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Los apresurados pasos de aquella huidiza rata me dieron la respuesta que necesitaba; el muy bastardo iba a intentar huir… Pero no llegará lejos, no con la única salida tapiada. Morirá aquí, y probablemente también lo hará ese estúpido gato que no se dejará coger por quien le ha arrebatado la vida a su dueño. Su cadáver se enfriará y se pudrirá una vez arranque la cabeza de su cuello y la lleve como trofeo, como un recordatorio de la debilidad humana.
Me giré, resintiéndome en el brusco movimiento del omóplato. Me detuve unos instantes a causa del dolor, no hacía falta que me diera prisa… La muerte le llegará lenta y dolorosamente.
Qué…
Tan sólo había ido a coger a su gato de los huecos entre el derrumbe. No… no huye. No había presa que cazar, ni insecto que aplastar bajo el peso de mi bota. Se asusta… y me veo obligado a ofrecerle una sonrisa antes de la invitación.
-Mis disculpas…- susurré mientras mi rostro volvía de los infiernos al cielo-. Vamos, pasa- abrí mis puertas a él, y tras un instante entró por el purpúreo umbral de mi aura.
Mi interior era un lugar frío, incluso tenebroso, un palacio en continua renovación de piedra pulida. No había nada más que la limpieza de las losas y la pulcritud de los ladrillos para adornar las paredes de la entrada. La ultima luz, proveniente del exterior, se ahogó al cerrar la puerta. Tuve que abandonar mi sala principal para acercarme con una de las pocas velas que me quedaban.
-Sean bienvenidos a la mansión Capone- les dije con mi yo interior al par de invitados-. Lamento la escasez de luz, el fuego suele darme terrible ardores de estómago… aún estoy trabajando en ello. Por favor, síganme- les pedí, pensando si era necesario tratar en plural si uno de ellos no podía siquiera entenderme. No, decidí que no.
Puerta tras puerta que se abrían solas sin la necesidad de la interacción, le llevé a una sala acomodada con un sillón y una mesa de madera.-. Descanse, pero, por favor, intente no ensuciar.
Con lo que costaba quitar las manchas de sangre del interior, y él continuaba sangrando por la nariz. Tendría que pensar una manera de reacondicionar mi interior como una enfermería algún día… Tiempo al tiempo.
Fuera, en la realidad más común, me puse mi chaqueta con esfuerzo. Cogí las pertenencias que ya no eran más de aquel atracador y fui bajando las escaleras que había subido y otras que me costó encontrar. Con las bolsa de dinero y el ninjato del muchacho enganchados al cinturón, saqué un trozo de tubería de un gris metal que no interesaba a los ladrones de cobre. Tras el primer golpe fue patente que hacer un trabajo sin pensar, no era de sabios. El dolor se cebó con mi brazo y me hizo soltar la herramienta con un potente calambre en el hombro. Mi cuerpo me gritaba que ni se me ocurriera seguir usando dicha extremidad en un buen tiempo… Así que recurrí a su hermana. Haciendo palanca y arrancando los largos y astillados tablones conseguí salir del edificio.
Volví arrastrando los pies y con los brazos caídos por el camino que había venido, con la intención de descansar en la boutique y devolverles su dinero. La esperanza de impresionar a la bella mujer había desaparecido, hasta a mí mismo me daba asco el olor a sangre y cansancio. No era ningún héroe que traía al malhechor, tan sólo un herido que al menos había recuperado el dinero. No, para ella no sería nada que admirar, nada que respetar ni nada que intentar amar.
Suspiré a las puertas del local antes de entrar, intentando recuperar la erguida compostura sin que ello me permitiera levantar más los pies del suelo.
-Buenas tardes, he vuelto- dije remarcando la obviedad, buscando un bello e inalcanzable rostro al que dirigirle mis palabras.
Me giré, resintiéndome en el brusco movimiento del omóplato. Me detuve unos instantes a causa del dolor, no hacía falta que me diera prisa… La muerte le llegará lenta y dolorosamente.
Qué…
Tan sólo había ido a coger a su gato de los huecos entre el derrumbe. No… no huye. No había presa que cazar, ni insecto que aplastar bajo el peso de mi bota. Se asusta… y me veo obligado a ofrecerle una sonrisa antes de la invitación.
