que este desaparezca –comenté tranquilamente mientras el filo de mi catana empezaba a enfriarse con el Nagare no Kori, luego la puse sobre su pecho, el cual empezó a cubrirse de una ligera capa de hielo -pero en mi caso, nunca dejo que mis víctimas mueran desangradas, simplemente congelo lo que corto
Dicho aquello cogí con fuerza su mano derecha, seguramente sería diestro, la mayoría de las personas lo eran, la extendí y coloqué el filo sobre ella, lo levanté y lo bajé con velocidad.
-¡ESPERA! –gritó haciendo que me detuviese -te lo contaré todo, ¡todo! Pero no me mates, yo no soy parte de ellos, es solo que…
-Por ahora no te mataré ni cortaré nada, a no ser que no me guste lo que escuche –dije en tono frío, continuando con mi papel -¡habla!
El hombre miró hacia todo lados, algo nervioso y se dispuso a contarme lo que sabía.
-Por orden del gobierno, estas detenido .musité mientras el hombre se paraba en seco al chocarse contra los pinchos, los cuales iban creciendo los unos sobre otros -así que ya estás contándome lo que hacéis aquí.
El hombre me miró, me fijé en que no parecía muy mayor, treinta o quizá incluso menos. Tenía barba de varios días, ojos de color verde y pelo de color castaño claro. Su piel era blanca, pero parecía estar manchada, quizá de tierra.
-¡Mátame perro del gobierno, pero no conseguirás que diga nada! –gritó mientras se giraba e intentaba subir por los pinchos.
Corrí hacia él, lo agarré por la ropa y tiré hacia abajo, haciendo que cayese contra el suelo, saqué mi espada, lentamente, haciéndola sonar al rozar la funda, le puse la rodilla izquierda en el pecho y acerqué la hoja a su cara.
-Es una estupidez matar a las persona, me gusta más hacerlas desear la muerte en vez de concedérsela –dije con un tono impropio de mi a la vez que mostraba una amplia sonrisa. Esperaba que se creyese lo que le había dicho -dime, ¿qué parte del cuerpo crees que te sobra?
El miedo invadió a aquel hombre, en el fondo solo era un hombre descontento con el gobierno, que se había dejado llevar por los ideales de otros, hacerlos propios sin siquiera legar a comprenderlos. No tenía las agallas para morir por ellos, se resistiría, pero ante el dolor todos los humanos ceden, así es como somos.
-No… no diré nada –exclamó cuando algunas lágrimas empezaban a brotar de su ojos.
-Sabes, el dolor es molesto pero la pérdida de sangre poco a poco va haciendo que este desaparezca –comenté tranquilamente mientras el filo de mi catana empezaba a enfriarse con el Nagare no Kori, luego la puse sobre su pecho, el cual empezó a cubrirse de una ligera capa de hielo -pero en mi caso, nunca dejo que mis víctimas mueran desangradas, simplemente congelo lo que corto
Dicho aquello cogí con fuerza su mano derecha, seguramente sería diestro, la mayoría de las personas lo eran, la extendí y coloqué el filo sobre ella, lo levanté y lo bajé con velocidad.
-¡ESPERA! –gritó haciendo que me detuviese -te lo contaré todo, ¡todo! Pero no me mates, yo no soy parte de ellos, es solo que…
-Por ahora no te mataré ni cortaré nada, a no ser que no me guste lo que escuche –dije en tono frío, continuando con mi papel -¡habla!
El hombre miró hacia todo lados, algo nervioso y se dispuso a contarme lo que sabía.
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