-Mis disculpas…- susurré mientras mi rostro volvía de los infiernos al cielo-. Vamos, pasa- abrí mis puertas a él, y tras un instante entró por el purpúreo umbral de mi aura.
Mi interior era un lugar frío, incluso tenebroso, un palacio en continua renovación de piedra pulida. No había nada más que la limpieza de las losas y la pulcritud de los ladrillos para adornar las paredes de la entrada. La ultima luz, proveniente del exterior, se ahogó al cerrar la puerta. Tuve que abandonar mi sala principal para acercarme con una de las pocas velas que me quedaban.
-Sean bienvenidos a la mansión Capone- les dije con mi yo interior al par de invitados-. Lamento la escasez de luz, el fuego suele darme terrible ardores de estómago… aún estoy trabajando en ello. Por favor, síganme- les pedí, pensando si era necesario tratar en plural si uno de ellos no podía siquiera entenderme. No, decidí que no.
Puerta tras puerta que se abrían solas sin la necesidad de la interacción, le llevé a una sala acomodada con un sillón y una mesa de madera.-. Descanse, pero, por favor, intente no ensuciar.
Con lo que costaba quitar las manchas de sangre del interior, y él continuaba sangrando por la nariz. Tendría que pensar una manera de reacondicionar mi interior como una enfermería algún día… Tiempo al tiempo.
Fuera, en la realidad más común, me puse mi chaqueta con esfuerzo. Cogí las pertenencias que ya no eran más de aquel atracador y fui bajando las escaleras que había subido y otras que me costó encontrar. Con las bolsa de dinero y el ninjato del muchacho enganchados al cinturón, saqué un trozo de tubería de un gris metal que no interesaba a los ladrones de cobre. Tras el primer golpe fue patente que hacer un trabajo sin pensar, no era de sabios. El dolor se cebó con mi brazo y me hizo soltar la herramienta con un potente calambre en el hombro. Mi cuerpo me gritaba que ni se me ocurriera seguir usando dicha extremidad en un buen tiempo… Así que recurrí a su hermana. Haciendo palanca y arrancando los largos y astillados tablones conseguí salir del edificio.
Volví arrastrando los pies y con los brazos caídos por el camino que había venido, con la intención de descansar en la boutique y devolverles su dinero. La esperanza de impresionar a la bella mujer había desaparecido, hasta a mí mismo me daba asco el olor a sangre y cansancio. No era ningún héroe que traía al malhechor, tan sólo un herido que al menos había recuperado el dinero. No, para ella no sería nada que admirar, nada que respetar ni nada que intentar amar.
Suspiré a las puertas del local antes de entrar, intentando recuperar la erguida compostura sin que ello me permitiera levantar más los pies del suelo.
-Buenas tardes, he vuelto- dije remarcando la obviedad, buscando un bello e inalcanzable rostro al que dirigirle mis palabras.
- Notilla aclaratoria:
- El cambio de fuente es debido a que le da la "vena mala". No he encontrado una fuente mejor para leer pero que se note diferente.
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El camino de vuelta no dio ningún problema, es más, gracias a tu recuperación te encontrabas ya mejor. Sigue sin ser una tontería ir al médico, pero notas que no es nada grave y que no es urgente, te tranquilizas un poco al notarte así. Al volver hacia la boutique la gente que te ve pasar pone caras extrañas, pero dado tu aspecto es normal, no le das más importancia de la que tiene.
Al pararte en la puerta suspiras, y te reconfortas, no levantas los pies demasiado, más que por las heridas por el cansancio. Señalas que vuelves, levantando la vista. Encuentras tu mirada con la dependienta y un par de todavía incrédulos clientes. Esta estalla de emoción mientras te ve aparecer por el marco de la puerta. Ve el dinero que llevas, y que has recuperado.
Los dos clientes rompen en aplausos a tu persona, parece que estaban allí cuando ocurrió el atraco, o que la dependienta les ha puesto al tanto de la situación no lo recuerdas. Ella te ofrece una silla con amabilidad, parece algo preocupada por ti, pero no sabrías decir si es de forma personal o profesional. Los clientes te dan ánimos.
-Debe estar al llegar el inspector. –te dice ella.- Sería de mucha utilidad que te quedaras y contaras lo ocurrido… No era tu obligación y aun así saliste tras el criminal, mil gracias. -Acaba con un sonrisa en su rostro, mientras te acerca tu maletín.-Si quieres puedo llamar a un médico o recomendarte uno al que ir.
Tú decides si te quedas o no, si das parte o sales a buscar un médico o de hacer lo que te plazca en esta situación.
Al pararte en la puerta suspiras, y te reconfortas, no levantas los pies demasiado, más que por las heridas por el cansancio. Señalas que vuelves, levantando la vista. Encuentras tu mirada con la dependienta y un par de todavía incrédulos clientes. Esta estalla de emoción mientras te ve aparecer por el marco de la puerta. Ve el dinero que llevas, y que has recuperado.
Los dos clientes rompen en aplausos a tu persona, parece que estaban allí cuando ocurrió el atraco, o que la dependienta les ha puesto al tanto de la situación no lo recuerdas. Ella te ofrece una silla con amabilidad, parece algo preocupada por ti, pero no sabrías decir si es de forma personal o profesional. Los clientes te dan ánimos.
-Debe estar al llegar el inspector. –te dice ella.- Sería de mucha utilidad que te quedaras y contaras lo ocurrido… No era tu obligación y aun así saliste tras el criminal, mil gracias. -Acaba con un sonrisa en su rostro, mientras te acerca tu maletín.-Si quieres puedo llamar a un médico o recomendarte uno al que ir.
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No hubo ayuda alguna en el camino de vuelta, ni siquiera una palabra de preocupación, tan sólo inútiles miradas. El mundo siempre había estado conquistado por la desesperanza y el egoísmo. ¿Me dejaría llevar por esas emociones? No. ¿Me seguía afectando la descorazonadora situación? Por supuesto.
Mi alma no encontró consuelo en la dulce mirada de la bella criatura que había pasado a ser tan sólo una mujer a mis ojos. Cuando la esperanza parecía que iba a germinar en mi cansado corazón, se marchitó al verla mover sus orbes para comprobar mi éxito. Todas las mujeres son iguales… No, todas las personas son iguales.
Me senté en la silla ofrecida escuchando los vítores que sonaban tan amargos a mis oídos, y me atreví a mover las manos para que rebajaran el tono, llevándome una mano a la cabeza fingiendo un oportuno dolor con gesto cansado.
-Si no le importa llamarle para que me atienda aquí… Quiero acabar con esto cuanto antes para poder buscar un hotel y descansar, y así aprovecho también a que llegue el inspector y le doy parte… aunque no haya mucho que contar- dije, cometiendo el error de posar mi espalda en el respaldo para corregirlo inmediatamente al recibir la punzada de dolor- ¿Tiene mi maleta?- solté la bolsa de dinero en el suelo, cansado de… bueno, de todo.
En mi interior, el par de criaturas no tenía ni idea de lo que sucedía fuera, y mejor que siguiera siendo así durante un buen rato.
Mi alma no encontró consuelo en la dulce mirada de la bella criatura que había pasado a ser tan sólo una mujer a mis ojos. Cuando la esperanza parecía que iba a germinar en mi cansado corazón, se marchitó al verla mover sus orbes para comprobar mi éxito. Todas las mujeres son iguales… No, todas las personas son iguales.
Me senté en la silla ofrecida escuchando los vítores que sonaban tan amargos a mis oídos, y me atreví a mover las manos para que rebajaran el tono, llevándome una mano a la cabeza fingiendo un oportuno dolor con gesto cansado.
-Si no le importa llamarle para que me atienda aquí… Quiero acabar con esto cuanto antes para poder buscar un hotel y descansar, y así aprovecho también a que llegue el inspector y le doy parte… aunque no haya mucho que contar- dije, cometiendo el error de posar mi espalda en el respaldo para corregirlo inmediatamente al recibir la punzada de dolor- ¿Tiene mi maleta?- solté la bolsa de dinero en el suelo, cansado de… bueno, de todo.
En mi interior, el par de criaturas no tenía ni idea de lo que sucedía fuera, y mejor que siguiera siendo así durante un buen rato.
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La espera fue más bien corta, la chica llamó al médico, que vino en apenas cinco minutos. Tras examinarte y mientras procedía a realizar las curas, llegó el inspector. Era un hombre alto, y fuerte, vestido con un traje que identificas de la marina, pero algo atípico. Parece que no le sorprende la situación que hay en la tienda y tras un momento hablando con la dependienta empieza a dirigirse a ti. Se acerca con paso firme y decidido, se acerca una silla sin mediar palabra, la coloca enfrente de la tuya y abre un pequeño cuaderno, del que saca un bolígrafo que llevaba entre las páginas.
-Si no me equivoco usted salío tras el ladrón. ¿Es eso cierto? –Espera tu respuesta, casi sin mirarte directamente a la cara. –Ajá.-Responde cuando empiezas a contestar. -Por favor cuénteme que pasó, no escatime en detalles. No tiene nada que temer, lo atraparemos, pero su ayuda será de vital importancia.
Levanta la vista, intentando averiguar algo con su mirada. Lo tienes ante ti.
-Si no me equivoco usted salío tras el ladrón. ¿Es eso cierto? –Espera tu respuesta, casi sin mirarte directamente a la cara. –Ajá.-Responde cuando empiezas a contestar. -Por favor cuénteme que pasó, no escatime en detalles. No tiene nada que temer, lo atraparemos, pero su ayuda será de vital importancia.
Levanta la vista, intentando averiguar algo con su mirada. Lo tienes ante ti.
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Poco después de la llamada de teléfono el médico hizo su aparición. Tras un análisis rápido me cortó el traje para poder limpiar la herida, despegando la apelmazada y sucia tela. Tanto esfuerzo para nada… Y, encima de todo, aquella mujer paralizada por el morbo de la sangre aún no me había devuelto mi maleta. Apreté los dientes al sentir el terrible escozor del desinfectante.
Un cargo de la marina o bien de alguna milicia que compartía los colores llegó al poco rato con un uniforme reconocible pero poco ortodoxo, como si sólo hubiera acomodado los tonos a una ropa de diario. ¿Acaso el pequeño archipiélago no tenía la importancia suficiente como para sustentar su propio cuartel? Probablemente no.
Me hizo una pregunta obvia que contesté afirmativamente.
-Sí, soy…-Su rapidez en responder, interrumpiendo mi presentación, denotó la escasa preocupación que tenía en el asunto, o la poca esperanza de que sus mermadas fuerzas fueran suficientes para capturar al ladrón. O puede que después de todo sólo quisiera malgastar el mínimo tiempo posible con un testigo.
-Sí- repetí, sosteniéndole la mirada envuelto en el malestar de las curas-, claro; ayudaré en lo que pueda. El tipo que cometió el atraco tenía un pasamontañas… y era un hombre grande y fuerte. Tenía una espada, que pude quitarle tras golpearle… aunque, desgraciadamente, no antes de que me hiriese. No sé muy bien como entró al edificio abandonado, pero parecía que no llevaba mucho allí.
En mi interior, me vi obligado a mantener una conversación con el par de refugiados.
-Quiero que entienda una cosa, señor: no voy a permanecer mucho más tiempo con usted, no me expondré a ser catalogado como un ladrón ni un protector de malhechores- le dije solemnemente-. No obstante,-añadí, levantando el índice- pienso que usted no es ninguna de esas cosas, no ahora… Cuando lleguemos al hotel, usted saldrá de mi cuerpo, comerá y descansará en mi habitación para, al siguiente día, buscar un oficio. Le doy medio millón de Berries para que pueda comenzar una vida nueva, lejos de los peligros de la pobreza… y, si la reencauza con honradez, le esperaré y recibiré como un miembro más de mi familia en el futuro- me llevé la mano al pecho, con sentimiento, antes de volver a tendérsela esperando un apretón-. ¿Está dispuesto a volver a ser un buen hombre?
Quizás fuera excesivamente generoso, pero con ese dinero alguien que ha pasado tanto mal podría hacer tanto bien…
En el mundo exterior, esperaría que mi pequeña actuación y mi cansado aspecto le diera la idea de que no iba a conseguir mucho más de la sesión; que pensara que sólo estaba malgastando un tiempo crucial para su investigación.
Si todo salía bien habría salvado dos vidas, tres contando la mía, un negocio y al mundo de un mal más.... Aún así, no podía evitar preguntarme si valía la pena, a pesar de haber escogido el sí como respuesta.
Un cargo de la marina o bien de alguna milicia que compartía los colores llegó al poco rato con un uniforme reconocible pero poco ortodoxo, como si sólo hubiera acomodado los tonos a una ropa de diario. ¿Acaso el pequeño archipiélago no tenía la importancia suficiente como para sustentar su propio cuartel? Probablemente no.
Me hizo una pregunta obvia que contesté afirmativamente.
-Sí, soy…-Su rapidez en responder, interrumpiendo mi presentación, denotó la escasa preocupación que tenía en el asunto, o la poca esperanza de que sus mermadas fuerzas fueran suficientes para capturar al ladrón. O puede que después de todo sólo quisiera malgastar el mínimo tiempo posible con un testigo.
-Sí- repetí, sosteniéndole la mirada envuelto en el malestar de las curas-, claro; ayudaré en lo que pueda. El tipo que cometió el atraco tenía un pasamontañas… y era un hombre grande y fuerte. Tenía una espada, que pude quitarle tras golpearle… aunque, desgraciadamente, no antes de que me hiriese. No sé muy bien como entró al edificio abandonado, pero parecía que no llevaba mucho allí.
En mi interior, me vi obligado a mantener una conversación con el par de refugiados.
-Quiero que entienda una cosa, señor: no voy a permanecer mucho más tiempo con usted, no me expondré a ser catalogado como un ladrón ni un protector de malhechores- le dije solemnemente-. No obstante,-añadí, levantando el índice- pienso que usted no es ninguna de esas cosas, no ahora… Cuando lleguemos al hotel, usted saldrá de mi cuerpo, comerá y descansará en mi habitación para, al siguiente día, buscar un oficio. Le doy medio millón de Berries para que pueda comenzar una vida nueva, lejos de los peligros de la pobreza… y, si la reencauza con honradez, le esperaré y recibiré como un miembro más de mi familia en el futuro- me llevé la mano al pecho, con sentimiento, antes de volver a tendérsela esperando un apretón-. ¿Está dispuesto a volver a ser un buen hombre?
Quizás fuera excesivamente generoso, pero con ese dinero alguien que ha pasado tanto mal podría hacer tanto bien…
En el mundo exterior, esperaría que mi pequeña actuación y mi cansado aspecto le diera la idea de que no iba a conseguir mucho más de la sesión; que pensara que sólo estaba malgastando un tiempo crucial para su investigación.
Si todo salía bien habría salvado dos vidas, tres contando la mía, un negocio y al mundo de un mal más.... Aún así, no podía evitar preguntarme si valía la pena, a pesar de haber escogido el sí como respuesta.
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El hombre apuntaba es su libreta sobre lo que le contabas, pasamontañas, espada… Podías verlo anotar ese tipo de cosas. Cuando mencionaste el edificio abandonado parece que se muestra algo más interesado, pero deduces que es más curiosidad personal que profesional. Tras acabar el pequeño interrogatorio, observas como se levanta, te da las gracias a ti y a la dependienta, y sin perder mucho el tiempo abandona el local.
Mientras tanto en tu interior la charla que le das al criminal parece que lo está convenciendo. Cuando le ofreces encauzar su vida le ves contenerse unas pequeñas lágrimas que empiezan a nacerle en los ojos. Parece que aprovechará esta oportunidad.
Tras acabar allí te diriges al hotel que te recomienda la dependienta cuando os despedís. Te dice que espera verte en la tienda en los próximos días, que con todo el follón no habías elegido del todo el traje, y que hablará con su jefe a ver si consigue un descuento por recuperar el dinero robado.
Llegas al hotel, y a tu habitación. Allí sale el ladrón de tu interior. Parece que este capítulo se cierra, consiguiendo el salvar esas tres vidas de ir a peor. Todavía queda mucho por hacer.
Mientras tanto en tu interior la charla que le das al criminal parece que lo está convenciendo. Cuando le ofreces encauzar su vida le ves contenerse unas pequeñas lágrimas que empiezan a nacerle en los ojos. Parece que aprovechará esta oportunidad.
Tras acabar allí te diriges al hotel que te recomienda la dependienta cuando os despedís. Te dice que espera verte en la tienda en los próximos días, que con todo el follón no habías elegido del todo el traje, y que hablará con su jefe a ver si consigue un descuento por recuperar el dinero robado.
Llegas al hotel, y a tu habitación. Allí sale el ladrón de tu interior. Parece que este capítulo se cierra, consiguiendo el salvar esas tres vidas de ir a peor. Todavía queda mucho por hacer.
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